LA LEPRA ES CONTAGIOSA FOTZ EL DR. D. ENRIQUE ROBELTN. Publicado en la “Crónica Médico-Quirúrgica de la Habana” Noviembre y Diciembre de 1887. HABANA. Establecimiento tipográfico de Soler, Alvarez y Compañía calle (le la Muralla, número 40. 1887. LA LEPRA ES CONTAGIOSA ■FOTS EL DR. D. ENRIQUE POPELIN. Publicado eu la "Crónica Médico-Quirúrgica d* la Habana” Noviembre y Diciembre de 1887. HABANA. Establecimiento tipográfico de Soler, Alvarez y Compañía calle fie la Muralla, número 40. LA LEPRA ES CONTAGIOSA. Las objeciones contenidas en nuestro anterioi artículo (1) y enca- minadas á combatir los distintos conceptos enunciados en el reciente discurso académico de nuestro excelente colega el Dr. Arango, han merecido los honores de le impugnación en uno de los últimos núme- ros de esta publicación correspondientes al mes de Setiembre. Por lo tanto, después de leer con el mayor gusto el discurso, con su correspondiente preámbulo, me veo nuevamente obligado á terciar en este debate, trayendo en apoyo de nuestro modo de ser dos elemen- tos de la mayor importancia, datos recientes y hechos positivos. Con argumentos de ese género, esperamos combatir las razones expuestas en contra nuestra y demostrar que la Lepra hoy en día es contagiosa, infecciosa é inoculable. Trasmitiéndose la enfermedad por estos tres modos como lo de- muestran múltiples hechos positivos, inútil nos parece entrar en deta- lles respecto á cada uno de estos términos. Todos sabemos á qué atenernos respecto á esas modalidades patogénicas. El punto capital es que la Lepra se trasmite por estos medios, por lo tanto huelgan las distinciones encaminadas á que si confundimos ó no entre sí estos tér- minos. Trasmitiéndose la enfermedad por estos medios queda suficien- temente justificado emplear uno ú otro de estos términos (como hicimos) al tratar de esta enfermedad. En el curso de este artículo sintético tendremos la oportunidad de rectificar dos ó tres inexactitudes; involuntariamente incurrí en ellas, aunque hasta cierto punto quedaba (1) Véase la Crónica Médico-quirurgica del mes de Julio último. autorizado á ello, fundados en los resúmenes publicados en dos perió- dicos, político el uno y científico el otro. Por lo demás, estos puntos negros en nada aminoran cuanto llevamos dicho; volveremos á discu- tir ciertos puntos, confiando que con los datos que presentamos que- dará juzgada esta interesante cuestión, una de las más candentes que se presentan hoy en el campo de la Medicina. Entremos de lleno en el debate. Leloir en su obra, dice: que te- niendo en cuenta el informe que le remitió Verteuil, de la Trinidad, dudaba éste en pronunciarse. Estas son las frases textuales del doctor Verteuil: «A esta pregunta, dice Verteuil, tan interesante por muchos «motivos, quisiera dar una respuesta categórica, pero dudo. Con todo, >Tme veo obligado á declarar que para mí la Lepra no es contagiosa de «individuo á individuo.» Más adelante, tiene Verteuil el cuidado de añadir con una prudencia digna de las mayores alabanzas—según Leloir—lo siguiente: «Me parece que en nuestras investigaciones re- «lacionadas con las causas de la Lepra, debemos tener en cuenta la «propagación por medio de los matrimonios, la trasmisión hereditaria, «y las relaciones con los enfermos, lo que nos llevaría d admitir, que »la enfermedad puede propagarse de individuo á individuo. Por lo danto, la prudencia aconseja adoptar medidas restrictivas. No vacilo y>en recomendar el aislamiento que creo útil en beneficio de los mismos «desgraciados leprosos y de la sociedad. «No quiero decir con eso que me consideren contagionista; muchos «hechos militan en contra; y á pesar de esto, no pretendo declarar que «la Lepra no pueda comunicarse en absoluto. En el estado actual de «la cuestión no vacilo en decir que más vale aislar» (1). Despréndese de aquí, que no existe la contradicción que se le imputa á Leloir, pues es Verteuil quien habla; además, las frases del Dr. Verteuil tras- criptas en su totalidad permiten abrazar con mayor latitud el sentido, Viniendo á ratificar lo que expuse en mi artículo anterior. En la pá- gina 456 de la Crónica pueden verse las siguientes frases del informe: «Verteuil, miembro del Consejo de la Trinidad, dice que le importa declarar que la Lepra no es contagiosa de individuo á individuo. Cree en la utilidad del aislamiento, pero no quiere que se piense que está en favor del contagio.» Comparando estas frases con las que más arri- ba llevamos ya expuestas en su totalidad, varía la apreciación, des- prendiéndose claramente que si bien para él «no es contagiosa de indi- viduo á individuo» queda destruida esa afirmación como puede verse en líneas ulteriores, quedando además abiertas las demás puertas de trasmisión de la afección. Verteuil aboga por el aislamiento, prueba evidente que no debe estar muy seguro de la no contagiosidad, de lo contrario, ¿sería parti- dario del aislamiento? No, por cierto, y tan es así que el mismo Ver- teuil ha señalado el incremento que ha tomado la enfermedad, debido á la falta de aislamiento. Ese mismo hecho, de la propagación de la Lepra por falta de ais- (1) Informe del Dr. Verteuil, comunicado á Leloir y citado en su obra, págs. 299 y 300. París 1886, lamiento es muy común hoy, siendo una de las razones principales en que se fundan los médicos de los países leprosos para adoptar medidas restictivas. Me he visto precisado á discutir esta opinión del Dr. Verteuil para presentarla tal cual debe interpretarse;las opiniones se discuten, que- dando sometidas á la crítica del que quiera ejercerla. Si no fuese así, mal pudiéramos discutir, retrocediendo de-este modo á la famosa épo- ca que no queremos evocar. En el informe de mi colega puedo leer la cita de Magalhoes y Mayrinck, y con el mayor gusto debo manifestar que incurrí en algu- na inexactitud, pero una vez salvada me veo precisado á defender esa misma cita (1), combatiendo á la vez la del informe. Estas son las frases del informe: «Sigaud asegura no haber observado un sólo ejem- plo en el Hospital de leprosos de Rio Janeiro, opinión sustentada también por Magalhoes y Mayrinck que ejercen en el mismo país.» Sin duda alguna, al citar estos médicos «que no habían observado un solo ejemplo de contagio en el Hospital», fué con el ánimo de au- mentar el contingente anti-contagionista. Precisamente, Magalhoes y Mayrinck manifiestan ser «anti-contagionistas.» A esto podemos contestar que si á estos distinguidos facultativos no les ha sido posible observar un solo ejemplo de contagio en el Hos- pital de aquella localidad nonos extraña (2), á algunos les ha acaecido lo mismo y entre nosotros al Dr. Arango, según propia manifestación. Xo debe deducirse siempre sea así y en la especie el argumento tiene escaso valor. Apesar de esto, existen múltiples casos observados en distintos Hospitales lo mismo que en la clientela particular, y esos casos de contagio destruyen cuantas negativas pudieran oponerse. El Dr. Bemiss, de Mauri, II'. I. (3) refiere varios casos de contagio dando detalles de uno, citado por el Comité legislativo de las islas Sandwich, de un americano de 55 años, de padres-y antecesores sanos, que servía como asistente durante algunos años en el Hospital de La- liaina y en quien se desarrolló la enfermedad después de haber sacado algunos leprosos con quienes vivía. En el Hospital de Molokaí, cerca (1) Refiérese “ésta á las frases citadas en mi primer artículo y tomadas de Leloir, pág. 300; Magalhoes y Mayrink dicen lo siguiente: «Se vé que la Lepra ha sido im- portada en el Brasil por los portugueses y africanos, pues entre los indios salvajes del Brasil nunca existió antes del descubrimiento del país ni después en los individuos que no se mezclaron con los extranjeros. Por lo tanto, se acepta como cierto que la Lepra ha sido importada, admitiendo también la posibilidad del desarrollo espontáneo de algunos casos, de los cuales, los salvajes no presentan ejemplo alguno.» Estos distin- guidos facultativos recomiendan el aislamiento. Dedúcese que si una población virgen de un mal lo adquiere por su contacto con forasteros ¿será ó nó contaminada? Y la prueba más evidente es que en los salvajes del Brasil nunca existió el mal ántes del descubrimiento ni después en los individuos que no se mezclaron con los extranjeros. No se necesita mucho esfuerzo para ver la filiación del mal. Además, estos autores—aís- lan—sus enfermos. No deja de llamar la atención, como dice Leloir; «que los hechos obligan ala mayor parte de los médicos, sea cual fuesen sus opiniones respecto á las causas de la Lepra.;, en reconocer que el aumento y la propagación del mal están en ra- zón inversa del aislamiento. (2) Aun así, tiene poca fuerza la argumentación, pues es sabido que no son los Hospitales el ten-eno más adecuado para la trasmisión de las enfermedades. (3) Ww-Or, Med. and Surg Journal. April 1880, de Ilonolulii, el padre Damien (1), sacerdote católico que se había aislado en la leprosería para consagrarse al alivio de las víctimas, acaba de experimentar los primeros é incontestables ataques del mal. Ade- más, en esa misma leprosería existen entre médicos, asistentes y ser- vidumbre unas 153 personas, habiéndose vuelto leprosos un gran nú- mero de empleados; se calculan anualmente en un 9 por 100 (2) los empleados atacados por dicha enfermedad (3). El Dr. Taché (4) del Canadá refiere el caso de un individuo lasti- mado en un hombro al cargar el cadáver de una mujer leprosa y en inmediato contacto con el humor desprendido del ataúd, volverse leproso al cabo de algún tiempo y fallecer once años después, de dicha enfermedad. El Dr. Hermán E. Hayd (5) refiere en su Memoria presentada, al regresar de su reciente viaje á la leprosería dé New Brunswick los casos del esposo de una mujer leprosa y el de una mujer de un hom- bre leproso, vueltos leprosos y morir de dicha dolencia, siendo los pa- dres de ambas familias sanos y sin vestigios de enfermedad leprosa. Para Hermán, está fuera de duda que la Lepra es contagiosa, necesi- tándose, según toda probabilidad una herida ó escoriación que sirva de puerto de entrada al virus. Para él, es opinión general hoy que la Lepra es contagiosa, infecciosa y hereditaria (6). Del mismo modo, este autor ha podido apreciar las ventajas reportadas por las medidas de aislamiento, disminuyendo la Lepra de un modo muy notable. El Dr. Gordon, médico norte-americano, pudo observar esto mismo como dejamos expuesto hace algunos meses. El Dr. Grónvold, de Norway, Minnesota refiere el caso de un in- dividuo llegado á América en 1809, cuando tenía 20 años de edad. La enfermedad apareció por vez primera en 1873 sin que nadie tuviese lepra en su familia, creyendo él haberla adquirida miéntras estaba al servicio de un leproso un año ántes de su llegada á América. El doc- tor Hanscn, de Bergen, (Noruega), último cirujano del Hospital de leprosos, publicó varios casos en que la inoculación se había efectuado (comunicado al Dr. Bendeke de Mínneapoles). El Dr. Lob, de Hong-Kong, dice que sin duda alguna la Lepra es contagiosa. El Dr. Triedel, de China, opina que la afección se comu- nica por inoculación, durante el acto del coito. Los doctores Wolff, de Madera, y Wuehecer, del Brasil, han publicado casos de contagio, aunque el último de estos facultativos no admite que la forma anetésica lo sea. El Dr. Manson en su informe publicado por el inspector gene- (1) H. de \arigny. La Lepre an.v First Jlawaii in Rente identifique, 1887. '(2) H. de Varigny, loe. cit. (3) Actualmente hay 52 empleados vueltos leprosos (4) Citado por el Dr. Taché del Canadá. Véase Memoria del I)r. White. (5) A visit to the New-Brun: wick Lazaretto hy Dr. Hermán E. líayd, leido ante la S. M. Q. de Buffalo. Setiembre 1887. (d) Estamos conformes con este modo de .ser siendo en la actualidad las ideas que predominan. Inútil me parece entrar en detalles, pues sabernos muy bien lo que debe entenderse por cada una de estas denominaciones. Existen razones para admitir tam- bién que sea inocultable. La herencia es ménos de lo qqfe se orée. ral de Shanghai, en 1882, abunda en el sentido contagionista. Tílbury Fox, en la última edición de su obra se presenta como contagionista «Las personas adquieren la Lepra por el contacto con los enfermos» dice este autor. El Dr. Goldschmidt, de Madera, anti-contagionista, publicó recientemente (1885) el caso de un niño nacido de padres sanos y contaminado por su nodriza leprosa. El Dr. Goldschmidt, dice que este hecho no pudo menos que llamarle la atención (mencionado por Leloir). Pudiéramos mencionar á los doctores Planck, Tílbury Fox, M an- get, Erasmus Wilson, Hebra, Kaposí, Vidal y Cárter que han publica- do observaciones de maridos contaminados por sus mujeres y recípro- camente. El Dr. Kaurin (1), de Molde, (Noruega), ha publicado un caso de contagio, confirmado más tarde por el Dr. Hitmann, médico del dis- trito de Hit-eren. De paso, diré, que el Dr. Kaurin que hasta hace poco tenía dudas respecto al contagio de esta afección, hoy la admite como.podrá deducirse de las siguientes frases: «miéntras más observo y más me ocupo de esta enfermedad me parece más evidente que la enfermedad se trasmite de uno á otro individuo.» El mismo Dr. Kaurin ha dado á conocer hace algunos años (1879) otro caso á- favor del contagio ocurrido en Snaassen, al norte de Trondhjem. Igualmente existen ejemplos de Lepra adquirida por el íntimo contacto con objetos contaminados por leprosos; como ejemplo, cite- mos el siguiente caso comunicado á Leloir (2) por el profesor Cornil: «Un empleado del Gobierno administrativo muere de lepra en la isla Mauricio. Cubre la vacante otro empleado también francés, quien alquila la misma habitación amueblada en que había vivido el difunto empleado. La habitación se ocupa tal cual sin efectuar el menor cam- bio, sin proceder á la menor desinfección, alojándose por decirlo así, en los muebles del difunto. Transcurrido algún tiempo, se vuelve le- proso el nuevo empleado, viéndose obligado á regresar á París para ser asistido de su lepra tuberculosa, por el Dr. Cornil.» El Dr. Leloir cita un caso de Lepra de familia, efectuado por me- dio de la contaminación durante el acto carnal. Esta interesante obser- vación fué publicada en 1858 en un trabajo del Dr. Onetti (padre) de San Perno (Italia). Nosotros mismos liemos comunicado á la Sociedad de Estudios Clínicos de esta Capital las siguientes observaciones que merecen fijar un poco nuestra atención. Vienen á demostrar, que en Cuba sucede lo que en otras partes, esto es, que la Lepra se trasmite. Además de los tres casos que citamos hoy, nos proponemos publicar algunos más de breve tiempo. Estos casos son los siguientes: A la amabilidad del Dr. Oxamendi debo la siguiente observación, que viene á probar una vez más que no es sola la Lepra ulcerosa ]a (1) Dr. Kaurin in Annaics Dnnatnlor/ic ct Syph, 4 (¡2) Véase Leloir, págs. 291. que puede determinar el contagio. En la ciencia existen múltiples ob- servaciones de Lepra adquirida por el contacto directo de la Lepra sistematizada nerviosa. En el ingenio Union, con una dotación de 2(50 patrocinados, había un negro, Lorenzo, de 60 años y de nacionalidad (Jangá. Este negro que presentaba todos los caracteres de la Lepra anestésica fue aislado á su debido tiempo por los doctores Oxamencb, partidarios de las ideas contagionistas. Relegado á un platanal distante un kilómetro del inge- nió, vivía muy retirado de los demás patrocinados ocupándose en cui- dar el platanal y cría de gallinas. Se le había aislado allí viviendo en un pequeño bohío. Desde el ingenio venía á verle muy amenudo su ahijado Anastasio, de nación Lucnmí á quien traía víveres, teniendo ocasión de perma- necer algún tiempo reunidos en el bohío. Este ahijado, después de algún tiempo se volvió leproso, adquiriendo la misma forma que aquel. El negro Anastasio tenía su mujer, una morena criolla, oriunda de padres criollos y que nunca había conocido la Lepra. Se volvió leprosa esta mujer al cabo de cierto tiempo siendo en igual forma que la del marido y la del viejo Lorenzo. Estos fueron los únicos casos de Lepra que se pudieron obtener en aquella finca, habiendo el aislamiento impedido que la enfermedad pudiera extenderse. Esta observación merece fijar nuestra atención. Comprendemos muy bien que se nos pueda objetar que el ahijado pudo adquirir su Lepra, no por contagio con el viejo Lorenzo, sino ser una Lepra here- ditaria, pudiendo haber sido sus padres leprosos, cosa que no sabemos. Suponiendo que así fuese, se nos pudiera objetar que no la adquirió del viejo; pudiendo ser oriundos de padres leprosos llevaba en sí el virus leprógeno. Carecemos de datos respecto á este particular, con todo, mucha casualidad es que el ahijado esperase eL momento de tratar á otro leproso para que la enfermedad apareciera; bien pudo presentarse antes, además, el ser hijo de leprosos no implica necesaria- mente que deba uno ser leproso.por necesidad. Suponiendo que no se quiera admitir este caso como de contagio, tenemos el de la mujer del ahijado, oriundo de padres no leprosos y nacida en el país. Aquí, no hay razón para negar que la mujer adquirió la Lepra del marido y de- be considerarse como un caso de contagio ó de inoculación por medio del coito. Llama la atención que los tres tuviesen la misma forma de Lepra. . • Esta observación confirma la opinión que tienen algunos dermató- logos que consideran esta forma tan contagiosa como la tuberculosa. En un principio creí que la forma nerviosa no era contagiosa, pero desde que tengo visto algunos casos y lcidos otros recientes, no me queda la menor duda respecto á este particular. Existen observaciones probantes dq inoculación en individuos que habiendo punzado placas anastésicas con alfiler y cuchillo, se han inoculado á su vez, al punzarse con esos mismos instrumentos, volviéndose leprosos al cabo de cierto tiempo. Para mí y en vista de recientes casos, tengo entendido que está forma puede adquirirse por inoculación y por contagio. 8 A este caso agregaré los dos siguientes, muy instructivos en lo que atañe á la cuestión del contagio. Doña Chucha G.., 70 años de edad y natural de Cabañas (isla de Cuba), hija de padres sanos y de abuelos maternos y paternos comple- tamente sanos, fuertes y robustos. Los antecedentes de toda la familia son excelentes. Esta mujer ha gozado siempre de muy buena salud, siendo de an- tecedentes personales inmejorables. El maridó, hombre de buen vivir, fuerte y robusto, falleció hace algunos años de resultas de fiebres, no habiendo tenido durante su vida la más mínima dolencia. Este matrimonio tuvo varios lujos: todos viven en perfecta salud, menos una hija que falleció recientemente de una enfermedad aguda. Entre los parientes más’próximos de doña Chucha G. . hay una familia que reside en el demolido ingenio Don Roberto y entre ellos un joven de 25 años, leproso y en el período ulceroso, ocupando estas ulceraciones la mayor parte del cuerpo. Es el único caso de Lepra en esta familia. Doña Chucha frecuentaba muy amenudo esta familia y por lo tanto al joven leproso á quien tenía por costumbre lavar la ropa y paños que cubrían sus múltiples úlceras leprosas. Después de muchos años de este trato y contacto familiar sin que resultara novedad alguna observó doña Chucha, en 1881, que su cuer- po se cubría de manchas rojizas y tumores, obligándola á consultarse con varios facultadnos de Guanajay y entre ellos á los doctores Pagés, Her rera y Mulkay quienes emitieron el diagnóstico de Lepra. Mi ex- celente amigo el Dr. E. Belot que ha tenido la oportunidad de fami- liarizarse con este género de dolencias la calificó igualmente de Lepra. Desde 1881 la enfermedad ha seguido su curso, presentando un aumento considerable. En la actualidad la enferma presenta úlceras, manchas y tubérculos, placas de anestesia completa. En la cara tam- bién existen manchas anestésicas y lóbulos de ambas orejas infiltrados. Las manos y piés presentan igualmente sus zonas anestésicas acompa- ñadas de ulceraciones leprosas. Este caso es, por lo tanto, una observa- ción de «lepra completa» como se denominan en la actualidad y no queda duda que el contagio directo ó indirecto ó quizás la inoculación desempeñen aquí un factor importante. Doña Juana—viuda de Barrera—estuvo padeciendo durante 20 años del mal de San Lázaro, según opinión de muchos facultativos. Ealleeió de esa enfermedad y en un estado de ulceración completa en el año-de 1881. Tuvo tres hijos, dos niñas y un niño. Las hijas nacieron sanas go- zando siempre de muy buena salud. El varón nació también sano quedándose á vivir con su madre, y presentando lesiones leprosas iguales á las de esta última. La enfermedad fué desarrollándose, lle- gando á su apogeo á los 26 años de edad, falleciendo á consecuencia de dicha dolencia en el año de 1885. Una de las hijas contrajo matrimonio coip. un isleño, Angel Méndez, sano y cuya familia en Canarias no presenta antecedentes de enferme- dad. El marido de esta hija atendía y cuidaba al cuñado enfermo lo mismo que á su propia suegra también leprosa, que vivían reunidos en una misma vivienda. Algún tiempo después de estar viviendo juntos y aún vivos los parientes leprosos, (esto es, la suegra y el cuñado del isleño) éste, principió é notar los síntomas en un todo iguales á aquellos ya men- cionados. El isleño asistía y cuidaba como mucho esmero, como lle- vamos dicho á su propia suegra y cuñado. El mal se extendió llegando á ponerse bastante delicado lo que le movió á venir á la-Habana para saber mi opinión acerca del mal que le aquejaba y seguir un trata- miento adecuado. Idurante dos ó tres meses asistí á Angel Méndez, el que presentaba Una Lepra sistematizada tegumentaria. En este corto tiempo venía á verme cada 15 dias, aliviándose algún tanto, hasta que el enfermo desapareció por completo. La señora de Angel Méndez murió poco después de casada á con- secuencia de un parto laborioso. Durante su vida nunca presentó sín- tomas leprosos. No puede ser más patente el contagio en este caso, pues vemos á Un individuo sano, fuerte y robusto sin antecedentes adquirir la enfer- medad por el trato íntimo con su suegra y cuñado. No hay razón fun- dada para negarle ese carácter, pues ni aún puede alegarse la herencia, siendo Angel Mendez hijo de padres sanos. Por estas observaciones se podrá ver cómo existen casos de conta- gio y que lejos de seguir negando, bueno sería que por fin se abriera un poco los ojos ante la evidencia. En lo que atañe á las opiniones de Diday y Doyon diré que me '"Aíran muy conocidas las frases que de dichos autores se me citan y en oposición con las que expuse, debiendo al. mismo tiempo hacer notar que Diday no debe entrar aquí en tela de juicio. Es muy justo que así sea, pues toda la segunda parte de dicha obra en que radica el ar-, tíeulo Lepra la ha escrito sólo Doyon, como él mismo lo manifiesta (1). Por lo tanto, sólo queda Doyon y en ese concepto, citemos sus frases, frases contenidas en la segunda parte de la obra precitada. «En otro tiempo, se consideraba en ciertos países como contagiosa la Elefantia- sis de los griegos, aún hoy, los desgraciados leprosos permanecen ais- lados en ciertos barrios separados con el fin de resguardar los demás habitantes de su contacto. Mas hoy, demostrado está que la Lepra no es-contagiosa, y si se vé esa afección atacar una familia ó una misma localidad, se debe á que en este caso, los individuos permanecen sometidos á influencias generales—aún desconocidas—que presiden al desarrollo de la enfer- medad» (2). Cinco años después, en 1881, y en las notas que acompañan á la (1) Diday el Doyon, l'erapeutujue des makultes vene ñeñes et des mala dies cutannécs, pág. 399. Taris, 1876. . (2) Loe. cit., pág. 646. 11 obra de Moritz Kapossi (1) se leen las siguientes líneas: «El contagió de la Lepra admitido en otra época como una verdad evidente y ne- gada después sistemáticamente, vuelve hoy á ser un probloma cuyo estudio no podemos dejar de atender. ¿Qué médico, ha dicho uno de nosotros, en un estudio crítico referente á este particular (Gazette Hebdoniadaire, 1880) se atrevería hoy á inocular la Lepra? ¿Y cómo comprender la importación de la Lepra de una á otra nación en el trascurso de los siglos, si no es por medio del contagio? Para lo con- cerniente á este punto referente á hechos modernos, consúltese la obra publicada en 1879 con el siguiente título: La Lépre est contagíense por un misionero agregado al servicio de las Leproserías». «Las condiciones de trasmisión que nos son desconocidas, la larga incubación de la enfermedad, la indeterminada duración de su periodo latente son, sin duda alguna, otras tantas causas de la oscuridad que reina en este punto.» «Siempre y cuando no quede esta cuestión resuelta científicamente por la negativa, somos de parecer que cuantas medidas de precaución general ó individual puedan plantearse quedan justificadas, y sólo por ellas, podrá extirparse ó localizarse la Lepra». (Nota de los tra- ductores). Citando la totalidad de los párrafos incriminados puede apreciarse el conjunto y juzgarse délo fundado de nuestra opinión. Inútil nos parece insistir, siendo las líneas que acabamos de exponer la ratifica- ción de las que digimos y en oposición completa con las que sustenta nuestro apreciable colega. Y ya que hablamos de Kapossi diré que este autor al citar en su obra á Drognart-Landre, contagionista (2), dice: «que se ha planteado recientemente la idea del contagio como en las primeros tiempos de su aparición, en que los sifilíticos capaces por sí mismo de trasmitir su mal, se negaban á cohabitar con los le- prosos. Sin duda alguna se observan casos muy notables en este sen- tido (Kapossi-Path, und Thérap. der Hautkrankheiten. Freilioh Fora- men da inerkwurdige Falle ver) y á renglón seguido cita Kapossi un caso de Lepra por contagio. 'Podas las citas de Hardy que se me oponen no destruyen en lo más mínimo mis afirmaciones, pues en resumen vienen á sintetizar- se en estas dos proposiciones: 1" que es probable que la Lepra sea con- tagiosa y 2? que le falta la prueba científica. Podemos contestar cate- góricamente á la primera con hechos positivos; uno solo por sí bastaría para desde luego admitir el contagio y siendo esos hechos numerosos en la actualidad, se imponen. Con los que encierra este trabajo podrá verse si cabe hoy rechazarse que la Lepra deje de ser contagiosa é in- fecciosa. No admitimos los distingos que se presentan en si confundi- mos ó nó el contagio con la infección; sabemos apreciar la diferencia que la ciencia asigna á cada uno de estos términos. Nos basta saber (1) Moritz Kapossi, Leqons sur les maladies de la Peau, traduites et annoteés par Doyon et Besnier, torno 2do. pág. 312. (2) Drognart-Landré. De la contagión, seule cause de la propagación de la Lépre. París, 1869. que la Lepra se comunica por cuantos medios existan, contándose entre ellos, el contagio, la inoculación y la infección. Aquí quedan consignados un suficiente número de hechos que prue- ba más que cuanto pudiéramos decir. Además, abundan en ese misino sentido los médicos de los países leprosos, principalmente los de Noruega, siendo todos contagionistas. En mi primer artículo señalé estos datos importantes haciendo ver que desde 1848-53 y 63 han variado mucho los términos del problema. Hasta el extremo de ser Daniellsen el único anticontagionista, pues en 1884 y según comunicación verbal á Leloir, lo3 doctores C. Roeck, de Christiania, y Sand, de Trondhjem son con- tagionistas facilitando á Leloir observaciones á favor del contagio (l). Los doctores liansen, Eklund y Rogge opinan en igual sentido, lo mismo que el sabio Inspector general del servicio de Sanidad, doctor Dalí!. Respecto al Dr. Kaurin de Molde que entonces no se decidía_«ni á afirmar ni á negar el contagio de la Lepra» como expuse en mi an- terior artículo, se ha declarado contagionista (2) publicando una ob- servación reciente en ese sentido. Las islas Sandwich, otro país eminentemente leproso, nos presenta todos sus médicos contagionistas acérrimos y partidarios del aislamien- to y secuestro como en Noruega. No creo necesario volver á describir la epidemia de estas Islas constituyendo la mejor prueba de contagio moderno (3). Esta epidemia está suficientemente probada por los tra- bajos de Hilldebrand, Saxe, Woods, Enders, White, Kneeland, Tryon y Arning. Recientemente, los doctores Vidal y Rroeg han insistido lo suficiente para probar el valor de esos hechos confirmando la teoría del contagio. Antes de terminar este punto (véase para más datos el artículo anterior) creo útil recordar que desde 1819 á 48 se importé la Lepra en aquellas comarcas, vírgenes antes de ese mal. En 1853 había un solo caso en Honolulú y en 1861 ya eran 6. En 1865 llegan á 230 los leprosos. Por último en 1881-82 y en una población de 45,000 almas hay 4,000 leprosos! ¡Qué más prueba! (4) Hay que confesar que las pruebas existentes son más que suficien- tes para sostener el contagio de la Lepra. Desde algunos años á esta parte, la gran mayoría de los prácticos reconocen que la Lepra se tras- mite por distintos medios, siendo muy contados los que sostienen lo (1) Véase Leloir, pág. 282 y 298 y mi primor artículo. (2) Anua de D. et Syphy 1887. (3) El inolvidable Broca, el fundador de- la Antropología se expresaba del modo siguiente al tratar de los hechos efectuadas en apartadas regiones: « il ose alfronter teas les clinmts ou d' autres hommes peuvent vivre, et ses colonies lontaines eonstituent de véntables expériences dont la Science doit etudier les resultats.» (4) En prueba ya esta parte de nuestro artículo, hemos tenido el mayor gusto en leer el notable informe presentado recientemente á la Academia de Medicina de París, por nuestro distinguido maestro y erudito Demartólogo, el Dr. Besnier. Nuestro cri- terio es igual en todo, y con placer vemos que nos hemos inspirado en las mismas fuentes. Por lo demás, Besnier es contagionista, y los aplausos obtenidos después de leer su brillante informe, prueban que la Academia de París aprueba las ideas del Besnier. (Véase Boulletin Medical 1887). 13 contrario. Los múltiples casos de contagio publicados hasta el dia, unidos á las diversas epidemias, lo prueban de un modo irrefutable. Entie ellas están las pequeñas epidemias localizadas del Cabo Bretón y Luis-i ana, lo mismo que las recientes de las islas Sandwich y Mau- ricio. A esto, hay que agregar la evolución de las grandes epidemias, y su completa extinción debido al aislamiento. De ese modo, se ha localizado la enfermedad en diversas provincias, habiendo desapareci- do del centro de Europa. Dijimos que los médicos de las islas Sandwich eran también conta- gionistas, y referente á este punto, podemos mencionar el reciente artículo de H. de Verigny publicado en la Bevue Scientifique del co- rriente año, podiendo del mismo modo consultarse los últimos trabajos que han salido á luz á fines del 86 y principios del 87 (1). Varigny se muestra partidario del contagio en dicho artículo fundándose en múl- tiples trabajos procedentes de aquellas islas y publicadas recientemente. Es un hecho admitido que la Lepra se considera hoy como contagiosa é infecciosa, necesitándose para que así se efecfúe condiciones y apti- tudes especiales, como resulta con todas las demás entidades morbosas similares. No puedo dejar de citar las siguientes frases de Varigny: «Las enfermedades microbianas son todas contagiosas, pues todos los gérmenes hallan fácil cabida en nuestro organismp. Lo difícil de ex- plicar, no es el hecho del contagio, pero sí, el hecho de la inmunidad á pesar de la facilidad del contagio. Para que éste pueda comprender- se, hay que tener en cuenta que las enfermedades microbianas pueden desarrollarse en dos condiciones; se requiere que el microbio esté vivo, en buen estado y penetre en el organismo en condiciones favorables; se necesita también un medio presdipuesto, esto es, químicamente adecuado á la vida y propiedad del microbio. Este medio, varía sin duda alguna, según las épocas, según las razas y según los climas: y para un mismo organismo, este medio, puede cambiar en poco tiempo. De aquí, las diferencias en la resistencia al contagio’ de aquí la facili- dad excepcional que encuentra éste en ciertos casos y hé ahí también los casos en que el contagio se ha dificultado de tal modo que hay tentación en negarlo. Sí, la Lepra es contagiosa, en el sentido que el Bacillus se desarrollará en aquellos puntos en que el organismo se preste á su desarrollo; más, en otros en que el organismo es resistente, impropio para la vida del Bacillus, la enfermedad, no se desarrollará á pesar de todas las probabilidades que puedan existir en favor del con- tagio. Por lo demás, no es sólo con la Lepra que esto sucede: debe también ser el de todo un grupo de enfermedades producidas por micro-organismos. Los médicos de las islas Hawaii han adoptado ese modo de ser, no dudando de la contagiosidad de la Lepra con las res- tricciones y en las condiciones que acabamos de exponei’. Este modo de presentar la cuestión parece ser el sólo que pueda cuadrar con los (1) Entre ellos citaremos la del Dr. Mouritz, médico de la Leprosería de las islas Bawaii en su Informe y Apéndice to the Report on Leprosy 1886. The Lepers of Mo- lokai hy Ch. W. Stoddard. Report of Dr. Aming to the Board of Health, publicado recientemente in Arhc. m. Naval. 14 hechos contrarios que se observan en todos aquellos puntos en que existe la Lepra y que tantas discusiones han suscitado.» liemos que- rido citar estas frases*de Varigny pues concuerdan en sustancia con las mismas que expusimos, aunque expresadas en distintas frases. Además, Varigny, apoya su trabajo de 1887 en datos recientes, proce- dentes todos de las islas Sandwich, viniendo por lo tanto, á ser éste la de aquellos (1). En cuanto alo segundo, esto es, que falta la prueba científica, creemos habernos extendido lo suficiente en artículos anteriores y de- mostrado que en nada se oponía á la existencia de hechos clínicos positivos. Esta prueba científica, con la que se pretende desvirtuar hechos observados y consignados por tantos prácticos, no puede pre- valecer. La falta de esa prueba no invalida los hechos positivos, pues éstos, existen ipso fiado sin su concurso. Pretender darle una impor- tancia exclusiva y erigirla en argumento irrecusable sin tener en cuen- ta el actual desenvolvimiento experimental porque atraviesa el pro- blema y del que tenemos múltiples ejemplos en la historia de otros estados patológicos, que después de muchas inoculaciones negativas han concluido por serlo, no es justa. Sostenemos, dada la evolución actual, que es prematuro apoyarse en ese argumento tratándose sobre todo de una entidad morbidad, apo- yada en la patogenia Bacilar. Hoy, para nada la necesitamos y no será por cierto su ausencia capaz de aminorar los hechos observados, esta, vendrá á su tiempo, no lo dudamos, á confirmar lo que ya nos había demostrado la obser- vación. Tal ha sido la marcha de otras afecciones y lo que sin duda alguna acontece hoy en el caso particular con la Lepra. Con anterioridad, expuse la parte histórica de esta cuestión, podiendo decir, que hoy se ha dado un paso más. Recientemente expuse los últimos resultados obtenidos en este sentido, viéndose que la inoculación del virus lepró- genos tendía á localizarse in sitio. Iloy se obtiene algo más, puesto que animales inoculados han presentado el Bacillus de Hansen, en el hígado, bazo, pulmones y riñones (2). Aún suponiendo que esto no aconteciera, tendríamos suficiente fuerza de argumentación diciendo que la Lepra no es enfermedad de animales, y suceptible tan sólo de atacar al hombre. Como ya expuse, no sería por cierto la única enfer- medad que así procediese. La Syfillis ¿acaso no ha seguido el mismo camino? ciertamente, y con todo, á nadie se le ha ocurrido poner en duda su contagiosidad. Se pretende sacar gran partido del caso de Le- pra inoculado en un presidiario de Honolulú por el Dr. Arning co- mo si fuese capaz de destruir todas las objeciones; pues bien, nada de (11 Son los siguientes: Repon of tlie President of the Board of Health to the Legis- lative Assembly. Leprosy in Hawaii. Appendix to the Report on Leprosy of President of the Board of Health by Dr. Mourietz. Leprosy in fercing Countries. Summary of Reports furníshedby foreina governements. Reporto/ Dr. Edward Arning to the Board of Health. The Lepers of Molokni by Ch. W. Stoddard. (2) Dr. T. Wesener (Munchder Mcd, TVochenc, números 16, 17 y 18 de 1887. 15 eso puede aminorar cuanto llevamos expuesto y dudo que hayan obtenido algún provecho los que agitando ese argumento han tre- molado el pendón de la discordia por el mundo científico. Sentimos decirles que esta inoculación—que dicen ellos ser nega- tiva—no Jo es. Y si no, examinemos el caso; Arning inoculó la Lepra á un criminal condenado á muerte, previo consentimiento y perdón de vida, si consentía sufrir esta operación. Inoculado el individuo, se presentaron al poco tiempo los Bacillus en el punto inoculado. Algu- nos meses después, aún existían los Bacillus lo mismo que hoy, habien- do trascurrido desde su inoculación de 18 á 20 meses. Por lo tanto, si bien es cierto que durante este tiempo no se han manifestado sínto- mas generales (lo que no extraña, pues sabido es que según todas las probabilidades, la incubación leprosa es muy larga) por otra parte, existe el foco primitivo inoculativo y con Bacillus después de 20 me- ses. Me parece muy arriesgada la consecuencia que se pretende dedu- cir en vista de estos datos. Ese es el hecho, no podiendo en modo alguno servir de argumento, como se pretende, para combatir las ideas que aquí sustentamos. Insistir acerca de este punto sería por demás ocioso, preferible nos parece esperar. Aún suponiendo que esta inocu- lación experimental en el hombre fracasara, vendría una vez más á probar lo que ya sabemos, falta de condiciones, falta de aptitud orgá- nica en el agente y en el medio receptor. Xo de otro modo nos pode- mos explicar el por qué unos adquieren la Lepra y otros nú, en una misma aglomeración humana. Antes de terminar este punto, deseo reproducir en su totalidad las frases de Hardy, para que de este modo quede comprobado cuanto acabamos de exponer. En las páginas 1173 de su última obra dice Hardy: «Pero, desde «algunos años tiende á reaparecer y á imponerse la opinión que hace «de la Lepra una enfermedad contagiosa. Fundándose en hechos rc- »cientes, esta opinión del poder contagioso de la Lepra ha sido muy «bien expuesta por el Dr. Vidal en las recientes sesiones de la Acade- »mia de Medicina de París (sesiones del 13, 20 y 27 de Octubre) con «motivo de un trabajo de Xambaco de Constantinopla rehusando ad- «mi'tir el contagio como causa de la propagación de la Lepra en Tur- «quía. lié aquí los principales argumentos suministrados á favor del «contagio; primero, una observación del Plartruz-Benson, quien des- «pues de haber observado la existencia déla Lepra en un hombre que «había residido en las Indias, sucumbió á consecuencia de este mal, «viendo desarrcdlarse la misma afección con caracteres incontestables «en el propio hermano del enfermo, habiendo este último durante un «año dormido con él y usado sus mismos trajes. «Al lado de este hecho, el Dr. Vidal cita el caso de una mujer «vuelta leprosa seis años después que el marido había tenido las pri- «primeras manifestaciones de la enfermedad. Pueden mencionarse «algunos ejemplos; pero el hecho más considerable á favor del conta- «gio es sin duda alguna lo acaecido en las islas Sandwich, en que pa- »rece probado que la Lepra no existía, cuando en 1853 se observó «que un Coolíe estaba atacado de Elefantiasis; por aquella época, era 16 »el único leproso existente en la Isla siendo infectados ocho años des- »pucs algunos de sus vecinos: desde entonces se extendió con rapidez »ía enfermedad siendo tal su intensidad, que en 1880—27 años más tarde »—se contaban cerca de 2,000 leprosos en una población de 44,000 habi- tantes próximamente. Otro tanto ha sucedido, según parece, en 1005 »con la importación en la isla Mauricio, en cuya época un buque di- namarqués desembarcó un pasajero atacado déla Lepra; desde en- tonces, se extendió progresivamente la enfermedad llegando á ser »hoy muy considerable el número de leprosos.» «Los hechos que acabo de referir constituyen argumentos que pa- »recen ser muy concluyentes en favor del contagio, comprendiéndose »muy bien que hayan podido llamar la atención de algunos médicos á «cuyo frente puede colocarse, al Dr. Ilansen (de Bergen) é inclinan- »dole á pedir como una medida higiénica y necesaria el aislamiento de »los leprosos. Con todo repetiré que el problema aún no está resuelto, »y que la opinión qne quiere que la Lepra se considere como una cn- «fermedad contagiosa é inoculable, es decir, podiendo trasmitirse por »el contacto y á favor de una escoriación cutannea, es probable, pero no «puede aun admitirse como una verdad demostrada científicamente.» La cita de Ilardy de las páginas 1172 queda notablemente reduci- da por la que acabo de citar y correspondientes á páginas posteriores, 1173 y 1174. Además, he señalado algunas inexatitudes respecto á Opiniones de autores que hoy han cambiado no teniendo en cuenta ciertas rectificaciones recientes. Volvemos á repetir lo que en otras ocasiones llevamos dicho; si la demostración científica falta, en nadase opone á Inexistencia de casos auténticos de contagio, como existen hoy. Los hechos existen y es ne- cesario contar con ellos, eso es lo que por hoy nos importa y para el presente basta. Lo demás es discutir en vano invirtióndo los términos, del problema. Se han visto enfermeros y médicos contraer la Lepra en sus res- pectivos servicios, la misma existencia y presencia del microbio ó fiu- cillus Leproe hace aún más probable la existencia de contagio. Hay que tener muy presenté que si las enfermedades contagiosas no son todas contagiosas en un mismo grado tampoco tienen estas un mismo é idéntico modo de trasmisión. La clínica tiene en su poder más de un hecho que confirma este modo de ser. Woods (1) refiere el caso de un niño europeo que jugando con un negrito leproso y al verle introducirse un cuchillo en sus miembros anestesiados quiso efectuar esa misma operación en sí con el mismo cuchillo. Al poco tiempo aban- donó el niño Borneo para ir á Hollando, en donde no impera la Lepra volviéndose leproso al cabo de cierto tiempo. El mismo autor mencio- na al Dr. Bobertson de Seclhelles lo mismo que á varios enfermeros de los Hospitales de Calcutta vueltos leprosos á consecuencia de inocu- laciones accidentales. El Dr. Saxe, Presidente de la Sociedad Médica del Estado de Ca- lifornia dice lo siguiente al regresar de su viaje de las Islas Hawaii ó (!) Woods, La Lepre est-elle Contgigieuse.— París 1879. Sandwich «la Lepra se inocula por cuantos medios pueda inocularse la enfermedad». Además, cita el caso, del hijo de un médico quien con- trajo la Lepra por haberse hincado la pierna con un alfiler pertene- ciente á un leproso del país. El leproso se había de antemano hincado una de las placas anestésicas de su pierna con ese mismo alfiler. (1) En presencia de estos casos quisiera saber que fuerza pudiera tener el argumento de la «prueba científica»! Todos los argumentos basados en ese principio no podran nunca destruir los hechos clínicos existentes y que se van acumulado cada vez más. Ya que no nos dice que los hechos positivos se imponen, á nuestra vez contestamos también con hechos positivos. A falta de interpretación, ahí están los hechos, y és- tos, hay que áeeptarlos tales como son y vienen y no como quisiéramos que fuesen para poder amoldarse á determinada teoría. Los hechos que acabamos de citar son mas que suficientes para por lo ménos, evitar semejantes accidentes. Hay también otro modo de inoculación que se efectúa en gran es- cala por medio de la vacuna. Se ha podido observar este hecho más de una vez por los médicos americanos residentes en Hawaii (2). Léanse los trabajos de Schilling, de Landré, los casos de Mac-Na- mara de (Mozuíferpore) quién «ha visto más de 8.000 leprosos en un año, partidario del contagio» y citando hechos probando ese modo de ser». M ac-Namara cree además á la trasmisión sexual por medio de la cohabitación prolongada (años) (3). Igualmente, pueden verse los ca- sos citados por Hilldebrand, Kobertson, Livingstone, Cárter y Pasquier. El Dr. Itobinson cita un caso (The Lancet 187fi) el Dr. Vidal publicó igualmente el caso de un médico brasileño vuelto leproso -por haber asistido á un enfermo del mismo mal. Respecto á la observación que se me hace en lo que atañe á Mac- Narnara «que solo ha visto á un europeo atacado de la Lepra en la «India, observación que disminuye considerablemente el papel de con- »tagio en la propagación de la Lepra» (pág. 448 de la Crónica) queda contestado con las frases estampadas mas arriba. Mac-Namara dice que es contagionista y cita casos al efecto, eso es lo principal, y no si vió ó dejó de observar europeos con Lepra, lo cual puede ser muy cierto también sin influir en nada en el problema del contagio, que es de lo que tratamos. Según eso, no queda justificada la parte de la cita en que se preten- de ... . «que disminuye el papel del contagio en la propagación de la Lepra» etc. Podemos estimar mucho á Brassac (de quien toma la cita el I)r. Arango) pero eso no quita, que tiene poca suerte esa cita, pues pretende deducir como consecuencia «que disminuye considerablemen- (1) White—Contagión in Leprosy—1882. (Leído en Congreso Americano de Der- matología de Newport.) (2) No hay necesidad de ir á las Islas Sandwich, en Europa se han visto casos semejantes, citaremos el observado en Italia en 1848 por el Dr. Onetti y que hasido publicado en algunas Revistas especiales. Recientemente, el Dr. Gairtuer acaba de publicar dos casos de Lepra Vaccinal inoculada á dos niños y vueltos leprosos! (3) White—Contagión in Leprosy—1882. 18 te el papel del contagio en la propagación de la Lepra porque ha vis- to un solo caso de Lepra en un europeo.» Deseo igualmente dejar consignado que las li ases siguientes tomadas déla obra de Hardy no invalidan mis apreciaciones: éstas son las frases que encuentran en las páginas 447 de la Crónica y tomadas de las pá- ginas 1173 de la citada obra «ningún autor contemporáneo ha referido «ejemplo de contagio de Lepra efectuado en un país en que la enf'er- »medad no exista. Se puede considerar á los leprosos venidos á Fran- »cia como no susceptibles de trasmitir la enfermedad á. las personas »con las cuales se encuentran en contacto ó en comunicación.» A pe- sar del gran aprecio en que personalmente podamos tener por el pro- fesor Hardy, y conste que lo admiramos por un excelente clínico, sen- timos no podernos inclinar antes la autoridad de dichas frases con las cuales se ha creido combatir nuestros ai güilientos. En primer término podemos desde luego dejar sentado que si á Hardy no le ha sido po- sible observar en París «la trasmisión de la Lepra» otros la han visto en el mismo París lo mismo que en otras comarcas no leprosas (en la actualidad). El Dr. Vallin, profesor de Higiene en el Val-de-Gráce, comunicaba recientemente á la Sociedad médica de los Hospitales la relación concisa de una Lepra hyperestésiea desarrollada en un europeo á consecuencia de determinados actos vergonzosos habidos con un ne- grito atacado de esa misma forma de Lepra. Pero áun suponiendo que no se hubiera observado en París, no es argumento, pues de no obser- varse allí no era motivo para que deje de observarse en otros puntos, como en los Estados Unidos, pues consta perfectamente por los recien- tes trabajos de los dermatólogos americanos, que allí, la Lepra impor- tada no se limita al individuo, sino que pasa á los americanos sanos é hijos de individuos sanos. Estos hechos no han dejado de preocupar al Gobierno americano dictando medidas muy severas, como expuse en mi anterior artículo. No contentos con las medidas que expuse, ciertos estados, como los del Oregon y California impiden el desembarco de leprosos y en el mismo vapor les obligan á regresar á, su país. En California, según el Dr. J. W. Foy (1) hay allí unos 20.000 chinos, nada de extraño que existieran algunos casos de lepra en ese número y estos según el doc- tor Foy ascienden tan solo á 52, podiendo decirse que ese número re- presenta la totalidad de ellos. chinos leprosos que arriban son en el acto mandados de nuevo al país de donde proceden (Shipped bac). Los chinos creen que la enfermedad es contagiosa y por nada en el mundo se avienen á trabajar en la misma habitación con un leproso. (2) Sostener que los individuos leprosos no son susceptibles de trasmitir la enfermedad en países no leprosos me parece muy aventurado en nuestros dias ó por lo ménos querer desembarazarse á poca costa de los hechos publicados por diferentes autores. Sin ir mas lejos me con- cretaré á citar algunos hechos. El Dr. Hawtrey Benson publicó el si- (1) Dr. J. W. Foy in Transac.tions of A. Derm. 1882. (2) El nombre de la enfermedad en chino es maí-Pak. 19 guíente caso; (1) en 1872 presentó este autor á la Sociedad médica de Dublin un hombre atacado de lepra y que le había sido enviado por el Dr. Stirling de Thomastom. Este individuo había permanecido en las Indias durante 22 años adqriiriendo la enfermedad en dicha comarca y regresando á Irlanda con todos los atributos exteriores de la dolencia. Asistido en el hospi- tal de Dublin, pudo ser observado en el propio servicio del Dr. Haw- trey Benson presentándole á la Sociedad médica de aquella ciudad. El enfermo regresó á su domicilio falleciendo al cabo de año y medio. Durante este último período su hermano se acostó en el mismo lecho- usando sus mismos vestidos; este hermano nunca había abandonado la Irlanda, si no es 46 años antes, en cuya época residió algún tiempo en Inglaterra. Por otra parte, sabido es que desde varios siglos deja de existir en las Islas Británicas la lepra en el estado endémico, no pu- diendo por lo tanto haber adquirido allí el gérmen de la afección. A pesar de todo, tenía realmente la lepra, y para mayor certeza el Dr. J. Hawtrey Benson lo presentó (2 de Mayo de 1877) á la Socie- dad médica de Dublin. Según el autor, no queda duda que haya sido contagiado por el hermano. No existían antecedentes leprosos en la familia. Podemos citar otro caso publicado en Junio de 1882 por el doctor Edmundo Atkmson; aunque no tan convincente como el anterior, na deja de ser de difícil interpretación por otro medio que no sea la con- taminación. Este es el caso: «El Dr. Edmundson Atkmson refiere el caso de una mujer casada de 40 años de edad, quien vino en 10 de Octubre de 1880 para curarse en el Dispensario del University Hos- pital. De origen Alemán, había vivido siempre en el Maryland sin nunca haber salido fuera de su país. Había tenido 9 hijos, viviendo hoy 5 de ellos en buena salud. El marido tenía buena sahid. Las pri- meras manifestaciones cutáneas aparecieron en 1878 adquiriendo desde entonces la enfermedad una marcha progresiva. Según el Dr. E. At- kinson, la causa de la enfermedad depende en que esta mujer había tenido relaciones con un individuo de apellido Brown, alojado en Bal- timore en la mismu calle durante dos años; aun más, llegando á ser vecinos de puerta durante un año. La Observación de esc Brown ha sido publicada por el Dr. Ilohé (Maryland med. Journal for July 1878) como uno de los tres casos únicos de Lepra tuberculosa existentes por aquella época en el Maryland. Ambas familias llegaron á tener gran intimidad; pero según la mujer, nunca hubía tenido relaciones con Brown sin haberle siquiera dado un apretón de manos. En aquella época, Brown tenía erupciones y nodulos en la cara, y con muy mala salud. El Dr. E. Atkinson hace presente que la Lepra se ha desarrollado en su enferma algunos años después de vecindad y amistad con uno de los tres únicos leprosos de Maryland. (1) Hawtrey Benson in Dublin med. Journal of one. Se. Junio 1878 y reprodu- cido in Leloir. 20 Es difícil dejar de ver en esta coincidencia una relación de causa al efecto (1). Los dos casos que acabo de citar constituyen ejemplos indiscuti- bles de contaminación directa. El primero sobre todo es indiscutible y prueba una vez más el poco fundamento de los que aún sostienen que los «leprosos que llegan á Europa no trasmiten la enfermedad.» Sucede á veces lo-contrario, como lo demuestra los hechos. Munro (2) refiere el siguiente caso de contaminación directa: «LTna Irlandesa re- »sidente durante 30 años en Stepneey sin haber nunca abandonado las »Islas Británicas, se volvió leprosa, en su forma mista, en 1866, falle- »ciendo en el de 1874. Esta mujer no había salido de Inglaterra, pero «residió por las inmediaciones de los Docks (West Indios and East »Indies Docks) y en contacto casi constante con las procedencias co- »loniales, tanto en hombre como en objetos.» Referente á lo que dije respecto al informe iniciado por el Real Colegio de Londres, creo que quedan intactos los datos que presenté. La autoridad de Brassac será de gran valor, conforme-en ello, no dis- cutimos la simpatía y aprecio que nos merecen los hombres de ciencia; pero si Brassac no ha tenido en cuenta el reciente cambio de opinión de algunos de los miembros que redactaron aquel informe, nosotros debemos tenerlos muy presente: Esos datos se hallan en mi último artículo y creo inútil caer en repeticiones, bastará recordar que algu- nos de ellos, anticontagionistas en aquella época, se volvieron mas tar- de contagionistas. Esto es un hecho irrefutable. No estamos conforme con la manera de apreciar mis proposiciones encaminadas á estudiar el problema del contagio y de la propagación de la lepra en Cuba. Mi primera proposición asimila esta región al igual de aquellas en que la lepra fué importada; convenía señalar y dejar sentada de una vez la ley general que ha precedido á esta enfermedad en su invasión, ó en otros términos, que el leproso trae consigo la Lepra, y que aque- llas comarcas hoy leprosas se lo deben á su contacto con individuos atacados por ese mal: los paises vírgenes jamás han producido Lepro- sos. Importaba dejar establecido ese término para de antemano anular la objeción que pudiera surgir y consistente en decir «que la lepra en Cuba existió en todo tiempo.» La tercera proposición tiene también su razón de ser, pues nos hubiera dado á conocer el aumento gradual de la enfermedad y la influencia del aislamiento en esta propagación, dato importante, puesto que hoy se sabe que esto está en razón in- versa de aquel. Y por último, en una comarca como la nuestra en que no existían datos de ningún género respecto áeste particular, teníamos que en ausencia de otros de mayor valía, venían estos á servirnos de base, ya que no había otros. Sin hacer grandes esfuerzos, ¿quién ignora que la lepra aumenta eada vez más entre nosotros? Hay departamentos que son focos de constante propagación, y aquí mismo, en esta capital, asciende á res- (1) Dr. E. Atkinson in Arcliiv. of A. Medicine 1882—reproducido en Leloir. (2) Munro Leprosy 1879. petable cantidad el número de leprosos. En la mente de todos noso- tros está, que la enfermedad aumenta cada año su esfera de acción, aniquilando el vigor de una población y arrancando brazos á las* dis- tintas esferas de la actividad humana. Estimamos, que la recrudescencia de esta terrible plaga constituye un verdadero peligro internacional, asistiéndole á cada pueblo el de- recho de defenderse, en la medida de su grado de adelanto y civili- zación. En España, el mal aumenta de un modo extraordinario y reciente- mente el cónsul Francés en Alicante comunicaba á la Academia de París dos informes señalando el incremento y los estragos producido, por la enfermedad en aquellas provincias. En un excelente estudio he- cho en España y titulado La lepra en España d mediados del si- glo XIX. Su etiología y profilaxis por el Dr. Mendez Alvaro, encon- tramos que desde 1851 á 52 y en un total de 284 individuos hay 26 casos reputados como contagiosos, los cuales en unión con los citados por autores respetables y con las ideas más admitidas, le inclinan mu- cho (á Mendez Alvaro) á aceptar el contagio, aunque no completa y decididamente. Según datos recientes y de buena fuente, sabemos que una Her- mana de la Caridad, Sor Eosario Garay, acaba de ser contagiada en el Hospital de leprosos de Sevilla, en cuyo punto permanece prestando sus servicios. Por los datos que contiene este estudio cada cual podrá juzgar si tenemos ó no fundado motivo para defender y sostener el contagio de la lepra. Los hechos que llevamos consignados no pueden pasar des- apercibidos para los espíritu serios y reflexivos, mereciendo fijar la atención de los que miran el porvenir de un pueblo. Planteado el problema desde nuestro primer artículo no necesita- mos insistir para defender nuestras ideas, con los datos aquí condensa- dos, ellas de por sí se sostienen dejando á cada cual el derecho de apreciar los términos de la cuestión iniciada.