BAYO ME E1IITÍ DE LOS CRIOLLOS. § mm m mmu be m mu Y SU TRATAMIENTO POR EL $r. 31 101. gfnra, cío la Facultad de París. AÑO 1881 SAGUA LA GLANDE. Imprenta El Comercio.—Colon 103, 1881. ENSAYO SESEE E V01TD DE LOS CRIOLLOS, o fililí m mmm m im nftes Y SU TRATAMIENTO POR EL gr. 'Sil. $tp¡, de la Facultad de Paris. AÍTO 1831. SAGZTA LA GRANDE. Imprenta El Comercio.—Colon 103. 1881. Jt I»* íisHngniáa* meditas cubanas, D. NICOLAS J. GUTIERREZ, ' * presidente g fnnrfatfar de nuestra de «(fieunas, V IX GABRIEL MARIA GARCIA, ! miembro de la misma. dedica este pequeño, pero mui afectuoso recuerdo. M- W- §‘8*s ENSAYO SOBRE EL T01RWI LOS CRIOLLOS, ó fiebre de borras de los nifíos y su tratamientot por el Dr. A. W. Reyes~ de la Facultad de París. El trabajo que hoi damos á luz se refiere única y exclusivamente á una caestion de patología inter- tropical, cuestión de grandísima actualidad, si se recuerda que á penas hace dos años su solución nos preocupaba de un modo principal, y ponía á ruda prueba nuestra escasa actividad científica, y la infatigable perseverancia y espíritu progresivo de nuestros vecinos los Americanos. Todos debe- mos recordar con sumo placer, la presencia en nues- tro pais de la Comisión presidida por el Dr. Chai- lié, para el estudio de la fiebre amarilla; por que nosotros hubiéramos sido los primeros beneficiados, si los resultados obtenidos hubieran estado en re- lación con el afan y diligencia con que se buscaron; pero á todos ha quedado la satisfacción de haber 6 propendido al fin, y aunque poco, algo se ha logra- do; por lo menos, despertar nuestro interés y nues- tra curiosidad adormecidos, aletargados, por mil y una causa, que sería obvio enumerar. El Dr. Chai- lié pedia datos, é inquiría nuestra Opinión, sobre la inmunidad de los criollos para la fiebre amarilla.— En la série de capítulos que did á luz de su infor- me, publicados en nuestros periódicos científicos, hai uno dedicado exclusivamente á tratar la cues- tión de la inmunidad de los criollos para, la fiebre amarilla, y apoyándose en opiniones de autores de distinta procedencia, concluye, con documentos po- co abundantes, y de escaso valor científico, (y no por culpa suya, sino porque no se le pudieron su- ministrar otros) por no estar abonados por observa- ciones completas, detalladas, sino mas bien en opi- niones mas d menos autorizadas, que esa inmuni- dad, ó no existe, ó es mui relativa. Colocados por el azar en nn terreno favorable á la observación, yen el que podíamos reunir datos que tal vez contribuyeran á la mejor interpretación de ese y de otros problemas enlazados con la pato- logía intertropical, desde que nos encontramos en ese terreno, fue por decirlo así, nuestra idea domi- nante, la de recoger cuantas observaciones exactas, detalladas se nos presentaran, alentados por la creen- cia de que esa había de ser la única via que podia conducirnos á la verdad, cualquiera que fuera. No se deduce, de lo dicho, que hayamos resuelto el pro- blema; mui lejos estamos de pretenderlo; lo que sí creemos, es, que con esas observaciones detalladas, y tan exactas como lo permitían nnestros recursos y las circunstancias, salíamos del terreno movedizo é inestable de las opiniones, por autorizadas ó respe- tables que fueran, para colocarnos una vez por todas en el terreno verdadero, firme y seguro, de la ob- servación científica. Si bien no es nueva la afección de que se trata, su estudia es de fecha tan reciente como entidad morbosa, que aun no se sabe de un modo positivo, el lugar que le corresponde en el cuadro nosológico. En las condiciones en que nos encontramos, ni se nos puede exigir ni pretendemos que el resumen histórico que de ella ofrecemos no se preste á dis- cusión: ni se entienda qne al citar los autores, de vosotros conocidos, que de ella se han ocupado, queremos despojar á nadie del derecho de prioridad: solo nos guia la intención de dar a conocer las opi- niones mas importantes sobre su clasificación. En el capítulo del informe del Dr. Stanford E. Chaillé sobre aclimatación ó inmunidad de los crio- llos para la fiebre amarilla, traducidos por nosotros para la “Gaceta Médica,n dice este autor, que desde 1851 ya aseguraba Blair, al estudiar la epidemia de la Guayana, que los primeros casos se desarrollaron en niños de corta edad: ignoramos si Blair trae observaciones que demuestren que ya conocía la fiebre de borras, y que esto era lo que el llamaba vómito. Según el Dr. Chaillé él y Warren Stone, su convertido, fueron los primeros en aceptar que también á los criollos de Nueva-Orleans les daba el vómito: hoy, dice Chaillé, todos los médicos carac- terizados de Nueva-Orleans, excepto Faget y Ar- mand Mercier, que sostienen todavia la antigua o- pinion, creen que también los criollos son suscepti- bles de contraer la fiebre amarilla; pero en todo es- to no se citan mas que opiniones, y no observacio- nes completas, detalladas, con el estudio del pulso 8 y de la temperatura, como hoi se hace. Las prime- ras observaciones que hemos leído, y que se refie- ren punto por punto, á las que incluimos en este trabajo, son las dos que intercala O. Saint-Vel en- tre las fiebres perniciosas, en la página 83 y 84 de su tratado de emfermedades intertropicales—para Saint-Vel, la fiebre de borras, entra pues, en el cuadro de las perniciosas. Rufz de Lavison desde 1833 y 1844 aseguraba que el vómito-negro-era launisma afección que en ciertas épocas atacaba á loKniños en la Martinica. *;• Ballot, describe bien la afección en uno de sus informes, pero no acepta que el vómito y la fiebre de borras de los niños sean una misma afección; en pri- mer lugar, según Ballot, porque solo atacaba á una parte pequeña de la población; á los niños de 2 á 9 años; y en fin, “diferencia clínica mui importante, «porque la albúmina, que en tanta abundancia se «encuentran en la orina, durante el segundo período «de la fiebre amarilla, no se ha encontrado, ni una «sola vez, en los enfermos atacados por esta fiebre.” En 1870 publicó el Dr. Lota en los Archivos de Medicina-Naval, un estudio sobre dicha afección; trabajo que no hemos podido y en el que defiende el autor con calor, la opinión de que la fiebre de borras y el vómito son una misma cosa. Por último, Beranger Féraud, en su tratado de “La Fiebre Biliosa inflamatoria,” al hablar de esta enfermedad, se apoya, para clasificarla, en algunas observaciones de Lota:—distingue cuatro formas, tres de las cuales, son completamente idénticas á los grados ligeros de su fiebre biliosa inflamatoria, que en su opinión no es mas que el primer grado de la fiebre amarilla. Pero cuando se trata de la verdadera fiebre de borras, de esos casos tan gra- ves y tan rápidos en su curso de que luego habla- remos, se detiene embarazado y confuso, y dice: “Nos queda, después de esto, un cuarto grado de jitbre mala, grado en el que hemos visto el vómito negro y la albúmina eu los orines; á que enferme- dad la asimiláremos? Confieso que me encuentro mui perplejo, y que si tuviera el valor de romper con vacilaciones impuestas por muchas considera- ciones extrañas, concluiría por aceptar la identidad de ese cuarto grado fiebre amarilla. ” Nos- otros debemos preguntarnos, si concluye en los gra- dos ligeros, porque no lo hará en los intensos, en que debe ser mayor la analogía. En C uba se ha observado también esa fiebre mala, en varias poblaciones y en distintas épocas; ha habido años en que la mortandad ha sido gran- de entre los niños, y la enfermedad era clasificada como tifus; pero no conocemos ni sabemos que se haya publicado sobre ella, ninguna observación clíni- ca completa. En el informe del Dr. Chaillé no hai mas que opiniones contradictorias sobre la natura- leza d e la afección, y como lo espresa dicho autor, la mayoría de los médicos de Cuba rechazan con e- nergia, pero sin pruebas, la identidad de esa fiebre y del vómito. Se necesitaban por lo tanto obser- vaciones, ántes que todo, para que tuviera una base sólida la discusión; las hemos traído, aunque bien escasas y deficientes; otros completarán la obra. CONDICIONES EN QUE SE DESARROLLO LA EPIDEMIA. Pero antes de someter al juicio público las obser- vaciones tan detalladas como nos ha sido posible de la afección que nos ocupa, debemos entrar en li- geras consideraciones, porque ni el tiempo ni las circunstancias nos permiten otra cosa, sobre la lo- calidad en que observamos la enfermedad, estu- diando de un modo sumario sus condiciones higié- nicas, topográficas y climatológicas, no solo gene- rales, sinó también las especialísimas del año de 1880 en su segundo semestre, y del primer semes- tre de 1881. La villa de Sagua la Grande tiene una población de 12 á 15,000 habitantes, y está situada, en su ca- si totalidad, en la margen izquierda del rio de su nombre, y de 6 á 7 leguas por el rio del puerío de la Isabela, su embarcadero. Su reputación de insa- lubridad es antigua y merecida, pero debemos de- cir, en justicia, que de 20 años á esta fecha, han mejorado mucho sus condiciones higiénicas, por muchos motivos; en primer lugar, porque habiendo aumentado en población y en superficie tres veces mas de las que entonces tenia, con la composición de sus principales calles, que se crearon por decir- lo así, rellenando de piedras los pantanos que antes existian, se han suprimido esos focos pestilentes, en los puntos mas céntricos de la población: con la costumbre de tomar agua de aljibes, que tanto se ha generalizado, en lugar de la cenagosa y turbia del rio, en la época de las lluvias; con la creación de un sistema de cloacas, que aunque descuidadas muchas veces, mal concebidas y deficientes, no por eso dejan de contribuir al desagüe de la población, y con otras mejoras, que aunque lentas, mezquinas 6 incompletas, carácter general de todo lo que entre nosotros atañe á la higiene, ornato y entrete- nimiento de las poblaciones, han aminorado bastan- te las condiciones de insa'ubridad de un pueblo que, por su existencia moderna, por ser relativa- mente rico y prospero mas delia haber progresado en el sentido de la verdadera higiene. Hoi todavía, muchas son las causas que contri- buyen á su insalubridad; entre las cuales, la pri- mera la debe á la naturaleza de su suelo, bajo, pan- tanoso; con una capa delgadísima de mantillo por encima, otra inmediata y mas espesa de terreno ar- cilloso, y poco permeable, y mas profundamente una capa arenosa; en semejante terreno, la produc- ción vegetal es pobre y escasa, solo ha i algunas gramíneas, tales como el cañamazo [Gframen Caña- mazo] el espartillo [.Iris ti da Americana] mui abun- dante, la guayaba cotorrera [Psidium pyriferum] y el guamá [Louchqcarpus Senqeus.] En ese terreno, y teniendo en cuenta la capa arcillosa que lo reviste, las aguas, si no encuentran suficiente declive, ó des- ahogos artiticiales, se estancan necesariamente; co- mo por otra parte, el terreno es poco sólido, la can- tidad de piedras para afianzarlo y los gastos que eso origina por consiguiente, han de ser considera- bles; de ahí que sea de preferente atención y solo se componga lo que necesita la población á medida de su desarrollo; así es, que en la época de las llu- vias, y por donde quiera que se dirija el caminan- te, 6 trafiquen los habitantes, la llegada 6 la salida del pueblo es sumamente difícil; los animales carga- dos caen en hondos pantanos, de que solo á duras penas es posible desentrañarlos; las carretas, ataz- cadas hasta el eje, torturan d los bueyes infelícesy que en vano luchan y se esfuerzan por vencer tan insuperables obstáculos, y los carreteros enfangados y jurando como tales, descargando sendos golpes sobre los pacientes animales, dan lugar d escenas lamentables, no solo por la impresión moral que nos causan, sino por que sabemos también que esos pantanos removidos y agitados continuamente, bajo- un sol abrasador, lanzan constantemente en la at- mósfera nubes de emanaciones infectas y mortíferas, de las cuales no todas han de perderse en el espa- cio. (1) Agréguese á todo eso una laguna de dos á tres cuadras de extensión, situada al S. E, de la po- blación, en el mismo perímetro de esta, y que casi se termina en el cementerio por una de sus extremi- dades—esta laguna no es mas que un depósito de aguas llovedizas, que en años de una seca prolon- gada y ardiente, como la de 1881, va secándose po- co d poco, hasta extinguirse; que allí existen millo- nes de animales de diferentes géneros y centenares de miles de vegetales (entre las plantas que allí vi- ven, la mas importante por su tamaño y por su a- bundancia, citaremos la lechuguilla, Pístia Com- muttata,' Schleid. ó Salvinia hispida Kuth) que al morir, por faltarles el elemento líquido, esparcen en el seno mismo de la población, sobre todo de no- che en el verano, en que el viento que predomina viene de esa dirección, la inmensa cantidad de res- tos orgánicos, ya própios, ya de los nuevos organis- mos que su misma descomposición originan, y eso (1) Es justo dooir, que de poco tiempo á esta parte, desde la creación dol ferrc-carril de via estrecha, ecos espectáculcs son cada dia móaos frecuentes. que no hemos podido averiguar, aunque es mui probable por la gran proximidad, si no hai arrastres ó filtraciones del cementerio para la laguna—ade- más, el rio, en sus grandes crecientes, siempre deja abundantísima cantidad de restos orgánicos en sus orillas. En tales condiciones, si la escasez de lluvias en tiempo oportuno, pone á descubierto tan inmensa superficie miasmática, como la de la totalidad de los pantanos, toda ó parte de la laguna, y aun del mis- mo rio, los resultados han de ser desastrosos, como en este año (2) Como todos sabemos, el segando se- mestre del año 80 fué sumamente seco; no llovió en Octubre, como siempre sucede en Cuba; la seca so prolongó con escasos aguaceros, hasta mediados de Mayo de L881. A. fines de año tuvimos muchos ca- sos de croup-la viruela, que empezó también á fines del 80, fué tomando cada dia mayores proporciones, hasta que degeneró eu una grave epidemia, á tal punto, que aun hoi, Noviembre de 188L, se sienten todavía sus efectos. La temperatura se conservó fresca hasta casi mediados de Mayo, aun llegó á so- plar el N.; pero de mediados de Mayo en adelante empiezan casi de repente calores mui intensos, con vientos frecuentes del S. E. y S.f y algunos aguace- ros, pero tan salteados y con tanto intérvalo entre si, que los pantanos se secaron, y que la laguna fué poco á poco disminuyendo hasta secarse también por completo; el nivel del rio era cada vez mas bajo, como nunca lo habíamos visto. Entónces empezó el vómi- (2) No lay que olvidar, por su grandísima influencia,la mo- nomanía iccunbla de criar cerdos en los pátios mas céntricos de la poblaoion- íñ, por alguno» soldados del batallón de San Quin- tín, que era el que guarnecía la villa, y también en la población civil: tanto unos casos como otros, en Mayo, Junio y principios de Julio, fueron mortales: también empezaron las fiebres palúdicas de mal ca- rácter, hubo alguna anginac uanosa, y predominó de un modo que á todos nos llamó la atención, la cons- titución médica biliosa; muchos casos de fiebres pa- lúdicas iban acompañados de ictericia. La epidemia de vómito se calmó algo á fines de Junio; los casos no fueron ya tan repetidos, aunque siguieron siendo graves. Como á mediados de Junio ocurrió el hecho siguiente, que será nuestra primera observación. El niño J. L., de ocho meses de edad, de raza blan- ca, y que vivía á larga distancia del hospital mili- tar, de buena salud anterior, y de escelente consti- tución, estuvo indispuesto algunos dias, pero su in- disposición parecía tan ligera, sin embargo de tener fiebre, que se le dieron pocos medicamentos, entre ellos fricciones de quinina, pero con poca constan- cia, y sin mayor diligencia; sin embargo, un dia, no encontrándolo la madre como de costumbre, alar- mada, llamó á su médico; este parece que le halló fiebre alta, porque recetó unos papelillos de quini- na; cuando los trajeron, y fueron á darle el primero, hizo el niño un gran vómito de borras, y murió po- co después. A los cuatro ó seis dias murió otro niño, como de siete años, P. R., de raza blanca, de una buena constitución, y sano pocos dias antes, después de cuatro ó cinco dias de fiebre, con vómitos semejan- tes á borras de café. A los pocos dias se ve atacada la niña M. B. no la vi sino al tercer dia do enfermedad; cuando la vi su mismo padre, el Dr. B., le había inyeCTado un gramo de bisulfato de quinina, con la jeringa de Pravaz; stguí viéndola repelidas veces al dia, con otros comprofesores, hasta su muerte; hé aquí su histeria. FIEBRE BILIOSA GRAVE. el Dr. Jaime Bonet. Observación II. [1]. Niña M. B. de 9 afíos, de raza blanca, de buena oorstitucion y excelente salud, se sintió indispuesta en la tarde del 27 de Junio del presente año [1881.] Al oscurecer se le desarri lió la fiebre sin vómitos ni escalofríos; poco después le a- taeó una violenta cefalalgia que le arrancaba á intervalos agudos gritos de dolor y que no mejoró con los pediluvios, compresas de ox'crato, ni el Bromuro de potasio al interior. Se le administró un purgante de citrato de magnesia. Ha pasado una noche intranquila. Pía 28.—Por la mañana marca el termómetro 103° Fahrenh., de cuya cifra no baja sensiblemente en todo el dia; el pulso late de 110 á 120 veces por minuto y se encuentra lleno y resistente; la respiración es suave y profunda, casi natural; lengua ancha y sabu- rrosa. Hai sensibilidad epigástrica, que siente como comprimida, y sobre la región hepática. Hace 3 deposiciones abundantes, de color verdoso, espesas, y cargadas de mucosidades intestinales. La orina parece natural, la piel está seca y ardiente; los lábios encendidos y Iob ojos inyectados y lacrimosos: es verdad que el dolor de oabe- za le hace derramar lágrimas con frecuencia. Por la Doche se pre- senta un delirio tranquilo; pero duerme á ratos solamente. Se le administra de hora en hora una pocion con bromuro de potasio, a- cóuito y acetato de amoniaco. Dia 29.—Tiene la misma temperatura, pulso y respiración. En la mañana empieza á vomitar los líquidos que se le administran y que pide con avidez; á medio dia, ó sea antes de las 48 horas de en- [1] Esta observación y la siguienée la debemos al compañe- rismo consecuente del Br. Bonet, formarse,“ace el primer vómito de borras, que 6e repiten á inter- valos hasta las 7 de la tarde. Examinados estos al microscopio re- velan componerse de bilis y glóbulos de sangre alterados, con a- bundancia de mucosidades del estómago. Desde que imperaron los vómitos se queja ménos de la cabeza; pero está mas abatida. Los bordes de la lengua se enrojecen y la sed es mas viva. La sensibi- lidad epigástrica se acentúa y se encuentra el hígado aumentado de volúmen, pero suave al tacto. La orina continúa segregándose en cantidad normal y ha subido de color: su análisis y exámen no re- velan nada anormal. Según avanza la noche se aumenta la inquie- tud y el delirio. Temiendo ima remitente hemorrágica, taD grave y frecuente entre nosotros, se le inyecta un gramo de bisulfato de quinina disuelto en 12 gramos de agua destilada. Se le dan bebi- das frias aciduladas y á cortas dósis para evitar los vómitos. Se le administra leche fria por alimento. T; mbien se trata de darle un laxante salino; pero su estómago no le tolera. Dia 30.—La temperatura es de 102° por la mañana y de 104° de medio di» en adelante. El pulso llega á 130 y continúa fuerte, Heno y resistente. La respiración se conserva igual. La esclerótica, la piel de la frente, cuello y garganta, toman un tinte ictérico mar- cado. Las encias están más ecendidas y sangran con facilidad. A Jas once del dia hace dos vómitos seguidos de borras y se le hume- dece momentaneament0 la piel. Los demás síntomas continúan en el mismo estado. Como se niega á tomar las medicinas que se pro- pinan y las que toma á la fuerza las devuelve inmediatamente, se recurre á las lociones frias art matizadas y á las lavativas purgan- tes/También se le inyectan 50 centigramos de bisulfato de quinina; mas ccn el objeto de hacer bajar la temperatura que con el de com- batir la enfermedad. Dia 1? de Julio *—La temperatura baja á 103° y se conserva así todo el día; el pulso baja también á 120, sin perder ninguna desús demás cualidades; la respiración igual. La ictericia se ha estendido por todo el cuerpo. Parece mas tranquila y tiene ratos en que des- cansa verdaderamente; pero apenaH reconoce ya á sus padres, á quienes llama de continuo con los nombres mas tiernos que puede usar una bija cariñosa: su cerebro necesita ya de un gran estímulo, como el del dolor, para darse cuenta de lo que sucede. A medio dia tiene una ligera epístasis, que se contiene por sí sola. La lengua continúa húmeda; pero mas limpia y enrojecida. Las diarreas que provooan las lavativas son de un color pálido, que revela la ausen- cia de bilis en ellas.—La orina contiene alguna albúmina; pero también contiene glóbulos de sangre alterados en su forma. Varias do la? primeras inyecciones hpodérmicas presentan un color vio- lado cs:uro, que acusan uDa extravasación sanguinea en el tejido ce- lular. Continúa r egándoe rebeldemente á tomar medicamentos y se sigue el tratamiento anterior. I)ia 2—.Amanece con 102° de temperatura y con el pulso á 120, siempre lleno y resistente; pero í medio diase le enfrian las ex- tremidades. se cubre de mador la frente, y después aumenta la temperatura á 105°. El pulso sube & 130 y la respiración se acele- ra. Las enema le sangran amenudo. Vuelve la intranquilidad ante- rior, y no habla sino para pedir de beber ó para que le levanten á evacuar. Se le inyectan 30 certigrimos de quiDira y se continúa eon las lociones frias, las lavativas y las mismas bebidas, Dia 3.- La temperaíuia es de 101° por la miííana; pero aumen- ta á 103° por la tai de, después de enfriárseles áe nuevo las extre- midades. Las encías le siguen sangrando y se le cubren Jos dientes de fuliginosidad, fil pulso, la respiración y demás signos conti- núan iguales. Se sigue el mismo tratamiento. Dia 4.—Ha pasado Ja noche en una inquietud cruel-no ha teni- do un momento de repaso verdadero. Por la mañana marca el ter- mómetro de Fahveoh. 111° y el pulso, ménos heno y resistente, late 140 veces por minuto. La respiración es aun suave, pero mas acelerada: se han llegado á contar hasta 30 inspiraciones por minu- to. La piel cominua se a, la lengua ménos húmeda; las encías si- guen sangrar do á tatos. Se le administran lavativas anti-espasmó- dicas, que la tranquilizan por momentos, y se suspenden los pur- gantes. Hácia Ja tarde se le enfrian tanto las estremidadesque se hace necesario recurrir ai calor artificial para devolverle su temperatura; jel termómetro sube entonces ál05°y el pulsóse desarrolla un tanto. Se le inyectan 20 centigramos de la misma salde quinina y se recurre á los baños templados. La orina, que había estado retenida en parte, vuelve á emitirse con ellos; no ha vuel- to á presentar albúmina. Siguen las mismas diarreas. Día 5—(& ya observado por los mismos autores, que esas catego- rías de fiebres, corresponden á dos épocas distin- tas del afio, á constituciones médicas diferentes—la influencia catarral—la influencia amarilla: ‘ Esta, di ce Féraud, aunque ménos fam liar á los lectores hasta ahora, es tan evidente, tan palpable como la otra, una vez que el espíritu se ha fijado bien en sus atributos i en sus particularidades .. .Sigue una ga- ma bien determinada. Esa gama Va del embarazo gástrico mas ligero hasta la fiebre amar lia mas gra- ve, pasando por grados insensibles que son el em- barazo gástrico ó bilioso, la fiebre efímera, la fiebre inflamatoria ligera, media, intensa, franca ó insid o- sa, simple 6 complicada de elementos biliosos, la fiebre amarilla esporádica, i finalmente el verdadero tifus amarillo con su terrible gravedad.” Rufz deLavison después de haber eliminado con gran cuidado la fiebre amarilla de las palúdicas di- ce: “Las constituciones médicas de la Martinica pue- den distinguirse en dos principales Una favorable á la fiebre amarilla, la otra favorable á los flujos in- testinales, i especifica bien su opinión, agregando: no es que deba deducirse de ahí antagonismo verda- dero entre ámbas clases de enfermedades, si no que cuando reina una de tilas, los casos de las otras son mucho ménos frecuentes.” Beranger Féraud establece, á ese respecto, la cla- sificación siguiente. A. — Los ataques amarillos están en mayoría mas <5 ménos grande, entonces son raras las afecciones catarrales (respiratorias, intestinales, hepáticas.) B. —La mayoría mas 6 ménos grande de los ata- quéses catarral, entonces son méiios las amarillas. C. -Los ataques amarillos i catarrales tienen la misma fn cuencin, poco mas ó menos. “Y nótese, agréga Feraud, que lo mas a menudo, los ataques mfts frecuentes, son al mismo tiempo los mas inten- so?; pero no olvidemos que esta última leí no es absoluta, i sufre muchas excepciones ” “Vémos, dice Feraud, después de citar un pasaje interesante de Catel, en que establece relación en- tre las estaciones y las enfermedades, que desde fi- nes de Octubre, es decir, á medida que el promedio de la temperatura disminuye, i las variaciones ni'c- teméricas se elevan bajo la influencia de los alíseos, la disenteria i las afecciones respiratorias predomi- nan; luego, á medida que el promedio terinométrico de los dias sube, i que las oscilaciones nicteméricas son mas débiles, predomina la influencia amarilla, i asi sucesivamente. Si agregamos á eso, las varia- ciones de actividad de la malaria, en ciertas locali- dades, según el calor, la humedad, los trabajos de la tierra &. &. variaciones que no tienen nada de especial respecto á la Martinica, sino que al contra- rio, son aqui lo que son habitualmente en las zonas tropicales, tenemos el balance, permítasenos la ex- presión, de la patología martiniqueña toda entera.” “Si el clima antillano fuera absolutamente regular, siempre análogo de un año para otro eu todos puntos, es probable que el ciclo m >rboso ya cita- do, se observaría con una regularidad absoluta, no solo bajo al punto de vista de la naturaleza, sino también de la intensidad de los ataques.” “Pero el clima de las Antillas dista mucho de ser regular; mui al contrario/ tiene oscilaciones imprevistas 6 40 inexplicadas hasta ahora, que hacen qne las diferen- cias anuales i hasta mensuales son casi infinitas, de suerte que las diferencias en la naturaleza, como en la intensidad délas afecciones son mui numerosas.” La opinión de estos autores, sobre todo por lo que hace á las variaciones en el clima, tiene mas aplica- ción en Cuba, que en ninguna otra de las Antillas, como lo ha consignado Humboldt en su “Examen político de la Isla de Cuba.” El clima de la Haba- na, dice el autor del Cosmos, es el qne corresponde al límite extremo de la zona tórrida; es un clima tropical en que una distribución mui desigual del calor en las diferentes estaciones del año, presag a ya el paso á los climas de la zona templada.” Los cambios, en ella, por lo tanto, deben ser mayores que en las otras Antillas; i asi sucede en efecto: á quien no le ha llamado la atención los de estos últi- mos años, es decir, después del ciclón del 76? Asi, pues, por las observaciones presentadas, co mo por la distribución estacional délas especies pa- tológicas, se demuestra que la quinina es por lo mé- nos inútil en las afecciones amarilla!*; de nuestras observaciones resulta, qne en aquellas en que se ha empleado la quinina en dósis bastante fuertes para dejar mas que satisfechos á los partidarios mas a- cérrimos del panquinitmo, permítasenos tan bárbara como favorecida espresion, en nada ha modificado dicha sal, la marcha fatalmente letal déla fiebre de borras—y en el único caso en que nó lo administra- mos, no hubo inconveniente ninguno en no usarla. Pero no solo creemos que es inútil la quinina, sino dañosa; es la persuasión íntima que sacamos al re- cordar los detalles de nuestras observaciones; siem- pre nos pareció que los síntomas como que se exa- cerbaban después de su ingestión. Nunca hubo la dttente general.que se nota en las fiebres verdadera- mente palúdicas, aun en aquellas en que mas con- tinuo parece el movimiento febril. Si hemos de renunciar á un agente tan poderoso como 1a. quinina, qué recursos nos quedarán para combatir á un enemigo tan violento en sus ataques, i de un ensañamiento tan terrible como lo es la fie- bre de borra? En dos palabras, dirémos, que sobre todo nos ausiliarémos con el método evacuante, en particular con los purgantes ácidos, como el citra- to, el crémor á dósis refractas, ó cortas, á fin de no provocar la intolerancia estomacal, que tan tempra- no se produce á veces, sobre todo cuando se tratan con violencia las primeras vías; algún vomitivo al principio, de ipecacuana, i favorecer las secreciones ja renales, ja cutáneas—el método eliminador, en una palabra, como en el vómito. Ya hemos visto que la quinina no tiene acción ninguna aparente hi- potérmiea,i sin embargo, es necesario aprontar algún medio que en algo modifique la temperatura; los baños de esponja frios, mitad agua i mitad vinagre, no solo parecen influir en algo en la temperatura, sino que siempre hemos visto que el enfermo espe- rimentaba un bienestar considerable durante i des- pués de él; generalmente quedan algunos momentos tranquilos; no los hemos empleado generales frios i cortos, pero otros autores, Lota i Feraud, los han recomendado mucho, i á juzgar por la acción de los de esponja, deben ser útiles, i nos proponemos em- plearlos en la primera ocasión. Hemos empleado el acónito i el acetato de amoniaco al interior, sin resultado bien marcado, en los casos graves Por último, los revulsivos en las extremidades, los ene- mas pueden ser útiles en determinadas circunstan- cias. Las botellas de agua caliente, i bebidas esti- mulantes, en los casos en que los enfermos experi- mentan cierto grado de enfriamiento, cuando hai ten dencia á la algidez. Los alimentos, caldo ó leche, fríos en general, cuando se pueda, pues á menudo la intolerancia del estómago es tal, que aun el agua fria es devuelta en seguida que se toma. Entónces hemos empleado enemas de caldo, con un poco de vino, i la leche. Tal es nuestro tratamiento cura- tivo. Pero deberemos contentarnos con esos recursos, i no inventarémos nada en lo futuro? Esperemos que ndj primero, que aun koi, no son tan limita- dos ni tan ineficaces nuestros medicamentos,i luego, que los horizontes de la ciencia se ensanchan de tal manera, sus descubrimientos son tau grandes i tan repetidos, sus medios de acción empiezau á ser tan generales i de tan inmensa trascendencia, que nues- tro ánimo recupera la confianza, la esperanza alien- ta nuestros esfuerzos, i quizás en un porvenir no le- jano descubrí rase el medio poderoso i universal que ha de librarnos para siempre de los azotes temi- bles que tan rudos golpes asestan á los contristados habitantes de la mas hermosa tierra que jamas vie- ron los humanos ojos! Quizás se realice la predic- «ion, que M. Feraud, por una especie de adivina- ción, ha cons gnado en su importante libro sobre la fiebre Idiosa inflamatoria en el párrafo siguiente: “Durante los dos años de mi permanencia en la Martinica, tuve cien veces el deseo de recoger un po- 43 co de serosidad de las vesículas que se encuentran en el escroto de los individuos atacados de fiebre in- flamatoria intensa, pensando que tal vez se podría, por una inoculación análoga á la de la viruela repro- ducir la enfermedad en mejores condiciones para la cura; varias circunstancias me impidieron siempre ejecutarlo, i lo s'ento muchísimo hoi. Señalo ese punto á mis sucesores, quizás obtendrán algún re- sultado; i si por casualidad se encontrara asi una es- pecie de vacuna, qué importancia tan inmensa no tendría ese descubrimiento? La inteligencia se de- tiene sorprendida, ante la idea de una inoculación preservadora contra la fiebre amarilla como lo hace la vacuna con la viruela; pero tan dichoso resultado padrá nunca conseguirse?” No lo sabemos, pero quien que esté al corriente de esas cuestiones, que haya leído el discurso tan sorprendente de M. Pasteur, ante el Congreso In- ternacional de Ldndres, de este año, i el no ménos trascendental y profundo de M. Bouley en la se- sión pública anual de las cinco academias que cons- tituyen el Instituto de Francia, se atreverá nunca á pronunciar la fatídica, i desconsoladora palabra; JAMÁS? Saguala Grande 25 de Noviembre de 1881.