FIEBRE AMARILLA 
SU ORIGEN, CAUSAS, SINTOMAS, 
TRATAMIENTO, ETC. 
POR 
ütuife dd §rado 
Módico y Cirujano de la Facultad de Lima, 
premiado con una medalla de oro por la Sociedad de Beneficencia 
por sus servicios en la epidemia del 68, 
1,1 M A 
IMTRENTA LIBERAL, CALLE DE SAN MARCELO, NÜM. 55. 
1870 FIEBRE AMARILLA 
SU ORIGEN, CAUSAS, SINTOMAS, TRATAMIENTO, ETO. 
POR 
Daniel $jtoñez del |rado 
Médico y Cirujano de la Facultad de Lima, 
premiado con una medalla de oro por la Sociedad de Beneficencia 
por sus servicios en la epidemia del 68, 
LIMA 
IMPRENTA LIBERAL CALLE DE SAN MARCELO NUM. 55 
1870, A LOS SEÑORES 
£. jtflamtel Jardo, 
DIRECTOR DE BENEFICENCIA 
§r. <§. Utipcl k los |lios, 
DECANO DE LA FACULTAD MEDICA DE LIMA, 
«§. (¿francisco dj-arassa, 
DIRECTOR DEL LAZARETO DEL REFUGIO. 
EN 1863. 
éfeñoleb: 
h£a epidemia d,el año é¿ ha imfiAebo en 
mt alma un lecueido imfieiecedeio jio% lob 
heloicob ebfueijob <jue habeib hecho fíala aliwai 
de alguna maneia á lob debyiacíadob ejiíde= 
miados; edo me imfiulba á dedícalos ede 
fietjueño Aalafo: b¿ le acefiíaíb con bondad, 
(¡¡uedaián balisfechab lab aájiiiacíoneb de mieb- 
ilo muy aienio bewidoi, 
Iludía &tl Jato. PROLOGO. 
La aparición de esta terrible epidemia en la 
costa del Perú, ha alarmado justamente á sus ha- 
bitantes que han visto con horror los estragos cau- 
sados por tan funesto azote. Millares de victimas 
testifican lo sério del mal, y las varias formas con 
que se ha presentado, han debido llamar fuerte- 
mente la atención de los médicos que se han de- 
dicado á combatirla. 
Muchos y muy ilustres profesores han consa- 
grado su talento, sus observaciones y experiencia, 
al estudio de esta enfermedad, y el mundo cientí- 
fico ha acojido con merecido aplauso el fruto de 
sus tareas. Si solo atendiera á esta circunstancia, 
me abstendría de presentarme, desnudo de títulos, 
á un palenque donde otros sabios han derramado 
tanta luz; pero me ha animado la consideración de 
que ningún esfuerzo es perdido en estas materias, 
cuando teniendo en mira el bien de la humanidad, 
se procede con buena fe y sincero empeño de 
acertar. 
Me ha cabido en suerte asistir durante el año 
68 y el pasado en el Lazareto á multitud de en- 
fermos atacados de la fiebre amarilla bajo sus for- 
mas mas variadas, y he tenido también ocasión de 
hacer algunas autopsias y reunir un cúmulo de observaciones que creo de mi deber presentar á 
los ilustres profesores que consagran su vida al 
alivio de la humanidad. Quizás personas mas ca- 
racterizadas que yo aprovechen en beneficio co- 
mún la publicación que hoy hago. 
Por lo demas, no abrigo exageradas pretensio- 
nes personales, no tengo mas objeto en este lijero 
trabajo, que contribuir de algún modo al alivio de 
las dolencias que aflijen la especie humana. FIEBRE AMARILLA. 
SINONIMIA. 
Tifus icteroide, tifus amarillo, fiebre biliosa de Amérioa, de las 
Antillas, de la Martinica; vómito negro, eto. eto. 
ORIGEN Y ETIOLOGIA. 
El litoral del golfo de Méjico y del mar de las gran- 
des y pequeñas Antillas parecen ser el foco permanente 
de la fiebre amarilla. Sea que el calor que se desarrolla 
en esa inmensa caldera que sirve de punto de partida á 
la gran corriente sub marina que se bifurca en los ban- 
cos de Terranova, para llevar sus aguas calientes á los 
mares polares, influya en las condiciones atmosféricas; 
ó sea que los grandes derrames que forman los terrenos 
bajos y palúdicos de las Floridas y de Nueva-Orleans, 
influyan á su vez eficazmente en la descomposición de 
las capas atmosféricas de donde parten los vientos rei- 
nantes en las costas mencionadas, es lo cierto, que en 
el Sur de la América Septentrional y en algunas ciuda- 
des como Vera-Cruz, se vé aparecer la fiebre amarilla 
justamente en la época en que los grandes calores pre- 
cipitan la fermentación de las masas infinitas de materias 
orgánicas que abundan en las aguas estancadas de los 
terrenos, donde un inmenso desarrollo vegetal contribuye 
á sostener los focos palúdicos, mucho tiempo después de 
haber cesado los grandes deshielos. Algunas ciudades 
de ese litoral y de las islas circunvecinas sufren cons- 
tantemente este azote, y la Habana, Tampico, Jamaica, 
Nueva-Orleans y otras, reciben periódicamente la visita 
de tan molesto huésped. 
Hasta el año 1842 la parte Sur del Continente Ame- 
ricano parecía haberse librado de la fiebre amarilla, pues 
en efecto no se presentó, bajo forma epidémica por lo menos, en parte alguna de estas comarcas. Su influencia 
no se estendia de las Antillas al Istmo con excepción do 
Cartagena y Santa Marta, donde quizás las condiciones 
desarrolladas en las tierras expuestas á los derrames del 
Magdalena produjeron resultados idénticos á los sufri- 
dos allende el Mar Caribe. Empezó sin embargo á sen- 
tirse en Panamá cuando el descubrimiento de las minas 
de oro de California atrajo la gran corriente de emigra- 
ción europea y americana al Sur Pacífico, observándose 
en general un desarrollo en mayor escala á medida que 
los gigantezcos trabajos emprendidos pava establecer el 
ferro-carril de Colon á Panamá hacían necesaria mayor 
concurrencia de emigración europea para la obra de la 
nivelación de la línea. Desde entonces se notó que el 
regnícola estaba menos espuesto al contagio que el ex- 
tranjero, y que los peligros de la fiebre eran menores á 
medida que la raza se iba acercando mas al negro puro, 
las mas veces exento de este mal, ó por lo menos, con 
mas probabilidades de salvarse que los nacidos en la 
Zona templada ó en el Norte, á los individuos de raza 
blanca hijos del país. 
Desde esa época la fiebre se ha ido estendiendo suce- 
sivamente á varias ciudades de la Costa del Sur, llevan- 
do sus estragos á Rio Janeiro, Montevideo, Guayaquil, 
Lima, Arica, Cobija, etc., recorriendo hasta el grado 31 
de latitud Sur. 
En algunos lugares de la Costa de Africa y en otras 
ciudades marítimas europeas como Brest, Marsella, To- 
lón, Lisboa, y Cádiz, se ha presentado igualmente este 
terrible azote, y su aparición en tales sitios, al llamar la 
atención de los sábios que han estudiado la materia, ha 
hecho surjir la grave cuestión relativa ásu origen. Unos 
se han decidido por la importación y otros por la ma- 
nifestación espontánea; pero hasta ahora reina sobre es- 
te particular la mayor oscuridad y solo una observación 
atenta, asidua é ilustrada puede guiarnos en el caos que 
nos rodea. Entretanto se puede asentar ya un principio 
derivado de la historia de la aparición de esta fiebre, y 
establecer una conclusión que léjos de chocar con el re- 
sultado de la observación y del criterio, se desprende por el contrario de dichas premisas, y es que «la fiebre ama* 
rilla solo se presenta en las costas» y rara vez estiende 
sus estragos á una altura de mas de 6,000 pies sobre el 
nivel del mar. Pero esta conclusión lógica y derivada de 
una constante experiencia no soluciona la gran cuestión 
relativa á la fiebre amarilla. 
¿Cuál es su verdadero origen? ¿Cómo se desarrolla? 
Este ha sido uno de los puntos mas controvertidos en la 
cuestión y el que ha dado lugar á mayor número de hi- 
pótesis aducidas para esplicar la etiología de la enfer- 
medad que nos ocupa. Algunas de ellas fueron acojidas 
tan pronto como desechadas por sus mismos autores al 
ver que no podían resistir á una discusión razonada. 
Hay una opinión emitida por nuestro respetable De- 
cano el Dr. Miguel de los Ríos en el afio 1856, que sin 
embargo de ser, según mi humilde juicio, de mucha impor- 
tancia, ha pasado desapercibida y es «que la fiebre ama- 
rilla ha sido importada de las costas Occidentales del 
Africa á la América con el comercio de negros.» Tene- 
mos algunas consideraciones que meditadas con impar- 
cialidad hacen esta hipótesis muy aceptable: la historia, 
no se puede negar, que en todas ocasiones es el ver- 
dadero libro de enseñanza; así registrando los escritos 
de los españoles que hicieron la conquista de América 
no se hace mención de la fiebre amarilla, enfermedad ca- 
racterizada con síntomas tales, que una vez vista es im- 
posible que se dejen olvidar sus funestas huellas; y sin 
embargo en su minuciosidad de escritores consignan he- 
chos y aun enfermedades insignificantes. Por otra parte, 
los indígenas creen que este azote les ha sido importado 
con la civilización europea; en efecto, en Vera-Cruz por 
ejemplo, 1794 no se conocía aun un solo caso de vomito 
negro; la primera aparición de fiebre en las Antillas 
francesas data de 1764, y por último, solo siglo y medio 
después del descubrimiento de América se encuentran 
algunas relaciones muy vagas de la fiebre, por cuya ra- 
zón es claro que antes no existia. La tradición nos de- 
muestra que la fiebre amarilla es endémica en la costa 
Occidental del Africa y nada tiene de estrnfio que se 
haya importado con las cadenas de la esclavitud; sin em- bargo, es triste que las páginas de la historia permanez- 
can aun cubiertas por el polvo de los siglos. Si nos li- 
mitamos á estudiar el vómito negro en el Continente 
Americano, observamos que es endémica justamente en 
los países donde se encuentra mayor número de negros; 
sin embargo se nos podría objetar que son los menos 
predispuestos á la enfermedad. Sin duda; pero esto lo 
deben á la aclimatación de esos lugares por una parte y 
tal vez, también, por una inmunidad especial á la raza 
impresa por la generación. Esperemos que el trascur- 
so del tiempo ponga en evidencia las dudas que aun 
hacen fluctuar nuestro modo de ver sobre el origen de 
esta fiebre. 
Sigamos nuestro estudio. 
Algunos han creido que era necesario un calor elevado 
á mas de 18° para el desarrollo de la fiebre amarilla, 
pero no han tenido en cuenta que esta condición de calor 
desarrolla igualmente otras muchas enfermedades. Otros, 
entre los que podemos citar al eminente Dr. Chervin, 
creen que la fiebre amarilla es de naturaleza palúdica. 
Esta hipótesis aparece á primera vista mas aceptable 
que cualquiera otra, porque efectivamente se vé apare- 
cer la fiebre en ciudades cuyos terrenos son pantanosos; 
pero al mismo tiempo se observa la presencia del mal en 
lugares donde no existe un solo sitio paludoso, y causar 
en ellos estragos espantosos, como hemos podido verlo 
recientemente en Tacna, donde la sequedad del terreno 
y la escasez de aguas impide el desarrollo de las muchas 
riquezas de dicho departamento; otras veces por el con- 
trario, como he tenido ocasión de observarlo yo mismo, 
se ha presentado la fiebre en Chiclayo, Eten, Requen, 
Moncefú y otros pueblos situados á 4 ó 5 millas de Latn- 
bayeque, y ha hecho estragos en ellos, mientras esta 
última ciudad circunvalada de pantanos, se ha visto en- 
teramente libre de la infección, sin que haya aparecido 
un solo caso en su recinto. Dos celadores que murieron 
allí del vómito negro, vinieron de la guarnición de Chi- 
clayo; y este dato unido á muchos análogos, recojidos 
por hábiles é inteligentes comprofesores en diferentes 
puntos de la República prueban evidentemente que es insostenible la hipótesis que atribuye á la fiebre amari- 
lla un origen palúdico. 
El Dr. Dutronleau cree que la «electricidad, el calor 
y la humedad,» son los que desarrollan el vomito negro; 
de manera que según él, se presenta de preferencia en 
los lugares donde son mas frecuentes los rayos, las tem- 
pestades, los vientos variados, la abundancia de la elec- 
tricidad etc. y en las estaciones lluviosas. Esta hipótesis 
es evidentemente falsa respecto á la costa del Perú. 
Quizás las condiciones meteorológicas influyen en el de- 
sarrollo de la fiebre amarilla, pero los estudios hechos en 
esta materia por el erudito cuanto modesto señor R. y 
Saz-Soldan, manifiestan que la mayor cantidad de llu- 
via en Lima es de 7 m. m. y en cuanto á la intensidad 
del magnetismo y á su inclinación y declinación se pue- 
de consultar la interesante Memoria del mismo autor 
publicada el año anterior. De su estudio se deduce que 
la comunicación del fluido magnético es muy débil en 
Lima y en la costa del Perú en general,-donde jamás se 
vé su manifestación bajo la forma de tormentas. Al mis- 
mo tiempo se observa el desarrollo de la electricidad en 
las regiones trasandinas donde tempestades horribles 
sobrecojen y llenan de terror á los mismos que con mas 
frecuencia presencian este fenómeno, y ademas se en- 
cuentran allí estensos pantanos que deberian producir 
la fiebre amarilla bajo las formas mas mortíferas. Sin 
embargo, jamás los habitantes de esas regiones sufren 
este mal y apenas se ha visto aparecer en 1854 en algu- 
nas vertientes de la cordillera, sin que nunca se haya 
observado á la altura de 8,000 piés sobre el nivel del 
mar. 
Nuestro ilustrado comprofesor el Dr. Arosemena en 
su disertación sobre la fiebre amarilla, emite la opinión 
de que existen seres microscópicos y animálculos en la 
atmósfera á cuya absorción se debe la enfermedad; hipó- 
tesis que fué igualmente sostenida en Europa con moti- 
vo de una de las últimas apariciones del cólera. Las 
críticas mas severas se hicieron, para combatir la teoría 
del Dr. Arosemena y aun muchas personas del vulgo 
trataron de tomar por el ridículo una cuestión que aun no está decidida por la ciencia. Por mi parte, no veo 
imposibilidad en que existan seres microscópicos capaces 
de desarrollar un germen epidémico: ¿por qué no ad- 
mitir, que del cuerpo de un enfermo ó de un cadáver 
se desprendan emanaciones sépticas y éstas sean ani- 
málculos microscópicos? 
Este es el momento oportuno en el que recordaré los 
esfuerzos constantes del muy ilustrado Mr. Davaine con 
motivo de la pústula maligna. Este médico lia probado 
con hechos positivos, que se encuentran animales infuso- 
rios en la sangre de los enfermos de pústula maligna: 
inoculando en animales, la pústula se ha trasmitido, lo 
mismo que los infusorios en la sangre. Durante los pri- 
meros dias de la inoculación eran en pequeña cantidad 
y despue3 aumentaban prodigiosamente. Los ha someti- 
do á una temperatura alta y al baño de Maria y no han 
dejado de existir. Ha observado igualmente, que des 
pues de la muerte del animal, morian estos bacterios y 
entónces la sangre perdía la aptitud de su trasmisión. 
¿Qué podemos sacar de este hecho adquirido por la cien- 
cia? En la pústula maligna, en su último periodo vemos 
un cuadro de síntomas muy análogo á los estados tifoi- 
deos, vemos un periodo de incubación variable, su tras- 
misión de un individuo á otro, provocando siempre la 
misma série de fenómenos mórbidos. Creo pues eviden- 
temente que el gérmen es de naturaleza orgánica, con 
la sola diferencia que el de la fiebre amarilla debe ser 
muy difusible y sutil, lo cual nos explica como se encuen- 
tra en suspensión en el aire, cuyo medio puede servirle 
para ser llevado á distancias ó por su sutileza ser intro- 
ducido en la economía por la absorción pulmonar, cutá- 
nea ó digestiva, sin ser necesaria la inoculación. 
Por otra parte, cuando observamos la fiebre amarilla, 
notamos todos los dias aquel periodo de incubación va- 
riable; se han visto individuos que han dejado el foco 
epidémico de Lima y á los veinte dias se ha manifestado 
en ellos en Arequipa y en otras regiones trasandinas la 
enfermedad, pero con la particularidad de no trasmitir 
á otros individuos el gérmen epidémico. De estos hechos 
podemos concluir por deducción, que el gérmen es orga- nizado; solo así se comprende su multiplicación á expen* 
sas del organismo del que la sangre es el medio. Si fue- 
ra inorgánico, es decir gaseoso, seria necesaria una 
absorción tan grande que no es posible quedase desaper- 
cibida al individuo sometido á su acción; seria un verda- 
dero envenenamiento cuyos síntomas se manifestarían 
instantáneamente, como sucede con esta clase de agentes; 
de otro modo, ¿cómo se esplicaría la incubación y la 
trasmisión de un individuo á otro?...Como agente inor- 
gánico, una vez disipados los síntomas de envenenamien- 
to, después de producir su reacción en el organismo, no 
és verdad que desaparecería, moriría por decirlo así, con 
el individuo?... 
La ciencia sigue sus progresos de dia en dia y lo que 
hoy parece un misterio, será por fin un hecho positivo 
arrancado por el hombre de las esferas de lo desconoci- 
do!... Tal vez mañana nos presentemos erguidos contra 
esa enfermedad que á veces parece sonreir con sarcasmo 
en la cabecera del enfermo al ver nuestra perplejidad!... 
El trabajo y la constancia vencen las dificultades. Ade- 
lante 
La epidemia del 68 es notable por el conjunto de cir- 
cunstancias que se han reunido antes de la aparición de 
la fiebre amarilla. 
En el mes de Noviembre de 1867 las costas del Norte 
ofrecían fenómenos muy curiosos, particularmente Huan- 
chaco. Durante las noches se sentían fuertes detonacio- 
nes parecidas á los disparos de la artillería, que coinci- 
dían con una especie de iluminación eléctrica muy intensa 
que alumbraba á grandes distancias. Se notó igualmente 
que el agua tenia una temperatura mayor de la normal, 
á tal punto, que muchas personas sentían la misma im- 
presión que al tomar un baño tibio; en cuanto á su color 
lo tenia rojo, debido á la presencia de una especie de 
corpúsculos; el olor era en extremo fétido parecido al 
lodo y al pez en descomposición pútrida. A los pocos 
dias se notaron infinitos peces muertos en las orillas del 
mar; en los lugares que generalmente se hacia la pesca 
desaparecieron; tanto por este motivo, cuanto por la 
mortandad que se notaba, se receló el tomarlos y aun se prohibió el comercio de pescados. Estos fenómenos los 
observaron los habitantes de la costa; nuestro eminen- 
tísimo naturalista el Dr. Raimondi tomó muchos de estos 
datos en sus viajes, los que tuve 'ocasión de confirmar 
posteriormente con motivo de una comisión que desem- 
peñé combatiendo la fiebre en el Norte. 
Ahora bien, hasta esta época, nada notable se encon- 
traba en estos puntos; la salubridad pública marchaba 
como mejor no podía desearse; pero los fenómenos mari- 
nos no tardaron en coincidir con un desequilibrio casi 
general en la salud de los habitantes de Huanchaco; sen- 
tían un malestar desacostumbrado, inapetencia, vértigos 
los unos y los otros la fiebre amarilla caracterizada con 
el vómito negro, supresión de orina y todo el cortejo de 
síntomas graves; hasta que por último, tomó el carácter 
epidémico y se comunicó á Trujillo y demas pueblos del 
Norte como Eten, Requen, Moncefú, Chiclayo, etc. 
Antes de la manifestación de la fiebre amarilla en el 
Callao y Lima, se han notado igualmente alteraciones 
muy sensibles en las aguas del mar; tinte rojo, olor 
fétido y alta íemperacura; creo que aun muchas personas 
sin nociones médicas no han dejado de atribuir á esta 
causa el desarrollo de la fiebre. 
Por último, en la epidemia que ha reinado el año pa- 
sado en Arica, Tacna é Iquique ¿á que puede atribuirse 
el desarrollo? ¿Fué importada? 
Algunos de mis comprofesores dignos de mucha con- 
sideración y respeto, aseguran, que una señora chilena 
que se embarcó en el Callao, enfermó con la fiebre ama- 
rilla en Arica, fué asistida por médicos ilustrados y ter- 
minó fatalmente; á los pocos dias se notaron algunos 
casos en la población, hasta que por último, algunos 
soldados licenciados en Lima, que regresaron á sus ho- 
gares, se entregaron á toda clase de desórdenes, la fiebre 
hizo estragos en ellos y desde ese momento revistió el 
carácter epidémico. Esta esposicion parece muy natural 
y muy lógica á primera vista, y sin embargo se presta á 
muchas objeciones. 
¿Por qué razón no fué importada el año 68? ¿Qué me- 
didas se tomaron con los vapores que navegaban al Sur durante la mayor intensidad de la epidémia?...Ningunas, 
y sin embargo no se notaron casos de fiebre amarilla, y 
el año pasado con pocos enfermos en Lima y el Callao 
se pretende su importación á esos desgraciados lugares. 
A pesar de lo que acabo de esponer, no se crea que 
soy opuesto á la opinión de importación; de ninguna 
manera, puesto que la ciencia manifiesta de un modo 
evidente este modo de trasmisión; pero al mismo tiempo 
creo que bajo la influencia de condiciones apropiadas 
pueda desarrollarse espontáneamente en algunos puntos 
de la costa. ¿El terremoto del 13 de Agosto no tendría 
alguna influencia?...El mar salió como se sabe en algu- 
nos lugares hasta dos millas, formando inmensos pan- 
tanos que empezaron á desprender emanaciones sépticas 
con los calores del verano: ¿éstas emanaciones no serian 
las que produjeron la fiebre?... 
Nada hay mas grato para la inteligencia que resolver 
y encontrar el por qué de los fenómenos de la naturale- 
za, mucho mas cuando afecta intereses tan caros como 
son los de la humanidad; pero ya que aun fluctúa nues- 
tro espíritu en medio de la duda, deseo que otros com- 
profesores tomen cuantos datos sean necesarios á fin de 
no dar como hechos positivos, lo que son congeturas 
solamente. 
Reasumiendo lo que acabo de decir, es innegable la 
presencia en el aire de un principio miasmático, gérmen, 
fermento, etc. capaz de reproducirse á expensas del or- 
ganismo, y luego en suspensión en el aire ser llevado á 
distancias. En cuanto al foco primitivo, creo positiva- 
mente que es la expresionde un «miasma específico ma- 
rino. » 
Infección é incubación.—Las enfermedades epidér- 
micas se trasmiten y propagan por infección. Esta opi- 
nión me parece lamas aceptable, siendo al mismo tiempo 
la de médicos eminentes que su posición les ha permitido 
observar en muchos puntos epidemiados. 
Siempre hay un foco determinado, de donde se ori- 
gina el gérmen ó fermento icterode: de preferencia se 
encuentra en los puertos de mar, sometidos á malas con- 
diciones higiénicas, y donde hay mucha acumulación de hobitantcs. Ahora bien, el Callao está al abrigo de es- 
tas condiciones? De ninguna manera: es una población 
construida sin ninguna regla de higiene, rodeada de in- 
mensos pantanos; en el norte se vén lagunas de aguas 
salinas saturadas de detritus animales y vejetales en pu- 
trefacción, cuyas emanaciones si no son el gérmen icte- 
rode, por lo menos sostienen un medio poderoso para 
generalizar el miasma y darle un carácter epidémico. 
En cuanto á las circunstancias de origen y producción, 
aun se nos escapan á la observación, puesto que consi- 
deramos el gérmen icterode muy sutil y fuera del alcan- 
ce de nuestros instrumentos. 
Aquí tenemos una cuestión; si el aire es el medio en 
el que, el gérmen contaminador se halla en suspensión, 
¿por qué todos los individuos que respiran y absorven 
ese gérmen no son igualmente sufeccionados? En 
efecto, los habitantes de una pobacion donde la atmós- 
fera es toxica, viven sanos en la apariencia muchos, pero 
tengo la convicción que si se les examina, sienten algo 
que no es normal. Yo doy la esplicacion siguiente: los 
que se consideran completamente buenos, absorven el 
miasma y lo dijiereny eliminan completamente. Los epi- 
demiados absorven el gérmen y lo dijieren y eliminan 
solamente en parte, por cuya razón se observan los sín- 
tomas de la evolución patológica. Y por último, las víc- 
timas, no tienen la reacción inficiente para eliminar el 
principio por otra parte, que la idiosin- 
cacia juega un gran rol; en unos el fermento no tiene 
la fuerza suficiente de reproducción y desaparece gra- 
dualmente porque las condiciones individuales son in- 
compatibles con su multiplicación; ó bien siguen su evo- 
lución manifiesta con la presencia de síntomas que ca- 
racterizan cada una de sus faces. 
¿En qué consiste este principio quo puesto en contac- 
to con el organismo por las vias respiratorias, se apo- 
dera y domina todos los sistemas, empezando por la 
hematosis y concluyendo con la inervación? Como 
llevo dicho, es un fermento pútrido ó animálculo aun no 
determinado, que probablemente se encuentra en el 
serum sanguíneo, puesto que es el líquido que constan- tómente se encuentra alterado; su alteración consiste en 
una acides muy marcada, en todos los casos de fiebre 
amarilla, como tendré ocasión de probarlo mas tarde. 
En los primeros momentos de la intoxicación nada 
aparente se observa para el individuo y es el periodo lla- 
mado de incubación ó de desarrollo para el fermento. 
Tiempo variable é indeterminado, puesto que unos le 
asignan cinco á siete dias, y otros mas; por mi parte he 
podido comprobar casos de incubación hasta de veinte y 
cinco di as. 
Luego que el gérmen empieza su multiplicación, se 
manifiestan los pródromos que generalmente son cortos, 
en la mayoría de los casos seis ú ocho horas. 
Aquí tenemos otra cuestión que ha dado origen á 
discusiones innumerables y por desgracia sin resultado 
alguno, y es la del «contagio». Para mí es simplemente 
una palabra que nada significa. Por lo general, se ad- 
mite que enfermedad contagiosa es: «toda enfermedad 
que se trasmite de hombre á hombre,» y tenemos prue- 
bas que no en todos los casos se observa esclusivamente 
este modo de trasmicion contagiosa; tendriamos que acep- 
tar ó bien la generación espontánea del gérmen á es- 
pensas del organismo, ó bien su vida parasita ó de letar- 
go, esperando algún momento oportuno para despertar; 
lo cual es un sarcasmo. 
Por esclusion podemos concluir, que por circunstan- 
cias aun mal determinadas, hay un foco primitivo de 
donde siempre se generaliza el miasma, favorecido por 
circunstancias locales, telúricas y atmosféricas. 
En cuanto al individuo, hay otro orden de condiciones 
que favorecen la intoxicación y constituyen las causas 
ocasionales. Voy á enumerar algunas. 
En primera línea citaré los resfríos y malas noches; 
así vemos generalmente que después de una diversión, 
algunos individuos sienten al dia siguiente un mal estar 
general, escalofríos etc. Su primera idea es la de un res- 
frío, pero fatalmente no tardan en confirmarse los sín- 
tomas de una fiebre amarilla característica. Esta causa 
la he observado con frecuencia, por cuya razón reco* miendo que durante una epidemia se abstengan en lo 
posible de pasar malas noches. 
El miedo ó terror es una de las causas mas poderosas 
que se puedan imaginar; he tenido algunos ejemplos muy 
marcados. Entre otros citaré uno que me preocupó de- 
masiado. En el Hospital de San Andrés, en la sala de 
nuestro respetable Decano el señor Dr. Ríos, se curaba 
un pobre hombre de una fiebre efímera; á los ocho dias 
solicitó su salida del hospital por encontrarse restableci- 
do completamente, pues hacían cuatro dias que se levan- 
taba de la cama; el Dr. Ríos accedió á su pedido por 
encontrarlo bueno; pero desgraciadamente uno de los en- 
fermos que estaba contiguo, le dice: «te has escapado de 
buena, en esa misma cama murió uno de fiebre amari- 
lla.)) Es increíble la sensación que esperimentó este des- 
graciado; su semblante se altera, sus miembros no pue- 
den sostenerle, y por último, cuando el barchilón vino 
para hacerle presente que podía salir, no pudo hacerlo 
y volvió á ocupar su cama. Por la tarde se le encontró 
con los síntomas de la fiebre amarilla y murió á los dos 
dias. Aquí podrian hacerse algunas objeciones, se diría 
por ejemplo, que en la convalescencia absorvió el miasma, 
que ya estaba predispuesto etc., pero estas son coinci- 
dencias muy curiosas y de todos modos, el terror acele- 
ró ó mas bien fué la causa ocasional ¡de la manifesta- 
ción de la enfermedad. 
Los pesares profundos, exesos venereos, etc., predis- 
ponen igualmente de una manera marcada. En efecto, 
todas las pasiones tristes, disminuyen la energía de 
de la inervación y producen una suceptibilidad para 
contraer particularmente enfermedades sépticas ó epidé- 
micas. En muchas ocasiones es tan notable la influencia 
de las pasiones depresivas, que tal vez aun contribuyan 
al desarrollo de la epidemia. En el año 1854, el ejército 
del general Castilla, hizo marchas fatigosas, sufrieron 
contrastes prolongados, estaban mal alimentados, desnu- 
dos, en una palabra, habían casi agotado su valor moral. 
¿Y después? ni la victoria pudo salvarlos de la fatal pre- 
disposición que llevaban; dígalo la Estadística de esa 
época—las víctimas son un hecho muy elocuente!... La edad y el sexo se creía que hasta cierto punto te- 
nían su influencia; se creía que los niños y mugeres casi 
gozaban de inmunidad, al menos tal sucedió en las epi- 
demias del 54 y siguientes; pero desgraciadamente en el 
68 y 69 no ha sucedido lo de la época pasada; unos y 
otros han pagado su tributo al azote. Pero en general 
se observa que de 20 ú 30 años, es la edad en que mas 
estragos hace la fiebre, sin duda es también la razón de 
ser esta la edad de los exesos y la de esponerse á la in- 
temperie de las estaciones con motivo del trabajo que 
todo hombre tiene que ejercitar. En las mugeres y niños 
por el contrario, la delicadeza de su sexo y edad los po- 
ne al abrigo de esas condiciones. 
En cuanto á las razas, parece que esta enfermedad 
tuviera una predilección marcada por la raza india y 
europea.—Esto depende de la aclimatación y género de 
vida; sin embargo, no podemos negar que la raza negra, 
es la que ha suministrado menos víctimas. En la epide- 
mia del 54 y 56 apenas hubieron ocho ó diez muertos; 
pero en estas últimas, hemos tenido cerca de 100 muer- 
tos; cifra muy insignificante si tomamos en consideración 
los exesos de estos individuos y su número. 
Hay algunas predisposiciones que se escapan de nues- 
tra observación, pero las que acabo de enumerar son las 
principales. 
Fuera del foco local epidémico, el hombre á su vez se 
convierte en otro foco aislado; no sabemos precisamente 
cual es el momento dado en que sus exalaciones y escre- 
ciones contienen el principio infeccioso, pero es lo cierto 
que existe.—Vamos ahora á describir los síntomas ca- 
racterísticos de esta fiebre. 
SINTOMAS. 
En cuanto á los síntomas de la fiebre amarilla, hay 
alguna diferencia según las formas que reviste; estas son 
tres muy marcadas, particularmente desde el segundo 
periodo. 
La enfermedad se manifiesta ordinariamente después 
de haber pasado una noche de agitación, con escalofríos alternados con un calor urente; dolor de cabeza, parti- 
cularmente frontal 6 limitado á las cejas; un desfalleci- 
miento general; dolores contusivos en la región lumbar 
y en los miembros inferiores. La cara está animada, las 
conjuntivas inyectadas, los ojos brillantes cuyo conjunto 
dá al paciente la espresion de un hombre ebrio. Otras 
veces la cara está pálida, la piel seca, la lengua pastosa, 
amarillenta y sed viva. Examinando el vientre se obser- 
va una gran sensibilidad en la región epigástrica; á la 
palpación se nota dolor en el hipocondrio derecho. Mu- 
chas veces sobrevienen nauseas y vómitos de mucosida- 
des ó bilis muy densa. Hay un síntoma casi constante 
en los casos aun medianamente intensos, y es una ancie- 
dad precordial, á consecuencia de ella, el enfermo no 
puede permanecer tranquilo, se mueve en todas direccio* 
nes, es justamente la misma angustia que se siente cuan- 
do se está, bajo la acción de un vomitivo de tártaro antes 
de hacer su efecto. A este cuadro de síntomas suelen á 
veces agregarse epixtasis lijeras. Muchas veces, la reso- 
lución de la enfermedad se verifica después de sudores 
copiosos; y una mejoría gradual termina este cuadro en 
24 horas. Pero cuando la enfermedad sigue su curso 
grave ó fatal, se marca una de las formas que describiré 
por orden. 
Forma Congestiva. 2? período.—Al cuadro anterior, 
cuando la enfermedad afecta esta forma, el tercer dia se 
observa que la agitación aumenta, la arteria ofrece re- 
sistencia y dá mas de 100’ pulsaciones; la respiración es 
acelerada, notándose en ocasiones hasta 80 ó 40 inspi- 
raciones por minuto. La ictericia empieza á manifestarse 
por las conjuntivas, así es que en algunas ocasiones se 
vé que en un fondo amarillo serpean las artérias muy 
inyectadas de sangre, dando un aspecto muy particular 
á la fisonomía: este color amarillo se vá estendiendo por 
orden á la cara, cuello, tronco y miembros. Si examina- 
mos el aparato digestivo, tenemos: la lengua seca y con 
una especie de faja roja en el centro y bordes blancos ó 
amarillos; náuseas repetidas y una sensibilidad tan es- 
quisita en el epigastrio, que la mas lijera presión ocasio- 
na dolores insoportables al enfermo; hay constipación tenaz por lo general. La orina es muy escasa, su color 
y consistencia parecida á una solución concentrada de 
percloruro de fierro, analizándola por el calor ó por el 
ácido nítrico se encuentra gran cantidad de albúmina; 
la presión de la región lumbar origina dolores, pero en 
muchos casos es espontáneo y á tal punto fuertes, que es 
el único síntoma que acusa el paciente. En cuanto á los 
síntomas cerebrales, unas veces tenemos solamente el 
insomnio tenaz, otras por el contrario, un coma prolon- 
gado del que se saca al enfermo llamándole con instan- 
cia; á las veces hay pesadez en las contestaciones, y al 
hacerlas, van acompañadas de suspiros entrecortados 6 
dificultad en la respiración, lo cual es un síntoma muy 
grave. Otras veces tenemos sub-delirio <5 bien un delirio 
furioso acompañado de vociferaciones y empeño de salir 
de la cama. 
Tercer periodo.—Cuando la enfermedad pasa al 
tercer periodo, éste se sigue inmediatamente con la ma- 
nifestación de síntomas tan graves que pocas veces sal- 
van en este estado. Tenemos contrastes muy singulares, 
así la agitación es reemplazada en ocasiones, por una in- 
diferencia completa, otras al contrario, hay terror, 
el enfermo solicita no estar absolutamente solo; la 
respiración es anhelosa; el pulso suele vajar ja 60’; la 
piel generalmente fria al menos en las estremidades. La 
ictericia general y muy pronunciada; unas veces los vó- 
mitos son repetidos con frecuencia, y otras muy raros, 
hasta el estremo de presentarse uno solo pocos momen- 
tos antes de la muerte; consisten en mucosidades teñidas 
de pequeños filamentos negruzcos, parecidos á telas de 
araña, ó bien semejando al hollín desleído, ó á"un líquido 
negruzco en mayor ó menor abundancia. En este estado 
suelen presentarse deposiciones variables, unas parecidas 
á la brea, otras sanguinolentas, ó lo que es mas común, 
parecidas al café concentrado. La orina se suprime com- 
pletamente, ó solo se presenta una dracma en las veinte 
y cuatro horas y muy cargada de albúmina. A estos 
síntomas se agrega un temblor general, salto de tendo- 
nes, pulso imperceptible é intermitente, respiración grue- 
sa, sudores copiosos y fríos, y por último, uno de los cuadros mas horrorosos en medio de los que sucumbe el 
enfermo. En este período he observado un síntoma muy 
grave y muy común, y es un grito parecido al grito en- 
cefálico; el enfermo para arrojarle concentra todas sus 
fuerzas y luego queda sin respirar algunos segundos, 
hasta que succesivamente lo hace después de momentos 
de suma agitación. Este es uno de los síntomas casi 
siempre mortales, pero sin embargo, he tenido la fortu- 
na de asistir algunos enfermos que han salvado, entre 
otros la señorita R.* B.* que asistí acompañado de mis 
muy inteligentes compañeros los DD. Melgar y Távara, 
ofreciendo en la marcha de la enfermedad la mayoría de 
los síntomas que acabo de mencionar. Cuando la termi- 
nación es feliz en esta forma, todos los síntomas ofrecen 
una remisión marcada; así la agitación es reemplazada 
por la tranquilidad, y la confianza; empiezan á dormir 
los enfermos, los vómitos cesan, la orina se presenta 
abundante y muy cargada de sedimentos biliosos y de 
ácido úrico, y por último hay una diaforesis general que 
se puede considerar crítica, entrando las demas funciones 
á su estado normal. En esta forma, como también en 
las otras, he tenido ocasión de observar un fenómeno crí- 
tico muy singular. Durante la marcha de la enfermedad 
y en medio del cuadro mas grave que se puede calcular; 
los enfermos con vómito negro, hemorragias y supresión 
de orina, se presentaron diez casos; en seis de ellos pa- 
rótidas dobles y en los otros, solo en un lado del cuello. 
Pues bien, por los síntomas de asfixia tan inminente en 
que se encontraron, tuve necesidad de desbridar pro- 
fundamente estos flegmones; apareció la supuración y 
al momento empezó la remisión de los síntomas, hasta 
obtenerse una curación definitiva: de estos diez enfer- 
mos, sucumbieron dos. Pero lo curioso en estos casos fuó 
la naturaleza de la supuración; no era pus, sino un lí- 
quido seroso muy abundante y de un color amarillo ver- 
doso, ó mejor, exactamente igual al color del percloruro 
de fierro concentrado; tefíia en este color, los apositos 
de curación, camisas, sabanas etc. Nuestro sábio con- 
profesor el Dr. Villar encargado del otro servicio del 
Lazareto, al ver los casos que yo tenia, me hizo relación de otros que había asistido en sus salas. Mi distinguido 
colega el Dr. Adan Melgar tuvo la bondad de enseñar- 
me un caso análogo en el Colegio de Artes. Oreo, que 
debemos hacer algunas observaciones sobre estos fenó- 
menos, que tal vez nos den indicaciones curativas de im- 
portancia. 
Forma hemorragica.—En esta forma, las epíxtasis 
se presentan en algunas ocasiones desde el primer dia 
de enfermedad, hasta la terminación favorable ó adversa. 
Pero generalmente, desde el tercer dia se nota un cuadro 
de síntomas muy particular. El pulso pierde su frecuen- 
cia y fuerza hasta encontrarse 60’ y aun menos; la tem- 
peratura notablemente disminuida ha llegado en ocasio- 
nes aun á la algidez. En este estado la ictericia es muy 
pronunciada; se encuentran petéquias y equimosis esten- 
sas, de tal manera, que la superficie del cuerpo aparece 
de un color amarillo subido como salpicado de sangre, ó 
bien como con manchas de púrpura hemorrágica. Las 
encías sangran con mucha facilidad; así es, que al sacar 
la lengua el enfermo, se encuentra enrrojeeida de este 
líquido; sobre todo las epíxtasis son tan abundantes y 
tenaces que ocasionan una estenuacion completa. En 
esta forma, parece que la sangre tuviera tendencia de 
escaparse por todas partes; he tenido ocasión de obser- 
var casos en los que un pequeño vegigatorio era el ori- 
gen de hemorragias espantosas y difícilmente dominadas, 
ó bien en las cisuras de sanguijuelas y ventosas escari- 
ficadas. En otros enfermos la hemorragia es interna, lo 
cual solo se nota por síntomas característicos de estos 
casos; como anémia, enfriamiento, pérdida de la vista, 
pulso insensible etc.: pero en ocasiones, la hemorragia 
consiste en enormes cantidades de sangre vomitada ó 
bien evacuada por el recto. El sistema nervioso no tar- 
da en hacer su manifestación. En algunos casos se en- 
cuentra una soñolencia, parecida al coma en medio del 
que sucumbe el enfermo; en otros su respiración se hace 
anhelosa, hay un temblor general, delirio, y en una pa- 
labra una agitación desesperada. Sin embargo, puedo 
decir que esta forma á pesar de la mucha gravedad, ha 
dado un gran número de curaciones. Entre otros, vi un enfermo mayordomo del Dr. Aranivar en el Lazareto 
del Refujio; su estado era tan desesperado que podrá 
formarse una idea con la descripción siguiente: frialdad 
completa, pulso insensible, ictericia general, supresión 
de orina durante treinta y ocho horas, y una hemorra- 
gia tan abundante que habia inundado toda la cama; los 
ojos fijos y abiertos, sin pestañear con la presencia de 
moscas que caminaban por su superficie. A pesar, de en- 
contrarse en este estado ha salvado, gracias á cuidados 
que se le prodigaron con esquisito esmero, como se hacia 
con todos los epidemiados por las hermanas de caridad. 
Este pobre enfermo tardó un año para restablecerse de 
un estado tan sório. Hago esta lijera historia para que 
jamás se dejen de prestar socorros de toda clase en los 
casos mas desesperados, (á no ser que están enterrados); 
un segundo es bastante para una reacción que pueda 
salvar al enfermo. La mejoría se anuncia con la cesa- 
ción de la hemorragia y el retorno de las demas fun- 
ciones. 
Forma nerviosa.—He calificado con este nombre 
esta forma de la enfermedad, porque tiene un aspecto 
tan particular que no encuentro otro nombre mas ade- 
cuado; en esta forma, todos los fenómenos de la enfer- 
medad presentan contrastes tan singulares que no tienen 
correlación alguna. Parece que los centros de inervación 
fueran bruscamente impresionados por el agente morbí- 
fico antes que otro aparato. Aquí tenemos una doble 
cuestión, ¿la sangre es alterada primitivamente, ó bien 
el orgasmo del gran simpático provocado por el contac- 
to del miasma abre la escena de todos los fenómenos ic- 
teroides?...Estudios muy profundos son indispensables 
para resolver este punto, pero hay hechos que manifies- 
tan que la acción es simultánea en la generalidad de los 
casos. Uno en cuanto á su naturaleza, el agente toxico 
impresiona de un modo distinto según condiciones de 
localidad y circunstancias que presiden á su formación; 
y aun en la misma epidemiados habitantes son afectados 
en armonía con su constitución ó idiosincracia. 
He dicho, que en esta forma se presentan los contras- 
tes mas singulares, en efecto; algunos caen con un des- fallecimiento que no pueden dominar, lívidos, sin voz y 
con el pulso pequeño; á los pocos momentos hay un cua- 
dro muy opuesto de reacción completa, y así sucesiva- 
mente se alternan estos estados. En otros vemos calam- 
bres muy parecidos á los del cólera, delirio, salto de 
tendones, un calor abrazador en unas regiones y en otras 
un frió glacial, y por último, una dificultad estraordina- 
ria para respirar, sudores fríos y la muerte. Hay otros 
por último, en que todos los síntomas son de una benig- 
nidad aparente; pero alerta!...El enfermo parece tran- 
quilo, solamente sus contestaciones son lentas y suspi- 
rosas, parece que meditara profundamente para cada 
palabra; al sacar la lengua, ésta se presenta temblorosa 
como en los casos de delirium tremens, del mismo modo 
que las manos; como se vé este es un cuadro nada alar- 
mante; pero en pocas horas todo cambia, viene una agi- 
tación estremada, delirio violento acompañado de gritos 
y vociferaciones y luego cae en un colapsus del que es 
difícil sacar al enfermo; el pulso se hace filiforme y 
otras dicrótono, se enfrian primeramente las estremida- 
des, luego se comunica al resto del cuerpo, hasta que 
sucumbe lentamente en un coma profundo; todo indica 
que las funciones de inervación son heridas profunda- 
mente, parece que el sistema nervioso hubiese sufrido 
una sideración completa. Es la forma que ha ocasionado 
mas desepciones á los médicos, porque en ella es difícil 
formar un pronóstico exacto, todo es contradictorio. 
DIAGNOSTICO. 
Hay síntomas tan característicos en la fiebre amari- 
lla que es difícil confundirla con ninguna otra entidad 
mórvida; si vemos que un enfermo presenta fiebre, in- 
yección en las conjuntivas, dolores epigástricos y lum- 
bares, agitación, nauseas, vómitos negros, ictericia, 
albúmina en la orina ó supresión, el diagnostico es evi- 
dente; pero no siempre [se todos estos sín- 
tomas reunidos, ó bien revisten un carácter particu- 
lar, y entonces hay algunas dificultades, mucho mayores al principio de una epidemia. La fiebre biliosa, la icte- 
ricia febril y la hepatitis tienen alguna semejanza. La 
primera de estas afecciones se presenta con vómitos bi- 
liosos repetidos desde el primer dia de la enfermedad, lo 
cual es raro en la fiebre amarilla; además, hay ictericia 
desde el principio y no se encuentra la inyección de las 
conjuntivas que dán un aspecto particular al enfermo 
afectado de fiebre amarilla. La Ictericia es marcada por 
el color amarillo uniforme y mas pronunciado, siendo 
síntoma que abre la escena, lo cual jamas se observa en 
la fiebre amarilla, además las deposiciones son com- 
pletamente descoloridas etc. En la hepatitis no hay 
inyección en las conjuntivas sino un tinte ictérico, 
el dolor se encuentra en el hipocondrio derecho mas 
bien que en epigastrio; además un exámen un poco de- 
tenido, nos hace apreciar el aumento de volúmen del hí- 
gado. En resúmen, tenemos tres síntomas patdneuméni- 
cos, cuya presencia caracteriza la fiebre amarilla, el vó- 
mito negro, albúmina en la orina ó supresión y una agi- 
tación ó angor pectoris, que siempre la he observado mas 
ó menos intensa. 
MARCHA, DURACION Y TERMINACION. 
Hay distintas formas con las que se presenta la fiebre 
amarilla, por consiguiente es muy variable según cada 
una de ellas. La marcha es continua con lijeras exacer- 
vaciones; sin embargo, algunos médicos creen que es in- 
termitente en ocasiones, lo cual es un error. Es cierto 
que en la epidemia del 68 muchos casos tenían la apa- 
riencia de fiebre amarilla, siendo en realidad accesos de 
intermitentes francas y aun perniciosas; error que no ha 
dejado de producir funestos resultados con la adminis- 
tración imprudente de enormes dosis de sulfato de qui- 
nina. Es una observación muy común, que las enferme- 
dades reciben en ocasiones un sello especial según la 
constitución médica reinante; ¿no vemos por ejemplo to- 
dos los dias intermitentes disentéricas, neumónicas etc.? 
¿qué tiene de estraño que en esta vez las intermitentes 
hayan revestido la forma icteroide?...Tengo la convic- cion de haber asistido muchas intermitentes que tenían 
en apariencia el aspecto de una fiebre amarilla caracte- 
rizada y sin embargo no lo eran. Es inútil decir que so- 
lo en estos casos se comprenden los buenos resultados de 
la quinina. 
La duración de esta afección es muy variable, lo ge- 
neral es de tres á ocho dias, pero hemos observado casos 
muy rápidos de doce y aun ocho horas y otras aun de 
cuatro septenarios, lo cual es muy raro. 
La terminación de la fiebre amarilla depende de algu- 
nas circunstancias; pero por lo general, podemos decir 
que es funesta en algunas ocasiones; se cita en algunas 
epidemias una pérdida de 50 por ciento, entre nosotros 
la hemos tenido de 8 á 10 por ciento. Al principio y á 
la terminación de una epidemia se encuentra mayor mor- 
talidad. 
PRONOSTICO. 
Siempre que se trata de este funesto azote, nuestro 
pronóstico debe ser muy reservado. Cuantas veces he- 
mos tenido ocasión de ver desaparecer individuos que 
á primera vista parecían ligeramente indispuestos. Hay 
síntomas cuya reunión puede sin embargo guiar nuestro 
pronóstico.—Una agitación estremada, el vómito negro, 
supresión de orina y la respiración anhelosa son indicios 
casi seguros de una próxima muerte. En la forma ner- 
viosa, la respiración levantando las alas de la nariz y el 
diafragma, indican una muerte cierta. Al contrario te- 
nemos signos favorables, cuando la agitación y el insom- 
nio son reemplazados por la tranquilidad y el sueño— 
se humedece la lengua, hay diaforesis, la orina se hace 
abundante, etc. 
TRATAMIENTO. 
«Medicus si sufficierit ad cognoscendum, sufficiet etiam 
ad sanandum.» Tal es el punto de vista al que marchan 
los diversos sistemas módicos desde hacen muchos siglos; 
pero desgraciadamente, no habiéndose aun descubierto un específico en el estado actual de la ciencia, presen- 
taré un método que lo creo racional y que me ha dado 
buenos resultados. 
En una enfermedad tan grave y rápidamente mortal 
como la fiebre amarilla, el tratamiento debe ser enérgi- 
co. Voy á analizar los diferentes métodos que se lian 
puesto en práctica y los resultados obtenidos con cada 
uno de ellos. 
Aquí suplico á mis lectores disimulen si no puedo re- 
sistir al siguiente desahogo. (1) 
Método anti-flogistico.—Los efectos de esta medi- 
cación son muy marcados. Conviene en las fiegmasias 
agudas, hiperstenia franca, en una palabra, en las en- 
fermedades en que hay alteración en la sangre y carac- 
terizadas por la abundancia total del líquido, ó aumento 
en la fibrina y glovulos. 
(1) Con motivo de la epidemia del G8 se presentó una legión de 
charlatanes, apoyada por las primeras autoridades, (bien lo sabe el 
público) con el esclusivo objeto de especular. No se crea que es una 
emulación indigna la que me guia, de ningún modo, puesto que he 
dedicado algunas horas de mis servicios al Lazareto, sin interés al- 
guno y por solo ser útil de algún modo á la humanidad. 
Un titulado médico chino y después otros cuatro ó seis cocineros 
que se hicieron tales, (poco costaba el negocio) entraron en especu- 
laciones infames con una de las boticas. Los medicamentos consis- 
tían en cocimientos de yerbas recojidas en los alrededores de Lima 
y unos papelitos de sulfato de magnesia (sal de Inglaterra) teñidos 
de carmin para disfrazarlos. Cada papelillo costaba cuatro soles; 
así es, que de uu real que cuesta la onza de esa sustancia, sacaban 
cuarenta papeles y hacían producir ciento sesenta soles!!! Estos pa- 
pelillos los hemos analizado con motivo de habernos entregado al- 
gunos individuos, cuyos enfermos habían muerto sin concluir de 
tomarlos. El Sr. Decano de la Facultad y muchos otros profesores 
tuvieron conocimiento délos hechos; el análisis químico fué practi- 
cado por el muy inteligente cuanto honrado farmaceútico señor Val- 
verde. Y sin embargo las autoridades, han apoyado que esos mise- 
rables especulen con las lágrimas y situación angustiosa del pueblo! 
Entre tanto, á los médicos que con abnegación lian sacrificado su 
reposo y salud por salvar á sus semejantes, ¿qué premios, que con- 
sideraciones siquiera se les ha guardado? Ninguna! (por mi 
parte agradezco muy cordialmente la medalla, á la muy digna cuanto 
abnegada Sociedad de Beneficencia,) pero hubiera deseado á la ma- 
yoría de mis dignos comprofesores igual recompensa, en premio de 
las amarguras y desepciones que han cosechado. Hay por lo general una contra-indicacion en las en- 
fermedades adinámicas. Tenemos la fiebre amarilla cuyo 
carácter esencial es la adinámia, desórdenes del sistema 
nervioso, hemorragias enormes etc. ¿Con este cuadro de 
síntomas como se podría sacar una sola gota de sangre? 
...la sola esperanza de salvación! Al principio, es ver- 
dad que se presentan síntomas inflamatorios y conges- 
tivos, pero es un aspecto pasagero que pronto es reempla- 
zado _ por la adinamia en que hay que intervenir muy 
enérgicamente con la medicación tónica. 
Se comprende fácilmente que haya estado en boga 
esta medicación, pero sus autores partían de un error 
muy funesto, puesto que en la fiebre amarilla veian una 
simple gastro-enteritis. 
Las sangrías eran aconsejadas por algunos hasta pro- 
ducir el sincope; el Dr. Belot introdujo en la Habana 
este método que dió origen á los mas funestos resulta- 
dos. Tenemos preconisada por los doctores Chervin, 
Catel, Bust, Jiménez, Flores, etc., pero ¿aun persistirán 
con su modo de curar esta enfermedad?... 
La fiebre amarilla como he dicho antes, consiste en el 
envenenamiento miasmático. De ningún modo se podría 
privar á la sangre del gérmen, favoreciendo su salida; 
al contrario es muy posible que su multiplicación seria 
en mayor cantidad, de donde se puede concluir, que fa- 
vorecer su eliminación es muy racional. De este método 
no tomaremos sino indicaciones muy limitadas, tales co- 
mo tratándose de una complicación franca é inflamatoria 
ó bien en un individuo notablemente pletórico; pero en 
ambos casos, es necesario no perder jamás de vista que 
el organismo necesita fuerzas para eliminar el gérmen y 
debemos ser muy parcos en las sangrías; por mi parte, al 
menos rechazo completamente la general, y solo admito 
las locales en casos muy esepcionales. 
Medicación vomitiva.—En la epidemia del 68 se 
presentó un sistema que no dejó de tener sus adeptos; 
consistía en la administración de vomitivos de tártaro 
estibiado á dosis de dos á cuatro granos y sulfato de 
quinina en dosis de veinte y cuatro á setenta en el es- 
pacio de algunas horas.—-Para apoyarlo y generalizarlo, se aseguraba que por este sistema no habia muerto un 
solo enfermo; lo que puedo decir es, que en efecto, po- 
cos morirían en poder del médico autor, puesto que te- 
nia el cuidado de mandarlos al Lazareto donde unos 
morían á la hora o dos horas, y otros en el tránsito co- 
mo hf'ijqs podido verlo. 
]£ no merece el que nos detengamos en re- 
futadlo; basta tener sentido común para comprender que 
durante la enfermedad uno de los síntomas mas constan- 
tes son las nauseas y vómitos, de tal manera que es lo 
que compromete seriamente al enfermo y los médicos 
hacen esfuerzos para contenerlos; pues bien, ¿para qué 
provocarle? He sido testigo de un hecho muy nota- 
ble: pasaba para hacer mi visita en el Lazareto del Re- 
fugio, cuando me llamaron para ver un enfermo italiano 
en una de las pulperías de Santa Clara, me escusé por 
el momento y ofrecí volver después de concluida mi vi- 
sita; en efecto, á las diez del dia estuve allí y habia ter- 
minado fatalmente; era una de las víctimas de ese fu- 
nesto método. Los datos que pude recojer fueron los 
siguientes: el dia anterior habia tenido escalofríos muy 
violentos y fiebre toda la noche, al ver que yo no podía 
asistirlo al momento, llamaron otro médico que pasaba 
por allí—le propino un emético de dos granos de tártaro, 
las nauseas se hicieron muy repetidas y vomitó mucha 
bilis al principio y después enormes cantidades de san- 
gre, hasta terminar con la vida ese desgraciado. Pue- 
den juzgar y sacar deducciones mis demas comprofeso- 
res de este hecho. 
MÉTODO RACIONAL. 
Este es el método que mejores resultados me ha pro- 
ducido en la práctica; tiene la ventaja de deducirse de 
los aspectos o caractéres con los que se presenta la en- 
fermedad y producir indicaciones en armonía con la etio- 
logía de la enfermedad. 
Pero la indicación no debe ser llevada á cabo sola- 
mente por consideraciones superficiales; debe ser funda- 
da después de un estudio profundo y detenido. En el estudio de los síntomas, he manifestado que el organis- 
mo es invadido por los desórdenes mas complexos. Una 
vez absorvido é introducido el germen en la economía, 
influye á la vez sobre los sistemas neuro-motores, simpá- 
ticos y vagos, y sobre el líquido sanguineo, alterando pro- 
fundamente la nutrición intersticial: estas impresiones 
del agente morbífico determinan enfermedades esencial- 
mente dinámicas; las alteraciones y lesiones de la econo- 
mía son desórdenes reflejos y consecutivos, pero que tie- 
nen una unión tan estrecha como son la de causa y 
efecto. 
Ahora bien, de mis consideraciones anteriores y juz- 
gando con detención y libertad y sin preocupaciones de 
ningún género, no se tardará en reconocer casi una con- 
formidad de ideas espresadas en distintos idiomas para 
la etiología de la fiebre amarilla. En efecto, todos atri- 
buyen la enfermedad á la absorción ó intoxicación de la 
economía por un miasma, virus, animálculos, fermentos, 
etc.; por consiguiente hay una infección, hay una intoxi- 
cación. 
Tenemos, que para fundar el tratamiento se presentan 
tres indicaciones racionales. 
1? Si la absorción de miasmas sépticos es un hecho, 
la primera indicación, como en todo envenenamiento es 
la de «desalojar el organismo de todo lo que contiene de 
principios deletéreos.)) 
2? «Neutralizar la acción de los principios sépticos.» 
3? «Combatir los desórdenes impresos por el principio 
toxico en sus manifestaciones directas ó reflejas.» 
PRIMERA INDICACION. 
Los purgantes llenan la indicación principal y su ac- 
ción es secundada por los sudoríficos. Después de la ad- 
ministración de un purgante, los síntomas generales son 
modificados favorablemente, la purgación intestinal sos- 
tenida durante el período de la fiebre, favorece la depu- 
ración del organismo. La sangre se desembaraza de los 
principios tóxicos sin perder su fibrina ni glóvulos como 
sucede con el sistema de los antiflogísticos. La medicación purgante corresponde por sus efectos á 
la naturaleza de la fiebre. Su eficacia consiste en secun- 
dar la eliminación gradual de los principios morbíficos, y 
por último, en preservar todos los sistemas, aparatos y 
órganos de la causa toxica. 
Debe evitarse todo purgante drástico que no liaría otra 
cosa que exajerar las secreciones intestinales sin desalo- 
jarles de los escretos. Muchos médicos prescriben las sa- 
les, como el citrato de magnesia, sedlitz, etc. pero por mi 
parte prefiero los oleosos. 
Hace mucho tiempo que el aceite goza de mucha re- 
putación en el vulgo; en muchos países que han sido 
diesmados por este azote, creen que es el específico. 
Lo he ensayado y no debo arrepentirme de su admi- 
nistración; creo que luego que se encuentra ingerido en 
el estomago se combina con la gran cantidad de bilis que 
allí se encuentra, y forma una emulsión purgante; sabe- 
mos por otra parte que en esta enfermedad la bilis juega 
un gran rol; en el torrente circulatorio, agrava sobre 
manera el cuadro de los síntomas icteroides—llevada á 
los intestinos la emulsión, provoca movimientos é impi- 
de que este agente escrementicio pueda ser absorvido 
en el torrente circulatorio. 
El modo mejor de usarlo, es, haciendo una mezcla con 
el jugo de limón, solo con el objeto de hacerlo menos re- 
pugnante, pero no por que se crea que de este modo su 
acción es distinta.—Lo prescribo el aceite de almendras 
ó el común á dosis de dos onzas cada dos horas durante 
las doce primeras horas.—Si el enfermo tiene vómitos 
biliosos ó una constitución biliosa muy careada, presen- 
tando al mismo tiempo la lengua saburrosa con una cos- 
tra amarillenta, en estos casos prescribo polvos de proto- 
cloruro de hidrargirio y ruibarbo a. a. 3j. en un papel 
para que tome el enfermo y continué por lo demas el 
aceite bajo la misma forma. 
Lavativas de aceite común en número de tres al dia 
secundan muy favorablemente este método. 
Luego que las funciones intestinales han terminado, 
procuro á toda costa exitar la piel por medio de los su- 
doríficos.—Aquí tenemos igualmente que la piel es otro de los órganos que elimina y obsorve los miasmias, lo 
cual es un hecho muy comprobado; de modo que se com- 
prende fácilmente la benéfica influencia de estos órganos. 
La fórmula que generalmente prescribo es la siguiente: 
Acetato de amoniaco 5j- 
Tintura de acónito 5j- 
Cocimiento de guayaco 5xxx 
Jarabe de sidra ...q. s. 
M. s. a. para tomar una copa cada hora los adultos; 
para niños se modificará según condiciones de edad, 
sexo, etc. 
La generalidad de los casos termina favorablemente 
con este sencillo método, que aconsejo se siga desde el 
momento en que se manifiesta la fiebre. Pero si por des- 
gracia sigue la enfermedad su curso, continuaremos con 
la indicación «neutralizar los efectos del gérmen.» 
SECUNDA INDICACION. 
«Neutralizar la acción del gérmen séptico.»—Aquí en- 
tramos otra vez en el campo de las hipótesis, en el que 
se han propinado infinitos medios sin resultados positivos. 
¿Cuál es el agente que de un modo químico ó diná- 
mico neutraliza el principio séptico?...Si consideramos 
el orgasmo del gran simpático como uno de los fenóme- 
nos genéricos, nacidos del influjo séptico; ¿cuál es el me- 
dicamento que influye sobre sus elementos anatómicos 
conductores, ó sobre los centros nerviosos mismos? 
¡Cuantas cuestiones aun por resolverse!... 
Sin embargo, detengámonos un momento en algunas 
consideraciones filosóficas y fundamentales, puesto que 
al tratar de «neutralizar la acción del gérmen séptico» 
se comprende fácilmente, que se resuelve la vida ó muer- 
te de un epidemiado, es el momento crítico de la enfer- 
medad.—En mis consideraciones comprenderé todas las 
faces de la enfermedad, en sus tres formas principales. 
Ahora bien, los productos que nos suministra la na- 
turaleza orgánica é inorgánica, están dotados de accio- 
nes especiales sobre el hombre; hasta cierto punto, que 
existe una afinidad de orden fixiológico y patológico, cuya ruptura de equilibrio prodúcela enfermedad. Creo 
que estos son hechos que están al alcance de la razón; 
solamente debemos esforzarnos en descubrir el específico 
que debemos oponer á ciertas enfermedades que aflijen 
la especie humana de un modo funesto. La tarea es di- 
fícil, pero tenemos en cambio un horizonte inmenso, 
donde vemos un nombre gravado con caracteres inmor- 
tales, «Jenner,» en efecto la viruela hacia estragos en la 
humanidad, y este grande génio le ordenó se detuviese 
y le obedeció. En la edad media, la peste ¿no hizo es- 
tragos espantosos? y sin embargo el progreso de la cien- 
cia ha hecho que en nuestros dias sea casi una enferme- 
dad desconocida. Estos ejemplos hacen que no desmaye- 
mos en la senda de la observación y de los esperimentos. 
No siendo hasta hoy conocido un específico para curar 
la fiebre amarilla, voy á enumerar algunos medicamentos 
que llenan al menos la indicación, combatiendo ciertos 
síntomas predominantes.—En último análisis, como he 
tenido ocasión de probar anteriormente, la infección por 
el miasma icteroide ocasiona una alteración profunda en 
la inervación y demas funciones vitales consecutivamen- 
te. Al principio, en casi todos los casos aun mediana- 
mente graves se notan síntomas de reacción intensa, 
pulso duro, desarrollado, calor urente, etc.; estos sínto- 
mas generalmente se disipan con los purgantes oleosos y 
algunos sudoríficos, pero son inmediatamente reempla- 
zados por otros de distinto orden que podríamos llamar- 
los ataxicos y adinámicos. 
Voy á describir el método que he empleado con muy 
felices resultados en estos estados. Uno de los síntomas 
que siempre me ha llamado la atención era cierto enfria- 
miento en el cuerpo, pequenez en el pulso y palidez ge- 
neral: en una palabra, parecía que toda la circulación 
estaba concentrada á los grandes vasos.—A fin de res- 
tablecer la circulación en estos casos, he empleado dos 
medios; cuando se trata de individuos fuertes y bien 
constituidos, envolver el cuerpo en sábanas mojadas y 
lijeramente aciduladas con vinagre, procurando cubrir- 
los en seguida con frazadas de lana bastante gruesas, 
pero manteniendo siempre compresas frías en la cabeza. Esto produce un bien estar agradable á los enfermos y 
al mismo tiempo se produce una reacción calorífica en 
la superficie del cuerpo que favorece la circulación de 
la sangre en los vasos. Tratándose de individuos débiles, 
prefiero que se practiquen fricciones con una franela im- 
pregnada de un linimento compuesto; de alcohol de ro- 
mero y alcanforado a. a. 5vj aceite esencial de tremen- 
tina y amoniaco liquido a. a. oüj-—Estas fricciones 
originan igualmente un alivio y reacción muy convenien- 
tes, produciendo una verdadera derivación en la piel.— 
Al mismo tiempo secundo á este método esterno con la 
administración de sulfato de cobre gr. 1 agua de menta ovj 
jarabe de naranja para tomar una cucharada cada 
hora. El sulfato de cobre á esta dósis, modifica los vó- 
mitos y exita de un modo favorable el sistema nervioso 
particularmente el neumo-gastrico. Como los enfermos 
son atormentados por una sed ardiente, preconiso una 
limonada nítrica, con el doble objeto de apagar la sed y 
estimular las funciones del riñon que en todos los casos 
se pervierten; por lo demas, empleo siempre el acetato, 
carbonato de amoniaco, etc., como estimulantes genera- 
les, y en particular el acónito. Cuando los vómitos son 
tenaces administro creosota gts. xx alcanfor gr. viij es- 
tracto acuoso de tebaico gr. iij píldoras N° 10 para to- 
mar una cada dos horas y pedazos pequeños de nieve en 
los intérvalos. 
Hay ocasiones en las que él vómito es muy abundan- 
te y negro, acompañándose de hemorrogias por la nariz 
ú otras mucosas.—En estos casos prescribo alternando, 
percloruro de fierro 5j. agua de meliza ojv. jarabe de 
éter oj. una cucharada cada tres horas y en el intérvalo 
aceite esencial de trementina oij• solución de goma ovj. 
jaraba de sidra q. s. por cucharadas. 
En muchos casos he empleado con gran suceso una 
fórmula compuesta de creosota gts. xx tintura de almis- 
cle 5j. alcohol alcanforado ojv. aceite esencial de tre- 
mentina oj- una pequeña cucharada mesclada después 
de agitar con media copa de agua cada dos horas. La- 
vativas de trementina y ácido benzoico, secundan muy 
favorablemente esta medicación. En cuanto al sulfato de quinina tan decantado por 
algunos, creo que en la fiebre amarilla su acción en alta 
dósis es nosiva. En ciertos casos lo administro solo como 
tónico asociado al alcanfor y opio bajo la fórmula si- 
guiente: sulfato de quinina 3j alcanfor gr. vj. estracto 
acuoso de opio gr. iij. M. píldoras N? 12 una cada tres 
horas. 
En cuanto á los vegigatorios aplicados en el epigas- 
trio, creo que no se les debe tener la prevención que 
muchos módicos tenian. Su aplicación produce la cesa- 
ción del vómito, ó cuando menos alivia sensiblemente.— 
Hay un síntoma muy grave y tenaz, y es la supresión 
de orina; se han empleado casi todos los diuréticos sin 
resultados seguros, pero en algunas ocasiones he tenido 
la fortuna de restablecer esta secreción por medio de las 
flores de hiniesta escobar ó genista scoparia—se hace 
hervir una onza de estas flores en un litro de agua hasta 
que se redusca á la mitad y se administra dos cuchara- 
das cada hora—al mismo tiempo se aplican grandes ca- 
taplasmas compuestas de polvos de scila, linaza y alcan- 
for en la región lumbar y en el bajo vientre. En ciertas 
ocasiones he empleado con buen éxito una pocion com- 
puesta de tintura de cainca 5j- de scila 5j- cocimiento 
de grama §viij. jarabe de sidra q. s. á copitas cada dos 
horas—limonadas de ácido benzoico, etc. Los baños de 
vapor prestan igualmente servicios muy importantes en 
el segundo período. 
TERCERA INDICACION. 
«Combatir los síntomas consecutivos.»—Estos no son 
sino las huellas que deja la enfermedad, que son, una 
postración estremada por poco grave que sea el ataque. 
Los tónicos son indicados muy oportunamente; buenos 
vinos, etc., pero se debe tener especial cuidado con la 
alimentación, debe ser muy nutritiva Generalmente hay 
desgano para comer—en estos casos hace muy buen efec- 
to la administración de píldoras compuestas de estracto 
ee ruibarbo 3j. polv. de colombo gr. viij. píldoras N°12 
tomadas una antes de comer y almorzar. Por lo demas se sigue el orden de combalescencia de las demas enfer- 
medades, 
ALTERACIONES PATOLOGICAS. 
Antes de ocuparme de las lesiones cadavéricas, haré 
un lijero análisis comparativo de algunos de los princi- 
pales líquidos de la economía en la marcha de la enfer- 
medad y en el cadáver. 
Sangre. —Como es difícil obtener la sangre de las ve- 
nas gruesas, mis esperiencias se refieren solamente á la 
suministrada por las epixtasis. En general cuesta mu- 
cho separar la fibrina y glóvulos del suero; sabemos que 
la formación del coagulo sanguíneo es siempre muy tar- 
día cuando se trata de enfermos en los que los fenóme- 
nos respiratorios son incompletos; esta coagulación no 
se efectúa jamás con la sangre del cadáver; queda con 
el aspecto de una masa difluente y homogénea. Los gló- 
vulos son irregulares. En cuanto al serum sanguíneo, 
en muchas ocasiones se presenta ácido—la cantidad de 
albúmina es insignificante comparativamente al estado 
normal—la cantidad de urea es exagerada, lo mismo que 
la materia colorante de la bilis que le dá un tinte muy 
marcado. En algunas ocasiones he notado una putrefac- 
ción rápida con desprendimiento sensible de amoniaco é 
hidrogeno sulfurado, tal vez originado por el fermento 
icteroide. 
Bilis.—No he tenido ocasión de observarla en abun- 
dancia, solamente la he encontrado en muy pequeña 
cantidad y densa en el cadáver. 
Orina.—Como anteriormente he dicho, se presenta 
escasa y con una coloración parecida al pereloruro de 
fierro debida especialmente á la materia colorante de la 
bilis. Sea que la fuerte proporción del ácido úrico ó bien 
la larga permanencia en la vegiga origine una verdadera 
fermentación, es lo cierto, que la orina tiene una reac- 
ción en estremo ácida. Hay otro principio que existe 
igualmente siempre, y es la albúmina, á tal punto, que 
se le considera como uno de los signos pagtoneumonicos. 
Hábito esterior.—Después de la muerte, siempre se observa la ictericia general, particularmente en la parte 
superior y anterior del tronco. En las partes declives se 
vé una coloración violácea debida á la éstasis capilar. 
La rigidez se presenta antes que en otros cadáveres y 
se nota que la putrefacción se verifica con suma rapidez, 
en algunos casos aun en los últimos instantes del en- 
fermo. 
Lesiones internas.—El cerebro no presenta nada no- 
table; en algunos casos raros, serosidad sanguinolenta 
abundante entre la dura madre y la aracnoides. 
Los pulmones infartados por la neumonía hipostatica 
y violáceos en la parte posterior. Las paredes de las 
pleuras sembradas de manchas petequiales. 
El estómago contiene un líquido variable en cantidad 
y aspecto; en ocasiones se encuentra hasta dos litros, 
ofreciendo una coloración bruna ó negra, por lo general 
asemejándose al cafe concentrado. Lavadas las paredes 
del estómago se notan manchas equimóticas muy nume- 
rosas, estensas, y arborizaciones: raras veces ulceracio- 
nes, al menos no las he visto sino en tres casos coinci- 
diendo en estos, con un padecimiento crónico de algunos 
años. 
Los intestinos delgados presentan igualmente arbori- 
zaciones y algunos manchas equimóticas originadas se- 
gún creo por la poca actividad en la circulación general. 
El hígado encargado de funciones importantes, sufre 
alteraciones profundas y características. En cuanto ásu 
volumen es muy variado; su consistencia en la generali- 
dad de los casos es friable, fácilmente se desgarra'entre 
los dedos. Su coloración es igualmente variable, unas 
veces tiene el color de cafe con leche, otras parecida á 
la mostaza ó ipecuana con manchas equimóticas. Exa- 
minando el tegido del hígado, se nota casi una desorga- 
nización completa de las células hepáticas, que son reem- 
plazadas por granulaciones pardas, rodeadas de una 
especie de'emulsión lechosa. La vesícula y los conduc- 
tos biliares están vacíos ó solo contienen menos de una 
dracma de bilis de consistencia de estracto y de color 
tan negro como la brea: la bilis se encuentra por decirlo 
así, derramada en las células hepáticas en lugar de se- guir su marcha normal por los canalículos.—Creo que 
aquí es absorvida por los capilares sanguíneos y llevada 
al torrente circulatorio, determinando la ictericia. 
Otro de los órganos afectados con mas frecuencia son 
los riñones, su volumen está aumentado lo mismo que el 
espesor de la sustancia cortical; su coloración es de un 
amarillo pálido, unas veces reblandecidos y otras fria- 
bles. Un corte manifiesta en ocasiones, coágulos sólidos 
y descoloridos, pero lo mas común es ver las células de 
la túnica epitelial distendidas por gotas grazosas. Los 
canalículos uriníferos sé presentan distendidos y como 
varicosos; las mallas vasculares que rodean las pirámides 
de Ferrein congestionadas. Mis esperiencias químicas 
no las he consignado, porque he encontrado hechos con- 
tradictorios que me hacen dudar si han sido bien hechas 
por el poco hábito que tengo de los reactivos. 
RESUMEN PATOLOGICO. 
Después del ligero exámen que acabo de hacer; cual 
es el modo de obrar del agente infectante?...¿sobre qué 
órganos ó sistemas se localiza? 
Yroy á manifestar mi convicción á este respecto. Des- 
pués de la intoxicación por el miasma icteroide, el orga- 
nismo sufre una falta de equilibrio general; la sangre no 
es apta para estimular los órganos de un modo conve- 
niente, no elimina algunos de sus principios encargados 
de funciones vitales. El cerebro no recibe su estímulo 
conveniente, de allí los trastornos de la inervación.— 
Los principios de la bilis no son separados por el hígado, 
ved su espresion característica la ictericia. Los riñones 
están sin llenar su misión propia secretoria, ved hay la 
supresión de la orina. Así es, que por los síntomas, 
marcha, terminación y caractéres anatomo-patológicos 
podemos hacer la conclusión siguiente: «La fiebre ama- 
rilla consiste en un envenenamients del organismo por 
los principios de la bilis y orina.» No se puede traducir 
de otro modo, puesto que los fenómenos que acompañan 
la enfermedad están siempre en armonía con la altera- 
ción de esas dos funciones; y por último, la anatomía patológica, que es la antorcha que guia el escarpelo á 
las deducciones evidentes, nos lo demuestra. 
PROFILAXIA. 
Encontrándose el principio epidémico en el aire, y no 
existiendo hasta hoy un específico seguro, el medio ra- 
cional es dejar el foco de infección y alejarse á poca dis- 
tancia de la costa. Está demostrado que jamas toma un 
carácter epidémico la fiebre amarilla á una altura de 
8,000 piés sobre el nivel del mar. Por otra parte, obser- 
vamos generalmente que los estrangeros son los que su- 
ministran mayor número de víctimas; es pues indispen- 
sable su salida á menos que sean completamente aclima- 
tados. 
El aislamiento se observa igualmeute, que preserva 
casi siempre de la epidemia en los mismos lugares infec- 
tados; hemos visto que los conventos de monjas, cárce- 
les, etc., no han sido invadidos por el azote, á pesar de 
sus malas condiciones higiénicas: esto puede esplicarse 
de dos modos; la vida metódica por una parte y por otra 
la ninguna agitación ni esposicion á la intempérie délas 
estaciones. De esta observación podemos sacar alguna 
utilidad, aconsejando que jamás se cometan desórdenes, 
ni un trabajo llevado á la fatiga durante una epidémia. 
Hay una cuestión relativa á las cuarentenas. Se ha 
discutido mucho, alegándose los perjuicios que sufre el 
comercio en general; pero hay otros intereses mas caros, 
cuales son los de la vida! Es indudable que hay he- 
chos comprobados de importación en la ciencia; así es 
que la razón dicta tomar tola clase de precauciones con 
los buques procedentes de puntos epidemiados. Feliz- 
mente creo que hoy no se pondrán en práctica influen- 
cias individuales á fin de burlar las medidas sanitarias á 
costa de millares de víctimas! 
La civilización y el progreso no se puede negar que 
in fluyen muy poderosamente sobre la estincion de cier- 
tas enfermedades. El ferro-carril á la Oroya, creo que 
con la facilidad del viaje, salvará innumerables 
no solamente epidemiadas, sino de otras enfermedades, 41 
particularmente de las del pulmón que se han hecho por 
desgracia muy comunes en Lima. 
Reasumiendo sobre la profilaxia, aconsejo la obser- 
vación de la higiéne mas severa, particularmente en los 
alimentos y vestidos. 
Como método interno he podido salvar muchos estran- 
geros llegados durante la mayor intensidad de la epide- 
mia, con la administración de una píldora todas las ma- 
ñanas, de la formula siguiente: sulfato de quinina 3j. 
alcanfor gr. xij. estrado de acónito gr. iij. para 12 píl- 
doras. 
Si las pocas líneas que he trazado, son de alguna uti- 
lidad, quedaré muy satisfecho; pero suplico entre tanto 
indulgencia para este trabajo incompleto, y tomen en 
consideración mis lectores, solo mis esfuerzos por salvar 
ú mis semejantes.