PEETJ HIGIENE PUBLICA. JUNTA SUPREMA DE SANIDAD Dr. Manuel A. Muñiz r^iiVTÁ- IMPRENTA DEL ESTADO, CALLE DE LA RILA, N. 58. 18í)4. IP El IR TT HIGIENE PÚBLICA. JUNTA SUPREMA DE SANIDAD Dr. Manuel A. Muñiz. LIMA. IMPRENTA DEL ESTADO, CALLÉ DE LA RIFA, N. 58. 1894. SUMARIO. I CONGRESO MÉDICO PAN-AMERICANO. II ESTABLECIMIENTO CÜARENTENARIO DE LA ISLA DE SAN LORENZO. III LAZARETOS DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTE AMÉRICA. IY PROFILAXIA MARÍTIMA NACIONAL. I. INFORME del Delegado del Perú al Congreso Médico Pan-Ameri- cano. instalar una asamblea con tan notables propósitos y designios, tales como la protección de la salud pública y la pre- vención de las enfermedades contagio- sas en el Continente de Colón El Rector de la Universidad de Fila- delfia, Presidente de! Congreso, dió la más afectuosa bienvenida á los Delega- dos y Representantes de todas las Repú- blicas hermanas; y, al llegar mi turno, tuve la ocasión de manifestar á nombre del Gobierno é instituciones médicas del país, los voto-» que él y ellas hacían por el éxito de los trabajos de! Congreso en beneficio de los pueblos americanos. E-te Congreso, exclusivamente ame- ricano, no debe confundirse con los Con- gresos internacionales que, periódica- mente, se celebran en Europa. Los paí- ses de ente Hemisferio, tienen asuntos sanitarios que estudiar, de mútuo inte- rés y de vital importancia. Esta reunión ha debido tener lugar hace varios años, para tratar de la unificación de las cua- rentenas americanas ó, mejor dicho, Sobre la Profilaxia sanitaria internacio- nal americana, no podiendo nadie negar la importancia de una acción combina- da de las diversas naciones, para evitar la importación de epidemias exóticas. El Congreso estaba dividido en diver- sas secciones, comprendiendo todos los diversos ramos de las ciencias médicas; y, tí o es mi objeto, ni sería necesario tratar de tan múltiples é importantes cuestiones en este informe La publica- ción in extenso que se hará oficialmen- te por el Gobierno de Estadop Unidos, dará á conocer al mundo la importan- cia y variedad de los asuntos estudiados. Me limitaré á poner en conocimiento del Supremo Gobierno los acuerdes oficia- les internacionales que votó el Congreso y que deben conocer los poderes públi* eos de cada país. En la imposibilidad de poder atender á tan variados trabajos, me limité á co n- currir, alternativamente, según la im- portancia del programa diario de tra- Lima, Diciembre 15 de 1893. Señor Director General de Instrucción y Beneficencia. S. D. Aceptada la invitación del Gobierno de los Estados Unidos de Norte Améri- ca, fui honrado con el nombramiento de Delegado Oficial al Primer Congreso Médico Pan Americano, que debía reu nirse en la ciudad de Washington, en los primeros días de Setiembre del pre- sente año, con el objeto no solo de con- tribuir al adelanto de la Medicina ame- ricana, en solemne efeméride para estos países, sino principalmente para discu- tir y estudiar las grandes cuestiones de Higiene internacional americana, pro curando hacer efectiva la fraternidad científica á la par que la fraternidad po- lítica de las Repúblicas Americanas, idea de fecundos resultados para el por- venir. Constituido en época oportuna en la mencionada ciudad, ya el Agente Diplo- mático de la República había anunciado oficialmente mi nombramiento como Delegado del Perú , siéndome grato ha- cer constar el cordial recibimiento que recibí de los diversos Comités organiza- dor y directivo del Congteso, en el que estaban representadas oficialmente to- das las naciones de ambas América?, á excepción de Bolivía y l'hile, pues si los representantes del Ecuador y Brasil no eoncurrieron fué por motivo de en- fermedad. En presencia de los más distinguidos y notables hombres de ciencia y funoio narios públicos del Gobierno Nacional, el Presidente de la Repúblioa de los Es- tados Unidos, abnó las sesiones del primer Congreso Médico Pan America- no, manifestando su íntimo placer al 2 bajos de cada Sección, á las de Medici- na y Cirugía Militares, Medicina Men- tal y N írviosa y á la de Higiene Interna- cional y de Cuarentenas. En la Sección de Medicina y Cirugía Militares, presidida por el Cirujano Jefe del Ejército Americano, asistido por el Cirujano Jefe del Servicio Sanitario de la Marina, y el del Servicio de Hospita- les Marítimos, se trató en colaboración con médicos militares de las diversas naciones Centro y Sud Americanas, de casi todas las cuestiones de Higiene del soldado,muy especialmente de las que se ocupan de la asistencia de los enfermos en campaña y de los heridos en el carn po de batalla; habiendo presenciado di- versos ejercicios prácticos, en el campo anexo al magnífico edificio que sirve de Biblioteca y Museo al Cuerpo Mélico de esa Nación, los primeros en su género y sin igualen el mundo civilizado, que es- tuvieron constantemente á disposición dé los Cirujanos Militares presentes. Así tuvimos ocasión de estudiar el servicio sanitario militar de ese país, cultivando cordiales y afectuosas relacionas con su distinguido personal, y obteniendo to- das las importantes publicaciones, re- glamentos ó informes de ese Departa- mento. No menos importantes fueron los tra- bajos de la Sección de Medicina Mental y del sistema nervioso, suprimiendo de- talles ajenos á este informe. Las sesiones de la Sección de Higiene Pública y Cuarentenas fueron muy con- curridas y muy importantes, estando presentes reputadísimos higienistas, no sólo de Norte América, sino de algunos otros países. La necesidad de uniformar ó establecer bases fijas para el sistema de Profilaxia marítima americana, filé tratada, no sólo por los Delegados de los Estados Uní ios, sino también por los de Méjico, Costarica y el infrascrito, sien- do la opinión unánime de todos los con- currentes por la reunión de una Confe- rencia internacional americana, forma- da por delegados ad-hoc; pero, desgra- ciadamente, por inconvenientes depen- dientes de la legislación americana, es- te asunto no fué definitivamente solu- cionado, en conclusiones precisas y pe rentorias, como muchos otros asuntos que merecieron la aprobación del Comi- té ejecutivo internacional y del Congre so en sesión plena. Diversas cuestiones de Higiene Urbana, referentes á algu- nas ciudades de los Estados Unidos y de diversas naciones del Continente; de Higiene bacteriológica de las enferme- dades contagiosas (Difteria, Tuberculo- sis, Fiebre amarilla, Cólera, etc.); de Climatología, etc , merecieron también preferente atención de Ja Sección. El primer Congreso Pan-Americano, sin descuidar el adelanto de las ciencias médicas, se ha distinguido por su inte- rés para discutir y resolver tolo lo que se refiere á la salud pública, ley supre- ma de la conservación, desarrollo y vi- gor de las naciones. La importancia indiscutible de los si- guientes acuerdos del Congreso en se- sión plena, es tal que me evita comen- tarios inútiles, limitándome á trascri- bir su texto: l.9—E¡ primer Congreso Pan-Ameri- cano, créeque los intereses de la salud pública, en cada país, son tan delicados é importantes, que justificarían la c*ea- ción de un Departamento en cada Gobier- no. especialmente encargado de su ad- ministración, debiendo tener dicho De- partamento los requisitos indispensa- bles de ser esencialmente nacionales, tener influencia propia en el Gobierno, debiendo ser formado y constituido por médicos competentes para poder com- prender y asumir todas las responsabi- lidades de tan importante cargo. 2 °—El Congreso Mélico Pan-Ameri- cano, es de opinión que la habitual y completa desinfección de cada pieza de bagaje, utensilios ó artículos personales, pertenecientes á las clases inmigrantes; y, la exigencia de la más escrupulosa limpieza de todos los buques que lleguen á los puertos Pan-Americanos, deben ser rígidamente cumplidas, suplementándo- las y completándolas con el valor pro- tectivo de un tratamiento similar en los puertos de partida, especialmente en las épocas en que el Cólera existe en Europa. 3.°—El Congreso Mélico Pan Ameri- cano. cree, también, que la constante y completa desinfección de todos los ob- jeto-personales de los inmigrantes, sus- ceptibles de llevar el contagio al Hemis- ferio Americano; que, la desinfección personal de la tripulación de los bu- ques que conducen estos inmigrantes de cualquiera parte del mundo; y, que el cumplimiento escr upuloso de la limpie- za perfecta de todos los buques que lle- guen á los puertos americanos, deben ser considerados, en todo tiempo, como los más eficientes medios para dismi- nuir grandemente la introducción en este Hemisferio de los gérmenes (le va- rias enfermedades contagiosas, que son y han sido traídas constantemente por las clases inmigrantes y difundidas ex- tensamente en la población de este He- misferio. 3 4. El Congreso Médico Pan-Ameri- cano. ciée útil y necesario el nombra miento de una Comisión Médica Inter- nacional, encargada de investigar la ri- queza y valor de la Flora médica ame- ricana. 5. El Congreso Médico Pan-Ameri- cano, cree indispensab e la formación de un Comité formado por un repre- sentante de cada país concurrente al Congreso, encargado de estudiar y pro- pender á la adopción de un uniformo curriculum en las instituciones médicas educacionales, oficiales ó privadas.de las diferentes naciones de este Hemisferio. Adoptadas las anteriores resoluciones y acordados, por aclamación, á pro- puesta de los Delegados extianjeros, di- versos votos de gracias al Gobierno y pueblo Americanos, á los Presidentes del Congreso y diversas Secciones, y á diversas Autoridades y Corporaciones, se dieron por terminados los trabajos del Congreso, habiéndose previamente acordado que, su segunda reunión, ten- drá lugar en la ciudad de Méjico, Repú- blica de Méjico, en época oportuna del año 1896 ó 1897. Clausurados los trabajos, los Delega- dos extranjeros, acompañados por al- gunos médicos americanos, emprendi- mos una escursión científica por las principales ciudades del Norte, Este y Centro de la Gran República, que duró quince días, durante los cuales fuimos los huéspedes del Gobierno, para lo que el Congreso había votado una suma es- pecial, recibiendo toda clase de atencio- nes y comodidades y la acogida más cordial en todas las ciudades visitadas, no sólo de las Corporaciones mé licas y del Cuerpo médico, sino de las Munici- palidades, etc., que se disputaban á por- fía guiar á los Delegados para hacer más agradable tan útil escursión cien- tífica. En el desempeño de mi misión me he esforzado por corresponder á la honra que se me dispensó y en mis relaciones con las Corporaciones y Autoridades nacionales y con los Delegados extran- jeros, he procurado hacer resaltar la cordial fraternidad que siempre ha ani- mado al Gobierno, instituciones y pue- blo peruano por sus hermanos ameri- canos. Dios guarde á US. Dr, Manuel A. Muñiz n. Establecimiento Cuarenteuario en la Isla r Dr. Santiago Távara y del Ingeniero Departamental, señor Jacobo López de Castilla, acom- pañados del señor Capitán de Navio y del Puerto, señor Ramón Freire, proce- dimos en primer lugar á visitar deteni- damente los tres pontones ofrecidos en venta, para instalar en ellos una Estufa de Desinfección (pontones « Emilia » «Club Regatas» y «Olaya»). Desde luego, á primera vista notamos no sólo las malas condiciones marítimas de dichos cascos,sino también su inutili- dad oara el fin propuesto; pues son pe- queños y no presentan el espacio libre suficiente para instalar la respectiva Es- tufa de Desinfección, con sus obligados anexos, no podiendo además resistir ó un tráfico activísimo,por lo que no sería im- posible un accidente al ser tan continua- mente remolcados de un lado á otro, con un enorme peso como el de la Estufa, etc., en su cubierta superior. Uno de ellos, el más grande, que tieneuna cu- bierta alta, libre, extensa, es el «Emilia»; pero sería indispensable hacer subidísi- mos gastos en su reparación y adapta- ción á su nuevo destino, los que agrega- dos al exagerado precio de S. 200 que se exige por él, aun en arrenda- miento, y á su mal estado y antigüedad son circustancias suficientes para con- vencerse de su inutilidad. Por otra parte, y aún suponiendo que se hubiera encontrado un pontón en buenas condiciones para instalar una Estufa de Desinfección, siempre era ne- cesario instalar también los demás De- partamentos ó dependencias de una Es- tación Sanitaria Marítima,»propiada pa- ra las necesidades del puerto del Callao. Los pontones ó buques estufas, suscep- tibles de ser conducidos de un extremo á otro de la bahía, cuando existen en al- gunos puertos como el Havre, Vigo, San- tander, etc., solo funcionan al servicio de las grandes compañías de vapores, que por su cuenta los hacen construir, según planos a l hoc, ind* pendientemen- te de las E'tufas de Desinf •ceión que dependen de la autoridad encargada de la profilaxia sanitaria marítima, oería altamente ridículo ó inútil contar con 4 Muolias localidades se han propuesto cuando se ha tratado de instalar un La- zareto para el puerto del Callao. Noso- tros creemos que la Isla de San Lorenzo se presta notablemente para la instala- ción del Establecimiento sanitario que se proyecta. Desde luego, preferible fuera una isla más pequeña, más accesible, con vegetación y agua propia; pero, to- das estas condiciones reunidas no se en- cuentran ni cerca del Callao, ni aún en todo nuestro litoral. Además, tratándose de hacer práctica y realizable esta insta- lación se hace indispensable reducir los gastos á su minimun. No existiendo una isla en estas condiciones, y no siendo posible hacer una ó unas artificiales y apropiadas, como ha pasado en Nueva York, Phiíadelphia, Boston y muchos otros puertos de Europa, hay que con- venir que la de San Lorenzo, allanando muchas dificultades, es en la actualidad el lugar más apropiado para instalar, inmediatamente, un Establecimiento sa- nitario de policía marítima del Litoral. A primera vista la circunstancia de existir en dicha isla, muy cercanos á la caleta de la factoría, varios depósitos de dinamita, tan frecuentados, así como el hecho de que, en las caletas anexas, han construido sus chozas y viven mu- chas personas que viven de la pesca, á las*' que sería cruel expulsar, pare- cen dificultar el aislamiento comple- to; pero fácil sería realizarlo, cuando fuera necesario, pues las condiciones del terreno se prestar» admirablemente, sin perjuicio del tráfico de los pescadores y de la conducción de la dinamita. Mejor conocido el mecanismo, el mo- do de la propagación de la mayor parto de las enfermedades infecto-contagiosas, son bien pueriles y sin valor las obje- ciones que se hacen á la ubicación del Lazareto en esta isla, teniendo en cuen- ta la de dirección casi constante de los vientos y de las corrientes, pues el case- río la Punta y la ciudad del Callao, no podrán recibir jamás los gérmenes patógenos de una epidemia, gérmenes que no podría llevar ni el agua del mar, ni menos el viento reinante. Estas su- posiciones no merecen siquiera tomarse en cuenta. La caleta de Harris, ó de la factoría, por su situación perfectamente abriga- da, ofrece según plano de sondeaje que hornos tenido á la vista seguro fondea- dero para cualquier buque, sea cual fue- re su tonelaje y tamaño. Calculando, aproximadamente, la mo- vilidad de pasajeros en el puerto del Ca- llao, puede señalarse un máximun de sólo un buque estufa, viejo y mal apro- piado á sus fines, como toda defensa contra la introducción de las enferme* dados epidémicas contagiosas. St la des- infección es la base del sistema de de- fensa, fácilmente se comprende que un Buque Estufa, por sí solo, sería insufi- ciente para los fines que se persiguen. Hay necesidad, urgentísima, de ins- talar un verdadero y completo servicio sanitario, con sus obligadas dependen cias. Por el momento, pues, aún en el supuesto de conseguir un pontón en magníficas condiciones, debe tratarse de dotar al Callao de los elementos ne- cesarios, no solo para atender á la des- infección de las procedencias extranje- ras directas, sucias ó sospechosas, sino también las de los vecinos litorales li- mítrofes del Norte y del Sur, y aún las de los puertos de nuestro Litoral Na- cional. No es este el momento de discutir y estudiar cual es el puerto de nuestro litoral, Callao ó cualquier otro puerto del Norte ó Sur, en el que debe instalar- se este Establecimiento de desinfección y aislamiento,en el desgraciado supttes to de que por el momento solo sea per- mitido pensar en la organización deuno solo, y esto contando con la cooperación de los más directamente interesados en que el tráfico marítimo sea siempre li- bre, fácil y seguro. Si se resolviera organizar este serví ció en el Callao, teniendo en cuenta las difíciles circunstancias del Erario, con- tando con la respectiva Estufa, hemos procurado estudiar el modo más prác- tico y posible de allanar todas las difi- cultades que impidieran su inmediata realización. Las Estaciones Sanitarias de desinfec- ción y aislamiento, ó cuarentenarias co- mo aún se las llama, pueden ser ubica- das en una isla, natural ó artificial, más ó ménos cercana á la entrada del puer- to; ó en tierra firme, ó en fin en un gran buque construido ad hoc. Generalmen te se instalan en una isla, más ó menos grande, pues cuando están ubicadas en tierra firme es difícil mantenerlas en incomunicación; y, en un buque, por mas grande, nuevo y apropiado que se le sup« nga, nunca será posible disponer de todo el espacio necesario para la práctica de tantos y tan múltiples ope- raciones, no solo respecto á cierto gé- nero de mercaderías, sino también para la desinfección de las personas y el ais- lamiento de los enfermos en el caso de que se presentaran. 5 50 pasajeros de primera clase y 120 de tripulación y cubierta, á los que sería necesario atender, en el supuesto de una posible infección de un vapor, que ha- ciendo la carrera del Sur ó Norte pudie- ra importar el Cólera ó la Fiebre amari- lla. Aceptada la ubicación del Estableci- miento de inspección sanitaria y calcu- lado el número de personas á las que debe desinfectarse y aislarse, veamos cuales son sus secciones indispensables y como pueden adaptarse á estos fines las construcciones y dependencias exis- tentes hoy. En todo el Establecimiento sanitario de desinfección y aislamiento deben existir las siguientes dependencias: 1 a Sección de desinfección y aisla- miento de pasajeros; 2. a Sección de asistencia de enfer- mos y crematorio; 3. Sección di desinfección de mer caderías y carga susceptible de impor- tar el germen epidémico; 4. a Sección de desinfección del bu- que; y 5. a Sección de trasportación y vigi- lancia. 3.a Sección de desinfección y aislamien- to de pasajeros. Debe constar: A —Muelle. B Entufa de desinfección fija. C— S*la de baños de 1 a y 2.a clase. i?—Depósito para ventilación de equipajes. JF-Un buen servicio de agua, libre de toda infección. En la caleta de que nos ocunamos, existe un muelle que está en mal estado. El actual propietario, baj > ciertas con- diciones, se compromete á refaccionar- lo y colocarlo en buen estado, peifecta- mente adaptable á su nuevo destino. La estufa do desinfección fija, con sus anexos, se coloca generalmente en el ex- tremo del muelle, de modo que el pasa- jero inmediatamente que desembarca deja allí sus vestidos y pasa á la sala de baños, para practicar la desinfección peí sonal La prolongación del muelle importaría gastos de alguna considera- ción, pues era necesario construir una base bien sólida y extensa para conte- ner la dicha estufa y el departamento de baños. No creemos que hubiera in- conveniente en construir é instalar la estufa y baños en tierra firme, inmedia- tamente después del nacimiento del muelle, en donde hay espacio suficiente, y pueden llenar ambos servicios perfec- tamente sus fines. La instalación de la estufa en un edi- ficio de madera y zinc, en el que, ade- más, pudieran colocarse ocho ó diez ti- nas de 1.a clase y quince de 2.a clase, contando con la provisión de agua del mar y la que pudiera disponerse dulce, costaría cuatro mil soles, más o menos, sin contar el valor de la estufa. El hermoso y ventilado edificio que Sirve de casa habitación al Sr. Harris, consta en su parte alta de varias h >bi- taciones de recibo y dormitorios, con sus respectivas dependencias, y podría alojar cómodamente, en caso necesario, veintei. treinta personas. La parte baja del edificio, dividida convenientemente, podría ofrecer alojamiento para más de ciento cincuenta personas de ambos sexos. Cerca de esta casa existen otros pequeños edificios, que podrían servir para familias que quisieran vivir parti- cularmente. En resumen, fácilmente se adaptarían para alojar pasajeros sa- nos, las construcciones existentes de propiedad de Mr. Harris. Es tan extenso el terreno disponible, que existen allí lugares de paseo, tiro al blanco, baños de mar. que servirían de sitios de distracción para las personas sujetas al aislamiento. En un extremo de la caleta puede, á muy poca costa, cercarse un espacio para la ventilación del equipaje, ropas y utensilios usados de los pasajeros, previamente desinfectados en la Es- tufa. Por último, existe una máquina con- densadora, que puede suministrar agua en buenas condiciones, hasta para dos mil personas, cantidad que satisface todas las exigencias del Establecimien- to Sanitario. De modo, pues, que existen actual- mente en la caleta todos los edificios necesarios para el aislamiento de los pasajeros que pudieran ser sometidos á observación. Ei único propietario, Mr. Ifirris. convino en que h iría todas las pequeñas reformas y ga-tos necesarios para instalar un Hotel de primor orden, siempre que él tuviera derecho para exigir, como sucede en todos los Laza- retos del mundo, una pensión diaria de cada pasajero, spgun su clase. 2.a Sección de asistencia de los enf er- mos y crematorio. Tratándose de un Establecimiento Sa- nitario, tal como el que se trata de es- tablecer, no es suficiente contar con la Sección de Desinfección y aislamiento; es indispensable además con: A. -Lazareto y dependencias. B. — Crematorio. 6 En una caleta cercana y más al N. de la Factoría, existe una construcción de madera, el Lazareto, erigido en años anteriores, por orden de la Junta Su- prema de Sanidad, que hemos encon- trado en regular estado de conser- vación y que, con un g isto de quinien- tos soles, se podrá colocar en expandi- das condiciones para asistir cuatro ó seis enfermos epidemiados, máximun que puede presentarse. Este Lazareto está bien ventilado y tiene sus respec- tivas salas para enfermos y para asis- tentes. para co' ina, etc. Está unido con la caleta de la Factoría por un buen ca- mino, que podría mejorarse mucho y que permitirá aún el tráfico de carritos de ruedas. Es cierto que la instalación de un crematorio sería costosa, pero en el supuesto de haber defunciones de epi- demiados, podrían verificarse las inhu mariones en el cercano panteón de la isla coa los requisitos que indica la Hi giene. 3 0 Sección de desinfección de merca- derías y carga susceptibles de importar el germen epidémico. Una vez desinfectados y aislados los pasajeros sanos, conducidos los enfer- mos epidemiados ó sospechosos al La* zareto, es necesario proceder á la des- infección del buque y de su carga, ope- ración antes muy difícil, pero que hoy es’muy sencilla, pues no toda la merca- dería o carga que conduzca un buque es susceptible de conducir un germen de contagio. Toda mercadería manu- facturada cerrada ó embalada en fábri- ca. no necesita desinfección que, es in- dispensable, solo en los trapos sueltos y simios, en los cueros, en los cuernos y en los utensilios usados. La fruta, las hortalizas nacidas y desarrolladas á raíz de tierra deben ser destruidas. Siendo muy limitado el objeto que se persigue, en el extremo S. de la caleta, podría muy bien establecerse un gran depósito sin techo, bien ventilado, para proceder á la desinfección de estos ar- tículos. 4.° Sección de desinfección del buque y tripulación. Libre ya el buque de los enfermos, de los pasajeros y de la carga susceptible de estar contaminada, solo falta proce- der á la desinfección y lavado del bu- que pegón las reglas de la ciencia, ope- ración que se podría efectuar en el mis- mo fondeadero, de modo que terminada, en un máximum de 24 horas, podría el buque fondear en el Callao y comuni- car con tierra, para desembarcar su carga indemne y seguir su viaje sin peligro alguno por la salud pública y sin grave perjuicio para elcomercio. 5 a Sección de transportación y vigi- lancia. Habría necesidad de contar, además, con una ó dos lanchitas á vapor, no sólo para impedir y hacer efectiva la inco- municación de la isla y del buque con el puerto, sino también para la movili- dad de unas dos ó más < hatas (lanchas cuadradas), necesarias para el embar- que y para desembarque de pasajeros y mercaderías. Por lo expuesto se comprende que se- rá fácil instalar este Establecimiento Sanitario en la isla de San Lorenzo, si se contara con una Entufa de Desinfec- ción fija, sistema G< neste Herso'hell y se autorizara á la Junta de Sanidad del Callao para que ajustara un contrato con el referido spfior Harria, el que se compromete á reparar el muelle, insta- lar el Hotel, reparar el camino que con- duce al Lazareto, proveer de agua el Establecimiento, dirigir la vigilancia y hacer efectivo el aislamiento, siempre que se le autorice para recibir de los pasajeros la respectiva pensión diaria cuando se presentara el caso, y abonán- dole una pequeña peñsión mensual, en épocas en las que no se ocupara el Es- tablecimiento, condiciones sumamente ventajosas y que hacen inmediatamente practicable y realizable esta instalación, una vez que sólo se debía pensar en ha- cer los gastos de reparación y pintura del Lazareto y los de construceión de la Sala de Baños y Sala de Desinfección, que no ascenderían á cinco mil soles. fácilmente amortizables con los dere- chos de desinfección de cada pasajero y de la mercadería ó carga. No sería tampoco difícil obtener de las Compañías de Vapores, interesadas en la libertad del comercio y del tráfico, la provisión de una Estufa y su respectivo caldero, como adelanto amortizable con los derechos que ellos mismos tendrían que pagar, haciéndoles descuentos equi- tativos. Al dar por terminada la comisión que se nos confió, nos halaga la esperanza que las ideas y datos emitidos en este in- forme puedan servir á la Junta Supre- ma de Sanidad para hacer inmediata la instalación de Establecimiento de Des- infección y aislamiento, indispensable 7 ante la eventualidad del desarrollo de una epidemia en los países vecinos, que nos cogería desprevenidos y así nos im- pondría mayores sacrificios de vidas y dinero. S. P. Dr. Manuel Antonio MuSiz. Wakülski. la importación del Cólera en New York, sin ocurrir á la clausura ó incomuni- cación del puerto y sin exagerar ni ha- cer intolerables y penosqa las prácticas sanitarias de la Desinfección, limitando al mínimum el tiempo de observación de los pasajeros sanos y sin detener los va- pores que, una vez desinfectados, pudie- ron entrar al puerto con solo la pérdida de 24: ó 48 horas. Poc“ á poco se ván desvaneciendo las preocupaciones y ante la luz de los he- chos se hace más y más lógica y clara la ciencia sanitaria, cuyos preceptos no deben ni tienen por que perjudicar los intereses y conveniencias del comercio y ser vejatorios para los viajeros. La vida moderna es imposible sin la rapidez y facilidad de las comunicaciones. Loca- lizar el flajelo, sitiarlo ó aislarlo, comba- tirlo en su origen, practicar la má-t per- fecta desinfección, tales son las bases de la defensa de New York contra la im- portación de gérmenes epidémicos exó- ticos; y, á ellas se debe haberse visto li- bre este año y el pasado de las terribles invasiones del Cólera. A este sistema profiláctico, sabia y enérgicamente apli- cado, sedebe también la atenuación y li- mitada propagación del Cólera en Alema- nia y Europa, después de la última epi- demia de Hamburgo; y, por último, es- tos principios han sido en Inglaterra preconizados desde hace tiempo, consti- tuyendo su Código Sanitario. Pero, Si la ciencia ha llegado tan ade- lante y si el reciente Congreso Interna- cional Sanitario do Dresde, ha consa- grado la superioridad de la Desinfección y el aislamiento y la inutilidad de las cuarentenas, para impedir la invasión de los flájelos epidémicos, tan benéficos adelantos solo se han impuesto tras lar- gas luchas, y la evolución de la Profi- laxia sanitaria, ha sido muy lenta, des- de las épocas aquellas (t4<>3) que, en Venecia, por primera vez, se impuso la detención de los buques por cuarenta di is (cuarentena cuadragmta). Mucho lian podido y pueden aún las preocupa- ciones y es bien difícil vencer la repug- nancia que, aún hombres de ciencia, ex- perimentan por aceptar estos principios modernos que deben ser la baso de nuestro sistema profiláctico. Modificados lentamente con el andar de los tiempos y la evolución progresiva de las ciencias médicas, han ido ate- nuándose poco á poco los primitivos y crueles procedimientos cuarentenarios, emplearlos para detener esos terribles flajelosqup, en épocas anteriores, devas- taron el mundo civilizado; y á la inco- III. Lazaretos de los Estados Unidos de Norte América. Lima, Enero 30 de 1894. Señor Presidente de la Junta Suprema de Sanidad. S. P. Comprendiendo la necesidad imperio- sa de organizar definitivamente en el li- toral nacional, un sistema de Profilaxia marítima, sobre bases científicas, lo más perfecto posible y más acorde con los positivos preceptos de la Higiene moder- na, durante mi permanencia en los Es- tados Unidos de Norte América, última- mente, visité detenidamente las esiacio nes cuarentenarias de New York, Bal - timore, Philadelphia y Bastón, y he po- dido obtener de las diversas autoridades y agentes sanitarios, con las que tne pu- se en relación, todos los datos é infor- mes indispensables para poder darme cuenta cabal de la organización de e¡-e servicio proíilá rtico; y, como á principio del próximo pasado mes Octubre, se presentó en el puerto de New York, un vapor alemán que conducía inmigrantes procedentes de Hamburgo, en el que du rante la travesía habían ocurrido casos fatales y tenía á bordo dos casos sospe chusos, merced á la presentación del Dr. Juan M. Byron, peruano, Bacterio- logista y Director del Lazareto de Swm- burne Island.uno de los más acreditados especialistas de esa ciudad, pude con- seguir del Mé lico Sanitario del puerto, todas las facilidades necesarias que me permitieron estudiar el funcionamiento del servicio, desde el aislamiento y de- sinfección de pasajeros y bagajes, hasta que se le puso á aquellos en libre comu- nicación, sin perjuicio de los casos con- firmados de Cólera, pues hubieron, al- gunos tratados en el referido Lazareto. Tienen más valor práctico estas ob- servaciones personales, cuyo resumen creo de mi deber elevar al conocimiento de la Junta Suprema de Sanidad, por el digno órgano de US , si se tiene presen- te que merced á estas medidas, en el año de 1892, y esta vez, se pudo evitar 8 municación absoluta, la clausura de los puertos, se han sucedido diversas modi- ficaciones prohibitivas, sea en la vía marítima, sea en la terrestre, que han hecho perder al término Cuarentena, su primitiva significación, haciéndolo más general y comprendiendo en él todas las medidas que se han ido creyendo nece- sarias para impedir la importación de gérmenes cxtrangeros. Por otra parte, parece que, cada siglo, cada época, cada civilización, tiene sus enfermedades pes- tilenciales propias; y, á la Pestede Orien- tey el Tifus de ayer, se nos presenta hoy el Cólera y la Fiebre Amarilla, habiendo perdido su terrible poder los mil terri- bles flajelos que en otras épocas aterra- ron la humanidad, siendo cada vez más benignas y menos mortales las epide- mias antes tan terribles y letales. Nacida á la vi'da libre la Gran Repúbli- ca del Norte, en sus instituciones calca- ba las de su antigua metrópoli, y como ella, comprendió que los intereses de Co- mercio, base de su poderío, no estaban reñidos con ios de la Higiene. Pero, si las instituciones de la vieja Inglaterra, le permitieron avanzar al mundo civili- zado y proclamar y llevar á la práctica, desde hace años, los principios sanita- rios que recién hoy ha sancionado el Congreso Sanitario de Dresde; en los Es- tados Unidos, la evolución ha sido más lenta, pues la legislación sanitaria ha dependido y depende, ó de las outori dades municipales, ó de las de cada Es- tado ó en fin ya de las de la Unión. Y así, á veces, un buque llegado á un pu erto, en determinadas circunstancias, se ha tenido que ver obligado á obede- cer disposiciones, muchas veces contra- dictorias, ya de las autoridades Nacio- nales, ja de las del Estado á que perte- nece el puerto, ó ya de las Municipales del mUm» ; y, ha llegado el caso de que las autoridades locales han impedido la comunicación, cuando las nacionales la habían permitido. No hay, pues, una le gislación uniforme en los Estados Uni- dos. Algunas veces, como en Philadel phia y en Niw Orleans, hay armonía de acción entre las Juntas |Board) de Sa- nidad cuarentenanas municipales y del Estado; peio. últimamente, el j» fe de la sanidad de Nt w Yoik no ha vacilado en decía i ar que no cumpliría ciertas medi- das acordadas por el Gobierno Central, en i ateria de cuaientenas, y que se opondría, aún por la fueiza á su ejecu- ción. Hay algún» s Estados qne so-tie- nen su soberanía á este respecto y exis ten disposiciones cuarentenarias de un municipio completamente independien- tes de los municipios vecinos, habién- dose visto casos de luchas armadas para hacer respetar disposiciones sanitarias locales. Ya ha cesado en parte este desa- cuerdo, pues se ha reconocido y acepta- do el derecho de supervisión de los Es- tados, representados por sus Juntas de Higiene (Boards of Health) elegidos por las Cámaras ó por voto directo de los ciudadanos, sobre las disposiciones loca- les municipales de carácter general. Tratando, en especial, de las cua- rentenas marítimas, sucede que mien- tras un Estado es muy severo y rígido, el vecino, por diversas circunstancias, es menos exigente, teniendo los Estados Centrales de la Unión más ó menos confianza en el sistema cuarentenario de uno ú otro Estado marítimo. Por otra parte, reconocida la soberanía de cada Estado para dictar sus leyes pro- hibitorias sanitarias, ellas se dictaban más ó menos restringidas y no siempre han sido ó son la expresión de los pre- ceptos de la ciencia moderna. E-ta cir- cunstancia y la necesidad de uniformar el sistema de Profilaxia Sanitaria Marí- tima Internacional, en esa Gran Repú- blica, han hecho urgente é inaplazable la reforma en el sentido de que todas las Cuarentenas marítimas dependan del Gobierno Nacional, pues en la ac- tualidad existen varios Establecimien- tos Cuarentenarios particulares á cada Estado, como en New York, Boston (en Massaehuset, se dictaron localmente en 1648 las primeras leyes cuarentenarias) etc; y, ocho Establecimientos Cuaren- tenarios nacionales, en ciertos puertos donde pueden proteger uno ó dos Esta- dos, prévia concesión ó prévia petieión del Gobernador ó Autoridades Sanita- rias de cada Estado. En resúmen, la Profilaxia Sanitaria Marítima, en los Estados Unidos, en la actualidad, está encargada: 1. Al Gobierno Central, representado por el Cirujano en Jefe del Servicio de Hospitales Marítimos, dependiente de la Secretaría del Tesoro, Sección de Aduanas; y 2. A las Juntas de Higiene Cuarente- narias de cada Estado (Board of Health) representadas por el Médico Sa- nitario del puerto. Jefe del respectivo Establecimiento Sanitario. El cumplimiento de las leyes nacio- nales sobre Cuarentenas, dictadas por el Congreso Nacional y los gastos del servicio Sanitario de Hospitales Maríti- mos, corresponde á la Secretaría del Tesoro ó sea Ministerio de Hacienda, que nombra al Cirujano en Jefe y per- 9 sonal del Servicio de Hospitales Maríti- mos, y que, por medio del Resguardo de las Aduanas Nacionales, hace efecti- vas la vigilancia y el cumplimiento de las medidas Sanitarias. El Jefe de este Servicio procede en armonía con las autoridades Sanitarias de cada Estado, cuando como en New York, tiene este organizado su Establecimiento Cuaren- tenario; y, en casos urgentes, como por ejemplo, en la última epidemia del Có- lera de 1892. organiza los llamados Acampamientos de detención (Camps of Probation) ósea extensos Establecimien- tos movibles, para alojar y asilar en las mejores condiciones higiénicas, sin peligro de ser contagiados, los refugia- dos de una población, de un barrio, ó de una casa en caso de epidemia, ó los pasajeros é inmigrantes de un buque cuando es insuficiente el Estableci- miento Cuarentenario permanente. El Cirujano Jefe de los Hospitales de la Marina, tiene además á su cargo el cuidado y asistencia de todos los mari- nos de los buques mercantes nacionales y extranjeros, fomentando permanen- temente laboratorios y misiones cien- tíficas de estudio. El, nombra Inspecto res Sanitarios Médicos, en los Estados Unidos y en los puertos del Extranje- ro (Hamburgo, Liverpool, etc.); y, por medio del servicio consular recibe rá- pidas informaciones en caso de epide- mia. Los Oficiales del Resguardo de Aduanas y los vapores aduaneros de la Costa (Revenue Cutter Service) le pres- tan su mas activa colaboración y están bajo su dependencia en casos necesa- rios. El, no solo hace cumplir las leyes dictadas por el Congreso Nacional, sino que también dicta todas las disposicio- nes necesarias para el buen servicio, distribuye y emplea los fondos que vo- tan los presupuestos nacionales, encar- ga al personal médico de que dispone (organizado formando un cuerpo con goces y derechos como el Cuerpo Sani- tario Militar) de todos los estudios é in- vestigaciones y comisiones respecto á materias Sanitarias; hace las pública- ciones científicas y administrativas que crea convenientes; y, en una palabra, constituye un centro de acción de posi- tiva y grande utilidad práctica, sin des- cuidar los intereses de la ciencia. Este servicio central, bajo una sola autori- dad, es indudablemente envidiable, pues está probado que en materias sa- nitarias, es indispensable la unidad de dirección y la efectividad de responsa- bilidad, imposible de hacer real en toda Junta ó cuerpo colegiado. No está le- jano el día en que el servicio profilác- tico de esa gran nación, dependa exclu- sivamente de esto funcionario, pues ya se pronuncia poderosamente una co- rriente de opinión en este sentido. Este vacío en la legislación Sanitaria Nacio- nal, fué la causa de que en el último Con- greso Médico Pan Americano no pudiera aceptarse la idea propuesta por el Dele- gado de Costa Rica, y secundada por el infrascrito, de convocar una Conven- ción Sanitaria Americana, que unifor- mara la lagislación sanitaria profilácti- ca de todas las Repúblicas de este Con- tinente. Pero, esta idea será un hecho más ó menos tarde, y á su realización deben propender todos los hombres de ciencia. Las Estaciones Nacionales Cuarente- narias son ocho, de las cualps, tres pertenecen al Atlántico, dos al Golfo de Méjico y tres á la Costa del Pacífico. ¡Su mantenimiento durante el año fiscal de 1892, ha costado 50,000 dollars, sin contar los gastos extraordinarios, como por ejemplo, gastos de construcción de edificios, de aparatos de desinfección ó de fumigación, etc., habiéndose inverti- do en algunas de ellas (la de Angel Is- land, San Francisco), hasta 175.000 do- llars, sin contar el valor del terreno. Las Estaciones Cuarentenarias de los Estados son varias, y mientras hay al- gunas completas y perfectamente insta- ladas, otros hacen uso de los edificios é indirectamente reciben la protección nacional. Las mas completas son las de Boston, New York y Louisiana. He visitado detenidamente las Esta- ciones Cuarentenarias de los Estados de Massachuset (Boston), New York, Pen- silvania (Philadelphia) y Mariland (Bal- timore), siendo nacionales estas dos últi- mas. Como fácilmente se comprende es- tosEstablecimientos cuarentenal ios son los más importantes de la Unión, no solo por la incomparable importancia comercial, sino por la enorme movilidad de pasajeros en esos puertos. Toda Estación Cuarentenaria debe es- tar ubicaba convenientemente, debien- do ser accesible á los buques, presen- tando seguro fondeadero que no esté en la zona del tráfico diario. Como estas dependencias llenan un doble fin: inspección constante de los buques que entran al puerto y vigilan- cia sobre los buques sospechosos y de- tenidos, su ubicación tiene, pues, que depender de las condiciones del puerto. Entre todas las Est ciones Cuarente- narias que he visitado, la mas concu- 10 rrida es la de New York, que paso á describir. A seis millas del puerto de New York eu un estrechamiento de la desemboca- dura de los rÍ03, en los Narrows, so en- cuentra situada la Oficina del Médico del puerto, donde él reside y fren- te á la cual se detienen todos los buques para recibir su visita. Hay allí un Mue- lle en donde pueden atracar los vapores de Sanidad. Poco mas afuera de este lugar, la ba- hía es bastante ancha y es un seguro fondeadero que permite á la vez que el aislamiento de los vapores en cuarente- na, la detención de los buques que lle- gan, pues la inspección de los buques y pasajeros, solo se hace de las seis de la mañana á la puesta del sol. En la Isla de Hoffman, artificial, de dos acres de extensión, se encuentran los aparatos de Desinfección y sirve también de lugar de detención para los inmigrantes en observación. Además del edificio de la Administración, en don- de residen el Superintendente, el Médi- co y empleados, se encuentran cuatro grandes edificios de ladrillo, de dos pisos, en los que pueden acomodarse, separan- do los sexos, hasta dos mil inmigrantes. Existen los respectivos baños, y todas las dependencias, como lavandería, co- cina, lavatorios, etc. Hay un pequeño hospital de observación y todo está iluminado por luz eléctrica. La isla Swínburne, también artificial, más ó menos del mismo tamaño, en la que existe el Hospital de contagiados, de madera y zinc, de un solo piso, consti tuido por cinco pabellones laterales y dependencias¡centrales para el Adminis- trador y médicos. También hay peque ños chalets para aislar familias, mien- tras no se compruebe ser atacados por el flajelo, en cuyo caso pasan al hospi- tal, que está como todas las dependen- cias de la Cuarentena, unido por telé- grafo submarino, á la Oficina de los Narrows y á las otras secciones. En esta isla se encuentra, también, un Ore matorio para los cadáveres de los epi- demiados, con su anexo salón de au- topsias y Laboratorio Bacteriológico. También hay una dependencia en la que hay pequeños nichos de ladrillo y fier- ro para depositar las cenizas de los cro- mados. Existe, además, una Estufa de Desinfección, lavandería, luz eléc- trica, etc. Todas estas islas y la Oficina central están dotadas de muelles que permitan acercarse los dos vapores anexos á este servicio sanitario, y aún los buques mis- mos. En una palabra, con las variaciones correspondientes á la localidad, puede decirse que una Estación Cuarentena- ria y de Desinfección consta en los Es- tados Unidos, de las siguientes depen- dencias: 1. Una Oficina Central, en donde residen las autoridades sanitarias, y á veces las de la Aduana, en la entrada del puerto, con su respectivo embarca- dero y en la que se enarbola la bandera amarilla que sirve de señal al buque, para esperar la visita. 2. De uno ó más vapores ad-lioc. 3. —De un fondeadero sanitario, se- parado del camino usual de los buques, de fácil aislamiento y vigilancia, mar- cado por boyas, si fuese necesario. 4. -De un vapor desinfectador cons- truido ad-hoc, y cuya forma y sistema varía según el sistema de desinfección que se adopte. Los hay algunos dota- dos de tanques convenientemente pre- parados para contener 2.000 ó más ga- lones de solución de Bicloruro de Hi- drargirio, en ciertos casos de 1 por 500, con una ó más bombas á presión para riego ó lavado. También se les provee de poderosos ventiladores, para reem- plazar y desalojar el aire impuro ó in- fecto de las bodegas, por otro puro y seco. Otros vapores están dotados de hor- nos especiales para quemar azufre, sien- do el Dióxido de azufre asi generado conducido bajo presión á las bodegas y lugares más recónditos del buque sos- pechoso. Estos hornos de azufre son de diversos sistemas y modelos y á veces se instalan en tierra firme, en las extre- midades de loe muelles como en Phila- delphia, de modo que inmediatamente que el vapor deja los pasageros y equi- pajes es fumigado, habiendo puertos en que emplean de 200 á 800 libras de azu- fre por buque, según su tamaño, duran- te 24 horas mínimun; y, otros, como en New York, en donde’ solo so usan que- madores aislados empleándose de 50 á 100 libras; mientras que en Pensacola se emplean 12 libras de azufre por 12 horas y por cada 100 toneladas de re- gistro y en Baltimore 4 libras por 24 horas, por cada mil pies cúbicos de es- pacio; y 8 libras, por 6 horas, por cada mil pies cúbicos en Boston; mientras que en Chandelear se emplean 35 libras por cada 100 toneladas. Indudablemente que el máximum del perfeccionamiento consistiría en dispo- ner de un vapor pequeño dotado de 11 tanques con las soluciones desinfectan- tes y también de los respectivos hornos quemadores de azufre, de modo que así sería perfecta la desinfección de ios bu- ques, sin extraer su carga no suscep- tible de conducir ó retener vivo el gér- men del contagio. También se ha empleado lo que se lia ma Liquid Salphurous Dióxide, manu- facturado en Alemania ó Inglaterra, ó sea gas sulfuroso comprimido en reser- vónos de metal, que al ser abiertos lo dejan escapar rápidamente. 5. De una Estación de Desinfección para pasajeros, bagajes y utensilios per- sonales, que puede ser fija ó á bordo de un vapor ad-hoc. Hay muchos modelos de Estufas de Desinfección, y en los Estados Unidos, varias patentadas. He conocido algunas que tenían varios años de funcionamien- to, como la de New York y otra moder- na recién construida é instalada en Phi- ladelphia, y todas ellas sobre ser muy costosas son muy pesadas y no muy rá- pidas en su funcionamiento. A este res- pecto debo agregar que, en Chicago, he podido comparar modelos de las usadas en ese país,en la Inglaterra, en Alema- nia, en Francia y Rusia; y. puedo asegu- rar que las francesas de Geneste Hers- chell son las mas apropiadas.y lo prueba el hecho de que después de serios con- cienzudos estudios comparativos en va- rios países europeos y de América, se ha optado por ellas. Respecto á instalarlas fijamente ó movibles, ello depende de las condiciones especiales de cada puer- to, de su movilidad y de la naturaleza de los servicios que está llamada á pres- tar. Anexa á la Estufa, debe existir la Sala de baños para los pasajeros. 6. De Hoteles y Barracas para la detención de los pasajeros y tripulan- tes sospechosos, bajo inspección médica, con sus respectivos anexos para la ven- tilación de equipajes y mercaderías sus- ceptibles del contagio. 7. De vapores para poder conducir á las diferentes dependencias cuareute- narias ó á los buques, la cantidad ne- cesaria de agua potable, hervida y pura. 8. De Crematorios para incinerar to- das las materias peligrosas y cuya im- portación está prohibida cuando vienen de países infectados. 9. De Lazaretos ú hospitales para el tratamiento de enfermedades contagio- sas, con sus crematorios para loa cadá- veres, Y 10.°—De Hospitales para el trata- miento de las enfermedades no conta- giosas. Como he dicho antes algunas insta- laciones cuarentón arias son magníficas, pero no hay duda que la que mas ser- vicios ha prestado ha sido la de New York. Los hechos elocuentemente prue- ban su éxito. Durante la epidemia del Cólera de 1892, de 13 de Agosto á 14 de Octubre, pasaron 997 buques con 34,612 tripulantes y 80,077 pasajeros é inmi- grantes; y, á pesar de la aparición del Cólera en el puerto, se libró al país de la importación del flajelo. Es imposible contar la inmensa cantidad de merca- dería y bagajes desinfectados, merecien- do citarse 456.876 sacos de azúcar, de Ham burgo. Pueden compararse los sistemas pro- filcácticos por sus efectos. En Inglaterra y los Estados Unidos, siempre ha pre- dominado el espíritu de protección al comercio. Así, Inglaterra gastando 21 millones de libras esterlinas, en mejo- rar la calidad de las aguas potables, y 12 millones en albañales, ha podido en 1892 desafiar la importación del Cólera que no se ha desarrollado epidémica- mente, aún habiendo ocurrido en varias de sus ciudades algunos casos importa- dos. En New York se ha conseguido re- sultado igual con solo la aplicación es- tricta del principio de Desinfección y ais- lamiento. La Higiene pública moderna tiene ya sólido fundamento para apoyar sus conclusiones, tímidamente expues- tas ántes y que hoy se imponen. (En 1892 en el Lazareto Cuarentenario de New York hubieron 72 casos del Cólera y murieron 20 ó sea 27 %,• Se asistieron 56 sospechosos, de los que 46 presenta- ron los síntomas característicos del Có- lera.) La inspección médica de los pasa- jeros y especialmente de los inmigran- tes, consiste para estos últimos, en su examen á simple vista, pasando en fila simple delante del médico, sombrero en mano y debiendo recorrer un espacio libre de 3 ó 4 metros, de modo que aquel puede apreciar el aspecto y estado gene- ral del enfermo y de sus fuerzas y cual- quiera erupción de la piel que pudiera tener. Así, se examina á todos los ins- critos en el rol de á bordo, ratificándose la identidad de loe inmigrantes y rec- tificándose las sumas de los examinados con los registros firmados por el Cónsul en el puerto de salida. Aún en el caso de que no hubiera casos sospechosos, si bien el buque y paságeros entran al puerto, los inmigrantes son conducidos á un depó- 12 sito especial del que no salen sino des- pués de dos ó mas días y en el que son desinfectados sus bagajes y ellos reciben baños generales de aseo. Cuando el Cólera exista en el puer to de partida, ó cuando los pasajeros provengan de una localidad atacada por el flajelo, ó cuando se hubiesen pre- sentado casos durante la travesía, el periodo de observación para los pasa jeros de primera clase, nunca pasa de 24 horas y para los inmigrantes de cin- co días. Los Cónsules de los Estados Unidos en el Havre, Hamburgo, Liver- pool, Amberes, etc., tienen un adjunto módico que debe visitar los buques antes de su salida, presenciar las operaciones de desinfección del buque y de cada uno de los pasajeros y su bagaje, dándoles unatarjeta personal en que hace constar además que está vacunado (no se acep- ta inmigrante no vacunado). Este mé- dico informa á las autoridades sanita- rias de su país, sobre el verdadero esta- do sanitario de ese puerto y sus cerca- nías. Este procedimiento ha sido imita- do en parte por Méjico, en la última epidemia de Cólera, durante la cual mantuvo abiertos sus puertos, aún para las procedencias infectadas, siempre que el buque, pasajeros y carga fueran des- infectados á la salida, que trajera mé- dico á bordo y que el buque estuviera dotado de una Estufa de Desinfección. En el puerto de salida se observan, en resumen, bajo la vigilancia del médico agregado al Consulado, las siguientes precauciones: 1.a Todo bagaje es cui- dadosamente inspeccionado y desinfec- tado, antes de llegar á bordo; todo el buque se fumiga, lava y ventila, debien- do toda la ropa de uso para el comedor, camarotes, etc., estar muy bien lavada en agua hirviendo y muy bien seca. 2.a Si un pasajero presenta síntomas siquie- ra sospechosos, antes de la salida del buque, es inmediatamente desembarca- do eon todo su be gaje, siendo cuidado- samente desinfectado el lugar que ocu- pó. 3.a Se prohibe en lo absoluto, acep- tar como carga ó bagaje, trapos viejos y usados, telas usadas, colchones y ropa de cama, restos de animales, frutas, y legumbres verdes que se produzcan á raíz del suelo, cueros al pelo, lanas su- cias, pelos, pieles y plumas de animales que no hubieran estado antes sujetas á preparaciones químicas. 4.a Se prohí- be en lo absoluto á los pasajeros embar- car víveres frescos y solo se tolera las conservas cuando están en envases bien cerrados. 5.a Solo se permite beber agua hervida ó bebidas muy calientes de , agua hervida antes y no se permiten co- midas frías; y 6 a El buque, dotado de Estufa de Desinfección, debe prestarse para el aislamiento de los que pudieran enfermarse durante la travesía, debien- do estar provisto de la cantidad sufi- ciente de desinfectantes. Durante el viaje todos los tripulantes é inmigrantes, deben ser diariamente inspeccionados por el médico, y si ocur- re algún caso, debe ser aislado, abrién- dose un detallado registro clínico de la enfermedad. Si se comprobara la en- fermedad epidémica, las visitas del mé- dico se efectuarán llenando todas las prescripciones de la desinfección perso- nal (vestidos impermeables y lavado de la cara y manos antes y después de la visita, la que se efectuará después de haber examinado los restantes pasaje- ros). Como debe suponerse, todas estas prácticas de desinfección se exageran en caso de defunción. En una palabra, se exige del médico del buque, no solo la más estricta desinfección, sino que también se le impone la obligación de señalar el origen y filiación del epide- miado. Con estas precauciones, aún du- rante los períodos epidémicos, se ha im- pedido en New York el desarrollo de la Fiebre Amarilla, á pesar de recibir se- manalmente buques de los puertos in- fectados. En el puerto de New York existe una Comisión permanente de Cuarentena, compuesta de tres miembros, propues- tos por el Gobernador al Senado del Estado, rentados con 2000 dollars anua- les y renovables cada 3 años. Uno de ellos es el Presidente, que elije el Se- cretario. Esta comisión administra las instalaciones sanitarias del puerto y se reúne, diariamente en ciertos meses del año, para resolver los asuntos y tomar las medidas que aseguren la salud del pueblo. El Gobernador del Estado, siem- pre de acuerdo con el Senado, nombra un médico del puerto (Health officer), que permanecerá en el puerto 4 años y que tiene la supervisión general y di- rección de las dependencias euarente- narias; y, que, en momentos de peligro, puede tomar las medidas que juzgue necesarias para proteger la salud pú- blica. El, nombrará y pagará todos los empleados, médicos, etc., de las depen- dencias sanitarias y administra y reci- be los fondos sanitarios. Las enferme- dades sujetas á las cuarentenas son la Fiebre Amarilla, Cólera, Tifus ó Fie- bres de los buques, Viruela, Escarlata, Difteria, Sarampión y cualquiera otra enfermedad contagiosa y que sea califi- 13 cada de cuarentenable por el médico del puerto. Todo buque que llegue al puerto de New York para atracar á los dock-», de- berá estar provisto de una orden por escrito del médico del puerto, y este fun- cionario puede impedir la entrada á to- do buque que, aún sin provenir de puerto infectado y sin haber tenido enfermos á bordo, sea un peligro para la salud pública. Todo üapitán de buque, cuan- do así lo disponga el médico del puerto, está obligado, antes de ser admitido á la libre plática, á cumplir todas las prescripciones que so le indiquen, tales como la desinfección por vapor de agua á presión, la incineración ólainmersión en el agua de todos los artículos que se crea infectados, la destrucción de los alimentos y bebidas infectas, la comple- ta renovación de eu provisión del agua; la mas perfecta limpieza de la bodega, la desinfección de las bordas; en una pa* labra, la completa purificación del bu- que en todas sus partes y contenido por el uso del vapor, por la fumigación, por el agua á presión, etc. El médico del puerto tiene plenos poderes para extraer y aislar á los pasajeros ó tripulantes enfermos y para detener el buque el tiempo que juzgue necesario para la desinfección, el que debe estar incomu- nicado durante esto tiempo y con la bandera amarilla de Reglamento. En todo caso, el médico puede exigir la pa- tente de Sanidad del puerto de salida expedida por el Cónsul de los Estados Unidos, de acuerdo con el médico ads- crito y visada en los puertos de es- cala, en la cual debe constar la condi- ción sanitaria de la tripulación y pasa- jeros del buque y de su carga, así como de sus alimentos y agua, sin olvidar la ventilación del buque; especificándo- se además el número de fallecimientos habidos en dichos puertos por enfer- medades contagiosas epidémicas, el día ó la semana de la salida y toda otra circunstancia en relación con la salud pública de la localidad. Para los fines profilácticos la carga de los buques se clasifica así: 1. Mercaderías que deben someterse á cuarentena obligatoria y desinfección ó bagaje y ropa de uso personal, mantas, pieles y cueros, algodones, tejidos ó la- na no empaquetados en fábrica. 2. Mercaderías que no se aceptan y que deben ser destruidas cuando pro- vienen de un puerto infectado ó sospe- choso, como son los trapos viejos, hi- lachas, cabellos, pieles y restos de ani- males, etc. 3.°—Mercaderías expuestas á una cua- rentena opcional, comprendiendo el azúcar y ganado, las frutas que crecen de raíz á tierra. Y 4.°—Mercaderías libres de cuaren- tena y desinfección, y que cuando más, en casos muy señalailos, pueden ser fu- migadas ó desinfectabas exteriormente, ó sea toda la mercadería ó carga no ex- presada antes. Respecto á las cartas, corresponden- cia y periódicos son de libre entrada, siendo inútil su desinfección. Respecto al lastre, el peligro si existe, solo podía referirse al fangoso. La pie- dra, la arena extraída directamente del fondo del mar, aún en puerto infecto, no son peligrosas y respecto al extraído de las desembocaduras de los ríos y canales en puertos infectados, todo pe- ligro desaparece con arrojarla al mar y lavar en seguida las bodegas. Todos los gastos que demande el cum- plimiento de las disposiciones sanitarias del médico del puerto, le serán abona- das por el capitán del buque ó consigna- tarios, comprendiendo los de descarga y carga, desinfección de las mercade- rías y bagaje, etc. El capitán del buque es responsable por el derecho de desin- fección de la tripulación ó inmigrantes [que lo abonan al embarcarse en Euro- pa] y por el de los pasajeros que se re- sistan á pagarlos. Los derechos sanitarios son los si- guientes: Dollars. Por inspección de todo bu- que proveniente de puer- tos extranjeros 5 00 Por inspección do todo bu- que proveniente de los puertos nacionales del Sur, entre Mayo y No- viembre, vapor ó no 3 00 ó 1 00 Por inspección médica de cada 100 pasajeros de cu- bierta ó tripulantes 2 00 Por permiso para proceder al descargue de mercade- rías ó bagaje ... 0 25 Por la inspección de todo buque después de la des- carga de mercaderías y lastre 10 00 Por fumigación y desinfec- ción de los buques, no pa- gándose más de dos veces, en cada detención cuaren- tenaria ó 00 Por la vacunación de cada individuo no vacunado, 14 Dollars que exista á bordo de un buque en el que se hubie- ra desarrollado la viruela durante el viaje 0 25 La desinfección del bagaje y baño personal de cada individuo que venga en buque infecto ... 1 00 Los gastos de alojamiento en chalets particulares ó en común, para los pasa- jeros de primera, varían en las diferen- tes Estaciones Cuarentenarias. Estos gastos tratándose de los tripulantes ó inmigrantes deben ser pagados por las Agencias de las Compañías ó Capitanes de los buques. Los gastos de asistencia módica, etc., son abonables en la misma forma que los anteriores. El médico del puerto en New York, administra todas estas entradas y atien- de á todos los gastos del establecimien- to y sus dependencias, así como á los sueldos de los empleados, calculándose- le una entrada anual de 12,500 dollars; estando obligado el Estado á completar esta suma si acaso el sobrante fuera menor. Realmente el sueldo es mucho mayor, pues se tiene en mira dotar magníficamente este empleo. Nada hay más conveniente en estos asuntos sanitarios como la unidad y la efectividad de responsabilidad Ese fun- cionario, único responsable, libre en sus disposiciones, obra con perfecto conoci- miento de causa y estudia muy bien lo que hace, lo que no sucede cuando exis- ten Juntas, aunque ellas sean todas compuestas de personas entendidas, en las que es nula la responsabilidad por ser colectiva y en cuyas resoluciones muchas veces influyen las pasiones inhe- rentes á toda reunión de hombres y es- pecialmente de sabios en nuestros paí- ses y climas. Las funciones de los mé- dicos sanitarios de cada puerto deben ser perfectamente claras y distintas, para que ellos no puedan tener pretexto para desligarse de responsabilidad. En ese país cuyos puertos tienen un tráfico enorme y están en constante relación con puertos extranjeros epide- miados, con una enmarañada legisla- ción sanitaria (ya municipal, ya del Estado, ya de la Nación), el médico es el árbitro en la ejecución de las medidas profilácticas y con conciencia plena de su responsabilidad, cumple y hace cum- plir, inexorable, las prescripciones de la ciencia sanitaria y las disposiciones de las leyes. Entre nosotros, el menor pre- texto, la menor pretención, más ó me- nos justificable, merece la atención de la Junta Suprema del Ramo, quien in- miscuyéndose en todo y dictando reglas para cada caso particular, desvirtúala fuerza de las leyes vigentes, hace nula la responsabilidad de los médicos de los puertos y hace ilusoria toda la defensa sanitaria marítima de nuestras costas. He concluido de hacer una ligera re- seña de las Estaciones cuarentenarias más importantes de la Gran República del Norte, y me anima la esperanza que su estudio atento pueda ser fructífero para nuestro país. Dios guarde á US. Dr. Manuel Antonio Muñiz. IV. Profilaxia. Marítima Nacional. Lima, Febrero 28 de 1894. Señor Presidente de la Junta Suprema de Sanidad. S. P. La circunstancia de haber elevado al Despacho de US., diversos informes sa- nitarios justificará el presente, en’el que formulo, á fin de que sea discutido con- venientemente, un plan completo de Profilaxia Sanitaria Marítima para núes tro litoral que, no! dudo, merecerá la ilustrada atención de US. Hay una preocupación común á los Pueblos y á los Gobiernos que siempre han temido más las plagas exóticas ó que pueden ser importadas, que las propias ó autóctonas; pero, el ascendiente y predominio creciente de la Higiene, sin disminuir el lustre de las restantes ra- mas de las ciencias módicas, ha ido des- vaneciendo ese temor infundado y pro- bando la necesidad de cuidar la Higiene de la casa, del lugar, del país, como la más segura garantía contra la invasión y desarrollo de las grandes plagas epi- démicas que, día á día, causan menos estragos, estando verdaderamente ate- nuadas con relación á las de otras épo- cas de terrible recuerdo. Cada siglo ha tenido sus plagas especiales, cada vez más benignas, comparando su mortali- dad actual. Hay, pues, como alguien ha dicho, viejas y nuevas epidemias. Y bien vieja fué la idea de oponerse al de- sarrollo de ellas, con terribles medidas restrictivas y con prácticas crueles, que hoy parecen ridiculas. La Higiene Pública Urbana ha gana- do inmensamente en estos últimos años 15 y sus preceptos se ván popularizando más y más; de modo que, á cada adelan- to en la Higiene Urbana, ba correspon- dido una crueldad menos en el Código de Higiene Internacional. Antiguamente cada ciudad, cada pue- blo, se libraba como podía del flajelo, y las Cuarentenas Venecianas se genera- lizaron y se hicieron terrestres y se abu- só de ellas, como se abusa de todo en la humanidad. Normalizado el sistema político de la Europa, después de las grandes guerras de principios de este siglo, cada pueblo se preocupó más de su desarrollo y viri- lidad y la salud pública mereció mayor atención de los Poderes Públicos. Sobre- vinieron las primeras invasiones del Có- lera y su terrible letalidad aterrorizó á Pueblos y Gobiernos y la idea enuncia- da de aunar los esfuerzos de todos para combatir el peligro común comenzó ó germinar. Así se llegó á reunir el pri- mer Congreso Internacional de París, presidido por Melier, de Julio del 51 á Enero del 52, en el que los Delegados de los Gobiernos de ese Continente trataron de acordar las medidas más convenientes para evitar la invasión y desarrollo del Cólera y en el que se dió el primer golpe al sistema antiguo de cuarentenas y la- zaretos. El segundo Congreso Interna- cional, celebrado también en París, tuvo lugar del 9 de Abril al 30 de Agosto del 59 y fué mas bien diplomático que cien- tífico. La tercera Conferencia interna- cional inauguró sus sesiones en Cons- tantinopla en Febrero de 1886 y se con- cretó especialmente al Cólera, quedan- do aún en pié el sistema cuarentenario antigüo, algo reducido. Esta Conferen- cia tiene mucha importancia científica, pues en ella no solo se redujeron los exa- jerados períodos cuarentenarios que an- tes se imponían, se estudió cuidadosa- mente la trasraisibilidad y contagio de la enfermedad, sino, lo que es más im- portante, se reconoció la eficacia indis- cutible del aislamiento y de las inspec- ciones médicas; de tal modo que, por decirlo así, ella marca una nueva era en la profilaxia internacional, dándose más ventajas al comercio que constituye la vida y poderío de las naciones. En 1873, en Viena, se celebró la cuarta Conferen- cia Internacional Sanitaria y en ella ya se condenaron como inútiles las cuaren- tenas terrestres, se redujeron aún más los plazos de las cuarentenas marítimas, y se estableció como sistema profilácti- co, definitivamente, la inspección mé- dica. El 5 de Enero de 1881, por iniciativa del Congreso y Presidente de los Esta- dos Unidos de Norte América, se reunió en Washington una Conferencia Inter- nacional Sanitaria á laque concurrieron Delegados de las naciones de Europa y América, con un fin más limitado que las anteriores, pues su objeto era elabo- rar un sistema internacional de avisos sobre el estado sanitario exacto de los puertos de mar y de las localidades per- tenecientes á cada nación, digno déla confianza de los Gobiernos interesados. La quinta Conferencia Sanitaria In* ternacional se celebró en Roma, en 1885, y sus trabajos, bastante importantes, se suspendieron con motivo de la aparición del Sajelo en Italia. Las últimas dos in- vasiones del Cólera en Europa provoca- ron la reunión de la sexta Conferencia Internacional en Yenecia en 1892 y la séptima en Dresde á principios del afio próximo pasado; y, ála fecha está reuni- da en París la octava Conferencia Inter- nacional que completará los trabajos de la de Dresde. llamada sin duda á hacer época en la Historia de la Higiene Pú- blica. En Venecia se trató do detener el Cólera en el mar Rojo. En Dresde, bri- llante página de la Higiene moderna, di- gau lo que quieran algunos recalcitran- tes, se plantearon las bases mas raciona- les de profilaxia. Y, á la fecha en París, á la vez que se buscará como disminuir el despotismo de las cuarentenas y la- zaretos, aún aceptados en algunos casos se tratará de atacar al Cólera en su cu- na, en el Asia. En América, conocidos son los tra- bajos de los Congresos Sanitarios de Rio Janeiro y Lima, sin que por razones de diversa naturaleza, hasta ahora no se hayan podido obtener todas las venta- jas que eran de esperarse de la unión combinada de las Repúblicas del Pací- fico. Cada uno de estos Congresos Inter- nacionales Europeos ha sancionado, su- cesivamente, los adelantos constantes y progresivos de la Higiene. Se ha visto que las medidas restrictivas, crueles é inútiles, perjudicaban enormemente un 95% de los habitantes de un país ó de una ciudad, sin garantir siquiera el 5°/0, único susceptible de adquirir el Cólera, en el caso de su desarrollo ó invasión; y, se ha comprendido, al fin, que la clausura absoluta de un puerto es irrea- lizable y que un solo pasajero que la burlara, cosa que siempre sucede, si ve- nía enfermo, en ciertas condiciones, provocaba el desarrollo de la afección. Por eso, en la Convención Internacio- 16 fia! de Dresde, se ha reducido al míni- mun posible las trabas á las transaccio- nes comerciales y á los viajeros, los que no podrán en ningún caso ser rete- nidos, salvo que estén enfermos de la epidemia. Se ha aceptado, al fin, que las conveniencias del comercio y del trá- fico libres no son opuestas. Se ha pro- clamado bipn alto la absoluta eficacia de la Desinfección y la inutilidad tam- bién de ella cuando se trata de mercade- rías manufacturadas, de la correspon- dencia, de los impresos, de la ropa no usada; en una palabra, de todo lo sus- ceptible de no recibir los líquidos pro- venientes de un colérico. Inútiles han sido pues las cuarentenas, inútil la de- tención de pasajeros sanos é inútil eso que se ha llamado desinfección de mer- caderías y correspondencia. El peligro está en el enfermo, en sus equipajes y efectos usados, en los trajes viejos, hi- lachas, cueros, cuernos, pieles, intes- tinos desecados y demás materias ani- males empleadas en la industria, así como en las frutas, raíces y vegetales que crecen á flor de tierra y que pue- den recibir los líquidos infectos, por lo que pueden traer el germen. A ex- cepción de los equipajes y ropas de uso y aseo, que pueden ser desinfectados, se debe prohibir la importación de la carga antes indicada cuando proviene de puertos infectados. Cada día queda mas ejecutoriada la superioridad de la profilaxia inglesa, que nunca obra por temores ni por sos- pechas; que no persigue sino al indivi- duo realmente enfermo; que deja abier- tos sus puertos y no pone trabas al co- mercio exterior, como ha sucedido en la última epidemia de Hamburgo en 1892; y, que si aparece el cólera en su interior, sin aterrorizarse entonces, sin precipi- tarse, lo aisla, lo combate y lo extingue, allí donde apareció. La profilaxia real es, pues, la defensa local: por la desin- fección se procura evitar la entrada del germen; por el saneamiento se evita su adaptación y desarrollo; y con la misma desii feeción, se le aisla y mata. Se dirá, y ya se ha dicho en todos los tonos, que esas ventajas las debe Ingla- terra á los enormes gastos que ha he- cho en el saneamiento de sus puertos y ciudades, pero se olvida que positiva- mente más dinero se gusta combatien- do la epidemia con medidas inútiles en sus resultados, bárbaras en sus formas inseguras en sus efectos. En resumen las restricciones sanitarias perjudican y dañan más la virilidad y riqueza del país, en vidas y dinero, que la misma importación del mal. Son muy curiosas las preocupaciones administrativas. Se apela á todo medio para combatir un Sajelo exótico; y, sin embargo se sufre pacientemente las pér- didas constantes causadas por las ende- mias locales. Se acepta mejor y se cree mas justificable, cerrar los puertos, im- pedir la entrada de los buques en cual- quiera condición que lleguen, encarecer la subsistencia y empobrecer el tesoro público, aún en paises como el nuestro en donde el Cólera no hubiera podido causar la infinidad de víctimas, que po- sitivamente y á día á día se pierden por el descuido y el olvido del sanea- miento urbano. No es esto sostener la inutilidad de la profilaxia defensiva marítima, sino pro- vocar una reacción contra ese atolon- dramiento de pueblos, corporaciones y Gobiernos, cuando se trata de la posible importación de una enfermedad infec- to contagiosa, de resultas del cual siem- pre se hace tarde y mal lo que podía haberse hecho antes pronto y bien. Muy arduo y muy complejo, con mu- chas dificultades en su aplicación es el problema de la reglamentación sanita* ria de un país, base indispensable de toda profilaxia, sea marítima ó sea ur- bana. El saneamiento urbano, por otra parte, es una obra que requiere largos años de labor constante, y solo es mi objeto, en esta ocasión, fijar los puntos cardinales que, en la actualidad pudie- ran prácticamente servir de base efecti- va para la implantación de un verdadero sistema de defensa, que impidiera la im- portación y desarrollo de esas enferme- dades infecto contagiosas, exóticas, sup- ceptibles de amenazar al país. Para esto haré un ligero resumen so- bre la etiología de las citadas enferme- dades, deduciendo de sus modos de pro- pagación conocidos los medios racio- nales de evitarlas. Corresponden en el día, en el lenguaje vulgar, á la apelación de grandes epide- mias las Pestes, el Cólera y la Fiebre Amarilla. La Escarlatina, la Grippe ó Influencia de tan funestos recuerdos, la Dipteria, la Fiebre tifoidea, el Tifus (castigo que se dan las naciones á sí mismas por su igno- rancia é indiferencia, según Virchow), el Sarampión (no conocido aún en Aus- tralia), la Disentería, etc, enferme- dades todas, eminentemente contagio- sas ó epidémicas, debidas ó causas de diverso origen son por decirlo así autóc- tonas y corresponden á la Higiene pro- filáctica urbana. Solo las Pestes, el Có- lera, la Fiebre amarilla y la Viruela pueden ser importadas. 17 Bajo el nombre génerico de Pestes se ha comprendido muchas afecciones de gran mortalidad, epidémicas, conocidas desde la más remota antigüedad, siendo de notar entre otras la llamada Peste de Egipto ó Peste de Bubones que ha ido declinando más y más, alejándose de la Europa (en la que no se ha observado hace setenta años), manteniéndose aún y reapareciendo periódicamente en al- gunos lugares de la Persia. Arabia, Centro del Asia, Africa del Norte, etc. La Peste Negra (la famosa y terrible mors nigra de 1348) no debe preocupar- nos así como la anterior, por no haber aparecido jamás en nuestros climas, ni en los lugares con los que estamos ó po- demos estar en relaciones más ó menos directas ó indirectas. La Viruela, conocida en China y la In dia 1,200 años antes de J. O., que tan- to ha costado á la América colonial, tiene su correctivo en la vacunación de Jenner ó mejor en la vacunación con linfa animal. La vacunación y revacu nación ha resistido á todos los argu- mentos acumulados por la pasión ó la ignorancia. Descubierta hoy la vacuna- ción animal, desaparecen las últimas objeciones que pudieran hacerse á este medio profiláctico, tan radical como ab- soluto. La Fiebre Amarilla es una enfermedad infecciosa epidémica, trasmisible y en- démica en ciertos lugares de clima tó rrido y situados en las desembocadura- de los grandes rios. Esta afección ha si- do varias veces importada entre noso- tros y parece que desde el siglo XVII se cebaba en la América, siendo bien conocidas las epidemias habidas en el Perú. El germen de la Fiebre Amarilla, no es aún bien conocido: no se le ha de- finido con exacta precisión científica. Se cree que es un anaerobio y que da- das ciertas circunstancias climatéricas locales puede formar focos epidémicos- Es un hecho indiscutible que los focos endémicos de esta afección están en la Zona Tórrida; pero á no aceptar las influencias mesológicas es imposible explicarse la conversión, por decirlo así, del foco endémico en otro epidémico pro- pagable. Parece un hecho que la Fiebre Amarilla se contrae más por la exposi- ción en localidades infectas, que por el contacto directo con un enfermo, el que bien puede en ciertas circunstancias in- fectar á su vez una localidad. Hay tam- bién quien piensa que esta enfermedad se propaga como el Sarampión y las Vi- ruelas; pero, más racional es creer que sucede con la Fiebre Amarilla lo que con el Cólera y Fiebre Tifoidea y que, el ger- men de aquella como el de éstas vive en las descargas alvinas de los enfermos, desarrollándose y propagándose en for- ma epidémica cuando encuentra ciertas y determinadas condiciones. No es posi- ble aceptar, y los hechos clínicos lo prue- ban, que la Fiebre Amarilla se propague siempre de individuo á individuo y si los contagionistns señalan hechos á su favor, analizándolos con precisión cien- tífica se encuentra que, si aparente- mente ha habido contacto directo, el germen se ha recibido de una fuente co- mún, existente en la localidad ó buque infectados en ciertas condiciones por un primitivo enfermo que trajo la infec- ción, al lugar en que ella no era ni si- quiera endémica, la que se desarrolló por la coincidencia de ru importación con la existencia de ciertas condiciones mesológicas. La Fiebre Amarilla, enfermedad es- pecialmente de los litorales y de los puertos de mar, de los climas cáli- dos, necesita pues para desarrollarse epidémicamente en una localidad, de tres factores bien precisos: importación del germen susceptible de reproducirse con suficiente virulencia, predisposición individual para poderlo recibir y condi- ciones especiales de la atmósfera, el te- rreno, el clima, etc., para que el sembrío sea fructífero. La Profilaxia racional de la Fiebre Amarilla consistiría, pues, no en la vacunación de Freyre y otros, ni menos en las largas cuarentenas, sino simplemente en el cumplimiento del si- guiente plan sanitario: l.° Exclusión del germen exótico por la vigilancia sanitaria en los puertos de partida y llegada (desinfección personal y de bagajes, desinfección del buque, inspección médica de los pasajeros y tripulantes, aislamiento de los enfermos y de los sospechosos, uso del agua her- vida, desinfección de los líquidos que arroja el enfermo); 2 ° Aislamiento absoluto del enfermo á bordo, si la enfermedad aparece duran- te el viaje; 3. Desinfección de los escretos, mate- rias vomitadas, ropas usadas, etc.; y 4. Cuando se presenta ya más de un enfermo en un barrio ó en una casa, su despopulación ó sea separación forzada de todas las personas que allí viven, sus- ceptibles de recibir el mal y cuya pre- sencia puede ser un peligro y una causa de la propagación de la epidemia, me- dio riguroso y muy en práctica en los Estados Unidos de Norte América. 18 Ya el Congreso Sanitario de Roma y los de Río Janeiro y Lima habían con- venido que las medidas profilácticas pa- ra la Fiebre Amarilla eran más ó menos las que pueden tomarse para el Cólera. El Cólera, enfermedad conocida desde los tiempos inmemoriales en la India, en las bocas del Ganges, siguiendo las vías y adaptándose al progreso de los medios de comunicación, ha sembrado el terror en el mundo civilizado por mucho tiempo, hasta que hoy, más co- nocido, es combatido más racionalmen- te, hasta el punto que el célebre Bou- chanan haya podido decir: «que el cóle- ra ha salvado más que destruido exis- tencias humanas,» paradoja explicable, si se tiene en cuenta que á esas epide- mias coléricas, se debe en gran parte el desarrollo de la Higiene Pública y Ur- bana modernas. El Cólera es una enfermedad de los pobres y de las gentes trabajadoras, y es rara en las clases medias y ricas, eli- giendo de preferencia á las personas cu- ya nutrición ú órganos nutritivos son defectuosos. Esta enfermedad epidémi- ca no es contagiosa á manera de la vi- ruela y las fiebres exantemáticas y la susceptibilidad humana para recibirlo, no pasa del cinco por ciento de las po- blaciones. Ño ha concluido aún en el mundo científico la polémica sobre el contagio del Cólera. Hoy, como cuando apareció por primera vez, se han dividido las opi niones, unos creyéndolo eminentemente contagioso y fácilmente comunicable de persona á persona. Otros creyendo que su desarrollo epidémico depende de las condiciones de la localidad (Pettenkofer desde 1*84.) Pero todos, contagionistas ó localisistas están acordes en aceptar un germen y la necesidad de la disposi- ción personal. Este germen que no nace de la nada, debe sin duda ser importado ( Koch } y exige un terreno apropiado para su desarrollo virulento ( teorías con- tagionistas); pues no es posible, sin gra- ves inconvenientes, aceptar que median- te circunstancias desconocidas del medio pueda volver á renacer la actividad en el suelo ( Pettenkofer ) de gérmenes antiguos, durmientes por decirlo así (teoría de la revisvicencia), ó de micro- bios habitualmente inofensivos para convertirse en virulentos ( teoría del trasformismo micróbico). Dejando de lado el exclusivismo de los localistas en sus teorías teluro-cósmicas y aceptando la existencia indiscutible del gérmen, es necesario conocer la vehi- culación de esos gérmenes hasta que en- cuentren el organismo predispuesto en el que deben desarrollarse. El vehículo cierto, más activo y más general del Có- lera, es el mismo hombre, especialmen- te en sus vestidos y ropa de uso, no porque éstos estén en contacto con la piel del enfermo, sino por la posibili- dad de haberlo estado con sus vómitos ó deyecciones, donde sin duda reside el agente reproductor de la terrible en- fermedad. La desecación no es tan mor- tal para el bacilo del Cólera, como lo pensaba Koch, pues Hueppe, Finkler, etc., han encontrado formas capaces de soportar la desecación por a'gunos me- ses; y Kitasato, Berkholt, Guyon, etc., han conservado hasta quince y treinta días bacilos desecados con sus propieda- des virulentas. La vehiculación de los gérmenes coléricos por el aire no tiene ó tiene muy poca importancia, y el con- tacto con un colérico no tiene el peligro que el contacto con su ropa de uso con- taminada. De modo, pues, que sin ne- gar la propagación del Cólera por la vía seca en atmósferas limitadas y en cier- tos y determinados casos, hay que acep- tar sin discusión que todo medio como el agua ó cualquier objeto capaz de con- tener deyecciones ó vómitos de coléricos puede servir de vehículo al contajio y de medio de propagación á la Epidemia y siendo tan fácil la contaminación de las aguas por los líquidos del enfermo ó por las ropas de él, se comprendo como ha podido sostenerse de una manera ab- soluta la vehiculación hídrica del Cóle- ra. Y, esta vehiculación por las aguas, siempre constante, se encuentra com- probada en la historia de todas las epi- demias coléricas, muy en especial en ia última de Hamburgo y Altona, pues hubieron barrios libres de la epidemia por consumir agua no contaminada, di- versa de la que consumía la ciudad epi- demiada. En 1892, en Hamburgo, con 600,000 habitantes por 18,000 atacados, cifra pequeña, hubieron 8,000 defuncio- nes. La defensa contra el Cólera puede ser, ya antes de la aparición de los prime- ros casos ó ya durante sus manifestacio- nes epidémicas. Se consigue lo primero mediante el saneamiento de las poblacio- nes, lo que exige el cumplimiento extric- to, colectivo é individual, de las pres- cripciones de la Higiene. Manifestada la Epidemia por la aparición de los pri- meros casos, se hace indispensable ais- lar y extinguir éstos, impidiendo su ex- pansión y propagación. Esta fórmula profiláctica, simple y sencilla, le ha per- 19 mitido á Inglaterra mantener en 1892 su libre comunicación con todos los puertos infectados; y, su aplicación en Alemania, en el mismo año, mantuvo confinada la Epidemia sin que invadie- ra el resto del Imperio. En San Petera- burgo, en época semejante, se localizó y destruyó el foco epidémico aplicando medidas racionales de Profilaxia, mu chas veces dolorosas en sus efectos (in- cendio de grupos de casas). En la úl- tima Epidemia de Europa, como en las anteriores, el éxito y triunfo de la Desin- fección ha sido completo y decisivo. La exclusión de los gérmenes exóticos me- diante la inspección médica; el aisla- miento de los enfermos; la detención de los individuos sospechosos y la desinfec- ción del bagaje y ropa de uso en los puertos de entrada; la vigilancia sanita ria de ios puertos de mar y el inmediato aislamiento de los individuos que hayan estado expuestos á la infección; el aisla- miento más perfecto de los enfermos ya atacados, la desinfección de sus escre- tos y de todos ios artículos susceptibles de ser contaminados; y, principalmente, el uso de una agua libre de toda conta- minación, á la vez que la vigilancia en los alimentos, constituyen el conjunto de preceptos higiénicos defensivos de éxito seguro. La Desinfección, arma tan poderosa de defensa, debe perseguir al microbio no solo en su vida urbana, por decirlo así, sino también en las pa- redes, muebles, pisos, etc., de los luga res habitados por los enfermos. Por me- dio de la Desinfección se limitó el desa- rrollo de la epidemia colérica en el Ha-- vre y en París. Ya en otra parte hemos dicho que Méjico mediante la sola De- sinfección, mantuvo sus comunicacio- nes con todo el Continente atacado de Cólera. La única medida restrictiva que pue- de aceptarse, es la prohibición abso- luta de la internación de trapos, colcho- nes y ropa de cama, usadas, lanas su- cias, cueros al pelo y de empaque, cuer- nos con adherencias carnosas, sustan- cias animales ó vegetales en putrefac- ción, frutas que se desarrollen á raíz del suelo ó se eleven poco de su nivel, y to- da clase de plantas verdes y tubérculos, etc., cuando provengan de puerto in- fectado ó sospechoso. Es también indis- pensable. en este caso, someter á la De- sinfección química ó del vapor de agua, según se crea, respectivamente, la ropa de uso de los pasajeros, el papel usado, los cuernos limpios, las pieles y lanas lavadas; la Reda, algodón, lino, cáñamo, yute y demás materias textiles que.no hayan eido manufacturadas y que no hubieran recibido preparación industrial alguna. El ganado lanar, vacuno, ca- brío, de cerda, de pluma, será bien ven- tilado y convenientemente desinfectado. Por último, todo país debe estar pro- visto, en alguno de sus puertos dei lito- ral. de una instalación suficiente para recibir á un buque en cualquier estado que se encuentre. La defensa sanitaria de un país, aún delineada á grandes rasgos, es uno de los más difíciles problemas de Higiene aplicada, y tiene que ser fruto de suce- sivos y difíciles estudios. En una pala- bra, es indispensable el concurso de va- rias inteligencias, para poder trazar en la perfección posible el conjunto de pre- ceptos que resguarden la vida y garan- ticen la salud de los pobladores de un país. Pero, no basta ésto. Obra de tanta magnitud, requiérela colaboración de todos los que representan ó encarnan, ya la voluntad de los ciudadanos, ó sea municipalidades, ó ya en fin, de las corporaciones oficiales administrativas, dependientes del Poder central. Además de los reglamentos y leyes, y déla cooperación de todos los Poderes, es necesario no quererlo hacer todo en un momento y llegar al fin propuesto lentamente, sin vacilaciones ni precipi- taciones. Para que la Inglaterra haya conseguido la verdadera inmunidad de su territorio, se han necesitado tiempo, dinero y la resolución firme de largos años de trabajo. Por desgracia las cuestiones de salu- bridad pública, preocupando con justi- cia á todo-*, son por lo mismo, tratadas y resueltas bajo un criterio casi siempre ágeno á la ciencia. Todos se creen con derecho á discutir sus preceptos, dudan- do del éxito de las medidas que no com- prenden. Por otra parte, los pueblos sólo se preocupan de su Higiene en el momento del peligro. En Higiene tiene su más am- plia aplicación el si vis pacem para be- llura. Es necesario prepararse para la lucha, no en el momento mismo de la batalla, cuando la calma abandona á los combatientes, sino de antemano, cuan- do se puede juzgar claramente la ver- dadera extensión del peligro, muchas veces imaginario, cuando se juzga con el flagelo á las puertas. El terror es mal consejero, y tratán- dose de epidemias exóticas, en el Perú, se repetirá lo que ha pasado en el mun- do entero. La historia de la Higiene pú- blica moderna demuestra que* aúu en 20 las más recientes epidemias en el mun- do civilizado, no sólo es calamitoso el flagelo en sí, sino por las consecuencias del pánico, que aturde á los hombres de ciencia, á las autoridades todas, justifi cándose así las escenas de que han sido teatro hace poco, las comarcas más centrales del Viejo Continente, y aún las grandes ciudades, en las que han ocurrido escenas dignas de las más atrasadas épocas. «Los enfermos, dice un higienista, fueron abandonados por parientes y amigos; los sospechosos llevados con- tra su voluntad y sin ningún cuidado, á Lazaretos primitivos; los muertos fue ron enterrados con prisa y sigilo; los ha- bitantes trataban de defender las ciuda- des, aún no invadidas, con exagerado uso de desinfectantes y como en la edad media se trataba de cortar la peste con grandes fogatas y fumigaciones. El tránsito por tierra y por agua fue im- pedido; en todas partes se buscaban sospechosos ó enfermos; el equipaje de todos, hasta de los pasajeros más sanos, fue detenido en las fronteras por desin- fecciones inútiles; el tráfico de mercade- rías fué impedido y casi cesó comple- tamente, por las limitaciones hechas á su introducción ó por las preocupacio- nes de la desinfección.» Esta dura experiencia no la aprove- chamos, ni aún con el ejemplo de lo que pasó en Chile, en 1837, cuando el Cólera hizo perecer 60,000 habitantes, á pesar del dinero que se gastó á torrentes y de la energía de sus autoridades en com- batir el mal. Es ya un axioma indiscutible, que no hay dinero más productivo para una nación que el que ella gasta al servicio de la Higiene. Una vida perdida, cuan- do ha podido evitarse es un capital ganado en el activo de una raza ó de un pueblo, y, nada acredita más bién el grado de civilización de un país que sus instituciones sanitarias. En nuestro país no se comprende ó no se quiere ver la verdad de estos axio- mas. Se espera para la acción, el mo- mento del aturdimiento y se quiere, probablemente, con indisculpable fata- lismo repetir mañana lo que ya antes se ha hecho: cerrar puertos, establecer cuarentenas inútiles,rechazar cruelmen- te buques con enfermos, y, todo ese cor- tejo de tristes y vejatorias medidas, que no tuvieron otro resultado que cercenar considerablemente los recursos del Era- rio Nacional, y, dar rudo golpe á la ri queza pública; pues el Cólera no vino entonces al Perú, incomunicado con Chile, como no vino tampoco al Norto de esa República, que siempre estuvo en comunicación con los lngires infec- tados. Parecerá una exageración, pero quizá, más costaron esas inútiles medi- das, con las que ni siquiera estuvimos garantizados de vernos libres do la im- portación del germen, que la misma in- vasión del mal que por misteriosa se- lección se ceba cruel, casualmente en las clases que menos influyen en la ri queza y vigor do una raza y un pueblo. Ese Agelo, como alguien ha dicho- ha sido un gran factor en el desarrollo de la civilización. La verdadera Profilaxia sanitaria de un país, debe empezar por el sanea- miento del terreno y por la práctica constante de todas las medidas de Hi- giene privada y pública, que contribu- yan á mejorar las condiciones sociales de sus habitantes. El saneamiento es la mejor garantía, no solo contra las epidemias exóticas, sino contra las grandes y terribles endemias locales, más mortíferas aúnque las prime- ras y de acción lenta y constante. La Higiene del aire, del agua y del sue- lo, debe preocupar á las autoridades comunales, tanto ó más que la Higiene privada á los individuos. Y, para con- seguir que éste y aquellos, en su res- pectiva esfera, cumplan con esos pre- ceptos, es indispensable la propaganda incesante para difundir la convicción, en administrados y administradores, de las excelencias de las ventajas, de las comodidades y de la riqueza indivi- dual ó pública, que sobrevienen al indi- viduo ó al país que sabe cumplir con las leyes de la Higiene. Los pueblos, así como se dan los go- biernos ó instituciones que se merecen, según la atención que dediquen á los preceptos de la Higiene, conseguirán robustecerse ó enriquecerse. En una palabra, el saneamiento que hace invulnerables las agrupaciones contra las influencias del medio y de la infección, es una obra lenta, hija del trabajo asiduo y del tiempo y que re- quiere la constante consagración y di- rección de individuos dotados de los conocimientos técnicos indispensables. Tratándose de la resolución práctica de este problema en el Perú, fácilmente se puede comprender con cuantas difi- cultades se tienen que tropezar; pero aún bajo el criterio más pesimista, no puede dejarse de reconocer sin tener que hacer para ello un estudio especial que alargaría demasiado este informe, que la Higiene Pública de nuestras 21 grandes agrupaciones urbanas, especial- mente en la Costa, es relativamente sa tisfactoria, comparándola con los demás países de este Continente y aún del Viejo mundo; y, que su saneamiento es fácil de conseguirse con poco esfuerzo, y solo dejando esa obligación ó íoido- niéndola perentoriamente á las Corpo- raciones municipales. Pero, desgraciadamente, la Higiene individual, en el Perú está muy atra- sada. Será bien difícil destruir tantos errores, hijos de la preocupación ó de la ignorancia, para poder imponer la convicción y la fó en sus consejos. Mientras la instrucción no se propa- gue debidamente, todo esfuerzo será inútil: hay que llegar al fin de una ma- nera indirecta. El actual Reglamento de Sanidad, no sólo es impotente para evitar la impor- tación de una enfermedad exótica, sino que, en materia de Higiene urbana es deficiente. Sus disposiciones no repre- sentan sino restricciones inútiles. Son incompletas, sin unidad de plan, sin miras y sin base definida. Muchas veces son contradictorias, y, casi siempre ha habido necesidad de dictar resoluciones para cada caso particular; de tal modo que respecto á Policía Sanitaria, unas veces se ha ido muy lejos y en otras, las más, se han autorizado crueldades inicuas. En el Reglamento vigente, no están bien delineadas las atribuciones y poderes de las autoridades sanitarias y estas mismas, parecen no tener en la mayoría de los casos, conciencia de sus deberes y de sus responsabilidades, y estas se han rehuido á tal punto, que, se ha apelado hasta la autoridad supre- ma del Ramo para resolver los mas sen- cillos casos. Si se hiciera la Historia desapasiona- da de nuestra Policía Sanitaria Maríti- ma de los últimos años, se harían visi- bles escandalosos absurdos, y, más que todo, se evidenciaría la falta de lógica entre los acuerdos de un día y los del siguiente Y esto es natural, cuando se tienen autoridades de responsabilidad colectiva y de personal variado; y, ge- neralmente, en su mayoría, poco enten- didos en asuntos de Higiene. Es pues indispensable reformar radi- calmente la Ley de Sanidad, creando además fondos especiales con que aten- der á los diversos gastos que impone un buen servicio sanitario. Esta cuestión es de vital importancia. Tratando en especial de la Profilaxia Sanitaria del Litoral nacional, reina la idea de que son suficientes los principios y acuerdos adoptados en los Congresos Sanitarios de Río Janeiro y Lima. Este es un grave error: están muy atrás res- pecto á los adelantos sancionados en Ve- necia y Dres'le. La Profilaxia «le las Enfermedades exóticas no puede reasu- mirse en fórmulas uniformes y banales. Las leyes profilácticas no son constan- tes. Hay necesidad de atender no sólo al gérmen específico, sino también á las circunstancias locales de la localidad amenazada, á la intensúlad y calidad de su trafico comercial; y, así por ejem- plo, sería ridículo imponer medidas res- trictivas á un buque que aún procedien- do de puerto infectado no hubiera tenido casos epidémicos durante un viaje de más de treinta días; y, sin embargo, re- petidas veces se han clausurado los puertos de la República para proceden- cias muy lejanas y para buques que no han presentado novedad alguna duran- te el viaje. Nuestro sistema de defensa marítima debe ser muy sencillo y debe reposar sobre el principio de dar las mayores facilidades al Comercio. Tres son las enfermedades que impor- ta tener presente para evitar su impor- tación epidémica: la Viruela, la Fiebre Amarilla y el Cólera. Las demás enfer- medades epidémicas como las Fiebres Tíficas, Difteria, etc., existen en el país, y, no deben ser objeto principal de un plan de defensa marítima. Contra la Viruela, producto exclusivo del contagio, se posee un específico: la Vacuna. Bien fácil sería evitar la importa- ción de un caso de esta enfermedad, dado el supuesto en que se hubiera desarrollado epidémicamente en un puer to muy cercano, como Guayaquil ó Iquique, por ejemplo, si se obligara á los médicos de cada vapor de tráfico á no permitir el embarque á las personas no vacunadas, salvo el caso que se so- metan á esta práctica y á la desinfec- ción personal apropiada. Si á pesar de es to, apareciera un caso durante el via- je, era indispensable aislarlo completa- mente del resto de los pasajeros y tri- pulantes, sin que por esto pudiera pro- hibirse la entrada de ese buque, pues son bien conocnlos los recursos que ofre- ce la ciencia para aislar ese enfermo, p«*r decirlo así, y desembarcarlo y con- ducirlo á un Lazareto terrestre, sin pe- ligro para los habitantes del buque, ni para los pobladores del puerto. No hay razón, pues, que justifique la menor medida cuarentenaria contraía Viruela- 22 La Fiebre Amarilla, nos ha venido casi siempre por el N.; pero su desarro- llo en las Repúblicas del Plata, nos pon- dría en el caso de temer una invasión por el Sur. Mueho se ha discutido sobre la incubación de esta afección, y, sin en- trar de lleno en este punto, se señala un período máximum, muy raro, de 1 día y 8 días á 14 días; de modo, pues, que aún en el supuesto de su desarrollo en los puertos al S. de Valparaíso, no habría razón que justificara medidas muy rigurosas, contra los buques que tuvieran más de 10 días de viaje sin ha ber presentado casos á bordo, pues bien sabido es que no sólo es indispensable para el desarrollo de la Fiebre Amarilla la existencia del germen contagioso, que puede ser importado por un enfermo, y no encontrar las condiciones locales meteóricas (especialmente calor) y las condiciones sociales é individuales (ha- cinamiento de población, inmunidad por aclimatación y por profesiones, etc.) que faciliten el desarrollo epidémico del mal; y, á este respecto, tan cierto es que no basta la existencia de un caso de Fiebre Amarilla para que ella se de sarrolie epidémicamente, que todos sa- ben los repetidos casos de esta afección diagnosticados en los hospitales y po- blaciones de Lima, Callao y ciudades y puertos del litoral del Norte, sin que hubieran constituido un foco epidémico por no haber encontrado todas las con- diciones necesarias para ello. Con razón ó sin ella se afirma que la Fiebre Amarilla es endémica en Guaya- quil. causando en ciertas ocasiones 12 y 15 defunciones diarias; y, á pesar de la libre comunicación con los puertos del Norte y el mismo Callao, con uno ó cuatro días de viage, aún sin tomar me- dida alguna de desinfección, el Vóm'to Negro no se ha desarrollado entre no- sotros, en estos últimos tiempos, in- dudablemente porque, ó esa Fiebre Amarilla, endémica en Guayaquil, di fiere en algo de 1a verdadera Fiebre Amarilla epidémica de las Antillas, Veracruz y la costa del Africa, consti- tuyendo una entidad mórbida distinta y menos trasmisible; ó, porque siendo la misma, una y otras, solo adquiere su germen, propiedades virulentas, me- diante ciertas influencias locales y me- sológicas. Hay que confesar que resta aún mucho que saber respecto á Fiebre Amarilla, muy especialmente, en cuanto se refiere á su Etiología y Diagnóstico, por lo que. á pesar de todo lo expuesto, se hace indispensable apelar áun recur- so higiénico de efectos seguros, sea cual fuere la doctrina etiológica que se acep- te (localisista ó contagionista); es decir, á ia desinfección en el puerto de em- barque infecto, prévia inspección per- sonal médica y á la misma en el puerto de arribo. Esta doble desinfección y la inspección médica del viajante, al em- barcarse y desembarcarse, serian sufi- cientes medios, más poderosos aún, que las cuarentenas largas y estúpidas, con las que se ha querido combatir la im - portación de este mal. Desgraciadamen- te, si para un hombre de ciencia es aceptable esto medio de defensa, no su- cederia lo mismo para el vulgo que cree en la efieácia de las cuarentenas, porque supone que 4, 5 ó 6 dias de detención, matan un gérmen que puede vivir mu- cho más. En resúmen, la desinfección simple es suficiente en los casos en que los buques procedan de puertos infectados del Sur ó Atlántico, con más de 9 días de na- vegación. Respecto á los puertos del Sur, con me- nos de 9 días de navegación y á los del Norte, de Guayaquil á Panamá y Méji- co, no habrá porque interrumpir el trá- fico, aúu en los casos en que en ellos se hubiera desarrollado la Fiebre Amarilla epidémica, siempre que estando el bu- que provisto de Estufa de Desinfección se sometiera á esta operación á todos los pasajeros y bagajes embarcados en los puertos infectados y se la repitiera en la primera Estación cuarentenaria nacional, sin perjuicio de las medidas especiales profilácticas que estarían en- cargados de cumplir los médicos de los buques; entendiéndose que éstos no po- drían embarcar lanas ni trapos sucios de uso. ganado, restos de materias anima- les, frutas y hortalizas nacidas á raíz de tierra, etc. La reclusión cuarentenaria por 4 ó 5 días, máximun, no podría aceptarse si- no en casos muy extraordinarios: cuan- do el buque estuviera lleno de enfermos epidemiados. Como so vé bien simple es esta Pro- filaxia internacional, y, estas mismas medidas pueden aplicarse para el caso de Cólera, con la circunstancia especial de que no hay razón, en la actualidad, que explicara la clausura de nuestros puertos para los puertos europeos ata- cados del fiígelo del Ganges, y con ma- yor razón si los buques no hacen el viage directo, pues todo vapor que pasa por el Estrecho de Magallanes, y que debe tocar en algún puerto de Chile, es inspeccionado y desinfectado por ¡a Es- 23 las condiciones de sus depósitos de agua, por lo que deben ser inspeccionados fre- cuentemente, recomendándose se pro- vean de los aparatos necesarios para hervirla y arrearla cuando sea necesa- rio. La conducción de ganado, no siem- pre es compatible con el tráfico de pa- sajeros, especialmente de cubierta. En resúmen, para defender nuestro litoral do la importación de una Epide- mia exótica, sin esperar el momento del peligro, cree el infrascrito, que la Jun- ta Suprema de Sanidad está en el deber de discutir la conveniencia de las si- guientes medidas fundadas en los más sanos principios de la Higiene moderna y en la conveniencia de que no se repi- tan, en un caso dado, las vacilaciones y errores de otras épocas. La Junta Suprema debe recomendar á los poderes públicos su adopción, pues solo así podrá ser acreedora á la grati- tud nacional, correspondiendo álos fines de su creación. Medidas de carácter permanente. 1. Modificación de las leyes munici- pales, encargando á eetas Corporacio- nes, tan preferentemente como de la Instrucción, del cuidado de la Higiene urbana de las comunidades que repre- sentan . autorizándolas para crear fon- dos ad hoc y para cumplir los acuerdos de las Juntas Municipales de Higiene, cuyo funcionamiento debe ser real y regular, á fin de conseguir el sanea- miento de nuestras poblaciones. Estas Juntas Municipales de Higiene, cuyo personal debe ser técnico, deben estar autorizadas para preparar todos los re- glamentos y disposiciones municipales que coadyuven al cumplimiento de las leyes de la Higiene urbana, sin que las Municipalidades puedan modificar ó suspender esos acuerdos, teniendo la obligación de hacerlos prácticos, rr.uy especial, cuando se trate de todo lo que se refiera á la vacunación y desinfección, á la pureza del aire y del agua, etc., etc., 2. Hacer obligatorio en instrucción primaria y en instrucción media el es- j tudio de la Higiene privada y pública; ¡ 3.° Fomentar la formación de Socie- dades de Higiene y provocar y organi- zar conferencias públicas, protegiendo las publicaciones especialistas, gratis ó á bajo precio, con el objeto