DIEZ RAZONES PARA PREFERIR LA HOMEOPATÍA _A_L SISTEMA COMÚN —DEL— TRATAMIENTO MÉDICO POR UN PADRE DE FAMILIA -188® GUATEMAt-Ar TIPOGRAFÍA “LA UNION,” OCTAVA CALLE PONIENTE NÜM. 6 DIEZ RAZONES PARA PREFERIR LA HOMEOPATÍA AL SISTEMA COMÚN DEL TRATAMIENTO MÉDICO. “Varios casos médicos que me son muy fami- liares en el círculo de mis amigos íntimos y co- nocidos, lian sido tratados y curados por la Ho- meopatía, en los cuales los médicos y cirujanos alopáticos no han conseguido ninguna victoria en su tratamiento; sin decir cosa alguna de los casos que he oído del testimonio de otras perso- nas.—J. Sill Bückingam. Esq.” “Es lamentable que mientras que muchos mé- dicos, guardianes de la vida, malgastan el tiem- po en inútiles bagatelas, oscureciendo la verdad con sus discursos, millares, sí, decenas de milla- res de hombres perecen cuando debieran salvar- se!—El profesor Henperson.” Habiendo experimentado por cerca de veinte años los beneficios del nuevo sistema en mi propia familia, y estando agradecido á los benignos efectos en varias enfermedades ocurridas durante ese período, como pre- senciado igualmente su favorable influencia en muchas familias que me son conocidas, deseo que otras personas con quienes no tengo relaciones ni medio alguno de re- comendación personal, participen de las ventajas de su poder curativo. Oyendo y mirando muchos de los sufri- mientos humanos sin poder permanecer ciego ni indi- ferente, el escritor no puede dejar de deplorar muchas 4 muertes, que hubieran podido evitarse con el uso de medios adecuados; así como un inmenso cúmulo de padecimientos, miserias y destrucción de la salud, pro- ducidas por el muy conocido, y deplorablemente cruel, innecesario sistema antiguo de tratarlas enfermedades. Las siguientes son algunas de mis razones para pre- ferir la Homeopatía, á la cual estoy muy agradecido: I.—Porque causa menos mortalidad que el sistema antiguo. Habría que escribir un volumen para probar esfa evidencia; y lo que voy á exponer no es mas que un mero espécimen. Inflamación de los pulmones.—Esta agudísima y pe- ligrosa enfermedad lia sido estudiada con esmero por el profesor Henderson, de Edimburgo; y la mortalidad ocurrida en ambos tratamientos, observada con la ma- yor lealtad, lia sido como sigue: la cifra de los muer- tos bajo el tratamiento alopático lia alcanzado al 21 por ciento, mientras que por el método homeopático apenas lia llegado á un 8 por ciento. La pleuresía es otra enfermedad aguda y peligrosa; pero por el tratamiento homeopático apenas sucumbe 1 por ciento, mientras que la mortalidad por el siste- ma viejo es de 8 á 10 veces mayor. La salvación de la vida por la Homeopatía, es tan grande en la inflama- ción de los intestinos como en la pleuresía. Acaso sea para algunos más satisfactorio oír lo que dicen los ad- versarios; y por lo mismo, el presente testimonio será liara ellos tan incuestionable, cuanto que viene de un escritor contrario á la Homeopatía, y cuya atestación confirma el hecho de que “cualquiera estadística for- mada honradamente, aun por los adversarios al nuevo 5 método, depone en favor del sistema de HalmemannV Veamos. Admitidos. Muertos. Mortalidad p. idO. Hospital alopático (Viena) 1134 260 23 Hospital homeopático........ . 538 28 5 Pleuresía. Hospitales alopáticos . 1017 134 13 Hospitales homeopáticos . 386 12 3 Inflamación de los intestinos. Hospitales alopáticos . 628 84 13 Hospitales homeopáticos . 184 8 4 Disenteria. Hospitales alopáticos . 162 37 22 Hospitales homeopáticos . 175 6 3 Inflamación de los pulmones. (Iooctor Routii, “Sofismas de la Homeopatía.”) Es, pues, evidente que las probabilidades en favor de la curación, son mayores bajo el sistema homeopá- tico de un 4£ por 1 en la inflamación pulmonar, de 4 por 1 en la pleuresía, de 3 por 1 en la iníiamación de los intestinos y de 7 por 1 en la disentería. La estadística siguiente del tratamiento del cólera epidémico durante el año de 1831, lia sido extractada de los documentos publicados por la prensa, de orden de la Cámara de I03 Comunes. De ellos la mortalidad resulta en estos términos: Casos del cólera, con ó sin collapsus. Tratamiento alopático Muertos por (00.. 45 Tratamiento homeopático 17 6 Casos de collapsus. Tratamiento alopático Muertoj por 100. Tratamiento homeopático 30 El doctor Macloughlin, uno de los médicos inspecto- res del hospital de “Board of Health,” y que visitó el ‘'Hospital homeopático de Londres,” y vió los casos tratados allí, ha sostenido públicamente que “vió mu- chos casos de curación bajo el tratamiento homeopáti- co,’ que sin duda habrían “fallado tratados por cual- quier otro método.” II.—Porque la Homeopatía cura más 'prontamente que el sistema antiguo. Los citados adversarios admiten el hecho de que en los hospitales homeopáticos, con el mismo numero de camas apropiadas á la pneumonía, se admiten casi tres veces más enfermos que en los hospitales alopáticos. También reconocen que en la pleuresía, el número de los casos admitidos es al menos el doble respecto de los establecimientos alopáticos. El doctor Henderson ha demostrado que en los hos- pitales alopáticos, la cifra de la duración de la enfer- medad es de 30 días, cuando apenas llega á 10 en idén- ticas enfermedades en los establecimientos de la Ho- meopatía. Difícil sería encarecer la importancia de tan apreciable ventaja. Para un obrero que gana el pan con el sudor de su frente, el tiempo es de la mayor importancia; y es un hecho averiguado que de la prolongación de las enfer- medades resultan grandes escaseces al padre de fami- lia, males que tienen origen en lo ineficaz del trata- miento alopático. Una de las ventajas que habría en aumentar los hos- pitales públicos con la admisión del tratamiento ho- meopático, sería la de que, por lo menos, podría du- plicarse el número de pacientes admisibles, sin aumen- tar el número de las camas ni los gastos, sino con dis- minución de éstos, como puede verse en la IV de estas razones. 7 III.—Porque la Homeopatía es menos desagradable que la vieja medicina. Nadie niega ésto. La habitación de un paciente alo- pático contrasta con la de otro homeopático. En el primero se ve la vacía del sangrador, las repugnantes sanguijuelas, las heridas, los emplastos, los vendajes, los eméticos con sus asquerosos resultados, los pur- gantes con sus intolerables, por no decir nocivas con- secuencias. Piénsese en estos tormentos de la vida en sus últimas y más solemnes horas, infligidos de ordi- nario á la indefensa y aterrada niñez, y se tendrá una clara idea de una inorada de horrores, cruel y repug- nante hasta para una sociedad de salvajes; y añádase, que estos tormentos no sólo son inútiles, sino perni- ciosos más allá de cuanto puede calcularse, con fre- cuencia destructores de la vida que han querido sal- var, por la ruda grosería de sus aplicaciones. Véase ahora la alcoba de un paciente homeopático. Está muy enfermo, pero la sangre de su vida no es prodigada; aquí no hay vacías de sangrador, ni em- plastos arrancados, ni sanguijuelas, ni trapos ensan- grentados. Sus vestidos están limpios y el aire que lo rodea es suave; porque aquí no hay eméticos, ni pur- gantes, ni salivas, ni su consiguiente hediondez. El único objeto que indica una enfermedad es quizá una 8 botella ó vaso, que contiene agua" pura por toda apa- riencia: y si el paciente sucumbe, sus últimos instan- tes no son atormentados con crueldades inútiles y sus sufrimientos pueden ser aliviados basta el último mo- mento. He aquí la confesión de un médico: “Mi conciencia, aunque no alarmada, se conturbó por los medios que empleaba; los cuales, si bien estaban justificados por el secundum artem, eran tan bárbaros como cuestio- nables; añadían nuevos dolores á la enfermedad, ale- jaban las probabilidades naturales, aceleraban el de- caimiento y perturbaban las últimas horas de esta vida mortal; había en ellos tan hórrida guerra á la triste solemnidad del lecho mortuorio, al reposo del enfermo, á la suave conmiseración de los parientes y asistentes, á todo benévolo proceder, á todo principio de aseo y de dulzura, que no pude menos que estimar como á un ser perturbador, violento, á quien recomen- dase y pusiese en práctica semejante procedimiento. —Dr. Jas J. G. Wilkinson.” El carácter de la Homeopatía es especialmente im- portante para con los niños. Hay verdadera benevolen- cia en auxiliar á estos pequeños pacientes, evitándoles ataques de todo género; pero además de esto, la difi- cultad de administrarles medicamentos nauseabundos es tan seria, que produce desórdenes físicos y menta- les alta mente .peligrosos á los enfermos, mientras que nuestras dosis no excitan el temor ni el disgusto, ni provocan resistencias; y sin embargo, los contrarios á la Homeopatía persisten ciegamente en sostener que sus éxitos se deben á la imaginación, cuando es cierto que gran parte de sus triunfes se ostenta entie los ni- ños de pecho! 9 IV. — Porque Ja Homeopatía es más barata que Ja antigua medicina. Esto resulta, en parte, por acortar el período de las enfermedades; en parte, porque evita costosas aplica- ciones; en parte, en fin, porque sus medicamentos cues- tan poco. En los dispensarios homeopáticos los pacien- tes apenas gastan de uno á dos chelines; mientras que en los mismos establecimientos alopáticos no pagan menos de 3 á 5 cada uno. En una noticia reciente del Protestant Half-Horfan Asylum de la ciudad de Nueva York, se demuestra que en el primer período de “siete años” y bajo el sistema alopático, se gastó en medicamentos la suma de $239-64 y por crianza $95-25 más. En el último período de “diez años” y bajo el mé- todo homeopático sólo se ha gastado en medicinas la suma de $35 y por extra en crianza, nada. Esto demuestra que los medicamentos homeopáticos cuestan “diez veces menos” que los alopáticos; y si el extra por crianza se incluyera, el tratamiento alopáti- co costaría “trece veces más” que el de la nueva doc- trina. En un informe reciente de una noble institución, la “Enfermería Real,” de Mancliester, se encuentran los siguientes Ítems para gastos: £ Chelines. Peniques. Drogas 689 00 0 Espíritu de vino 103 15 0 Ventosas 9 18 0 Sanguijuelas 21 10 0 Instrumentos quirúrgicos 218 5 6 Cerveza. .. 43 9 0 Botellas, corchos, papel, esponjas 94 10 8 10 i Chelines, Peniques. Aceite y trementina .. 139, 3 5 Tocino y cera .. 36 8 4 Lino y estopa .. 54 2 6 Género para emplastos y vendaj es 65 3 6 Total . 1846 17 5 Todos estos Ítems por gastos podrían reducirse con- siderablemente, y aun varios de ellos eliminarse ente- ramente con la adopción de la Homeopatía; y los prác- ticos convendrán con nosotros, en que algo como la mitad, ó cerca de mil libras del monto que va exhibi- do. podría ahorrarse anualmente con la aceptación de la medicina suave. V.—La Homeopatía no debilita al enfermo con las medidas estenuantes que propina la escuela deja. Esta es una inmensa dádiva; porque si la enferme- dad es tratada homeopáticamente, el enfermo conserva sus fuerzas; pero si lo ha sido por el viejo sistema, rara vez podría suceder otro tanto. Los medios que él emplea para curar, casi matan al enfermo; en términos que tiene que recobrar, como lo pueda, las fuerzas que le han sido robadas. El doctor Sharp, ha dicho muy bien: ‘*Li elimina- ción de las sangrías y la debilidai que origina seme- jante pérdida del huido vital, es por sí mismo un triunfo suficiente para el nuevo sistema; pero si recor- damos que cada proceder penoso y debilitante, lo mis- mo que toda dosis desagradable, han sido abandona- das, cuán grande es la emancipación! cuán sustancial es el triunfo!” 11 Siendo ello así, se sigue que, el período de convale- cencia se acorta considerablemente, y aun suele supri- mirse; el sistema recobra pronto su equilibrio; por cuanto que después de una enfermedad aguda, tratada secunium artem, el organismo recibe un choque, del que tarda en recobrarse; y en muchos casos jamás lo consigue completamente. VI.—Porque la Homeopatía es capaz de curar las enfermedades nueras con tanta seguridad como las antiguamente conocidas. Lo que sigue es una verdadera ilustración de este tema: “En el año de 1831, fué invadida por el cólera la Alemania, por el Este, y á su aproximación, Hali- nemann, que había recibido la descripción de sus sín- tomas especiales, guiado por la infalible regla tera- péutica que había descubierto, fijó desde el principio los remedios que podrían aplicarse como específicos contra el mal, é hizo imprimir y distribuir por milla- res en todo el país, direcciones para su aplicación; en términos que en aquella invasión, los homeópatas y los que habían recibido las direcciones de Hahnemann, se prepararon para el tratamiento y la profilaxis (pre- vención) y sin duda, muchas vidas se salvaron y mu- chas víctimas fueron rescatadas de la peste. Por todas partes se publicaron testimonios aseverando los inmen- sos triunfos comparativamente obtenidos por el em- pleo de los medios que Hahnemann había recomenda- do, antes de haber visto, ni tratado siquiera un solo caso. Veamos, pues, que Hahnemann, por la sola lec- tura de la descripción de una de las más tremendas enfermedades, pudo decir con seguridad y dogmática- mente: tal y cual remedio convienen en tal estado de 12 la enfermedad; tal y cual otro medicamento en tal otro estado; y que la acorde experiencia de centenares de prácticos en todas las regiones de la Europa, pudo testificar materialmente sobre la seguridad de las pres- cripciones de Hahnemann. — Dr. Dudgeox.” Este hecho encieira una importancia nacional; por- que si fuera cierto, cono es en Homeopatía, que una nueva enfermedad, por ejemplo, epidémica, puede recetarse con tanta certidumbre de éxito, como otra que nos es familiar, por virtud de una ley inflexible “de la naturaleza,v seguramente que esto no es de me- nos importancia nacional que las medidas sanitarias que tienen por objeto impedir tales epidemias. VII.—Porque la Homeopatía puede curar con fre- cuencia estados morbosos considerados como incura- bles por la práctica ordinaria. Tal es el caso de muchas enfermedades crónicas. En la constipación de los intestinos (estreñimiento) por ejemplo, la alopatía es impotente. Apenas conoce los aperitivos y purgantes, que en lugar de curar el mal lo aumentan al fin; mientras que basta un poco de cuidado en la elección del medicamento, y alguna per- severancia en el paciente, para que generalmente se vea curado por la Homeopatía. Además, aunque es verdad, en cierto sentido, que la Homeopatía no se roza con la Cirugía; sinembargo, allí están con frecuencia sus triunfos más felices en las operaciones de amputación y escisión, por la curación radical de las partes enfei mas que la alopatía ha con- fiado al cuchillo. El Acónito ha sido llamado la lanceta de los homeópatas, porque los habilita ] aia prescindir 13 enteramente de las sangrías, y hasta cierto punto la sierra y el cuchillo, tienen su rival en nuestra tera- péutica. VIII.— La Homeopatía puede aplicar se en muchos casos en que el sistema antiguo no se puede aplicar. En el trismo mandibular, por ejemplo, es imposible administrar grandes dosis de medicamentos; pero el homeópata puede ingerir su gota ó'sus glóbulos entre los labios, y la sustancia puede obrar, como mil veces se ha experimentado. Además, “en casos de inflama- ción aguda en personas delicadas, en que la enferme- dad local parece reclamar la deplecicn de un trata- miento debilitante y en que al mismo tiempo la cons- titución requiere con urgencia su enrobustecimiento, el práctico clel viejo método se encuentra colocado en- tre Scila y Caribdis; porque sus esfuerzos para aliviar la inflamación, en proporción á su actividad, aumen- tan la debilidad general; mientras que el homeópata no halla embarazos y puede proceder sin temor de cau- sar daño alguno.” I)r. Sharp. Además de estos ejemplos de trismos y de inflama- ciones agudas, hay casos de males gástricos en que el estómago está tan irritado, que devuelve instantánea- mente la más ligera cantidad de líquido, aunque sea una cucharada dulcera. En este caso, la dificultad se vence fácilmente, con el sencillo expediente de los gló- bulos, ó de una gota de tintura aplicada á la lengua. En ningún caso, sea el que se fuere, y mientras baya vida, no se ve el homeópata obligado á liactr eco al antiguo lamento de: “Conozco loque podría hacer el bien, si pudiera administrarse ó si el paciente lo pudie- ra tomar.” 14 En conexión con lo expuesto, debe observarse que — IX.—La Homeopatía puede alimar aquellos sufri- mientos en que ya no liay esperanza, sin recurrir á los narcóticos: Por ejemplo, en algunas enfermedades orgánicas en que no es dable esperar una verdadera curación, el ali- vio es fácil y de ordinario se obtiene con toda certi- dumbre. En la consunción, padecimiento tan frecuen- te y tan fatal, el alivio se obtiene hasta el lin. X.— Ultimamente prefiero la homeopatía, porque determina las propiedades de los medicamentos con exper imentos sobre el hombre sano y no sobre los en- fermos. El objeto de estas pruebas experimentales, es de- terminar los efectos puros de cada medicamento en el organismo humano. Administrados á un enfermo, sus efectos se complican naturalmente con los síntomas existentes, y un resultado puro es imposible. Aplicar un medicamento á un tiempo, y esto á una persona li- bre de todos los otros síntomas previos, parece recomen- darse claramente como el único medio posible de res- ponder con seguridad á esta respuesta: “Cómo obra el medicamento per se?” La práctica de ensayar los electos de los medicamen- tos en personas enfermas, es cruel, peligrosa y nada satisfactoria: cruel, porque aumenta los padecimien- tos de quien ya está atormentado poruña enfermedad; peligrosa, porque acelérala muerte ó socava la consti- tución, y casi siempre interpone obstáculos en la vía 15 de esa tendencia á la reposición, de que la Inñnita Bon- dad nos lia dotado con la vida; nada satisfactoria, porque eso se lia practicado durante siglos enteros, sin haber podido observar sino poco ó nada en favor de la terapéutica. Un médico eminente, sir John Farbes, di- ñe: “Los terapéuticos (i, e, curación de las enfermeda- des) están, en granjiúmero, palpablemente en un fa- moso error; y en esta parte, la ciencia médica se halla aún en su verdadera infancia.” El sentido común ense- ña que todos ellos han estado por largo tiempo fuera del sendero de la verdad. El Doctor París, último Pre- sidente del colegio médico, ha admitido libremente y de idéntica manera, con respecto á las sustancias de la materia médica, “lo incierto y precario de la reputa- ción de todas ellas.” ¿Habría existido esta precaria re- putación después de tantos siglos, durante los cuales se han experimentado, si hubieran estado en la vía de la verdad? Mas no es de admirar lo infructuoso de las investigaciones de los efectos de las drogas en los en- fermos, si consideramos las dificultades y la incerti- dumbre con que necesariamente ha de tropezarse al intentar hacer observaciones puras en semejantes cir- cunstancias. Porque ¿cómo sería posible al observador, separar los puros resultados de las drogas, de los sín- tomas de una enfermedad; y hasta dónde podría ir la confusión, confundida aun más por la práctica común de mezclar y combinar diferentes drogas? Tales son algunas de mis razones para preferir la Ho- meopatía al tratamiento tan largo tiempo liá en boga. Fácil me hubiera sido multiplicarlas y extenderlas, pe- ro para el sabio basta una palabra. No pretende el escritor poseer conocimientos médi- cos, pero siente con seguridad la evidencia de los fun- damentos en que se ha apoyado, los cuales bastan al sentido común. Aunque no es médico, tiene la satis- 16 facción de aprovecharse del testimonio de uno de ellos» en el intento de juzgar de cualquier nuevo sistema de tratamiento: el de un médico eminente (el Doctor IIoo- ker) que ha escrito una obra contra la Homeopatía y ganado un premio de $500 por ella; de manera que no hay razón posible para sospechar que sus fundamentos se hayan escrito para favorecer la Homeopatía. A él apelamos para pesar su mérito y su título de buena ó mala práctica. Buena práctica, dice, es la que difiere de su opues- to en que — I. — “Tiene menor número de casos fatales en pro- porción al número total abrazado por el tratamiento. Tal es el caso de nuestra demostración sobre la Ho- meopatía. (Véase la razón I.) II. — “Cuenta menor número-de malos casos, porque evita convertir los casos ligeros en graves, deteniendo la enfermedad en su principio.” Esto es, exactamente, lo que hace la Homeopatía. Cierto es que nuestras adversarios gritan que nuestros casos no son tan graves como los suyos, olvidando ó ignorando el hecho de que esto proviene de la superio- ridad de nuestro sistema; puesto que los casos que tra- ta la Homeopatía se toman indistintamente de los que ocurren en una población y sin ninguna escogencia de- terminada. (Véase las razones I. II, y V.) III. —Los pacientes padecen de ordinario una corta enfermedad.” Precisamente hemos demostrado que la causa de es- to está en el tratamiento homeopático. (Véase razón II.) IV—“Están en mejores condiciones después que se reponen, menos aptos á los malos resultados y menos capaces de volver á enfermarse.” Esto es lo que caracteriza la experiencia en el trata- miento de los pacientes homeopáticos. (Véase razón V. > 17 V. — “El homeópata, porque es el médico que sigue la prática que puede propiamente llamarse buena, tie- ne menos número y menor total de enfermos en el mismo número de familias.” Es notoriamente cierto que los médicos homeópatas podrían tratar más del doble de las familias que se cu- ran por el viejo sistema. (Véanse las razones II y V.) Como puede observarse, cada uno de estos textos y aun todos ellos juntos, demuestran, aplicados á la Ho- meopatía, que esta doctrina constituye una buena práctica; en tanto que aun las mismas reglas del siste- ma alopático manifiestan que es una práctica mala. Por tolas estas consideraciones, estoy justificado en mi preferencia del nuevo método sobre el antiguo; y mi vida y mi salul, y las de los que de mí dependen, están mis seguras bajo el tratamiento homeopático qué bajo el de la vieja escuela. üa padre de familia. [Tradu úd ) del inglés, para “La Honaeopatía,” par el doctor V. Ma- ría Madie lo, C jlom’jiano.]