CONSIDERACIONES SOBRE DOS CASOS DE ANEMIA POR IIEI UlSflIll I IEIIE.1UE OBSERVADOS y I CTOFy JA ANUEL DE |- 1 M A POR EL DR. J. B. AGNOLI MMA Imprenta de "La Vocfe (Vitalia’—Bodegones 21. 1893 CONSIDERACIONES SOBRE DOS CASOS DE ANEMIA POR MKYLIISTOMA 101IALI OBSERVADOS "f-foSPITAL JW.ANUEL DE j^-IMA por el DR. J. B. AGNOLI Imprenta de “La Yoce d’ltalia”—Bodegones, 24, 1893 De «La Crónica Médica de Lima» Enero de 1893. EnelN.°6i Año VI de la «Crónica Médica» correspondien- te al mes de Enero de 1889, el Dr. Almenara Butler, á la oca- sión de la llegada en esta capital de un empírico que por algún tiempo hizo de los parásitos intestinales el argumento de moda en todas las conversaciones y reuniones, publicaba un artículo donde entre otras consideraciones sobre el parásitismo intesti- nal en general, sus causas y sus efectos, se encuentran las si- guientes palabras: ¿Los casos no raros de anemia perniciosa que de cuando en citando observamos, no podrían tener origen en el parasi- tismo? Sin afirmarlo, puesto que aiín no se ha hecho el estudio perti- nente, se podría admitir sin esfuerzo semejante enunciado ; y el autor del artículo seguía formulando la hipótesis de la existen- cia de varias especies parasitarias capaces de producir ane- mias, y entre ellas del ankylostoma duodenale. En los últimos meses del año pasado se han presentado en la sala médica que corre á mi cargo en el Hospital «Victor Manuel», inaugurado no ha mucho por la Sociedad Italiana de Beneficencia, dos enfermos, provenientes del Chanchamayo, cuya historia sirve para probar que la hipótesis del colega era acertada; dos enfermos de gravísima anemia por ankylostoma duodenale. Creo que la publicación de estos casos, sea por ser los primeros de su clase estudiados en el Perú, sea por el éxi- to feliz de la curación y por la ventaja que podrá traer el co- nocimiento de ellos á muchos otros dolientes, se imponga co- rno un deber; y consecuentemente á esta creencia, paso á rela- tar las observaciones clínicas respectivas, que haré seguir por algunas notas que me parecen no carecer de importancia. I Vicente Viana entró á medecinarse en el Hospital«Victor Manuel» el día 15 de setiembre del año 1892. Una anámnesis minuciosísima no dejó encontrar en él nin- gún antecedente morboso. Nació de padres sanos y que todavía viven en buena salud, en Biella (Italia, Provincia de Novara), y es el penúltimo de 8 hermanos, entre los cuales 2 murieron en la niñez, y los demás gozan de perfecta salud. Si se exceptúan al- gunos dolores de cabeza que sufrió de la edad de 8 á la de 12 años, dolores que él atribuye al trabajo pesado del campo bajo los rayos ardientes del sol, ninguna otra dolencia ha interrumpido el bien- estar de nuestro hombre hasta el principio de la enfermedad ac- tual. Ni sus condiciones higiénicas fueron jamás tales de inducir en él debilitación orgánica de ninguna especie; al contrario vivió siempre en lugares sanos, se alimentó cualitativa y cuantitati- vamente bien; y si se resolvió á venir en busca de mejor fortu- na á América, fué por deseo de encontrar más fáciles y prontas ganancias, y no porque le faltasen en su tierra medios para pro- curarse un suficiente bienestar. A la edad de 18 años vino á Chile, donde trabajó por al- gún tiempo en el ferro-carril de la cordillera; y pocos meses después, la interrupción de los trabajos, debida al estallar de la guerra civil en la República del Sur, lo obligó á tras- ladarse al Perú. Por poco tiempo se quedó trabaiando en una chacra de los alrededores de Lima, hasta que, deseoso de procurarse una ocupación independiente, se dirigió al inte- rior |llegando á mediados de febrero al Chanchamayo. Se asoció con algunos paisanos y juntos se dieron á labrar una extensión de terreno que les fué otorgada por el gobernador del lugar; se construyeron una buena casa á unos cien metros de distancia del rio Toro, pequeño curso de aguas afluente del Chanchamayo, á una hora de camino del pueblo de la Merced. La colonia gozaba de condiciones higiénicas tan buenas que de los 5 colonos ninguno tuvo enfermedades de importancia hasta fines de junio de este año, es decir por 16 meses seguidos; uno solo de ellos tuvo unas tercianas que no fueron ni graves ni lar- gas. La vida al aire libre, la alimentación abundante y sana, constituida por camotes, yucas, papas, maíz, muy á menudo también buena carne, ron de caña de buena calidad, y por agua potable la del rio Toro, mantuvieron los colonos en un estado de salud que para los demás se conserva perfecta hasta hoy. Habiendo yo insistido mucho con el enfermo para saber si él tenía alguna idea del porqué, viviendo ellos juntos en condi- ciones higiénicas idénticas, con los mismos alimentos, bajo la misma atmósfera, entregados al mismo trabajo, él solo hubiese sido víctima de una enfermedad tan grave como la que lo ha inducido á venirse al Hospital, me contestó que repetidas ve- ces, después de un largo trabajo al sol, llegando á la casa cansado y sediento, él había acostumbrado tomar el agua que quedaba en el fondo del balde desde horas antes, agua que tenía abundante depósito de tierra. Sus compañeros no solo no si- guieron su ejemplo, sino que muchas veces lo reconvinieron por esta mala costumbre; ellos cada vez que tenían sed iban al rio, sacaban agua, y tomaban la más superficial del balde que estaba límpida; nuestro enfermo para evitarse la molestia de an- dar un corto camino y esperar algún ratoen satistacer su sed, á pesar de los consejos de los demás, siguió con su costumbre de beber el agua impura. Es pues probable que en esa tierra que introducía en su estómago estuviese el gérmen de la gravísima dolencia que empezó en él su desarrollo á fines de junio. Por ese tiempo Vicente empezó á advertir que las fuerzas le iban faltando; el trabajo se le hacía pesado y difícil, tenía que descansar frecuentemente, porque el corazón le latía fuerte y la respiración se hacía anhelosa. Al mismo tiempo sus compañe- ros y él mismo iban observando que una palidez primero ape- nas notable y después mano á mano más acentuada, iba sustitu- yéndose en su rostro al rosado, color natural en un labrador joven y fuerte. El apetito iba faltando; las deposiciones alvinas se iban haciendo raras y escasas. Creyó nuestro enfermo que su diges- tión se hubiese alterado y se sometió á la acción repetida de los purgantes; pero con esa medicación las condiciones generales en lugar de mejorar fueron decayendo más rápida y gravemente aún; la palidez se hizo extrema, como el cansancio; la disp- nea, las palpitaciones, casi continuas al menor movimiento; el apetito desapareció por completo; se presentaron vértigos, y otras señas de anemia cerebral, como obscurecimientos de la vista; un cuadro de síntomas en fin que demostraba la existen- cia de una enfermedad gravísima, de una anemia de las más profundas. Tomó inútilmente algunos remedios que los empí- ricos del lugar le aconsejaron; hasta que por último, en los pri- meros días de setiembre, sintiendo su vida gravemente amena- zada, resolvió trasladarse á Lima en busca de curación. A mis preguntas repetidas insistentemente sobre si algún otro síntoma notable acompañó el rápido y grave desarrollo de su enfermedad, contestó siempre negativamente; y sobre to- do insistió siempre en la exclusión absoluta de cualquier seña de emorragia intestinal y de cualquiera otra pérdida sanguínea; las deposiciones no tuvieron nunca caracteres que llamasen la atención del enfermo, ni hubo nunca fiebre; ó, por lo menos, nunca hubo tal fiebre que se hiciese sensible al enfermo con sus síntomas subjetivos. Tampoco hubo edema de las extremi- dades. El viaje para Lima fué penosísimo, pues nuestro hombre en las graves condiciones en que se hallaba tuvo que viajar á pié por tres días y dos noches, Cqenta que después de andar corno una cuadra, tenía que descansar largo tiempo por la dispnea violenta que lo atormentaba. Durmió poco y mal, al aire libre. Llegado cerca de Tarma encontró una cabalgadura, y con ella pudo seguir hasta Yauli, donde, por los increíbles esfuerzos del via - je á pié, por las noches pasadas expuesto al rígido clima de la cordillera, lo agarró una fiebre precedida de un intensísimo es- calofrío y acompañada de un violento dolor á la región del hy- pocondrio derecho. Pero él, deseoso de llegar á Lima, con fie- bre y todo siguió su camino, y llegó á la capital el 14 de se- tiembre; y el siguiente día 15 fué hospedado en nuestro Hos- pital. El enfermo hace notar, que ha visto en la chacra en que trabajaba, dos indígenas en condiciones de anemia parecidas á las suyas; é insiste en que ellos también tomaban el agua del rio Toro. Uno de ellos murió. Al momento de su ingreso el enfermo presentaba el siguien- te cuadro: Joven de 20 años de edad, de estatura mediana, de cons- titución esqueletrica regularísima, con masas musculares bien desarrolladas, con regular cantidad de panículo adiposo. Nin- guna cicatriz ni anormalidad externa, ninguna tumefacción gan- glionar, ningún edema. La cutis y las mucosas visibles son de un color extremada- mente pálido, cual se observa solo en las anemias profundísi- mas producidas por imponentes hemorragias. El examen físico más completo no deja apreciar sino un soplo sistólico suave en todos los puntos de auscultación del corazón, y uno mucho más intenso y casi continuo en la región cervical anterior infe- rior en correspondencia de las yugulares. Nada de anormal en el sistema nervioso, nada en el apa- rato bronquio-pulmonar; nada en el abdomen, sino un módico aumento de volúmen del higado y del bazo. Las urinas no con- tienen principios anormales. Las deposiciones alvinas no pre- sentan ninguna cosa notable ni por coloración, ni por frecuen- cia, ni por consistencia. El enfermo está febril, entre 38 y 39.6, sin regularidad. Acusa una profunda prostración de fuerzas, una absoluta incapacidad para cualquier trabajo muscular, una tendencia grande al cardiopalmo y á la dispnea; y se queja de residuos del dolor al hypocondrio derecho, y de una ligera dolorabili- dad á la presión en la región epigástrica. Dado este conjunto de síntomas aparecía claro que en nuestro enfermo coexistían dos entidades patológicas: una fie- bre, probablemente palúdica, irregular, cuyo origen se debía á las condiciones difíciles é insalubres del viaje del Chanohama- yo á L.ima; y ana profunda anemia, independiente de esa fie- bre, que empezada á fines de junio, había en dos meses y me- dio reducido la sangre de nuestro enfermo á un extremo estado de empobrecimiento; anemia cuyo origen y cuyas cau- sas quedaban envueltas en dudas, no habiendo, ni en los ante- cedentes ni en los síntomas actualmente presentados por el en- fermo, nada que dirigiese el diagnóstico. En estas condiciones creí mi primer deber librar á mi en- fermo de su fiebre; y á este objeto le suministré repetidas dosis de quinina. Efectivamente, la fiebre, después de algunos días de marcha muy irregular, cedió; y el día 21 nuestro enfermo estuvo apiretico. Diré de una vez que desde entonces no hu- bieron más aumentos de temperatura, sino muy de tarde en tarde y en mínimas proporciones; la temperatura tocó una que otra vez 37.6 á 37.8. Pero creo poder decir que el ataque de paludismo había sido vencido, pues los ligeros aumentos térmi- cos observados después, bien pueden haber tenido fundamento en las lesiones intestinales que existían en el enfermo como efecto del parásito por el cual, como pronto veremos, estaba invadido. Acabado el periodo febril las condiciones de nuestro enfer- mo no habían adelantado sino muy poco; quedaba la anemia profundísima, para cuya curación racional era necesario un diagnóstico causal. La posibilidad de la presencia del ankylos- toma duódenale pasó por mi mente desde los primeros días; pero como no estaba á mi noticia que el ankylostoma hubiese sido nunca observado en él Perú, y como por otra parte de algunas memorias de autores nacionales yo había adquirido la noción de la existencia en las regiones fluviales del interior de formas graves de anemia, cuyas causas se atribuían á especiales con- diciones higiénicas de esos lugares, quise establecer un régimen dirigido á facilitar la sanguificación de mi enfermo, prescin- diendo de la noción causal que no me apaiecia con claridad. Le suministré el fierro, los amargos, una alimentación rica y apropiada á su poder digestivo; y concebí la esperanza que es- te tratamiento, junto al alejamiento del lugar donde se había originado la dolencia y á la vida en nuestro Hospital, cuyas condiciones higiénicas de aereación, luz, aseo, son inmejora- bles, pudiera aunque lenta y paulatinamente lograr su objeto. Pero bien pronto tuve que convencerme que mi rumbo no me llevaba á buen puerto, porqué después de unos veinte días de tratamiento, no solo no se notaba ninguna mejoría sino que las condiciones se iban progresivamente empeorando. Seguían to- dos los síntomas generales, y se agravaban; seguían los dolor- citos á la región epigástrica, y la sensibilidad á la presión en la misma región. Entonces la primitiva sospecha renaqió en mi espíri- tu; y el Dr. Azzali, director del Hospital á quien hize ver el enfermo, y el Dr. Pesce, quien como estudiante en Turin tuvo repetidas ocasiones de ver casos de ankylostoma, aprobaron mi concepto y me alentaron en la idea de buscar si las depo- siciones contenían huevos del parásito. Y efectivamente en los días g, io y ii de Octubre hize muchísimas preparaciones de dicho material, y en todas ellas encontré los huevos de ankylos- toma en grandísimo número junto con regular proporción de huevos de tricocephalus dispar. Inútil es decir, que se observa- ron huevos de varias edades, en estado de segmentación más ó menos adelantados; y que á veces, sobre todo haciendo prepa- raciones de materiales conservados por cierto tiempo, se encon- traron huevos conteniendo su larva ya perfectamente formada y en activo movimiento, y hasta alguna se vió en el momento en que, roto el involucro, se salía de él poniéndose en libertad bajo la vista del observador. No quiero, ni sería útil, perderme en detalles zoológicos sobre las modificaciones sucesivas por las cuales pasa el ankylostoma. Todo lo que se refiere á la mor- fología y biología del parásito no necesita ser repetido; ni pu- diera yo agregar nada á las numerosas y perfectas observacio- nes de los muchísimos autores de Zoología médica, entre los cuales sobre todos Blanchard en su Zoologie medícale y Pe- rroncito en su precioso libro I parassiti delVuomo e degli ani- mali utili han hecho del ankylostoma un estudio tan completo como interesante. Quedaba así establecido sobre sólidas bases el diagnóstico de Anemia por ankylostoma duodenale; y con el diagnóstico se abría una vía terapéutica clara y segura, y se hacía favora- ble el pronóstico hasta entonces tan amenazante. El día 12 practiqué un examen físico que dió los siguientes resultados: Peso del cuerpo—130 libras. Color blanco palidísimo de toda la superficie cutánea y mu- cosas visibles.—Ningún edema. Sistema nervioso—normal Sistema glandular—normal Sistema respiratorio—normal—Respiraciones 26. Sistema uro-genital—normal (Urinas normales) Sistema circulatorio—Nada de anormal á la inspección palpa- ción y percusión. A la auscultación se notaba en toda el área cardiaca, un largo y suave soplo sistólico. Ningún aumento del segundo tono á la pulmonar. Pulso á ico. A la auscultación de las venas yugulares un notable ruido de trompo. Sistema digerente. Nada notable á la palpación del abdomen. Ligera dolorabilidad al epigastrio, Numerosísimos hq§yps de ankylostoma duodenale y regular número de huevos de tricoce- phalus dispar en las deposiciones. Hígado—én la línea parasternal—cm. 11. » » » hemiclavicular—cm. 12. » o » axilar antefior—cm. 15. de la apófisis ensiforme hacia abajo—cm. 5. de la línea mediana hacia izquierda—cm. 4. Bazo—diámetro longitudinal—cm. 14. » transversal—cm. 11. Sangre—El número de glóbulos rojos examinado al cuenta— glóbulos de Thoma—Zeiss es de 2.300,000 por mm. cúb’co—Hay ligero aumento relativo de los leuco- citos. Muchos glóbulos rojos han perdido la regu- laridad de sus contornos; se notan glóbulos de di- mensiones variabilísimas. Muchos cúmulos de gra- nulaciones amarillas y blancas y de pigmento. La cantidad de hemoglobina medida con el cromo- citometro de Bizzozero es de 30 (calculándose co- mo 100 la hemoglobina de la sangre normal). Asegurado el diagnóstico, examinado debidamente el enfer- mo, suspendí desde luego la medicación tónica; al objeto de preparar el intestino á recibir útilmente el vermífugo, hize que el día 13 de Octubre el enfermo 110 tomase mas alimento que poca leche; y por la mañana del día 14 empecé el tratamiento con el helécho macho en suspensión en pequeña cantidad de emulsión gomosa, según lo aconseja Perroncito. El resultado del tratamiento fué el que aparece del cuadro siguiente: Día 14 de Octubre. A las 8 a. m.—Helécho macho— 10 gramos. A las 9 i[2 a. m. Aceite de reciño 40 gramos En las deposiciones salie- ron 20 ankylostomas Se encontraron 337 ankylos- tomas y 5 ó 6 trycocepha- los. Día 15. Aceite de reciño 30 gramos Día 16. Helécho macho—4 grm. Ningún ankylostoma. Día 17. Helécho macho—4 grm. Ningún ankylostoma—Nin- gún huevo de ankylostoma al examen microscópico, Aceite 4e reciño—gs. 30 10 Día 18. Helécho macho—4 grm. Día 19. Helécho macho—4 grm. 2 ankylostomas Ningún ankyloStoma—Un ascaris lombricoides. Día 20. Helécho macho—4 grm. Calomelano—gr. 0.40 Ningún parásito Ningún huevo de ankylos- toma. La numeración de ankylostomas se hacía pasando las depo- siciones diluidas con agua por un pedazo de gaza común. Ha- bían de varias dimensiones desde los gruesos y largos hasta los mas delgados y cortos. Aunque no tuve cuidado de llevar una cuenta exacta relativa al sexo, me pareció notar una ligera pre- valencia de las hembras sobre los machos. Al momento de sa- lir los ankylostomas están muertos; muchos de ellos salen car- gados de sangre recien chupada; por tal modo que examinán- dolos al microscopio se distingue perfectamente, en las partes del esófago más próximas á la boca, la sangre con sus elemen- tos, y con las alteraciones de forma y volúmen notadas arriba. A este punto creí concluido el tratamiento causal, y volví el mismo día 21 al uso de las preparaciones de hierro. Desde esa fecha se Inició una mejoría en el estado general y en el de la sangre que llegó en intensidady rapidez más allá de las más atrevidas esperanzas. Ya el día3o de Octnbre, solo 15 días des- pués de la expulsión de la colonia de parásitos, el examen de la sangre dió un número de glóbulos rojos de 2.453,000, es de- cir unos 150,000 glóbulos de aumento sobre el examen anterior; y el día 13 de Noviembre, 4 semanas después del tratamiento los glóbulos rojos alcanzaron al número de 2.700,000 (400,000 más que al principio) y la hemoglobina de 30 que era antes, subió á 55; aumento que siendo proporcionalmente mayor que el del número de los glóbulos, prueba una mejoría no solamen- te cuantitativa sino cualitativa; es decir que no solo aumentó la hemoglobina en razón del aumentado número de los glóbu- los, sino que aumentó también la cantidad de hemoglobina con- tenida en cadaglóbulo; y esto á pesar de que el intestino no ha- bía sido librado completamente de su huésped. En efecto, si en los primeros días después del tratamiento las deposiciones se habían presentado libres de huevos de ankylostoma, en los primeros días de Noviembre algunos de ellos volvieron á apa- recer; lo que no creo se pueda explicar sino pensando que en los ankylostomas que resisten al tratamiento por el helécho macho y quedan vivos, el medicamento paralize por cierto tiem- po la función de la producción ó de la expulsión de los huevos, Para hacer un experimeuto comparativo entre el helécho ma- cho y el timol, recomendado contra el ankylostoma por el Prof. Bozzolo de Turin, emprendí esta vez el tratamiento como lo demuestra el cuadro siguiente: Día 14 de Noviembre en la tar- de. Aceite de reciño—gr. 30. Día 15 Timol—gr. 10 (en 5 obleas, de dos en dos horas). Día 16. Aceite de reciño—gr. 40. Día 17. Timol (como arriba). Día 18. Salieron 30 ankylostomas. Un ankylostoma. 4 ankylostomas Esos 4 ankylostomas expulsados el día 18 fueron definitiva- mente los últimos. Desde esa fecha los exámenes microscópi- cos quedaron por lo que se refiere al ankylostoma completa- mente negativos. Solo se siguieron viendo unos que otros hue- vos de tricocephalus dispar; y un día, solicitado por el Dr. Matto quien deseaba un ejemplar de este parásito para enseñarlo á sus discípulos, conseguí hacer botar uno administrando á mi enfermo una nueva dosis de helécho macho. El curso de la mejoría desde esta fecha fué natural- mente más rápido aún que antes. Las fuerzas se vinieron pron- tamente restableciendo; todos los síntomas morbosos fueron mitigándose y por fin desaparecieron completamente. El ape- tito volvió y en corto tiempo se hizo formidable; los dolorcitos epigástricos concluyeron por completo y la temperatura que como noté arriba de vez en cuando tenía ligeros aumentos, cayó definitivamente al normal. El color, la gordura, el bienes- tar más completo, se vinieron sustituyendo al aspecto cadavé- rico que el enfermo trajo á su llegada. La sangre, que en los primeros exámenes era pálida y fluidísima al punto que corría sobre la superficie del dedo sin formar gota, fué adquiriendo su color normal y su densidad y consistencia. El día 27 de Noviembre, seis semanas después del trata- miento antihelmíntico, la sangre dió al examen el siguiente re- sultado: Glóbulos rojos por mm. cúbico 3.700.000 (1.400.000 más que al principio. Hemoglobina al cromocitometro 77 (47 más que al prin- cipio.) Eos glóbulos rojos habían adquirido ya casi cornpl§tamen- te sus dimensiones y formas normales. La proporción entre ellos y los leucocitos se había normalizado. El peso del cuerpo era de 156 libras (26 más que al prin- cipio.) El día 16 de Diciembre (dos meses más ó menos después del tratamiento) la sangre aparecía al microscopio absoluta- mente normal. El número de glóbulos rojos era de 4.468,000, y la hemoglobina 84.5; cantidades que se acercan muchísimo á las de la sangre fisiológica. Practicado un examen completo del enfermo se encontró que había desaparecido completamen- te el soplo anémico de la región cardiaca. El bazo y el hígado habían disminuido un poco de volúmen llegando á un estado más ó menos normal. Hígado—en la línea parasternal cm io « « « emiclavear « 12 « « « axilar anterior « 13 de la apéndice ensiforme hacia abajo « 4 « « línea mediana hacia izquierda « 4 Bazo—diámetro longitudinal : « 14 « transversal « 9 De los síntomas de la anemia persistía solo, aunque muy ate- nuado y hecho suave, el soplo en la región de las yugulares. Y también un ligero edema de las extremidades inferiores que no existía al principio, y que apareció durante la mejoría y persis- tió en muy módica proporción largo tiempo. Me creo autoriza- do á considerar este edema como efecto de la debilidad de las paredes vasculares, consecutiva al largo.período de mala nutri- ción que tuvieron que soportar como efecto de la anemia. El au- mento tan notable de la masa sanguínea en tan corto plazo de tiempo, ha obligado esas paredes á sostener una presión á la cual estaban desde tiempo desacostumbradas; y para tolerar- las sin dejar paso álas serosidades, necesitarán que la mejoría notabilísima dél estado general vaya paulatinamente ejercien- do su benéfico influjo sobre la nutrición de ellas, que natural- mente reparan sus pérdidas menos rápidamente que el tejido sanguíneo. De la observación clínica que acabo de relatar, paréceme interesante dar un resúmen en una forma que demuestre á pri- mera vista los dos puntos principales de ella, el número de los parásitos, y los exámenes comparativos de la sangre, antes y después del tratamiento, TRATAMIENTO ANTIHELMÍNTICO. 14 de Octubre—Helécho macho gr. 10 Ankylostomas.. 20 15 « « Ningún remedio « 337 16 « « Helécho macho gr. 4 « 17 « « « « gr. 4 « 18 « « « « gr. 4 « 2 ig « « « « gr. 4 « 20 « « « « gr. 4 « ... 15 de Noviembre—Timol gr. 10 « 16 « « Ningún remedio « 30 17 « « Timol gr. 10 « 1 18 « « Ningún remedio <« 4 Total 394 ESTADO DE LA SANGRE Y PESO DEL CUERPO, Epoca de la observación. N° de glóbulos ro- jos por mm.cúbico Hemoglobi- na. Peso del cuerpo en li- bras. Antes del tratamiento 2.300.000 30 130 2 semanas después del trat... 2.453.OOO — — 4 semanas « « « ... 2.700.OOO 55 — 6 semanas « « « ... 3.70O.OOO 77 155 2 meses « « « ... 4.468.OOO 84-5 162 Aumento en dos meses 2.168.000 54-5 32 Nota—El enfermo á quien se refiere la historia que prece- de, salió á fines de Diciembre en tan buenas condiciones que creyó poder ocuparse ya de trabajos que le exigían mucho es- fuerzo muscular. Pero, como todavía algún poco de edema per- sistía en las extremidades inferiores, y el ejercicio excesivo le procuraba todavía un poco de cardiopalmo y lo cansaba, volvió al Hospital donde se le destinó al servicio de enfermero, servi- cio que, por no ser muy pesado, no lo molesta absolutamente. II Josafat Maestrini nació en Pisa en el año de 1861. En muy tierna edad quedó huérfano de ambos padres, muertos por enfer- medad crónica pulmonar; pero el enfermo insiste en que en los antecedentes de familia no había tuberculosis, sino que al con- trario sus abuelos y sus mismos padres eran robustísimos; y que fir tuberculosis fué adquirida por el padre á causa de los desórdenes y del abuso de sus fuerzas en la inmoderada cos- tumbre de cazar; y que la madre enfermó por contagio del ma- rido. Tuvo sólo una hermana que murió en tierna edad. Nuestro enfermo desde niño fue delicado; pero no tuvo en- fermedad digna de mención hasta la edad de 20 años, en que contrajo un chancro que no resulta claro si fué simple ó espe- cífico. Ni desde entonces apareció ningún fenómeno que justi- fique un juicio tardío en propósito. Solo se nota el pelo algo es- caso, y unos ganglios duros y pequeños en las ingles. A la edad de 25 años, viviendo en Grosseto (en la Maremma, región muy palúdica) padeció de una cuartana que resistió á la quinina tres meses. Contrajo matrimonio algún tiempo des- pués, y tiene de él dos chicos que no han padecido hasta aho- ra de ninguna enfermedad. En su tierra ha vivido siempre rodeado de las mejores con- diciones higiénicas; casas sanas, alimentación abundante y bue- na, y, en razón de ser sus condiciones acomodadas, poco tra- bajo. En Julio deT año de 1890 vino á Chile, y en Noviembre del mismo año al Perú. Y en Julio de 1891 se trasladó al Chancha- mayo, donde se dedicó a los trabajos agrícolos en el territorio que está entre el río Toro y el río Blanco, dos afluentes de la orilla izquierda del Chanchamayo. Pero en Febrero de 1892, ccj ido por una fiebre, y creyendo que fuese producida por ma- las condiciones del clima del lugar, abondonó su trabajo; fué á la Merced donde con purgantes la fiebre se curó; y de allí se trasladó al otro lado del Chanchamayo en una chacra que está situada á una hora de camino de la orilla del rio, don- de se encargó de la dirección de las labranzas. Por modo que al inicio de su enfermedad actual, nuestro hombre no solo go- zaba de la mejor higiene por ser el lugar sano, sin humedad, y la alimentación abundante y de irreprochable calidad, sino que estaba libre de cualquier tarea que exijiese gasto de fuerzas físicas. Los colonos beben allá el agua que brota de un manan- tial en la misma chacra, cerca de la casa; agua límpida y agra- dable al gusto. Los colonos no tienen lugar fijo donde depositen sus escre- tos. Satisfacen sus necesidades en la abierta campiña; y esto explica como las lluvias puedan arrastrar residuos de materia- les de deyección por modo que se mezclen con los cursos del agua potable. Al decir del enfermo en esa región abunda la gente pálida, y muchos se mueren de anemia. Uno de estos enfermos estaba empleado en esa chacra ya desde tres meses, cuando nuestro hombre llegó á ella, A principio de Setiembre Josafat empezó á notar una dismi- nución de sus fuerzas: el ejercicio muscular se le hacia difícil y causaba cardiopalmo, dispnea, vértigos. El apetito disminuía. Las deposiciones eran raras y duras; nunca contuvieron san- gre; solo raras veces, cuando la emisión era más difícil, salían con ellas unos rasguitos de sangre fresca, evidentemente de origen hemorroidal.—Contemporáneamente el color de la cutis y de las mucosas empezó á hacerse pálido. Y en corto tiempo el agravarse progresivo y rápido de las condiciones in- dicadas llevó nuestro enfermo á un estado tal de postración que á primeros de Noviembre se vió obligado á venirse á Lima. Nunca tuvo edemas en las extremidades, ni fiebre apreciable subjetivamente. Entró en nuestro Hospital el dia 22 de Noviembre de 1892. Su estado general era entonces deplorable. La dispnea, el cardiopalmo, la tendencia á los vértigos eran tales que no per- mitían al enfermo él menor movimiento: al punto que una vez que quiso bajarse de la cama, cayó al suelo. Las analogías que este enfermo presentaba con el anterior eran tales y tantas, sea por la proveniencia desde la misma re- gión, sea por la casi identidad anamnestica y sintomática, que yo no vacilé un instante en someter sus deyecciones al examen microscópico; y efectivamente encontré en ellas una enorme proporción de huevos de ankylostoma. Y un examen detenido y paciente, hecho sobre cantidades de material cuidadosamen- te pesadas, y minuciosa y atentamente pasadas bajo el micros- copio, me dió la convicción que se pudiese calcular en media la presencia de unos 500 huevos en cada centigramo de deyec- ciones.—También se notaba uno que otro huevo de trycocepha- lus dispar. Los días 23 y 24 fueron ocupados en hacer un minucioso examen general del enfermo y de su sangre. El resultado de dichos exámenes fué el siguiente: Peso del cuerpo: 115 libras. Estatura mediana; conformación normal del esqueleto; mus- culos normalmente desarrollados; tejido adiposo algo escaso. Palidez extrema de la superficie cutánea y de las mucosas visi- bles; ningún edema. Sistema nervioso: normal. Sistema uro-genital: normal. Sistema glandular: Uno que otro ganglio ligeramente duro y aumentado de volúmen en ambas ingles. Sistema respiratorio: normal. Número de lo; actos respirato- rios variabilísimo. Sistema circulatorio: La inspección y palpación de la región cardiaca nada indican de notable; á la percusión el area cardia- ca resulta ligeramente aumentada, siendo su límite derecho á un través de dedo fuera del margen derecho del esternón, el izquierdo en la línea mamilar, el inferior sobre la 6.a costilla. A la auscultación se oye sobre toda la región cardiaca un soplo dulce y largo que ocupa todo el primer tiempo. Ningún au- mento del 2.0 tono á la pulmonar.—La región epigástrica está sujeta á ligeras oxilaciones síncronas á las contracciones ventri- culares. En el cuello es muy visible el pulso carotideo. El núme- ro de pulsaciones es variabilísimo. No se oye ruido de trompo ni soplo ninguno sobre la yugular. Sistema digerente-. Nada notable, salvo los huevos abun- dantísimos de ankylostoma y escasos de tricocéfalo en las de- yecciones. Hígado—en la línea parasternal cm. 10 » » » hemiclavicular cm. 11 i\2 » i) » axilar anterior cm. 11 i\2 de la apófisis xifoides hacia abajo cm. 7 de la línea mediana hacia izquierda » 4 Bazo—diámetro longitudinal: » 14 112 )> transversal..., » 8 i\2 Examen de ¡a sangre: Sangre muy pálida y fluidísima. Glóbulos rojos: 2.165,000 por mm. cúbico. Glóbulos blancos: 1 por 160 rojos. Muchos glóbulos se presentan pálidos y alterados en sus di- mensiones y formas.—Se observan cúmulos granulares amor- fos y granulaciones de pigmento. Hemoglobina al cromocitometro—33.3. El día 25 se suministró al enfermo un purgante de reciño destinado á preparar el intestino á recibir el medicamento an- tihelmíntico; y en la mañana del día 26 se hizo el tratamiento con el timol cuyas dosis y resultados fueron como sigue: Timol gr. 12 (en 6 papeles, uno cada dos horas) Día 27. Ankylostomas botados 221; machos 115, hembras 106. Ningún remedio Ankylostomas 120, machos 57, hembras 63. El timol dió á nuestro enfermo algunos de los síntomas mo- lestos que ya han sido indicados por varios autores como fre- cuentes; dolores epigástricos, sensación penosa de opresión, ardores en la uretra durante la emisión de la urina; por modo que, resultando del examen de las últimas deposiciones del día 27 todavía presente regular número de huevos, creí convenien- te completar el tratamiento con dosis moderadas de helécho macho, que son muy bien toleradas. Día 28. Helécho macho—gr. 4 Ankylostomas 14; 1 macho, 13 hembras. Día 29. Helécho macho—gr. 6 Día 30. Helécho macho—gr. 8 Ankylostomas 10 (hembras). Ankylostomas 8; 2 machos, 6 hembras. Día i.° de Diciembre. Helécho macho—gr. 8 Día 2. Ningún remedio Ankylostomas 2, (hembras) Ankylostomas 3; 1 macho, 2 hembras. No es sin interés el notar que en nuestro enfermo, como en el otro, y como casi en todos los casos de ankylostoma, el nú- mero de las hembras fué superior al de los machos. Según Blanchard el hecho debe ser imputado á la menor resistencia vital de los machos, cuya muerte accidental y por causas natu- rales es más fácil y frecuente que la de las hembras; por modo que en los casos muy antiguos casi no se encuentran machos cuando todavía las hembras abundan. Y también es digno de nota que en nuestro enfermo los machos han sido más abun- dantemente eliminados en las primeras deposiciones después de la suministración del vermífugo, y las hembras han presen- tado mayor resistencia, por modo que casi exclusivamente hem- bras han salido con las últimas dosis medicamentosas; lo que si bien se acuerda con lo que acaba de decirse relativamente á la mayor energía vital de las hembras, está en oposición con muchas observaciones clínicas, especialmente debidas á E. Pa- vona y á Leichtenstern, donde los machos parecieron ofrecer á los medicamentos mayor resistencia que las hembras. Desde el dia 3 de Diciembre no fué botado ningún otro pa- rásito; y los examenes délas deyecciones, frecuentemente repe- tidos, ya no dejaron ver al microscopio los huevos de ankylosto- ma. Solo quedó uno que otro de trycocephalus dispar, que, dicho sea de paso, parece presentar á los medicamentos vermí- fugos una resistencia mucho mayor que el ankylostoma; resis- tencia que quizás sea debida en parte á condiciones distintas de tolerancia de las dos especies, y en parte al distinto lugar que cada una de ellas ocupa en el intestino. Porqué si el anky- lostoma duodenale, como su nombre lo indica, invade casi ex- clusivamente las primeras y más altas regiones del intestino delgado, el trycocephalus prefiere el ciego y sus cercanías. Librado así de su peligroso huésped, nuestro enfermo fue sometido á la mejor alimentación; y el día n de Diciembre, dos semanas después del tratamiento, ya las condiciones gene- rales habían mejorado notablemente como lo demuestra el exa- men de la sangre que se practicó en aquel día y que dio el re- sultado siguiente: Globolos rojos por mm. cúbico—-2.880,000. Hemoglobina—57.9 La proporción entre glóbulos blancos y rojos se acerca al normal. Los cúmulos granulares han disminuido notablemente. Ya no hay cúmulos de pigmento. Las formas y dimensiones de los glóbulos rojos son todavía muy irregulares. A las cuatro semanas del tratamiento la hemoglobina al cro- mocitometro subía ya á 64.3, y el peso del cuerpo del enfermo era de 119 libras. El día 8 de Enero de este año, seis semanas después del tratamiento, el peso del cuerpo había subido á 122 libras, el número de glóbulos rojos por milímetro cúbico á 3.662,400; y la cantidad de hemoglobina á 81. Las condiciones macro y microscópicas de la sangre ya esta- ban casi completamente al normal. El estado general del en- fermo había cambiado radicalmente: las fuerzas, el apetito, el color rosado del rostro y de las mucosas, la sensación de bie- nestar, habíanse sostituido lenta pero continua y progresivamen- te á la depresión, á la inapetencia, á la palidez, al empobreci- miento orgánico profundo qne había llevado nuestro hombre á un estado casi desesperado. El examen físico del enfermo á este momento daba el siguien- te resultado: Además de las grandes diferencias arriba mencionadas en cuanto á la coloración de la superficie cutánea y de las muco- sas, se nota también cierto aumento en el desarrollo del tejido adiposo. Ningún edema. Sistemas nervioso, respiratorio, urogenital, normales, (Urinas normales). Sistema glandular: Persisten sin cambio ninguno los peque- ños ganglios infartados en las ingles. Sistema circulatorio.—Persiste visible el oxilacion debida al pulso carotideo en las regiones cervicales laterales; desapare- ció la del epigastrio. La matitez cardiaca se ha reducido algo, siendo ahora sus límites: á derecha en la línea parasternal, á izquierda 1/2 cen- tímetro adentro de la línea mamilar, inferiormente en el 5.0 espacio. 19 A la auscultación, en lugar del soplo sistolico que se oía an- tes no queda sino una ligera obscuridad en el primer tiempo.— Sobre la yugular se oye ahora un largo y suave soplo. Abdomen:—Nada notable á la percusión y palpación. Hígado-.—en la línea paraesternal .cm. 9 » # » hemiclavicular 11 •) » » axilar anterior 11 1/2 de la apófisis xifoides hacia abajo » 5 de la línea mediana hacia la izquierda... » 4 1/2 Bazo.—diámetro longitudinal » 13 142 » transversal » 8 La historia clínica de este enfermo en lo que es relativo al tratamiento antihelmíntico y á las condiciones de la sangre se puede resumir en los dos cuadros siguientes: TRATAMIENTO ANTIHELMINTICO Ankylostomas Machos Hembras. 26 Noviembre Timol 12 gr 221 I][5 106 27 » ningún medcto. 120 57 63 28 » Helécho, mcho. 4 gr. 14 1 13 29 » » » 6 )) 10 — 10 3° ») » i» 8 » 8 2 6 T ° Diciembre » » 8 » 2 — 2 2 » ningún medcto. 3 1 2 Total 378 176 202 ESTADO DE LA SANGRE Y PESO DEL CUERPO Epoca de la observación N° de los glóbulos ro- jos por mm. cúbico Hemoglobi na. Peso del cuerpo en libras. Antes del tratamiento 2.165,600 33-3 115 2 semanas después del trat. 2.880.000 57 — 4 » » » i) 64.7 Iig 6 » » » » 3.662,400 81 122 Aumento en 6 semanas 1.496,800 47-7 7 20 Dije a'l comenzar este escrito que mis dos casos son los pri- meros de su clase estudiados en el Perú. Y en realidad todos los colegas que he consultado al propósito, unánimemente han declarado que la existencia del ankylostoma duodenale en el Perú no ha sido indicada hasta hoy en ninguna publicación ni de médicos ni de naturalistas. Don Antonio Raimondi no hace en sus obras mención de este parásito. Y lo que Blan- chard en su Zoologie Medícale refiere, es decir que Castelnau habría notado la presencia del parásito en los habitantes del alto Marañon, debe ser un error, desde que ni una palabra so- bre este argumento se encuentra en la relación del viaje de es- te autor: ni por otra parte se puede suponer que Castelnau ha- ya dado la interesante noticia médico-zoológica en otras pu- blicaciones, sin hacer de ella ni la mas lijera indicación en su obra principal. También se dice en el mismo tratado que Galt haya hecho igual observación en Bolivia; pero, apesar de los mas constantes esfuerzos, no me ha sido posible procurarme la relación del viaje de exploración del almirante Tuker, quien fue jefe de la expedición de la que Galt fué miembro; asi es que no puedo afirmar ni negar la exactitud de la noticia, que aún en el caso de ser cierta se referiría á Bolivia y no al Perú. Otros que tratan del ankylostoma bajo el punto de vista médico, ha- cen también mención del Perú entre los lugares donde el pa- rásito ha sido observado: entre ellos el recentísimo Traite de Mé decine de Charcot, Bouchard y Brissaud. Pero sí se considera que en el país ninguno entre los médicos mas ilustrados tiene noticia de ello, se convendrá conmigo que probablemente la afirmación medico-geográfica de los autores citados se funda sobre la autoridad de Blanchard, quién, como ya hemos visto, cayó á este propósito en un error. Y si faltaran argumentos, se podría agregar el que nos dá el examen de los trabajos de autores nacionales que han es- crito sobre anemias. El Dr. Evaristo M. Chávez, en una interesante memoria so- bre anemia perniciosa, afirma la existencia de la anemia de los mineros en el departamento de Ancash, pero no expresa ni la sospecha que dicha forma pueda referirse etiologicamente al parasitismo: y mas adelante, indicando entre las causas posi- bles de anemias graves el ankylostoma, no habla de ello sino para excluir que se haya tratado de eso en los casos que él ha estudiado; y en apoyo de tal exclusión dá como sintoma dife- rencial entre las anemias estudiadas por él y las producidas por el ankylostoma la presencia constante en estas últimas de he- morragias intestinales; hemorragias que, dicho sea de paso, si es cierto que se producen en el intestino invadido por los an- kylostomas, ordinariamente no se hacen manifiestas por ningu- na señal externa que permita inscribirlas entre los sintomas de esta dolencia. Y el Dr. L. Avendaño en sus apreciables Apuntes sobre la patología del Departamento fluvial de Loreto publicados en la Crónica Médica del año 1891, después de tratar largamente de las anemias que son frecuentísimas en las regiones donde hizo sus observaciones, niega la existencia allí de muchas cla- ses de parásitos, y entre ellas del ankylostoma y del |tricocéfa- lo; ó al menos afirma que ningún caso se le presentó en dos años de residencia en esos lugares. Yo discutiré más adelante este punto; por el momento me basta que por los argumentos que he referido quede demostrado lo que yo afirmé, es decir que mis enfermos son los primeros en quienes el anemia por ankylostoma ha sido diagnosticada y curada en la República. Lo que es también confirmado perentoriamente por el artículo del Dr. Almenara Butler citado mas arriba, que, en las palabras transcritas al principio del presente trabajo, no podría ser mas afirmativo ni mas probante. Pero si es cierto que hasta la fecha el ankylostoma no ha- bía sido indicado como elemento etiologico en las anémias graves que se observan en las regiones fluviales del interior de la República, es también indudable que dichas anémias desde tiempo inmemorable llamaron la atención por su fre- cuencia y por su terrible gravedad. Los enfermos conocidos bajo el nombre vulgar de opilados, que presentan el cuadro completo de la anémia perniciosa progresiva, abundan en to- da la hoya de los afluentes del Amazonas; todos los que han vivido algún tiempo en las regiones antedichas, atestiguan concordemente este hecho; y no solo los hombres del arte, sino que también los profanos son al proposito absolutamen- te concordes. El lector habrá notado como mi primer enfermo prove- niente de lo orilla izquierda del Chanchamayo, y el segundo proveniente de la orilla derecha, insistiesen en afirmar que en sus respectivos lugares de residencia se encontraban enfermos de dolencias idénticas á las de que ellos adolecían. Y análogas noticias me he podido procurar de cuantas personas han tenido ocasión de residir en los lugares fluviales del interior. El señor Coronel don Samuel Palacios que fué Prefecto de Loreto me decía que todo el país está invadido por la anémia que puede considerarse alli como la mas frecuente y mortífera de las endemias; y agregaba que él había notado repetidas ve- ces que entre los obreros de algunas tribus semi-salvages per- tenecientes á Loreto, que en la estación favorable se emplean en los trabajos agrícolos en las grandes haciendas del departa- mento de Junin, muchos regresan á su país opilados, ó, como allá los llaman, pochecos. 22 También se ha visto que en el departamento de Ancash (Chdvez l. c.) es conocida la anemia de los mineros. En el Peiené hay anemias gravísimas: y en mil otros puntos domi- na la indicada enfermedad haciendo estragos de las pobla- ciones. Pero el documento indudablemente mas importante para mi tesis, es el interesante trabajo del Doctor Avendaño, quien insiste detenidamente sobre la frecuencia de las hypoe- mias en el departamento de Loreto, y sobre la dificultad de darse una razón etiologica satisfactoria de ellas; y acepta co- mo causa probable de tal estado de cosas la falta de higiene, la mala é insuficiente alimentación; y además la costumbre, general en el lugar, de comer la tierra. Sin desconocer la im- portancia de los elementos etiologicos invocados por el es- timable colega, es menester que yo confiese que la lectura de sn relación no produjo en mi ánimo una convicción suficien- te de la proporción entre la intensidad y frecuencia de la causa y la extensa y terrible gravedad de los efectos; y que además me pareció ver una admirable semejanza entre sus hypoémicos, tan resistentes al tratamiento por el hierro, y mis dos enfermos, y en general todos los enfermos invadi- dos por el ankylostoma duodenale: y me atrevo á expresar la idea, que es en mí casi absoluta convicción, que si el colega hubiese practicado un examen microscópico de las deposiciones alvinas de muchos de sus enfermos, le habría cabido mucho antes que á mí la oportunidad de comunicar resultados análogos á los que forman tema de esta memoria. Y la costumbre de comer tierra, tan general y tan estrecha- mente ligada, según el autor, al estado anémico de las poble- ciones, no es sino un argumento más en apoyo de mi hipó- tesis; pues sabido es que en la tierra donde un portador de ankylostoma haya depositado sus deyecciones, con toda fa- cilidad los huevos del parásito se transforman en larvas; y que en todos los lugares donde una epidémia de ankylostoma ha tomado desarrollo, siempre en la tierra y en las aguas tur- bias por tierra infectada de huevos del helminto se ha encon- trado la causa de las nuevas infecciones. El caso de los tra- bajadores del Gotardo no dejó dudas sobre este punto. Y si se considera que en países cercanos, en latitudes po- co diferentes de la de los lugares que nos ocupan, bajo condi- ciones climatológicas parecidas, como en Colombia y en el Brasil, el ankyostoma y la anémia que de él depende son frecuentísimos, no parecerá atrevido el pensar que muchas de nuestras anémias sean de la misma naturaleza y se refie- ran al mismo orden etiologico. Ysi hasta la fecha no han si- do atribuidas todavía á su verdadera causa, ello se debe sin duda á que no se ha pensado eq buscar lqs huevos eq de* posiciones por medio del microscopio, único síntoma seguro y patognomónico para el diagnostico. Pues otras señas no existen que hagan diferenciar esta de todas las demás ane- mias perniciosas; siendo que los pequeños dolorcitos ai epi- gastrio, la diarrea, la estitiquez, no son síntomas constantes ni propios exclusivamente de esta forma; y lo mismo dígase de las señas debidas al estado de la sangre, que en nada se diferencia de los producidos por cualquiera otra anémia. Y las hemorrajias intestinales que se manifiesten al exterior ó no existen ó son absolutamente rarísimas; y en fin, la presen- cia en las deposiciones de materiales producidos por la di- gestión intestinal de la sangre derramada en el duodeno, es de difícil investigación química y microscópica. No por esto deberán los colegas que por casualidad no tu- viesen á su disposición un microscopio, creer inaccesible el diagnóstico del ankylostomiasis; pues en todo caso aun sim- plemente sospechoso, bastará por dos ó tres dias seguidos administrar una moderada dosis de extracto etéreo de helé- cho macho, y examinar detenidamente los escretos pasándo- los por un velo de gaza: si la anémia depende del ankylos- toma, uno que otro parásito no tardará en presentarse en las deposiciones; y entonces el médico se encontrará en la favorable condición de haber al mismo tiempo establecido el diagnóstico y empezado el tratamiento. Aquí podría concluir mi trabajo, quedando por lo que pre- cede demostrado lo que constituía el principal objeto de su publicación, es decir la presencia del ankylostoma en el Pe- rú, y la probabilidad que su importancia como elemento etio- logico de las anémias sea mucho más extensa que lo que á pri- mera vista podría suponerse. Pero, á pesar del escaso número de mis observaciones, creo que no será inútil entrenerme algo sobre algunos puntos de ellas, sea porqué en algo se alejan de las descripciones comunmente conocidas, sea también por la notable utilidad práctica que de un estudio algo dete- nido de sus detalles clínicos y terapéuticos, y de Jas conside- raciones profilácticas que de ellas nacen, puede resultar en auxilio de los prácticos que ejercen ven las regiones infesta- das y en beneficio de los dolientes. No repetiré aquí la historia del parásito. Que Dubini lo descubrió en 1838 en Milán, que Griesinger en Egypto en 1851 proclamó por primera vez su rol etiologico como pro- ductor de la clorosis egypcia, que Graziadei en Turin en 1879 lo descubrió en el cadáver de uq pbrero del Gotardo, que después Grassi, Parona, Perroncito, Bozzolo le atribuyeron la producción de la anémia del Gotardo, Cantó, Giordano, Pernice, la de los mineros de azufre y de los cultivadores de arroz, y que fuera de Italia fué encontrado en los trabajado- res de minas de todo género de minerales y de carbón, en los ladrilleros y tejeros, en toda clase de obreros dados al traba- jo de la tierra, y en infinitos lugares distintos por latitud y clima, es conocido, y no vale la pena de insistir en ello. Se ha dicho por Grassi y Parona (Perroncito pag. 354- 355) que se necesitan cuando menos quinientos parásitos pa- ra producir una anémia grave. Por muy elevado quesea el minimun de lesión de la san- gre que se considere necesario para calificar de grave una anémia, cierto es que lo era la que afectaba nuestros enfer- mos; quienes tenían, el uno 2.300.000 glóbulos rojos por mm. cub. y 30 % de hemoglobina, y el otro respectivamente 2.165.600 y 33.3; y á pesar de esto no hospedaban en el in- testino sino 394 ankylostomas el primero, enfermo desde 3 i\2 meses, y 371 el segundo, enfermo solo desde menos de 3 me- ses. Lo que hace pensar que las condiciones del lugar favorezcan aquí el desarrollo de gravísimas consecuencias á pesar de ser relativamente limitado el número de parásitos, ó que ellos ten- gan en estos países facultades vitales mas enérgicas que los ob- servados en Italia, y sean por consiguiente mas aptos á dañar gravemente á su huésped; de lo cual creo yo haber encontrado una pruéba en la vivacísima ovificación notada en ambos casos y comprobada por el número enorme de huevos que se obser- vaban en el campo del microscopio; á tal punto que en un centi- gramo de material fecal de mi segundo enfermo pude repeti- das veces contar mas de quinientos huevos; y el número de quinientos huevos en cada centigramo de material, dados por una colonia de 378 aukylostomas, aparecerá enorme, si se considera que los mismos Grassi y Parona, y el Prof. Per- roncito, establecen como regla general que 150 á 180 hue- vos por cada centigramo corresponden en término medio á una colonia de 1,000 parásitos; á tal punto que yo, antes de tra- tratar á. mi enfermo con los vermífugos, me figuré que iría á encontrarme en uno de los raros casos en que 2 á 3,000 an- kylostomas se reúnen en un mismo individuo; y no fui poco admirado constatando la diferencia grandísima entre el pro- nóstico y la realidad. Sobre la íntima naturaleza de la anemia por ankilostoma los patólogos no han dicho todavía la última palabra. Es no- torio como en la epidemia mortífera del Gotardo aún después de descubierto el parásito en el intestino de los anémicos, si- guiesen las discusiones entre los que solo á él creían poderse atribuir los terribles efectos de la enfermedad, y los que en la mala condición higiénica de los trabajadores buscaban si no la principal causa del mal, al menos una con causa de capital im- portancia. De tal discusión se puede ya de antemano desumir como los mas versados en esta materia se hayan apercibido desde tiem- po de la desproporción que existe entre el estado gravísimo de esta clase de pacientes y la cantidad relativamente módica de sangre que presumiblemente los parásitos pueden sustraer; y efectivamente,si es lógico el pensar que un millar ó mas de pa- rásitos necesiten para sostener su vida á cargo de la sangre del enfermo sacar de ella cantidades notables, quedan siempre di- fíciles de comprenderlos casos en que estados de la mayor gra- vedad y hasta la muerte, en hombres antecedentemente sanos y fuertes, viene á ser producida por pocos centenares de gusanos de tan reducido volúmen y que evidentemente no pueden pro- vocar pérdidas sanguíneas tan graves que no pudiesen, al me- nos en parte, compensarse con una rica alimentación, y con una bien conservada función de los órganos hematopoieticos. De allí la necesidad de admitir una lesión grave de la función he- mato-formativa, y de buscar cuales otras causas puedan con- currir con las pequeñas hemorrajias para producir el cuadro gravísimo dé lesiones hematicas que estos enfermos presentan. Se ha dicho que evidentemente la aptitud á digerir debía ser disminuida, y por consiguiente la absorción y asimilación de los alimentos obstaculada. No sé que otros lo hayan indicado, pero paréceme á mí digno de mención el hecho que los ankylosto- mas viviendo como es sabido fuertemente agarrados con sus mandíbulas á la mucosa duodenoyeyunal y produciendo por consiguiente infinitas y siempre renovadas heridas en la super- ficie intestinal, deben facilitar grandemente la absorción de las sustancias tóxicas que continuamente se elaboran en el tubo digestivo; y quizás también influir siniestramente sobre la nu- trición por vía nerviosa. Pero con todas estas consideraciones todavía no parece sa- tisfactoriamente explicado el mecanismo patogenético de la anemia; tanto que el Prof. Birch-Hirschfeld hablando en el ii.° Congreso de medicina interna en Leipzig (sesión del 20 de Abril de 1892 Semaine medícale 1892 N. 20) citaba la opinión de algunos autores que piensan en una especial acción tóxica de- bida á la presencia de los parásitos, con estas palabras: Mente pour V anémie consécutive d la présence d' ankylostomes, on a re- marqué qu'elle n'cst pas suffisamment expliquée par les pertes de sang et que le concours d’une action toxique émanant des parasites est tout d fait vraisemblable (Lussana.) Dans ce sens plaident en- core d'autres observations concernant des anémies graves causees par divers parasites, tels que le bothriocéphale (Rúneberg, F. Muller, Dehio, etc.) ou par le trichocéphale (Moosbrugger). Y en la se- sión del dia siguiente Dehio confirmaba este concepto relativa- mente al botriocéfalo, agregando que esa acción tóxica no solo puede constatarse mientras el parásito vive en el intestino, si- no que á veces el anemia se presenta hasta después de su eli- minación, y puede á pesar de eso ser tan grave de producir la muerte del enfermo.—Sea de ello lo que fuere en nuestros en- fermos la gravedad de los síntomas pareció mayor de la que habría podido esperarse como efecto de menos que 400 parási- tos; y aunque en ambos existía, j unto al ankylostoma, uno que otro tricocéfalo, no creo que tal coincidencia haya podido ser causa de mayor gravedad, primero por qué dicho parásito á pesar de haber sido por algunos autores acusado de causar varias enfer- medades, como anemias, lesiones nerviosas y hasta el beri-beri, es por la inmensa mayoría de los parasitólogos considerado como inocuo; y luego porqué ambos enfermos han tenido una mejoría rápida y notabilísima, á pesar de que en ambos el tricocéfalo haya resistido á la acción de los vermífugos; al pun- to que hasta ahora mismo se nota uno que otro huevo de tri- cocéfalo en las deyecciones de ambos. Y que el empobrecimiento de la sangre de nuestros enfer- mos haya llegado á un extremo de gravedad notabilísimo, á más de la numeración de los glóbulos y de las investigaciones hemoglobínometricas, lo prueban los caracteres macro y mi- croscópicos de ella. A la punción del dedo salía de un color pálido de ladrillo cocido, muy análogo al de los depósitos de uratos de las urinas febriles, sin tendencia ninguna á la coagu- lación, sin consistencia, por modo que en lugar de formarse en gota corría fácilmente sobre la superficie del dedo. Al micros- copio se notaban claramente glóbulos rojos excesivamente pe- queños y otros de formas muy irregulares (poikylocitos.) Los glóbulos blancos, sin serlo, aparecían relativamente aumenta- dos en número, por la disminución de los rojos. Se notaban abundantes cúmulos pigmentarios, seña cierta de vivaz des- trucción de la sangre: y nachos cúmulos de granulaciones blancas amorfas, y una que otra masa dé color ocráceo en forma de pequeña esponja. Después de botados los helmintos, estas condiciones fueron mano á mano modificándose, y la sangre fué adquiriendo sus caractéres normales. Muy interesante me ha parecido una observación que, á pe- sar detener apariencia algo paradojal creo conveniente relatar, buscando una hipótesis que sirva á dar, al menos aproximati- vamente, una explicación de ella. Expresando con ioo el número de glóbulos rojos de la sangre normal (que como se sabe es aproximativamente de 5.000,000 por milímetro cubico) y expresando con fracciones proporcio- nales dé 100 el número de glóbulos rojos encontrados en los varios exámenes de nuestros enfermos, y comparándolas con los nú meros que expresan con la misma proporción la canti- dad de hemoglobina encontrada, se llega al resultado siguiente: Núm. de glóbulos Hemo- globina Exámen antes del tratamiento 46 30 Primer enfermo- i.° exámen después del trat... .. 54 55 2.° exámen después del trat.... . 74 77 1. ' Exámen antes del tratamiento 43,3 33,3 i 0 , r i i.° exámen después del trat Segundo enfermo 4 * 57 57 2.° exámen después del trat... 73 81 Del estudio de estos cuadros resulta: primeramente, que la cantidad relativa de hemoglobina antes del tratamiento fué menor que la de los glóbulos rojos, loque en otros términos indica que además de la pérdida de hemoglobina debida á la desaparición de muchos glóbulos, hubo otra directa, en cuan- to cada glóbulo contenía menos hemoglobina que un glóbulo normal; después, que las cantidades relativas de glóbulos y de hemoglobina se equilibraron, es decir que los glóbulos ganaron no solo en número sino que también y más en cantidad de he- moglobina, por modo que al tiempo del segundo exámen cada glóbulo contenía, la cantidad normal de hemoglobina; y por último, que la cantidad de la hemoglobina superó notable- mente la de los glóbulos, lo que obligaría á admitir que al tiem- po del tercer examen cada glóbulo rojo contuviese una canti- dad de hemoglobina superior á la que contiene un glóbulo rojo perteneciente á una sangre normal. Como dije arriba el resul- do tiene algo de paradojal; salvo que se quiera admitir que la res- titutio in inUgrum de la sangre pueda hacerse más rápidamen- te en su lado químico de reintegración de los materiales per- didos, que en el morfológico de refacción de los corpúsculos destruidos; por modo que haya un período, en la curación rápi- da de ciertas anemias, durante el cual los materiales ya listos para una completa reconstitución del tejido sanguíneo, no en- contrando todavía un número adecuado de glóbulos, que tardan á formarse,se acumulen en los existentes,esperando que el len- to trabajo morfológico de constitución de los nuevos corpúscu- los prepare las condiciones para el restablecimiento definitivo del equilibrio. Es una hipótesis sobre la cual yo no insistiré; pués no se me oculta la dificultad del problema, y tampoco el peligro que se encuentra fundando deducciones sobre los resul- tados de los examenes practicados con el instrumento del Prof. Bizzozero, cuyas indicaciones se desumen de la apreciación subjetiva de un fenómeno luminoso, y por tanto son expuestas á las incertidumbres inherentes á toda clase de investigación basada exclusivamente sobre la aptitud de los sentidos á la percepción y del cerebro á la valutación de las sensaciones, aptitud variable necesariamente de uno á otro observador, y de uno á otro tiempo para un mismo observador. Y tanto más me siento en deber de expresar muchas reservas al propó- sito, desde que en el ultimo exámen practicado en el primer enfermo dos meses después del tratamiento antihelmíntico, la proporción se había nuevamente modificado en sentido favora- ble al número de los glóbulos. No será inútil, antes de dejar la pluma, decir una palabra so- bre el tratamiento antihelmíntico más apto en estos casos. Desde que Perroncito aconsejó el helécho macho, fueron com- pletamente abandonadas las tentativas sin número, que habían dado resultados negativos á muchos prácticos, con el calomela- no, el kousso, la santonina, y muchísimos otros vermífugos cono- cidos. El extracto etereo de helécho macho suministrado á la dosis de io, 12, á veces 20 y hasta 30 gramos, logra el objeto con una admirable seguridad. Y el timol, propinado á la dosis de io á 12 gramos, en papeles ú obleas de 2 gramos, una cada dos horas, según el consejo de la escuela de Turín y del Prof. Bozzolo, y dísuelto en el estómago y en el duodeno por medio de una moderada cantidad de agua alcoholizada, tomada 15 á 30 minutos después de la dosis de timol, es también eficacísimo. Yo ensayé los dos métodos, uno en cada enfermo; y no puedo sino declararme muy satisfecho de ambos. El helécho macho, sobre todo en las altas dosis indicadas, tiene sus inconve- nientes, que no hay médico que no conozca perfectamente; y el timol ha dado también lugar en uno que otro caso á síntomas penosos, como sed ardiente, sensación de quemazón en el epi- gastrio, dificultades de la micción y ardores en la uretra al mo- mento de la emisión de la urina. Así es que, considerando el grado á veces extremo de debilidad en que se encuentran estos enfermos al momento en que se les tiene que administrar el remedio, el Dr. Ernesto Pavona, médico del Hospital de Várese, aconseja un tratamiento blando con el helécho macho, consis- tente en la suministración de pequeñas dosis de 2 á 4 gramos, repetidas sin interrupción por 6 ú 8 dias seguidos; y apoya su consejo sobre una feliz estadística de buen número de casos completamente curados por este método. Cual de los sistemas convenga más á cada caso evidentemente el médico debe ver de por sí, estudiando las condiciones especiales de cada enfer- mo; todos ellos son buenos, y el resultado corona siempre el tratamiento. Solo deseo notar un punto que merece ser conocido pa- ra evitar el peligro de abandonar como curado un enfer- mo que no lo fuese sino parcialmente. En mi primer enfer- mo, después del primer período de tratamiento con el helécho macho, examiné por algunos días las deposiciones al microsco- pio, y encontrándolas libres de huevos, creí que los parásitos hubiesen sido completamente eliminados; y fué solo mucho tiempo después que por casualidad y contrariamente á mi creencia tuve que convencerme que la curación era incomple- ta, habiéndose presentado nuevamente huevos del parásito. Y en efecto una dosis adecuada de timol hizo eliminar toda- vía 35 ankylostomas. De esta observación se pueden deducir dos enseñanzas: pri- mero, que antes de considerar como curado un enfermo es pre- ciso que muchos exámenes repetidos por largo tiempo hayan si- do completamente negativos en cuanto al reperto de los hue- vos; luego, que probablemente el helécho macho en los raros parásitos que resisten á su acción tóxica permaneciendo vivos, produce una notable lesión funcional, haciéndolos por algunos días ineptos á la producción y eliminación de los huevos. Así que en la suministración del remedio vermífugo, como en todas las cosas útiles, rige el adagio: melius est abundare qnam de- ficere. Una sola palabra sobre la profilaxis de la enfermedad que nos ocupa. Si la curación medicamentosa es fácil y segura, y hasta la curación expontánea es posible por la muerte natural de cada uno de los parásitos (cuya vida no pasa según Schulthess de 8 meses, aunque otros autores la crean mas larga y Leich- tenstern la haga llegar hasta 21 meses), es evidente que el desi- derátum consistiría en impedir la infección de los sanos que lle- guen en lugares infestados, y la de los lugares sanos á donde llegue un portador del verme. Los estudios de Perroncito, diligentes y extensos, podrán dar una completa noción de los medios que sirven á la destrucción de los huevos y de las lar- vas; pero para la práctica es suficiente que se sepa que huevos y larvas mueren seguramente en una solución de fenol al 1 % en un tiempo que- no pasa de 7 minutos, y que se reduce á 4 minutos si la solución es del 3 %; y además, que no resisten los aumentos de temperatura aún módicos, de modo que en menos de 5 minutos perecen en un ambiente cuya temperatu- ra se eleve á 50o.—De estas nociones es fácil traer la conse- cuencia que todo anémico que llegue á un lugar sano deberá ser obligado á depositar sus excretos en recipientes que no de- berán ser vaciados en el terreno sino después de haber sido tratados por el fenol en las dosis indicadas, ó por el calor; y que todo hombre sano obligado á residir entre anémicos, no deberá ingerir ni agua ni alimento que no haya sido sometido á la tem- peratura indicada. Naturalmente deberá también, si es destina- do á los trabajos de la tierra (agricultor, minero, ladrillero etc) asear completamente sus manos y todo objeto que deba llevar- se á la boca, siendo notorio, como ya dije, que en el suelo hu- medecido por las lluvias encuentran un favorable ambiente para desarrollarse y vivir los huevos que accidentalmente hubiesen sido depositados en él por algún enfermo. Me es grato manifestar públicamente mi sincera gratitud ha- cia él Dr. Azzali y el Dr. Pesce, quienes me favorecieron con sus consejos; y hacia los señores Eguibar y Quispe, internos del hospital, y el practicante señor Campodónico, quienes me asis- tieron con la constancia más digna de encomio, colaborando conmigo en las investigaciones largas y penosas que fueron nece- sarias para preparar el material de esta publicación. Confio que mis esfuerzos podrán ser de alguna utilidad á los colegas, y de algún alivio á los dolientes; y si mis esperanzas no son vanas, me consideraré satisfecho de haber pagado, con este modesto contributo ála medicina nacional, una pequeña parte de la grandísima deuda de gratitud que me obliga al país que, desde algunos años, tan benignamente me hospeda. Lima, Enero de 1893. j. jB. •