cftmeioH Articulo publicado en el número del mes de Abril de 1884 DE LüS finita ilcl Círculo íHcilico Argentino PÜK / , / 0AMUEL (q-ACHE Laureado por el £irculo Argentino EN LOS CONCURSOS DE l8j9 (DIPLOMA DE HONOR) Y DE l88t (MEDAl LA DE PLATA) DE LA REDACTOR-COLABORADOR DE *.J_OlS DE LA MISMA. RUENOS AIRES imprenta LA UNIVERSIDAD, de J. N. Klinyilfass, Venezuela 254 l884 CRSMiCIOH Artíeulo publieado en el número del mes de Abril de 1884 DE LOS dd ¿íreulo ífedito Argentino POR \S Chache Laureado por el EN LO» CONCURSO» DE 1879 ¡DIPLOMA DE HONOR) Y DE l88l (MEDAlLA DE PLA IA DE LA Y j^OLABORADOK de «Los Anales» de la misma. BUENOS AIRES Impremí LA UNIVERSIDAD, de J. N. Klingelfuss, Venezuela 254 1884 CREMACION Es esta una cuestión que periódicamente golpea las puertas de los congresos médicos en busca de solu- ción. 1 la sido ya instituida en varios países, pero le falta la sanción de las autoridades correspondientes para in- corporarse de una manera definitiva á los progresos reales que proclama la hijiene moderna. La tradición y la historia dicen que desde la mas le- jana antigüedad la cremación figura entre las costumbres de los pueblos; y hace ya cinco mil años que, según los Vedas, se la practicaba en la India al mismo tiempo que en la China. Encerrábanla los ritos funerarios de la cpoca; los libros la describen, y hasta los poetas la han cantado con magna inspiración. Cieian los antiguos que destruyéndose el cuerpo por la incinei ación, el alma volaba a la región de la eterna felicidad, y preferian el fuego á cualquier otro elemento. Eneas odiaba el agua, y según un historiador, los héroes de Homero temian la muerte por el terror de ser arrojados á las olas. En Grecia y Roma estuvo en uso durante mucho tiempo, y quedó casi olvidada hasta una época relativamente avan- zada. La primera vez que la idea de cremación reapareció en el mundo moderno, dice Martin, es en pleno período diiectorial, en el ano V de la República. Cierto número de proposiciones surgieron entonces, teniendo por objeto reglamentar los funerales, y fundar instituciones en las que se conciliase el respeto de. los muertos con todo lo que pudiese reclamar la salud de los vivos. 4 En Francia luchó mucho la cremación para conseguir su sitjo entre las reformas que el espíritu innovador iba acu- mulando; pero llegó un momento en que se la aceptó y se la puso en práctica, siquiera en nombre de una nece- sidad surgida en medio de circunstancias especiales. A principios del presente siglo, los Rusos incineraban los cadáveres de sus soldades caidos en la guerra con los Franceses. Los Alemanes en 1814 hicieron lo mismo con los muertos en la batalla de Paris. Sedan ofreció á la hijiene nuevos casos de cremación. Bélgica no pudo quedar sin intervenir en esta reforma, que se operaba gradualmente; y Créteur, el químico en- cargado de su realización, resolvió hacer la incineración sin mover los cadáveres, sin exhumarlos, sirviéndose del alquitrán, y basado en que ciertas resinas en presencia de los cuerpos grasos, producen intenso calor. Haciendo honor á la verdad, se debe confesar que en las condiciones de operación en que Créteur se colocaba, no era posible llegar á algo definitivamente práctico. Los Turcos y los Sérbios incineran sus cadáveres; y en la actualidad hay una tendencia marcada hacia esta cues tion que debe ser resuelta cuanto antes, para resolver también problemas trascendentales que á ella se refie- ren, y que interesan vivamente á la sociedad toda. Con relaci >ti á los actuales cementerios, nada hay que decir, puesto que se ha probado sus inconvenientes, que bien pueden compendiarse manifestando que son una fuente de emanaciones peligrosas, de envenenamiento de las aguas de pozos y de rios, y que saturados, ocupan un lugar muy considerable, con gran detrimento de los vivos (‘). Independientemente de todas las modificaciones porque pasan los elementos orgánicos entregados á la acción de la tierra, bajo el sistema de la inhumación, y de la cual resultan como nocivos el amoniaco, el ácido carbónico, el hidrógeno fosforado y sulfurado, éteres, carburos de (i) Dr. F. Martin—Les Cimeliér hidrógeno y gran cantidad de ácidos grasos, ¿no produce la descomposición de los cadáveres otros fenómenos que ha estudiado Pasteur?—¿no se forman los alcaloides cadávericos, las ptomaínas, descubiertas por Selmi? Sí» pues, la química ha investigado tanto estas cuestiones, no se desoigan los votos que la Hijiene formula en pre- sencia de las leyes que aquella dicta. Por otra parte, las ptomaínas se encuentran hoy en el vivo, bajo la influen- cia de ciertos estados morbosos. Pouchet y Gautier, entre otros, las han comprobado fuera de la muerte, y aun en las materias escrementi- cias del individuo en estado fisiológico. Preguntemos á los que defienden la inocuidad de los cementerios, cuanto tiempo necesita la tierra para completar la descomposición de los cadáveres. Estudiando las opiniones de los higienistas, llegamos á esta conclusión: el tiempo necesario para la destrucción cadavérica oscila entre cuatro y cuarenta años. Autores hay, sin embargo, que asignan á ciertas tier- ras la propiedad de realizar esta obra en muy breve tiempo. Y mientras esta destrucción se opera, cuanto peligro amenaza á las poblaciones 1 Cedamos por un momento la palabra al Dr. Mallo. «¿No es cierto, dice, como lo había observado Ramaz- zini y comprobado Poureray, que la inmensa mayoría de los sepultureros tienen un tinte pálido y síntomas que anuncian un envenenamiento lento?» «¿No atribuyen los principales historiadores, las pestes de Roma, y algunas de las de Constantinopla y Egipto, á las emanaciones pútridas?» «Según Periset, estas exhalaciones pútridas son la causa de la peste de Oriente; y el funesto renombre del delta del Ganges, por ser la cuna del cólera, la mayoría de los médicos ingleses y de Jos médicos inspectores en- viados á estudiar el origen y ver de sorprender el mal en su eclosión, consideran que el es debido á la inmensa cantidad de restos en putrefacción que quedan en sus riberas.» «Levy, aunque atribuye las disenterias y diarreas á las letrinas, considera que las emanaciones pútridas deter- minan los tifus. En todos los tiempos, en todos los cli- mas, el hombre ha comprendido la necesidad de ponerse al abrigo del mefitismo, que enjendra la putrefacción, y no por simple horror, ni por repugnancia, sino también por instinto, por la irrespirabilidad de esas emanaciones y por la esperiencia de numerosos casos dolorosos, en los que la muerte ha sido la consecuencia de la impru- dencia ó arrojo de querer vencer la irrespirabilidad tó- xica.» «Creo que es yá Mificiente lo espuesto para que se comprendan bien las razones en que se funda la colo- cación de los cementerios entre los establecimientos in- salubres de primera clase, y creo haber evidenciado, que es por lo que son focos de un mefitismo pútrido, pro- veniente de la putrefacción incesante en ellos de los ca- dáveres humanos.» (*) En el sistema de la inhumación de los cadáveres se debe tener también en cuenta un sério inconveniente, y es el que resulta de la composición del atahud, pues ella influye mucho en la duración de los fenómenos de putrefacción. Los peligros de la conservación de los restos huma- nos, son evidentes. La cremación tiende á evitarlos, y ofrece la ventaja de destruir en pocas horas los cadáveres. El último Congreso Internacional de Higiene y Demo- grafía reunido en Ginebra en 1882 así lo ha establecido, y ha aceptado las conclusiones de Cristoforis y Pini, al consagrar con su voto unánime la declaración de que € pide nuevamente que todos los gobiernos, rindiendo homenaje á los principios de libertad, y conformándose d las leyes de la hijiene, hagan desaparecer los obstáculos legislativos que, en ciertos países, se oponen aun á la cremación facultativa de los cadáveres. » (i) Dr. Pedro Mallo.—Lecciones de Hiji La reforma se ha puesto en práctica en toda la Italia, y corresponde á la Sociedad de Milán que incineró el cadáver de Alberto Keller ('), el 22 de Enero de 1876, el honor de haber obtenido del Gobierno el reconoci- miento de la cremación, por intermedio de Nicotera, Ministro del Interior. En otra ocasión el Ministerio se asoció plenamente á las justas consideraciones del Cónsejo de Estado, y la cremación obtuvo un nuevo triunfo. Al fin, ella fue acep- tada por los médicos legistas. En Inglaterra, un ministro ha manifestado en el Par- lamento su simpatía por la reforma, agregando que da- ría su voto á la reglamentación que se hiciera para la práctica de la cremación. Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, Suecia, Noruega, Holanda, Dinamarca, Austria-Hungría, sellan incorporado á ella, y se hacen muchos trabajos para que triunfe apesar de todas las preocupaciones. Los enemigos de la incineración presentan como ar- gumentos para combatirla, los sentimientos religiosos, las afecciones de familia, y la impunidad en que, según ellos, permanecerían ciertos crímenes, cuyas huellas en el cadáver haria desaparecer la acción del fuego. Los dos primeros argumentos son tan fútiles que no merecen contestarse, y respecto del tercero, que es el único algo sério, se rebate y se le vence con la conser- vación de las viceras, en los casos de sospechas de en- venenamiento. Al respecto, el Dr. Mallo presenta las conclusiones si- guientes : Io Que los casos de envenenamiento y de pesquizas cadavéricas son mas raros de lo que muchos se imagi nan, pues en los grandes centros de población no sue- len pasar de dos ó cuatro por año, cuando mucho. 2U Los venenos fijos, no descomponibles por el calor, tales como el arsénico, el antimonio, el zinc, el cobre, el (i) Keller en su testamento legó una cantidad de dinero para que se efectuase la crema- ción de su cadáver. plomo, etc., se vuelven á encontrar en las cenizas, ó en los reverberos de los aparatos crematorios, ó en lo que hace las veces de ellos. Ahora bien, agrega, en los casos de muerte por golpes, por heridas, como en los que hay que comprobar emba- razos y la identidad de las personas, que son aquellos en que se recurre á la exhumación judicial con mas fre- cuencia, con la comprobación postuma y otras medidas administrativas, tales como la fotografiado todo el cádaver que fuera á ser incinerado, quedaría salvado el inconve- niente. Las reiteradas esperiencias del señor Cadet en el labo- ratorio de Dorvault, en presencia del señor Wrest, y otras muchas personas, de que encontrarán testimonio en los diarios científicos, como que se han efectuado en los úl- timos tiempos, dice el Dr. Mallo, vienen á comprobar que con escepcion del fósforo,—porque lo contienen también nuestros huesos, — del bicloruro de mercurio, que no deja rastros, y de los alcaloides cuyos reactivos no son aun bien conocidos, todos los demás venenos, y en particular el arsénico, pueden ser hallados después de la cremación, en los mismos aparatos. No hay, pues, motivos para rechazar la cremación. Son las preocupaciones las que se oponen á ella. Las medidas administrativas y la Medicina Legal se han encargado de impedir que un crimen quede impune con la incineración.—La Toxicología, con sus rápidos progre- sos, también ha contribuido poderosamente á este feliz resultado. Al terminar, queremos que se recuerde la opinión de Lacassagne y Dubuisson, que, sin ser partidarios de la re- forma, dicen: En lo que nos concierne personalmente, estamos dispuestos á aceptar la cremación en todos los casos en que se pruebe que la inhumación no puede efec- tuarse en las condiciones que la hagan inofensiva, y sin ir mas lejos, no dudaremos en declarar que ella nos pare- ce llamada á prestar verdaderos servicios en los cam- pos de batalla, y en los tiempos de epidemia grave. (*) Por lo que respecta á los aparatos crematorios, de to- dos los existentes, el de Gorini es el mas generalmente aceptado. Examinando los estudios que sobre la cremación se han hecho en todas las Naciones, vemos que España y la República Argentina no la han aceptado aun, ni se ha intentado nada sério con relación á ella. Si nues- tra madre patria permanece inconmovible en presencia del movimiento estraordinario que hoy domina la Europa —no la imitemos sus hijos, los que hemos nacido al Sud del Nuevo Continente, y sigamos el vuelo de las ideas que han de modificar las sociedades. Y como es necesario que la iniciativa se produzca, la toma con entusiasmo el Círculo Médico Argentino, para que viniendo á su seno el debate sobre la incineración de los cadáveres, se resuelva lo que se crea conveniente. No es obra de un dia tan importante empresa. Las cos- tumbres no se abandonan de improviso, pero el tiempo las trabaja, y al fin vence. Por nuestra parte, y después de haber espresado las anteriores ideas á nuestros ilustrados amigos, los Docto- res Telémaco Susini, José Penna y Baldomero Sommer, creemos que se podría ir formando opinión sobre el si- guiente PROYECTO El Círculo Medico Argentino RESUELVE: Articulo Io Promover la formación de una sociedad de cremación en la República Argentina. Art. 2o Solicitar del P. E. ó del P. L. N. el recono- cimiento de la cremación facultativa, y su cooperación pe- cuniaria para su ejecución. Art. 3o La cremación se verificará después de com- (') Deciiamhke, Dictionnaire des Sciences Mtdicales; Tomo 23, 1* Série. (Véase Crimatien. probada la identidad del muerto, y cumplidas las formali dades establecidas para estos casos por el Congreso In- ternacional de Hijiene y Demografía reunido en Ginebra en 1882. Buenos Aires, Marzo de 1884. Samuel Gaché.