m WCB Vl-T5m mí ífiií-.'^awK Kk4S9&!'ÍS1 ■$é Ví-'V'i'Siíí' Kí> Kio;':';'-r-;^ llliáw^^ m± MU '\ < -".i, V *. I* ■ M ^.¿^'•■■'■k'-v ■ n H; .««.■> A-V ^ /r¿x<-^Oa_ MEMORIA SOBRE 3BJL ©flMLTBlBil IffitÜ^W©; ESCRITA DE ORDEN DEL SUPREMO GOBIERNO, POR EL D. D. JOSÉ MA11IFL VAIiOES» CATEDRÁTICO DE PRIMA DE MEDICINA, PROTOMEDICO JEXERAL DEL ESTADO NOR-PERUANO, SOCIO DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE MADRID, Y MIEMBRO DE LA LEGIÓN NACIONAL DEL PERÚ. LIMA, IMPRENTA DE EUSEBIO ARANDA 1838. - WC6 '> • V/-/5W; XOTA DEL SEÑOR MINISTRO DEL INTERIOR AL AUTOR »E ESTA MEMORIA. REPÚBLICA NOR-PERUANA. Ministerio del Interior—Palacio del Gobierno en Lima a 20 de Marzo de 1838. Al Señor ?eotomedico Jenebal. S. P.—Por conducto del Señor Prefecto de este De- partamento llegó a mis manos la Memoria sobre el Có- lera Morhus escrita por U. S. en conformidad a la escU- tacwn que de orden expresa del Supremo Gobierno, le di- riji en 25 de Septiembre del año próximo pasado. En el momento tuve el honor de presentarla a S. E. el Presidente de la República, quien ha leido con el ma- yor agrado una obra que a primera vista acredita la me- ditación y trabajos empleados por U. S. contra una epi- demia tan horrorosa, y su ardiente deseo por la conservación de la salud pública. Dios guarde a H. S.—Jóse María Galdiano. *~— II II 1Mfca— ■■■—11 mirm. ■ .'»■ ■■■■■ ■ » n ■—^— i i i i i i aMMMMVWWMIiMMMRi^MpVtfai Horridus hic morbus, quo non crudelior álter, Qui tristes vidual sublatis civibus urbes. GEOFROV HYGIENE. LIB. 7. 33 crcc ce "RctScC cK cK cR X a3 Ít5c»5ct3 • • o? ao o? crcRck CE o5&?RcCn3ct3^cC Entre las plagas que de tiempo en tiempo han aflijido al jénero humano, ninguna fué tan terrible y desoiadora, co- mo lo es la actual del Colera-morbus. Endémico en el Asia desde los siglos mas remotos, y Esporádico en todas las re- pones, tomó de improviso, en los Uordes del Ganjes, el ca- rácter epidémico en el año de 1817; y desde entonces ame- naza devastar toda la tierra. Sus síntomas son tan omino- sos, como inesplicables; pues aunque los médicos de las na- ciones mas ilustradas, han invocado en su ausilio las luces de la física, químia, fisiolojía, anatomía, p atol -j i a, y los co- nocimientos que ministran la observación y esperiencia a la cabecera de los coléricos, no se sabe hasta ahora ni la natu- raleza del virus que los excita y produce, ni el órgano que primitivamente afecta, ni el medio eficaz de disiparle, o a lo menos de neutralizar sus mortíferos elementos. ¡Que de sistemas inventados, y que de luminosos escri- tos para clasificar este peligrosísimo mal,y para someterle a los socorros terapéuticos, según la clase a que cada uno pro- cura reducirle! Pero en vano. El Cólera marcha con asom- brosa rapidez, enseñoreándose de todas las naciones, y ce- bándose en las víctimas que inmola a su capricho. Su car- rera es tan irregular e imcomprensible, como lo es el prin- cipio que lo hace tan formidable y mortífero. Aunque re- eide en la atmosfera, no obedece al impetuoso curso de los vientos: y al modo que el rayo divide unas veces con fuerza irresistible las montañas mas duras y encumbradas, y otras solamente hiere a una infeliz madre, dejando ileso al inocen- te párvulo que llevaba en sus brazos; asi el Colero, corrien- do sin orden, ya sorprende a muchos vecinos de un pueblo, t4 ] y ya solo al individuo de una casa, indultando a los deniar; que la ocupan. Lo#mas admirable es, que ni se disminuya su actividad en los climas helados, ni crezca en los ardientes: que corra centenares de leguas sin afectar a los pueblos so- bre quienes transita, hasta que toma asiento en el que elijo; y que abandonando éste para devastar a otros mui lejanos, vuelva después sobre el, y sacie su furor en las personas que se creyeron inmunes; como si le disgustase que todos los ha- bitantes de los pueblos que habia visitado, no hubiesen sido plagados de su malicia.En una palabra: todo en el Colera es irregular y pasmoso. Por lo tanto, dejemos investigar las causas de tan sin- gulares fenómenos,a los sublimes injenios de la Europa,que a costa de sumo trabajo procuran penetrar en el santuario de la naturaleza, para obligarla a revelar sus mas ocultos misterios. Entretanto yo me contraigo a examinar y resol- ver las siguientes cuestiones que mas nos interesan, por si tu- viésemos la desgracia de que venga a nosotros esa pernicio- sísima plaga. 1. p ¿El Cólera esporádico observado en Lima, y en casi todos los lugares, difiere esencialmente del epidémico que hace tantos estragos en el antiguo mundo y en el nuevo? 2. p ¿Es contajioso? 3. °- ¿Cuál debe ser el método curativo según nues- tro clima, teniendo en consideración las tentativas practi- cadas en Europa?—La dilucidación de estos tres puntos será la materia de esta suscinta Memoria. [5] PRIMER PUNTO. Cada enfermedad tiene sus síntomas característicos que la distinguen de las demás, y que principalmente con- sisten en la función alterada del órgano afecto. A mas de estos síntomas inseparables, y que, según se expresaban los antiguos, acompañan a la enfermedad, como la sombra al cuerpo, suelen sobrevenir al paciente otros fenómenos mor- bosos que dependen, o de simpatia del órgano donde reside el mal, con otro diferente, ó de la complicación de dos en- fermedades, o de errores cometidos por el médico, por los asistentes, o por el mismo enfermo, o de la estación y varia- ciones atmosféricas. Según esto, comparando los síntomas del Cólera epidémico con los del esporádico, se conocerá la identidad o diferencia entre uno y otro. Por lo tanto ex- pondré lo que nos refieren del primero, médicos ilustrados que le han observado en el Asia, África y Europa; y des- pués me contraeré a lo que por nuestra propia experiencia, y la de otros prácticos sabemos del esporádico. En el mayor número de los que han padecido el Cólera epidémico, se han notado algunas indisposiciones, antes que les invadiese el mal—Desgana para todo alimento, nausea, ligeros cólicos, dolores de cabeza, y otros fenómenos mor- bosos, han sido por lo común, precursores del Cólera. Este suele ser benigno en muchos enfermos,sin que se ob- serven en ellos.los terribles síntomas del asiático. Entonces luego que el estómago se descarga de los alimentos incoctos por la boca y el ano, los vómitos y evacuaciones, son de un fluido viscoso y blanquecino, o amarillo,o verde:el vientre es- tá adolorido, pero sin calor urente, ni sed insaciable: la cutis conserva su color, y el pulso su rithmo natura!; pero en otros se nota frecuente y contiaido. Los auxilios oportunos im- piden muchas veces el desarrollo del Cólera álgido, casi siempre funesto, o a Jo menos mitigan su intensidad y dis- minuyen el peligro. Por todo lo cual, llaman muchos au- tores Colerina, esta suave variedad del Cólera. Pero cuando por descuido del paciente, o por inefica- cia del método curativo, se incrementan los síntomas, y cuando el mal sorprende sin desorden alguno que lo indique. se observa lo siguiente—Vómitos y evacuaciones abundan- tes y frecuentes, de un líquido blanco semejante al suero de leche, o al que se derrama en el vientre de los hidrópicos, y se extrae por la operación llamada paracentesis; frialdad de todo el cuerpo, y aun de la lengua y del aire que se ex- pira; sudores viscosos, arrugamiento, color obscuro y casi negro de la cutis; pulso imperceptible, asi del corazón como de las arterias; calambres y agudísimos dolores de brazos y piernas; sed intensa; inyección y hundimiento de los ojos; agitación extrema; anxiedad, calor, dolor y opresión en la región precordial; supresión de la bilis y orina; hipo, síncopes, voz débil y ronca; respriacion lenta, y por ultimo cesación de la vida en pocas horas, conservándose hasta el postrer momento sana la inteligencia y el movi- miento de los músculos. Cuando no es tan grave el Cólera, é indica ceder a la eficacia y oportunidad de los remedios, calma poco a poco la violencia de los síntomas; la circulación se restablece; las evacuaciones son tinturadas de bilis; el pulso se eleva; cor- re la orina; se difunde un calor grato en toda la superficie del cuerpo; el estado normal sucede al desorden de todas las funciones,y termina felizmente la enfermedad en pocos dias. Mas a los que no perecen en el periodo álgido, suele sobrevenir una reacción mas o menos violenta después del estupor que ha padecido el organismo. Cuando este es- fuerzo vital, no es moderado y regular, o se inflaman las visceras, lo que manifiestan el pulso fuerte, pleno y duro, la lengua roja y seca en sus bordes y punta y la inyeccioon sanginea de los ojos; o por el contrario se sigue a la reacción, el colapsus con todos los fenó- menos de la fiebre adinámica, o de la ataxica. En el primer caso, el calor es urente, el pulso pequeño y frecuente, la len- gua se cubre de un sarro amarillo, los dientes se ponen fuli- ginosos, crece la sensibilidad del abdomen, y por ultimo, la suma postración de fuerzas extingue prontamente la vida. En el segundo caso, a mas del abatimiento jeneral, se nota en el paciente violento delirio, pulso tardo, salto de tendo- nes, y continua somnolencia; cuyos síntomas dan a conocer la congestión o colapsus del cerebro, y por consiguiente una terminación casi siempre funesta. Al contemplar este cuadro de tan ominosos síntomas, no debe estrañarse el que perezcan muchos, ó desde el prin- cipio en pocas horas, o en el progreso cuando termina el Cólera en otro mal no menos peligroso; o por último, en el triste periodo de una convalecencia arriesgada, por la des- organización de alguna entraña, o por la extrema postración de fuerzas. Confusos los médicos viendo los estragos irreparables que causaba el Cólera en todas partes, no omitieron medio alguno a fin de indagar su naturaleza y el órgano afecto, ori- gen de tan terribles fenómenos. Se disecaron millares de cadáveres, se analizó el aire de la atmósfera inficionada, y la sangre de los coléricos, para compararla con la de los sa-- n»s; y se examinaron con la mayor escrupulosidad todas las visceras, a fin de que por la alteración que se notase en cada una, se conociese la naturaleza del principio mortífero, la especie de lesión que causaba, y el plan terapéutico mas adecuado para enmendarla. Mas para todo esto, poco se ha adelantado con la autopsia. Las lesiones notadas en las visceras del abdomen, en los pulmones y en el cerebro, no difieren de las que se descubren en los que mueren de fiebres peligrosas; ni esas alteraciones comunes pueden pro- ducir los terribles y mortales fenómenos que se observan en el Cólera. A mas de eso, en los coléricos que solo han vi- vido pocas horas después de la invasión, se han visto todos los órganos sin alteración notable; y hasta la membrana mucosa gastro-intestinal, blanca y enteramente sana. (1) [1] De este hecho y de otros semejantes se valen los adver- sarios de Broussais, para impugnar su opinión de que el Cólera morbus es gastro-enteiitis, esto es, una inflamación de Ja mem- brana mucosa del estómago e intestinos; y que por lo tanto debe curarso con sangrías, sanguijuelas y demás remedios que cons- tituyen el método llamado antiflojístico. Dicha membrana di- cen, se ha notado como en el estado natural, en los numerosos cadáveres de coléricos que habían fallecido a pocas horas de la invasión, y que fueron disecados por MM. Chomel, Güeneau, Magendie y otros muchos médicos en diversos países. Según estas observaciones, esa membrana no es el asiento del mal, ni el depende de su inflamación, porque en tal caso, cuando fuese mui violento y mortífero el ataque, debería quedar alterada y aun Por lo tanto, el mismo Doctor Reivillé Paricé, ci- tado tn la nota antecedente, asegura que la autopsia no conduce de ninguna manera, "ni paradescubrir la na- turaleza del Cólera-morbus, ni para saber el órgano "que primero afecta, y mucho menos para atinar con "el método curativo." Del mismo sentir son casi todos los médicos parisienses; y el Doctor Ribes, después de ha- ber disecado innumerables coléricos en el hospital de invá- lidos, se expresa de este modo. "Calumnia a las visceras "quien les imputa ser la causa del Cólera morbus." Mas por lo mismo que las disecciones cadavéricas han sido inútiles para los fines dichos, han contribuido por lo me- nos para el esclarecimiento dé una verdad incontestable. Por ellas se sabe que en esta enfermedad, pierde la san- gre su color bermejo, su fluidez, su calor y demás propie i lades vitales; que cesa de circular en los troncos arteriales y venosos, y que así en estos como en el corazón, se advier- ten coágulos de sangre negra y grumosa; aunque es mui pro- bable, que esta no sea causa del Cólera,sino efecto del estu- por y súbita suspensión de la acción vital en todoslos órganos. Sin embargo, entre la multitud de injeniosos siste- mas inventados para decidir el asiento del Colera, me parece mas adaptable el que concibieron Lódes de Mos- cow, y algunos pocos alemanes y franceses. Según es- desorganizada la parte afecta. Por estas y otras razones se ex- presa en estos términos el Dr. Revillé Paricé, miembro de la Academia Médica-parisiense, en una carta escrita a otro pro. fusor. "La conversión del Cólera-morbus en gastro.enteii is, se rha mirado por el mayor número de prácticos, como un error '"patológico. Esto prueba que violentar y alterar los hechos. "argumentar con un egoísmo dogmático, y desfigurar con sofis- "mas la santa imagen de la verdad.no basta siempre para fas- cinar el buen sentido público. En el dia son muchos los mé- "dicos ilustrados, para que puedan ser seducidos, y ellos han "hecho ver, que la observación real, exacta e imparcial de los "hechos, desmiente semejante aserción. Si la gastro-entertis "se manifiesta alguna vez en un caso de Cólera-morbus, es por "un accidf-nte que como otros muchos, tieno a veces lugar en el "periodo de reacción, y antes de él, solo en los que padecían la "gastro enteiitis antes de que les invadiese el Cólera. tos sabio*, el sistema nervioso ganglionario sé afecta in- mediatamente en el Cólera; en él reside el principio de- letéreo, y de él sa orijinan todos los fenómenos morbo- sos. Sin entrar ahora en las discusiones anatómicas y fisiolójicas, sobre si el gran simpático es un solo nervio formado por los ganglios y cordones intermedios, o si cada ganglio es un centro particular independiente de loa otros por su acción, suministrando y recibiendo sus ner- vios particulares, como el cerebro suministra y recibe los suyos, según opinó Bichat: siendo incontestable que los ganglios simpáticos se comunican por mutuas anastomosis de muchos hilos nerviosos, y que mediante loo plexos que se entrelazan en los órganos de las cavidades tho- racica y abdominal, presiden a todas las funciones vita- les; de su lesión se deducen claramente los síntomas ob- servados en el Cólera. No pienso como Delpech, que la naturaleza del Cólera sea una inflamación de los plexos abdominales; porque aunque en cinco cadáveres de co- léricos disecados en Inglaterra, halló dichos plexos rojos, ingurjitados de sangre y macerados; como en otros mu- chos cadáveres se hayan visto los plexos en su estado natural, no debe adoptarse dicho sistema en toda su es- tension, ni recomendar por él la utilidad de la sangria en el Colera, como lo hace su autor. Basta suponer una excitación violenta de todo el sistema nervioso gangliona- rio, para dar razón de los fenómenos dichos, sin que sea necesaria la inflamación, cuya idea desmienten todos los síntomas, ni el que se conserven vestijios de dicha exci- tación en los cadáveres. [2]. (2) No se puede hallar siempre en el cadáver el asiento de cada enfermedad, ni la causa de todos los fenómenos « bsevadoa en ella: 1. ° porque no conocemos la textura intima de los ór- ganos, y mucho menos la de los nervios y del cerebro. 2. = por- que muchas veces aun habiendo padecido simpáticamente toda la economía, no dejan estos desórdenes vestigios de su exis- tencia: 3. ° porque las enfermedades que terminan en la muer- te, pasando por muchos grados desde su principio hasta su fin, aunqcie se examinen en los cadáveres los desórdenes que predujeron, ya no se vea la naturaleza enferma sino a la muerta. Geurger, du systeme nerveux, tom. 2. ° pag. 193. 2 [10] Me parece que solo por una alteración profunda de- todo el sistema nervioso ganglionario, causada por el prin- cipio deletéreo de la epidemia, puede explicarse el apa- rato de síntomas ominosos que privan de la existencia en pocas horas. Sabemos que el grande nervio esplan- chnico nace en la parte interna de los ganglios toráci- cos inferiores, y que cruzándose y entrelazándose sus ra- mos, forman una grande red nombrada plexo solar, ori- jen de los plexos abdominales. Todos los ramos del plexo solar acompañan a las ramificaciones de la arteria aorta, y se distribuyen con ellas en todas las visceras abdomi- nales, asi como los demás nervios ganglionarios penetran con las arterias en los otros órganos; siendo por lo tan- to los reguladores del sistema circulatorio, al cual per- tenecen esclusivamente. Asi es que, por la poderosa in- fluencia del sistema nervioso ganglionario, se mueve el corazón, la sangre circula, el pulmón respira, el estómago dijiere, y se ejercitan todas las demás funciones de la vida orgánica. De lo cual se deduce, que solo por la afección morbífica de ese ájente, puede retardarse la pul. sacion del corazón hasta el estremo de no sentirse mas, que diez o doce diastoles por minuto, según lo observó Magendie; suspenderse casi del todo la circulación de la sangre, y su oxijenacion en los pulmones; teñirse la cu- tis de uri color lívido, por la acumulación de sangre ne- gra en los vasos venosos; faltar la secreción de la ori- na, aplanarse el abdomen &; pues todos estos fenó- menos manifiestan un estupor y contracción jeneral de todos los órganos sometidos al influjo del sistema ner- vioso ganglionario. Comprueba mas esta teoría patológica el conservar- se ilesos aun en la mayor intensidad del Cólera, asi el uso libre de la razón, como los movimientos voluntarios y todas las demás funciones de la vida animal, las cua- les dependen de los nervios cerebrales. Sin embargo, como en algunos coléricos son tan fuertes y dolorosos los calambres, que les impiden por algunos ratos el libre mo- vimiento de sus miembros; debe creerse, que al menos en estos participa la medula espinal de la misma violenta excitación que sufren los ganglios, puesto que de aquella sa- len los nervios que ge distribuyen en los músculos de la$ extremidades. Pudiera objetarse, que la retracción de los ojos en lo interior de cada órbita, no puede explicarse por la exi- tacion de los ganglios, puesto que el optálmico y el es- feno-palatino se ven siempre aislados, comunicándose so- lamente con los nervios del cerebro, según dice Bichat en su anatomiajeneral, cuyas observaciones sobre este punto confirman las de los anatomistas que le precedieron. Mas lo contrario se ha demostrado últimamente; pues como dice Blondin: "Documentos mas prolijos- sobre la disposición „de los hilos que salen de los ganglios optálmico y esfeno- „palatino, permiten mostrar la continuidad de estos gan- glios con el resto del gran simpático." Resta decir, que como los fenómenos que anuncian el Cólera, y los que se notan en su primer periodo, su- ponen grande excitación del canal alimentario, no puede dudarse de que en él ejerce primero su actividad el prin- cipio deletéreo, y que de hai se comunica al centro ganglio- nario, y a todos los plexos del abdomen y del tórax.— Concluida la historia del Cólera epidémicp, paso a expo- ner la del Esporádico. El mayor número de médicos que deíde Hipócrates hasta el presente, han dado a luz tratados de medici- na práctica, incluyeron en ellos la historia del Cólera Mor* bus esporádico. Pero entre todos ellos prefiero la de Sy- denhan, y la de Juan Pedro Frank, por la distinción que hacen del Cólera ,endémico y del verdadero esporádico, cuya diferencia espuse en mi Memoria sobre las enfer- medades que se padecieron en Lima, en el año de 1821. En esta ciudad pues, como en otros lugares del antiguo y nuevo mundo, puede decirse que es endémico el Có- lera Morbus en el estío y el otoño, principalmente, cuan- do días mui calurosos alternan con noches destempladas V frias. Acomete por lo común a las personas robustas de uno y otro sexo, y sus síntomas son los que describen los autores, desde que Areteo nos dejó una relación fiel y exac- ta de todos ellos. Al principio de la invasión, se siente llenura y dolor gravativo en el estómago, borborigmos y í12 ] eructos nidorcsos, si el alimento estaba incocto, ó amar- gos, si se habia dijerido. Siguen vómitos y evacuacio- nes mas ó menos frecuentes de color amarillo ó verde, principalmente en los de temperamento bilioso, y cuando un rapto de ira ha precedido a la invasión del mal. Un calor urente en el estómago, causa inquietud, anxiedad en los precordios, y dolor en todo el abdomen. El pulso fre- cuente, ó casi regular al principio, decae mas y mas: tor- mentosos calambres en brazos y piernas aflijen tanto al paciente, que lo obligan á dar inconsolables quejidos; y y por último, sobreviene el hipo, desaparece el pulso, sudor helado baña la cutis, y entre cuatro o siete dias, termina la muerte esta terrible serie de fenómenos, si el arte no pre- viene oportunamente su fatal carrera. Aunque no haya diferencia esencial eutre el Cólera en- démico y el esporádico, la hai por lo común en cuanto a sus causas, serie de síntomas y plan de curación. El Có- lera esporádico se observa en toda estación, edad y sexo; pero están mas expuestos a padecerle, las personas de com- fdexion delicada, las convalecientes de alguna enfermedad, as caquécticas, dispécticas &c, y proviene casi siempre del exceso o mala calidad de los alimentos y bebidas. He vis- to perecer algunos por haber tomado leche y frutas acidas en la comida, y también por haber cenado arroz y bebido agua mui fria. Sus síntomas son los siguientes:—vómitos y evacuaciones agrios y fétidos del alimento, y luego de líquidos serosos, o blanquecinos, sed ardiente, dolor en el epigastro, calambres, hipo, pulso pequeño, contraído y for- micante, frialdad de la cutis y del aire qae se expira, su- dores viscosos y helados en la cabeza y pecho, color amo- ratado y casi negro de la lengua, semblante cadavérico, y cesación deta vida en pocas horas las mas veces. Comparando estas dos especies del Cólera común con las del epidémico, se advierte tal identidad de fenómenos. que eceptuando la multitud de los que padecen este último por el influjo atmosférico, no se nota en ellos diferencia in- teresante. Por lo tanto aseguro con M. Doublé v los demás sabios médicos de Paris,coroisic nados por la Academia pai a observar el Cólera en el norte de la Europa, que el Cólera morbus endémico y esporádico observado por los antiguos en Grecia y Roma, y por nosotros en Lima, es el mismo en cuanto a sus síntomas característicos, que el observado desde tiempo inmemorial en la India, y que en estos úl- timos años ha desolado gran parte de la Europa y de la América. Mas no basta haber comparado el Cólera endé- mico y el esporádico, con el epidémico. Conviene saber si hemos padecido este último, o si debemos temer quenos visite. En el estío del año pasado de 1818, se padeció en esta ciudad y en toda la costa, una enfermedad biliosa, de la que casi ninguno estuvo exente; pues solo en Lima se plagaron de ella como treinta mil personas de uno y otro sexo. Fue tan benigna, que no tuve noticia de que alguno pereciese; y sus síntomas fueron los siguientes. Desgana y sensación mo- lesta en el epigastrio; nauseas, vómitos y evacuaciones bi- siosas, poca o ninguna fiebre, hastío a todo alimento, suma sed y apetito de bebidas acidas. Las limonadas frías, las pa- natelas agrias, y un moderado abrigo, fueron suficientes para que la enfermedad terminase en cuatro días, o a lo mas en siete. Sin embargo, en algunos fueron mas intensos los sín- tomas, y sin ninguna diferencia de los que se observan en el Cólero-morbus endémico; pero cedieron prontamente al uso de la nieve. Mas merece especial consideración un fenómeno nota- ble jamás visto por nosotros, ni en el Cólera endémico, ni en el esporádico, aun cuando en estos padescan los enfermos calambres dolorosos, frialdad cadavérica y demás síntomas ocasionados por la suspensión del círculo sanguineo en los vasos de la periferia. Este raro fenómeno era un excesivo abatimiento muscular, que duraba quince días, o un mes, aun después de terminada la enfermedad; y aun en aquellos que había sido mui lijera. De modo que, los convalecientes caminaban por la calles con bordón, como los mui viejo?, los paralíticos y los que han sufrido alguna enfermedad lar- ga y peligrosa; lo que nos hizo creer entonces, que el ájente morbífico diseminado en la atmósfera, afectaba de un modo especial el sistema nervioso y muscular. Y como ignorába- mos nosotros en esa época, que el Cólera epidémico devas- taba el Asia, no pudimos sospechar, que nuestra epidemia Limana, fuese en algún modo semejante a la Asiática, y creo que a ningún médico le ha ocurrido hasta ahora este pensamiento. Yo lo presumo por las razones siguientes:-*-- 1.ÍS No hai ti adición de otra epidemia en Lima, que se pa- reciese a la referida—2. -*- Ninguna ha plagado a casi todos los habitantes a un mismo tiempo—3. *- La debilidad mus- cular que no guardaba proporción con la lijereza del mal.so- lo puede atribuirse a un principio deletéreo modificado por la benignidad del clima, por la distancia de su primitivo fo- co, o por otras causas que se nos ocultan. Si mi presunción es fundada, ya hemos padecido el Có- lera-morbus epidémico, y en caso de que vuelva, no debe- mos temer que sea tan destructor como en otros países. Y en caso de que asi se verifique, se hará mas palpable la ver- dad de que este delicioso clima es mas recomendable por su salubridad, que por las demás ventajas que disfrutan en él sus habitantes. ¡Ojalá salga a luz otro Vaniere,que asi como el primero cantó la fertilidad y riqueza de este suelo Limeño, el sublime injenio y la índole apacible de sus naturales, can- te el privilejio de no padecerse en él las pestes y mortífe- ras epidemias, que desoían c«n frecuencia las demás nacio- nes del globo. (3) Pero como puede fallar este concepto, con que yo procuro serenar el ánimo de mis paisanos, para consolarlos en alguna manera desde ahora, si acaso sobre- viniese a esta capital el Cólera áljido epidémico,conviene re- solver, si es, o no contajioso. S£&lTHDO PUNTO. Uno de los puntos que mas se han discutido entre los médicos, es el del contajio verdadero o falso de algunas en- fermedades. Por contajio debe entenderse ra transmisión de una enfermedad del individuo que la padece, a otro que estaba sano, bien sea por su contacto inmediato, o por la absorción del aire que respira,o por el uso de los vestidos que le servian, y que se ¡nficcionaron con la atmósfera que le circundaba. Según esta idea de la palabra contajio, es indu- dable, que algunas enfermedades son contajiosas, a saber— la viruela, el sarampión, la escarlata, el gálico, la sarna: (3) Fertilibus gens dives agria, aurique metallo, Ditior ingeniis hóminum est, animique benigna índole........Vaniere. Prsedium rusticum. .lib. 6. ° . [ 15] que otras no lo son siempre, sino en algunos lugares y en ciertas circunstancias, como el tiphus, la peste, la disenteria, el coqueluche y la fiebre-amarilia; y que en otras es quimé rica la sospecha del contajio,que tienen algunos médicos ig- norantes, adopta por el vulgo. [4] (4) En todos los pueblos como en el de Lima, es jeneral la preocupación en materia de contajio. Casi todas las enferme- dades se reputan contajiosas; pero principalmente la fiebre hec- tica, el cancro uterino y el mamilar, el asma y los lamparones. Y es tanto el temor que excitan, la habitacion,vestidosy muebles de las personas que fallecen por alguna de estas enfermedades, especialmente por las dos primeras, que se raspan las paredes, y se desenladrilla el pavimento de la casa que ocupábanle queman, sus trastos y su ropa. En años pasados se ordenó a los profeso- res, que diesen parte al Intendente de Policía, cuando alguno muriese hectico o cancroso; en cuyo caso los ministros de justi- cia saqueaban a los viudos, y se aprovechaban de lomas útil,con el pretesto de quemar en algún arrabal los despojos del muerto, que se suponían contajiosos. Asi es que, cuando en el año de 1800 aseguré en la primera disertación que di a luz, que el cancro no era contajioso, fué despreciada mi opinión por los pro- fesores de aquel tiempo; y aunque después de algunos años es publicó la medicina legal de M. Foderé, y leyeron muchos en ella, que el cancro no era contajioso, ni aun inoculado, subsiste la ilusión del contajio, y se entrega al fuego cuanto ha pertene- cido a los hecticos, y cancrosos, y a los que se presume hallan fallecido por alguna de esas enfermedades. Este errado concepto proviene en gran parte de que se eqoi- vocan las enfermedades hereditarias con las contajiosas. Y .siendo indudable que se hereda la conformación física, que pre- dispone para ciertos males; cuando no se procura enmendar aque- lla antes de la pubertad,perecen los hijos de las tisis,el asma, las escrófulas, o el cancro de que murieron sus padres. No debe pol- lo tanto temerse el contajio de estas, ni de otras enfermedades que no son transmisibles, y temase mucho la infección que ocasionan los hospitales desaseados , las aguas estancadas en las calles , y los inmundos muladares; y sobre odo, cómase buen pan, y estaremos libres de epidemias. Desde el año 21 he repetido en varios discursos, que el mal pan ha cau- sado en Lima las disenterias,y fiebres peligrosas. La esperiencia d^diV/ y se:* año? nos dobe convencer, deque mientras subsiste, [16) Supuesto lo dicho conviene decidir si debe numerarse el Cólera-morbus entre los males contajiosos, o entre los que no lo fon. Y como en esta materia, los hechos bien pro- bados, valen mucho mas que el raciocinio, espondré prime- ro lo que se ha juzgado en Europa sobre esta materia, des- pués de haber observado con la mas severa crítica la pro- pagación ¿4- Cólera. El espanto de la Europa, luego que dejó verse en ella esta terrible enfermedad, la multitud de personas de uno y otroscxo,a quienes sorprendía aun mismo tiempo,y los mu- chos que perecían casi de improviso,(5) hizo creer a muchos médicos, que era una enfermedad desconocida, mortífera y contajiosa. Asi no es estraño, que conforme al juicio de los médicos, autorizasen su sentir, embajadores, ministros, con- el comercio de harinas,los pobres y los párvulos han de compr pan y viscocho de harinas podridas; por que el sórdido interés elude siempre todas las providencias que dictan las autoridades, para impedir el fraude. ¡Ojalá nuestro Gobierno interesado por el bien de los ciudadanos, prohiba para siempre el comercio de ha- riñas que nos es por todos respectos pernicioso! (5) M. Tomard escribió a la Academia Real de medicina de Paria, que solo en la ciudad de Alejandría, murieron del Co- lera-morbus, cincuenta mil personas en el espacio de 36 dias, y en el alto y bajo Ejipto ciento cincuenta mil en la estación del verano. Por estas y otras relaciones semejantes, supone Moreau Jonnes, que han perecido en el espacio de catorce años treinta y seis millones desde P<;kin hasta Varsovia. Y aunque algunos juzgan exajerado este concepto, no pued»¿ dudarse según lo ase- gura un médico juicioso de Londres, de que en el mismo espacio de tiempo,ha devastado el Colera, mil trescientas ciudades.villaa y aldeas en el Asia, y Europa: que jamas baja de una terce- ra parte el número de enfermos que sucumben por él: que jene- raímente arrebata mas de la mitad, y con mucha frecuencia tres quintos, dos tercios, y aun seis séptimos. Desde el año 31 has- ta el preseflte, han continuado los mismos estragos en diferentes rejiones y pnises. Se asegura, que en el reino de Ñapóles han perecido muchos millares, y que en Palermo ha sido tan epsanto- sa la mortandad, que solo en un medio dia perecieron mil sete- cientos ochenta. En la América Septentrional, Méjico y Gua- temala sufren la misma desgracia. sules, y soberanos. Por esta suposición, se decretaron to*- dos los medios que se adoptan en semejantes casos, para precaverse del contajio, corno son los cordones sanitarios, cuarentenas y lazaretos; no obstante la oposición de algunos pueblos mercantiles,que, prefiriendo el ínteres a su vida,per- siguieron, y aun asesinaron a los médicos que procuraban conservársela. [6] Pero presto se disipó el temor del con- tajio por otros médicos que se expusieron a la prueba, para atinar en la curación de sus enfermos, y consolar a los pueblos sobresaltados y aflijidos. A la verdad, no puede alabarse dignamente el celo de aquellos profesores, que volaban de varias partes hacia los lugares infestados, con el fin de examinar el Cólera, y el efecto de todos los métodos terapéuticos. Pues cuan- do en esa época prevalecía la opinión del contajio, no solo visitaban a los coléricos con la mayor humanidad, sino que también gustaban en su boca los vómitos y la sangre, y disecaban sus cadáveres, para indagar la na- turaleza y el asiento del mal, y para confirmar, o desechar el temor del contajio con peligro de su vida. Entre muchas esperiencias,contra la opinión del conta- (6) Esto se verificó en Londres, y en otras Cortes de Euro- pa, según refiere el Dr. D. Mateo Seoane, en una Memoria sobre la propagación del Colera indiano por Inglaterra y Escocia, im. presa eu Londres el año de 1832. Sus palabras son las siguien- tes:—"Se ridiculizó y calumnió [en Londres] de todos modos y "con la mayor impudencia a la Junta Superior Central de Sani- "dad; y se insultó groseramente en varias ocasiones a los médi- "cos que, por obligación, o ansia de aprender, visitaban los dis- "tritos donde reinaba la enfermedad.Es verdad que no se ha ase "sinado aqui a los facultativos,como en Petersburgo, ni arrasado "sus casas7, como en Prnsia y en Hungría. En Inglaterra han "sido,si no mas inocentes, al menos no tan peligrosos los efectos "de esta antipatía a los médicos, que ha aparecido con el Colera "en todas partes. Pasquines, insultos de toda clase, y calumnias "ridiculas han hecho ver,que si este pueblo no es tan poco civiü. "zado como los que han cometido asesinatos, al menos participa "de la ilusión común."Aseguro que el pueblo Peruano sin toda la ilustración Europea, no cometería en igual casoescesos tan in- justos como groseros. 3 [18 ] )io,merecen especial consideración las de Zoubkobb en Mos- cow. Asegura este médico, que ninguno se contajio de todos Tos enfermeros, ni de los soldados que sostenían con sus bra- zos a los enfermos, cuando vomitaban,que los llevaban al ba- ño, y que también cargaban a los muertos.Estos hechos repe- tidos muchas veces con el mismo resultado en diferentes paí- ses plagados del Cólera, han pesado mas enlabalanzade los críticos imparciales para negar el contajio, que los acopiados por Moreau de Jonnes, y por otros para probar que el Cole- ra se transmite de cuerpo a cuerpo, y que se transporta de un lugar a otro por las embarcaciones, los ejércitos, y las ca- rabanas.Se manifiesta la dispariedad de unos y otros, porque los primeros son observaciones anotadas por médicos ilus- trados, testigos oculares de lo que refieren; y muchos de los segundos, solo son relatos populares, faltos casi siempre de criterio. Agregase a esto,que la marcha irregular del Cóle- ra de un pueblo a otro mui distante, dejando ilesos a los in- termedios, contradice la idea del contajio, y prueba la inuti- lidad de los cordones y cuarentenas. Así es que el Reí de Prusiano pudo impedir, que el Cólera devastase su reino, manteniendo un cordón de sesenta mil hombres, al mismo tiempo que la Austria padeció ménos,comunicandose con la Rusia y la Polonia, cuando estaban infestadas. Por todo lo cual, adopto firmemente el dictamen de Boísseau expresado en estos términos. "El Cólera se ha "manifestado frecuentemente en lugares distantes unos de "otros, sin que en los intermedios haya habido enfermos, ni "comunicación alguna entre esos lugares: el Cólera no "sigue la dirección de los vientos: jamás se ha propagado "esta enfermedad por los vestidos y muebles de que han usa- "do los coléricos: luego el Cólera no es contagioso." Sin embargo, como este asunto es de tanta gravedad, mientras por nuevas y repetidas observaciones no se disipen entera- mente las dudas y temores del contagio, me parece que, a lo menos en lo político, debe preferirse la resolución de la Academia Medica de París, redactada de este modo: "Aunque el Cólera morbus no es primitiva, ni natural, ni "esencialmente transmisible, no obstante se debe inferir de "los hechos, que en ciertas circunstancias ha podido pro- pagarse por la inmigración de las personas; y puesto que di- r 19 ] "olios hechos excitan sospechas y dudas, un deber sagrado "nos obliga a suspender nuestro juicio, ordenando, en el caso "'de que nos invada el Cólera, las medidas y precauciones "conve-nientes. Así lo exige la prudencia de las naciones." Habiendo resuelto la cuestión sobre el contajio del Cólera, solo resta el método terapéutico. TERCER PUNTO. Teniendo a la vista los escritos de los mas eélebres mé- dicos que observaron y medicinaron a los coléricos en el Asia y Europa, no me asombra mas la serie de ter- ribles fenómenos característicos del Cólera morbus, que la confusión, atolondramiento, é incongruencia y contra- dicción de los métodos adoptados para combatirle. No solo en cada pais se ha puesto en práctica un plan te» rapeutico contrarío al que se recomendaba en otros, sino que en Rusia, Polonia, Austria, Prusia, Inglaterra y Fran- cia, cada médico se hallaba en oposición con los demás. Así es que, se agotó inútilmente la Farmacia; y como si la medicina no fuese ciencia, sino una profesión de rutina, cada médico hizo diversas tentativas, a. expensas de los infelices, por si acaso la suerte coronaba sus en- sayos. Mas por lo común frustró el Cólera esas va- nas esperanzas. En París, de los primeros 100 coléricos, muñeron 96; por cuya desgracia y otras semejantes en diferentes lugares, muchos médicos de las Cortes Euro- peas, enriquecidos con los mas profundos conocimientos de la medicina teórica, y sus ciencias auxiliares, decla- raron solemnemente, que el Cólera álgido epidémico, es una enfermedad desconocida, incomprensible el principio que la produce, é indomable por la ciencia. Mas no debe atribuirse este triste fallo, ni a la absoluta insana- bilidad del Cólera, ni a la impotencia del arte. No a lo primero, porque después de millares que perecieron por un tratamiento arbitrario, se salvaron muchos auxi- liados con el método conveniente: no a lo segnndo, por- que remedios enteramente opuestos en sus propiedades físicas y qnimica<=,y en su modo de obrar, no pudieron unos y otros ser inspirados por la ciencia. El abuso de k>? sistema* i ¿o J ha causado tan imperdonables errores.Creyeron los Ingleses en el Asia, que la causa de los ominosos síntomas era la copia de humor blanco y espeso que habian notado en los intestinos de los coléricos; y alucinados por la autopsia, no dudaron de que el Calomel, y los purgan- tes mas activos, convendrían para evacuar dicha materia: cuya opinión fué adoptada no solo en Asia, sino tam- bién en Inglaterra, Rusia y Polonia. Pero debieron ad- vertir, que la cantidad de dicho humor, dependía de la secreción aumentada por excesiva irritación; y que por lo tanto serían nocivos los fuertes estimulantes. Así su- cedió; y una triste experiencia hizo desechar el aceite de Cajeput y el de Crotom-tiglio, el Bismut, la nuez- vómica, la mostaza, la inyección en las venas de agua salada, y otros remedios de esta clase, que por su exce- siva y violenta acrimonia, obraban como verdaderos ve- nenos. Graviora quadam sunt remedia periculis. (7) Aunque en Francia no se usaron por lo común me- dicinas tan excitantes y nocivas, varió allí tal vez mas que en ningún otro pais, cada médico el plan curati- vo, según el sistema que concebía: verificándose en París y en los departamentos,lo que poco antes de que fuesen inva- didos por el Cólera, había escrito Boísseau criticando a los médicos de las demás naciones. "Cada profesor "[decía] encargado de curar algún enfermo del Cólera epi- démico, se cree con derecho de inventar un método cu- rativo capaz de inmortalizar su nombre." [8] Sabemos por las obras de los médicos franceses, que unos sangraban a los enfermos, y les daban opio en alta dosis, al mismo tiempo que desechaban estos remedios los que eran de contrario sentir; que algunos preferían los emé- ticos y estimulantes internos a mas de los externos, cu- ya aplicación era común en todas partes; y que otros re- cetaban medicinas contrarias a las referid as.Citaré los mas célebres de esos profesores. Alibert, suponiendo que el Có lera era una intermitente perniciosa, administró la quina y (7) Publ. Syr. in sentent. ethic. pag. 12. * (8) Traite du Cholera morbus. pag. 273.' [ 21 ] el sulfate de quinine: Brousais, todo el método antiflojístico: Magendie, bebidas espirituosas y aromáticas: Guerin, las fricciones mercuriales: Biet, el carbón pulverizado: Via- drin, la belladona: Poulain, la magnesia calcinada: el Dr. Robert de Marsella, el aceite de olivo interior y exterior- mente: Scipion Pinél, aconsejaba introducir porción de san- gre de un hombre sano en las venas de los coléricos, sin embargo de haber perecido prontamente los tres enfer- mos, en quienes había practicado esta operación: Delpech, la inyección del opio, del alcanfor y del agua salada en las venas de los coléricos cy. ¡Que confusión !¡que diver- gencia de socorros terapéuticos! En medio de este desorden común á todos los pue- blos plagados del Cólera, algunos médicos en Europa, renunciando el funesto método practicado por los demás, adoptaron el opuesto, sustituyendo a las violentos exci- tantes, las bebidas frías, y el hielo tomado interiormente, y aplicado por fuera. De las ventajas obtenidas por el réjimen frió, fueron testigos los DD. Gaimard y Gerár- din, miembros de la Academia Real de Medicina de París, comisionados por el Gobierno Francés, para ob- servar el Cólera en Rusia y Austria; y estos sabios en su juiciosa relación, se expresan de este modo:—„Desde „la mitad del mes de Septiembre hasta el fin de Octu- „bre, se han curado por este -método, 100 coléricos, de „los cuales sanaron 65 y 35 murieron; y desde fines de „Octubre hasta 17 de Diciembre, de 42 que fueron me- dicinados del mismo modo, se salvaron 34, y 8 perecieron. „Resulta de estos documentos auténticos, que de todos Jos métodos curativos, es mas eficaz el que tiene por „base el uso del frío, puesto que el número de enfer- „mos curados por este medio, es casi doble al de los .,muertos, cuya proporción no se ha logrado hasta ahora .,eñ ningún país." Mons Casper apoyado en muchas ob- servaciones, dice lo siguiente:—„E1 método curativo por .,el frío, salva muchos mas coléricos, que ningún otro: „preserva del typhus consecutivo, y se acomoda mucho .,mas que el réjimen estimulante, al gusto y necesidades „de los pacientes." Muller, médico de Viena, usó tam- bién el réjimen frío con feliz éxito, después de haber experimentado matísimos efectos con los remedios caliese tes y excitantes. Asi habla este médico, según la rela- ción de su método, que publicó en París Mr. Girandy. „Luego que se notan en los enfermos los signos deci- sivos del Colera, como los vértigos, vómitos, evacúa „ciones, flaqueza jeneral, calambres, anxiedad precordial „&a., se les hará beber agua fría en abundancia, y se les „aplicaran compresas de agua fría sobre la frente y el ,,epigastrio. La ¿iarrhea que resiste al opio y al réji- ,,men incendiario, cede a las bebidas frías, y a las la- vativas de agua con nieve: y el vomito y las contrac- ciones musculares, calman en el momento que se apli- ca el agua helada sobre la cabeza y las partes adolo- ridas; pero es muy conveniente abstenerse al mismo „tiempo de todo estimulante." Mons. Barbier en una carta escribe lo siguiente:— „En el Hotel Dieu de Amiens, he ordenado pocos me- dicamentos internos en el período álgido, ó cyanosis ,,de Cólera-morbus. He recetado limonada fría, ania „helada, y pedazos de nieve." Mons. Desavcnieres^se expresa en estos términos:—„Yo hago tomar á los co- léricos en él periodo álgido, agua fría con nieve ó el „hielo á pedazos. Los enfermos apetecen estas bebidas, „las piden con instancia, y las toman con un deleite inexplicable: es muy pronto el efecto de estas bebidas „heladas. He visto á poco tiempo después de su u«o „en coléricos que parecían desesperados, manifestarse el „pulso, y recobrar la voz, el oído, v el calor que ha- bían desaparecido." Mons. Broussals usó igualmente el hielo con buen suceso en esta terrible enfermedad: y por ultimo en Londres, donde se administraron hasta el exceso los mas activos estimulantes, como llevo dicho hubo médicos que prefirieron con feliz éxito el reiimen frío según lo asegura el Dr. Gilkrest en el London Me- dical, por estas palabras:—„Se debe saber, que muchos „practicos de esta capital, permiten beber á sus enfer „mos, durante el periodo mas grave del Cólera v cuan „do la sed es muy viva, 20, 30, 40 libras de a/ua fría „y aun mas en el espacio de 24 horas.... Balo la in «fluencia de este tratamiento, se ha curado un número [23 ] . ,,considerable de enfermos muy dignos de fijar la aten» „cion de los prácticos, por los gravísimos síntomas que se .,notaban en ellos. Y he visto con admiración, sanar por ,,el uso del agua fría, enfermos cuyo fatal estado no de- jaba casi ninguna esperanza de vida, si hubiesen sido ,,medicinados por contrarios medios. Por ningún otro ..plan curativo he observado, que en Londres hayan sa- inado tantos coléricos graves, como por este." Si es sensible el que no se hubiese adoptado en Europa este plan terapéutico , desde que fué invadida por el Cólera, lo es mucho mas, el que después de esperimen- tado, no .haya prevalecido enteramente sobre el otro casi siempre nocivo. Tan poderoso y perjudicial es el influjo de los sistemas que no tienen por base la espe- riencia, sino lo que se concibe en la imajinacion. A ellos pues deben atribuirse los tristes resultados, y de ningún modo á la medicina práctica. Según esta, el médico en las curación de las en- fermedades obscuras y peligrosas, debe valerse de la ana- lojia y del instinto natural, los que, como guias segu- ras, previenen muchas veces los descaminos. La Aca- demia de Medicina de París había cumplido con lo pri- mero, antes que el Cólera visitase la Francia, decla- rando por medio de sus comisionados enviados á Rusia, Polonia y Alemania, que son idénticos el Cólera de los antiguos, el de la India, y el que finalmente hacia tan- tos estragos en Moscow y en Varsovia. Probada esta identidad, era consiguiente recordar la doctrina de los antiguos en la curación del Cólera. Se habría notado, que ni los Griegos ni los Romanos administraban esti- mulantes internos, sino el agua fría y los ácidos, como lo prueban las obras de Aretéo, Celio-Aureliano, Ale- jandro Traliano, y Cornelio Celso; y que los indijenas del Asia, evitan con el mayor cuidado el uso de todo remedio irritante en el Cólera, según refiere Gravier, médico en Pondichéri y en Calcuta. Es verdad, que posteriormente rarísimo ha sido el escritor de medicina,que haya mencionado las bebidas frías en el Cólera; por lo cual aunque las usaron los antguos médicos , administran- do al mismo tiempo el opio, solo había continuado el uso [ 24 de este, cuya eficacia recomendó mas que todos Sydenham, Por lo dicho me parece,que en la serie de muchos siglos, solo HoflTman recetaba el agua fria en el Cólera; y que Juan Pedro Frank, muerto en Viena en el año de 1821, fué el pri- mero que no solo uso el opio, sino también el hielo, haciendo tomar este último interiormente, y aplicándolo sobre el epi- gastrio.Mons. AlphousoMenard,imitó á Frank, y en una Me- moria sobre el Cólera esporádico, expresa los buenos efectos del opio y del hielo por estas palabras:—„E1 hielo ,,y el opio se auxilian mutuamente en el Cólera. Or- „deno á los pacientes, que mantengan pedazos de hielo ,.en la boca, y que beban limonada con nieve. Desde ,,el año de 1827, época de mis primeros ensayos con el „hielo, han sanado casi todos mis enfermos." (9) Por ul- timo, si merecen alguna consideración á los sabios mé- dicos de Europa, los prácticos peruanos, les diremos, que, desde tiempo inmemorial han curado los médicos en Lima el Cólera-morbus con el hielo, cuyos buenos efectos han confirmado sucesivamente su eficacia. Presumo que nuestros antiguos médicos lo usarían, ó por la doctrina de los padres de la medicina, que aconsejaban el réji- men frío en las enfermedades biliosas, ó excitados por el instinto de la naturaleza. Esta pide con instancia en los coléricos, las bebidas frías y el hielo; y esto es lo único que calma por mo- (9) En confirmación de que antes de los dos médicos ci- tados, no se habia conocido ni esperimentado en Europa el uso de la nieve en el Cólera-morbus, puede leerse el artí- culo de esta enfermedad en el Diccionario Francés de las Ciencias Médicas; pues el método que proponen sus autores, es^el uso interno y externo de los emolientes como en la' Colitis, sin mencionar el réjimen frió y la nieve, ni aun para impugnar su uso; lo que no h..brian omitido, si hubiesen te- nido noticia de que alguno lo recomendaba. Por eso , ha- biendo sido llamados Mr. Fessel recien llegado a esta capi- tal, D. Manuel Tordoya y yo, para curar a un eclesiástico en la calle de Polvos Azules, que se hallaba gravemente enfermo de Cólera morbus, Mr. Fessel se escandalizó al oir nos proponer la nieve; mas nosotros contra su dictamen se ia administramos al enfermo, y se restableció prontamente. [25] mentos la inextinguible sed que los devora. ¿Y qué cosa mas repugnante no solo al instinto natural, sino tam- bién a la razón despreocupada, que administrar las medici- nas mas acres, y los catárticos mas violentos y estimu- lantes á enfermos atormentados de intensa sed, y de un ardor quemante en el estómago é intestinos? Pues asi como es conforme al juicio de los médicos estimular la cutis, y calentar las partes externas de los coléricos, cuan- do están frías y yertas como en los cadáveres; asi debe serlo también apagar con el hielo y bebidas frías, la llama que interiormente los abrasa. Y puesto que nosotros escu- chando atentamente el lamentable clamor de la natura- leza paciente, hemos experimentado los saludables efectos del hielo en los coléricos, muchísimos años antes que los referidos médicos de Europa; debemos exponer en que periodos del Colera conviene; que remedios han de pre. ceder á su uso, ó asociársele; y cuando deba suspender- se su administración, por exijir el mal diferentes socorros. Por todo el tiempo que grasa en un pueblo la epi- demia del Colera, todos sus vecinos experimentan mas ó menos en sí mismos los efectos del principio morbífico que los circunda, y que atraen los pulmones con el ayre que inspiran: por lo que casi todos sienten algún quebranto, o alteración en sus funciones, y principalmente en las que ejercen el estómago y los intestinos. En estas circuns- tancias deben todos comer frugalmente, absteniéndose de alimentos estimulantes y de bebidas espirituosas; estar abrigados, y evitar las pasiones que ajitan el espíritu y turban las acciones de los órganos. En caso de aumen- tarse dichas molestias, con desgana, nausea y sensación gravativa en el estómago, se darán 15 ó 20 granos de hypecacuana, para sacudir y expurgar el vientre, excitar la acción de la cutis, y promover la transpiración. Si con dichos síntomas se notase fiebre, pulso duro y ple- no, dolor de cabeza, y opresión en el pecho, se hará san- grar a los enfermos las veces que se crea conveniente, omi- tiendo el vomitivo, ó posponiéndolo á las sangrías, si practi- cadas estas, continuase la indicación de administrarlo. Pero, si después de estos ausilios se declarase el Co- lera, o si' este sorprendiese sin los fenómenos que suelen [26 ] precederle, se examinará el jénio de la epidemia, esto es, su influjo en el organismo; lo que se conocerá por la naturaleza de los síntomas, y por la rapidez o lenti- tud con que estos se desarrollen en el mayor número de enfermos. Según esto, si la epidemia fuese benigna, como la que padecimos en el año de 1818, sin mas sínto- mas que vómitos biliosos, díarrhea de la misma natura- leza, pulso perceptible y regular, aunque en algunos fre- cuente y desigual, sin notable frialdad en la cutis; se sal- varán los pacientes solo con las limonadas de agua na- tural,o enfriada con nieve,y con la dieta vejetal y sub-acida, Pero en caso de que seamos plagados del Colera asiá- tico, deberán observarse por todos los habitantes las prevenciones hijienicas con la mayor escrupulosidad. Los que padeciesen la colerina, serán medicinados con viji- lancia, administrándoles los remedios que indiquien los síntomas y el vigor en que se hallasen. En algunos po- dra ser necesaria la sangría, aunque jamás la he orde- nado en el Cólera endémico, que se observa en Lima to- dos los estíos. Pero como las enfermedades epidémicas va* rian mas o menos de las endémicas y esporádicas, aunque unas y otras se comprendan en el mismo jénero; no seria es- traño, que viésemos colerinas con los síntomas de gas- tritis inflamatorias, las cuales son tan comunes en Li- ma desde la primavera del año anterior, y que solo ceden a las sangrías reiteradas: en cuyo caso convendrán tam- bién los baños jenerales, o semicupios tibios, los sinapis- mos o vejigatorios sobre el epigastrio, y todo el réjimen relajante. Mas si en la colerina se observasen síntomas es- pasmódicos, con vómitos y evacuaciones, pulso poco fre- cuente, pero sin dureza ni fuerza, será distinto el méto- do curativo. Luego que el vientre se descargue de loa alimentos pervertidos, mediante los conatos de la natu- raleza, o por el suave estímulo de la hipecacuana, se dará el opio en la dosis de medio grano varias veces al dia, o el láudano liquido de Sytlenham en un cocimien- to algo aromático, como el de corteza de cidra , de naranja &. En las personas nerviosas me ha producido felices efectos el láudano con el licor anodino de Hoff. [27 ] Hian, mesclando dos tercias partes de este con una ter- cera parte del otro. También aprovechan en esta es- pecie de colerina, los baños tibios, sinapismos y vejigato- rios. Si no obstante estos socorros, desapareciese el pul- so, y la cutis se enfriase, o si se notasen desde el prin- cipio estos síntomas, y los demás que constituyen el Co- lera aljido o asiático; redoblarán los médicos su vijilan- cia y cuidado; porque la vida de los enfermos pende de su constancia y acierto, y por que es urjentísimo el pe- ligro en que se hallan. En tan críticas circunstancias, el médico debe pro- ponerse dos indicaciones: aflojar el espasmo interior que entorpece o suspende las funciones vitales, y excitar la cutis, cuya atonía embarga la circulación en los vasos capilares. El hielo disipa el espasmo de las visceras, y los estimulantes externos la inercia de la cutis. Tendrán los enfermos pedazos de hielo en la boca, y los pasarán al estómago,y recibirán con frecuencia lavativas de agua muy fría. Dos veces al dia entrarán en un baño de agua caliente sinapisada; se aplicarán rubefacientes, o vejigato- rios sobre las cavidades abdominal, y torácica; y aun sobre el occipucio, si se sospechase espasmo, o ingurjítacíon cerebral. También conviene hacer al mismo tiempo sobre el espinazo frotaciones alcohólicas, resinosas, o ammoniacales, para calmar los calambres; y se reanimará con ellas mis- mas la acción cutánea, o con pedazos de hielo, según lo aconsejan los autores citados. Medíante estos ausilios aplicados con oportunidad y confianza, recobra la vitalidad el mayor número de coléricos que poco antes parecían fríos y yertos cadáveres; se perciben entonces las pulsaciones del corazón y de las arterias: un grato calor vivifica la fría superficie del cuerpo, y cada órgano ejerce sus peculiares funciones. Cuando esta reacción es moderada, y conforme en gran parte al estado normal, el médico debe ser solo espec- tador atento, dejando a la naturaleza consumar la obra que el arte habia comenzado con acierto. Se suspende- rá el réjimen frío, y la aplicación de estimulantes; y una sovera dieta se sustituirá a la terapéutica. Pero si la reacción fuese violenta, lo que es tan ra- ro, cuando se han evitado los estimulantes internos, como frecuente, cuando se han preferido al plan propues- to; solo el método llamado antiflojistico, puede salvar al paciente del peligro que le amenaza. Asi es que, las san- grías repetidas, sacando poca sangre cada vez; las sangui- juelas aplicadas sobre las cavidades que se notasen infla- madas; los baños tibios, y los diluentes apropiados, son los remedios convenientes, cuidando mucho de que las fuer- zas no se abatan por el continuado uso de los relajante?. En el caso opuesto de una reacción lánguida e irre- gular, con síntomas adinámicos, o ataxicos, el plan cu- rativo se arreglará conforme a cada uno de estos esta- dos, o a los dos igualmente. Pero debo advertir que, aunque en estas fiebres se recomiendan los tónicos y es- timulantes por el mayor número de autores; son casi siem- pre nocivos, como lo prueban victoriosamente Broussais y todos sus sectarios, especialmente Boisseau en su exce- lente Piretolojia. Debemos preferir esta doctrina, pues- to que entre nosotros, casi todas las fiebres adinámicas, llamadas antes pútridas con bartante impropiedad, son en su orijen gástricas biliosas, y el método de curarlas debe ser el antiflojistico interior, y esteriormente. El mismo plan terapéutico conviene a las ataxicas continuas; pues estas como las adinámicas dependen de la irritación gastro-intestinal, la cual se comunica sim- páticamente al encephalo, y turba en el todo, o en gran parte la funciones intelectuales. Por lo tanto, si el Co- lera terminase en alguna de estas fiebres, se procu- rará conocer y examinar el primitivo foco de la irrita- ción, los órganos a que se haya propagado , y las conjestiones que pueda haber en" estos; para que, consi- derando la necesidad de aflojar la sobre-excitacion de las partes afectas, la de reveler y derivar los líquidos que fluyan a ellas, y las fuerzas del enfermo; o se le sanare parcamente, o solo se le apliquen sanguijuelas, sinapis- mos, baños tibios, y lienzos mojados con el oxicrato frío o con agua de nieve sobre la cabeza; dándole al mis- mo tiempo, bebidas acidas frías; y de cuando en cuando t291 íaxantes lemilivos, si el vientre estuviese constipado. [10] Aunque la curación del Colera esporádico, y la del endémico que se padecen en esta ciudad, estén compren- dida en la del epidémico, sin embargo sufren algunas va- riaciones que debo expresarlas. Cuando el esporádico sobreviene a personas débiles, ancianas, o enfermizas des- pués de algún exceso en los alimentos, conviene beber mucha agua tibia para expelerlos, y si esto no bastare, avivar la acción al estómago con el emético, o la hipe- cacuana Practicado esto, una taza de café con algunas gotas de aguardiente, y si no fuese suficiente, el láu- dano líquido dado a beber en un cocimiento aromático, (10) Se ha recomendado el Guaco por algunos escritorep,para la curación del Cólera-morbus epidémico. Citaré los que he lei- do.En una Memoria del Dr.Hordaz y Valbuena,impresa en Me. jico, hai por suplemento una nota manuscria sin el nombre de su autor,en la cual se asegura haber tomadoel aguardiente de Gua- co cincuenta coléricos, de los cuales solo murieron dos. D. An- drés Díaz hacendado en la Isla de Cuba dice, que de cuarenta negros sanaron treinta y siete con el mismo remedio: y en el 4. ° tomo del Repertorio mé\Jico estranjeio se lee, que de once colé- ricos a quienes se dio en Burdeos el Guaco con otros remedios, sanaron ocho, cuyo feliz resultado no tuvieron los tres, a quie- nes se administró sin otras medicinas. Pero, si se considera que esta epidemia ha hecho perecer a millares en Méjico y Centro-América, como en las demás partes en donde no se ha nsado el Guaco, parece ilusoria la virtud anti colérica que se le atribuye. A mas de esto, es casi increíble que un mismo remedio convenga en todos los periodos de una enfer- medad acompañada de diversos y contrarios síntomas; y que por consiguiente exije distintos remedios en cada uno de ellos. Su notoria eficacia para precaverse y curarse del veneno animal, comprobada por el sabio Mutis, ha contribuido talvez p;i. ra su uso en el Cólera, así como influyó anteriormente para ad- ministrarlo en la hidrofobia, fiebre amarilla, y otras enfermeda- des que impropiamente sehnn creído producidas por un veneno especifico; en las cuales no lia eido provechoso. Por todo lo que, mientras no se compruebe su virtud en el Cólera-moibus, con repetidos hechos observados por médicos sabios é impareial* :a, debemos susponder nuestro juicio, y ser muy circunspectos pa ■ íii administrarlo, en ca*> de que la epidemia aflija estos países [ '30 ] o en lavativas; satisface por lo común la indicación de res- tablecer a las visceras abdominales su estado normal. Sí a pesar de estos ausilios se retirase el pulso, y la cutis se enfriase, serán indipensables la aplicación de sinapis- mos, y el uso del hielo. Pero debo advertir, que en los viejos débiles, y en los valetudinarios jamás he visto sa- ludables efectos con la nieve. Parece que en ellos no pro- mueve una reacción favorable, sino que por el contrario obra como poderoso sedativo, que extingue la agonizante vitalidad. Por lo que, en este caso no espero nada del hielo, cuando el opio es impotente. No sucede lo mismo en el endémico, que se obser- va con mas o menos frecuencia en el estío, y a prin- cipios del otoño ; porque en estas estaciones se. excitan sobre manera la sensibilidad e irritabilidad de todos los órganos, y especialmente las del estómago y demás visceras destinadas a ejercer las funciones quilopoyeticas. Por lo tanto, aun cuando en este tiempo preceda al Cólera el exceso en la comida y bebida, inmediatamente que se haya expurgado el vientre, conviene administrar el agua de nieve, y mantener en la boca pedazos de hielo, dan- do también el opio y los demás remedios prevenidos, según las varias indicaciones que se notasen en cada uno de los enfermos. Quisiera haber propuesto en esta Memoria, un mé- todo infalible para preservarse de este terrible mal, o para que sanaran cuantos le padeciesen. Mas la pro- videncia no se ha dignado revelarnos hasta ahora un prophilactico del Cólera, como, lo es la vacuna de las viruelas, ni un específico como la quina en las tercianas. Sin embargo, la medicina posee un inmenso tesoro de preciosísimos hechos higiénicos , patológicos y terapéu- ticos que suplen en gran parte la falta de específicos directos. El profesor que se enriquece de ellos, después de haber estudiado las leyes que presiden a las acciones vitales en el estado sano, y el morboso; v que eri el t ier- cicio de su facultad, examina atentamente el tempera- mento del enfermo, la estación en que se halla cali dades del aire y de las aguas del lugar que habita, y todas las demás causas que puedan haber influido en su [ 31 ] padecimiento, previene, conoce, y cura con acierto, y hace triunfar a la naturaleza aun de los mas graves males, que ponen en peligro su existencia. ................Sic alma ministro Ipsa suo natura potens, hunc sedula nutu Dum regit, excelsas pollentem viribus artis, Indómitos superat duplicato robore morbos. Paul Gottlieb. ■III—■lU-fl- -i hSODhThO U1N Aüvyan "iVNoiivN NLM041400544