ENSAYO DE UN A HISTORIA MÉDICO-QUIRÚRGICA DE LA ISLA DE PUERTO RICO. ENSAYO k rara Historia mcbito-X) uirúrgica: IDE ID-A. ISLA DE PUERTO RICO, POR EL ¡Jt;, §, £uú 26 La posición del globo del ojo, que se presenta sobresaliendo delante de la órbita, aumentado de volúmen y empujando los párpados hinchados, constituye una afección evidente y espe- cial; y las observaciones relativas á este punto de la Medicina, han abierto un vasto campo en que abundan las incógnitas al- rededor de un asunto tan lleno de precisión en la apariencia. 2. La idea de una caquexia especial ha sido hasta aquí una de las interpretaciones dadas á lo que se ha llamado la exoftal- mia; pero quedaba por saber si se trataba de una caquexia es- pecial, antigua y vulgarmente conocida, ó de una caquexia que mereciese una nueva denominación y de naturaleza no deter- minada todavía. 3. Los autores que se han ocupado de-la exoftalmia y del bocio que de ordinario la acompaña, asocian la idea de éste último á la de ausencia del yodo; aserto tal vez útil en terapéu- tica, pero que no debiera oponerse á la exactitud de las obser- vaciones que nacen á la vista del médico, en las montañas de Puerto Rico, sobre la naturaleza de dicha afección. 4. En Cayey, situado en medio de montañas cuya altura ha medido Sainte Claire Deville; en Barran quitas, en las monta- ñas de Aibonito, en las elevaciones y los valles de Barros, de La Cidra, y sobre todo, de Sabana del Palmar (Comerio); en to- dos esos puntos, formando de cerca ó de léjos lo que se ha con- venido en llamar el centro de la Isla de Puerto Rico, se obser- va á la puesta de un sol tan ardiente, olas de humedad pene- trante, que molestan y áun afectan sensiblemente el organismo humano. Esos calores extremos del dia agrietan y secan las costas del Sur de la Isla; pero no las del centro, y sobre todo, la vertiente septentrional de las montañas; porque en el centro y sobre la pendiente que mira al Norte, los valles y las riberas de los ríos que nacen de las alturas, se ven inundados de una humedad que parece alcanzar el máximum de saturación del aire; y esta observación es tan cierta, que los balcones de las casas en las poblaciones, del mismo modo que las hojas de los plátanos en los campos, están cubiertos de una capa de agua de muchos milímetros de espesor, 27 Por el contrario, las casas ofrecen una construcción que pro- tege á sus habitantes contra los rayos verticales del sol, pero que no los abriga, gracias á su composición de hojas de palma separadas, contra la penetración de las olas de niebla que los circundan durante la noche. * Los vestidos de los trabajadores en el campo, son todavía más ligeros que los de sus chozas ó bohíos, y el frió húmedo los sorprende después de haber sido como desarmados por el calor del trabajo á la intemperie, bajo los rayos del sol. En cuanto á las mujeres, se hallan en las mismas condiciones de vulnerabilidad respecto al frió húmedo de la noche, gracias á los trabajos domésticos de sus casas y cocinas, en donde los hornos descansan por lo común ó muy bajo, ó sobre el mismo suelo, inundando con su calor á las que los atizan. El cultivo del tabaco, que constituye la riqueza y reputación de Sabana del Palmar, que otros llaman Comerio, del pueblo de la Cidra, de la jurisdicción de la Plata y de todos esos terre- nos negros, húmedos, en que abundan arroyos que se pasan á pié enjuto, y torrentes que jamas se atraviesan sin peligro en la época de las aguas; el cultivo del café, que se abriga en las pen- dientes y bajo el espeso follaje de los árboles más grandes y co- posos y de donde fluye un constante rocío,.. todas esas dispo- siciones geográficas y de plantíos, completan las circunstancias patológicas de que nacen enfermedades variadas hasta el infi- nito por su asiento, pero uniformes por su naturaleza reumá- tica. 5. Al recorrer las alturas de la Isla, el médico que visita los bohíos aislados de los pobres, no necesita mas que un arma,—la que se opone á las formas diversas del reumatismo; y una de las mejores es quizas el yod% Así se explica cómo el práctico puede con seguridad y sin más lógica que la impuesta por la higrometría, hacer desde léjos el diagnóstico de las enfermeda- des, con los ojos cerrados, cuando quiere tener á su manera la calificación de una afección sin contar con el órgano dañado, sin detenerse ante la condición de su profundidad topográ- fica; pudiendo decir, á medida que sube las alturas que 28 atraviesan las nubes,—“reumatismo;” y si franquea los valles, “reumatismo” también, y siempre reumatismo. El megaloftalmo nace en las alturas, se oculta en las chozas bañadas á su pié por un arroyo, cuyo fácil acceso es utilizado por un lado para el cultivo del plátano, y por otro para el del café, que es el consuelo y el alimento engañoso de los pobres criollos. 6. No es con el objeto de manejar la contradicción, sino para dar una idea más completa de la lesión, que decimos “me- galoftalmo” en lugar de “exoftalmia,” siendo el sentido anató- mico de la primera palabra mucho más preciso. Un ojo peque- ño puede salir de la órbita; pero un ojo voluminoso debe salir de ella por efecto de su tamaño; el volumen trae consigo la idea del desalojamiento, miéntras que la idea de éste no está necesa- riamente ligada á la de aquel. 7. Esta afección de los ojos no nos ha parecido una enti- dad morbosa que reclame un sitio aparte en los cuadros noso- lógicos;sus primeras manifestaciones se presentan muy léjos de los ojos. La megaloftalmia no es otra cosa que el anillo de una cadena que ha comenzado mucho antes del desarrollo de la le- sión ocular. Cuando una causa morbosa pesa sobre el organis- mo y esta causa es general, sus primeros efectos pueden ser al principio una afección localizada en un órgano importante aun- que oculto, como el útero, que será acaso la causa disimulada de nuevas afecciones localizadas en los órganos periféricos. 8. En la mujer, el órgano cuya enfermedad trastorna toda la economía, el útero,—por sus lesiones, la dismenorrea y ame- norrea, su inflamación superficial ó intersticial, sus infiltracio- ciones plásticas originadas por flegmasías ya antiguas, sus tu- mores infiltrados ó polipiformes,—determina el histérico, la es- terilidad, las perturbaciones profundas de la nutrición: la cloro- anemia, el enflaquecimiento, la caquexia en fin,—aquella que es permitido llamar “caquexia uterina,”—nacen y crecen poco á poco bajo el influjo de las causas reumáticas. Al abrigo de esas afecciones generales, producidas de segunda mano por las lesiones del útero, se desarrollan otros trastornos,-—los de la este- 29 rilidad, los de la amenorrea,—y gracias á esos estados, se manifies- tan congestiones periódicas en los órganos y erupciones exan- temáticas. En tal situación del organismo, si sobreviene otro ataque de influencia reumática, otro enfriamiento en medio del sudor, esta nueva causa de enfermedad encontrará al organis- mo enteramente preparado á otras lesiones y desarmado para resistirlas, pudiendo el aparato ocular ser el asiento de la afec- ción. El encadenamiento de los hechos es demasiado mani- fiesto para que el megaloftalmo pueda ser considerado como una afección que ha comenzado por sí misma y que no hubiese necesitado del auxilio de otra alguna para desarrollarse desde un principio. 9. Estudiemos ahora en una observación detallada los síntomas del megaloftalmo.—Trátase de una mujer (y en las observaciones recogidas los casos se refieren al sexo femenino), de 55 años, que habita en las alturas de la Cidra, al centro de Puerto Ri- co, que jamas ha tenido hijos á pesar de estar casada de mucho tiempo atras: no presenta ya las reglas ni acaso las ha teni- do nunca, así como tampoco abortos, ni un solo embarazo si- quiera en via de desarrollo. Se queja de dolores de vientre que se propagan á los vacíos ó flancos y á las ingles, ó bien per- manecen localizados en el útero y sus ligamentos, ó se irradian hasta la región del estómago, y de aquí hasta delante del cuello en forma de una bola. Según la enferma, todas esas sensaciones se acompañan de fenómenos que parecen producidos por desórdenes nerviosos, ataques tal vez ligados á la ausencia de la evolución menstrual, puesto que son periódicos y mensuales. Bien pronto la pacien- te se ahoga, la respiración es sibilante, la sed viva, las diges- tiones difíciles, la dispepsia casi completa, con náuseas y desar- rollo de gases intestinales, pero sin vómitos; cefalalgia, insom- nio y todo el cortejo de los ataques histeriformes. Dichos des- órdenes duraban una semana poco más ó ménos, terminándose por el retorno de la bola á su sitio primitivo, en uno de los lados del bajo vientre, en donde permanece fija y revela su presen- cia por la sensación de latidos simultáneos con los del corazón. 30 Los accidentes que preceden parecen haber durado lo que duraba la vida menstrual. La rnegaloftahnia se ha desarrolla- do á los 25 años, por ejemplo, para después retrogradar, per- manecer estacionaria y durar toda la vida de las reglas. Vein- te años y más se dice que han persistido la amenorrea y la este- rilidad; y unos nueve ó diez losi\taques histeriformes. Al mismo tiempo el sueño y las facultades cerebrales langui- decían á medida que se multiplicaban los ataques; y esta mu- jer, que brillaba por su inteligencia, por sü alegría y belleza, se volvió triste y pálida, flaca, fea y amodorrada; la memoria de- caía y una tristeza acompañada de llanto ocupaba el lugar de su antigua energía. La paciente no reconoce ya su viveza de concepción; todo le parece difícil de imaginar, de resolver y de ejecutarlo que había colocado en un lugar excogido para ha- llarlo presto, lo olvidaba con facilidad y lo buscaba sin encon- trarlo; y el relato de una buena acción la hacía prorrumpir en lágrimas de ternura. El corazón palpita lo mismo que todos los vasos arteriales, superficiales y profundos, que levantan la piel y los órganos ligeros ó móviles, con movimientos tumul- tuosos. Los orines son pálidos, escasos y algunas veces no corren sino gota á gota, con ó sin dolor. Sufrimientos en todo el cuerpo, ya continuos, ya intermitentes.—En este caso parti- cular, uno de los hechos negativos más importantes es la au- sencia de metrorragia, cuando la mayor parte de las afecciones semejantes á la que aquí se observa en el útero, traen consigo la hemorragia, y esta mujer presenta un cuerpo fibroso. 10. Si se indagan los antecedentes, se encuentran afeccio- nes reumáticas en la familia, como flujos de las mucosas y an- quílosis localizados ó generalizados; comunmente todas las le- siones personales y hereditarias que se ha convenido en califi- car de reumáticas. 11. Al cabo de algunos años de semejantes padecimientos uterinos, observó la enferma que sus párpados se hinchaban, que su vista se debilitaba; durante la noche veía chispas bri- llantes que brotaban en la oscuridad á cada movimiento de los párpados; dolores en las sienes y en los oídos, de una intensidad 31 notable, y cuyo asiento tenía su máximum del lado izquierdo. Eran tan fuertes de dia como de noche, como otros tantos lati- dos despertados por las pulsaciones arteriales. El sueño, de suyo perturbado, era interrumpido por sobresaltos, por relám- pagos de dolor en las sienes; más tarde, los párpados estaban rojos con sensación de cuerpo extraño y escozor, acompañada bien pronto de una ligera tumefacción de los inferiores al des- pertar. Esta faz de la enfermedad, consecutiva á los dolores abdominales y á los ataques histeriformes, debió ser seguida muy luégo de una manifestación aguda por parte del aparato de la visión. 12. Durante la noche, bajo la influencia del frió ó de un tiempo húmedo, sin saberse la hora, la afección ocular hace su explosión de un modo sobre-agudo, y un ataque histeriforme acompaña súbitamente á ese primer ataque de megaloftalmo. Todos los síntomas que permanecían como adormecidos por parte del aparato visual, hacía algún tiempo, se exasperan; los dolores de las sienes, de las órbitas, de la frente, de los oídos y globos oculares, propagados á la cabeza toman una intensidad insólita; los contornos de la órbita están más calientes, la fiebre se enciende y ofrece un tipo periódico cotidiano; una sensación de frió comienza á percibirse cada mañana permaneciendo to- davía la enferma en la cama; el acceso, primero moderado, se hace más intenso á medida que adelanta el dia; el calor, ligero al principio, se exaspera bien pronto; después, hácia la mitad del dia, aparece el sudor y fluye hasta la tarde en abundancia; el acceso se calma al cabo de ocho ó diez horas de duración. La mejoría de la tarde es bastante completa para permitir al- gún alimento ligero, tomado sin apetito, y sin embargo digeri- do con facilidad. El curso del dolor sigue al de la fiebre y ambos ceden junta- mente. Este ataque, compuesto de accesiones sucesivas, dura ocho dias, después de los cuales desaparece la fiebre, como el dolor de loe ojos y de la cabeza. En los cuatro dias subsecuen- tes al ataque, se establece una convalecencia rápida, y la enfer- ma prosigue sus trabajos; pero un nuevo ataque se repite al 32 cabo de algunos meses de intervalo, coincidiendo siempre con manifestaciones histeriformes previamente desarrolladas. 13. Al cabo de los ocho dias del primer ataque febril de encefalopatía, sin saberlo la enferma, había ocurrido la trasfor- mación ocular, cambiando de volumen el globo del ojo; y los párpados empujados hácia adelante, y después desmesurada- mente abiertos, han dejado salir más de la mitad de aquel. Otra persona fue la que anunció la deformación del ojo y de los párpados: la enferma toma un espejo y retrocede espantada; apenas se atreve á respirar ni á toser, teme que al menor mo- vimiento cedan las ataduras que retienen tan imperfectamente á los ojos en su sitio; el borde de los párpados ha desaparecido casi por completo y se necesita mucha atención para descubrir todavía la extremidad de las pestañas. Después de este ata- que la megaloftalmia había alcanzado su más alto grado de desarrollo; pero poco á poco y á pesar de la repetición más lige- ra de los siguientes accesos, disminuyó el ojo de tamaño, el borde de los párpados se desasió y vino á colocarse sobre un punto del globo ocular donde estuvo más en evidencia. A ese período de actividad sucedió otro estacionario. El cuadro de la luegaloftalinia en el período estacionario, acusa la persistencia en la forma crónica de los trastornos refe- ridos:—los ojos tienen todos sus movimientos y en todos senti- dos, á pesar del alargamiento de sus fibras de atadura, que han seguido á su dislocación hácia adelante. Los párpados no pueden cerrarse enteramente y dejan al descubierto una porción de la esclerótica , en forma de media luna. El color de los ojos es claro, v parece ofrecer los ejemplos más frecuentes de megaloftalmo. Si se separan los pár- pados para examinar la pupila y observar la persistencia de la contractilidad del iris, se ve que es perfecta; la vista está conservada en ambos lados, aunque de un modo desigual, pues el ojo izquierdo es en este caso manifiestamente más débil. La acción de la atropina es muy poderosa y se mantiene todavía á pesar de que los dos ojos no parezcan impresionarse con la misma facilidad ó prontitud: el más tardío en dilatarse es aquel cuya vista está ya más alterada. Esta es más clara con un buen sol que en tiempo cubierto; las chispas, visibles en otro tiempo al principio, lo son siempre por la noche cuando se abre el ojo de repente, pareciéndole á la enferma que se halla en presencia de un incendio: vivacidad de impresión que se conserva durante el dia, á tal punto que la luz directa, si es demasiado fuerte, puede ser más dañosa que en el estado nor- mal (fenómenos de compresión y de hidropesía ocular.) Los colores aparecen con sus matices naturales: la conjuntiva, por lo regular roja, las pestañas en número incompleto y algunos tumorcitos de los bordes libres de los párpados* demuestran el tránsito al estado crónico de flegmasías antiguas de naturaleza reumática. Levantando ios párpados superiores, se nota que los globos oculares acusan una forma irregular, alejándose mu- cho más de ellos por su parte media; lo que proviene de que el globo del ojo ha cambiado de forma, está notablemente depri- mido en el vértice de cada uno_.de sus semicírculos superior é inferior: de cada lado de esta depresión media, se eleva suave- mente una doble prominencia, como un abotagamiento regu- lar, que figura un segmento de esfera cuyo radio es más peque- ño que el del globo del ojo al estado normal, semejando un oc- taedro de ángulos redondeados; de manera que, así deformado el ojo, merecería más bien, aunque toscamente, el nombre de cubo que el de esfera, con una ligera ventaja á favor del ángu- lo superior interno.—Cerrados los párpados, y explorando con las yemas de los dedos la consistencia de los ojos, se ve que la blandura del globo y de sus paredes es más notable que en el estado normal, sobre todo al nivel de las gibosidades del ojo, en medio y en el intervalo de cuyas eminencias está acusada la depresión por un matiz más blanquecino de la zona deprimida. Hay motivos, pues, para pensar que prolongados los tendones de los músculos rectos superiores y de los otros, dando por su implantación sobre la esclerótica mayor espesor á su pared fi- brosa, le permiten más resistencia contra una fuerza expansiva excéntrica que residiese en el ojo y se desarrollara accidental- mente durante el ataque de megaloftalmia. 34 El volumen total de los ojos está sin duda aumentado; efecto seguramente de la gran cantidad de humores derramados en poco tiempo en la cavidad del globo ocular. La trasformacion del espesor de las paredes permite hasta cierto punto aceptar alguna semejanza de anatomía y fisiología patológicas con lo que se ha convenido en llamar una aneurisma verdadera. Las funciones del ojo y su adaptación á las distancias debían modificarse con los bruscos cambios en él ocurridos. Modifi- cada la esfericidad, se modifica á su turno la refringencia de las membranas y de los medios. La enferma, que ántes veía muy bien, se ha convertido en miope después del ataque, viendo mejor, mucho mejor de cerca que de léjos.—Algunas veces per- cibía una sensación anómala en el saco óculo-palpebral: le pa- recía que un cuerpo extraño, como un pequeño gusano, ser- penteaba entre los párpados y el ojo; cuya sensación era tan evidente, que la mano se dirigía involuntariamente, algunas ve- ces, hácia el órgano de la visión para sacar el gusanillo, que se envolvía y enroscaba en el saco óculo-palpebral, según refiere la paciente. 15. Los síntomas generales que han persistido después de los ataques de megaloftalmia aguda, son los de la neuropatía y á veces del histérico y de la cloroanemia con síncopes. A menudo sobrevienen temblores de los miembros y de todo el cuerpo, asociándose este conjunto de fenómenos á manifesta- ciones dolorosas que proceden del bajo vientre, sobre todo del lado izquierdo de esta región. En presencia de semejantes síntomas y de signos tan claroSj sería preciso desconocer la historia de la afección para no in- terrogar á la enferma sobre la existencia 6 ausencia de signos ó de síntomas desarrollados del lado de los órganos de la fona- ción y de la respiración, puesto que el útero se ha hecho el asiento de trastornos, como la amenorrea, la esterilidad y el his- tericismo. En el caso aquí observado, sería menester cierto esfuerzo de erudición para pensar en la laringe y en el cuerpo tiroides, en el bocio en una palabra. El cuerpo tiroides estaba 35 invisible, no formaba ningún tumor, que desde luego liubiera sido fácil descubrir: verdad ademas demostrada por el aspecto de las fotografías que se sacaron, ofreciéndose en ellas como normal la eminencia de la región laríngea. No se trata, pues, del bocio exoftálmico, sino más bien de una megaloftalmia ute- rina. 16. Sin embargo, si las preguntas despertaban en ese senti- do la atención de la enferma, acababa por declarar que,'duran- te los ataques histeriformes, el cuello se le ponía caliente, sus arterias latian con más fuerza, y la mano aplicada por delante de la garganta, daba la sensación de llenura y de una hinchazón ge- neral que desaparecía con el ataque. Pero la enferma había notado que algunos accidentes que se desarrollaban en el vien- tre, producían como por encanto un cambio en su voz, que se hacía ménos clara, y en su palabra ménos bien expresada; y después, cuando desaparecía el dolor del vientre, al mismo tiempo disminuía la sensación de calor y de hinchazón en el cuello. 17. Otro hecho, no señalado á lo que parece, es la coinci- dencia de los ataques febriles con un flujo nasal que, al princi- pio simplemente mucoso, podía durante ellos llegar á ser hasta sanguinolento,—todo ésto acompañado de una afluencia nasal y cefálica sanguínea, considerable, constituyendo un conjunto de síntomas semejantes á la coriza aguda; aunque sea muy ve- rosímil que esta coriza, coincidiendo con movimientos febriles, con los accidentes de megaloftalmia, con los dolores del bajo vientre, acusase á la vez su solidaridad patológica y patogénica con los accidentes del cuello, é hiciese de todo ese cortejo de fenómenos una enfermedad reumática, como la coriza aguda común, siendo todo simpático de una lesión uterina. 18. En un período, que puede llamarse crónico ó estaciona- rio, quedaron zumbidos de oídos, asma sin signos de bronquitis, tristeza, disuria, estreñimiento, náuseas secas y como signos de irritación al exámen directo del útero; exámen que suministró próximamente los resultados siguientes: 19. Al través de las paredes del bajo vientre daba el útero 36 una sensación de pastosidad, en su período reciente. En uno de los lados se veía algunas veces una tumefacción bastante sensible á la palpación, más que á la vista; y mientras más an- tigua se hacía la afección, más duro se iba poniendo el bajo vien- con una dureza difusa, ya con la forma de un tumor circuns- crito. Cuando no se sentía ni tumor en el bajo vientre, ni pastosi- dad, la enferma acusaba dolores en forma de cintura y sobre todo en la región renal; la vejiga era el asiento de dolores y el objeto de vivas quejas, coincidiendo con la disuria.—Por el re- gistro anterior y directo, el cuello parecía las más veces que había descendido, cuando la palpación abdominal no daba nin- gún resultado ni revelaba ninguna prominencia de tumor que se elevase en la cavidad mayor de la pelvis, por debajo del es trecho superior. En el fondo de saco anterior existía una masa sólida, resis- tente, impenetrable, difícil de mover, confundiéndose algunas ocasiones con la prominencia del cuello, ó pareciendo comple- tamente distinta de éste. El cuello es el asiento del desarrollo de tumores que lo hinchan, dándole una forma irregular, lo más á menudo ovalar. En este caso el hocico de tenca ofrece la forma virginal, á-pesar de numerosos años de matrimonio:— en otros el cuello está más picado que de costumbre, á conse- cuencia de partos acompañados de la infiltración de tejidos fibrosos. 20. El exámen del fondo de saco posterior ofrece una dis- posición análoga á la del anterior. El tumor invade el espacio reservado al recto, cuyo hecho se confirma por el tacto rectal. Es de observación que las metrorragias, cuando coinciden con el desarrollo de cuerpos fibrosos revelados por el tacto, no pro- ducen megaloftalmias, ó no coinciden con ellas tan á menudo. 21. La variedad de megaloftalmia más positivamente esta- blecida, es la misma enfermedad general, la misma caquexia, la misma lesión uterina (cuerpos fibrosos), los mismos ataques nerviosos, pero sin megaloftalmia: lo que quiere decir bien clara- mente, que el volumen del ojo, así aumentado, es un corolario de la afección bien determinada que conduce á la afección ocu- 37 lar; roas ésta puede ser incompleta, apenas bosquejada, aun- que los otros elementos patológicos, signos ó síntomas, desórde- nes funcionales ó lesiones materiales, existan todos menos la megaloftalmia; y no obstante, esta lesión al parecer ausente existe en germen: lo que parece haber faltado, el último factor de la megaloftalmia al parecer ausente, es la detención absolu- ta de las reglas. No basta tener un cuerpo fibroso del útero para llegar á ofrecer la afección ocular; es preciso que la mu- jer no tenga sus reglas; y todavía mucho más tarde se presenta aquella si la existencia del cuerpo fibroso no sólo es concilia- ble con la persistencia de las reglas, sino que las produce exage- radas por su prolongada duración, ó por la abundancia del flu- jo en un tiempo dado. La metrorragia es como el fenómeno de seguridad que impide la última explosión de la enfermedad general, con su manifestación oftálmica. 22. La esterilidad ó la falta de preñeces tiene el mismo va- lor que la ausencia de las reglas. Una mujer que ha pasado uno ó varios embarazos, felices ó desgraciados, no será mega- loftálmica con la misma facilidad que la que nunca ha podido concebir. Después de la preñez, }T sobre todo después del parto, la mu- jer está aquí muy expuesta á una serie de afecciones que casi todas tienen igual significado, se designan bajo una misma de- nominación y dependen del mismo estado; el estado puerperal. En las Antillas, incluso Puerto Rico, el peligro del estado puer- peral es mucho más grande que en los climas templados: en lu- gar de los nueve dias clásicos exigibles, y en los cuales perma- necen las europeas en la posición horizontal,—después del parto las mujeres criollas se levantan de la cama al quinto dia, se co- locan en sus hamacas, lo que les inflige una posición en Y, cuyo ángulo inferior tiende á ser ocupado, gracias á la ley de los de- clives, por el mismo útero, que por el contrario convendría in- clinar á descender hácia la extremidad superior de la rama de una Y invertida. De ese abuso nacen la distensión de los liga- mentos suspensorios de la matriz, los descensos del útero y las inflamaciones del cuello y del cuerpo por influjo de las varia- ciones en la temperatura. En semejante estado van las muje- res á recoger las cosechas de café, bajo el rocío de las maña- nas; y de aquí las enfermedades originadas directamente por la humedad, que afectan un órgano en apariencia invulnerable al frió, porque se halla como oculto y abrigado entre las visceras del abdomen, cuando en realidad es más exterior y está más expuesto, por los cambios de sus funciones y sus aptitudes pato- lógicas, á las afecciones nacidas de las variaciones del calor al frió húmedo. La metritis,' en efecto, sobreviene con mucha frecuencia en Puerto Rico. Casi todas las mujeres van á con- sultar al médico con un diagnóstico hecho de antemano, é ins- pirado por sus sufrimientos especiales y la región que padece: —“La matriz, dice cada una de ellas, la matriz es la causa de mi enfermedad.” 23. No hay duda para nosotros: la metritis catarral prime- ro, intersticial y parenquimatosa después, son las que producen los depósitos plásticos de donde se forman los cuerpos fibrosos; -—y es tan cierto que dichos cuerpos deben las más de las ve- ces su origen á una afección de naturaleza reumática, que se ve, y nosotros hemos visto, una mujer sometida en vida á nues- tro exámen, y cuya autopsia hemos practicado después, la cual íué objeto de una consulta entre todos los médicos de la ciu- dad de Mayagüez, la segunda quizas de la isla de Puerto Rico. He aquí los resultados de dicha consulta:—-Cuerpo fibroso del útero, ojos grandes y saltones, cubiertos por un pterigio, ausencia del período menstrual durante muchos años, peritoni- tis secundaria, insuficiencia aórtica, rasgaduras de las paredes aórticas, antiguas bronquitis crónicas, artritis crónicas é hidar- trosis, subluxacion externa de una articulación fémoro-tibial, erosión del cartílago articular; afecciones todas nacidas de in- fluencias reumáticas repetidas, reumatismo crónico del cora- zón, de la aorta, del útero, lesiones anatómicas reumáticas, afecciones incurables. Era una mujer de color, esclava, de 40 á 50 años, llamada Rosa Bey, y no podía aconsejarse la extrac- ción de los cuerpos fibrosos: digital, alcalinos, vestidos y aloja- miento á propósito para resguardarse de la humedad, pues vi- 38 39 vía junto á un rio.—Un mes después de la consulta murió la enferma con todos los signos de una aneurisma que se lia roto bruscamente: dolores violentos en el pecho, sofocación extre- ma, semisilencio de las palpitaciones del corazón, como ahoga- das, labios morados, rostro turgente, muerte en el espacio de al- gunas horas. Hecha la autopsia á las doce horas, se encontró:—Cuerpos fibrosos del útero múltiples, subperitoneales, pediculados; me- tritis; ruptura de la aorta al nivel de su inserción en el ventrí- culo y de la implantación de las válvulas; coágulo enorme de sangre roja derramada en el pericardio y comprimiendo el co- razón por todos lados; ventrículos vacíos, válvulas sigmoideas engrosadas; paredes de la aorta ulceradas con placas osiformes; aneurisma disecante, comenzando al nivel del báculo de la aorta y abriéndose en su porción lumbar. Rótulas, fémur de- recho y tibias, extremidades articulares desprovistas de cartíla- gos articulares; ojos grandes, pero de estructura enteramente normal, á juzgar por sus caractéres exteriores; párpados infil- trados y gruesos, más el inferior que el superior; pterigio; lá vena oftálmica no fué examinada, como tampoco el cerebro ni sus envolturas.—Conclusión: megaloftalmo resultante de una afección del útero; mujer virgen con pólipos múltiples del úte- ro; lesión reumática generalizada: la megaloftalmia es el último anillo de una cadena de afecciones reumáticas, cuyo primer es- labón está unido á la matriz. 24. Aseguramos que si hay una disposición patológica na- cida de las modificaciones impuestas al organismo por el parto, hay también en este caso una disposición morbosa, peculiar á las mujeres, oriunda de las modificaciones impuestas al orga- nismo por la falta de parto, áun siendo temporal, por la falta de reglas, y en todas circunstancias (como aquí) por un estado puerperal constante y que no concluye nunca, gracias á la pre- sencia de cuerpos extraños en el espesor de las paredes del úte- ro y por fuera ó por dentro de su cavidad. 25. Pero veamos ahora otras variedades del mismo mal.— Dos mujeres observadas en Barran quitas (Puerto Rico) se pre- sen tan á nuestra consulta. Preocupados con la idea de la mujer cuyo retrato hemos trazado, nos acercamos á ellas: sus ojos son grandes, pero su volumen es casi normal; y si ha variado, habrá sido de un modo inapreciable para un observador novicio: se quejan de trastornos en la vista y de dolores en los ojos y en las órbitas; tienen el cuello delgado y sin bocio, son pálidas y secas; padecen de vapores que les suben al rostro, de calores (pie las invaden súbitamente;se ponen como sofocadas y sus la- idos como azulosos durante los accesos. Al mismo tiempo sus pies están helados 3' el corazón salta al menor pretexto; el estómago es caprichoso, el intestino se infla y se desinfla en el mismo ins- tante, de gases que parecen desarrollarse sin causa, como las pal- pitaciones y las sofocaciones. Estando muy agitadas y nerviosas, según dicen, el espíritu languidece en ellas, sus inteligencias duermen, y en este estado de entorpecimiento intelectual, con- cluyen por encontrar un verdadero sueño, á menudo repetido y prolongado.—Antecedentes: catarros frecuentes. La menstrua- ción es fiel cada mes, dura según la regla, después se detiene y al cabo de quince dias sobreviene una nueva hemorragia que ya no pertenece á la menstruación y que pueda durar hasta quince dias, quejándose entonces las enfermas sobre todo de peso en los ojos. El aspecto del rostro no es el de la salud, pero tampoco es el de una simple cloroanemia: hay una expre- sión, en esas caras, en esos ojos grandes y de escleróticas blan- cas que se han vuelto azules; hay facciones que llaman la aten- ción y nos invitan á decir: ‘‘Usted tiene una afección del útero, y esa afección es un cuerpo fibroso.” 26. Por el tacto se comprueba el diagnóstico hecho de lé- jos:—En la primera de estas dos mujeres: sensación de un cue- llo que ofrece todos los caractéres de la virginidad; un cuerpo fibroso evidente ocupa toda la cavidad pelviana; la vejiga com- primida responde con una disuria marcada, y el intestino con un estreñimiento tenaz.—La segunda de ellas, la más débil, muestra el cuello deforme, como después del trabajo laborioso de un parto insólito. (Sra. Da Cándida Ventura, de 35 años.) Residiendo en la jurisdicción de Barranqueas, barrio de Pa- 40 41 lo Hincado, declara que había tenido un parto prematuro y que fué preciso romper la cabeza del feto para sacarlo á peda- zos; lo que parece probar que el cuerpo fibroso, cuya existencia es ahora tan manifiesta, existía ya. En ambos casos se ha hecho el diagnóstico como á distancia, y el médico ha podido decir: he aquí dos mujeres, D? Cándida Ventura y D? Josefa Torres (viviendo ésta última también en el campo, ú orillas de un arroyo, á tal punto que su barrio es Que- brada Grande y que la jurisdicción de Barranquitas significa tam- bién terreno accidentado con profundos repliegues, surcados por pequeños riachuelos),—he aquí dos mujeres que tienen la enfer- medad de los grandes ojos, sin tener los ojos grandes evidentemen- te; y es bastante decir que la megaloftalmia no constituye por sí sola una enfermedad especial, cuyo principal signo es el desarrollo del ojo; sino que, por el contrario, se trata más bien de una en- fermedad en que el aumento de volúmen del ojo es como el úl- timo síntoma de un edificio patológico cuya cúspide puede ser el abultamiento de los ojos, pero cuyas bases están en la matriz, en la alteración orgánica, tumor fibroso, cuerpo fibroso del ú tero. 27. Esos dos casos prueban también que la exoftalmia en ellos, como en el de aneurisma disecante de Rosa Bey, ha naci- do de una afección reumática; y demuestran todavía mucho más claramente, que los ojos grandes están ligados á dicha afección con mayor certeza cuando se trata de una virgen no reglada, que cuando se observa otra que lo está; y, en fin, que el hecho de una preñez aleja áun más la perspectiva de una megaloftal- mia, (como complemento de la afección principal, cuerpos fibro- sos del útero y caquexia uterina sintomática de la presencia de dichos cuerpos.) 28. Para mostrar que el bocio es separable del megaloftal- mo, lo que todos saben ya, y para afirmar que en ausencia de la afección ocular se une aquel á otra afección del mismo or- den, v. g., la alteración del corazón y de sus gruesos vasos, ci- taremos el caso de una señora de edad, que es el tipo de la in- tegridad de los ojos y de esa alteración del cuerpo tiroides uni- 42 da á una afección crónica y orgánica del corazón: en ella el elemento, tejido y membranas serosas del aparato vascular están interesados como en la enferma de nuestra primera ob- servación, existiendo á la vez lesión del elemento seroso intra y extra-ocular. La enferma de nuestra primera observación ha ofrecido toda su vida una esterilidad completa, mientras que la otra es madre de una numerosa familia. Esta diferencia viene en apoyo dé la verdad que inscribimos al principio de este estudio: que el megaloftalmo, es una afec- ción de naturaleza reumática y gotosa, en relación con las le- siones crónicas y orgánicas del útero, lo mismo que, ó más toda- vía, con una alteración de los elementos vasculares del cuerpo tiroides y del corazón: lo que es una prueba contra la entidad morbosa bocio exoftálmico, puesto que se puede sustituir á esa asociación de lesiones, la asociación siguiente: megaloftalmo uterino, megaloftalmia uterina y cardíaca, y fibropatia uterina megaloftálmica. 29. En Monte Llano, jurisdicción de Cayey, se presentó una señora celibataria á la consulta, donde el centro provisio- nal de nuestros estudios atraía algunos enfermos,—Tiene 33 años y un cuerpo fibroso del útero. Sus ojos son más abulta- dos que los de su madre—que están hundidos,—que los de su padre, y sobre todo los de su hermano: ella misma dice que hace diez años eran más pequeños que hoy. En 1860, cuando tenía 23 años y gozaba de una perfecta salud, se hallaba por lo tanto libre de todo ataque de sufrimiento uterino: no había la menor apariencia de desarrollo del cuello, prueba tantas ve- ces repetida del papel enteramente subalterno que hacen en la enfermedad los accidentes y las lesiones del cuerpo tiroides y de la laringe; nunca tuvo ataques de histérico ni accesos de fiebre. Ausencia de la memoria, pero también de hemorra- gias uterinas; la menstruación es regular, dura cuatro dias, sin gran abundancia. El mayor sufrimiento que acompaña á los cuerpos fibrosos consiste, desde hace seis años, en explosiones de cólicos que van desde la boca del estómago hasta el vacío derecho, y de este lado al izquierdo. La intensidad del dolor 43 era extremada, duraba toda la noche; gemidos, gritos, vómitos incoercibles y que persistían tanto como el dolor; algunas ve- ces fiebre, la que podía faltar. La repetición de los ataques ocurría cada ocho dias, habrá siete años próximamente. Más tarde,.cada dos ó tres meses: sensación luminosa en los ojos, buen apetito, estreñimiento de tres dias; ha enflaquecido mu- cho desde hace ocho años, y su hermano ha calculado en trein- ta libras lo que ha perdido de peso desde que principiaron los cólicos. Ese antiguo esplendor de su salud pasada explica la ausencia actual de la caquexia histérica debida al desarrollo fácil del útero: hecho que constituye á la verdad un caso en que la megaloftalmia se adelanta á los trastornos generales histeri- formes y laríngeos; el histérico falta y la laringe permanece sa- na como en casi todos los casos. Esta variedad puede calificarse de megaloftalmia uterina (de las pletóricas.) La naturaleza reumática parece evidente si se atiende á que la casa está situada en medio de una llanura húmeda, á un tiro de fusil del rio, y que entre las afecciones de su juventud se contaba el asma á cada luna nueva. 30. El diagnóstico es fácil á primera vista: no se puede creer en un quiste, en un absceso, en un tumor duro ocupando el fondo de la órbita, porque estas afecciones son lentas para producirse, miéntras que la megaloftalmia, por lo ménos en los casos más claros, se ha desarrollado de un modo agudo. Los tumores óseos están situados en una de las paredes y empujan el ojo en un sentido opuesto al de su asiento. Las aneurismas de la arteria oftálmica trasmiten sus latidos al globo ocular, y en la megaloftalmia los ojos permanecen inmóviles. El cán- cer encefaloide es más doloroso y no da lugar á dudas sino por poco tiempo; su marcha es rápida y su terminación pron- tamente mortal. Los tumores de las regiones vecinas, como los del seno maxilar, de las fosas nasales, de la dura madre, se acompañan de signos locales, y no de trastornos histeriformes y uterinos.—Las fracturas de las paredes de la órbita tienen sus conmemorativos, y ademas las hemorragias retro-oculares presentan sus equimosis y la trasformacion de los colores ope- rada por la absorción. La parálisis de los músculos rectos del ojo, de los músculos oblicuos, cuyo efecto es abandonar el ojo por delante, repelido como está por la elasticidad de los teji- dos blandos, que ocupan la órbita, se reconoce por la existen- cia de parálisis semejantes en un aparato, muscular próximo ó lejano, dependiente de la misma fuente nerviosa. Por otro la- do, la integridad de la pupila, su falta de dilatación excluye la idea de una afección del nervio motor ocular común. 31. El diagnóstico de los cuerpos fibrosos no ofrece mu- chas dificultades, á no ser con el de los tumores escirrosos no ulcerados de la matriz: un excelente signo es que la hemorra- gia asociada á los cuerpos fibrosos es mucho más precoz; y so- bre todo, la tendencia del cáncer á reblandecerse, extendién- dose á la vejiga y al intestino, que se perforan, rniéntras que el tumor fibroso tiende á subir y se adelanta hácia el ombligo co- mo una preñez, ó hácia los vacíos como un quiste del ovario. Las hemorragias abdominales ante ó retro-uterinas son súbitas en sus apariciones y determinan una deformación blanda, pas- tosa y depresible en uno de los repliegues posteriores ó ante- riores del conducto vaginal: todos estos signos han faltado, y apénas ha habido un poco de edema algunas ocasiones. Microftalmo.—32. Después del estudio de la megaloftalmia viene, por oposición y proximidad natural, el de la microftalmia; y para demostrar que la forma de la lesión anatómica de un mismo órgano procede de una misma etiología,—y es preciso de- cirlo esta vez al hablar de los ojos pequeños, como al hacer el estudio de los grandes,—siempre se encontrará idéntica causa eficiente: el reumatismo. Muy digno de interes sería el hallar, al lado de este hecho, una asimilación más completa, fundada en una afección gene ral de factores múltiples, con trastornos generales histeriformes y alteración de los órganos genitales. D. Bartolomé Cartagena, blanco, de 23 años, nacido en el campo, en el barrio del Desecho, distrito de Aibonito, en el lugar llamado la Plata, célebre por el paso del rio del mismo nombre, que es el mayor de la isla de Puerto Rico, y por la 44 45 fertilidad de su terreno para el tabaco; hijo de dos primos, de Vicente Cartagena, labrador, y de Margarita Cartagena. En el centro de la Isla, á donde no llegan extranjeros, los criollos se ven así reducidos á casarse en familia, resultando una observación muy fecunda en niños incompletos, sordos, mu- dos, sin brazos, sin piernas, sin perforación de los orificios na- turales, ó con comunicación de los intestinos y de la vagina, obliteración de este último conducto, etc., etc. No vino al mundo con ojos deformados: los tenía hermosos y muy buenos, como los de todos sus compañeros, hasta el punto de poder enhebrar una aguja; hizo uso de ellos hasta la edad de 14 años, y todavía hoy, á pesar de la alteración de sus ojos, tan pequeños, trabaja con el machete en el chapeo, en cortar ra- mas de los árboles, cuya corteza sirve para hace cuerdas con que atar los animales (majagua), y sobre todo, en cortar la ca- ña, separar sus hojas y dividirla en trozos fáciles de manejar en las carretas y de colocaren los cilindros de moler; todo lo cual exige una vista bastante buena. Sembraba tabaco y cultivaba café; ahora siembra el primero, así como maiz y arroz, hace correas y hamacas; ve de léjos me- jor que de cerca; á pesar de la convexidad de la córnea es prés- bita, y sería miope si sólo la córnea se hubiera modificado, pero la rarefacción de los humores del ojo borra los efectos de esa convexidad:—sigue bien su camino, se pasea solo en subarrio; cuando de él sale, es más tímido, pero puede distinguir áun viajero que pase ú pié por delante de él, informarse y seguir por la izquierda ó por la derecha (cuando se cruzan los cami- nos) aquel que le han aconsejado. En una palabra, no está ciego, aunque ve confusamente los colores. 33. Sus ojos son pequeños y de forma cónica, con la punta hácia adelante y como cubierta por la córnea trasparente, que no tiene más de once ó doce milímetros de diámetro en el lado iz- quierdo, y de trece á catorce en el derecho, todos trasversales. En cuanto al diámetro vertical, es más pequeño en ambos ojos, y no pasa en la córnea de ocho á nueve milímetros, como si di- chas membranas hubiesen sufrido un ligero grado de aplasta- 46 miento vertical. Un círculo senil rodea la inserción de la cór- nea; pero la figura de estos círculos no es completa y represen- ta más bien dos semilunas tocándose por sus extremos, y opues- tas por su concavidad. Detras de la circunferencia de la cór- nea, una especie de estrangulación ó de cuello separa el ojo en dos regiones, como una calabaza de,peregrino; un ensanchamien- to posterior ó esclerotical, y otro anterior ó corneal. El diámetro de la esclerótica, es decir, la parte más gruesa de la esfera ocular, tiene ménos de dos centímetros, en cuanto es posible aproximarse á la exactitud, teniendo en cuenta el re- pliegue de la conjuntiva, que marca un poco la circunferencia y que se halla como flotante, á la manera de los tegumentos que cubren regiones demacradas. La pupila está bien abierta, como normal, pero de un negro azul; sus contornos, nial acusados, se distinguen con dificultad de la pequeña circunferencia de un iris de color oscuro. La atropina no hace variar sensiblemente la tensión de las fibras circulares ó radiadas del iris. La pupila parece apénas dilata- ble; sin embargo, distingue bien, un cuarto de hora después de las gotas de colirio, una pluma de ganso que se le presenta; la pluma es blanca: ve mejor todo lo que es blanco. Los globos oculares son duros; se diría que son bolas de ma- dera móviles, cortadas como balas cónicas; una gran movilidad, sobre todo trasversal, se trasmite fácilmente al globo, mantenién- dolo entre el pulgar y el índice. La presión no revela ninguna fosfena. Las hendiduras de los párpados parecen ser, casi exacta- mente, de tres centímetros. El superior no ofrece más de ocho centímetros de altura; las pestañas son hermosas, las cejas muy espesas, los bordes palpebrales ondulados, modelándose sobre las dos bolas, separadas por un cuello que figura el perfil del ojo. Llora todas las mañanas al levantarse De perfil, las órbitas están huecas. Experimenta siempre dolores en los ojos desde la edad de 14 años: está mejor ciertos dias; sufre más cuando el tiempo torna á la lluvia ó la tormenta; sabe, después de un buen 47 tiempo, si va á llover, porque siente un dolor en los ojos, en las órbitas y en la cabeza, dolor que es muy grande y le obliga á llevarse la mano á los ojos; le parece que le dan martillazos dentro de la cabeza. La nuca es el asiento de sufrimientos peno- sos, aunque pasajeros. Todas esas son pruebas del reumatismo. Chispas de color rojo, azules, nacen y brotan en proporción del dolor de cabeza: unas veces brillan durante el dia, otras por la noche; chispas que lo fatigan, lo trastornan en su mar- cha y le impiden que distinga los cuerpos extraños de que está sembrado el camino. Ve sombras falsamente dibujadas ante sus ojos; ve árboles sin haber árboles, animales sin animales presentes, transeúntes en un camino desierto. Dichas sombras son más familiares á su lado de dia que de noche. Duerme bien, pero se despierta sobresaltado; si estaba acos- tado horizontalmente, se coloca como de un salto en una posi- ción sentada; echa al aire sus brazos y piernas, ocurriendo ésto una ó dos veces por la noche, pocos instantes después de ha- berse dormido, y siendo la fuerza de los movimientos capaz de romper un obstáculo poderoso. Gran tristeza, buena memoria, tendencia al sueño. La sagacidad, la agudeza de-su inteligen- cia y de sus otras facultades, han crecido en proporción que disminuía la vista: los actos de su vida han ganado más en or- den y método.—Olfato intacto, coriza raras ocasiones; el oído no ha variado; la oreja derecha más pequeña; contracción mus- cular poderosa; robustez en el trabajo. 34. La causa de la afección es clara para el enfermo. Se le- vantó por la madrugada, cubierto de sudor y tal como estaba en la cama; sin darse tiempo para vestirse, corrió al trabajo en una siembra de plátanos llena de rocío: sintió en seguida frió en los ojos, como un velo delante de ellos, hubo dolores; mas él continuó su tarea, aunque con dificultad; y desde esa época la visión fué escaseando poco á poco, en medio de los padeci- mientos que acaban de enumerarse y que siguen su curso:— dolor de cabeza, dolor en los globos oculares, todo sin fiebre, sin manifestación exterior que su familia haya podido notar al- 48 guna vez.—Son ocho hermanos y hermanas con buena vista; la madre vive y sus ojos son buenos; el padre murió con una amaurosis que debía á la costumbre de pescar en los rios por la noche, con una antorcha de tabanuco, y ya estaba bien vie- jo.—Las enfermedades dominantes en la familia y en el sujeto que nos ocupa han sido las fiebres: el padre sufrió mucho tiem- po de dolores en la región del estómago; tenía un hipo conti- nuo, atribuido por sus amigos al hábito de tragar el jugo del tabaco de mascar que constantemente llevaba en la boca.— Su corazón palpita fácilmente, y por lo demas es un hombre sano. Anoftalmo.—35. Hablamos aquí de un monstruo, no de un enfermo. La microftalmia tiene, sin embargo, su punto de contacto con la anoftalmia, pues el individuo de ojos pequeños y cónicos presenta dos orejas desiguales y deformes: la derecha carece de lóbulo ó lo ofrece muy exiguo, mientras que el de la izquierda es demasiado largo, prolongándose sobre la mejilla,, en forma de pliegue. El estudio del sujeto anoftálmico demuestra que sus órbitas, como casi todas las otras regiones de su cuerpo, son deformes, imperfectas. Entre tantos órganos que brillan por su ausen- cia, y que hacen de una criatura sin ojos una verdadera imita- ción del mono, causa sorpresa ver una cabeza bien conforma- da, en apariencia por lo ménos, y una inteligencia muy sufi- ciente para sus necesidades cotidianas. El tipo á que nos referimos de esta lesión congénita, la au- sencia de los ojos, es un hombre de- 30 años, vecino del barrio de Cercadillo, jurisdicción de Cayey: nunca ha salido del sitio de su nacimiento; sus piernas son más pequeñas que los mus- los; el pié derecho ofrece cuatro dedos, faltándole el quinto, v estando el tercero y cuarto reunidos bajo una misma envoltu- ra cutánea; el pié izquierdo ofrece los cuatro últimos dedos, el grueso artejo solamente libre; en las manos los dedos han per- dido la extensión y están fijados en ángulo recto sobre la re- gión del metacarpo. Las articulaciones falángicas carecen del movimiento de flexión y de extensión. 49 Las cavidades orbitarias se hallan enteramente vacías, sin que en ellas se distinga la menor apariencia de rudimento ocular: detras de los párpados hundidos queda tan sólo una cavidad libre, capaz de alojar un grueso grano de maiz. Conclusionbs.—I. En resúmen: una mujer, que es el objeto de la primera observación, ofrece un cuerpo fibroso del útero, apenas manifestación tiroidea y un megaloftalmo exorbitante. II. Dos mujeres con un grado moderado de exoftalmo, y cuyo rostro expresa un padecimiento tan especial, que permite reconocer á. distancia y sin examinar el abdomen la presencia de cuerpos fibrosos en el rítero.—Otra mujer, no casada, cuyos ojos al principio normales se agrandan poco á poco, sin ata- ques, á medida que sube y se desarrolla hasta el medio del vientre un tumor fibroso enorme acompañado de peritonitis. III. Una negra, Rosa Bey, cuyo dueño vivía cerca de un rio, en medio de un ingenio,—el que muere súbitamente á consecuencia de una osificación casi evidente de las arterias del cerebro y de una apoplegía,—fallece también ella de re- pente de una ruptura de la aorta, al nivel de su inserción en el anillo fibroso ventricular izquierdo, con una aneurisma dise- cante de la aorta, extendida desde el báculo de ésta hasta la región lumbar; la rodilla izquierda presenta la hidartrósis sin- tomática de un tumor blanco y los cartílagos de incrustación han desaparecido,—manifestación articular del mismo orden que la lesión “articular” del corazón;—mujer celibataria, de cerca de 50 años, y con un enorme tumor fibroso del útero; su cuello está sano, pero sus ojos tan francamente exoftálmicos, que metía miedo, según los términos de un testigo cuyo voto era invocado. IV. Después una señora septuagenaria, con bocio enorme, y sobre todo, con todos los signos de una afección del corazón, grave, crónica y orgánica, pero con ojos enteramente normales, pequeños y libres de todo ef oftalmó. V. En fin, un joven labrador, habitando en medio de valles húmedos, sometido á las mismas influencias higroraétricas des- agradables, y llegando, por un proceder patogenésico análogo, 50 á lo contrario del megalóftalmo, á una disminución de los ojos, al microftalmo sin hipertrofia del corazón y sin lesión visible de los órganos genitales, ni del cuerpo tiroides, como si la na- turaleza se hubiese negado á producir lejos de los ojos una le- sión diferente de la forma atrófica,como si una misma causa reumática no pudiese producir la hipertrofia del corazón y del cuerpo tiroides cuando acababa de determinar lo contrario del megaloftalmo, la atrofia de los ojos. VI. La enseñanza que resulta de esos hechos, parece infun- dir en el observador, Iiasta la convicción de la verdad, la si- guiente deducción: todos esos hechos son análogos. VII. Ninguno de los individuos reunidos en este grupo de observaciones puede recusar la analogía de la causa que ha presidido á su afección: esta causa ha sido la humedad y_el frió relativo que la acompaña; de donde resulta la analogía de la naturaleza reumática de tales lesiones, por diferente que sea su localización. VIII. La entidad morbosa está en la reunión de esas lesio- nes de asiento diverso; y ninguna de ellas aislada de los ojos, de la tiróides, del corazón, de la articulación de la rodilla, del útero, merece la calificación de entidad morbosa separada y dis- tinta. IX. De otra manera, sería preciso admitir tantas entidades morbosas separadas, como variantes pudieran imaginarse ó en- contrarse en la unión, de dos en dos ó de tres en tres, de las le- siones de esos diferentes órganos, cuya creación no podría cor- responder á una realidad, puesto que á la pretendida y nueva entidad quiere llamarse “bocio exoftálmico,” “caquexia exof- tálmica,” y el exámen de todos los hechos mencionados de- muestra que el primer individuo que hemos estudiado ofrece un exoftalmo sin bocio. La asociación del exoftalmo y de los cuerpos fibrosos del útero* en vista de semejantes casos, mere- cería con más justicia, por su constancia, que se le considerase como una nueva entidad morbosa. X. El exoftalmo resulta anatómicamente de la hidropesía aguda enquistada de la hialóides (una serosa) y se acompaña 51 casi necesariamente de la lesión de la mayor parte de las gran- des serosas del organismo, como la del tejido celular de la ór- bita, que está ó puede estar infiltrada á la vez (otra serosa,) como la turgencia. é inflamación de la túnica serosa de Jps vasos que se entrelazan y anastomosan para formar casi todo el cuerpo tiroides; de la afección de otra serosa asimismo, como la del corazón y de la aorta, atacadas de hipertrofia, de dege- neración y aneurisma; de la lesión de una serosa como la sino- vial de la rodilla en Rosa Bey; ó, en fin, como el peritoneo afec- tado de inflamaciones agudas repetidas en el caso de la Sra. D? Ursula Aponte, de Cayey. Sin duda que el reumatismo arti- cular agudo generalizado y febril es una entidad, y que tam- bién la endocarditis es una localización de la misma entidad; pero cuando las dos afecciones llegan á asociarse, porque el co- razón se ataca como una coyuntura enferma, agregada á las otras coyunturas del esqueleto, no se trata de hacer una enti- dad que se llamaría “reumatismo poliarticular agudo, febril, generalizado, endocárdico:” este último epíteto tendría la pre- tensión de añadir á la idea de reumatismo articular la de un reumatismo así complicado, convertido en una enfermedad to- talmente diferente de la que representa el reumatismo articu- lar agudo generalizado y febril,- pero sin endocarditis adi- cional. XI. El reumatismo articular es una enfermedad y la endo- carditis es otra; ambas hijas de un mismo padre, el reumatis- mo, y pudiendo bajo este título darse ht mano sin formar un nuevo ser patológico. XII. El megaloftalmo es una hidropesía enquistada, doble y sobreaguda, simétrica, de la hialóides, y una hidropesía difusa del tejido celular orbitario, que puede asociarse á la afección de cualquiera de las serosas ya nombradas. Cada una de las afecciones de esas diferentes serosas, no constituirá un exoftal- mo cardíaco ó aórtico, artrítico ó peritoneal; si ellas se reúnen bajo esta forma, no habrá en eso creación de una entidad ocu- lar y cardíaca, ocular y articular, ocular y peritoneal. La ver- dadera entidad es el reumatismo, cuyo genio preside á la ma- 52 infestación de esas localizaciones, según el grado de suscepti- bilidad individual, y no en virtud de una ley de asociación ne- cesaria, calificativa y distinta. jXIII. El gran simpático es más difícil de estudiar en sus lesiones que el cerebro. En presencia del reblandecimiento, por ejemplo, ¿podemos decir si éste lia nacido de una inflama- ción, de una supuración, de una imbibición mecánica, de una degeneración ó de una descomposición cadavérica, etc.?—Dos observadores que estudien aislada y sucesivamente el mismo encéfalo, acusado de haber causado la muerte por su lesión, ¿estarán seguros de ponerse de acuerdo en su juicio? Todos saben demasiado la dificultad de semejante problema de ana- tomía patológica, para admitir fácilmente la probabilidad de tal acuerdo. Y si la dificultad es tan grande respecto al juicio de esas lesiones necroscópicas, ¿qué debe pensarse, si en vez de la masa cerebral se tiene ante los ojos uno de los ganglios cer- vicales del gran simpático? ¿Quién se atreverá á afirmar que sus lesiones no son el efecto de una imbibición cadavérica va- riable, presente ó ausente, según las actitudes del cadáver, del calor de las estaciones, de la sequedad de los tejidos ó de su gordura? XIY. Se dice que el bocio exoftálmico y sus desórdenes funcionales, próximos ó lejanos, tan variados y numerosos, de- rivan de un estado congestivo pasajero del gran simpático, ó de una lesión permanente orgánica, crónica, del sistema ner- vioso ganglionar; congestión ó lesión orgánica que se vuelve causa de congestiones fugitivas ó de lesiones irreparables en los diversos órganos, los cuales pueden hipertrofiarse ó atro- fiarse á consecuencia de esa hiperemia. XV. Pero bien se ve todo el tiempo que necesita una con- gestión fugitiva, ó áun la lesión permanente del gran simpáti- co, para traer en pos de sí, pieza por pieza, las lesiones de nu- trición acumuladas en la sombra, en el silencio y poco á poco; y no es así como se desarrolla el megaloftalmo:—en algunos dias, si no en algunas horas, pasa el globo ocular la abertura de los párpados y ya su caida parece posible al enfermo, quien 53 lleva á él la mano y procura no toser para contenerlo y no estremecerlo; procedimiento rápido, que se asemeja á las hidropesías agudas, orgánicas y “regionales” bajo la in- fluencia de una causa eficiente aguda, que obra sobre órganos predispuestos á su acción de largo tiempo atras, mucho más que á la fugaz de las congestiones pasajeras del gran simpático, ó de una lesión permanente de estructura en el sistema nervioso ganglionar. Este tampoco podría reclamar la paternidad de una degeneración osiforme de las válvulas del corazón, ni de una degeneración grasienta de la aorta, produciendo una aneu- risma disecante; todavía menos de un cuerpo fibroso monstruo- so que ocupase el útero; todavía menos de una lesión crónica orgánica de la articulación de la rodilla, con hidartrósis, alar- gamiento y destrucción de los ligamentos laterales internos, y desaparición casi completa del cartílago de incrustación. XVI. La paternidad del bocio parecería más fácilmente rei- vindicada por una lesión de los ganglios cervicales del gran simpático; pero el bocio es á menudo brusco también, puesto que sin recurrir á las lentas influencias de la inervación per- turbada, se le ha visto desarrollarse en algunos dias, hasta el punto de que la gente, en los trópicos, ha dado á ciertos bo- cios agudos el nombre de “una ruptura,” “una hernia ó que- bradura.” XVII. Después de la muerte, sería el bocio mucho más susceptible, por su enorme vascularidad enquistada ó difusa, de explicar por extravasaciones vasculares sanguíneas la for- mación de imbibiciones cadavéricas que hubieran determina- do un cambio de color en uno de los ganglios cervicales infe- riores, y también un cambio de forma. Y si no es como lesión de contigüidad ó por descomposición cadavérica, tal vez suceda que, durante la vida, los lóbulos laterales del bocio puedan haber ejercido (ora por compresión, ora haciendo participar á todos los órganos vecinos de su propia vascularización exagerada) una influencia sobre el color más rojo, sobre el desarrollo de los vasos, y de consiguiente en el aumento de su volumen. XVIII. Así considerado, á la inversa, el bocio tendría mu- 54 chos más motivos para reclamar una influencia en la vitalidad del ganglio cervical inferior sobre su desarrollo en volumen y en color, y hasta en la modificación de sus elementos celula- res, que razones para permitir, la creencia de un desarrollo enorme del bocio, que puede atribuirse á un desarrollo anor- mal visible ó microscópico del tercer ganglio cervical del gran simpático ó simpático mayor. XIX. En cuanto á las hemorragias nasales, que sobrevie- nen bruscamente en individuas que también bruscamente han ofrecido el bocio, no es éste un argumento en favor del papel tan importante concedido al gran simpático y á su imperio so- bre el gran sistema de los vasos capilares. Si todos admiten que el cuello de un hombre puede de repente presentar un enorme bocio en algunos dias y hasta en algunas horas (lo que no puede ser el resultado de la acción del gran simpático, sino más probablemente de una afección reumática aguda de los elementos serosos y vasculares del cuerpo tiroides), cuán fácil es creer que ese tumor súbito que ahoga, no ha causado la congestión de los vasos de la membrana mucosa nasal, puesto que puede estorbar la circulación venosa y aérea, hasta el punto de provocar la asfixia y de reclamar una operación des- esperada, la traqueotomía in extremis. XX. Se acepta que en algunos instantes puede nacer una inflamación por el frió húmedo, en un pulmón abrigado por los vestidos y protegido por la caja torácica: con mucha más razón puede admitirse el desarrollo de una modificación reumática de los elementos vasculares del cuerpo tiroides, con tumefac- ción, rubicundez y calor. XXI. Si los ganglios cervicales del simpático mayor mere- ciesen figurar con un papel tan importante en la producción del megaloftalmo acompañado de bocio, con lesión cardíaca ó con cuerpos fibrosos del útero, ¿por qué había de ser solamente el ganglio del simpático mayor en relación con el glóbulo late- ral del cuerpo tiroides, y no también los que están colocados fuera de la influencia de esa vecindad directa, y por qué los dos ganglios superiores cervicales se han mostrado en la au- 55 topsia con una indemnidad absoluta de lesión perceptible á la simple vista, ó armada del microscopio? XXII. En la hipótesis verificada por los hechos, según la cual el bocio nace y desaparece para después reaparecer ¿pue- de admitirse que la lesión del ganglio del simpático mayor ha nacido, ha desaparecido y ha reaparecido con la misma rapi- dez?—Esto sería cierto cuando más en lo que toca al elemento congestión, que es móvil, que es variable, pero no en quanto á la alteración de los elementos microscópicos, de las células ner- viosas que se han encontrado una vez rarefactas, no en cuanto á la presencia del tejido conjuntivo, á la presencia comprobada de células fusiformes, de glóbulos de grasa, á los tubos nervio- sos disminuidos de volumen, á las mismas células que se han hecho muy raras, pequeñas y reducidas algunas á simples gra- nulaciones, como han dicho los Sres. Peter y Lancereaux, nues- tros sabios y concienzudos colegas de la Clínica Médica del Hotel Dieu de París: “lesiones secundarias fijas, y no fugaces ni móviles como puede serlo el tumor del cuerpo tiroides.” ' XXIII. Tales son las objeciones que parecen más justas contra la doble teoría que atribuye al simpático mayor y á sus lesiones microscópicas la causa del desarrollo del megaloftal- mo y del bocio. XXIV. Tales son las razones que nos impiden admitir que estas dos últimas afecciones formen por su unión,—la cual se ha pretendido que es constante y nacida de una pretendida cons- tancia en la lesión de un ganglio del gran simpático,—una en tidad morbosa que merezca un lugar aparte en los cuadros nosológicos. XXV. Fácil es criticar, pero muy difícil edificar una teoría sólida.—Es menester creer que el espíritu quedará más satisfe- cho cuando se diga: el megaloftalmo es una afección que recla- ma casi siempre una causa reumática: el aumento de volúmen . del ojo es el resultado de una hidropesía aguda de la serosa hialoidea y de la serosa de Demours ó de Descemet, hidropesía pasajera y móvil. XXVI. La hinchazón del tejido celular intraorbitario es 56 las más veces el resultado de una infiltración serosa, que podrá desaparecer, pero que es del mismo orden que la hidropesía aguda de la hialóides. XXVII. El desarrollo del bocio tiene por origen la misma influencia que el megaloftalmo. Estas dos afecciones se aso- cian, porque su naturaleza es la misma; pero ninguna hace, respecto de la otra, el papel de causa ó efecto: su significación se completa, pero este complemento agregado por el bocio al megaloftalmo, ó vice-versa, no es indispensable ni insepa- rable. XXVIII. El papel que desempeña el bocio para con el megaloftalmo, lo puede hacer una aneurisma de la aorta ó una afección del corazón, una lesión articular ó una lesión uterina, (cuerpo fibroso.) XXIX. Los cuerpos fibrosos del útero han parecido acom- pañar al megaloftalmo con más constancia y con una influen- cia más importante que la del bocio con relación á la región ocular. XXX. El bocio se desarrolla á menudo al mismo tiempo que el megaloftalmo; y una afección de la glándula vascular contemporánea de una afección ocular, significa simultaneidad de causa y efecto, y no dependencia de la una para con la otra, ni relación de sustantivo á adjetivo. XXXI. Puesto que existe una exoftalmia sin bocio, son dos afecciones separables; y si existen separadamente, con ca- racteres individuales y aislados, semejantes á los que ofrecen cuando se reúnen, es porque forman una entidad cuando se se- paran, lo mismo que cuando se unen. XXXII. El cuerpo tiroides y la región ocular están unidos por su cualidad de órgano y región superficiales, debiendo re- cibir igualmente y por consecuencia, á la misma hora, los mis- mos daños atmosféricos. XXXIII. Las pobres mujeres tienen las piernas y la región en que nacen las reglas, donde se desarrolla el feto y donde el influjo reumático del estado puerperal se deja sentir muy vio- lentamente,—tan poco cubiertas contra la humedad de la tier- 57 ra, que el útero y la tiroides están casi con la misma frecuen- cia expuestos á los daños causados por el frió húmedo en las al turas de Puerto Rico. XXXIV. La asociación de ideas,—metritis ó cuerpo fibroso exoftálmico,—es tan justa como la del bocio exoftálmico; y lo es áun más, porque la anterioridad de- los cuerpos fibrosos del útero, con relación al megaloftalmo, es un hecho casi cons- tante. ‘ XXXV. No sería justo negar el papel que hace el aumen- to de volúmen del ojo en lo que se llama el bocio exoftálmico: la hidroftalmia no compone toda la lesión ocular en esta afec- ción, pero ella se agrega, aunque dentro de términos y límites más moderados que en la hidroftalmia pura, á las otras causas mecánicas, vasculares, grasientas, serosas, etc., que tienen su asiento en los órganos intra-orbitarios. XXXVI. Las diferencias que se establecen entre el bocio dicho exoftálmico y el que no lo fuera, no parecen bastante fun- dadas por la consideración de la localización del tumor en un lóbulo más bien que en el otro, ni por la consideración sacada de la estructura anatómica más vascular del bocio exoftálmi- co, y más sólida, dura y parenquimatosa del bocio no exof- tálmico. XXXVII. No es dudoso que el bocio dicho exoftálmico ofrece una fisonomía diferente déla del bocio endémico; pero es preciso mucho cuidado en que las diferencias que los sepa- ran no se hayan manifestado en la evolución de las dos enferme- dades, una rápida, otra lenta, y por la época en que se consi- deren ambos bocios, el uno agudo en su principio, el otro cró- nico léjos de su principio, cuando los movimientos flegmásicos, aunque lentos, han producido con despacio trasformaciones orgánicas del cuerpo tiroides. XXXVIII. La caquexia que se halla unida á la afección á que se quiere dar el nombre de bocio exoftálmico, no es una caquexia que lleve el sello de esta sola afección, sino más bien el de la afección reumática que la ha precedido, modificado sin duda por el contingente de caquexias especiales producidas 58 por las diversas lesiones de órganos que acompañan al exoftal- mo, al mismo título que el bocio que se le asocia. XXXIX. Todos admiten una caquexia cardíaca;"Bouillaud la ha descrito, y los autores la han aceptado. Se admite tam- bién una caquexia reumática: el reumatismo es una de las cau- sas más poderosas de la anemia aguda. Se describe una ca- quexia uterina, etc.—r-Son todas éstas caquexias parciales, agre- gadas á la caquexia general reumática que las ha engendrado, las que pueden solas constituir la caquexia del bocio exoftál- mico: no es por lo tanto una, idéntica y propia; es variable, mo- dificada, y á este título no puede constituir un elemento de cla- sificación, de descripción, ni de establecimiento en el cuadro nosológico de una entidad morbosa especial; y no deberá decir- se “caquexia bocio-exoftálmica.” XL. La movilidad de la hinchazón en el bocio exoftálmico no tiene necesidad para calificarse de la explicación basada en la influencia intermitente del sistema nervioso del gran simpá- tico. Es cosa propia de la naturaleza de las afecciones reumáti- cas el cambiar de lugar, el ir y venir, el apagarse y volverse á encender, con ó sin la intervención de una nueva causa, ó de una nueva dosis de la misma causa. XLI. Admírase uno de ver la palabra “congestión” sirvien- do de base á la clasificación de una afección tal como la deno- minada bocio exoftálmico; la congestión, palabra tan vaga, es- tado que no tiene límites fijos, susceptible de variar en un mo- mento de extensión y de intensidad. XLII. Las congestiones vasculares no son un motivo sufi cienté para acusar á la afección de ser una resultante de la le- sión del gran simpático: el sol, el calor artificial, el frió, los con- tactos, las bruscas variaciones de temperatura, todas las causas de los eritemas, de los exantemas reumáticos, etc., son, como otros tantos agentes, los motivos de la congestión, con el auxi- lio indispensable de una alteración del simpático mayor. XLIII. Un elemento histérico se mezcla con el bocio y él megaloftalmo: este elemento basta para presidir á las conges- tiones, sin que sea preciso invocar una lesión del gran simpáti- co; elemento histeriforme, sobre todo poderoso y como necesa- rio cuando el megaloftalmo está acompañado de pólipos ó cuer- pos fibrosos del útero, de donde nace el histericismo. XLIV. El bocio exoftálmico, decimos con igual razón, la fibrósis uterina megaloftálmica es una neuropatia; la endocar- ditis crónica, la aneurisma de la aorta reclamarían en su favor la misma influencia creadora, lo que sería una fuerte afir- mación. ' XLV. No es una neurosis la que preside á la congestión, ó mejor, á la serosidad tiroidea, cardíaca, ocular y uterina; sino el reumatismo. XLYI. La vesania más ó ménos completa que se liga á la pretendida entidad bocio exoftálmico, no parece un argumen- to que demuestre que esta afección del corazón, de los ojos, etc., dependa de una néurosis del sistema nervioso del gran simpático, y que esta afección del cerebro dependa también de la misma néurosis. XLVII. Es justo creer que la vesania que se asocia al me- galoftalmo, al bocio, á las palpitaciones del corazón y á las per- turbaciones y lesiones del útero, sea un resultado nuevo y inó- vil del vicio que preside al desarrollo de los otros ani- llos de esta misma cadena, al vicio reumático que domina en realidad la pretendida entidad morbosa “bocio exoftál- mico.” XLVIII. Decir que el bocio y la exoftalmia son dos partes de una misma enfermedad, no puede ser racional cuando se presenta un bocio sin exoftalmo y un exoftalmo sin bocio, co- mo lo prueban algunos ejemplos señalados en la memoria. XLIX. Si esa pretendida entidad morbosa “Bocio exof- támico” fuese una néurosis congestiva—¿cómo dos lesiones or- gánicas tan materiales habían de ser el resultado de dos fenó- menos tan fugaces como la néurosis y la congestión, fecundos en Adidos y líquidos de curso fugaz é inconstante? L. Si el bocio exoftálmico fuera producido por una lesión del sistema nervioso del gran simpático, no sería suficiente de- mostrar la presencia de una lesión de los plexos nerviosos de la 60 región cervical, sino más bien la de todos los ganglios nervio- sos en que existe un aparato correspondiente á la vida orgáni- ca que es asiento de la lesión; por ejemplo, sería menester pro- bar la existencia de ésta en el plexo cardíaco, el plexo oftálmi- co, el plexo uterino y en los ganglios principales de dichos plexos; y nadie ha demostrado que haya semejante alteración en esos ganglios. LI. El bocio exoftálmico no es una entidad morbosa naci- da de una néurosis congestiva y de una lesión del gran simpá- tico.—Esta pretendida entidad comprende las dos partes de un todo cuyos elementos pueden variar en su asociación, pero no cu su género y naturaleza. LII. Todas esas alteraciones orgánicas parten de una sola enfermedad, una enfermedad reumática, á la que es preciso referirse para encontrar la verdadera entidad morbosa. LUI. Las lesiones bocio y megcdoftaimo no son sino las re- sultantes de las localizaciones de una entidad de efectos mó- viles. LIV. El reumatismo es una entidad que no puede consti- tuir tantas nuevas entidades como sitios nuevos afecta. LV. Hay mucha analogía entre una acometida de exoftalmo agudo y lo que constituye un ataque de erisipela aguda de una pierna (“erisipela” según la expresión usada entre las gentes de Puerto Rico.) LVI. El cuadro del ataque de exoftalmia en una señora, de que hemos hablado, de la Cidra, y el del principio febril de una elefantiásis aguda tienen los mismos dolores, la misma fie- bre, la misma infiltración que produce una tumefacción prime- ro en su máximum, pero que muy pronto decrece y después permanece estacionaria; y sobre todo la misma marcha perió- dica y la misma causa reumática. LVII. - Los trastornos funcionales solamente diferencian am- bas afecciones: El megaloftalmo es una elefantiásis de los órganos de la re- gión orbitaria. La elefantiásis del ojo y de la órbita no puede constituir 61 Una entidad morbosa: la entidad es la elefantiásis en general; la de la región de la órbita no es más que una variedad y no una entidad. Capítulo III. Documentos para la historia de las indicaciones y contraindica- ciones DE LA EXTIRPACION DE LOS CUERPOS FIBROSOS DEL UTERO EN LAS MUJERES DE COLOR AFRICANAS, Y DE LA OVARIOTOMIA EN LAS CRIOLLAS BLANCAS, El objeto de este estudio es muy circunscrito, aunque digno de interes, gracias á la actualidad de una cuestión en que la Cirugía francesa cuenta ya brillantes resultados; mas la rareza de esta clase de tumores no permite aguardar al completo de tales documentos con la investigación de una serie de cuerpos fibrosos del útero operables y de una reunión de quistes del ovario extirpados en estas regiones. §1. En el departamento de Mayagüez, entre las mujeres de origen africano pertenecientes á la explotación del ingenio de azúcar que poseía el hacendado D. Simón Bey,—quien fa- lleció súbitamente, hace cinco semanas, de una apoplegía cere- bral fulminante, á la edad de sesenta y siete años,—se presen- ta á nuestro exámen una negra, criada y ama de llaves del di- funto, nacida en Congo, y que breve tiempo después va á sucum- bir de una muerte súbita de la misma clase. Observación.—Rosa Bey es de cuarenta y siete á cincuenta años: se halla bajo el peso de una afección moral invencible y causada por la muerte de su amo. Tiene en la cavidad abdomi- nal un tumor voluminoso desde hace once años, que ella acusa de producir hemorragias uterinas graves y repetidas, la última de las cuales data de seis meses. La paciente declara que pre- feriría morir á conservar su tumor; pero éste no es tan dañoso al estado general, que no pueda observarse en ella un aspecto de suficiente salud. No se encuentra ningún signo de vecin- dad, determinado por la compresión ejercida por el tumor: las paredes abdominales están solevantadas, pero no distendi- das, ofreciendo como el volumen de un útero grávido en el sép- timo mes de la preñez, aunque desviado hácia la derecha y no en la línea media. Midiendo de una á otra espina ilíaca la elevación del vientre, al nivel de su mayor volumen, se encuentra un arco de veinte y media pulgadas inglesas. La forma del tumor, revelada por la palpación, es análoga á la de un estómago que tuviese su tuberosidad mayor dirigida hácia delante y á la izquierda, y su extremidad pilórica hácia la región ilíaca derecha, en donde se pierde sin permitir va- luar las dimensiones del pedículo, que parece unir dicho tumor al cuerpo del útero, según la opinión adoptada por todos los médicos que han estudiado el caso actual. Su movilidad es evidente; y por un movimiento de totalidad de un lado á otro, se puede desalojar el tumor. Su peso parece considerable, y puede sospecharse cuál sea por la dureza de toda su superficie, que no presenta ningún punto fluctuante. No hay signos de peritonitis en el estado actual ni en los an- tecedentes. Practicando la exploración digital del cuello del útero, se encuentra por delante y á la izquierda del cirujano, á la dere- cha respecto de la enferma, un tumor que parece colocado en- tre la cara posterior de la vejiga y la anterior del cuello uteri- no: este nuevo tumor es irregular y ofrece mamelones múl- tiples que dan como la sensación de un puñado de ave- llanas. El lado izquierdo del útero y su cara posterior parecen li- bres de toda producción patológica. El cuello tiene la forma de los cuellos del útero virgen. La 63 posición del órgano es elevada y parece haber sido arrastrado hacia las partes superiores de la pelvis. El resultado de este examen permite pues afirmar que, más abajo del tumor fibroso principal, existe otro cuerpo fibroso, ya pedicuhado, ya en vía de eliminación, ya único, ya multilobu- lar y dependiente de la cara anterior del cuello, ó de la parte más inferior del cuerpo. Este último tumor parecería reclamar por su cuenta la ex- plicación de las hemorragias periódicas extra-menstruales, cu- ya manifestación despiertan las repetidas exploraciones de los médicos. Los ovarios parecen gozar de una perfecta integridad. El hígado, los intestinos y la cavidad abdominal están libres de todo desarrollo insólito y de todo derrame, á despecho de las fiebres intermitentes que acusan los antecedentes de la en- ferma. Los pulmones se hallan en un estado perfecto.—Sólo el apa- rato circulatorio atrae la atención vivamente, y parece, áun por el aspecto únicamente del rostro, que acusa una lesión cró- nica y orgánica antigua. Los ojos de la enferma son muy sa- lientes, disposición que, según sus amigos, data de más de diez años. Las venas del cuello están distendidas. El pulso es an- cho, fuerte, distendido, Dolores de cabeza frecuentes. El corazón es más voluminoso que en el normal. Los ruidos han perdido sus caracteres fisiológicos: su alteración seña- la la aorta como asiento de desórdenes anatómicos en su estruc- tura, y lesiones análogas en los orificios y válvulas aórticas. En la base y en el segundo tiempo se oye un soplo muy claro; otro hay más ligero á la base y en el primer tiempo: revelan á la vez la insuficiencia de las válvulas aórticas y la probabilidad de una dificultad en la circulación durante la sístole del ven- trículo izquierdo, debida á la misma región aórtica privada de su flexibilidad y de la regularidad de su superficie:—vegeta- ciones; placas ateromatosas de la aorta; dilatación probable de este vaso.—La más minuciosa investigación, mediante la pal- pación, la percusión y la auscultación, no permite comprobar 64 la presencia de un tumor aneurismático en ningún punto del trayecto de la aorta, aunque esta lesión haya sido el objeto de una preocupación repetida. Una sola particularidad llama la atención, y es que los rui- dos que se manifiestan en los dos tiempos y en la base del co- razón, en el orificio de la aorta y en su trayecto, se trasmiten hasta el nivel del hombro derecho, por detras, tan bien que se ve uno incitado á creer en una induración acaso tuberculosa del pulmón derecho; pero la intensidad de los ruidos, en este punto, no permite fijar ningún máximun que así sería distin- to del de los ruidos análogos hallados en la base del corazón, pues no existe ningún punto en que esos dos focos de ruidos infra-espinosos esten separados por un límite de decrecimiento y de mínimum. El diagnóstico relativo á la naturaleza de la enfermedad, las indicaciones y contraindicaciones de la operación pueden resu- mirse del modo siguiente: 1? Cuerpos fibrosos múltiples del útero; hemorragias pro- bablemente sintomáticas de la evolución de otro pólipo en vía de formación y cuyo sitio es diferente del de los tumores apre- ciables por la exploración directa.—La extracción del tumor fibroso principal, solicitada por la enferma, ¿será capaz de sus- pender las metrorragias, cuya repetición solamente hace correr peligros á la enferma? Es dudoso.—Tal vez el tumor encon- trado por el toque digital es intersticial y exigiría la extrac- ción de una parte del cuerpo del útero hasta el cuello; lo que constituiría una operación tan grave, sobre todo si se piensa en la falta de integridad de los centros circulatorios, que sería im- prudente asumir la responsabilidad de una operación' tan ries- gosa en semejantes condiciones. Las hemorragias pueden sus- penderse por mucho tiempo todavía y la vida prolongarse cuanto lo permita el estado de los demas órganos, sin que el funcionamiento patológico del útero ponga á ello ningún obs- táculo. Un solo motivo puede justificar la operación, y es la declara- ción formal, por parte de la enferma, de que quiere someterse á 65 todos los riesgos de una operación que, según se le habrá ex- plicado ántes claramente, la expone á correr noventa y cinco probabilidades malas contra cinco buenas. Después de la anterior apreciación, una joven criolla, blanca, que acababa de ser operada (extracción de un quiste multilo- cular del ovario derecho), sucumbió al séptimo dia de la ope- ración, y los deseos de Rosa Bey se apagaron, gracias áesta no- ticia llegada de la ciudad vecina.—Ya nadie se acordaba de la operación cuando, de repente, el 14 de Setiembre, á las ocho de la noche, lanzó la enferma gritos repetidos, y bajo el peso de una ansiedad extrema, dijo en sílabas entrecortadas:—“que me ahogo! que me muero!” Hemos observado este ataque á las diez y media de la noche, es decir, dos horas y media después de principiado. Rosa es- tá sentada en una hamaca, con un brazo extendido, el izquier- do la sostiene á la cuerda; sus gritos han disminuido, pero por momentos se pueden oir fuera de la casa; su actitud expresa el terror, la sofocación inminente; su pulso es lleno, ancho, fuerte y saltón; todas las arterias superficiales se levantan fuertemen- te á cada latido del corazón, que cuenta de noventa á noventa y cuatro pulsaciones por minuto. Las venas del cuello están más hinchadas que en el esta- do de reposo, y se dejan levantar por los latidos de las caró- tidas. La arteria humeral, en el pliegue del codo, ofrece una ano- malía, pues late por fuera del tendón del bíceps. Los movimientos respiratorios son frecuentes y precipi- tados. Explica sus gritos por un dolor violento al nivel de la región del corazón; otros dos puntos dolorosos se manifiestan en la base del cuello, de cada lado; pero el punto más doloroso cor- responde á la parte superior y posterior del hombro derecho. —Al mismo tiempo, dolor de cabeza violento, aumentado por cada latido del corazón. Descubierto el pecho, aparece levantado con violencia por el impulso poderoso del corazón, cuyos latidos son, co~ 66 mo hemos dicho, de cerca de noventa á noventa y cuatro por minuto. La palpación no revela ningún ruido de sierra; la punta del corazón' late en su posición casi normal, apénas se la ve depri- mida y un poco inclinada hácia afuera; los latidos son superfi- ciales, se sienten claramente bajo la mano, como se oyen los ruidos bajo el oído. Estos ruidos son los* mismos que los ob- servados ántes del ataque, sólo que son más enérgicos: siempre un soplo doble en los dos tiempos con su máximum en la base y en el trayecto de la aorta hasta por fuera del borde derecho del esternón, y hasta la región superior y posterior del hombro derecho. En ningún punto se encuentran dos focos ofreciendo cada uno un máximum, el uno en la base del corazón, el que se comprueba realmente en dicha base, y el otro en un punto le- jano y separados entre sí por un mínimum. Los dolores del hombro van creciendo; la enferma suplica que lo cubran de sanguijuelas, y sin embargo no se nota allí ningún soplo, ninguna macicez anormal, ningún roce superfi- cial, ninguna sensación de expansión con latidos. Vómitos muy cortos y poco abundantes: acababa de comer cuando fué atacada. No hay tinte asfíxico en los tegumentos de la boca. Lengua blanca, normal y pálida. Vientre intac- to, sin perturbaciones que participen del cuadro sintomático. Bazo é hígado normales. Todo médico que hubiese visto á dicha enferma por primera vez, sin haber comprobado las lesiones vasculares ántes de esos desórdenes sintomáticos, podía en este país pensar en la en do- pericarditis, en algún fenómeno de intoxicación palúdea insóli- ta, en una pleuresía diafragmática, y también en la pleuresía del mediastino. En efecto, la piel está fresca en la cara y un poco calien- te sólo en los brazos y en el pecho, con sudor general y orina normal. Los centros nerviosos no llaman la atención: el movimiento, el sentimiento y los sentidos han conservado su integridad. 67 En presencia de un ataque tan fuerte, el diagnóstico que desde luego se impone á nuestro juicio es el siguiente: aneu- risma probable en un punto cualquiera del trayecto de la aor- ta, aunque ignoremos la localización de esta lesión. Ruptura de la aneurisma. ¿Derrame de sangre en los mediastinos, so- bre todo por detras? ¿Punto pleurítico posible, á la derecha, con- secutivo á esa infiltración de la sangre de la aneurisma? Muer- te probable y muy pronto. Tratamiento inmediato: sangría de brazo; al mismo tiempo veinte sanguijuelas sobre la región cardíaca; lavativas revulsi- vas; purgantes; sinapismos; vejigatorio volante sobre la región del hombro derecho, por detras; pocion con extracto de di- gital. La mejoría es poco sensible: la ortopnea continúa, los gritos se calman un poco; y dejamos la enferma con este método á las tres de la madrugada. En nuestra segunda visita á las cinco y media de la mañana, encontramos un cadáver.—Los cambios anatómicos importan- tes ocurridos en la región del corazón después de nuestra par- tida, son los que siguen: toda la región cardíaca presenta un signo del mayor interes para ilustrar el diagnóstico, el cual es la macicez absoluta de toda la región precordial; signo que fal- taba al principio del ataque. Desde la clavícula izquierda has- ta la octava costilla correspondiente, desde el borde derecho del esternón hasta una línea vertical que traza el borde ante- rior de la axila izquierda, la percusión comprueba un sonido macizo y el dedo un choque resistente. Es evidente que se ha producido, durante nuestra ausencia del lado de la enferma, un derrame de sangre muy abundante al rededor del corazón y en la cavidad del pericardio: la desgarradura vascular ha de- bido ser intra-pericárdica. Autopsia.—Se verificó á las tres y media de la tarde, diez horas después de la muerte. Estado general del cadáver:—Rigidez muy marcada; los bra- zos, en semiflexion forzada, son extendidos con dificultad. La dilatación de las venas del cuello no ha disminuido; esta re- 68 gion ha aumentado todavía de volumen. La pierna derecha, que se sospechaba ser el asiento de. la claudicación, mal disi- mulada durante la vida, presenta una lesión evidente de la ro- dilla, que tiene todos los signos de la hidartrósis, con desvia- ción muy pronunciada de la pierna hácia afuera y sobre el mus- lo. Se trata de la afección que hemos estudiado bajo el nom- bre de “pierna gambada,”—como veremos en otro capítulo de este “Ensayo,”—pero sin que se nos hubiese áun ofrecido la ocasión de observar su anatomía patológica, para confirmar ó modificar nuestras hipótesis sobre la nuturaleza de la lesión.— Los artejos no han sufrido desviación hácia adentro como en las especies que anteriormente habíamos recogido en gente de color.—Dos cicatrices por delante de las tibias.—Las dimensio- nes relativas á la longitud del cadáver, miden dos varas espa- ñolas menos dos pulgadas.—No hay tumefacción ganglionar no- table en ninguna región del cuerpo (ingles, cuello, axilas.)— Un solo diente incisivo en la mandíbula superior; faltando los otros.—Algunos dibujos africanos sobre la punta de la nariz.— Ojos muy exoftálmicos, como durante la vida.—Las parótidas están muy desarrolladas, así como la masa célulo-grasienta que las rodea: esta hinchazón simétrica y tan marcada de cada la- do, por debajo del lóbulo de la oreja respectiva y por detras de las ramas verticales de la mandíbula inferior, unida á la hin- chazón de la base del cuello, sirve de marco á la mitad infe- rior de la cara; siendo una disposición propia de algunos ne- gros. Cavidad abdominal:—Una incisión de diez y ocho centíme- tros en la línea media basta para que pueda salir el tumor. El diagnóstico hecho durante la vida era verdadero: 1? El tumor principal del vientre está, en efecto, constituido por un cuerpo fibroso pediculizado, cuya inserción se efectúa en el borde superior y en el fondo del útero. Las dimensio- nes del pedículo son las siguientes: su circunferencia es de 0,07 centímetros y su longitud no cuenta más de 0,05 centímetros. 2? Sobre la cara anterior de este pedículo existe otro tumor 69 fibroso del tamaño de un huevo pequeño de gallina, con un pe- dículo muy corto y una circunferencia muy estrecha. Este tu- mor ovalar es liso por fuera y sin ninguna depresión. 3? En la cara anterior del útero se observa un tercer tu- mor pequeño, fibroso, del volumen de un garbanzo y de forma irregular; está pediculizado y el pedículo es muy pequeño, pero basta para impedir que el tumor sea sésil y para que sea, por el contrario, fácilmente separable. 4? Más abajo, por delante y á la derecha, implantado sobre la cara anterior y lateral derecha del cuello, aparece un cuarto tumor, que corresponde exactamente por su sitio y su forma al que se descubría por el tacto y parecía situado entre la vejiga y la cara anterior del cuello, comparado á un puñado de ave- llanas. En efecto, su forma es irregular y su superficie pro- fundamente surcada por numerosas depresiones que le dan el aspecto de un tomate voluminoso. Este tumor es igualmente pediculizado como los otros; el pedículo es muy corto y su cir- cunferencia no mide más de 0,02 centímetros. El cuerpo del útero no ofrece, fuera de dichos tumores pedi- culizados, ninguna abolladura en su superficie exterior que permita comprobar en ella el nacimiento de nuevos tumores en vía de evolución y que hubieran producido más tarde he- morragias después de la extracción de los primeros tumores pediculizados. Solamente la cara interna de la cavidad del cuello presen- ta, en el punto en que termina la cavidad del cuerpo, un tu- mor pequeño, del tamaño de una almendra, de consistencia blan- da, de color rojizo y pediculizado. La consistencia - de dicho tumor no permite asimilarlo á los cuerpos fibrosos precedentes por la estructura; pero autoriza á pensar que era el centro, la causa y tal vez la fuente de las hemorragias repetidas de que en vida se quejaba Rosa Bey. La extracción de los cuatro tumores pediculizados era pues fácil con solo el magullador (écraseur); pero el pólipo mucoso intra-uterino hubiera persistido y con él, sin duda, la hemor- ragia periódica que era la parte más desagradable de la afee- 70 cion: (le donde la necesidad de sondar el útero ántes de prac- ticar esas operaciones. El peso de los órganos genitales internos con sus anexos fi- siológicos y patológicos (útero, ovarios, tumores fibrosos), llega á 3,500 gramos. Era preciso, en seguida, proceder á la disección de esos ór- ganos y de esos tumores, á fin de obtener datos más precisos acerca del resultado probable de la operación propuesta. Estructura de los tumores en sus relaciones con la del útero.— El carácter distintivo de los tres tumores secundarios, por el volumen y por la época de su desarrollo, es la homogeneidad perfecta de su estructura fibrosa en toda su extensión; la pali- dez blanquecina de su corte y la resistencia al escalpelo son co- mo los signos de la juventud en los tumores fibrosos del útero. —Por el contrario, el tumor principal, que á causa de su volú- raen solicitaba la intervención quirúrgica, no ofrece ya esa es- tructura uniforme en todo el espesor de su corte como los pre- cedentes; y puede decirse que los cuerpos fibrosos antiguos del útero, al perder la homogeneidad de su estructura, revisten los atributos más característicos de su vejez. Así, admitiendo un tumor fibroso bastante antiguo y bastante conciliable con la vida y con los actos funcionales de los demas órganos para su- frir la evolución de todas sus fases, llegaría sin duda á un pe- ríodo que pudiera llamarse de destrucción espontánea: estos tejidos fibrosos tendrían su declinación, del mismo modo que los tejidos fisiológicos, y su dosis de vida estaría fijada. En efecto, pueden notarse, al corte del tumor principal que data de pnce años, masas amarillentas depositadas en el espe- sor del tejido fibroso y no enquistadas. Las cavidades practi- cadas entre los elementos del tejido principal para recibir di- chas masas grasientas, son perfectamente esféricas las unas, miéntras que las otras están ahuecadas en diversos sentidos, co- mo galerías que parten de una misma rotunda. Estos mon- tones de tejido amarillo y graso no siempre son del todo com- pactos: vése el centro de ellos ahuecarse, á su turno, en forma de bolsa llena de un líquido trasparente y de color cetrino, 71 que rodea en otras partes el contorno de esas masas, en medio del cual se hallan como aisladas, cual lo estaría un feto. En tal concepto, la producción líquida sería la última palabra de la trasformacion de la masa fibrosa; la liquefacción de los pro- ductos parasitarios fibrosos vendría á prestarlos, á ofrecerlos á los métodos curativos de la cirugía, á la punción, á la evacua- ción exterior de su cáscara fibrosa, que había formado parte de sus elementos constitutivos para llegar á ser, en fin, la bolsa de un verdadero quiste seroso. Lo que, por otro lado, distingue ese tejido amarillento del te- jido que lo rodea, es que la masa amarillenta no tiene ya la estructura fibrosa, que es uno de los caractéres dé la organiza- ción superior: ¿no se diría que son el resultado de hemorra- gias intersticiales que se han diseminado sucesivamente en el espesor del tejido fibroso, desde que ha llegado éste á cierto grado de vascularización? Es cierto que aquí se presenta una objeción á la teoría de las hemorragias para explicar la presencia y el origen de dichas masas amarillentas; y es que las hemorragias, en diversas épo- cas diseminadas en el espesor del tejido fibroso,—ya en la ma- durez, si puede decirse así,—no tendrían todas la misma edad en su producción, la misma expresión uniforme en la trasfor- macion de los productos derramados; habría núcleos apopléti- cos más jóvenes, más rojos, ó cuando ménos más fibrinosos y no siempre semejantes á una masa amorfa, sea cual fuere por otra parte el volúmen del monton grasoso. En presencia de dicha objeción, no hay mas remedio que volver á caer en el dominio de la hipótesis de una degenera- ción espontánea que puede variar en cantidad por la acumu- lación de sus productos, pero no por su naturaleza ni por su modo de acumularse. El depósito es sin duda intersticial, y no se podría encontrar la menor continuidad entre las fibras del tejido principal y los elementos del depósito accidental: es- tá pegado, pero no adherente á las paredes no membranosas del espacio que él mismo se ha creado en el espesor de los elementos propios del cuerpo fibroso; verificándose la separa- 72 cion del depósito por una especie de enucleación y no por rup- tura. Del ‘pedículo de los cuerpos fibrosos.—En atención á la estructura del pedículo perteneciente al tumor principal, pa- rece evidente que no hubiera dejado de producirse una he- morragia abundante si la separación del tumor se hubiese ope- rado por medio del instrumento cortante y no por el magulla- dor. En efecto, este pedículo y toda la parte del útero que le sirve de base, el borde superior y una parte de la cara anterior, aproximándose al borde derecho del órgano, no tienen la es- tructura fibrosa, dura y blanca del resto del tumor en cuanto al pedículo, y del resto del útero en cuanto á la superficie de im- plantación. En lugar de la dureza, que parecía natural en es- tas regiones, se encuentra un tejido flexible y blando; en vez de la sequedad propia del tumor y característica de un útero en el estado de reposo, de una mujer próxima á los 50 años, domina una rica vascularización en esas dos regiones y se vuelve el punto de partida de verdaderos senos muy anchos, que se arrastran por la superficie del tumor ó están cavados en su es- pesor. Dichos senos ofrecen, en la superficie del tumor, el as- pecto de los conductos vasculares sero-fibrosos de la dura-ma- dre, y los vasos que penetran tienen la apariencia de los que serpean en el tejido óseo, es decir, que son incompresibles y permanecen abiertos cuando están vacíos. La capacidad de los vasos superficiales daría cabida á una pluma de ganso de mediano calibre, y la de los vasos profundos á una pluma fina de cuervo. Estos vasos parten del pedículo, que los recibe de la superfi- cie de implantación del útero; disposición que autoriza, con bas- tante fundamento, á comparar el pedículo y el punto del útero que lo sustenta á dos verdaderas placentas,—la placenta del pedículo ó fetal, y la placenta uterina, que se alimentan recí- procamente y suministran un cuerpo fibroso, sus vasos super- ficiales y triangulares, y sus ramas profundas y cilindricas. La placenta uterina se alimenta á expensas de las arterias uteri- nas y no por anastomosis debidas á las arterias cervicales; ha- 73 biendo permanecido el cuello duro, blanco y como fibroso, es decir, con el aspecto normal que caracteriza su estado de repo- so. La parte inferior del útero, sobre todo liácia la pared pos- terior, ha conservado el mismo aspecto y se ha eximido de la trasformacion. El peritoneo, que cubre el tumor principal, eáta separado de los tejidos subyacentes, al rededor del pedículo y sobre la base del tumor, en una extensión que pudiera tener 0,12 centíme- tros de diámetro; pero á medida que se aleja uno del pedícu- lo, la túnica serosa del cuerpo fibroso se pone cada vez más ad- herente é inseparable. Al nivel de los senos, parece el perito- neo como aislado del cuerpo fibroso en toda la distancia costi- tuída por ol calibre del vaso superficial, y la vacuidad del seno permite que esta membrana se aplaste en la luz del vaso; dis- posición que da á la superficie exterior del tumor un aspecto sinuoso y veteado de azul, gracias á la trasparencia del segmen- to subperitoneal de las paredes vasculares. Un hecho más se evidencia en este estudio, y es que la vas- cularización, ausente en los tumores jóvenes, es para los viejos un atributo distintivo de su edad, y un medio, un agente pro- bable de su degeneración senil, más bien que una fuente de progreso hácia una organización superior. La vascularización para los cuerpos fibrosos del útero, no es tanto una superiori- dad en la gerarquía orgánica, cuanto un todavía más afirmativo de su próxima decrepitud. Ahora bien: la teoría de la evolución de dicho tumor fibroso no tiene nada de insóli- to cuando se observa que, en la vejez de los tejidos fisiológicos, se manifiesta y opera esta senilidad por la vascularización venosa. En el punto de vista práctico y médico-quirúrgico, la estruc- tura placentaria del pedículo y del útero ofrece todas las con- diciones desfavorables de una flebitis inminente para esos teji- dos, cuando el mismo instrumento contundente, el aprieta-nu- dos, los haya dividido por la base del pedículo:—consideracio- nes anatómicas que demuestran la gravedad de la extracción de los cuerpos fibrosos del útero y la benignidad relativa de la ovariotomía, 74 En efecto, los pedículos de los quistes del ovario, áun los más antiguos y más voluminosos, en medio de ofrecer vasos ovári- cos de más ancho calibre, no llegan á ser el asiento de una multiplicación de los vasos antiguos, de una creación de nue- vas anastomosis que colocan al pedículo y al útero en condi- ciones casi puerperales.—Podría hacerse la ligadura de los va sos de un pedículo ovárico; pero no tendría ningún efecto po- sible respecto á los vasos reticulados de los pedículos en los cuerpos fibrosos del útero; y el damp es mucho más indispen- sable todavía para éstos últimos pedículos que para los pri- meros. En fin, el sistema vascular del útero apenas cambia en los quistes del ovario: el útero conserva entónces la apariencia fibrosa de sus músculos; pero su vascularidad y estructura cam- bian en el caso de tumores fibrosos de dicho órgano, que re- viste y toma en parte la estructura y la patología puer- peral. El pedículo del tumor fibroso inferior, que ofrece la figura de un tomate, tiene á menudo una túnica peritoneal fácilmen- te separable del pedículo y permanece poco adherente al tu- mor, prolongándose sobre su segmento inferior; pero esta mem- brana se vuelve en extremo adherente, al nivel de los surcos que dividen la cara superior de este cuerpo fibroso. La estructura del cuello del útero, considerada en sus pare- des, en nada difiere de la de un cuello normal; y cualquiera solución de continuidad quirúrgica, en él practicada por la ca- vidad peritoneal, lo hubiera hallado en condiciones casi fisioló- gicas, y de consiguiente poco predispuesto á las compli- caciones que resultan de un cambio de estructura en la matriz. Con motivo de esa graduación en las modificaciones de los te- jidos, se puede creer que los grados en la benignidad de las ope- raciones que debían efectuarse en el caso actual, eran los si- guientes: 1? La excisión ó la estrangulación del pedículo del tumor más grande hubiera determinado una inflamación difícilmente 75 circunscrita, pero casi con certeza trasmisible á la placenta ute- rina. 2? La excisión necesaria de los otros tres tumores de volu- men variable hubiera determinado la formación de otros tan- tos focos de peritonitis que tenderían á generalizarse y habrían comprometido el éxito de la operación; lo que es también un argumento contra la ablación del cuerpo del útero. 3? La excisión parcial del cuerpo del útero estaba indica- da, pero era difícil conocer el punto sobre el cual debía ope- rarse; prometía una hemorragia grave y una complicación pa- renquimatosa, inflamatoria y nada fácil de evitar. 4? La excisión por encima del cuello parecía ofrecerlas condiciones orgánicas de resultados más completos; pero era útil conservar, sobre el fondo de saco peritoneal, una parte del cuer- po del útero suficiente para aplicar á ella los medios hemostá- ticos: el clamp. 5? Comprendiendo en una sola amputación el tumor infe- rior, que podía levantarse hácia arriba y en la unión del cuarto inferior del cuerpo del útero con los tres cuartos superiores,— se podía uno considerar en las mejores condiciones de buen éxi- to bajo el punto de vista de la implantación de los cuerpos fibro- sos y de las modificaciones puerperales del cuerpo del útero. 6? Esta amputación, así practicada, pone al descubierto la cavidad del cuerpo del útero que, por su comunicación con el exterior, deberá hacer un papel todavía indeterminado y qui- zas favorable en la evolución de los fenómenos inflamatorios, y sobre todo en la evacuación de la sánies y del pus que van á producirse después de la operación. 7? Esa cavidad parece tener la desventaja de poner, por mucho tiempo, el foco en comunicación con el aire exterior; pero ella es más bien posible que real en el estado de reposo, y la influencia del aire que penetra por la cavidad del cuello, se- ría de una importancia muy secundaria después de una opera- ción y de incisiones tan profundas. 8? Quedaría por conocer el auxilio que pudiera sacarse de una sonda metálica introducida, después de la amputación del 76 útero, por la cavidad de dentro á fuera, y que permitiese el pa- so á las ligaduras y á inyecciones detersivas, ó en todo caso, que facilitara la salida del pus y la oclusión más pronta de la herida de las paredes del abdomen. Corazón y vasos.—Después del útero, todo el interes, toda la dificultad del diagnóstico y más tarde toda la riqueza anáto- mo-patológica del caso presente se encuentran concentrados al rededor del corazón y de los grandes vasos que emergen de su base. Antes de abrir el pecho, como ya se había verificado sobre el lecho de muerte, puede comprobarse todavía, una hora después de ésta, la extensión tan considerable de la macicez de la región torácica del lado izquierdo, desde la clavícula hasta la octava costilla, desde el borde dere- cho del esternón hasta el borde anterior de la axila iz- quierda. Pero la extensión de la macicez no se ha pro- pagado hácia atras, después de haber fijado el cadáver in- variablemente en el decúbito dorsal:—el derrame es, pues, en- quistado; no puede serlo sino en la cavidad del pericardio, y la ruptura vascular es intra-pericárdica. En efecto, si con cuida- do se quita la pared torácica anterior, aparece el pericardio con el aspecto de una gran vejiga negra y azul fluctuante; el corazón es completamente invisible; los pulmones han sido re- chazados de cada lado y no cubren ya el pericardio. De esta bola quística emerge la aorta; pero toda su región ascendente y trasversa está libre de tumor, si no de toda dilatación y de una alteración grasienta manifiesta. La masa del derrame se halla apénas reunida en un coágulo muy blando, si no líquido, cuyo borde superior sube y cubre una parte de la cara anterior de los dos grandes vasos en su raíz. Confusamente y bajo el espesor de la capa celulosa que en- vuelve la aorta al nivel y á la izquierda de la circunferencia externa de la arteria subclavia izquierda, en su origen, aparece una pequeña abolladura de la aorta, del volúmen de una avella- na, que no se revela á primera vista, ni se descubre bien sino después de haber examinado el vaso por medio de los cortes de usanza. 77 Tal es el aspecto exterior del pericardio y de los grandes va- sos, que á primera vista no puede sospecharse una lesión tan grave de la aorta, y todavía menos la de la arteria pul- monar. La cavidad del pericardio contiene una cantidad de sangre, cuyo peso se ha evaluado en 150 gramos: derrame reunido en una especie de jalea que ocupa toda la cara anterior del cora- zón y no se extiende hácia atrás; los contornos adelgazados del coágulo apenas se meten por debajo de los bordes del corazón, lo que prueba la coincidencia de su formación con los últimos momentos de la vida. Una corbata negra rodea la raíz de los dos grandes vasos y la base del corazón, estando formada por una sufusion nea que ha disecado, separado y levantado los diversos elemen- tos de la base del corazón, de la arteria pulmonar y de la aorta, que se encuentran como separadas. Esta equimosis se pro- paga á lo lejos siguiendo las ramas de la arteria pulmonar, pe- netra con ellas en los elementos que componen la raíz de los pulmones y se esparce debajo de la pleura de la cara interna de éstos últimos. Mientras más se desciende hácia el origen de los dos gruesos vasos, más se espesa la equimosis y toma las di- mensiones de un verdadero coágulo, que alcanza en un punto un centímetro y medio de espesor al rededor de dichos vasos. —Los tejidos de la base del corazón han perdido su flexibilidad y son ligeramente crepitantes á la presión.—El aspecto exterior de las paredes ventriculares no suministra ninguno de los ca- ractéres de la hipertrofia; el ventrículo derecho parece ensan- chado y achatado; sus paredes están flojas, y su color amarillo atestigua que sus tejidos se han hecho el asiento de una dege- neración grasienta tan abundante y tan completa, que las fibras musculares y la coloración que las caracteriza permanecen apé- nas distintas á la vista. El ventrículo izquierdo se halla también cubierto de una ca- pa ligera de grasa, y sus paredes están sensiblemente engro- sadas. Las cavidades de los ventrículos y de los vasos están del to- 78 do vacías hasta de algún coágulo. Las válvulas mitrales son muy gruesas, pero no insuficientes; las válvulas sigmoideas de la aorta están igualmente engrosadas, pero no parecen alteradas de un modo notable, hasta el punto de que deban causar la es- trechez. El estado de las lesiones de la aorta torácica impide probar materialmente la insuficiencia. Las válvulas del lado derecho, las de la arteria pulmonar y del orificio aurículo-ven- tricular son más amarillas que de costumbre, pero no engro- sadas. El peso total del aparato circulatorio central, incluyendo la aorta hasta el origen de las arterias ilíacas primitivas y el pericardio todavía lleno de sangre, es de 1,485 gramos. Estvjlio de los dos grandes vasos arteriales.—La arteria pul- monar, y no la aorta, ha sido por sus lesiones la causa de la muerte súbita en esta enferma: de la primera se ha escapado la sangre vertida en el pericardio; ella es la que se ha desgar- rado, gracias á la tenuidad de sus paredes, que han sufrido un trabajo de degeneración grasienta y de reabsorción de sus elementos.--El punto preciso de la fisura de las paredes de la arteria pulmonar está situado al nivel del borde superior de una de las válvulas sigmoideas, se encuentra en relación con la aurícula izquierda y corresponde á la prolongación de la línea inter-ventricular. En esta región, que puede llamarse borde izquierdo de la arteria pulmonar, han sido las paredes, en una gran extensión, el asiento de tal atrofia, que el mecanismo de la solución de continuidad parece ser ménos el resultado de una desgarradura que de una desaparición completa de las tú- nicas. La fisura está cerrada por la infiltración sanguínea que llena las mallas del tejido celular que rodea ambos vasos y se observa sobre la base del corazón, sobre todo al nivel del ven- trículo derecho. Una disección perfecta ha separado la aorta y la otra arteria. El punto en que el derrame se ha abierto en la cavidad del pericardio no corresponde á la fisura de la arteria que ha dado salida á la sangre del vaso: en efecto, solamente al nivel del borde derecho de la arteria pulmonar se ha roto la serosa peri- cárdiea, existiendo el sitio preciso de la herida en los tejidos grasientos degenerados, que se hallaban cubiertos por la aurícu- la derecha. Por consiguiente, la sangre ha debido describir un trayecto semicircular de izquierda á derecha, ántes de derramarse en el pericardio; y así se explica la claridad superficial de los ruidos del corazón y la manifestación de los dolores en la región car- díaca durante las cinco primeras horas del ataque. Estos dolores y su trasmisión al hombro derecho han sido, sin duda, el resultado de la distensión progresiva y de la compre- sión excéntrica de los elementos del plexo nervioso cardía- co y de sus anastomosis con los nervios de la vida de re- lación. - # La ortopnea fué producida á la vez por esos trastornos ner- viosos y por la compresión concéntrica ejercida por el coágulo sobre la superficie exterior de la arteria pulmonar, que ha de- bido encontrarse con su calibre en parte borrado. En presencia de dichas lesiones, era fácil establecer el diag- nóstico de las causas del ataque mortal, y este diagnóstico se ha hecho; pero ántes del ataque era imposible prever que las paredes reabsorbidas de la arteria pulmonar iban muy pronto á romperse. Las lesiones de la aorta son muy dignas de interes: ofrecen un ejemplo bien evidente de la aneurisma disecante seguida hasta el nivel del trípode celíaco. Este vaso no presenta á pri- mera vista ninguna apariencia de tumor exterior, que sobresal- ga de un modo notable; sin embargo, la aorta está uniforme- mente dilatada, sobre todo al nivel de las cuatro ó cinco vér- tebras dorsales medias, las cuales llevan á la izquierda, sobre los discos de sus cuerpos, las huellas de una depresión más mar- cada que la que se observa habitualmente. Al abril la aorta, aparece cubierta de capas ateromatosas y hasta osiformes, sobre todo en su región abdominal. Desde la base de la arteria subclavia izquierda hasta el nivel del trípode celíaco se manifiesta la presencia de una aneurisma disecante. El límite superior corresponde al tumor pequeño, 80 ya señalado en el lado externo de la inserción de las paredes de la subclavia izquierda; y el inferior á 0,05 centímetros por debajo del trípode celíaco. El fondo de saco del ápice de la aneurisma ofrece dos pe- queños coágulos de concavidad inferior mirando para la con- cavidad del tubo invaginante, amoldados sobre el ángulo de se- paración de las túnicas externa é interna, y de convexidad supe- rior en contacto con la bóveda que por arriba limita la aneu- risma disecante. La integridad de la aorta en su porción intrapericárdica de- muestra que el vaso no ha concurrido á la formación del derra- me apoplético en la cavidad del pericardio. Al fin de la porción trasversa de la aorta, en el punto en que forma un codo para volverse descendente, se ve que el conduc- to aórtico se hace doble: uno de los tubos sirve de continuación á la aorta con su calibre y sus paredes internas: el otro presen- ta un ojal que le sirve de orificio superior y como de emboca- dura, permitiéndole com-u focarse con el cayado de la aorta, con sus-dos paredes internas perforadas. El primer tubo es cen- tral, el segundo envuelve al primero. El tubo invaginado no tiene más paredes que las túnicas interna y media: el tubo in- vaginante tiene de paredes, por fuera á la túnica externa de la aorta normal, y por dentro á las paredes del tubo invaginado, es decir, la túnica media. Algunas bridas celulosas atraviesan el tubo invaginante y unen las paredes externa y media. Am- bos tubos sé hallan también en contacto, según una línea que corresponde á la cara posterior de la aorta normal. La onda sanguínea del cayado, una vez que ha llegado al origen superior de los tubos, se dividía en dos corrientes, una central que, penetrando en el tubo invaginado, seguía la cavi- dad del cayado prolongada por sus paredes internas; otra periférica, que salía de dicho báculo por el ojal, atravesando las dos túnicas, interna y media.—Más abajo las dos corrientes se reunían, como las paredes, un poco por debajo del eje celía- co, cuyos vasos están muy dilatados. Los bordes del ojal son perfectamente lisos, redondeados y 81 obtusos; sus elementos están confundidos; ninguna fisura, nin- guna separación de la membrana interna y de la media apare- cen sobre dichos bordes, ni se observa por lo tanto ninguna in- filtración de sangre al nivel del borde libre de esa hendidura: se diría que es un orificio fisiológico, natural,—tánto se parece por sus bordes al orificio y á los bordes redondeados de la vál- vula que pone en comunicación el íleon con el ciego. Considerando estas lesiones y comparándolas á los síntomas, —dos soplos á la base en el primero y segundo tiempos,—no puede ménos de admitirse que el primer soplo del primer tiem- po se producía, según toda verosimilitud, durante el paso de la sangre del cayado al tubo invaginante al través del ojal; y que el segundo soplo en el segundo tiempo se realizaba durante la sístole arterial, cuando la pared única del tubo invaginante, por poco retráctil que fuera (túnica externa), por inferior que sea en este sentido á la túnica média, se retraía y determinaba un movimiento de reflujo hácia el cayado, á través del ojal de la columna de sangre invaginante. La explicación de estos dos ruidos por la doble lesión que ne- cesitarían para producirse, al nivel de las válvulas aórticas y del orificio que las lleva, insuficiencia de las unas, estrechez del otro, está -léjos de ser tan satisfactoria. Las válvulas sig- moideas se hallan alteradas, las paredes aórticas irregulares, pero no hasta el punto de reclamar, por su cuenta solamente, la producción exclusiva de los soplos que refuerzan, principian y concluyen. Inmediatamente encima del ojal mencionado se observa el saco que ya se observó por fuera del tronco braquiocefálico, y están colocados los dos coágulos pequeños, alojados en el ángulo de separación de las paredes de los tubos en su nacimiento. Era natural preguntarse si no existía un soplo al nivel de la extremidad inferior de la aneurisma disecante, cerca del trípo- de celíaco; pero hemos buscado hasta el ángulo inferior del omóplato sin haber percibido ningún ruido normal en este pun- to. Sea como fuere, puede admitirse en principio que había allí una condición de ruido patológico, puesto que las columnas 82 de sangre invaginantes é invaginadas se unian para confundirse, pasando las dos columnas de un tubo aislado más estrecho á un tubo más ancho y común. Los pulmones llaman mucho la atención por su integridad, que está en oposición con las lesiones tan intensas de los centros circulatorios. Diríase que la localización tan grave de las le- siones en un aparato, había redundado en provecho de la inte- gridad de los otros aparatos habitualmente sometidos álas mis- mas causas de afecciones. No hay tubérculos, ni signos de ca- tarros en las mucosas; pero sí enfisema délos bordes anteriores y de la circunferencia de la base, que parece ser el resultado del género de muerte y no de una afección anterior, contempo- ránea de la vida. En el vértice del pulmón derecho existe un núcleo apopléti- co del volumen de una avellana, que hacía tal vez cierto papel en el dolor y en la trasmisión más clara de los ruidos al nivel del hombro derecho. En la superficie exterior de los órganos, vetas á manera de líneas negras diseminadas por todos los lados. En la raíz de los pulmones, en medio de sus elementos, se ven algunos ganglios linfáticos negros. El pulmón derecho pe- sa 195 gramos; el izquierdo 180, según la evaluación de un ayudante que no era médico. Tubo digestivo.—La membrana mucosa está espesa y azulosa en toda su extensión, cuyo color parece ser el resultado de un obstáculo á la circulación de la vena porta. Los otros ór- ganos, bazo y páncreas no ofrecen signos de semejante con- gestión. El bazo es de un pequeño volumen: su diámetro vertical 0,10 centímetros; el trasverso 0,07 idem;—una chapa fibrosa espesa en la cara interna de su extremidad inferior; consisten- cia frágil y dura á la vez; color moreno oscuro; apariencia car- nosa del corte. El hígado no ofrece congestión alguna, su tejido está un po- co condensado al nivel del centro aponeurótico del diafragma, en donde existen signos de peritonitis antigua diafragmática y 83 adherencias íntimas; vesícula biliar llena; bilis con su aspecto normal. es notable por la diseminación de sus' elementos alrededor de la segunda porción del duodeno cpie rodea en parte con sus racimos: su estructura está intacta. El peso del aparato digestivo, sin el bazo ni el hígado, pero con el páncreas, desde el cárdias hasta el recto, es de 1330 gramos. Las glándulas mesentericas son numerosas y voluminosas co- mo otras tantas habas; su corte es claro. Aparato urinario.—Los riñones están poco desarrollados; su volumen es normal, aunque su corte sea azul casi negro y pre- sente una confusión perfecta de las dos capas cortical y central, lo que no parece sea claramente el resultado de una congestión pura y simple, sino de un fenómeno que acaso pueda atribuirse á los trastornos de la hematósis y análogo á lo que se observa en los vasos capilares del tubo digestivo que tiene el mismo color. Las cápsulas están muy desarrolladas. La cápsula supra-renal derecha mide 0,05 centímetros de largo por 0,025 milímetros de altura. La izquierda tiene las mismas dimensiones. El peso del riñon derecho, con su cápsula, es de 145 gramos; el del izquierdo de 135 gramos. La vejiga está vacía y normal*: Los centros nerviosos no han sido examinados. Anatomía patológica déla rodilla en la upierna gambada’’'’ de las personas de color.—La rodilla está voluminosa; su cavidad y el líquido que contiene están aumentados; el esqueleto pare- ce más voluminoso aún debajo de los tegumentos. Abierta la articulación de la rodilla, sale una serosidad ama- rilla, espesa, oleaginosa y abundante. El tejido grasiento situado en el fondo de saco articular su- perior, por detras del tendón del tríceps femoral, ha tomado la forma de un racimo, de donde penden granos hordeiformes in- numerables y todos finamente pediculizados. Ninguno de es- tos cuerpos se ha separado del haz, ni flota libremente en la ca- vidad articular. 84 Los dos tercios interno y externo de la superficie articular de la rótula lian perdido su cartílago de incrustación. La cres- ta que separa esas dos superficies articulares está cubierta, no ya de dicho cartílago, sino de vegetaciones fungosas muy nu- merosas y salientes. Al rededor de esa cresta se ve el cartíla- go de la zona média normal. Sus bordes son irregulares, sembrados de elevaciones y de- presiones, que acusan las huellas de antiguos productos pe- riósticos. Examinadas las superficies articulares del fémur, se observa que el cóndilo interno ha descendido á un nivel notablemente inferior al normal. El cartílago de incrustación de este cóndi- lo ha conservado su natural espesor. El cóndilo externo ofre- ce la disposición completa de todo su cartílago de incrustación; y en su lugar sólo queda una superficie roja, pálida, pertene- ciente al tejido ebúrneo del hueso. En la cavidad intercondílea hay numerosas vegetaciones. El borde anterior de la superficie articular del fémur ofrece una serie de espinas óseas y de canales,—trasformadas por la participación del cartílago y del tejido huesoso subyacente. El tejido esponjoso del fémur está amarillo, reblandecido; lo mismo que el tejido degenerado de las arterias y del tumor principal. La tibia ofrece alteraciones análogas y que se corresponden recíprocamente. La superficie articular de la tuberosidad interna ha-con- servado íntegro su cartílago de incrustación, así como su cartí- lago semilunar. La tuberosidad interna de la tibia presenta una superficie articular completamente privada de su cartílago, del que apé- nas quedan algunos restos bajo la forma de tres ó cuatro lentes diseminadas. Esta superficie ha ganado así en profundidad; es ebúrnea y de un rojo encendido. El cartílago semilunar ex- terno está singularmente hipertrofiado, hasta el punto de reem- plazar el cartílago. Por lo demas, ha perdido la capa cartila- ginosa y tomado el aspecto de un verdadero ligamento fibroso 85 muy grueso; efecto probable del desgaste y del roce seguidos de un trabajo flegmásico prolongado. El manojo ántero-externo del ligamento cruzado está como mascado y diyidido en gran parte por el borde interno del cón- dilo externo que aplastaba este ligamento contra la espina de la tibia, gracias á la desviación del hueso hácia afuera.—Es jus- to creer que en ese punto tenía lugar un movimiento de cir- cunduccion al rededor del cóndilo interno como centro, y con la longitud de los dos cóndilos como radio. El efecto de los frotamientos es cavar la cúpula externa de la tibia y limar su circunferencia y el cartílago que la cubre. El tejido esponjoso de la tibia es también de color amarillo y de consistencia blanda. La serosa articular está espesa y enrojecida, levantándola millares de cuerpos hordeiformes pediculizados. El ligamento lateral interno se ha puesto muy voluminoso; y cuando se endereza la pierna sobre el muslo en una posición casi normal, se forma entonces un intervalo muy ancho entre el ligamento y la cara interna de la rodilla, El ligamento lateral externo está poco desarrollado; pero no se ha acortado hasta el punto de oponerse á la reducción de la pierna sobre el muslo en una posición bastante análoga á la del lado sano; sin embargo, este ligamento está muy adelgazado, si no evidentemente acortado. § II. En el puerto de Mayagüez, en la misma época en que era objeto de nuestra solicitud la mujer de color á que se re- fiere el estudio precedente, se ofrecía para la operación de la ovariotomía una joven criolla, blanca, con un quiste enorme del ovario, de 11 anos, inútilmente puncionado treinta y nue- ve veces, y á la que amenazaba una muerte próxima. Observación.—La Srita. D? Adela Mas, de 30 años de edad y soltera, se ha negado varias veces á la operación de la ova- riotomía; pero hoy la solicita de concierto con su familia, pre- firiendo correr los riesgos de la muerte á una espera mucho más prolongada. La determinación es tardía, y ya la paciente ha llegado á un grado tal de marasmo, que apenas le queda la esperanza de algunos meses más de vida, si permanece aban- donada á sí misma. A pesar de la forma esférica del vientre, que simula una hi- dropesía ascítis, el número de las punciones anteriores produ- ciendo cantidades de líquido muy diferentes en cada punción, probaba que era en efecto un quiste del ovario de bolsas múl- tiples. Las cualidades de los líquidos extraidos de esos diver- sos compartimientos no eran ménos diferentes y afirmativas de la naturaleza multilocular del tumor: una serosidad cetrina muy trasparente y flúida, ó bien una verdadera jalea con resis" tencia al derrame, líquidos viscosos y semejantes al jarabe, unas veces de color blanco, otras del moreno, y, en fin, francamente purulentos, habían aseverado claramente la naturaleza del quis- te y la irremediable necesidad de recurrir á una extracción quirúrgica, eficaz en otro tiempo, mas en la actualidad dema- siado tardía para suministrar probabilidades de éxito seguro. Por otra parte, ademas de la anemia casi absoluta de la en- ferma, todos los órganos gozan de una integridad perfecta. Las razones que se oponen á la operación son demasiado evidentes para todos los médicos que han sido llamados á formar juicio acerca de sus contraindicaciones: debilidad poco conciliable con las pérdidas de fuerzas exigidas por la misma operación y sus resultados;—peligro de síncope mortal ántes de terminarse la operación, áun suponiendo la pérdida de una mínima cantidad de sangre;—adherencias generalizadas y ad- misibles hasta por la parte posterior;—estado de asfixia crónica, debido á la repulsión de los pulmones y atestiguado por la de- formación permanente de las costillas, levantadas todas y em- pujadas hácia arriba y adelante, de donde los trastornos de la hematósis. Las funciones del tubo digestivo se conservan á pesar del po- co apetito de la enferma. No obstante esas desfavorables condiciones, y á riesgo de desacreditarse y desacreditar la operación de la ovariotomía, accedió el cirujano á las instancias de la familia y de la enfer- ma para que practicase la extirpación del quiste. 87 El cloroformo fué administrado en pequeña cantidad y la operada no perdió el sentimiento. Hízose una incisión de 0,24 centímetros por debajo del ombli- go, y más tarde se le aumentó en 0,08, evitando por medio de una desviación á la izquierda, el interesar la cicatriz umbilical. Las paredes abdominales, aunque surcadas por venas tegumenta- rias y epigástricas, desarrolladas por las necesidades de una circulación suplementaria, se hallan tan distendidas durante la incisión y después retraidas tan fuertemente, una vez hecha la incisión completa, que sale por la herida una cantidad muy mínima de sangre. Sin embargo, esa retracción no es posible sino en los puntos correspondientes á la zona superior y al seg- mento inferior del quiste, cuya parte médi.a está unida á la lí- nea blanca por adherencias perfectas. Es preciso disecar las peritoneales, lo que hace mucho más lenta la operación, que dura una hora, pero no hay ninguna en las otras caras del tu- mor. Se vacían, uno á uno, los diferentes quistes yuxtapues- tos y á menudo invaginados el uno en el otro. El tumor no se aplasta sino en el momento en que una de las punciones he- chas con el bisturí da salida á una ola de líquido cuyo volu- men recuerda las punciones de otro tiempo que daban, por el trocar, hasta 24 litros de líquido. El tumor pasa entonces muy fácilmente por la herida. El pedículo del ovario derecho es el que ha suministrado esos quistes y se encuentra tan espeso, que las ramas de un clamp de la dimensión acostumbrada no pueden abarcarlo, siendo menester dividirlo paralelamente á su eje y confiar al hilo en- cerado la porción que el clamp no puede comprimir. Los intestinos y la cavidad peritoneal se lavan con cuidado después de algunos minutos de reposo; toda la parte superior de la herida se cose con hilos de plata; y se coloca á la operada en una cama seca, no sin peligros repetidos de síncopes, que exigen las más asiduas aplicaciones de un método excitante enérgico:—amoniaco, fricciones con cepillos, sinapismos, café, rom, respiración artificial, caldos; todo á dosis ligera, pero re- petida. 88 Por la tarde el pulso, á menudo insensible durante la ope- ración, ha recobrado un poco de elevación; el calor normal ha- bía reaparecido; soñolencia, sed viva, sudores. Una serosidad abundante ha trasudado de la herida y los pedículos: compre- sas de agárico, aplicadas sobre el apósito, detienen esta mani- festación. De noche algunas cucharadas de jarabe de codeina, 30 gra- mos para 100 de agua. Calma. El peso del quiste privado de su contenido, es de 1320 gramos, según nos dijeron; el del contenido no ha podido va- luarse. El segundo dia la herida produce algún dolor y las fuerzas parecen aumentar, gracias á las cucharadas de caldo repe- tidas. Al tercer dia de la operación el pulso es ménos vacío, más duro, más frecuente, pero sin ningún signo de peritonitis. Cu- ración con los polvos de quina. 5? dia: hinchazón de los bordes de la herida. El pedículo comprendido en el clamp se pone negro; el que está entre los nudos del alambre conserva su color normal y ha aumentado de volumen en vez de atrofiarse como la extremidad cogida en el clamp. La enferma exhala al rededor suyo un olor fétido que no es el de una supuración franca, y que parece ya de un mal pronóstico, aunque no se observan síntomas de peritonitis franca. 5? dia: los mismos signes de olor á septicemia; fiebre más marcada, soñolencia; signos de peritonitis. Curación déla he- rida con medios apropiados á la desinfección; compresas em- bebidas en ácido fénico. Se combate la peritonitis tanto como lo permite la debilidad de la enferma. 6? dia: agravación délos síntomas déla peritonitis. 7? dia: muerte. Es evidente que, para todos los médicos presentes á la ope- ración y sus consecuencias, esta terminación no acusa en nin- gún modo al operador ni á la ovariotomía: muy léjos de eso, tal 89 vez es una confirmación en favor de ella la supervivencia de siete dias en una persona ya tan extenuada ántes de verificar- se la extracción. Nosotros hemos sido únicamente el testigo, el auxiliar y el confidente de dicha operación, la cual ha sido practicada por un colega muy distinguido: á él sólo corresponde hacer comen- tarios más extensos. Conclusiones.—Contraindicaciones para la extracción de di- chos cuerpos fibrosos del útero, fundadas en el solo hecho de los soplos aórticos orgánicos —I. El diagnóstico “ruptura vascu- lar cerca del corazón,” no ha sido dudoso un solo instante en presencia de los síntomas que han inaugurado el ataque mor- tal de Rosa Bey. II. Para negarse á la operación, áun después de ser solici- citada con ahinco, hubieran bastado las reservas impuestas por el doble soplo en los dos tiempos, oídos en la base del corazón, áun cuando no pareciesen de una gravedad manifiesta las lesio- nes de que eran sintomáticos. III. Estos soplos, que atestiguan la degeneración de las pa- redes de los vasos, tienen un valor de contraindicación á ope- rar, tan grande como la de los signos evidentes de la aneuris- ma; porque éstos son, como en el caso actual, mucho más tiem- po conciliables con la vida, que esas reabsorciones de las pare- des vasculares que eluden el juicio más atento hasta el momen- to de la ruptura. Indicaciones y contraindicaciones para la operación actual, sacadas de la exploración de la cavidad uterina.—IY. Al ver las piezas anatómicas de ese útero cargado de tales cuerpos fibrosos múltiples por fuera, y de su pólipo mucoso hemorragí- paro por dentro, se puedq sentir que no se haya practicado el cateterismo de la matriz. V. Era uno de los medios más claros para conocer la causa de las hemorragias y para ilustrar la cuestión de las indicacio- nes ó contraindicaciones á la operación. VI. La abrasión de las vegetaciones ó del pólipo mucoso comprobado por la exploración de la cavidad uterina podía bas- 90 tar para impedir las hemorragias de que eran la fuente, y ha- cer rechazar bien lejos en el porvenir todo pensamiento de ex- tirpación de los cuerpos fibrosos pediculizados, inocentes de di- chas hemorragias según toda verosimilitud. Signos probables para asegurarse de la edad de los cuerpos fi- brosos uterinos;fuentes de indicaciones y contraindicaciones ope- ratorias.—YII. La estructura de los diferentes cuerpos fibro- sos del útero en Rosa Bey, considerados en las diversas épocas de su desarrollo, probaría que estos tumores eran jóvenes los unos, gracias á la pureza de su estado fibroso, adultos los otros en los puntos en que la vascularización de nueva creación se mezcla con el estado fibroso puro de otro tiempo; que el ca- rácter de la vejez de esos cuerpos sería la degeneración y la for- mación de masas grasientas enquistadas; y, en fin, que su ca- rácter de decrepitud correspondería á la formación de quistes alrededor, en el centro ó independientemente de las masas amarillas. YIII. La dósis de vida de estos cuerpos fibrosos, subsistien- do así á expensas del útero, parecía pues fijada por leyes pre- cisas, como la duración de la aptitud funcional se hallaba de antemano medida por el órgano portador de dichos tumores. IX. La tendencia hácia la trasformacion serosa de ese tu- mor fibroso de 11 años era, según todas las apariencias, su úl- tima evolución retrógrada; de donde resulta que hubiera sido bastante justo no tentar la extirpación sino después de una punción exploradora, puesto que este proceder podía determi- nar la evacuación de una cantidad de líquido, la revelación de una contraindicación para operar y la indicación de un trata- miento médico-quirúrgico, tal vez por medio de las inyecciones yodadas. Sitio de elección que hubiera sido preciso adoptar para la ex- cisión de tales tumores,fuera de la esfera de las modificaciones ca- si puerperales sufridas en este caso por el útero.—X. La dife- rencia de gravedad entre la operación de la excisión de estos cuerpos fibrosos del útero y la ovariotomía, residía por com- pleto en la diferencia de estructura de los puntos de implanta- 91 cion de dichos tumores, que están provistos de redes vascula res de nueva formación, constituyendo una verdadera placenta doble del pedículo y del útero, en oposición con la vasculariza- ción de los pedículos de los quistes del ovario, que se provee de los elementos normales ó simplemente hipertrofiados. XI. La flebitis del pedículo y de la placenta uterina de ese gran tumor era la consecuencia casi necesaria de las modifica- ciones anatómicas determinadas por su evolución. XII. Toda solución de continuidad por medio de un instru- mento cortante ó contundente, que hubiese interesado una de esas placentas, la del pedículo y la uterina, hubiera sido más fecunda en complicaciones flegmásicas, que habiendo tenido lu- gar en los puntos donde áun existía la estructura normal del útero; en la unión déla parte inferior del cuerpo con el cuello, por ejemplo. XIII. La naturaleza vascular de la trasformacion del útero interesado, y no el volúmen del órgano separado, hubiera cons- tituido aquí los elementos de gravedad del pronóstico después de la ablación del cuerpo fibroso principal. XIV. Era pues preciso separar, ño la parte más pequeña, ó la menor cantidad posible de la sustancia uterina; era me- nester cortar toda la parte vascularizada y llegar osadamente hasta la región del órgano que hubiera conservado la estructu- ra propia del estado de vacuidad del útero. XV. .Otra razón para separar toda la placenta uterina de ese gran tumor fibroso, fuera de las complicaciones inflamato- rias posibles, es que la misma placenta sería tal vez apta para reproducir, si se respetase en totalidad ó en parte, otro tumor fibroso semejante al que esta placenta había alimentado duran- te once años. XVI. La gravedad de los resultados de la operación au- mentaría, quizas ménos por haberse separado la mayor parte del útero vascularizado, que por haber respetado una extensión suya demasiado grande. XVII. La abertura practicada, por la extirpación del cuer- po del útero, de la cavidad de este órgano no parecía que ha- 92 bía do agregar nuevas condiciones de gravedad á una opera- ción ya tan ampliamente pródiga en las comunicaciones entre el foco de dicha operación y el aire atmosférico. XVIII. La experiencia podrá enseñar si la abertura de la cavidad uterina no tiene sus ventajas deseables, más bien que sus peligros de temer. XIX, Después de la ablación de la placenta uterina de este tumor, acaso hubiéramos intentado por la cavidad cérvico- uterina la introducción, de arriba abajo, de una sonda metálica de un diámetro apropiado, que hubiese recibido los hilos para las ligaduras, permitido el flujo continuo ó intermitente de la sánies del foco, admitido en caso necesario ligeras tentativas de inyecciones de abajo arriba en el foco y facilitado la oclu- sión más rápida de la herida de las paredes abdominales. • Algunos signos de la ruptura de la arteria pulmonar.—XX. La ruptura de esta arteria en su origen reclamaría como sinto- matología especial, si hemos de referirnos al caso actual: 1? Un dolor agudo y súbito, teniendo por asiento la región del corazón, propagándose en la dirección de las arterias y de los vasos del plexo cardíaco que soportan, y formando tres fo- cos separados principales: en la base del cuello, de cada lado, y en la parte posterior, y superior del hombro derecho. XXL 2? Una sofocación progresiva, £on sensación de muerte próxima causada por trastornos nerviosos y circulato- rios (disminución del calibre de la arteria por la compresión concéntrica debida al derrame sanguíneo.) XXII. El diagnóstico del ataque es fácil como hecho gene- ral, “ruptura vascular intrapericárdica;” pero es difícil de afir- mar que la ruptura se ha efectuado á expensas de la arteria pulmonar. XXIII. Antes del ataque era absolutamente imposible de prever que, reabsorbidas las paredes grasosas de la arteria pul- monar, fueran muy pronto á romperse. Algunos signos de las aneurismas disecantes.—XXIV. Las aneurismas que se propagan según el eje de las arterias, dise- cando sus túnicas, no parecen deber necesariamente limitar su 93 trabajo al nivel de los anillos naturales que las arterias atra- viesan, á pesar del obstáculo de éstos á la expansión de las aneurismas. XXV. La exoftalmia parece de un valor importante, á lo menos como signo de probalidad de la existencia de una lesión central vascular grave, aunque no revestida de síntomas espe- ciales evidentes que la manifiesten. XXVI. Cuando la aneurisma disecante, como en el caso actual, tiene su origen en el cayado de la aorta, el paso de la sangre al tubo aórtico invaginante, á través del ojal que perfo- ra las túnicas interna-y média y sirve de embocadura á la aneu- risma, da dos ruidos alternativos isócronos con las sístoles ven- tricular y aórtica, y que ofrecen con bastante fidelidad el tim- bre, el asiento y la tendencia á la propagación en las arterias de los soplos característicos de la insuficiencia y de la estre- chez aórticas. XXVII, Los ruidos producidos por el paso de la sangre á través del ojal de la aneurisma disecante,difieren de los que se observan en los tumores aneurismáticos más comunmente ob- servados. XXVIII. a. Los ruidos de soplo doble, sintomáticos del paso de la sangre por el ojal, tenian un timbre más vascular, un volumen más tubulado, un foco ménos concentrado, un aisla- miento imperceptible de los ruidos vasculares arteriales, lími- tes indecisos y una propagación difusa. XXVIII.- b. Al nivel de la región del pecho próxima al ojal, se prejuzgaba ménos la existencia, en dicho punto, de una verdadera fuente de ruidos vasculares que la presencia de una induración de los pulmones reforzando los ruidos nacidos más cerca del corazón. Aproximaciones de anatomía patológica general, autorizadas por el caso de Rosa Bey, entre 1? La artritis crónica de la “pierna gambada.” 2? La angiocardítis crónica que ha presidido á la ruptu- ra de la arteria pulmonar y á la formación de la aneu- risma disecante de la aorta. 94 3? Y la patogenia de los cuerpos fibrosos. XXIX. Las alteraciones anatómicas de las partes blandas y del esqueleto de la rodilla en la pierna gambada de los afri- canos, no habían sido observadas; y es evidente que corres- ponden á la clase de las artritis reumáticas crónicas. XXX. La desviación de la pierna hácia afuera en esta afec- ción, tiene por resultado trasformar los antiguos movimientos de progresión por flexión y extensión alternativas en una serie de movimientos de semicircunduccion de la pierna sobre el muslo de atras adelante,.á pesar de que el cóndilo externo del fémur se deslice, de fuera adentro, sobre la tuberosidad exter- na de la tibia, aplastando el ligamento cruzado contra la espi- na de este hueso y cortando el haz anterior y externo del liga- mento citado. XXXI. Gracias á esa descomposición de los movimientos operada en la rodilla, se efectúa la progresión, no ya á favor de los movimientos de la pierna sobre el muslo, sino á favor de la flexión y de la extensión alternativas del muslo sobre la pelvis. XXXII. a. Las lesiones anatómicas principales de la rodilla resultan de esa trasformacion del mecanismo de los nuevos mo- vimientos verificados en sus superficies. La mitad interna de las superficies articulares estará poco alterada, los cartílagos quedarán intactos; á la inversa, toda la mitad externa de la co- yuntura tibio-femoral habrá perdido absolutamente sus cartí- lagos de incrustación. XXXII. b. De la naturaleza de las lesiones artríticas y reumáticas de la rodilla se puede, por medio de una fácil in- ducción, admitir que las lesiones anatómicas en el aparato car- díaco, en esta rodilla de otro género y en los grandes vasos son de la misma naturaleza reumática. XXXIII. Semejante asimilación entre las artritis y angio- cardítis reumáticas es todavía mucho más legítima en las per- sonas de color que en la raza blanca, gracias á la frecuencia en ellas de las afecciones originadas por los enfriamientos. XXXIV. El reumatismo articular crónico de las pequeñas 95 articulaciones de los artejos y la desviación general hácia aden- tro de estos dedos, acompañamiento habitual de la “pierna gam- bada,” ha faltado aquí, porque Rosa era también una excep- ción, por sus hábitos de abrigo y su vida sedentaria en la casa, á las costumbres de las otras personas que trabajaban en los campos y andaban siempre con los pies desnudos XXX V. ¿No pudiera estar uno autorizado para aproximar los tumores fibrosos del útero á esos diversos productos patoló- gicos observados, al reumatismo de la rodilla, del corazón y de los grandes vasos, admitiendo que en esta mujer de color han debido desarrollarse varias metritis mucosas é intersticiales, de donde han nacido esos diversos exudados que, más tarde, han llegado á ser tumores fibrosos del útero. XXXVI. Las masas grasientas observadas en los intersti- cios de los cuerpos fibrosos antiguos, pudieran ser comparadas con las placas ateromatosas de la aorta y de la arteria pulmo- nar, sobre todo de las paredes del ventrículo, y acaso con la trasformacion grasienta del tejido esponjoso de los huesos que forman el esqueleto de la rodilla dañada. XXXVII. Una palabra domina la vida y la muerte de Ro- sa Bey y de toda la raza africana en Puerto Rico y en todas las Antillas: esta palabra es Reumatismo, Capítulo IV. Paralelo entre el pian ó bubas de los negros y la sífilis de los BLANCOS. Aun no se ha hecho con claridad el diagnóstico diferencial del pian (bubas) de los negros y de la sífilis en los blancos; y desgraciadamente el presente estudio no puede pretender á la dicha de ilustrar mucho la naturaleza del pian en sus relacio- 96 ríes con la sífilis de los negros. Veamos, sin embargo, algunos hechos útiles á este punto referentes. Los hombres de color tienen el pian, que aquí los criollos ca- lifican de bubas, de cuyo nombre se ha abusado, llamándose bubas al pian, á la sífilis y á cosas que no son ni lo uno ni lo otro. Es una palabra que en boca de las gentes es origen de confusión en Medicina.—Si los negros padecen el pian, y tie- nen ademas la facultad de contraer la sífilis, he aquí por lo me- nos una conciliación de las dos enfermedades sobre un mismo terreno. Ahora bien, nada es tan común como las afecciones sifilíticas en los hombres de color, y escogeríamos el yoduro de potasio y el mercurio si nos viéramos reducidos á elegir dos medicamen- tos para asistir al azar los ingenios de Puerto Rico y Cuba. La sífilis contraída por uno de esos obreros puede ser consi- derada como una falta ó un motivo de dieta especial.... ; y la sífilis se oculta, la mayor parte de los accidentes primitivos se prestan al disimulo, los accidentes secundarios no son claros so- bre la piel de los negros, como lo son en la de los blancos, es- capan á la observación, y el enfermo, á fuerza de habilidad pa- ra sustraerse á los beneficios del tratamiento, llega al período de las afecciones viscerales, cuya naturaleza es desconocida porque sus primeras faces han pasado inadvertidas para.el mé- dico.—Así se nos dice siempre: en presencia de una persona de color, entre una afección crónica orgánica del corazón, una afección subaguda ó crónica del hígado, es preciso apresurarse á llenar la indicación tácita, la que debe inspirar la sífilis disi- mulada. La experiencia nos ha mostrado que ese partido previo es siempre sin inconveniente y útil en una multitud de casos en que la indicación era inverosímil. Sin embargo, sólo la roséola se ha sustraido hasta ahora á nuestro estudio. El color rosado desaparece debajo del negro; mas no sucede lo mismo con las descamaciones epiteliales, cu- ya harina blanca exagera su evidencia sobre el fondo oscuro de los tegumentos. 97 Se puede también tomar por harinas sifilíticas las que en los niños de color son producidas por la falta de aseo, las irrita- ciones secretorias á menudo traumáticas: tales son las desca- maciones de las nalgas maceradas por los líquidos de las excre- ciones, luego desecadas y después frotadas sobre el brazo de la nodriza ó sobre el asiento: tales son asimismo las de los pu- ños ó muñecas y de las rodillas de los negros párvulos que an- dan gateando. No todas las placas cobrizas son invisibles,'-pues las lesiones de la sífilis dejan sobre la piel de los negros huellas más oscu- ras todavía que el tinte normal del africano de color más su- bido. V Las placas mucosas abundan en los negros y se disimulan más difícilmente que muchas manifestaciones de la misma cau- sa:—su matiz es más oscuro que en los blancos; y áun es pre- ciso notar que la circunferencia de dichas placas en aquellos está casi siempre circunscrita'por una zona blanca, que separa la placa más oscura de la piel normal más clara. Las manifestaciones escamosas cunden en la sífilis, tanto co- mo son raras en el dominio de los dartros entre los negros. El individuo afectado de mal de Pott, que en otra ocasión hemos estudiado para probar la rareza del raquitismo, tenía un psoriásis traumático. Jamas sobre las rodillas hemos vis- to el psoriásis dartroso con sus escamas brillantes; y la misma reserva debemos hacer respecto al sifilítico por no haberse ofre- cido á nuestras investigaciones. La forma húmeda de las manifestaciones sifilíticas parece más común que la forma seca en la raza que examinamos. El eczema es muy común, así como elimpétigo. Se ven negros y negras cubiertos, sobre tocto al nivel de los pliegues articulares, de una capa amarillenta semisólida, semiflúida, semejante á gotas de miel confluentes, espesas, elevadas, amarillas primero y muy pronto oscuras, con un tinte sucio pardo y moreno. Se ha visto una mujer de color (mulata), con semejante manifesta- ción venérea, curar sin tratamiento, porque la coincidencia de un embarazo imponía temores. El niño que nació, de idéntico 98 color, no presentaba vestigios de la infección de que debía es- tar saturado. La rupia y el éctima son las manifestaciones venéreas más comunes en los hombres de color, ya bajo forma confluente, ya á menudo bajo la discreta. Cuando esos granos se curan, que* da una placa negra en extremo oscura. Las otras lesiones conocidas no dan cicatrices curadas con un tinte tan negro en el sitio que ocupaban. Los vejigatorios, las moscas de Milán dejan matices oscuros sobre la piel de los hombres de color, mas no se acercan á las que dejan en su base las rupias y los éctinnts. El pénfigo precede algunas veces al impétigo, ó bien á la vez se encuentra el pénfigo sifilítico sobre las regiones exteriores de piel fina, como sobre el rostro, y el impétigo sobre las re- giones de piel gruesa, como la cara externa de los miembros. Las costras, que algunas -veces cubren la superficie de esas manifestaciones líquidas, simulan por sus adherencias los pro- ductos córneos. « Estos se desarrollan las más de las ocasiones en las plantas de los piés y en las palmas de las manos. En estas dos regiones nacen á menudo productos de diverso origen, los unos verdaderamente sifilíticos, los otros completa- mente independientes de toda infección de ese género, pero pro- ducidas únicamente por las contusiones repetidas de la piel apretada contra planos resistentes. El clavo de bubas es una lesión de la planta del pié de este género; lleva el nombre de una afección específica y puede ya justificar esta acusación, ser completamente inocente. La forma de clavos de bubas, que hemos observado en los negros, jamas lia merecido semejante calificación sifilítica, ni por sus caractéres, ni por la naturaleza del método curativo que es útil oponerles. Las afecciones venéreas de los huesos abundan en dicha ra- za; y muchas caries y ulceraciones de los huesos atribuidas á la lepra, no han sido siuo gomas sifilíticas, curadas después con el yoduro de potasio. 99 Las periostitis y las exuberancias óseas que engendran son muy frecuentes, así como los condilomas de todas las regiones membranosas, vasculares y fibrosas. Una exóstosis sifilítica del volumen de un huevo de pavo fué observada en una mujer de sangre mestiza en la ciudad de Añasco, según los documentos que nos facilitó el Dr. García. Esta mujer, que nos pareció blanca, fué á consultar á nuestro colega cuando ya el tumor, situado sobre la cara anterior de las vértebras cervicales, empujaba hácia adelante el velo del paladar, obstruía las vías aéreas y digestivas, ahogaba durante la noche, daba una disfagia tal de dia, que los líquidos salían por la nariz y los sólidos por la boca, y el pan mascado no pa saba al esófago. En ménos de un mes desaparecieron todos los accidentes, y el tumor adquirió las dimensiones de la mitad de un huevo pequeño de gallina,gracias al yoduro de potasio en alta dosis (8 gramos para 200 de agua.) Esta mujer no presentaba ganglios cervicales posteriores, ó bien apénas eran apreciables. Es el momento de repetir, respecto de los negros, lo que di- remos en el estudio de la adenia de Oliventia, criollo blanco, de glándulas cervicales y axilares hipertrofiadas, y del negro criollo de San José, provisto de infartos ganglionares inguina- les:—Los hombres de color ofrecen en sus enfermedades en general, y en la sífilis en particular, pocas manifestaciones gan- glionares cervicales.—Hablamos de los negros puros, pues la misma observación pierde su rigor á medida que se aproxima uno á los de sangre mezclada vecinos de la raza blanca. Para mejor estudiar los caractéres diferenciales entre la sífi- lis de los blancos y las bubas de los hombres de color, hemos tomado las dos enfermedades en una de sus manifestaciones análogas. Hemos tomado la sífilis crónica plantar de los prime- ros y una manifestación también crónica é igualmente escamo- sa en los segundos; y las ponemos en paralelo como sigue: 100 López, criollo blanco, de cuaren- ta años. Simona, criolla negra, de diez y ocho años. 1. Sífilis plantar. 2. Producciones córneas epi- teliales. 3. Antecedentes: accidentes ve néreos hace cuatro meses. 4. Asiento: en los pies y manos. 5. Principio: hace 4 años. 6. Dirección de los productos, que en los dos casos son epi- dérmicos:—paralelos alpla: no de los tegumentos. 7. Separación de estos elemen- tos: se hace con bastante fa- cilidad por exfoliación par- cial. 8. Extensión: en los piés, so- bre los puntos de frotamien- to, sobre los pliegues articu- lares. En las manos, sobre la eminencia que corres- 1. Ejemplo de pian (bubas.) 2. Producciones epidérmicas. 3. Imposibles de comprobar; al contrario, vida en común con otras negras que tienen el pian. 4. Localización muy persisten- te en un solo punto, el an- tebrazo, en donde la piel es- taba adelgazada por una ci catriz antigua. 5. En la infancia. Curación y . recaida; la última hace seis meses. 6. Perpendiculares al plano de ios tegumentos. / Se parecen á una verruga que primero ha ocupado to- da la cicatriz, y reducida después poco á poco por el yoduro. 7. Se hace difícilmente por rup- tura, ó por el uso y desgas- te de la cara libre. 8. Placa : primero extensión lenticular, después progre- sos rápidos: en dos meses ocupa toda la extensión de una cicatriz antigua igual á 101 ponde á la línea de los ten- dones flexores. 9. Circunferencia. Las placas tienen bordes libres, dehis- centes, pudiendo separarse artificialmente y despegán- dose por sí mismos de la piel que ha permanecido sana. 10. Estado general: enflaqueci- miento, aunque sometido al yoduro de potasio. 11. Glándulas cervicales pos- teriores: infartadas. 12. Cabellos ménos numerosos. 13. Líquidos excretados: nin- guno. 14. Contagio: ninguno. 15. La sífilis se trasmite por sus manifestaciones húme- das solamente. 16. La sífilis necesita el con- tacto, v la mitad del antebrazo. Des- pués reducida á las dimen- siones de un peso. 9. La costra está compuesta de elementos prismáticos, cuya circunferencia se halla como encajada en la base, en el espesor de la piel vecina. 10. Gordura, tal vez á causa del yoduro. 11. No hay tal cosa. 12. Ninguna alopecia, ni ge- neral ni local. 13. Algunas veces, en la cir- cunferencia de las placas, flujo sanioso aumentado por las quemaduras practicadas. En otro tiempo un abceso al rededor de la placa. 14. Simona está secuestrada en un lugar aislado, separa- da del resto de los trabaja- dores. Se considera su afec- ción como muy contagiosa, áun bajo esta forma seca. A menudo hemos tocado á esta mujer sin confirmar esa exageración. 15. La forma seca de las bubas no impide su contagiosidad. 16. ¿Son las bubas contagiosas áun á distancia? 102 17. Herencia. — López piensa que debe rechazarse toda idea de herencia. 17. No.es admisible la heren- cia. Contagio recibido, Capitulo V. Erupción de tumores lenticulares y pisiformes, cutáneos y sub- cutáneos, GENERALIZADOS Y CONFLUENTES; ACOMPAÑADA DE LUXA- CIONES DE CIERTAS EXTREMIDADES. He aquí una enfermedad de la que poseemos siete observa- ciones, cinco en individuos del sexo femenino y dos en hom- bres: de las mujeres, una era blanca, dos de color y dos ne- gras. En ningún autor hemos visto señalados estos hechos y áun menos descritos: suplicamos, pues, á nuestros comprofeso- res que se sirvan darnos su opinión acerca de la naturaleza de ellos, para ilustrar la patología comparada de las dos razas en cuanto al sistema tegumentario. En todos los casos la piel es atacada de una fuerte hipertrofia general; parece haberse pues- to demasiado ancha, tanto que en las manos se diría que los su- jetos llevan guantes demasiado anchos. Desde la cabeza hasta los piés, pero con ménos frecuencia en las partes cubiertas, y con más abundancia en la# regiones expuestas comunmente á las variaciones atmosféricas,—en el rostro, hasta en el cuero cabelludo, en la nuca, el pecho, las manos, los antebrazos, las piernas etc., se observan pequeños tumores cuyo origen sube en general á la infancia, cuyo curso en el volúmen y número es progresivo, )T cuyo asiento parece ser el dermis y sus dependencias. Al principio una lenteja, luego ciento, después mil nacen y crecen en una extensión cir- 103 cunscrita, como la de una sien;—el tumor, primero sésil, apé- nas visible, alcanza bien pronto el volumen de un chícharo, luego de un grano de maiz y después el de un limón grande. Los unos son pediculados, gracias á sus progresos que parecen enuclearlos y separarlos de la piel; los otros, por el contrario, se sumergen debajo de la piel y parecen pediculizarse en sentido opuesto, es decir, tienden á hacerse subcutáneos, independien- tes del dérmis, móviles y como enucleables por una sola incisión lineal de la piel que los cubre. Su color es el del dérmis, su consistencia es elástica, su du- reza y sensibilidad constantes; y si una ligera ulceración cubre su vértice, es por un mecanismo de frotamiento y no á conse- cuencia de una evolución espontánea. Los pelos son raros, pero normales, sobre los tegumentos alterados, los folículos sebá- ceos abren algunas veces sus bocas negras obliteradas, en for- ma de puntos, así en los alrededores de los pequeños tumores como encima de ellos, pero sin que las glándulas sebáceas pa- rezcan en nada constituir el tumor: no ofrece éste un centro umbilicado, ni hay materia filiforme y como pasada en el lami- nador por la presión. Los individuos son generalmente anémicos. Los dos hombres presentaban una complicación análoga: uno tenía una luxa- ción del pié hácia adentro, el otro una separación del radio y la articulación, y al nivel de esta deformidad una hipertrofia notable de la piel. El mal parece incurable, ningún remedio hace desaparecer los tumores: es preciso extirparlos. Hemos operado y se ha operado á cierta enferma de Ponce, á quien se le quitaron más de ciento» de esos tumores. Las heridas se cicatrizan bien y la incisión es cruenta. El corte del tumor es fibro-cartilaginoso y rechina ligeramente bajo el escalpelo.—Células y fibras de tejido conectivo: tales son los elementos que revela el micros- copio.—La mucosa de la lengua ha presentado una vez sus pa- pilas abultadas. 104 Capitulo VI, Comparación de los infartos ganglionares linfáticos en las dos razas. Insistamos en la extrema facilidad, á menudo observada, de la manifestación exterior y rápida de los infartos ganglionares de las regiones inguinales por el traumatismo ó los parásitos (niguas) en los negros de sangre pura; y por el contrario, sobre su resistencia habitual y característica á las manifestaciones exteriores ó profundas de los infartos ganglionares crónicos de las regiones superiores (cuello, axila), ya por el traumatismo, ya por diátesis. Señalemos, en seguida, la disposición inversa de los blancos y de los de sangre mezclada, y la facilidad en ellos y la fre- cuencia bien marcada de infartos linfáticos ganglionares de las partes superiores por diátesis ó traumatismo; asi como la rareza en los mismos de las manifestaciones de la misma causa cuan- do se dirigen al aparato gangliónico inguinal. Tal es la fórmula que encierra un largo capítulo que pudié- ramos detallar sobre la Patología comparada; pero los porme- nores perjudicarían á la claridad del pensamiento, fundado en una observación á menudo repetida. No es todavía una ley que queramos sentar y sostener á cualquier precio; es el fruto de investigaciones cuyo significado nos sorprende á nosotros mismos. No debemos olvidar, en efecto, que en el estudio de una epidemia que, bajo la forma de anasarca, diezmaba los ne- gros de los ingenios de Cárdenas y otros departamentos de la isla de Cuba,nos llamaba la atención el desarrollo general del sistema ganglionar exterior y esplánnico, hasta el punto de pa- recemos legítimo agregar á las otras calificaciones de la enfer- medad la de adenojpatia. (1) Esto es cierto también en el caso (1) Véase Anales t. II, págs. 493 y 523. 105 de los infartos inguinales de los negros: no se trata, á decir verdad, de una enfermedad, sino de una afección. Un golpe lastima el pié de un blanco y causa en él una herida, sin que ocurra la adenitis: en circunstancias idénticas no se escapará de ella un negro: he aquí nuestra tésis; sostiene una verdadera apti- tud traumática de los negros, una idiosincrasia ganglionar, tales que no podrían ellos sustraerse tan fácilmente como los blancos á las resultas de las soluciones de continuidad de los tegumen- tos. Es como una sensibilidad especial de los tejidos ganglio- nares de los negros, sensibilidad que nada tiene de común con la diátesis escrofulosa; y esto es tan cierto que puede, esta vez, afirmarse osadamente, como se haría con una ley, que la escrófula de los africanos que produce el cuello gordo, con pro- minencia y tuberculización de las glándulas de dicha región, es cosa muy rara. El negro se vuelve hidrópico ántes de lle- gar á la degeneración tuberculosa ó solamente escrofulosa de los ganglios cervicales. No sucederá lo mismo con el blanco. En suma, estos dos hechos tan opuestos son conciliables en el mismo sujeto; hay tejidos que no resisten al traumatismo y que resisten á las afecciones generales: es todo lo,que hemos queri- do demostrar respecto de los ganglios linfáticos en los hombres de color. Citemos un ejemplo de las diferencias que separan las afec- ciones glandulares linfáticas, adenopatia inguinal de los negros, cervical de los blancos. 1? Blanco criollo. 2? Oliventia Luis, 20 años. 3? Natural de Hormigueros, (Mayagüez.) 4? Hinchazón glandular de los ganglios parotideos, cervi- cales y axilares. 5? Heridas de los piés y de las piernas. Niguas antiguas, sin desarrollo de hinchazón glan- 1? Negro criollo. 2? Francisco Fajardo, 12 años. 3? Nacido en el ingenio San José (Hormigueros.) 4? Hinchazón glandular lin- fática inguinal. 5? Heridas de los piés, niguas; pero también heridas de las manos y de los brazos sin 106 dular linfática en las ingles. 6? Integridad de las glándulas de las ingles. Adenia. Diá- tesis linfática evidente. 7? Hermanos muertos de la misma enfermedad. 8? Su casa, de madera y hojas de palma (yaguas), está si tuada al pié de tres colinas y rodeada de un platanal. 9? Régimen muy malo. 10. Poca vulnerabilidad de su sistema glandular inguinal al traumatismo. ningún desarrollo consecu- tivo de las glándulas del cuello y de la axila como en el blanco. 6? Integridad de las glándulas del cuello. No hay aparien- cias de la menor diátesis. 7? Buena salud en su familia. 8? Vive en el ingenio, y es muy bien atendido. 9? Buen régimen. 10. Vulnerabilidad muy mar- cada de su aparato glandu- lar al traumatismo, hasta el punto que puede reconocer- se en eso (en cotejo con la indiferencia de las glándu- las del blanco) una verda- dera idiosincrasia inguinal - traumática glandular. Capitulo Vil. Investigaciones acerca de la atrofia y de la hifertrofia bajo el PUNTO DE VISTA de LA ELEFANTIASIS DEL ESCROTO. OsQUEOTOMlA, Introducción.—Un mal que los enfermos ocultan con pesar y que el médico debe descubrir, arrostrando todas las susceptibi- lidades anticientíficas y antihumanitarias;—que no se conoce 107 todavía bien, porque los enfermos rechazan el exámen hasta el momento en que se ha hecho la evidencia, quedando inutiliza- da la terapéutica,—merecía sin duda los esfuerzos que han en- caminado nuestros estudios. Con una gran satisfacción se lle- ga á manifestar la convicción de que la osqueotomía, esto es, la ablación del escroto afectado de elefantiásis, es una de las más bellas conquistas de la Cirugía moderna: es un beneficio para los enfermos, que deben entregarse á ella con confianza, y un deber para los cirujanos, encargados de reemplazar la falta de resultados de la Medicina interna, aconsejando con audacia é imponiendo con seguridad la osqueotomía. La designación de “elefantiásis del escroto” es incompleta, pues las más de las veces existe una elefantiásis testicular con- temporánea y paralela con la de las bolsas, y hasta anterior á ésta, porque las glándulas han tomado ya un volumen doble y triple de sus dimensiones normales cuando apénas se marca el engrasamiento del escroto. Las glándulas no ofrecen, como el escroto, el exantema elefantiásico que preside á su desarro- llo, y el mismo escroto carece mucho más á menudo de este exantema que las piernas de las Barbadas, que no podrían per- manecer mucho más de un mes sin ser el asiento de un nuevo trabajo inflamatorio tegumentario. La elefantiásis parece una multiplicación lujuriante de las fuerzas de asimilación y de producción; pero no es en el fondo sino una prueba de la po- breza en la nutrición. Esos tumores tan voluminosos son, co- mo los bocios, los resultados de una caquexia especial que á menudo va acompañada de una fiebre elefantiásica, muy distin- ta de la que se observa en la pirexia exantematosa,porque esta fiebre puede existir aislada de todo exantema, de toda rubi- cundez en la piel. La pretendida hipertrofia llamada elefantiásis está, por el contrario, mucho más cerca de la atrofia, que parece su an- tagonista, que de cualquier otro estado patológico del organis- mo: ambas nacen por un trastorno en la nutrición y especial- mente en la inervación; ambas parten de una fuente común, ocupando un lugar elevado en los misterios de la vida; pero es- 108 ta elevación misma del punto de partida en la atrofia é hiper- trofia, favorece mejor la divergencia de su curso. La sec- ción de un filete nervioso da la atrofia á toda una región mus- cular en que no influía sino á distancia y por anastomosis. La anemia, que conduce á, la anulación de las funciones de iner- vación, lleva el organismo á los esplendores engañosos de una obesidad mucho más digna del nombre de atrofia. Elefantiasis ó atrofia, es decir, monstruosidades adquiridas con la miseria ó comunicadas durante la vida fetal, gracias á la pobreza pato- lógica de una madre ó de una familia, que han recibido una herencia de escrófula, de reumatismo, de sífilis, ó de cáncer; la expresión de esa pléyade etiológica hereditaria es para el hue- vo la atrofia, respecto del cual no difiere de la atrofia común progresiva del adulto; porque el huevo humano es un sér ya completo en el momento de la concepción, y desde ese momen- to posee, en potencia, sus miembros todavía ausentes, como el niño ya nacido posee su talla de adulto, que nada puede qui- tarle absolutamente. Las palabras detención de desarrollo del huevo ocultan un pensamiento equivocado, y la palabra atro- fia es también para él, con más exactitud, la expresión de una pérdida sufrida, y no de una ganancia que ha faltado. Una de las causas de las monstruosidades atróficas é hiper- tróficas es la aclimatación, y miéntras más siente un extranjero el influjo de la nueva zona climatérica que le domina, miéntras más pierde de su riqueza orgánica de europeo, más se aproxi- ma á las condiciones que favorecen ó engendran la elefantiasis. Al lado del poder extenuante del clima se colocan las condi- ciones desfavorables del cruzamiento de las razas, de la mezcla de las sangres; el negro se une al blanco en todos los grados, las sangres se mezclan en todas las dosis, y el efecto negativo del cruzamiento,tan útil entre individuos de la misma raza pu- ra, va á parar en las Antillas á las monstruosidades hipertrófi- cas. Los hijos é hijas de hermanos se unen aquí por todas partes; y por eso abundan en donde quiera la atrofia, el idio- tismo, la sordera, la mudez y la elefantiásis. Nuestro arte no posee el secreto de borrar, con un solo rasgo de su medicación, 109 los hechos consumados; pero puede detener, y detiene en efec- to cada dia, los hechos que se preparan y áun los que están en vía de cumplirse: lo que la medicación no puede borrar ó im- pedir, la cirugía lo borra, y la osqueotomía cuenta con bastan- tes éxitos completos, kin recidivas, ó incompletos pero con re- cidivas lentas y justificando la operación, para que ésta que- de entre los mas bellos arranques de audacia de la Cirugía y de los cirujanos de Francia. Consideraciones generales.—Fácies de ktelefaniiásis del escroto. —Cada afección general, localizada de largo tiempo atras bajo forma de tumor, imprime ála economía una fácies especial. He aquí un individuo que puede ser considerado como el tipo de esa fisonomía elefantiásica dependiente de los tumores del es- croto: es Alejandro Maldonado, de 40 años de edad y oficio tonelero; lleva entre los muslos un tumor elefantiásico del es- croto, cuya circunferencia, de la ingle derecha á la izquierda, cuenta 0,97 centímetros,—y la circunferencia antero-posterior, del pubis al ano, mide 0,87 centímetros; el tumor desciende hasta debajo de las rodillas; los testículos no llegan á tocarse, pero se sienten los cordones espermáticos un poco por debajo del pubis, Mola la aparte posterior. El canal de la uretra está completamente oculto; la piel del pene, tirada hácia abajo, for- ma una bolsa (Dr. Bétances) en que permanecen depositados los líquidos cada vez que el sujeto orina, viéndose obligado después de este acto á hacer una compresión sobre los lados y por delante para terminar el curso de los orines hácia afuera. —Apénas puede marchar, está extenuado, un insomnio conti- nuo le priva del descanso durante las noches; el peso del tu- mor le despierta cada vez que se queda amodorrado y cambia de posición. La vida del pobre enfermo es un suplicio cons- tante, del que más tarde se verá libre, gracias á la osqueotomía practicada con felicidad por el Dr. Bétances de la Facultad de París. Antes de la operación, la flaqueza del paciente, llevada has- ta el marasmo en algunos individuos, el abotagamiento de la cara en otros, como en M. Arrocho, son dos modificaciones de un 110 trastorno análogo de la nutrición; la expresión de las facciones tiene el sello de la tristeza; la cabeza se inclina como los hombros hácia adelante, para abandonar de lejos, al tumor del escroto, una parte de los tegumentos del vientre, y para apartar el tumor de un contacto inmediato con la cara ante- rior de los muslos. El vientre ha conservado una elevación natural en oposición al vacío dejado en esta región por esas enor- mes hernias, esas entero-epiploceles que desalojan el vientre con provecho de las bolsas y simulan bastante fielmente la ele- fantiásis del escroto.—La marcha de estos hombres, desde la mayor distancia á que se les distingue, es bien característica: se adelantan lentamente, con las piernas separadas, como hacen esos inválidos atacados de una doble luxación de los muslos; todos prefieren la posición sentada que les alivia, otros están condenados á llevar su tumor en una carretilla, como cierto sujeto de San tomas; les gusta el decúbito lateral derecho, so- bre todo, y si se ponen rápidamente sobre sus piernas, experi- mentan un malestar independiente del peso del tumor, pero que puede referirse á la trama vascular que lo compone. Es- tos fenómenas cefálicos pudieran estar ligados á la capacidad de dichos vasos, que de repente quita á la circulación general una gran cantidad del estimulante de los órganos; de donde la necesidad de los aparatos de compresión aplicados sobre el tu- mor y suspendidos á los hombros y al cuello cuando el indivi- duo anda. Este conjunto de caractéres basta, por sí solo, para recono- cer de léjos y sin exámen directo la verdadera naturaleza del mal. I. Evolución de la elefantiásis de los órganos genitales exter- nos.—1. La Cirugía francesa reclama con justicia una gran parte en la operación de la ovariotomía y en sus buenos resul- tados: á su lado viene á colocarse la osqueotomía por la seme - janza en los aparatos afectos, por sus peligros, sus éxitos feli- ces y la parte tan favorable que en ella reclaman también la Francia y los discípulos que ha formado. La isla de Puerto Rico es un foco fecundo de elefantiásis: 111 en otro tiempo los casos eran más raros: ¿deberá atribuirse esta progresión del mal á la inmigración en la-isla de los habitantes de países vecinos, ó bien á analogías poco á poco establecidas, en silencio, entre climas hasta entonces diferentes, gracias á su patología especial? 2. Las afecciones de los órganos genitales externos abun- dan en las montañas como en las ciudades de Puerto Rico: se distinguen sobre todo por la solidaridad de sus lesiones, aunque sean muy diferentes por el sitio anatómico en las glándulas se- minales y en los tegumentos, ó por su forma, líquida (hidrocele) y sólida (hipertrofia, elefantiásis.) La elefantiásis del escroto se acompaña casi siempre de der- rame de serosidad en la cavidad serosa que envuelve las glán- dulas y facilita sus deslizamientos; de suerte que, participando cada membrana del trabajo morboso, expresa á su manera la influencia de un estado patológico; la piel multiplica sus pro- ductos epidérmicos secos (pelos); y la serosa multiplica sus pro- ductos líquidos. 3. Las fuentes en que toman las envolturas y las glándu- las los elementos de su nutrición, son muy distintas por su dis- tribución y también por su punto de partida; hecho que auto- rizaría á pensar que el asiento de la lesión que preside á la ele- fantiásis del escroto, y, á la vez, á la hipertrofia de las glándu- las, reside, no en los tejidos que habían adquirido una nueva cualidad morbosa, inherente á su estructura, sino en la región genital, en todos los elementos anatómicos de que se compone y que obedecen al propio tiempo las leyes patológicas de la de- clividad. Las arterias, los filetes nerviosos tienen inútilmente un origen diferente para las glándulas y sus túnicas protectoras, pues ter- minan en una misma región declive. En vano son los testes de la naturaleza de las glándulas y sus cubiertas de la naturale- za elemental de las membranas; unos y otras van á participar de una hipertrofia análoga, aunque en grados diferentes. Para demostrar mejor que la declividad reina sobre la etiolo- gía ocasional de la afección, más seguramente que la estructu- 112 ra de los tejidos, basta hacer notar la misma tendencia á la ele- fantiásis en todas las regiones pendientes de un mismo indivi- duo, que ofrece un alargamiento del lóbulo de la oreja á la par que del escroto. 4. Estos hechos rebajan la elefantiásis del escroto á la cla- se de las afecciones mecánicas y le harían perder muchos de sus derechos á su reputación de enfermedad diatésica especial. No debiera objetarse que el aumento de volumen de las glán- dulas seminales no es inseparable de la elefantiásis del escroto. Esta hipertrofia debe considerarse como siendo ciertamente la regla, pues las excepciones se hallan bien compensadas por es- te aserto, cuya responsabilidad asumimos, y es que en nuestras investigaciones sobre el período inicial de la elefantiásis, he- mos encontrado más de una vez la hinchazón de los testículos mucho más avanzada que la lesión paralela del escroto. Una membrana inflamada puede determinar, cualquiera que sea la exigüidad de su espesor, la hipertrofia de un órgano vo- luminoso: tales el papel de la endoperdicardítis en la evolu- ción de las hipertrofias del corazón, y, es más fácil de creer, en le patogenia de la elefantiásis, en la influencia de la inflama- ción de los testículos en el desarrollo hipertrófico de las envol- turas de estas glándulas. 5. La hipertrofia de los elementos del cordon está asocia- da invariablemente á la de las glándulas, puesto que han participado del mismo trabajo subinflamatorio ó francamen- te flegmásico de ellas; y áun cuando fuesen indiferentes á ese estado del órgano que depende de su integridad funcional, no podrían serlo á las tracciones ejercidas sobre el cordon por la glándula hipertrofiada ó por el hidrocele que la rodea, áun permaneciendo aquella con su volumen normal. La presión y la constante solicitación de los elementos de un tejido por un peso exagerado, no pueden ménos de despertar en él, á la larga, un trabajo semejante de nutrición exagerada que viene á completar las condiciones nacidas de la declividad. El alargamiento de los cordones no es sólo una realización de toda la facultad que poseen sus fibras de estirarse sin rom- 113 perse; si fuera á creerse en esta explicación, disminuiría el diá- metro del cilindro formado por el espesor del conducto deferen- te, y muy por el contrario, el calibre y la dureza de este con- ducto aumentan con su elongación. 6. El conducto deferente hasta debe aumentar de calibre y de espesor cuando ha permanecido idéntico el volumen de las glándulas, porque su peso no es necesario para que su tracción se ejerza con mayor fuerza sobre el cordon. Las envolturas de los testículos los arrastran en su alargamiento, y para hallar una excepción de esta ley, sería forzoso encontrar también un caso de persistencia del canal seroso peritoneal durante la vida intrauterina. En esta sola circunstancia pudiera la glándula resistirse á obedecer al peso de sus cubiertas, alojándose en las cavidades anómalas de su conducto seroso persistente, que seguiría solo el movimiento de descenso. Para escapar del descenso impuesto á su habitual situación por el desarrollo del escroto, la única latitud dejada á la glán- dula se mide por la elasticidad del cordon y la distancia que lo separa de un contacto exacto con el segmento superior de la serosa vaginal, ó por el límite de elasticidad de esta membra- na: por otra parte, el cordon engruesa por su posición, inde- pendientemente de las tracciones. 7. La .exposición de este mecanismo del descenso de la glándula toca de cerca á la teoría de la formación de ciertas variedades por lo ménos de hidroceles que acompañan á la ele- fantiásis del escroto y también de ciertos tumores hemiarios. La elongación del cordon no puede operarse sin que las mis- mas venas espermáticas sean alargadas y, por consiguiente, co- mo estrechadas Esta disminución provisional del calibre de dichas venas, será seguida más tarde de una dilatación varicosa con frecuencia observada; pero, en ambos casos, existirán ne- cesariamente en esas venas obstáculos para la circulación en retorno, y la hidrocele se formará también de toda necesidad. 8. Si la elongación no produjese este efecto,—quedaría, para justificar el origen de esa hidrocele mecánica y por obstáculo á la circulación en retorno, la compresión del segmento inferior 114 directamente, del segmento superior del cordon indirectamen- te contra las paredes del conducto inguinal y sobre todo contra los haces fibrosos que componen el pilar externo e inferior del orificio inguinal externo. 9. Más tarde es el pilar, es el mismo conducto inguinal el que cederá bajo la presión del cordon, y del mismo mecanismo na- cerá la hernia pasiva ó secundaria déla elefantiásis; hernia po- sible, pero no necesaria, puesto que sus causas tienen una fuer- za variable como la edad y el grado de la lesión que las pone en juego. La hidrocele, en la elefantiásis del escroto, ofrece pues diver- sas variedades; y el mismo derrame en la túnica vaginal puede ser la resultante de causas sucesivamente distintas: la hidroce- le podrá, en sus diferentes períodos, reivindicar sucesivamente á'la vez una explicación 1? mecánica ó por hipercrinia; 2? por inflamación. Así también el volumen de la glándula está lejos de poder explicarse siempre por la misma causa: turgencia del epidídi- mo por obstáculo á la circulación en retorno; hipertrofia verda- dera; flegmasía aguda ó crónica, antigua ó reciente. 10. La hipertrofia es de todas las lesiones del testículo la que más á menudo coincide con la elefantiásis del escroto: pue- de verse en ciertos sujetos (Burgos) que las dos glándulas se- minales han adquirido el tamaño de un huevo de pavo cuando las envolturas son apenas á pesar de su hipertrofia ligera pero evidente, para cubrir el volumen anormal de las dos glándulas. En casos semejantes no debe formularse la naturaleza de la afección, diciendo: “erisipela del escroto, con hipertrofia de las glándulas seminales,” sino “elefantiásis de las glándulas semi- nales con hipertrofia secundaria del escroto.”—Estas glándu- las llegan á tener muy pronto un gran volumen; en tres meses se las. ve triplicar de tamaño. 11. Si se buscan los trastornos generales que han inaugura- do tales modificaciones glandulares, se encuentran los de las fiebres continuas ó seudo-intermitentes, que á menudo coinci- 115 den con un estado caquéctico manifiesto: palidez de los tegu- mentos, soplos cardíacos en el primer tiempo y las más veces en la punta; disnea, ausencia de toda sensación de la necesidad de alimentarse. Las personas que sufren estas afecciones son, con mucha frecuencia, víctimas de una gran miseria cuando su mal no es hereditario. Esta primogenitura de la elefantiásis de las glándulas, desar- rollándose casi libres de todo encadenamiento con la elefantiá- sis del escroto ;su coincidencia con una caquexia cloroanémica evidente; la solidaridad, algunas veces observada, de las afeccio- nes del aparato vocal y sus dependencias, por un lado, y de las lesiones de las glándulas seminales por otro, imponen un pen- samiento que es preciso consignar ahora. II. Paralelo entre el bocio y la elefantiásis—12. Cuando el bocio se presenta bajo una forma aguda y en medio de una caquexia evidente, ¿no tiene derecho á que se le acerque á la hipertrofia aguda elefantiásica de las glándulas seminales, desarrollada en las mismas condiciones? En las dos afecciones las causas son asimilables: á los ojos de la gente debe acusarse la naturaleza de las aguas, y la ciencia adopta de buen grado esta interpretación, pero agrega: es una caquexia especial que rige las dos afecciones. La anatomía patológica aproxima muy claramente ciertas formas de bocios vasculares á la elefantiásis de los órganos genitales externos, en que las venas se desarrollan al exceso. Uniformes indicacio- nes terapéuticas dominan el tratamiento de ambas afecciones: el yodo y la compresión;—para ambas, la edad de la pubertad parece coincidir con suma facilidad con su nacimiento; ántes de la pubertad pueden verse en la Isla hidroceles hasta en ni- ños recien-nacidos, y ésta es una de las razones que ordenan la separación de esta hidropesía,—á la que quisiera revestirse de una importancia etiológica en la producción de la elefantiásis, —de la hipertrofia de las glándulas, que espera se despierten las funciones temporales de los testículos para- comenzar su evolución. Una vez inaugurado, el movimiento hipertrófico de los dos órganos puede ser lento, aunque muy raras veces re- 116 trógrado; sigue, casi siempre, su evolución progresiva y á me- nudo monstruosa, y se une á esos aparatos por toda la vida ge- nital de los individuos. En la vejez puede verse que los tumores elefantiásicos geni- tales pierden la periodicidad de sus erupciones (poussées) in- flamatorias vasculares, si ha existido, y continúan un movi- miento retrógrado. Por lo demas, hubiera podido afirmarse, por sólo la genera- lización de los hechos de anatomía patológica general ya cono- cidos, que la elefantiasis de los órganos genitales externos, co ino la hipertrofia del cuerpo tiroides, debían aplastarse con la edad, pues es una ley establecida que todos los tumores venosos (varicoceles) disminuyen y marchan hácia la curación en pro- porción directa de los años del anciano. 13. No tiene el que quiere una elefantiasis de los órganos genitales externos: ése es un lujo de la juventud, difícil para toda decrepitud genital. Hay pues cierta intuición fundada en que la gente de ciertos países atribuya al bocio una idea de belleza , semejante á la que concede también, aunque con más discreción, á la elefantiásis moderada de las glándulas y del escroto que las envuelve. Si los ancianos presentan todavía enormes tumores del cuello y del escroto, no son ya tumores vivos, sino los efectos de un trabajo apagado en la actualidad: así, el bocio y la elefantiásis del anciano, cuelesquiera que sean su volumen y su peso, no son sino los frutos maduros y marchitos de un movimiento de líquidos nutritivos, que una causa general patológica había hecho subir ó bajar hácia regio- nes tan lejanas y tan realmente solidarias. 15. A la inversa de los tejidos normales de los viejos, que descienden á la vascularidad varicosa de sus vasos capilares y que rarefacen sus tramas esponjosas óseas ó pulmonares,— los bocios y las hipertrofias elefantiásicas de las glándulas seminales y de sus tegumentos abandonan la riqueza de sus tramas vasculares y dejan predominar sus elementos fibrosos. Sin embargo, los viejos pueden ofrecer erupciones de erisipela en la elefantiásis de las piernas. 117 15. La aplicación de estas verdades vuelve á encontrarse útilmente en la terapéutica: en vano se fatigaría con el yodo bajo todas sus formas y en todas las dosis á quien hubiese pa- sado ya, sin duda posible y hasta por su propia confesión, el pe- ríodo de actividad de las funciones de reproducción: el yodo exige, para ser eficaz, la actividad hasta patológica de estos tu- mores; este precioso medicamento no atacará á productos pará- sitos del organismo, que ya no se alimentan ávidamente á expensas suyas, sino que mantiene, en tal momento, en el grado de nutrición necesaria para dejar que sean tolera- bles y sin peligro para el organismo que en otro tiempo los ha producido, y cuyo completo abandono podría hacerlo peri- clitar. También sería inútil exponer al paciente que se acerca á los sesenta, á los riesgos de una operación siempre peligrosa áun en los países cálidos, en donde la cirugía puede permi- tirse casi impunemente todos los rasgos de audacia: los tumores no tienen ya sino inconvenientes mecánicos; si son tolerables, será prudente soportarlos. 16. Sin embargo, en un hombre de 50 á 60 años tendrá la operación todas las probabilidades posibles de no recidiva, por- que la vitalidad especial y propia de las glándulas seminales y de la atmósfera de tegumentos protectores que las rodea ha dis- minuido notablemente y tenderá, cada, dia, á la extinción com- pleta . Y si se quiere subir en la vida hasta la juventud, se encuen- tra que las probabilidades de recidiva aumentan bajo este pun- to de vista, después de la osqueotomía, en las condiciones y proporciones siguientes: Un adulto operado,'que ha conservado una glándula seminal después de la operación, está en la edad adulta más expuesto á la recidiva, que el hombre proyecto operado por la osqueoto- mía, sin castración siquiera unilateral. El adulto operado por la osqueotomía con castración do- ble y completa, estará todavía más expuesto á la recidiva que el hombre de edad avanzada operado por el mismo pro- 118 cedimiento, pero con conservación de las dos glándulas se- minales. Aun después de la ablación de las dos glándulas seminales, queda en la región una actividad genital, ó una nutrición es- pecial que sobrevive á las glándulas y se manifiesta en los ór- ganos que, hasta de lejos, concurrían á sus funciones. Entre dos adultos de la misma edad, las más grandes proba- bilidades de recidiva, después de la osqueotomía, estarán del lado del operado menos mutilado y que haya podido conser- var por lo menos una glándula seminal. Antes de la pubertad tendrá la osqueotomía más probabilida- des de que escape el operado á las amenazas de recidiva, áun cuando las dos glándulas estuviesen conservadas, que si se tra- tase de un individuo en plena pubertad, operado hasta en condi- ciones análogas. La cuestión del período de pubertad es la que domina el por- venir de la operación de osqueotomía: la vejez la hace poco ne- cesaria, pero también menos amenazadora. De todos modos, la influencia de la pubertad, por evidente que sen, no impide poner encima de ella otras causas más po derosas todavía, y de las que no es más que un auxiliar: la caquexia hipertrófica, la declividad y el clima. III. De la elefantiásis glandular—17. Serán útiles los he- chos para servir de apoyo á las ideas que de ellos nacen.—He aquí el cuadro rápido de la enseñanza fecunda que presenta una familia, en la cual reina la elefantiásis de los órganos geni- tales externos: de dos hermanos, criollos blancos, Juan es ad- mitido en el hospital civil de Mayagüez; el otro, José, perma- nece en su casa, en un arrabal elevado y muy saludable de la ciudad. El mayor, Juan, tiene 26 años; y el otro 23, no pue- de salir; ambos son' caquécticos y febricitantes: el primero lle- va pan á la población y se expone á menudo al calor del hor- no: el otro era aguador; ambos, pues, bajo una influencia profe- sional contraria, lo caliente y lo frío, llegan por los contrastes necesarios del viento y del calor á la misma resultante patoló- gica, el reumatismo. Los antecedentes de la familia y de los 119 dos enfermos conducen á la misma indicación etiológica y tera- péutica de las dos afecciones paralelas. La rama paterna es originaria de España, la materna es de Puerto Rico, cuyo cru- zamiento fué propicio á los hijos nacidos de este matrimonio, que son, en suma, de una hermosa apariencia. El padre mu- rió de esa afección que se lleva á tantos europeos en Puerto Rico y en las otras Antillas, y cuyo asiento constante sobre la mucosa gastrointestinal atesta que el tubo digestivo y sus anexos son tal vez los que sienten con más viveza las influen- cias de la aclimatación. La enteritis crónica hace aquí, sin duda alguna, más víctimas que todas las enfermedades epidé- micas,cuyo imperio es más limitado á orillas del mar. La afec- ción del padre duró tres años; había sido precedida de una afección paralítica del brazo derecho y de 1a, pierna izquierda, atacados á la vez de una contractura permanente que fué cali- ficada, como la enteritis, de reumática, sin pensar para nada en los centros nerviosos: los otros dos miembros estaban sanos; los sentidos y la palabra conservados; una afección sifilítica habia precedido á esta parálisis cruzada: en fin, para calificar más claramente la naturaleza de la afección que es objeto de estos estudios, dicho sujeto, atacado de contractura muscular y de enteritis crónica, llevaba el origen de la afección que debía probablemente trasmitir á sus hijos; tenía una elefantiasis, no del escroto, sino de la pierna derecha. 18. Aproximando estos hechos, se halla una lesión, cuya naturaleza es desconocida, acondicionada entre dos entidades patológicas que sería difícil de sustraer, para un europeo en los países cálidos, á la calificación habitual y tan bien justificada de las enteritis crónicas y de la contractura muscular, que arras- tra consigo la poderosa influencia de las bruscas variaciones de temperatura. La madre vive con buena salud; y como si fuera menester creer que las disposiciones maternas se trasmitiesen á las hijas, mientras que la herencia patológica del padre les tocara á los varones, las dos hembras gozan de una salud perfecta, como la madre desde su infancia y ahora, pero una de fas hermanas 120 ha parido hace dos meses y su niño ofrece una hidroceledel ta- maño de una castaña pequeña, posterior al nacimiento y per- fectamente irreductible; sea ó no justo y suficiente, debe notar- se que los pañales-de este niño, por bien cuidado que esté por otra parte,"permanecen todavía húmedos de su contacto con los órganos genitales. 19. La historia personal de los hermanos ofrece anteceden- tes que no carecen de interes: ambos fueron afectados varias veces de calenturas intermitentes hasta producir la caquexia palúdica y la hidropesía; varias veces se vieron desarrollar ba- jo esta influencia edemas repetidos del escroto y de las piernas, y no es nada dudoso que la aparición repetida de los edemas sea una de las condiciones más favorables para la producción de la elefantiásis en los individuos predispuestos; siendo preciso formular todo el valor de los edemas en la patogenia de la ele- fantiásis, y decir que esta afección procede en parte de la so- lidificación en la organización de los elementos orgánicos derramado durante una serie de edemas sucesivos. Una dis- posición semejante á esas infiltraciones repetidas se notó en di- chos dos hermanos y sobre todo en el mayor que, en el año de 1851, fué atacado de una hidropesía más pronunciada que las siguientes, la cual se acompañó de fiebres inconciliables con todo trabajo por espacio de año y medio. Estas fiebres lentas no son raras en los antecedentes de la elefantiásis, se acompa- ñan de una perturbación profunda de la nutrición y contribu- yen á dar á esta lesión los caracteres negativos que le pertene- cen y que oculta bajo las apariencias de una nutrición más flo- reciente. La muerte del padre había desmejorado, para los dos jóvenes, la posición de la familia hace cuatro años, y desde entonces se vieron los dos hermanos expuestos á nuevas causas de debilita- ción; á diarreas frecuentes, á afecciones catarrales repetidas de las vías respiratorias, de las vías lacrimales; en fin, á vadear rios, á baños frios intempestivos. Ambos rechazan toda causa gonorreica, ó venérea, y toda ma- nifestación cutánea escrofulosa ó de otro género en sus antece- 121 dentes. El principio de la afección en uno y otro tuvo lugar hace dos años, uno después de la muerte del padre. 20. Los pródromos, los síntomas y la marcha de la afec- ción en ambos excluyeron hasta aquí toda manifestación fleg- mástica local: no se encuentran en la evolución de su elefantiá- sis escrotal esas erupciones eritematosas, esas manifestaciones que la gente califica de erisipelas y que parecen ser una erup- ción (poussée) inflamatoria, cuyo sitio anatómico más probable es el conjunto de las membranas serosas linfáticas y venosas del escroto. Si es incontestable que las membranas serosas vasculares son el asiento anatómico, eu donde con predilección se localiza el trabajo flegmásico de esas erupciones periódicas, se deberia tener cuidado en aproximar la indicación anatomo-patológica á las indicaciones etiológicas y dar mayor crédito á esta fór- mula:—Las influencias reumáticas en la elefantiásis están de- mostradas por la coincidencia de las causas y de los efectos habituales del reumatismo en las otras regiones: variaciones bruscas de temperatura y membranas serosas. 21. Los dos hermanos han padecido de hinchazones délas piernas al mismo tiempo que la hipertrofia de las glándulas se- minales y del escroto; solamente en el más joven, José Bur- gos, esos abotagamientos temporales no han dejado hinchazón definitiva; la medida de los piés y de las piernas da, en él, una igualdad perfecta: una modificación cutánea, clara y persisten- tente, atesta sin embargo esos aumentos anteriores de volu- men; pliegues finos y muy multiplicados se dibujan en la cara dorsal de los piés y acusan sus antecedente^patológicos más fielmente que la exactitud de la medición. El hermano mayor no está francamente atacado de una ele- fantiásis incipiente de los piés; pero ofrece de más que su her- mavío una diferencia en la medida de 0,02 con ventaja del pié derecho; tomándose la medida comparativa dando la vuelta al pié, de la planta á la cara dorsal. Algunas glándulas in- guinales infartadas del lado derecho coinciden con esta locali- zación y acusarían un sufrimiento material de los vasos linfá- 122 ticos, de acuerdo con las declaraciones del enfermo, que dice haber sufrido una erisipela de la pierna derecha “hace cuatro meses, en Agosto de 1867.” 22. Por voluminoso que se ponga en lo adelante el escroto de los dos hermanos, hay que predecir una verdad incontesta- ble: nunca llegarán á padecer ulceraciones en el escroto, y apenas se verán amenazados de infiltraciones y fístulas urino- sas, que son de una naturaleza muy diferente de la úlcera de las piernas. A la inversa, si las piernas hacen lo que parecen prometer, si son el asiento de una elefantiásis progresiva }T vo- luminosa, puede afirmarse que una y otra serán afectadas de erisipelas repetidas y casi ciertamente de ulceraciones persis- tentes. La razón de esta diferencia entre la evolución de la elefantiásis del escroto y la elefantiásis de las piernas está en la facilitad de que goza el escroto, y no las piernas, á causa de la disposición anatómica de éstas, de coger á las regiones ve- cinas una parte de sus tegumentos (muslos é hipogastrio) y de acrecentarse indefinidamente, gracias á la riqueza de su red de vasos capilares; los tegumentos Be las piernas y de los muslos, más fibrosos, ménos vasculares, reducidos á sus propios recur- sos de extensión, se rompen, bajo la expansión de las infiltra- ciones repetidas y de la hinchazón progresiva del miembro. Las ulceraciones de los tegumentos de las piernas pueden con siderarse como el efecto de esas distensiones excesivas, así co- mo de los trastornos de nutrición de los mismos tegumentos, y estas ulceraciones se vuelven fístulas linfáticas superficiales, ó exutorios más profundos que permiten la evacuación de los lí- quidos acumulados en los miembros y se oponen así á los pro- gresos de la expansión de la región. Esta interpretación de los hechos conduce á indicaciones terapéuticas racionales: no es la ulceración de las piernas elefantiásicas, sino el estado de los vasos obliterados y dilatados, el estado del tejido celular in- filtrado, el que debe tratarse primero; la ulceración de las piernas elefantiásicas no es una lesión nueva agregada á las otras, es un procedimiento natural de curación espontánea, que la cirugía debe imitar y no combatir desde luégo. 123 23. Las medidas ofrecen datos precisos, que prueban que el papel principal lo desempeñan las glándulas seminales en la escena patológica presentada por los dos hermanos; ningún derrame seroso en las túnicas vaginales, ninguna: hernia actual reclama su parte en las dimensiones de dichos tumores. El mayor de los sujetos se acuerda de una hernia que tuvo 18 meses en su primera infancia y se curó espontáneamente. Tumor del hermano mayor, del más joven, Circunferencia del pedículo 0,27 0,17 Circunferencia antero-posterior, en su mitad 0,24 Circunferencia horizontal en su medio debajo de la emergencia del prepucio 0,26 0,27 Longitud del prepucio sobresaliendo del meato 0,08 De la espina del pubis á la extremi- dad inferior del tumor 0,17 0,17 Circunferencia transversal de una á otra ingle 0,25 0,15 Del perineo á la emergencia del for- - ro prepucial ... 0,23 0,24 Longitud normal del prepucio.,. . .. 0,09 0,07 De la extremidad del forro á la par- te más declive del escroto \ 0,05 Circunferencia horizontal de la glán- dula izquierda solamente, en su h: .... 0,19 —de la glándula derecha 0,18 Circunferencia vertical de la glándu- la izquierda .... 0,25 —de la glándula derecha. . . .... 0,21 El espesor del escroto es suficiente en el ma}7pr para impedir el aislamiento de las dos glándulas; siendo insuficiente en el más joven. 124 En los dos casos, todavía el forro está sano y el escroto po- co alterado relativamente: toda la afección parece concentra- da de un modo exclusivo en las glándulas seminales que son enormes y cuyo desarrollo va acompañado, en el mayor, de un edema agudo reciente del prepucio y del escroto, atribuido por el paciente á la acción del agua fria, y en el másjóven, de una fiebre prolongada, desde hace algunos dias, con remisiones. 24. Un hecho de una gran importancia se manifiesta en el hermano mayor: el brazo derecho fué el asiento, en la noche del 1? al 2 de Enero de 1868, de un dolor sordo acompañado de tumefacción localizada en la región anterior y media del brazo, todo esto sin fiebre. El 3 de Enero se extendieron los síntomas locales- de arriba abajo hasta la región anterior del antebrazo por debajo del pliegue del codo. EL sábado, ó sea el dia siguiente, los dolores y la tumefacción ganaron la región ténar de la mano derecha. Comprimiendo esta región, queda un sello ó impresión ligera, pero irrecusable; el color de la piel se ha puesto ligeramente rosada, y la medida de los dos ante- brazos da 0,04 por debajo del pliegue del codo, á la izquierda una circunferencia de 0,21 y á la derecha una diferencia en más de 0,02 centímetros; de donde hay que deducir, que á pe- sar del aumento natural del antebrazo derecho en los diextros, queda sin embargo una diferencia imputable al trabajo patoló- gico de que es asiento este miembro. Una banda rosada ocupa la mitad interna de la cara anterior del antebrazo derecho, y falta absolutamente á la izquierda. Si se pellizca la mitad in- terna del antebrazo sano, y este acto es fácil, se aisla fácilmen- te un pliegue de los tegumentos en esta región, lo que no se consigue con el antebrazo derecho, porque la piel estirada se resiste á ello. 25. Es preciso reconocer la analogía que une lo que pasa actualmente en el brazo derecho con las manifestaciones anti- guas de las piernas izquierda y derecha, y sobre todo con la erupción eritematosa que ayer se manifestó en el escroto, es de- cir, un dia ántes de la aparición de los mismos signos en el an- tebrazo derecho. 125 Este individuo está, pues, bajo el golpe de una afección mó- vil en sus apariciones, pero generalizada en su esencia, y á pe- sar de la ausencia del infarto de las glándulas linfáticas del brazo derecho, no puede uno negarse á reconocer todos los signos de la angioleucítis: tal vez no sea ella toda la afección, ni la única afección; la serosa del tejido celular parece también afectada; pero esta lesión del tejido celular no tiene nada de común con el flegmon, y se ve bien que no entra en su natu- raleza el llegar á la supuración. Una picadura de animal, de insecto venenoso, produce sín- tomas locales bastante análogos á éstos; pero la lesión no se ex- tiende como del centro de un círculo á su circunferencia, aun- que ha procedido por banda, y de arriba abajo no se ve nin- guna picacura. El golpe de vista es bastante semejante; pero estas regiones están cubiertas, y no se notan huellas de una descamación siquiera incipiente é insensible. Dado caso que allí exista la flebitis, no ha revestido sus sín- tomas: no hay cordones nudosos, duros, cilindricos, localiza- dos; las venas cubitales del brazo derecho solamente han des- aparecido debajo del edema que llena las mallas del tejido ce- lular subcutáneo. Es cierto que si faltan los cordones de la fle- bitis, inútilmente se busca un monton de pequeños cilindros filiformes nudosos y dispuestos á manera de rosario. La su- perficie enferma es muy lisa y muy homogénea al tacto. Que- da pues la angioleucitis profunda, la que se descubre más bien por la inducción, y se revela por exclusión más bien que se ma- nifiesta por signos francamente apreciables al tacto digital. El eritema que se observa pertenecería á una manifestación cutá- nea superficial, que no justifica en nada la calificación popular de “erisipela,” en atención á que su plano no se eleva sobre el nivel de la piel, y sus bordes, léjos de formar eminencia, apénas están definidos para los ojos y mucho ménos para el tacto.— En esta manifestación por parte del brazo, pierde algo de sus derechos la teoría de la declividad; gracias á semejante gene- ralización, no es en los sólidos donde reside el genio del mal; es preciso que su causa tenga en el organismo una influencia 126 más generalizada que la que resulta para tales sólidos y tales tejidos serosos de su analogía ó identidad de estructura. El enfermo habla.de una noche que pasó con el brazo fuera de la cama y colocado debajo de su cabeza á guisa de almohada. Una presión como ésa habría sido muy inofensiva en un indi- viduo que no hubiese estado bajo la acción de una causa do- minadora de toda la; economía. Por lo menos tuvo frió, pues en la Isla de Puerto-Rico la diferencia de los dias y de las no- ches marca en el termómetro muchos grados; y si no hay ahí una manifestación móvil de una afección que no comporta la unidad de lugar, de tejido, de asiento anatómico, como el reu- matismo, es menester confesar que la analogía existe, gra- cias á esa movilidad, como ya existía por las causas ocasiona- les y por la uniformidad de sitio anatómico en un tejido seroso (tejido celular y vasos.) Ciertos alimentos producen en las Antillas afecciones cutá- neas que indican una variedad de intoxicación análoga á la que resulta del maíz, que consumen en gran cantidad ios dos hermanos; pero en ninguno de estos paises cálidos se declara la Pelagra con los síntomas que parecen emanar del sistema nervioso, ni con los otros. Si la pelagra tiene sus rubicundeces, no las presenta en forma de bandas; por otra parte, es una a- fecciou seca, y en ninguna ocasión edematosa y mucho ménos hipertrófica. La fermentación de la harina de maíz y la dese- cación de este grano en el horno, para prevenir toda altera- ción originada por esa transformación, no es aplicable á los campesinos de Puerto Rico. Cada pequeña finca hace su co- secha arreglada á sus necesidades, cada casa posee su molino improvisado; dos piedras en forma de discos hacen sus veces; se prepara la harina de maíz en pequeña cantidad para algunos dias solamente, y á menudo son tostadas las espigas y consumi- das en granos. De lo contrario, la humedad tan grande de la Is- la sería mucho más á propósito que el clima de Europa, y hasta de la Lombardía, para las alteraciones de las harinas de maíz. El pescado no siempre es aquí, en la costa, de un uso inocen- te, dando lugar á más de un envenenamiento agudo ó crónico. 127 El estado agudo está ligado á su causa con demasiada claridad y la cronicidad es demasiado inocente y oscura, para que re clamen esas manifestaciones erráticas déla pierna al escroto- del escroto al brazo, reveladas en el caso de Búrgos. El baca, lao salado es q! pescado habitual de los pobres en la Isla; los peces de rio se guardan más bien para las clases acomodadas que sufren mucho menos de elefancía y que no sufren, ademas, de ella en proporción directa de la cantidad de pescado. Las afecciones cutáneas secas, con escozor y caida de los pe- los, son los únicos inconvenientes que parece producir aquí el uso repetido de la carne de pescado y de moluscos. La piti- riásis encuentra en esto causas de desarrollo y de sostenimien- to, sino de aumento y de progreso rápido; pero de la pitiriásis al edema y sobre todo á la hipertrofia hay gran distancia.—La carne de puerco es un lujo raro para los enfermos ya nom- brados. Reveíanse las afecciones del hígado por manchas de la piel; pero no son eritematosas, sino,más bien simplemente pigmen- tarias. El hígado produce'la infiltración serosa del peritoneo, aunque por un método puramente mecánico y no á consecuen- cia de una alteración especial de la sangre terminándose en edemas especiales que pudieran llamarse hepáticos. Las afec- ciones del hígado son mucho más comunes, habida cuenta de toda proporción, que lá misma elefantiasis. Ademas, dichas afecciones están y estuvieron fuera de causa en nuestros dos enfermos, ahora y siempre. Sea como fuere en cuanto á los permenores de las causas, hay un hecho que se destaca de estas observaciones paralelas, y es que existia una perturbación profunda en el organismo cuando empezaron esas manifestaciones elefantiásicas: las fun- ciones digestivas fueron reemplazadas por desórdenes prolon- gados, el hambre disminuyó y se perdió; las deyecciones líqui- das se multiplicaban diariamente, algunas eran biliosas y otras sanguinolentas; viniendo á mezclarse con tales manifestaciones la fiebre de forma continua é intermitente. No es que estos síntoma sean indispensables en los antece» 128 dentes de las víctimas de la elefantiasis; pero la nutrición pue- de estar perturbada profundamente, áun en sujetos que no tienen de ello conciencia, sobre todo cuando se.trata de niños de ocho á diez años. IV. Aproximaciones entre la atrofia y la hipertrofia.—25 Es- ta etiología, por incompleta que sea, estas lesiones anatómicas, flebitis y angioleucítis, tan precisas en apariencia, no acusan bastante la naturaleza del mal, de la hipertrofia elefantiásioa, y no será fuera de propósito que reunamos aquí todos los argu- mentos favorables á este aserto: la elefantiásis, como la atrofia, nace bajo la influencia de una alteración funcional ú orgánica de los centros nerviosos, cerebro-espinal ó del simpático mayor. Ya esta verdad patológica ha tomado cartas de ciudadanía en la ciencia:—la atrofia nace al influjo de las alteraciones de los centros nerviosos. Fácil ves encontrar y citar ejemplos nu- merosos en apoyo de esta opinión tocante á la atrofia; pero fal- ta demostrar que la atrofia y la elefantiásis están unidas por lazos numerosos, y que, de una á otra, pueden transferirse las influencias funcionales ó anatomo-patológicas que las hacen na- cer, y todo esto en virtud de una asimilación legítima. Es preciso, pues, citar ejemplos de atrofia originada evidentemen- te por las alteraciones de los órganos de ámbos fenómenos, en apariencia tan opuestos. Exámen del miembro torácico derecho.—La mano sola ha con- servado algunos movimientos. Los caractéres de 1a, atrofia que ha herido esta mano son bien diferentes de los de la atro- fia muscular progresiva y de los de la atrofia de los Lazari- nos, de los leprosos. En efecto, la mano del Sr. G., hijo, es pequeña, todos sus elementos óseos son delgados, no hay de- secación en los tejidos, las dos eminencias de la palma de la 138 mano no están aplastadas; los tendones de los flexores no so- bresalen en forma de cuerdas en la parte media de la palma de la mano. Los huesos son pequeños, pero completos; la flexión de los dedos es insensible. El omóplato es un cuafto más pe- queño que el hueso correspondiente del hombro izquierdo. La clavícula derecha es de 0,02 más corta que la izquierda Los huesos del brazo, del antebrazo, del carpo, del metacarpo y de los dedos han disminuido en la misma proporción; pero todos los elementos de esta región del esqueleto están del todo completos. Los músculos están borrados casi absolutamente. El deltoi- des está insensible, el pectoral mayor es rudimentario, los mús- culos del lado derecho del cuello han disminuido también; los de los canales, evidentemente atrofiados, notándose en ese pun- to una depresión que contrasta con la elevación de la región ho- mónima á la izquierda.—El bíceps y el tríceps se hallan aboli- dos, como sus funciones: la extensión y la flexión del antebrazo sobre el brazo son imposibles. La región del antebrazo está más desarrollada, la actitud de la mano es la semiflexion. Los movimientos de flexión y de extensión de los dedos están con- servados; pero el sujeto no puede escribir sino con la mano iz- quierda.— La sensibilidad de todo el brazo derecho está bien conservada, y bien desarrollado el sistema piloso de esta región. Las costillas del lado derecho son imperfectamente levanta- das por los músculos correspondientes; pero en la inspiración los músculos del lado izquierdo arrastran las costillas derechas por la trasmisión de la elevación délas costillas izquierdas al esternón.—Las piernas son iguales en todos sentidos. Es necesario notar que los ojos son también impresionados vivamente por la luz solar intensa. Los antecedentes patológicos revelan bronquitis frecuentes, catarros, asma, accesos de laringitis estridulosa. He ahí, á nuestro modo de ver, una serie de argumentos en favor de la aproximación de la elefancía ó de la hipertrofia por una parte y la atrofia por otra. 32. Citemos un ejemplo de atrofia congénita, que halla ca- bida en estos estudios paralelos de la elefantiásis y de la atro- 139 fia, siendo un argumento contra la aclimatación de las razas africanas en las Antillas y á la falta de cruzamiento de los pro- ductos de estas razas: en efecto, el padre y la madre de esa jo- ven sordo-muda atrófica, son un hijo y una hija de dos herma- nos. Se verificó el matrimonio cuando los padres de Juana tenían de 30 á 35 años, poco más ó ménos. La pobre sordo-mu- da fué el último de los hijos de esta unión; los otros son:—1? un varón, que murió de 5 años á consecuencia de una enteri- tis con delirio crónico: el niño se roía los dedos hasta hacerse sangre, y era preciso atarle las manos; pero su conformación era muy hermosa, siendo ademas de notarse que el padre y la madre eran todavía jóvenes cuando él nació;—2? tres años y medio después del nacimiento de dicho niño, nació una hem bra que se presentó con todas las deformaciones de Juana, mu- riendo asfixiada en el parto;—3o el tercer niño fué Juana, quien vino al mundo tres años después que,el segundo: si sus cuatro miembros están deformados, si le faltan el oido y la pa- labra, salvo las sílabas “papá” y “vapor” (vive cerca de una máquina de Ingenio), su inteligencia goza de actividad; deba- bajo de esa monstruosidad de los miembros y de los sentidos, sus facultades afectivas están muy desarrolladas, y los signos le bastan para que comprenda en pocos instantes la sustancia de largos discursos.—Darémos algunos pormenores acerca de la alteración de sus miembros: Juana Francisca, natural de Cabo Rojo, de trece años de edad, mulata, hija de padres de color, mestizos ambos y oriun- dos de una misma familia (primos):—atrofia congénita;—sor- do-mudez. Objeto: la cualidad del individuo (mestizo) conduce las más veces á la hipertrofia (elefantiásis) del escroto, pero también lleva á la atrofia congénita ó adquirida: luégo las dos afeccio- nes son vecinas de su origen ó fuente. Cuadro de las deformidades. Mano derecha.—Ausencia del dedo medio, uñas rudimen- tarias representadas por dos segmentos laterales. Mano izquierda —Atrofia, desviación del 5o metacarpiano. Antebrazo derecho.—Ausencia del cubito. Idem izquierdo.—Luxación incompleta y permanente déla extremidad superior del radio hácia atras. Brazo derecho.—Deformación de las dos epífisis superior é inferior del húmero. Brazo izquierdo.—Parece normal. Escápula derecha.—La cavidad glenoidea parece faltar ó ser incompleta. Escápula izquierda.—Dicha cavidad parece normal. Pié derecho.—Dedo grueso rudimentario y de buen aspecto; el segundo ausento; los otros tres artejos, reunidos bajo una piel común, sin división interdigital. Pié izquierdo. —Luxado sobre el lado externo de la pier- na. El grueso artejo y el dedo medio ausentes; los otros dedos son rudimentarios. Pierna derecha.—Camina sobre la extremidad de la tibia, libre de toda relación con el tarso rudimentario y luxado. No hay peroné sensible, ni rótula. Pierna izquierda—Atrofiada en el mismo grado que la dere- cha, á pesar del desarrollo más completo del bra- zo izquierdo. Muslos.—Atrofia de los dos fémures. Columna vertebral.—Rectilínea; parece bien conformada. Tórax—Desarrollo completo. Cabeza.—Forma regular, volumen normal.—Inteligencia bue- na. Muy sensible. Conductos auditivos externos.—Muy pronunciados, van estre- chándose hácia el fondo; la membrana del tímpa- no insensible. Pabellón de la oreja.—Perfecto á la izquierda. El hélix falta á la derecha. Ojos.—Con un poco de exoftamia y de blefaritis ciliar. Cuello.—Loco desarrollado. Laringe y cartílago tiroides poco salientes; cuerpo tiroides insensible. VI. De la curación espontánea de la elefantiásis.—33, Des- 141 pues de todo, la pasividad es lo que caracteriza el modo de evolución de la hipertrofia elefantiásica, por acusada que esté la forma engañosa de esta afección tan falazmente activa. En vano se trataría de apartar la elefantiasis, así como la polisar cia,—de que referimos en otro capítulo un ejemplo en una ne- gra que pesaba 28 libras,—por su genio productor, del que preside á las lesiones de nutrición atróficas: es menester poner un signo privativo en presencia de unas y otras afecciones. 34. Sea como fuere de esas aproximaciones, un hecho lla- ma la atención por su evidencia, y es que la elefantiasis ó la hipertrofia de una región, del escroto por ejemplo, arrastra un enflaquecimiento proporcional de las otras regiones del cuer- po. Puede verse, en todos nuestros elefanciacos un enflaque- cimiento considerable y esquelético de los miembros torácicos y de sus dependencias, (regiones supra é infraclaviculares): indudablemente, lo que han ganado en volumen las piernas de las Barbadas, lo han perdido los brazos; la economía de esos hombres no dispone sino de una potencia dada de nutrición, sino de cierta dosis de facultad de asimilación: lo que ciertas regiones ganan, otras lo pierden por necesidad. El equilibrio de las fuerzas que presiden á la gordura “re- gional,” puede ser perturbado en el reino vegetal, por causas análogas á las que determinan la hinchazón en las,especies ani- males.—Ciertas palmas de las Islas ofrecen, en un punto de su altura,verdaderas tumefacciones elefantiásicas; habían empeza- do por un astil ó tallo delgado y derecho, pero de repente en- gruesan y se ensanchan; el tronco del árbol gana en circunfe- rencia, mas en la misma proporción sufre como una atrofia en el sentido de la altura, y todos sus elementos se encuentran con- densados y acortados á la vez. Si se indaga á qué período de las influencias telúricas y me- teorológicas corresponden esas hinchazones,—se descubre que son el efecto de la reunión de las condiciones desfavorables á la prosperidad de la nutrición del vegetal. El Sr. Bellot, botánico distinguido de Mayagüez, nos da con este motivo una fórmula: “Cuando la vegetación languidece, el 142 tronco de la palma se engruesa, aumenta en circunferencia y no se eleva, y recíprocamente.”'—Así también, cuando la nutri- ción del animal languidece, las mismas condiciones favorecen las disposiciones de las regiones pendientes á su crecimiento en circunferencia; y la elefantiasis, cuya disposición adquirida ó hereditaria se observaba en el individuo, se desarrolla enton- ces mucho más seguramente que en las condiciones opuestas de prosperidad en la nutrición. 85. En un sujeto predispuesto se podría apresurar y pro- vocar, á voluntad la localización de la elefantiásis en la región periférica que se escogiera; y para determinar esta monstruosidad accidental, bastaria sustraer, en condiciones ar- regladas y más ó mónos completas, la región elegida á la nu- trición general y á sus leyes. Un lazo colocado entre los capi- lares de donde vuelven los fluidos y el centro á donde conver- gen para ser modificados y puestos en movimiento, podría pro- ducir en ellos estásis que, moderados y suspendidos atentamen- te, acabarían por la acumulación de fluidos, la ingurgitación y la elefantiásis. 36. Una vez acumulados los líquidos nutricios, están en exceso; es preciso que se organicen ó que sean llevados á la circulación y al movimiento de la asimilación general, ó en fin eliminados hácia fuera. Para obtener semejantes resultados se desarrollan esas erisipelas periódicas, que son al mismo tiempo el efecto de su estancación y su causa de su nueva en- trada en la circulación general; modifican los fenómenos ca pilares por un mecanismo análogo al del colirio en los quémo- sis crónicos, los pánnus y los néfélion, y en los procedimien- tos curativos de la naturaleza se encuentran fenómenos análo- gos á los que representan las erisipelas en el período avanza- do de la afección: son verdaderos fenómenos críticos, que juz- gan el mal provisionalmente por lo menos;.. más tarde la re- petición de los mismos fenómenos del jefe del Estado morboso, reproducirá la misma crisis, los mismos esfuerzos curativos flegmásicos, y de esta alternativa nace la intermitencia de la erisipela crítica.—Los atascamientos y todas las estrangulado- lies mecánicas observadas en las hernias, merced á los planos fibrosos, presentan un cuadro análogo de fenómenos con agu- deza v calma alternativas: primero el edema aparece (después de la congestión insensible); luégo viene el dolor, después un trabajo flegmásico que puede ser flegmonoso y gangrenoso. Gracias á este encadenamiento de hechos, el atragantamiento ó atasco cesa y la escena se calma hasta un nuevo ataque .-Los fiegmones no son raros en la elefantiásis de las piernas; no se les ve mucho en la del escroto, á causa de la extensión de sus dimensiones, que puede ser indefinida y que no está limitada en el escroto, como en los tegumentos de las piernas, por un eje óseo inextensible y sirviendo de punto de apoyo á la es- trangulación de los tejidos. 37. Preciso es convenir en que las erupciones inflamato- rias del primer período de la elefantiásis, en ocasión de que el tumor se halla en vía de desarrollo y presenta un volumen muy mínimo, no serían capaces de explicarse tan fácilmente por el mismo fenómeno crítico, encargado de eliminar ó de reabsorber el exceso de la región; y sin embargo, este exceso no podría medirse tampoco por el volumen del tumor; mucho dista de ésto, pues los tejidos, no acostumbrados todavía á esas ingurgitaciones, en su principio, deben sentirlas más vivamen- te que los tumores antiguos y reaccionar también más pronto por medio de la erisipela contra esas acumulaciones aún insó- litas. Síguese del exámen, y de la comparación de la erisipela pri- mitiva, inicial, y de la erisipela crítica secundaria, que parecen análogas en su naturaleza y que tienen, no obstante, efectos bien separados: la primera preside ála evolución, al crecimien- to de la elefantiásis; la segunda á su destrucción espontánea. 38. La curación espontánea de la elefantiásis del escroto por la erisipela flegmonosa no es el único procedimiento de destrucción espontánea que resulta de la evolución natural de los tumores elefanciacos. Hay otro: este procedimiento de destrucción resulta del alargamiento del forro prepucial y del escroto, de la infiltración urinosa y de la destrucción por gan- 144 greña y supuración de los tejidos infiltrados. Estos hechos constituyen una enseñanza para la Terapéutica quirúrgica de los tumores de esa naturaleza. Cuando el desarrollo de la piel se ha efectuado del lado del prepucio, así como por parte del escroto, lo que con más frecuen- cia sucede á la larga, el prepucio se prolonga como en espiral y traspasa en muchos centímetros la extremidad del pene. El meato del conducto uretral es inaccesible al cateterismo más perseverante, y la sonda mejor dirigida se pierde profun damente en medio de los tejidos que lo cubren. La orina se deposita en los fondos de sacos, da lugar á una balanopostítis,. á una flegmasía ulcerativa que perfora verticalmente las mem- branas, y da acceso á las infiltraciones urinosas á través del espesor mismo de los tejidos que componen la elefantiásis del escroto. Un sello distintivo separa esas infiltraciones de las que tienen una estrechez uretral por punto de partida; en este caso, el derrame de la orina en el espesor de los tejidos es per- manente, la infiltración urinosa de la elefantiásis es intermiten- te y sigue inmediatamente á la emisión voluntaria del conte- nido de la vejiga. Las fístulas urinarias, originadas por las es- trecheces uretrales, dan resudaciones inagotables y perpetuas; las fístulas urinarias de la elefantiásis pueden permanecer en seco completamente, en el intervalo de las micciones; son, pues, mucho ménos intolerables que las fístulas urinarias pro- ducidas por las estrecheces. Los ataques de angioleucítis y de flebitis que los enfermos califican de erisipela, trastornan la salud, exigen el reposo en la cama, pero jamas amenazan la vida. Las flegmasías críti- cas de que nacen flegmones difusos han puesto más de una vez en peligro la existencia de los enfermos; se complican de des- pegaduras y de trayectos fistulosos. Las infiltraciones urino- sas exponen á infecciones pútridas urinarias, que agregan á la gravedad de toda supuración un elemento séptico más. Esas infiltraciones son de repetición: á cada nueva infiltración, na- cida de )a obliteración de los antiguos trayectos fistulosos, se producen nuevas erupciones inflamatorias, gracias á la inyec- 145 cion de nuevas cantidades de líquido urinario, inevitables en cada deplecion de la vejiga, puesto que el conducto prepucial se ha hecho inextricable. Cuando ha pasado el período agudo de esos accidentes de infiltraciones urinosas, los conductos fistulosos se preparan á su? nuevas funciones, se revisten de una membrana piogénica que suministra una excreción purulenta incesante y que sobre- vive al corrimiento urinario por las fístulas en el intervalo de las micciones. Esta alternativa de resudaciones urinarias y purulentas convierte el tumor de las bolsas en un foco de ex- halaciones fétidas, intolerables para el enfermo y los que lo asisten. - Estos accidentes y estas incomodidades tienen sin embargo sus ventajas: merced á esas excreciones purulentas agudas y crónicas, el tumor elefantiásico, después de cada flegmasía pu- rulenta urinosa, disminuye de volumen; disminución que se efectúa en la misma proporción que el flujo de los líquidos purulentos por las fístulas. A veces un tumor del escroto, que era tan voluminoso que llegaba cerca del suelo y que el pene habia desaparecido debajo de sus cubiertas, que la marcha y hasta la posición sentada en una silla eran imposibles,—es atacado de infiltraciones urinarias y de erupciones flegmono- sas, y disminuye poco á poco, en algunos años, hasta el punto de permitir la posición sentada y caminatas prolongadas. Es que el tumor, gracias á dicho trabajo, se eleva hasta el nivel de las rodillas; y así disminuido, se ha vuelto conciliable con una vida bien miserable por otra parte. Otras veces pueden las fístulas secarse, detergerse y cicatri- zarse la pérdida de sustancia del escroto, interceptada entre las fístulas, dejando como vestigios de su existencia pasada una pérdida en forma de depresión, de pocilio de contornos irre- gulares. El sitio habitual de esos pocilios corresponde al cen- tro del segmento inferior de la esfera escrotal; y esa posición oculta hace que á menudo pase inadvertida la deformación, pudiendo sospecharla el observador cuando emergen algunos pliegues radiados hasta el segmento más anterior de la esfera. 146 La curación de las fístulas se explica por la formación de un trayecto fistuloso que haya puesto de nuevo en comunicación el meato con el conducto prepucial por medio de un circuito desviado que ha franqueado el primer obstáculo á beneficio de una especie de falsa vía, ó por un trabajo ulcerativo que ha destruido completamente las sinuosidades descritas por el alar- gamiento contorneado del prepucio. A partir de la curación de las fístulas, crece de nuevo el es- croto, y esta expansión, que se opera en toda la periferia de aquel, encontrándose embridada por el tejido cicatricial de las antiguas fístulas, los bordes del pozuelo siguen solos el nuevo movimiento excéntrico de la hipertrofia del escroto, y el fon- do parece deprimirse todavía más en todo el espesor nuevo de las bolsas y elevarse por delante. Más tarde el alargamiento sinuoso del prepucio sigue su curso, ó las balanopotítis adhesivas oponen nuevas barreras, y entonces se establecen infiltraciones y fístulas urinarias de se- gunda distinguiéndose su sitio de las primeras, por sus bocas más inferiores regularmente; pero pueden ser poste- riores á las primeras á causa de las exigencias de las antiguas bridas cicatriciales.—Con las nuevas supuraciones, empieza de nuevo el tumor su marcha retrógrada hácia la resolución. El pronóstico de la afección gana, pues, con estas complica- ciones y las indicaciones quirúrgicas cuya fuente llegan á ser, lo que ha perdido por los riesgos que engendran las supuraciones. Las inspiraciones que saca la Terapéutica de en medio de esos hechos, son favorables á los sedales pasados metódica y sucesivamente en las diferentes regiones del tumor,—comen- zando por sedales introducidos horizontalmente en el segmento inferior, y siguiendo con sedales verticales pasados por la cir- cunferencia con un cabo superior que salga alternativamente de los diversos lados del tumor, y otro inferior saliendo por un orificio invariable, central é inferior. . f 7 39. Entre las observaciones que apegan lo expuesto, hay una que merece por lo ménos ser consignada aquí en forma analítica. 147 Trátase de un peregrino que fue á pié hasta Hormigueros, desde Guanica en la costa Sud de la Isla, recorriendo una dis- tancia de cerca de ocho leguas en el curso de Octubre á Di- ciembre de 1867, con un tumor elefantiásico del escroto muy incómodo, y sin embargo bastante disminuido por las fístulas y las infiltraciones urinosas.—Gregorio Cruz tiene 58 años, de raza blanca, estatura pequeña, lleva en su rostro las huellas de un gran agotamiento, color amarillo de la piel, flaquencia, bar- ba y cabellos blancos. El tumor principió hace 14 años. Cau- sas desconocidas; pero ha vivido siempre en la costa Sud de Puerto-Rico, la más fecunda en tumores elefantiásicos en los habitantes de ambas razas.—El volumen del tumor llegó hasta el nivel de la parte inferior de las pantorrillas; la equitación y la marcha eran imposibles, cuando hace diez años se produje- ron accidentes de infiltración urinosa: dolores vivos, calor, hin- chazón rápida y exagerada, supresión del curso de las orinas, y sin embargo evacuación bien apreciada de estos líquidos en el espesor del tumor. Cada esfuerzo de micción aumentaba los dolores y los signos de flegmon gangrenoso, formación de co- lecciones purulentas, esfacelo, salida de líquidos purulentos y urinarios. Segmento inferior del tumor acribillado de aguje- teros, que dejan pasar la orina; pérdida de sustancia del escro- to; manifestación de fístulas sobre una superficie aufractuosa. A medida que se vertía el pus, el enfermo veía en algunas se- manas disminuir el tumor en todos sentidos y restablecerse las funciones de vencidad que impedia aquel. Pasado algún tiempo, curación de algunas fístulas, recuperándose el curso de las orinas por el prepucio alargado. Estado actual.—Olor urinoso intolerable, que hace del enfer- mo un objeto de compasión, y de disgusto la resudación inter- mitente urinosa que baña el escroto y los vestidos. Estas fís- tulas están abiertas en la cara inferior y anterior del escroto y hasta por debajo de la emergencia de la parte libre del prepu- cio. El mayor número de ellas converge hácia una cloaca cu- ya superficie externa corresponde, por debajo, á una pérdida de sustancia en el escroto. Algunas están borradas; y no queda de 148 ellas mas que el orificio señalado por algunos botones carnosos rojizos, que se hallan escalonados desde el forro hasta la unión de las caras anterior é inferior del escroto. Las más elevadas son las que se han cicatrizado más completamente; las más húmedas son las que se aproximan más al centro del segmen- to inferior. Así se ve la edad y el drden de formación de las fístulas: las superiores se han formado y curado las primeras. La fórmula destinada á expresar la sucesión progresiva de las infiltraciones y de las fístulas urinarias, sería: de arriba abajo y de delante atras. Es fácil de creer que este orden, este des- censo progresivo y esta multiplicación de las infiltraciones y de las fístulas no han desempeñado un papel sin importancia en el acto de la disminución parcial y total del tumor. Es presumible que el camino directo y desde el primer golpe de arriba* abajo á través del mayor espesor, según el diámetro más grande de la esfera escrotal, no hubiera producido la disminu- ción del tumor en una proporción igual. Si por una coinci- dencia fortuita hubiera motivos para suponer la existencia de estrecheces del conducto uretral en un mismo individuo ata- cado de elefantiásis del escroto con hundimiento del pene en el espesor del tumor, se reconocería muy fácilmente su causa, la lesión de canalización. Así pues, nunca las fístulas urina-, rias de la elefantiásis pasarán de un plano vertical que separe la mitad anterior de la posterior del escroto. Las fístulas pre- puciales serán todas anteriores, jamas serán perineales, áun menos inguinales y dirigidas en su curso de arriba abajo: estos dos últimos caractéres no pertenecen ni pueden ser im- puestos sino á direcciones de líquidos, cuya fuente se halla por detras de la aponeurósis media; pudiendo también observarse en las fístulas situadas sobre la región pubiana é inguinal. De donde esta generalización:—Siempre que se abran fístulas so- bre el segmento posterior de un tumor elefantiásico del escro- to, pertenecerán casi con seguridad á una estrechez de la uretra. El tumor de las bolsas ha disminuido tanto en el caso actual, por ese procedimiento de curación espontánea, que en lugar de 149 descender por debajo de las pantorrillas, sube en la actualidad á cuatro traveses de dedo por encima de la rodilla. ¿Debía operarse el Sr. Gregorio Cruz?—Le hemos propues- to la operación por las razones siguientes, que nos han pareci- do otras tantas indicaciones formales: 1? La castración, que puede ser útil é inevitable, tenía pocos inconvenientes en esa edad; 2? Gregorio Cruz, por sus resudaciones urinarias y pu- rulentas, se ha hecho un objeto de disgusto para los otros y para él mismo; 3? Gracias á la estrechez y más tarde á la obli- teración de las antiguas fístulas, puede temerse la producción de nuevas infiltraciones urinarias, capaces de ser mortales; 4? El flujo purulento que cale de esas fístulas múltiples es una causa de agotamiento para el sujeto; 5? Toda profesión es im- posible, y el paciente está reducido á la mendicidad; y 6? La vascularidad ha disminuido por los flegmones. Aceptada y después rechazada la operación, sefialarémos las contraindicaciones que pueden consolarlo de su negativa: 1? la edad de 58 años; 2? la existencia probable de bridas fibro- sas cicatriciales tendrían el inconveniente en un joven de ha- cer más difícil la disección y la enucleación de las glándulas seminales, aunque estos órganos y los cordones, gracias á su situación en el segmento posterior de la elefantiásis, hayan po- dido escapar á los efectos de los flegmones urinarios y á la ci- catrización de sus focos; 3? los buenos resultados señalados en las estadísticas se refieren á personas todavía jóvenes, miéntras que la edad del tumor actual dejaba sus resultados á lo impre- visto; 4? un anciano tolerará difícilmente operaciones tan fe- cundas en gangrena de los colgajos y en complicaciones sep- ticémicas. Y sin embargo, podia contestarse que el sujeto ha- bia adquirido, por sus infiltraciones repetidas y las resudacio- nes purulentas, el hábito de cierto grado de intoxicación ates- tiguado por su apariencia caquéctica. A falta de operación completa habíamos propuesto al enfer- mo que aceptase por lo ménos una operación parcial, que hu- biera dado por resultado la resección de la parte del tumor correspondiente á su segmento anterior, comprendiendo en $lla 150 toda la región hipertrofiada del forro prepucial y todos los teji- dos alterados por la infiltración. Esta operación paliativa hu- biera tenido por efecto conciliar los temores y las negativas del paciente con la necesidad de desembarazar el pene y de restablecer el curso natural de la micción.— la ablación total (y por motivos á la verdad justificados), esta resección tenia el inconveniente de hacer una herida más difí- cil de cicatrizar que la que hubiere resultado de la ablación completa. VIII. Método de la compresión y dé las incisiones múltiples: sus ventajas para el escroto, demostradas por la analogía.—40. Los sedales repugnan á la mayor parte de los enfermos; pero su elogio resalta del estudio precedente: ¿no podrá obtenerse un resultado tan favorable sin los sedales? Para responder á esto, es preciso invocar la identidad de naturaleza que existe entre la elefantiásis del escroto y la de las piernas. Véase el ejemplo de un hombre de color, que muchos vieron salir del Hospital de Mayagüez en un estado muy próximo á la curación, merced á las incisiones múltiples hechas para combatir el es- tado monstruoso de sus piernas. El negro criollo Pablo Geigel, nacido en la capital de la Is- la, era de 27 años cuando entró en el hospital civil de Maya- güez el 3 de Octubre de 1865: el escroto conservaba una inte- gridad absoluta; ninguna ulceración ni en los surcos profun- dos que separaban los pliegues existentes entre la cara ante- rior de la pierna y la garganta del pié, los de esta región y la cara superior de los artejos. El peso de las piernas era tan grande, que se veía trastornado su equilibrio. En vano se tra- ta de explicar la integridad del escroto por la intensidad de la lesión de las piernas; pues se ven piernas que parecen consu- mir el genio elefanciaco reinante en un organismo, y sin em- bargo, á pesar de la emaciación sufrida por las demas regiones del cuerpo, el escroto de algunos individuos no deja de ser ata- cado muy fuertemente de elefantiásis. Pudiera emitirse, sin demasiada vacilación, este pensamiento: que la elefantiásis del escroto complica la de las piernas en proporción de la activi- 151 dad genital de la víctima: solicita la localización escrotal, co-. mo las profesiones, que favorecen la estación vertical prolonga- da, solicitan la localización en las piernas. Pablo Geigel esta ba siempre de pié, á causa de su oficio de vendedor ambulan- te. El principio de su enfermedad databa de la edad de doce anos, habiendo señalado su evolución repetidas erisipelas. Su estado general habia sufrido de mucho tiempo atras; y las ma- nos descarnadas del sujeto prueban su estado de sufrimiento, disimulado por la conformación del rostro. He aquí el tratamiento eficaz y enérgico seguido en este caso, y aplicable en todo á la elefantiasis del escroto, dado que fuese rechazada la osqueotomía: el arseniato de sosa y el yoduro de potasio se repartieron los honores del tratamiento médico; las incisiones, los cauterios y la compresión los del tratamiento qui- rúrgico. Estos medios fueron empleados paralelamente, ayu- dados de baños repetidos y purgantes de sulfato de magnesia cada 15 dias. Las incisiones hechas por el Sr. Dr. Betances eran verticales, múltiples y sucesivas; tenían de 0,03 á 0,05 centímetros de longitud y de 0,02 á 0,03 de profundidad. Después de derramarse la serosidad contenida en las regiones vecinas, nuestro colega colocaba en algunas de ellas un frag- mento de nitrato de plata, el cual se fijaba en el fondo de la incisión por medio de hilas mantenidas con un vendaje com- presivo. Al cabo de algunos dias un flujo purulento reempla- zaba al seroso que, á su vez, habia sucedido á un flujo sanguí- neo.—En nuestra opinión, no se conoce ningún tratamiento eficaz contra la elefantiásis de las piernas; todas esas torturas son inútiles; la compresión solamente puede prestar alguna utilidad. Más tarde las vendas compresivas fueron reemplazadas por grandes botas de cuero, que el Dr. Betances mandó hacer pa- rasu enfermo: estaban hendidas por fuera, de arriba abajo, guar- necidas de ojetes y lazos que permitían una compresión útil; y esta utilidad es tan grande, que para demostrarla tenemos reco- gida la observación de un hombre de color, Luis Ruiz, que nunca habia tenido en los piés la elefantiásis que padecia en las piernas, porque siempre habia llevado zapatos. 152 Después de catorce meses de permanecer en el Hospital ci- vil de Mayagüez, salió Pablo el 10 de Diciembre de 1866; la gente le consideraba como curado y grande era la admiración que á todos causaba su estado, pero no completa la satisfacción del Dr. Betances, quien bien veía en las piernas los gérmenes de una probable recidiva. . 41. He aquí otro ejemplo en que hemos visto y podemos afirmar la curación, con sólo esta restricción, que simples aser- tos nos atestiguan que una elefantiásis ántes existente se halla en la actualidad curada. Juan Ruiz es muy digno de crédito cuando asegura que en otro tiempo tenía una elefantiásis de las piernas, hoy curada á beneficio de las incisiones repetidas, puesto que su hermano Luis, ántes mencionado, ofrece en los dos tobillos y en las piernas un principio de elefantiásis mani- fiesta, y su padre la presentaba en las piernas y el escroto, que lo llevó á la tumba á la edad de 51 años, á consecuencia de un ataque de erisipela elefantiásica. Juan Ruiz fué atacado, desde la edad de 22 años, de elefantiásis en la pierna derecha, acom- pañada de una erisipela elefantiásica mensual: el volumen de su pierna era tan considerable que llenaba la del pantalón; el enfermo estaba dispuesto á dicha afección por la doble cuali- dad de heredero de un padre elefanciaco, y de mulato. Erale imposible toda profesión: con una cuchilla se practicó él mis- mo incisiones múltiples, cuyas huellas pueden verse, contándo- se más de doce; entonces sufria de una erisipela: bajo la in- fluencia de la sangre vertida por algunas de las heridas, y de serosidad por todas las incisiones, una rápida mejoría le permi- tió en 48 horas dejar la cama, en donde se encontraba con fie- bre. Recidivas de las erisipelas al cabo de dos meses: cinco nuevas incisiones, y nueva curación de las erisipelas en veinti- cuatro horas. Desde entonces no sufrió más de ellas Juan Ruiz, ni de hinchazón elefantiásica de las piernas, pero fué ata- cado, una vez solamente, de erisipela de los brazos. No es la primera ocasión que vemos generalizarse la erisipela y tras- portarse á un miembro torácico en virtud de una especie de me- tástasis: otro ejemplo encontramos en el Sr. Burgos, de Maya- 153 giiez, ya citado al principio de este trabajo, coincidiendo en él, como en el caso de Juan Ruiz, si no con la curación de su ele- fantiásis del escroto, á lo menos con la desaparición de la erup- ción de angioleucítis que padecía. 42.' Cualquiera que sea la naturaleza comparada de la ele- fantiásis de los griegos y de la elefantiásis de los árabes, es pre- ciso notar que los medios curativos de la primera, si existie- ran, deberían ser siquiera experimentados contra la 2? afec- ción situada en el escroto ó en las piernas. El Sr. Dr. D. N. Rodríguez, uno de los decanos entre los profesores de Puerto- Rico, lia tenido la bondad de darnos la nota siguiente, cuya exactitud garantiza:—Hace algunos años que en el ingenio “San José” vivía un negro joven llamado Cárlos, como de 20 años: este desgraciado se bailaba atacado de elefantiásis de los griegos, de la enfermedad conocida en el país con el nombre de “San Lázaro;” tenia las diversas regiones del rostro sembra- das de tubérculos y sus manos ganchosas ya habían perdido la libertad de los movimientos. Encomiábase entónces una plan- ta originaria de Venezuela llamada “Cuichunchulí,” de la fa- milia de las Rubiáceas; procurósela el Dr. Rodríguez, y según las indicaciones recomendadas administró tres dosis al enfer- mo, de un escrúpulo cada una. Los efectos de dicha planta fueron espantosos, agrega nuestro colega de Cabo Rojo: el cua- dro de los desórdenes funcionales provocados por el medica- mento representaba con bastante fidelidad el de los síntomas del cólera (calambres, vómitos, evacuaciones alvinas incoerci- bles). No se hizo otra medicación y el enfermo se curó: este hecho descansa en la afirmación de nuestro compañero, tan digno de fé; pero no se ha podido procurar otra dosis de la planta, ni sabe de otro caso de tratamiento del mismo mal por el mismo remedio. El grado avanzado de la enfermedad no permite creer en una curación espontánea, porque el estado preciso de las lesio- nes ofrecidas por las extremidades del joven enfermo es el si- guiente:—ya había perdido dos falanges de los dos pulgares, las tres falanges del índice de la mano izquierda, las dos falan- 154 ges del medio y del anular de la misma mano; los dos piés ha- blan perdido todos sus artejos. Por más que sea un hecho ais- lado, la atención de nuestro venerable colega de Cabo Rojo, el Sr. D. Nicolás Rodríguez, le concede un valor serio, y la plan- ta merecia ser estudiada más completamente y con mayor au- tenticidad. Los efectos de este medicamento han sido los de un agente tóxico; y.si se fuera á escoger entre, ellos, tal vez sería justo pensar en la administración, cuerdamente mesurada, progresi- va y reservada de la estricnina, como agente poderoso capaz de despertar y regular los movimientos de la nutrición desvia- da; y como medio sucedáneo de uso externo, no estaría fuera de propósito experimentar los efectos de la electricidad, la que no puede dejar de poner en juego, por lo ménos, todos los ele- mentos contráctiles de la región que, en el aparato vascular, ha- cen un papel importante en la circulación y en los estásis que son el efecto de todas las causas que le ponen obstáculos. VIII. De la osqueotomía sin recidiva.—43. Puesto que la Materia médica y la Terapéutica no ofrecen sino recursos tan fugaces y tan inciertos, es preciso ocurrir á la operación, á la ablación del tumor elefantiásico de las bolsas, á la osqueotomía. Es preciso buscar individuos operados, y á larga distancia des- pués de la operación ver sus buenas consecuencias ó sus reci- divas. Vamos á dar el fruto de nuestras investigaciones; pero desde luégo debemos señalar una memoria, un trabajo presen- tado á la Sociedad de Cirugía de París, en 1864, por el Sr. Dr. Betances, de Mayagüez; trabajo que hasta ahora no habíamos citado como se merece, por no haber llegado á nuestras manos, figurando en él las notas que habia tenido la bondad de comu- nicarnos el Dr. Audinot, como resultado de su colaboración con el profesor ántes mencionado. El trabajo de nuestro distinguido colega contiene tres obser- vaciones principales de osqueotomía, escritas con pormenores y hechas Con felicidad,—en un blanco, el Sr. Arrocho, y hace alusión particularmente á la osqueotomía practicada en dos blancos, los Sres. B. hermanos, cuyas dos hermanas ofrecian las 155 piernas de las Barbadas, y cuya familia habia perdido dos ni- ñas, también sus hermanas, atacadas de albuminuria. Los da- tos también que hemos podido recoger respecto del Sr. Arro- cho, hablan todos en favor de la osqueotomía y de nuestro co- lega el Dr. Betances, y á continuación de ellos hablarémos de un cuarto operado, el Sr. T. C., de que tampoco se habla en su preciosa memoria, aunque merezca figuraran la historia de di- cha operación y de sus resultados. 44. Fermin Arrocho, de Mayagriez, hombre blanco, de una constitución empobrecida, de un temperamento linfático y de edad de 45 años, tiene (dice el Dr. Betances en 1864) un tu- mor del escroto que le hace insoportable la vida, y pide que se le opere, áun cuando deba morir de resultas de la operación. Lleva en las piernas, el cuerpo y la cai»a numerosas cicatrices de viruelas, y cicatrices de bubones én los puntos que ántes de su enfermedad ocupaban las ingles. El tumor habia empe- zado á desarrollarse hacía dos años por un infarto ligero de las bolsas; bajaba hasta encima de las rodillas en la época de la operación, y exhalaba un olor nauseabundo. Situación de la raíz del pene: á ocho traveses de dedo por debajo del pubis. Los cordones espermáticos escapan á la exploración; se siente bien la posición de los cuerpos cavernosos.—El 1? de Julio de 1860 es operado el enfermo de la manera siguiente:—Posición del paciente: como para la operación de la talla, sobre una mesa. Manual operatorio: dos incisiones profundas, partiendo cada una del orificio externo del conducto inguinal y yendo á reunirse en Y por debajo de la raíz actual del pene, ó más bien de la piel de éste que se encuentra contorneada á manera de un sa- cacorchos. A dos traveses de dedo de profundidad se encuen- tra tejido celuloso blanco-amarillento infiltrado de serosidad, y á cada incisión se vierte sangre venosa en abundancia. En el ángulo de las dos incisiones está el cuerpo del pene, que es di- secado prontamente, debajo y á los lados, y que se hace levantar sobre el vientre. Entonces dos nuevas incisiones, principiando en el mismo punto que las dos primeras, van tam- bién á unirse contorneando el tumor, que se mantiene levanta- 156 do, á O’IO centímetros por delante del ano. Debajo de las dos primeras incisiones se encuentran los cordones por detras, ro deados de tejido celulo-adiposo abundante é infiltrado de sero- sidad. Este carácter ha permitido reconocer después al opera- dor la situación de los cordones ántes de descubrirlos. La can- tidad de sangre es abundante; la constitución del sujeto no deja prolongar mucho la disección, y el cirujano no se atreve á dete- nerse para enuclear los testículos. Por las incisiones ya hechas se encontraba el tumor pediculizado, y sobre este pedículo se aplica el magullador (écraseur) lineal. El operador siente no ha- ber tenido la idea de pasar la cadena hácia adentro de los cor- dones, para salvar los órganos genitales. La aplicación del ma- gullador, bien hecha, contiene la hemorragia y disipa los temo- res. Antes de la sección, el pedículo no tenía mucho más de 0,02 centímetros cuando se rompióla cadena. En su lugar se pone'una ligadura, se termina felizmente con el bisturí, aunque deplorando la pérdida de los testículos. La piel del pene, des- plegada y estirada hácia arriba, reformó la vaina de los cuer- pos cavernosos y del' conducto uretral. El colgajo pudo apli- carse muy bien sobre, la herida. Se practican suturas de ára- bos lados y aplicación de compresas mojadas en agua fria. La operación duró treinta minutos. El tumor pesaba nueve libras sin contar con la sangre y la serosidad.—Nada notable ocurrió los dias siguientes, á no ser un ligero olor de gangrena que pa- ra el Dr. Betances se explica por la supresión brusca de los me- dios de nutrición que llevaban á los tejidos innumerables va- sos venosos; ademas la gangrena, tan fácil después de la os- queotomía, le impone una gran reserva en el empleo del per- cloruro de hierro como agente hemostático. El exámen del tumor denotó una infiltración de la trama celular y una gran abundancia de sangre; lo que recuerda que, en un gran número de observaciones en que ha habido hemor- ragias, se ha encontrado la trama del tumor compuesta en gran parte de tejido celular de mallas ensanchadas y conteniendo un líquido seroso, denso y amarillento. El enfermo sale cura- do nueve dias después de la operación, y más tarde se ha ocu- 157 pado en el servicio de correo á pié. El Sr. Dr. Betances llama la atención sobre las ventajas del magullador en el caso del Sr. Arrocho y supone que ha evitado, gracias á este procedi- miento, el peligro que presentan las venas voluminosas. Después de la lectura de la memoria á que nos referimos, creemos que es de una gran importancia para el porvenir de la osqueotomía saber, si pasados siete años y medio de interva- lo, la operación tan felizmente hecha y terminada no ha sido seguida de recidiva. Hemos encontrado al Sr. Arrocho y obtenido de él los docu- mentos que siguen: En primer lugar, proclamémoslo con viva satisfacción para el porvenir de la operación: en siete años y medio no ha reci- divado el tumor elefantiásico del escroto. La piel destinada á revestir el pene ha sido ménos respetada que el colgajo más corto que ha cerrado la herida de la operación por detras y por debajo. La extremidad inferior del colgajo que fué cortado sobre la cara anterior del antiguo tumor, tomándolo con objeto de formar el prepucio á tejidos que contenían elgérmen de la elefantiásis, y esa extensión considerable de tegumentos reser- vados han permitido el desarrollo del tumor elefantiásico que existe actualmente sobre el prepucio del Sr. Arrocho, y cuyas medidas daremos más léjos. Podemos pues señalar ese hermo- so resultado, que es el mejor elogio de la osqueotomía y una conquista definitiva en honor de la Cirugía moderna. Un po- co ménos de temor en abandonar la extremidad del pene sin órgano tegumentario de protección, y la operación se hubiera salvado por completo hasta del pequeño reproche de haber permitido una manifestación tan ligera de elefantiásis prepu- cial; afección parcial que interesa por otro lado tejidos tan po- co extensos, que el magullador dará cuenta muy pronto de tal exuberancia. Parece justo creer que el escroto no . se ha escapado de la recidiva, sino por el sacrificio de las glándulas seminales, tan sentido por otra parte del Dr. Betances; gracias á esta castración, se pudo hacer el colga- jo posterior lo más corto posible, y colocarlo así en las 158 condiciones materiales de dimensión,' las más seguras para la no recidiva. El Sr. Arrocho lleva en la pierna derecha una tumefacción cuyo valor importa juzgarlo bajo el punto de vista de la histo- ria de las recidivas á distancia. La pierna izquierda tampoco goza de una integridad perfecta; presenta cicatrices que, si he- mos de dar crédito á las protestas negativas de dicho Sr. acer- ca de sus antecedentes, no pertenecerían á antiguas manifesta- ciones sifilíticas; ademas, el color de esas cicatrices es muy blanca. La pierna izquierda no ofrece por todo tumor sino el formado por dilataciones varicosas, indolentes y reductibles, dependientes de la vena safena interna y situadas en el borde interno del hueco poplíteo.—Antecedentes de la pierna derecha: estaba sana ántes de la operación, se ha puesto tumefacta sola- mente después de la ablación del tumor elefantiásico del escro- to. Diez y ocho meses después de la operación, apareció una hinchazón notable, no sin dolor, escogiendo por sitio principal é inicial la región maleolar derecha. El pié derecho no ofre- ció sino dilataciones venosas; encima del rodete formado al re- dor de los tobillos por esta tumefacción y cubierto de una piel un poco rugosa, se dibujó poco á poco una hinchazón cu- bierta de una piel lisa y al parecer fina, á lo ménos por su dis- tensión. Esta tumefacción de la región supramaleolar está sembrada de placas cicatriciales, huellas de heridas que se for- maron dos años después de la operación, acompañándose de dolores vivos y del flujo muy abundante de líquidos saniosos. Hace poco tiempo que las heridas se han secado, y el Sr. Arro- cho declara que las de la pierna derecha estaban todavía abier- tas habrá quince dias. Es verdad'que, como hemos dicho, desempeñaba el Sr. Arrocho el oficio de correo á pié, atrave- sando rios en medio de su curso; pero desde unos seis meses tiene otro empleo en el servicio municipal del departamento y sus marchas se efectúan á caballo y no á pié. Sea lo que fuere del mecanismo, he ahí una hinchazón que, sobrevenida á dis- tancia y al cabo de un intervalo de dos años, después de la ablación de un tumor elefantiásico del escroto, podría tal vez 159 juzgarse como una manifestación del mismo orden operada á distancia de su asiento primitivo; si bien algunos antecedentes pueden atenuar, ya que no borrar completamente, este pensa- miento: la primera afección conocida fué un flegmon circuns- crito de la pierna, y según dice él, fué un abceso precedido de un tumor y seguido de una llaga que persistió dos años des- pués de la abertura de la colección purulenta por el bisturí. El Sr. Arocho tenia 12 años; cuando se curó esa herida de la pierna derecha, se desarrolló un flegmon periadenítico de la in- gle derecha que terminó por la formación espontánea de una colección purulenta después de una aplicación prolongada de tópicos emolientes, contando entonces el Sr. Arocho 14 años. Darémos ahora las medidas de las piernas del Sr. Arocho. Las diferencias son las siguientes: Circunfe- \ rencia . .. j á 0,03 centímetros \ por encima del ápice > del maléolo interno. ) pierna izquierda.... 0, 18 pierna derecha 0, 21 pantorrilla izquierda. 0,27 pantorrilla derecha.. 0, 33 Por encima y por debajo de la rodilla.. . . Igualdad. 45. ¿Qué relación puede existir entre la manifestación de la elefantiásis del escroto, los antecedentes personales de un sujeto que padece esta afección ydos de su familia?—Esta es una cuestión poco estudiada en sus pormenores. El padre del enfermo lia muerto de hidropesía en una edad avanzada en el pueblo de Añasco, donde habia nacido: su madre era de raza blanca como su padre y como éste oriunda de Añasco, habien- do muerto de fiebres; seis hermanos, todos fallecidos de enfer- medades desconocidas: ninguno ha presentado la elefantiásis, ni el padre ni la madre; tres de los hermanos murieron jóvenes, los otros tres de más edad, casados, y dejando hijos que viven y gozan de buena salud. De siete hermanas, cuatro fallecieron, tres de éstas jóvenes pero casadas y dejando hijos (de los cuales uno vive y el otro ha muerto), siendo uno miliciano, actualmente 160 destacado á la capital; sü profesión acusa-su vigor.—Primer casamiento del Sr. A rocho: la primera mujer sucumbió en 1856 del último cólera que azotó la Isla: no tuvo hijos de esta unión, porque, según dice, contaba más de 50 años, era viuda y con hijos de su primer enlace, disfrutando una buena salud. Segundo casamiento: ha tenido lugar después de la castra- ción y de la osqueotomía; lo que parece ser una nueva prue- ba de la inutilidad de la ablación de seminales para aniquilar los deseos venéreos, pues á pesar de la opera- ción, continuó el mencionado sujeto experimentando necesida- des sexuales, sin duda con ménos frecuencia que en otro tiem- po, ántes y después del desarrollo del tumor, pero todavía muy marcadas; con todo de la castración, habría llenado sus debe- res conyugales á lo ménos dos veces por semana. La dureza de los cuerpos cavernosos durante el acto de la cópula y la erección eran muy completas, según dice, y agrega con insis- tencia que cada una de esas relaciones es seguida de la emi- sión de un liquido, cuyo color sería el de la clara de huevo, y su cantidad como el espacio de una pieza de dos francos (ó de cuatro reales.) Muy probablemente se trata del líquido pros- tético; y por mucha que sea la confianza del operado, su espo- sa jamas ha presentado, bien entendido, los signos de la fe- cundación. Antecedentes personales patológicos:—enteritis repetidas y prolongadas, que se atribuyen á la acción del gol;—disenterías múltiples, con deyecciones sanguinolentas cada vez. Siempre se ha quejado de haber sufrido dolores en los huesos cuando cambia el tiempo. Nunca fué vacunado. Una viruela con- fluente y grave lo puso en peligro á la edad de 40 años, du- rando cuarenta dias é infligiéndole las marcas que todavía lleva. Antecedentes especiales á los órganos afectados de elefan- tiásis:—Una primera gonorrea en 1842, que no fué seguida de adenitis ni de orquitis. Ausencia de chancros. La gonorrea se curó en un mes, sin necesidad de que suspendiese sus tra- bajos. No hubo hidrocele. Y á pesar de esta falta de com- 161 plicaciones, el Sr. A. no vacila en achacar su elefancía á aque- lla gonorrea.—Principio: en efecto, seis meses después de ella empezó el tumor de las bolsas, siendo de notarse que era tam- bién la época de su mayor actividad genital. 46. Estado actual en 13 de Diciembre de 1867.—Aparien- cia de un adulto castrado siete años y medio después de la os- queotomía:—La talla del sujeto es más que mediana; la cara y las otras regiones del cuerpo están casi absolutamente despro- vistas de pelos; apenas algunos vestigios de bigotes; no hay patilla; cabellos grises con un tinte terroso. Sistema venoso desarrollado en las manos; señales de ventosas debajo de la clavícula izquierda, con motivo de una bronconeumonía su- frida en 1847 próximamente; marcas de sanguijuelas en la bo- ca del estómago, visibles en medio de anchas venas superficia- les, y que se refieren al tratamiento de las complicaciones de la misma enfermedad. Estas venas epigástricas se unen con las ramas de las tegumentarias abdominales y de las mama- rias: ¿estaría su desarrollo en relación con el de las venas es- crotales en otro tiempo tan exageradas? Creíase que todo el sistema venoso abdominal superficial se habia desenvuelto en proporción de los impedimentos del aparato venoso profundo que ya no podía dar abasto á las olas de sangre llevadas del tumor del escroto, lentamente en la estación vertical, más rá- pidamente en la posición acostada. Hígado, bazo, intestinos: integridad absoluta de volumen, de estructura y de funciones.—Lumbagos frecuentes; funcio- nes urinarias perfectas; sudores abundantes y fáciles.—Los sentidos intactos: solamente las orejas ofrecen en sus lóbulos una lesión que tiene mucha importancia, puesto que esas dos regiones, que han llevado largo tiempo aretes, están desarro- lladas de un modo elefantiásico y tienen un tumor con todos los caractéres de los tegumentos elefan'tiásicos del escroto; tu- mor que presenta las dimensiones de dos piezas de dos francos (cuatro reales) superpuestas.-Los ojos permanecen en buen es- tado, las cejas con pocos pelos, y un arco senil muy marcado al rededor de la córnea trasparente. 162 47. El estado especial del pene, afectado de la hipertrofia del forro prepucial, merece una atención especial: parece que los tegumentos que lo componen se hallan triplicados de volu- men en espesor, y duplicados en longitud. El prepucio en- grosado sobresale del glande en una extensión de 0,06, y la circunferencia de este órgano hipertrofiado mide 0,12 centí- metros. De la extremidad del prepucio hácia la raiz del miembro, la tumefacción va disminuyendo insensiblemente. La longitud total de los tegumentos del forro, así atacados de hipertrofia, es de 0,05 centímetros desde la raiz hasta el extre- mo del prepucio. De esto parece resultar, que la punta del colgajo anterior en V hubiera sido útilmente cortado más cor- to y menos bajo en medio de los tejidos alterados; y, para de- cir todo nuestro pensamiento, creemos que los colgajos sufi- cientes deben más bien ser medidos estrictamente que no pro- digados con largueza. La experiencia de las infiltraciones uri- narias muestra todos los dias cuán fácil es’para las glándulas seminales el quedarse sin colgajos cortados de una sola pieza pa- ra cubrirlas; los mamelones carnosos de las llagas del escroto des- truido por la gangrena, bastan para la formación de un escro- to cicatrocial; y por asimilación legítima, puede decirse lo mis- mo del forro, que debe también formarse de una sola pieza por el solo poder de los mamelones carnosos. El reproche que se ha hecho á esas cicatrices, de ser inextensibles, es ménos gra- ve que la amplitud dé los colgajos, tan necesariamente fecun- da en recidivas locales. Es menester adoptar esta regla: no se tomará nada de las regiones alteradas, por ligera y por pequeña que sea la super- ficie del colgajo que ofrezca las huellas, siquiera dudosas, de posibles elefantiásis. 48. En cuanto al estado de las dos regiones ínguino-crurales en relación con la osqueotomía y la alteración actual de las pier- nas,—las cicatrices de la antigua operación, de hace siete y medio años, se dibujan sobre una región pubiana casi glabra, en forma de líneas blanquecinas muy poco diformes.—No hay hernias ni trazas de dilatación de los conductos inguinales. La 163 piel de la región está sana,. pero el tejido celular subcutáneo areolar y laminoso de las dos regiones forma un paquete elás- tico semejante á un cono que tuviese su base dirigida hácia arriba. En medio de esta masa indolente del tejido celular atacado de una hipertrofia estacionaria, se siente aunque con- fusamente un rosario de glándulas linfáticas indolentes, pero cuyo infarto poco desarrollado iguala al volumen de una ave- llana. En vano se busca en el sistema glandular cervical algo que se parezca á la pléyade posterior y que invoque recuer- dos de la sífilis. Todos los tejidos de todas las regiones son flojos, blandos, macilentos como en los individuos de temperamento linfático exagerado, y de cloroanemia profundamente inveterada. Un gran número de afecciones reumáticas han medrado con esta disposición. El Sr. A. es el digno miembro de una familia de valetudina- rios que todos han muerto temprano, aunque sin afección que pueda compararse á la de dicho sujeto- Las preparaciones yoduradas han parecido indicadas. El Sr. A. las ha tomado }T las asocia al tratamiento analéptico. Acabamos de trazar la historia de un hombre, que, por sí sola, vale una serie de argumentos irrefutables en favor de la osqueotomía y contra la objeción de las recidivas que se le opone. IX. Justificación de la recidiva verificada áun después de la destrucción por gangrena de los colgajos conservados.— Varie- dad escrofulosa.—49. Los hechos que siguen son ménos feli- ces, pero se refieren á sujetos que han tenido el peligroso ho- nor de escaparse de la castración en sus operaciones de os- queotomía. He aquí una persona de raza blanca, perteneciente á una clase más acomodada de la sociedad que la anterior: el prime- ro era un criollo, éste es un europeo; esta cualidad negativa de extranjero de antemano disminuye mucho las probabilida- des favorables de recidiva que la posición social ha puesto del lado del Sr. T. C. de Mayagüez. Una elefantiásis del escroto, 164 que desde hacía mucho tiempo llevaba, fué operada habrá 5 años por el Dr. Betances. La persistencia de la curación fué incontestable hasta dos años después de la operación; y sólo desde hace tres que se vendría á notar una nueva hinchazón de la región escrotal. Este caso merece ser aproximado del precedente tanto más cuanto que el Sr. T. C., como el primer individuo ya nombrado, perdió completamente hasta el colga- jo posterior, inclusa su inserción al perineo; en cuyo ejemplo podría acusarse de la recidiva á la prodigalidad en la medida de los colgajos, puesto que el colgajo destinado á cubrir las glándulas seminales conservadas, ha desaparecido gracias á la gangrena. Es pues preciso iudagar directa ó indirectamente la natura- leza posible y probable de las causas que han presidido á esta recidiva operada en condiciones que le parecían tan desfavo- rables. 50. La familia del Sr. T. C, era, como él, oriunda de Casti- lla y sus cuatro abuelos maternos nó murieron sino de vejez en su país natal.—El padre murió más joven, de 30 años, en Ma- drid, de enteritis; y la madre, de 38 años, de una fiebre escarla- tina. Tres años ántes de su muerte, había sido ella operada de un cáncer de la mama izquierda en Santiago de Galicia. El tumor del pecho era tan voluminoso, que no pesaba ménos de 9£ libras. En el momento en que murió la operada, no había todavía reproducción aparente. En el estudio que ha de seguir al del Sr. T. C. vamos á en- contrar, por una aproximación digna de notarse, que la madre de cuatro sujetos elefanciacos sucumbió de resultas de un cán- cer del útero. En la línea colateral se encuentra que las afecciones reumá- ticas dominan: los tios de dicho Sr. han sufrido neumonías, pleuresías y calenturas intermitentes; tias 'muertas de parto; un hermano asmático.—Personalmente el Sr. T. C. señala en su juventud afecciones repetidas de los ojos, muy probable- mente queratitis superficiales: en efecto, la córnea del lado de- recho ha perdido su trasparencia; es opalina, de donde la im- 165 perfección de la vista en este lado.—A la edad de 25 años, un abceso frió debajo de la mandíbula, á la derecha, que durante un año dió pus hasta el efecto útil de un tratamiento que se compuso de depurativos. Con mucha frecuencia corizas.— En Mayagüez, á los 35 años, manifestaciones reumáticas; el reumatismo era subagudo y casi apirético, habia invadido el brazo derecho y las dos piernas, dejando libre el brazo izquier- do, duró seis meses y se curó en quince dias por los revulsivos intestinales.—Afecciones de los órganos genitales externos: una primera gonorrea á los 21 años, que se curó sola y estu- vo abandonada ocho meses á su propio curso, sin ser seguida de orquitis; á los 35 años, otra blenorragia, que duró quince dias, sin complicaciones locales ni generales; después de ella, se manifestó una hidrocele doble; su principió fué insensible, sin trabajo inflamatorio notable en la túnica vaginal: estas hi- droceles alcanzaron en seis meses el volumen de dos naranjas grandes, fueron operadas por las inyecciones yodadas y cura- das perfectamente. La vida de las colonias presentó sus en- fermedades: en calidad de militar, el Sr. T. C. desembarcó en la capital déla Isla hace 14 años, y después de cuatro de per- manencia, fué atacado de la fiebre amarilla en 1852: se em- plearon los purgantes como método especial. Las enfermedades de aclimatación pueden considerarse como predisponiendo á los sujetos, así dotados de una vida nueva, á las afecciones más comunes de los criollos, y á la elefantiásis en el caso actual. 51 La descendencia de un individuo afectado de elefancia del escroto está más directamente ligada á él, que las enfer- medades anteriores más generales y más lejanas: en un primer matrimonio, tuvo el Sr. T. C. hijos que él mismo ha calificado de linfáticos y que han padecido bronquitis crónicas muy per- sistentes, sobretodo en una niña; un muchacho ha tenido glán- dulas linfáticas debajo de los maxilares, que han seguido en algunos meses una evolución rápida de más á ménos:—el se- gundo casamiento dió dos niñas que hemos asistido en sus do- lencias; una de 7 años, cubierta de escrofúlides que resisten á todos nuestros tratamientos durante muchos meses y ceden al cambio de habitación y al tratamiento habitual de la escró- fula cutánea. La primera parte del tratamiento habia coinci- dido con la época de las lluvias, las cuales tienen aquí una gran influencia en la prolongación de las afecciones húmedas de los niños; así que viene el invierno de los trópicos, es decir, el buen tiempo, la sequedad, el viento, la temperatura fresca de las noches, que no excluye el calor de los dias, las llagas se secan también en los enfermitos que se impregnan de hume- dad como verdaderas esponjas.—El niño tnás pequeño cuenta dos años, su dentición fué muy borrascosa y acompañada de enteritis febril, que por espacio de un mes hemos combatido; unavez curada, recidivaba siempre. Este niño es rubio como su hermana; sus ojos ofrecen una afección frecuente en los criollos jóvenes de Puerto-Rico; están agitados de movimientos que na- da calma, y sin embargo su vista parece clara; estrabismo in- terno ligero; para la convalecencia de la enteritis se manifestó una- eflorescencia de escrofúlide, en forma de éctima, sobre las piernas. El principio de la elefantiasis del escroto en el Sr. T. C. fué como sigue:—Hace siete años que la tumefacción del escroto se manifestó sobre la línea media del escroto y en su parte in- ferior: hacía 13 años de su llegada á la Isla; como militar, y después en su profesión civil, estuvo muy expuesto durante tres años á las vicisitudes del tiempo, gracias á las alternati- vas de la temperatura. Desde hace 11 años, se ocupa dicho Sr. de la dirección $e un matadero importante (1); jamas ha visto á uno solo de los empleados del establecimiento, direc- tamente expuesto al contacto de la sangre de los animales y desús despojos, ofrecerla misma afección del escroto; pero, di- gámoslo incidentalmente y con sorpresa; lo que él ha obser- vado desde hace 11 años, es que catorce de sus empleados, matadores ó pesadores de carne, han sucumbido á la tisis pul- monar. Habría motivos para asombrarse de semejante resul- (1) Los animales sacrificados en este establecimiento casi todos son bueyes, alguna» vacas, pocas ternevas, todavía ménos carneros, ascendiendo ó un total de 2.500 ca- bala». 167 tado, tan opuesto al floreciente aspecto que da la carnicería en Europa, si el abuso de los alcohólicos y otros abusos análo- gos no explicáran la afección. Todas esas víctimas contaban do 20 á 40 años.—El uso de la carne de puerco (1) es acusa- do animosamente de producir la elefantiasis en los hombres de color, aunque no puede decirse que se la estime inocente en los blancos. La teoría de los parásitos se ve acaso algo confir- mada en el desarrollo de esta afección en sujetos sometidos á esos contactos y á esa influencia de los animales; pero se ne- cesita ser muy reservado ántes de pensar en admitir una teo- ría que nada justifica todavía. 52. Ninguna erisipela, ninguna angioleucítis,—tal es el punto más importante en la historia de esta elefancía del es- croto observada en el Sr. T. C.: es un carácter negativo del todo excepcional, puesto que todos los individuos que hemos observado han ofrecido erupciones inflamatorias áun ántés del desarrollo del tumor, como se tiene un ejemplo en los dos her- manos Burgos. En el enfermo que nos ocupa, ese desarrollo no habia tenido necesidad del mecanismo de dichas erupciones (pousssés) de angioleucítis para crecer y para llegar al peso de 532 gramos en el espacio de dos años: el peso solo moles- taba durante la marcha. La piel del forro no participaba en- tonces del desarrollo elefanciaco del escroto; sin embargo, doce años ántes el Sr. T. C. habia experimentado una hinchazón apirética, pasagera, de algunos dias y sin recidiva; entonces vio que la piel del pene, como la del escroto, se desarrollaba sin causa notable en el conducto de la uretra. 53. La operación que sufrió el Sr. T. C. fué practicada en Novieíhbre de 1862 por el Dr. Betances. El Dr. D. Pedro Arroyo asistió á ella y administró el cloroformo, medicamen- to que inspira muchos recelos en la Isla y reclama por lo mé- nos una desgracia ántes, durante y después de la osqueotomía. —El manual operatorio, según nos ha dicho el Dr. Arroyo, fué el siguiente: “Se hizo una ligadura circular al rededor del pe- (1) Los puercos son sacrificados en la proporción de 1100 por año. 168 dículo, á fin de prevenir la hemorragia y de poder separar las regiones superiores, todavía indemnes de toda lesión, de las ya atacadas. Se hizo después una incisión circular por deba- jo de la ligadura, como en la amputación circular del muslo; no se empleó el magullador (écraseur) y sin embargo no hubo hemorragia. Tampoco fué preciso practicar ninguna ligadu- ra. Luégo se aproximó el borde posterior, según una línea trasversal, y se hicieron suturas ensortijadas. Algunos dias después de la operación, atacó á los colgajos la gangrena, siendo necesario retirar los alfileres y reemplazar- los por tiras de esparadrapo; la reunión por primera intención fué pues imposible, y las glándulas que habian sido alojadas difícilmente por debajo de la sutura, porque los colgajos eran ya cortos, cayeron y á pesar de la longitud de los cordones se cubrieron de un escroto de formación enteramente cicatricial. 54. Y sin embargo, á pesar de las condiciones tan favora- bles á la no recidiva, ésta se realizó hácia fines del año que si- guió á la operación, es decir, de 1863. Del lado izquierdo se manifestó primero la recrudeceneia, sin que la auxiliara nin- guna erupción exantemática ó de otro género.—Por otra par- te, el Sr. T. C. no se sometió á ningún tratamiento interno después de la operación. He aquí, ademas, en qué estado se encuentra la región en el mes de Diciembre de 1867: la apa- rición de la salud general es buena; no obstante, hace dos años, es decir, tres después de la operación, que el enfermo fué atacado de anasarca sin causa conocida, sin ningún sínto- ma precursor local ó general; esta hidropesía duró tres meses, siendo atribuida á causa de este accidente al uso intempestivo de un vomitivo violento por su dosis y seguido de una salida en condiciones que lo expusieron al enfriamiento y á la hume- dad. Algunas horas después de la salida principió la infiltra- ción por el perineo. Tratamiento del accidente: píldoras de Blancard, diuréticos, baños tibios, purgantes.—Desaparición de la anasarca en tres meses; cuando se hubo generalizado, los tejidos cicatriciales del perineo, por donde se inició, no siguie- ron á las otras regiones en su desarrollo. 169 Veamos, cinco años después de la operación, el estado del escroto patológico de nueva formación: Circunferencia del pedículo . 0,24 Del pubis al perineo, circunferencia tomada en la línea media 0,30 Del orificio del conducto inguinal al punto más de- clive del tumor, á la derecha...." 0,09 Id. id., á la izquierda 0,12 Circunferencia trasversal y horizontal encima de la emergencia del forro 0,24 El forro prepucial no ha participado de una manera notable del desarrollo del nuevo escroto patológico. La mitad derecha de este nuevo órgano está ménos desarro- llada que la izquierda; la primera ha aumentado en longitud, la segunda en volumen y anchura. Los colgajos reproducidos pasan más allá del nivel del glan- de, cuyo prepucio parece normal; pero evidentemente la par- te superior de los tegumentos ha aumentado de volumen en su mitad superior. Allí se observa una red de vasos venosos muy desarrollados, visibles por sus cordones azulosos del vo- lumen de una pluma de ganso de mediana dimensión. El es- tado varicoso de estas venas parece manifiesto. Las glándulas seminales son más voluminosas que en el estado normal en proporción de la estatura del operado, que mide 5 piés 3 pul- gadas (medida española). Los cordones ofrecen una dureza anómala en sus elementos. No hay hidrocele ni hernia.—Par- tes declives, miembros pelvianos: pierna izquierda con cicatri- ces antiguas; circunferencia del tobillo izquierdo, en 0,03 más hinchada que el derecho. Ingle izquierda: cicatriz producida por la abertura artificial de un flegmon periadenítico desarro- llado á consecuencia de una linfangítis de la pierna izquierda; pero ésta, por lo ménos, no parece repetir la historia de una erupción elefantiasípara, sino haber sido despertada, según di- ce el sujeto, por una oníxis del grueso artejo del pié izquier- do.-Desde hace tres años lleva un suspensorio, siendo los efectos de este vendaje la disminución del tumor, su marcha re- 170 trógrada, y en seguida progresos más lentos y un andar más fácil. 55. Estado de los diferentes aparatos: nutrición perfecta; la gordura, legítima ó no, es muy superior á la media;—pul- mones, corazón, hígado y bazo en buen estado;—los ojos, ó mejor dicho, los párpados ofrecen una particularidad ya bien observada en todos los individuos de temperamento linfático exagerado: son depósitos de una sustancia amarillenta, que parecen muy superficiales, como sub-epidérmicos, al nivel de los ángulos mayores y en los párpados superiores; el mismo depósito, bajo forma de una delgada media luna, en los infe- riores. Sistema piloso muy poco desarrollado, tendencia fácil y precoz á la canicie. El tratamiento adoptado por el Sr. T. C. ha consistido en un vejigatorio permanente en el brazo de- recho y en purgantes repetidos. Nosotros aconsejamos el acei- te de hígado de bacalao y las preparaciones yoduradas. Ahí tenemos una elefantiásis y una recidiva que nos toma- mos la libertad de calificar de escrofulosas, por oposición á las elefantiásis que se colocan bajo una infiue-ncia no correspon- diente á las otras diátesis que rigen las más veces las manifes- taciones patológicas. X. Justificación de dos osqueotomías- con recidivas. Varie- dades escrofulosa y sifilítica.—56. Pero para juzgar mejor el caso, útil nos parece aproximarlo de las dos elefantiásis si- guientes, igualmente desarrolladas en dos blancos, ambos ope- rados con una misma forma de recidiva, y cuya naturaleza en fin se parece á la de la afección del Sr. T. C.—Terminare- mos como hemos empezado, con la historia de dos hermanos que ofrecieron recidivas y merecen estudiarse paralelamente. El Dr. Betances, en su notable trabajo presentado á la Socie- dad de Cirugía, dice en la página 19 de una manera sucinta: “He operado á dos hermanos cuya túnica vaginal estaba sana y no contenia serosidad; en la misma familia dos mujeres, hermanas de los operados, han muerto de nefritis albuminosa, y otras dos han tenido la hinchazón conocida con el nombre de “piernas de las Barbadas.” 171 Hemos buscado los operados á que hace alusión el Dr. Be- tances, y hemos tenido la fortuna de visitarlos y de obtener acerca de su estado y el de su familia los documentos precisos que pasamos á suministrar.—bichos dos hermanos viven en Mayagüez, como la persona cuyo estudio precede: ambos se entregan á trabajos sedentarios; el mayor tiene 30 años, está casado y con hijos; el más joven tiene 26 años. Uno y otro han sido operados por el Dr. Betances de una elefancía del es- croto, el mayor en 1861 y el más joven en Setiembre de 1863. —En los antecedentes del mayor, según nos dice el Dr. D. Pedro Arroyo, de Carácas, puede observarse una hidrocele á la derecha, que fue operada por el Dr. D. José María Arroyo (de París) hace 18 años, cuando aquel no"era mas que un mu- chacho ocupado en sus estudios de la escuela. La piel del es- croto no ofrecía entonces, cuando existia el desarrollo de la hidrocele, ninguna alteración que anunciase la elefantiásis que habia de nacer algún dia. La etiología de esta hidrocele se esconde aquí, como siempre al juicio del enfermo; pero es preciso adoptar sin embargo una justificación que parece uni- versal, y es una costumbre muy esparcida entre los niños del país, de arrojarse á las aguas de los rios, siempre muy frias y en desacuerdo con el calor y hasta con el sudor inseparable de una temperatura elevada invariablemente. Este niño, co- mo sus pequeños compañeros, se precipitaba habitualmente en el agua desde una altura de dos metros, en actitudes propicias á choques á menudo penosos en el mismo instante-—La ope- ración fue efectuada por punciones é inyecciones yodadas.— Aunque, en los antecedentes del hermano más joven, no se note la aparición de la hidrocele, se debe apuntar con cuida- do este hecho en el mayor, porque Su valor puede aumentar por la reunión de casos análogos, y puede significar que el tra- bajo inicial de la elefantiásis no comienza siempre necesaria- mente por las membranas externas, sino también por las in- ternas. Ya los hermanos Burgos nos han probado una verdad, al principio de este trabajo: que la elefancía puede ser prime- ro glandular, es decir, comenzar por los mismos testes. El es- 172 trabismo, desarrollado desde la más tierna infancia completa los antecedentes personales: este estrabismo es externo;—los jóvenes criollos ofrecen un estrabismo más comunmente inter- no. Dicho estrabismo es aquí ocular: el ojo derecho, así des- viado, ha perdido la claridad de las sensaciones luminosas y la facultad de descifrar los caracteres de imprenta. El estrabismo derecho desaparece, pero no el trastorno de la visión si se cie- rra el ojo izquierdo, que es el bueno. Membrana de las bol- sas ó membranas oculares, he aquí dos alteraciones orgánicas, una produciendo la hidrocele, otra la imposibilidad de la vi- sión: ¿podría uno ver en ésto dos afectos ó manifestaciones diferentes de una misma causa general? Los antecedentes del hermano menor reúnen el linfatismo y la sífilis. Respecto á la primera influencia, se encuentran resultantes reumáticas, catarrales, repetidas en el niño, y flu- jos mucosos genitales externos; á los 19 años una gonorrea, y después una segunda. Si ha existido en realidad algún chan- cro, ha pasado enteramente inadvertido para el enfermo; po- ne en duda los accidentes primarios, pero los secundarios no son dudosos. Inmediatamente después de la primera gonor- rea, aparición de llagas ulcerosas rebeldes en la pierna dere- cha, las cuales duraron un año, no cedieron sino al uso del li- cor de Van-Swieten y dejaron este miembro más voluminoso que el otro, sin que esa hinchazón permanente haya seguido una marcha progresiva desde dicha época. La pierna derecha sufrió en seguida de llagas ulcerosas análogas: se curó al mismo tiempo que la izquierda después de durar un año la afección. Había bastado emplear un tratamiento específico de trece dias para determinar de ese lado una curación inútilmente es- perada de cualquier otro método que el uso de los mercuria- les. Tres meses trascurrieron entre la curación de las piernas y la manifestación de la elefancía; y parece muy probable que el linfatismo exagerado y la sífilis se hayan unido para presidir al desarrollo de esta elefantiasis del escroto. Los dos fueron atacados de enteritis, ó por lo ménos tuvieron diarreas cuando ya la elefantiásis estaba notablemente desarrollada; reinaron ellas desde Mayo de 1859 hasta Octubre de 1861, sin que la marcha de la enfermedad se viera en nada influida por esas pérdidas prolongadas. 57. La herencia no se explica, á lo menos directamente y por manifestaciones de afectos homónimos en la familia: los as- cendientes están exentos de elefantiásis; pero la madre de los Sres. B. murió de un cáncer del útero á los 45 años, el padre de esas diarreas tropicales, á menudo inexplicadas y algunas veces incurables, á los 55: la madre habia nacido en Costa- Firme; y el padre en Santo Domingo, de padres oriundos de Cataluña. Un tio solamente, del lado paterno, ofreció una hi- drocele cuando tenia 38 años: fue tratada por el Dr. D. José María Arroyo mediante la punción simple, sin in}Teccion; así fué preciso renovar á menudo la punción, y sin embargo nin- guna elefantiásis del escroto siguió á esas solicitaciones locales. 58. El inicio del mal en el hermano mayor ocurrió cinco años después de operada la hidrocele: el sujeto tenia de 19 á 20 años cuando la afección se hizo visible, y la operación prac- ticada por el Dr. Betances en 1861 tuvo lugar en un tumor de 18 años de duración. En el momento de efectuarla, el volú men del sarcocele era irregular; su forma oval, con su gruesa extremidad superior y la punta dirigida hácia abajo; el diáme- tro vertical medía cerca de ocho traveses de dedo de longitud. A la extremidad del forro sobresalía el tumor en cuatro trave- ses de dedo. Nunca la marcha de la afección estuvo acompa- ñada de los ataques de angioleutítis señalados en los herma- nos Burgos. El hermano menor ofreció ántes de la operación un desarrollo de las bolsas que alcanzó en seis meses el volu- men que justificó la operación, después de la cual fue la reci- diva mucho más tardía en su evolución que lo habia sido la manifestación primitiva. La ausencia de la angioleucítis ha sido aquí uno de los caractéres más notables de la evolución del mal en el Sr. B. joven: ninguna rubicundez, dolor en el exantema periódico. En cuanto á la complicación flegmonosa observada más tarde en el mayor, después de la operación, no se presentó en el más joven. 173 174 59. El estado actual de los dos hermanos señala una recidi- va: he aquí sus circunstancias en relación con el método ope- ratorio. El cloroformo filé empleado en ambos casos con éxito por el Dr. D. Pedro Arroyo. En el mayor, el manual operatorio fué el mismo que para el Sr. Arrocho, con esta diferencia, que en los hermanos B. fueron conservadas las glándulas seminales; se hi- zo el colgajo triangular anterior y el posterior, el uno para el pene y el otro paralas glándulas; se hicieron disecciones útiles para separar déla piel délos colgajos el tejido celular afectado de induración; no se empleó el magullador; la cantidad de san- gre fué sin embargo poco abundante, pero no sucediólo mismo con la serosidad, cuya cantidad fué considerables alfileres, sutu- ras ensortijadas, compresas de agua fifia; curación en' 25 dias. —El hermano menor también fué operado por el Dr. Betan- ces en Setiembre de 1863: en la primera operación no se to- có al forro, que todavía no estaba alterado, limitándose aque- lla exclusivamente al escroto; de las envolturas se separó una masa que pesaba como una libra (420 gramos). Más tarde fué necesaria una segunda operación, también practicada por el Dr. Betances el 7 de Julio de 1867, y que se limitó exclusivamente al forro prepucial: éste había adquirido tal desarrollo, que el volumen de los tegumentos que de él se quitaron no pesaba ménos de 7 onzas. Uso del cloroformo con buen éxito. Método común de la operación del fímosis. Al 2? dia de dicha operación, se manifestó la gangrena y fué tratada por compresas embebidas en quina. 60. Estado actual, en 10 de Diciembre de 1867, cinco años después de operado el hermano mayor: la curación definiti- va ha durado tres años; al cabo de este tiempo notó el en- fermo que poco á poco la piel, sin .cambiar de color ni de sensi- bilidad, se ponía cada vez más extensa y más colgante. Esto duró hasta fines de 1866: á principios de 1867 se despertó un dolor vivo en la mitad derecha del escroto, pareciendo locali- zarse en todos los tegumentos correspondientes del testículo; se ordenó la aplicación de tónicos emolientes; el Sr. Dr. Feliú 175 vio al enfermo después del Dr. Betances y prescribió friccio- nes con ungüento mercurial en 1867, que no dio apenas resul- tado y que irritó mucho los tegumentos: pocos dias después se abrió espontáneamente una colección purulenta que tenía su asiento en el espesor de las bolsas y parecía en relación con el testículo del mismo lado; este foco purulento está hoy re- presentado por una fístula abierta al lado derecho de la raiz del pene. Hácia fines de Febrero del mismo año, se abrió otra colección por el mismo trayecto fistuloso; después se formó una tercera colección, que se abrió con la lanceta; desarrolló- se una cuarta en el mes de Marzo último y se vació por el pri- mer orificio. Desde el mes de Marzo no ha cesado de fluir una resudación saniosa y purulenta, que basta para impregnar to- dos los dias, en los dos tercios de su extensión, un lechino que puede tener el peso de 8 gramos próximamente. En el jo- ven B. faltan por completo las complicaciones observadas en su hermano mayor. 61. En los dos hermanos es manifiesta la recidiva: en el mayor el escroto es el asiento de ésta, sobre todo en los dos ter- cios de su extensión, á la derecha, por delante y debajo de una hipertrofia muy marcada, imposible de desconocer por ser una hipertrofia elefanciaca. La piel escrotal es indolente, pero más oscura en su color que la región del escroto correspon- diente á la glándula del lado izquierdo. Las cicatrices se di- bujan á manera de líneas muy deprimidas que representan toscamente la forma de la letra n. El suelto ó desatado que une el lleno derecho al lleno izquierdo corresponde al origen del seg- mento inferior del forro: en la extremidad de ese suelto figuran dos fístulas; la de la derecha es muy fecunda, la izquierda está casi seca; en el extremo inferior de ese surco cicatricial derecho hay otra abertura poco visible. Esta cicatriz es adherente á tejidos indurados que parecen ellos mismos unidos al epidídimo, á la derecha. Esta masa es bastante dolorosa. El testículo de- recho está inmovilizado por las adherencias; el izquierdo se halla en perfecto estado de volumen, de movilidad y de sensi- bilidad normal. Fímosis muy marcado, de donde resulta una 176 balanopostitis, adenopatia inguinal derecha, desarrollada des- pues de los abcesos. En el hermano menor la recidiva está demostrada por las siguientes medidas, que comprueban el desarrollo adquirido en cuatro años: Circunferencia de delante atras de la raíz del pe- ne, en la inserción de las bolsas al perineo. . . . 0,20 Circunferencia del pedículo 0,18 Circunferencia trasversal según un plano vertical de la raiz del tumor á la derecha hasta su raíz á la izquierda ‘ 0,20 De la espina del pubis al perineo 0,27 Circunferencia del forro prepucial ‘ 0,18 Pierna derecha: circunferencia de la pantorrilla.. 0,36 Pierna izquierda: id. id., la misma medida 0,36 Las piernas no están pues alteradas en este sujeto, como en las dos hermanas. El escroto y el glande están cubiertos de excoriaciones su- perficiales secas, revestidas de una película cicatricial amari- llo-rojiza. También es el lado derecho del escroto el que en el joven B. es el asiento principal de la recidiva. La pierna izquierda es la que está hipertrofrada en las dos hermanas. 62. El estado general es, por otro lado, muy bueno en am- bos; su gordura es superior á la normal:—corazón, en el ma- yor, con latidos débiles de la cloroanemia:—pulmón derecho, respiración menos franca que del lado izquierdo:—hígado, ba- zo, tubo digestivo en buen estado,—Linfatismo exagerado: tal es la palabra que resume la impresión que dejan los dos indi- viduos,, la niña y el muchacho, pálidos, rubios y abotagados, del hermano mayor. La niña tiene dos años y medio, padece con mucha frecuencia de bronquitis subagudas. De seis her- manas dos murieron albuminúricas, dice la memoria del Dr. Betances y repiten los dos hermanos, una hace cuatro años, la otra hace ocho; ésta última en medio de síntomas febriles, la otra en medio de un síncope. 63. Si las dos observaciones de los hermanos B. se refie- 177 ren á elefantiásis del escroto de la misma naturaleza que la del Sr. Arrocho, será sin duda preciso sacar esta conclusión: que la osqueotomía, ó los procedimientos operatorios, 6 las circunstancias accesorias peculiares á los dos individuos B., atacan la operación y disminuyen su importancia. Pero esta conclusión sería contra nuestras convicciones, y así es menes- ter esforzarse en explicar esta recidiva en los dos hermanos y demostrar cómo su afección debe ser separada de la del Sr. Arrocho. CAr CTiÉRES DE LA OBSERVADA: En el Sr. A. Sin recidiva. PrincipioNo hay hidrocele. V ■Estado general.—Específico : no hay ninguno de los ras- gos de las fisonomías dichas sifilíticas ó escrofulosas; y si existe el sello de una en- fermedad especial, es pre- ciso decir que ofrece los signos de una diátesis espe.- cial, que se puede llamar ele- fantiásica. Papel de las glándu1 is semina- les.—Parece haber sido se- cundario ántes, durante y después de la operación. El epidídimo no es la localiza- En los Fres. B. hermanos. Con recidiva. El punto de partida de la ele- fantiásis del escroto parece ser una hidrocele en el ma- yor, por extraña que sea es- ta afección, por otra parte, á la naturaleza del mal. Los dos hermanos presentan los signos evidentes de la diátesis escrofulosa, tanto ellos como los suyos. Antes de la operación, es muy verosímil el papel del testí- culo en la formación de la hidrocele. Después de la operación, el testículo pa- 178 cion de la afección general. No se vé que haya habido la menor degeneración hiper- trófica de la túnica vaginal. Propagación.—Del escroto se extendió la tumefacción ele- fanciaca al forro prepucial. Naturaleza.—La afección reú- ne todos los caractéres ge- nerales y locales de una afección específica, verdade- ramente elefantiásica, esen- cial, es decir, libre de toda influencia extraña á ella misma. Terapéutica.—La cirugía es poderosa contra esta elefan- cía pura, quedando sin efec- to la medicación arsenical ó cualquiera otra. Reproducción.—Es más difícil en un sujeto atacado de ele- fantiásis del escroto especí- fica, que en las personas afectadas de otra diátesis que domine á la elefancía y á su diátesis especial. La elefantiásis verdadera, esen- cial, es más quirúrgica.que las otras. rece ser el punto de par- tida, tanto él como sus de- pendencias (epidídimo, tú- nica vaginal), de los flegmo- nes secundarios reciente- mente desarrollados. Ad- herencias de las cicatrices al epidídimo. El forro prepucial jamas ha ce- sado de mostrarse perfecta- mente indiferente á la ele- fantiásis del escroto. La afección constituye una verdadera escrofúlide geni- tal, visceral y tegumentaria. El yodo y el mercurio son más eficaces que la operación- sobre lesiones que son es- crofúlides en el y es- crofulo-sifílides en el her- mano más joven. Ninguno de los casos de tu- mor de las bolsas puramen- te elefanciaco se ha acom- pañado, como en el Sr. B. mayor, de abcesos múltiples fistulosos. La afección es en estos her- manos más bien médica. 179 64. Las diferencias que separan el caso del Sr. A. de los otros dos no podrian negarse; y sean ó nó fáciles de demos- trar, existen seguramente, y creemos que es menester introdu- cir en la lesión anatómica “elefantiásis del escroto” numerosas divisiones basadas en la naturaleza de las enfermedades en medio de las cuales ha nacido el tumor: deseamos, pues, que se admita este pensamiento y formularlo por medio de la siguien- te división: 1? Elefantiásis reumática. 2? Elefantiásis escrofulosa. 3? Elefantiásis sifilítica. 4? Elefantiásis específica ó esencial; es de- cir, nacida de un estado general que tam- bién puede llamarse “elefantiásico.” ■Elefantiásis del escroto. . Pudieran multiplicarse estas divisiones; pero los hechos observados hasta aquí nos autorizan solamente á establecer y á sustentar las distinciones precedentes. No es decir esto que los tres primeros términos de nuestra división sean bien sepa- rables del cuarto: es preciso reconocer que, para adquirir una elefantiásis del escioto escrofulosa ó de otra naturaleza, es ne- cesario estar en condiciones climatéricas y exteriores, ó diaté- sicas y propias del sujeto afectado, que se presten á la manifes- tación de la elefantiásis de las bolsas y que dominen la afec- ción. 65. Quizas con justicia, al estudiar los tumores del escroto en los Sres. B. hermanos, se llega á pensar que el edema del escroto, la hipertrofia edematosa escrofulosa, más bien que la elefantiásis verdadera, reclaman los casos de los dos hermanos B. y del Sr. T. C. He aquí, cón este motivo, un hecho que nos refiere el Sr. D. Nicolás Rodríguez, de Cabo Rojo.—Fué llamado en consul- ta para un sujeto que se decia atacado de una elefantiásis del escroto. El facultativo consultante rechazó este diagnóstico y le sustituyó el de “edema hipertrófico,” prescribió punturas é incisiones profundas y los anti-escrofulosos. Al cabo de algún 180 tiempo se obtuvo una curación completa. El diagnóstico, en este caso, se fundaba para sostener la elefantiásis pura del es- croto, en el tinte muy negro, accidental, de los tejidos, relati- vamente ma)Tor en el escroto del enfermo, que era mulato, que en las otras regiones del cuerpo: también se basaba en la anti- güedad del tumor, que databa de muchos años. Este hecho, á pesar de la falta de pormenores, prueba que la elefantiásis del escroto puede muy bien no representar sino el epíteto califica- tivo de un gran número de modos de ser de los organismos que la llevan. XI—Curación de h elefancía. Be lal) mostasia por las su- turas preventivas.—G6. El porvenir de una elefantiásis, las pro- babilidades de recidivas que amenazan al operador, dependen mucho de un buen estudio anterior del género á que pertene- ce la afección observada. Si el estado general, el modo de alimentación y por consiguiente la nutrición especial del suje- to se han mejorado; si la exactitud del diagnóstico en la apre- ciación de la naturaleza del mal, ha conducido á indicaciones terapéuticas formales; si el operador se penetra de esta verdad, que la longitud de los colgajos lleva á las recidivas, éstas pue- den alejarse á una distancia por lo ménos equivalente á una curación indefinida. Sobre todo está bien indicado el aconse-- jar á los sujetos cuya edad más avanzada los hace dueños de los apetitos funcionales de esos órganos, que prolonguen su re- poso y que hasta lo eternicen, gracias á los medios de que dispo- nen la experiencia y la terapéutica. Los anaf odisiacos serán necesariamente asociados á los anti-escrofulosos, á los mercu- riales en los venéreos, á los alcalinos en los reumatizantes y los gotosos, á las preparaciones arsenicales cuando dartros hú- medos acompañan ó bien han precedido á la manifestación de la elefantiásis. El reposo voluntario de las funciones es una necesidad para el operado. Tal operado ofreció una recidiva ó una primera manifestación del lado del prepucio, después de la osqueotomía, que hubiera evitado la recidiva del lado del escroto despojado de las glándulas seminales que protegía*, si no hubiera cedido 181 á un ligero arranque de vanidad tal vez, determinando afluen- cias funcionales periódicas, por dicha sustraídas á su voluntad por parte del escroto. El yoduro de potasio parece ser el medicamento de la tera- péutica de la elefancía, la sífilis, la escrófula y el reumatismo: todas lo reclaman, y sin embargo casi no cuenta sino malos re- sultados; pero es porque siempre interviene demasiado tarde, y su iníluencia no sería sino profiláctica de una primera mani- festación, aunque no osaríamos decirlo de una recidiva. Cuando el tumor aparece y se ha formado es del domi- nio de la Cirugía muchísimo más que de la Medicina. La erisipe- la, y mejor sería, por lo menos, decir la serosidad, demándala incisión; las infiltraciones edematosas reclaman la incisión, á falta de buenos resultados, y la osqueotomía lo más pronto posible. 67. La mayor parte délos métodos operatorios han tenido la gran desventaja de dejar su ejecución á merced de las he- morragias, cuya abundancia obliga á terminar lo más presto y á sacrificar las glándulas seminales. La cuestión que debe re- solverse en esta operación es la siguiente: hallar un medio he- mostático desde ántes de la primera incisión. He aquí una tentativa en este sentido: en la Habana, en la sala del hospi- tal de San Ambrosio reservada al servicio de cirugía, tuvo la bondad el jefe de éste de confiarnos una cama ocupada por un hombre de color atacado de elefantiásis (forma leonina), abandonándonos desde luego la operación, calificada por otra parte de elemental. Fácilmente fué ejecutado el método de profiláxis anti-hemorrágica; el individuo perdió poca sangre; se pasaron una serie de alfileres de sutura al través de la ba- se del colgajo de tegumentos que era preciso separar; y se pa- saron sobre la herida una serie de asas por medio de un hilo sos- tenido á las extreir "dades de los alfileres; la sutura se adelan- taba siguiendo la incisión á medida que el bisturí pasaba un alfiler más. De antemano se liabia comprimido el colgajo y va- ciado de toda la sangre que contenía. La aplicación de este método hemostático, profiláctico, á la 182 osqueotomía no ofrece más que dos dificultades: la primera, el espesor del pedículo, pero la longitud y solidez de los alfileres dará cuenta de ella; la segunda es la dificultad de respetar y de introducir el cordon y la glándula debajo de los colgajos y por encima de las suturas ya puestas. Esta segunda dificultad no es seria: haciendo penetrar un alfiler por fuera de la línea vertical que pasa por el anillo inguinal externo, se evitará siempre el cordon, el que, ademas, se siente casi siempre, ex- plorando la cara posterior del pedículo. Y por lo que toca á la reducción del cordon y de la glándula encima de la sutura, ella es fácil gracias al intervalo que se ha dejado entre los al- fileres que ocupan el tercio medio del pedículo, en cuyo inter- valo podrá intercalarse sin dificultad otro alfiler después de reducida la glándula. No es fundado el temor de punzar los elementos del cordon, puesto que pueden introducirse agujas de punta roma, cuya via haya sido preparada por dos puntu- ras sobre los tegumentos resistentes. Puede afirmarse que los alfileres, áun en la ausencia de hilos, bastan para mantener las dos caras opuestas de los tegumentos del pedículo en un estado de aproximación provisional que produce los efectos de la compresión: será suficiente, áun ántes de la aplicación de las asas de la sutura, para detener ó moderar la hemorragia venosa durante todo el tiempo de la disección consagrada á aislar el cordon de las glándulas. Conclusiones.—I. Es evidente que existe una fácies elefan- tiásica. II. La ovariotomía y la osqueotomía presentan puntos de contacto. III. La elefancía y el edema son inseparables. IV. La declividad domínala patogenia de la elefantiásis del escroto, más que el clima y la aptitud especial de los t-mide 1,19 centíme- 309 tros, y el antebrazo izquierdo dañado 0,17. La flaquencia de los miembros es manifiesta y su debilidad todavía más. La pierna derecha, á 0,05 centímetros por debajo de la tuberosi- dad de la tibia, mide 0,25 centímetros de circunferencia; y la pierna izquierda 0,24 centímetros en el mismo punto. Se trata de hemorragias cerebrales que deben ser tratadas por las sangrías generales y locales, y es preciso reconocer la insuficiencia del método revulsivo. Capítulo XIII. Cuerno implantado sobre el dorso de una mano.—Extirpación no SEGUIDA DE REPRODUCCION. Los productos córneos de los ancianos se observan en esta Antilla bastante á menudo, siendo un ejemplo el siguiente caso. Una mujer de 80 años, vecina del barrio de Minillas, juris- dicción de Sabana Grande, llevaba, desde hacía diez años, un producto córneo en la cara dorsal de la mano izquierda, cu}ra separación se hizo en el mes de Mayo de 1868. Practicamos una incisión circular al pié de dicho cuerno, que ofrecía todo el aspecto de un chifle, y se sacó el pedazo de la piel á que es- taba pegada la raiz de aquel. Ya en dos ocasiones se había des- prendido de ésta, que habiendo quedado, permitió también dos veces la reproducción. La separación se efectuó por la base del chifle, en el punto en que existía una hendidura; y después de la operación se manifestaron algunas placas erisipelatosas que se extendieron hasta las extremidades de los dedos. El tamaño del chifle era de 11 centímetros; la circunferen- de su base, 8 centímetros;—punta aplastada como la de un bastón y desviada sobre la falange média del dedo anular, 310 miéntras que la base correspondía al metacarpiano del medio, cerca de su extremidad carpiana;—hendiduras transversales en toda la mitad superior, y verticales en la inferior. Estructura:-—después de la maceracion en el rom, se disuel- ven y desaparecen las capas superficiales de la base; los ele- mentos de ésta se separan como los pelos de un cepillo; dibu- jándose rayas longitudinales en las partes que quedan adhe- ridas.—En la base, cara inferior cóncava por el pus que la maceraba; cara superior convexa. Peso: una onza, ó sean treinta gramos. Ninguna reproducción. (1) Capitulo XIV. Del rayo y sus efectos patológicos, fisiológicos y anatómicos en LA ORGANIZACION. Las heridas y la muerte del hombre por la acción de la elec- tricidad sobre el cuerpo humano no son raras en Puerto-Rico, en la costa, aunque en realidad sean mucho más frecuentes en las montañas. Durante diez meses hemos tenido ocasión de observarlo en Lares, donde habíamos establecido un Hospital de Pobres, que hemos sostenido 20 meses con nuestros recursos personales. Al rededor de Lares pueden verse palmeras, en las que el rayo cae habitualmente todos los años del vértice á la base: la palma es agujereada; al pié del árbol se nota, un agujero del tamaño del puño, por donde se verifica la comunicación de la electricidad de las nubes con la de la tierra. Se quiso cortar el (1) Tampoco son raros estos productos córneos en la Isla de Cuba, según lo demues- tran los casos comunicados á la Academia de Ciencias de la Habana por los Dres. Oxamendi, Reynés, Gz. del Valle, etc. (V. Anales, t. X pág. 390 y t. XII pág. 48. 311 árbol; pero nosotros lo hemos considerado como una salvaguar- dia, pues su caída hubiera expuesto la casa vecina, situada sobre una altura á pico, propiedad de los Sres. Márquez, ha- cendados de Lares dedicados al cultivo del café. Nuestro cole- ga, el médico titular de dicho punto, nos invitó á la autopsia de un niño de color, de 8 años, que acababa de ser matado (en 1872) por el rayo. Era en el mes de Mayo; el niño se lla- maba Pedro Hernández, de constitución poco robusta; residía en el partido de Rio Prieto, y su casa se hallaba colocada so- bre la cumbre de una montaña, á un tiro de fusil de la palma mencionada, separando ambas colinas un profundo valle. El pobre niño había muerto de repente; su madre, en la misma choza, no fué alcanzada; el padre va no vivía. El cadáver está blando, sin rigidez cadavérica; los cabellos están quemados en toda la extensión del lado izquierdo de la cabeza. La cara, quemada del mismo lado. Al nivel del pó- mulo izquierdo falta una porción de tegumento, del tamaño de un peso. El hombro izquierdo también quemado, lo mismo que la cadera, en donde se observa una herida enrojecida como la mitad de la palma de la mano. El ojo izquierdo abierto. Por las narices un finjo de sangre azul y líquida sale á cada sacudida que se imprime al cadáver. Equimosis al rededor de las quemaduras. El aspecto general del cadáver, á primera vista, es el de una persona que lia muerto de fiebre amarilla. El músculo tempo- ral izquierdo, incindido, está como reducido á una papilla, y la bolsa fibro-ósea que lo contiene se halla llena de sangre fluida. Reblandecimiento del cerebro y cerebelo. Los senos déla du- ra-madre llenos de sangre fluida. La pia-madre roja y muy inyectada. El liquido aracnoideo opalino, como coagulado há- cia las regiones superiores y anteriores de los lóbulos cerebra- les. Poca serosidad en los ventrículos laterales. Las dos sus- tancias cerebrales, cortical y central, muy inyectadas, como en. las majmres congestiones cerebrales. Pulmones enfisematosos. Corazón vacío. El endocardio enrojecido por una sangre azul y fluida. Estómago lleno de alimentos vegetales, frescos y sin 312 que el trabajo de la digestión los hubiese ya transformado. Mu- cosa del tubo digestivo sana. Intestinos perfectamente sanos. Hígado azul, hinchado de sangre fluida. Vesícula biliar casi vacía, conteniendo una pequeña cantidad de un líquido sanio- so de color sanguinolento. Bazo normal. Páncreas de color negruzco. Riñones congestionados y de color negruzco. Este hecho, reunido á muchos otros, podrá sin duda espar- cir alguna luz sobre la acción de la electricidad de las nubes en los órganos sólidos y líquidos del cuerpo humano. He aquí otros hechos: En el curso del año de 1872, en el mes de Julio, D. José Montero, labrador, que vivía en el campo de la villa de Pepino, partido de Guajataca, casado, de raza blanca, nacido en la Is- la, de constitución robusta, predispuesto á las fiebres intermi- tentes, ofreciendo la particularidad, como antecedentes de fa- milia, de que su padre, después de prolongados trastornos cerebrales, acabó por caer en un estado de locura completa,— lo hirió el rayo en la base del cuello, entre las espaldas;—ca)ró privado de conocimiento durante 7 horas en una casa situada en el campo medianero á las colinas de la jurisdicción de Ba- yanes, partido de-Hatillo. Hemorragia inmediata por la nariz y por la boca. A pesar de la violencia del golpe, se hallaba en estado de trabajar al cabo de dos meses. Este hecho tiene por objeto probar la inocuidad de ciertos efectos del rayo; pero no es posible darse cuenta de las causas de esa benignidad, pues su casa fué rota bajo la misma in- fluencia. Veamos otro caso: D* Ana Escalera, soltera, de 50 años, natural de Trujillo-alto (Puerto-Rico), habita en Cangrejos cerca de la capital, juris- dicción del Candado. En la casa, en el momento de caer un rayo, había dos mujeres y un vecino: era el 11 de Octubre de 1870, á las tres de la tarde, en un lugar en que más de una vez habían caído rayos durante cortas tormentas: al fin de una de ellas estalló el rayó sobre la casa: una de las mujeres íué muerta, el que la habitaba fué echado por tierra, después 313 se levantó con una violenta cefalalgia, y la 3? señora fue tam- bién echada por tierra sin conocimiento por espacio de diez minutos. En seguida se despertó revolcándose y gritando co- mo una loca; se levanta, su cabeza permanece inclinada hácia la izquierda, el brazo izquierdo inmóvil, punzadas en estas dos regiones é hiperalgesia.. Dolor en ambos ojos, el izquierdo co- lorado, la sien de dicho lado con los cabellos rojos, más eriza- dos y más frágiles que del opuesto. La piel de la sien seca; al tacto, más todavía que á la vista, se creería reconocer una membrana tostada; arañazos sobre el antebrazo izquierdo. Los músculos de la espalda, del lado izquierdo, están como rígidos y salientes. Toda la mitad izquierda de la nuca se halla dolorosa al tacto y espontáneamente. Fotofobia. Sordera. Estreñimiento. Ha vomitado, el dia mismo del rayo, dos ve- ces los restos de los alimentos. Respiración corta. Palpitaciones del corazón, y sin embargo lentitud del pulso. —58 pulsaciones arteriales por minuto. Suspensión de los sudores, que eran habitualmente conside- rables. Insomnio. Necesidad de usar el opio para obtener el sueño. Todos los signos de una congestión crónica de los centros nerviosos. Conservación de un estado manifiesto de eretismo de todo el aparato nervioso. FIN DEL TOMO I. FE DE ERRATAS. Pág. Línea. Dice. Léase. 8 27 Indiesa Indiera 10 1 Azu Aru 10 . 15 neurosis necrósis 13 10 roca boca 17 antepenúltima (1873) (1867) 79 31 abril abrir 81 antepenúltima normal anormal 84 20 disposición desaparición 92 20 vasos ramos 121 5 flegmástica flegmásica 133 25 y 26 herida vida 147 23 anfractuasa anfractuosa „ 30 la resudación por la resudación 141 6 28 libras 280 libras INDICE DEL TOMO I. Paginas Dedicatorias 5 Introducción.—Fuentes en que ha tomado el autor los datos necesarios para el estudio de la Patología de la isla de Puerto-Rico.—Casas hospitalarias por él establecidas.— Enfermedades que más comunmente so observan, y sus condicionos etiológicas 7 Capitulo 1.—Relaciones entre la Topografía y la Patología de la isla de Puerto-Rico 15 Capitulo II.—Del megaloftalmo, del microftalmo y el anof- talmo en relación con el bocio, las afecciones crónicas y orgánicas del corazón, de las articulaciones y del útero.. 25 —Megaloftalmo—considerado como efecto de la localiza- ción del reumatismo. — 1° Observación de un caso: co- incidencia de síntomas cardíacos, cuerpos fibrosos del útero y esterilidad; ausencia de bocio.—2 ? Caso de lesio- nes articulares, aneurisma disecante de la aorta torácica, tumor fibroso del útero, sin bocio.—3 ? Caso de bocio con alteraciones y fenómenos cardíacos, pero sin mega- loftalmo.—4? Tumor fibroso del útero, megaloftalmo in- cipiente.—Paralelo entre los dos ojos ántes y después del desarrollo de dicho tumor.—Diagnóstico general.—Diag- nóstico especial do los tumores fibrosos del útero 23 á 44 —Microftalmo-.—observación de ojos pequeños y cónicos “ ligados á la diátesis reumática 44 —Anoftalmo:—caso de monstruosidad por parte de las ór- bitas y de las extremidades inferiores 48 — Conclusiones de la Memoria...., 49 Capitulo III.—Indicaciones y contraindicaciones de la extir- pación de los cuerpos fibrosos del útero en las mujeres de color africanas; y de la ovariotomía en las criollas blan- cas 61 — Cuerpos fibrosos múltiples y pediculizados en una mujer de color africana.—Hemorragias uterinas.—Solici- tación apremiante para obtener la extirpación.—Contra- indicaciones.—Muerte súbita: ruptura de una arteria; 316 Paginas apoplegía en la cavidad del pericardio.—Autopsia: rup- tura de la arteria pulmonar en su origen; confirmación de la hemorragia intrapericárdica: aneurisma disecante de 10 aorta torácica; confirmación déla presencia de cuerpos fibrosos múltiples pediculizados; existencia de dos pla- centas, una del pedículo y otra del útero, para alimentar la vascularización del tumor más grande.1—Edad de los cuerpos fibrosos del útero.—Del cateterismo prévio del útero 64, 70, 72, 76 y 79 —Anatomía patológica de la rodilla en la “pierna gamba dav de las personas de color 88 —Caso de ovariotomía, con motivo de un quiste enorme de 11 años, multilocular, puncionado treinta y nueve veces. 85 — Conclusiones de la Memoria: contraindicaciones para la ex- tracción de los cuerpos fibrosos, fundadas en los ruidos de soplo aórticos 89 —Indicaciones y contraindicaciones sacadas de la explora- ción de la cavidad uterina 89 —Signos probables de la edad de los tumores fibrosos ute- rinos 90 —Sitio de elección para la excisión de dichos cuerpos 90 —Signos de ruptura de la arteria pulmonar 92 —Algunos signos de aneurisma disecante 92 —Aproximaciones entre la artritis crónica de la “pierna gambada,” la angiocardítis crónica y la patogenia de los cuerpos fibrosos 94 Capitulo IY.—Paralelo entre el pian ó las bubas de los ne- gros y la sífilis de los blancos 95 —Cuadro de diagnóstico diferencial 100 Capitulo Y.—Erupción de tumores lenticulares y pisiformes, cutáneos y subcutáneos, generalizados y confluentes, acompañada de luxaciones de ciertas extremidades. 102 y 274 Capitulo YI.—Comparación de los infartos ganglionarcs lin- fáticos en las dos razas 104 —Cuadro de sinopsis diferencial 105 Capitulo YII.—Investigaciones acerca de la atrofia y de la hipertrofia bajo el punto de vista de la elefantiásis del escroto.—La osqueotomía, sus indicaciones, contraindica- ciones y consecuencias 106 —Fácies del enfermo en la elefantiáBis del escroto 109 —Evolución de la elefantiásis de los órganos genitales ex- ternos 110 317 Paginas —Paralelo entre el bocio y la elefantiasis 115 —De la elefantiásis glandular 118 —Relaciones con el reumatismo, con la pelagra y la sigua- tera.... •. 126 —Aproximaciones entre la atrofia y la hipertrofia 128 —De los vicios do conformación en sus relaciones con la vida intra-uterina 132 — De la curación espontánea de la elefantiásis 140 —Método de la compresión y de las incisiones múltiples: sus ventajas demostradas por la analogía 150 —De la osqueotomía sin recidiva 154 —Justificación de la recidiva verificada aún después déla destrucción por gangrena de los colgajos conservados.— Variedad escrofulosa 163 —Justificación de dos osqueotomías con recidivas.—Varie- dades escrofulosa y sifilítica 170 —Diagnóstico diferencial entre la elefancía esencial y la escrofulosa 177 —Curación de la elefantiásis.—De la hemostasia por medio de suturas preventivas ..... 180 —Conclusiones de la Memoria 182 Capitulo VIII.—Variedades anatómicas de la elefantiásis y algunas de sus particularidades en Puerto-Rico.—Obser- vaciones 191 Capitulo IX.—De la elefantiásis en general y comparada en ambos sexos; de las operaciones que reclama, y osqueo- tomía de un tumor monstruoso en la mujer 209 Capitulo X.—Investigaciones sobre la no-recidiva después de la amputación de los tumores elefanciacos 235 —Leyes relativas á la recidiva 252 —De la terminación de dichos tumores en relación con la recidiva: método natural, siempre incompleto, de cura- ción espontánea.—Edad de los mismos 256 —Fusión purulenta de los tumores elefanciacos 257 —De los tumores urinarios fistulosos, á consecuencia de la elefancía 259 —-Mecanismo de la reducción de los tumores fistulosos; sus síntomas, y causas de las infiltraciones urinarias 261 —Método operatorio, y anatomía patológica de los tumo- res fistulosos urinarios 263 —Fórmula del método operatorio 264 —Casos en que es probable la recidiva; estudio de ésta y * 318 Paginas. su verdadero valor 266 * —Casos de elefantiásis unilateral; y existencia del hidró- cele elefantiásieo > 269 —Origen a frigore de la afección, y ausencia en algunas ob- servaciones de la erisipela elefanciaca— 270 —Inconvenientes de las operaciones parciales 271 —Diferentes formas diatésicas de la elefantiasis 272 Capitulo XI.—De una afección poco conocida, que se está inclinado á calificar de Molluscum.—Rareza de ella y des- cripción sumaria 274 —Agrupamiento de hechos y de lesiones 276 —Formas confluentes y discretas 277 —Tres grupos en la evolución de estos tumores 278 —Influencia diatésica y sitio anatómico 279 —Coincidencia de las luxaciones articulares y el mollus- cum ..*. 281 —Diagnóstico diferencial 282 —Algunas observaciones y pronóstico de la enfermedad... 287 —Marcha y duración 302 —Causas y naturaleza 303 —Tratamiento módico y quirúrgico 304 Capitulo XII.—Refutación do la opinión admitida en los in- genios acerca de una hemiplegia de los negros determi- nada por el sueño junto á las calderas de vapor.—Ob- servación 306 Capitulo XIII.—Observación de un cuerno implantado en el dorso de una mano, extirpado sin reproducción 309 Capitulo XIY.— Del rayo y sus efectos patológicos, fisio- lógicos y anatómicos.—Observaciones 310 Fe de erratas 314 A NUESTROS y\MIGOSl A los que se dignaron socorrernos con sus generosos honora- rios cuando el sostenimiento de nuestros pequeños hospitales había agotado nuestros recursos; y nos prodigaron sus cuidados cuando, á consecuencia de heridas y fatigas excesivas en el ejerci- cio de la profesión, se veía aniquilada nuestra salud y decaída nuestra constancia! Mr, J. B, Josseau, Administrador del crédito rentístico y agrícola, antiguo Diputa- do, Abogado del Tribunal de Apelación, Comendador de la Legión de Honor, &. _ AfectuosQ reconocimiento por el apoyo constante que nos ha prodigado desde el principio de nuestra misión científica. JK LE Baí\OH Laí\í\EY, de la Academia de Ciencias (Instituto de Francia), de la Acade- mia de Medicina, del Consejo de Higiene, ex-Inspector general de Sanidad Militar, Gran Oficial de la Legión de Honor, &. Cuyos preciosos consejos y auxilios científicos no han cesado de sostener nuestros esfuerzos,—afectuosa gratitud! í¡2l)umo-nf ENSAYO te rota Historia mciítro-qxrinírgira: IDE El-A. ISLA DE PUERTO R|CO POR EL |}, Ewííjm Dr. en Medicina y Cirugía de las Universidades de París y de Estrasburgo, ex-Medieo interno y Jefe de Clínica de la primera, laureado de los hospitales con el primer premio, y de dicha Facultad con la 13- mención honorífica; ex-Catedrático agregado de la de Estrasburgo; Comisionado por el Gobierno fraucés para el .estudio de la fiebre amarilla en Veracruz; Socio corres- ponsal de las Academias de Ciencias de Méjico y la Habana; de la Sociedad Económica de Puerto Rico; Caballero de lá Legión de Honor, &A Tono ii. HABANA. Imp. “La Antilla.” de N. Cacho-Negrete, Calle de Cuba número 51. 1876. Esta obra mereció de la Real Academia de Cieneias de la Habana «1 premio Goyri en el concurso de 1874 á 75. ENSAYO DE UNA HISTORIA MÉDICO-QUIRÚRGICA DE LA ISLA DE PUERTO RICO. Capitulo XV. Afecciones del esqueleto.—Luxación espontanea, progresiva y DEFINITIVA DE LOS ARTEJOS EN LOS HOMBRES DE COLOR, CON Ó SIN COMPLICACION DE RODILLA FORZADA. Al hacer el estudio de la rodilla forzada en los negros, he- mos señalado ya la presencia de una variedad de dislocación de los artejos hácia adentro; pero también hemos observado más de un caso de luxación espontánea de los artejos hácia aden- tro en negros que no ofrecian ninguna alteración en las rodillas. Preciso es por lo tanto reconocer, en esas dislocaciones de los artejos, por lo ménos algunas variedades: la primefa asocia- da á la rodilla forzada de los negros; y la segunda existiendo con independencia de esta afección. Se habla de lá alteración de la rodilla, pero en ninguna parte se ocupan de la afección 4 de los artejos, que merece sin embargo una atención séria bajo el punto de vista de la marcha, pues el grueso arte- jo, así desviado hácia adentro, sorprende al que camina por su encuentro y sus choques imprevistos contra cuerpos ex- traños. Esta afección, así olvidada, puede diñnirse: luxación pro- gresiva, espontánea, insensible, definitiva de los artejos ó del grueso artejo solamente, sobre los metatarsianos que les corres- ponden. Presenta dos grados.—El primer grado se caracteriza por una luxación incompleta en cuanto á su extensión yen cuanto al número de los artejos que participan de ella.—Por lo gene- ral la dislocación comienza en este grado sólo por el grueso ar- tejo, miéntras que los otros artejos conservan todavía ó parecen conservar sus relaciones normales. El segundo grado está caracterizado por la luxación comple- ta y generalizada del artejo mayor y de los otros cuatro artejos. —En este grado son múltiples los movimientos de dislocación: el primero es producido por una aducción forzada, y el segun- do se efectúa por una rotación del artejo al rededor de su eje antero-posterior, gracias á cuyo movimiento la cara palmar del artejo externo corresponde á su vecina la cara dorsal del artejo interno. Las causas de la afección parecen referirse á la costumbre seguida por todos los hombres de color en los ingenios, de atravesar los rios, las zanjas, los caminos y los campos fangosos, después el polvo y los caminos áridos cuyas rocas las calienta el sol y están ardientes; todo esto sin calzados, ni medio algu- no de protección que los reemplace. Los síntomas son manifiestos y aumentan de un grado á otro: el carácter del primer grado es la simple encorvadura del grueso artejo, cuya inclinación hácia adentro describe, con el borde interno del pié, un arco de extenso radio que disminu- ye á medida que progresa la dislocación. Cuando la afección llega á su máximun, la cabeza del primer metatarsiano está li- bre y como descubierta de la cúpula articular de la primera 5 falange del artejo. La cabeza del primer metatarsiano, ya li- bre, sobresale como el volúmen de una nuez en la cara dorsal del pié, volúmen que hasta parece más grande que el de la cabeza normal del metatarsiano observada en el esqueleto. Es probable, salvo ulterior comprobación de la anatomía pato- lógica, que se haya desarrollado un trabajo patológico óseo, que desempeña un papel muy importante en la dislocación de los artejos, los cuales se verían así como expulsados de sus prime- ras relaciones y solicitados al mismo tiempo por las fuerzas mus- culares cuyo momento es más extenso y más eficaz en terminar la luxación; el primer tiempo de ésta sería puramente óseo, y el segundo njuscular y óseo á la vez. Por otra parte, como todos los síntomas de las' afecciones que interesan el aparato muscular se revelan aquí por el fenómeno contractura, ésta se. mezcla á la sintomatología, y la misma causa altera jun- tamente todos los tejidos, cambia las' relaciones y pervierte las funciones del aparato locomotor de los dedos del pié. La sintomatología racional acusa dolores profundos intermi- tentes, que cual relámpagos atraviesan las coyunturas deforma- das y los huesos que concurren á la articulación alterada; sien- do evidentes las influencias meteorológicas en dichos dolores. La elasticidad de los movimientos del pié, cuyo resorte está en gran parte en las flexiones y extensiones alternativas del grueso artejo, y de los otros cuatro aunque en ménos grado, se encuen- tra alterada; la marcha es pesada y el sujeto arrastra su pié con la torpeza con que usaría un aparato ortopédico. Respecto á las complicaciones de esta afección, debe señalar- se también la coincidencia de la rodilla forzada; pero es difícil afirmar que la luxación de los artejos haya precedido ó segui- do á la alteración de la rodilla; lo-que puede decirse es lo que se vé, que hemos encontrado rodillas forzadas con artejos no luxados (Rosa Bey), y artejos luxados sin que coexista la rodilla forzada, como en el caso siguiente. El sujeto que nos sirve de modelo para trazar esta luxación de los artejos es una prueba de la ultima variedad, autorizándonos á decir que la luxación de los artejos puede ser independiente de 6 la rodilla forzada, ó que tal vez es solamente su preludio ó in- troducción. Fernando, negro, natural de Curazao, de 45 años, no ha sufrido nunca de las rodillas, pero fué atacado de una pleure- sía seca del lado derecho, que atribuye á una inmersión sú- bita de todo el cuerpo, sudando, en un rio que corre junto al ingenio S. Lorenzo, jurisdicción de Hormigueros; no ha no- tado el momento de la primera aparición de sus dolores en los.artejos, aunque sea lógico pensar que tienen una etiolo- gía semejante á la de la pleuresía. La naturaleza de dicha luxación de los artejos nos paree© muy legítimamente reumática, y la deformación de la extremi- dad anterior de los cinco metatarsianos se justifica con las pro- ducciones repetidas de otras tantas osteo-periostítisdesus epífisis. El tratamiento se inspira en esas causas y en esas lesione» huesosas: el yoduro de potasio, el bicarbonato de sosa, más de una vez sanguijuelas en corto número, pero varias ocasiones, y á cada erupción inflamatoria en las coyunturas y en las super- ficies óseas, pequeños vejigatorios volantes aplicados á cada re- gión metatarso-falángica. Calzados en los piés, desnudos has- ta y si nada se consigue, calzados ortopédicos, refor- zando por fuera el grueso artejo. Capitulo XVI. Afeccionas del esqueleto ¿ongenitas en los hombres de color.— Detenciones de desarrollo en las extremidades.—Mons- truosidades. Algunas de las deformidades congénitas á que hacemos re- lación son verdaderas monstruosidades: muy comunes en Puer- to Rico, casi todas se explican por la consanguinidad de los padres del monstruo. Ya liemos tenido ocasión de recoger en la Habana y de di- rigir á la Sociedad de Cirugía de París el modelo en yeso de la atrofia del brazo derecho de un joven criollo, blanco, priva- do completamente del brazo izquierdo, á consecuencia de una detención en el desarrollo congénito. (1) -Ahora nos ocupa un negro, joven, atacadp* de falta de desar- rollo en la pierna y el pié derechos, y de un principio de alte- ración semejante en el pié izquierdo.—Gregorio, criollo, se halla empleado en la Casa de baños de Mayagüez, Puerto Ri- co; á pesar de la necesidad en que se encuentra de llevar una pierna de madera, está muy bien “musculado” y hace buenos servicios. Llegó á la edad de 25 años sin enfermarse; tiene dos hermanos y dos hermanas, ninguno de los cuales ofrece le- siones semejantes, habiendo él sido el ultimo en nacer, cuando todavía eran jóvenes sus padres: no fué producto de un parto gemelar, ni su evolución fetal se vió perturbada por alguna en- fermedad ó un accidente grave de su madre que alguien pudiese señalar; en fin, nació de término. Algunos testigos del parto aseguran que, al momento de nacer, ofrecía el niño en la ex- tremidad del muñón deforme, que representaba los rudimentos de la pierna derecha, una especie de “bola de carne,” según su modo de hablar, que ni siquiera tenía la forma confusa de una pierna ó de un pié; pero se podría creer que era un grado ru- dimentario de los dos órganos al estado de proyecto. La fa- milia aplicó por sí misma nn lazo, apretado sobre el colgajo carnoso que unía el extremo superior de la pierna á la “bola de carne.” El punto de unión fué destruido por gangrena, y sobre la llaga correspondiente á la extremidad del muñón se formó una cicatriz que ha cubierto la punta afilada de la tibia; y todavía á esta hora se ven sus vestigios. Los colgajos de piel que debían cubrir la punta ósea adelgazada que represen- ta el tercio superior de la tibia, no eran suficientes, porque el tejido lustroso de dicha cicatriz se distingue á 0,m03 por 7 (1) Y. Anales de la Real Academia de Ciencias de la Habana, trIII, pág. 316, en la que el Dr. Mestre dió cuenta del caso j de la discusión habida en París, clarificándosele de ectromelo 8 encima de la punta del muñón. Se diría que era una amputa- ción con una piel tallada demasiado corta' y un hueso aserra- do demasiado largo; sólo que aquí, no es un plano perpendicu- lar al eje dehhueso el que termina su extremidad, sino un ver- dadero cono prolongado. El segmento de la tibia, así trunca- do, goza de todos los movimientos que ofrecería la pierna; sin embargo, los músculos del muslo derecho que presiden á esos cambios de lugar de la tibia sobre el fémur, están nota- blemente atrofiados. - El muslo derecho se halla 0'03 centíme- tros ménos desarrollado que el del lado izquierdo. La piel correspondiente á la tuberosidad anterior de la tibia está en- grosada, escamosa, y cubre una bolsa producida por los rudos y prolongados roces de la pierna de madera de Gregorio. La pierna izquierda está entera y bien desarrollada; pero el pié presenta vestigios de una detención en su desarrollo.—El grueso artejo, el que hace las veces de índice y el dedo medio se hallan deformados; y se nota que esta deformación del pié izquierdo no existe solamente en las partes blandas, sino tam- bién en el esqueleto.—La planta de dicho pié está deformada como sus tres primeros dedos: es chata, lo que parece deberse á la falta de desarrollo en la cabeza de los metatarsianos, que carece de sensibilidad y es probablemente atrófica, lo mismo que las piezas correspondiente al esqueleto de los dedos. >. ,Las uñas faltan en la extremidad de los artejos ya indica- dos; un pliegue de la piel en cada cara dorsal de los artejos alterados ofrece bastante bien la apariencia de los pliegues for- mados por unas médias demasiado largas en un calzado ajus- tado al pié. Debajo de este pliegue no se siente la falangita ósea que le corresponde, pues falta absolutamente. El resto del esqueleto de los tres dedo$ es.igualmente muy fino, y, aun- que presentes las falanges, no dejan por eso de llevar las hue- llaa de una falta de desarrollo. Las partes blandas cubren, en la extremidad de cada uno de los tres artejos, puntas óseas afiladas y no superficies ensanchadas como las que tienen por lo regular las puntas de los dedos. Entre la piel y las puntas óseas del esqueleto de los. artejos las relaciones no son directas? 9 sino que se encuentra interpuesto á ellos un cilindro fibroso que simula la presencia de las piezas que faltan al esqueleto; así la longitud total de los artejos no está tan disminuida en las partes blandas como en las partes duras huesosas. De los otros dedos, el pequeño y el anular tienen ambos sus uñas y presentan un esqueleto completo. La pulpa redondeada de los últimos artejos se dibuja muy claramente en su cara inferior; falta, ó es reemplazada por una pulpa de contornos disformes y de un plano deprimido, no esférico ya, y la cara inferior de los tres primeros artejos iz- quierdos. Las manos están perfectamente desarrolladas{los dedos son irreprochables en su forma. En la cabeza,—los labios, el paladar y el velo de éste no ofrecen la menor desviación en su estructura. No hay apariencias de espina bífida. El desarrollo de la frente en el sujeto bastaría por sí solo pa- ra hacer pensar á los observadores experimentados que este hombre de color ha nacido fuera de su país natal y que se ha acriollado. Los negros de nación no ofrecen esa forma de frente alta, ancha y saliente. En este caso, como siempre en las deformaciones del esqueleto, las cualidades .intelectuales resca- tan las imperfecciones físicas de las otras regiones del cuerpo. Todos los demas órganos y aparatos están completos, pero como siempre, á despecho del desarrollo muscular de este in- dividuo, el corazón presenta un soplo en el primer tiempo y en la punta, cuyo timbre .suave caracteriza la cloroanemia in- separable de los hombres de color,, áun de los más robustos. Sean cuales fueren las cualidades intelectuales que pueden figurar como una compensación de las alteraciones del esque- leto en este hombre de color, no vacilamos mucho en conside- rar esas faltas de desarrollo como una prueba aceptable de la influencia sufrida, hasta desde la vida intra-uterina, por 'todos los séres de la raza africana que son concebidos en un clima extranjero y nacidos también de padres africanos. 10 Capitulo XVII. Afecciones congenitas del esqueleto en los niños de color.— Pies truncados. Esta afección es bastante escasa para dejar olvidado el ejemplo que se ha ofrecido á nuestras investigaciones, v el jo- ven de que vamos á hablar es un modelo interesante de esa de- formidad congénita de los' negros; es un muchacho de seis años de edad, mulato, natural de San Germán, de una familia que nunca ha presentado un solo caso de la misma enferme- dad; sin embargo la madre de José, Marcelina, mulata, ha mostrado signos evidentes de una sífilis constitucional invete- rada: presenta en el velo del paladar una cicatriz insólita por su forma y que permite por su asiento que se la considere co- mo un indicio’de sífilis antigua. Los dos pies ofrecen la deformación llamada pié truncado várus equino; el grado de alteración en su estructura pare- ce la misma de ambos lados. Hace un mes que la extensión del pié, la elevación del talón era más pronunciada; pero la tenotomía del tendón de_Aquí!es había sido practicada en esa época por un médico de Mava- güez, el Dr. Carbonell, antiguo interno de los hospitales de París: 1a, mejoría producida por esta operación fué sensible, el talón bajó, y salvo algunas caídas, podía el enfermo apoyar la planta, del pié sobre el suelo. Antes de la operación, no podía andar sino sobre la punta del borde externo de ambos piés, y todavía se vé sobre la piel de dichas regiones los espesamien- tos córneos que atestiguan los frotes repetidos que resultan de esa actitud prolongada : se siente que existen muy vero- símilmente dos bolsas mucosas al nivel del borde externo y de la extremidad anterior del quinto hueso del metatarso. Las indicaciones operatorias que quedan por ejecutar son: 1? 11 la tenotomía del tibial anterior, cuya contractura ó acorta- miento determina la elevación del borde interno del pié. La 2a indicación exige la aplicación de un vendaje inamo- vible, á fin de mantener en su nueva actitud de elevación el borde externo del pié; pero, en tercer lugar, es evidente que el astrágalo lia sufrido de cada lado un movimiento de sublu- xacion que necesita algo más que un vendaje de inmoviliza- ción, un borceguí ortopédico con un sistema de abducción pro- gresiva. Debemos notar la atrofia muscular de las dos piernas, que es muy visible é invita á comunicar movimientos repetidos, á prac- ticar el masaje de las regiones musculares délas piernas, que es- tan tan delgadas como los brazos en las regiones homónimas. La organización de este joven es irreprochable por otra par- te: no hay división congénita de los labios y del velo del pala- dar; no hay fímosis, ni espina bífida, ni paraplegia consecutiva. Llenada la primera indicación y practicada la tenotomía de los tibiales anteriores por nuestro colega, los piés son mante- nidos en la nueva posición de abducción y de elevación del borde externo del pié por medio de un vendaje apropiado que queda permanente, A los dos meses se renueva el vendaje, y al siguiente mes el enderezamiento no es todavía completo, pero ya muy satisfactorio. Lo que sobre todo no queremos se pierda para la historia Re la Antropología comparada, es que siempre se ha desar- rollado la presente deformidad en un sujeto mestizo, y no de ra- za pura. Capitulo XVISI. Deformidades congenitas de los niños, que se pueden operar. " 1. En la Isla de Puerto Rico las deformidades que provie- nen de los errores en la nutrición del feto durante la vida in- tra-uterina son muy comunes. 12 2. División.—Las lesiones más comunes de esta clase pro- vienen de la falta de desarrollo en una parte del cuerpo. La multiplicación de los órganos no es tampoco un fenómeno raro, y por el contrario, nada más común que encontrar, no sólo en los hombres sino también en los animales, algu- nos apéndices nuevos añadidos ífl número de los normales. Los gallos, que hacen un papel tan importante en los juegos de la Isla y que son el objeto de un culto especial, no escapan á estas anomalías. 3. Los misterios que rodean á la generación no permiten indicar las causas; pero es muy fácil afirmar que los matri- monios consanguíneos se observan en la mayor parte de estos casos. La herencia reclama muchas anomalías y se vé á menudo 2 ó 3 generaciones sucesivas ofrecer lá misma lesión congénita. 4. Las lesiones congemitas por multiplicación ofrecen á ve- ces una marcha hácia la curación espontánea por la caida del órgano nuevo; si existe un pedículo nuevo débil, la nutrición de este pedículo no basta para sostener el desarrollo del órga- no nuevo. La gangrena nace por evolución espontánea ó por contusiones, por ulceración, por perforación de los órganos nuevos que ofrecen cavidades.—La caida de los órganos sóli- dos no tiene gran inconveniente y la terapéutica se hace im- posible en presencia de esas inflamaciones que sirven para eliminar unos órganos molestos. 5. Pero no es tan inocente la ulceración que acompaña la destrucción de los tumores huecos, sobre todo cuando éstos co- munican por su interior con las cavidades naturales.—La pe- netración del aire en las cavidades normales, produce fenó- menos inflamatorios muy pronto mortales. 6. Si no se ulceran ni se caen, de por sí, los órganos supernu- merarios pueden ocasionar signos molestos que revelan su presencia, aunque estén escondidos en el vestido, en el calzado por ejemplo.—Tropiezan á menudo los enfermos con este a- péndice nuevo, se lastiman, si dan golpes se mutilan; un dolor sordo inutiliza el órgano suplementario y luégo inutiliza por 13 simpatía los órganos vecinos deque había usurpado las mis- mas funciones.—Si es en la mano, el órgano suplementario im- pide la escritura, el trabajo de carpintería, de albañil y todos los oficios de algún mérito manual; áun los mismos peones que usan sólo el machete para la zafra de la caña, se lastiman á cada momento con los contactos duros é imprevistos de hi mano que es más á menudo usada; y tiene el peón.que reclamar la amputación del apéndice inútil y molesto. 7. Cuando la lesión congénita consiste en la oclusión de los orificios naturales, á veces la terminación espontánea se produ- ce y las adherencias de los labios de los orificios se rompen de por sí, bajo la compresión de los pujos que vencen el obstáculo y echan afuera los productos detenidos dentro de los órganos huecos, como los residuos de la digestión, los orines y la san- gre de las reglas. 8. Las complicaciones de las lesiones congénitas del feto es- tán presentes ó ausentes, fijándose en el sitio de la lesión 6 ano- malía principal ; se puede decir, como regla general, que la mul- tiplicación de los órganos de las extremidades existe sin com- plicación de alteración en las regiones vecinas; al contrario, cuando la lesión congénita se aleja de las extremidades de los dedos y de los oidos y se acerca más de la línea media y del tronco, así como si la lesión existe en la boca, se ven las regiones cercanas desfigurarse y ofrecer unas alteraciones ó deformacio- nes que prueban que el trastorno de la nutrición ya tenia dis- posición á generalizarse: para aducir ejemplos, cuando se obser- va una falta de desarrollo en la boca, falta de soldadura en la co- misura de los labios, puede uno notar que el oido del mismo lado está deforme, el cuello del lado correspondiente está desda- do y el hombro mismo no está configurado como el hombro del otro lado que corresponde al lado sano de las comisuras de la boca. 9. Los trastornos funcionales lejanos que acompañan á las le- siones congénitas y les sirven como de complicación, se unen á ellas sin que.el lazo que los une sea siempre visible; pero la lógica de las causas y de los efectos se asocian á menudo, como 14 se unen las complicaciones en apariencia extrañas.—Sea un ejemplo; nada más vivo y picante, que ciertas miradas del ojo bizco cuando es accidental y se desarrolla en la infancia, pero no así cuando la lesión de los ojos es congénita, pues muy á menu- do el bizco es á la vez idiota. El joven Caraballo, de 13 años, ofrece una desviación congénita de los ojos; el ojo derecho mira hácia arriba y el ojo izquierdo mira hácia adentro, la ca- beza está inclinada hácia el lado derecho y su inteligencia es absolutamente nula.-Todas estas lesiones y trastornos funciona- les están asociados y son contemporáneos al nacimiento.-De este exámen de la correlación de la idiocia con el estrabismo nace esta deducción lógica: que no solamente sobre la cara y los ojos tiene su sitio la lesión, congénita, sino que estas lesiones exte- riores conducen por una legítima inducción á la existencia si- multánea de una falta de desarrollo de uno ó diferentes órga- nos del cerebro. 10. Así es que en presencia de una obliteración de la vul- va ó del orificio anal, ó bien en presencia de la falta de desar- rollo'de la pared recto-vaginal, es justo suponer una alteración más profunda de los órganos ocultos, ya sea una ausencia del recto ó de la vagina en el caso de oclusión de los orificios, ya sea una alteración de la matriz en el caso de división de las paredes y de comunicación insólita de los conductos vecinos. —En el hospital de Yauco, así como en el campo de la Cidra y de Cayey, como también en la capital, hemos presenciado un número relativamente grande de alteraciones en los orificios de los niños.—La imperforacion del orificio anal se ha curado en el caso de Feliciano Meliton por la incisión en cruz de cuatro col- gajos semilunares, después de la incisión de la membrana que formaba la oclusión del orificio.—Después una sutura reunía los labios de la herida con su base, y se abría el orifrcio, ó bastaba entonces la introducción de unas esponjas prepara- das ó de unas raíces de genciana para dilatar el orificio nuevo que se abria más, á la vez que se formaba más completamente la cicatriz de los labios de la herida ocasionada por la incisión en cruz.—En un caso de esta clase los auxilios de la cirugía 15 llegaron demasiado tarde y el niño sucumbió á una entero-peri- tonitis producida por la acumulación de las materias estercora- les.—Este caso se presentó en la capital, en el barrio del Este de P? R?—El intestino estaba enteramente imperforado y el con- ducto del recto ausente hasta una altura incierta. 11. En las vegas de Oayey (Puerto Rico), en el mes de Ju- lio de 1870, se presentó una madre con su hijita pecho co- co de cinco meses; esta niñita evacuaba por el orificio de la vulva; el ano no tenía su perforación normal. Los dos cilindros rectal y vaginal comunicábanse por un orificio fistuloso del ta- maño y diámetro de un garbancito. Era fácil dejar ver (á ca- da excitación causada por el miedo, por ejemplo, en la criatura) que salía por la fístula un cilindro fecal. Los demas órganos se hallaban en buen estado. 12. El método curativo usado foé el siguiente:—Primer tiempo: introducción de una sonda fina y curva por el orificio vaginal y vulvar, después por la fístula vagino-rectal y en fin por el recto hácia el fondo de saco inferior, haciendo que la pun- ta de la sonda empujase hácia adelante y salir la pared prolon- gada que oblitera al orificio rectal.-—Segundo tiempo: incisión en cruz y excisión de los colgados de esta pared.—Tercer tiem- po'. introducción de un tubo para facilitar la salida por el recto, al presentarse por la fístula antigua, de las materias estercora- les.—Se curó bien sin inconveniente: á las tres semanas la evacuación por el nuevo orificio se hacía muy fácilmente.—La fístula se curó por medio de algunas quemaduras con el nitrato de plata y por su inutilidad. 14. La obliteración de la vulva se ha presentado á nuestra observación á menudo; algunas veces era por la segunda vez, después de haber sido ya curada y operada, porque los labios se sueldan otra vez por el descuido. La necesidad de interponer un cuerpo extraño con perseverancia entre los labios es evidente. El método sencillo que nos ha dado un resultado satisfactorio, ha sido la, introducción de un estilete.fino por la parte superior de la adherencia que á veces, en esta parte, de- jaba una pequeña abertura casi invisible; y de no existir este 16 orificio, con pinzas de dientes de ratón se practicaba fácilmente, el estilete bajaba hasta la comisura inferior, y sobre la raya acanalada del estilete se cortaban las adherencias. En seguida los orines* hasta entonces impedidos, seguian su fácil curso.—Lo que distinguía esta anomalía, esta adherencia congcnita de los grandes labios, de la membrana, era su desarrollo considerable, su posición anterior y superficial, y sobre todo, á veces, la occlu- sion más ó menos completa del orificio urinario. (Caso de Can- grejos.) 15. Por una coincidencia notable, cuando estábamos estu- diando este caso, que se nos ofreció en Cangrejos, se presentó una observación digna de interes, la de una niñita de siete dias,—(Caso de Puerta de Tierra en San Juan de Puerto Rico), nacida con imperforacion del ano. El padre es blanco, la ma- dre es parda blanca, los dos están sanos y jóvenes, tienen otros hijos que son bien formados, y viven cerca de la Capital. El lu- gar es bastante sano, aunque vecino á unos mangles del fondo de la bahía.—La niñita es pequeña; su piel muy caliente ofre- ce todos los signos de una fiebre grave, probablemente sintomá- tica de la lesión rectal.—-.-El orificio anal está imperforado; á cada momento se ven esfuerzos y pujos que producen el efecto de empujar hácia afuera todo el perineo, que se transforma, por su prominencia, en un tumor pegado al centro de las nalgas, de color como azul; al nivel del orificio existe un orificio ciego como á siete milímetros de profundidad, pero acabado en fondo de saco; el dedo, puesto en este orificio, no siente mas que 1a. materia estercoral que se presenta en la proximidad de este falso orificio; una, sonda introducida por la vulva alcanza has- ta 0,03 centímetros de profundidad, y elevado la punta de la sonda se siente con facilidad hasta la región, perineal. Parece resultar de este exámen, que no sólo hay falta del ano, existiendo en su lugar una pérdida de sustancia indeter minada de la región, sino también una falta de desarrollo del tubo rectal en una extensión difícil de determinar. El estado tan grave ya déla niñita impidió decidirse á ha- cer ninguna investigación, incisión ó curación, practicando una 17 punción con el trocar acanalado y operando luégo como en el caso de la niñita de Cayey. En efecto, murió muy pronto la criatura después de nuestra visita. 15. En Trujillo-bajo, cerca de la Carolina (Puerto Rico), en el mes de Noviembre de 1870, acababa de hacer un viaje para un herido que.tenía una hemorragia grave por lesión de la primera arteria colateral del dedo meñique. Muy cerca de la casa del herido, en un lugar bajo, cubierto de aguas estancadas, como cinco varas cerca de los ranchos, se presentó una serie de niños con falta de desarrollo congénito. —El uno era hidrocéfalo, otro ofrecía una idiocia absoluta con cabeza muy reducida y gran voracidad, y sus dimensiones dis- minuidas.—Otro niño ofrece todos los signos más notables dé una falta de desarrollo de los órganos genitales; uno de los testículos se quedó en la ingle izquierda, donde pasó por hernia. —Otro tiene unahidrocele enquistada del cordon, que hábia si- do tomada por un tercer testículo suplementario.—Bastó una simple punción del quiste para vaciarlo y curarlo definitivamen- te, con la ayuda de una venda circular de diaquilon.—Este niño era de pecho, sus padres blancos, los demas mulatos. 16. En otro rancho estaba reservada la mayor deformidad, una falsa hermafrodita; pero era distinga la división de la ure- tra que se asemejaba á la vulva.—Los dos grandes labios esta- ban representados por los dos lados del escroto bífido, y de cada lado se hallaba la glándula seminal bien marcada en el espesor de los pretendidos grandes labios. Ausencia del hueso del pubis, falta de pared anterior de la vejiga descubierta.—Cuer- po cavernoso dividido; así, falta de uretra.—Conductos de los uréteres visibles, cayendo directamente los orines gota á gota.— Ninguna operación.—Peligro de muerte con la operación más sencilla; sólo vendaje preservativo, impidiendo el roce de la ropa mojada;—el vendaje se -amarraba á una tapa de metal delante de la vejiga. 17. El aspecto deja lesión merece descripción más dete- nida.—-A una pulgada,0 ,m03 debajo del ombligo, se ve una ma- sa herniada como empujada por detras por la presión del vien- 18 tre: este tumor está formado por la cara interna de la vejiga que se encuentra en contacto directo con el aire exterior, gracias á la ausencia de los tegumentos de la región abdominal y de la parte anterior de la vejiga. El pubis se busca inútilmente en el mismo punto, porque se ve que no se ha desarrollado. Es- ta masa mucosa empujada hacia adelante se continúa por sus bordes con la piel que está mitad blanca, mitad azul al acercar- se á la vejiga, revistiendo los caractéres de la mucosa ó del te- jido cicatricial.—Este cuadro forma la hernia de la mucosa: tiene la forma triangular con la base superior y mirando hácia el ombligo, la punta ó ángulo inferior mirando hácia el pene ó al rudimento que lo representa; debajo, se ven los dos orificios de los uréteres.—El pene es muy pequeño, el glande constituye toda su longitud.—La uretra está abierta por arriba, los testículos escondidos en el escroto bífido.—En presencia de tal lesión habia que buscar su método curativo y la enseñan- za que podria resultar de este caso para la fisiología de la ex- creción urinaria.—Ninguna operación era practicable, ni per- mitida por el joven paciente y su familia.—Coger un colgajo de la región lateral inferior de la pared abdominal no pro- metía ventajas proporcionadas á sus riesgos. 18. Casi todos los casos que han sido operados en semejan- te estado se han terminado por la muerte, y por lo tanto toda ope- ración fué rechazada.—Se hizo una pequeña esfera de metal que se aplicó sobre la vejiga, como una tapa que debia protegerla contra los contactos de la ropa.—Debajo de la tapa estaba co- sido un tubo de goma para recibir los orines que mojaban los muslos.—Durante muchos ratos y repetidas veces hemos pues- to al niño de pié sobre una mesa para estudiar la circulación de la orina desde los riñones hasta la vejiga y sobre todo el pa peí de los orificios de los uréteres. He aquí lo que se ha podido notar: la orina que sale de los orificios de los uréteres, es más clara, transparente y blanca que la orina que se ha demorado'en la vejiga y que sale por el orificio de la uretra, lo que prueba que la vejiga hace un papel, no solamente pasivo, sino que tiene también una influencia activa sobre la evolución de las cualida- 19 des físicas y químicas de ia orina depositada en su cavidad.—La manera de salir las gotas de orina no es continua por el orificio de los uréteres, sino intermitente; el líquido no sale de los uréteres verdaderamente por gotas, sino más bien por chorritos á la manera de un esputo de saliva blanca; parece que la orina que sale de los riñones se acumula poco á poco en el conducto de los uréteres y se queda detenida algún tiempo en la parte infe- rior de estos conductos, como si fueran cerrados por una espe- cie de esfínter, ó bien por músculos voluntarios, ó bien com- puestos de fibras, musculares de la vida orgánica, sometidos a unas dilataciones intermitentes, subordinadas ó independientes de los ramos nerviosos que les permiten un estado de contrac- ción, ó bien existen solamente, al nivel de los orificios de los uréteres, unas fibras circulares elásticas que se dejan vencer por la presión de la columna de líquido acumulada encima de ellos y ayudada por la contracción de fibras longitudinales. La abertura de los dos uréteres de cada lado no se liace á la vez, sino sucesivamente la una después de la otra; estas alterna- tivas no son de necesidad invariable.—Se observa á menudo que el derrame de la orina por el orificio del uréter izquierdo, es se- guido por otro chorrito de orina salido por la boca del mismo la- do.—Resulta de esta observación, que los dos riñones no pro- ducen la orina con un poder igual, en intervalos iguales.—El riñon izquierdo v. g. puede echar más orina que el derecho en el mismo tiempo.—Esta desigualdad en la .excreción de la ori- na puede ser la expresión de una diferencia en su poder funcio- nal; pero á menudo también es una pura apariencia. En efecto, se ve á menudo que la diferencia de los chorritos intermitentes, de la orina echada por las bocas de los uréteres, está compensada por la diferencia del volumen del chorrito emitido cada vez: por ejemplo, si chorrea el lado izquierdo dos veces seguidas cinco gotas de orina, el lado derecho echará diez gotas de un solo chorro, lo que producirá una igualdad: los in- tervalos que separan cada chorrito de los uréteres no son iguales, como lo hemos leido y oidó decir, al número de las respira- ciones, porque la orina no sale por gotas únicas y representa- 20 das por chorritos compuestos de gotas múltiples; los intervalos que separan los chorritos son más largos que los que separan las inspiraciones; por ejemplo, se puede ver al chiquito sometido á esta observación hacer tres movimientos de respiración completa entre cada chorrito ureteral de orina.—Cuando se principia una observación, los chorritos délos uréteres son más frecuentes que al cabo de algunos ratos prolongados de la misma ob- servación.—Esta lentitud de la excreción al fin de la obser- vación, se explica legítimamente por dos descansos relativos al jóven observado; cuando acaba de recibir el susto que le produce el exámen, corre más á menudo la excreción; y al contrario, se vuelve más rara cuando se ha* restablecido algunos ratos la tranquilidad de sus movimientos y cuando ve que el exámen no le produce ningún malestar,—Si se observan á distancia, los chorritos son menos fuertes y largos que si se toca la mucosa de la vejiga con los dedos para descubrir con más evidencia la abertura de los uréteres. 19. Quizas es permitido sacar de este hecho una deducción legítima: cuando la vejiga está vacía, no hay excitación sobre su mucosa; pero, al contrario, la excreción será más frecuente, cuando la vejiga medio llena recibe una excitación que se tras- mitirá hácia los uréteres y hácia los riñones; la orina así acu- mulada hará el efecto del dedo del explorador.—En las afec- ciones del sistema nervioso, en la astenia con parálisis del apa- rato nervioso de la-vida orgánica, es legítimo creer que la excreción está disminuida por la falta de sensibilidad de la mu- cosa cuando la vejiga empieza á llenarse. 20. Arcilio Medina nació en Yauco y tiene siete años de edad. Todas las otras partes de su cuerpo están perfectamen- te desarrolladas; su madre ofrece en la cara un lupus serpigi. noso que parece de naturaleza escrofulosa, El vulgo conside- ra al jóven Arcilio Medina como un hermafrodita; pero se ve claramente que esta opinión es un error, puesto que los dos testículos aparecen de cada lado en el espesor del escroto que se encuentra como horizontal y bífido.—El pene es apénas visible y está solamente representado por un cuerpo esponjoso, 21 de tres centímetros de largo, con la mitad de este tamaño re- servado al glande.—La parte posterior está escondida en la profundidad de la parte inferior de la vejiga, que ha conserva- do una posición ménos superficial que las demas regiones de la vejiga.—Quizas esta posición está determinada por la adheren- cia del fondo de la vejiga á los planos aponeuróticos de lá pel- vis; no se debe admitir que la base de este espacio triangular dibujado por la vejiga abultada esté determinado por la cicatriz umbilical, que no presenta la forma acostumbrada con sus de- presiones y sus pliegues, sino parece un simple tubérculo li- geramente prominente sin depresión alguna, y muy al contrario perfectamente liso:—no se debe olvidar que el ombligo de esos niños está por costumbre abultado como medio limón. 21. Falta de desarrollo del lado izquierdo de la boca.— Atrofia y deformación del pabellón de la oreja izquierda, ore- ja rudimentaria y suplementaria del lado izquierdo—Hombro y cuello unidos estrechamente por elementos más cortos que del lado derecho y formando un plano inclinado vertical en lu- gar de dos planos unidos en ángulo obtuso.—Operación sobre la comisura dividida, con ventaja. 22. D. Francisco Irizarri, niño efe escuela, blanco, de nue- ve años, nacido en Yauco, ofrece un tipo de lesiones congénitas que parecen de una patogenia opuesta: las unas provienen de una falta de desarrollo, como lo es la lesión de la parte iz- quierda de la boca, que está abiertá de 0,03 más afuera de su abertura normal.—Una falta de desarrollo se nota en la oreja izquierda, más pequeña y deforme:—como un grano de maíz, ésta representa otra lesión por exceso de desarrollo en la boca que es el vestigio de un tercer oido suplementario ; y en fin una efervescencia en el desarrollo, representada por la adheren- cia del cuello y del hombro izquierdo.—Esta coincidencia de tres lesiones de una significación opuesta, disminuye el va- lor de la expresión de cada una en particular.—Así la presen- cia del vestigio de un oido suplementario pareceria traer con- sigo la idea á lo ménos de desarrollo perfecto en las orejas nor- males, las que salieron pequeñas y deformes. 22 La operación practicada sobre los labios fué la siguiente: l.° Se avivó el borde de la comisura de los labios, en- una ex- tensión como de tres centímetros—2?—Sutura con alfileres unidos por hilos dispuestos en ocho de cifra.—A los nueve dias se sacaron los alfileres, dejando los hilos.—Resultado feliz. —El niño hablaba con dificultad, escupia á cada rato por la abertura exagerada del carrillo izquierdo; y saliendo el viento á la vez que la saliva, impedia la articulación délos sonidos: todo esto desapareció después de la curación. 23. Las orejas dotadas de un conducto auditivo externo estre- cho son más comunes de lo que se cree.—Resulta esta disposi- ción de-la facilidad en la detención de las materias normalmente producidas como el cerumen, ó patológicas como el muco-pus solidificado por la reabsorción de los elementos líquidos; de esa disposición resultan unos tapones excesivamente comunes y que producen la mitad de los casos de sordera.—Los de mas casos son producidos por la estrechez de la trompa de Eusta- quio á consecuencia de anginas repetidas que se han vuelto cró- nicas; hemos practicado á menudo el cateterismo de las trom- pas de. Eustaquio, y este método, por su éxito feliz, ha revelado la exactitud de nuestra apreciación respecto á las causas de sor- dera. 24. El labio leporino, la gula de lobo son comunes como los dedos cmqueños en la costa del Sur, en toda la zona donde falta el agua dulce, pero sobre todo donde abunda el agua de pozo.— En el solo pueblo de Arroyo existen dos gulas de lobo en dos ni- ñas; una de ellas es recien nacida é hija de primos herma- nos, la oirá niña tiene buena familia, y ya cuenta muchos hermanos mayores. Liemos admitido la costumbre de no operar nunca niños si no tienen, á lo menos, dos años de edad, á fin de dejar á los labios y á su tejido el tiempo de adquirir solidez y resis- tencia; si nó, el hilo de las suturas los corta en seguida.—La ope- ración del labio leporino ha dado en nuestros liospitalillos muy buen resultado; ayudamos la sutura con una cinta suave que da la vuelta á la cabeza y acerca los dos lados de los carrillos, de los labios y de las heridas.—En los adultos,, el resultado ha 23 sido siempre muy feliz, como todas las operaciones con el ins- trumento cortante, ó con las pastas cáusticas, que se practican en los labios.—En cuanto al ombligo, que se presenta bien cica- trizado en los- paises frios, no es así en los trópicos ni en Puerto Rico.—Casi todos los niños salen con unos ombligos muy- prominentes; los gritos, las fajas mal puestas, un vientre lleno de materias indigestas y ventosas los producen; los hemos cura- do á menudo con un vendaje umbilical y aceite de bacalao. No hablaremos de la espina bífida; esa falta de desarrollo de las vértebras inferiores no se ha presentado sino rara vez, aunque tenemos presente en la memoria un caso observado cerca de nuestro hospital de Yauco, en el caminó de Sabana Grande.— Hemos invitado sólo á la madre á no ejercer ninguna presión ni lastimadura sobre el tegumento del tumor, para evitar que lle- gara á inñamarse y luégo á reventarse, conduciendo así á una muerte próxima. 25. Vamos á hablar de un caso que hemos reconocido. El sujeto, recien-nacido. llevaba el cerebro y todos los órganos ac- cesorios dentro de una bolsa más grande que el cráneo y que ocupaba la región' posterior dé la bóveda al nivel de la región occipital. La frente, las sienes y los parietales estaban echados hácia el centro de la región. Hernia del cerebro.—Cabeza bífida.—Hijo recien-nacido de un marinero robusto de 31 años, natural de Puerto Rico y de una caraqueña de 24, sanos. Los padres no eran consanguíneos. Atrofia general de la cabeza y del encéfalo; falta de desarro- llo del occipital. El volumen del tumor era el de una china muy voluminosa. Los padres son jóvenes y tienen ya tres hijos buenos, sanos y bien conformados. Sobre un punto de la existe un arañazo que parece acusar una lastimadura, durante* ef parto; se pronostica la ul- ceración de las paredes del saco por esta herida, y la muerte del niño por la introducción del aire en el saco.—Fricciones de pomada astringente sobre la lastimadura. 26. Sobre algunos tumores venosos reductiblesi inguinales y 24 congénitos de los niños.—Ya el título sirve de definición á estos tumores. Como crecen con los años, empiezan por ser apénas visibles á modo de una simple “seca/7 y acaban por alcanzar el tamaño de media china según los esfuerzos profesionales. Se pueden admitir dos regiones en esos tumores: una superfi- cial, subcutánea, libre; otra profunda, unida al tejido celular que separa ó une sus elementos, y también produciendo cana- les semejantes á otras tantas raíces por donde comunica el tu- mor con los troncos venosos principales de la región. No son comunes estos tumores; sólo dos casos se lian ofreci- do á nuestra observación: una vez en la capital, otra en el pueblo de Guayana en Puerto Rico. El primer caso desapa- reció después de una simple observación, el otro fué someti- do á un método quirúrgico. El joven F.... M...., nacido en Guayama, de familia europea, tiene apénas 13 años de edad, no se dedica á oficio corporal que pueda producir un tumor vascular; asiste aún á la es- cuela. Desde su nacimiento lleva en la ingle izquierda un bul- to que pasó inadvertido; pero poco á poco se notó que había allí como una seca. Nadie se ocupó del pequeño tumor apénas visi- ble; pero luégo creció con los gritos, se observó su reductibilidad por la presión, y al suspender ésta, cesaba en su reproducción. También era reductible de lejos, sin tocar el mismo tumor, por la sola presión, á distancia de su circunferencia inferior, sobre el trayecto de la vena safena y de la femoral. Pasando un dedo suavemente sobre la cara externa, se compone de elementos múltiples separados por depresiones y surcos, indicando que lo constituyen elementos distintos en forma de tubos, ó de célu- las que comunican entre sí y profundamente con los canales vasculares de la circulación general. El color del cútis está apénas alterado, y lo misino la tem- peratura; ningún latido, ninguna expansión. En algunos puntos, sobre todo en la base del tumor, se siente una pasto- sidad. Con el trocar, si se penetra á poca profundidad, se sa- ca un poco de serosidad trasparente, incolora, espesa; más pro- 25 fundamente, se saca sangre negra es pesa, con toáoslos caractéres de la sangre venosa. Así hay dos líquidos en el tumor, uno de ellos periférico, fuera de los tubos ó células, situado en el tejido celular debajo del cutis, obedeciendo esta estructura á la ley que aprovechan los tumores patológicos, como los órganos nor- males, y que se puede formular de este modo: cada vez que existe en una región del cuerpo humano un elemento móvil, aun- que la circulación y el movimiento no sean constantes, activos y sólo posibles, no falta nunca un líquido protector desarrollado al rededor de la masa dotada de un elemento móvil en §u com- posición.— La marcha del tumor puede revelar la existencia periférica del líquido al rededor del quiste.—Se hizo una vez como una perforación fistulosa del cutis del tumor, y salió por el orificio una serosidad por grados blanca, incolora, viscosa, pero no hidática por ser silencioso el tumor y sin crepitación cuando se comprimía. Se complica el tumor'de erupciones accidentales, que han probado el temperamento linfático de los pacientes, como tam- bién de un derrame de serosidad en la cavidad vaginal—hidro- cele congénita del mismo lado—pero irreductible. Tan luégo como se derrama la serosidad de la cavidad periférica del tu- mor, se sienten sus elementos en forma de canales distintos entre sí, más claramente acusados al vaciarse la sangre del tumor, en cuyo caso disminuye, pero muy pronto vuelve á las dimensiones anteriores á la evacuación de'la sangre. Los métodos curativos más variados opuestos á esos tumo- res han sido completamente inútiles, ó bien han procurado una curación sólo temporal y reducida únicamente á la parte superficial del tu triar. El método más eficaz ha sido el sedal unido á la compresión. Al pasar una aguja gruesa, armada de un hilo de carta, doble y encerado, salió sangre—como tres onzas—y hubiese corrido más sin la compresión que se opuso al derrame. Salió la sangre en chorro continuo de color negro. Bajo la la influencia del sedal, el tumor se vuelve duro, y la sensación de pastosidad, de semifluctuacion, de reductibilidad se pierde. La compresión completa el efecto del sedal’y se podria 26 creer en la curación; pero fácilmente se supone que las capas profundas, las ralees vasculares del tumor, no han sido altera- das. Se sospecha fácilmente que el método produjo una infla- mación adhesiva de las paredes de los tubos vasculares; pero al cesar la compresión, al volver la ola de líquido sanguíneo por las raíces profundas, inalcanzables al sedal, se destruirán poco á poco las adherencias ya conseguidas y la sangre volve- rá á ocupar luégo su sitio anterior al sedal. Así fué: muy pronto vuelve á andar y trabajar el paciente y se reproduce el tumor; usándose entonces la inyección de gotas de percloruro de hierro, poco á poco renovadas con la jeringuita de Pravaz y la compresión suave, pero muy eficaz y perseverante; más tarde, si no duele, el braguero provisional es lo mejor. Naturaleza de la afección.—Resulta claramente del examen detenido de los caracteres de los tumores aquí descritos, que ellos pertenecen á la clase de los eréctiles. Su reductibilidad impide asimilarlos á la clase de los quistes; su base comunica evidentemente con la circulación venosa profunda. No pare- cen compuestos esos tumores de un solo tubo venoso dilata- do y enrollado én sí mismo, porque si tal fuese su estruc- tura, la reductibilidad de dichos tumores sería más fácil, como la vuelta á su volámen anterior después de terminada la com- presión. En fin, los esfuerzos para levantar un peso no los ha- cen crecer en seguida, pero sí poco á poco y con el tiempo, en virtud de la multiplicidad de los tubos que retardan su elimi- nación por la multiplicación de las condiciones de roce. 27. De los seiseños,—Los dedo.s suplementarios son muy comunes en Puerto Rico, no sólo en las manos sino tam- bién en los piés; aunque con más rareza en los últimos. Se observa también el mismo fenómeno en gallinas y gallos. Los hombres que llevan así dedos suplementarios se llaman “seise- ños;1’ los gallos con un dedo suplementario ó una espuela super- numeraria se llaman “cinquefíos.” Ese aumento de los dedos es casi siempre un estorbo,por la molestia que acarrea para el libre Juego délos demas dedos normales; pero este estorbo consiste, sobre todo, en la alteración de-estructura del dedo normal que 27 lleva un dedo suplementario.—Dividimos esos dedos según su punto de nacimiento, que corresponde siempre á un pliegue articular: 1? metacarpo-falángico; 2o falango-falangínico; 3o fa- langino-falangítico; unilateral ó bilateral, de las manos ó de los piés. Los dividimos también en rudimentarios sin esqueleto, ó completos, esto es, compuestos de una falange cubierta con su uña y esqueleto cartilaginoso y huesoso. Se dividen también en dedos pediculizados ó sin pedículo. Los más rudimentarios llevan siempre una arteria central. Crecen estos dedos en pro- porción de los demas normales; pero con la evolución de ellos se nota que á menudo son atacados de gangrena, se mortifica el pedículo, se oblitera la arteria y se vuelve negro el apéndi- ce: otras veces el solo roce del dedo en el ejercicio del trabajo, lastima el cuerpo ó el pedículo del dedito, y se infbqna el punto lastimado, produciendo unas tilceritas que duelen á cada movimiento: luégo la úlcera se vuelve fagedénica y el dedi- to se cae por sí mismo; pero el mayor inconveniente es la al- teración anatómica del dedo meñique ó pulgar, que está casi siempre modificado en su juego, que se vuelve más alterado y en su estructura más ó ménos deformado. Los casos peo- res ofrecen una atrofia del pulgar ó del meñique que se vuel- ven deformados y con semianquílosis.—Ligar, si el pedículo es fino; cortar, si no hay pedículo, con bisturí, y luégo usar el percloruro de hierro con yesca para contener el chorro arte- rial de sangre y con una cinta de esparadrapo encima. 28. Obs.—Salvador Madera, mulato, de 50 años, natural de Guayama y vecino del barrio de Carite-abajo, labrador, con dos hijas presentando la misma deformidad en ambas manos, dos hijos en igual caso, y uno á la vez en las manos y en los piés. — Al padre se le enfermó el sexto dedo de la mano izquierda, falangino-falangítico, por ser más fino que el de la derecha y con el roce de las sogas se lastimaba hasta salirle sangre;'el pedículo del sexto dedo izquierdo era fino, en lugar de ser an- cho como el sexto dedo derecho. Ademas, la uña de éste últi- mo era más grande que la uñita de aquel y tenía una forma regular como la del dedo meñique. Los abuelos no ofrecían 28 esta conformación,ni tampoco ningnii otro miembro de la fa- milia; él padece de dolores reumáticos en todo el cuerpo.— Con unas tijeras fué cortado el dedo suplementario del lado iz- quierdo, en vista de haberse rajado y de dar sangre, según he- mos dicho. 29. Seiseño del pulgar, metacarpo-falángico.—El' pulgar de la mano derecha atrofiado y en estado permanente de flexión y de retracción, está acompañado de un pulgar rudimentario y supernumerario.—Este caso es muy raro, pues es el único que hemos presenciado.—La oposición del pulgar á los demas de- dos es muy imperfecta.—Lo que la naturaleza produjo con exceso en favor del apéndice añadido, lo retiró en la misma proporción de la estructura anatómica y en las funciones fisio lógicas del pulgar principal; de la misma manera sucede en el reino vegetal, en donde la multiplicación de los ramos nacidos de la misma axila del tronco dañan, para cada uno recíproca- mente, la fuerza de su desarrollo.—Es digno de notarse que los dedos suplementarios tienen su pedículo articulado al nivel de un pliegue articular del dedo principal, y en este punto de vista se acercan al cumplimiento de la ley de las prolificacio- nes en el reino vegetal; pudiendo el pliegue articular asimi- larse más ó ménos á las regiones axilares, que son los puntos en donde los vegetales echan las nuevas producciones. 30. Cínqueños.—La niña IVE Alvina Madera López, hija de Yalentin Madera y de Dámasa López; su padre labrador, vecino del barrio Andalucía, jurisdicción de Cayey. La niña, sobrina de Fermina Madera, se presenta para consultarnos el 1? de Agos- to de 1870, á causa dé una afección caracterizada por ataques, llantos, gritos, frialdad, pujos para orinar; se le saltan las lá- grimas; el vientre se le pone duro; su dentición está completa; sus partes muy coloradas: la madre tuvo mal de Pelea, el cual es muy difícil de apreciar. Se sospecha que tenga lombrices. Se calma el ataque echándole agua sobre la cabeza, y se pasa los dedos por los oídos cuando desaparece el ataque: tiene una tosecita. Esta niña es cinqueña de ambas manos, su tía tam- bien; tienen el tamaño de seis líneas de largo esos dedos su- 29 pernumerarios. La situación es diferente en las dos: en la tía el dedo cinqueño está situado más hácia la palma del dedo: la niñita lo tiene más afuera y arriba que la tia. La forma es diferente,en las dos: en la tía, en la mano derecha, no ofrece otra cosaque una especie de verruga aplastada, probablemente por el uso de los instrumentos de trabajo, pues en la mano iz- quierda el dedito está enteramente despegado, libre, recto y parado: un esqueleto cartilaginoso se siente en los deditos de la tía, pero este esqueleto no ocupa el centro del dedo, sino que está situado en el espesor del mismo meñique: este cartí- lago tiene la forma de un gancho; un ramo del gancho ocupa la base del cinqueño y es perpendicular al eje del meñique; el otro ramo es paralelo al referido eje del meñique con la pun- ta libre dirigida hácia la raíz del mismo, esto es, hácia la pri- mera coyuntura del dedo, aunque salga el cinqueño más cerca de la segunda coyuntura que de la primera. Ni el padre ni la madre son cinqueños, pero sí lo son la hermana del padre, tía Fermina; una hermana, Juana, cinqueña de la mano derecha; otro hermano, cinqueño; el abuelo de la niñita, cinqueño de la mano derecha. Ninguno tiene oído suplementario ni rudi- mentario, á excepción de la tía que tiene lunares en el oído izquierdo y en la cara del mismo lado.—La influencia heredi- taria no puede ser más manifiesta que en esta familia, prueba de que esa lesión se trasmite á toda una generación de herma- nos y hermanas, por más que los padres sean perfectos, con sólo tenerla los tios, parientes oriundos de los mismos abuelos. Notamos que siempre la mano izquierda ha sido más comun- mente atacada, estando la lesión ménos desarrollada cuando el mal existe en la mano derecha. 31. Obs.—Antonia Amparo de E-ivero, hija de Antonia Otero, parda, de dos años, natural de Guayama, en donde vi- ve, se presentó á nuestro exámen en Marzo de 1873: no hay antecedentes de consanguinidad, es cloro-anémica, cinqueña de ambas manos, cuyo dedo suplementario está pegado á la primera falange del quinto dedo; dedos del pié y orejas sanos. —Su madre tenía 24 dedos, es decir, un dedo más en cada 30 mano y en cada pié; y otra hija suya estuvo como la que es objeto de nuestra observación. — Operación:—El cloroformo fué administrado sin peligro, aunque en abundancia.— Incisión según la línea que ocupa la cara palmar del nuevo dedo y lo separa del auricular, saliendo por el surco correspondiente á la cara dorsal; dos chorros arteriales:suturas, tafetán; calentu- ra por la tarde. 32. Falso cinqueño no congénito.—D. José Obis Bardají, hijo de D. Tomás Obis y de Da Antonia Bardají, de 30 años de edad, natural de Huesca, en Aragón, fué operado por nosotros en 16 de Mayo de 1874. Tenía un sexto dedo encima del auricular de la mano derecha, que no era de nacimiento, sino que salió á los ocho ó nueve años.—El dedo operado ofrecía una uña que crecía mucho, y era por lo tanto necesario cortarla con más frecuencia que las otras.—Los dedos congénitos dichos “cinqueños” nacen siempre al lado del último dedo ó del pri- mero, esto es, sobre el mismo plano horizontal; nunca encima, esto es, en el plano vertical. Contienen un cartílago ó un hue- sito rudimento de falange, y una arteria que chorrea con inter- mitencia como el pulso; miéntras que en este caso, se hizo el corte sin que se encontrase cartílago, ni hueso, ni chorro fino de sangre arterial.—Este dedo se debió á una prolificacion ri- ca, que, al rededor de un hueso alterado, se hubiera conver- tido en tejido huesoso: de donde se sigue que en cada región del cuerpo humano existe la propiedad no sólo de reparar las pérdidas de sustancia, sino áun de multiplicar y crear órganos nuevos, semejantes á los que están dotados de una energía de vitalidad excepcional á consecuencia de una aberración espon- tánea ó traumática; y aplicando este principio general á la cuestión de los seisenos, diremos que en la región de los dedos reina una fuerza en virtud de la cual todo lo que nace por una herida ó por una contusión reviste los caractéres de los ele- mentos anatómicos del dedo,—cuya fuerza puede crear una sustancia córnea, que dista mucho de asemejarse á lá epidér- mis, y que, sin embargo, es un producto epidérmico; éste es el más sencillo en la organización animal; pero se necesita el po- 31 der de la vida intra-uterina para crear, no ya tan sólo un ele- mento anatómico accidental, sino también un órgano entero suplementario. 33. De los gallos y pollos cinqueños.—En los campos llaman “cinquenos” á los gallos que tienen un dedo supernumerario,— y esta anomalía está lejos de ser rara: tal deformación congénita es hereditaria.—La situación de este dedo suplementario es por lo regular externa; á veces es rudimentario, otras casi com- pleto y como normal en el tamaño, comparado con los otros. Algunas ocasiones el plano del dedo supernumerario puede esT tar demasiado elevado para alcanzar y pisar el suelo; el pe- dículo del dedo es rara vez ancho; ántes al contrario, más bien estrecho; los movimientos son nulos y por eso no sirven pa- ra la progresión. En las peleas se observan á menudo los espolones supernu- merarios de los gallos; dos pares y áun tres pares de espuelas se presentan en el mismo gallo; el par situado más cerca de la espuela normal está más desarrollado que la espuela del tercer par más separado: no se excluye el gallo de las luchas porque tenga cuatro ó seis espuelas; esta circunstancia no está conside- rada como una ventaja.—Otra deformación congénita de los gallos, si bien más rara, consiste en una anquílosis de la arti- culación fémoro-tibial; cuya coyuntura no se extiende y los dos ejes del muslo y de la pierna quedan paralelos; así el gallo pierde en su elevación del suelo una cantidad igual á la de la pierna. La longitud del metatarso sólo lo separa del suelo. Su actitud es la sentada, su andar difícil y se cae á menudo. En un pollo óinqueño de ambos pies, que observamos en Ar- royo con algún detenimiento, el dedo suplementario estaba adherido al cuarto dedo. El quinto, de que estaba dotado en cada pata, le ha costado el uso de los otros dedos naturales,— los cuales son, todos cuatro, inútiles, porque condenados á una inmovilidad absoluta, existe una flexión continua sin extensión posible. La mano, así cerrada, forma una especie de anillo, y el pollo marcha sobre 1a. cara externa del pié hasta el talón, de modo que pierde en sus pasos la distancia que se extiende 32 desde la extremidad del antebrazo hasta el origen de los dedos. 34. Tresoideftos.—Entre los niños que llevan tres oídos y los que tienen seis dedos en una mano, no hay ninguna diferencia bajo el punto de vista de la patogenia y de la clasificación del fenómeno, pues todo lo que se dice y se ha dicho más arriba de los seisenos es muy aplicable á los tresoideños. La misma división es verdadera y justa aquí: en cu'anto al número; tres- oideños, ó sea un oído rudimentario de un lado; cuatro-oideños, ó sea con un vestigio de oído de más de cada lado; y así se pue- de aumentar el número hasta observar tres oídos rudimentarios de un solo lado. Tocante al sitio, unos están situados sobre el mismo antitrago, pero más á menudo están más adelante, á uno ó dos centímetros más cerca de la comisura de los labios.—Por su perfecta ó imperfecta estructura, unos ofrecen un verdade- ro pabellón, y luego van pasando por imperfecciones sucesivas, y no presentan más que un tubérculo informe con un núcleo cartilaginoso central.—Por su forma, casi todos tienen la de un guisante ó chícharo, pero los más largos parecen como una avichuela.—Por la dirección, casi-todos tienen su eje perpen- dicular al plano de la oreja ó del pabellón principal, con una inclinación, á menudo, hácia adelante y abajo.—Por sus com- disminuye la perfección de formas y de funcio- nes en el oído principal á medida que el volúmen del apéndice aumenta, ó cuando el número de ellos se multiplica, ó que sd estructura va perfeccionándose. La estructura, ademas del núcleo cartilaginoso, presenta en lo general un vaso arterial central. La marcha parece progresiva con la edad, en volúmen, pero no en estructura, esto es, que el núcleo cartilaginoso, primero en forma de garbanzo en la infancia, no se reviste de la forma de pabellón en la edad adulta.—Se observa esta lesión en todas las razas; quizas la consanguinidad goza de alguna influencia en esos niños deformados, como la tiene para los seisenos.—La frecuencia de la deformación es siempre más grande del lado izquierdo que del derecho: se ven tres oídos rudimentarios á 33 la izquierda,'cuando no aparece ninguno á la derecha: lo mis- mo se ha observado con los seiseños, Las complicaciones que más se han encontrado en esta lesión han sido las de la coexis- tencia de la lesión seiseña asociada á la del tresoideño.—• Cuando crece la barba, puede disimularse el tubérculo situado muy adelante; pero en los niños es menester amputar con el bisturí si el tumor es sésil, y con un hilo apretado si el pedícu- lo es fino. Algunos, si son lastimados, pueden inflamarse, pero no los hemos visto caerse por sí solos como los dedos muy pe- diculizados y seiseños. Obs.—La umita Vicenta Torres y Admirant, huérfana, tresoi- deña: tumor como un granito de maiz, pedículo de0,003 milíme- tros, móvil; ningún vestigio de esqueleto cartilaginoso. Sitio, á 0,01 centímetro por delante del antitrago; corresponde al oido izquierdo.—Delante del oído derecho, encima de la base del antitrago hay otro tumorcito del tamaño de una semilla de llantén, con pedículo membranoso, pero muy corto y no carti- laginoso.—La madre es también tresoideña doble.—Esta niña, de temperamento muy linfático, está atacada de queratitis úl- oero-eserofulosa y de otorrea catarral doble.—Dedos norma- les; operación rechazada. Capitulo XIX. De las estrecheces bajo los trópicos, particularmente en Puerto Rico y jde los conductos genitales en la mujer. I. Patología general de las estrecheces. —1. La estrechez de los conductos y de los orificios naturales, la formación de conductos artificiales operados á título de compensación y for- mados por la cirugía de la naturaleza, se ofrecen á menudo 34 aquí á la observación, y con más fecuencia que en las regiones templadas y septentrionales. 2. Encuéntranse los motivos de esta lev en la fecundidad de los climas cálidos y de la vegetación activa que brilla en los dos reinos vegetal y animal. En nuestras excursiones, nos ad- miramos cuando vemos, del seno de las grietas que separan las rocasy brotar una magnífica palma; así también en el do- minio de la cirugía, nada es aquí imposible á la riqueza de los mamelones carnosos y á su vegetación cicatricial. 3. Gracias á ese trabajo tan activo, obsérvanse lesiones en las superficies más extensas del tronco y del cuello, que hacen adherir la barba al pecho, poniendo el maxilar en una actitud forzada de semiluxacion. Bajo la influencia de tal semiluxa- cion del maxilar inferior, producida por la exuberante vegeta- ción de las bridas cicatriciales, el juego de este hueso móvil se veía impedido, la boca no podía abrirse, y el orificio que habia quedado entre los dientes se había puesto tan estrecho que apénas daba paso á los bocados de alimentos, á que en otro tiempo prestaban tan fácil entrada; el movimiento de la man- díbula inferior, que permite abrir la boca, se había hecho casi imposible; de donde la realidad de una estrechez la boca ba- jo las apariencias de una abertura exagerada del esqueleto de la región.—Las partes blandas estaban también desviadas, y el labio superior arrastrado hícia abajo, casi en contacto con los dientes inferiores. 4. El sujeto á que nos referimos, llamado Agustín, era campanero de la iglesia de Jabucoa, lo observamos en Octu- bre de 1875, y su quemadnra databa desde la infancia: se ne- gó á toda operación. 5. Apliquemos esta riqueza de producciones cicatriciales, no ya á las superficies, sino á region.es compresibles y canali- culadas, y tendremos la obstrucción de los conductos formada como en el caso de un joven de la villa de Pance, que tiene en el pecho, el cuello y en la mandíbula una brida cicatricial dis- puesta de manera que inmoviliza y tira liácia atras la mandíbu- la,hasta el punto de impedir la fácil introducción de los al i- 35 mentos y la deglución. La faringe, la laringe y el mismo esó. fago se hallan apretados como con una corbata resistente y poderosa de tejido cicatricial, extendida desde las mejillas y la barba abatidas hasta los hombros y el pecho levantados, re- presentando el punto fijo las ataduras fibrosas de la piel del cuello y del dorso al rafe medio posterior, es decir, á los teji- dos fibrosos que se insertan en las eminencias espinosas de la columna vertebral. 6. He ahí un ejemplo de estrechez á distancia de los con- ductos; incompleta, es verdad, pero producida por la riqueza de la vegetación cicatricial en una superficie exterior. Supon- gamos una lesión interna situada directamente en los orificios, sobre los mismos conductos: con qué facilidad no producirá las obliteraciones y las estrecheces en condiciones tan favorables á las vegetaciones en los tejidos de las membranas! 7. En Yaireo hemos encontrado á varios individuos ataca- dos de deformación á consecuencia de bridas cicatriciales en las extremidades. La movilidad de los elementos de dichas re- giones ha permitido que la retracción se ejerza sobre los arte- jos que muchas veces se han acostado bajo la planta de los pies, sobre los dedos y sobre el pulgar de la mano, pero qüe, en otros sujetos, se han vuelto hácia afuera, luxándose entera- mente: de donde la imposibilidad de la marcha en los prime- ros casos y de la oposición del pulgar á los dedos en los otros. ¡Cuántas orejas pegadas y cuántos párpados cerrados por la ad- hesión de sus bordes, ó arrastrados hácia la frente y las meji- llas! Ya las narices, ya el orificio bucal en parte cerrados, ya el brazo pegado casi hasta la proximidad del codo! Cuántos dedos adheridos ó cerrados en la palma de la mano, cuántas re- giones del codo estorbadas en sus movimientos por esas bridas que resultan de quemaduras, ó algunas veces de retracciones tendinosas!—fenómenos todos del mismo orden. 8. Demasiado espacio se necesitaría para dar cabida á ob- servaciones que ofrecen todas una misma enseñanza: la asimi- lación de las lesiones flegmásicas de la piel para determinar— bajo forma de quemaduras, de vejigatorios, de ulceraciones si- 36 filíticas, de flujos purulentos, de oftalmías ó flegmasías simples y gangrenosas—destrucciones de tejidos y muy pronto repara- ciones mal dirigidas, exageradas; de donde la deformación de las superficies móviles y la obliteración de los conductos. 9. Todas las personas no son igualmente fecundas para producir tejidos cicatriciales igualmente exuberantes y retrác- tiles. Hay quienes sufrieron durante numerosos años inflama- ciones con supuración del conducto uretral y que se escapan de las estrecheces; mientras que otros, con una afección de la misma clase, pero rápida, cuya duración fué apénas de seis meses, son afectados de una estrechez precoz y velozmente progresiva. Así sucede con la cicatrización y la producción de las bridas del tejido ¡nodular, que varían según los climas; y apoyándonos en estos datos, nos atrevemos á decir que la es- trechez de los orificios y de los conductos es más común bajo los trópicos, en igualdad de condiciones individuales. 10. La estrechez del intestino en uno y otro sexo se ha ofre- cido á nuestro diagnóstico, sobre todo con motivo de dos cau- sas: la sífilis y el cáncer. En presencia de la primera, bello ha sido el papel de la Cirugía con el uso de las esponjas prepa- radas y el }u>do en pomadas ó en soluciones, auxiliado de los yoduros al interior y hasta del mercurio. En el caso de es- trechez cancerosa, ese bello papel del cirujano se reduce al diagnóstico. En la Habana, bajo los auspicios del Dr. Jorrin, amputamos con feliz éxito un cáncer del pecho á una señora de Matánzas: no hubo reproducción local; pero al cabo de dos años, fué atacada do vómitos, de accidentes de estreñimiento, convulsiones, flujo sanguíneo intestinal, fiebre y muerte en al- gunos dias. Se pensó en una fiebre perniciosa cerebral hemor- rágica; pero llamados después de la muerte, hemos dicho y repetimos que se trataba de una estrechez cancerosa del intes- tino, aunque por su operación de la mama hubiese ganado la en- ferma dos años de vida, En otro sujeto, residente en Cárdenas (Cuba), como de 60 años de edad, de una salud próspera en otro tiempo, y pertur- bada desde algunos meses sin causas apreciables, se desarrollan 37 de repente varios accidentes que hacen viva explosión, cual si fuese nna enfermedad aguda, una intoxicación palúdea gra- ve. Nada faltaba para el diagnóstico; calenturas intermitentes intensas, perniciosas, por accesos, intervalos de apirexia com- pleta, ataques de convulsiones violentas, ictericia, estreñimien- to: quinina. Más tarde, diarrea sanguinolenta. Llamados en consulta, vienen en seguida á ilustrar nuestro juicio los hechos siguientes: el sujeto es un coloso cuya gordu- ra estaba ántes al igual de su talla; enflaquecimiento rápido, debilitación, repugnancia á los alimentos, vientre desigual y abollonado, sobre todo hácia abajo y á la izquierda. Introduc- ción del dedo en el ano: intestino estrechado. El dedo sale cu- bierto de un líquido viscoso, sanguinolento, cuyo olor es tan característico, que hace exclamar:—estrechez cancerosa del in- testino! Muerte rápida, irremediable. 11. De la estrechez accidental de los conductos en la mujer, y en'particular délos conductos genitales.—11. ' Jamas hemos visto en Europa lesiones de los orificios y conductos de la mu- jer tan completas como aquellas de que hemos sido testigos en estos climas. ¿Tienen las heridas por sí mismas una facultad adhesiva que suministre el clima? ¿debe hacerse intervenir también la falta de cuidado en las curaciones? La verdad de be componerse en parte de estas dos causas. 12. En la cara hemos visto la abertura bucal casi cerrada en una enferma curada de bubas recientes: era en Fajardo, en una mujer de treinta años, cuyas bubas ó pian, según costum- bre, le habían surcado el rostro de bridas cicatriciales profun- das, desfigurando sus faccciones la potencia retráctil de ellas. Las comisuras bucales se habian pegado, los bordes libres de los labios se habian unido poco á poco, hasta el punto que el orificio que quedaba, apenas daba entrada á una pluma de ganso gruesa: con un tubo de madera de esta dimensión, aspi- raba con trabajo las migas de harina, la leche, las papillas cla- ras que únicamente podían componer su alimentación. Se hizo sin éxito una primera tentativa de operación; pero la nuestra fué seguida de buen resultado, gracias á la unión por 38 medio de suturas de los bordes cutáneos y mucosos divididos por dos incisiones á derecha é izquierda. 13. Sobre todo en los órganos genitales externos de la mujer son notables las observaciones en estos climas.—En Mé- jico, en Veraeruz, cuando la preñez ha llegado felizmente á la época del parto, no es muy raro ver que las familias de las llanuras elevadas envían sus mujeres á la costa, es decir, á la zona tórrida del país: lo que significa que la gente aplica sin saberlo las leyes de la física: creen, con razón, que hasta los tejidos dotados de vida están sujetos á las influencias de la físi- ca, es decir, á la dilatación por el calor. 14. Los partos son ciertamente mucho más fáciles y más espontáneos en los trópicos que en los climas templados; y es esto tan verdadero, que durante una permanencia de doce años y medio, después de una vida de estudios, de práctica hospita- ria y de clientela bajo los trópicos, nunca nos ha sucedido, si- no una sola vez, ver morir en el parto, á la vista de una reu- nión de médicos y de personas bastante competentes, á la mu- jer y al niño: en ella la estrechez de, los huesos de la pelvis era tal, que apénas se podía tocar la cabeza, detenida en el estre- cho superior, y que ni la introducción de las tijeras de Smellie ni la aplicación del cefalotribo permitieron extraer el feto. No- temos que desde ántes de principiar el trabajo era atacada la pobre mujer de convulsiones ya mortales de eclampsia, y que en otro tiempo se habia aconsejado que se abstuviera del ma- trimonio, visto el reblandecimiento, de los huesos délas pier- nas, doblados en arco de círculo; de donde, por inducción, la deformación de los huesos de la pélvis. Era el primer caso de raquitismo que observábamos; y hubiera sido preciso practicar ó la separación del pubis,ó la operación cesárea; pero la eclamp- sia se oponía á ello. 15. En los trópicos la naturaleza acaba á veces por sí sola los partos difíciles, y la mayor parte de las operaciones efec- tuadas han sido prematuras. Es el momento de afirmar, inci dentalmente, que no hemos tenido ocasión de observar aquí las epidemias de fiebre puerperal que desoían en las grandes ciu- 39 dades de los climas frios ó templados á las recien-paridas y á los médicos. Tendríamos que buscar mucho en nuestras notas y en nuestra memoria para encontrar en medio de nuestra prác- tica de las ciudades la fiebre puerperal áun al estado esporádi- co, aislado. ¿Ha sido insuficiente nuestra observación? No. —¿Demasiado reducida nuestra clientela? No.—Vengan las mujeres de Europa á parir en los trópicos, y les aseguramos la vida salva y libre de esas complicaciones espantosas que diezman á tantas paridas en aquellas regiones. Por desgracia las hemorragias uterinas puerperales, esto es, las que siguen in- mediatamente al parto, son aquí tan comunes como fulminantes, á tal punto que es menester oponerse á ellas 'previniéndolas, más bien que dejándose prevenir por ellas. A las mujeres sos- pechosas de hemorragia, se les debe decir: Quiero ser llama- do ántes del parto; pues solamente así hemos salvado á más de una. 16. Es justo afirmar que el raquitismo es infinitamente más raro bajo los trópicos que en el Norte, de tal suerte que tam- bién necesitamos hacer esfuerzos de memoria y rebuscos en nuestros apuntes, sin resultado, para hallar otro caso bien ob- servado de raquitismo generalizado, ó siquiera localizado; los hidrocéfalos algunas veces; los reblandecimientos de los liga- mentos de las rodillas con desviación de éstas y de las piernas en Y, ó mejor en K, son comunes; el pié truncado, várus ó válgus, á menudo se le encuentra; la cáries y la necrosis tam- bién; algunas ocasiones se ven pechos cuyo esqueleto está un poco deformado, tal vez por un ligero trabajo de osteomalacia que en estos países sería ménos rara que el raquitismo. 17. Sin embargo, las presentaciones del hombro con salida del brazo no son muy raras, sobre todo en las preñeces dobles, y siempre la versión ha sido practicable para nuestras manos cuando no se presentaba ningún obstáculo debido á la dispo- sición patológica del útero. Este órgano aceptaba algunas ve- ces el embarazo, áun después de una degeneración fibrosa del fondo, ó cancerosa del cuello. Las primíparas son solamente muy dignas de compasión en 40 las clases pobres que fijan su residencia en chozas situadas en piedio de montañas inaccesibles, de noche sobre todo, á la ab- negación médica más ejercitada. La cabeza permanece mu- cho tiempo en el estrecho inferior, no es invocado el arte, y de aquí la gangrena, las fístulas, las cicatrices de las heridas de superficies en contacto, y las estrecheces ú obliteraciones. 18. Veamos un caso de estrechez moderada del estrecho superior, produciendo la detención del parto, sin que pudiera descender la cabeza en virtud de sus diámetros. Pareciónos indispensable la versión; pero nuestra mano pasaba con gran trabajo. El padre de la enferma cogió á su hija por debajo de los brazos, y la‘levantó bastante alto, para permitir que pene- trasen la mano y el antebrazo, miéntras el codo permanecía inmóvil sobre el borde de la mesa en que descansaba la pa- ciente. El fondo del útero estaba sostenido por dos manos fuertes y suaves. Gracias á este método, fué el útero el que bajó sobre la mano y el. antebrazo fatigados del operador. El pliegue de la rodilla es asido, los dedos en forma de gancho se fijan en él; el mismo ayudante, en lugar de dejarse llevar há- cia abajo, levanta poco á poco la enferma, y la versión se veri- fica así por la fuerza de aquel y no por la del cirujano parali- zada por la estrechez de la pélvis. La fuerza de contracción se hallaba por otro lado aumentada, tratándose de un útero d e primípara que había perdido todas sus aguas. La mujer fué salvada; el feto estaba gangrenado desde ántes de la interven- ción del cirujano. Sucedía esto en las montanas de Lares. 19. Por decenas pudiéramos citar los casos de fístulas vésico-vag inales que hemos diagnosticado en los ingenios ó haciendas durante nuestros viujes por ellos y nuestras visitas á las enfermerías de Cuba y Puerto Rico. A menudo, muy á menudo, se nos hablaba de incontinencia de orina; y al efectuar el exámen, era imposible la introducción del espéculo: —tán estrechos se hallaban los orificios por bridas cicatri- ciales improvisadas en todos sentidos, merced á una curación que la pobreza ó el pudor dejaba al socorro solamente de la naturaleza. Las mujeres que trabajan en los campos son ni ás 41 robustas, más musculosas, de donde la mayor resistencia de los planos musculares y aponeuróticos del perineo. 20. No entra en nuestro plan citar todas las observaciones de estrechez en la mujer, que liemos recogido en estos climas; pero daremos algunos de sus tipos más notables. Una mujer de color, de Maunabo (Puerto Rico), se queja de incontinencia incesante de orina.—Exámen: el orificio anterior está estrechado por un tejido cicatricial; á0,09 centímetros, po- co más ó ménos, de dicho orificio aparece otra abertura guar- necida de una mucosa muy roja, móvil y haciendo hernia, cu- ya abertura admite los dos dedos; el útero inaccesible. Este orificio es una enorme fístula vésico-vaginal; la vagina se halla obliterada por detras. Desde el borde posterior de la fístula, la pared superior de la vagina está pegada á la pared inferior de este conducto en casi toda su extensión; la sonda acanalada apenas puede penetrar y busca en vano un trayecto entre las dos paredes hasta el útero. Las reglas no se han vuelto á pre- sentar desde la última preñez, que data de más de un £iño.— Trátase de una fístula vésico-vaginal. Una sonda acanalada, introducida con dificultad por d meato urinario, entra de segui- da en la vagina. El coito se opera en la vejiga. Proponemos la sutura de los grandes labios, que es rechazada. 21. No vaya á creerse, sin embargo, que la estrechez de los conductos génito-urinarios se observe solamente en las cam- pesinas pertenecientes á la raza africana; pues tenemos á la vista observaciones de estrechez del conducto vaginal y en la uretra, con ó sin complicación de lesiones por parte de la veji- ga y de la pared vésico-vaginal, en mujeres de raza blanca, crio- llas ó extranjeras, á consecuencia de pai tos difíciles en las pri- míparas, por falta de la intervención médica en tiempo oportu- no. Creemos que esas complicaciones se hubieran podido evi- tar con la aplicación del fórceps en momento útil. 22. La Sra. X. vive cerca de la capital: en su tercer parto, sin estar afectada de estrechez, ofrece un trabajo tan prolonga- do y terminado por una intervención médica tan tardía, que resulta de esto una estreches del conducto vaginal, estrechez 42 que tal vez existía desde antes de su último parto, cuya cir- cunstancia daría cuenta de la distocia observada recientemente. La aplicación de esponjas preparadas, después de un exámen previo, hubiera evitado semejante accidente. Una fístula vesi- co-vaginal complicó las otras lesiones. La primera operación no fué feliz, pero la segunda fué- coronada de éxito: la fístula cerró, curándosé la enferma. 23. Otra señora Z...., á consecuencia de una estrechez en la pelvis, sufrió un parto muy penoso, y como resultado una estrechez del conducto vaginal. El cuello del útero es inacce- sible á la vista y al tacto digital. Una cavidad, formada por adherencias fibrosas cicatriciales, encierra el cuello del útero, en donde se acumulan los productos menstruales, que, cada mes, fluyen con trabajo por un pequeño conducto fistuloso. Si sé introduce un estilete por esta fístula, se reconoce que hace comunicar la cavidad anterior de la vagina con el orificio del cuello de la matriz. Una dilatación y después desbridamientos múltiples descubren la cavidad posterior uterina de la vagina, despegando el hocico de tenca de sus adherencias vaginales, y las reglas son más abundantes á medida que corren más fá- cilmente. 24. Entre esos casos particulares se presentó un hecho muy notable, cual fué la disminución progresiva de las reglas al paso que se hacia cada vez más reducida la estrechez vaginal, llegando esa disminución del flujo menstrual hasta la supre- sión completa. Cosa singular! hubo una mujer en Maunabo, que conservó una salud perfecta á pesar de la supresión absolu- ta délas reglas, consecutiva á una estrechez de la vagina, si- tuada como en el caso actual en el cuarto posterior y que se liabia terminado por una obliteración completa. Este es un punto que ilustra la historia de la amenorrea. La enfermedad no consiste entonces en la supresión del flujo, sino en la perturbación general de la salud, que ha producido esa de- tención de las reglas en virtud de un trastorno en toda la economía. 25. Es cierto que las funciones del ovario no pueden ser 43 detenidas por una obliteración de la vagina: la llegada de los óvulos hasta la cavidad del útero debe hacerse como en el esta- do de integridad del conducto vector; sólo que el útero goza de una gran potencia de absorción, y la sangre de las reglas que en él se acumula, aunque parezca invisible, se ha reabsor- bido lo mismo que el huevo, de la misma manera que aconte- ce algunas veces con los líquidos purulentos ó de otro género contenidos en ciertos focos. El útero ha reabsorbido casi á nuestra presencia, en virtud del mecanismo que invocamos á consecuencia de un aborto, las partes líquidas y blandas de un feto de cuatro meses de edad. Después de algunos accidentes generales de forma tifoidea, hecha artificialmente la dilatación del cuello y las inyecciones fenicadas salvaron la enferma, y permitieron poco á poco extraer los restos óseos del feto, que conservamos; de donde la utilidad de guardarse á veces de ma- nipulaciones quirúrgicas demasiado atrevidas, cuando la peque, ñez del feto consiente esperar de la naturaleza tan bellas cu- raciones. Este caso nos recuerda el de un embarazo extra-uterino, que observamos con un colega distinguido de Matanzas (I. de Cuba).—Un tumor blando y fluctuante concluyó por abrirse camino á la izquierda del ombligo: incisión; salida de todas las aguas de la bolsa fetal, mezcladas de productos inflamatorios;— extracción paulatina de restos sólidos del feto;—terminación por fístulas;—inyecciones:—curación completa. 26. Las estrecheces de la cavidad del cuello del útero se han presentado á menudo á nuestra observación: coincidían con la esterilidad; sus causas han sido por lo común un parto anterior penoso, acarreando heridas del cuello y en consecuen- cia la estrechez de su cavidad. Otras ocasiones se hallaba esta cavidad estrechada, obliterada, así como la cavidad vaginal correspondiente, por la aplicación de agentes y de métodos enérgicos (percloruro de hierro demasiado puro) destinados á reprimir vegetaciones ó flujos hemorrágicos inquietantes. En semejantes casos la introducción del uretrómetro y de los me- dios de dilatación progresiva ha restablecido los canales im- 44 practicables y suscitado la circulación de las reglas y con ella la fecundidad.—El yodo ha sido entonces de un gran auxilio, al exterior en tópicos, y al interior en solución. 27. Las estrecheces de los órganos urinarios, vejiga y con. ducto uretral, acompañan casi siempre á las estrecheces, cau- sadas por el parto, del orificio vaginal y de la vagina. Las mismas causas aplicadas sobre dos órganos vecinos y el mismo traumatismo dan cuenta de las estrecheses del conducto de la uretra con el de la vagina. En cuanto á la vejiga, las heridas que sufre por la permanencia prolongada de la cabeza del fe. to, han disminuido á menudo su calibre por motivo déla per- sistencia de un trabajo subinflamatorio en sus paredes, en vir- tud de un trabajo de hipertrofia semejante al que produce la hipertrofia concéntrica del corazón. Si la vejiga presenta una fístula vésico-vaginal, también resulta disminuida su cavidad: las contracciones permanentes de la pared muscular llevan las túnicas del órgano liácia su centro, y la orina pierde su domicilio, por no poder acumularse en ella después de la ope- ración; y una vez curada la fístula, se demostrará esa estre- chez de la vejiga. 28. La obliteración del conducto uretral en la mujer se ha presentado várias veces á nuestro estudio y á nuestra ob- servación. La causa de la lesión era la formación de vegetacio- nes no sifilíticas, algunas de las cuales alcanzaban las dimen- siones de un grano de maíz y se pediculizabau. Las eufermas operadas de esos pólipos uretrales eran todas criollas, blancas, de una edad que variaba entre 30 y 45 años; todas también vivian en las lomas desde San Sebastian, que es el primer pueblo de las alturas al Oeste de Puerto Rico, hasta Cayey, pueblo central, también en las montañas; y todas habían su- frido también varios partos, quejándose después de disuria y de ardor. Método operatorio.—Piemos fijado la situación por el paso de un estilete al rededor del conducto, puesto un asa de hilo de plata, agarrado el pólipo en un nudo, apretando sobre el hilo, y dirigido las puntas de la tijeras botonadas.—Incisio- 45 nes—Sonda permanente untada en cerato de Saturno, al que se mezclan algunas gotas del líquido hemostático de Paglia- ri.—En las curaciones ulteriores, hemos hecho pujar y que- mado con la piedra. A falta de pedículos, hemos cauterizado con la pasta cáustica de Lallemant. 29. Método operatorio de las estrecheces del conducto vagi- nal.—Es preciso distinguir las formas, porque el método cu- rativo debe variar con ellas: si la lesión es congénita, según ántes se ha visto, nada puede formularse de antemano, pues el plan de la operación está subordinado á la deformación y á sus infinitas variedades; entónces, sobre todo, debe introdu- cirse en la vejiga una sonda metálica y en el intestino recto un espéculo delgado, que ya nos han servido de guías y que- impedirán dirigir las punciones ó las incisiones hácia la cavi- dad de esos dos órganos. Antes de la edad de dos años se- ría prematuro y temerario infligir semejante operación á la primera infancia, porque la inflamación se propagaría de se- guro á los órganos vecinos, y, lo que es peor, al tejido celu- lar que lo separa y al peritoneo, de donde la muerte. Si pu- diera aguardarse hasta el momento de las reglas, la presencia de éstas serviría de guía al trocar; sin embargo, mejor sería no esperar tanto tiempo, porque la persistencia de las membra- nas ó de los cilindros obturados, sería un obstáculo al desarro- llo del hueso pubis y de sus ramas. ¿No se vé que la simple pérdida de un ojo, con ó sin oclusión de los párpados, produ- ce la atrofia de toda la mitad de la cara correspondiente al ojo tapado y perdido?—La aplicación de ventosas se- cas, de forma modelada sobre la de la región,—gracias á las diferencias ofrecidas por las redes vasculares de los teji- dos normales y de las membranas obliterantes,—no deja- ria de precisar un poco mejor el punto propicio á las explo- raciones. 30. En fin, á falta de buen éxito por todos esos medios, pudiera pensarse en cateterizar el conducto vaginal obliterado, por medio de una punción de la pared que separa el intesti- no de la vagina, haciendo sobresalir los tejidos obliterantes 46 con una varilla curva de resorte que se empujará de detras adelante por la pequeña punción de la pared. 31. En el caso de que la obliteración no sea absoluta, be aquí el método que hemos seguido:—buscar á tientas el orifi- cio externo que conduce al ámpula vaginal que algunas veces existe entre el cuello del útero y la membrana cicatricial que oblitera: esta ámpula no existe siempre, y si ocurre que la fístula se aboque por detras con el orificio del cuello uterino hemos incindido entónces la fístula en cruz por encima de una sonda acanalada, después excindido los colgajos, yen fin que- mado con el hierro candente los tejidos cicatriciales así descu- biertos, poco sensibles y protegidos préviamente por el espé- culo enterizo. 32. Si el ámpula está conservada, la tarea es ménos ingra- ta.—-No siempre es fácil hallar el orificio anterior de la fístula que á veces atraviesa los tejidos de obliteración. Los enfer- mos no se entregan al exámen sino demasiado tarde; á ocasiones hemos necesitado recurrir á estiletes muy finos; aumentando progresivamente el volumen de éstos, hemos llegado á ciliir dros llenos como los de Beniquié; y después, hemos visto ago- tarse toda la caja reservada á las mismas sondas y éstas imita- das y fabricadas con la misma hilera progresiva. La dilatación debe ser llevada hasta el calibre necesario pa- ra lograr la introducción del dedo meñique, el cual explora la longitud de la fístula y las distancias que la separan de las cuatro paredes del ámpula; entónces solamente comienza la operación cruenta: guiada la sonda acanalada por el dedo pe- queño, guía á su turno el bisturí botonado, introducido des- de el * primer golpe hasta la mayor profundidad necesaria; y la incisión en las cuatro direcciones opuestas es practicada sucesivamente y de atras adelante.—Moderar la sangre que corre con poca abundancia, por inyecciones frias y astringen- tes.—Excindir los cuatro ángulos.—Utilidad de aproximar los bordes de las cuatro heridas; dos suturas para cada una.— Luégo, para concluir, esponjas preparadas, durante algún tiem- po después de la curación. 47 33. Importante es señalar los inconvenientes que el per- cloruro de hierro opone aquí á su uso. Es un hemostático muy malo cuando las hemorragias fluyen por un conducto cual- quiera y sobre todo en las obliteraciones de que se trata. En efecto, poca cosa es que el percloruro ataque y embótelas pun- tas y los filos de las agujas destinadas á las suturas y de los bisturíes empleados; pero favorece y procura las estrecheces del conducto en proporción de la fuerza de la mezcla. Si el percloruro fuese empleado puro, sin precauciones en lo sucesi- vo, sin taponamiento moderado con hilas cubiertas solamente de grasa, no dejarían de resultar los inconvenientes que si- guen:—El percloruro es cáustico, destruye la epidermis; y las superficies superior é inferior del canal, de este modo aviva- das y abandonadas á sí mismas, contraerán infaliblemente nuevas adherencias. En los casos desesperados, por ejemplo los de hemorragias fulminantes después del parto, la inmi- nencia de la muerte puede sólo justificar el empleo del per- cloruro puro;—pero, en seguida, cuando la hemorragia se en- cuentra ciertamente conjurada, deben practicarse á menudo, muy á menudo, inyecciones prolongadas con agua fria ó en- friada, después con aceite refino, que contraría las adheren- cias íntimas de las superficies; y, al punto que la sensibilidad avivada lo permita, un taponamiento ligero con hilas inglesas previamente untadas de cerato de Galeno. 34. Si la obliteración vaginal está situada detras de una fístula vésico-vaginal, lo que importa es acabar primero la Operación, que debe poner remedio á la obliteración del con- ducto. Las paredes de la vagina, separadas por la primera operación (de desobsti uccion de la vagina) y los desbrida- rme n tos que trae consigo, darán juego á los colgajos que es menester avivar, aproximar y coser para obliterar la fístula vésico-vaginal. Sobre todo debe evitarse el empleo del nitra- to de plata y las cauterizaciones con el “creyón” en el trata- miento de esas estrecheces vaginales complicadas de perfora- ción de la vagina. En efecto, tales quemaduras podrían deter- minar una retracción en los colgajos de la fístula vésieo-va- 48 ginal, ya hácia atras, ya hácia delante, según la situación re- J ativa de la estrechez vaginal, anterior ó posterior á la perfo- ración de la vagina. IIí.—Aforismos sobre la patología general de los partos y las estrechases de los conductos genitales de la mujer.—I. En los trópicos, todavía más que en los climas templados, las pér- didas de sustancia de la piel se terminan por un trabajo de reparación tan poderoso que determina las más veces la oclu- sión de los conductos normales cuyas paredes permanecen na- turalmente en contacto. II. —-La Cirugía, en los países cálidos de América, puede decir que las inflamaciones adhesivas, tan comunes en las en- fermedades de las membranas serosas en el Norte, residen en las membranas cutáneas y mucosas á un grado que aproxima la patología ele estas membranas á la ele los tejidos mu- cosos. III. —Puede utilizarse esa potencia cicatricial adhesiva de las membranas cutáneas y mucosas para obliterar, por ejem- plo, ciertas fístulas vésico-vaginales operadas inútilmente. IV. —El percloruro de hierro es un agente terapéutico, cáustico á la vez (pie adhesivo, que goza de la doble propie- dad de destruir la epidérmis de las membranas, que se opo- nia á su adherencia, y de imponer á la inflamación que de- terminan un trabajo de adhesión más seguro que el producido por el creyón de nitrato de plata á menudo invocado para obliterar las fístulas. V. —Por experiencia del mal efecto del percloruro de hier- ro en los taponamientos vaginales, se llega á aconsejar la aplicación al nivel de la fístula vésico—vaginal de hilas en can- tidad suficiente, embebidas en percloruro de hierro asociado al agua en proporciones decrecientes, pero suficientes para avi- var los bordes de la fístula vésico-vaginal rebelde á la ope- ración. VI. —En caso de ser necesario obliterar el conducto vaginal mediante una estrechez indicada por el arte,—por ejemplo, des- trucción de la parte posterior de la pared vésico-vaginal, sin 49 conservación de colgajos necesarios para avivarlos y coserlos, y suponiendo definitivamente realizada la menopáusis,—se po- dría practicar la obliteración de la parte anterior de la vagina, efectuando el taponamiento de la mitad posterior del conducto con hilas secas y de la parte anterior con hilas mojadas en per- cloruro de hierro puro. VII. —El dolor causado durante veinte y cuatro horas por este tópico es mucho ménos molesto que el dolor y la hemorra- gia causados por el método de obliteración que invoca la inci- sión, el avivamientoy la sutura. VIII. —Los partos verdaderamente difíciles son en realidad raros en Puerto-Pico; y, salvo muy pequeñas excepciones, las operaciones pueden aplazarse, partiendo de esta verdad: la Na turaleza es un gran partero en los trópicos. IX. —Las estrecheces de la pélvis, ya por raquitismo,—caso muy raro,—ya por osteomalacia, ya por formación de tumores en el útero, en las paredes de la cavidad pelviana, ó en los ór- ganos vecinos, han sido observadas muy raras veces ó han podi- do conjurarse por.la versión ó el fórceps. X. —Es aquí bastante común ver retenciones de la placenta, ora á causa de su adherencia insólita, ora por lo delgado y frá- gil del cordon, ora en fin,—y éste es el caso más raro,—por la retracción espasmódica y en forma de ampolleta del fondo del útero. XI. —En casos semejantes, en vez de introducir la mano pa. ra coger la placenta, en lugar de arrancarla con las pinzas de Museux, hemos recurrido con buen éxito á las duchas de agua tibia suficientemente prolongadas con el aparato de Aiguisier. XII. —La tonicidad de las paredes del útero después del par- to y la retracción demasiado enérgica de las paredes han sido aquí la gran excepción: la regla era la atonía y la falta de re- tracción de las paredes del útero; atonía que nos ha explicado muchas hemorragias rápidamente mortales, sobre todo en las alturas. XIII. —En otro tiempo decía yo, haciendo alusión á la pato- 50 logia general de los trópicos: “Quítenme la quinina y no seré más médico en Puerto Rico.”—Y ahora diré como partero: “Quítenme el centeno corniculado y tendré que deplorar la muerte de un gran número de paridas.” XIV. —Las muertes súbitas después de los partos han sido aquí tan numerosas desde hace algún tiempo, que han sumi- nistrado una estadística en verdad deplorable. En casi todos esos casos se notaba la ausencia del médico, por fortuna para la reputación de la corporación, porque esos casos de muerte se han presentado bajo una forma verdaderamente fulmi- nantes. (En seis meses, cinco paridas muertas de repente? en Láres, de hemorragia port partum y fulminante, sin mé- dico.) XV. —La inercia de la matriz, la anemia extrema de la pa- ciente, causada por el clima ó por trastornos digestivos violen- tos y por mucho tiempo prolongados (gastro-enterítis crónica tropical), la influencia de la herencia que se cernía sobre las víctimas desde varias generaciones atras y la ausencia de todo método preventivo han facilitado esas muertes por hemorragias intra-uterinas invisibles. XVI. —La única probabilidad de salvación de esas mujeres embarazadas en tales condiciones, es encontrar un partero que goce de un ascendiente bastante grande para imponer un mé- todo analéptido y astringente severamente observado, ó un mé- dico bastante generoso para imponer su presencia desde antes de principiar el trabajo, durante el parto y áun después del flujo habitual reservado á las hemorragias consecutivas. XVII. Af la cabecera de semejantes pacientes, siempre he- mos aguardado y seguido el parto con el método siguiente:— disposición de un número suficiente de ayudantes previamente instruidos en la compresión suave y progresiva del útero, des- de ántes de la salida completa del feto;—preparación de un aparato de taponamiento para obliterar el conducto vaginal des- de las primeras manifestaciones de hemorragia no abundante, pero acompañada de síntomas generales graves;—medios he- mostáticos poderosos é inofensivos, bebidas cordiales; estimu- 51 lantes, vinosos;—observación incesante y escrupulosa del pulso y de la fisonomía de la enferma. XVIII.—Estas hemorragias mortales han ocurrido sobre to- do en las mujeres encinta que han obedecido á una costumbre mala, usada en el país en el momento del parto y de los esfuer- zos del trabajo: me refiero á las que se suspenden por las dos manos á una cuerda atada al través en su cuarto, mantenién- dose así en una posición semivertical; de donde la anemia más rápida del cerebro y el síncope todavía tnás rápidamente mortal. XIX. —Para formar un feliz contraste con la mortalidad de las hemorragias después del parto, nos cumple afirmar que nunca hemos visto aquí una epidemia de fiebres puerperales, miéntras que en los países frios se ven las paridas diezmadas tan á menudo por ellas. Esta gran ventaja la tienen las mu- jeres de los trópicos sobre las del Norte y de los climas tem- plados. XX. —Las hemorragias en las alturas de Láres no invo- can la falta de presión atmosférica, toda vez que sus mon- tañas no se elevan sino de 350 á 400 metros sobre el nivel del mar. XXI. —La eclampsia, en Puerto Rico, no se ha ofrecido á nuestra observación más que dos veces en siete años: es, pues, verdaderamente rara áun en las primíparas. XXII. —La supresión del flujo menstrual, ó solamente su disminución progresiva, siguiendo paso á paso á la estrechez y obliteración de la vagina, se ha presentado á nuestra observa- ción sin acompañarse de las perturbaciones habituales de la amenorrea; prueba de que los inconvenientes de ese trastorno funcional residen en las causas generales que lo han produ- cido,—de donde la utilidad dudosa de infligir á las tísicas que empiezan ni pequeñas hemorragias sustitutivas. XXIII.—El útero disfruta de una gran fuerza de absorción sobre la sangre de las reglas que lo llenan y que han perdido su flujo por las obliteraciones de la vagina; pero ésto, que aquí es una ventaja, ha procurado más de una vez la muerte por 52 envenenamiento pútrido, ó accidentes graves en caso de muer- te del feto detenido en el útero. XXIV. —A pesar de esos casos deplorables de hemorragia fulminante después del parto, se puede decir que en la Isla de Puerto Rico la facilidad de los partos y la ausencia de com- plicaciones es la suerte de las paridas de este país, suer- te bien envidiable para las paridas de los países frios y tem- plados. XXV. —El mal régimen, sin carne y sin vino, de las muje- res pobres y hasta de las clases más acomodadas en las al- turas, produce con el auxilio de la humedad fria la clo- roanemia, que favorece la inercia del útero y las hemor- ragias. XXVI. —Esa mortandad no se ve en la costa, en donde la familia pobre trabaja, come, bebe ron, á veces con alguna del masía, y hace frente con facilidad á las pérdidas del parto. XXVII.—Entre Salinas y Patilla, mujeres acomodadas, y oriundas casi todas de los países del Norte, han sido fulmina- das por la hemorragia intra-uterina post partum. XXVIII.—Una de ellas se salvó por 1a, abnegación del mé- dico, que habiendo adivinado la inminencia de la hemorragia, se mantuvo fiel á su cabecera, con el dedo en el pulso, la vista fija en las variaciones elocuentes de la fisonomía, indicadoras de la pérdida oculta de sangre, y la mano lista, ya para la com- presión, ya para el taponamiento. Capitulo XX. Del raquitismo en la gente de color.—Las afecciones que lo si- mulan NO SON SINO LESIONES DE ALGUNAS VERTEBRAS AISLADAS. Bajo todas reservas en cuanto al resultado ofrecido por ul- teriores investigaciones, el raquitismo de los hombres de color 53 no se ha presentado una sola vez á nuestra observación en los años que hace visitamos tantas enfermerías en las Antillas,— Sin creernos autorizados todavía para negar esta afección en los hombres de color, tenemos que admitir por lo menos que su extrema rareza no permite encontrarlo. Los africanos parecen tener derecho á una patología algo es- pecial, y no es nada sorprendente que el raquitismo, tan co- mún en los blancos jóvenes, falte en los negros llamados de nación. Pero el negro criollo se encamina hácia el blanco y adquiere derechos á la semejanza, áun en patología; por lo cual, la ausen- cia del raquitismo en los negros criollos tiene que causar ma- yor sorpresa. Observación.—Cornelio Derieux, criollo de color, de 17 años, sirviente, nació en Mayagüez de un padre africano y de una madre criolla de color.—Esta murió á los 36 años, de una he- moptisis después de un período de sufrimientos que había durado seis meses, durante cuyo tiempo la fiebre lenta y la tos habian anunciado una afección probablemente tuberculosa, em- pezada y terminada en el mismo Mayagüez, en donde desem- peñaba el oficio de cocinera.—Séanos permitido notar otra vez, incidentalmente, la influencia de la criollizacion en el desarro- llo de la tisis de los negros. El padre, africano, vivia y trabajaba en el ingenio, en la ju- risdicción, á media legua de Mayagüez: era un fuerte trabaja- dor, que sucumbió á un tétano espontáneo, hallándose conva- leciente de fiebres intermitentes, en el momento del ataque.— Notemos también incidentalmente que muchas veces se ha ofre- cido á nuestros estudios esa doble manifestación de las fiebres pa- ladeas y del tétano consecutivo: las unas nacen de una perfri- geracion del cuerpo mojado; y el otro de la persistencia, si no de la exageración de la misma causa. Ni el padre ni la madre ofrecian la menor deformidad del esqueleto, ya en las piernas, ya en la columna ver- tebral. Otros dos hijos,—dos hembras,—nacieron de los dos indivi- 54 dúos mencionados; de más edad que Cornelio, una de 28 años y la otra de 23, ambas son fuertes y trabajan bien en el inge- nio, no presentando ninguna deformidad en el esqueleto, nin- guna afección de los huesos. Aquí debemos hacer observar que en nuestros estudios acer- ca de la herencia en las afecciones (en el caso actual, sobre la herencia de la tisis entre los negros), casi siempre el niño que nace después de los otros, y no los mayores, es el que ofrece esas afecciones hereditarias. Quizas los padres gozaban todavía de salud y estaban libres de la afección trasmitida cuando los pri- meros hijos fueron concebidos. El principio de la afección de Cornelio data de tan lé- jos, que los que nos rodean no vacilan,—equivocadamente á nuestro parecer,—en considerar, en la familia del amo, la afección del joven negro criollo como si fuese congé- nita. Los síntomas,—mal observados y no sometidos á la observa- ción médica en ningún tiempo,—han sido claramente los de una afección localizada hácia la parte inferior de la columna vertebral: dolores, fiebres repetidas, imposibilidad de la mar- cha prolongada, incurvacion progresiva, períodos de exaspera- ción y de declinación de los fenómenos; sólo á la edad de 7 años vino á andar con el auxilio de una muleta.—Durante la evolución de esta afección ósea, era atacado cada año de una erupción confluente que le cubría todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los piés; erupción compuesta de pústulas, según dicen, que supuraban muy pronto, exhalando Un humor abun. dante y un olor casi intolerable. En dicho cuadro es permiti- do reconocer el impétigo generalizado.—Seguian á esta erupción algunos abcesos subcutáneos de los miembros y sobre todo de los pliegues articulares, de las ingles por ejemplo. El tratamiento fué improvisado por ‘das curiosas,” ó mejor dicho insuficiente, si nó nocivo:—cubrian el cuerpo de pomada azufrada, y el mal de las vértebras era abandonado á sí mismo de un modo absoluto. Cornelio justificaba en todo sus antecedentes maternos: por 55 su edad no podía tener aún la tuberculización de los pulmones, y cogió la tuberculización de las vértebras. El estado actual, que nos es dado observar, no permite dudar de la afección; se trata con toda evidencia del mal de Pott, de una tuberculización del cuerpo de las últimas vértebras dorsales y de las primeras vértebras lumbares. Los raquíticos blancos descuellan casi todos por su inteligen- cia; y hasta bajo este punto de vista, este hombre de color re- chazaría el raquitismo de su raza: en su infancia, permaneció mucho tiempo sin hablar y más tarde ofreció signos de manía risueña: por cualquiera causa y fuera de propósito se entrega- ba á monólogos insensatos é interminables, y cuando su lógica se agotaba, rompía en carcajadas ó se golpeaba la cabeza sobre el suelo en la expansión de una loca alegría. Si se le castigaba para experimentar la naturaleza de esa alegría, se reía con más fuerza por las reprimendas, y más fuerte todavía con las cor- recciones.—Su inteligencia actual, por lo que respecta á sus necesidades diarias, basta para sus exigencias y para las de su amo. Sus trabajos son los de un hombre que no hubiera sufri- do semejante afección; lleva agua para los usos de la casa, unas ocasiones sobre la cabeza, y otras dividiendo la carga entre las dos manos. El estudio de las deformaciones actuales del esqueleto de Cornelio merece un análisis detallado. La talla general del sujetó les de 1 metro 26 centíms. La línea á plomo, cayendo desde la cres- ta occipital hasta el sacro, da 0,48 La circunferencia del tórax, pasando por encima déla eminencia que hace el conjun- to de las vértebras deformadas, y pasando por delante de los pezones, es de 0,90 La longitud del esternón, gracias á su encorvadura, es de 0,18 La circunferencia del tórax, pasando hácia delante por debajo del apéndice ji- fóides, y hácia atras por el vértice de 56 la eminencia de las vértebras alteradas, es de 0,78 Anchura del espacio que se extiende de una cabeza del húmero á la otra 0,36 Longitud de las clavículas, cuyas dos encorvaduras no son más arqueadas. Medi- da tomada en línea recta y sin seguir las dos corvaduras 0,18 Semicircunferencia, en cada lado del tó- rax, de la eminencia vertebral á la línea média del esternón: igualdad 0,39 Circunferencia del abdomen por el om- bligo, dos horas después de la comida.... 0,69 Existencia de una hernia umbilical, según la ley casi sin ex- cepción en los negros criollos. - Anchura bis-ilíaca: de una espina ilíaca arriero-superior á la otra, por delante 0,24 Iguales puntos de mira; semicircunfe- rencia bis-ilíaca, por de tras 0,36 Distancia de la espina del acrómion á la espina ilíaca ánte- ro-superior: á la derecha 0,21 á la izquierda 0,24 La columna vertebral ha sufrido, por lo tanto un ligero mo- vimiento insensible de encorvadura lateral derecha, al mis- mo tiempo que un encorvamiento principal anterior, pare- ciendo esta última la única, pues la otra no se revela sino con ayuda de las medidas de la distancia que separa la ex- tremidad de cada dedo médio de la rótula (vértice del ángu- lo inferior.) Siendo los dos brazos iguales 0,72 Y siendo iguales las dos distancias de la espina ilíaca antero-superior al ápice del ||¿mgulo inferior de las rótulas 0,44 punta del dedo medio derecho desciende 0,01 por debajo defangulo inferior déla rótula; 57 Miéritras qne el dedo medio izquierdo no llega sino hasta la mitad del borde externo de la rótula izquierda. Para valuar la diferencia, es bueno saber que en un hombre cuya columna vertebral es normal, adulto y de una talla mediana, \ de brazos semejantes á los de Cornelio, se encuentra 0,18 entre la punta del dedo me- dio y el medio de la rótula 0,18 centímts. Esta longitud parecería aproximarse á la que ha perdido' Cornelio en su talla ge- neral 0,18 Desde el vértice de la rótula hasta la planta del pié .... * \ 0,42 Circunferencia del cuello, en el medio. . 0,24 Circunferencia de la cabeza, según un plano horizontal que pasa por las cejas.. .. 0,45 Eje vertical occípito-nasal, desde la cres- ta occipital hasta la raiz de la nariz 0,36 El ápice de las apófisis mastoideas des- ciende por debajo de los lóbulos de las orejas 0,01 Largo de las orejas /. 0,05 Altura de la frente 0,05 Idem de la nariz 0,04 De la raiz del tabique nasal hasta la bar- ba, á causa de la gran prominencia del la- bio superior, que se adelanta hasta el pun- to de pasar el nivel del borde libre del la- bio inferior 0,01 Las dos regiones olecraneales están cubiertas de verdade- ras callosidades; piel engrosada, escamosa, blanca como las placas de psoriásis. Parece lógico atribuir esta disposición al papel de apoyo muy repetido que desempeñan los codos en el acto de enderezarse el tronco colocado en el decúbito dor- sal, ó mejor, lateral derecho. La pérdida de flexibilidad de ]a columna vertebral no le permite ya doblarse y endere» 58 zar el tronco por la sola contracción de los músculos ab- dominales. El corazón no tiene soplos, ni estertores los pulmones. En fin, si se busca en cualquiera de los puntos del esqueleto en que el raquitismo elige su domicilio ordinario, no se encon- trará en ninguna parte la menor huella de alteración huesosa que pueda ser reclamada por esta afección. Las tibias y los fé- mures son muy derechos, las epífisis de los huesos largos no es- tán hinchadas; no queda más que la deformación de las costi- llas, cuyo enderezamiento y su prominencia hácia adelante da- ban la apariencia de la deformación de un raquitismo real, si se concretaba uno á observar el individuo á distancia y por delante. Capitulo XXI. Soluciones de continuidad.—Luxación espontanea de ambos codos, A CONSECUENCIA DE ATAQUES EPILEPTICOS, EN UN CRIOLLO BLANCO. Preocupado con la historia del paralelo de las néurosis en las dos razas, por una coincidencia tal vez significativa, acaso for- tuita, en las mujeres de color liemos encontrado el mayor nú- mero de hechos pertenecientes á las convulsiones histéricas; y entre los-hombres de la raza blanca, el mayor número de he- chos correspondientes á la epilepsia. He aquí algunos ejem- plos de estas néurosis y de sus complicaciones. Observación,—En Sabana Grande, ciudad situada á dos le- guas de San Germán, en donde lo observamos en el hospital civil, permanece Agapito Zenon Jacobo Pagan, de 22 años de 59 edad, admitido allí el 7 de Agosto de 1867, sala número 2, ca- ma número 16, bajo la dirección médica del Dr. Carrera.—El principio de la epilepsia de Agapito data de seis años, habién- dose desarrollado sin causa visible: sus padres viven y gozan de buena salud; de siete hermanos, dos han muerto; uno de ellos está atacado de caquexia palúdea; pero nadie en la fami- lia ha presentado ataques convulsivos. Accesos súbitos; caida inmediata, inevitable; pérdida abso- luta de conocimiento; peligros próximos, inevitables é inevita- dos; sueño profundo, insensibilidad después del ataque; estu- por al despertarse, inteligencia decadente. Forma tónica de las convulsiones: la energía de las contracturas es tal, que en un acceso, hace cinco años, se produjo una luxación del codo iz- quierdo, espontánea, hácia atras, que no fué reducida. Después de varios accesos repetidos, el último de los cuales databa de un mes el dia de la observación, el otro codo se luxó igual- mente hácia atras; á consecuencia de esa dislocación se desar- rolló una artritis, cuyos signos todavía no se han disipado todos en la articulación del codo derecho. La rubicundez, el dolor y el calor vivo se han agregado á la inmovilización. Las fun- ciones se han destruido: la flexión es absolutamente imposible en un.o y otro codo, hasta el punto de que la mano no pueda llevar los alimentos á la boca. La extremidad inferior del húmero hace relieve por delante de la extremidad superior del radio y del cúbito, que han su- bido por detrás del cóndilo,y de la troclea. La infiltración que rodea toda la coyuntura ha embotado las eminencias epifisarias de los huesos luxados, tanto en el codo derecho como en el izquierdo. La inteligencia, á pesar de su torpeza, no podría suministrar, como tampoco los otros signos, argumento favorable á la existen- cia de una afección cerebral orgánica: ninguna parálisis loca- lizada. ' Las demas regiones del esqueleto parecen bien conforma- das y el sistema muscular ofrece un desarrollo superior á la média. 60 La opinión que ligase la doble luxación al mecanismo de una doble caida sobre los codos sería poco sostenible, puesto que ne- cesitaría recaídas en la misma actitud, miéntras que es más fá- cil comprender la acción idéntica de dos músculos contractu- rados, los tríceps, sobre huesos cuyos ligamentos no han podi- do resistir. Por otra parte, no habia vestigios de heridas ni de contusiones sobre el codo, que atestiguasen una caida, como tampoco sobre las palmas de las manos. El codo izquierdo fué el primero que se luxó, tal vez porque sus medios de unión resistian ménos que los del codo derecho, últimamente luxado. Ademas, todos los órganos se hallaban en un perfecto estado de integridad. El tratamiento consistió en la aplicación de sanguijuelas re- petidas sobre el codo derecho, desapareciendo la artritis en seis dias. Se practicaron inútilmente tentativas de extensión y de contra-extension por cuatro hombres robustos; pero el Dr. Car- rera no quiso arriesgar el empleo de esfuerzos más poderosos, y el enfermo salió el 14 de Agosto, conservando sus dos luxa- ciones en los codos. No carece de interes aproximar esta epilepsia, la néurosis inintelectual escogiendo domicilio en un jóven criollo blanco, á la histeria, también néurosis convulsiva suponiendo una or- ganización delicada y apoderándose de una jóven negra, pare- cida á los blancos, es cierto, en cuanto á su vida interior en la casa de sus amos. Capitulo XXII. Histerismo convulsivo periódico en las mujeres de color. A medida que las mujeres de color se alejan de los rudos trabajos del cultivo impuestos á su clase en los ingenios, para acercarse á la vida más descansada de las ciudades, su patolo- 61 gía se modifica y se hace ménos viril; sus afecciones revisten entonces los signos de su sexo, y las neurosis, tan raras entre las negras que trabajan en los campos tan duramente como los negros, se despiertan rápidamente en las mujerés empleadas, como por favor, en los trabajos más ligeros de la casa de los amos. Citemos un ejemplo: Observación.—Anastasia, criolla, de 12 años de edad próxi- mamente, desempeña desde hace algún tiempo en un ingenio, cerca de Hormigueros, los servicios de criada en la vivienda de sus dueños. Los antecedentes de su familia y los personales son per- fectos. Hace como unos veinte meses que fué atacada, por la vez primera, de convulsiones que de golpe revistieron los caracté- res que no han abandonado después: cada noche se acostaba y dormia tres horas; luégo se despertaba en medio de un ataque de histérico convulsivo; repitiéndose en la misma noche los accesos algunas veces dos ó tres ocasiones, y dejando los ata- ques entre sí un intervalo de cerca de dos meses. Es una negra joven y muy robusta, inteligente, que por todos los signos anuncia que en ella empieza la vida ute- rina; pero la menstrifácion no se ha manifestado tan fá- cilmente como de ordinario sucede en las mujeres de color. Vida femenina más completa, vida uterina incipiente: tales son las dos causas de sus accidentes, que han conservado hasta hoy todos los caractéres del histérico periódico)—no hay toni- cidad en las convulsiones, ni espuma en la boca, ni sueño se- guido de anestesia, de embrutecimiento, ni equimosis bucal ó conjuntival; y siempre los accesos vuelven á la misma hora, á media noche. La indicación terapéutica que debia llenarse era evidente: se hizo velar y trabajar en la fabricación del azúcar á la joven histérica en el tiempo de la cosecha; así cambiaron sus hábitos, despertáronse sus funciones menstruales con las digestivas, y sus ataques no reaparecieron sino al fin de la molienda, cuando 62 Volvió á la vida de la,casa. La curación no fué definitiva sino por la combinación de los analépticos, dé los emenagogos y de los cambios en el orden de las horas del sueño, que fue- ron destinadas al dia, miéntras que el trabajo fué reservado para la noche. Capitulo XXIII. Errores de nutrición.—Polisarcia en una negra. Las monstruosidades por falta de desarrollo y las por exceso de nutrición, en la misma raza de color, se aproximan tal vez con algún interes. Observación.—Cerca de Hormigueros en el departamento de Mayagüez, ingenio' llamado Florentina, hemos observado en- tre las mujeres de color de la dotación á una natural del Congo, que ofrece los signos de la polisarcia más desar- rollada. Josefina vino á.la Isla de Puerto Rico á la edad de diez años, tiene hoy de 45 á 50, y en todo este espacio de tiempo jamas ha sufrido de otra enfermedad que la disentería y las fie- bres intermitentes. El principio del desarrollo grasiento es incierto: hace algu- nos años que comenzó á engordar, sin que ocurriera el menor accidente hasta ahora dos años, época en que sintió dolores vivos en diversas coyunturas, como las rodillas, los codos y más tarde en todas las regiones del cuerpo; pero nada que le haya hecho perder un momento el hambre, que es en ella muy viva.—A ninguno se le ha ocurrido que se tratara de una elé- fantiásis, al asistir á su desarrollo progresivo. El abotagamien- to general, originado por su gordura excesiva, no ha tenido en ningún tiempo caractéres de localización, ni alteración elefan- tiásica de los tegumentos. Por el contrario, su piel es suave, lisa, de un negro legítimo, reluciente como el de la gente de color en estado de salud; y no parda, empañada, cenicienta, co- mo la de los elefanciacos cuyo estado general sufre y que están como agotados por el desarrollo parasitario de las regiones afectadas. Sólo el elemento pilono ha adquirido, en esta mujer, un creci- miento insólito;—particularidad por lo ménos en desacuerdo con la estructura habitual de la piel de los africanos, regular- mente tan glabra en todas las regiones del cuerpo. Consignamos á continuación las medidas exactas de las diferentes regiones del cuerpo de dicha mujer, tomadas con una medida inglesa, que era la única disponible. El peso de la negra se opone á su transporte y á la ejecución de la fotografía: este peso es de 280 libras. No puede moverse, á no ser por movimientos de rotación, ó sucesivamente por medios arcos de círculo descritos de atras adelante, de un mo- do alternativo, sobre cada ísquion. Talla,—medida inglesa ..... 4 piés G pulgadas. Tórax, por debajo de los brazos y enci- ma de los pechos; circunferencia 4 „ 5 ,, Tórax; circunferencia por debajo de los pechos 4 ,, 11 ,, Abdomen; circunferencia según un pla- no que pasa por el ombligo y la región renal *. 5 „ 00 „ Brazo izquierdo, junto á la axila; circun- ferencia 1 ,, 8 ,, Brazo derecho 1 ,, 8 ,, Codos derecho é izquierdo; ambos 1 „ 1 ,, Muñeca, de cada lado 0 ,, 7 ,, Manos; circunferencia al nivel de las ca- bezas de los cuatro metarcapianos 0 „ 8 ,, 64 Longitud de la mano, desde la articula- ción radio-carpiana hasta la punta del de- do medio 0 pies 63 pulgadas. Muslo, en su parte media, estando la mi- tad superior cubierta por el abdomen é inaccesible á la medición 3 ,,00 Rodillas; cada una, al rededor ,1 „ 7 ,, Tobillos, al rededor 0 ,, 9$ ,, Pies; longitud desde el talón hasta la punta del dedo medio 0 ,, 9 ,, Cabeza; circunferencia, pasando al rede- dor de las mejillas y por debajo de la nariz 0 ,,22 ,, Los dientes se hallan en muy buen estado; no falta más que un incisivo lateral superior derecho; y otro del mismo lado está cariado. Una gingivitis úlcero-membranosa del borde libre de las encías corresponde á los incisivos inferiores y ocasiona su mo- vilidad. Las membranas mucosas, como tampoco la piel, no ofrecen ese color que recuerda la hidrohemia de las otras negras, áun de las más gruesas. Apenas pueden distinguirse los ruidos del corazón,—tan grande es el espesor de las paredes torácicas que lo cubren y la expansión de los dos pechos.—Las venas son invisibles.—El pulso es lleno y fuerte. La digestión es demasiado perfecta y el hambre demasiado viva.—El hígado y el bazo escapan á la exploración. La respiración es muy pura, por lo menos al nivel del ápice de ámbos pulmones. La auscultación de la base es im- posible. Los movimientos serían perfectos si el volumen de los miem- bros, en su raíz, no se opusiera á la aducción en su actitud normal. Esta mujer ha sido casada y no ha tenido hijos. Desde hace diez y ocho meses faltan las reglas, aunque per' 65 sistierou largo tiempo después del desarrollo bien acusado de la polisarcia.—La edad de Josefina puede explicar por qué le faltan las reglas, sobre todo si se piensa en la precocidad de la época de la menstruación en las mujeres de color.—Excreciones normales. ¿Qué juicio debe uno formarse de esos dolores generaliza- dos, que han seguido á los progresos de esta polisarcia cuando su desarrollo empezó á alcanzar proporciones insólitas?—Jus- to es decir que esos dolores han tenido por asiento, no sola- mente las coyunturas, sino también la profundidad de las par- tes blandas atacadas de ese desarrollo exagerado; porque tal asiento de los dolores pudiera darles un valor especial. Todos los organismos animales que se desarrollan rápida- mente están sujetos á dolores sordos, que parecen del mismo género que aquellos de que hoy se queja tofiavía Josefina; y en todos los casos, se dice que son “dolores de crecimien- to” según el lenguaje del vulgo; no siendo por lo tanto extra- ño que las fiebres de que se queja, en sus antecedentes, hayan sido también ellas uno de los preludios de la poli- sarcia y merecido igualmente el nombre de “fiebres de cre- cimiento.’1 Para la fisiología y la patogenia de. esos dos fenómenos y la explicación del mecanismo del crecimiento á que se encuen- tran asociados esos dos síntomas,—dolores y fiebre,— es me- nester inspirarse también en la patogenia de la elefantiásis, excluida en el diagnóstico. El crecimiento de la elefantiásis procede por linfangítis sucesivas, febriles y dolorosas. Un tra- bajo análogo al de las linfangitis ¿no debe tener lugar en ciertos tejidos que componen el organismo afectado de po- lisarcia? Apoyándose en semejantes datos, no habría entonces mo- tivo para creer tan ávidamente en la calificación dada por la enferma á unos dolores que declara reumáticos. 66 Capitulo XXIV. Afecciones traumáticas de los pies.—Quistes sebáceos y puru- lentos.—Rapidez de la reunión por primera intención rn las HERIDAS DE LOS NEGROS. INCONVENIENTES PARA LOS METODOS OPE- RATORIOS. I.—Quiste sebáceo de la planta del pié.-—En el hospital de Láres, sostenido á nuestras expensas, entró el 23 de Abril de 1872 Antolino de Jesús de Sotomayor, de 16 años de edad, blan- co, soltero, labrador, nacido en las montanas de Láres, distrito de Buenos Aires, en donde reside: tiene un tumor del tamaño de una nuez en la planta del pié derecho; su marcha es peno- sa, cojea; su andar es falso y poco seguro; por su calzado se co- noce que camina sobre el talón más bien que sobre los artejos y la planta del pié, como tantos otros sujetos pobres de las alturas. Los antecedentes personales acusan calenturas graves de causa palúdica é insolaciones.—Su padre murió de disentería á los 50 años, y su madre de viruelas á los 45; un tío suyo es- tá ciego con gota serena; un hermano falleció de disentería al mismo tiempo que el padre; una hermanita loca; seis hermanas atacadas de viruelas, y otros parientes muertos de fiebres lla- madas malignas: he aquí, cuando ménos, la prueba de que las epidemias son conciliables con las alturas. El principio del mal data de dos años y medio; sus progre- sos fueron lentos é insensibles, y á su parecer la causa fué la introducción de dos espinas debajo de la piel, una de las cua- les fué sacada, quedándose la otra dentro, según cuenta. Antes de esa época no se hizo ningún tratamiento.—Opera- ción: para asir el tumor se introduce un tenáculo que lo ensar- ta, entra y sale sin pasar de los límites del tumor y en el es- 67 pesor de su sustanciaincisión semicircular;—se arranca el tumor, que se deja enuclear como un quiste. Incisión del tumor:—caractéres del quiste sebáceo; la mate- ria grasa está dispuesta por capas secas, convexas, que se sepa- ran cual si fuesen escamas. Exeat, curado el 27 de Mayo. II.—Ejemplo de los inconvenientes de la reunión por segunda intención después de las operaciones y las heridas de las extremi- dades inferiores en los párvulos de color.— Quistes purulentos de los pies en los negros.—No es raro encontrar en la población de color de los ingenios cierto número de tumores de los piés, determinados por choques de cuerpos extraños contra unos te- gumentos doblemente vulnerables, gracias á la resistencia del plano óseo que cubren y á la ausencia de calzados que los protejan. Derrames sanguíneos subcutáneos, flegmones muy limitados, circunscritos y más tarde enquistados; la reabsorción progresi- va de los elementos primitivos, sangre y pus, contenidos en esas bolsas, en via de formación; la transformación de ellas en bolsas mucosas de segunda máno,—tales son los hechos á que se asiste con frecuencia cuando se observan tumores de las extremidades en los hombres de calor; y si se practica con el instrumento cortante una herida de los tegumentos, para sepa- rar aquellos tumores, es preciso adoptar la cura de la reunión por primera intención, so pena de ver algunas veces cicatri- zarse aisladamente las heridas separadas de los dos colgajos, que así se vuelven, el uno para el otro, dos verdaderos pos extraños, y necesitan la excisión de uno de ellos por lo ménos. Veamos un ejemplo reciente de esos hechos numerosos. Observación.—El joven Ramón Torres, criollo, de color, hijo de un padre y de una madre de color, criollos de Puerto Rico, de edad como de ocho años, trabaja en el cultivo del campo en el distrito de Douey, y se presenta para que lo desembaracen de un tumor que desde hace algunos años tiene en la planta del pié izquierdo. 68 Sus antecedentes no explican el mecanismo de la formación de dicho tumor, aunque padeció las viruelas á la edad de cinco ó seis meses. Un hecho que ya se ha presentado más de una vez á la observación, y que nos ofrece el negro Derienx, ántes señala- do por su afección ósea (mal de Pott), es el desarrollo de cier- tas vesanias ó locuras pasajeras en la infancia de este jóven negro criollo y en la de muchos individuos de la misma raza. Su forma se aproxima á la idiocia', la inteligencia más absolu- ta presidia á la vida de esos niños durante varios meses y al- gunos años; después se desarrollaron y su inteligencia parece normal. Todos sus órganos se hallan en perfecto estado. La afección de que se trata tiene su asiento en la planta del pié izquierdo, en donde se encuentra un tumor del tamaño de una nuez pequeña, correspondiendo por su situación á la cara inferior del tercer metatarsiano, sobresaliendo del plano de la planta del pié como centímetro y medio, y pareciendo pene- tral' igualmente en su profundidad. No hay pedículo; la for- ma esférica no parece interrumpirse para unirse á un plano óseo alterado; la consistencia del tumor es blanda, elástica, irreductible, sin fluctuación apreciable; su movilidad no pare- ce limitada sino por la impenetrabilidad de los tejidos veei' nos; sus contornos están limitados de cada lado por dos líneas ó surcos profundos, semicirculares, indicando la frecuencia de los movimientos de totalidad verificados por el tumor, de un lado á otro, según un eje ántero-posterior: estos movimientos de dislocación no existen de delante atras, y así la línea de separación no está marcada en esas dos partes opuestas de la circunferencia del tumor. La piel que lo reviste está hiper- trofiada, de modo que se creería estudiarla con un fuerte aumen- to, visto el que han sufrido en sus dimensiones normales las líneas salientes de las papilas y los surcos que las separan. En ninguna parte del cuerpo se ven tumores semejantes, colecciones líquidas, accidentes sifilíticos (gomas), ni manifes- taciones diatésicas de ninguna suerte. 69 Todo permite creer que se trata de un quiste seroso, liemá- tico ó purulento:—los quistes sebáceos en una región como ésa serían un hecho bien sorprendente de anatomía normal y patológica;—vense algunas veces los lipomas en los hombres de color, pero en regiones inmóviles (dorso, hombros, cuello), y no en las que participan directamente de los movimientos y de las presiones. ’ El manual operatorio adoptado consiste en una incisi on semi- lunar sobre la semicircunferencia interna de la base del tumor; se descubre una bolsa de paredes finas, blancas, cuya débil re- sistencia está en desacuerdo con las exigencias de la marcha que imponía á menudo la necesidad de pisar con el pié la to- talidad, ó la parte externa ó interna del tumor. Por otro la- do, esta actitud era dolorosa y se oponía en consecuencia á la energía de la presión. La abertura de la bolsa da salida á un líquido amarillento, semilíquido en algunos puntos, semiconsistente como el queso en otros puntos; se diría que es el contenido de un quiste se- báceo ó de un abceso frió; pero se trata realmente de un quis- te purulento traumático, cuyos productos líquidos han sufrido un trabajo de alteración en sus elementos. Es fácil separar todo el segmento del quiste sumergido en la planta del pié; mas no sucede lo mismo con el segmento infe- rior, adherente á la cara profunda de los tegumentos hipertro- fiados, pues las tentativas de disección de este segmento de las paredes causan dolores y hacen dar gritos y oponer defensa, que se respetan. Fuerza es dejar que se separe él solo por el traba- jo supurativo de eliminación, y se efectúa la cura por segun- da intención; pero á medida que se preparaba esa eliminación, disminuía muy rápidamente en sus dimensiones la cicatriza- ción de la herida de la planta del pié, miéntras que el col- gajo, que servía como de tapa al tumor, se hinchaba gracias á la inflamación de que era asiento su cara profunda. Cuando el segmento de las paredes del quiste pudo separar- se, ya no era permitido esperar la adhesión de este colgajo, y fué menester sacrificarlo cortando su pedículo. Procediendo 70 de otro modo, se hubiera sustituido voluntariamente el tumor nacido del colgajo al tumor subcutáneo que impedía la mar- cha y de que se había librado al enfermo. Capitulo XXV. De las piedras de los órganos genito-urina ríos en la Isla de Puerto Pico. Las arenillas, los cálculos úricos y la diátesis gotosa que se hallan íntimamente unidas, los cálculos fosfáticos y calcá- reos, la hematuria sintomática de las afecciones calculosas, los cálculos de oxalato de cal, como también las piedras ó cálcu- los de colesterina en el hígado,—hemos tenido ocasión de ob- servarlos, de diagnosticarlos, de operarlos, y de asistir todos estos casos en la Isla de Puerto Rico.—El asiento de esas pie- dras ha variado hasta lo infinito en los conductos que emer- gen de los riñones (cólicos nefríticos), en la vejiga, en la re- gión prostática y en el canal déla uretra. Véanse algunos detalles sobre los casos más importantes. I. El primer caso se refiere áun jóven de San Juan de Puer- to Rico (1870), que á pesar de nuestras instancias se negó á la operación por miedo, y murió en medio del marasmo, arro- jando sangre por el recto.—Esta terminación manifiesta el trabajo ulcerativo que determinan á la larga los cálculos so- bre las paredes de los órganos que los contienen, y los esfuer- zos constantes de la naturaleza medicatriz. José Cobian es un mulato joven, de edad de 15 años. La fotografía que sacamos del sujeto nos muestra la actitud que tomaba al experimentar los dolores cuando aparecían los ata- 71 ques provocados por la presencia de un cálculo vesical en la región del cuello de la vejiga. Desde su nacimiento el pobre niño ha estado sufriendo estas convulsiones: en su expresión de dolor se torcía lós brazos y los cruzaba detras de los hom- bros. Estas dislocaciones forzadas de las articulaciones habian dado cierta celebridad al niño en la capital de la Isla de Puer- to Rico. Los signos de un cálculo no tenían nada de dudoso:— tenesmo rectal y vesical, dificultad súbita de orinar, estrangu- ria, hematuria, dolores en el sacro, ataqueg de dolores convul- sivos que le obligaban á revolcarse por el suelo, lo mismo que sobre la vía pública.' Sus piernas son como los brazos, de tal modo flexibles que las coloca fácilmente detras del cuello.—El pus se mezcla á la sangre en sus orinas; aquel sale primero y la orina mucho después. La sonda reconoce el cálculo con los signos acostumbrados. El tacto rectal nos comprueba su existencia; parece enclava- do hácia atras de la próstata en la pared inferior de la vejiga. El insomnio, el dolor, las pérdidas, la dieta prolongada y la desgana aceleraron la muerte.—Las aguas que se consumen en la capital son las de lluvia recogidas en aljibes.—La madre go- za de una buena salud. El padre habia muerto, v nuestras in- vestigaciones sobre la etiología hereditaria de esos cálculos no dieron resultado. II. Conjunto de la-marcha de una diátesis calculosa úrica, de 1867 á 1874.—Es preciso reconocer que los cálculos de ácido úrico á menudo no han llamado 1a, atención de ios médicos. Sin em- bargo, nosotros hemos asistido un ataque de cólico nefrítico con hematuria en un sujeto que después tuvo -accesos de gota lige- ros en los dedos del pié; después tos incesante; luégo una erup- ción forunculosa inagotable durante más de seis meses; después un ataque de estomatitis, esofagitis,gastritis y enteritis sucesivas; cuando la boca se curaba, el estómago no toleraba los alimen- tos y las digestiones se terminaban por dolores de estómago acompañados de diarrea. La epidérmis de la lengua, de la mucosa de los labios, del fondo del paladar, y más tarde de la faringe, se exfoliaba, y era intolerable el contacto de los alúnen- 72 tos.—La dieta prolongada y el enflaquecimiento del enfermo complicaban su estado de gravedad. Después todo entraba en orden, y da afección, que Labia recorrido todo el tubo digesti- vo, dejaba un mes ó dos de descanso para volver en seguida. Más tarde las manifestaciones del tubo digestivo se calmaron, y la piel de los muslos se cubrió de un dartro vivo, de mar- cha progresiva del centro á la circunferencia. El hígado no parecía indiferente, las materias fecales estaban descoloradas y arcillosas.—¿Qué significación da la Patología general á estos hechos sucesivos,—cólicos nefríticos, hematuria, gota, gastro- estomatitis, hépato-enteritis y herpes?—Son otros tantos anillos de una misma cadena, cuya trilogia diatésica se llama: Diáte- sis úrica, diátesis gotosa, diátesis hermética, afectando dos si- tios: sitio mucoso y sitio cutáneo. El método curativo más eficaz ha sido el uso de los alcalinos, del agua y de las pastillas de Vichy al interior, y de los baños sulfurosos al exterior. III. Dos niños atacados de cálculos en, el Hospital de Pajuil- Hatillo (Puerto Rico), sostenido á expensas nuestras.—1871.— Es muy de notarse que, durante dos años, en el Hospital de Yauco que establecí en la costa S O. de Puerto Rico, no se hubiese presentado un solo caso de piedra en la vejiga y sus de- pendencias; lo que bien prueba la rareza relativa de dicha afec- ción en la mencionada Isla. Es cierto que en el curso del año de 1869 fuimos llamados en consulta á Puerto de Ponce para un enfermo de 60 años, de origen europeo, comerciante, que llevaba un cálculo fosfático voluminoso, según parecía; acon- sejamos la trituración; pero habiéndose practicado la talla, su- cumbió el sujeto. En nuestro Hospital de Pajuil-Hatillo, á dos leguas de la costa N O., se presentaron dos niños de ocho á diez años cuan- do más; padeciendo ámbos cólicos vesicales violentos, ataques de dolores con gritos, tenesmo, retención de orina, dispepsia y enflaquecimiento. El más pequeño se negó á la operación y murió. El otro niño Pachan, hijo de un ebanista del lugar, fué sometido á la operación de la talla bilateral, que practicamos 73 en presencia de un colega de la ciudad de Arecibo, según el método habitual y con los instrumentos conocidos. La hemor- ragia fue abundante; pero ántes de introducir las tenacillas (tenettes), hicimos penetrar el pulgar, mojado en percloruro de hierro varias veces, profundamente en la herida, no sacándolo sino en el instante en que dejó de correr la más violenta ola de sangre. Cogí en seguida el cálculo con las tenacillas; y como no cedía, era evidente que las anfractuosidades del cálcu- lo y las de la vejiga habrían permitido adherencias entre ésta y aquel. Extraída la piedra, se reprodujo la hemorragia: nue- va introducción del pulgar cargado de percloruro de hierro por más de una hora, y después taponamiento de la herida con torundas de hilas fijadas á un hilo y embebidas de una so- lución de la misma sustancia, una parte para dos de agua. Los dias siguientes, fiebre con recrecimiento periódico. Una son da, introducida por la herida en la vejiga, parece determinar ó favorecer la fiebre: se la retira pronto, y en efecto, los acce- sos disminuyen. Después, en una operación semejante hemos dejado á un lado la sonda y la fiebre no apareció; el niño se curó pronto, sólo que conservó mucho tiempo después de la operación una incontinencia de orina. El cálculo pesaba una onza ó treinta gramos y estaba compuesto de oxalato de cal: era lo que se llama ménos científicamente una piedra murifor- me, dando cuenta de los dolores atroces su peso y sus as- perezas. Hoy, Febrero de 1874, el niño goza de buena salud. IV. Operación de talla practicada por el autor de este trabajo con éxito en un anciano, para la extracción de un gran cálculo calcáreo, prostático.—En Gruayama he visto un hombre de 33 años, que ofrecía las cicatrices de una talla perineal hecha con buen resultado para la extracción de un cálculo vesical fos- fático. He operado en la capital de la Isla á un niño que te- nía en la región prostática numerosos cálculos fosfáticos de pe- queño volumen. Ya este niño había sido operado por el pro- cedimiento del ojal, pero detras de la cicatriz se habían repro- ducido las piedras. En él no hicimos la talla ni el ojal, sino 74 que sacamos de la uretra todos los cálculos que fué posible al- canzar con uno de los instrumentos á propósito. En los últimos dias de 1873 se nos presentó un anciano de más de 70 años, Bautista Cintron, natural y vecino de-Yabu- coa (Puerto Rico), cuando acabábamos de hacer con buen éxi- to en la misma villa en el Sr. Zurillo, hacendado, una doble operación de osqueo—y uretrotomía. En Cintron el diagnós- tico era hipocondría, según decir de la persona que lo presenta- ba; y en efecto, el pobre hombre sin motivos tangibles ni visi- bles, tenía desde mucho tiempo atras la manía de quejarse: dia y noche se los pasaba dando gemidos; disuria, tenesmo vesi- cal; se consume para orinar en esfuerzos siempre superfluos al principio y seguidos á la larga de la evacuación difícil déla orina; depósitos muco-purulentos en el fondo del vaso, dispepsia, pe- queñas fiebres lentas de forma intermitente, volviendo por la tarde; insomnio, enflaquecimiento, desanimación. Introducida la sonda tropieza con un cálculo, cuyo sitio permanece todavía indeciso. Alternativas de facilidad y dificultad en la micción; hay dias en que el chorro de la orina es bastante libre y otros en que momentáneamente se intercepta. Se cree primero en un cálculo intra-vesical, y luego, que penetra en el cuello.— Introducción de un fitótomo fino, que no puede agarrar la piedra á causa de su volumen. A consecuencia de esta opera- ción, emisión de polvos fosfáticos en la orina. Entonces, gra- cias á esa tentativa infructuosa y al tacto rectal, se piensa que en realidad es un cálculo situado en la región prostática y for- mado más bien á expensas del lóbulo izquierdo. Operación de talla perineal practicada en Guayama (Puerto Pico) en presencia del Dr. Blondet, de la facultad de Mompe- 11er:—El proceder operatorio adoptado fué el de la talla peri- neal, prerectal, con el cistitomo de una lámina. La incisión hecha sobre el catéter fué más grande que de costumbre, y aumentada del mismo modo la incisión curva prerectal. Pero las dimensiones del cálculo eran demasiado considerables, é im- posible darle paso respetando los tejidos según las reglas habi- tuales. Hubo necesidad de introducir en el recto el dedo ín- dice armado de un biturí botonado; el índice de la mano iz- quierda, en contacto con la piedra, precisaba el punto y la pro- fundidad de la incisión rectal. Se cortó así toda la pared an- terior del recto y los tejidos pertenecientes al perineo y al ano. —De este modo la via de expulsión abierta á la piedra forma un plano triangular, vertical, limitado en el vértice por la pros, tata incindida y por la piedra que el dedo puede alcanzar, no sin esfuerzo, y que la pinza apenas desgasta sin estremecerla; hácia delante por el canal de la uretra incindido, hácia atras por la pared posterior del recto. El índice del lado izquierdo guia la introducción del catéter de acero que ha servido para la pri- mera incisión. El catéter penetra en la herida y pasa por de- tras de la piedra; su punta ó pico es dirigido hácia abajo y atras, después directamente hácia abajo; mirando también pa- ra abajo la concavidad del instrumento. Gracias á esta palanca, se levanta la piedra por detras, se la mueve y empuja adelante; y las tenacillas pueden de este modo coger los 3 fragmentos. Los movimientos que se imprimen al catéter en esta extracción de la piedra enclavada merecen ser descritos. El instrumento es justamente colocado en una posición inversa á la que tenía para penetrar en la vejiga; es decir, con la convexidad hácia ar- riba. Se procede á un movimiento de báscula, en virtud del cual el pabellón del catéter es sucesivamente llevado de abajo arriba y de delante atras, miéntras que su punta describe un arco de círculo en sentido inverso, es decir, de arriba abajo y de atras adelante. El índice izquierdo, colocado detras del catéter en el eje del movimiento, le sirve de punto de apoyo y favorece el esfuerzo. El dedo, en forma de gancho, recoge los detritus de polvos envueltos en los coágulos sanguíneos que quedan en el trayecto seguido por el cálculo. Su peso era na- da ménos que de 80 á 90 gramos y estaba compuesto de fosfa- to de cal. No hubo hemorragia, ni necesidad de ligaduras; so- lamente una ligera pérdida de sangre venosa, que cedió á la aplicación de algunas torundas de hilas embebidas en una solu- ción de partes iguales de agua y percloruro de hierro; no hubo fiebre, ni calofríos; cuando el tenesmo vesical anuncia que la 76 herida va á cerrarse y que la orina que corria por ella y ha- bia abandonado el canal, recobra su antiguo trayecto, pone- mos una sonda de goma del grueso de una pluma de ganso; la orina fluye por esta nueva vía y la fístula se cura comple- tamente. Es conveniente advertir que la introducción de la sonda produjo 48 horas de fiebre. Cinco semana después de la operación, el enfermo volvió curado á Yabucoa, su punto de re- sidencia, haciendo el viaje mitad en carruaje y mitad á caballo. Curas simples ó inyecciones repetidas con las decocciones de plantas aromáticas mezcladas al carbón de Belloc. Ya en la Habana habia yo operado en 1866 un caso análo- go.—Un marinero fué al Hospital de San Juan de Dios, su- friendo de un cálculo prostático tan grande como un puño y que se sentía mover bajo la piel del perineo. Hecha la prime- ra incisión según el método ordinario por otra persona, no permitió la extracción; tuvimos que dar á la incisión una ex- tensión considerable desde el bulbo al ano; y habiendo intro- ducido una palanca, la piedra fué extraida. En vano se busca en los libros el método empleado para ope- rar los grandes cálculos prostáticos. Y. Estrechez múltiple é insuperable de la uretra.—Dos cálcu- los prostáticos.— Ulceraciones.—Operación de la talla.—Hemos- tasia digital.—Accidentes tifoideos.—Inoculación.—A principios de Mayo de 1874, fuimos llamados para practicar una opera- ción de la talla á un hombre como de 55 años, que sufría de una piedra en los órganos génito-urinarios, cuyo asiento era la región prostética. Hacía seis meses que se habia hecho el diag- nóstico y aconsejado la operación como imperiosa, á la cual se resistía el enfermo por miedo, hasta que al fin se decidió á ella cansado y vencido por el dolor que le ocasionaba cada evacua- ción incompleta de orina, por el agotamiento de sus fuerzas, la abundante supuración de la vejiga, los flujos de sangre proce- dentes de la misma fuente, el insomnio, el enflaquecimiento, las pequeñas fiebres periódicas, nocturnas, y todos los demas signos que con palpable evidencia amenazaban al enfermo de una muerte próxima é inevitable. 77 Los antecedentes del sujeto eran conocidos desde 1870, en cuya época se nos invitó á asistir al mismo paciente con mo- tivo de una estrechez insuperable, de sitio múltiple, complicada de un principio de tumefacción inflamatoria en la región del perineo, es decir, que la infiltración urinosa era inminente. Ca- da esfuerzo para introducir una candelilla fina producía infali- blemente un acceso de fiebre: la dilatación progresiva triunfó de la estrechez; y á medida que la orina recobraba su curso normal y que los signos de la estrechez desaparecían, se pre- sentaban los de un cálculo en las vías urinarias, hasta que la realidad de su existencia fué revelada por el catete- rismo. Los antecedentes lejanos son oscuros; sin embargo, el enfer- mo no disimula la aparición repetida de antiguas blenorragias, así como las manifestaciones, también repetidas, de accidentes sifilíticos incontestables, cuyo tratamiento parece haber sido poco regular, poco metódico, aunque suficiente para dominar las manifestaciones secundarias. Más fácil es afirmar que, ni en 1870, ni en 1874, presentó su cuerpo al operador ningún vestigio de sífilis, bajo ninguna forma, ni en ningún grado.— El paciente había tenido de su primer matrimonio una niña, hoy notable porda riqueza de su salud. Estado actual, en el momento de la operación.—Las indica- ciones de la talla eran las siguientes: fuerzas musculares y ape- tito en el mejor estado de conservación; pulso lleno, bastante fuerte, 104-108 al mediodía; por la noche, el pulso se eleva, el calor se enciende con los signos de una fiebre marcada, de tipo intermitente nocturno, con ó sin sudores; todos los órganos per- fectamente sanos; el tegumento cutáneo y mucoso no ofrece la menor rubicundez, la menor mancha, la menor vegetación, na- da que pueda permitir la suposición de que exista en dicho su- jeto ninguna enfermedad sifilítica, herpétiea ó de otra natura- leza en via de actividad, y por consiguiente inoculable.—La introducción de la sonda de plata se verifica con cierta facili- dad: á los 15 centímetros de profundidad en el conducto ure- tral, es decir, en la región prostética, atraviesa la sonda sin de- 78 masiada vacilación; pero en su paso se la siente como mordida por un cuerpo extraño duro, menos pulimentado que la sonda y menos móvil. Es difícil precisar el asiento del cuerpo ex- traño, si está más echado hacia la izquierda ó hácia la derecha; pero más fácil sería precisar que existe ciertamente una concre- ción calculosa en la parte de la próstata más próxima al cuerpo de la vejiga. Gracias á esta situación, gracias á su enclava- miento, es uno conducido á admitir la existencia de una ulce- ración doble, superior é inferior, que explicaría la presencia de la sangre en los líquidos vertidos por la uretra, y sobre todo da- ría cuenta en parte de la existencia á ese nivel de un foco de supuración abundante; en fin, la presencia del cálculo en la parte más lejana de la región prostática y sobre el punto más rico en filetes nerviosos del cuello de la vejiga ulcerada, expli- ca la violencia de los crueles dolores que arrancan al paciente gemidos y gritos cada vez que se esfuerza por orinar; sus su- frimientos son tan violentos, que el enfermo prefiere la muerte y clama por la operación. Las contra-indicaciones de ésta son en el caso actual las ulceraciones más ó ménos profundas de la próstata y del cue- llo, y también la abundancia excesiva de las materias puru- lentas que desde por la mañana hasta por la noche bastan pa- ra llenar la mitad de un orinal. Esta abundancia de secreción purulenta permite suponer y aceptar la existencia de un foco purulento anfractuoso eu el espesor de la próstata, así como una inflamación violenta de todas las paredes de la vejiga, cuya mucosa debe estar privada de su epidermis, ulcerada y acaso gangrenada. Los desórdenes anatómicos de este recep- táculo se hallan tal vez tan adelantados, que son inconcilia- bles con la presencia de otras nuevas lesiones hechas á la prós- tata por la operación de la talla.—¿Cómo dar una respuesta precisa á esta cuestión?—Puesto que la muerte del enfermo es una cosa cierta si no es operado, puesto que él mismo pide serlo, puesto que no es en realidad inoperable, y puesto que acepta los riesgos y la responsabilidad de la operación,—pare- cía legítimo ofrecerle una probabilidad de salvación entre al- 79 gunas desfavorables, recomendando-al enfermo que hiciera su testamento, como en efecto lo efectuó. Métuclo operatorio.—Empleo del cloroformo; incisión circu- lar por delante del ano á dos centímetros de su circunferencia anterior, cuyas dos extremidades se detuvieron de cada lado del ano en un punto justamente intermediario á éste y al ís* quion. La piel y el tejido celular son divididos poco á poco, capa por capa, sosteniendo el bisturí fino sobre la pulpa del ín- dice izquierdo que sirve de guia hasta la canalita del catéter. Una vez abierta la porción membranosa de la uretra,—intro- ducción de un litótomo de una sola lámina al través de una herida hecha á la porción membranosa, dirigiéndose el plano del instrumento de manera que el filo mire para la extremi- dad izquierda de la incisión cutánea, y con la reserva de prac- ticar una incisión semejante á la derecha, si las dimensiones imprevistas de la piedra no le permitiesen salvar los lími- tes insuficientes de la primera incisión. El catéter penetra fá- cilmente; una ola de orina y de materias muco-purulentas anuncia su entrada en la vejiga regularmente y sin falsa via, sin pasar por debajo de la próstata, sino al través de su con- ducto natural. En el cuello de la vejiga y en la próstata se hizo una incisión de veinticinco milímetros por lo ménos, co- locándose el tornillo que limita la abertura de la lámina un poco por encima de la cifra 25 grabada sobre el balancin de la misma. Esta abertura moderada, practicada con intención de duplicarla del otro lado, se veia justificada por la necesi- dad de aplacar las condiciones del traumatismo, las fuentes de la hemorragia y las pequeñas dimensiones de la región del perineo en un individuo cuya talla era muy inferior á la mé- dia. Al sacar el litótomo, se sintió que la lámina abierta del instrumento chocaba por su filo contra un cuerpo duro que la hacía sonar. La ola de sangre fue abundante, y para mo- derarla cuanto ántes, á fin de economizar las fuerzas del pa- ciente, el operador mojó el pulgar de la mano izquierda en un gran baño de percloruro de hierro, é introdujo el dedo, así cargado, en la herida profundamente y con alguna ener- 80 gía; la dirección y la resultante de la fuerza del pulgar era doble, de delante atras; la base de este dedo cónico aplasta- ba las capas superficiales del perineo y obliteraba los orificios vasculares correspondientes; la otra dirección de la compresión ejercida por el pulgar era liácia la región de las ramas aseen dentes del ísquion y descendente del pubis, es decir, liácia la región en que la arteria pudenda interna está oculta y en que emite la arteria que probablemente es la única lierida, es de- cir, la arteria transversa del perineo. Esta compresión se mantiene cinco minutos ántes de pensar en ninguna tentativa para la extracción del cálculo; y al cabo de este tiempo, se practican ligeros movimientos circulares con el pulgar izquier- do, al rededor de su eje, á fin de disgregar sin violencia los coágulos obturadores que su presencia, su compresión y el percloruro de hierro, de que estaba impregnado, habian for- mado; nuevo baño de percloruro al mismo pulgar, nueva in- troducción en la herida, nueva compresión de doble dirección, permanencia del pulgar en la herida, prolongada durante diez minutos esta vez, nueva extracción del pulgar: la hemorragia había sido contenida. Este método de hemostasia habia dado ya muy buenos re- sultados en el hospitalillo que sostuvimos cerca de Arecibo, uno de los puertos de la costa N O. de Puerto Pico: se trata del niño de que ántes hemos hablado, de diez años, operado por la talla bilateral de un cálculo muriforme incrustado en el bajo fondo de la vejiga; la hemorragia era abundante y el peligro inminente; se retardó la extracción del cálculo; moja- do el pulgar de percloruro é introducido en la herida, se com- primió en una triple dirección, una constante y de delante atras, y las otras alternativas de derecha á izquierda; la he- morragia cesó al cabo de un cuarto de hora, y solamente en- tonces se procedió á la extracción del cálculo, que fué preciso cogerlo dos veces y soltarlo, porque las pinzas arrastraban la piedra á la vez que la mucosa del bajo fondo de la vejiga que le adhería. De este inconveniente se escapó imprimiendo á las pinzas, que agarraban el cálculo, movimientos moderados y 81 alternativos de derecha á izquierda, de rotación sobre su eje, de abajo arriba y de detras adelante. El niño curó, aunque conservando una ligera incontinencia de orina que le hacía mojar algo sus vestidos, pero que no le impedía dedicarse á su instrucción y á sus trabajos del campo.—Esta introducción del pulgar como medio hemostático encontró en el caso de la ope- ración de Vega-Alta una utilidad diagnóstica digna de ser mencionada y que se recomienda bajo un doble punto de vista en los cálculos prostáticos: en efecto, á la primera introducción del pulgar en la herida del perineo, la punta del dedo halló un cuerpo extraño accesible al tacto, que no era otra cosa que el cálculo vesical que debía extraerse; su presencia en un punto tan accesible al dedo probó bastante que se trataba de. un cálculo prostético, pues una presión ligera del pulgar lo hi zo caer en la vejiga ; de donde resulta que el método de extrac- ción de la piedra ha sido facilitado en el caso actual y en todos los casos semejantes por esa maniobra que consiste en intro- ducir el dedo; las pinzas no hubieran podido abrirse ni agar- rar el cálculo, si éste hubiera permanecido en su verdadera posición primitiva; el gorgeret ó las pinzas hubieran precipita do el cálculo en la vejiga, como acababa de verificarlo el mis. mo dedo. El operador se prometió seguramente para lo por. venir el explorar siempre la Iierida con el índice y no más con el pulgar, siempre que se tratase de un caso especial, como éste, reuniendo el síntoma “mordida de la sonda” durante su introducción en la vejiga, en lugar del signo “choque de la son- da” contra el cuerpo duro, previamente introducida en aquella. Es también preciso sacar esta lección del caso actual: que en todos los casos de piedra cuyo sitio sea dudoso, la exploración por el recto de la próstata y de la vejiga habrá de presentar ventajas. Aquí no se había omitido ese cuidado; pero pro- dujo como único dato posible un signo de la hipertrofia de la próstata, sin que dejara precisar el asiento del cálculo. La terminación de la operación se efectuó como de costum- bre, aprovechándose la introducción del índice izquierdo para llevar sobre la cara anteiior el conductor de reten, y dirigien- 82 do sobre éste las tenacillas; en dos veces se sacaron dos cál- culos, uno de forma cónica, del tamaño de las bolas de piedra de medianas dimensiones con que juegan los niños; luégo, des- pués de una segunda introducción de las tenacillas, se extrajo una piedra más voluminosa, achatada, lisa en sus contornos, como atravesada de un número considerable de agujeros su* perficiales, cuyo mecanismo de formación confirmaba la idea ya expresada de la incrustación de esta piedra en una región deprimida y ovalar, ulcerada por la presencia del cálculo. Los productos de dichas ulceraciones debieron reblandecer la sus* tancia de la piedra y permitir á las desigualdades de aquellas, que dibujáran en el fosfato calcáreo sus ángulos salientes y en- trantes. Algún polvo, perteneciente á productos libres no agregados, ó bien separado de los dos cálculos principa- les, fué sacado en seguida con el dedo ó por medio de in- yecciones. El sitio relativo de las dos piedras se hallaba bien evidente- mente precisado por su forma.—La piedra de forma cónica era anterior, ocupaba la porción más estrecha del conducto pros- tático y había debido formarse la primera, detras de la antigua estrechez de la porción membranosa del conducto.—El otro cálculo estaba situado, como lo indican su forma deprimida, achatada á manera de macarrón, su volumen que le .permitía pesar cerca de una onza, sus bordes ó su circunferencia lisa? acusando sus relaciones con el curso de la orina: todas estas condiciones precisaban su asiento en el embudo aplastado constituido por el orificio prostático y por el cuello de la veji- ga.—El color de los cálculos era blanco amarillento, mezclado de moreno.—Su consistencia frágil; su superficie como costrosa, y el centro como esponjoso. No se puso ninguna sonda en la uretra, sino en la herida del perineo. Las almohadas levantaron al enfermo y mantuvieron la herida en la región más declive del cuerpo.—Las consecuen- cias lejanas de la operación fueron muy favorables durante los cuatro primeros dias que la siguieron; pero al cabo de este tiempo, al alivio, á la mejoría evidente sucedieron accidentes 83 de forma tifoidea, escalofrío, fiebre, sudores, delirios, lengua costrosa, olor repugnante y característico: todos los signos, en una palabra, de la alteración de la sangre por la reabsorción purulenta. El enfermo sucumbió el sétimo dia. Tal fué la suerte del operado. Veamos ahora la del ope- rador. - - En su carrera al través de-las montañas que es preciso atra- vesar para llegar de la costa S. á la costa N. de la Isla, los instru- mentos del cirujano son llevados sobre la grupa del caballo en serones confiados al cuidado de un guia. En estas circunstan- cias los bisturíes habían desaparecido, y en el momento de la operación fué necesario sacar de una caja de instrumentos para operaciones de los ojos un quistótomo para reemplazar el bisturí ausente. Este quistótomo, de lámina estrecha, guiado por la pulpa del índice izquierdo, hacía en él un surco cuyos bordes eran limados por el filo cuando se procedía á un movimiento de incisión lateral: y gracias á estos movimientos repetidos fué pinchada la piel del índice izquierdo del operador. La peque- ña herida apénas era visible, y apénas hubo una gotita de san- gre que revelara su asiento. La sangre del enfermo corria á oleadas: no se trataba de un tumor maligno, ni de un cadáver, y el operador siguió adelante sin creer necesario quemar la heri- da; acabóla operación y la cura sin ocuparse de ella; pero á los tres dia's, una pequeña violencia sufrida por la extremidad del índice despertp en esta región un dolor muy vivo, desproporcio- nado al estado de la herida, todavía sin rubicundez ni tume- facción.—Aplicación de tiras de diaquilon; al 7? dia solamente, fuerte quemadura con el creyón de nitrato de plata. Desde esa época pasó el mal inadvertido en medio de los viajes por las llanuras y las lomas. El mal, adormecido, no se despertó sino á consecuencia de una nueva acción tóxica.—El cirujano fue llamado para un ni- ño atacado de angina lardácea: pasó varios dias y varias noches junto al enfermito, cuya vida pudo salvar; pero, por el contra- rio, el índice del cirujano, que hasta aquí habia permanecido 84 pasivo, marchó con rapidez hácia una nueva faz: abrióse la pequeña solución de continuidad hecha á la epidénnis, y seme- jante á un cáliz dejó esparcir entre sus bordes una vegetación de color rojo y cuyo volumen aumentó rápidamente los tres dias siguientes. El síntoma principal era un dolor vivo, into- lerable, afectando los principales órganos y sobre todo el estó- mago, cuyas funciones trastornaba. El sueño era difícil, el tra- bajo imposible, el estado nervioso muy manifiesto, y la ulcera- ción fungosa se estableció sobre el asiento de la antigua pica- dura, constituyendo durante un mes toda la afección. En esa época, es decir, al principio del tercer mes desde la operación y en los primeros dias del mes de Julio, los acciden- tes que hasta entonces se habian localizado en el dedo, se es- tendieron al antebrazo, al brazo y hasta la axila, en las dos primeras regiones bajo forma de líneas rojizas y en la axila bajo forma de inflamación de los ganglios linfáticos, de fieg- mones y abcesos. La inflamación de los vasos blancos del an- tebrazo y del brazo fué combatida por medio de fricciones con pomadas simples y mercuriales. Los accidentes de la axila merecieron el mismo tratamiento y ademas la aplicación de doce sanguijuelas del país, que son dos veces más grandes que las de Europa. La hemorragia no impidió la formación de una colección purulenta, abierta con alguna tardanza por el mismo paciente. Dicha operación inauguró el principio del cuarto mes; la noche después de la incisión se desarrolló una «fiebre violenta y no ya moderada, como las fiebres de forma periódica, acom- pañando las lesiones de la axila y combatida por la quinina.— Este nuevo acceso, tan violento, se acompañó de delirio y de alucinaciones toda una noche; por la mañana, se aplacó la fie- bre; se administró el sulfato de quinina, y, cosa singular, desde ese momento se detuvo la marcha de la ulceración fagedéni- ca, hasta entonces progresiva; se hizo retrógrada, es decir, que se estableció un principio de cicatrización que siguió su curso durante toda la primera mitad del mes. Tuvieron lugar en esa época numerosas erupciones de natu- 85 raleza herpética,—unas francamentes vesiculosas, diseminadas por grupos y bien pronto desecadas,—otras de forma primiti- vamente secas,—borrándose casi completamente con el auxilio por otra parte de un tratamiento arsenieal. Como á mediados del mes de Agosto se expuso el enfermo á un cambio brusco de temperatura, según sucede en los trópicos: el sol había sido ardiente hasta mediodía, cuando de repente estalló un chapar- rón inopinado, tremendo é inevitable; el paciente se mojó á pesar de la protección de un coche, y le sobrevino una angi- na catarral con agudos dolores de oidos; se detuvo la cura- ción, la cicatriz se destruyó y el trabajo ulcerativo volvió á se- guir su curso. En Setiembre inauguran el mes algunos fenómenos de mar- cha periódica:—á ciertas horas, siempre las mismas, estallan fenómenos tales como la debilidad, una sensación de quebran- to, la necesidad de acostarse, ó bien un dolor de cabeza nota- ble, con calor en la frente y perturbación del sueño; acciden- tes todos que son combatidos maravillosamente ,por el licor de Fowler. El estado general se mantiene á pesar de la inapetencia, la lentitud de las digestiones, la tendencia fácil á las manifestacio- nes catarrales de las mucosas aereas y á las manifestaciones her- péticas de los tegumentos cutáneos. Esa larga vida de inmovi- lidad, con enfermedad, convalecencia y recaidas, ha desarro- llado en el sujeto un estado neuropático que ha llegado á ofre- cer el grado de una verdadera enfermedad. El estado local, la ulceración del dedo no marcha hácia la cicatrización; al contrario, el antiguo trabajo cicatricial se ha detenido, y en su lugar se ha desarrollado el trabajo de ulce- ración fungosa, más intenso que nunca. En el centro se di- buja el dedo, cuya punta redondeada revela la presencia de las raras partes blandas que cubren el falangeto: alrededor de ese montículo cubierto de fungosidades existe un surco circu- lar muy marcado, de donde se eleva, redondeándolo en forma de rodete espeso, circular, y cuyo círculo se halla apénas inter- rumpido por la uña que lo empuja de dentro afuera y que 86 por dentro lo cubre con sus vegetaciones fungosas. La eleva- ción de este rodete es tal, que sobresale en más de medio cen- tímetro á la parte media de la tercera falange, desde donde empieza á elevarse. Dicho rodete es duro y sólido en toda la mitad externa de la circunferencia del dedo; por el contrario, se ulcera y se cubre de fungosidades en extremo dolorosas en el resto de su contorno. La matriz de la uña no está invadi- da por la ulceración; pero toda la piel de la región vecina está roja é indurada. El color de la ulceración varía según que los dias sean para ella buenos ó malos: del rosado apénas húmedo hasta el amarillo cubierto de supuración del mismo color, pero más bien demasiado fluida que de buena naturaleza;—algunas veces manchas de sangre, en general de buen augurio para ].os dias siguientes; otras veces el aspecto del dedo es verdadera- mente gangrenoso, la herida se pone lívida, de un azul ne- gruzco, y es el presagio, para los dias siguientes, de la destruc- ción del trabajo de cicatrización anterior. Entonces se ve la película cicatricial despegarse, elevada que es por la invasión de las fungosidades que se propagan del eje del dedo como cen- tro hácia la circunferencia. El trabajo de cicatrización prin- cipia en general á partir del borde radial del rodete; de allí se extiende hácia el centro y ha ocupado poco, hasta la cuarta parte de#la superficie ulcerada; después la cicatrización se de- tiene y pierde el espacio que ha ganado gracias á continuas os- cilaciones de mejor á peor, que son la expresión de la mejoría ó de la gravedad general. Toda la llaga ofrece tal grado de sensibilidad, que el menor contacto de un cuerpo extraño ar- rancaría manifestaciones de dolor al más valiente. Desde el rodete hasta la raiz del dedo existe una hinchazón dura que estorba los movimientos, que se acompaña ademas de un gra- do notable de anquílosis producida por la inmovilidad, y que ocupa las dos últimas coyunturas del dedo. La articulación del dedo con la mano está sana, las dimensiones de la ulcera- ción ofrecen transversalmente tres centímetros y medio, y des- de la uña hasta la cara palmar tres centímetros solamente; su circunferencia es de nueve centímetros; la del dedo en su raiz, 87 en el pliegue articular de la primera coyuntura, es de siete centímetros y medio; lo que da un aspecto general de badajo de campana á todo el órgano mirado en su conjunto. La úlce- ra es en general inodora; pero como se le hacen curaciones ra- ras, de propósito, adquiere entonces en las últimas horas y en sus fases gangrenosas un mal olor. Cada vez que se toca con el nitrato de plata, se atacan los vasos linfáticos y se dibujan en la mano, el antebrazo y el brazo como un haz de hilos me- tálicos que ruedan bajo la piel y se acompañan de engrosa- mientos múltiples; si se insiste en este modo de curación, no se tarda en ver aparecer en la piel las líneas rojas de la liir fangítis y debajo de la axila las induraciones glandulares, in- dolentes al principio, pero muy pronto dolorosas; la inmovili- dad ha producido en todo el miembro cambios debidos á ella y al trastorno de la nutrición: palidez, enfriamiento, sudor abundante cuando la otra mano permanece seca; desaparición de los pliegues articulares; atrofia de los músculos interóseos, así como los del antebrazo, brazo, pectorales mayores y gran dorsal. Los calambres y sobre todo los sobresaltos involunta- rios hacen saltar el dedo que va á chocar contra los cuerpos extraños. La curación anterior de predilección se ha com- puesto de lociones con linimento oleocalcáreo mezclado de polvos de opio bruto; pero encima del linimento se polvorea con una mezcla de polvos "de carbón, quina y opio. < Algunas veces es preciso suprimir estos polvos, porque despiertan vi- vos dolores, rubicundez y tumefacción, siendo necesario em- plear en su lugar los de almidón bien molido, encima una ca- pa de algodón cardado y una curación simple. Los calome- lanos han sido aplicados; á ocasiones determinan una sensación de calor notable en la úlcera y ia modifican ventajosamente; pe- ro uno de nuestros colegas ha rechazado su empleo y el de las pomadas mercuriales usadas en el brazo y la axila, porque dan lugar á accidentes en la boca, que se aconsejaba comba- tir por medio del cloruro de oro. Los calomelanos y las po- madas fueron suspendidas; pero el cloruro de oro nunca fué empleado. 88 En la actualidad el arsénico es el único medicamento ad- ministrado al interior,—Régimen constituyente.—Baños sulfu- rosos de Coamo. Las visitas particulares y colectivas de nuestros colegas se multiplican; los consejos se cruzan y se contradicen, y el mal se encamina lentamente hacia una duración indefinida; el en- fermo está inutilizado, y las complicaciones, fáciles de prever, no cesan de ser inminentes. La axila ofrece vestigios de la antigua inflamación de la glándula y del tejido celular; estos elementos anatómicos de la región se hallan unidos entre sí y forman una masa indura- da del tamaño de un huevo pequeño- La piel que cubre es- ta induración y que servía de límite á la colección purulenta tardíamente abierta, ha sufrido una pérdida de sustancia, gra- cias á la acción destructora del líquido encerrado bajo este te- gumento; las dimensiones de la llaga de la axila son casi igua- les á las de una pieza de cincuenta céntimos; da salida á un líquido claro que apénas mancha el lienzo, pero que lo almido- na como una fuerte capa de engrudo solidificado, sin comuni- carle ningún mal olor; por otra parte, indolencia completa. Esta fístula no data de ménos de 40 dias y no parece marchar á la cicatrización.—No se le combate sino con los baños y el aseo. En presencia de tales hechos, he aquí las cuestiones que importa esclarecer.—-¿Debe amputarse en todo ó en parte la última falange del dedo? Este medio ha sido propuesto, pero se le ha rechazado á causa de su violencia ó de su insuficien- qia: la nueva herida puede revestir los caractéres específicos déla antigua, y entonces se habrá sustituido un medio físico á una terapéutica que debé buscar sus remedios únicamente en la especificidad. Se ha propuesto quemar con ácidos poderosos; por ejemplo, el acido nítrico mezclado á una sustancia inerte.—Se ha con- testado que la inflamación de los vasos blancos del brazo y de las glándulas de la axila, eran inminentes después de este medio. 89 ¿Es preciso cortar solamente el rodete de la úlcera con un bisturí, después de aplicar el cloroformo?—Se teme oponer á es- te método las objeciones demasiado juiciosas hechas á la pro- posición de amputar parcialmente el dedo. El enfermo que fué la fuente de este mal, no ofrecía ciertamente ningún signo actual, ni siquiera lejano, de accidentes específicos. El opera- dor no vacila en garantir en este sentido por lo ménos los cin- co últimos años de la vida del enfermo; y las declaraciones del operado no titubean en garantizar un período de diez años de inmunidad ante la sífilis á partir de la operación. ¿Sería pues posible que esta enfermedad específica, apagada por todas par- tes, hubiese conservado solamente su foco en la vejiga? Parece más justo admitir que un departamento del cuerpo humano pueda estar muerto, áun en una cavidad esplánnica, lo mismo que en la extremidad de un miembro (gangrena senil), mién- tras que el resto de los órganos goza de una integridad absolu- ta de estructura y hasta de función. Puede por lo tanto acep- tarse que una región del cuerpo vivo es capaz de procurar una picadura cadavérica, sobre todo cuando transcurren solamente siete dias entre ella y la muerte. Los accidentes generales que ha ofrecido el herido del dedo no pueden pertenecer á otra diátesis que la herpética, pues es la que ha dominado toda la vida del herido, se acompaña siempre de una viva y su remedio heroico ha sido siempre y es todavía hoy el licor de Fowler. ¿Pudiera en este caso encontrar una indicación el yoduro de potasio, ó al contrario?—En el reumatismo, compañero frecuente de la herpésis y del paciente actual, se le*rechaza porque hubiera podido oponerse á la manifestación de erup- ciones diatésicas específicas, que se deseaba ver aparecer en toda su evidencia; y el porvenir del enfermo se hallaba inte- resado en que no viniera á aplicársele un juicio erróneo sobre la naturaleza de su mal, apoyado falsamente en un silogismo engañoso acerca de la eficacia exclusiva del remedio:—Natu- O ram morborum curationes ostendunt. Todas estas cuestiones encierran un problema de patogenia 90 difícil de resolver; pero la familia del difunto acaba de zan- jarla de un golpe como para servir de nueva enseñanza á to. das las corporaciones médicas presentes y futuras,, en este mundo y en el otro. He aquí la carta que el operador ha re cibido de la familia del operado:—“Muy Sr. mió: hemos sabi “do que Vd. ha sido atacado de una afección que se llama pi- cadura cadavérica, y no hay derecho á honorarios por haber “operado á un cadáver....” Preferimos escuchar la opinión de los hombres ilustrados sobre esos diferentes puntos, aguar- dándola con ansiedad y reconocimiento. Consultada la Real Academia de Ciencias médicas, físicas y naturales de la Habana, opinó su ilustre Presidente el Dr. D. Nicolás J. Gutiérrez, que no le estaría mal al enfermo el uso del yoduro de potasio; y que, respecto á los honorarios, los había devengado el operador y estaba en su derecho al recia maídos, á pesar del sofisma de que se valen los parientes para no pagarlos, ale gando que se trataba de una picadura ana- tómica y no de las consecuencias de una operación en el vivo. (1) Capitulo XXVI. la tisis en Puerto Rico. 1. Nuestro viaje al rededor de la Isla es completo. Puerto Rico no tiene una ciudad, una villa, una jurisdicción, que no nos haya sido dado visitar atentamente. Todo lo hemos es- tudiado, tan bien en la costa como en las montañas. Nuestra constante preocupación ha sido la ciencia y la observación, ya directa y personal, ya escuchando con avidez y respeto la opinión de nuestros colegas. (1) Anales de la Academia de Ciencias de la Habana, tomo XI, pág. 343—Después tuvimos ocasión de saber que, merced á un buen tratamiento, se había restablecido la salud del cirujano sin mutilación alguna, para bien de la humanidad y de la ciencia.— El Editor. 91 Ea la Isla no hay asilo hospitalario que pueda, por eles- crutinio de sus registros, suministrar documentos serios, cía. ros y estadísticos acerca de la Tisis.—Preciso era, por lo tan- to, que estableciéramos centros hospitalarios en que el estudio y la asistencia de los pacientes pudiesen prestarse un mutuo socorro; y nosotros hemos realizado el sostenimiento de di- chos asilos tan lai-go tiempo como nos lo han permitido nues- tros recursos y nuestras fuerzas. 2. Verdaderamente existen dos islas en la Isla de Puerto Rico, la de la costa y la de las alturas: la primera ofrece las enfermedades y las afecciones de los trópicos; la segunda, las de los climas templados. Estas dos regiones de la Isla son sobre todo desiguales ante la historia de la tisis. Tal diferencia es un hecho que es menester aceptar, pero que no elude el exámen. La temperatura más suave, las be- bidas frescas, la vida activa á caballo para los afortunados, á pié para los pobres, la purificación del aire por las lluvias que arrastran los despojos, orgánicos ó nó, que en él se encuentran, —son otras tantas condiciones que someten á los habitantes de ambas regiones á influencias higiénicas absolutamente opuestas. 3. Los cultivadores de las lomas y los trabajadores viven exponiéndose á menudo al ardor del sol aumentado por la dirección oblicua de las pendientes; después, para atender á los plantíos de café, se sumergen bajo e'l espeso follaje que sir- ve de abrigo á los cafetos y en donde reina una humedad constante, en donde cada bosquecillo es una nube que riega infaliblemente á los segadores de café muchas horas después que la verdadera lluvia del cielo ha cesado de caer. 4. Todos esos trabajadores sin abrigo suficiente, tan á me- nudo cubiertos de sudor y muy pronto mojados por ese rocío en el mismo dia y algunas ocasiones en el mismo instante, no presentan la tisis pulmonar ni con mucho tan frecuente como los trabajadores de las ciudades, ni áun como los cultivadores de los campos en la zona tórrida yen la Isla. 5. La tisis es ciertamente un progreso en la Isla de Puerto 92 Rico. En otra época, apénas podia hallarse un tísico en un distrito; hace treinta años se señalaban esos raros enfermos, se les conocia, y sobre todo, cuando llegaban á sucumbir, ó áun desde que entraban en el período de gravedad, se les ro- deaba de precauciones, bien tomadas para impedir la propa- gación de la enfermedad, si el hecho de la trasmisibilidad hu- biera estado claramente establecido: aislábase por completo á los enfermos, sus aposentos estaban separados, escogida la gente á su servicio y exclusivamente dedicada á ellos; los ob- jetos, muebles, vestidos, utensilios de mesa de su uso personal, puestos aparte; después de la muerte, se quemaba todo aque- llo que les había pertenecido, y la misma casa se cerraba y era abandonada á la ruina, cuando no se la eutregaba á las lla- mas. Más de una vez hemos sido nosotros mismos testigos de ese abandono,, hasta de los bohíos de los pobres, que adop- tan todavía, particularmente en las montañas, las mismas ideas de prevención; y si se preguntaba al guía la causa del abandono de esos modestos edificios, cuyos materiales anun- ciaban sin embargo una construcción bastante reciente, casi siempre respondía: “esta casa ha perdido á su amo, que ha muerto de tisis, y la familia lo ha abandonado todo”.—De al- gunos meses acá han cambiado las costumbres, y nosotros sentimos como médicos que las precauciones de otro tiempo hayan caído en desuso, pues pensábamos que eran la salva- guardia probable de Puerto Rico contra las invasiones de la tisis. Si fuera preciso hacer aquí nuestra profesión de fé ter- minante, diríamos claramente que nos colocamos cadadia más y más al lado de los que creen en el contagio de la tisis. Sen- timos vivamente todas las consecuencias desagradables que debe tener páralos enfermos la divulgación de semejante opi- nión: se tendrá miedo de ellos, ya tan desgraciados, cuando se piense que la asistencia que se les prodiga puede despertar la tisis entre sus parientes, amigos ó asistentes, sobre todo cuando los cuidados son íntimos y cuando el que hace de en- fermero se presta á la tisis; pero mucho mayores son los in- convenientes del silencio.— Si se confirmara esta opinión de 93 la trasmisibilidad de la tisis, que no es solamente personal, sino que tiende á generalizarse en el cuerpo médico, justo se- rá que en los hospitales de los trópicos se separen los enfer- mos atacados de tisis de los que padecen otras enfermedades no trasmisibles: por el contrario, sería preciso dar á esos en- fermos tísicos cuartos particulares, enfermeros especialmente robustos y de buena constitución, alejar las personas de la misma familia, ó las delicadas, aunque no ofrezcan anteceden- tes de tisis personales ó de familia. Si la tisis es trasmisible, miéntras más jóven sea el sujeto, más prudente será evitar el confiarles el cuidado de los niños, puesto que gozan de una receptividad más grande que los adultos. 6. Nuestras opiniones referentes á la trasmisibilidad de la tisis eran las de nuestros maestros y de nuestros colegas: no pensábamos que la tisis fuera contagiosa; pero después de nues- tros viajes bajo los trópicos de América, se ha modificado nues- tro parecer, colocándose á nivel con la de nuestros colegas de dichas regiones. Al dejar los hospitales de Europa, que hemos visitado como medico interno, en jefe de las clínicas de París, como profesor agregado en Estrasburgo, como estudiante de medicina en Tours, Orleans, Burdeos, más tarde durante la cam- paña de Italia en Berna y en Milán, y en fin en Londres y en Brusélas,—no habíamos traido, ya por nuestra propia cuenta, ya por la de nuestros colegas, la convicción que en la actuali- dad abrigamos sobre la trasmisibilidad de 1a, tisis. No preten- demos imponer nuestro pensamiento; acaso no sea aplicable á los climas templados; sólo afirmamos que la tisis de los países cálidos parece revestir caractéres de contagio manifiestos. 7. Es ésta la ocasión y el lugar de exponer algunos ejemplos de trasmisibilidad probable de la tisis entre marido y mujer.— El primero es el de un vecino de Toa-alta, perteneciente á la familia de los M., que cuenta numerosos tísicos, que sucum- be á la misma enfermedad, y cuya mujer, de la familia Y. exenta de tisis, murió también de ésta poco después del ma- rido. En Guayama comprobamos la muerte del Sr, S. S., de trein- 94 ta y dos años, á consecuencia de la tisis pulmonar. La natu- raleza de la tuberculización parece ligada, en este individuo, por lo rnénos en parte á la sífilis, pues confiesa haber sido ata- cado de lo que se llama “bubas”; su tisis duró tres años; y su viuda, aunque ha sobrevivido, ofrece los signos de una altera- ción en la estructura de los pulmones, oyéndose en sus ápices crugidós secos diseminados. He aquí otro hecho.—El Sr. V. M., de origen vizcaíno, de 39 anos, residente en Arroyo, casado con la Sra. F. de P., na- tural de Puerto Rico.—Dos años después de su matrimonio, murieron ambos esposos de tisis; la mujer fué la primera en enfermarse y falleció sin embargo dos meses después que su marido, atacado después de ella de una tisis aguda. En el mo- mento de casarse, tenía ésta un hérpes del cuero cabelludo y en el pecho. Los dos hicieron un viaje á Francia, y en París fueron examinados y asistidos inútilmente durante un tiempo bastante prolongado. Tuvieron dos niños, de los cuales murió el último. 8. Dícese aquí que la trasmisibilidad del marido á la mu- jer cuenta con ejemplos numerosos y fáciles; pero en los que preceden, hemos procurado presentar casos de trasmi- sión de la mujer al marido, y hallaremos otros todavía, En Yauco, un europeo, el Sr. A., se casa joven y robusto, sin antecedentes de tisis personales ó de familia, con una seño- rita del país cuyos padres han contado siempre numerosos tí- sicos, y ella misma no tarda en ser atacada y en sucumbir de dicha enfermedad; el marido es atacado á su vez, después de ella, y lo vemos en consulta para condenarlo como tísico per- dido, sin recursos, sucumbiendo algunos meses después de nuestra visita: su enfermedad había durado once años y su matrimonio doce. 9. Veamos otro ejemplo, cuyo significado en muy diferen- te.—En Arroyo, una familia muy distinguida, la del Sr. M., se compone de cuatro hembras y dos varones: la mayor de las señoritas, como de 18 años, de buena salud hasta entonces, como el resto de la familia, se casó en muy buenas condiciones 95 con el Sr. C. y tuvo una nina que, según la costumbre exage. rada de Puerto Rico, crió ella misma durante dos largos años, tal vez más tiempo. Esta causa de agotamiento provocó en ella una afección pulmonar que un exárnen atento calificó de tuberculosa. El marido dejó de estar en el mismo cuarto que la mujer desde que se hizo manifiesta la afección anunciada. Los cuidados continuos de dia y de noche y la comparticion del mismo alojamiento fueron una carga que incumbió á una de las hermanas, la señorita S. M.; hasta la enferma exigió de su hermana que fuese á dormir en su cama, con ella, por la no- che, durando este género de asistencia indiscreta algunos me- ses: la enferma murió; el marido ha sobrevivido y goza de una salud perfecta, pero la hermana de la difunta ofrece desde esa época, los signos, que nosotros mismos reconocimos, de la tisis de marcha crónica y de forma lenta; ha esputado sangre; se sienten crugidos secos diseminados en sus pulmones; sin em- bargo, los trabajos domésticos y las distracciones de la enferma, así como su carácter, no han variado en su actividad. 10. He aquí algunos ejemplos que prueban, tan bien como el caso en que fué atacada la señorita S. M., la hermana y no el marido de la difunta, que la trasmisión de la mujer al marido parece más difícil que la trasmisión del marido á la mujer.— En la ciudad de G. la esposa del Sr. H.... es atacada de tisis: una consulta en París y cuidados inteligentes confirman este juicio y combaten inútilmente la enfermedad: ella sucumbió. Su esposo que la asistía, aunque á distancia, es médico, parti- cipa de nuestras ideas acerca de la trasmisibilidad de la tisis en Puerto Rico, y disfruta sin embargo de una salud comple- ta.—Este hecho y los otros análogos demuestran que la regla de trasmisibilidad ofrece excepciones cada vez que se guardan reservas bien entendidas en las relaciones de los dos cónyu- ges, cuando la Higiene ha sido cuidadosamente observada y cuando es refractaria la naturaleza del que sobrevive. 11. No podemos ménos de hacer aquí la crítica de las cos- tumbres adoptadas respecto á matrimonios entre consanguí- neos en Puerto Rico; costumbres que han favorecido mucho 96 el desarrollo de la tisis en la Isla. Fácil nos sería,—si no fuera lo que nos imponen la discreción y las conveniencias,—citar en cada ciudad, y hasta en cada división rural, gracias á la po- blación numerosa de los campos, tal ó cual familia que, desde un tiempo inmemorial, efectúa todos sus casamientos entre pa- rientes. Es una infracción á las leyes médicas, que tiene su castigo en la multiplicación espantosa de la tisis. Gracias á ese hábito desgraciado, nacen á menudo los niños incompletos, deformes, monstruosos, raquíticos de cuerpo y de espíritu, in- feriores en todo á sus padres: la dosis de vida de que están do- tadas esas criaturas es inferior á la suma de vida que corres- ponde á sus autores; la arrastran lánguida y corta, y, para mo- rir, toman esas formas de enfermedades generales que son el resultado y no la causa de una mu.eite necesaria en virtud del hecho solo de su nacimiento. Es menester, pues, suplicar á todas las personas ilustradas é influyentes, que acojan bajo su protección la doctrina y la práctica del cruzamiento necesa- rio de los consanguíneos. Que estos consejos sean escucha- dos; y la nueva medida, así observada, deberá contribuir mu- cho para disminuir los progresos de la tisis en las Islas. 12. Tócanos ahora ver,—por ser su momento y lugar,—el estado de las convicciones médicas en Puerto Rico en lo que se relaciona con la trasmisibilidad déla tisis. Si se pregunta á los médicos de la Isla sobre la cuestión del contagio de la ti- sis, en casi todos se encuentran convicciones favorables á esta idea; y si esos médicos han hecho sus estudios en Europa, ex- ponen su opinión en estos términos, poco más ó ménos:—“Du- rante nuestra permanencia en las Escuelas, no hemos creido en el contagio de la tisis; pero después de ejercer la medicina en los trópicos, hemos sustituido esta nueva creencia: la tisis parece trasmisible en Puerto Rico del marido á la mujer más que de la mujer al marido, sin duda porque el marido evita las causas debilitantes del matrimonio.” 13. La trasmisión hereditaria de la tisis tomada en la fami- lia y legada por uno de los esposos, á despecho de la influencia saludable del otro que ha permanecido sano, se observa aquí 97 á menudo.—En la ciudad de Arroyo y en la familia C. acaba mos de observar en pocos meses la muerte de la madre, del hi- jo y de la hija por la acción de la tisis. Hemos asistido al hijo en consulta durante los últimos dias de su vida; el principio de la enfermedad databa desde la pubertad y él tenía 25 años; pri- mero había presentado una marcha crónica, y después afectó de repente una marcha aguda.—Su padre, nacido en la Pe- nínsula, ha muerto á los 75 años, de una lesión de los centros nerviosos (reblandecimiento cerebral, parálisis general).—La madre ha sucumbido á una tisis pulmonar de marcha crónica y con tuberculización de los dos pulmones: la tisis de esta se- ñora databa de la juventud; murió en Agosto de 1873 á la edad de 52 años.—Una hermana del Sr. C., casada en segundas nupcias con el Sr. B., acaba de morir, ocho meses después que su hermano, de tisis pulmonar crónica, de marcha progresiva.— Otra hermana del mismo C. ha fallecido últimamente en Euro- pa de resultas de un parto; y aunque no se haya precisado el género de muerte, es justo sospechar que la diátesis tubercu losa no ha sido extraña á ella.—Otro joven hermano, don J. C. es asistido en Europa por diversos sufrimientos que los médi eos refieren á esa misma disposición á la tuberculización.—Un niño, nacido del primer matrimonio de la hermana del Sr. J. C., ha muerto á la edad de cinco meses, en veinticuatro horas, de una afección pulmonar.—La familia B., de que es oriunda la Sra. C., madre, ofrecía casos de tisis.—Suprimamos el matri- monio de dicha Sra., contaminada de tisis pulmonar, y de un gol- pe habremos suprimido su muerte tal vez y la de J. C., de la Sra. B., la de su hija, la de la Sra. F. de Europa, ó sean cin- co muertes, sin hablar de la sesta que puede considerarse como inminente. Matrimonios semejantes son un duelo para la so- ciedad; ¿ v no podrá ésta adoptar alguna ley sanitaria que la ponga al abrigo de tales desastres? 14. Las tisis tardías, desarrolladas en la edad madura y la vejez, nos han parecido más comunes en Puerto Rico y en las otras Antillas que en los climas templados. Nosotros hemos consultado en esta materia la experiencia de nuestros colegas, 98 y nuestras observaciones han concordado completamente con las que ellos han recogido. No queremos hablar de los tísicos que llegan á serlo en la edad adulta y cuya vida se prolonga hasta la ancianidad: queremos decir que en Puerto Rico y en las Antillas hemos visto con más frecuencia que en Europa tí- sicos cuya enfermedad no comenzaba sino ála edad de 50 años, de 60 y más tarde todavía. No faltan hechos en apoyo de es- te aserto; pero la explicación de esos casos excepcionales no es fácil. Sin embargo, para no dejar de dar una interpretación de ellos, diremos sin duda que la tisis es una enfermedad que pertenece á la época media de la vida y cuyos primeros sínto- mas comienzan de ordinario con la pubertad; pero cuántos su- jetos, viejos ántes de la edad, estaban caducos áun en la puber- tad, y á pesar de su pretendida juventud se volvieron tísicos porque llevaban en sí la muerte y no se morían por causa de la tisis. 15. Las complicaciones de la tisis en Puerto Rico y bajo los trópicos son más raras que en los climas templados: rareza que depende realmente de la constitución más delicada de los ha- bitantes de los países cálidos y por consecuencia de su inca- pacidad de resistir á la tisis. ¡Cuántos jóvenes son unos viejos llegados ya al fin de su carrera! Y ¡cuántos pretendidos viejos son jóvenes todavía! Durante siete años de estudios, no hemos observado en Puer- to Rico sino un solo caso de perforación del pulmón con der- rame de aire y de líquido en la cavidad de la pleura. Se oía muy bien el retintín metálico, el soplo de la respiración anfó- rica, y se notaba el abovedamiento muy marcado de todo el la- do correspondiente á la lesión. Se nos propuso en un caso va- ciar la cavidad torácica por medio de la punción; pero nosotros nos negamos, aunque el sujeto fuese joven aún y hubiese veni- do de lejos á nuestro hospital de Yauco: obtuvo su alta sin sa- lir mejorado. A pesar de nuestra consulta, se practicó la ope- ración, y algunos dias después sucumbía el enfermo.—Las úni- cas complicaciones han sido las laringitis ulcerosas; pero más jus- to sería decir que esta afección se nos ha presentado como le- 99 sion inicia], que sorprendía por la ausencia de los síntomas pulmonares, como si la localización en la laringe fuese un obs- táculo, una revulsión que impidiera la localización pulmonar, ó bien, como si la tisis laríngea y la tisis pulmonar fuesen dos afecciones distintas que no tuvieran necesidad una de otra para ofrecer un desarrollo, una entidad separada y per. fecta. A menudo se notaban al principio déla tisis pulmonar angi- nas faríngeas que parecían granulosas, pero que más bien eran papulosas,—tan voluminosos eran los mamelones desarrollados sobre la pared posterior de la faringe. Estas anginas tenían sobre todo un valor pronóstico, y no el de una complicación; constituían con las amigdalitis crónicas, por decirlo así, una amenaza con harta frecuencia realizada. Dichos casos de tisis laríngea se han ofrecido en las ciudades húmedas, ó mejor, en los campos fríos cuyas viviendas estaban situadas demasiado cerca de las corrientes de agua. Muchos tísicos se quejaban de accidentes disentéricos: gran número de ellos acusaban grandes dolores en- la vejiga y en el conducto uretral en el instante de orinar. La amenorrea es la regla ántes, durante ó después de esta- blecida la tisis, aquí como en Europa. Jamas hemos visto á ningún tísico volverse canceroso; pero vense muchos escrofulosos y dartrosos volverse tísicos después de la metástasis en este último caso de una afección cutánea: lúpus &c. 16. En todos los casos el pronóstico de la tisis es tan general- mente mortal que, por nuestra parte, no nos atrevemos á vanaglo- riarnos de haber curado con certeza un caso de tisis en doce años de nuestros largos estudios de América. Así, es grande nuestra sorpresa cuando pensamos en la costumbre de nuestros países fríos de Europa, de considerar los cálidos como la esperan- za y la salvación de los tísicos. Hemos vuelto de esas engaño- sas ilusiones, pues pensamos más bien, que la frecuencia fe la tisis es mayor en Puerto Rico y en los trópicos que en los climas templados. 100 He aquí un ejemplo de degeneración en las razas humanas extranjeras é importadas á Puerto Rico y las Antillas, bajo los trópicos de América:—-la tisis pulmonar acaba de llevarse su- cesivamente á once hijos de D. • Gregorio R., habitante de Camuy, que murió de fiebre en todo su vigor corporal á los 82 años de edad. No había nacido en los trópicos; su mujer, Da Juana Cáseres, de más de 65 años, vive todavía sin tisis; todos sus hijos tísicos vivian en el pueblo de Palomar, jurisdicción de Camuy-arriba, región bastante seca, en que no llueve á me- nudo; solamente uno de sus hijos se escapó de la tisis, aunque es cierto que siempre se sometió al uso del aceite de hígado de bacalao. 17. La opinión pública admite aquí, al ver ciertas tisis, que son los excesos de bebidas los que han provocado su desarrollo, —¿Qué debe creerse de esta versión? No es la primera vez que el alcohol, justamente celebrado en las afecciones pulmonares crónicas y orgánicas, ha parecido por el contrario favorecer el nacimiento y el desarrollo cuando se le emplea con exceso. Nada es más fácil de admitir que esta verdad. El exceso del alcohol ¿no produce la cirrósis del hígado, que simpatiza con las afecciones del pulmón y que se acuerda de que era un pulmón durante la vida fetal? Si saca provecho del alcohol á dósis moderada, no se sigue de aquí que el pulmón no pueda ser dañado por dósis excesivas. Por otra parte, esta acción tan poderosa y tan dañina para el hígado es una prueba sufi- ciente del perjuicio que el alcohol empleado hasta el abuso puede ocasionar al aparato respiratorio. En fin, es de obser- vación que miéntras más trabaja un órgano, más expuesto está á las lesiones crónicas y orgánicas, cualquiera que sea por otro lado su naturaleza. Ahora bien, demasiado se sabe que el alcohol es un alimento respiratorio: como agente produc- tor de calórico es mucho más nocivo en los países cálidos que en los países frios. 18. El papel del hígado en la sintomatología de la tisis parece mucho más importante y más claro en los trópicos, en Puerto Rico, que en Europa. He aquí algunos hechos en apoyo de 101 esta verdad:—El Sr. X., que vive en Arroyo, era asistido por un médico distinguido; su enfermedad estaba calificada de ti- sis pulmonar, hepatitis y tuberculización probable del hígado, el cual se hallaba aumentado de volumen y doloroso. Esta com- plicación del hígado era tan manifiesta, que oscurecía la evi- dencia de la lesión pulmonar;—una consulta permite á otro mé- dico rechazar la tisis y hacer de la afección una hepatitis sim- ple con pronóstico favorable y promesa de curación; pero la ti- sis se hizo cada vez más palpable y el enfermo falleció de ella. Aunque los hechos hayan confirmado el primer diagnóstico, no aceptamos sino con mucha reserva algunas de sus partes, tales como la tuberculización del hígado: sin querer negar esta lesión en los trópicos, jamas hemos encontrado su comproba- ción en las numerosas autopsias que hemos practicado en Ve- racruz, la Habana, Cárdenas, Puerto Rico, de 5 años, con mal de Pott, flexión de la columna hácia ade- lante y abceso osifluente, acaba de ser curado á nuestra vista por un comprofesor mediante las inyecciones yodadas extendi- das de agua y practicadas en el interior del saco. Cada inyección era precedida de una inyección subcutánea del saco, gracias al 122 trocar agujereado y á la aspiración con el auxilio de la jerin ga.—Hemos curado, por nuestra parte, la tuberculización de_ las extremidades, del fémur y de la tibia en un niño de Naguabo. Mayagüez al O., Utuado en las nubes, Naguabo al E. de la Isla, son tres puntos geográficos de Puerto Rico, que en apa- riencia desemejantes, se aproximan y parecen por su humedad común y constante. Por Naguabo los vientos alíseos hacen penetrar sin cesar las nubes y las lluvias, que siguen las cadenas de montañas en que reina Utuado y se derraman all1 donde esas elevadas cadenas les niegan el sosten, en Ma yagüez. En .esos tres puntos la escrófula es más frecuente que en el resto de la Isla; pero la tisis es en esos puntos y en el curso de la línea que determinan, mucho más rara que en la ciuda- des áridas de la costa S. E. de Puerto Rico. Aforismos.—I. La Tisis es más común en las costas de la Is- la de Puerto Rico que en las montañas. II. La Tisis va en progreso en la isla de Puerto Rico, como en la mayor parte de las Antillas y de las regiones intertropi- cales de América. III. La gran mayoría de los habitantes piensa, en esta Isla, que la tisis se trasmite; y toman grandes precauciones para im- pedir su trasmisión. IV. En la actualidad creemos con la gran mayoría de los médicos de la Isla, que la tisis se muestra mucho más franca- mente contagiosa ó trasmisible en los trópicos, y particular- mente en Puerto Rico, que en los climas templados, sobre to- do en Europa. V. Los individuos atacados de tisis complicada de trayectos fistulosos al rededor de la extremidad inferior del recto, de- ben ser respetados por los cirujanos operadores; siendo se- guida la curación de esas fístulas, aquí como en Europa, de la muerte rápida de los tísicos. VI. Lógico nos ha parecido imitar á la naturaleza y practi- car temprano una fístula artificial en el perineo en las perso- 123 ñas atacadas de tisis declarada, ó siquiera amenazadas de una tisis tan sólo inminente. VII. Los cauterios aplicados á las partes vecinas del perineo, como la parte interna y superior de los muslos, aunque dife- rentes de las fístulas artificiales, han parecido que merecían fi- gurar entre los métodos curativos ó preventivos de la tisis. Es- te método es ménos espantoso para ciertos enfermos que el del sedal. VIII. La tisis se ha presentado muy raras veces en una fa- milia bajo forma personal é individual; casi siempre fué ó se ha hecho colectiva. IX. La falta de cruzamiento entre diferentes familias ha parecido una de las causas más patentes de la tisis en cier- tos lugares, ó á lo ménos uno de los motivos de sus pro- gresos. X. La tisis laríngea se ha presentado más necesariamente mortal que la tisis pulmonar. XI. Es muy común encontrar en Puerto Rico, en una mis- ma casa, al marido y á la mujer sucumbiendo uno y otro á la tisis. XII. No siempre es fácil probar cuál de los dos esposos ha sido el que ha trasmitido la tisis al otro. XIII. El marido parece escapar más fácilmente á la tisis que padece su mujer, que ésta á la que su marido ha ofreci- do primero. XIV. Si una persona extraña, ó pariente sana, llega á dar á otra tísica cuidados íntimos, miéntras que su esposo se abstie- ne de ello, la persona de asistencia adquiere la tisis, y el cón- yuge reservado la evita. XV. Los agentes de la trasmisión de la tisis parecen ser la perspiracion cutánea, el aliento, los esputos mucopurulentos y los sudores. XVI. Es imprudente complacer á ciertos enfermos, compar- tiendo su lecho y su sueño, sobre todo durante el período de los sudores profusos. XVII. Las formas lentas é insensibles de la tisis pulmo- 124 nar, aquellas que parecen conciliables con el trabajo, se han presentado con mucha frecuencia en la isla de Puerto Rico. XVIII. Por el contrario, pueden encontrarse en ella las formas más variadas y más rápidas de la tisis galopante, desde la que hace su evolución en pocos meses hasta la forma ful- minante que estalla y mata en algunos dias. XIX. La tisis sifilítica, ó á lo ménos el elemento sifilítico en la tisis, aparece más comunmente en Puerto Rico que en Europa. XX. El pueblo cree, en Puerto Rico, que existe una tisis producida por la metástasis de los fiujos purulentos agudos de la uretra. XXI. Es un error el que cometen muchos sujetos sin ex- periencia, negándose á curar los flujos agudos del conducto uretral, y dejando por el contrario que se eternicen esos fiujos para evitar las lesiones de la tisis. XXII. La única respuesta que podemos dar á los que pa- decen ese flujo y se hallan tan falsamente engañados, es que cada dia tiende más y más la universalidad de los médicos á considerar dichos flujos como lesiones locales que no exigen una medicación general. XXIII. La teoría de la trasmisibilidad de la tisis ganaría terreno en el espíritu de sus partidarios con la presencia del elemento sifilítico, cuando éste se agrega á ella XXIV. Aquí, como en los climas frios y templados, los tí- sicos atacados de fístula en el ano y que se han quedado sin operarse, han vivido mucho más tiempo que los que han sido curados de su fístula por medio de una operación. XXV. Se encuentra hasta una proporción inversa entre la intensidad de las lesiones originadas por la fístula y la impor- tancia de las lesiones del lado del hígado. XXVI. Es lógico pensar que puede imitarse á la natura- leza y practicarse con ventaja, en ciertos tísicos, una fístula en el ano con la esperanza de moderar la marcha de los tubércu- los del pulmón y las lesiones del hígado. XXVII. En ciertos países se acusa sin razón á los que su- fren la elefantiásis de los griegos de tener una enfermedad contagiosa, y se les impone infundadamente la privación de ciertos derechos civiles.—¿No debieran los médicos subsanar más bien al mal de San Lázaro de una parte de sus preten- didas faltas, y llamar la atención de los legisladores hácia la tisis, que, por su trasmisibilidad, se ha hecho uno de los ma- yores azotes del género humano, á fin de que se tome al- guna medida prudente, eficaz y moderada contra su propa- gación? XXVIII. Las familias de europeos, sanas y libres de todo antecedente de tisis, al llegar bajo los trópicos han sido ataca- das á la larga de una degeneración cuya expresión ha sido, á nuestra vista, la tuberculización pulmonar. XXIX. El asma, las lesiones y los trastornos funcionales del aparato respiratorio se observan con mucha frecuencia en Puerto Rico y en los trópicos.—Muchos casos que, según se pretende, son de asma esencial, se han ofrecido en individuos per- tenecientes á familias de tísicos: es casi siempre un asma tu- berculoso, con ó sin tubérculos. XXX. La opiniori de la gente que no es médica, favorable á la trasmisibilidad de la tisis, gana partidarios entre los mé- dicos. La mayor parte de los doctores que ejercen su profe- sión en la Isla y bajo los trópicos, dicen ó escriben confuten M cialmente que en otro tiempo no creían en la trasmisibilidad de la tisis al salir de la Escuela y de los hospitales, pero que en ella creen cada dia más y más, á medida que adelantan en la práctica. XXXI. Dos esposos que sucumben juntos ó sucesiva- mente por la tisis, prueban m'ás á favor de la trasmisibi- lidad, que la rechaza la salud del esposo supervivien- te á su cónyuge que acaba de fenecer por dicha enfer- medad. XXXII. Los progresos de la tisis son ciertamente debidos en parte, en Puerto Rico, á la gran frecuencia de los matri- monios consanguíneos. 125 126 XXXIII. Los niños nacidos de un padre blanco, sano y robusto, y de una madre de color tísica, parecen estar más expuestos á la herencia de la tisis, que protegidos contra ella por la inmunidad del padre. XXXIV. Las complicaciones de la tisis son aquí mucho ménos enérgicas y numerosas que en los climas templados- Durante siete años, una sola vez se nos ha ofrecido en Puerto Rico la lesión hidroneumotórax. XXXV. Pero, en cambio, á menudo se ven en los trópicos, á título de complicaciones iniciales ó finales, las anginas farín- geas y granulosas, las blefaritis ciliares, con ó sin conjunti- vitis granulosa, las fiebres seudo-intermitentes rebeldes á la quinina; manifestaciones intestinales de forma disentérica, las hemorroides, las fístulas; las erupciones cutáneas, que son á veces los restos de afecciones de la piel anteriores á la ma- nifestación de la tisis y cuya metástasis parece haber hecho nacer la lesión pulmonar; las supuraciones en los orificios, v. g. en los oidos; la amenorrea, las lesiones del hígado. XXXVI. El dolor en el hipocondrio derecho, espontáneo ó provocado, se ha mostrado con una intensidad y una persis- tencia tales, que ciertos colegas consultantes han sido llevados hácia el diagnóstico de la hepatitis aguda simple, cuando la lesión del hígado era solamente sintomática de una ti- sis pulmonar que después había aparecido con toda evi- dencia. XXXVII. Sobre todo en las formas hemorrágicas de la tisis es en las que el hígado se ha afectado con más fran- queza; y en esos casos, sin duda, es cuando el hígado ha llegado muy pronto á la degeneración grasienta aguda. XXXVIII. En los países en que hace estragos el vómito negro, nunca se ha cebado en las víctimas de la tisis. El có- lera acepta y acaba las víctimas ya heridas de muerte por otras enfermedades: el vómito las desdeña, pues necesita víc- timas resplandecientes de salud. XXXIX. La lesión “degeneración del hígado” bajo la forma grasienta aproxima la tisis y el vómito negro, dos en- 127 fermedades sin duda muy diferentes por su naturaleza;—pero en ambas la t.rasformacion de la sangre está modificada, en la primera en virtud de un hecho puramente mecánico, la dismi- nución del campo reservado á la hematósis, en la segunda en virtud de una desorganización inicial de la sangre, atacada de fermentación pútrida. XL. En las dos enfermedades,—perturbaciones de la he- matósis y alteraciones de la sangre significan, de toda nece- sidad fisiológica, sobreactividad funcional del hígado, por solidaridad de los dos órganos, pulmón é hígado, y por una compensación á menudo observada, de donde la lesión próxi- ma de este órgano de sustitución. XLI. Las resonancias anatomo-patológicas del lado del hígado son con mucho más fáciles en Puerto Rico y en las re- giones tropicales de América, en cuanto á la tisis, que en los climas templados del antiguo mundo. XLII. Aquí se encuentra, con más frecuencia que en los climas templados, la tisis en sujetos de edad avanzada y sin embargo apénas incipiente. XLIII. A la inversa, se observa en los climas templa- dos, más que en los trópicos, á individuos que comienzan su tisis desde la juventud y la llevan hasta urna edad avanzada. XLIV. La delicadeza de los habitantes de los trópicos, su estado cloroanémico anterior, tan común, es sin duda el motivo que les impide resistir á la tisis tan largo tiempo como los enfermos de los climas frios y templados. XLV. La tisis mesentérica se ha presentado aquí algunas veces: en los países frios es mucho más frecuente. XLYI. En Puerto Rico y en los trópicos se ven muchog niños que mueren de diarreas crónicas incoercibles; pero no se encuentra la verdadera tábes con sus durezas del vientre, sus nudosidades glandulares, sus pastosidades debidas á la reunión de las visceras y de los tegumentos en una sola masa retráctil y deprimida. XLVII. Se encuentran aquí, en la infancia, simulando la 128 tuberculización abdominal, las inflamaciones crónicas del tu- bo digestivo, con ó sin alteración primitiva ó consecutiva del hígado, causadas por la doble acción del frió y de los alimen- tos mal administrados; en fin, algunas veces curables á dife- rencia de la tisis. XLVIII. Nada es tan común como ver niños, en Puerto Rico, con vientres enormes, diarreas crónicas y que comen, á escondidas, con avidez granos de café crudos ó tostados, gra- nos de arroz crudo, raspas de pintura ó del blanco de las pa- redes, que arrancan de éstas y de los tabiques en forma de es- camas, y en fin pedazos de tierra; acaban por caer en un ver- dadero estado de consunción. XLIX. En rigor pudiera creerse en la existencia de una tisis verminosa en Puerto Rico. Vense niños que echan can- tidades inagotables de lombrices con ó sin diarrea, con tos, vómitos y demacración, terminándose todo por la muerte> pero sin ruidos pulmonares sintomáticos de tubérculos. L. La tisis cerebral, á pesar de la rareza de las autopsias, existe aquí más á menudo de lo que parece. LI. La meningitis crónica granulosa, sin autopsia, pero evidente por el curso y la naturaleza de los síntomas, se ha presentado con cantidades tan abundantes de lombrices, que se titubeaba en reconocer cuál de las dos afecciones era la com- plicación ó la afección principal. LIT. Aquí, como en todas partes, la influencia de la puber- tad en uno y otro sexo, la de las funciones fisiológicas del útero, preñez, parto, enfermedades de los órganos génito-uri- narios, áun las extrañas al estado puerperal.—han parecido te- ner el mismo poder que en Europa y en los climas tem- plados. LUI. La elefantiásis del escroto, aunque fuese enorme y en el período de caquexia, jamas ha determinado los tu- bérculos pulmonares. LIV. Una sola vez, en catorce años de estudios inter- tropicales, hemos hallado una excepción á dos aforismos que preceden. Una mnjer de 50 años, parda, se nos ha presentado 129 con la triple afección de elefantiásis en ambas piernas, hiper- trofia voluminosa del brazo consecutiva á numerosas fie- bres palúdeas y tuberculización pulmonar en el segundo grado. LV. Pero ¿debe uno admirarse de que un mismo orga- nismo sea atacado, en tres regiones, de tres lesiones en apa- riencia diferentes, aunque hayan nacido á menudo las tres de una misma influencia,—las mojaduras y el frió, que han ido á sorprender el cuerpo cubierto á la sazón de sudores,—todo con el auxilio de un estado caquéctico anterior á las lesiones, ó consecutivo por lo menos á una de ellas? • LVI. Es frecuente encontrar aquí tísicos que lo han lle- gado á ser, según dice la gente, á consecuencia de excesos alcohólicos; excesos que, sin la menor duda, se han acompa- ñado de otros que también deben tener su parte en la etio- logía ocasional de la tisis y que ponen á cubierto la repu. tacion legítima del alcohol como agente curativo de la tuber- culización pulmonal. LVIL Una familia completa de tísicos, ménos uno de sus miembros, se ha presentado con una hidrocele; y el único que no lo tenía, ofrecía una prolongación de la piel del escroto que, de lejos, simulaba la elefantiásis. LVIII. Así como se admite en Patología una pleuresía tuberculosa sin tubérculos en los pulmones, pensamos que existe una hidrocele tuberculosa sin tubérculos en el epr dídimo. LIX. Siempre hemos rechazado,—en cuanto nos era po- sible,—toda operación quirúrgica en los tísicos, en nuestros estudios bajo los trópicos, á fin de no trastornar el equilibrio incierto de las funciones, para evitar las complicaciones que pueden originarse del mal estado del organismo, y sobre todo para huir del peligro de acelerar la marcha, de la tisis. LX. El polvo producido por las máquinas de mondar el algodón, de desgranar el maiz, de pulverizar el café; el polvo que se levanta en el manejo de las hojas secas del tabaco, y 130 en general todos los polvos que no están sometidos á la digestión pulmonar, han parecido favorecer aquí, si no en- gendrar, la tisis. LXI. Las ciudades en que ha parecido más común la tisis han sido aquellas en que la sequedad era más habitual y ha coincidido con una temperatura más elevada. LXII. Las montañas ofrecen mucho ménos casos de tisis que las tierras cálidas y bajas de la zona tórrida y marítima de la costa. LXIII. La tuberculizaoion de los huesos ha sido aquí re- lativamente más rara que en los climas templados; se ha ofre- cido en las comarcas en que la tisis pulmonar era relativa- mente más rara, es decir, en las ciudades y en los valles en que reinaba una humedad abundante producida por las lluvias. LXIV. Las travesías por mar demasiado cortas, á bordo de los vapores de los trópicos á Europa, y su retorno no han servido sino para empeorar el estado físico y moral de los tísicos. LXY. La navegación en buques de vela, de larga travesía, y en condiciones higiénicas expresamente preparadas para los enfermos, sería la única que pudiera ofrecer circunstancias fa- vorables á los tísicos. Capitulo XXVII. Del Cólera en la Isla de Puerto Rico.—Curso de la enferme- dad y Terapéutica. La epidemia de cólera que se ha cebado en la isla de Puerto Rico parece una prueba de la influencia verosímil de los vien- tos y de las montañas en la marcha de las epidemias de dicha enfermedad, Por primera vez se manifestó el cólera en la isla de Puerto Rico en 1855-56. La opinión general admite, casi sin dis- cusión, que el cólera fué importado de Santómas; sin embar- go Santómas fué atacado más de una ocasión sin que Puerto Rico hubiese sufrido en nada á causa de su vecindad: dos veces se escapó la isla que estudiamos del cólera que acababa de atacar á Santómas. En 1855, en el momento en que comenzó la epidemia de Puerto Rico reinaba el cólera en Costafirme al mismo tiempo que un viento del Sur persistente. No faltan defensores de la opinión que atribuye á Venezuela el origen y punto de parti- da de la epidemia de Puerto Rico en 1855. La aproximación de las diversas epidemias que pueden coincidir en la misma Isla, permite observar que esta epide- mia de cólera acababa de ser precedida justamente por una epidemia del vómito; y para dar más valor á esta coinciden- cia, se dice que el vómito no había hecho su aparición en la isla de Puerto Rico desde 1842, ó sean trece años de silen- cio epidémico. Es útil recordar incidentalmente que esos intervalos epidé- micos eran cosa común en aquella época respecto al vómito de Puerto Rico: en efecto, comprobóse una aparición del vó- mito en 1820, después otra manifestación en 1830, es decir, que por intervalos de diez años se presentaban aquí las epi- demias del vómito; distaba por lo tanto mucho del estado en- démico en la Isla. La primera ciudad atacada del cólera fué Naguabo en la extremidad oriental de la Isla; y debe decirse que este punto es uno de los más frecuentados para el comercio de las reses que son trasportadas á las otras Antillas y á Cos- tafirme. La opinión general en Naguabo acusaba á la importación de harinas de mala calidad de haber facilitado singularmente en este punto el desarrollo de la epidemia. Una vez que principió el cólera, siguió sus progresos de Oriente á Occidente, en toda la mitad setentrional de la Isla, según la dirección de los vientos y el curso de los rios, sin respetar siempre los lugares elevados; pero cebán- dose de preferencia y con mas energía en los centros po- pulosos más húmedos y situados sobre las corrientes de agua de orillas pantanosas, ó en las hondonadas ricas en pan- tanos. Sucesivamente y casi en el orden de su enumeración, inva- dió el cólera á Cáguas, Bayamon, Arecibo, y llegó hasta Agua- dilla, es decir, hasta la última ciudad del litoral, la más occidental y, por consiguiente, la más opuesta á su punto de partida. Una vez establecido en Aguadflla, en vez de continuar su marcha sobre el litoral hasta Mayagüez, la ciudad más im- portante entre las que avecinan á Aguadilla, el cólera apa- reció de nuevo hácia el Este en Naguabo; de allí descen- dió hácia la mitad meridional de la Isla, atacando á Hu- macao, situado al S. O. de Naguabo, y continuando hácia el O. después de haber respetado por completo 1a, cadena de montañas que atraviesa la Isla, también del E. al 0., ofre- ciendo alturas también inaccesibles á los caballos y caminos casi impracticables por ser muy escarpados. Para precisar más exactamente la marcha del cólera en Puerto Rico, fie aquí algunas fechas: 1? La capital de la Isla fué invadida del cólera en Enero de 1856.—En el curso de Febrero fueron atacados Manatí, Vega-baja, Vega-alta y Arecibo.—Después de Arecibo y Aguadilla, la enfermedad vuelve en Marzo y se exagera al Este en Manatí, en donde parecía extinguida. Nueva apari- ción en Naguabo, y de ahí nacimiento del mal en Arroyo, costa del Sur, en Mayo y Junio. Ponce, que sé encuentra en su camino, no es atacado todavía; y Mayagüez fué invadido en los meses de Julio y Agosto.* En fin, Ponce paga su tribu- to á la epidemia en Setiembre y Octubre. En aquella época las comunicaciones por mar eran ménos fáciles y ménos repe tidas, pues aún no existia el servicio de los barcos de vapor que daban vuelta á la Isla regularmente. Las mercancías via- 132 133 jaban lentamente, sobre todo de E. á O., por medio de buques de vela. 2? Las dos ciudades más importantes del centro de la Isla,—- Utuado, núcleo occidental, y Cáguas, núcleo oriental,—cen- tros populosos á la vez elevados y distantes de la costa, han sido invadidas en el orden siguiente: Utuado ha presentado su epidemia después de la de Areci- bo, es decir, en Abril. En Cáguas la epidemia fué muy inten- sa, aunque la elevación de la ciudad sea de 75 metros sobre el nivel del mal (Mr. Sainte Claire Deville): se manifestó allí des- pués de las epidemias de las ciudades de Fajardo y Naguabo y ántes de desarrollarse el mal en la capital. Las formas de esta epidemia han tenido diversos aspec- tos, diferentes y opuestos: 1? la forma mucosa ó diarrei- forma atáxica ó seca, con calambres intensos y flujo seroso y ca; y 2? la mucoso muy ligero. Las dos formas no se han observado comunmente en el mismo caso, en la misma víctima. La marcha más lenta pertenecía á la forma húmeda, diar- reica. La forma atáxica conducía muy rápidamente á la muerte. Los casos fulminantes se han presentado con mayor frecuen- cia en Mayagüez que en las ciudades vecinas, que en Arecibo por ejemplo; pudiéndose ver en Mayagüez que ocurría la muerte sin pródromos declarados ni conocidos en gran núme- ro de enfermos. (Dr. Bloch, de Mayagüez). El mismo colega que acabamos de citar ha observado la afección sucesivamente en estas dos últimas ciudades, en la capital como en Arecibo; allí el tratamiento prodrómico gozaba de más eficacia que en Mayagüez, porque en estas dos ciudades dominaba la forma diarreica. Mr. Bloch afirma haber perdido en algunas horas, en Mayagüez, á individuos cuyos antecedentes fueron bien estudiados y cuya sinceri- dad era cierta, en quienes faltó absolutamente el período pro- drómico. Parece justo repetir que los puertos de mar han sido afligi- 134 dos más severamente, por el número de las defunciones, que las ciudades apartadas de la costa. El puerto de Mayagüez tiene un rio poco profundo, muy ocasionado á desbordamientos, y sin embargo nuestro ilustra- do colega no ha observado en el cólera de esta ciudad mani- festaciones intermitentes. El Dr. Audinot, que también ejer- ce en el mismo lugar, las había observado algunas veces, estan- do dispuesto á creer en la influencia pantanosa sobre el desar- rollo del cólera en ciertas localidades: Añasco, por ejemplo, es un centro habitado próximo á Mayagüez, en donde viven 2,500 personas, y el resto de la jurisdicción de Añasco no cuenta ménos de 5000 habitantes. Este sitio se extiende so- bre una vasta sabána, más de una vez cubierta por las aguas durante la estación de las lluvias, y en la que reinan, fuera de las épocas de epidemia, calenturas intermitentes en gran número. Ahora bien: el Dr. Bloch asegura que durante el cólera no hubo,—guardada toda proporción,—tantos casos de cólera en Añasco como en la capital del departamento, en Mayagüez; y la misma diferencia observada en el número total entre las dos ciudades, se notaba asimismo en la gravedad relativa. El Dr. Audinot no acepta estas conclu- siones. No obstante, esta opinión exclusiva de la influencia panta- nosa en el desarrollo del cólera, por respetable que sea á nues- tros ojos, no parece suficiente para desvirtuar el valor de las observaciones contrarias, ya en la Isla, en donde no faltan, ya en otras islas vecinas, como Santómas, en la que hemos tenido ocasión de comprobar de visu, y en la Guadalupe, en que hemos oido y leido que los hechos de cólera nacidos de los pantanos parecían calificar la naturaleza de la enfer- medad. En Ponce, la ciudad más populosa de la costa Sur, ha sido muy grave la forma de la enfermedad; pero los ingenios de los alrededores de Ponce hífn tenido que sufrir más que la misma ciudad.—Esta benignidad del cólera en Ponce encuen- tra tal vez su explicación cronológica: cuando el mal se cebó 135 en esta capital del Sur, que fué la última invadida, tocaba á su fin la epidemia de Puerto Rico. El tratamiento ha variado como la fisonomía sintomática del mal, es decir, como los centros nuevos que la epidemia recor- ría; así es que las variedades de los métodos empleados son muy numerosos. El método mercurial, tan de buena voluntad usado en Santó- mas, daba buenos resultados, según dicen, en la capital si era empleado muy al principio de la enfermedad; pero en otros centros epidémicos no los obtenía tan favorables, por ejemplo en Arecibo y en Mayagüez. En este último centro se han administrado mucho los vomi- tivos.—Racional ó empírico, este tratamiento ha parecido dar buenos resultados en la forma húmeda, diarreica, del cólera; pero ha producido efectos nocivos en la forma seca, exageran- do los calambres y los fenómenos atóxicos. Capitulo XXVIII. De la fiebre amarilla.—Caracteres y limites de la zona epi- démica. Ya lo hemos visto, y todos los observadores estaban unáni- mes en reconocerlo, la fiebre amarilla no era endémica en Puerto Rico: en el período antiguo de la patología dé la Isla, sólo con intervalos de seis, ocho y diez años se declaraban las epidemias de fiebre amarilla sobre la costa de Puerto Rico. Es cierto que su duración se prolongaba, y cada in- vasión de la epidemia le prometía su reino asegurado por seis meses. Sin embargo, la disposición de las alturas tan próximas de la costa, en la mayor extensión de la Isla, prometía al do* 136 minio de la epidemia límites más estrechos que en la isla de Cuba, por ejemplo, en donde las grandes llanuras abundan al Norte y al Centro. I. —Costa Norte.—Si se necesitan fechas para señalar las diversas epidemias, acabamos de señalar la de 1855, que ha precedido á la última epidemia de cólera:—la ciudad más apartada de la costa y atacada en esa epidemia. fué Cáguas. En 1860 Toa-alta, cuyo nombre dice bastante en favor de su salubridad, hasta el punto de ser escogida como lugar de aclimatación. Es verdad que Toa-alta no está tan léjos de la costa como la ciudad precedente. A estas dos ciudades, .en el momento déla epidemia de fie- bre amarilla, se acababa de enviar tropas recientemente llega- das de España. La verdad es que las comunicaciones se mul- tiplicaron entre los dos puntos y la capital, el foco principal de fiebre amarilla, en tiempo de epidemia; y esta falta de aisla- miento explica el desarrollo de la epidemia en Cáguas, á donde tropas han podido llevar sus condiciones epidémicas, sin acusar á la ciudad de estar realmente comprendida en los lími- tes de la zona epidémica activa. De la tropa se extendió la fiebre amarilla de Cáguas á la población civil. La misma propagación tuvo lugar en la ciudad de Toa-alta. Pero estos hechos no servirían para probar que ambas ciudades sean dos centros en que la endemicidad de la fiebre amarilla esté establecida. La fiebre amarilla es allí posible; mas no se ha desarrollado espontáneamente cuan- do no han cambiado las condiciones ordinarias de dichas ciudades. II. —Costa Sur, de E. á O.—En el estudio de la patología general de Puerto Rico, ' hemos notado ya la diferencia que distingue la mitad Norte de la mitad Sur de la Isla: la misma diferencia existe también y se deja sentir en el estudio de la fiebre amarilla. Al comparar los hechos observados al N. de la Isla con los del Sur, se debe tener cuenta muy séria de esta diferencia: que los europeos abundan al N. de la Isla y los 137 criollos se hallan en muy grande mayoría en los centros popu- losos del Sur. Las víctimas de la fiebre amarilla en el Sur tienen una constitución bien distinta, por la delicadeza de su organización, de la que ofrecen las víctimas del Norte, casi to- das vigorosamente constituidas. La misma enfermedad en su- jetos de organización tan distinta, debe necesariamente cam- biar de fisonomía. % Criollos del interior extraviados en la costa,—tales son las principales víctimas observadas en Punce por ejemplo: otros tantos falsos aclimatados, demasiado confiados en su cualidad de criollos, cuya impotencia para garantizarse de la fiebre amarilla hemos encontrado con tamaña frecuencia; de donde esta verdad:—en Puerto Rico, lo mismo que en la Isla de Cu- ba, hay un vómito de los criollos y un vómito de los extran- jeros y forasteros; el primero ménos grave, pero no menos bien caracterizado. Estas verdades las vemos confirmadas por el Dr. Blondet, médico de la Facultad de París, que goza de gran crédito en la Isla, en la jurisdicción de Arroyo donde ejerce desde ha- ce mucho tiempo: llega hasta á asegurar que los hombres de sangre mezclada (mestizos) se le han ofrecido en el partido de Guayama con casos de fiebre amarilla incontestable; en fin, va más léjos en sus asertos, tendiendo á destruir la reputación de inmunidad de que gozan, equivocadamente á su modo de ver, las razas que rio sufren la fiebre amarilla á nuestra vista y se- gún la opinión común; no vacila en calificar de fiebre amari- lla á una afección que se ha manifestado en los negros, bajo el triple aspecto de una afección febril, de un íctero muy inten- so én las conjuntivas y en fin de un vómito negro bien acusado; rechaza la asimilación de estos casos con la fiebre remitente biliosa hemorrágica; la marcha continua de la fiebre y el en- cadenamiento de los síntomas no le dejaban duda acerca de la verdad de su juicio. No lo aceptamos sino con grandes re- servas. Ponce, ya lo hemos dicho, es la ciudad más brillante de la Isla por su riqueza agrícola. El nivel de su campiña es en lo 138 general poco elevado sobre el del mar. Mr. Sainte Claire De* ville ha calculado esa altura en 23 metros. La ciudad está se- parada de su puerto por una distancia que se salva en veinte minutos. El clima de esta banda de tierra es notable por su sequedad, á lo ménos en tiempos comunes. En presencia de esa población de la ciudad y de los cam- pos, hemos formulado siempre la misma cuestión: ¿Tienen los criollos el vómito en este departamento? ¿Han ofrecido ejemplos de él? Esta cuestión no se refiere sino á los criollos de la ciudad, porque ya es inútil, con nuestra experiencia, para los criollos que viven lejos de la costa: ellos son ciertamente vulnerables al rededor de Ponce, como al rededor de las principales ciu- dades del litoral de Puerto Rico. Tomamos aquí nuestros documentos de un médico distingui- do de la Facultad de Barcelona, el Dr. Pujáis, que ejerce en Ponce: él mismo lo declara:—es poco prudente, para los pai- sanos que viven apartados de la .costa, el venir á la ciudad durante la estación de la fiebre amarilla, pues están muy ex- puestos á llevar á sus casas la enfermedad; y sin embargo, la ciudad no se halla sobre la misma costa, sino que está dis- tante de ella cerca de dos millas. Una epidemia grave de fiebre amarilla se ha cebado en Ponce en 1859, y entonces fueron-atacados muchos criollos de la misma ciudad, entre ellos el Dr. Pujáis. Es cierto que este facultativo nació en Humacao, una de las ciudades de la costa oriental de la Isla, situada á distancia de una legua y media de la costa. El Dr. Pujáis se ausentó de Humacao para ha- cer sus estudios en España, permaneciendo allí nueve años, y hacía dos que había vuelto á Ponce cuando se enfermó en 1859. Antes de ser atacado por la epidemia, en Ponce, habia asistido ya á un número tal de enfermos de fiebre amarilla, que no teme valuarlos en 600,—tánto se había generalizado el mal entre las diferentes variedades de hombres criollos, fo- rasteros ó extranjeros, civiles ó formando parte de la guarni- ción: no habia reinado ménos de cuatro meses con toda su 139 intensidad.—No puede dudarse del diagnóstico que debe for- mularse sobre la enfermedad del Dr. Pujáis: echó la borra, y aunque curó, acababa de demostrar con su enfermedad, que los criollos se desaclimatan, pues al cabo de nueve años de ausencia se volvió ya asimilable á los extranjeros sometidos al foco, por primera vez, después de poco tiempo. La forma de esta epidemia de fiebre amarilla de Ponce, en 1859, fué la de las fiebres amarillas llamadas inflama- torias. Los pródromos eran marcados por una coriza que llegó á ser un signo infalible, para los habitantes, de la invasión próxi- ma del mal en su economía. Los hombres de color han permanecido indemnes á vista del Dr. Pujáis; pero si los negros de raza pura no han ofreci- do ningún caso, los de sangre mezclada han presentado cinco casos de fiebre amarilla con manifestaciones hemorrágicas por la boca, la nariz y los ojns, pero sin vómito ó borra de café y sin íctero, visible por lo ménos. Es, pues, permi- tido dudar que los cinco mulatos hayan tenido una ver- dadera fiebre amarilla. Las causas de esta epidemia de 1859 parecen escapar á toda idea de importación. Se cree que su nacimiento ha sido es- pontáneo, habiendo coincidido con inundaciones producidas por grandes lluvias precedidas de una sequía prolongada. Hay, pues, entesas causas una aproximación por establecer con las causas de las enfermedades palúdicas, bajo el punto de vista etiológico puro, sin deducir nada todavía en cuanto al tratamiento, que debía basarse sólo en la experiencia, He aquí lo que dice: Cierto colega sangraba mucho en esta epidemia, después administraba la quinina y fundaba su medicación en la limo- nada sulfúrica, creyendo favorecer la plasticidad de la sangre; pero es de creer que apresuraba los vómitos, porque casi todos los enfermos que así fueron tratados ofrecían el ejemplo de una intolerancia absoluta después de algunos vasos de esa tisana y para toda bebida ácida. La mortalidad obtenida con este mó- 140 todo curativo lia sido de 90 p § , á despecho de una lógica que permitía pensar en la sangría en los casos de fiebre violen- ta, con pulso voluminoso, de etiología casi evidentemente pa- lúdica. Si se juzga el valor de un tratamiento, á pesar de sus infrac- ciones á la lógica, por las curaciones obtenidas, la experiencia ha recomendado:—1? una pequeña aplicación de sanguijuelas á la boca del estómago; 2? tisanas emolientes; 3? contra los vómitos persistentes, subnitrato de bismuto de hora en hora 0,10; 4? vejigatorio volante al epigastrio; 5? 0,50 (doce á diez y seis granos) de calomelanos, en cuatro tomas, por doce horas, cuando se conseguía la tolerancia con el tratamiento que precede; 6o si la fiebre tomaba liácia el 4? dia la forma remitente, aplicación de dos y hasta de cuatro vejigatorios se- gún el estado de las fuerzas y la fisonomía, atáxica ó nó, de es- te período con 4 granos de sulfato de quinina sobre cada uno. Cada cuatro horas renovar la aplicación de estos cuatro gra- nos. Evitar la quinina al interior. Fricciones generales según el método siguiente: dividir un limón por mitad, cubrir con pol- vos de quinina (4 granos) la superficie de la parte tajada, mez- clando aquellos con- polvos de quina (30 gramos); cada dos horas una fricción general con el limón préviamente calenta- do. Dieta absoluta durante todo el curso de la enfermedad y hasta en los dos ó tres primeros dias de la convalecencia, sopeña de recaída, ó cuando ménos de accidentes por parte del tubo digestivo con dolores ansiosos en la boca del es- tómago. Gracias á este tratamiento adoptado después de la costosa experiencia de las bebidas ácidas, de la quinina por la boca, de las sangrías y de una alimentación conservada; gracias á este método, aceptado un poco tarde, no llegó la mortandad al quinto de los casos. La fórmula será pues esta, y la hemos adoptado con éxito para nuestro uso:—Medicación exterior revulsiva, ligeramen- te depletiva, según los síntomas; quinina por el método endér- mico; al interior emolientes; dieta. 141 Guayanilla.—El Dr. Oleo ha tenido á bien darnos los do- cumentos siguientes acerca de la jurisdicción en que ejerce desde hace nueve años, en una población diseminada por toda la extensión de la jurisdicción, pero que no cuenta ménos de 6,500 habitantes. La primera epidemia sometida á la observación de nuestro colega fué una de fiebre amarilla que estalló en el mes de Agosto de 1859. La ciudad está á un cuarto de legua del mar; y sin embargo, no fué por un buque por donde la enfermedad fué trasportada á la cabecera de la jurisdicción. La fiebre amarilla habia sido importada por un joven que venía dé Ponce, donde reina- ba entonces aquella: murió del vómito en Guayanilla, ciu- dad que á la sazón contaba con un gran número de extran- jeros y forasteros que podían ser considerad os como aclimata- dos, gracias á la duración de su permanencia anterior: esto fué tan cierto, que los criollos en esta epidemia fueron más á menudo atacados y víctimas de la fiebre amarilla que los extranjeros. El tratamiento que diera mejores resultados se compo- nía: de una sangría general al principio, y después los eva- cuantes. La ipecacuana sobre todo daba muy buenos resulta- dos; producía mejor que los otros agentes una remisión en la fiebre. Después se usaba siempre el sulfato de quinina, cuya ad- ministración seguía á la remisión, allí como por todas par- tes en la Isla, ó mejor dicho, como por todas partes en las Indias Occidentales; y sin embargo, en ningún punto se con- sidera este medicamento como el específico de la fiebre amarilla. La topografía de Guayanilla revela, en sus cercanías, la existencia de condiciones palúdicas muy evidentes: un arroyo corre al O. de la ciudad; desbordándose sus aguas, se estancan y no conservan ya sino una relación muy lejana con la cor- riente central apénas sensible en el momento en que bajan las aguas. Al Sur de la ciudad, ofrece la orilla del mar algunos baches 142 de aguas compuestas de una mezcla de agua del mar y de aguas pluviales. Yauco — Esta ciudad está situada al 0. y á legua y media de la orilla del mar. La cabecera de la jurisdicción posee 2000 habitantes, y el resto de su territorio 18,000. Aun- que cuenta en su población á gran número de extran- jeros, que casi todos son franceses oriundos de Córcega, no ha ofrecido epidemia de fiebre amarilla desde el año de 1852. Verdad es que no hay en ella destacamento de tropas, es decir, una reunión de hombres jóvenes, robustos y no aclimatados, recien llegados y aglomerándose á la vez por grupos. En 1827 hubo en dicha ciudad una epidemia de vómito. Yauco ha compartido la enfermedad al mismo tiempo con su vecina Guayanilla; pero se ignora su modo de invasión. Se sa- be que en 1852 fué el vómito importado al puerto de Guaya- nilla por un buque mercante cuyo equipaje tuvo á bordo mu- chos muertos. Del puerto de Guayanilla pasó la epidemia á la misma Guayanilla, después á Yauco, habiendo sido el im- portador del vómito de Guayanilla á Yauco un criollo nacido en este último paraje. (Dr. Lieubret). Costa Oriental.—Humacao.—En la costa oriental de la Isla hizo la fiebre amarilla su aparición en 1856, en el mes de Ju- lio; allí se cebó hasta el de Noviembre en Humacao, como pa- ra demostrar, una vez más, el encadenamiento de estas epi- demias: el cólera acababa apénas de desaparecer de Huma- cao, algunos meses atras, cuando estalló la epidemia de vómito. La cabecera del departamento del E., Humacao, está cons- truida á legua y media de la costa en que se encuentra su puerto. Recordemos que la misma particularidad se había presen- tado en Cáguas, la más hermosa ciudad del interior de la Isla, en donde el cólera se había desarrollado primeramente y ha- bía sido seguido muy pronto de la explosión de una epidemia de fiebre amarilla. 143 En Humacao podían hasta verse los últimos casos de cólera mezclándose con los primeros de la fiebre amarilla naciente. Al mismo tiempo, en la misma ciudad de Humacao, se desar- rollaban una tercera epidemia de disentería y una cuarta de viruelas; es decir, que estas cuatro epidemias se asociaban va en Humacao, comó más tarde debian marchar á nuestra vista de frente en Santómas en su última epidemia de cólera y de fiebre amarilla. Las causas de esta epidemia de cólera en Humacao dan: un período de sequía seguido de un período de lluvias abun- dantes, acarreando inundaciones facilitadas por la disposición especial del suelo. Humacao está edificado sobre un terreno arenoso, lo mismo que Ponce; se halla rodeado de colinas por todos lados, excepto en la dirección del Sur, donde se encuen- tra el puerto de la ciudad. Un rio corre en la misma dirección del Sur; nace al Oeste, en las montañas que van á concurrir á formar el recinto que domina la ciudad. Las aguas potables de uso habitual para sus habitantes son las tomadas en el rio en tiempo de seca ó de calma: son puras y sanas, durante la estación de las lluvias pero se vuelven tor- renciales, turbias y cargadas de los despojos que cubren sus bordes ensanchados. La importación de la fiebre amarilla no ha sido comproba- da en esta epidemia. No había entonces ningún buque en el puerto de Humacao, cuyo equipaje ofreciese un ejemplo de fiebre amarilla;—de donde resulta que la espontaneidad de esta fiebre parece una vez más establecida en dicha re- gión. Los caractéres de la epidemia de Humacao le habían me- recido el nombre de “Fiebre inflamatoria,” á causa de la ener- gía de la reacción febril en los cuatro primeros dias,—fiebre que tomaba en seguida el tipo intermitente en los siguien- tes dias. Las sangrías y la quinina obtuvieron el mayor éxito en Hu- macao: en el l.° ó 2.° dia se practicaba una sola sangría del 144 brazo, de una libra próximamente; al tercer dia, vejigato- rios á los miembros, después curación con el sulfato de quini- na. Algunas bebidas gomosas con la pocion de Riverio y el subnitrato de bismuto.—La mortalidad fué del 50 p§.— A pesar de la modestia de este tratamiento, que no pre- tende la calificación de tratamiento específico, era eficaz y útil, puesto que los enfermos que eran abandonados á la evolución espontánea de su fiebre se morían casi todos. Zona y Costa occidental.— 1? Maya.gUez, la principal ciudad de esta playa y cabecera del departamento del S. O. está situa- da sobre una pequeña elevación á cinco minutos de su puerto: por su posición, no sería capaz de pretender la inmunidad de la fiebre amarilla; así es que, áun en el mes de Noviembre, tal vez bajo la influencia de los huracanes, de los temblores de tierra y de ese cortejo de perturbaciones meteorológi- cas y telúricas, podían verse muchos casos de fiebre ama- rilla que se desarrollan y terminan en 3, 4 y 5 dias por la muerte. La guarnición de Mayagüez se compone de 500 hombres. Aunque la ciudad está situada á ménos del alcance de un ca- ñón distante déla playa, la fiebre amarilla no ha hecho su apa- rición en 1867 en la citada guarnición. Sin embargo, jóvenes soldados recien-llegados de España desembarcaron en el mes de Abril, y si bien es cierto que estos 200 hombres fuéron llevados á San Germán, ciudad que se eleva 70 metros sobre el nivel del mar y á 4 leguas de Mayagüez,—ciudad famosa por su salubridad y su antigüedad,—dichos militares permane- cieron en San Germán los meses de Abril y Mayo, y volvie" ron á fines de éste; á partir de cuya época, en Junio y Julio, cerca de dos meses, ninguno de esos 200 europeos ofreció el menor vestigio de fiebre ligera de aclimatación. No es que en Mayagüez no invada la fiebre algunas veces á los europeos civiles y por consecuencia á la guarnición; sino que sus apari- ciones son bastante raras para no constituir la endemicidad de la fiebre amarilla en dicha ciudad: por lo regular no se ve la enfermedad sino cada 4 ó 5 años. Sobre la playa existe un 145 pueblo que cuenta 500 habitantes; lo llaman “la Playa de Mayagüez” y en él se observa la fiebre amarilla más á menu- do que en la ciudad. La Playa siempre es atacada la primera; y ántes que se manifieste allí la enfermedad, se la ve siempre en algunos buques de europeos. El mecanismo según el cual pasa la fiebre de los equipajes á la población de la ciudad es muy fácil de percibir: á falta de hospital, los marinos atacados de fiebre amarilla son trasladados á una casa particular ó á un hotel; y una vez establecido este foco, se ve á la fiebre amarilla invadir la Playa, después la ciudad de Mayagüez por una evolución de casos necesarios, confirmando la doctrina de la trasmisibilidad de la fiebre amarilla. Para la patología comparada de la ciudad es preciso distin- guir las estaciones:—de Noviembre á Abril, tiempo de seca, viento del N., catarros de las diversas mucosas; salud pública muy floreciente:—de Mayo á Octubre, tiempo de lluvias; es una casualidad cuando la lluvia falta un solo día en Mayagüez; con el viento Sur que reina en esta estación se ve que apare- cen las fiebres intermitentes y las disenterías. No es que ha- ya pantanos permanentes, sino que cada hondonada se llena, cada dia, de aguas torrenciales, y éstas se secan todas las ma- ñanas después de haber producido, en preparación, sus efluvios pantanosos. Después del fuerte huracán de 28 de Octubre (1867) ocur- rieron un caso de fiebre amarilla mortal en el hospital de Mayagüez v otros dos también mortales en la ciudad, acaeci- dos estos dos últimos en franceses, y todos en el mes de No- viembre. Las úlceras de las piernas abundan; el muscu- lar y articular, el de las mucosas externas (oftalmías), y de las internas (enteritis, enterocolitis) se observan con fre- cuencia. La tisis es más común en los moradores de los campos que en la ciudad, sin duda á causa de la gran incuria que pre- side á la asistencia de las afecciones catarrales de las vías respi- ratorias. 146 La salud pública se mejora, respecto de las fiebres, porque el cultivo progresa y sanea las cuencas. La rareza de la fiebre amarilla y la rareza de los pantanos prueba aquí una vez más su asociación y la relación de efecto á causa probable. A las puertas de Mayagüez empieza una cordillera de colinas que llevan sucesivamente, de O. á E., las siguiente» poblacio- nes: algunas ciudades se presentan, pero más de una se liaría reuniendo todas las chozas aisladas que pueblan las montañas léjos de todo centro habitado. 2o Hormigueros,—es un pueblo eleyado sobre un monteci- 11o, á legua y media próximamente de la costa; suple á la dis- tancia con la elevación; y ya á causa de su posición, ya por la naturaleza de sus vecinos aclimatados, permanece inaccesible al vómito. Los recien-llegados se hallan muy diseminados en este pueblo; y sin embargo, podrían encontrarse en rigor condiciones de importación en las frecuentes relaciones que existen con el puerto vecino. La mejor causa de la salubridad de Hormigueros para con la fiebre amarilla, es que las ventajas producidas por su elevación se completan con la disposición, al rededor de las alturas en que reposa el pueblo, de otro cinto de alturas más elevadas todavía, puestas entre él y la orilla del mar. Por otra parte, los vientos reinantes sobre esta plaza tan ve- cina del mar rechazan sus emanaciones, puesto que soplan en la Isla de E. á O. 3.° Al Sur de Hormigueros se encuentra Cabo Rojo á tres leguas de Mayagüez y legua y media de la costa en línea recta. La altura de esta ciudad sobre el nivel del mar es de 85 me- tros, Sus habitantes son en número de 4,000, y los de la ju- risdicción 16,000. La historia de la fiebre amarilla cuenta ex- plosiones epidémicas por importaciones efectuadas en los cam- bios de guarnición de tropas ya atacadas de la fiebre amarilla: d<~’ la tropa pasaba el mal á los paisanos, que se quedan siem- pre indemnes cuando no están expuestos á ninguna influencia extraña á la ciudad y ó su posición. 147 4. Al O. de Cabo Rojo, y á una legua de esta ciudad se halla San Germán, ciudad distante de la costa en lí-’ nea recta cerca de tres leguas, y de Ma)agüez tres leguas y media. San Germán tiene 8,000 habitantes y su jurisdic- ción 40,000. La ciudad está en decadencia y muchas de sus casas en ruinas; pero es sana gracias á la dirección de los vientos y á la serie de elevaciones que la separan del mar y la guardan de sus malas influencias, ademas de su distancia y la altura de la colina en que descansa. Mr. Sainte Claire Deville ha valua- do la altura de San Germán sobre el nivel del mar en 70 metros. La historia de las epidemias de fiebre amarilla que se han cebado en San Germán es más bien la de los regimientos que han venido á buscar en éste, alejándose de los focos de la costa, una curación de la fiebre de que ya estaban atacados. Los límites de la zona de las epidemias de la fiebre ama- rilla espontáneas es muy estrecha de este lado occidental de la Isla. 5. Sabana Grande está más al Oeste que San Germán, á distancia como de legua y media; en línea recta esta ciudad se halla á 4 leguas próximamente de la costa, y siguiendo los caminos transitables á 5 leguas de Mayagüez; descansa sobre una altura de 95 metros encima del mar, según la misma va- luación de Mr. Sainte Claire Deville. Por lo tanto, la combi- nación de esa altura y de esa distancia hacen de ella una ciu- dad más sana que las anteriores. La zona de los límites epidémicos sería, pues, en Puerto Rico más estrecha que en la isla de Cuba, puesto que aquí, merced á esas alturas inscritas en sus cordilleras sucesivas, se puede cal- cular en tres leguas la lejanía en que logra garantizarse el extranjero recien-llegado sin correr riesgos serios en esta Isla. % Sabana Grande debe tal vez la salubridad epidémica de que goza respecto á la fiebre amarilla á la ausencia de toda guarni- 148 cion y á la inutilidad comparada de los recursos que ofrece á los cuerpos de tropa. En el verano de 1861 desembarcó en Mayagiiez un cuer- po de tropa no aclimatada que en parte fue destacada á San Germán, á donde la siguió la fiebre amarilla, producien- do una gran mortandad.—Doscientos hombres fueron entonces destacados de San Germán y aislados en Cabo Rojo, adonde la fiebre persiguió al destacamento La mortalidad fué de los tres cuartos de los atacados. De la guarnición se propagó la fiebre á los habitantes, y durante más de dos meses se ob- servaron casos de fiebre amarilla en la ciudad. Entre los enfermos de esta epidemia figuraron los criollos al igual de los europeos. El Dr. García, médico muy ilustrado de Cabo Rojo y discípu- lo de la Escuela de París, tuvo más de una ocasión de com- probar la vulnerabilidad de los criollos al vómito en el curso de esta epidemia. Nuestro colega ha experimentado los buenos efectos del tra- tamiento criollo:—el aceite simple asociado al de ricino, á do- sis laxante, forma un método ventajoso é inocente;—los calo- melanos asociados al opio le han probado perfectamente en los casos de delirio, como los baños tibios en la ataxia;—á la inversa, ha encontrado muy malo el empleo de las prepara- ciones de quina y sobre todo del sulfato de quinina. Hemos tenido el honor de presentar á la Academia de Ciencias de la Habana una memoria redactada en colabora- ción del Dr. Elcid, que vive en un pueblo del interior de la Isla de Cuba.—Das conclusiones de dicha memoria admitían la distinción, que es necesario establecer entre estas dos cla- ses de criollos: l.° los que habitan á orillas del mar ó en la zona epidémica del vómito; y 2? los que han nacido y perma- necen léjos de esta zona epidémica y fuera de su esfera de ac- ción, ya á causa de la distancia, ya á causa de la elevación so- bre la orilla del mar. He aquí algunos documentos positivos referentes á la misma cuestión.—Poco tiempo después de los sucesos de Láres, se de* 149 cidió alistar milicianos entre los jóvenes válidos de la isla de Puerto Rico; y tales sujetos, originarios de las alturas, fueron enviados por destacamentos á los diversos puertos del litoral. Reinaba entonces en la Isla y sobre todo en Ponce una epide- mia bastante violenta de fiebre amarilla: uno de los milicia- nos, que habia sido destacado á Ponce, permaneció en éste al- gunas semanas y fué empleado al servicio de las columnas vo- lantes, en la costa del Sur; le atacó una fiebre amarilla intensa: la suerte le puso en nuestras manos, le recibimos cerca de nuestro hospital de Yauco, en donde reinaba entonces una vio- lenta epidemia, y como su afección estaba ya muy avan- zada, sucumbió al tercer dia de su instalación en una choza aislada. Evidentemente ese miliciano era oriundo de Puerto Rico; pero como el vómito es sólo endémico en dicha isla y no apa- rece sino á raros intervalos, y como este individuo habia naci- do en las montañas de Adjuntas, donde permanecía en un cli- ma templado y europeo, su viaje á Ponce y sobre la costa le sorprendió en condiciones europeas, es decir, sin aclimatación á la fiebre amarilla que le hizo perecer; ejemplo palpable en apoyo de lo que era preciso demostrar: la necesidad de distin- guir dos clases de criollos en 'presencia del vómito negro. Capitulo XXIX. De la Terapéutica general adoptada en la Isla de Puerto Ri- co (Costa Sur).—Tratamiento de las fiebres y de la fiebre AMARILLA EN PARTICULAR, DEL TETANO, DEL PIAN &C. I. Las fiebres producidas por una intoxicación conocida, ó de un origen oculto, son innumerables en las montañas y jun- 150 to á los pantanos suspendidos del interior como en las cuencas de los valles de Puerto Rico. Pero entre esas fiebres es la fie- bre amarilla la que ocupa el primer rango por su gravedad y por la incertidumbre de la terapéutica. Sin prejuzgar nada acerca de la naturaleza de las diferentes fiebres, puede admitirse, al ver la marcha habitual de ellas en la Isla, que las manifestaciones gastro-intestinales constituyen, si no el fondo de la mayor parte de estas enfermedades infec- ciosas, por lo menos un epifenómeno de un valor pronóstico muy grande y de que debe ocuparse con solicitud la tera- péutica. Y la manifestación gástrica se desarrolla algunas ve- ces tan cerca del principio, su intensidad se halla tan íntima- mente unida á la fuerza de la fiebre, que bien se ha podido estar autorizado para considerar los signos gastro-intestinales como el fondo mismo de dichas enfermedades. Pero á esta interpretación se le ha dirigido una séria obje- ción, y se funda en la desaparición de la manifestación gastro- intestinal miéntras que la fiebre le sobrevive. Interin la luz se hace en el fondo de esta cuestión, queda á lo rnénos que sacar de los signos gastro-intestinales todo el partido posible para juzgar del grado, de la forma, de la grave- dad y del éxito favorable de la fiebre. Bajo el punto de vista clínico, la importancia de interrogar al tubo intestinal en estas fiebres no estaría nunca demasiado recomendada: así, cada vez que, en esos bohíos de las monta- ñas, en que sobre todo se detenían nuestros estudios, durante el último trimestre, se dirigía en seguida nuestra exploración muda hácia el hueco epigástrico, después á las regiones en que se ocultan y desde donde más á menudo todavía salen las vis- ceras que comparten con el tubo digestivo la solidaridad de las lesiones anatómicas en esas fiebres infecciosas:—1.° Si el hígado, si el estómago afirman bajo el dedo .su sufrimiento, con frecuencia agudo en el segundo órgano, más á menudo obtuso en el primero, es preciso desde luégo asegurar que dentro de algunas horas va á desarrollarse una serie de.fenómenos gra- ves;—2* Si estos órganos se callan, puede uno tranquilizar al 151 enfermo, bajo la inspiración de semejante silencio del padeci- miento epigástrico y de los hipocondrios. En el primer caso, la fiebre ya palúdica, ya incertos naturce,, será grave, será continua, persistente y rebelde á la terapéutica, que deberá ser rápida, inicial, enérgica. En el segundo caso, la fiebre será seudoeontínua, intermi- tente ó remitente, decaerá pronto, la medicación será útil- mente moderada, lenta y hasta nula:—la quinina será eficaz- mente administrada por fuera en el primer por la boca en el segundo;—la medicación llamada evacuante, la gran me- dicación en vigor en el país, será prohibida como un peligro en el primer caso, permitida como inocente y ventajosa en el segundo. Trátese de desafiar esos preceptos, insistan los asistentes en dar á guisa suya su cara medicación por los evacuantes, así sea el citrato de magnesia, ó la ipecacuana, más benigna y más audazmente manejada que el emético por los empíricos de los campos,—y bien pronto se verá declararse fenómenos que atestiguan el aumento de las lesiones locales y los sufri- mientos simpáticos de los órganos lejanos: lengua de un rojo vivo, sequedad de la piel, violencia inusitada de la fiebre, de- lirio en fin. En los casos en que no existen esos sufrimientos gastro- hepáticos, tal medicación los hace nacer casi con certeza. Adminístrense las bebidas suaves conocidas en Europa ó propias de las Antillas, en lugar de esas bebidas cargadas de ácidos fuertes: no se sobrecargue el estómago con esas dosis exageradas de quinina, que determinan vómitos biliosos y ha- cen sufrir en las fiebres continuas, y vomitar la borra de café en la fiebre amarilla, lo que nunca hubiera sucedido al vómito sin esta medicación intempestiva,—y se verá calmarse los sín- tomas graves, si no curarse con seguridad al enfermo. No es esto decir que vaya uno á hacerse el apóstol de las emisiones sanguíneas á todo precio: son útiles para la fiebre amarilla de los europeos por ejemplo, pero nocivas las más ve- ces en la fiebre amarilla de los criollos. Hablamos de las san- 152 grías generales, porque en cuanto á las locales, estas verdades son entonces ménos rigurosas. II. Refiriéndonos al tétano infantil ó de los adultos, esen_ cial ó traumático, y para no citar sino los hechos excepciona les, hablaremos con ventaja de la terapéutica del Dr. Blondet en Guayama, puesto que nuestro colega nos afirma que su tra- tamiento ha salvado, entre sus manos, á cuatro enfermos de cinco atacados de tétano espontáneo. Es verdad que los resul- tados son más modestos si'el tétano es traumático y en un blanco, si es también espontáneo, pero no si el enfermo fuese un africano ó un mulato. Estos últimos, los mulatos, parecen tener para el tétano, áun espontáneo, una disposición más gran- de todavía que los africanos.—He aquí la fórmula del Dr. Blondet: hace uso de la semilla del cereipo, planta usada sobre todo en Costafirme, de la cual se majan seis semillas, sobre es- te polvo se vierten 500 gramos de agua hirviendo y se agre- gan 15 gramos de láudano de Sydenham. Hace observar que el láudano solo, empleado á la misma dósis, no da los mismos resultados. La primera dósis de 500 gramos es administrada en 48 horas; las dósis siguientes en 24, hasta producción de una mejoría marcada; y después se disminuye poco á poco la dósis.—La historia médica de esta planta se encuentra trazada á la larga en la obra de Mr. Grossourdy. El tratamiento del tétano traumático, tan común en las par- tes meridionales de Puerto Rico y relativamente mucho más raro en la capital, exige una medida preventiva mucho más que un tratamiento curativo siempre tardío. Los cirujanos del Sur de Puerto Rico dan el opio á sus heridos, al interior y al exterior. Las heridas, las llagas de las operaciones deben ser curadas con cerato opiado; pero á pesar de estas precaucio- nes, declaran los cirujanos que se creen expuestos á perder 4 amputados de cada 5.—Por tisana dan 130 gotas de láudano en 500 gramos de vehículo para las 24 horas. El único in- conveniente de este método profiláctico del tétano traumático es una constipación tenaz, que exigirá más tarde una medica- ción evacuante local: lavativas purgantes. 153 Creemos haber curado un tétano espontáneo en un hombre de color de la jurisdicción de Hormigueros, administrándole 0,30 centigramos de tártaro estibiado con 0,30 centigramos de opio en 500 gramos de vehículo, á cucharada por hora. No hubo efectos vomitivos, sino deposiciones repetidas. El tétano infantil, ó mal de los siete dias, es muy raro en la Isla de Puerto Rico después del uso adoptado en ésta y tras- portado de Venezuela de curar las heridas umbilicales de los recien-naeidos con el bálsamo de copaiba. III. El tratamiento de las bubas en la Isla, del pian de los negros de Puerto Rico, que surte mejor efecto, es idéntico al de la sífilis: descansa en el bicloruro de mercurio y el yoduro de potasio. No deja de tener algún interes la importancia que algunos médicos conceden á la influencia lunar en es- te tratamiento y sobre todo en la indicación de su persis- tencia. Cuando el pian es útilmente combatido por el bicloruro de mercurio, es preciso conservar á los enfermos en observación así que el tratamiento antisifilítico sea completo por su dosis y su duración. La puesta en observación de enfermos que se reputan ya como curados, debe durar una semana después de la luna nueva que sigue inmediatamente á la terminación de la enfer- medad y del tratamiento. (Dr. Blondet). Si después de esta dilación no reaparece el pian, es porque la tal probeta meteorológica afirma la curación definitiva del negro que lo padecía,—lo que nunca engaña. Si después de dicho plazo vuelve el pian, hay que comenzar de nuevo el tratamiento como si se le administrara por primera vez, y se dan por lo tanto las dosis de yodo y mercurio desde la primera hasta la última. Semejantes asertos no han sufrido la comprobación de nues- tra experiencia; así es que los damos con toda reserva, aunque nuestro colega, discípulo de la Escuela de París y que ejerce en Guayama, acepta toda su responsabilidad. 154 Capítulo XXX. Noticias de Historia natural en relación con la practica medica. 1. De los arácnidos.—El guabá es un arácnido del género Phrynus cuya mordedura se considera como venenosa, aunque en muchos casos no produzca la muerte: en efecto, no faltan naturalistas como el Sr. Krug, de Mayagüez, que piensen que ni la mordedura ni el contacto del guabá son venenosos. He aquí, sin embargo, algunos datos comunicados por personas de buena fé. El Sr. D. Juan Martínez Diez, cultivador, hacienda de Rio nuevo, barrio Rio Lajas, Eldorado (Puerto Rico), dice que el 19 de Enero de 1871 supo de fuente segura que un ne- gro picado por el guabá en la hacienda Santa Elena (Toa-baja) murió al cabo de dos horas.—El mismo ha visto en 1868 un caballo picado por el guabá en Rio-Piedras: la tumefacción del vientre era tan monstruosa que éste casi tocaba al suelo; pero no hay casos auténticos de que el caballo mordido haya sucumbido.—En 1869, otro negro de 20 años observado por el Sr. Santoni fué picado por el guabá en el vientre, á la de- recha;—era en la playa de la Aguada:—permaneció hincha- do hasta el hombro del mismo lado, é inútil durante más de un mes; v se dice que se curó conjurando los accidentes can- sados por la picada mediante la caña de azúcar que se le hizo comer en gran cantidad. Por lo demas, los arácnidos no atacan; para que salten sobre su víctima, es menester ex- citarlos. En los campos de Puerto Rico el hombre y los animales es- tán expuestos á algunas heridas malas de ciertos arácnidos, entre los cuales pueden citarse “la araña peluda”, nombre que le da la gente del pueblo, y el “guabá”. Este último es más 155 dañino y más raro; vive en una galería que él mismo se ca- va en el suelo, se le encuentra también en las canteras, en medio de las piedras, ó bien en fin entre los despojos secos de. las ramas de árboles tendidas en los lugares secos. Todas las profesiones que obligan al hombre á frecuentar esos sitios desiertos y á tocar los restos esparcidos por el suelo, como la profesión del leñador, lo exponen á las heridas envene- nadas de diclios arácnidos. Uno de esos hombres había car- gado al hombro un haz de ramas de árboles; fué herido y toda la región vecina adquirió una hinchazón enorme, manifestándose síntomas locales y generales adinámicos y atáxicos bastante graves que se disiparon al cabo de algu- nos dias. ' No hemos podido observar heridos de esta clase entre los habitantes de los campos de la Isla; pero en el ingenio de San José, cerca de Mayagüez, hemos visto el caso de un ca- ballo criollo, de pelo blanco pardo y destinado á la monta. A principios del mes de Agosto de 1867 observamos á este animal afectado de una tumefacción considerable en la axila derecha. Poco á poco se extendió la hinchazón á todas las regiones del vientre, á la izquierda como á la derecha, por detras como por delante, y alcanzó proporciones monstruosas. Los límites de la hinchazón se dibujaban bruscamente y como á pico según una línea horizontal tirada de delante atras, de la axila á las ingles. La prominencia de dicha hinchazón era igual á un espesor de 3 ó 4 traveses de dedos. Este ede- ma era resistente, duro en toda su superficie libre y superfi- cial; pero, en el contorno de la base de esta tumefacción ha desaparecido la dureza para hacer lugar á una consistencia pastosa y dar una sensación de falsa fluctuación. Los síntomas oenerales son bastante fielmente los u*i una O intoxicación: tristeza, flaquencia, pérdida del hambre y so- ñolencia continua;—piel caliente y seca, membranas mu- cosas secas también primero, pero bien pronto flujos mu- cosos por las narices y sudores sucediendo á ataques fe- briles. 156 Aplicóse un sedal en la región axilar derecha, al sitio pro- bable de la herida y botones de fuego diseminados en las dife- rentes partes del tumor. Ademas fricciones generales sobre todas las regiones hinchadas con una mezcla de grasa y ajo machacado. La afección duró cerca de seis semanas y el animal no se halló después en estado de ser montado durante varias se- manas, á causa del agotamiento determinado _por la enfer- medad y de las pérdidas provocadas por el sedal y los cauterios. Otro caballo, observado en Guayanilla y procedente de los Estados Unidos, fue picado en Enero de 1872 én la pierna de- recha de atras: el animal fué presa- durante cuatro meses de los más graves accidentes locales y generales; y conducido á Ponce, á casa del Sr. Garrouste, médico veterinario, le aplicó el hierro candente; se le salvó la vida, pero el caballo se que- dó muy inhábil de su pierna: pertenecía al Sr. Lucca, francés y propietario. El método curativo más comunmente empleado en los cam- pos desiertos en que se encuentra el guabá, consiste en'frotar la parte atacada délas lesiones locales con hojas de Guaco-, después se aplica, al mismo sitio una cataplasma hecha con las mismas hojas machacadas. El guaco sería, pues, el con- traveneno de las heridas venenosas en Puerto Rico. Por fortuna los animales que procuran tales heridas son aquí ra- ros. El olacran, tan común en Cuba, es más raro, más pe- queño y mucho ménos venenoso en Puerto Rico; y á sus he- ridas se les opone el mismo guaco. Las hojas de la misma planta han sido empleadas en la epi- demia del cólera que ha desolado la isla de Puerto Rico en 1855.—En las afecciones de la familia del tétano que en los campos llaman pasmo, se maja el guaco, se le saca el jugo y se le mezcla con aceite: úsase bajo esta forma al interior por cucharadas.—En las bronquitis crónicas y las tisis se hace aquí un gran elogio del guaco. Pero áutes de abandonar este punto, y refiriéndonos otra 157 vez al guabá, debemos consignar la opinión del Sr. D. Domin- go Bello y Espinosa, residente en Mayagüez y muy entendido en Historia natural, quien lo considera como “un insecto per- fectamente inofensivo”; y la del ilustrado naturalista cubano Sr. D. Felipe Poey, quien opina que dicho insecto “que pasa por animal muy nocivo, no lo es en realidad; porque el apara- to anterior erizado de puntas agudas, tan formidable á la vis- ta, son meros palpos inofensivos, órganos de aprehensión: las mandíbulas son pequeñas, y vierten, como en todas las ara- ñas, un veneno más ó ménos peligroso según el tamaño del animal.—No pongo en duda el efecto, pero se puede dudar de la causa, que suele darse por sabida cuando se pre- sume, convirtiendo la sospecha en realidad. Si el daño atri- buido al guabá se achaca á la araña peluda, puede admi- tirse.” 2. De los Saurios.—La culébrita ciega, Amphisbcena pune- tata (Bell), de la familia de los Escincidios, es bastante común en la isla de Puerto Rico: encuéntrase debajo de la tierra y de las piedras que cubren la tierra húmeda; se alimenta de lom- brices terrestres (Lumbricus terrestris); muda de piel una vez cada mes y no es venenosa.—La longitud total del in- dividuo es de 230 milímetros desde la extremidad de la cabe- za; su altura es de 9 milímetros, su ancho de 8£ mm. y el grueso de la parte media de 9.—La placa orbital permite ver el globo ocular que parece un punto blanco muy pequeño, aunque perfectamente perceptible: no tiene vista.—La forma de las placas del cuerpo es cuadrilonga, más anchas que lar- gas en la parte inferior; ovaladas en el dorso; cada vuelta completa tiene por término medio 28 placas.—La lengua es libre, plana, alargada, triangular, terminada por dos hilos bas- tante largos y lisos.—Los dientes pequeños, cónicos, simples, derechos, huecos, aplicados al lado interno del borde de la mandíbula solamente: son casi de igual tamaño- en la man- díbula superior; no existen dientes palatinos. La acción venenosa delcien-pies es incontestable: después de su picadura,' sensación de dolor, de quemadura local y pro- 158 pagada á toda la región herida y á las regiones vecinas; al do- lor sucede una sensación de hormigueo, bien pronto el miem- bro picado parece adormecido, después trasmisión de esta in- sensibilidad á todo el cuerpo, manifestación de accidentes nerviosos, la respiración se trastorna, es anhelosa, rápida, irre- gular; el enfermo trata inútilmente de cerrar los ojos y de conciliar el sueño, los párpados casi entreabiertos no pueden cerrarse y sustraerse á la luz, pero se humedecen de lágrimas y se bañan de mucosidades que se acumulan en las dos comi- suras, una mancha roja -se presenta al rededor de la picadura y le forma una areola circular. Después se hinchan los con- tornos de la herida y al rededor del punto herido se desar- rolla un tumor duro, de volumen variable. De esta hincha- zón como centro se propaga en todos sentidos otra edema- tosa que se extiende hasta la raiz del miembro y hasta el mismo tronco. Algunas veces hay al rededor de la picada una rubicundez azul, lívida, y el herido ofrece eu los casos graves un color azul como el de un colérico. Después en la ingle y en la axila nacen adenitis más ó ménos lentas ó agudas. Las funciones generales se hallan más ó ménos perturbadas; disgusto por los alimentos, náuseas, lengua blanca, dificultad pa- ra tragar, como si existiese una semi-parálisis de la faringe y del esófago. No hay movimiento febril bien notable, á ménos de complicaciones inflamatorias muy francas: así es que se han visto abcesos y flegmones al rededor de la picadura, extendién- dose en la direcciou de los vasos linfáticos. Las más de las ocasiones los casos de que extractamos estos datos han terminado por la curación en algunas horas ó en al- gunos dias; pero han citado casos de muerte: tal es el de una señora de la capital de Puerto Rico, D? Francisca Rome- ro, madre de la Sra. D* Josefa Inés Tizol, esposa de D. José Tomás Parot, calle del Sol número 58, que fué mordida en un tobillo por un cien-piés, muriendo á las doce horas; pero senti- mos no haber sido testigo ocular de este caso funesto. El remedio vulgar es la cataplasma de ajos: el álcali volátil 159 es el recurso del médico, y después el tratamiento sintomá- tico de los accidentes producidos por las ponzoñas. 3. El carnero es una especie de oruga que se oculta entre las hojas de los árboles: está cubierta de pelos largos, aunque algunos son blancos. Si involuntariamente se pasa la mano so- bre esos pelos, el punto lastimado se cubre de ampollas blan- cas llenas y secas, que producen una gran comezón durante algunas horas, 24 por ejemplo; la mano se hincha y se duer- me; la axila ofrece algunas veces una hinchazón de sus glán- dulas.— La gente compone una cataplasma de tabaco de mas- car y la aplica. 4. Los habitantes de Puerto Rico han clasificado entre los individuos maléficos del reino animal al gongolin:—su longi- tud es la del dedo, su color compuesto de bandas amarillas y negras, sus anillos articulados son muy resistentes; echa á una distancia de tres pulgadas cuando ménos un licor amarillo que se dice ser muy acre v que puede causar la ceguera cuando cae en los ojos; este líquido se esparce en góticas finas, que, según algunas personas, produce accidentes locales y genera- les, cubriéndose la piel de pequeñas llagas al contacto de di- cho jugo, cuyo olor.es muy desagradable y se parece bastante al del creosoto. 5. Los peces de la Isla de Puerto Rico, según el Sr. Bello ántes citado, “son poco más ó ménos los mismos que los de Cuba y demas Antillas. En cuanto á peces nocivos á la sa- lud pública, hace algún tiempo que leí en un periódico de la capital una lista de los que por tal concepto se prohibía ven- der. Yo no conozco aquí (en Mayagüez) ninguno que se halle en tal caso: hay muchos que se rechazan porque no son bue- nos de comer; no dudo tampoco que los haya más ó ménos indigestos, aunque en el consumo no he observado ninguno. Podrá serlo y en alto grado el pescado que se halle en mal estado, ó en corrupción, que en estos climas entra pronto, más ó ménos según la especie. También se ha tenido por veneno- so el pez que había comido la fruta del manzanillo (Hippoma- ne mancinella, L.) lo cual no he podido nunca comprobar, 160 pues hace mucho tiempo que aquella planta no existe en estas costas. Pero áün siendo cierto, esta clase de-pescado malea- do, que se llama ciguato, no sería nocivo por sí, sino por el es- tado de corrupción en un caso, ó de envenenamiento en el otro. Hay que ser muy precavido en materia de creencias vulgares, porque si bien es cierto que las más veces no care- cen de fundamento, otras no tienen ninguno y persisten á«pesar de la evidencia en contrario.” He aquí la opinión del Sr. D. Felipe Poey en el asunto.— “En cuanto á los peces ciguatos, se puede decir que en estado normal todos los peces son sanos; que deben sus cualidades nocivas á un accidente, sea á un estado de enfermedad que en ellos se declara, sin que se conozca la causa, y que se manifies- ta exteriormente por postración de fuerzas y flaquencia del animal: hay algunos peces más sujetos que otros á caer enfer- mos; otros peces, demasiado sanguíneos, como el atún, son sanos comidos frescos, y dañosos cuando empiezan á descom- ponerse.” Capitulo XXXI Algunas deducciones sacadas de un cuadro sinóptico de enferme- dades OCURRIDAS DURANTE UN MES EN LOS HOSPITALES CIVILES Y ■MILITARES. 1? En MnyagUez se ve que la enfermedad más común y más grave ha. sido la enteritis crónica caracterizada, indepen- dientemente de sus signos habituales, por descamaciones epite- liales de la lengua, cuya capa papilar queda al descubierto, por alternativas de humedad v de sequedad, de expansión y de en- cogimiento; por una hambre voraz en los intervalos de mejo- ría y una recaída infalible si el sujeto llega á comer sólidos; y 161 por la indicación muy eficaz de la dieta láctea, de los alcalinos y de los vestidos de lana. 2? En San Germán la afección dominante lia sido, en el mes de Julio, la anasarca, la anemia llevada hasta la caquexia y mezclada con accesos intermitentes, todo en razón de una ali- mentación insuficiente y de una higiene defectuosa: sudores fáciles y enfriamientos no evitados y casi inevitables. • 3? En el hospital militar de Ponce puede asegurarse la bue- na salud de la guarnición, y notarse que las enfermedades pa- lúdicas son más bien de marcha y naturaleza aguda en los soldados, y por el contrario crónicas y caquécticas en los crio- llos del campo. He aquí el Cuadro Sinóptico de las enfermedades que se han ofrecido en los hospitales civiles y militares de Puerto Rico durante el mes de Agosto de 1867,—cuadro que sirve de base á las deducciones anteriores. CUADRO SINOPTICO. Mayaguez. Agosto 26. Fiebres intermitentes % S.' Germán. Agosto 19. PoNCE. Agosto 14. Hospl. civil.—H. militar- simples 2 3 0 7 Caquexia palúdea 1 3 0 1 Fiebres perniciosas.... Fiebres biliosas Ínter- 0 0 0 2 mitentes 0 0 0 0 Anasarca palúdea 2 0 0 0 Infarto del bazo r Afecciones reumáticas; ] 1 0 0 Endocarditis crónica. 2 0 0 0 Enteritis crónica 3 1 1 1 Artritis crónica 2 0 0 0 Mal de Pott 0 0 1 0 Elefantiásis 0 0 1 0 Sífilis 1 0 2 3 Tisis Ulceras de las piernas 1 0 1 0 y de los piés 3 8 0 0 Epilepsia 0 1 0 0 Apoplegía. Hemiplegia 0 1 0 0 162 Capitulo XXXII. Aguas termales de Arroyo. La sucesión de D. Pedro Virella Duque posee en su hacien- da “La Deseada”, distante una milla de este pueblo, un pozo de aguas calientes sudoríficas, á las que, por falta de análisis fa- cultativo, no se había dado publicidad alguna. La circunstan- cia de hallarnos en él excitó á los arrendatarios de dicha ha cienda el deseo de hacer analizar dichas aguas por nosotros acompañados del Licenciado en farmacia de la Facultad de Co- penhagen, señor D. Luis B. Garben, propietario en Arroyo; los que, después de un detenido examen y de habernos bañado, haciendo también uso interno de las referidas aguas, hemos emitido nuestras opiniones del modo siguiente: Análisis químico-cualitativo.—Las sustancias minerales que se encuentran en las aguas termales de Arroyo, son: el sulfa- to de cal, el cloruro de cal, el cloruro de sosa, ó de sodio (sal común), pequeña cantidad de protocloruro de hierro y algunas pocas sustancias orgánicas; resultando que estas aguas perte- necen á la clase de las alcalinas, conteniendo gran cantidad de gases que se escapan á cada momento, formando burbujas que revientan en la superficie. Opinión medica.—Según marca el termómetro Fahrenheit, la temperatura de las aguas termales de Arroyo (hacienda “La Deseada”, propiedad de la sucesión de D. Pedro Virella Duque), es de noventa y cinco grados, esto es, casi igual á la de la sangre humana, con diez grados más que la temperatura media del verano en Europa. Dichas aguas son transparentes, de tacto suave y de sabor salino muy pronunciado: el areó- metro, ó sacarímetro de Réaumur, se hunde hasta la cifra cero. No tememos adelantarnos diciendo: que, en uso interno, es- tas aguas deben gozar de propiedades fundentes y aperitivas; 163 por lo que creemos convendrán en las enfermedades crónicas de los órganos abdominales y especialmente en los infartos del bazo, en las enfermedades crónicas del hígado, en los dolores de vientre producidos por el frió, en los cólicos provenientes de cálculos en el hígado y riñones; también serán útiles en las inflamaciones crónicas del estómago y en las neuralgias del mismo, á ménos que haya desorganización profunda de las membranas como sucede en el cáncer: por último, creemos en- contrarán alivio, con el uso interior de estas aguas, los que su- fren dolores de gota en sus diferentes edades y formas, así como perfecto restablecimiento en baños generales ó parciales los que padezcan enfermedades cutáneas. Los propietarios han publicado lo que precede para conoci- miento de los enfermos que, con certificación facultativa, quieran hacer uso de las aguas termales de Arroyo, distantes de las más próximas sobre 32 kilómetros; por cuya circunstancia y espe- cialmente por sus virtudes curativas probadas desde años atras por numerosos enfermos, se les hadado con gusto el nombre de “Baños de San Pedro”, en obsequio del Patrón de este pueblo. Capitulo XXXIII. Aguas termales de Quintana (Ponce). El Sr. Laporte, Alcalde de Ponce, invitó al Sr. J. J. Hel- lert, ingeniero, geólogo é hidrógrafo, á examinar las aguas termales que se encuentran en la cercanía de esta ciudad; quien acudió á los puntos que le fueron indicados el 9 de Marzo de 1847 y pudo comprobar los hechos siguientes: “Existen dos fuentes de aguas minerales en la proximidad inmediata de Ponce y á la distancia directa de 1,300 metros (3,900 piés): la que, en ausencia de cualquiera otro demostra- ción, llamo “Fuente de Leandri”, se encuentra elevada sobre 164 el nivel del mar, en la playa, unos 80 pies 10 centesimos; la fuente termal número 2, poco distante de la primera, tie- ne una altura sobre el nivel del mar de 85 piés 60 cente- simos. A las 3 de la tarde y á la sombra el termómetro del baró. metro daba una elevación de temperatura de 29,c21 centígra- dos (Fahrenheit 84° 43); y el termómetro, libremente sus- pendido al aire, 29° 40 centígrados. La diferencia entre la elevación de la temperatura indicada por los dos termóme- tros, de una gran sensibilidad, no es pues siuode 19 centesi- mos. A las á orillas de la fuente termal Leandri, y con un cielo cubierto de nubes, el termómetro del barómetro ha- bia bajado á 26° 2 centígrados y el termómetro libre no. indi- caba más que una elevación de temperatura de 26° centígra- dos. Diferencia entre los dos termómetros, 18 centesimos. Habiendo sumergido el termómetro libre en el fondo de la fuente, á la profundidad de 1 pié 4 pulgadas, y habiéndolo dejado permanecer allí durante diez minutos, me daba al sa- carlo del agua una elevación de temperatura de 32° 22 centí- grados; diez minutos más tarde, habiéndose puesto el termó- metro en equilibrio con la temperatura atmosférica, indica- ba solamente 25° 10 centésimos. La diferencia de tempe- ratura de la atmósfera no es, pues, más que de 7o 12 centí- grados. Fuentes termales núm. 2.—A las 5 horas y media de la tar- de, cubriéndose el cielo cada vez más de nubarrones, el termó- metro del barómetro daba sobre las orillas de la fuente ter- mal número 2, 24° 97 centígrados de elevación de tempera- tura, y el termómetro libremente suspendido indicaba 25 °; di- ferencia entre los dos termómetros, 3 centésimos. Habiéndo- se sumergido en el agua de esta fuente el termómetro libre á la profundidad de 1 pié 6 pulgadas, y habiéndolo dejado du- rante 12 minntos, me daba al sacarlo del agua una elevación de temperatura de 36° 51 centígrados. Diez minutos después, ya en equilibrio la columna mercurial con la temperatura de la atmósfera, había caido á 24° 20 centígrados; así la diferen- 165 cia entre la temperatura de las aguas de esta fuente y la de la atmósfera es de 12° 31 centígrados. La temperatura de esta segunda fuente es por consiguien- te más elevada, de 3o 29 centígrados, que la de la fuente di- cha Leandri. Esta diferencia de temperatura entre las dos fuentes terma- les, tan vecinas una de otra, encuentra su explicación en la naturaleza y la composición de los terrenos en que toman ori- gen y á través de los cuales brotan. Así como las aguas termales de Coamo, las aguas minera- les de Ponce tienen su origen en las hoyas subterráneas cu- yas bases son rocas de formación ígnea. Pero encima de esas hoyas se han formado en el curso de las épocas diluvianas depósitos de aluvión compuestos de cieno mezclado de guijar- ros rodados y más ó ménos fuertemente cimentados por are- nas ferruginosas, calizas margosas y con carbonato de cal. Estos depósitos, que forman bóveda sobre las masas de agua subterráneas, no permiten frecuentemente sino en el reboso de la hoya atravesar el muro que la aprieta, ya dejando fil- trar las aguas gota á gota á través del tejido ménos apretado, ó por mejor decir, á través de las partes más débilmente con- centradas de los depósitos de aluvión; ya dando salida al es- ceso de una fuente de agua por fisuras de las rocas que le sirven como de marco. En el primer caso, las aguas que surgen á la superficie son raras veces abundantes, como tiene lugar con las aguas terma- les de Ponce. En el segundo caso, las aguas correrán con una abundancia tanto más grande, cuanto más anchas sean las fi- suras de las rocas, conforme se vé en las fuentes minerales de Coamo. De lo que acabo de decir resulta, que miéntras más lentamente se opera la filtración de las aguas termales á tra- vés de gruesas capas de aluvión, más necesariamente deben perder una parte mayor ó menor de su temperatura original, como también porciones de materias minerales que son man- tenidas en disolución. Ahora bien: las aguas termales de Ponce, después de haber recibido su principio mineralizador 166 en una hoya subterránea formada de rocas ígneas, fluyen primero por grietas practicadas en rocas calcáreas, después fil- tran lentamente á través de espesas capas de aluvión que for- man muro y bóveda; están compuestas de limo margoso, de arenas y de hierro carbonatado. Estas materias se hallan fuerte- mente mezcladas con cantos rodados, procedentes de los frag- mentos de rocas, de sienitas, euridas, arenisca, granito y pór- fíro, etc. etc. A dichas circunstancias locales debe atribuirse la temperatura poco elevada de las aguas termales de Ponce; y lo que lo prueba es que la sílice, que se encuentra en las fuentes de Coamo, disuelta en cantidad notable por el líquido cargado de ácido carbónico, no se encuentra sino en pequeña cantidad en las aguas de Ponce. Este hecho no prueba nada contra los principios mineralizadores que constituyen esta fuente;- prueba solamente que, á su paso al través de las ca- pas de aluvión, depositan una parte de su sílice por la acción de una filtración lenta y gradual, acción que al mismo tiempo es la causa de la baja de su temperatura. Calcu- lando el espesor probable de esas capas de aluvión, es permitido creer que la temperatura de las aguas terma- les de Ponce en su fuente primitiva es de 60 á 80° centí- grados. La inspección de los lugares me ha dejado la convicción de que las dos débiles fuentes termales, en la actualidad conoci- das en Ponce, no son sino chorros de agua perdidos que se ligan á una fuente considerable subterránea todavía descono- cida. Según todas las probabilidades, debe encontrarse al pié de tres montículos que se ven al N. N. E. 1 E. á la distancia de cerca de media legua; y el dia en que alguna empresa qui- siera sacar provecho de las aguas de Ponce, sería preciso di- rigir la atención hácia ese punto. Allí se encontrarán por el fosaje, á una profundidad media, aguas de una temperatura muy elevada, reteniendo aún todos los principios mineraliza- dores mantenidos en disolución en el agua, y sobre todo una gran abundancia de líquido. Observaciones más prolongadas dirán con el tiempo si las agnas pluviales determinan algunas 167 variaciones en la temperatura y en la naturaleza de las fuen- tes termales de Ponce. Propiedades físicas.—Las aguas de Ponce, como las de Coa- mo, son de una gran limpieza, untuosas al tacto y al paladar. Tienen un ligero sabor de huevos incubados, mucho ménos pronunciado en las aguas de Leandri: ambas presentan un débil gusto alcalino cuando han sido enfriadas. Mezcladas al vino, estas aguas le comunican cierta amargura bastante agra- dable; expuestas al aire, se descomponen rápidamente y es- parcen un olor pronunciado de hidrógeno sulfurado, sin cam- biar nada á su limpidez. El hervor que de tiempo en tiempo se observa en las aguas de Ponce proviene de la composición de los gases que se desprenden; queda por comprobar si este hervor se hace más activo en la proximidad de las tempesta- des, y si en estos casos aumenta su temperatura. Convendría tenerlo en cuenta, pues la intervención del huido eléctrico junto á una disminución en la presión atmosférica, serían las únicas causas de tal hecho. Las fuentes toscamente excavadas en el suelo de donde brotan las aguas de Ponce, y particularmente la de la fuente número 2. se cubren de un cieno oseuro. verdoso, suave al tac, to y penetrado de pequeñas burbujas gaseosas de hidrógeno- sulfurado y de hidrógeno carbonado. El depósito fangoso, ne- gro y fétido que igualmente se encuentra allí, daba después de haberse secado y tratado químicamente 9, 5 por ciento de azufre (1). Propiedades de las aguas de Ponce.—Estas fuentes termales tienen alguna analogía con las aguas minerales tan afamadas de Aquisgran. Aunque poco abundantes en su estado actual y mucho ménos cargadas de principios mineral izad ores que las últimas, por causas locales expuestas más arriba, pueden ser de una gran importancia para la Isla de Puerto Kico y las is- las vecinas el dia en que sean conocidas sus propiedades cura- (1) Una planta termal, que en ninguna parte lie'notado, tapiza sus paredes: tiene un gusto alcalino muy pronunciado, y apretándola entre los dientes produce una espe- cie de crepitación sensible; los hechos indican propiedades curativas que la Medicina está llamada á comprobar. 168 tivas y en que una empresa bien dirigida sepa hacerlas va- ler. Yo no me ocuparé de esta última parte, y me concreto á indicar sumariamente sus propiedades curativas, resultantes del análisis químico. A su temperatura actual las aguas de Ponce, como las de Coamo, convienen en gran número de afecciones crónicas, y cuando por el fosaje las primeras hayan adquirido una tempera- tura de 30 á 40? C., sus propiedades curativas se aumentarán rá- pidamente. Actualmente producen un efecto, muy ligeramen- te purgante é inclinan á la emisión urinaria, circunstancia que puede explicar en parte su modo de acción y el modo como curan. Así, deben sobre todo ser muy favorables para la cu- ración de los reumatismos y las parálisis de ios miembros, que resultan frecuentemente de ellos. Los reumatismos goto- sos y la gota misma perderán su intensidad con el uso con- tinuo de esas aguas. La ocena, las afecciones dartrosas, los desórdenes nerviosos de causas diversas cederán á la ac- ción prolongada de dichas fuentes; lo mismo sucederá con el tic, las afecciones linfáticas, infartos escrofulosos, tumores blancos, abcesos y diferentes enfermedades de naturaleza es- pecífica. Las irritaciones del estómago y de los intestinos, el catarro uterino, la supresión del flujo menstrual, el asma convulsivo, el espasmo, la languidez, podrán ser curados con éxito seguro, gracias á la excitación orgánica general que de- terminan estas aguas. En fin, la cantidad notable de carbo- nato de soda y de sulfuro de sodio que encierran harán su uso muy ventajoso en las afecciones calculosas.—Tomadas como bebidas, las aguas de Ponce son digestivas.-—Los baños de vapor y las duchas podrán llegar á ser con el tiempo un recurso precioso para el tratamiento de una multitud de en- fermedades febriles procedentes de la linfa y de la bilis. El peso específico de estas aguas es superior al del agua común en la proporción de 1000 á 1912 miligramos. 169 Resultado del análisis químico de las aguas de Ronce.—Cantidad analizada, 1000 partes. Naturaleza de los gases. 1. Acido azoico 52,5 2. Hidrógeno sulfurado 18,0 3. Oxígeno 20,0 4. Acido carbónico 9,5 Residuo seco obtenido de 1000 partes de agua, representado por 39,0000 granos, &c. Sulfato de sosa 12,7164 Sulfato de potasa 3,0734 Fosfato de sosa .. 1,0367 Sulfuro de sodio 4,1660 Carbonato de sosa 1,8600 Carbonato de hierro , 0,6560 Carbonato de cal 1,5255 Carbonato de magnesia. ... 1,4050 Sílice 3,4950 Materias orgánicas 0,3600 Pérdida 1,4054 Hidroclorato de magnesia 0,1120 Ponce, 20 de Marzo de 1847.—J. J. Hellert. 170 Capitulo XXXIV. Conclusiones mas importantes. Relaciones entre la topografía, las costumbres y las enfermedades de Puerto Rico. I. La capital de ia Isla de Puerto Rico, la ciudad de San Juan, está edificada sobre una colina que, por medio de rápidas y escarpadas pendientes, se eleva sobre el nivel del mar. El médico reconoce, en estas condiciones, dos regiones distintas: 1? la de los barrios bajos; y 2? la de los barrios altos: la prime- ra reservada á los almacenes y á las casas en que habitan las familias de los obreros; la segunda, para las familias más aco- modadas. II. La insalubridad, producida por la acumulación y el en- cajonamiento detras de los muros de fortificación, se observa en los barrios inferiores: las enfermedades, provocadas por las estaciones en que soplan los vientos del Norte, por la aireación exagerada y sucediendo bruscamente á un calor vivo, atacan la acrópolis. III. Los meses de verano hacen víctimas en la parte baja de la ciudad, y los meses de invierno en la parte alta, casi ex- clusivamente. 1Y. Las mareas altas coinciden con la exageración de las enfermedades en el litoral. '.V. En la estación de las lluvias, hasta en los puntos eleva- dos y en las ciudades, vense los desbordamientos periódicos de los rios transformar sus orillas en pantanos y llegar á ser la fuen- te de la infección palúdica áun en los puntos dignos de que se les reserve para la aclimatación. VI. En la ciudad, los años más fecundos en fiebre amarilla son aquellos en que los vientos del Sur reinan con más cons- tancia. 171 VII. Cerca de la capital, que fué severamente probada en la epidemia del cólera de 1856, existe un pueblo llamado Can- grejos, que aunque formado exclusivamente de hombres de co- lor, no ofreció una sola víctima del cólera, á pesar de su situa- ción á orillas del mar, sin duda gracias á la naturaleza del ter- reno, que se compone de arena únicamente. Montañas y campos de Puerto Rico. VIII. En la Isla de Puerto Rico, de una manera más evi- dente que en la Isla de Cuba, la topografía de la Isla, cubierta de colinas, hace un papel más importante en la naturaleza y y la forma de las enfermedades de los paisanos. IX. Las lluvias son más abundantes al N. y al Ó. de la Isla, que al S, y al E. X. Las enfermedades de la piel (Elefantiásis) son más co- munes sobre los extremos inferiores entre los habitantes del S. de la Isla, que entre los del N. y del O. XI. La propagación de las enfermedades epidémicas pare- ce obedecer más fácilmente á la dirección de los vientos; pero esta propagación encuentra un obstáculo, siempre respetado, en la cordillera principal de montañas que atraviesa la Isla de E. á O., y áun en las cadenas secundarias emanadas de ésta y que divide la Isla en departamentos patológicos á menudo bien aislados. XII. Jamas se ve, en el O. y el N. de la Isla de Cuba, un número tan grande de casas pequeñas y aisladas, domi- nando cada colina; y por esto las enfermedades debidas á la exposición del cuerpo al frió relativo de los vientos son más numerosas en Puerto Rico. XIII. Sobre la mesa de las colinas y en las gargantas que las separan, encuéntranse hondonadas en que se estancan las aguas, y las condiciones palúdicas son tan completas como en las más bajas llanuras. XIV. Puede afirmarse que las casas que dominan las cres- tas de las colinas ofrecerán, y ofrecen en efecto, todas las afee- 172 ciones reumáticas de las membranas mucosas y serosas, bron- quitis, anginas, oftalmías, gastroenteritis, endocarditis, hidrope- sías, hidroceles, neuralgias agudas ó crónicas,—en invierno y hasta en verano. XV. Las enfermedades, en las casas contruidas sobre pilo- taje y suspendidas en los valles, por encima de troncos de ár- boles plantados en el suelo, á fin de que puedan escapar de las inundaciones, son más bien enfermedades infecciosas naci- das de las emanaciones cenagosas del terreno: fiebres intermi- tentes ó continuas palúdicas, simples y ligeras ó complicadas y graves, las fiebres dichas tifoideas; las enfermedades del hígado y del bazo, la escrófula, las diversas caquexias, la disentería, las adenopatías, &c. XVI. La necesidad, para los paisanos, de circular en me- dio de las colinas por subidas y bajadas continuas, produce afecciones pulmonares que es permitido referir á esas exa- geraciones de las funciones pulmonares (enfisema) y de las funciones del aparato circulatorio central (hipertrofia del co- razón). XVII. La naturaleza del terreno, la multiplicidad de los ar- royos que las lluvias de la estación transforman en rios infran- queables, obligan á los hombres de campo á fmsar una parte de su vida á caballo y á exponerse á condiciones de enferme- dades especiales: caida del recto, sacudimientos dolorosos del corazón, contusiones de la uretra, cistitis, prostatítis, estreche- ces, nefritis, hematurias, dolores en los flancos propios de los ginetes, lumbago, &c. XVIII. La h id rócele, afección de una frecuencia tan gran- de en las montañas de Puerto Rico, parece justificada por esa equitación necesaria; pero nos ha parecido más justo atribuir- la á las alternativas de sudores y de resfriados facilitados por la temperatura y los ■ vestidos insuficientes, sobre todo en los jóvenes. XIX. Las enfermedades de la boca son en extremo frecuen- tes en los campos de Puerto Rico: en las encías se hinchan los alvéolos y se inflaman, estremeciéndose los dientes y produ- 173 ciendo la caída de los mismos; la lengua ofrece ejemplos muy repetidos de descamación epitelial; y también se observa una multitud de estomatitis ulcero-membraliosas: — los huesos maxilares atacados de caries y de necrosis, produciendo fístu- las en las mejillas y en la base de los labios;—la faringe, sien- do á menudo el asiento de exostosis, lo mismo que la bóveda palatina;—después las granulaciones de las mucosas, los infar- tos é hipertrofias de las tonsilas, las pérdidas de sustancia á consecuencia del cáncer:—todas estas afecciones reclaman, en gran parte, contra el abuso dél tabaco puesto en la boca, en- tre las encías, áun bajo la forma de rapé, y acusan á la vez la frecuencia del reumatismo y de la sífilis. XX. La. catarata abunda en la población de las colinas, por rica que sea la vegetación que cubre de verdor hasta las rocas: puede observarse en esas chozas ó bohíos he- chos de yagua y con ramas entrelazadas, que hay fami- lias enteras atacadas de cataratas dobles mucho ántes de la vejez. XXI. Las amaurosis y sobre todo la hemeralopía son fre- cuentes; pero las más veces son orgánicas y no esenciales (sí- filis). XXII. La desviación de uno de los dos ojos es muy común entre los criollos, muchos más que entre los individuos nacidos en el continente de los países templados; tal vez porque los niños de los criollos están más expuestos que los europeos, en su infancia, á las convulsiones y á las contracturas agudas, que muy pronto van á degenerar en contracturas permanentes y parciales de uuo ó de algunos músculos oculares. XXIII. La misma causa de enfriamiento qne hubiera pro * ducido en Europa una afección catarral, determina aquí, mu- cho más pronto, afecciones musculares caracterizadas á menu- do por el fenómeno de la contradura. XXIV. La tisis es muy común en las montañas de Puerto Rico, siendo verosímilmente las causas: las enfermedades fre- cuentes a frigore del aparato respiratorio, las fiebres palúdeas repetidas hasta la caquexia, y la alimentación completamente 174 insuficiente (maiz, plátanos, café, en pequeña cantidad y de mala calidad). XXV. La fiebre tifoidea, cuya existencia se ha negado en esta Isla, como en Cuba, existe allí ciertamente: podemos afir- marlo por haber visto y asistido casos de ella, aunque es cierto que su marcha es á menudo interrumpida, hacia el 8? dia, por manifestaciones febriles intermitentes, así como éstas se mezclan por otra parte á casi todas las afecciones del país, inclusas las quirúrgicas (fiebres traumáticas con intermitencias). XXVI. Las afecciones crónicas orgánicas del corazón y de los vasos se presentan á cada paso en esas casas abiertas por la noche á todos los vientos, á todos los vapores de agua y á todas las lluvias. XXVII. La endocarditis primitiva sin artritis es más fre- cuente que en Europa. Aguas termales de Coamo. XXVIII. Las aguas dulces empleadas en los campos han si- do más de una vez la causa de epidemias que se han pretendi- do aéreas: epidemia hubo de disentería, observada en los ne- gros de un ingenio, que no desapareció sino por el cambio de las aguas de un arroyo vecino, empleadas hasta entonces, con las de un pozo abierto por orden del médico. XXIX. Debe notarse que en la Isla de Puerto Rico las fuentes de aguas minerales nacen tan sólo de la vertiente me- ridional de las montañas de lá Isla. XXX. Las aguas de Coamo son muy preciosas para la Isla, #porque los principales efectos terapéuticos de esta fuente corres- ponden muy directamente á las exigencias de sus afecciones más comunes y más graves. XXXI. Las afecciones reumáticas antiguas de las membranas como de las visceras; los infartos viscerales del bazo y del híga- do producidos por las fiebres intermitentes rebeldes; las afec- ciones caquécticas, ya de los niños (flujos intestinales), ya de los adultos (sífilis), son el triunfo de las aguas de Coamo. „ 175 XXXII. La convalecencia de las enfermedades de aclimata- ción (fiebre amarilla) se ve favorecida por las aguas de Coamo, cuando la forma ha sido grave y la enfermedad prolongada. XXXIII. La tisis aislada, ó unida á las afecciones crónicas orgánicas del corazón, etc., forma una contraindicación absolu- ta para el uso de esas aguas. XXXIV. La elefantiasis de los griegos, mal de S. Lázaro, lepra tuberculosa, se mejora sensiblemente por la administración de las aguas de Coamo, según la experiencia personal del médico de dichas aguas, el Sr. Dr. Usera. XXXV. El análisis de las aguas mencionadas, practicado por químicos del país, no les ha dado resultados decisivos, á con- secuencia de la insuficiencia de los medios que podían emplear en la Isla. Paralelo entre las afecciones de las glándulas linfáticas en las dos razas. XXXVI. Puede asegurarse, apoyándose en gran número de hechos, que las afecciones delsistema glandular linfático en las regiones superiores del cuerpo (regiones submaxilar, cervical axilar,) se observan mucho más á menudo en la raza blanca que en la raza de los negros africanos ó de color y sin mezcla de sangre blanca. XXXVII. Al contrario, los hombres de color ofrecen adeni- tis ó infartos crónicos ganglionares de las regiones inguinales con mucha más frecuencia que los blancos, áun cuando dos in- dividuos de las razas diferentes estén expuestos á las mismas causas vulnerantes de los piés y de las piernas: se está, pues, autorizado para creer en una disposición especial y como idiosi- crásica á esta variedad de lesiones ganglionares en los ne- gros. XXXVIII. La escrófula ganglionar es ménos común en los negros de raza pura que en los Hombres de sangre mezclada y que en los mismos blancos. XXXIX. Los estados diatésicos, que habitualmente se maní 176 fiestan en blancos por infartos ganglionares, se revelan con mé- nos frecuencia en los negros por esas manifestaciones gla ndu- lares. Cuerpos fibrosos del útero.—Ruptura de la arteria pulmonar.'— Aneurisma disecante. XL. Para negar la operación solicitada á fin de extraer cuerpos fibrosos del útero, basta comprobar la existencia de so- plos orgánicos en la base del corazón, por poco intensos que pa- rezcan. XLI. La sintomatología de la ruptura de la arteria pul- monar y de la infiltración de la sangre al rededor de su origen es:—un dolor muy vivo, súbito, en la región del corazón y pro- pagado en dirección délas arterias y de los filetes nerviosos que emanan de la aorta y del plexo cardiaco, con dos focos princi- pales, uno en la base del cuello, de cada lado de la traquearte- ria, y el otro en la región posterior y superior del hombro de- recho. XLII. Los ruidos dobles producidos al nivel del ojal del aneurisma disecante, durante las corrientes opuestas por este orificio (divergente y empujada por la sístole cardiaca; conver- gente y de retorno, determinada por la sístole arterial) no ofre cen caractéres diferentes de los de una resonancia de los ruidos propios de la insuficiencia y de la estrechez aórtica y reforza- dos, en un punto lejano del corazón, por la condensación de un órgano vecino, induración del tejido pulmonar por un núcleo de neumonía, de tuberculización ó de congestión apoplecti- forme. XLIII. Los cuerpos fibrosos del útero son alimentados por un aparato vascular que puede distinguirse en placenta del pedí- culo y placenta uterino de los cuerpos fibrosos. XLIV. Lo que se sabe de la anatomía y fisiología patológica permite aconsejar la amputación del útero hasta las partes in- feriores, que han conservado la estructura no vascular del esta- do de vacuidad, más bien que sobre la región del órgano que 177 se ha hecho el asiento de esa vascularización, más bien aún que sobre el pedículo del tumor, si es corto, grueso, y si exis- ten otros cuerpos fibrosos sobre el pedículo y sobre la región anterior é inferior del cuerpo del órgano. XLV. Tal vez sería lógico aproximar, si no asimilar ente- ramente, la angiocarditis crónica produciendo en el mismo sujeto dos degeneraciones grasientas de los vasos gruesos, la ruptura de la arteria pulmonar y la formación de un aneuris- ma disecante, con la artritis crónica de las personas de color, que ha producido en la rodilla forzada la disminución y la erosión de los cartílagos de la mitad externa déla articulación, la sección de la mitad externa del ligamento cruzado y la de- generación grasienta del tejido óseo de las epífisis articulares; y, en fin, con los cuerpos fibrosos del útero, originados proba- blemente de las metritis frecuentes reumáticas y que, al en- vejecer, han sufrido como los vasos y el corazón, el fémur y la tibia, la degeneración grasienta. Elefantiásis del escroto: 'particularidades observadas en Puerto Rico. XLVI. Los hombres dichos “de nación” africana no han ofrecido un solo caso de elefantiásis de los árabes. XLYII. Los hombres de color criollos han sido los que se han presentado con la elefantiásis. XLVIII. Los distritos más secos de Puerto Rico (costas del Sur) son los más fecundos en elefantiásis. XLIX. La inflamación periódica de los vasos linfáticos de las regiones atacadas de elefantiásis coincide, sobre todo en las mujeres de color, con los movimientos lunares y con la irre- gularidad del período menstrual. L. El tratamiento del período de actividad de la ele- fantiásis se inspira muy á menudo, en la Isla, en esa coinci- dencia; y recomienda las sangrías locales á la raiz del miembro afectado, precisamente ántes de la época en que se aguardan las reglas y de las linfangitis que probablemente se temen. 178 LI. Entre las variedades de la elefantiásis de los árabes, se- gún la declaración de ciertos parientes sanos, sería preciso ad- mitir una variedad congénita de elefantiásis, que sigue su des- arrollo después del nacimiento, aunque más lentamente que en la elefantiásis adquirida. LII. Las operaciones de elefantiásis que han sido ejecutadas en Mayagüez, han dado un resultado tan favorable, por lo que hace á la amputación del escroto elefantiásico, que no ha habi- do un solo caso de muerte, una sola complicación seria, una sola recidiva todavía averiguada, ni por lo tanto una gravedad comparable á la de la amputación de las piernas elefantiá- sicas. LUI. Las variedades de estructura en los tumores elefantiá sicos del escroto operados en Mayagüez por el Dr. Betances, auxiliado del Dr. Audinot, pueden ser divididas en tres gru- pos; 1? tumores en que dominaba el elemento fibroso; 2.° tu- mores fibrosos y edematosos á la vez, con ó sin hidro- cele de paredes fibrosas; y 3? tumores en que dominaba el elemento vascular capilar, formando una variedad llama- da eréctil. LIV. Cada variedad lleva consigo nuevas exigencias en el proceder operatorio: el “écraseur” es indispensable en la for- ma vascular, reductible; se ha roto más de una vez cuando se ha arriesgado su uso inútil en la variedad fibrosa, que exige siempre el instrumento cortante, reclamado también en la for- ma edematosa, á fin de que el operador pueda separar del mis- mo golpe el tumor del escroto y un segmento de las paredes de la túnica vaginal, que se ha vuelto fibrosa y cubre con fre- cuencia, á un hidrocele en esta variedad. Pian ó Bubas de los negros y Sífilis de los blancos. LV. Gracias A las observaciones diarias que de suyo se ofre- cen en Puerto Rico en los enfermos de color, no queda duda que la sífilis contraida por ellos presenta períodos y una evolu- ción idéntica á las que se observan en los blancos.—Las man- 179 chas cobrizas de éstos se vuelve a en los negros manchas cir- culares muy negras, y sus placas mucosas ofrecen al rededor de su círculo negro un anillo blanco. LVI. La enfermedad de los negros llamada “bubas” sé pa- rece mucho á la sífilis, se cura por el mismo método de las preparaciones mercuriales, y sin embargo ofrece caracteres dis- tintivos especiales. LVII. Las bubas parecen distinguirse de la sífilis por la coincidencia frecuente de un gran número de casos semejantes en el mismo ingenio, si el aislamiento de los enfermos no se ha efectuado á tiempo; el desarrollo de las lesiones, con pre- ferencia en las regiones descubiertas del cuerpo (cuello, cabe- za, brazos) sin alteración necesaria que haya principiado por los órganos genitales; la coincidencia posible de las bubas y de un estado general floreciente por la gordura del sujeto; la ausencia frecuente de toda adenopatia cervical posterior; la ausencia de alopecia, siquiera temporal, la trasmisibilidad de las bubas á distancia y sin contacto necesario, al decir de todos los administradores de ingenios y de todos los vi- gilantes. Relación entre la aclimatación de los africanos y las afecciones del esqueletor LVIII. En virtud de la costumbre que tienen los negros de andar con los pies desnudos en las fincas de los valles, ofre- cen una série de afecciones que son raras en los blancos más acomodados de las ciudades. LIX. Cada vez que se observa en los piés de los hombres de color unos tumores semiesféricos que ofrecen bastante fielmente todos los caractéres de los quistes sebáceos en las otras regiones del cuerpo, puede afirmarse que se trata de focos purulentos y hemáticos, los cuales han sufrido un traba- jo de enquistamiento. LX. Las faltas de desarrollo producen monstruosidades en los negros, y parecen afectar las extremidades mucho más á 180 menudo que la cabeza; la rareza del labio leporino en los afri- canos es digna de observación. LXL Las luxaciones progresivas y definitivas de los de- dos de los pies hácia adentro son muy comunes en los hom- bres de color: unas son completas (2o. grado), las otras in- completas (primer grado); unas son aisladas, las otras unidas á la rodilla forzada, con desviación de una ó de las dos pier- nas hácia afuera: en todos los casos se trata de una afección reumática, artritis múltiples de los artejos y de sus articula- ciones con los metatarsos. LXII. La naturaleza así demostrada de la luxación pro- gresiva de los artejos, es un principio de prueba en favor de la naturaleza reumática de las alteraciones de la rodilla for- zada de los negros. LXIII. El mal de Pott no es muy raro; pero el raquitis- mo no se encuentra en los hombres de color. De ciertas afecciones de los centros nerviosos. LXIV. Muy á menudo se consideran y se tratan como esenciales y reumáticas algunas hemiplegias de los negros ob- servadas en los ingenios, y sobre todo las que se han desarro- llado después de un sueño, inútilmente prohibido, junto á las calderas de vapor. Estas parálisis son sintomáticas de una hemorragia cerebral; exigen las emisiones sanguíneas y no únicamente los vejigatorios. Influencia de las montañas y de los vientos en las epidemias.— Fisonomía y curso del cólera. LXV. En la última epidemia de cólera en Puerto Rico, se observó que principió en la Isla por la costa oriental, ya vi- niera de Santómas, ya hubiera sido importado de Venezuela, dos focos en que el cólera se cebaba entonces. LXVI. Una epidemia de fiebre amarilla había precedido á esta epidemia de cólera que atacó la Isla á fines de 1855 y 181 al principio de 1856. La misma coincidencia de estas dos en- fermedades y su aparición en el mismo órden se observaron en Santómas, once años más tarde, en su epidemia de cólera que ha respetado á Puerto Rico. LXVII. Dividida y separada la Isla en dos zonas, la del Norte y la del Sur, por la cordillera de montañas que se eleva en su centro, comenzó el cólera por la costa del E. y se pro- pagó por la del N. sin tocar á la del S: ésta no fué atacada sino después de retornar la epidemia á su punto de partida sobre la costa oriental, que fué atacada sucesivamente de E. á O. como la costa N; salvo raras excepciones ofrecidas por al- gunos centros. LXVIII. Preciso es reconocer que el cólera fué de una gravedad más funesta en la costa del N. que en la del S; pero la benignidad relativa del cólera en la ciudad de Ponce de- bería tal vez explicarse por el período adelantado de la epide- mia, que tocaba á su declinación, más bien que por la influen- cia geográfica y telúrica que reina en esas playas. LXIX. Según se habia observado en la última epidemia de cólera en la Guadalupe, el cólera no se ha detenido ante las alturas:—Cáguas al E., á 75 metros sobre el nivel del mar, y Utuado al O. de la Isla LXX. La influencia de los pantanos sobre el cólera no ha parecido tan evidente en Puerto Rico como en la Isla de la Guadalupe y en Santómas. No obstante, en el departamento de Mayagiiez y en la jurisdicción de Añasco, el Dr. Audinot, que señala la abundancia de pantanos al rededor de las ha- ciendas de este distrito, ha observado frecuentes intermiten- cias mezcladas al cólera y grandes ventajas sacadas, en dicha epidemia, del uso de la quinina. LXXI. El tratamiento de esta epidemia de cólera ha va- riado en proporción del número de los focos epidémicos. El tratamiento mercurial tenia poco éxito en los alrededo- res de Mayagüez y parecia ventajoso en la capital de la Isla, como habia sido útil en Santómas. Los vomitivos, empleados en la forma exclusivamente diarreica, han sido preconizados 182 por algunos médicos; pero todos los rechazaban en la forma atáxica ó seca del cólera; la ataxia y los calambres se exa- geraban con los vomitivos. Limites de la zona epidémica del vómito. LXXII. La fiebre amarilla en la Isla de Puerto Rico no es tan claramente endémica como en la Isla de Cuba, y sobre to- do como en Veracruz, en Santómas, tan cerca, y en Demera- ra. La Isla española se aproxima mucho á la Isla francesa de la Guadalupe por lo largo de los intervalos que separan las apariciones de fiebre amarilla en una y otra Isla. LXXIII. Los límites de la zona epidémica en la Isla de Puerto Rico son más estrechos (9 quilómetros) que en la Isla de Cuba (15 quilómetros), y que en diversas playas del Gol- fo de Méjico, porque las cadenas de las colinas de Puerto Ri- co están más próximas á la costa que en las otras regiones ma- rítimas intertropicales. LXXIV. Si más de una vez, en la historia de las emigra- ciones de Puerto Rico, se encuentran ejemplos de extensión del vómito y de elevación excepcionales, no debe acusarse ni á la insuficiencia de las distancias, ni á la de las alturas, sino á emigraciones insólitas de europeos no aclimatados, que han abandonado los centros en que reinaba el vómito (soldados), dejando sus guarniciones para ir á establecerse más léjos ó más alto. LXXY. La ciudad de Cáguas, cabecera de la parte central de la Isla llamada núcleo “oriental,” á 6 ó 7 leguas de la capi- tal y á 75 metros sobre el nivel del mar (Sainte Chaire Devil- le), ha sufrido una epidemia de fiebre amarilla en 1860. De aquí no debe deducirse que los límites de la zona epidémica del vómito en la Isla tengan 6 ó 7 leguas de extensión, sino que algunas tropas llegadas en gran número han cambiado pasajeramente el clima patológico de la ciudad mencionada á pesar de su lejanía y de su elevación. LXXVI. Los métodos terapéuticos adoptados por los mé- 183 dicos más exclusivistas se modifican, pues, según las epidemias de Puerto Rico y según la costa del N. ó del S.: al Norte, para los Europeos, la forma inflamatoria de la fiebre amarilla se ha observado las más veces v ha exigido las emisiones sanguíneas locales moderadas; al Sur, para los criollos por el contrario, la forma de las epidemias ha sido siempre ménos fecunda en reac- ciones febriles intensas y el tratamiento preferido adoptaba cuando más los laxantes oleosos y vegetales; pero casi todos, casi por todas partes, han permanecido unánimes para ordenar la quinina hácia el cuarto dia, sin considerarla como el medi- camento específico del vómito. LXXVII. Una joven francesa, natural de Marsella, llega á Mayagüez de 3 años, parte de este punto á los 11 para Francia y vuelve á Mayagüez al cabo de siete años; muere de vómito negro al cabo de tres meses y medio, en invierno, á nuestra presencia, en los primeros dias de Noviembre de 1867. LXXVIII. Los adultos europeos parecen perder con ménos facilidad que los sujetos todavía adolescentes la aclimatación adquirida durante su primera juventud. LXXIX. Los huracanes de otoño despiertan la fiebre amarilla y todas las demas epidemias, hasta en invierno, sobre el litoral de los mares tropicales. Los naturalistas nos afirmaban en San- tómas, que los huracanes y tempestades marítimas que levan- tan, multiplican la muerte y las descomposiciones cadavéricas entre los séres vivos y sobre todo entre ciertas especies mari- nas. (Mr. Krebs de Santómas, naturalista danés distinguido, Estudios sobre los Moluscos). LXXX. Sujeto ha habido que, atacado de fiebre amarilla, tratado por el emético al principio y por la quinina á alta do- sis, desde el tercer dia ha presentado, temprano, el vómito ne- gro,—el que se hubiera escapado muy probablemente de esta manifestación sintomática tan grande bajo el influjo de un tra- tamiento dirigido ménos violentamente contra el estómago. LXXXI. Por expuesta que esté á la crítica de las opiniones contrarias la medicación evacuante ó la de las sangrías, la com- binación de estos dos métodos ha parecido suministrar mejores 184 resultados que el método expectante puro, que ha coincidido con una mortalidad más grande que la obtenida por los otros procedimientos. LXXXII. Los médicos más antiguos en la terapéutica del vómito se han hecho una obligación de emplear un método más bien exterior, endémico (vejigatorios volantes cubiertos de pol- vos de quinina), y no ejercer por el tubo digestivo sino una medicación emoliente. LXXXIII. Nadie cree aquí en un tratamiento específico de la fiebre amarilla: el hiposulfito de sosa, que acababa de ser pre- conizado en la Isla de Jamaica, fué experimentado en Vera- cruz á solicitud nuestra sin resultados satisfactorios para nues- tros colegas del ejército. LXXXIV. El tratamiento de las “curiosas” de la Isla, por el aceite en alta dosis, no debe ser desdeñado: muchos médi- cos muy distinguidos no creen extraviarse siguiendo los pasos de esas curanderas de color, cuando se trata de la fiebre amarilla. Tratamiento del tétano: modificaciones especiales que sufre en Puerto Rico. LXXXV. En la costa Sur de la Isla se emplea mucho con- tra el tétano, y no sin buen éxito según se dice, una planta cultivada en Costa Firme con el nombre de “cereipo.” LXXXYI. Con seis semillas de cereipo se hace una pasta por trituración, mezclada á 15 gramos de láudano y á 500 gra- mos de agua, que el enfermo toma en 48 horas. LXXXVII. Los cirujanos de la Isla y sobre todo de la ca- pital curan de buen grado las heridas y las llagas de las ampu- taciones con cerato muy opiado, y administran pociones y be- bidas igualmente opiadas como tratamiento preventivo del tétano posible. LXXXVIII. El tétano de los niños, mal de siete dias, se combate ó más bien se previene por la curación del ombligo con el bálsamo de copaiba. El Dr. Beribeitia, de la capital, afirma que, gracias á este método preventivo, el tétano de los niños se ha hecho raro en la Isla. LXXXIX. El empleo del medio siguiente: Tártaro estibiado 0,30 centigramos asociado al Opio 0,40 „ administrados en 36 horas, en varias veces, con intervalos igua- les, y renovados los dias siguientes, agregando 500 gramos de agua y dados por cucharadas cada hora, ha parecido producir la curación de un tétano espontáneo desarrollado en un hom- bre de color de 25 años, muy robusto, que nosotros hemos es- tudiado y que se consideraba como perdido. Ningún efecto convulsivo, sino solamente hipersecrecion intestinal. Diferencias entre la Fisiología y la Patología de la raza de color y las de la raza caucásica. (1) XC. La uña encarnada es una afección tan rara en los hom- bres de color, que no se ha ofrecido una sola vez á nuestra ob- servación en cerca de cinco años. XCI. Por lo demas, el hábito de andar con los piés desnu- dos ha impreso á las uñas de esos hombres modificaciones in- conciliables con la teoría del onyxis: su es pesor disminuye, su delgadez permite que se hiendan por el medio ó por los lados, de delante atras, en uno ó muchos puntos; á la inversa, el dér- mis subungueal alcanza un espesor córneo que levanta liácia arriba y por fuera el borde anterior de la uña adelgazada y di- vidida por el medio. XCII. A pesar de la exposición de los piés desnudos en los negros á tantas causas de heridas, á tantas afecciones parasita- rias (niguas), puede decirse que la gran mayoría de sus afec- ciones, en esta región, reclama el diagnóstico y el tratamiento de las afecciones sifilíticas. XCIII. Las bridas fibrosas, que unen el dérmis, las aponeu- rosis superficiales y los tendones, se observan con mucha ménos (1) Este artículo, más que un análisis, es un verdadero texto. 185 frecuencia en los hombres de color que en los trabajadores blancos. XCIV. Los quistes sinoviales del puño, tan comunes en los blancos, no se observan casi nunca en los negros. ¿Débese esto á que las tiras ligamentosas superficiales de los negros, desde temprano desarrolladas, se oponen más completamente á las hernias de las sinoviales, ó á que en los blancos el trabajo ma- nual es más á menudo una sorpresa que la edad adulta reserva á la primera juventud más feliz? XCV. Las afecciones de las membranas serosas desempeñan uno de los papeles más importantes en la anatomía patoló- gica de los negros: reumatismos, derrames generalizados ó lo- calizados. . XC VI. La endocarditis es más común en los negros, pero la meningitis es más común en los blancos. XCVII. Los productos pilosos, áun al estado de vello, son tan raros en ciertos africanos, que sin duda puede buscarse en eso un motivo legítimo para explicar así la poca frecuencia de las afecciones nacidas de la presencia de los esporos y de los espórulos en los anexos de la piel (trychophyton, microsporori furfur, trych. mentagrophytes, favus y tinea tonsurans), que en los negros escapan á los investigaciones. 187 ADICION. Ayuas de Coamo.—Indicaciones.— Usos. Las notas que acerca de estas aguas hemos insertado en el presente tomo ( V. pág. 174) son imperfectas, y por lo tanto consideramos útil agregar aquí algunos más datos. Un año hemos pasado en las aguas de Coamo y sus propiedades nos son más conocidas.—En dichos baños, como en todos los termales, se observa primeramente un efecto moral en los enfermos, quienes, trans- portados á un mundo nuevo, han roto las cadenas de los negocios, ol- vidando sus inquietudes; de donde la recuperación del sueño, del apeti- to y de la alegría. El hombre sano que beba tales aguas experimenta efectos variados según los caprichos, las aptitudes ó los sufrimientos del estómago: son agradables para algunos paladares, miéntras que su tibieza repugna á otros; el hambre se despierta, la circulación intestinal se facilita, las secreciones de la orina se aumentan, y todo esto en proporción de las cantidades ingeridas; lo que quiere decir que, por medio de las bebidas, se modificarán favorablemente ciertas gastritis crónicas, enteritis y en- tero-colitis, las anasarcas, así como ciertas afecciones reumáticas y goto- sas de los riñones, v. g las arenas y el cólico nefrítico. La experiencia ha venido á confirmar lo que anunciaba la induc- ción:—las funciones de la piel son activadas, modificadas; sudores pro- fusos aparecen en el baño y en la cama, variando su abundancia según la duración, el calor del baño y la disposición personal. Todas las afecciones cuya causa ha perturbado las funciones de la piel, se curan pronto con esos baños. En la parálisis de origen muscular y articular es- tá el triunfo de las aguas de Ooamo. La enfermedad más común en toda la Isla es el reumatismo en todas sus formas, el cual es más frecuento . bajo los trópicos que bajo el hielo do los polos, porque el calor favore- ce al frió húmedo. , Los eritemas simples ó nudosos de marcha crónica y un gran núme- ro de enfermedades de la piel se curan por medio de estas aguas; la curación es mucho más segura y rápida si dichas afecciones son origi- nadas por el frió húmedo, y mucho más lenta si son extrañas á seme- jante influencia, sobre todo si revisten la forma escamosa, papulosa y tuberculosa: en estos casos deben prodigarse las bebidas, los baños, los dias de permanencia y variar las formas y los grados de calor, á fin de tentar las exigencias de la afección cutánea. Las afecciones catarrales antiguas de la vejiga y del útero se modi- 188 fican con las bebidas y especialmente por las inyecciones en el baño. El aparato respiratorio no saca la misma ventaja de las aguas, pues están contraindicadas en la tisis, como en las afecciones de las visce- ras que se hallan congestionadas y pasan con facilidad al estado infla- matorio (hepatitis crónicas.) La estomatitis, la angina faríngea crónica., las oftalmías (gargarismos, inmersión de la cabeza con los ojos abiertos), las corizas crónicas, con flujo y ulceraciones (ocena); los flujos pasivos en ambos sexos; las neuralgias, sobre todo las de origen reumático; las osteítis, los tumores blancos de origen escrofuloso,—han sido modificados de un modo muy favorable á nuestra vista. Las anquílosis simples, es decir, formadas más bien por retracciones tendinosas, por inmovilizaciones prolongadas, son útilmente comba- tidas por las .aguas (duchas). La elefantiasis de los árabes, cualquiera que sea su asiento, y con tal que haya pasado toda manifestación aguda de erisipela, temporal ó definitivamente, so encontrará bien con estas aguas.—Así también su- cederá con las caquexias de diferentes clases, ya palúdeas, ya acciden- tales ó profesionales, (cólicos de plomo, temblor mercurial, estoma- titis, etc). Las úlceras antiguas, que resisten á la cicatrización, serán bien trata- das por dicho recurso. Las mujeres agotadas do resultas de un puerperio prolongado, clo- roanemia, infarto de los ligamentos y anexos del útero, lúmbago sin- tomático de un trastorno funcional, de una desviación uterina; los ni- ños de corta edad, de ambos sexos y temperamento linfático; las neu- ropatías con ó sin intoxicación correspondiente, con ó sin lesión de los sólidos; las afecciones morales de todas clases, han hallado en las aguas de Coamo un alivio invariable, (hipocondría, nostalgia, histe- rismo.) El análisis de las aguas ha sido practicado dos ocasiones. A conti- nuación insertamos el de J. J. Ileller, de Ponce, que apénas difiere de la del Sr. Moreno Jiménez. Por nuestra parte, hemos dirigido tres veces muestras auténticas á la Academia de Medicina de París, sin el menor resultado, porque indudablemente se habian extraviado;—poro el verdadero consuelo está en la experiencia clínica, que hemos obte- nido en un año: á falta de razones químicas auténticas, estas aguas curan porque las hemos visto curar. En 1000 partes de agua: Acido azoico indeterminado. Idem carbónico 18,05 189 Idem hidrosulfúrico 28,54 Carbonato de sal ... 0,1304 gramos. Acido muriático 0,544 „ Carbonato de magnesia 13 „ Sulfato de cal 0,2637 „ Idem de hierro 2,9697 ,, Idem de manganeso 0,544 „ Sílice 0,705 „ Manganeso señales. > * El modo de emplearlas varía según los efectos que se buscan. Su temperatura habitual es de 30.° C, más ó ménos, en los casos comunes: más caliente, el agua puede hacer daño, determinando congestiones inmediatas de las visceras profundas; la fiebre se ha desarrollado en individuos que salían de un baño del todo caliente, á 45.°, después de haber permanecido en el agua media hora; pero semejantes excesos son peligrosos, pues apénas puede uno penetrar en un baño lleno de agua á esa temperatura durante algunos minutos, siendo entonces una in- mersión. ’ La ducha os muy útil sobre los tumores óseos indolontes, escrofulo- sos, y debe ser elevada, fina y prolongada. El vapor solo basta para producir el sudor: prefiérense las fumiga- ciones para los sujetos atacados de llagas dolorosas. Las inyecciones en los baños, á 20 y 25.°, han combatido ventajosa- mente las inflamaciones crónicas del cuello del útero, del mismo modo que la ocena. La pulverización se usa en la laringitis crónica y en la faringitis tam- bién crónica, simple ó granulosa. La temperatura será fria cuando la enfermedad dependa de una clo- roanemia, con ó sin hemorragias excesivas anteriores. Compresas mojadas se dejarán sobre la articulación en la artritis aguda. Bebidas repetidas cada tres horas en cantidad moderada. Erratas notables del Tomo II. Págs. Línea Dice: Léase: 28 31 mal de Pelea. mal de Pott. 133 14 1° La forma mucosa ó diar- 1° la forma mucosa ó diar- rei forma atáxica ó seca, rdca, y 2? la forma atá- con calambres intensos xica ó seca con calambres y flujo seroso y ca; y 2° intensos y flujo seroso y la mucoso muy ligero. mucoso muy ligero. 190 NOMINA LOS SRES. SUSCR1T0RES QUE HAN CONTRIBUIDO A LA PUBLICACION DE ESTA OBRA. Sres. D. Nicolás J. Gutiérrez. „ Claudio André. ,, Manuel A. Aguilera. „ Francisco Arango. ,, Antonio Díaz Albertini. „ J. Manuel Sánchez de Bus- taraante. „ Juan M. Babé. „ Gabino Barnet. „ Antonio Bruzon. ,, José Beato y Dolz. „ Prudencio Bueno. „ Valentín Catalá. „ Domingo Caballero. „ Luis María Cowley. ,, Nicolás Carballo. ,, Rafael CowlejT. „ Anselmo Castells. „ Ramón Cordovés. „ Manuel Canizáres. ,, Domingo Fdez. Cúbas. „ Federico Córdova. ,, Luis Córdova. „ Tomás Castro. ,, Manuel S. Castellanos. „ Luis Delmas. ,, Feo. de P. Chaguaceda. „ Bernardo Figueroa. „ Ricardo Gastón. „ Antonio González. „ Gabriel María García. „ Tomás Mateo'Govántes. Miguel Gordillo. „ Enrique Gavaldá. D. Francisco Goyri y Adot. ,, Tomás de la Hoya. „ Eusebio Jorgánes. „ .Toaquin G. Lebredo. „ LuisLe-Roy. ,, Miguel Franca Mazorra. ,, Pantaleon Machado. ,, José Rafael Montalvo. ,, Tomás Plasencia. ,, Domingo Rosaín. „ Felipe F. Rodríguez. ,, Francisco Royero. ,, Miguel Riva. ,, Antonio Ruiz. ,, Francisco A. Sauvalle. „ Ju;m Santos Fernández. ,, Casimiro Saez. José Redondo. ,, Juan G. de la Maza. „ Rafael Meneses. „ Fermín Ugarte. ,, Erastus AVilson. „ Gualberto Willis. ,, Juan Bruno Záyas. ,, Francisco Fernández. „ Estéban Mulcay. ,, Emiliano Núñ'ez de Villa- vicencio. „ Serafín Gallardo. ,, Guillermo Benasacb. ,, Francisco S. Ramos. „ Julián Gassie. „ Tomás Moreno. „ Antonio Mestrc. INDICE DEL TOIVIO II. Pagixas Capítulo XV.—Afecciones del esqueleto.—Luxación espontá- nea, progresiva y definitiva de los artejos en los hombres de color, con ó sin complicación de rodilla forzada 3 Capítulo XV I.—Afecciones congénitas.—Faltas de desarrollo en las extremidades.—Monstruosidades 6 Capítulo XVII.—Piés truncados 10 Capítulo XVIII.—Deformidades congénitas y operables en los niños; lesiones de multiplicación,—oclusión de las abertu- ras naturales,—falso hermafrodismo,—extrofia de la vejiga, —labios leporinos,—tumores venosos,—dedos cinqueños y seisenos,—oidos deformes y múltiples;—de 11 á 32 Capítulo XIX.—De las estrecheces bajo los trópicos, particu- larmente en Puerto Pico 33 —De las estrecheces observadas en la mujer.—Observacio- nes.—Método operatorio 41 —Aforismos sobre la patología general de los partos y las estrecheces consecutivas 48 Capítulo XX.—Del raquitismo en la gente de color.—Las afec- ciones que le simulan no son sino lesiones de algunas vér- tebras aisladas..* 52 Capítulo XXI.—Soluciones de continuidad.—Luxación espon- tánea en ambos codos á consecuencia de ataques epilép- ticos 58 Capítulo XXII.—Histerismo convulsivo periódico.— Obser- vación 60 Capítulo XXIII.—Errores de nutrición.—Caso de polisarcia en una negra . 62 Capítulo XXIV.—Afecciones traumáticas de los piés.—Quis- tes sebáceos y purulentos,—.Rapidez de la reunión por primera intención en las heridas de los negros.—Inconve- nientes para los métodos operatorios.. 66 Capítulo XXV.—De la afección calculosa en la Isla de Puerto Pico.—Observaciones 70 —Curso de la diátesis calculosa úrica . „., 71 192 Paginas. —Noticia de dos casos de niños atacados de cálculos urina- rios 72 —Operación de talla practicada con éxito en un anciano, pa- ra la extracción de un gran cálculo prostático calcáreo 73 —Estrechez múltiple é insuperable.—Dos cálculos prostáti- cos.—Ulceraciones.—Operación de la talla.—Hemostasia digital.—Accidentes tifoideos.—Inoculación 76 y 81 Capítulo XXVI.—De la Tisis en Puerto Rico 90 —Influencias higiénicas opuestas de las costas y de las al- turas 91 —Trasmisibilidad de la tisis por contagio 92 —Trasmisibilidad hereditaria 96 —Frecuencia de la tisis tardía en las Antillas 97 —Complicaciones: ménos comunes que en los climas tem- plados y fríos 98 —Pronóstico de la tisis en Puerto Rico: degeneración de las razas importadas r 99 —Influencia del alcoholismo 100 —Papel que desempeña el hígado en la sintomatología de la tisis 100 —Degeneración gi’asienta del hígado en la tisis y en la fie- bre amarilla 102 —Influencia de la curación de las úlceras crónicas, de das afecciones cutáneas y de los flujos hemorroidales con ma- yor incremento de la tisis 103 —Incompatibilidad entre la tisis y la fiebre amarilla 105 —Relaciones entre la tisis y los ataques histeriformes y as- máticos . 105 —Influencia favorable de la fístula perineal y adversa de su curación—Fístulas artificiales como medio terapéutico... 106 —Historia de toda una familia dé tuberculosos.—Invasión fá- cil y rápidos progresos en las razas mestizas 107 —Influencia de ciertas profesiones sobre la tisis en las regio- nes tropicales.—Polvos orgánicos é inorgánicosT—Polvos de algodón, café, arroz y maíz...¡ 115 —Manufactura del tabaco.—Pantanos colgantes.—Polvo y vapores narcótico-acres 118 —La equitación puede ser funesta á la tisis 119 —Influjo, á veces nocivo, de la navegación.—Condiciones ventajosas 120 —Tuberculización de los huesos.—Condiciones meteorológi- cas de Mayagüez, Utuado y Naguabo 122 193 Paginas. —Aforismos referentes á la tisis ... 123 Capítulo XXVII.—Del cólera-morbo; curso de la enfermedad y terapéutica 130 —Influencia del terreno pantanoso.... 130 Capítulo XXVIII, — De la fiebre amarilla.—Caractéres y lími- tes de la zona epidémica 135 —Vulnerabilidad délos criollos.—Tratamiento usado en el país 148 Capítulo XXIX.— De la terapéutica general adoptada en la Isla de Puerto Rico (costa Sur).—Tratamiento de las fie- bres y de la fiebTe amarilla en particular, del tétano, del pian, etc 149 Capítulo XXX.—Noticias de Historia natural en relación con la práctica médica:—el guabá, la culebrita ciega, el cien- piés, el carnero, el gongolin y los peces ciguatos 154 Capítulo XXXI.—Cuadro sinóptico de las enfermedades ocur- ridas en los hospitales civiles y militares de Puerto Rico. —Deducciones 160 Capítulo XXXII.—Noticias acerca de las aguas termales de Arroyo 162 Capítulo XXN1I1.—Aguas termales de Quintana .. 163 —Resultado del análisis químico de las aguas de Ponce.... 169 Capítulo XXXIV.—Conclusiones más importantes de esta obra.— Relaciones entre la topografía, las costumbres y las enfermedades de Puerto Rico '.. 170 —Montañas y campos de Puerto Rico 171 —Aguas termales de Coamo 174 —Paralelo entre las afecciones de las glándulas linfáticas en las dos razas 175 —Cuerpos fibrosos del útero.—Ruptura de la arteria pulmo- nar.—Aneurisma disecante 176 —Elefantiásis del escroto: particularidades observadas en Puerto Rico 177 —Pian ó Bubas de los negros y Sífilis de los blancos 178 —Relaciones entre la aclimatación de los africanos y las afec- ciones del esqueleto 179 —De ciertas afecciones de los centros nerviosos 180 —Influencia de las montañas y de los vientos en ciertas epidemias —Fisonomía y curso del cólera 180 —-Límites de la zona epidémica del vómito 182 —Tratamiento del tétano: sus modificaciones especiales en Puerto Rico 184* 194 PAGISAS’ — Diferencias entre la Patología y la Fisiología de la raza de color y las de la raza caucásica 185 Adición.—Aguas de Coamo.—Indicaciones y usos 187 Erratas notables del tomo II 189 • Nómina de los Sres. SuscritorQs que han contribuido á la pu- blicación de esta entrega 190 MEMORIAS 5obre la itfotoria Hlébica o (Quirúrgica LAS REGIONESIMTERTISOPICALES DE AMERICA, [ Islas de Cubil y Pilarlo Rico, Méjico, Santóuias, Guayaua, &.] POR EL Sr. INTRODUCCION.—Fuentes en que lia tomado el autor los datos necesarios para el estudio de la Patología de la isla de Puerto Rico.—Casas hospitalarias por él establecidas.— Enfermedades que más comunmente se observan, y sus condiciones etiológicas 7 Capítulo I.—Relaciones entre la Topografía y la Patología de la isla de Puerto Rico ir» Capítulo II.—Del megaloftalmo, del microftalmo y el anoftalmo en relación con el bocio, las afecciones crónicas y orgánicas del corazón, de las articula- ciones y del útero 2f> — Megaloftalmo—considerado como efecto de la localización del reumatis- mo.—1? Observación de un caso: coincidencia de síntomas cardíacos, cuer- pos fibrosos del útero y esterilidad; ausencia de bocio.—2° Caso de lesio- nes articulares, aneurisma disecante de la aorta torácica, tumor fibroso del útero, sin bocio.—11? Caso de bocio con fenómenos cardíacos, pero sin me- galoftalmo.—Tumor fibrosfi del útero, megaloftalmo incipiente, paralelo en- tre los dos ojos ántes y después del desarrollo de dicho tumor.—Diagnóstico general 2o CONDICIONES DE LA SUSCRICION. Las Memorias sobre la Historia Médica y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el “Ensayo’' relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse,—aparecerán por entregas de cinco pliegos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el acto de recibirlas. Los productos do la suscricion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos poi- cada pliego adicional. Al terminar la impresión del ‘‘Ensaj’o,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) t INDICE. Paos. Capítulo XV.—Afecciones del esqueleto. -Luxación espontánea, progresiva, y definitiva de los artejos en los hombres de color, con ó sin complicación de rodilla forzada 3 Capítulo XVI.—Afecciones congénitas.—Faltas de desarrollo en las extremida des. —Monstruosidades fi Capítulo XVII.—Pjés truncados 1Ó Capítulo XVIII.—Deformidades congénitas y operables en los niños; lesiones de multiplicación—oclusión de las aberturas naturales—falso hermafrodis- mo—extrofia de la vejiga—labios leporinos—tumores venosos—dedos cin- queños y seiseños—oidos deformes y múltiples—de 11 á 32 Capítulo XIX.—De las estrecheces bajo los trópicos, particularmente en Puer- to Rico * 33 CONDICIONES DE LA SUSCRICION. Las Memorias sobre la Historia Médica y Quirúrgica de las regiones intenropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el “Ensayo” relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el últi- mo concurso de la Real Academia con el premio fundado por el Sr. Goyri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco plie- gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los productos de la susericion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos por cada pliego adicional para los que no sean suscritores. Al terminar la impresión del “Ensayo,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores Con esta entrega principia el tomo II de dicha obra. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) INDICE. Pags Capítulo XIX.—De las estrecheces observadas en la mujer.—Observaciones.— Método operatorio.—(Finaliza) 41 —Aforismos sobre la patología general de los partos y las estrecheces conse- cutivas 48 Capítulo XX—Del raquitismo en la gente de color.—Las afecciones que la si- mulan no son sino lesiones de algunas vértebras aisladas 52 Capítulo XXL—Soluciones de continuidad.—Luxación espontánea en ambos codos á consecuencia de ataques epilépticos 58 Capítulo XXII.—Histerismo convulsivo periódico.—Observación 60 Capítulo XXIII.—Errores de nutrición.—Caso de polisarcia en una negra ... 62 Capítulo XXIV—Afecciones traumáticas de los piés.—Quistes sebáceos y pu- rulentos.—Rapidez de la reunión por primera intención en las heridas de los negros.—Inconvenientes para los métodos operatorios. 66 Capítulo XXV.—De la afección calculosa en la Isla de Puerto Rico.—Obser- vaciones ... 70 — Curso de la diátesis calculosa úrica 71 —Noticia de dos casos de niños atacados de cálculos urinarios 72 —Operación de talla practicada con éxito en un anciano, para la extracción de un gran cálculo prostático calcáreo 73 —Estrechez múltiple é insuperable.—Dos cálculos prostáticos.—Ulceraciones- —Operación de la talla.—Hemostasia digital.—Accidentes tifoideos.—Inocu- lación 76 CONDICIONES DE LA SUSCRICION. Las Memorias sobre la Historia. Médica y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el “Ensayo” relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el últi- mo concurso de la Real Academia con el premio fundado por el Sr. Gfoyri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco plie- gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los productos de la suscricion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos por cada pliego adicional para los que no sean suscritores. Al terminar la impresión del “Ensayo,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores Con esta entrega continúa el tomo II de dicha obra. Se admiten suscriciones en el" local de la Academia, calle de Cuba (ex-converito de San Agustín.) INDICE. Paos Capítulo II.—Del megalof'talmo, del microftalmo y el anoftalmo en relación con el bocio, las afecciones crónicas y orgánicas del corazón, délas articula- ciones y del útero.—(Finaliza) 41 —Caso de bocio y placas grasientas de las válvulas y de la aorta, con palpita- . c.iones, pero sin megalof'talmo ¡ 4] —Tumor fibroso del útero extendiéndose hasta la región umbilical; megaloftal- mo incipiente; paralelo entre los dos ojos ántes y después del desarrollo de dicho cuerpo 42 —Diagnóstico general del megaloftalmo 43 —Diagnóstico especial de los tumores fibrosos del útero 44 —Microftalmo:—observación de ojos pequeños y cónicos ligados á la diátesis reumática 44 Anpftalrno:—caso de monstruosidad por parte de las órbitas y de las extremi- dades inferiores 48 — Conclusiones de la Memoria 49 Capítulo III.—Indicaciones y contraindicaciones de la extirpación de los cuer- pos fibrosos del útero en las mujeres de color africanas, y de la ovariotomía en las criollas blancas 61 —§ I.—Cuerpos fibrosos múltiples y pediculizados en una mujer de color afri- cana.—Hemorragias uterinas.—Solicitación apremiante para obtener la ex- tirpación.—Contraindicaciones.—Muerte súbita: ruptura de una arteria; apo- plegía en la cavidad del pericardio.—Autopsia: ruptura de la arteria pulmo- nar en su origen; confirmación de la hemorragia intrapericárdica: aneurisma disecante de la aorta torácica; confirmación de la presencia de cuerpos fibro- sos múltiples pediculizados; existencia de dos placentas, una del pedículo y otra del útero, para alimentar la vascularización del tumor más grande.— Edad de los cuerpos fibrosos del útero.—Del cateterismo prévio del ir te- ro 64, 70, 72, 76 y 79 CONDICIONES 1)E LA SUSCRICION. Las Memorias sobre la Historia Médica y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el “Ensayo" relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado en el último concur- so de la Real .Academia con el premio fundado por el Sr. Goyri y Adot, —aparecerán mensualmente por entregas de cinco pliegos á lomónos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el acto de recibirlas. Los productos de la suscricion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos por cada pliego adicional. Al terminar la impresión del “Ensayo,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) INDICE. Paos Capítulo y contraindicaciones de la extirpación de los cuer- pos fibrosos del útero en las mujeres de color africanas, y de la ovariotomía en las criollas blancas. (Finaliza) 81 —Anatomía patológica déla rodilla en la “pierna gambada” délas personas de color 83 —Caso de ovariotomía, con motivo de un quiste enorme, de once años, multi- locular, puncionado treinta y nueve veces 85 Conclusiones de la Memoria: contraindicaciones para la extracción de los cuer- pos fibrosos, fundadas en los ruidos de soplo aórticos 89 —Indicaciones y contraindicaciones sacadas de la exploración de la cavidad uterina 89 —Signos probables de la edad de los tumores fibrosos uterinos 90 —Sitio de elección para la excisión de dichos cuerpos 90 —Signos de ruptura de la arteria pulmonar 92 — Algunos signos de aneurisma disecante 92 —Aproximaciones entre la artritis crónica de la “pierna gambada,” laangiocar- dítis crónica y la patogenia de los cuerpos fibrosos 94 Capítulo IV.—Paralelo entre el pian ó las bubas de los negros y la sífilis de los blancos 95 —Cuadro de diagnóstico diferencial 100 Capítulo Y.—Erupción de tumores lenticulares y pisiformes. cutáneos y sub- cutáneos, generalizados y confluentes, acompañada de luxaciones de ciertas extremidades 102 Capítulo VI.—Comparación de los infartos ganglionares linfáticos en las dos razas 104 —Cuadro de sinópsis diferencial 105 Capítulo VII.—Investigaciones acerca de la atrofia y de la hipertrofia bajo el punto de vista de la elefautiásis del escroto.—La osqueotomía, sus indicacio- nes, contraindicaciones y consecuencias 106 —Fácies del enfermo en la elefautiásis del escroto 109 ;—Evolución de la elefautiásis de los órganos genitales externos 110 —Paralelo entre el bocio y la elefantiásis 115 —De la elefantiásis glandular 118 CONDICIONES DE LA SUSCRICION. Las Memorias sobre la Historia Médica y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el “Ensayo” relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual lia sido laureado su autor en el últi- mo concurso de la Real Academia con el premio fundado por el Sr. Goyri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco plie- gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta cetitavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los productos de la suscricion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos por cada pliego adicional. Al terminar la impresión del ‘‘Ensayo/’ se publicará la lista de los Sres. Suscritores. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) INDICE. Pags. Capítulo XXV.—De la afección calculosa en la Isla de Puerto Rico.—Obser- vaciones (Finaliza) 81 Capítulo XXVI.—De la Tisis en Puerto Rico 90 —Influencias higiénicas opuestas de la costa y de las alturas 91 —Trasmisibilidad de la tisis por contagio 92 —Trasmisibilidad hereditaria 9G —Frecuencia de la tisis tardía en las Antillas 97 —Complicaciones: ménos comunes que en los climas templados y filos 98 —Pronóstico de la tisis en Puerto Rico: degeneración de las razas importadas. 99 —Influencia del alcoholismo 100 —Papel que desempeña el hígado en la sintomatología de la tisis 100 —Degeneración grasienta del hígado en la tisis y en la liebre amarilla 102 —Influencia de la curación de las úlceras crónicas, de las afecciones cutáneas y de los flujos hemorroidales con mayor incremento de la tisis 103 —Incompatibilidad entre la tisis y la fiebre amarilla • 105 —Relaciones entre la tisis y los ataques histeriformes y asmáticos 105 —Influencia favorable de la fístula perineal y adversa de su curación.—Fístulas artificiales como medio terapéutico 106 —Historia de toda una familia de tuberculosos.—Invasión fácil y rápidos pro- gresos en las razas mestizas 107 —Influencia de ciertas profesiones sobre la tisis en las regiones tropicales. — Polvos orgánicas é inorgánicos.—Polvos de algodón, café, arroz y maiz.. 115 —Manufactura del tabaco.—Pantanos colgantes.—Polvo y vapores narcótico- acres 118 —La equitación puede ser funesta á la tisis 119 —Influjo, á veces nocivo, de la navegación—Condiciones ventajosas 120 CONDICIONES DE LA SUSCRICION. Las Memorias sobre la Historia Médica y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el “Ensayo’' relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el últi- mo concurso dé la Real Academia con el premio fundado por el Sr. Groyri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco plie- gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los productos de la suscricion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos por cada pliego adicional para los que no sean suscritores. Al terminar la impresión del “Ensayo,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores Con esta entrega continúa el tomo II de dicha obra. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) INDICE. Paos. Capítulo VII.—Investigaciones acerca de la atrofia y de la hipertrofia bajo el punto de vista de la elefantiásis.—La osqueotomía, sus indicaciones, con- traindicaciones y consecuencias. (Continúa) 12! —De la elefancía glandular.—Relaciones con el reumatismo, con la pelagra y lasiguatera. 126 —Aproximaciones entre la atrofia y la hipertrofia - 128 — De los vicios de conformación en sus relaciones con la vida intra-uterina. .. 132 —De la curación espontánea de la elefantiásis 140 — Método de la compresión y de las incisiones múltiples: sus ventajas demos- tradas por la analogía Lr>0 —De la osqueotomía sin recidiva - Lr>4 CONDICIONES DE LA SUSCRICION. Las Memorias sobre la Historia Médica y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte-' resantes es el “Ensayo" relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el últi- mo concurso de la Real Academia con el premio fundado por el Sr. Goyri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco plie- gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los pr-oductos de la suscrieion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como ála impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos poi- cada pliego adicional. Al terminar la impresión del “Ensayo,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) INDICE. Pags Capítulo XXVI.—De la Tisis en Puerto Rico.—(Continúa) 121 —Tuberculización de los huesos.—Condiciones meteorológicas de Mayagiiez, Utuado y Naguabo 122 — Aforismos referentes á la tisis 12.’> Capítulo XXVII.—Del cólera-morbo; curso de la enfermedad y terapéutica... 130 —Influencia del terreno pantanoso J30 Capítulo XXVIII.—De la fiebre amarilla.—Caractéres y límites de la zona epidémica 135 —Vulnerabilidad de los criollos.—Tratamiento usado en el país... 148 Capítulo XXIX.—De la terapéutica general adoptada en la Isla de Puerto Rico (costa Sur).—Tratamiento de las fiebres y de la fiebre amarilla en particular. del tétano, del pian etc.. 149 Capítulo XXX.—Noticias de Historia natural en relación con la práctica mé dica:—el guabá, la culebrita ciega, el cien-piés, el carnero, el gongolin y los peces ciguatos 154 Capítulo XXXI.—Cuadro sinóptico de enfermedades ocurridas en los hospita- les civiles y militares de Puerto Rico.—Deducciones IfiO CONDICIONES DE LA SUSCRICION, Las Memorias sobre la Historia Médica y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el ‘‘Ensayo” relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el últi- mo concurso de la Real Academia con el premio fundado por el Sr. Goyri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco plie- gos á lo menos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los productos de la suscricion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos por cada pliego adicional para los que no sean suscritores. Al terminar la impresión del ‘‘Ensayo,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores. Con esta entrega continúa el tomo II de dicha obra, que está pronto á finalizar. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) INDICE. Paos. Capítulo VII.—Investigaciones acerca de la atrofia y de la hipertrofia bajo el punto de vista de la elef’antiásis.—La osqueotomía, sus indicaciones, con- traindicaciones y consecuencias. (Continúa) lfil —De la osqueotomía sin recidiva lfil —Justificación de la recidiva verificada áun después de la destrucción por gan- grena de los colgajos conservados.—Variedad escrofulosa Ifiá —Justificación de dos osqueotomías con recidivas.—Variedades escrofulosa y sifilítica 170 —Diagnóstico diferencial entre la elefancía esencial y la escrofulosa.......... 177 —Curación de la elefantiásis.—De la hemostasia por medio de suturas preven- tivas 180 —Conclusiones déla Memoria ....' 182 Capítulo VIII.—Variedades anatómicas de la elefantiásis y algunas de sus par- ticularidades en Puerto-Rico.—Observaciones 191 CONDICIONES DE LA SUSCRICION Las Memorias sobre la Historia Médica, y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el ‘‘Ensayo’' relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el últi. mo concurso de la Leal Academia con el premio fundado por el Sr- Gí-oyri y Adot,—aparecerán niensualmente por enti’egas de cinco plie- gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los productos de la suscricion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos poi- cada pliego adicional. Al terminar la impresión del ‘‘Ensayo,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) INDICE. Paos Capítulo VIII.—Variedades anatómicas de la elefantiásis y algunas de sus par- ticularidades en Puerto-Rico.—Observaciones. (Continúa) *201 Capítulo IX.—De la elefantiásis en general y comparada en ambos sexos; de las operaciones que reclama,y osqueotomía de un tumor monstruoso en la mujer. 200 Capítulo X.—Investigaciones sóbrela no-recidiva después de la amputación de los tumores elefanciacos 23f» CONDICIONES DE LA SUSCRICION. Las Memorias sobre la Historia. Médica y Quirúrgica, de las regiones intertropicales de América.,—una de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el “Ensayo’' relativo á la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el últi- mo concurso de la Real Academia con el premio fundado por el Sr. (royri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco plie- gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los productos de la suscricion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos por cada pliego adicional. Al terminar la impresión del “Ensayo,” se publicará la lista de los Sres. Suscritores. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-convento de San Agustín.) INDICE. Paos. CapítüÍ.O X—investigaciones sobre la no-recidiva des pues de la ablación de los tumores elefantiásicos. (Finaliza) 241 —Leyes relativas á la recidiva 252 —De la terminación de dichos tumores en relación con la recidiva: método natural, siempre incompl eto, de curación espontánea —Edad de los mismos. 25G —Fusión purulenta de los tumores elefanciacos 257 —De los tumores urinarios fistulosos, á consecuencia de la elefancía 259 —Mecanismo de la reducción de les tumores fistulosos; sus síntomas, y causas délas infiltraciones urinarias 2<>1 —Método operatorio y anatomía patológica de los tumores fistulosos urinarios. 203 — Fórmula del método operatorio 204 •—Casos en que es probable la.recidiva; estudio de ésta y su verdadero valor. 200 —Casos de elefantiásis unilateral, y existencia del hidrocele elefantiásico .. .. 2< 9 — Origen a frigore de la afección, y ausencia en algunas observaciones de la erisipela elefanciaca 270 —Inconvenientes de las operaciones parciales. . . 271 — Diferentes formas diatésicas de la elefantiásis 272 Capítulo XI.—I)e una afección poco conocida, que se está .inclinado á califi- car de Molluscum.— Rareza de ella y descripción sumaria 27 4 — Agolpamiento de hechos y de lesiones 270 —Formas confluentes y discretas .. . 277 Tres grupos en la evolución de estos tumores 278 Influencia diatésica y sitio anatómico 279 CONIHCION'KS D.lfi LA SUSCIUCION. Las Memorias sobre la. Historia Médica y Quirúrgica de las regiones intertropicales de América,—nua de cuyas partes más extensas é inte- resantes es el “Ensayo’' relativo a la isla de Puerto Rico, que ahora empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el últi- mo concursó de la Real Academia con el premio fundado por el Sr. Goyri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco plie- gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el ac- to de recibirlas. Los productos de la susericion se dedicarán á aumentar el número de las entregas ó de Pl¡ cgos en cada una de éstas, así como á la impre- sión de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos poi- cada pliego adicional para los que no sean suscritores. Al terminar la impresión del “Ensayo,” se publicará la lista de los »Sres. Suscritores. Se admiten susericiones en el local de la Academia, calle de Cuba (ex-eonvento de San Agustín.) ADVERTENCIA. La hoja que en la última entrega contic las dedicatorias, debe reemplazar, según deseos del autor, á la que apareció en la o mera. CONDICIONES DE LA SUSCRICION. . Las Memorias sobre la Historia. Médica y Quirúrgica de las rcgú intertropicales de América,—una de cuyas partes más extensas é ii resantes es el “Ensayo’' relativo á la isla de Puerto Rico, que ah¡ empieza á publicarse y por el cual ha sido laureado su autor en el ú mo concurso de la Real Academia con el premio fundado por el Goyri y Adot,—aparecerán mensualmente por entregas de cinco p gos á lo ménos; siendo su precio cincuenta centavos, pagaderos en el to de recibirlas. Los productos de la suscricion so dedicarán á aumentar el nórmí de las entregas ó de pliegos en cada una de éstas, así como á la imp sion de láminas ilustrativas; con un sobreprecio de diez centavos ] cada pliego adicional para los que no sean suscritoros. Al terminar la impresión del “Ensayo,” se publicará la lisia de Sres. Suscritores. Se admiten suscriciones en el local de la Academia, calle de Cu (ex-convento de San Agustín.)