EL ANTI-PI-HLIATROS, ' A LOS SS. PROTOMEDích DE LIMA, D. MIGUEL TAFUR T COMPAÑEROS. . Convenid de Descalzos y Enero 27 de 1826. Muy señores mios.-Acabo de recibir su papel de tres pliegos, tan recien im- preso, que todavía está mojado; El viene firmado por un llamado Jdüliatros, que se ha enmascarado, porque acaso ha temido presentarse en la palestra al descubierto; sin que le haya animado el ejemplo He franqueza; que le di en mis anteriores escritos, para evitar disfraces sobre una materia, qué tiene transcendencias públicas! y que por la escrupulosi- dad moral que encierra, debe tHt'arse sin cautela entre los contefidóresl Pero antes de en- cargarme de su asunto-, es dé toda importancia, que. esta ilustre capital sé instruya de la conducta oficiosa y pacífica que he óbiiervadó con el señor Protomedico, oh Cumplimiento de mis deberes religiosos, y en tésthñomo de mi sincera amistad. Le escribí pitá muy aten- ta carta privada, proponiéndole uíi medió prudente de reconciliarnos, ex bono, el ,ewuo, y me la devolvió secamente sin contestación; después de haberla leido. La carta es la siguiente. Sn Protomedico general Dr. D. Miguel Tajan Descalzos y enero 18 dé 1826. Muy señor mió, y de todo mi respeto; Estimulado del afecto natural que íe.pro- feso, y deseando reconciliar nuestros ánimos; que deben mirarse como dos buenos he' resucito hablar á U. con toda la franqueza de mi carácter, para darle un tesiintohid claro de lá sinceridad de mis intenciones, y de la recta disposición de mi espíritu, en cuan- to á transar nuestras diferencias, que han tomado hasta aquí mucho cuerpo; y aun pueden tomarlo mayor, si no procuramos cortarlas por los únicos medios que dicta la sagacidad y la prudencia. Pero antes de todo, le ruego encarecidamente, que no atribuya este paso, que doy á otro principio, que á la observancia del precepto de la caridad, que me manda dar la capa á quien me quita la • túnica, y comprar la paz propia, y la de mi próximo á eos- t^ de cualquiera sacrificio. No es ciertamente per temor que tenga de quedar confundido en mi causa pendiente. Puedo aseguiar á U. sin jactancia, que hasta la evidencia se, que he de triunfar en ella. La justificación de los magistrados, que la han de juzgar, te in- corruptible, y la fuerza de mi deiccho inexpugnable. Sin embargo, quiero presentar a (J. con anticipación los fundamentos, que lo patrocinan en un breve resumen^ porque en de- talle consumiría muchas páginas. • En primer lugar; que sería muy doloroso verme en la dura necesidad de cali- ficar á la faz de los tribunales el recurso judicial de U. con una censura amarga , pero justa y precisa, por el inevitable empeño, en que estoy constituido, de consultar mi propia defensa. En cada barrio de, esta capital existe un curandero, conocido por iodos les que tienen oíos, quienes parece, que tiefibh pasaporte franco para curar, puesto que nadie se ha metido jamas con ellos. Por el contrario, se trata de proscribir y destellar al Padre Mátraya, que es un-religioso sacerdote, anciano, y no mal reputado, tan solo porque pro- cufa ektehdér piadosamente en ésta benemérita ciudad, el uso del Panquimagcgo, procla- mado Va por todo el orbe del viejo y nuevo continente. Este no es un misterio impene- trable pura mí. ni lo será para nihguñ hombre' sensato. Lo diré sin animo de <fende¿ á U. y sin temor de los hombres. Los curanderos que hay, y siempre ha habido; no perjudican al gremio facultativo, antes bien lo favorecen con los desatientes, qt^e cometen en la administración de la medicina paliativa, aplicándola a ciegas, y por capricho. No su- cede asi con la curativa, preparada por Ja Divina Providencia, cuyos efectos son seguros y probados Va en toda la tierra. He, aquí pues, el cuerpo de la facultad médica puesto en un fuerte conflicto, y por esto ha hecho causa común, y levantado esta tempestad tan es- candalosa. Yo firmemente creo, que el celo de U. habrá sido la causa impulsiva de sus procedimientos contra mi; pero el publico no lo creerá así , y yo deberé decirlo á todo trafico, porqué fes tiña circunstancia muy agravante, y muy conducente á mi vindicación,. Deshiles de tuto; sírvase U. colocar nuestra cuestión en su verdadero p.unto de vista; V desde' allí , Veamosla en todos sús aspectos. ¿El Padre Matrayá es curandero y boticario? líe áqñí él primero. ;Las leyes, las cédulas, ni los cánones han'pehsado jamas eri prohibir , qué sé administre por cualquier hembre ilustrado un remedio generalmente le- comendado nóf tbdas Í?.S ñegiores por donde lia pasado, y que está reputado por. un es- pecifico maestro en todas ellas? He aquí la segunda cuestión. -Para hacer y despachar el. Panquimagogó se. necesita licencia del señor Protomedico? He aquí la última. Daremos aho- ra una ojeada, sobré ' cada una de ellas; porque me reservo para su caso.; discitrrir sobre todas con mas extcheíon y profundidad. i . ■ No es necesario que chin mo? en rspetulaciones metáfisicas y sublimes para deci- dir cíentificámente tí primer punto, pufes con sola la definición lo conseguiiémos victórip- samente. Curandero, segnñ el rigor de la dícéien, es aquel que ministra iñókúntahH'Htc los. remedios, suponiéndoles eficaces para las enfermedades, á que les aplica por su puro arbi- trio, Yo formo • pues' este raciocinio, y valga por todos los demas que .omitiré. Para ser 2 curandero en el sentido natural dé la palabra, es esencialmente preciso, que se suponga por puro antojo la eficacia de un remedio para la enfermedad á que se aplica. Ahora es cons- tante, que yo. no he supuesto la eficacia del Panquimagogo que administro; como es no- torio á U. y á todo el comuu de los hombres. Luego por demostración resulta, que yo no soy curandero, y que U. ha hablado con mucha impropiedad, cuando me ha calificado con un epiteto tan ignominioso. Vamos al otro de boticario. Botica es la oficina, en que se hacen y venden los remedios para la curación de los enfermos; y por consiguiente boticario es, el que las ha- ce, y vende en una oficina pública. ¿En que calle está mi botica? ¿Qué universalidad de medicinas hago yo, fuera del Panquimagogo? ¿El que hace en su casa ó en sus claustros, el agua de colonia, la miel rosada, ó la opiata llamada del Coronel, es por ventura boticario? No puedo ponderar a U. señor Protomedico, la llaga que han formado en mi corazpn semejantes predicados, tan infamatorios á mi - estado, y que U. supo concebir, y producir en público en los transportes de un inconsiderado acaloramiento. Pero todo está perdonado, y no aspiro á mas, que á lograr la paz; por esto continuaré informando á U. de mi de- recho. El segundo cargo que me hace, consiste en acusarme, de que obro contra las le- yes, cédulas y cánones. ;Qué campo tan espacioso se me presenta sobre esta materia! Es muy largo, y no quiero cansar á U. en que lo andemos juntos. Ceñiré mi discurso á unas observaciones muy breves, ó llamémoslas mejor sentencias. Primera; no hay autoridad so- bre la tierra, que pueda prohibir un beneficio publico. Segunda; no se puede desmentir, ni oscurecer un beneficio público, que aunque por su novedad no haya sido de todos Jos tiem- pos, tiene al presente por garantes a todos los paises del globo, y á todos los hombre que lo habitan, á excepción de . los que son reprochables, por causas de propio interés. Tercera; las leyes en un titulo entero de los códigos que las contienen, han protestado que en nin- gún caso, absolutamente hablando, es su ánimo oponerse al bien conocido de un mero par- ticular. Luego por exceso de razón, ménos podrán oponerse al bien conocido público del Panquimagogo. Cuarta; Los decretos canónicos no han entendido jamas prohibir el uso de la medicina á los clérigos y religiosos sino el abuso y torpe lucro de ella. Quinta; el be- neficiado eclesiástico, qñe sepa.medicina, no solo hará una cosa lícita, sino laudable y vir- tuosa, si se dedica á curar á los pobres gratuitamente. Sexta. En todas las épocas de la disciplina de la Iglesia, antes y. después délas constituciones de los Papas Inocencio 3,.° y Honorio 3.° siempre se ha guardado esta práctica con la*cautela, y limitación que llevo dicha. Séptima; en .todos estos mismos tiempos, han ejercido la medicina prelados eminen- tes en santidad y-letras, como lo fueron el beato Fulberto, obispo de Chartres en Francia; el eximio Ivon obispo de allí . mismo. El beato Lanfrañco obispo de Cantorbery 'en Ingla- terra; el sapientísimo monje Rodulfo, que tuvo el primer lugar entre los afamados médi- cos de Salerno en Nápoles. ¿Para que tengo yo que seguir esta nomenclatura, conversan- do con un sabio como V. F . Ya me insta concluir esta carta demasiado larga con la última atingencia que se me hace. Tal es, que. confecciono y vendo, el Panquimagogo, y también lo aplico sin licencia del Protomedicato. Este cargo es indigno de una seria contestación, y ya queda dese- cho con lo que llevo alegado hasta aquí. Yo hago el Panquimagogo para mis hermanos, para los pobres, y para saear sus costos de los pudientes, les cargo su infimo precio, áfin de saldar las deudas que me causa su . elaboración; puesto que yo no tengo hacienda pro- pia por donde adquirirlos. Para esto no necesito licencia de nadie; pues para hacer obras de caridad, y cubrir los créditos que me originan, me basta la que me dá el Evangelio, y la misma ley natural. Por. otro lado me parece uua muy notable injuria, que U. pretenda exécuarme con los charlatanes y curanderos que persiguen las leyes. Está V. muy distante de la verdad. No carezco de principios químicos y anatómicos, y ménos de probidad y temor de Dios. Nada de esto tienen ios curanderos, y así no puedo mirar con indiferencia el que se me haga entrar en parangón con ellos. No es filaucia, sino una indispensable defensa, que de- bo hacer de mi estado sagrado, amancillado, por V. Si fuera contra mi humilde persona, herido en una mexilla, presentarla la otra á mi agresor. Pero siendo cosa que toca á mi profesión y sacerdocio, y que habrá escandalizado al pueblo, no dejaré piedra por mover; escribiré resmas; hablaré en los tribunales; vertiré la última gota de úii sangre, hasta de- jar completamente vindicado mi ministerio. Mi respetable -señor.- ya me contraigo al asunto principal. Ya V. ha visto la fran- queza con que le he hablado, y le vuelvo á repetir, que mas temo mi causa por V. que por mí. Los extremos en que V, se va á poner, ó está puesto, son muy funestos; ó un juicio contradictorio, ó un comparendo seguido precisamente de la esperiencie pública de ambas medicinas, pedida por mí de ante mano,ambos ominosos para su empleo. No hay medio para evadirse de estos dos escollos, ^ues, ¿qué mayor generosidad puede V.-apetecer, que un agraviado, como yo, le tienda ¡a mano para salvarle? Transemos nuestra contienda ami- gable y honorablemente, Tengamos una sesión estrajudicial, y le prometo , que como sea bajo la base de que el Panquimagogo corra libremente (porque en esta parte ' no cedo aun- que me cueste la' vida) en tqdo lo demas, sin ninguna excepción, dispondrá U, en jefe co- mo quiera y le parezca. Se ^ne ofrecen buenos modos, que á nuestra vista le propondré, y que ciertamente no le desagradarán. Mas si en términos opuestos, U. insistiese en se- 3 guir la instancia comenzada, guarde esta carta, porque por ella hemos de principiar nues- tra guerra; para que se instruya el mundo, de que yo he tratado los caminos de pacifica- ción, y he cumplido con las leyes de la- caridad. B. L. M. de U. Su mas atento servidor y capellán-Fr. Juan Matraca. El contesto generoso y desinteresado de esta parta, prueba dos hechos capitales; a saber; el voraz fuego inestinguiblc, que ha dejado inconsideradamente, prender dichó señor en su corazón; y el celo puro y limpio que hierve en el mió por el bien público. Así que uingun hombre de buen sentido tendrá que estrañar los procedimientos, que en lo sucesivo pondré en planta para contenerlo inperterrito, hasta donde alcanzen mis 'débiles fuerzas. Bajo de estos presupuestos, entro ya á contestar el fárrago del señor Philiatfos, (nom- bre griego, que significa amigo de los médicos, pero aquí Atroz mas bien que otra cosa) perdonándole las espresiones injuriosas con que me humilla, en observancia de la Regla que profeso, la cual me tiene mandado, que me desprecie a mi mismo , que es mas que el desprecio de otro. Le perdono todos los denuestos que él llama sales, y disculpa con el dicho de un gentil, que aunque tal, nunca dirigió sus sátiras contra los sacerdotes idolá- tricos: ni sup< jamas que San Pablo ha dicho (1, Cor, 4. 3,J Pro mínimo mi^i est ut a vo- bis judicer. Y en otra parte (Hxbr, 10. 30.) Deus dixit, mihi vindicta ct ego r^tribuam; quia judicabit Dom. populnm suum. Jiorrendum est incidere in mana Dei viventis. Entonces verá el Dr. Philiatros si Marcial lo defiende. Pero esto no puedo estenderlo á Su insultante espre- sion de que he alegado truncado el testo del Evangelio, en que fundé mi comisión pa- ra curar los enfermos. El cita las palabras de San Mateo cap. 10. v. 8, en que J. C. dio á los Aposteles la gracia gratis data de curaciones milagrosas, como lo prueban ellas mis- mas.-Resucitar los muertos y lanzar demonios; y le siguen Jas que él se calla, porque declaran su depravación- lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. Pero en mi testo, que es de San Lucas cap. 10. v. 8. dice así.-En cualquiera ciudad en que entraseis, y os re- cibieren, comed lo que os pusieren (leíante, y curad a los enfermos, que en ella hubiere.-Lue- go yo no he truncado el testo, como me acumula, sino que él no lo ha topado por mesperto. Tres partes contiene todo su argumento. Una científica, otra calumniosa, y otra inútil. La primera trata del Panquimagogo por reflexiones metafísicas ó filosóficas. En esto no me meto, porque no me toca. Este, empeño mas bien le incumbe á Mr. Leroy, á quien cuidaré de remitir todo lo que aquí se ha proclamado contra su pesona y obra por el se- ñor Philiatros; y para que lo conozca, le enviaré una filiación muy exacta de todos sus pelos y señales, á fin de que á buelta de correo le retome en premio un diploma de so- cio benemérito de la famosa acadamia de París. Desde luego lo merece por el largo trabajo que ha impendido en estar revolviendo los librotes de esta biblioteca publica, para dar al cabo de tres meses su Mons parturiens. La presente cuestión no es teórica,. sino práctica; no es de derecho, sino de hecho. Su resolución debe ser el resultado de la esperiencia de sesenta años; la cual siempre es mas segura y va mas lejos que los razonamientos refinados y alambicados, que por lo regulsr, son tan diversos entre los médicos, como sus caras. El señor Philiatroses sistemá- tico, y mas sistemático que otro alguno. Unos mueren y matan con Hipócrates; otros con Galeno; y otros juegan con los dos según está la choya. Cada cual sigue su escuela, como los Nominales tenian y seguían la suya usque ad sanguinem; y el fin del juego ¡viene aparar en que la salud pública queda puesta como en lotería. ' ¿ Qué juicio podrá hacerse de principios tan opuestos, y aun diametralmente con- trarios muchos de ellos? Toda la sustancia de nuestra contienda está reducida á una esfe- ra tan pequeña, que no tendrá dos palmos de extencion. ¿La virtud del Panquimagogo es real y verdadera? He aquí la primera. ¿Al P. Matraya, que no es un sugeto sospechoso, ni absolutamente inepto, anteá bien de buen sentido, y de conocida probidad, podrá tolerársele que lo administre gratuitamente, y bajo las precauciones, que se quieran tomar? He aquí la segunda. ¿ Qué hombre tan insensato ó tan apasionado habrá en el mundo, que no conceda de plano estas dos cuestiones? ¿A que vienen pues contra estos dos únicos propósitos los argumentos inútiles , ó sofismas del señor Philiatros en oposision de los de Mr. Leroi? ¿Cuando en medio de estos choques, que la miserable tazón humana, produce por interes., por capricho, c por orgullo, falta al fren- te la esperiencia que 1a acredite, única maestra de las verdades físicas y medicas ? ; Hay alguna persona tan ciega, que dude todavía de la esperiencia declarada á favor del Panquimagogo? Veamoslo en la segunda parte del papel que estoy contestando, y que le he dado con arta propiedad el epíteto de calumniosa. Al tocar en esta parte, protesto que he necesitado prevenirme con las reflexiones cristianas para contener mi indignación sobre la impavidez, con que mi adversario ha des- figurado los hechos de mis dos listas anteriores, faltando impudentemente á la verdad y buena fe. Estas son armas prohibidas, que nunca toman los hombres de honor entre ma- nos; queriendo Inas bien quedar confundidos, que manchar sus labios con la paentira. El atribuye tantas muertes y desastres al 7Janquimagogo, y á su humilde .propinado^, que me ha colocado casi en la clase de un asesino, digno de un infame suplicio. Pero 'se engaña altamente, porquejestoy tan penetrado de sus efectos curativos, por mi» repetidas y constan* 4 tes .esneriencias, que antes de sejar un punto de mi caridad del próximo , sufriré gustoso el martirio, que Arrostraron valerosamente los Macháceos por la -dé Dios. Qigasv la i-elación falsa que hace el Dr. /'hiliatrqs en Ida transportes de su fo- gosa pasión- Asegura, que-no admití todos los que me entregaban hospital de Sta'. Ana, & de- estos uno erlt hidrópico-Yo no vi no solo los enfermos, pero ni el hospital hasta entregárseme los $ue me hábiari señalado, que constan del recetario* De los cuales, salidos á la convalecencia los que refiere la nota de su ge'fe, me pusieron en iu túgar otros dos, que no ¿mise admitir-, poique yo no me había comprometido a ser medico dé dotación, sino á cur/ír lo§„ que al principio me señalaron; délos cuales ninguno pereció mientras yo los di- tiH. Si en el de S. Juan de Dios se lian empeorado los enfermos qué cñáy ellos mismos tienen la culpan porque, viendo que no se querían sujetar á mis disposiciones, me retiré, y á ninguno .de jos que nombra administré, , Bajo el,titulo de Asma dice lo siguiente-Don Ignacio Bcñbontin se agravó con el Panqúi^agogo^ Poxd desmentir su atrevida aserción, lease la esqüélq ñüm; 1, que me ha pasado. su esposa Doña Martina Ayllon. En seguida reprueba haber yo llamado La- zarinos los enfermos que puse bajo de este titulo, y quiere que se digan sarnosos. Aoco importa el nombre de su mal á los enfermos, pero les interesa infinito su sanidad^ Mas siento que entre todos los médicos de Lima no hayan podido aliviar al R. P. M; .Aragón en ocho anos continuos de su escabie, llámese como se quiera, lo ha aliviado muchísimo-, y en breve lo sanará eL^anquimagogo; y lo mismo sucederá á los demas de su clase$ Vease el nüm. 2. Bajo' el titulo de Lamparones , dice , que las esclavas de las señoras L'oyold ij Cala- vera están, lo mismo que estaban. La esquela nüm. 3 de la primera señora-, demuestra la falsedad de bu aserto. Y. la.segunda me aseguró ocho dias ha, que la llamada Matianaes- taba yp. en disposición desvolver á su trabajo de la. hacienda; y que la llaniadá María San- ■ tos estaba tan aliviada, que registrada y pulsada por el Dr. Valdés, le había asegurado es- tar ya sin táientbia, y su pescuezo (que en poder del dicho profesor sé había vuelto un abispero de ulceras, desde el mes de mayo en que empezó á curarla, hasta el '2Í de di- ciembre, én qne comenzó á tomar el Ranquimagogo) se había mejorado tanto en eéte cor- to intervalo, que el-referido médico le pidió albricias, creyendo que la mejoría era efecto dé los 'tópicos y tizonas que le había recetado. ¿Se podrá decir con verdad que estas tres enfermas eftan lo. mismo que estriban! Asi lo asegura el señor Philí atros. Bajo el titulo de males de ojos, se toma la licencia de afirmar que-A D, Andrés ' Fslabti se le dió el Panqnimagogo cuando estaba cas? bueno. Pero el mismb paciente asegura lo contrarío .en su esquela .nüm. 4. Sigue diciendo: Doña Francisco Zamora, lia del M. R. P. Provincial de la. Merced,., murió por haber tomado el Panqnimagogo; y lo hubiera bebido también ^por orden del padre Matraija una joven ele la misma casa, tísica y hética con^umdda^ si.no lo hubiese impedido la junta de médicos. Esta junta se celebró mas de ün mes después de qíie el padre Máirayá se negó á- ministrárselo en la Magdalena , como lo' asegura el mismo R. /Velado en su esquela nüm. ,5. En seguida dice asi:-D. N. Cqmcbba, aunque paralitico de un. brazo, caminaba por las calles, tomó el Panqnimagogo, y murió prontamente^ Sin embargo de esta audaz aseveración la esquela- núm. 6 patentiza la calumnia. Lo que mucho mas admira es, que un médico se avance á asegurar-N. Mortero, murió en la segunda casa nueva, pasada la iglesia de Nazarenas, de un colera-morbo, excitado por el Panquima- gogo. Luego, ignora que este es un .poderoso Colagogo. Para. que lo aprenda, no necesita mas que acercarse, á un enfermo en el dia que haya tomado esta purga, y Verá que sus evacuaciones altas y bajas son amarillas, verde.?, oscuras ó negras; esto es, todas coléricas. Luego ó el tal Montero no tomó el Ranquimagogo, ó no murió de este mal. Pobrecito ¡y que ciego lo tiene su. pasión! En vísta .de esto. ¿Qué piensa el publico de este estelioñato, en que hemos pillado al Dr. Philiatros? Que ,,Mentita est iniquita^ sibi.-Los hechos claros, que propuse en las dos mencionadas listas, han quedado mas l atineados y confirmados con la humillante ver- güenza, que ha tenido que padecer el. injusto impugnador de ellos. Si á ésto añadimos los infinitos que no he publicado, y los sucedidos de un cabo á otro de ambos hemisferio-', que preconiza la fama, y andan como en proverbio en boca de todas gentes , concluiremos de todos juntos, que la virtud del Panquimagogo es real y efectiva, á pesar de las bellas teorías de sus antagonistas.. Abramos los ojos* y no nos -dejemos engañar. Contra lúa he- chos- no hay argumentos. La cascarilla es febrífuga, porque lo es, y nada mas. El ' Mer- curio es antigalipo, porque lo es, y no por otra razón. Los remedios , todos sabemos que obratq tan solo porque obran; sin. que el facultativo mas lince haya alcanzado jamas los ar-¡ canos de sus virtudes intrínsecas y originales. ¿7'ues de donde Ies viene éste rencor tan furioso que ostentan contra el Panquimagogo, que no conocen níJian experimentado? La ultima parte, de su discurso he dicho antes, que es inútil; perqué siendo el plei- to contra mi sobre el Panquimagogo, que confecciono y administro por mis piopias manos, ¿porqué me viene acusando de los estragos, que supone ha hecho administrado por otras age- nas? ¿Qué tengo yo que hacer con las culpas y desaciertos que cometen otros? El señor Protomedico deberá responder por ellas, con el inexorable entredicho que le puso sin cono- cimiento de causa,. y por qu puro arbitrio. ó . Pero de un solo golpe voy a dar en tierra con toda esta estupenda estatua, que han fabricado loé señores Médicos con la cabeza de oro, y. Ies pies de barro, como la de Nabucó. Así' como vuñ combate ' singular de dos generales rivales há ahorrado en los 5 tiempos antiguos muchas guerras; del mismo modo la rendición del Callao nos ofrece un campo singular de batalla, donde podemos terminar nuestras querellas en un breve perio- do de dias. Vamos al hospital de Bellavista, que encierra cerca de mil enfermos, y par- támoslos por suerte. VV. todos se encargarán de la porción que les toque, y los curarán, como Dios los ayude; y yo a la mia, curándola solo con el Panquimagogo, y veremos su resultado. Si VV. en el término de 40 dias curasen mas número de enfermos que yo, desde ahora me. someto á la pena de estrañamierito de la República; y cuidado que sé cum- plir mi palabra, y caminal' centenares de leguas á pie. Pero si por el contrario, me ayu- dase la Divina Providencia, según lo espero, una vez que defiendo la buena causa del Pue- blo, y yo sanase mas enfermos que VV. (soy generoso) no les doy mas pena, que la de un perpetuo silencio. No busquen VV.'resquicio,para evadirse de este cartel de desafio,por- que no dejaré piedra por mover, hasta lograr que se verifique uno de los dos extremos. Dios guarde á UU.-Fr. Juan Matraya. DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS. Núm. 1. R. P. Matraya. Casa y Enero 26 de 1826.-Muy señor mío: escandalizada sobre manera, por haber visto en un papel público, que mi marido Don Ignacio Balbontin se agravó, con el Panquimagogo, estimulada de mi conciencia, aseguro á V. P. ser esta una calumnia; puesto que desde que lo toma se ha serenado mi temor de que á cada momen- to se me quedase entre los brazos, en los cuasi continuos acometimientos de una mortal fatiga, y ahogos intolerables; sino que desde el feliz dia en que.empezó á tomar este celestial remedio, se ha librado absolutamente, de ella; se ha deshinchado del todo, duerme bien, dencansa totalmente tendido, y va caminando á grandes pasos á la sanidad. Todo lo cuál participa á V. P. para su satisfacción esta su agradecida servido- ra que S. M. B.<-Martina Ayllon. Núm. 2. R. P. Matraya.-Muy señor mió: en satisfacción de su apreciable con fecha de ayer, tengo el gusto y complacencia de contestarle, que la criada mi esclava Mauricia que ha sido asistida de la lepra por varios facultativos, y en particular por el Dr. Villalobos, no tuvo ninguna mejoría, hasta que habiéndosele administrado el Panquimagogo, ha tenido mucha mejoría. Es todo cuanto tiene que decir á V. P. esta su atenta servidora que S. M. B.-Maña Josefa de la Fuente. Núm. 3. R. P. Matraya.-Muy señor mió: contesto gustosameñte á la petición de V, P, que me hace en su esquela de ayer, á fin de que le informe sobre el estado actual de mi esclava, ilfaria de los Santos, acosada de lamparones, por espacio de tres y mas años, de que no pudieron curarla los facultativos Dr, Valdés, Dr. Rámoncito, Dr. Pompeyo; Dr. Castañeta, y Dr. Reynoso; y desde que se le ha. administrado el Panquimagogo ha sa- nado perfectamente, de la cual recibo completos servicios. Es todo lo que puede decir á v,p, esta su atenta servidora que B. S. M.-Maña Antonia Loyola. Núm. 4. M. R. P. Fr. Juan JZatraya.-J/uy señor mió: contestando á su favorecida de ayer, en que me ruega le diga ingenuamente el estado de mi enfermedad de ojos, cuando V, P; rite hizo la caridad de administrarme el Z'anquimágógo, debo decirle, que la inu- tilidad ó tardanza de los remedios que se me administraron hasta entonces, me hizo re- currir á este remedio, de cuya administración .he recibido tanta mejoría, que pude asis- tir a mi oficina; pero de esto mismo me ha resultado algún atrazo, que estoy reparando con el mismo remedio. Es chanto puede decir á U. su alentó servidor Q, B. S, Af-Andrés de Estaba. Núm, 5, P. M. Fr. Juan Matraya.-JZuy señor mió: recibí su. aprecíable en que me re- conviene por echarle la culpa. de la muerte de mi tia; lo que me es muy estraño, pues públicamente he dicho lo contrario, y es que fúé U. á la Magdalena y le administró á mi tia una cucharada del Fbmi-purga, que en ese dia se mejoró, pero que como estaba gravemente mala; murió á los pocos dias; y según entiendo, por consunción. En orden á la joven que crió mi señora madre, y murió también, he dicho que dos veces fue U. a la Magdalena a verla, y no lá encentro capaz de administrárselo. y me dijo que la habían dejado postrar sobremanera, que tomase leche de burra á pasto, y entonada que fuese, se lo daría. Esto es lo que he dicho, y repito á U, y tenga la bondac^ de creer, que yo no soy capaz de injustamente desconceptuarlo, levantándole un crimen, pues soy su apasionado servidor y capellán Q. S. M. B.-Fr. Francisco Bustamante. 6 Núm, 6. R. P. F. Juan Matraya.-j/uy señor mió .• contestando á V. P. su favorecida de fecha de ayer, en que me pide le diga el efecto que produjo en la salud de mí di- funto marido, D. Benito Ambrosio Canicoba, el remedio del Panquimagogo, debo decirle, que habiéndolo tomado dos veces solamente, con buen efecto, no quiso seguir, como V. P. lo había mandado, de cuyo precepto nó hizo caso por estar demente; y de cuya resulta V. P. no volvió á visitarlo; y eh este intervalo vino el médico Tafur , bajo cuya cura- ción murió. Es cuanto se ofrece contestará esta su afecta y atenta servidora Q. B. S. M.- Martina Orcasitas. ADVERTENCIA, El padre Matraya, contestando á la nota, dice: que cuando el Dr. Philiatros quie- ra saber con certeza la suerte que ha corrido en París, en juicio contencioso el Panqui- magogo, acerqúese a su celda, y le mostrará de letra de molde, y no por relaciones, el mas humillante catástrofe que ha sufrido allá la Medicina Paliativa. Por vía de adición, le pondré á la vista en resúmen lo que he dicho en mis tres papeles. Que por ellos consta claramente, que Philiatros es un atroz procaz, que insulta impíamente al padre Matraya, calumniándole de inobediente á su prelado; de infractor de los cánones y leyes; de médico, de curandero, y boticario intruso; que ha comprado en el martillo el Panquimagogo á bajo precio, cuando seis meses antes lo había confeccionado por sus propias manos &c. &c. ; pero el padie Matraya le ha probado concluyentemente todo lo contrario. También ha manifestado que 7Jhiliatros con todos los suyos, impugnan el Pan- quimagogo á topetones, sin conocerlo, y sin quererlo conocer, por pura pasión; y no por razón; por los siguientes motivos. Primero; porque dicen no ser remedio universal para todas las enfermedades posibles de los hombres.- Transeat. Segundo; porque no ha sana- do á todos los enfermos que constan de mis listas, y muchísimos mas; Negó. Tercero; por- que mata; Distinguo. La centésima parte que los médicos; Concedo; tanto como ellos; Ne- gó. ^aplicaré el sentido de mi distinción. Philiatros en su te de erratas á mis dos listas, en las páginas 8, 9 y 10, después de un prolijo examen, detalla solamente once muertes, que atribuye al Panquimagogo no administrado por mí; las que, concedidasle gratuitamente, deben prorratearse entre mas de docientos enfermos, sanados completamente con este remedio, en el año pasado de i 825; todos, ó los mas de ellos desandados por los médicos ; en cuyas circunstancias no hay ley ni puede haberla que prohíba á nadie su curación; de los cuales cinco y medio por ciento hart ido al 7'anteon; cuyo administrador, y todos lós curas de la ciudad tendrían, mas justa razón, que los médicos para perseguirme; porque en efecto fes he quitado los emolumentos, que les hubieran contribuido los restantes ciento y ochenta y nueve, que no han ido allá, sin embargo del fallo de los facultativos, que ha impedido el .Panquimagogo. A mas de esto? si comparamos los que eterniza, y nunca cura bien la medicina paliativa, con los que radicalmente sana la curativa, encontraremos la diferencia de un noventa por ciento. Da lugar á este cálculo la invectiva de Philiatros, con que muestra haberse escan- dalizado, por haber yo llamado aguda la enfermedad de lamparones de una niñita de 11 años, que curé en pocos dias, y apunté en mi primera exposición; que con mucha razón la llamé tal, porque así debe llamarse toda enfermedad, que se cura en menos tiempo de cuarenta días. Mas como él, y los suyos jamas hayan visto curarse lamparones, sillo des- pués de años enteros, y de claveteados los pescuezos de ¡os infelices pacientes, le ha co- gido tan de nuevo mi expresión, qué la satiriza, en lugar de humillarse, y confesar de plano, que la medicina curativa es y debe tenerse por la maestra de la paliativa; y á su pro- mulgador Mr. Leroí, por maestro de los que se atreven á combatirle. Finalmente reprue- ba el Dr. Philiatros el uso del Panquimagogo, sea bueno ó malo, sin hacer analísi s quími- co de él, como debía pedirlo, para proceder racionalmente y quiere que se destierre con su pfopinador, porque desacredita á los médicos, dejando sin efecto la sentencia de Sa- lomón. -- Honra al medico por la necesidad-y les quítala mamaba; Concedo libenter; por- qué el Apóstol S. Judas dice:-'Estos blasfeman de todas lás c a seis que no saben; y se per- vierten como bestias irracionales en aquellas que saben. P. D. Si lo contestado á su carta no satisfaciese al señor Philiatros, podrá avi- sar al que responde, á quien queda un almacén de armas, que no ha querido estrenar; y con cuya publicación, conocerá el mundo la presunción infundada de este doctor, pues te- niendo sobrado motivo para callar, aun en lo que mira á la administración de la medici- na paliativa, se atreve á reprobar la curativa, que su conciencia le dicta ser mas acertada. P. S.-Dispongase el Dr. Philiatros á recibir Ha visita de 1). Ignacio Balbontin; pues mañana va á almorzar con él. Gracias al Panquimagogo.--Vale. LIMA, 182$:-IMPRENTA DE LA LIBERTAD, Calle del Pozuelo de Santo Do'míngo, por M. Taoíb.