CURSO ELEMENTAL DE HIJIENE POR M. TESSEÍiEAU, t I > OBRA PREMIADA POR LA ACADEMIA DE MEDICINA DE PARIS. La salud es la felicidad del cuerpo. Tales. VALPARAISO: IMPRENTA DEL MERCURIO DE TORNERO Y LETELIER. 1872. EL TRADUCTOR. La publicación de esta obrita tiende a llenar un vacio que existe entre los libros que sirven de testo de lectura en nuestras escuelas. Se ha preferido la traducción de la justamente apreciada del doctor Tessereau, porque siempre parecerá mejor la versión de un buen libro conocido que un orijinal de bondades dudosas. Pocas alteraciones se han hecho en él, lo cual podrá mirarse, sobre todo por los médicos, como una falta de adaptación y aplicación al pais; mas si se considera que este libro solo contiene las principios de la hijiene que, como los de los demas ciencias, son idénticos en todas par- tes; que el conocimiento de los principios debe preceder a su aplicación y que el em- peño de adaptación ha sido entre nosotros el enemigo constante de este jénero de pu- blicaciones, se juzgará que tal falta es insig- nificante. Ahora se podria espresar un deseo: el de Aer jeneralizada la enseñanza de la Hijiene 4 en todas las escuelas y colejios de la'l pú- blica. Hubo un tiempo en que solo los prin- cipios de Economía Política se enseñaban en el Instituto Nacional, y exiguos como eran, manifestaron a los que después lian llegado a ser hombres de estado, la importancia de tal ciencia y los prepararon para estudios mas serios y para aplicaciones que se han traducido mas tarde en una administración económica que sin duda alguna constituye uno de los timbres mas positivos de nues- tro progreso. ¿Por qué no habría razón para esperar que la enseñanza de los rudimentos de la Hijiene produjera efectos análogos? El adelanto del pais no tiene menos que aguar- dar de la Hijiene que de la Economía, con la cual, sea dicho de paso, muchas y mui im- portantes relaciones la ligan; ademas, tiene conexión con cuestiones de vital importan- cia y trascendencia, como las de epidemias, de endemias, de mortalidad en j eneral y mortalidad de párvulos en especial, los con- sejos de Hijiene pública y de salubridad, etc. La Hijiene es el mejor ausiliar de la Mo- ral, cuya enseñanza está universalmente es- parcida entre nosotros. Donde la moral, re- montándose al destino del hombre sobre la tierra, aconseja el trabajo, la Hijiene prueba que es necesario para la perfecta regulari- 5 dad del organismo y da la medida hasta donde se puede prolongar sin detrimento de las fuerzas sustentadoras de la vida; don- de la moral enseña la templanza, la Hijiene demuestra que es indispensable para el per- fecto equilibrio de la economia humana; don- de la moral establece o sienta un precepto, la Hijiene patentiza la cadena de males que siguen a su trasgresion: es, pues, la confir- mación práctica de las doctrinas que aquella inculca. Por otra parte, las condiciones materiales de la vida, dice un sabio profesor de Hijie- ne, ejercen sobre las disposiciones morales del hombre tan eviden* y tan directa in- fluencia, que los esfuerzos de una sociedad bien constituida deben encaminarse siempre a mejorar el estado físico del mayor número de sus miembros. La Hijiene está, pues, llamada a modi- ficar ventajosamente la manera de vivir de nuestro pueblo y a aconsejar aun en mil asuntos a nuestros hombres de estado, asi como en tiempos antiguos inspiró a los le- jislaclores. Pero donde su acción es urjentórnente necesaria, y benéfica su influencia, es entre la j ente que vive del empleo de sus fuerzas físicas; por lo cual mui laudable es el em- peño con que la Union de Artesanos de San- tiago, que sigue los pasos de la Asociación Politécnica de París para la cual fue escrito este curso, ha establecido una clase de esta ciencia, entre las que rejen tan jóvenes y en- tusiastas profesores. Pronto llegaría la prác- tica de los preceptos de la Hijiene a ser un hecho en toda la república si en todas las ciudades se establecieran asociaciones como la Union de Santiago, cuyo objeto es el ahorro y el socorro mutuo de los socios teniendo en vista favorecer su instrucción, moralidad y bienestar (1). 6 Santiago, diciembre 20 de 1866. (1). Artículo 2.° de los Estatutos. ADVERTENCIA DE LA EDICION EIRAJSrCES^L. Publicamos la segunda edición del Curso de h%~ jiene del doctor Tessereau. Este libro es el resúmen de las lecciones dadas por el autor a los numero- sos alumnos que siguen los cursos, de dia en dia mas apreciados, de la Asociación politécnica. Los consejos dados en este libro son tan prácti- cos i tan claramente espuestos, que convienen a todos, puesto que todos tienen necesidad de cono- cer i de seguir las reglas de la hijiene. El señor ministro de instrucción pública ha juzgado este libro digno de ser clasificado entre las obras destinadas a servir de premios en las grandes instituciones escolares i a ser ademas co- 8 locado en las bibliotecas municipales: justa recom- pensa del trabajo concienzudo que en 1854 mere- ció el premio de hijiene en la Academia imperial de medicina. Estractamos del sabio informe de la comisión las siguientes conclusiones:—«La memoria número 13, obra del señor Tessereau, es un libro escolen- te, agradable, acabado, sencillo sin trivialidades, lleno de hechos interesantes, de ejemplos bien ele- jidos, de comparaciones injeniosas. La comisión no duda, pues, como no ha dudado un instante, en colocarlo a la cabeza de aquellos cuyos autores debeis de recompensar.» INTRODUCCION. La. Asociación politécnica lia sido fundada por un gran número de alumnos de la escuela politécnica que se han consagrado a la misión de ensenar gratuitamente a los obreros de Paris los elementos de las ciencias necesarias a su instrucción profesio- nal; tales como la Gramática, la Aritmética, el Al- jebra, la Jcome tria, la Química, la Física, la Mecá- nica, la Jeograjia, la Contabilidad, la Ilijiene, el Canto, el Dibujo, etc. Los alumnos que siguen los cursos de la Aso- ciación no son niños conducidos a la escuela por sus padres, ni que van a ella por temor del castigo: son obreros que se ocupan todo el dia en trabajos penosos i que después de la cotidiana tarea, van todos las noches i de todos los barrios de Paris a consagrar al estudio los instantes que otros dan a los placeres i algunos a la disipación. El amor a 10 la instrucción atrae a esos hombres a nuestro» bancos, lo mismo que el sacrificio por el bienestar de los obreros obliga a los profesores a dar de ma- no a serias ocupaciones para venir a darles gratui- ta i fructuosa instrucción. Encargado desde 1842 del curso de hijiene, he tratado de presentar esta ciencia bajo el aspecto mas fácil de comprender; i como no acepté esta misión sino con el objeto de ser verdaderamente útil, he tenido que estudiar cuidadosamente a mi auditorio, mezclarme en él, saber lo que apreciaba i lo que buscaba en nuestras lecciones. Solo asi comprendí que el pueblo inteligente i estudioso que sigue los cursos públicos i que gusta de la lectura de las obras que le están destinadas, no se contenta con simples afirmaciones como éstas: «Debeis renovar con frecuencia el aire de vues- tras habitaciones.» O bien: «El aseo es necesario a la salud.» Quiere él que se le qué el aire confina- do es mal sano; por qué el desaseo causa enferme- dades; i cuando se le ha esplicado, satisfecho de 11 poder él mismo darse cuenta de ello, queda mas dispuesto i mas deseoso de seguir los preceptos de la ciencia que se le enseña, cuya utilidad e impor- tancia comprende; i puedo añadir aun, que las reglas de esta ciencia quedan mucho mejor graba- das en su espíritu. Después de haberme convencido de esta verdad, he juzgado conveniente basar la enseñanza de la hijiene sobre el conocimiento de las principales funciones de la vida; entonces he preguntada a mis alumnos: — ¿"Respiráis?—¿Por qué respiráis?— Qué respiráis?—De lo cual fluye naturalmente estudio de las funciones de la respiración, i por consiguiente, el estudio hijiénico del aire atmosfé- rico. Recorriendo de esta manera las principales funciones, he podido notar que mis alumnos me comprendían mejor i tomaban mayor interes por mis lecciones de hijiene. De este modo de proceder ha resultado que he tenido que hacer algunas es- piraciones científicas, pero he procurado que fue- ran lo menos posible, i claras i sencillas. Como tiene la hijiene numerosos puntos de con- tacto con muchas ciencias, entre otras con la moral, 12 muchas veces he sacado partido de ellas para hacer llegar a mi auditorio alguna benéfica i útil ver- dad. Finalmente, en estas lecciones enteramente pa- ternales i benévolas, he procurado desde veinte aílos atras, i aun procuro cada día, demostrar a los obreros jóvenes que en el trabajo intelectual se encuentran goces i satisfacciones que en vano buscarían en otra parte. CONSIDERACIONES JENERALES. Objeto i utilidad de la hijiene.—Comparación entre el habitante del campo i el de las ciudades.—De la salud.—Del poco cuidado que se presta a su conservación.—Los preceptos de la liijieDe son sencillos i de fácil observancia. La medicina considerada en su conjunto com- prende el estudio de muchas ciencias. Unas le suministran sus luces i la hacen marchar conti- nuamente hacia nuevos progresos i nuevas mejo- ras; son de este número la Física, la Química i la Historia Natural: otras, tales como la Anatomía, la Fisiolojia, la Fatolojia i la Terapéutica, tienen por objeto el conocimiento del hombre sano i el del hombre enfermo. Los que deban permanecer eslraños al arte de curar es necesario que abandonen completamente el estudio del hombre enfermo a las meditaciones del médico consagrado desde temprano a la grave i difícil misión de aliviar las dolencias de la hu- manidad: este estudio no solamente le seria inútil sino también perjudicial; porque, señores, los co- nocimientos incompletos en un arte del cual de- pende la vida de nuestros semejantes pueden ocasionar funestos errores; i ademas, es necesario gran valor i mucha serenidad para contemplar el cuadro verdaderamente espantoso de las enferme- dad es tan variadas como terribles que aflijen a la especie humana. No es lo mismo el estudio de las ciencias que tratan del hombre sano. Un sábio, un hombre de mundo, puede tener deseos de aprender la Anatomía, es decir, la estructura de nuestro cuer- po; puede desear saber cómo i por qué se efectúan la respiración, la circulación de la sangre, la di- jestion i las otras funciones del cuerpo hermano, lo cual constituyela Fisiolojia. De esta manera al mismo tiempo que ha satisfecho una curiosidad que está lejos de ser vituperable, ha adquirido nueva instrucción. Asi, pues, encontramos en la medicina ramos que el hombre ajeno al arte de curar no debe de estudiar, i otros qne puede aprender con ventaja. Eutre éstos hai uno que todavía no os he nombra- do, que no solamente ofrece el atractivo de la sa- tisfacción i de la curiosidad, sino también un ver- dadero interes unido a la mayor utilidad. Esta ciencia, señores, es la HLTIENE. Encargado de hacer un curso de hijiene, es necesario que os haga comprender primeramente lo que es esta ciencia, que muchos de vosotros tal vez no habéis oido nombrar i cuyo conocimien- to, sin embargo, es útilísimo a todos los hombres i en particular a los que viven de su trabajo. ¿1 qué es la HIJIENE?—La hijiene es una ciencia, que nos da a conocer cuáles son las verdaderas necesida- des del hombre i cómo debe satisfacerlas para la con- servación de su salud, en otros términos, es el arle de conservar la salud. ¿Comprendéis ya, sefior.es, la utilidad que tiene para el hombre en jen eral el estadio de una cien- cia que le enseña a regular sus necesidades i la 15 manera de preservarse de las enfermedades cuya curación tanto le cuesta después? Tan necesario es esparcir en cuanto sea posible las reglas de hijiene, que nos asombramos de que en un siglo en que tanto se ocupa de la educación que se debe dar a la juventud, no se haya pensado aun en establecer cátedras .de hijiene en todos los colejios, a fin de habituar a los niños desde tem- prano a evitar las causas tan diversas como mul- tiplicadas de las enfermedades i a conocer lo que puede impedir su mayor desarrollo. ¡Cuántos hombres, en verdad, si estuviesen penetrados de las nociones mas sencillas, de las reglas mas natu- rales de la hijiene no perecerían víctimas de la ignorancia! La nación, empero, tiene grande inte- res en que los jóvenes no contraigan desde tem- prano aquellas enfermedades que, arrebatándolos por una muerte prematura o dejándolos valetudi- narios, les impedirían llenar sus deberes para con la patria. No me canso de repetirlo: una cátedra de hi- jiene debe'crearse en las grandes instituciones, principalmente en las escuelas donde el pueblo envía sus hijos; porque a esos niños, cuando sean hombres, les serán candados los trabajos manua- les, esos trabajos tan útiles al pais, i es necesario que se crien fuertes i robustos para el estado i para ellos mismos. Permitidme probaros con un ejemplo la impor- tancia de las reglas de la hijiene. Comparad, se- ñores, un joven de veinte años, habitante de una gran ciudad, Paris, por ejemplo, con un hombre de la misma edad que haya sido criado en el campo. Ved qué pequeño, qué flaco i qué pálido es el primero, i por el contrario, cuán grande, fuer- 16 te i sonrosado el segundo. ¿De dónde dimana esta diferencia? ¿Proviene acaso de que el habitante del campo trabaja menos que el habitante de las ciudades? Se levanta en verano i en invierno an- tes que el sol, para entregarse a las pesadas i pe- nosas labores de la tierra. ¿Está acaso mejor ali- mentado? Nó, come sopa, pan negro, legumbres, queso, i bebe mas ordinariamente agua para hacer la dijestion de tan sencilla comida. Si él es mas fuerte que vosotros, si está menos veces enfermo, es porque él no está como vosotros sujeto a todas las perniciosas influencias que rei- nan en las grandes ciudades; porque él respira siempre un aire rico i puro, mientras que vuestro pecho se dilata para recibir un aire pobre, altera- do i cargado de emanaciones malsanas, i porque todos sus trabajos, que se hacen a todo aire, desa- rrollan su cuerpo i le dan fuerza, mientras que los vuestros, ejecutados en cuartos estrechos o en talleres repletos i mal ventilados, os fatigan i enervan. Su alimento es sencillo, pero natural, mientras que el vuestro está con frecuencia com- puesto de sustancias de mala calidad. Bebe agua pura de la fuente; vosotros, al contrario, os enve- nenáis lentamente con un líquido que tiene color de vino, pero que no es vino; i cuando por la no- che el habitante de los campos vuelve a su cabaña contento de su jornal, hace su última comida i va tranquilo a entregarse al reposo. ¿Qué hace enton- ces el obrero de las grandes ciudades? Saliendo del taller muchos, i principalmente los mas jóvenes, corren a tomar asiento en una sala de espectáculos. Después de haber respirado durante cinco horas un aire alterado i corrompido, después de haberse hartado de las mas vivas emociones, se apresura 17 a volver a su lecho, pero allí es perseguido por las escenas dramáticas con que acaba de fatigar su joven imajinacion, i, cuando quebrantado por tan- tas fatigas, vaya el sueño a pesar soore sus párpa- dos, ya el hombre del campo, descansado del tra- bajo de la víspera, so habrá dulcemente despertado por la vuelta de la aurora, i como de costumbre, habrá tornado al campo que cultiva para alimen- tarnos a todos. ¿Comprendéis ahora, señores, por qué uno es pálido i débil i por qué el otro es fuerte i robusto? El obrero de las grandes ciudades está, pues, co- locado naturalmente bajo condiciones hijiénicas peores que el obrero de los campos: aquellas ne- cesidades mas indispensables a la vida son incom- pletamente satisfechas, i ademas, ignorando los preceptos mas sencillos i mas saludables de la hi- jiene, contribuye por sus actos cotidianos a alterar su salud i a comprometer su existencia. ¿Qué hacer para ob> iar estos inconvenientes? ¿Acasocerrarlos talleres i enviar a los obreros al campo? Las ma- nufacturas, las imprentas, etc., son de absoluta necesidad en la vida actual para que se pudiera pensar en suprimirlas por motivos hijíénicos. Hai situaciones en la vida a las cuales es nece- sario ceder. No se puede impedir que el sabio i el matemático pasen toda la noche sin resolver un problema; que el militar se esponga en el campo de batalla; que el médico se levante de noche cuando se le busca para enfermos en peligro, etc. Ilai en las sociedades humanas necesidades que se constituyen en lei i es menester someterse a ellas, pero sí, teniendo el cuidado de observar las reglas que nos traza la hijiene, las cuales por otra parte se pueden seguir fácilmente. Se llega 18 de este modo a destruir o al menos a disminuir considerablemente los malos efectos de las influen- cias' a que por desgracia se halla uno forzosa- mente sometido i a preservar su salud. La salud es un bien precioso para todos los hombres, principalmente para los que viven de su trabajo. Supongamos que un obrero joven se en- ferme: encontrará en un hospital ios cuidados que su estado reclama, i si nada gana, tampoco tie- ne que hacer ningún gasto; pero que ese obrero sea padre de familia, que tenga niños a los cuales su madre deba consagrar todo su tiempo; no recibiendo el marido ningún salario, tendrá que enviar a la casa de prendas lo que posee para cu- brir los gastos de su enfermedad i alimentar a sus hijos. La mayor penuria, seguida pronto de la miseria, irá a atormentar al pobre enfermo en su lecho de dolor. Para el obrero laborioso, la salud es el bienes- tar, el goce, la felicidad: la enfermedad es la mi- seria con sus horribles consecuencias. Empero, la salud es uno de aquellos bienes cuya posesión no se aprecia i cuya pérdida solamente se calcula. Mui pocos hombres, en verdad, en el momento de entrar a la taberna se detienen al pensar que la disipación a que van a entregarse puede ocasio- narles una larga i dolorosa enfermedad; i hai otros a quienes este temor no les arredraría ¡tan fuertes i desarregladas son en ellos las pasiones! La hijiene, señores, es una ciencia mui antigua, mas antigua aun que la medicina, de que hoi for- ma parte. En los tiempos primitivos vivian los hombres sin muchas relaciones, reunidos en tri- bus, elejian un jefe entre los mas sabios i estima- dos, i confiados en su intelijencia i justicia se so- metían sin queja a las leyes que aquel siempre dictaba en provecho de todos. El jefe de la tribu era solamente un padre cuya familia se encontra- ba aumentada de repente; era, pues, fácil proveer- las necesidades hijiénicas de la multitud. Los primeros lejisladores sacaron principalmente de la hijiene sus sabios preceptos, con la ayuda de los cuales gobernaron a los hombres; asi en las leyes de Moisés se encuentran las reglas hijiénicas mas bien concebidas. 19 Pero poco a poco las tribus se acrecentaron, las aldeas llegaron a ser ciudades i las ciudades rei- nos. Esta asociación de hombres, aumentándose, desarrollándose, creó nuevas necesidades i nuevos deseos. Entonces las pasiones mas depravadas echaron raíz en el corazón del hombre, i las poten- cias de la tierra trabaron guerras que tuvieron el triste resultado de trasplantar de uno en otro pais enfermedades epidémicas que diezmaron las po- blaciones. Los gobernantes, temiendo la ambición que con sus ejemplos habían hecho nacer, i tam- bién el ser derrocados a su turno, descuidaron los intereses de las multitudes i consagraron todo sil tiempo a trabajar por su propia conservación, de manera que el pueblo estaba privado de la hijiene en el momento que mas la necesitaba. Ahora, señores, marchamos hacia mejores con- diciones hijiénicas. Se ocupan más que nunca de las clases laboriosas. La hijiene privada i la hi- jiene publica se dan la mano para mejorar al hom- bre. La hijiene pública impone a los gobiernos el saneamiento de las ciudades, i como consecuencia, les aconseja el ensanche de las calles, el estable- cimiento de fuentes, el aumento de las plazas, la supresión de las cloacas descubiertas, etc. Talvez pensáis, señores, al ver establecer una fuente en una plaza o hacer una plantación de ár- boles, etc., que es con el único objeto de embelle- cer la ciudad: es un error en el cual no volvereis a caer. Sin duda que también se piensa en impre- sionar agradablemente la vista; pero un pensa- miento mas útil, un pensamiento de salubridad es lo principal. Termino, señores, recordándoos que el hombre tiene necesidades verdaderas, naturales, i necesi- dades ficticias. La hijiene nos enseña a distinguir- las, a satisfacer de una manera conveniente las necesidades naturales i a rechazar las necesidades ficticias, que son muchas veces peligrosas. Pero no vayais a creer, señores, que os voi a hacer conocer en estas lecciones, raros i estraordinarios medios. Tan sencillos son los preceptos de la hijiene, que quizás dire:s a veces ¡pero todo eso lo sabíamos ya! A esta esclamacion responderé como el oráculo de Esculapio a la princesa Irene, que también pre- tendía conocer todos los remedios que le proponía el dios de la medicina:—Si los conocéis, ¿por qué no bs usáis? I. HOMBRE. Del hombre en jeneral.—Da la armazón huesosa.—De los huesos, de los músculos, de los nervios.—De la sangre, circulación de la sangre.—-Respiración.—Alimentación.—De la cutis.—De los cinco sentidos: tacto, gusto, olfato, oido, vista. «El cuerpo del hombre constituye el mas com- plicado de los sistemas; pero visto en su conjunto esterior, ofrece la mayor simplicidad, porque está reducido a estas tres grandes divisiones: cabeza, tronco i miembros. ¡Pero qué unión, qué armonía entre el destino de estas masas principales i la manera con que están dispuestas! »La cabeza, sitio de la sensibilidad i del pensa- miento, ocupa la parte mas elevada del hombre; le corona como él mismo corona la larga serie de los seres Animados, lo cual le da el carácter de no- bleza i de grandiosidad que debía, en verdad, bridar en la frente del reí de la creación. Ademas de este distintivo esterior de dignidad, al ocupar la cabeza el primer lugar, llega a ser como una especie de observatorio donde el alma, de centinela, descubre desde lejos lo que le es ventajoso o dañi- no, i dirije los movimientos hácia un objeto emi- nentemente útil, el de la conservación. De esta manera el hombre evita o rechaza lo que es capaz de dañarle; busca, toma i apropia lo que puede contribuir a su felicidad, dilata su imperio sobre todo lo que le rodea. »E1 tronco es el centro de la organización; en' cierra los órganos mas esenciales de la vida, tales como el corazón, los pulmones, el hígado, el estó- mago, etc. - 22 »Los miembros superiores pueden alcanzar i co- jer una multitud de cuerpos mas o menos elevados, i por sus movimientos tan numerosos como varia- dos, protejer la cabeza i el tronco, cuya integridad es tan importante para el ejercicio de la vida. En fin, los miembros inferiores son al propio tiempo la base del edificio vivo i los órganos principales de la locomoción; su largura es igual a la mitad del cuerpo. Recorren el espacio, ya como un resor- te que se estira, ya como un compás que camina, i establecen de esta manera las innumerables rela- ciones que el hombre mantiene con todo lo que le rodea.» (1) Si queremos ahora penetrar en el interior del cuerpo del hombre a fin de adquirir un conoci- miento mas perfecto de las diversas partes que lo componen, encontraremos aquí, como en todos los edificios, una porción profunda, dura, sólida; una especie de armazón encargada de sostener las otras partes del cuerpo i formada por la reunión de los huesosf Los huesos tienen diversas formas: son alarga- dos, achatados, cóncavos, convexos, etc., según la parte del cuerpo en que están situados, según los órganos que deben contener: largos i derechos en los miembros, dispuestos como arco de círculo en el pecho, están reunidos en la cabeza de mane- (1) Broc, Traite d'Anatomie. ra que forman una verdadera bóveda en la cual se encuentra protejido el cerebro. La reunión del sistema huesoso constituye el esqueleto, especie de armazón que sirve de apoyo a todos los otros ór- ganos i que representa unas veces verdaderas pa- lancas cuyas potencias son los músculos, otras veces cavidades destinadas a alojar los órganos esenciales a la vida i a garantirles de la acción de los cuerpos esteriores. Se designa bajo el nombre jeneral de articula- ciones los diferentes puntos de unión de los huesos; estas articulaciones son mas o menos movibles, según que los movimientos deban ser mas o me- nos estensos. Las articulaciones están cubiertas de una sustancia blanca, lisa, menos dura que el hue- so, que forma una especie de cojín amoldado a la estremidad de los huesos. Pero no son éstos los únicos medios empleados por Ja Providencia para disminuir la frotación de estas junturas, pues ha colocado también en la articulación una especie de saco membranoso lleno de un líquido untuoso que hace en la articulación el papel del aceite que se pone en las máquinas i que permite a las su- perficies deslizarse fácilmente las unas sobre las otras. Ligamentos mui firmes i mui resistentes que se estienden de uno a otro hueso impiden su dislocación. Las partes carnosas que cubren los huesos son los músculos, que están dispuestos de diversos mo- dos, según las diversas rejiones del cuerpo. Instru- mentos activos de nuestros movimientos, estos músculos están fuertemente adheridos por sus es- tremidades a los huesos, a los cuales mueven al contraerse. Veamos lo qne sucede cuando se quiere cerrar 24 la mano. Los músculos del antebrazo i de la mano se ponen mas duros, mas firmes i mas cortos i obli- gan a los huesos de los dedos a que están atados, a seguir el movimiento impreso i a doblarse. Por el ejercicio,estos músculos adquieren desarrollo i fuer- za: forman bajo la piel prominencias duras i firmes, mientras que, por el contrario, se debilitan cuando se les deja en la inacción. Pero esta virtud' que tienen los músculos de contraerse no les es propia, porque lo deben a la presencia de otros órganos, a los nervios. Los nervios son pequeños filamentos blancos que parten, unos del cerebro, órgano contenido en el cráneo, otros de la médula espinal, que puede considerarse como una prolongación del cerebro i que está encerrada en un largo canal huesoso for- mado por la superposición de las vértebras. La vida es mantenida en los huesos, músculos i nervios, lo mismo que en todas las partes que constituyen el cuerpo humano, por la sangre, que suministra a cada una de estas.partes los materia- les que necesita para subsistir i crecer. La sangre es la fuente de todos los líquidos formados en el cuerpo humano, tales como la saliva, la orina, la bilis, las lágrimas, etc. Del corazón, ájente central de la circulación, la sangre se dirije a todos los órganos por canales o vasos llamados arterias, cu- yo calibre va disminuyendo progresivamente, de tsnl modo que tienen apenas el grueso de un cabe- llo en sus divisiones estreñías. Cada latido del corazón lanza una nueva cantidad de sangre en los vasos. Esta sangre, después de haber servido de alimento a los órganos, se altera, pierde sus cualidades nutritivas, i el color rojo bermejo que tenia se cambia en negruzco. En este estado ya 25 no posee la facultad de sostener la vida, i vuelve al corazón por otros canales que se llaman venas. ¿Qué hace el corazón de la sangre que vuelve? ¿Ya acaso a enviarla de nuevo a los órganos que la necesitan? Pero esa sangre, lo hemos dicho ya, no es bastante rica en principios nutritivos, i por lo tanto impropia para mantener la salud i el juego regular de los órganos; asi, antes de volver de nuevo a éstos, mediante la acción del corazón, es necesario que recobre las propiedades vivifi- cantes de que está despojada. Para lo cual, hé aquí lo que sucede: la sangre negra de las venas, es decir, la sangre que vuelve, es enviada por el corazón a los pulmones, en los cuales se verifica un fenómeno químico de la mayor importancia. El aire que sin cesar entra en los pulmones du- rante el acto de la respiración, se encuentra en contacto con esta sangre negra, le cede una parte de su oxíjeno, i gracias al trabajo químico que se opera, esta sangre vuelve a ser roja i apta para comunicar nuevamente la vida a los órganos. A fin de qne este importante fenómeno de la circulación se verificara con armonia i regularidad perfecta, era necesario que el corazón estuviese dividido en muchas cavidades distintas, con des- tinos especiales, para que las diversas clases de sangre no se mezclasen. Es lo que sucede. El co- razón es un órgano hueco, dividido en cuatro ca- vidades que tienen objetos distintos i funciones invariables. Yoi a tratar de haceros comprender mejor el gran movimiento de la circulación que se verifica sin cesar dentro de nosotros. Espero que os será fácil en seguida comprender los efec- tos de la respiración. Supongamos que haya en esta ciudad dos gran- 26 des pozos; que uno de ellos este provisto de una bomba poderosa i de tubos que lleven el agua a todas las casas i a todos los habitantes; que los re- siduos de este líquido, en vez de ser arrojados, como sucede de ordinario, vuelvan por otros tu- bos al segundo pozo. Como esta agua estaña alterada, i por consiguiente no se podría volver al primer pozo para distribuirla de nuevo a los ha- bitantes de la ciudad, nos veríamos obligados a establecer cerca de este último pozo un inmenso filtro o destiladera, u otro aparato propio para obrar químicamente sobre el líquido i volverlo al estado de pureza i limpieza primitivas, i el agua una vez modificada seria vertida en el primer pozo para ser nuevamente impelida en los tubos de la ciudad por el movimiento de presión de la bomba. Ahora bien, el habitante de la ciudad es el órgano del cuerpo humano que recibe la sangre del cora- zón; el agua cenagosa que vuelve al segundo pozo es la sangre venosa que ha perdido su fuerza, que está turbia, que vuelve al corazón para ser envia- da a los pulmones, donde recobrará su naturaleza primitiva medrante una operación química, lo mis- mo que el agua recupera su limpieza en el gran filtro que hemos colocado cerca del segundo pozo. Tal es, señores, la representación, grotesca sin duda, pero exacta, del mecanismo de la circulación en el hombre. En efecto: el primer pozo i los tu- bos que conducen el agua a cada casa, os repre- senta el corazón del hombre i las arterias llevando la sangre a cada órgano del cuerpo; el gran filtro encargado de purificar el agua da la idea del pul- món, cuyas funciones son purificar la sangre. Si habéis prestado atención a lo que acabo de deciros, a saber, que la sangre deposita en cada 27 órgano una parte de sus principios nutritivos, será fácil comprender que a pesar de la trasforrnaeion de la sangre negra en sangre roja operada en los pulmones, si no se encontrara en el individuo una nueva sustancia que pudiera mezclarse a la sangre i convertirse ella misma en sangre, llegaría un momento en que la sangre no poseería los matc- ri les necesarios para nutrir el cuerpo del hombre. Sucederia con este líquido lo que con el aceite que se agota en la lámpara i que es menester re- novar para mantener la luz. Este principio nutritivo llamado a reparar las pérdidas sufridas por la sangre nos es suministra- do por la alimentación. El alimento, cuando es in- troducido en el estómago, está mui lejos de ase- mejarse a la sangre, i su trasforrnaeion exije un largo trabajo, cuyos pormenores os esplicaré cuan- do tratemos de los alimentos. Los órganos encargados de las importantes funciones que vamos tratando están cubiertos, garantidos i protejidos por la cutis, vasta mem- brana que envuelve completamente el cuerpo del hombre. La cú is, provista de un gr.an número de íiletes nerviosos i por consiguiente dotada de esce- siva sensibilidad, nos pone en relación con todos los cuerpos esteriores, trasmitiéndonos las impre- siones que recibe. Este órgano está acribillado de gran número de pequeñas aberturas que dejan pasar el sudor i la traspiración, cubierto por la epidermis, que se halla aplicada sobre la cútis para protejerla, i que se endurece i engruesa considera- blemente cuando está sometida a frotamientos re- petidos. Cuando todas las funciones de que he hablado se ejecutan de un modo conveniente, el hombre 28 vive. Pero esta vida puede ser comparada a la de las plantas, pues ellas también respiran i se nutren. ¿Es esta la existencia a que Dios ha destinado al hombre? Nó, señores. Esta vida no es la vida completa del hombre, pues la criatura humana está formada por la unión del alma con el cuerpo: asi, esta vida puramente material i semejante a la de los animales, se halla ligada a otra vida, la vi- da intelectual, la vida del alma, que encuentra en su cuerpo todos los instrumentos que necesita pa- ra entrar en comunicación con el mundo estertor; solo el alma da al hombre el poder de existir i apreciar su propia existencia; el poder de razonar acerca de sí mismo i de todo lo que le rodea; el poder, en-lin, de ponerse voluntariamente en re- lación con tocto lo que puede favorecer su conser- vación. El cerebro, sitio principal del alma, es el centro que recibe todas estas impresiones por medio de iiletes nerviosos que envía a órganos particula- res los órganos de los sentidos, encargados especial- íñente de poner al hombre en comunicación con el mundo esterior: todos los nervios que parten del cerebro no tienen, pues, la misión de hacer contraer los músculos i de ejecutar los movimientos; hai al- gunos que deben recibir las impresiones de afuera i trasmitirlas al cerebro. Cinco sentidos están en- cargados de estas funciones: el Tacto, el Gusto, el Olfato, el Oido i la Vista. Del Tacto.—Deciamos poco antes que la cu- tis está provista cío muchos nervios i dotada de gran sensibilidad; ella trasmite, pues, al cerebro las impresiones que recibe. La mano, que es el órgano principal del tacto, no recibe sus impresiones sino por la cutis, que es 29 fina i delgada en las estremidades de los dedos i recorrida por nervios mui sensibles: los dedos pueden pasearse en torno de todos los objetos i examinar sus contornos, dándose cuenta no sola- mente de la temperatura i dureza de los objetos, sino también apreciando su forma i su volumen. Notad la estructura de vuestros dedos, que tan fácil es doblar, abrir, dirijir en todo sentido, en- corvarlos a voluntad, i reconoceréis que la mano está evidentemente destinada a operaciones de to- do jénero i a trabajos de cualquier c!ase. Los mo- numentos de la arquitectura, las máquinas pode- rosas, las diversas producciones de las artes i de la industria que escitan la admiración, son la obla de la mano del hombre. Del Gusto.—Se gusta con la lengua i con al- gunos otros puntos de la boca. Las sustancias in- troducidas en esta cavidad son humedecidas por la saliva, lo que permite a los nervios especiales de la lengua, principalmente de la punta do este órgano, que el cerebro aprecie su sabor amargo o ácido. Este sentido, mui desarrollado en ciertos animales, está colocado a la entrada del canal que recibe los alimentos, e indica al hombre i a los animales los alimentos que deben tomar i los que deben rechazar. Del Olfato.—El sentido clel olfato participa con el gusto de la función de darnos a conocer la calidad de las sustancias alimenticias. La mayor parte de los cuerpos dejan escapar por el aire partículas olorosas que, introducidas en las narices por el movimiento de aspiración, im- presionan la membrana mucosa que tapiza las fosas nasales i los nervios esparcidos en ella; de esta manera llega el olor al cerebro. Esos perfu- 30 mes tan suaves i tan agradables de las flores de nuestros jardines, no contribuyen ni ala conserva- ción ni al desarrollo del hombre, pero esparcen en su existencia cierto encanto que aumenta í-u bienestar. .Del Oído.—El sentido del oido tiene un órga- no mni complicado, que esta situado en las partes laterales del cráneo. El aire, ajitado por las vi- braciones del sonido, va a golpear en la oreja, i todas las partes que componen este órgano se po- nen entonces en movimiento, i de este modo ha- cen llegar las ondas sonoras hasta el cerebro. lié aquí un verdadero sentido de la vida inte- lectual. ¡Cuántos encantos no derrama sobre nues- tra existencia! Oir la voz del hombre, el canto alegre i melodioso de las aves, dejarse arrebatar por los dulces trasportes que nos procuran los acentos de la música, ¿no es sentirse vivir? Queréis adquirir la prueba de que el cerebro aprecia las impresiones i nó los órganos? Observad lo que pasa en el oido. Para oir es necesario escu- char. Por consiguiente, aunque el sonido conmue- va la oreja, si el cerebro no pi esta atención, no oye: i cuando alguno nos fastidia i nos molesta con sus necedades, le dejamos hablar, i dirijiendo la atención de nuestra intelijencia a otro objeto, no percibimos mas que un ruido confuso. Al contra- rio: cuando se esperimenta placer en oir, se apro- xima a la persona que habla, se presta oido atento i aun se abre la boca: tan grande es la atención, que parece que se quisiera escuchar con todos los sentidos a la vez. De la Vista.— No hai nada mas curioso ni mas interesante que el estudio del ojo, órgano encargado del sentido de la vista; pero es un ór- gano tan complicado como la oreja. Los rayos lu- minosos, después de haber atravesado las mem- branas, los líquidos i los cuerpos trasparentes que deben reunirles en su haz, llevan la misma imájen del objeto luminoso al fondo del ojo, en donde esta imájen se retrata sobre una membrana entera- mente nerviosa lo mismo que sobre un espejo, i de donde se trasmite al cerebro por el nervio óptico. ¿Tendre acaso necesidad de entrar en grandes pormenores para haceros palpar los inmensos ser- vicios con que el ojo contribuye a la salud i a la felicidad del hombre? ¿No está siempre este órga- no advirtiéndole los accidentes que amenazan sn vida? ¿I no le suministra al mismo tiempo los ma- yores goces? ¿No es acaso la vista superior a todos los sentidos por los encantos que esparce sobre la existencia? La oreja puede cansarse de oir; el ojo no se fatiga nunca de ver, de admirar las obras del arte i las asombrosas maravillas de la creación. El ojo, colocado en la parte superior de la cara, mui cerca del cerebro, sirve ademas para impri- mir a la fisonomía del hombre un sello notable de hermosura i de nobleza. Según que su espre- sion sea mas o menos viva, la fisonomía es dulce o soberbia, espiritual o necia. Se dice que el ojo es el espejo del alma, i en efecto, si ayuda a carac- terizar la fisonomía feroz del criminal, nos hace reconocer en la doncella el dulce candor i la casta modestia. Por su utilidad i sus importantes funciones no podía estar el ojo oculto como el oido en un con- ducto hueso, estrecho i perfectamente cubierto. ¡Sin embargo, con qué arte ha sido este precioso órgano sustraído en lo posible a los efectos de los choques esteriores! Los párpados, velos movibles 32 terminados por las pestañas, lo cubren i cerrándose con gran rapidez, impiden la entrada en el ojo de una multitud do pequeños cuerpos o del polvo que revolotea en el aire. Las cejas, que se avanzan hácia arriba i adelante le protejen mas aun i las lágrimas, finalmente, humedeciendo sin cesar su superficie, atenúan los efectos del aire i del viento. Por el estudio i por la aplicación, los sentidos adquieren mayor finura; por esto el catador re- conoce entre miles la calidad i la crudeza de los vincls que prueba; el músico oye i percibe en un concierto las bellezas i los defectos que para no- sotros pasan desapercibidos. Algunos de nuestros sentidos pueden suplirse mutuamente. Asi el tacto del ciego, después de haber adquirido un desarrollo verdaderamente estraordinario, le hace** apreciar una multitud de objetos i le permite leer, darse a la música o al trabajo exactamente como si viera. No es esto todo: Dios no ha dejado su obra in- conclusa. Ha puesto un término a la existencia del hombre, pero quiso que su vida en cierta ma- nera se perpetuase en la de sus hijos, que pudiera legarles su nombre i el fruto de sus trabajos i que después de haberles escudado con su solícita ter- nura, recibiera en su vejez la recompensa de su cariño i de sus cuidados, viéndose rodeado de ellos, sostenido i consolado en el momento supremo en que todo nos huye i abandona en la tierra. La existencia del hombre se perpetúa asi sobre la tierra porque sobrevive en las personas a quie- nes ha dado la existencia: es la imájen de una antorcha que antes de estinguirse, trasmite a otras su brillantez i su llama. II. RESPIRACION. Funciones de la respiración.—Del pulmón.—Del aire.—Propie- dades químicas i físicas del aire.—Pesantez del aire.—Calor del aire.—Del frió i de sus efectos.—Medios de calefacción.—• De los cambios de temperatura i de sus dañosos efectos.—De la electricidad.—-Efectos del polvo i de las emanaciones.— Resúmen práctico de la hijiene de la respiración. De las habitaciones.—Consejos sobre la a-fixia.—Primeros socorros que se deben dar a los ahogados o asfixiados. Funciones de la respiración.—El hombre puede vivir durante algún tiempo sin comer, be- ber ni dormir; pero no le es posible vivir dos minutos sin respirar; la respiración, pues, es una de las funciones mas importantes cíe la vida, i como respiramos el aire atmosférico, se sigue que de todos los cuerpos que nos rodean, el aire debe ser considerado como el mas indispensable para nuestra existencia. Estudiaremos a la vez, el pulmón, órgano prin- cipal de la respiración, i el aire, ájente principal de esta función. De los pulmones.—Los pulmones son dos ór- ganos esponjosos situados en el pecho, uno a la derecha i otro a la izquierda, separados por el co- razón i comunicados con el esterior por un tubo que sube por la parte anterior del cuello i se abre al esterior por el intermedio de la boea i de las fosas nasales. ¿Queréis tener una idea casi exacta de los pul- mones? Suponed un árbol sin hojas, colgado por el tronco que, único al principio, se divida des- pués en dos gruesas ramas, una a la derecha i otra a la izquierda, i estos ramos den nacimiento a una infinidad de ramitas; sustraed ahora por el pensa- miento la médula contenida en la ramas i ramitas, i tendréis un canal que desde el tronco se estien- de hasta las mas pequeñas ramas i que os presen- tará la verdadera imájen del tubo aéreo del pul- món del hombre. Un vaso lleno de sangre negra parte del cora- zón i se dirije a cada pulmón donde llega divi- diéndose en un número considerable de pequeños vasos. Es un segundo árbol cuyo tronco corres- ponde al corazón i las ramas al pulmón. Estas ramas vienen a entrelazarse con las del pulmón de que ya hablamos, i la sangre recibe el contacto del aire al través de la corteza de estas diversas ramas o para hacer cesar la comparación, al través de las membranas del tubo aéreo. Hai en el acto de la respiración dos tiempos. En el primero el pecho se infla, se agranda a me- dida que el aire se precipita por la nariz i la boca en el tubo de que acabo de hablar, i penetra en el pulmón. En el segundo, el pecho se estrecha i el aire es arrojado afuera. Ahora que conocemos el pulmón estudiemos el aire atmosférico. Del aire.—Habéis aprendido en el curso de jeografia celeste que os hacen nuestros sabios legas, que la tierra es un planeta deforma esférica que jira al rededor del sol. La tierra está comple- tamente rodeada por una masa de fluido, dispues- 35 ta en capas que deben tener la altura de doce leguas. Este fluido es el aire atmosférico que sirve para mantener la vida de todos los animales que ha- bitan la tierra i de todos los vejetales que en ella cre- cen. La propiedad de sostener la vida no la posee el aire en todas sus capas, porque a cierta altura los animales no pueden vivir. A la altura de 4,000 metros los árboles dejan de crecer i la tierra solo ostenta un musgo mui pequeño i delgado. Final- mente, no se encuentra ningún vestí jio de vejeta- cion a 6,600 metros sobre el nivel de los mares. Propiedades químicas del aire.—El aire no es un elemento, como se creyó durante largo tiem- po, es decir, un cuerpo que no puede ser descom- puesto. La química, ciencia enteramente nueva, por decirlo así. pero que ha hecho inmensos pro- gresos en los últimos años, ha probado que este pretendido cuerpo elemental está compuesto de dos gases llamados oxíjeno i ázoe, i que éstos en- tran en su composición, el oxíjeno por una quinta parte, el ázoe por cuatro quintas, mas una peque- ña cantidad de ácido carbónico que es cerca de una milésima. Se ha querido saber qué papel desempeña cada uno de estos gases en el acto de la respiración. Por una esperiencia se comprobó que los animales no podían vivir en un aire no renovado. Asi un pá- jaro enjaulado se colocó bajo una campana, de manera que el aire esterior no llegara a sus pul- mones: el pájaro, después de haber respirado todo el aire respirable contenido en su jaula, murió. Examinado este aire, suministró una cantidad de oxíjeno inferior a la del aire ordinario i mayor cantidad de ácido carbónico. En una segunda esperiencia se trató de hacer 36 vivir otro pájaro en el gas ázoe solo, i el pájaro murió rápidamente; en fin, en una tereera espe- riencia solamente se suministró oxíjeno al ave, la cual, después de haberse ajitado mucho en su jaula, sucumbió también iscle encontraron los pulmones inflamados, como si la vida hubiese sido mui viva i mui enérjica. Resulta de estas sencillas pero mui interesantes esperiencias, que el aire atmosférico debe sus pro- piedades vivificantes a la presencia del oxíjeno, gas que, sin embargo, no puede por sí solo man- tener la vida. El descubrimiento de los principios que constituyen el aire no es antiguo; data solo de fines del siglo pasado. Es debido a uno de los químicos franceses mas célebres, al sabio Lavoi- sier... ¿Sabéis, señores, cómo terminó ese sabio, orgullo hoi diade la Francia?. . ¡Tuvo, como otros muchos, que llevar al cadalso revolucionario su hermosa e intelijente cabeza, llena aun de descu- brimientos útiles a la ciencia i a su pais, i quizás, perdidos para siempre! ¡Ah, señores, cuan grandes i fecundas ideas, cuán útiles trabajos no han sido detenidos de igual manera en su desarrollo duran- te las borrascas políticas! ¡Cuántas luces no han sido apagadas que habrían podido brillar i duran- te largo tiempo iluminar al mundo! Estas esperiencias i mucha'-, otras nos prueban que el aire tal como nos ha ríuo dado por el Autor de todas las cosas, es el único fluido que puede mantener la vida del hombre i de los animales. Una vez introducido el aire en los pulmones, en las proporciones que acabamos de indicar, obra químicamente sobre la sangre, de tal modo, que la sangre llega negra a los pulmones, vuelve roja liácia el corazón, i después de esta operación el 37 aire que liabia entrado en los pulmones por un movimiento de aspiración, es lanzado a fuera por un movimiento contrario al primero, es decir, por un movimiento de espiración. Este aire es devuelto por la necesidad de renovarlo para que obre sobre la sangre, i examinándolo a la salida de los pulmones, el químico encuentra que ha perdi- do parte de su oxíjeno o gas vivificante, i que por el contrario ha adquirido ácido carbónico, gas que ocasiona la muerte aun respirándolo en pequeña cantidad. Peopiedades físicas del aire.—El aire no obra solamente en el hombre i en los animales por su introducción en los pulmones, sino también por su peso, por sus diferentes grados de calor o de frió, de sequedad i de humedad, etc. Estudia- remos estas diversas maneras de obrar del aire at- mosférico i en seguida veremos cuáles son los me- dios que el arte emplea para operar en la atmósfera modificaciones útiles a la salud del hombre. El aíre es trasparente e invisible. Se ha estudia- do mui bien los efectos del aire, pero jamas se ha visto este fluido. Asi se podria creer que aquí, por ejemplo, no hai nada entre vosotros i yo; pero aji- tad violentamente un brazo i sentiréis que habéis impreso un movimiento que ha hecho moverse las cosas lijeras que se encuentran cerca de vosotros, caminad llevando una vela i vereis vacilar la luz; hai, pues, algo que vuestro brazo ha puesto en movimiento con su.ajitacion repentina i que hace vacilar la luz: este algo es el aire atmosférico. Cuando de un piso alto se arroja un objeto al suelo, si este objeto es lijero no llega inmediata- mente a su destino, oscila i parece suspendido. Proviene esto de que el aire no le permite atrave- 88 sar sus diferentes capas sino poco a poco; los espe- rimentos físicos prueban este hecho. Si después de haber estraido el aire contenido en un largo tubo de vidrio se introducen en él dos objetos uno lijero i otro pesado i se da vuelta al tubo, los dos objetos llegan con mucha lijereza i al mismo tiem- po al otro estremo; mientras que si por el contra- rio se deja penetrar el aire en el tubo i se repite el esperiinento, los objetos, aunque sometidos a las leyes de le pesantez que obran con la misma intensidad sobre ambos, caen desigualmente: el mss pesado atraviesa con mas facilidad las capas de aire i llega primero; el mas liviano llega des- pués. El aire está esparcido en toda la naturaleza. Su fluidez le permite moverse, renovarse con frecuen- cia, tomar todas las formas i penetrar todos los cuerpos. Un terrón de azúcar puesto en el agua deja percibir pequeñas burbujas que van a abrir- se en la superficie del líquido i que no son otra cosa que el‘aire contenido en el azúcar, que se escapa. El aire es un fluido compresible i elástico. Cuando se le introduce en una vejiga, por ejem- plo, se le puede comprimir con cierta fuerza antes que la vejiga se rompa i si se deja de comprimir- le, hace el aire al dilatarse que la vejiga tome su forma primitiva. Pesantez del aire.—El aire es pesado, mas pesado en la superficie de la tierra que en la cima de las montañas Por esta razón los globos aereos- táticos tienen menos velocidad de ascención a cierta altura, i aun terminan por detenerse porque encuentran un aire mas lijero que ellos. La presión que ejerce sobre el cuerpo del hom- bre está avaluada en 16,000 quilogramos. Esta presión, que debe parecemos enorme, es no obs- tante, soportada con mucha facilidad porque se ejerce en todos sentidos i de una manera igual en todos los puntos del cuerpo i porque los fluidos interiores equilibran la presión del aire. Cuando se quiere poner una ventosa, se le saca el aire que contiene ya aspirándole por medio de una bomba, ya quemándolo con el alcohol i se la aplica repentinamente sobre la cutis, la que en- contrándose sustraída a la presión inmediata del aire, se hincha i se llena de sangre. La ventosa comprimida asi por el aire esterior se adhiere fuertemente a la piel: pero si por un movimiento del cuerpo se la separa un poco, el aire se preci- pita inmeditamente por esta abertura, la ventosa se separa i la cutis que se encuentra de nuevo, so- metida a la presión inmediata del aire se deshin- cha. Tales son los efectos de la presión cuando se ejerce desigualmente sobre el cuerpo. Si, por el contrario, esta presión se efectúa de una manera igual, el cuerpo no se apercibe de este peso i aun siente cierto bienestar, sobre todo cuando el aire ha adquirido su mayor fuerza de presión. Sobre las variaciones de la pesantez del aire está fundada la construcción del barómetro, ins- trumento que nos indica los cambios del tiempo, porque óstofc van acompañados de un cambio en el peso específico del aire. En las ascenciones, ya sobre montañas mui elevadas, ya en globos, a tres o cuatro mil metros la respiración es difícil; los1 órganos no son com- primidos por la atmósfera i sus vasos ceden a la acción del líquido que contienen, de lo cu al resul- 40 tan hemorrajias de la nariz, de los ojos, de las orejas, etc.; la mayor elevación a que íia llegado el hombre es de 7,200 metros. Gay-Lussac, cuya pérdida reciente llora la ciencia, fue quien par- tiendo del Conservatorio de artes i oficios en un areostático en 1804 se elevó a tan prodii'iosa al- tura. Del calor.—La tierra recibe de los rayos del sol el calor i la luz; pero como él, no puede en- viar a un mismo tiempo sus rayos a todas las partes de la tierra que jira sin cesar al rededor de su eje, resultan las alternativas de calor i de frió, de dia i de noche. Cuando estamos colocados de tal modo que re- cibimos perpendicularmente los rayos del sol, la temperatura del aire es mui elevada, los dias son largos i las noches son cortas. Por el con- trario, la temperatura baja i los dias disminuyen a medida que sus rayos nos llegan mas oblicua- mente. La temperatura baja hasta el punto de hacernos esperimentar una sensación enteramente opuesta a la del calor: la sensación del frió. El aire debe tener, como bien lo sabéis, una acción diferente sobre el cuerpo, según los dife- rentes grados de temperatura. En nuestros climas templados, con la sucesión regular de nuestras cuatro estaciones, no tenemos que sufrir las tem- peraturas estreñías de calor o de frió que esperi- mentan ciertos parajes de la tierra. Con todo, en los dias mui calorosos del estio.el aire calentado se rareface i se pone mas i mas lijero, por lo cual apenas basta a satisfacer la necesidad de respirar, i entonces nos quejamos de que el aire es mui pesado, de que nos ahoga, cuando por el contrario 41 deberíamos decir con mas verdad que nos falta aire, porque la respiración se hace mal, la cutis se hincha i uno se siente mui apático, mui poco dis- puesto al trabajo i con el cuerpo cubierto de su- dor. No está en nuestra mano impedir el calor at- mosférico, pero podemos colocarnos al abrigo de los rayos solares i hacer bajar la temperatura en torno nuestro. Si las iglesias, los subterráneos o todos los lugares bien cerrados permanecen frescos durante el verano, es porque los rayos del sol no penetran en ellos i no calientan el aire que con- tienen: es necesario, pues, en cuanto sea posible, colocarse en estas condiciones; cerrar las ventanas, los postigos, las cortinas; establecer fuentes en los grandes talleres, porque el agua al pasar al estado de vapor sustrae de la atmósfera una parte de su calórico. Es necesario también disminuir el calor propio del cuerpo, tomando con frecuencia bebi- das frescas, alimentándose de sustancias poco esci- tantes i poniéndose vestidos lijeros. Del frío.—Los efectos del frió son mas notables que los del calor i son mas vivamente sentidos, cuando el frió sucede repentinamente al aire ca- liente. Los viejos, los individuos débiles, los con- valecientes i los que hacen poco ejercicio, son mas pronto i desagradablemente impresionados por el frió que los hombres fuertes que trabajan i que gozan de buena salud. Parece que el cuerpo se acomoda mejor a las temperaturas moderadas. En los climas un poco mas fríos que el nuestro, pero moderadamente fríos, los hombres son de talla elevada, robustos i animosos; si se avanza mas lejos hácia el norte, se encuentra una temperatura mui fría que altera la constitución de los hombres i detiene su desa- rrollo físico e intelectual. Tal es el caso de los lapones, samoyedes i esquimales. El frió modera- do nos hace mas ájiles i animosos; por el contrario, un frió mui vivo nos entorpece, la cutis sufre una sensación dolorosa, se crispa, sus funciones dismi- nuyen i aun se detienen i toman un color violeta; si no se llega a vencer este estado de entorpeci- miento o si el aire esterior continúa en sustraer el calórico de nuestro cuerpo, una parte de el, i aun todo entero, puede ser acometido por la muerte. Los efectos de un frió escesivo se ven pocas ve- ces en Francia; no es lo mismo en el norte de la Europa. En Francia se tiene muchos recuerdos de los sufrimientos que esperimentó el ejército que venia de Moscou en 1813; los soldados, ador- mecidos por el frío, caían en el camino, que se veia sembrado de muertos i de moribundos. En aquel doloroso episodio de las guerras de Napo- león, ¡cuántos hombres no perdieron el uso de alguna parte de sus miembros, i cuántos no en- contraron la muerte! Decíamos hace poco que no era imposible im- pedir el calentamiento del aire por los rayos ar- dientes del sol; tampoco podemos evitar que se enfrie; pero interponiendo entre nuestro cuerpo i el aire esterior vestidos gruesos, podemos dismi- nuir el enfriamiento de nuestro cuerpo. Mientras el frió no es mui vivo, el trabajo, el ejercicio i los vestidos bastan para mantener el equilibrio. En los frios mui rigurosos se esperimenta una gran necesidad de dormir. ¡Desgraciado el que se deja arrastrar por esta necesidad, porque bien podría no despertar jamas! Con efecto, durante el sueño las fuentes del calórico natural del hombre 48 disminuyen, i no pudiendo el cuerpo reaccionar, el frió lo penetra poco a poco i detiene todos los movimientos, todas las funciones. Asi en la des- graciada retirada de Moscou los cirujanos del ejército i los jefes recomendaban de la manera mas terminante que no se dejase a nadie dormir en el camino i que se obligara a todas a mar- char. Df los medios de calefacción.—Para preser- varnos del frió en nuestras casas, tenemos diversos medios. Podemos fácilmente elevar la temperatu- ra por el calor artificial, quemando las sustancias que están a nuestro alcance, tales como la leña, el carbón de piedra, el coke. Estos combustibles se introducen en las estufas i en las chimeneas, i si se tiene cuidado de establecer una corriente de aire conveniente, la combustión de ellos se hace arrastrando afuera todo el humo que se forma du- rante esta operación. El fuego alegra i distrae. Durante el invierno se siente un verdadero placer en trabajar, en me- ditar cerca de una lumbre bien encendida. La leña i el carbón de piedra que se queman en una chimenea, envían a las personas colocadas cerca del fuego los rayos de su calor; pero estos rayos son ordinariamente insuficientes para calen- tar de un modo conveniente toda una pieza. No sucede lo mismo con la estufa, que tiene la venta- ja de calentar mejor las piezas con la ayuda de la irradiación del calor del hogar i de sus tubos. La estufa conviene, sobre todo, en los talleres, en los aposentos en que se trabaja i en los cuales no se puede estar siempre cerca de la chimenea; su calor se esparce con mas igualdad en la atmósfera, i en seguida, lo que es una consideración bien impor- 44 tan te, el calor que se obtiene por medio de la es- tufa es mas económico. Sin embargo, este medio de calentar presenta algunos inconvenientes i exije algunas precaucio- nes. Asi las estufas de palastro i de hierro fundido se calientan con prontitud, pero esparcen un olor desagradable i secan el aire. Este calor vivo oca- siona dolores de cabeza. Las estufas de loza no presentan estos inconvenientes; se calientan con menos prontitud, pero también guardan el calor por mas largo tiempo. Es necesario colocar siempre un vaso con agua sobre la estufa a fin de devolver al aire el agua que el calórico le ha hecho absorber. El calor de las estufas no debe elevarse a una temperatura tan alta como se hace de ordinario, porque ademas del malestar que se siente en una atmósfera demasiado caliente, se esponen a los fu- nestos efectos de un cambio repentino de tempe- ratura cuando se tiene que salir. Comprendéis mui bien que si durante un tiempo frió eleváis la tem- peratura de vuestro aposento a quince grados so- bre cero, ello es suficiente; no es necesario que trasformeis durante el invierno vuestro cuarto en un horno para encontraros con mayor comodidad, porque la Providencia nos ha organizado de tal manera, que podemos desarrollar durante aquella estación gran cantidad de calor natural. Los braseros constituyen un mal medio de cale- facción, porque esparcen en el aire los gases de la combustión, que no son respirables i que pueden ocasionar la muerte. Los calentadores o braserillos con los cuales muchas mujeres, principalmente las viejas, se ca- lientan los pies, están proscritos de tiempo atras por los médicos, porque pueden ocasionar diversos accidentes. Muchas mujeres se han asfixiado con el gas que se desprende del fuego que se pone en tales braserillos. Los descubiertos tienen el mismo inconveniente, i ademas el de pegar fuego a los vestidos i ocasionar quemaduras. Los mejores ca- lentadores son los calentadores por el agua hir- viendo. ITe sido llamado a indagar las causas do la muerte de una niñita de tres años que sucumbió en un cuarto donde su madre la había dejado sola. La niña se había sentado i dormido sobre un bra- sero de barro; al entrar al aposento encontramos a aquella desgraciada criatura muerta a consecuen- cia de las quemaduras. Cito a proposito este hecho, tanto porque he sido testigo de el, como para mostraros cuán peli- groso es dejar a los niños solos en un aposento. Todos los dias se ve aumentar el número de los accidentes sufridos por los niños que no se vijilan bastante i que pueden caer en las brasas, quemar- se en las estufas o pegar fuego a un aposento al jugar con pajuelas químicas; a propósito de esto, permitidme deciros que las pajuelas químicas de- berían siempre estar guardadas en una caja de metal i fuera del alcance de los niños, porque éstos no solamente pueden pegar fuego sino también envenenarse con las sustancias que las pajuelas contienen. La temperatura que nos impresiona mas desa- gradablemente i nos hace sufrir más en nuestro clima, es la temperatura fría i húmeda. Parece, en efecto, que la humedad penetra en nuestro cuerpo i circula en su interior, pues que entonces se espe- rimenta un frió mui desagradable. Un buen fuego, 4G ayudado de vestidos abrigados, es lo mejor quehai para combatir los efectos de este frió. De los cambios de temperatura. —Para ter- minar esta lección sobre los diferentes grados de temperatura, debo deciros que la causa mas fre- cuente de las enfermedades que se contraen en el invierno, es el paso de una temperatura elevada a otra baja. Gran número de jóvenes pagan con su vida todos los años la ignorancia en que viven so- bre los accidentes que son consecuencia de su im- prudencia. El cuerpo cuando está elevado a un grado de calor que promueve la traspiración i que dilata todos los poros de la cutis, si recibe repentinamen- te la impresión de un aire mui frió, no puede resistir, i con frecuencia uno délos órganos impor- tantes de la vida es acometido por alguna enfer- medad en esa transición súbita del calor al frió. De consiguiente, no es necesario apresurarse a sa- lir de una pieza mui caliente cuando se debe en- contrar mui frió el aire esterior: es menester aguardar que el cuerpo no esté tan acalorado, que la traspiración se detenga, abrigarse bien i pasar, si es posible, a una pieza vecina antes de esponer- se al aire esterior; finalmente, una vez afuera se debe marchar lijero con el objeto de escitarel des- prendimiento de calórico natural i poder resistir a los efectos del frió. Tampoco se pasa sin peligro de una temperatu- ra fria a una temperatura mui caliente. De la electricidad.—La electricidad penetra el aire lo mismo que los demas cuerpos de la na- turaleza, pero no manifiesta su presencia sino en las circunstancias que vamos a estudiar. La tierra, considerada como el foco de la elec- 47 tricidad por la gran cantidad que contiene, la de- sarrolla sin cesar, i cuando el aire está húmedo se establece, entre la tierra i las nubes, una comuni- cación fácil i constante. Las nubes deben su oríjen a los vapores densos que se elevan de diversos puntos del globo terrestre i que flotan en la atmós- fera cargándose de fluido eléctrico, que devuelven a la tierra por medio de la lluvia i el rocío. Pero si el tiempo es seco, el aire, como mal conductor del fluido eléctrico, opone cierta resistencia a la comunicación establecida por la humedad éntrela tierra i las nubes: éstas, encontrándose aisladas de la tierra, se cargan mas i mas de electricidad, de lo cual resulta una tensión eléctrica cuyos efectos son perfectamente sentidos por las personas ner- viosas, que esperimentan dolores de cabeza, males- tar, etc., i principalmente, por los enfermos, cuyo estado se agrava casi siempre. En estas circunstancias aparecen las tempesta- des; hé aquí lo que sucede: cuando una nube car- gada de electricidad, es lanzada por los vientos hacia otra nube electrizada de un modo diverso, se verifica una descarga eléctrica que produce una luz viva i brillante acompañada casi constante- mente de un ruido particular; esta luz rápida es el relámpago; el ruido que ordinariamente se escu- cha después de los efectos de la luz, es el trueno. Si estas nubes asi electrizadas'se aproximan a la tierra, la descarga puede hacerse sobre ella i entonces se dice que el rayo cae. La chispa eléc- trica, que se percibe en el espacio semejante a un dardo de fuego que describe una marcha angulosa, toma mas comunmente el nombre de centella. El qnido eléctrico acumulado en las nubes se preci- pua entonces con tanta impetuosidad, que nada puede resistirle: destroza o parte los cuerpos mas duros e inflama todas las sustancias combustibles. Las iglesias, las casas elevadas, los árboles gran- des, los navios en el mar, están espuestos princi- palmente a ser heridos por el rayo. Desde que se ha podido comprobar que tan es- pantoso fenómeno es debido a la electricidad, ha sido fácil encontrar los medios de preservar de él las habitaciones. Gracias a los trabajos i descubri- mientos del inmortal Franklin, que tantos servi- cios ha hecho a la humanidad, se puede establecer para-rayos en todas las casas. Con este objeto se tija sólidamente sobre el edificio que se quiere preservar, una barra de hierro terminada en una punta de platina; se ata a la parte inferior de la barra un cable de alambre torcido, i el otro estre- mo so introduce en un hoyo profundo o en un pozo, aislándolo de la casa. La punta de esta barra tiene la propiedad de atraer continuamante i sin esplosion el fluido eléctrico, que pasando por la barra i la cuerda metálica, viene a perderse en la tierra, i si la centella llega a caer sobre el para- rayo sigue el hilo conductor i va a perderse en el suelo. «Nada mas estraordinario i a la vez mas varia- do que los efectos del rayo sobre el hombre: ya herido por el fluido ele'ctrico perece instantánea- mente, ya sobrevive con parálisis o heridas crue- les, ya no presenta mas que lesiones infinitamente lijeras i enteramente desproporcionadas a la estre- mada violencia de la causa que las ha producido, ya, en fin, arrojado o tendido en la tierra i sumer- gido en un sueño profundo, se despierta sin ningu- na incomodidad.» (1) ([) Deslandes, Manual de Hijiene. 49 E1 ruido del rayo no sigue siempre inmediata mente al relámpago; esto solo depende de que la luz recorre el espacio con mas lijereza que el so- nido, de lo cual resulta que se puede apreciar aproximadamente la distancia a que se hace la esplosion. Luego, pues, cuando trascurra muchos segundos entre el relámpago i el trueno, podrán, sin temor, entregarse a sus ocupaciones; pero a medida que la distancia entre la luz i el ruido disminuye, i sobre todo cuando el ruido sigue in- mediatamente a la luz, entonces es menester to- mar todas las precauciones necesarias para evitar el rayo. El medio mas seguro de precaverse es quedarse en una casa perfectamente garantida por un para- rayos en buen estado, i en las casas que no están provistas de él, es mui prudente cerrar la ventana en tiempo de tempestad a fin de evitar la corrien- te de aire que sigue muchas veces al fluido eléc- trico; porque si una vidriera no puede oponerse a la resistencia del rayo cuando se dirije directa- mente sobre ella, impedirá a lo menos, si el rayo pasa cerca, que sus efectos se sientan en la pieza. Ho salgáis cuando el rayo está, por decirlo asi, sobre vuestras cabezas. Si en ese momento os en- contráis afuera, marchad lentamente, no os cobi- jéis bajo un árbol, porque el abrigo de los árboles es mui peligroso durante una tormenta, i se debe temer tanto mas cuanto mas aislados i elevados sean: en tal caso es mejor mojarse por la lluvia que refuiiarse bajo de los árboles. Efectos del polvo. —En las lecciones prece- dentes os he hablado, señores, de las propiedades del aire en su estado de pureza i de su influencia sobre el hombre. Hemos visto que estas propieda- des son muchas veces modificadas por las varia- ciones que sufre la pesantez i temperatura del aire. Pero la atmósfera puede sufrir alteraciones mucho mas graves: puede ser alterada en su composición química o viciada por la presencia de cuerpos es- traños que están en suspensión i que ejercen en el hombre i en los otros animales i aun sobre los ve- jetales una acción dañosa. Estos cuerpos estraños son polvos o gases que designaremos bajo el nombre jeneral de emana- ciones. La atmósfera se deja fácilmente penetrar por el polvo. Tenemos la prueba de ello en lo que sucede en tiempo de sequedad: veis con frecuencia que el menor viento levanta una gran cantidad de pol- vo que se eleva como una nube i hiere la cara en los paseos i plazas públicas. Cuando se entra corriendo a un gran anfiteatro o cuando se pisotea un entarimado, la atmósfera no tarda en cargarse de polvo que lleva su acción a la cutis i a los pulmones. La cutis que cubre el cuerpo se continúa interiormente; asi no veis sus interrupciones en la boca i en la nariz, pero sufre lijeras modificaciones, se pone mas delgada i cam- bia de color; después de haber tapizado todos los pliegues de la boca i de las narices, la cutis inter- na desciende por una parte al estómago e intesti- nos, i por otra a los pulmones, donde forra todos los canales que conducen el aire por estos órga- nos. Esta membrana interior llamada mucosa, es mas susceptible i mucho mas fácil de irritar que la membrana esterior; no es posible limpiarla, hacer los lavados necesarios para desembarazarla del polvo como se puede hacer con la cutis esterna, pero la naturaleza ha obviado este inconveniente haciendo fluir de esta membrana un líquido un- tuoso que la humedece i disminuye la acción da- ñosa de estos cuerpos estraños. El polvo que en el movimiento de la aspiración, penetra en los pulmones con el aire, obra de un modo diferente sobre la salud, según la naturaleza. Asi, por ejemplo, los molineros, los panaderos, los pasteleros, los carboneros i los trilladores, respi- ran polvos poco irritantes de por sí, pero dañosos, porque penetran en órganos que no están dispues- tos para soportar su presencia, por lo cual oca- sionan tos i espectoracion, en la cual son espeli- dos. Los picapedreros, los canteros, los estatuarios, los amoladores, los trabajadores en arenisca, res- piran el polvo de las piedras o del pedernal, que irrita sobremanera las membranas del pulmón, porque es mas grueso i mas duro, de lo cual resul- tan toses pertinaces i esputos de sangre. Muchos obreros se hallan, pues, en estos oficios, espuestos a contraer graves enfermedades del pecho. En una aldea del departamento de Loiret-Cher donde casi todos los habitantes fabricaban piedras de fusil, la mortalidad era mui grande, debida, sin duda, a la introducción en los pulmones del polvo de pedernal. El descubrimiento del fusil de cápsula ha hecho un gran servicio a estos obreros, haciendo desaparecer tan peligroso oficio. Los obreros que trabajan en sacar punta a ]as agujas, respiran un aire cargado de polvo de acero i de arenisca que se desprende de la piedra en que gastan las agujas. Hace tiempo que se ha señalado este oficio co- mo mui peligroso, por ocasionar con mucha pron- titud la tisis del pulmón; pero el doctor Londe, miembro de la Academia ele Medicina de París i autor de un tratado de hijiene mui apreciado, que ha visitado las grandes fábricas de agujas de Aquis- gran para reconocer los malos efectos del polvo de arenisca en la salud de los obreros, hace notar que esos obreros, que ganan cinco francos diarios, se entregan a escesos que aceleran la enfermedad. Asi, pues, tales obreros agravan su estado con la disipación, i esto es cabalmente lo que sucede en todos los oficios peligrosos i bien pagados. El doctor Dequevauvillers, vuestro profesor de física, me ha citado un hecho que voi a referir para mostraros cuán útil es, en tales casos, la vida morijerada i sobria. Fue llamado a prestar su asistencia a un mole- ro que, ademas de su peligroso estado, se encon- traba atacado de una enfermedad mui grave que requirió una operación quirúrjica importante. Esto obrero, que conocia los peligros de su oñcio, pone en práctica las reglas de la hijiene; habita un cuar- to bien ventilado i salubre, su alimento es sano i las comidas a sus horas; consagra una parte de los dias de descanso al paseo al aire libre. Estas con- diciones hijiénicas, tan útiles a la salud, han ejer- cido en los resultados del tratamiento tan favora- ble influencia, que el doctor Dequevauvillers, está convencido que su enfermo, que se encuentra hoi perfectamente curado, hubiera infaliblemente su- cumbido a las consecuencias del mal si se hubiese conducido de otra manera. Los obreros que en las hilanderías trabajan el algodón, el crin, la lana, etc., sufren los mismos accidentes que los canteros i los agujeteros, por lo cual en las hilanderías se han establecido en estos últimos años máquinas que quitan gran cantidad de polvo al aire respira- do por los obreros. Uno de nuestros jóvenes oyentes, que trabajaba el crin, la lana i la pluma, estaba con frecuencia enfermo, había tenido muchas enfermedades de los ojos, que, al mismo tiempo que le inquietaban, le obligaban a guardar reposo. Habiendo sabido aquí en este lugar a qué debía atribuir sus afec- ciones, cambió de ocupación, con lo cual han des- aparecido las enfermedades de los ojos. * En los talleres en que se trabaja el cobre, el mercurio i el plomo, se levanta un polvo que pue- de ser mui dañoso a la salud de los obreros. Los que fabrican el blanco de ceruza o el minio, los fundidores de caracteres, los pintores de edificios que emplean el blanco de plomo, están sujetos a afecciones particulares ocasionadas por la intro- ducción del plomo por las vias respiratorias o por la cutis. 53 Efecto de las emanaciones.—El aire puede también estar alterado por la presencia de ema- naciones que son como vapores que se desprenden constantemente, ora de los cuerpos animales i ve- jetales, ora de la descomposición natural i artifi- cial de estos cuerpos. Las flores que se dejan en un aposento, principalmente durante la noclie, esparcen en la atmósfera olores i ácido carbónico que ocasionan síncopes, dolores de cabeza i hasta pueden producir la asfixia. Las emanaciones de los hombres o de los ani- males pueden ser funestas. Un joven estudiante de medicina llega una mañana temprano al hos- pital; se descubre ante él el lecho de un enfermo de tifo, se escapan inmediatamente del cuerpo del paciente tales emanaciones, que el joven es aco- metido inmediatamente del mismo mal; se le coloca acto continuo en uno de los lechos que allí liabia, donde tuvo la desgracia de verlo perecer rápidamente su padre, uno de los médicos mas ilustres de Alemania. Está probado hoi que los hombres que pasan la noche cerca de los caballos muermosos son acometidos por el muermo. Del cuerpo de los niños enfermos de sarampión o de escarlatina, se desprenden vapores que vi- cian de tal manera el aire, que otros niños i hasta los grandes que viven en el mismo aposento son atacados de dichas enfermedades. Los cuerpos vejetales o animales que dejan de vivir se descomponen pronto i se pudren. Ilai en- tonces formación i desprendimiento de vapores, de emanaciones malsanas; tal es lo que sucede en los pajales, en los cementerios, en las salas de disección, en las letrinas, los pozos cerrados du- rante largo tiempo, los pantanos, los cloacas, etc. Cada di a se verifica la descomposición de los cuerpos en las chimeneas por la combustión de la leña i del carbón, en los laboratorios por las prepa- raciones químicas, en ciertas fábricas, tales como los hornos decaí, alambiques, etc. En el trabajo de la descomposición se forman nuevas sustancias, vapores y gases estudiados por la Química, que tienen un influjo nocivo y deletéreo sobre la salud. Resumen practico de las necesidades de la respiración.—Si habéis escuchado con atenciou la lección que acabo de daros i si yo he acertado en esplicarme, debeis sacar de chalas conclusiones siguientes: 1. ° Que de todas las necesidades del hombre la mas indispensable para la vida, la mas imperio- sa, es la necesidad de respirar. 55 2. ° Que el aire atmosférico, ájente principal de la respiración y fluido tan abundantemente es- parcido en torno de nosotros, hace un papel consi- derable en la vida del hombre. 3. ° I finalmente, que si este aire es puro, man- tendrá la vida; pero si es impuro, si está alterado en sus proporciones químicas, si contiene polvo, vapores i gases de mala calidad, será funesto para la salud y para la vida del hombre. ¿Qué os queda ahora que hacer para sacar pro- vecho de estos conocimientos? Será necesario evi- tar con gran cuidado todo lo que pueda turbar las funciones de la respiración, impidiendo la libre entrada del aire en el pecho, corno sucede cuando se nada largo tiempo entre dos aguas, cuando se duerme con la cabeza debajo de la almohada o completamente envuelta por las frazadas, como lo he visto muchas veces durante el invierno, entre obreros jóvenes, o cuando se lleva vestidos mui apretados que impiden la dilatación del pecho du- rante la respiración. En el Indostan ciento cuarenta y seis prisione- ros de los ingleses fueron encerrados durante la noche en un cuarto de veinte pies cuadrados, que no tenia mas aberturas que dos ventanitas que da- ban a una galería. A las dos de la mañana habían sucumbido ya noventa y seis prisioneros por falta de aire que respirar, y al amanecer, cuando se abrió la prisión, solo quedaban veintitrés vivos de los ciento cuarenta i seis que habian entrado la no- che antes, i estos en el estado mas lastimoso. Este hecho, bien deplorable por cierto, que se encuen- tra consignado en todas las obras de hijiene, es para vosotros una nueva prueba de la necesidad absoluta de renovar el aire, al mismo tiempo que 56 os da la medida de lo que debe suceder en los lu- gares en que el aire no está suficientemente reno- vado i cuando hai un gran concurso de jente. ¿Creeis que respiráis aire puro en los lugares de espectáculo, a donde vais a encerraros durante cinco o seis horas i donde dais a vuestros pulmo- nes un aire alterado por la respiración jeneral de los espectadores?—A estas malas condiciones se añaden los efectos de la combustión del. gas de alumbrado, que, como sabéis, produce ácido car- bónico, gas deletéreo, que mezclado . al que sale de los pulmones por el acto de la respiración, con- tribuye, no lo dudéis, a hacer de esos sitios lu- gares mui malsanos, principalmente las partes superiores. Lo que acabo de deciros de los lugares de es- pectáculos puede también aplicarse a esos grandes salones en que se baila, al mismo tiempo que otros beben i comen. lie aquí, sin embargo, los lugares a donde un gran numero de jóvenes van a pasar sus noches, ignorando que su sangre, puesta en contacto con el aire alterado que respiran, se altera también, vuelve al corazón menos roja i ménos propia para nutrir a los órganos, i esto suce- de precisamente en la edad en que los jóve- nes tienen gran necesidad de una sangre mui rica para dar todo el desarrollo posible a su cuer- po, que empobrecen por esta conducta inconsi- derada. De las habitaciones. — La habitación del hombre tiene nna influencia considerable sobre la salud. La situación de la casa, la manera como el aire circula en los aposentos, la altura de los cie- los i hasta la naturaleza de los materiales emplea- dos en su construcción concurren a hacer de una 57 casa una habitación bien o malsana, según que los preceptos déla hijiene hayan sido seguidos con mayor o menor intelijeneia. Én los campos, las casas están con frecuencia edificadas inmediatamente sobre el suelo i de con- siguiente son mui húmedas i oscuras. De las in- mundicias de todas clases que se depositan en sus cercanías se desprenden constantemente emana- ciones que penetran en las casas donde permane- cen por la falta de coiriente de aire i hacen sentir a los moradores sus perniciosas influencias. En las ciudades, las casas construidas mui juntas i en calles sombrías, estrechas i húmedas, no son mas sanas. Los habitantes del campo que pasan todo el dia al aire libre remedian hasta cierto punto los incon- venientes de sus habitaciones; mientras que los obreros de las ciudades trabajan todo el dia en el cuarto en que pasan la noche, por lo cual es de la mayor importancia para ellos saber elejir una ha- bitación sana. Se deberá evitar con cuidado los aposentos del entresuelo i los del suelo, i los que sean fríos, húme- dos i tristes, que el sol no caliente jamas con sus be- néficos rajos i donde la luz penetra con dificultad. Los porteros, que están obligados a vivir en habi- taciones de esta clase, casi siempre están enfermos. Es necesario evitar las casas nuevas, por su frial- dad i humedad, i los pequeños cuartos colocados bajo los techos, porque son mui cálidos durante el verano i mui fríos en el invierno. Elejireis en cuanto sea posible una. habitación elevada, que pueda recibir por una o dos ventanas espuestas al Oriente i Norte un aire de una calle bastante an- cha, de un jardín o de un gran patio. En esta vi- 58 vienda habrá una chimenea, que tendréis cuida- do de no tapar como lo hacéis con frecuencia, por- que esta abertura contribuye a la renovación del aire. Mui ventajoso es, no solamente bajo el pun- to de vista hijiénico, sino también bajo el económi- co, escojer un cuarto sano, atendiendo a que en el año la mayor parte del tiempo se gasta en fruslerías la suma que se podria emplear en el arriendo de una habitación cómoda, o bien se la gasta en en- fermedades. En nuestras ciudades, como en el campo, la jente poco acomodada vive en casas húmedas, bajas, estrechas, donde se reúnen i duermen mu- chas personas: estas casas, que por lo regular constan de una o dos piezas, tienen pocas puertas i sin ventanas: condiciones detestables, que hacen contraer enfermedades las cuales diíicilmente se curan, i si por casualidad se desarrolla una enfermedad contajiosa, como el sarampión, la es- carlatina o las viruelas, la mayor parte de los in- dividuos que moran en ellas son acometidos rápi- damente. Esa jente, sin duda, vive de esta mane- ra o por ignorancia o por ahorrar un poco de di- nero, que muchas veces malgastan en bagatelas o disipan en la embriaguez, dando lugar a que las enfermedades vengan a terminar una existencia que no se ha sabido conservar ni para el trabajo ni para gozar do los ahorros que él puede propor- cionar. Vosotros, señores, no imitareis el ejemplo de ta- les hombres que, desatendiendo las reglas mas co- munes de la hijiene, comprometen su salud, pa- sando la noche en habitaciones de esta natura- leza. Se aumenta la insalubridad de las casas criando 59 en ellas cierto numero de animales, como puer- cos, conejos, gallinas, pichones, etc. La administra- ción municipal de París, con el objeto de garan- tir la salud de sus administrados, ha espedido di- versos decretos prohibiendo la crianza de estos animales en la ciudad i en sus suburbios. Apesar de esta prohibición, muchos habitantes conservan animales en sus casas perpetuando asi tan grave causa de insalubridad. Para combatirlos malos efectos del aire en vues- tras habitaciones, evitareis ademas que se encie- rren en ellas los vapores que se desprenden constan- temente de los cuerpos en descomposición; asi, no debeis tener en vuestros dormitorios, principal- mente de noche, flores olorosas, cuyas emanacio- nes causan malestar, dolores de cabeza, vértigos, náuseas i aun la asfixia. Sabéis que todos ios cuer- pos que se descomponen esparcen en el aire vapo- res que lo corrompen; de consiguiente, en las pie- zas que sirven al mismo tiempo de dormitorio, de cocina i de taller ¡cuántos cuerpos no estarán sin cesar en descomposición! Huesos, restos de pesca- dos y de legumbres, aguas sucias que se corrompen i exhalan vapores que ciertamente vician i empon- zoñan el aire de estas habitaciones. Es menester no olvidarse de arrojar inmediatamente las aguas sucias i de llevar a la calle los restos de legumbres a fin de evitar los efectos dañosos de la fermenta- ción; es indispensable, ademas, renovar muchas veces el aire de estas habitaciones i tanto mas, cuanto mas jente o polvo haya i cnanto mas eleva- do sea el calor por las estufas, chimeneas, lámpa- ras, velas, que al quemarse forman ácido carbó- nico. La leña, el carbón, la hulla, dan al quemarse una 60 gran cantidad de vapores i de gases en los cuales el ácido carbónico está en mayor cantidad: si estos gases son lanzados a fuera al mismo tiempo que el humo por una fuerte corriente de aire, no hai pe- ligro que temer; pero si por el contrario, se espar- cen estos gases poco a poco en el aire i permane- cen en él, no tardan en dar a conocer su presencia: al principio por dolor de cabeza, en seguida por una especie de somnolencia i finalmente por un principio de asfixia seguida pronto de la muer- te, si se permanece en esta atmósfera envene- nada. Estos accidentes de asfixia i de semi-asfixiason mui frecuentes en París, sobre todo en las cocinas mui pequeñas alimentadas por carbón de leña. En- tre las lavanderas son mas frecuentes aun i mas temibles, sobre todo, de noche. «Una lavandera i su hija fueron halladas una mañana asfixiadas en sus lechos. La víspera por la tarde, esta lavande- ra había hecho su comida en un brasero, i al acos- tarse cubrió el bracero con una caserola que no impidió que la combustión continuara toda la no- che, por lo cual el aire se cargó poco a poco de una cantidad de gas ácido carbónico suficiente pa- ra ocasionar la muerte de la madre i de la hija.» (1) Teniendo dos jóvenes que pasar la noche en una pieza nueva, r ■ i no amueblada, llenaron de virutas una mala estufa que se encontraba en ella i después de haberla encendido se acostaron: al día siguiente se les encontró muertos. Los tubos de la estufa mal unidos habían dejado escaparse gran cantidad de humo que habia asfixiado a ambos jóvenes. Accidentes semejantes suceden cuando al (1) Londe, Memants d’Higiene. 61 tiempo de acostarse se cierra el tubo de la estufa con el objeto de conservar mejor el calor de la no- che o cuando se coloca en medio de un cuarto sin chimenea un brasero lleno de fuego para elevar la temperatura del aposento. Muchos comerciantes de París que viven en el entresuelo o en pequeños aposentos sin chimenea se sirven de este peligroso medio para calentarse durante la noche. Un mer- cader de vinos de mi barrio, su mujer i su hijo habrían perecido infaliblemente de esta manera si felizmente no se les hubiese podido socorrer a tiempo. Gran numero de medios lian sido aconsejados para preservar a los obreros, 3 a de los efectos del polvo, }'a de las emanaciones de que se carga el aire en ciertos talleres i que se pueden considerar cómo peligrosos. Asi, los farmacéuticos i droguis- tas tienen la escelente precaución de cubrir sus morteros con un cuero que se adapta al pizon e impide la salida del polvo, que obraría no sola- mente como cuerpo estraño, sino que sus principios podrían ser absorbidos en los pulmones, llevados a la sangre i ocasionar, según su naturaleza, acci- dentes graves i aun envenenamientos. De este mo- do, un simple velo de muselina fina o esponjas em- papadas en agua colocados delante de la boca i de las narices bastarían en muchos talleres para ta- mizar el airee impedir la introducción en los pul- mones de toda clase de polvos, principalmente los metálicos cuya acción es mui perniciosa. De este modo también una lámina de vidrio puesta entre el molejón i la cara del obrero que saca punta a las agujas, seria un obstáculo a la entrada de ese polvo dañoso. De este modo finalmente, la estie- ma limpieza de las manos i del rostro preservarla 62 muchas veces al cuerpo de los perniciosos efectos del polvo de plomo, de mercurio o de cobre. Sé que están presentes algunos pintores de ediíicios i tipógrafos a quienes debo prevenir que pueden ser atacados de esa enfermedad llamada cólico deplo- mo, pero los tipógrafos menos que los pintores. En las imprentas, los aprendices que tienen el ofi- cio de limpiar las cajas de caracteres son los mas sujetos a esta enfermedad. El polvo de plomo que entra en la composición de los caracteres de im- prenta se pega a las manos, al rededor de las uñas, penetra en las pequeñas desgarraduras de los dedos, es absorbido i determina accidentes. Les aconsejo que no coman ni salgan del taller sin haber tomado la precaución de lavarse bien i aun de cepillarse las manos. •La hijiene pública es la vastísima ciencia que se ocupa de la salud jeneral de los pueblos, i que dirije los grandes trabajos de saneamiento de los campos y de las ciudades a la par que de las (ma- nufacturas. A esta ciencia se debe: En los CAMros: la desecación i canalización de los pantanos para hacer desaparecer las enfermeda- des que reinan en los parajes pantanosos; la obli- gación de podrir el cáñamo en los ríos i no en pozos, porque de éstos se desprenden miasmas noci- vos a la salud que son disipados i dispersados por el viento que corre sobre los ríos i por el continuo movimiento de las aguas, etc. En las ciudades: la remoción diaria del lodo i de las inmundicias, el ensanchamiento de las ca- lles, la apertura de otras nuevas que haciendo circu- lar con mayor facilidad el aire, tienen la ventaja; de reemplazar las casas malsanas por casas construi- 63 das bajo mejores condiciones hijiénicas; la supresión de los albañales descubiertos, etc. Se dice que a consecuencia de los miasmas corrompidos esparcidos en la atmósfera por una cloaca descubierta que atravesaba la calle de Santa Catalina, Francisco I, que habitaba entonces el palacio de Tournelles, compró el sitio actual de las Tullerias para procurar a su madre una habi- tación mas salubre. íloi no existen cloacas des- cubiertas en París, gracias a los vijilantes cuida- dos de la autoridad municipal, ilustrada por los conocimientos de un Consejo de Salubridad, com- puesto de los hombres mas competentes i mas en- tusiastas por hacer de París una de las ciudades mas sanas de Europa. Grandes mejoras lia realizado la hijiene al es- tender su influencia a las manufacturas: a ella se deben los ventiladores, los hornos de tiraje, que es- tableciendo rápidas corrientes de aire, arrastran ha- cia afuera el polvo i las emanaciones dañosas/ e¡i los talleres de cardar i de escarmenar el algodón lás máquinas que absorben cantidades de polvos fatales a la salud, i los aparatos destinados a reemplazar al hombre en los penosos trabajos que antes se ha- cían a mano. Las máquinas de Jacguart son también mui útiles, pues al mismo tiempo que ahorran gran- des fatigas a los obreros, exijen por su altura ta- lleres mas elevados i mejor ventilados. Estas má- quinas, cuja introducción en las manufacturas temia el obrero, le han sido, por el contrario, mui favorables, protejiendo su salud i contribuyendo a prolongar su existencia. Ya lo veis, señores: no faltan hombres de cien- cia que, preocupados siempre por la salud i bien- 64 estar de los obreros, busquen o propongan los me- dios de hacer desaparecer o al menos de disminuir considerablemente los efectos de los trabajos in- salubres o peligrosos. Pero, también es necesario decirlo, los obreros mismos, aun aquellos mas interesados en el propio trabajo, son los que se so- meten con mas dificultad a estos medios de pre- servación. Nuevos peligros resultan necesariamente de la presencia en los talleres de estos aparatos mecáni- cos, i no es estrano que hayan sucedido numerosos accidentes, que con disgusto vemos que es necesa- rio atribuirlos en gran parte a la imprudencia de los que están encargados de hacerlos funcionar. En un informe mandado al Consejo de Salubridad del departamento del Norte sobre los accidentes ocasionados por los aparatos mecánicos, se lee lo siguiente:—Pero lo que contribuye sobre todo a la frecuencia de este género de desgracias es la impru- dencia escesiva de los obreros, que, desconociendo los mandatos mas espresos, desafiando los reglamentos esp>eciales adoptados en las fábricas, se espionen con indecible temeridad a los peligros que les advierte sin cesar y con infatigable perseverancia la solicitud de los manufactureros i contramaestres. Consejos sobre la asfixia.—En el curso de estas lecciones rae habéis oido pronunciar con fre- cuencia la palabra asfixia i ahora quiero deciros lo que debe entenderse bajo este nombre i los me- dios de remediar tan grave accidente mientras se aguarda la llegada del médico: lo hago con tanto mayor placer cuanto que he sabido que dos alum- nos de la asociación pasando cerca del canal de San Martín en el momento que sacaban del agua un hombre que había caído en él, i acordándose de nuestras lecciones sobre la asfixia, se apresuraron a sacar partido de sus conocimientos tratando de hacer recobrar la vida a aquel hombre, de lo cual sajieron airosos, pues el ahogado empezaba a res- pirar cuando llegó el médico. La asfixia es la suspensión de los fenómenos de la respiración. Los ahorcados, los ahogados, los asfixiados por el carbón u otros gases, los estran- gulados, mueren porque el aire no llega a sus pulmones. En la asfixia por el carbón o por los gases de las letrinas, hai ademas, introducción de gases tóxicos en los pulmones. Lo primero qne se debe hacer en la asfixia, es la introducción del aire hasta los pulmones i ale- jar lo mas pronto posible al asfixiado de la at- mósfera envenenada que respiró; i si esto no es posible, abrir de par en par las ventanas a fin de establecer corrientes de aire. Es menester llevar al enfermo cerca de la ventana, desabrocharle los vestidos que pueden dificultar la respiración i la circulación de la sangre, arrojarle agua fria en la cara, hacerle respirar i aun beber si es posible agua lijeramente vinagrada. Cuando se entra a un cuarto donde se encuen- tra un ahorcado, es necesario cortar inmediata- mente la soga que sirve para la suspensión, sin aguardar la llegada del ájente de policía, como se trata de hacer regularmente, porque al aguardar podria morirse el paciente. El hombre no puede respirar debajo del agua, por lo cual si permanece cierto tiempo bajo de ella sufre accidentes de asfixia seguidos pronto de la muerte, si es que no se pone remedio. Sabiendo ahora que la privación del aire es lo que hace morir a los ahogados i nó la cantidad de agua que 66 tragan, comprendereis sin dificultad que es inútil colgarlos por los pies, como quieren algunas per- sonas poco ilustradas. Por el contrario, es me- nester esforzarse en hacer penetrar el aire en los pulmones. Se debe tender al ahogado de costado para que pueda botar las mucosidades que llenan las narices i la boca i aun aspirarlas a fin de faci- litar la introduccien del aire: después se compri- me con las manos fuertemente la base del pecho i se suspende repentinamente esta compresión para continuar después en esta alternativa. De este modo se hace obrar al pecho como fuelle, llaman- do el aire a los pulmones. Al mismo tiempo se deben quitar los vestidos mojados, enjugar el cuerpo i friccionarlo con el objeto de restablecer los movimientos de la circulación. El resto de la curación incumbe al médico. III. ALIMENTACION. Función de la alimentación.—Sustancias alimenticias.— Alimón, taeion vejetal.—Fécula.—Pan.—Pastelería.—Legumbres fres- cas i secas—Callampas.—Frutas.—Alimentación animal — Productos de los animales.—Huevos, leche.-—Café con leche. -—Pescados.—Cocimiento.— Condimentación.—Vasos i uten- silios de cocina.—Bebidas.—Agua.—Té.—Café.—Vino.—Cer- veza.—Cidra.—Aguardiente—De la embriaguez.—Borrachera. —Consejos jenerales sobre la alimentación, la sobrieded i la templanza. Alimentación.—Al volver la sangre al cora- zón después de haber dejado en cada órgano una parte de sus principios nutritivos, se encuentra cargada de materiales impropios para la vida i que por consiguiente deben ser separados; por este trabajo orgánico el cuerpo i la sangre sufren con- tinuas perdidas, cuya reparación es una de las con- diciones de la existencia. Los alimentos tienen por objeto reparar las pérdidas i dar a la sangre nueva fuerza i nueva enerjía que contribuyen al desarrollo del cuerpo. El alimento no es, pues, menos útil que el aire en el mantenimiento de la vida; hai solamente entre ambos la diferencia de que el aire debe en- trar en los pulmones a cada respiración, es decir, veinte veces por minuto como término medio, 63 mientras que basta que el alimento sea introduci- do una o dos veces por dia en los órganos encar- gados de la alimentación, i aun se podria, sin gran peligro, aguardar mas tiempo. Si a un animal se priva completamente el ali- mento, se enflaquece, languidece i muere; los animales nuevos perecen con mas rapidez que los viejos, lo cual sucede también en la especie hu- mana. El hombre formado i el viejo pueden, pues, soportar la privación de los alimentos por mas largo tiempo que los niños. La función de la alimentación es mui compli- cada, i exije el concurso de un gran número de órganos. Sin embargo, espero que reduciéndola a su mayor simplicidad llegareis a comprenderla perfectamente. Los alimentos son introducidos en la boca, donde deben ser gustados por la len- gua, molidos con cuidado por los dientes i mez- clados exactamente con la saliva, líquido formado por glándulas situadas cerca de la boca i vertido en ella con mas abundancia durante el trabajo de la masticación. Esta primera operación es mui im- portante. Hai alimentos que no se dijieren si no son convenientemente triturados por los dientes i mezclados con la saliva, porque este líquido obra químicamente sobre ellos i prepara su dijestion. Cada bocado preparado de esta manera toma una forma redondeada, llega a la parte profunda de la boca i por un movimiento de contracción de los músculos de esta parte desciende ai estómago. Los alimentos acumulados poco a poco en el estóma- go se empapan en este órgano de un líquido par- ticular llamado jugo gástrico, i cuando la masa alimenticia está bien blanda, bien impregnada de este jugo gástrico es impelida hácia los intestinos, 69 donde tiene que sufrir nuevas modificaciones. La acción del estómago está fuera de nuestra voluntad, como que es el resultado de un tra- bajo orgánico; por consiguiente, si suministramos a nuestro estómago alimentos preparados con cui- dado i de naturaleza sencilla, ejecutará su trabajo fácilmente, sin fatiga i nosotros no lo notaremos: pero si por el contrario, introducimos en este órga- no alimentos de naturaleza irritante o mal tritu- rados, el trabajo fatigará mucho al estómago, la dijestion será penosa, difícil i acompañada de in- chazon i de malestar. Un dia fui llamado para ver una joven acometida de vómitos: la familia estaba aflijida porque creía ver pedazos del híga- do o del pulmón en lo que la enferme botaba. En efecto, vi en una escupidera pedazos de carne que me parecieron simplemente de carnero. He aquí lo que habia sucedido: por la mañana aque- lla niña habia comido o mas bien tragado en pocos bocados una costdla de carnero i habia salido en seguida a asuntos urjentes. Al volver a su casa se sintió mui incomodada por dolores de estómago i después por un fuerte dolor de cabeza que atribu- yó a jaqueca i concluyó por vomitar. El estóma- go lanzó con violentos esfuerzos alimentos mal divididos sobre los cuales no pudo obrar. Si esta joven hubiese comido mas despacio, si hubiese mascado con mas cuidado los trozos de costilla, se habria ahorrado una indisposición i no habría dado a su familia crueles inquietudes hasta la llegada del médico. ¿Porqué esta costilla quedó en el estó- mago i no pasó a los intestinos con los otros ali- mentos? Porque la abertura del estómago que corresponde a los intestinos está cerrada por un pequeño músculo circular en forma de anillo que 70 da paso a los alimentos únicamente cuando lian sufrido la preparación necesaria. Talvez habéis oido decir que fulano tenia pílo- ro, para espresar la idea de una enfermedad del estómago; esta es una espresion viciosa. A Dios gracias, todos tenemos píloro, pues se llama así ese pequeño músculo que como vijilante centine- la se opone a que pasen a los intestinos los alimen- tos que podrían turbar el trabajo de la dijesriou. Muchas personas tienen enfermedades del píloro i son ptincipalmente aquellas que lo fatigan i lo irritan tomando con frecuencia alimentos groseros o estimulantes. Cuando los alimentos llegan a los intestinos se asemejau a un caldo o papilla clara, i allí son so- metidos a la acción de la bilis, que es formada por el hígado: este órgano que es mui volumino- so, colocado en la parte superior i derecha del vientre, desempeña la función de formar la bilis, líquido amarillo verdoso, amargo, que termina el trabajo de la dijestion de los alimentos en unión de otro líquido que es bastante parecido a la saliva i que viene de una glándula vecina, llamada páncreas. Terminado este trabajo, se ve en la ma- sa alimenticia un líquido untuoso, denominado quilo que es chupado o absorbido por un gran nu- mero de pequeños vasos cuyas aberturas están si- tuadas en la cara interna de los intestinos. Por su reunión forman estos vasos un canal encargado de llevar el líquido a una vena donde debe penetrar para mezclarse con la sangre. Al principio de este trayecto el quilo es gris, después se pone poco a poco blanco, i al fin toma un color rosado; parece que comienza a trasformarse en sangre. El quilo una vez mezclado con la sangre ve- 71 nosa va a las cavidades derechas del corazón, de ahí a los pulmones donde es completamente tras- formado en sangre roja; vuelve en seguida a las cavidades izquierdas del corazón que con impul- sos repetidos lo lanza para que vaya a comunicar la vida a todos los órganos del cuerpo. Una parte de los alimentos queda en el canal intestinal, la cual desciende por los intestinos, to- ma mayor consistencia i color mas oscuro, i una vez que llega a la estremidad inferior del tubo dijes- tivo es espelida. Las sustancias líquidas arrastradas en la circulación van en menor cantidad a los riño- nes, órganos situados en el vientre, a ambos lados de la columna vertebral i que secretan la orina. Es- te líquido desciende en seguida a un saco llamado vejiga de donde es espelido como los residuos só- lidos: es importante no conservar largo tiempo en el cuerpo estos residuos sólidos i líquidos, aten- diendo a que su presencia mui prolongada puede ocasionar enfermedades. Para que el alimento que comemos sea pues provechoso a nuestro cuer- po, es necesario que pase por todas estas trasfor- maciones, que se ponga líquido, que sea tomado en los intestinos por los vasos quilíferos, es decir, conductores del quilo; de lo contrario, será arroja- do sin haber aprovechado al individuo. Ahora vamos a estudiar en grupo los diferentes alimen- tos i sus preparaciones culinarias. Sustancias alimenticias.—Encontramos las sustancias propias para alimentarnos en las dife- rentes clases de animales i de vejetales. Se pretendió en la antigüedad que el hombre se hacia cruel euando comía la carne de los ani- males i que una alimentación enteramente com- puesta de vejetales i de leche bastaba ámpliamen- te a las necesidades de la vida. En el siglo pasado un gran filósofo i un sabio médico trataron de ha- cer revivir esta idea; querían sin duda volver a los buenos tiempos cantados por Madama Des- houliéres: ' 72 Leche, pan i frutas I la fuente clara A nuestros abuelos Alimento daban. Es cierto que este sencillo alimento ha bastado i puede bastar aun a mucha jente para vivir bien, rersonas hai cuya salud nunca está mejor que cuando toman alimento estremadamente lijero. En gran parte de nuestros campos el alimento es casi esclusivamente vejetal, pero con solo exami- nar los dientes del hombre quedaremos conven- cidos de que estamos destinados por el Criador para comer animales i vejetales. La forma de los treinta i dos dientes de que está guarnecida nues- tra boca indica bastante bien su destino, porque algunos son análgos a los dientes de los animales carnívoros i otros se asemejan a los de los anima- les herbívoros. Alimentación yejetal.—En la clase de los vejetales se encuentran un gran número de plantas que sirven para la alimentación del hombre i que por esta razón se las cultiva con gran cuidado. -De ciertas plantas tomamos las raíces i de otras el ta- llo; de éstas las hojas i de aquellas la flor o el fru- to, segnn nuestro gusto i nuestros hábitos. En la alimentación esclusivamente vejetal no hai prin- cipios fuertemente nutritivos; i aunque en nuestros campos muchos labradores no comen carne sino 73 rara vez, sin embargo es necesario que os haga notar que tal réjimen no bastaría a los obreros de las grandes ciudades si no se le añadiera alimen- tos sacados del reino animal. Los habitantes del campo tienen en su favor un aire vivo i puro que da a su sangre una fuerza que no encontraréis en los talleres mal aireados. Vamos a pasar revista de los principales alimen- tos que sacamos del reino vejetal. Con el objeto de facilitar el estudio i el conocimiento de las plantas, las dividen los botánicos en familias se- gún la semejanza que entre sí tienen. La familia de las gramíneas que contiene los granos, tales como la cebada, el trigo, el centeno, el maiz, el arroz, etc., es sin disputa una de las mas interesantes i una de las mas útiles al hombre i a los animales. Estas plantas crecen en todos los parajes del globo i sirven o pueden servir para ali- mento de todos los herbívoros. Los ganados se ali- mentan de sus hojas i de sus tallos, Las aves i el hombre de sus semillas, que contienen una sustan- cia mui nutritiva llamada fécula. De la Fécula. —Hace muchos años que se reconoció i se ha comprobado últimamente por nu- merosas i variadas esperiencias que los vejetales mas alimenticios son aquellos que suministran mayor cantidad de esta sustancia, que en su esta- do de pureza se presenta bajo la forma de un pol- vo blanco, seco, sin sabor ni olor, insoluble en el agua Iria, pero mui soluble en el agua hirviendo. Muchos vejetales contienen fécula i algunos en mucha- abundancia tales como las patatas o papas, las castañas, los fréjoles, los garbanzos, las habas, las lentejas. “La fécula es un alimento suave i reparador que sustenta sin escitar i que permane- 7 á ce poco tiempo en el estomago sin causarle fa- tiga.” (1) Del Pan.—El pan se hace de harina, sustan- cia compuesta casi esclusivamente de fécula, i es el alimento mas usado i mas precioso para todos los pueblos de la tierra i principalmente para nos- otros que hacemos de él la base de nuestra ali- mentación. El pan es un alimento mui lijero i mui alimen- ticio a la vez; es el mas sano de todos, el que dis- gusta menos cuando está bien confeccionado i quj- zá el que conviene mas a todas las edades i a todas las constituciones. Mas para que tenga todas las cualidades alimenticias es necesario que sea blanco, poroso en su interior, bien fermentado i bien co- cido; esto no se puede obtener sino con harina de trigo, porque hai eu esta harina una sustancia lla- mada gluten que contribuye poderosamente al trabajo de la fermentación necesaria para la fabri- cación del pan. Hai gluten en el trigo i en el cen- teno, por lo cual sus harinas son las mas a propó- sito para hacer un pan lijero i nutritivo. Se puede añadir a estas harinas otras féculas, tales como las de cebada, de maiz, de papas como se acostumbra en algunas partes; pero se obtiene de este modo un pan sólido, duro, alimenticio es verdad, pero de difícil dijestion. Se puede conocer la calidad de las harinas del comercio averiguando la cantidad de gluten que contienen. Este medio ha permitido reconocer muchas veces que harinas impropias para la pani- ficación se habían añadido fraudulentamente alas harinas de trigo. (1) Londe, Elementos de Hijiene. 75 El pan que acabado salir del horno es pesado e indijesto, lo mismo que el pan que no está bien cocido, que es ademas húmedo i con mucha mi- ga. Este pan se conserva mal i no tarda en cubrir se de moho que no solamente dáña a la dijestion sino que puede turbar las funciones del estómago i de los intestinos. La fécula sirve también para preparar pastas, tales como los fideos, los macarro- nes que se hacen cocer en agua, leche o caldo i que constituyen alimentos mui sustanciosos i de dijestion fácil. La fécula de todas las gramíneas i la de otros vejetales, tales como las castañas, pa- tatas, etc., puede servir para hacer guisos i caldos que se dijieren bien i son mui alimenticios. Con estas féculas se hace galletas o bollos de todas cla- ses, mui apreciados de los golosos i mui solicitados por los niños. La pastelería es la peor manera de preparar la fécula porque se la asocia a huevos, crema i cuerpos grasosos que muehas veces son de mala calidad. Resulta de todas estas mezclas casi siem- pre mal cocidas, pasteles pesados/ eindijestos que incomodan a los niños enfermos o convalecientes. He visto con frecuencia recaídas ocasionadas por tales pasteles que no habiendo sido dijeridos por los enfermitos, ocasionaron vómitos, fiebre i en fin hicieron reaparecer una enfermedad que se habia creído terminada. Es menester, pues, no darle jamas a los niños pasteles de hoja o de crema sino galletas, que son las únicas preparaciones de esta clase que les convienen. Hemos dicho que las papas i las castañas con- tenían mucha fécula, i en efecto se la estrae en gran cantidad de las papas i se la emplea útilmen- te en todos sus usos ordinarios. Se ha tratado de hacer pan con fécula pura de papas; pero no ha sa- lido bueno sino añadiéndole harina de trigo. Las papas constituy n uno délos alimentos mas pre- ciosos que suministra el reino vejetal: por lo nu- tritivas i de fácil dijestion convienen a casi todos los estómagos. La castaña es un alimento sano i mui sustancioso i forma la base de la comida de los limosines. DespueS de la familia de las gramíneas, el grupo de plantas mas útiles al hombre por sus cualidades alimenticias es el que ha recibido el nombre de familia de las leguminosas, a la que pertenecen el garbanzo, el haba, el fréjol, la lenteja i la ar- veja. Estos alimentos obran de diversa manera se- gún sean frescos, secos o maduros: frescas o ver- des, contienen estas legumbres mucha agua, azú- car i mui poca fécula; alimentan poco, pero su tierna consistencia las hace de fácil dijestion. Cuando secas son mas nutritivas; pero de dijes- tion difícil por lo que convienen a los estómagos robustos i bien constituidos. En este estado se en- cuentra en ellas, como en los granos de las gramíneas, una gran cantidad de fécula que desarrolla durante la dijestion gases cuya pre- sencia en los intestinos determina muchas veces cólicos. Estas legumbres se dijieren mucho mejor cuando se las guisa pelándolas o quitándoles el hollejo. La alcachofa cocida, la betarraga, el nabo, la zanahoria, el espárrago, la lechuga, la achicoria cocida, la coliflor, los salsifíes, los porotos i las ar- vejas verdes, etc., pueden ser considerados como alimentos emolientes, lijeros, de fácil dijestion i alimenticios cuando van asociados al pan o a la carne. Las coles son bastante alimenticias, pero se dijieren con dificultad por lo que es necesario Go- marlas poco, mascarlas bien i sazonarlas con sal i pimienta para ayudar el trabajo de la dijestion. La mayor parte de los vejetales se dijieren mal cuando se les come crudos o en ensaladas. Las callampas o setas que crecen espontánea- mente en los prados i bosques de Europa son em- pleadas en la alimentación del hombre. En Fran- cia se hace de ellas un uso moderado, sirviendo mas bien de condimento; sin embargo, algunos las comen con gran avidez i las buscan con empeño en sus paseos al campo. La callampa es un ali- mento de dijestion difícil pero mui alimenticia; desgraciadamente esta alimentación no deja de presentar graves peligros, pues gran número de callampas contienen un principio venenoso i to- dos los años anuncian los diarios la muerte de personas que han comido tales callampas reco- jidas en los bosques i examinadas con poco cui- dado. Es casi imposible que os pueda dar medios se- guros de distinguir siempre i fácilmente las callam- pas venenosas de lasque no lo son. Para prevenir los accidentes que resultan de su uso desconside- rado, la autoridad no deja penetrar en los merca- dos mas que las callampas o setas de semillero i la colmenilla, especies que no presentan ningún peli- gro: el mejor consejo que puedo daros sobre este asunto es no usar mas que las callampas cuya venta es permitida i de abstenerse de las que se recojen en los bosques (l). (1) En Chile no se ven casos de envenenamiento por las Hampas o setas, ora sea porque se comen ménos que en otras partes, ora porque las especies venenosas son mas raras o ménos acres que en otros países. 78 De las frutas.—Las frutas que comemos con tanto placer durante los fuertes calores del estío no pueden ser consideradas como alimentos nutri- tivos, sobre todo cuando están frescas; la mayor parte contienen mucha agua, azúcar i algún áci- do. Cuando se han secado al sol o al horno pier- den el agua i el ácido, se ponen mas azucaradas i de carne mas dura i alimenticia; tales como los higos, las ciruelas, las peras, las uvas, etc. Las frutas frescas se dijieren con tanta mayor facili- dad cuanto mas tierna i menos compacta es su pulpa. Es necesario evitar cuidadosamente el co- merlas antes de su madurez, pues entonces irritan el estómago i los intestinos. Las almendras i las nueces contienen fécula unida a un principio aceitoso que las hace de di- jestion difícil, principalmente cuando están secas. Sa cree que el melón i el al barí coque son insa- lubres i dan fiebre, lo cual es un error. El alba- ricoque es una de las frutas mas sabrosas i mas esquisitas, se dijiere mui bien i no fatiga cuando está perfectamente madura i se toma en cantidad moderada: lo mismo sucede con el melón; sin em- bargo, una rebanada de melón mui frió, comida con lijereza i con el cuerpo caliente puede turbar la dijestion. Las frutas pueden comerse cocidas i entonces son mas alimenticias i de fácil dijestion. Con la fruta se hace también confites que se guar- dan largo tiempo i son mui útiles para los niños convalecientes. Se hace con el cacao, que es igualmente una fruta, una preparación, el choco- late, que es buen alimento, se dijiere bien cuando no está mui espeso i sirve de desayuno a muchas personas. Alimentación animal.—La alimentación ani- mal es mucho mas sustanciosa que la alimenta- ción vejetal. La carne de los animales contiene principios mui reparadores, que el estómago guar- da largo tiempo i que una vez separados por el trabajo de la dijestion dan al quilo gran enerjia. Sin embargo, todos los animales i todas las partes de los animales no suministran principios igual- mente reparadores: asi los animales formados o grandes, tales como el buei, el carnero, el caballo, la liebre, el cabro, el pato, el ganso, la perdiz, etc., etc., que tienen la carne roja o negra, sumi- nistran un quilo mas rico en principios nutritivos que los animales nuevos i de carne blanca, entre los cuales encontramos el ternero, el pollo, el co- nejo, el cordero, el cabrito, etc., etc. Los ali- mentos dados por estos animales son mas lijeros, tiernos i refrijerantes i convienen principalmente a las personas que necesitan un alimento menos fuerte. Me habéis oido decir cpie la carne del caballo es mui alimenticia, i esto quizas os asombra por- que no está en nuestras costumbres comer la car- ne de este animal, que reservamos para otros em- pleos domésticos. Sin embargo, ha sido probado por el ilustre Larrey que la carne de caballo su- ministraba en las campañas del imperio escelente carne i que se podría utilizar tan bien como la vaca para los hombres sanos como para los en- fermos. No se come solamente la parte muscular de los animales sino también ciertos órganos, tales como los sesos o cerebro i los bofes o pulmones que son alimentos de fácil dijestion i bastante nu- tritivos; la pana o hígado, los riñones, el menudo o intestinos son órganos de carne apretada i com- 80 pacta i es necesario reblandecerlos conveniente- mente para que sean de fácil dijestion; en fin, la sangre contiene muchos principios nutritivos, pero se la prepara de tal manera que se la hace pesada al estómago. Empleamos ademas como alimento ciertas producciones animales tales como los hue- vos i la leche. Los huevos de gallina constitu- yen un alimento escelente, nutren mucho, se di- jieren con facilidad i convienen a todos los es- tómagos, tanto de los convalecientes como de los sanos. La leche es el primer alimento del hombre: asi como le bastó solo durante los primeros meses de la vida, asi le conviene también en las otras edades. Este alimento le encuentra el niño al nacer en- teramente preparado para sus débiles órganos en el pecho de su madre, i si liai grave impedimento para que ésta le alimente, lo que es mui sensible, se le da el pecho de otra mujer que como ella esté criando. Las hembras de muchos animales do- mésticos, las vacas, cabras, ovejas, burras i yeguas suministran al hombre leche de buena calidad que puede servir ventajosamente a su alimenta- cian i aun reemplazar en ciertas circunstancias i bajo ciertas condiciones a la leche materna. La leche pura o asociada a otras sustancias ali- menticias o trasformada por preparaciones parti- culares en mantequilla o en queso, es un alimento de consumo diario. Está compuesta de diversos principios: los esperimentadores i químicos han encontrado en ella agua, azúcar, mantequilla i una sustancia caseosa propia para hacer el queso; mas estas sustancias no están en iguales propor- ciones en las diversas clases de leche. Asi la leche de burra i de yegua, que se parecen mucho, se asemejan en su composición a la de mujer; con- tienen agua, azúcar i mui pocos materiales pro- pios para formar mantequilla o queso, por lo cual son mui lijeras, mui emolientes i convie- nen a los niños, a los convalecientes i a los en- fermos. 81 La leche de cabra, de oveja i de vaca es mas nutritiva; contiene menos agua i azúcar, pero mucho mas mantequilla i queso que las prece- dentes. La de cabra es mas tónica i contiene mas queso que la de vaca, que presenta mayor canti- dad de mantequilla i que es mas refrijerante. La leche de oveja da un queso duro i de dijestion difícil. Cuando se deja la leche al aire libre, principal- mente durante los calores de verano o cuando se pone en contacto con un ácido durante la ebulli- ción, se descompone i la parte acuosa se separa de la parte caseosa. Este líquida forma entonces lo que se llama sueros, bebida refrescante i agrilla, i lo que ha recibido el nombre de cuajada, que se come con placer durante la estación de los calores i que se dijiere bien cuando se ha cortado por sí sola, pero que es pesada e indijesta cuando la se- paración se ha hecho en el fuego. La calidad de la leche difiere no solamente se- gún las diversas especies de animales, sino también según la edad i la constitución del animal que la suministra. Yernos con frecuencia que personas de- bilitadas por largas enfermedades o por abusos, recobran las fuerzas i la salud mediante una ali- mentación compuesta esclusivamente de leche de buena calidad. Este líquido los alimenta bastante, i como no exije gran trabajo a los órganos dijes- tivos, no los fatiga, sino que por el contrario, 82 calma o cura sus irritaciones. Mas no puede la leche entrar en la alimentación de los jóvenes i de los hombres entregados a trabajos penosos, sino acompañada de alimentos mas nutritivos. Ilai personas que no dijieren la leche i a quie- nes este alimento les liace mal; a tales personas se les aconseja muchas veces que mezclen la leche con los escitantes aromáticos; pero a nosotros nos parece mas sencillo, i sobre todo mas racional, renunciar a un alimento que turba la dijestion. Este inconveniente se presenta con mayor frecuen- cia en las ciudades que en el campo, lo cnal de- pende de que en las grandes ciudades se encierra a los animales en establos estrechos i mal venti- lados i de que el alimento que se les da tiene por objeto producir una gran cantidad de leche mas bien que leche de buena calidad. De todas las falsificaciones reprochadas a los vendedores, la mas común es la que consiste*en añadirle agua i en quitarle la crema, lo que la hace mas delgada i menos nutritiva. Se habla de otros muchos me- dios de falsificación, pero debemos esperar, gracias a la rapidez del trasporte por los ferrocarriles, rapidez que permite recibir en las grandes ciuda- des la leche de los campos lejanos, i gracias tam- bién a la activa vijilancia de la policía, que esas falsificaciones vayan disminuyendo i que desapa- rezcan del todo. La calidad mediocre de la leche en las grandes ciudades nos dice bastante claro que es necesario no darla mucho a los niños ni aun a los grandes que hacen poco ejercicio i que viven en cuartos bajos i húmedos. También puede tomarse haleche al pié de la vaca, tal como ha sido preparada por la naturaleza i cuando las partes que las compo- nen se hallan perfectamente mezcladas: este es el modo de sacar el mayor beneficio de tan salu- dable alimento. Si se la deja enfriar i se la toma algunas horas después de sacada, es a veces mal dijerida. 83 Fi mil mente, se hierve la leche i se le pone sal, azúcar o miel, o se le añade pan, fideos, sémola, arroz, etc., para hacer escelentes potajes i de fácil dijestion. Se hace aun con leche i huevos, cremas que se aromatizan con agua de azahar, vainilla o cate: estas cremas son mui apreciadas por los gas- trónomos i se dijieren bastante bien cuando no se come mucho de una vez La mantequilla se estrae de la leche por el ba- t do: es un alimento suave i fácil de dijerir cuan- do está fresco i lijeramente salado: se puede dar a los niños sin inconveniente una tostada de pan lijeramente cubierta de esta mantequilla; pero cuando está rancia o se la colora para la pre- paración de ciertos alimentos, contrae una acri- tud que la hace mui pesada para ciertos estó- magos. El cáseo de la leche suministra el queso, cuyas cualidades difieren según está fresco o fermen- tado. El queso blando, el Neufchatel fresco i el queso de Coulommiérs son mui agradables al gusto, pero necesitan sal para ser dijeridos fácil- mente; por el contrario, los quesos duros o fer- mentados ayudan la dijestion i obran sobre el es- tómago corno lijeros escitantes. Se puede hacer una comida de un pedazo de queso i otro de pan i quedar con ella bastante satisfecho, porque el queso es alimenticio. El queso mui viejo se altera i descompone i puede producir accidentes de en- venenamiento. Añadiendo a la leche cierta cantidad de infu- sión de café i de azúcar se hace un alimento mui apreciado por muchas personas i que ordinaria- mente sirve para desajunar. Durante largo tiem- po se ha mirado esta mezcla como dañosa i algu- nos médicos piensan aun que el café con leche al- tera las funciones del estómago, principalmente en las mujeres, i que debe ser eliminado de la alimen- tación. Apesar de esta reprobación, creemos que la leche de buena calidad mezclada con un poco de café bueno, forma un alimento que jeneral- mente se dijiere bien i sustenta mucho. Sin em- bargo, el café con leche no conviene a todos, i deben abstenerse de él las personas nerviosas i las de estómago delicado; por otra parte, la leche j el café que suelen estar falsificados influjen mucho en las propiedades nutritiva de esta be- bida, i creemos que a esto principalmente se de- ben las malas cualidades nutritivas que algunos le atribuyen. 84: Del pescado.—Los pescados suministran un alimento sano, agradable i variado: alimento tan común al rico como -al pobre, porque las lagu- nas, rios i mares están poblados de una multitud de peces que se encuentran a disposición del hombre. En jeneral, podemos decir de ellos lo que ja hemos dicho de otros alimentos: los peces cuja carne sea tierna i fácil de dividir serán de fácil dijestion i podrán darse a los convalecientes con preferencia a los peces de carne dura i apretada que se dijieren con mas dificultad: entre los pri- meros se encuentra el pejerei, la trucha, el ró- balo i el congrio; entre los segundos la anguila, la corbina, la tembladera i el bacalao. Cuando es- tos pescados están salados son alimentos de mala calidad. 85 Las langostas de mar, los camarones i las jai- bas tienen la carne mui dura i son, por consi- guiente difíciles de dijeri-r. Las ostras bien frescas son de dijestion fácil, escitan el apetito i alimen- tan; cocidas son indijestas. Los choros o almejas se dijeren con menos facilidad i ocasionan muchas veces, principalmente en verano, un malestar je- neral, dolor de cabeza i comezón desagradable en toda la cutis. De la COCCION.—La manera de cocer los ali- mentos influye mucho en la dijestion, i es necesa- rio no olvidar que no basta tornar buen alimento para que nutra, porque puede estar preparado de de tal manera que oponga en el estómago i en los intestinos un obstáculo al trabajo de la dijestion. La manera mas sencilla de cocer la* carne es colocarla sobre brasas o sobre la parrilla. La carne es asi mui nutritiva, pero es necesario tomar la precaución de no cocerla demasiado i no dejarla tomar un gusto ahumado, que es desagradable i que daña a la dijestion: ahora se emplea para esto una parrilla que recibe el jugo de la carne mien- tras se asa, impide que aquel caiga al fuego i pre- serva a la carne del olor a quemado. También se asa la carneen asador o en horno, medios que tie- nen la ventaja de conservarle todos sus principios nutritivos, porque durante la cocción la carne se achicharra esteriormente i retiene en su interior los jugos alimenticios que corren cuando se la trincha. Se la asa también en fuente, es decir, en un vaso cerrado con mui poca agua: la carne pre- parada asi por el vapor de agua, se pone blanda, tierna, de fácil dijestion, al mismo tiempo que conserva sus cualidades nutritivas. Las carnes fri- tas son mui tiernas i se dijeren bien, pero la parte frita que está por fuera es indijesta. Las ahuma- das i saladas son cálidas. 86 Finalmente, se puede hacer una buena prepara- ción alimenticia colocando la carne en una olla o marmita con cierta cantidad de agua i sometién- dola a una ebullición prolongada durante muchas horas; el agua se convierte asi en un caldo mas o menos alimenticio según la calidad del animal. Cuando se hace este caldo de gallina o de terne- ra, es refrijerante i conviene a las personas cuyo estómago es delicado o enfermizas i que tienen necesidad de un alimento poco sustancioso. Cuan- do se le prepara con carne de vaca, de cerdo o carnero es mui alimenticio, i se dijiere bien en es- tado de salud i sirve para hacer sopas o guisos diversos, que convienen mucho en todas las eda- des. La carne que lia servido para preparar el caldo, aunque haya cedido una parte de sus cualidades, conserva siempre las necesarias para constituir un buen alimento, que se dijiere bien i nutre bastan- te. Si se hace hervir la olla durante largo tiempo, se carga el agua mas i mas de los principios nu- tritivos de la carne; el caldo se pone mas sustan- cioso i toma el nombre de consumado; pero la carne que se endurece por tan larga ebullición es mas difícil de dijerir i contiene mucho menos principios reparadores. Esta preparación es tan útil por sus propiedades alimenticias i por su eco- nomía, que no me cansaré de recomendaros aquí que la toméis siquiera una vez por semana. Del condimento.—La condimentación de los alimentos tiene por objeto facilitar su dijestion o 87 hacer mas agradable su gusto: se la consigue con la sal, la pimienta, la mostaza, el ajo, la cebolla, la yerba buena, el laurel; pero así los alimentos se hacen mas escitantes i mas cálidos. La sal en pequeña dosis es el mejor de los condimentos, pues aumenta el sabor de los alimentos insípidos i facilita verdaderamente su dijestion, pero es ne- cesario no abusar de ella. La leche, la crema, la mantequilla i el aceite que con el mismo objeto se agregan a los alimentos, producen un efecto contrario, es decir, perturban la dijestion. Los utensilios empleados en las cocinas deben estar siempre mui limpios. La mantequilla, el aceite i los ácidos que se dejan mucho tiempo en vasijas de cobre o estaño pueden dar lugar a la formación de sales venenosas. Se debo, pues, ha- cer una elección relativa en los útiles de cocina: todos no pueden ser empleados indiferentemente, porque loa hai que alterarían los alimentos, tales como vasijas de plomo, que es necesario no em- plearlas de ninguna manera. Las vasijas de fierro, principalmente la de fierro esmaltado o aporcela- nado interiormente, la3 de greda, de porcelana o de vidrio deben ser preferidas a las otras en los usos domésticos. De las bebidas.—El punto capital (lo toda buena alimentación consiste en dijerir loque se come: de consiguiente, no bástanlos alimentos só- lidos, sino que es necesario añadir líquidos que mezclados a los alimentos faciliten la dijestion. El que come lijero i mucho sin beber,(no tarda en sufrir una incomodidad mui grande en la repon del estómago i de quejarse de sofocación. Esta opresión cesa inmediatamente después de haber tomado algunos tragos de líquido. Las bebidas sirven también para calmar la sed ocasionada por trabajos penosos o por la elevación de la tempera- tura del aire. Del agua.—El líquido mas a nuestro alcance i que forma la bebida mas natural, mas sana i mas saludable, es el agua. El agua debe ser clara, limpia, sin olor ni color, i agradable al paladar; debe contener aire, hervir sin enturbiarse ni for- mar pozos o concho; cocer los fréjoles i disolver el jabón. Si está turbia es necesario filtrarla ántes de bebería o de emplearla en los alimentos, i si tiene gusto desagradable no se debe usar de ella. Siendo el agua un objeto de primera necesidad, se la debe conservar en vasos limpios, cubiertos en cuanto sea posible, o en los filtros llamados destiladeras, los cuales se debe tener precaución de limpiar con frecuencia. Cuando el agua está fresca i pura es una bebida mui agradable, ayuda la dijestion de los alimen- tos i calma perfectamente la sed. Cuando está tibia espesada o indijesta i provoca vómitos; caliente, se dijiero mejor i escita la traspiración; fria i to- mada en pequeña cantidad, calma la sed, pero puede causar enfermedades mui graves a las per- sonas que estando mui acaloradas la beben en gran cantidad. Un cirujano militar refiere que en el ejército de Italia murieron mas soldados por haber bebido agua fria cuando estaban traspirando, que por las balas enemigas. La mejor agua es la de los rios que corren rápidamente sobre un fondo de arena. Las ao-uas de vertiente son mui buscadas «O por su limpieza i frescura: es verdad que son a veces mui buenas, pero tienen el inconveniente de tener menos aire que las de rio, i ademas, pue- den estar cargadas de sales o de otra sustancia 89 que encuentran en su paso al través de la tierra, porque de este modo se forman las aguas mine- rales naturales empleadas como medicamentos i que tan grandes servicios hacen en la medi- cina. Las aguas de pozo suelen ser pesadas, malsa- nas i de gusto desagradable, i para usarlas es ne- cesario que tengan las cualidades que dejamos in- dicadas. Se puede utilizar también el agua de lluvia, porque es mui pura; pero no se debe reco- jer ni la primera que cae, ni el agua de las tem- pestades, porque al caer se carga de los cuerpos estraños que flotan en la atmósfera. Jamas se debe beber agua detenida o estagnadas, ya sea de las orillas de los rios, ya de los estanques o pantanos, i sobre todo durante el estío, i con mayor razón la que se encuentra cerca de los talleres o de los desagües capaces de trasmitirle sustancias daño- sas. El agua es la base de las otras bebidas: se le puede poner azúcar, miel, jugo de diversas frutas, como de naranja, de limón, de grosellas, de ce- rezas, etc. Estas bebidas son mui agradables; re- frescan i calman la sed durante la comida; pero en ella es necesario evitar las aguas aciduladas, porque perturban la dijestion. El agua hirviente, vertida sobre flores u hojas, forma lo que se llama una infusión- que será emoliente o escitante, según la naturaleza de la planta. De este modo prepa- ramos en nuestras casas la mayor parte de las ti- sanas de flores pectorales, de tilo, de borraja, de manzanilla, etc. La infusión de té, mui usada por los chinos i por los ingleses, puede servir para las necesidades de la alimentación, ya sola, ya con leche: es mucho mé- 90 nos empleada en Francia, donde se sirve de sus propiedades estimulantes para ayudar la dijestion cuando es difícil i cuando el estómago está sobre- cargado de alimentos. La infusión de café es exitante i agradable al paladar, gusta a casi todas las personas i facilita la dijestion de los estómagos que necesitan estimu- lantes; mas puede ser dañosa si se toma en gran cantidad o mui concentrada. El cale da en tal caso un impulso mui vivo a los movimientos del corazón i ala circulación de la sangre, causa pal- pitaciones i un temblor nervioso que es necesario evitar, porque turba el sueño: se aumenta más este inconveniente añadiendo al café licores espi- rituosos. Bebidas fermentadas.—El hombre no se contenta con el agua, que encuentra mui desabrida, i de tiempo atras ha procurado reemplazarla por licores que resultan de la fermentación de los ve- jetales; de este modo se prepara el vino, la cer- veza, la cidra, etc. El vino es la mejor de estas bebidas i la mas apreciada; tomado con modera- ción i mezclado con suficiente cantidad de agua, es tónico i escita la dijestion, i so puede aconsejar el uso de tan agradable bebida siempre que no contenga una gran cantidad de alcohol o aguar- diente, que es la sustancia que ocasiona la em- briaguez. La cerveza debe ser trasparente, huera- mente amarga i producir una viva efervescencia cuando se la pone en el vaso; es una bebida sana i tónica siempre que es de buena calidad. La cidra, bebida obtenida por la fermentación de las man- zanas, es mui agradable al paladar; ocasiona a veces diarreas, sobre todo cuando está falsificada, por lo cual la cidra conviene en los países donde se la fabrica i dónele se la bebe sin mezcla. Por la destilación se estraé el alcohol de todas las bebidas fermentadas. Este licor espirituoso produce la embriaguez i graves desórdenes en la economía, por lo cual deben abstenerse de el to- dos los hombres, principalmente los jóvenes, que deben mirarlo como un verdadero veneno. Ke- sulta de los hechos reunidos por los autores, que los que abusan de los licores espirituosos mueren mui jóvenes o llevan hasta la muerte una misera- ble existencia en medio del abatimiento i de la locura. La mayor parte de los obreros está persuadi- da, i quizas muchos de vosotros teneis la misma opinión, de que el uso del vínoles es absoluta- mente necesario para sostener sus fuerzas. Én es- ta intelijencia muchos lo beben hasta abusar de él. Nadie duda que el uso moderado del vino, de la cerveza i de la cidra sea favorable al manteni- miento de la salud; sin embargo, es mui cierto que los hombres, aun los mas dados a trabajos peno- sos, pueden vivir sin cales bebidas i sin que sus fuerzas se abatan por ello. Los árabes i los turcos no beben ni licores ni aguardiente, cerveza ni vi- no, i sin embargo conocéis el refrán: “robusto co- mo un turco.” Eranklin, este hombre eminente que llegó a ser ministro plenipotenciario de los Estados-Unidos en Francia, fué durante largo tiempo en una im- prenta simple obrero como vosotros; asombrado de ver que sus compañeros de taller consumiesen todos los dias una prodijiosa cantidad de aguar- diente i de cerveza, i siempre bajo el pretesto de conservar sus fuerzas, pero en realidad a espensas déla salud, quiso convencerlos con su ejemplo de 92 qne el uso de tales bebidas era enteramente inútil en el mantenimiento de las fuerzas. Vivió, pues, en medio de ellos con la mayor frugalidad duran- te muchos años, absteniéndose del uso de bebidas alcohólicas i fermentadas, i les probó por una es- periencia diaria, que a pesar de esta abstinencia podia luchar con los mas robustos i que nadie le aventajaba cuando tenia que trasportar pesados fardos o prolongar las horas de trabajo. Su ejem- plo atrajo a sus compañeros a una vida arreglada i sobria. En Estados-Unidos i en la Inglaterra, por ins- piración de un santo relijioso dé la orden de San Francisco, el padre Mathew, se ha formado un gran número de sociedades llamadas de Tem- planza, cuyos miembros contraen el compromiso serio de no beber ni vino, ni cerveza, ni licores espirituosos de ninguna clase: ahora los miembros de estas sociedades pasan de millares. El com- promiso que contraen los moraliza, porque jamas se ve entre ellos las riñas ocasionadas por la em- briaguez, tan frecuente entre nosotros, i asi eco- nomizan lo que habrían gastado en bebida. No se dice que los miembros de estas sociedades sean menos robustos i ménos duros para el trabajo que los que hacen uso del vino, de la cidra, de lacer veza i de los licores espirituosos. Las bebidas fer- mentadas no son, pues, absolutamente necesarias al hombre; tomadas en cantidad moderada no son dañosas, pero bebidas en esceso ocasionan la em- briaguez. 1)e la embriaguez.— La embriaguez tiene muchos grados: al principio esperimenta el bebe- dor una escitacion lijera que pone risueño el sem- blante, aumenta el gozo i hace mas vivas sus res- 93 puestas; poco después se pone mas atrevido i menos circunspecto. Mas, pronto se cambia la sen- cilla i espiritual alegría que reina en la mesa en espantoso ruido; no se ojen mas que gritos i el choque de los vasos. La sed aumenta, las cabezas se enardecen, i a medida que se continúa bebien- do se ven estallar repentinamente disputas i a veces riñas sangrientas. “Al propio tiempo ha desaparecido toda circunspección: tal era decente que se muestra ya descarado i libertino; el pusilá- nime se vuelve insolente, i el pacífico entra en ac- cesos de furor; los objetos aparecen dobles; se quiere cojer con las manos lo que está a veinte pasos de distancia; el vaso que se lleva a la boca se escurre de las manos, cae i se rompe; el bebe- dor quiere levantarse, pero le flaquean las pier- nas, se tambalea i cae rodando debajo de la mesa. Un sueño profundo, una torpeza jeneral se apo- dera entonces del ébrio en el último grado; las materias fecales i la orina se sueltan involunta- riamente, sobrevienen vómitos, i en medio de tan asquerosos restos de la orjía, duerme a veces i di- fiere su vino el infeliz borracho.” (1) El hombre en el estado de embriaguez pierdo la razón i se pone mui comunicativo; cuenta al primero que se le acerca todo lo que pasa en su imajinacion. De este modo el hombre embriagado puede ocasionar graves perjuicios a sus propios intereses i a los de sus parientes o de sus mas queridos amigos i causar verdaderas desgracias a las personas que le confiaron sus secretos. La embriaguez es el estado en que se encuentra (1) Descuret, Medicina de las pasiones. Recomendamos este escalente libro, del cual existe una buena traducción castellana por don Pedro F. Monlau. 9± una persona que ha bebido en esceso licores fer- mentados o espirituosos. Es una verdadera enfer- medad, una especie de envenenamiento que pue- de ser mas o menos pronunciado. Si es grande, el hombre bambolea i rueda por el suelo a cada pa- so; puede dormirse en un lugar húmedo i desper- tar helado i gravemente enfermo; puede aeonte- ccrle accidentes imprevistos; puede ser aplastado por un carruaje i puede también morir de apople- jía i eonvulsioues. Por otra parte, ¡cuántas desgra- cias no son la consecuencia de la embriaguez! Yroi a citaros algunos hechas tomados de la Gaceta de tos Tribunales para probaros a cuantos pe- ligros se espone el hombre dado a las bebidas embriagantes. lié aquí un hecho que os probará la poca circunspección del ébrio:—“El 5 de mayo de 1814 un tal Juan Cholokinski, jornalero del barrio de Montrnartre, entró a almorzar en una ta- berna de la calzada Clignancourt i no tardó en embriagarse; en este estado tuvo la imprudencia de golpear su bolsillo gritando “¡tengo plata! ¿quién quiere que le pague el vino? ¡aquí hai monedas de cinco francos!” Estas palabras no pa- saron desapercibidas para tres individuos que estaban sentados en una de las mesas de la taber- na i que salieron de ella junto con Cholokinski. Apenas liabia llegado éste al medio del bulevar que estaba desierto, cuando fue asaltado por aquellos tres individuos que le derribaron, le gol- pearon i le dejaron aturdido en el suelo después de haberle quitado una suma de 55 francos.” En los dos hechos siguientes, la muerte de los dos individuos fué ocasionada por la embriaguez: “Un músico bávaro se encontraba un dia en una taberna de la calle de Sau Dionisio en el mas 85 completo estado de embriaguez: cantaba i aba- llaba de tal manera que turbaba la tranquilidad de los otros bebedores. Muchas veces se le habia dicho que callara o se fuera, pero sin ningún re- sultado, i volvia a gritar con mas fuerza, hasta que iupacicntado uno de los bebedores quiso poner término a tan aturdidora gritería i tomó al borra- cho por la cintura i lo empujó con fuerza afuera de la taberna. El pobre músico que no podía te- nerse sobre sus piernas fue a caer sobre el empe- drado en medio de la calle i un ómnibus que atra- vesaba en aquel momento pasó por encima de él a pesar de los grandes esfuerzos del cochero para detener sus caballos. El desgraciado-que quedó con muchas costillas hundidas i un pulmón des- garrado, fue llevado al IIotel-Dieu sin esperan- zas.” “Después de una comida en que habia olvidado los preceptos de la sobriedad, volvia L.... a la media noche a su domicilio; la embriaguez le hacia esperimentar las mayores dificultades para subir la escalera; uña vez en el cuarto piso quiso detenerse para descansar i se afirmó en una ven- tana que habia en el descanso. A consecuencia de los movimientos que mui a su pesar provocaba la escitacion de que estaba poseído, se precipitó ha- cia afuera i habiéndose, en la caída, enganchado su paltó en un balcón del segundo piso, quedó suspendido en la mas crítica situación. Las nubes que oscurecían las ideas deL.... se disiparon dejándele comprender el inminente peligro de su situación: se puso a gritar socorro de tan desespe- rado modo que la mayor parte de los arrendata- rios acudieron con luces i medio desnudos i se disponian a salvar al infeliz, cuando el paño ce- 96 diendo al peso del cuerpo, se desgarró súbitamente i lo dejó caer sobre el empedrado, donde se quebró el cráneo. La muerte fue instantánea.” Muchas veces os he hablado de las malas conse- cuencias de las apuestas, lo cual quiero ahora con- firmároslo con los dos sucesos siguientes: “El 19 de setiembre de 1843 un obrero llamado Sterickler estaba bebiendo en la taberna de una tal Debrió i de repente se puso a gritar medio borracho: todavía puedo beber tres francos mas de aguar- diente, ¿A qué no bebes un litro? le replicó un individuo llamado Dubois.—Apuesto a que lo bebo, contestó Sterickler. Aceptada la apuesta se convino en que Dubois pagaría el gasto si el aguardiente no hacia mal al bebedor. La taber- nera, a fuer de mujer prudente, rehusó entregar la cantidad de licor solicitada i los dos apostadores se fueron entonces a la taberna de otra mujer lla- mada Noutre, que mas asequible, suministró sin observación alguna el aguardiente que se pedia. Sterickler lo bebió hasta la última gota, mas ape- nas lo Labia bebido cuando cayó sin conocimiento. Aquella misma tarde sucumbía a una conjestion cerebral.” “Un obrero mecánico llamado Teodoro. . . .,de veintitrés años, se encontraba con muchos otros compañeros en una taberna de la calle déla Plan- cheta i pronto comenzó a trabar las mas estrava- gantesapuestas como acontece éntrelos bebedo- res. Dirijiéndose a uno de sus contendores le pro- puso apostar a quién atravesaba el rio con mas íijereza: aceptada la apuesta se dirijieron en cha- lupa a la parte que media entre el canal i el puen- te de Austerlitz a donde le acompañaron los bebedores para ser jueces en ella. Nuestros dos lo- 97 cos se desnudaron i se echaron al agua, mas apé- nas habían llegado al medio del rio, cuando se cansó el antagonista de Teodoro, lo cual conoció éste i ya para ganar con mas seguridad su apuesta, ya para hacerle una burla, se lanzó sobre sus es- paldas i le zabulló. Los espectadores se reían a carcajadas; pero pronto el espanto sucedió ala risa, cuando vieron que el desgraciado nadador no salía. Lo buscaron inútilmente, miéntras tanto Teodoro ignorante del mal que acababa de cau- sar, tocaba la ribera opuesta cantando victoria, cuando fue apresado bajo la prevención de haber querido dar muerte a su adversario i conducido a la cárcel a pesar de las mas serias protestas.” En el estado de embriaguez se pone el hombre tan brutal que maltrata gravemente a su mujer, a sus hijos i aun a todos los que se le acercan. “Un cochero llamado Bienvenu, que pasaba todos los dias en la taberna i que habitualmente estaba ebrio, no volvía a su casa sino para llevar la discordia i el desorden a su familia. La manía de pegarle a la familia, desarrollada por la embria- guez, había llegado a ser en él una necesidad; así que aporreaba sin causa ni motivo a todos los que encontraba en su casa cediendo al depravado ins- tinto de hacer mal. Un dia por el mas frívolo pre- testo armó camorra a su mujer quien no les res- pondía sino con suavidad i resignación: intervino la suegra tratando de apaciguar a su yerno Bien- venu, quien finjió calmarse i se acercó a su mu- jer en ademan de abrazarla, pero en realidad pa- ra apretarle el pescuezo con una mano, mientras que con la otra le torcía el brazo hasta desenca- jarle el hombro. La víctima se desmayó. A los gritos lanzados por los testigos de escena tan atroz, 98 acudieron los vecinos, quienes temiendo que la exasperación de Bienvenu ocasionara otras des- gracias, llamaron a la policía que se apoderó do este furioso i lo puso a disposición del tribunal de policía correccional que lo condenó a quince meses de prisión, máximun de la pena, a pesar de los esfuerzos de la mujer para atenuar el cas- «no." Para terminar, vamos a citar todavía otros tres ejemplos de las escenas de violencia que tienen oríjen en las tabernas i cuyas consecuencias sue- len ser los mas severos castigos aun para los que basta entonces hab:an tenido una conducta arre- glada. “Tres albañiles habian pasado el día en una taberna de Montrouge donde so habian em- briagado, i al pagar el escote tuvieron unadisputa mui acalorada porque ninguno queria pagar mas que los otros; decidieron entonces arreglar la di- ferencia a puñetazos, para lo cual elijieron la cal- zada de Maine i convinieron en que el vencido pagaria el mayor gasto; era esto una especie de juicio de Dios. Una vez en el lugar del combate se quitaron sus blusas i empezaron a darse los mas furibundos puntapiés i las mas terribles pu- ñadas. El combate no fue largo; pronto nno de los tres adversarios, que era el mas borracho, que- dó tendido en el suelo, magullado i con una pierna quebrada en dos partes. Los otros dos, asustados por las consecuencias de la lucha, echa- ron a correr abandonando a sus sufrimientos al pobre herido, que fue conducido al hospicio Co- chin, donde se le encontró mui grave i se le am- putó la pierna para salvarlo.” “El 18 de julio de 1848, dos obreros alemanes llamados Isaac iStrack estaban a la mesa en una 99 taberna de la calle de Guérin-Boisseaux: Isaac se encontraba un poco achispado i Strack en com- pleta embriaguez. Un resentimiento que de tiem- po atras existia entre ambos, ocasionó una dis- puta mui acalorada sobre el tema ordinario de sus querellas i de las palabras vinieron a las manos, trabándose una lucha en la que Strack lle- vó la ventaja. Los combatientes fueron apartados, Isaac salió de la taberna i Strack se quedó en ella. Media hora después volvió Isaac, trayendo las manos en los bolsillos de su sobretodo, se aproxi- mó a Strack que estaba apoyado en el cerrojo de •la puerta de la taberna i sacando repentinamente una mano, le dio tan terrible puñalada que el in- feliz Strack murió pocos dias después. Los testigos que fueron llamados al esclarecimiento del hecho dieron tales informes de la moralidad, templan- za i carácter pacífico de Isaac, que en razón atan buenos antecedentes i desatendiendo la premedi- tación del hecho, le condenó el jurado solo a cinco años de reclusión.” “José Dusserre, cabo del rejimiento 36 de linea, estaba para cumplir su término i por consi- guiente debiade volver pronto al seno de su fa- milia, cuando habiéndose entregado el 4 de enero de 1855 a numerosas libaciones con otro cabo que pertenecía a su misma clase, se pusieron a bailaren camisa i a una hora avanzada de la no- che en la cuadra de su compañía. La risa de los soldados motivó la intervención del sarjento ma- yor quien intimó arresto a los dos cabos: en- tonces Dusserre tuvo la insolencia de darle una puñada en el ojo al oficial haciéndole saltar la sangre. El 7 de febrero de 1855 compareció Dus- serre ante un consejo de guerra que le condenó a 100 pena capital como culpable de desobediencia formal i de vías de hecho para con sus superio- res.” Ya lo veis, señores, las enfermedades, las des- gracias i aun las condenas a penas severas, son frecuentemente las consecuencias de un momen- to de estravío i de la pérdida momentánea de la razón. Losjóvenes son mui inclinados a embriagarse, i sin embargo cuando alguno de los amigos se po- ne mui odioso, le abandonan sin cuidarse de que ello pueda costarle la vida. Una patrulla de la posta del mercado de paños recojió a un joven que encontró en la media noche tendido sobre la cal- zada i borracho como una uva; me fueron a bus- car, acudí i encontré a aquel joven en tal estado que los soldadosme decian-.está bien muerto, no hai nada que hacer. Sin embargo, a fuerza de cuidados le hice recobrar la vidai cuando se hubo completa- mente incorporado, nos contó que algunos amigos le habian invitado a comer i le habían hecho be- ber en eseeso: recordaba que sus amigos le habian dicho muchas veces que estaba mui fastidioso. Pero aquellos caballeros debían, por lo ménos, de haberle conducido a su casa, a la de ellos o a la posta i no abandonarle en medio de la calle, don- de pudo aplastarlo un carruaje; ademas de que su estado exijia imperiosamente los socorros del mé- dico. Un padre que vuelve con frecuencia borracho al seno de su familia, pelea i a veces maltrata a su mujer i a sus hijos, pronuncia delante de ellos es- presiones obscenas que talvez no habían oido i que no olvidarán. Si estos niños desgraciados no reci- ben de una educación moral i relijiosa principios 101 que los contengan, llegarán a ser, como su padre, perezosos, glotones, borrachos, ¡criminales quizás! ¿Ilai acaso, señores, espectáculo mas desconsola- dor que el que ofrece un padre pervirtiendo a sus hijos? Seria necesario escribir con grandes carac- teres en el aposento de tal padre este tan verda- dero pensamiento de Cicerón: La mejor herencia que un padre 'puede legar a sus hijos, es el ejemplo de sus virtudes i de sus bellas acciones. La borrachez es la inclinación habitual a embria- garse, la pasión de beber mucho i con frecuencia. La embriaguez es pasajera, pero conduce a la bo- rrachez, pasión horrible mui difícil de curar. Si la embriaguez se encuentra en todas las clases de la sociedad, la borrachez solo se nota en las clases poco instruidas o en las profesiones mui duras i fatigosas, tales como entre los mozos de anfiteatro, los tambores, los pintores de buques, los cervece- ros, los cocheros, los corredores de caballos, etc. La mujer, que sabe mejor que el hombre apro- vecharse de los principios recibidos en su instruc- ción relijiosa, se entrega mucho menos que aquel a tan vergonzoso vicio, que solamente se ve en las traperas i en las cortesanas, que viven, por de- cirlo asi, fuera de la sociedad. La holgazanería, madre de tantos males, conduce con frecuencia a la borrachez, porque ocasiona fastidio i tristeza que se trata de disipar con la bebida. Lo mismo sucede en todas las circunstancias que ocasionan disgustos en la vida; asi, los reveses de la fortuna son una de sus causas frecuentes. La borrachez no es un vicio que se desarrolla de repente sino un hábito que se va arraigando poco a poco, por lo cual la embriaguez es un mal mas grave de lo 102 que parece a primera vista, pues es el camino que conduce a la borrachez. El hombre que se pone por primera vez en aquel estado; que deja vergon- zosos i tristes recuerdos de haber perdido por un instante la razón i la intelijencia concedidas por ei Creador para que se las conserve sanas, ¿no es verdad, señores, que debiera tomar inmediata- mente la firme resolución de no volver a cometer semejante falta? Asi se podria creer, i sin embar- go, sucede lo contrario. El borracho degrada su propia dignidad de hombre haciéndose inferior al bruto; abrevia su existencia i la hace miserable con las numerosas y graves enfermedades a que queda propenso: corrompe i espanta a la sociedad con sus malos principios i con los crímenes que puede cometer durante la embriaguez. La borrachez ocasiona una multitud de enfer- medades del estómago i del cerebro: la apoplejía, la demencia, la locura, etc. Los borrachos son con frecuencia acometidos de muerte repentina en me- dio de las orjias. Sus heridas, de cualquier natu- raleza que sean, son mui difíciles de' curar, i los borrachos las tienen con frecuencia. La templanza es el único remedio que las cicatriza. Aunque el hábito de la embriaguez sea una de las pasiones mas difíciles de desarraigar, muchas veces basta un movimiento jendroso, inspirado por una cir- cunstancia fortuita, para determinar su curación: de este modo el jeneral Cambronne, que en su ju- ventud se entregaba a esa pasión funesta, llegó a superarla por un sentimiento de honor i por los esfuerzos de su voluntad. Servia en 1793 en un rejimiento que estaba de guarnicionen Nantes, i habiéndose embriagado un dia, se entregó a la violencia de su carácter hasta golpear pública- 103 mente a uno de sus superiores, amenazándole ade- mas con volverle a pegar la primera ocasión que lo encontrara. Las leyes militares son mui severas en este caso: fue conducido ante un consejo de guerra i condenado a muerte. Sin embargo, el co- ronel, que había adivinado entonces que bajo la ruda esterioridad de Cambronne se ocultaban es- celentes cualidades militares, encontró medios de hacer suspender la ejecución de la sentencia i ob- tuvo de un representante del pueblo, que estaba de comisión en Nantes, la promesa formal del in- dulto del culpable con tal que no volviera a em- briagarse. Habiendo entonces el coronel hecho compare- cer al reo, díjoíe que si prometía ser en lo sucesi- vo mas sobrio, talvez lograría hacerle conmutar la pena. — No lo merezco, mi coronel, respondió Cam- brón ne; es abominable 3a acción que cometí, i si se me ha condenado a muerte, nada hai mas justo; es preciso que se ejecute la sentencia. —Te repito que no morirás i que se te liará gracia si me juras no volver a embriagarte. —¿Cómo queréis, coronel, que pueda hacer tal juramento si continúo bebiendo vino? Prefiero, en tal caso, reñir absolutamente con él —¿Te sientes capaz de cumplir semejante reso- lución? —Sí, ya que vos lo sois de una acción tan je- nerosa. Convenido asi el negocio, se alcanzó a Cam- bronne gracia plena i completa. El año siguiente dejó el digno coronel el servicio i se olvidó com- pletamente del juramento de Cambronne, a quien no vió mas basta 1815 o sea pasado veinte i dos años, en cuya época volvia este intrépido jenera!, como nadie ignora, de acompañar a Napoleón de Cannes a París. Convidado a comer por su antiguo coronel, quien por los periódicos tuvo noticia de su llegada, aceptó con mucho gusto el convite. Des- pués de la sopa sirvióle el coronel un vaso de vino burdeos que estaba embotellado hacia veinte años. —¡Ah, mi comandante! esclamó el jeneral, que por amistad continuaba dando este tratamiento a su antiguo jefe; vais a hacerme un pésimo servi- cio.... — ¡Cómo! ¿pésimo decís? mejor os lo daría si me- jor lo tuviese. —¿I a mí vino? ¡Qué! ¿No os acordáis de lo que os prometí? —En verdad que nó. Recordó entonces Cambronne a su libertador la obligación que con él contrajo en Nántes en 1798 i añadió:—Desde aquel dia no he bebido ni una sola gota devino, i es lo menos que he podido hacer por el hombre que me salvó la vida: a no haber cumplido yo con mi juramento, me hubiera creído indigno del favor que me habíais dispensa- do. (1) 104 Consejos jenerales sobre la alimentación, la sobriedad i la templanza.—La necesidad de los alimentos se hace sentir cuando el estómago ha estado privado de ellos mucho tiempo; entonces se siente en él cierto debilitamiento producido por la acción del jugo gástrico, que nos advierte la necesidad de comer. Esta necesidad se llama ham- bre i puede llegar a ser dolorosa si no se satisface, pero cesa inmediatamente que se come. (1) Descvbet, Medicina de las pasiones. 105 ¿Se podría designar de una manera absoluta i para todas las personas la cantidad de alimento que deben tomar? Nó, es imposible. El número de las comidas debe estar subordinado a la edad i al apetito del individuo: algunos se encuentran satis- fechos con poco, otros por el contrario, se ven obligados a comer mas; los niños deben hacer mas comidas que los viejos; los que hacen poco ejercicio o llevan una vida sedentaria no necesitan alimentos tan reparadores como los que por esfuer- zos musculares i por una abundante traspiración sufren pérdidas o debilitamiento que es necesario reparar con urjencia. No olvidéis que el objeto de la alimentación es reparar estas pérdidas i que por consiguiente, es necesario que los alimentos sean dijeridos Para conseguir esto, es preciso que comáis lentamente, que masquéis con cuidado, que bebáis de cuando en cuando durante la comida i que no os pongáis a trabajar inmediatamente después de haber comi- do. Aguardad siempre que una comida esté com- pletamente dijerida para hacer otra, si queréis evi- tar la fatiga del estómago i el malestar que se esperimenta cuando se le repleta. Cuando un obrero ha trabajado mucho, siente necesidad de descansar; pues bien: el estómago es uno de los obreros de la vida orgánica i también necesita descanso después de haber trabajado la dijestion. El sabrá mui bien advertiros por medio del hambre el momento en que podrán dársela otros alimentos, i si aguardáis este momento, él sabrá ejecutar perfectamente sus funciones. El estómago se irrita cuando se le suministra gran cantidad de alimentos o comidas frecuentes, i entonces dijiere mal i se enferma. La abstinencia o privación de los alimentos es en tal caso el me- jor medio de curarle. Los médicos recomiendan la dieta en casi todas las enfermedades en quehai liebre, porque entonces el estómago dijere imperfectamente i ios alimentos aumentan la fiebre i la enfermedad al mismo tiempo que la debilidad del paciente. Jlai una preocupa- ción mui arraigada por desgracia, que es la de sos- tener a los enfermos con el alimento: esta preocu- pación lia causado i causa todos los dias la perdi- da de gran número de enfermos. El mejor medio de dar fuerza a éstos es debilitar la enfermedad, i la dieta es el remedio mas eficaz para ello, sobre todo al principio de las enfermedades lijeras. Mu- chas personas no caen a la cama ni se enferman, porque tienen la sabia precaución de comer ali- mentos lijeros i de abstenerse completamente cuan- do están indispuestos, Una comida mui nutritiva, como se aconseja frecuentemente, cuando se siente malestar o inapetencia, puede trasformar una in- disposición cualquiera en grave enfermedad; en tal estado la falta de apetito es serial deque no se debe comer. 106 El hombre sano puede hacer uso de todos los alimentos de que liemos hablado con la condición de comerlos moderadamente i de variarlos con fre- cuencia para que la alimentación no sea siempre i esclusivamente compuesta de carnes mui nutriti- vas i por consiguiente mui estimulantes.Es mui im- portante que estos alimentos no se hayan alterado o descompuesto ántes o después de su preparación. Los alimentos de mala calidad hacen perecer o incomodan a muchos, i si algunos individuos pri- vilejiados los soportan bien, se puede creer que serian mucho mas robustos si tomaran buenos ali- 107 mendos. 'La carne de ciertos animales se come a veces manida, lo que es un principio de descom- posición: la cocción puede reparar esta alteración j¡jera, pero los alimentos que después de ella se dejan alterar, sean carnes o legumbres, son mui malsanos i frecuentemente ocasionan enfermeda- des mas o menos graves. Es necesario, pues, deste- rrar de la alimentación, i de una manera absoluta, los alimentos descompuestos o que empiezan a entrar en putrefacción. Personas hai que no que- riendo perder los alimentos preparados los comen a pesar de su estado de alteración: economia que produce las mas perniciosas consecuencias. El pan cuando está en un lugar mui húmedo i es poco cocido, se cubre de moho con bastante rapidez i puede causar enfermedades peligrosas. Los pas- teles, que por lo regular son una mezcla de mu- chas sustancias que producen un alimento pesado e indijesto, se alteran pronto i fácilmente, i ocasio- nan frecuentes i graves indisposiciones. Los mercados de Paris i los vendedores de co- mestibles son vijilados todos los dias por emplea- dos encargados especialmente de este cuidado, quienes quitan i destruyen todos los alimentos, le- gumbres, carnes i pescados que por su alteración puedan dañar la salud pública: lie visto muchas veces a esos empleados arrojar en los carretones que sacan el barro de Paris, canastos llenos de pescado podrido por el calor. Hombres hai que nunca se someten a los decre- tos de la autoridad, aunque tales decretos tengan por objeto evidente ser útiles a la salubridad. Un antiguo prefecto de policía refiere en sus memo- rias que los jamones alterados, que por su orden liabian sido quitados a un mercader de comestibles i arrojados a la cloaca infecta de Montfaucon, eran pescados alli durante la noche i fué necesario des- trozar los jamones para que no se les volviera a ocurrir tal pensamiento, a pesar, señores, de que la carne alterada de este modo obra como un ver- dadero veneno sobre el cuerpo del hombre. Con ayuda de toda clase de aliños se llega a enmasca- rar el mal gusto de los alimentos pasados o alte- rados, lo que es otro inconveniente,pues en tal caso se come un alimento mui cálido i mui esti- mulante. 108 La naturaleza da al hombre los alimentos en el estado mas sencillo i conveniente,i le dañarían mu- cho menos si no los desnaturalizara por prepara- ciones culinarias ni los falsificara. Es necesario, pues, aproximarse en cuanto sea posible a la na- turaleza para tener un alimento sano i nutritivo. Un trozo de carne cocido sencilla pero cuidadosa- mente sobre las brasas, conserva todas las cualida- des nutritivas, al mismo tiempo que se dijere mui bien. No es necesario sazonar el asado con toda clase de especias, porque solamente la sal basta para darle un sabor esquisito. Todas esas saleas, con las cuales se escita i esti- mula nuestro apetito, son pesadas, de dijestion difícil, que si agradan al paladar de los gastróno- mos no por eso dejan de fatigar i atormentar sus estómagos. Se dice que un buen cocinero es el ma- yor enemigo del jénero humano; es mui cierto, i yo añado que las visitas del médico deben ser mui frecuentes alli donde se encuentra un buen coci- nero. Los alimentos mas sencillos son los mejores i mas sanos; los alimentos compuestos son de difí- cil dijestion. «La frugalidad en los alimentos i la templanza son ciertamente fuentes abundantes de 109 salud i de vida, sin las cuales no se puede esperar la prolongada conservación ni de la una ni de la otra. Por el contrario, la intemperancia arruina la salud, cuja destrucción nos quita la sensibilidad hasta para los menores placeres.» (1) (1) ToUBTKLLf. IV. DEL EJERCICIO De la marcha.—Del salto.—Del baile.—Del canto.—Natación,— Lucha.—De la jimnástica y sus esoelentes resultados.— Elección de un oficio.—Descanso—De la cama.—Descanso del domingo. Vamos a tratar del ejercicio. Puede parecer es- traordinario quizás tal asunto entro obreros que trabajan todo el día; sin embargo, creo que tengo que deciros algo mui interesante en este nuevo capítulo. No está el hombre destinado a vivir i morir co- mo las plantas, en el lugar en que nace, sino que por el contrario, está dotado de órganos que le permiten andar, correr, saltar, etc., según su vo- luntad. Los músculos, órganos carnosos llamados vulgarmente carne, cubren los huesos i son los órganos activos del movimiento, pues tienen la propiedad de contraerse, de acortarse bajo el in- flujo de nuestra voluntad, i con estas confrac- ciones i estos acortamientos impelen uno de los huesos a que se encuentran fuertemente atados i lo hacen moverse. La sangre de las arterias i de las venas que atraviesan los músculos, circula con mayor rapidez en el espesor de estos órganos i de- 111 posita en ellos mayor cantidad de principios nu- tritivos que contribuyen al acrecentamiento de los músculos i a Ja elevación de su temperatura. Las contracciones musculares determinan tres fenómenos importantes: 1. Mayor actividad de la circulación de la sanare; 2. Acrecentamiento del volumen de los mús- culos; i 8.° Producción de calórico. La falta de ejercicio produce un efecto entera- mente opuesto: en las personas (pie por su oficio están obligadas a permanecer largo tiempo en la misma posición o en una inmovilidad casi com- pleta, como los sastres, los zapateros, los tejedores, las encajeras, las costureras, etc., la circulación se hace menos bien, el calor de los miembros inferio- res, que por lo regular permanecen cruzados, es menor, i el calórico no se desprende con enerjia. Hemos dicho al hablar del aire, que se calentaba por los rayos del sol; pero el cuerpo del hombre tiene ademas otro calor que le es propio, que se activa i se renueva constantemente con el movi- miento, i cuando este movimiento es mui enerjico, cuando es jeneral, los latidos del corazón se ace- leran, la respiración se hace mas frecuente i el aire que se pone en mayor cantidad en contacto con la sangre, determina en los pulmones una nueva cantidad de calórico, i entonces, la sangre caliente, lanzada por el impulso vigoroso i rápido del corazón, va a llevar el calor i la vida a todo el cuerpo i a comunicarle la fuerza necesaria para resistir a la acción del frió. Los órganos del hombre, i principalmente los del movimiento, están construidos con tal perfec- cion, que si se entregara simplemente a los movi-' mientos naturales de su cuerpo, serian inútiles las lecciones sobre el ejercicio para demostrar la necesidad del movimiento i el peligro del reposo mui prolongado. Habéis visto, sin duda, que el niño en las faldas de su madre se esfuerza en mo- ver las piernas, los brazos i todo el cuerpo: la ne- cesidad instintiva del movimiento le hace ajitarse de esa manera i es menester no impedírselo, por- que esos movimientos contribuyen a desarrollar su cuerpo. Notad, ademas, a esos hombres que acarrean grandes pesos sobre sus hombros, examinadles cuando caminan. ¡Qué espaldas tan anchas! ¡Qué brazos tan vigorosamente construidos! ¡Qué desa- rrollo no han tomado sus músculos! Todo porque estos órganos se han ejercitado diariamente i por- que diariamente han estado obligados a contraerse, apretarse i por consiguiente a crecer. Poned al costado de un cargador un hombre de la misma edad que no se entregue a ninguna cla- se de ejercicios o que pase el dia en el escritorio; comparad a esos hombres i podréis notar gran di- ferencia entre ambos: los músculos del uno son duros i voluminosos, los del otro son delgados i flojos. 112 Comprendereis perfectamente que si es necesa- rio recomendar el ejercicio al segundo, talvez con- viene aconsejar el reposo al primero, para que no abuse de los esfuerzos mui repetidos que podrían fatigar o irritar sus músculos. Todos los dias encontrareis en las plazas i ca- lles hombres que para probar sus fuerzas se echan al hombro o levantan con un brazo estendido pesos considerables: esto os da una idea del vigor 113 de los músculos. Sin embargo, los esfuerzos vio- lentos pueden determinar accidentes, ocasionar hemorrajias, desgarraduras de las libras muscula- res, rupturas de las cavidades del corazón i que- braduras o fracturas do los huesos. Es necesario abstenerse de tentativas de fuerzas que pueden ser perniciosas, a los jóvenes sobre todo, i os re- comiendo que evitéis esas apuestas en que deján- dose arrastrar por un sentimiento de vanidad, se puede comprometer gravemente la salud. Pasaremos revista de los diferentes modos del ejercicio. De la marcha.—El primero i mas sencillo de todos es la marcha. En este ejercicio se hacen mover principalmen- te los miembros inferiores, el pié, la pierna i el muslo; mas, estos no son los únicos, pues los miem- bros superiores se mueven también. En efecto, si os fijáis en un hombre que camina delante de vosotros, vereis sus brazos ajitados por un movimiento alternativo de vaivén: avanza el brazo derecho al mismo tiempo que la pierna iz- quierda i el brazo izquierdo al mismo tiempo que la pierna derecha. Se signe de esto que hai en la marcha un movimiento jeneral al cual cooperan todos los músculos, pero de una manera muí mo- derada. Puede uno entregarse a este jénero de ejercicio en todas las horas del dia. La marcha lenta i mo- derada viene mui bien después de la comida, por- que escita en el estómago cierto calor que facilita ladijestion. Si la marcha se hace sobre un terreno igual, las sacudidas que ajitan los órganos interio- res son tan 1¡ jeras, que no se sienten, pero bastan a las necesidades del movimiento; mas si por el con- Ii4 trario la marcha se ejecuta sobre un terreno mal empedrado, escabroso i disparejo, los órganos in- teriores sufren sacudidas i conmociones cuyos de- sagradables efectos tratan los músculos instintiva- mente de evitar. Sabéis que en una marcha moderada sucede con frecuencia dar un paso en falso i torcerse un pié i aun fracturarse algunos de los huesos de la pierna: no puedo menos, pues, de aconsejaros que cuando marchéis por un terreno desigual i cubierto de piedras, toméis muchas precauciones, piséis con cuidado a íin de evitar tales accidentes. ])e la carrera.— La carrera es un ejercicio que no conviene a todos. Esta marcha precipitada que acelera la respiración i la circulación a la vez, puede ser fatigosa para los que no están acostum- brados a correr i nociva para los que están predis- puestos a las hemorrajias, principalmente a las pulmonares i que por esta predisposición pueden ser acometidos de desgarro de sangre durante o después de la carrera. Los niños que tienen músculos mas flexibles que los grandes, corren sin fatiga cuando se ha tenido cuidado de habituarlos desde temprano: esta clase ue ejercicio les conviene perfectamente, puesto que contribuye a desarrollar su cuerpo. Se puede tam- bién i sin inconveniente parala salud habituar al hombre a correr: asi, desde algunos años acá, se ejercita en ciertos cuerpos del ejército a los solda- dos jóvenes en pasos j i «másticos, habituándolos a saltar de uno a otro pié sin cambiar de lugar se- gún movimientos acompasados que se marcan con las voces: uno, dos; uno, dos. Este ejercicio pone poco a poco las articulaciones mas flexibles i da a los músculos del pié, de la pierna i del muslo la 115 fuerza i la enerjía necesarias para resistir a las primeras fatigas. Finalmente, después de haberles ejercitado a saltar de uno en otro pié durante cierto tiempo, se comienza a hacerles marchar i después a correr a pasos jimnásticos. Hé aquí la diferencia que existe en cuanto a la rapidez de la marcha, entre el paso ordinario i el paso jimnástico. Se ha calculado que el soldado en marcha puede andar cíen pasos por minuto o cua- tro quilómetros por hora, es decir, una 'egua; mien- tras que el militar da a pasos jimnásticos doscien- tos trancos por minuto; de consiguiente dobla la lijereza del soldado. Los militares que tienen el hábito de marchar, ordinariamente soportan bien los viajes a pió i aun les son saludables: sabéis vosotros que a pesar de los ferrocarriles i a pesar de todos los medios de trasporte que tiene el (_fo- bierno, hace marchar a pié a los militares, lo que es ciertamente buena i sabia medida, porque es necesario que esos hombres se habitúen a las fati- gas, pues de otro modo no podrían soportar los ejercicios ni las campañas. Por otra parte, puede el hombre sin dañar su salud andar durante muchas horas seguidas, i se ha calculado que un peón entregado a sí mismo i obligado per la necesidad de hacer un largo viaje, podría sin inconveniente andar seis quilómetros por hora i marchar asi durante ocho horas i media consecutivas. Es necesario, sin embargo, tomar al- gunas precauciones, porque las marchas forzadas pueden ocasionar enfermedades mas graves, que sobrevienen a veces durante simples paseos por un terreno quebrado. El hecho siguiente es un triste ejemplo de ello. Me acuerdo de haber visto en el hospital marítimo de Rochefort un soldado 116 joven que habiendo salido de Bayona para volver a su hogar, habia doblado sus etapas desde el mo- mento de su partida. Llegó al hospital quejándose mucho de una fatiga jeneral i de dolores mui vi- vos en un pié; recuerdo que era el izquierdo. Poco a poco i a pesar del descanso que tuvo i a pesar de los remedios que el cirujano en jefe del hospi- tal opuso a los dolores e hinchazón del pié, se formaron abscesos o apostemas que determinaron la gangrena i la necesidad de amputarle la pier- na; mas a pesar de esta operación reapareció la gangrena ¡i el hombre murió! De manera que por haberse apresurado mucho para ver a su familia sucumbió esto desgraciado joven antes de volver a su hogar. Del salto.—El salto es también buen ejercicio, pero es peligroso cuando no se ha habituado a él desde temprano i por principios. El que tiene la costumbre de saltar, al caer toca el suelo suave- mente con la punta de los pies i con tal flexibili- dad que los movimientos se reparten en todas las articulaciones i no producen un choque violento en los órganos importantes colocados en el tronco i en el cráneo. Es conveniente ejercitarse en saltar i hacer practicar a los niños este jénero de ejerci- cio a fin de habituarlos a no temer el peligro. Cuando uno se encuentra obligado a saltar sin estar acostumbrado a ello, cae pesadamente i pue- den sobrevenirle accidentes graves: se citan casos de muertes instantáneas después de un salto rápi- do i elevado a consecuencia de haber caido sobre los talones. Pero, lo repito, cuando se está acos- tumbrado a saltar desde niño, este ejercicio al mis- mo tiempo que hace adquirir al cuerpo mayor flexibilidad i lijereza, da al individuo mas valor i 117 habilidad en lances apurados. Ilai una clase de salto que consiste en salvar un espacio valiéndose de un punto de apoyo. Los pastores que conducen sus rebaños por llanuras cortadas por arroyos o torrentes, llevan por lo regular una gran percha o vara larga sobre la cual se apoyan para saltar de un solo envión los arroyos o quebradas. Cuando se quiere pasar por sobre una pared se ponen las dos manos encima para que sirvan como punto de apoyo, i de un cimbrón se salta al otro lado. Todos estos ejercicios son saludables. Cuando se pasa de este modo un canal o se salta por sobre un muro, los miembros inferiores no ejecutan solos el movimiento, pues los miembros superiores que tienen fuertemente la percha para no deslizarse o que se apoyan sobre el muro, imprimen un esfuer- zo considerable a todos los músculos del pecho i de la parte superior del cuerpo: estas contraccio- nes repetidas con frecuencia contribuyen podero- samente a dar vigor a la musculatura. Del baile.—Él baile agrada mucho a la juven- tud i es un ejercicio que no es dañoso i que ade- mas puede hacer verdaderos servicios a la conser- cion de la salud i al desarrollo del cuerpo. Por desgracia tenemos la costumbre de entregarnos a este ejercicio en salones donde se encienden regu- larmente gran cantidad de luces i donde por con- siguiente, el aire debe estar viciado. Vosotros que sabéis lo que tal aire contiene, comprendéis fácil- mente por qué un salón se encuentra en tal caso bajo malas condiciones hijiénicas para la salud. Cuando se baila, es necesario llevar la cabeza erguida, el pecho inclinado adelante, tener gran espacio al rededor de sí para que los movimientos de los miembros inferiores, participando de la 118 marcha i del salto hagan gozar al cuerpo las ven- tajas hijiénicasde estas dos clases de ejercicio; pero en medio de la muchedumbre que llena nuestros salones, el danzante, oprimido por todos lados, jira solamente al rededor de su compañera i de este modo hace un pequeño ejercicio. Podría aun aña- dir que los vestidos, en jeneral, están hechos de tal manera,que comprimen muchas partes del cuerpo, principalmente las que deberían estar mas desa- hogadas. La moda quiere que el cuerpo sea delga- do en la base del pecho; por consiguiente, si se ejecuta una danza un poco lijera o prolongada se respira con dificultad. Los hombres oprimidos por sus corbatas, aprisionados en los pantalones i en el calzado, se encuentran embarazados en sus mo- vimientos. En los saraos públicos es peor aun: no sé si sabéis lo que sucede en tales reuniones; pero aqu dio no es baile ni tiene nada de este ejercicio gracioso que pueda recomendarse como tal i que pueda contribuir a dar la salud i a esparcir algún goce en la vida de los jóvenes: aquello es un per- petuo saltar que en poco tiempo debe ocasionar gran cansancio. Muchas veces se baila en salas de malas condiciones hijiénicas: aire viciado, calor sofocante, estraordinaria polvareda, i si a todas estas influencias perniciosas añadís las ocasionadas por los olores que exhalan las cocinas i las mesas en torno de las cuales se agrupa mucha jente a cenar, os será fácil ver'que el cuerpo no pue- de sacar ninguna ventaja de semejante ejerci- cio. Del canto.—El canto da estension i flexibili- dad a la voz i contribuye al desarrollo del pecho; es ademas un medio de mantener la alegría duran- te el trabajo. Lá satisfacción del espíritu, como la 119 alegria del corazón, es un medio mui ventajoso en la conservación de la salud. De la natación. - La natación es un ejercicio estremadamente saludable: los movimientos i los esfuerzos que se deben hacer para mantenerse sobre el agua, ponen en ejercicio todos los múscu- los del cuerpo; el pecho se dilata con fuerza para permitir la entrada de una gran cantidad de aire en las profundas i raras inspiraciones que hace; los músculos del cuello se mantienen tensos para sostener la cabeza fuera del agua al mismo tiempo que la resistencia de ésta, que obra sobre el cuerpo como una ducha o chorro, le fortifica a la par que lo refresca. Los baños de mar tienen una acción mas tónica, porque el agua salada es mas estimu- lante que el agua dulce de los rios.—No deben entregarse a este ejercicio sino después que la di- jestion se-haya hecho, i este consejo puede apli- carse a todos los ejercicios que exijen cierta acti- vidad. De la lucha.—La lucha dejenera con frecuen- cia en riñas que suelen tener fatales consecuencias para los obreros, por lo cual no os recomiendo este ejercicio. Jim Mastica.—Lajimnástica es un ejercicio mo- derado i regular, conocido desde los tiempos mas remotos. Los antiguos eran mui dado-a la jimnás- tica; trataban de que los jóvenes llegaran a ser fuertes i robustos, i procuraban hacer de ellos Her- cules u hombres estremadamente hábiles en la lucha i en el salto. Mucho se ha descuidado este ejercicio entre nosotros, pero desde algunos años a esta parte se le presta atención. Lajimnástica con- siste en hacer movimientos regulares de manera que se desarrollen todas o ciertas partes del cuerpo 120 solamente: se principia por los movimientos de los miembros superiores que se dirijen adelante, arri- ba i atras; después i a medida que los jóvenes se adiestran en estos movimientos, se les acostumbra a levantar objetos mas i mas pesados; finalmente se les enseña a saltar, a cabalgar, a elevarse sobre los miembros superiores agarrándose de un atra- vesaño de madera atado a dos cuerdas, que se llama trapecio, a subir por cordeles, al principio con nudos, después sin ellos, a trepar por mástiles valiéndose solo de las fuerzas do las manos, o a marchar sobre cuerpos cilindricos mas i mas del- gados. Por estos medios combinados con intelijencia se llega a hacer aumentar el volumen i el vigor de los músculos; se habitúa el cuerpo a tener mas ajilidad, mas flexibilidad i a regularizar ciertos movimientos. Asi, es evidente que el que tiene el hábito de andar sobre un cuerpo redondeado como un mástil, sabrá en un momento de peligro salir mas airoso de la dificultad que el que no ha hecho este jénero de ejercicio, quien tendrá menos ajili- dad, menos soltura i menos presencia de ánimo; por esta razón se enseña en París a los bomberos todos los ejercicios de la jimnástica. Ilabeis visto algunas veces en los incendios que esos jóvenes suben a los techos de las casas i que se mantienen de pié i sin ningún sosten sobre las murallas; si esos .hombres no tuviesen la costumbre de perma- necer asi a tan grande altura i en espacios tan angostos, correrian el peligro de caerse, lo que ciertamente nos sucedería a nosotros. La jimnástica conviene a las personas que permanecen largo tiempo sentadas i a los obreros que por su oficio no ejercitan mas que una parte del cuerpo: con la 121 jimnástiea de las otras partes de él se llega a re- gularizar todos los movimientos. Cuando algunos jóvenes se hallan propensos a tener un hombro mas gruese que otro, haciendo ejecutar movimien- tos mas frecuentes al miembro mas débil, se de- termina mayor actividad en la circulación i en la nutrición de los músculos debilitados: por tal me- dio se puede tanbien impedir o detener ciertas desviaciones. Todos los ejercicios de que acabo de hablaros, la marcha, la carrera, el salto, el baile, etc., pueden bastar en nuestras condiciones sociales para ayu- dar al desarrollo del cuerpo; la jimnástiea convie- ne principalmente a los jóvenes de ocho a quince años, que son pálidos i de miembros delgados, en los cuales la circulación se hace mal i la sangre está empobrecida. Si se les obliga a hacer un ejer- cicio conveniente de carreras o de jimnástiea, apro- piado con cuidado i precauciones, i si al mismo tiempo se da a estos niños buen alimento i se les espone a los rayos del sol, se llegará a desarrollar su cuerpo i a ser su cutis mas colorada i mas fuer- tes sus músculos. Se ha notado que los habitantes del Peni, de Méjico i de las Indias notenian jamas deformida- des naturales i se ha creído que esto dependía de la viva acción de la luz sobre la cutis. Al recono- cer Londe los benéficos efectos de la luz, añade aque la conformación regular de aquellos pueblos depende también de una jimnástiea natural que no admite, como en los pueblos civilizados, ejer- cicios esclusivos de ciertas partes del cuerpo ni actitudes viciosas.» Según lo que hemos dicho del ejercicio, dedu- ciréis que las alternativas de movimiento i de tra- 122 bajos moderados son lo mas favorables a la salud, i siguiendo estos consejos os colocareis en las mejo- res condiciones para ejercer las diversas profesio- nes a que os dediquéis. Os dije al principio: el trabajo es mui bueno cuando puede satisfacer la necesidad de movimiento de todos los miembros i de todos los músculos; pero si el trabajo no puede satisfacerla, es preciso hacer ejercicio; mas este ejercicio, como el trabajo, no debe durar tanto que ocasione fatiga. Os dije ademas, que los músculos tienen grande enerjia i que los hombres pueden levantar cuerpos mui pesados; pero que es necesa- rio no abusar de esta fuerza. lie visto muchas veces a jóvenes rendidos bajo el peso de grandes fardos sufrir hemorrajias nasales o hernias, acci- dentes ambos que es necesario temer. Antes de terminar lo que tenia que deciros acerca del ejercicio, quiero daros algunos consejos sobre la elección del oficio que se debe dar a los niños de salud delicada. ¿Qué hace el padre de un niño que llega a los doce o catorce años? ¿Trata acaso de saber cuál es el oficio mas conveniente a la salud do su hijo? Desgraciadamente no piensa jamas en ello, ni el hijo tampoco, i sin embargo seria mui útil que el padre, antes de poner a su hijo en aprendizaje, consultase al medico para sa- ber qué jénero de ocupación le seria mas conve- niente. Cuando un niño es enfermizo, sus padres dicen: «no podemos dar a nuestro hijo un oficio penoso; es necesario evitarle las fatigas, las carre- ras, etc.» Entonces se hace del niño un sastre o un zapatero; se le coloca en un taller donde tendrá que hacer poco ejercicio, donde lo pasará sentado i entregado a un simple movimiento de los pies i de las manos. 123 Estoi convencí o, señores, de que sin quererlo se hace lo contrario de lo que se debiera. Si se hubiese dado a ese niño una profesión en la cual hubiera podido ejercitar todo su cuerpo, ir, venir, andar, conducir algunos pesos, se habría visto ciertamente desarrollarse poco a poco su cuerpo i mejorar su salud. Si se hubiese colocado a este joven en las condiciones hijiénicas de que os he hablado, es decir, si se le hubiera hecho respirar un aire puro; si se le hubiera dado alimentos sencillos pero sustanciosos; si se le hubiera vestido de franela interiormente para evitar las transiciones repenti- nas de calor al frió; si se le hubiera hecho hacer ejercicio, un poco de jimnástiea, i finalmente, sise le hubieran dado baños frios no solo con el objeto de lavar el cuerpo sino también de fortificarlo pol- la natación, se habria podido por todos esos me- díosme] orar su salud. Cuando deis a un niño un oficio que le obligue a permanecer sentado, es necesario por lo menos, obligarlo de cuando en cuando a correr o a hacer jimnástiea, a fin de satisfacer la necesidad de mo- vimiento i de impedir los malos efectos sobre la salud de una posición constante de rodillas o sen- tado, porque sabéis ya cuáles son los inconvenien- tes de tan viciosas actitudes.—Después de haber procurado demostraros la necesidad del ejercicio para ayudar al desarrollo del cuerpo, voi a hablar- os de otra necesidad cuya importancia no es me- nos grande, de la necesidad del reposo. Del descanso.—El cuerpo nos advierte ordi- nariamente por la sensación de la fatiga que las fuerzas se agotan. Si continuamos trabajando, esta fatiga, lijera al principio, se hará mas fuerte, ocasio- nará postración, i finalmente las enfermedades, lié 124 aquí el oréjen de la necesidad de detener, de inte- rrumpir el ejercicio. Cuando uno empieza a andar o a correr se siente mui bien,pero después de algún tiempo ja no se puede marchar ni correr: asi, cuando uno trabaja llega un momento en que sien- te la necesidad de descansar. El reposo es necesa- rio, principalmente despees de comer, por lo cual en los talleres i sobre todo cuando el trabajo es estremadamente penoso i fatigante, es bueno des- cansar algún tiempo después de la comida, antes de volver a la tarea. Un ejercicio violento después de comer puede perturbar el trabajo dijestivo. Mi- guel Lévy, cirujano militar i antiguo médico en jefe del ejército de Oriente, autor de una escelente obra de hijiene, cita un hecho que prueba la utili- dad del reposo después de la comida. En.1843 un guardia municipal llegó corriendo al cuartel de los Celestinos, donde comió con precipitación para vol- verse inmediatamente a la Magdalena donde estaba de servicio, i como se encontraba mui urjido echó a correr de nuevo para volver a su puesto. Una vez que llegó a él fué acometido de cólico, de dolo- res de barriga i no pudo hacer su servicio. Al dia siguiente, con el objeto de conducirlo al hospital, le llevaron primero al cuartel donde murió ... lió aquí lo que había sucedido: los alimentos introdu- cidos en el estómago he Iban pasado mal elabora- dos a los i; ' s, los que se habían anudado por el móvilmente brusco de la carrera, verificán- dose asi una enfermedad casi incurable. Os cito este ejemplo para que hiera vuestra imajinación i quede grabado en vuestro espíritu, porque no es raro ver hombres que comen después de haber corrido i que inmediatamente después de la comida se entregan de nuevo a un ejercicio fa- 125 tigador. Para descansar, es necesario no acostarse sobre la tierra húmeda ni sóbrelas piedras; lo mis- mo que es necesario evitar la lluvia cuando el cuerpo no está bien abrigado. Me acuerdo que he visto entrar a los hospitales muchos obreros con enfermedades graves del pulmón que las liabian contraido por haberse acostado sobre tablas o en el suelo para dormir o reposar, como lo hacen to- dos los dias los albañiles después del trabajo. Asi, pues, cuando acabéis de hacer un ejercicio cual- quiera i esteis sudando, es necesario que os abri- guéis antes de descansar, que evitéis el acostaros en el suelo o en las piedras, como igualmente el espoñeros a la lluvia. El reposo es una necesidad tan natural, que en el estado de perfecta salud se esperimenta todos los dias i a ciertas horas un entorpecimiento jene- ral i una sensación de picazón en los bordes de los párpados que no tardan en cerrarse i en velar los ojos. El sueño es una necesidad de reposo que senti- rnos enéticamente i a la cual nos sustraemos con mucha pena: es un reposo jeneral del cuerpo i del espíritu dado por el Criador de un modo obligato- rio, por decirlo asi, para reparar nuestras fuerzas, El día es para el trabajo i la noche para el sueño; la naturaleza misma parece dormir; el sol desapa- rece i se acuesta bajo el horizonte; las luces del dia disminuyen poco a poco; tornan los animales a sus guaridas; buscan las aves el nido donde des- cansar sus alas fatigadas, i el labrador, cuya vida sencilla le armoniza con la naturaleza, va también en busca del reposo. Todo nos convida a la quie- tud: los miembros se entorpecen, el pensamiento se embota, los ojos se cierran i el sueño viene. 126 El habitante de las ciudades daña su salud con la mala costumbre de no acostarse a dormir sino a horas avanzadas de la noche, pues su reposo es de esta manera mucho menos completo. De la cama.—Do todos nuestros muebles el mas útil, el mas indispensable i el que exijo los mayores cuidados, es el lecho: es el asilo de la in- fancia i de la edad de los achaques, el lugar de reposo del hombre sano como del enfermo; en él pasamos mas de la mitad de nuestra existencia. Es fácil concebir que si se encuentra en malas condiciones hijiénieas, nosotros sufriremos sus per- niciosas influencias; i sin embargo, en la estrecha habitación del obrero, está el lecho relegado a un oscuro rincón donde el aire no se renueva o don- de está en contacto de una muralla húmeda; otras veces está aprisionado en una alcoba o encerrado bajo tupidas cortinas. El lecho recibe sucesiva- mente, i con frecuencia mezclados, los diversos miembros de la familia, el padre, la madre, los hi- jos. Toda una jeneracion débil i enfermiza nace i muere en él; eada cual lleva allí sus exhalaciones, su sudor i todo jénero de suciedades que manchan las plumas i la lana, fermentan i se pudren bajo la influencia del calor i de la humedad. De esto resultan miasmas deletéreos i un verdadero foco de infección: asi, cuando se entra a ciertas habita- ciones se siente con disgusto un olor acre i nau- seabundo, que se escapa principalmente del lecho. ¿Cómo no se ha de alterar la salud de esos desgra- ciados que permanecen espuestos dia i noche a tales exhalaciones? La primera condición para que el sueño sea reparador es que el lugar en que se duerme esté 127 convenientemente ventilado; es necesario escojer para colocar la cama la parte mas sana do la habi- tación i no descuidar en manera alguna que los diferentes objetos que la constituyen estén en la mayor limpieza: tales son las primeras condiciones que la hijiene aconseja. La naturaleza de las diversas partes de la cama no es indiferente; es mejor dormir en colchón de lana o de crin que en uno de plumas: con poco gasto se puede tener un catre de resortes sobre el cual se coloca un sencillo colchen. Se deben mudar las sábanas una o dos veces al mes i con mas frecuencia las personas que traspi- ran. Después de levantarse, es necesario descubrir el colchón i dejarle espuesto al aire de la ventilación antes de hacer la cama; es necesario también sa- cudir i dar vuelta el colchón i las frazadas para desembarazarlas en cuamo sea posible délas exha- laciones corporales de que durante la noche se han impregnado. Los colchones deben ser golpeados i espuestos al sol, i saneados una vez al año por el lavado de la tela i el escarmenado de la lana. Es este un pe- queño gasto que contribuye a la salud i al bien- estar i que’puede ahorrar otros gastos mayores, evi- tando enfermedades i cesación de trabajo. La mejor posición para el reposo del cuerpo i el libre ejercicio de las funciones de nuestros órganos durante el sueño es la horizontal; solo la cabeza debe estar un poco elevada sobre una almohada, la que puede ser mui dañosa si es mui caliente o blanda, como lo son jeneralmente las de plumas. Se duerme ordinariamente por el costado derecho, i yo os aconsejo que no os acostumbréis a esto es- 128 elusivamente, pues no liai ningún inconveniente en acostarse por el lado izquierdo siempre que se ha habituado a ello desde niño. No debeis conser- var en la cama otro vestido que una camisa i un gorro lijero. No coloquéis jamas la cabeza bajo la ropa, porque respirareis un aire viciado; no os ago- biéis sin necesidad bajo el peso de muchas fraza- das, i abandonad el lecho tan pronto como hay ais estado en él el tiempo suficiente para el reposo i para el sueño. Tales son los principales consejos que sin entrar en minuciosos detalles creo útil daros. Eescanso del domingo.—El reposo natural i el sueño no bástan para conserver la salud; es necesario ademas un descanso de un dia. Esta verdad ha sido comprendida en todos los tiempos; los gobiernos i las relijiones han conocido i santi- ficado la obligación de un dia feriado todas las semanas, dia consagrado al descanso del trabajo, a la oración i a las necesidades de la familia. El hombre tiene necesidad de salir de cuando en cuando de su vida de afanes, i no es indiferente para su salud que encuentre en las dulces emo- ciones del hogar un lenitivo para su cuerpo i para su espíritu. El domingo debe emplearse o dedicarse al cumplimiento de los deberes relijio- sos, a visitar a parientes i amigos i a hacer paseos al campo, en los cuales al mismo tiempo que se espacian los sentidos en la contemplación de la naturaleza, se renueva la sangre por el aire vivo i puro que penetra en los pulmones. Este dia de descanso, que tan útil consideramos, es trasfor- mado con frecuencia por gran número de obre- ros, en dia de fatigas, mil veces mas pernicioso para la salud que el trabajo del taller; porque van 129 a pasarlo en las ventas de licores fermentados i espirituosos, de las cuales salen en estado de com- pleta embriaguez. Después de una noche mui aji- tada, mui malo es el trabajo del dia siguiente en el cual se ven aumentar las desgracias en las ma- nufacturas: «el estado de embriaguez en que se encuentran los obreros después de las libaciones de las fiestas i de los domingos, está ligado a las desgracias que suceden, porque se ha observado constantemente que el lunes se dobla el número de las que acontecen en los otros dias de la sema- na.» (1) La borrachera del domingo, en que el obrero gasta el dinero ganado en la semana, menoscaba también su salud i puede conducirle, si no se re- frena, a los bancos de la policía correccional i aun antelas cortes de justicia. Puede igualmente ha- cerle adquirir el hábito de embriagarse, es decir, la borrachez i la pereza, los dos vicios mas ver- gonzosos de la especie humana. La embriaguez i la holgazanería son hermanas; se dan la mano, i todos los años matan mas hombres que las mas terribles epidemias. «El hombre lia nacido para el trabajo; su pri- mer destino es comer el pan con el sudor de su frente. Si cuando joven es activo i laborioso, ad- quirirá su cuerpo mayor fuerza i solidez, su vida se prolongará en buena salud,i si es económico ha- llará mas tarde en sus ahorros una fuente inagota- ble de goce i de bienestar. Los ejemplos de lonje- vidad no se encuentran entre los holgazanes ni perezosos; por el contrario, los hombres que han (1) Informe del Consejo de Salubridad del departamento del líorte. alcanzado a una edad avanzada han tenido que soportar en su juventud muchas penas i fatigas: la mayor parte son soldados, marineros o jornale- ros.» (1) 130 (1) Hufeland, Arte de prolongar la vida del hombre. V. ASEO. De la cútis i de sus funciones.—Efectos de la vacuna.—Efectos de la luz sobre la cutis.—Efectos del polvo sobre la cutis.— De los baños.—Baños calientes, fríos, de rios.—Baños de mar.—Cuidado del cabello i de la barba.—De los vestidos. —Camisas, medias, camisetas de franela, calzoncillos, corba- tas, sombrero i calzado.—Resúmen práctico. Del aseo.—Sin duda que el hombre no conoce los buenos efectos de la limpieza sobre la salud, pues de otra manera, mas los apreciaría i se en- contraría menos jente desaseada de la que ordina- riamente se ve. Tiene la limpieza por objeto purificarla superficie del cuerpo de todas las ema- naciones secretadas del interior, preservarla de toda suciedad esterna i garantirla de todo con- tacto dañoso: he aquí la razón por que el palafre- nero almohaza cuidadosamente su caballo, i por que el pastor baña su perro. ¿Cómo se comprende entonces que lo que es útil hasta a los animales no lo sea también al hombre? Llamado de años atras a asistir al Consejo de Revisión de mi barrio, lie visto que ciertos jóvenes tenían su cuerpo en tal estado de desaseo, que es difícil concebirlo. Si esos jóvenes ignoran que la limpieza es una necesidad importante para la salud, deberían al menos tener bastante respeto 132 de sí mismos i bastante conocimiento de lo que conviene, para saber que no deben presentar- se en semejante estado delante de un consejo i delante de sus camaradas. Jeneralmente hai dis- posición para criticar a los hombres que tienen cierto cuidado de su persona; mas creo que seria mejor imitarlos i seguir tan buenos ejemplos re- comendados por la hijiene. De ninguna manera pretendo tomar la defensa de los jóvenes enamo- rados de sí mismos, que se ocupan mucho en aci- calarse. Dejo a un lado la afectación i la fatuidad, faltas insoportables en el hombre; mas, lejos de tan tonta i ridicula ocupación, hai otra que con- siste en dedicar todos los dias el tiempo necesario para mantener el cuerpo en estado conveniente de limpieza. Cuando entro a casa de un obrero enfermo, si encuentro todo en su lugar; si las piezas están limpias; si todos están vestidos con sencillez, pero con aseo; si son urbanos, estoi seguro de que voi a tratar con obreros honrados, laboriosos i econó- micos que visitan más la casa de ahorros que el mercado de vinos. Si, por el contrario, encuentro los muebles destrozados, cubiertos de polvo o de una multitud de objetos, sillas quebradas, un hombre con un pantalón roto, una mujer con las manos i la cara sucias, el vestido én jirones, los cabellos desgreñados, un lecho semejante a una vasija; si los niños están echados en el suelo, an- drajosos i cubiertos de grasa ¡ah! entonces, a la vista de tales obreros, un sentimiento de descon- fianza se apodera de mí, porque jeneralmente aquello no es miseria sino vicio; es la pereza i el desaseo disfrazado bajo el vano pretesto de falta de tiempo. Tiene esta familia tan buenos salarios 133 como la primera, pero tiene mayores gastos; deja de trabajar con frecuencia, manda por vino a la esquina o alas bodegas de las chacras vecinas. No tratéis de que se os muestre un libro de la caja de ahorros, ni tampoco papel i pluma para escribir una receta, pues no hai ni pluma ni papel; hai solo mugre i pereza. Alli vereis ademas otra cosa, vereis que las enfermedades visitan con frecuencia a la familia; «porque la limpieza, verdadera vir- tud domesticaos una de las condiciones indispen- sables para el mantenimiento de la salud; sin la limpieza todas las enfermedades asedian a la es- pecie humana. Jamas se encomiará demasiado al íejislador por haber exijido a su pueblo el uso de los baños.» (1) Mas tarde la verdadera miseria vendrá a su vez a visitar esta casa, porque el aseo conduce al orden i a la economia, i sin orden i sin economía no puede haber fortuna. Para haceros comprender mejor la utilidad del aseo, vamos a recorrer las- diferentes funciones de la cutis i a estudiar los di- versos efectos de los baños i de los vestidos*. De la cutis.—El cuerpo del hombre está cu- bierto de una membrana que se llama cutis, cu- yas funciones son mui importantes; está provista de un gran número de nervios que se esparcen i terminan en su tejido: goza de esquí sita sensibi- lidad i por ella percibimos las sensaciones de frió i de calor. Centinela útil, pero muchas veces víc- tima, la cutis recibe el primer choque, las primeras heridas; suave, elástica i estensible a la vez, se amolda a todos los órganos que cubre i proteje. La cutis está formada de muchas membranas (1) Rostan, Curso elemental de hijiene. 134 sobrepuestas i cubiertas por la epidermis, que es una película delgada i trasparente que tiene la propiedad de engrosarse i ponerse mui dura en las partes del cuerpo en que la cutis tiene necesi- dad de ser protejida, como se ve en los piés, en las palmas de las manos i donde hai frotamiento frecuente. La epidermis proteje i defiende la cu- tis, como la cutis defiende i proteje los órganos colocados debajo de ella, i es ayudada en sus me- dios de protección por los pelos que nacen del es- pesor de la cutis i aparecen en su superficie. En algunos animales forma el pelo por su abundancia un verdadero vestido a la cutis, mientras que en la especie humana el sistema piloso es poco desa- rrollado, escepto en la cabeza, en las axilas i en el hipogástrio. Las funciones de la cutis no se limitan a lo que acabamos de decir. Está acribillada por un nume- ro considerable de pequeñas aberturas que dan pasaje a líquidos o humores, cuya salida es nece- saria a la salud. El cuerpo humano está ordinariamente envuelto en una traspiración invisible porque está en es- tado de vapor; esta traspiración que arrastra el aire o absorben los vestidos, se hace visible cuan- do es bastante abundante para constituir el sudor. Sabéis, señores, cuán activa es la traspiración: cuando trabajáis en un taller abrigado o cuando os entregáis a un ejercicio penoso, vuestro cuerpo se inunda de sudor i la camisa i los vestidos se empa- pan de él. La traspiración continua depura la sangre arras- trando afuera los humores que la vician i la alte- ran, i por ella se desembaraza el cuerpo de las sustancias que podrían turbar sus funciones. Por 135 los poros de la cutis se escapa, ademas, una espe- cie de aceite que viene a engrasar constantemente esta membrana i la suaviza. Estas diversas tras- piraciones son mas abundantes en ciertas partes del cuerpo, como en las axilas, ingles, pies, etc. i en algunos toma un olor bastante fuerte. Asi como la cutis posee la facultad de traspirar, asi también goza de la facultad de absorber. La esperiencia prueba que se deja penetrar por el aire atmosférico; en un baño, absorbe el cuerpo del hombre cierta cantidad de agua que no puede sino haber penetrado por la cutis; haciendo fricciones sobre el cuerpo con sustancias medicamentosas, se llega a producir los mismos efectos que estos me- dicamentos determinarían si se hubiesen introdu- cido por el estómago. La introducción en la cutis del veneno de la víbora o del virus de la rabia (1) basta para oca- sionar los mas funestos desórdenes i aun la muer- te. Las sustancias venenosas empleadas en ciertas fábricas son igualmente absorbidas por la cutis i causan enfermedades. Cuando en los hospitales o en los anfiteatros de disección llega un operador a picarse con un ins- trumento impregnado de materias en putrefacción, sucede con frecuencia que tal picadura determina accidentes graves i aun la muerte, sin embargo de que la piel solamente ha sido herida. De la vacuna.—Otra prueba de lo que acabo de deciros es la vacuna. Veamos lo que sucede cuando se hace vacunar un niño (2). Se introduce (1) Mal de los perros o hidrofobia. (2) Suele nuestro pueblo designar la vacuna con el nombre de “Peste.” I se sirve de la espresion “poner la peste” para designar 136 una lanceta en un grano de vacuna i se hace des- pués penetrar esta lanceta cargada de virus vacu- no bajo la epidermis de los brazos de un niño. Después de algunos dias se nota un punto rojo bastante parecido a la picadura de una pulga: poco a poco i en este punto se desarrolla un grano que crece hasta el octavo di a, época en que se puede tomar la vacuna para vacunar otros niños. El grano se abre i entonces el líquido sale, se en- durece i forma una costra que deja ver a su caida una cicatriz indeleble. Algunos granos bastan para garantir de la peste o viruela, enfermedad que otras veces lia reinado epidémicamente i que entonces hacia tantos estra- gos como el cólera en nuestros dias. Para que estos granos produzcan tal resultado, es necesario que la vacuna haya sido absorbida i que su efecto se hecho sentir en todo el cuerpo aunque no haya sido introducida sino por un solo punto. El descubrimiento de la vacuna, reciente aun, pues que solo data de principios de este siglo, es un gran beneficio para la humanidad; pero como todo el mundo no está todavía convencido de sus buenos resultados, quiero insistir sobre su eficacia a fin de preveniros contra la indiferencia de unos i contra la oposición de otros respecto a la vacu- nación. Hé aquí dos ejemplos que lian pasado a nuestra vista: l.° Hace algunos años que una niña fué ataca- da de viruelas benignas de que se curó con pron- titud; en los quince dias siguientes diez personas la acción de inocular la vacuna. Esto talvez esplica la preocupa- ción que liai contra ella. 137 déla misma casa se enfermaron del mismo mal. Nueve habían sido vacunadas i no tuvieron mas que viruelas locas i mui benignas; la décima, que no lo habia sido, fué acemetidade viruelas tan te- rribles, que sucumbió al cuarto dia. 2.° Dos hermanas jóvenes cayeron enfermas: la mayor de viruelas locas que ni siquiera la obliga- ron a guardar cama; la menor tuvo viruelas tan graves, que casi murió, escapando horriblemente desfigurada. La mayor de estas niñas habia sido vacunada, precaución que se habia olvidado para la menor. En el campo se prestan con mucha dificultad ala vacunación. “Dios, dicen las madres sencillas, sabrá vacunara nuestros hijos; pero ademas las viruelas purgan i es una enfermedad que no es necesaiio evitar.” Error, señores. En efecto, la niña de que acabo de hablaros después de haber tenido el cuer- po completamente cubierto por los granos de la viruela, tuvo en su convalecencia, que fue larga i difícil, muchos abscesos i una multitud de divie- sos. Si las viruelas purgaran, como lo aseguran esos buenos campesinos, ¿habría tenido la naturaleza necesidad de determinar en esa niña tales supura- ciones? Algunos se han enfermado de viruela después de haber sido vacunados i de ello han inferido que la vacuna no preservaba de tan cruel enfermedad. Estos hechos son escepciones, i aun en tales casos, como en los ejemplos que acabo de citaros, es mo- dificada en su marcha i atenuada en sus efectos por la vacuna. Ademas, para creerse vacunado no basta haber ido al vacunatorio; es necesario llevar en sí vestijios manifiestos, las cicatrices de la va- 138 cuna, que prueban que la vacunación ha seguido su marcha regular. De algunos años acá, se habla de practicar ana segunda vacunación, por temor que los efectos de la primera no puedan durar toda la vida. Esta cuestión no está todavia resuelta; sin embargo, ¿cuál seria el inconveniente de hacerse revacunar? Ésta pequeña operación es sencilla i no ocasiona ninguna indisposición. Si la vacuna brota, debeis quedar satisfechos, porque es prueba que la pri- mera vacunación había gastado tadas sus fuerzas i que estabais espuestos a contraer la viruela: si no brota, es decir, si no sobrevienen nuevos granos, es porque estáis todavia bajo la influencia presenta- dora de la primera vacuna, lo que debe seros nue- va garantía. Seria, pues, prudente i sabia medida hacerse revacunar de diez en diez años. Los padres que no hacen vacunar a sus hijos asumen gran responsabilidad: puede sufrir mas tarde merecidos reproches de parte de sus hijos por haberles dejado espuestos a una grave enfer- medad, cuyas consecuencias, cuando no son mor- tales, son-siempre penosas, porque muchos niños quedan ciegos o estraordinariamente desfigurados después de haber sido atacados de ella. Las ma- yores facilidades tienen los padres para hacer va- cunar a sus hijos: en los campos un médico vacu- nado!* va por las aldeas llevando la vacuna i ha- ciéndose preceder de avisos; en Paris todos los años numerosos carteles os dicen que un dia de la semana está designado para las vacunaciones de cada barrio, i la Academia de Medicina consagra dos dias de la semana a esta vacunación, que es practicada por los médicos mas hábiles i capaces. Ademas hai acordada una prima de tres francos 139 para la madre que baga vacunar a sus bijos, siem- pre que ella lo exija. Como veis, el Gobierno os estimula en cuanto está de su parte para que. os vacunéis, i no abre las puertas de sus escuelas, colejios e instituciones sino con la obligación de que los niños presenten un certificado de baber sido vacunados (1). He visto con frecuencia que muchas madres no quieren que de sus bijos tomen la vacuna para participar este beneficio a otros niños: este e& un egoísmo verdaderamente imper- donable. Jamas se podría vacunar a nadie si to- dos los padres procediesen de esta manera; por otra parte, la sustracción de un poco de vacuna no ocasiona ningún inconveniente, ni al feliz éxi- to de la operación ni a la salud del niño. Espero baberos hecbo comprender la utilidad de la vacu- na; voi a hablaros ahora .de las funciones de la cútis i de la influencia que ejerce la luz sobre este órgano. 1)e LOS EFECTOS DE LUZ SOBRE LA CUTIS.— La luz del sol es necesaria a la vejetacion de las plantas i a la vida de los animales, i ejerce sobre (1) En Chile la propagación de la vacuna está organizada de una manera semejante: el decreto de 11 de junio de 1830 manda crear en todos losjpueblos donde hubiere municipalidades, juntas de vacuna en relación con la Junta Central de Vacuna de San- tiago, la que está encargada de la difusión de la vacuna en toda la República, para lo cual tiene la facultad de nombrar todos los vacnnadores que crea necesario en los pueblos i campos del territorio i está ademas en comunicación con el Gobierno i con las municipalidades. Seria de desear que nuestra Facultad de Medicina, a ejemplo de la Academia de Medicina de Paris, dedicara algún tiempo a la vacuna i a las cuestiones da gran interes que ella suscita, i también que nuestro Gobierno exijiera un certificado de vacuna a los niños i jóvenes que solicitaran su admisión en las escuelas i colejios del Estado. la cutis una acción mui enerjica i mui evidente. Los habitantes del campo i los obreros que traba- jan al aire libre tienen la cutis colorada, dura, seca; su circulación es mui activa i su temperatu- ra mas alta; por el contrario, la cutis es blanca i descolorida, las carnes son blandas i abotagadas en las personas que pasan gran parte de su vida en los lugares privados de luz, como los mineros, los presos encerrados en oscuros calabozos, los que habitan calles bajas i estrechas, los entresuelos i los cuartos que no reciben directamente la luz del dia. 140 Si se priva a un vejetal de la luz del sol, por mui bien que se le alimente i por mucho que se le cuide, se le verá perder poco a poco su color i su vigor, dejar de crecer i desmedrarse: lo mismo sucede al hombre, i sobre todo a los niños, pobres y pequeñas plantas que languidecen lejos de la viva oscitación de la luz de que tanta necesidad tienen. En efecto: la luz no contribuye solamente a la coloración de la cutis; estiende mas lejos su benéfica influencia, por el poder que ejerce sobre la circulación; asi, cuando la cutis privada de los rayos del sol no siente la influencia de la luz, la circulación se hace con menos actividad; ese ór- gano se debilita, se enfria, se empapa de lí juidos, i la sangre se empobrece. De esto resultan enfer- medades crónicas que afectan principalmente a los niños, a los jóvenes i a las muchachas, i que les hacen linfáticos i escrofulosos e impiden su desarrollo regular. Notáis fácilmente en Paris gran diferencia físi- ca entre los niños de diferentes barrios o entre los que viven mas o menos distantes de las plazas pú- blicas o de los jardines. 141 Veis en el jardín de las Tullerias esos niños vivarachos, juguetones, corriendo i saltando con toda la apariencia de buena salud; no creáis que deben su buen talante a la riqueza de sus padres, pues encontrareis niños semejantes en un barrio populoso i menos rico, en la Plaza Real. Por el contrario, recorred las calles derechas de la ciu- dad i vereis niños sentados o acostados en las puertas de sus cuartos con sus caritas pálidas i abotagadas. Si todos los dias se les hiciera andar al sol i se les espusiera a la luz, los veríais reco- brar poco a poco las fuerzas i el color sonrosado del rostro. Tan útiles considero los efectos de la luz i del calor, sobre todo en los niños, que que- rría que se estableciera en París mayor número de plazas i jardines públicos en el centro de los barrios populosos, pues ademas de la mejor venti- lación del barrio, os proporcionaría la ventaja de conducir a ellos a vuestros hijos. Muchas veces os he recomendado ya la necesi- dad de que hagan todos los dias pequeños paseos los niños que viven lejos de las plazas o cuyos pa- dres son mui ocupados. En vez de tener a vuestros niños en la casa o dejarles jugar en calles malsanas donde aun la vida peligra a cada instante, ¿por qué no confiar- los a mujeres varoniles, cuyos cuidados les pro- porcionarían una ocupación i un salario que ayu- daría a su sustento? Cuatro o cinco niños conducidos todos los dias por una de esas mujeres a un jardín o a una pla- za cercada de árboles, recibirían los benéficos efectos de los rayos del sol, al mismo tiempo que se entregarían a mui saludables ejercicios. Duran- te este tiempo, descansando en ellas vuestra tran- quilidad, podriais entregaros mas fácilmente a vuestras ocupaciones. Nuestros malecones i nuestros bulevares están mal dispuestos para hacer pasear alli a los niños, quienes no podrían ejecutar en ellos ninguno de sus juegos. Nada mas curioso de ver que la calle de Kambuteau cuando estaba en construcción: la mayor parte de las madres que habitaban las ca- lles vecinas, que sabéis cuán oscuras i estrechas son, iban a sentarse con sus hijos pálidos i enclen- ques a esa calle cerrada para los carruajes i a es- ponerles de esto modo al sol i a la luz. Muchos de los graves inconvenientes que señalamos han desaparecido: grandes trabajos se han ejecutado en Paris i ahora anchas calles, vastos bulevares, magníficas plazas dejan que el sol haga penetrar sus benéficos rayos en calles que hasta hace poco estaban privadas de ellos. 142 Hai, con todo, algunas precauciones que tomar a fin de evitar la acción mui viva i mui repentina de los rayos solares, porque pueden determinar, sobre todo en las personas que lo pasan encerra- das i cuya piel es fina i blanca, una irritación i una rubicundez de la cutis que puede dejenerar en inflamación. El so1azo o insolación es, en efec- to, el resultado de la acción mui viva sobre la cu- tis del calor de los rayos luminosos. Por esta razón, cuando durante el estío vayais al campo los domingos o asistáis a las fiestas públicas i el sol es ardiente i cuyos rayos caen perpendicularmen- te sobre vosotros, es necesario que os guarezcáis de ellos o busquéis la sombra, i si ya habéis su- frido de erisipela, guardaos bien de esponeros a un sol semejante, porque estáis espuestos a ser acometidos nuevamente de dicha enfermedad. 143 En resumen, vemos que la luz del sol tiene una acción estimulante sobre la cutis, a la cual colora i endurece i que esta acción es favorable a todas las otras funciones por la enerjia que les comu- nica. La luz obra de una manera mas enérjica aun sobre el ojo, por lo cual se no se puede mirar lar- go tiempo objetos mui luminosos sin peligro; os aconsejo, sobre todo, que no miréis nunca el sol, porque su luz es tan viva i tan ardiente, que pue- de ocasionar una enfermedad grave de los ojos i aun la ceguera. La luz artificial, que carece de acción estimulante sobre la cutis i sobre el cuerpo en jeneral, la ejerce mui viva sobre el ojo; asi los obreros que trabajan en el fuego tienen jeneral- mente los ojos mui fatigados; los zapateros i los grabadores, que para ver con mayor claridad co- locan entre su obra i la luz un globo lleno de agua, se fatigau también mucho la vista; les recomiendo que coloquen en ese globo un líquido verde o azul, pues de este modo la luz se liará mas apacible i el obrero preservando su vista, tendrá siempre la luz suficiente para trabajar. El polvo que flota en el aire, principalmente en los talleres, atraviesa los vestidos i se pega a la cutis, i se mezcla a esa especie de aceite que se encuentra en la superficie del cuerpo formando un barniz, una capa mas o menos espesa. ¿Qué hará esa costra que se adhiere mas i mas a la cu- tis? Lo comprendéis perfectamente? tapa esa mul- titud de pequeñas aberturas que perforan la cutis i opone necesariamente un obstáculo al paso de la traspiración. Un sabio médico ha probado hace poco, por un esperimentó fácil de verificar, que la integridad de las funciones de la cutis es indispen- sable para que la salud no se altere i aun para que la vida no se comprometa gravemente. Oojió diferentes animales, los despojó de sus pelos o de sus plumas i les untó el cuerpo con un barniz de goma arábiga con el objeto de obstruir los poros de la cutis e impedir la exhalación de la respira- ción cutánea. 144 En las primeras horas que siguieron a la dese- cación de este barniz, cada animal dio señales de una profunda turbación en sus funciones, turba- ción que se disipó cuando se quitó del cuerpo la cubierta impermeable, i que, por el contrario, se agravó hasta el punto de ocasionar la muerte de los animales reservados para completar la espe- riencia. La esperimentación, pues, os prueba que es ne- cesario tener mucho cuidado en no impedir por el desaseo la fácil salida de la traspiración. Sabemos, ademas, que los poros desempeñan la función de absorber: pues bien, si dejais perma- necer sobre el cuerpo polvos peligrosos, serán ab- sorbidos i llevarán a la sangre sus funestos efec- tos; por otra parte, irritando la cutis con su pre- sencia, enjendrarán tales polvos las enfermedades cutáneas que son siemqre tan difíciles de curar. Se lee en las obras de medicina: las enfermedades de la cutis son principalmente ocasionadas por el de- saseo. ¿Qué es necesario para prevenir tales en- fermedades? ¡Dios mió: una cosa mui sencilla; es necesario lavarse con agua diariamente, todas las partes del cuerpo o por lo menos bañarse con fre- cuencia. Repetidas veces os lie dicho, que la hijiene es la ciencia del sentido común. Haceos, pues, a vo- sotros mismos la reflexión siguiente: yo conozco las funciones de la cutis, conozco que es necesario que la traspiración salga continuamente por ella, de consiguiente haré lo posible por evitar la for- mación de una cubierta cualquiera que impida esta función. Los que trabajáis el plomo, el mercurio i el co- bre, decios también: evitaré la aplicación dema- siado prolongada del polvo metálico sobre el cuer po, porque sé que su permanencia en la superficie de la cutis hará que sea absorbido i llevado a la sangre, donde determinarla graves enfermedades. Las lociones, los lavados, los baños tienen, pues, por objeto primordial, volver a la cútis la limpie- za necesaria al cumplimiento de sus diferentes funciones. 145 De los baños.—Después de haber demostrado, talvez de una manera estensa, pero con convenci- miento, la necesidad del aseo corporal, creo que no escuchareis sin interes una 1 ¡jera reseña de la importancia que los antiguos daban a estos precio- sos medios hijiénicos. Moisés hizo de ellos para los judíos una obliga- ción relijiosa. i el Coran impuso a los sectarios de Malioma el uso de las abluciones muchas veces al dia. El turco se lava la barba, la boca i las manos antes i después de cada comida; todas las mez- quitas i aldeas tienen baños públicos. El uso de los baños no está solamente esparcido en los paises en que el calor del sol hace buscar con avidez los medios de templar el calor del cuerpo; los habi- tantes de la Rusia en su helado clima se bañan con frecuencia. En Roma, i en las ciudades cuyos recuerdos nos ha trasmitido la historia, tenian los baños tal Ínu- 146 portancia entre los hábitos de la vida, que se cons- truyeron para tal objeto ios mas grandiosos monu- mentos. Un emperador romano tenia en su palacio tres mil baños de mármol. Otro emperador ordenaba que se construyera, con la mayor brevedad, nueve baños, a fin de disipar la tristeza i el espanto que la erupción del Vesubio i la destrucción de Pom- peya i de Herculano habían esparcido en Roma. ¿Dónde están hoi los hombres que encuentran un lenitivo al dolor.en la construcción de baños mas o menos elegantes? ¿Dónde los que aceptarían como gran favor la entrada gratuita a esos monu- mentos en los dias de regocijo publico? Es nece- sario creer que los pueblos tenian en aquellos tiempos mayor predilección por los baños que en nuestros dias. En Francia se construyeron también monumen- tos de este jénero; el mas importante quizas, está en medio de nosotros: hago referencia a las termas o baños de Juliano, cuyos imponentes restos se ven todavia en Paris. Se construyeron también en diversos barrios, principalmente en las dos calles a que dieron su nombre, otros establecimientos mas sencillos i menos lujosos, denominados estu- fas. En el siglo XIII todas las mañanas muchos pregoneros recorrían las calles avisando a los ha- bitantes que los baños estaban dispuestos. Mas, por motivos que vamos a indicar, el uso de los ba- ños se hizo menos frecuente i disminuyó de tal manera, que a principios del reinado de Luis XIV no habia en Paris mas que un escaso número de estufas poco frecuentadas i mal cuidadas. Este abandono provenia de dos causas: la primera de la invención de vestidos nuevos i del uso del lien- zo sobre la cútis, que disminuyó en apariencia el valor hijiénico del baño; la segunda es de morali- dad, pues las estufas se habían convertido en lu- gares de disolución. 147 A fines del siglo pasado se construyeron en el Sena baños que no tardaron en servir de modelo a otros establecimientos del mismo je'nero; de ma- nera que el número de baños públicos que en 1826 era de 78, ascendían a 128 en 1846. Progresivamente se ha ido operando una rebaja notable en el precio de los baños, i hoi se puede uno bañar con poco gasto en establecimientos cuidados con esmero i donde la decencia es siem- pre respetada. Pero los beneficios de tan poderoso medio liijiónico eran mui evidentes para que la administración pública, ilustrada i requerida por los módicos, no se esforzase en colocarlo al alcance de las clases pobres. Aplaudimos la realización de sus miras humanitarias, i pronto, como en Lon- dres, donde asociaciones de beneficencia han for- mado establecimientos destinados a suministrar al pueblo baños casi gratuitos, tendremos en Paris baños a uno i medio centavos. Un hecho tomado entre millares os probará la ■utilidad de los baños públicos en las grandes ciu- dades. Hace algunos años que una epidemia diez- mó la clase pobre de Edimburgo i de Glasgow: los presos de esta última ciudad, a quienes, según la costumbre establecida, se les prodigó los cuida- dos de limpieza corporal, se escaparon del conta- jio. Desde entonces se comprendió en Edimburgo la necesidad de establecer baños destinados al pueblo. La temperatura mas conveniente para el baño de aseo es la que produce una dulce i agradable 148 sensación que no es de calor ni de frió. Si el calor del baño es mui elevado, la circulación de la sangre es mui activa i rápida; la cara se enciende, se anima i se cubre de sudor; se esperimenta tenden- cia al sueño, pesadez de cabeza i una especie de opresión i de malestar jeneral; i si se persiste en él, sobrevienen accidentes sérios. Por el contrario, en los baños tibios un senti- miento de bienestar i de calma convida a prolon- gar su duración: los miembros, muelles i tranqui- los, parecen ajiles i lijeros; las funciones de la circulación sanguínea i de la respiración se ejecu- tan libremente; el agua que nuestros poros absor- ben refresca nuestra sangre; nuestra epidermis se desembaraza de las impurezas que la ensucian; las capas de sustancias privadas de vida que lucubren se reblandecen, se separan i dejan la cutis mas lisa i mas suave al tacto. ¿Cuál será la duración del baño? Media hora basta para el cuidado de la limpieza. Una perma- nencia mas prolongada en él puede ser útil para hacer disminuir la fatiga o el cansancio después de un ejercicio mui violento o de un trabajo penoso. Del baño frío.—Durante el estío el uso de los baños frios puede reemplazar ventajosamente, co- mo medio hijiónico, a los baños tibios de que acabamos de tratar. Cuando mas elevada es la temperatura atmosférica tanto mas agradables i salubres son estos baños, Ya comprendéis, señores, la importancia de elejir para ellos el agua mas pura i mas renovada: i bajo este respecto, la de los ríos de fondo bajo i arenoso merece la preferencia, pues la de los arroyos, manantiales i torrentes es en jeneral mui fria. La primera impresión que ordinariamente se 149 sufre al echarse en el agua fría, es la de un lijero tiritón, que cuando se entra de repente no tarda en disiparse para dar lugar a una suave escitacion de la cutis, debida a la sangre que afluye a ella en mas abundancia. Esto es lo que se llama reacción, que viene acompañada, regularmente, de una sen- sación de bienestar i de vigor no habituales;'pero si no se hace ejercicio en el agua; si la duración del baño es mui larga i si la temperatura es mui fría, el calor de la cutis se pierde, los latidos del corazón i la respiración disminuyen, los tiritones comienzan i pueden sobrevenir accidentes. Guar- daos de esponer vuestra cabeza mientras osteis en el baño a los ardores del sol, porque los mas serios inconvenientes podrian ser el resultado de tal im- prudencia. Las partes del cuerpo que quedan descubiertas, como las espaldas i el cuello, pueden ser fácilmente atacadas de erisipela, vulgarmente llamada solazo o quemadura del sol, accidente que puede prevenirse bañándose en un lugar cubierto. Antes de entrarse al agua, es bueno mojarse la cabeza i la parte superior del tronco. La duración del baño varia, según diversas Circunstancias: las unas son relativas a la edad, al estado de la salud, al temperamento, al hábito, al mayor o menor ejercicio muscular que se hace; las otras dependen de Ja temperatura del agua o de la atmósfera. Cuando la corriente es rápida sustrae mas calórico al cuerpo del que se baña, i si éste no repara tal pérdida por inspiraciones frecuentes i por la jimnástica: si su constitución es débil i si por un uso frecuente der baños no ha acostumbra- do sus órganos a esta minoración de temperatura, no tarda en enfriarse i empezar a tiritar. En todo caso se debe evitar que el baño se prolongue hasta 150 el momento en que el enfriamiento empieza. Esta precaución es necesaria principalmente en los in- dividuos delicados, en los niños, en los viejos i en las mujeres dotadas de estremada sensibilidad. Las personas cuya salud esperimenta un desarreglo cualquiera habitual o pasajero no deben sin con- sulta tomar baños de rio. Cuando la temperatura del aire i del agua es favorable, no hai inconveniente para que los jóve- nes robustos prolonguen el baño hasta una hora, siempre que durante él se entreguen a ejercicios jimnásticos como la natación. Les aconsejamos, sin embargo, que los hagan menos largos i los tomen con mas frecuencia, pues de este modo sus buenos efectos sobre la cutis i su acción fortificante sobre todos los órganos se haría sentir mejor. Les acon- sejamos también que se bañen mas o menos dos veces por semana. Algunas precauciones son necesarias, antes, du- rante i despees de los baños tibios o fríos. Yoi a indicaros las primeras. Es necesario, si no se está en ayunas, que hayan trascurrido tres horas a lo menos desde la última comida; si se echaran en el agua mientras el estó- mago está lleno de alimentos, sucedería probable- mente que la dijestion se turbaría i sobrevendría malestar i accidentes que podrían ocasionar la muerte. Es necesario también evitar el bañarse cuando el cuerpo está sudando i cuando por el contrario se acaba de esperimentar una sensación de frió intenso; en tal caso es prudente aguardar que nuestro cuerpo haya recobrado sus condiciones ordinarias. Durante un baño tibio es mui imprudente ceder a la necesidad del sueño que a veces se hace sentir i dormirse en el baño, pues se cuentan muchas muertes por sumersión que no han tenido otra causa. 151 Se puede tomar, sin inconveniente, algunos ali- mentos lijeros mientras se está en-el agua, porque la dijestion se hace sin dificultad. Después de salirse del baño es necesario enju- garse con prontitud, friccionándose con una toalla toda la superficie del cuerpo, principalmente la cabeza, el cuello, las espaldas i el pecho. El uso de una sábana caliente es mui cómodo, porque absorbe la humedad con mayor prontitud; pero no es indispensable. Lo que es mucho mas necesario, es no vestirse antes que la cutis esté bien seca i evitar cuidadosamente elesponerse a las corrientes de aire frió. Despues de tomar un baño frío, es menester secarse con cuidado los cabellos; i si la temperatu- ra es cálida; si se puede permanecer a la sombra i si no corre viento, es ventajoso quedarse algún tiempo antes de vestirse. Este baño de aire, al cual seria mui conveniente acostumbrarse desde niño, da mayor consistencia a la cutis i la hace menos impresionable a las variaciones de tempe- ratura que pueden afectarla. Mas si el aire es frió o si el cuerpo tirita, es necesario apresurarse a cubrirle, a friccionarle para calentarlo i tomar aun, si se quiere, una bebida lijeramente escitante o alimentos sencillos. El paseo rápido o cualquiera otro medio activo capaz de reanimar la circulación convienen igualmente. Baños de mar.—Los baños de mar reúnen en el mas alto grado todas las ventajas de los baños fríos: los movimientos de las olas, las sales disuel- 152 tas en el agua, el aire que se respira, todo contri- buye a dar a estos baños propiedades tónicas i for- tificantes: su duración debe ser menor que la de los baños de rio; diez o quince minutos bastan para obtener sus buenos efectos. No os hablaré, de los baños a vapor, que deben reservarse para las enfermedades i que por consi- guiente son del dominio de la medicina. Lociones. —Las lociones practicadas sobre todas las partes del cuerpo bastarían para mantener la cutis en un estado conveniente de limpieza, de suavidad i de permeabilidad, por lo cual las con- sideramos como un escelente medio hijiénico i desearíamos vivamente que se habituasen a ellas desde la infancia. Las creemos útiles, sobre todo en los obreros a quienes el trabajo les espone a multiplicadas causas de desaseo i a cambios repen- tinos de temperatura. En pocos minutos i con ayuda de una esponja empapada en agua fresca o lijeramente tibia, se puede hacer una ablución que no demanda ningún gasto i que da una sen- sación de bienestar, un sentimiento de vigor, un verdadero placer desde que se ha contraido tan saludable hábito. ¡Mas cuán desconocidos i olvi- dados están tales cuidados! Cuántos no se lavan mas que la cara i las manos! i cuántos aun no dejan para el domingo este escepcional aseo! Los que comprenden el objeto de la limpieza corporal no encuentran exajeradala recomendación de apli- car todos los dias la esponja a ciertas partes del cuerpo, como los órganos jenitales, las axilas, los piés. Las lociones cotidianas pueden hacerse en todas las estaciones i sin inconveniente alguno con agua a la temperatura de la habitación: hacen los pies 153 menos sensibles al frió e impiden el endurecimien- to de la epidermis, que es lo que forma los callos i callosidad. Los baños de pies empleados a título de limpie- za deben ser cortos, i tibios o fríos: aconsejamos que se los reemplace por lociones frecuentes, co- mo las que acabamos de indicar i reservar los baños para los casos en que se quiera remediar alguna indisposición, llamando la sangre liácia los miembros inferiores. Del cuidado de la cabellera i de la bar- ba.—Los cabellos i los pelos forman una especie de cojin que defiende i proteje la cutis. «Protecto- res naturales de la cabeza contra las estremadas impresiones atmosféricas, dice Michel Levy, los cabellos son al mismo tiempo el adorno mas noble i mas gracioso del rostro humano.» No entraré aquí a detallaros la composición de los cabellos i sus diversos colores; quiero solamente daros algu- nos consejos hijiénicos acerca de la cabellera i de la barba. Piensan algunos, que los cabellos' deben lle- uarse cortos a fin de conservarlos mejor; otros creen que no hai ningún inconveniente en llevar- los largos Es necesario no dejarse la cabellera tan corta que no sea protectora de la cabeza, como debe serlo, ni tan larga que no incomode i su lim- pieza exija grandes cuidados. Los cabellos no de- ben ser cortados ni con mucha frecuencia ni mui cerca de la raíz. Se corre el riesgo de esponerse a todos los accidentes de los resfríos, particularmen- te de los romadizos, cuando se desguarnece repen- tinamente la cabeza a entradas o durante el in- vierno. Es necesario tener todos los dias la precau- ción de peinarse, de cepillarse, i aun, ciertas per- 154 sonas, la de lavarse la cabeza a fin de quitar las películas i el polvo que penetra la cabellera, que se pegan a ella e irritan la cutis. No olvidéis nun- ca que la limpieza de la cabeza conserva los cabe- llos mucho mejor que todas las pomadas. Las mujeres pierden menos sus cabellos que los hom- bres, porque los cuidan más i porque van casi siempre con la cabeza descubierta. Siempre que uno lia sido obligado a conservar durante largo tiempo un sombrero o un gorro cualquiera sobre la cabeza o que no ha podido tener cuidado de sus cabellos, como sucede en las largas enfermedades, éstos se enredan i empiezan a caer; pero salen casi siempre después de la cura- ción. Basta entonces para mantenerlos, ponerles un. poco de aceite i limpiarlos con afrecho o polvos de almidón. Las pomadas tan alabadas de León, de Tigre i de Camello, son pomadas que obran como cuerpos grasos i no tienen ninguna acción particular sobre la raiz de los cabellos. Cuando éstos caen poco a poco durante la salud, no vuel- ven a salir aunque se haga prodijios. Si hai algu- na enfermedad de la cutis o de los pelos i se llega a reconocerla, es posible a veces conservar los ca- bellos curando la enfermedad. Por otra parte, no hai ningún inconveniente de usar la pomada de médula de buei i de un poco de ron o aguardiente; pero no se debe aguardar mucho de la acción de dicha pomada. Cuando una persona pierde temprano o en edad avanzada gran parte de sus cabellos; cuando que- da calvo i no puede descubrirse sin correr el ries- go de arromadizarse o de estornudar, es mejor que se ponga una peluca o un tupé que tratar de ha- cerlo salir rapándose con frecuencia la cabeza o frotándola con pomadas, que si son activas, termi- nan por irritar la cutis sin producir ninguno de los efectos aguardados. 155 Sucede con frecuencia que en vez de caer, cam- bian los cabellos de color; hai personas rubias o pelinegras que en edad poco avanzada se ponen canosas casi de repente. Mucho se entristecen i aflijen por este cambio, i entonces recurren a los medios preconizados por los charlatanes para re- mediar tal cambio: aguas i pomadas que dan a los cabellos todos los colores apetecibles, como dicen los avisos; se les pone en uso i no se piensa que las arrugas aparecen a un mismo tiempo que las canas, que todo está en armonia en el rostro, i que esta armonia se destruye por la coloración artifi- cial de la cabellera. ¡Si el empleo de tales especí- ficos fuera al menos sin inconveniente! Pero no es asi, porque'" casi siempre ocacionan dolores de cabeza tenaces e irritaciones de la cutis. Lo que acabo de decir de los cabellos se aplica también a la barba. Sin duda que es triste ver la barba i los cabellos pardear, emblanquecer, avi- sándonos de este modo que declinamos, que la vejez se acerca; mas es necesario resignarse a ello. En resumen: cuando los cabellos encanecen, es necesario no hacer nada para volverles su color primitivo: es el consejo mas sabio que puedo daros, i siguiéndolo, evitareis los inconvenientes de que acabo de hablaros: los dolores de cabeza i las in- flamaciones de la cutis. No habría entrado en estos pormenores sobre las pomadas i los tintes, sino hubiese notado que muchos obreros se dejan arras- trar, también ellos, por la vanidad de teñirse los cabellos i la barba. 156 La cabeza de los niños reclama cuidados espe- ciales. Los cabellos, mui raros en los primeros meses de la vida, no deben ser peinados ni cepillados: basta locionarlos con agua tibia para mantenerlos limpios. Pero es necesario enjugar bien la cabeza a fin de no dejar en ella humedad. Mas tarde se cepilla lijeramente la cabeza con un cepillo suave de grama; si se forman costras, se separan las que se desprenden por sí solas i se untan las otras con mantequilla fresca o aceite de almendras dulces, con el objeto de hacerlas caer con mayor facilidad. Nunca se deben separar estas costras con violencia, frotándolas con una escobilla áspera o raspándolas con el peine. Muchas madres creen que las costras que se forman en la cabeza de sus hijos deben permanecer adheridas i que es necesario no tocar- las: es un error. La limpieza es mui necesaria, i mas necesaria aun en la cabeza que en todas las otras partes del cuerpo. Las costras impiden la traspiración de la cutis, dañan la salida regular de los cabellos, mantienen una irritación, producen lo que se llama vulgarmente usagre i a veces la su- puración, que si no se deja salir, corroe la cutis, forma una herida, determina una hinchazón délas glándulas del cuello, i enjendra todas esas enfer- medades del cuero cabelludo tan repugnantes i tan tenaces. El desaseo de la cabeza orijina los piojos, pe- queños insectos que pululan con estraordiriaria rapidez i que ocasionan una viva comezón. Nunca son necesarios los piojos, como creen algunas per- sonas, sino que por el contrario, siempre son da- ñosos, sobre todo cuando los niños sufren de la cabeza; porque llevando las manos sin cesar a ella 157 para rascarse, desgarran la cutis i agravan la en- fermedad. Es necesario desembarazar a los niños lo mas pronto posible de tales insectos, peinándo- los con cuidado. La barba, como los cabellos, se lleva cortada, se- gún la moda. Por los retratos antiguos conoceréis que en cierta época todos se dejaban la barba; i en efecto parece mui natural que ya que tenemos en la cara un sistema piloso tan pronunciado se deba dejar crecer como el de la cabeza. IT ai ciertos pue- blos que se rasuran la cabeza, i se dejan la barba en todo su largo. Entre nosotros, hace veinticinco o treinta años que es moda dejarse crecer la bar- ba, con gran disgusto de nuestros padres a quienes no le agradan las barbas largas i que todavía van perfectamente afeitados. Dejando crecer la barba, se resguarda la cara i el cuello del aire frió i de los choques esteriores, pero rapándose, se habitúa la cutis a este contacto i el hábito es una segunda naturaleza. Gran inconveniente es para la salud cortar la barba de repente después de haberla llevado larga mucho tiempo; la cutis, despojada repentinamente de esta especie de vestido, se pone mas impresio- nable, por lo cual, cuando uno se decide a cortarse una barba crecida, la debe disminuir poco a poco antes de raparla a fin de no esponer inmediata- mente la cutis de la cara al contacto del aire. Sin esta precaución, se contraerán fácilmente enfer- medades de garganta, hinchazones de la cara i romadizos. Cuando se deja crecer la barba es necesario man- tenerla mui limpia, lavarla i cepillarla muchas veces al dia a fin de separar de ella todos los cuerpos estraños. Si se olvida todos estos cuidados 158 de limpieza, la barba toma al cabo de poco tiempo un olor desagradable, la cútis se irrita, se inflama, de lo cual resultan enfermedades de la cútis difíci- les de curar, Al afeitarse se debe tener cuidado de no cortar- se i procurar en cuanto sea posible hacerlo por la mañana al tiempo de levantarse, porque entonces la cutis está húmeda, caliente i suave. Mala economía es, sin duda, servirse de jabones baratos, pues tales jabones son mui alcalinos! por consiguiente irritan la cutis; con algunos cen- tavos mas puede una procurarse un buen jabón mui untuoso i emoliente que llenará mejor el ob- jeto propuesto. Después de haberse afeitado es necesario lavarse la cara con agua fresca, añadién- dole, si se quiere, algunas gotas de agua de Colonia o de la Banda; si se esperimenta un calor desagra- dable en la cutis es bueno ponerse un poco de aceite de almendras o de pomada de pepinos. Es mucho mejor, siempre que se pueda, afeitarse uno mismo que hacerse rasurar, pues en las bar- berías el mismo jabón i la misma navaja sirven para todo el mundo, lo que no carece de inconve ■ ni en tes. De los vestidos.—No está la cutis del hom- bre corno la piel de los animales cubierta de un vestido jeneral formado por el sistema piloso; lo que hace neccsatio cubrirla a fin de preservarla, ora de los rayos del sol, ora de la acción de aire frió i húmedo, ora del polvo. Si se espone el cuer- po desnudo a una temperatura fría, el aire le in- comoda; la cúris lucha algún tiempo, pero obliga- da a ceder a una impresión mui fria i mui enérjica, se pone rubicunda, se hincha, se hace mal la cir- culación de la sangre, i se forman sabañones. Si 159 la cutis continúa enfriándose, se gangrena. Sabéis talvez que los soldados franceses a su vuelta de Moskovv, en la terrible campaña de 1812, volvie- ron con las manos, los pies, la nariz i las orejas quemadas por el hielo. Estas partes son acometi- das por el frió con tanta mayor rapidez cuanto mas alejadas se hallan del centro i cuanto menos activa es en ellas la circulación. Mui necesario es por lo tanto privar al cuerpo de tan funestos efectos i darle por consiguiente un vestido que conservándole el calor natural, tenga la propiedad de garantirle del frió i de la humedad. Si por el contrario la temperatura es mui cálida, será conveniente dar al cuerpo un ves- tido que permita escaparse fácilmente el calor natural i disminuya por este mediólos efectos del calórico. Una vez sentado esto, pasaremos revista a los diferentes tejidos que sirven para vestidos, hacién- doos observar qne la propiedad de recibir o recha- zar el calor i el frió depende no solamente de la sustancia sino del color de las vestiduras. La lana, la seda, el algodón, el lino i el cáñamo son las sustancias jeneralmente empleadas en la confección de los vestidos. La lana tiene la propiedad de impedir que el calor que se forma constantemente en el cuerpo del hombre se pierda en el esterior o sea sustraído por el aire atmosférico: tiene ademas la ventaja de no dejar penetrar fácilmente la humedad, i una vez caliente, la de conservar mucho tiempo su calor. Por consiguiente, es necesario cubrirse en invierno de vestidos de lana i que estos vestidos sean principalmente de colores oscuros, porque los tejidos negros tienen la propiedad de absorber los 160 rayos solares i por consiguiente de conservarlos; mientras que los tejidos blancos reflejan, rechazan, sirviéndome de una espresion que comprendereis mejor, los rayos del sol i no se dejan atravesar fácilmente por ellos. La seda es una sustancia que por la elevación de sus precio no está al alcance de todos; sin em- bargo, como casi todos vosotros lleváis el chaleco í la corbata de seda, no es inútil que os diga aquí algo acerca de ella i que os haga conocer quelae seda conserva bien el calor i absorbe difícilmente la humedad del cuerpo. Sabéis que la seda es una sustancia animal hilada por un gusano, orijinaria de la China i de las Indias, introducido en Europa en el siglo XVI por unos monjes persas que de la China trajeron sus hueveadlos ocultos en bastones huecos para obsequiarlos al emperador de Cons- tantinopla. Poco a poco se esparció la crianza del gusano de seda i solamente en el reinado de En- rique IY se emprendió en Francia de una manera especial el cultivo de la morera, planta de que se alimenta aquella oruga. El algodón, el lino i el cáñamo, sirven para tel jidos que en grados diversos dan fácil pasaje a- calor que viene del esterior o del cuerpo; de con- siguiente, los vestidos de estas sustancias convie- nen principalmente en las estaciones calorosas: tienen la ventaja de ser mui lijeros i de rechazar los rayos solares cuando son claros o blancos. En resumen, las condiciones esenciales de los buenos vestidos son: 1. Conservar el calor natural del cuerpo en un grado de temperatura conveniente. 2. Mantener la cutis en estado de limpieza. 3. Ser bastante anchas i flexibles para cubrir el 161 cuerpo sin comprimirle ni poner obstáculo a la circulación de la sangre, al desarrollo del pecho i a la introducción del aire en los pulmones, i final- mente no estorbar de ningún modo la libertad de los movimientos. En jeneral, se debe elejir un vestido que no in- comode ni por su peso ni por su espesor i que sea apropiado a la estación i a la temperatura del cli- ma; i en un clima variable como el nuestro, seria talvez mas prudente el usar un vestido del mismo tejido en todas las estaciones i andar siempre abri- gado: porque si bien un vestido grueso tiene el inconveniente de ocasionar mucho calor durante el verano, en cambio posee la ventaja de poner el cuerpo al amparo de los perniciosos efectos de los cambios repentinos de temperatura, al paso que un vestido delgado nos espone a ser incomodados aun durante el estío por el frió de la mañana i de la noche i por las vicisitudes de la atmósfera. Hé aquí la razón por que se ha suprimido en el ejercito el uso del pantalón de tela blanca i por que no se conserva mas que el pantalón de lana. Es necesario precaverse del cambio de las esta- ciones o no apresurarse á dejar las vestiduras abriga- doras antes de que la temperatura caliente se halle bien establecida, i no vestirse de abrigo a la pri- mera aparición de los fríos a fin de soportar con mayor facilidad los rigores del invierno. Teniendo presente estos principios, pasaremos a ocuparnos de algunas clases de vestidos, principalmente de los que se ponen en contacto de la cutis. La camisa es un vestido mui precioso para la salud, que absorbe todas las secreciones de la cu- tis i mantiene el cuerpo en buen estado de aseo. La camisa se debe mudar a lo menos cada ocho dias, i es necesario ademas tener una para la noche i otra para el dia a fin de que el olor i l'a humedad de la que se quita pueda evaporarse en lugar de alterarse por el contacto demasiado prolongado con la cutis. La camisa no debe apretar ni el cuello ni las muñecas. Como ordinariamente es de hilo o algo- don, tiene el inconveniente de dejarse atravesar fácilmente por la traspiración, de secarse i en- friarse con gran rapidez, por lo cual es necesario i prudente no conservar una camisa humedecida por el sudor ni esponerse con ella en una corriente de aire frió si se quiere evitar ciertas enfermedades graves como los males de garganta, los catarros, etc. Para obviar este inconveniente, os he dicho que se ha adoptado la costumbre de usar camisetas de lana o franela, que tienen la ventaja de permitir a los que traspiran mucho, a los que ejecutan traba- jos penosos o que hacen un ejercicio violento, es- ponerse a todo aire sin sufrir los efectos del frió; porque la franela, aunque aumenta la traspiración, mantiene la cutis caliente i deja pasar el sudor al través de su tejido. Produce, ademas, en la super- ficie de la cutis una pequeña i sostenida irritación mui conveniente para la salud. La franela con- viene principalmente a los jóvenes enfermizos i a los viejos. Las medias se liaecn de lana, algodón o hilo. Las medias de lana son necesarias a las personas qne traspiran mucho i a las que están espuestas a humedecerse los pies en los talleres. Las medias de lana resguardan mejor los pies i las piernas que las de algodón, las cuales los protejen mejor que las de hilo. Sin embargo, cuando la salud está 163 buena i el oficio no obliga a humedecerse los pies, es bueno habituarse desde joven, en cuanto sea po- sible, a las medias de hilo i de algodón i conservar los efectos saludables de las de lana para cuando se tenga necesidad de ellas en la conservación de la salud. El mismo consejo se aplica a la camiseta de fra- nela, a la cual es conveniente no habituarse desde temprano, porque una vez que se ha adquirido la costumbre de llevar esta clase de vestido no se la puede dejar sin riesgo. Las medias no deben ser mui apretadas. Algu- nos llevan las jarreteras arriba, otros abajo de la rodilla: es mejor colocarlas arriba de la rodilla, pero es necesario tomar la precaución de que sea bastante ancha i larga para sostener la media sin apretar la pierna, de manera cpie permita el libre movimiento de las articulaciones. Se evitan por este medio las enfermedades conocidas con el nom- bre de várices. Los calzoncillos son mui buenos porque sirven para mantener la limpieza del cuerpo; pero no se usan mucho. Si se lleva un pantalón durante al- gún tiempo, se penetra de polvo, i a pesar de la precaución que se debe tener de cepillarle i de varillarle muchas veces, conserva siempre cierta cantidad que se adhiere a la cutis, la ensucia i puede ocasionar los inconvenientes de que antes os he hablado. Pues bien: si colocáis éntrela cutis i los pantalones los calzoncillos, que podéis lavar i cambiar fácilmente, evitareis todos esos inconve- nientes. Los calzoncillos no deben ser apretados ni en las piernas ni en la cintura para no embara- zar el juego de las articulaciones. La Ilusa i el segundo pantalón que los obreros 164 llevan sobre sus vestidos, son lijeros i cómodos i tienen la ventaja de mantener la limpieza de la ropa que cubren i de preservar del frió i la hume- dad. Todos los vestidos de que acabo de hablaros, camisa, medias, camiseta de franela, calzoncillos, etc., deben mudarse a lo menos una vez por se- mana. La corbata, que hace poco se usa en Francia, no es un vestido mui necesario. Los habitantes del campo, que jeneralmente no la usan, están ménos espuestos que nosotros a las enfermedades de gar- ganta: mas nosotros estamos tan acostumbrados a la corbata, que no podemos salir sin ella. Es necesario, pues, tomar algunas precauciones con- tra los inconvenientes de esta parte de nues- tro traje i tener cuidado de no quitarse la cor- bata cuando se tiene calor para no detener la traspiración; la corbata, ademas, debe quedar hol- gada, debe ser suave, suelta, a fin de no im- pedir los movimientos. Os recomiendo especial- mente que os guardéis de usar corbatas de lana, porque aumentan el calor del cuello i lo hacen mas sensible a la acción del frió. Durante el sueño se debe tener el cuello libre i descu- bierto. Los -sombreros tienen por objeto protejer la ca- beza del choque los cuerpos esteriores y del ardor de los rayos del sol; deben ser livianos i compri- mir la cabeza de manera'que dejen libre la circu- lación i no ocasionen ningún dolor. Usamos en Francia un sombrero mui incómodo (1). Su forma es determinada por la moda, señora caprichosa i (1) El mismo sombrero negro que usamos en Chile. 165 tiránica délos franceses, que, a pesar de su espíri- tu voluble, jamas han podido inventar un som- brero mas conveniente i mas propio para llenar las condiciones exijidas por la hijiene. Los som- breros de paja o de fieltro blanco i de alas anchas, llenan mejor las condiciones exijidas i son prefe- ribles al sombrero que llevamos ordinariamente. La gorra es un sombrero cómodo, que tiene sus ventajas cuando se ha tenido el cuidado de hacer- la liviana, de un tejido permeable al aire i guar- necida de una visera bastante ancha para protejer los ojos i una parte del rostro de los rayos solares. El calzado no debe ser ni mui apretado-ni mui ancho; debe cubrir simplemente el pié. En efecto, si lleváis un calzado mui apretado, tendréis los pies encerrados en una prisión mui penosa, los de- dos serán aprensados unos con otros i de esta cons- tricción resultará una dificultad en la marcha i una hinchazón dolorosa de los piés; esta presión de la epidermis producirá también callos i dure- zas que con frecuencia causan dolores mui vivos. Si, por el contrario, vuestro calzado es mui ancho, el movimiento continuo de los piés dentro de él, ocasionará igualmente callos por el frotamiento del cuero contra la epidérmis. Se debe, pues, llevar un calzado en el cual el pié se encuentre cómoda- mente, que sea ancho de entrada i de suela para que el pié pueda moverse con facilidad al mismo tiempo que es protejido. Hai muchas especies de calzados: zapatos, boti- nes, botas. Usando los botines i los zapatos con polainas, como se acostumbra ahora, se tiene la ventaja de la facilidad en la marcha, de defender el pié, preservarle del frió, de la humedad i de ser menos costosos que las botas. Es necesario no 166 llevar tacones altos, porque esponen a torcidas que pueden ocasionar torceduras i luxaciones. Cuando uno tiene callos, es preciso reblandecer- los por medio de baños, de lociones tibias i poner en torno del dedo un pedazo de tela de aquilón. Cuando el callo está ablandado es fácil arrancarlo raspando con las uñas o las tijeras. Os aconsejo que no tratéis de cortarlos con cortaplumas o na- vajas de barba, porque se penetra muchas veces más allá de ellos, sale sangre, i si se anda mucho después de esta pequeña operación, puede formar- se en la herida una inflamación bastante grave. Co- munmente, cuando se han arrancado los callos i se ha tenido la precaución do repetir muchas ve- ces la misma operación, se llega, si no a curarlos completamente, a hacer desaparecer al menos el dolor. Resúmen.—Los cuidados de aseo son mui úti- les a la salud, i deben estenderse, de la perso- na a todo lo que la rodea i a todo lo que toca. Deben, por consiguiente, comprender el cuerpo, los vestidos, los alimentos i la habitación. Penetraos bien de esta verdad: lo qué el hom- bre gana no es lo que da la comodidad del hogar sino lo que la mujer economiza, i no hai econo- mía sin orden, ni orden sin aseo. Es necesario, pues, que eduquéis a vuestros hi- jos con hábitos de aseo, porque solo éste les dará amor al orden, al respeto de sí mismos i de los de- mas, a la buena conducta i a la decencia en las costumbres. No sé, decía Enrique IV, cómo hai hombres que descuidan la cortesía i el aseo, cuando basta solo una venia para ser cortes i un vaso de ag ua para ser aseado. YI. NECESIDADES IMAGINARIAS. tabaco.—Del vino.—Del café. Escitado el hombre por sus pasiones, se forja necesidades que no son naturales sino artificiales, colocándose de esta manera i voluntariamente él, tan celoso por su libertad, bajo el yugo de necesi- dades ficticias que no contribuyen a la con- servación de su salud, mucho menos a su bien- estar. Del tabaco.—El tabaco es una planta vene- nosa que tiene el privilejio de arrastrar al hom- bre a nuevos hábitos que después le cuesta mucho vencer. Cuando por primera vez se introduce en las narices tabaco en polvo, provoca estornudos que prueban que tal polvo irrita la membrana que tapiza las fosas nasales. El humo del tabaco inco- moda grandemente a todos los que quieren apren- der a fumar, i muchos esperimentan dificultades serias para acostumbrarse a ello. ¿No parece que el hombre debiera disgustarse por las indisposicio- nes de estas primeras tentativas i abandonar su designio? Sin embargo, sucede lo contrario. Soste- nido por un sentimiento de necia vanidad i que- riendo a toda costa imitar a sus camaradas, termi- 168 na por vencer la desazón que esperimentaba al principio i llega al fin a fumar sin inconveniente; i este hombre que ha luchado con perseverancia durante largo tiempo contra las indigestiones, los vómitos i los sufrimientos que son su consecuen- cia hasta poder aspirar para arrojar en seguida un humo acre i de gusto tan desagradable, rehusará talvez un medicamento que puede curarle cuando se halla enfermo, por encontrar ese medicamento poco agradable al paladar. Si con tanto trabajo nos habituamos a íumar, esto mismo nos debe hacer pensar que es dañoso i que seria mejor no acostumbrarse a ello. La pipa gasta los dientes que la sostienen; el humo del ta- baco los ennegrece i da al hálito del fumador un olor fuerte i desagradable.—Aun no se han desig- nado en Francia enfermedades graves ocasionadas por el uso del tabaco; sin embargo, se le debe usar moderadamente, porque es imposible que la salud de los fumadores no sea a la larga alterada por el humo de una planta que, según hemos visto en un proceso reciente, contiene un veneno enérjico. Tengo la convicción de que el tabaco hace mal a los jóvenes, principalmente a los niños que desde poco tiempo a esta parte, vemos en las calles de París con una pipa en la boca. Los obreros que han contraido el hábito de fu- mar por la mañana ántes del trabajo, dicen que es tal la necesidad que esperimentan, que cuando no pueden satisfacerla, se sienten mucho menos ap- tos para el trabajo durante la primera mitad del dia, mientras que aquellos de sus camaradas que no han contraído tan perniciosa costumbre, se en- tregan a sus faenas sin ninguna preocupación. Un alsaciano, pintor de navios, que seguía nuestros 169 cursos hace algunos años, me dijo que había redu- cidos sus gastos de tabaco a treinta i cinco cente- simos por dia. ¿No es este un gasto mui oneroso para un obrero i no le seria mejor dedicarlo a la satisfacción de necesidades mas útiles? El tabaco en polvo introducido en pequeñas cantidades en las narices i a intervalos bastante lejanos, puede convenir a las personas sedentarias, que se ocupan en trabajos intelectuales i que tie- nen necesidad de eseitar el cerebro i de mantenerlo despejado; pero los que lo toman en demasía, se irritan fuertemente las narices i la garganta, i lle- gan a causar disgusto a las personas que están obligadas a vivir a su lado. La cortesia i el respe- to ademas que nos debemos en sociedad, nos pro- híben sorberlo en la mesa. Comprendo que a veces se tenga deseo de sor- ber rapé o de fumar, pero no puedo admitir que el hombre consienta en que se trasforme tal deseo en una pasión que le gobierne i que le mande. Del vino.—Os he hablado ya del vino i de los perniciosos efectos de su abuso: me resta ahora deciros que siempre que no se tome moderada- mente con los alimentos para reanimar la dijes- tion, para recobrar las fuerzas perdidas por el tra- bajo o las enfermedades, constituye una necesidad ficticia que es preciso desterrar, porque enerva el cuerpo i el espíritu, i porque nos coloca en la res- baladiza pendiente que lleva al horrible vicio de la embriaguez. El vino i el aguardiente tomados por la mañana en ayunas, son escitantes que no deben suministrarse al estómago cuando está va- cío de alimentos. Esta mala costumbre ocasiona enfermedades del estómago.—Todos los licores es- pirituosos abrevian la vida, enjendrando toda cía* 170 se de males, tanto mas difíciles de curar, cuan- to mas habituado se halla el cuerpo a sus enér- jicos estímulos, que le hacen ménos suscepti- ble a las favorables impresiones de los medica- mentos. Del café.—El café es un escitante poderoso del estómago i ya os lie dicho el uso que se puede hacer de él; pero ejerce ademas una acción estimulante jeneral de mucha duración, que cuan- do es repetida, termina por deprimir las fuerzas, quitar el sueño i producir gran susceptibilidad del sistema nervioso i circulatorio. Cuando no se toma en pequeñas porciones para activar la diges- tión puede constituir un hábito pernicioso, pues- to que tiende a alterar las funciones del orga- nismo sin producir ventaja alguna. El té obra como el café i los alcohólicos sobre el cuerpo, i su uso puede llegar a ser, en fuerza déla costumbre, una necesidad imajinaria. YII. mJIENE MORAD. De la instrucción.—De las lecturas.-- De los paseos al campo. Tiene el espíritu como el cuerpo necesidad de ejercicio i de trabajo; no se debe, pues, abando- narle a inerte e indolente reposo: por otra parte, el cuerpo encuentra en el estudio un lenitivo a sus fatigas i distracciones interesantes i encanta- doras. La instrucción se difunde de dia en dia en gran numero de obras que reúnen en sí lo útil a lo agradable; corren de mano en mano, i tengo la esperanza que ha de llegar un tiempo en que las ciencias instructivas i agradables sean cultivadas por todos, nó con el objeto de sobresalir de sus semejantes, sino por gusto i por necesidad: enton- ces el obrero en sus cortos momentos de descanso leerá en alta voz para sí, para su mujer i para sus hijos; el niño leerá durante el trabajo del padre i de la madre, i estas lecturas serán tomadas de obras mui escojidas. ¡Qué libros mas curiosos i mas interesantes que los que dan a conocer las costumbres, los instintos i la vida de los animales, esa vida tan instructiva i sobre todo tan rica en saludables lecciones! Despees de la lectura, se ha- 172 blará mushas horas acerca de ella, i esto con calma, con tranquilidad, sin pasión i sin envidia; esta lec- tura no dejará en el espíritu tormento ni pesar, ni dará al sueño ajitacion ni sobresalto. La lectura de novelas, cuyo número es una plaga en nuestros dias, fatiga el cuerpo i el espíritu, ha- ciendo pasar a nuestra vista las mas disparatadas o las mas terribles aventuras, i dejando nuestra imajinacion inquieta e impaciente por conocer el desenlace. Todas esas historias inventadas por el cerebro de los hombres i que no tienen nada de positivo i muchas veces nada de verosímil, ¿qué dejan des- pués en el corazón i en el espíritu? ¡Nada! SI tales hombres, a quienes Dios ha dotado de bella inte- lijencia, quisieran consagrar algunos momentos a escribirnos obras en que nos mostraran de una manera agradable i risueña el camino de la moral i de la virtud ¡cuántos servicios no harían a la hu- manidad! porque las malas lecturas son para el espíritu del hombre lo que el aire alterado o los alimentos falsificados para la vida animal: éstos corrompen Ja sangre i perturban la salud, aque- llas perturban el espíritu i corrompen el cora- zón. (1) (1) La lectura hace al hombre eábio, ha dicho un pensador, i tratando de oríjen moral, podríamos añadir que la morijera, i que aun cuando no se la recomendara con aquel fin, porque son pocos los que le alcanzan, debiérasela aconsejar siempre como escelente preservativo contra la disipación i las malas costum- bres. Hablamos de la buena lectura. Una vez que se ha conocido su necesidad, una vez que se ba adquirido gusto por ella i con- traido el hábito de leer, el tiempo que se le consagra es prove- choso para la instrucción, moralidad, economía i bienestar de los individuos i de la familia, al paso que es tiempo perdido para la holgazanería, para la disipación del producto del trabajo i para los vicios. 173 Os he aconsejado los paseos al campo durante los dias de descanso; aprovechad este consejo para dar a vuestro entendimiento al mismo tiempo que a vuestro cuerpo saludable ejercicio; examinad con atención las plantas que encontréis: unas con- A este respecto los buenos libros esparcidos profusamente en- tre el pueblo i nuestras Bibliotecas Populares bien arregladas, pueden convertirse en poderosos medios de rejeneracion moral, en sustentáculo de las buenas costumbres i por consiguiente, de la felicidad particular i social. Mas ¿cuáles son esos buenos libros? Hasta ahora la mayor par- te de los libros que sirven de texto de lectura en nuestras es- cuelas i los que se recomiendan al pueblo para su instrucción, son libros de moral i de historia que ciertamente tienen gran fin, pues ponen a la vista los hechos mas hermosos que ésta narra i patentizan los ma3 puros i bellos preceptos que aquella en- seña; pero esto no basta. El hombre vive en medio de la natura- leza a la cual tiene que arrancar con el sudor de su frente al- gunos secretos para subvenir a las necesidades de su existencia material; estos secretos constituyen las c'encias físicas, i el hom- bre no puede permauecer estraño a los rudimentos de las cien- cias que estudian la naturaleza y que le enseñan los medios de satisfacer cómoda i saludablemente Jas exijencias de la vida. “Si los libros morales i las historias instructivas, que com- ponen el mayor número de las obras destinadas a servir de lectura en nuestras escuelas, dan a los niños nociones de lo bue- no i de lo bello, las lecturas de la3 ciencias positivas les dan no- ción de lo útil i de lo provechoso. Por lo tanto, ambos jéneros de obras concurren al mismo objeto en cuanto ambos conducen a los jóvenes ala contemplación de lo bueno, bello, útil i pro- vechoso; esto e3, a la adoración del Divino Autor de todas las cosas. "El estudio de las ciencias, lejos de ser un obstáculo al desa- rrollo de las ideas relijiosas, da por resultado &1 de elevar nues- tra alma a Dios por medio de la admiración razonada de la» maravillas de la creación i de los beneficios que su bondad nos prodiga. En cierta circunstancia solemne, en la inauguración del camino de hierro del Mediodía, verificada el 2 de abril de 1857, un miembro ilustre del episcopado francés, el eminentísi- mo señor cardenal Donnet, arzobispo de Burdeos, se espresó en los términos siguientes, hablando de los graudes descubrimientos de la ciencia moderna: ‘‘Celebrar estos descubrimientos i señalar su benéfica influen- 174 tribuyen a vuestra alimentación, otras a volveros la salud cuando estáis enfermos; ademas, estos ■últimos os son útiles todavía porque sirven para alimentar los animales cuya carne coméis. «Todos los animales que encontréis os ofrecerán también vasto tema de estudios agradables i pro- vechosos ¿No habéis visto muchas veces en nues- tros campos una vaca paciendo acá i allá la yerba del prado, mansa, tranquila, sumisa a la voz de una mujer o de un niño? Por la mañana, antes de salir del establo, había dado ya una gran cantidad cia, no es una obra estraña a la relijion; la ciencia, en sus apli- caciones populares, ha sido i será siempre uno de los preciosos objetos de su especial predilección. "Nada, pues, puede añadirse a estas palabras de nuestro elo- cuente prelado.” (Figuier, Los grandes inventos.) Lo que se dice de los libros de lectura de las escuelas, se puede decir también, icón mayor razón, de los libros destina- dos a la instrucción del pueblo, especialmente de los obreros i artesanos. Entre los muchos i buenos libros que pueden leer i que es fácil adquirirlos por pequeños ahorros o proporcionárselos de las Bibliotecas populares, les aconsejamos:—].° Libros relijiosos; La Biblia de las familias, de Yillaseñor i Acuña; el Año cristiano de Croizet, traducido por el padi’e Isla; el Catecismo de perseveran - cia, de Gaume, traducido por Alcina i Barrosa; el Catecismo i la Historia de la relijion, de Garcia Mazo.—2.° Libros Morales. La Medicina de las pasiones, de Bescuret, traducido por Morlau; los Caracteres morales, de La Bruyére; /a Hijiene del alma, de Feuchtersleben, traducida por Monlau; la Escuela de las buenas costumbres, do Blanchard, traducida por Garcia Malo; la Vida de Franklin, de Mignet.—3 ° Libros instructivos. Los Fenóme- nos de la, naturaleza, sus leyes i sus aplicaciones a las artes i a la industria, cte Zimmermau; el Mundo antes de la creación del hom- bre, de Zirnmerman; los Grandes inventos *científicos e industria- les, de Figuier; el Sabio del hogar, la Historia de las plantas, la Tierra i los mares, la Tierra antes del diluvio, del mismo; la Ciencia elemental, de Favre; la Historia natural, de Bouehardat; el Jardín de plantas, de Boitard; el Civilizador, de Lamartine; las historias de Irving y de Prescott; i las Historias de Chile de Molina i de Gay. 175 de su leche. Después de haber comido una yerba acre i amarga que no podría emplearse en nuestra alimentación, vuelve por la tarde hacia la casa del labrador llevándole nuevos tesoros con que sumi- nistrar a su provisión, leche, mantequilla i queso; todos los años añade a estos presentes la carne de su cria, i después de su muerte, todavía continua la vaca siendo útil al hombre, pues éste emplea en sus menesteres la carne, la piel, las astas i aun los huesos.» (1) Ya veis, señores ¡cuántos beneficios no ha saca- do el hombre de tan precioso animal! A la vuelta de vuestros paseos, impresionados por los dulces goces que os haya dado el espectá- culo de la naturaleza, abriréis con mayor placer los libros que tratan de Ja historia de todo lo que vive i de todo lo que existe. Os aconsejo que leáis entonces con cuida- do cómo la mayor parte de los animales velan por su propia conservación, ora construyéndose gua- ridas que exijen muchas veces operaciones mui complicadas, ora haciendo anticipadas provisiones de los alimentos que necesitan durante el invier- no. Yereis, por ejemplo, que las ardillas de nues- tros bosques, esos animalitos tan graciosos i tan ájiles, reúnen durante el verano provisiones de almendras, nueces i bellotas i que saben encontrar su pequeño almacén cuando el invierno lo cubre todo con sus nieves; encontrareis también en esos libros la descripción de un animalito que se ase- meja mucho a nuestras liebres i que habita la Si- beria, el lagómis pica: está dotado de un instinto mucho mas asombroso, pues no solamente recojo (1) Maravillas de la Providencia. en otoño la yerba necesaria para alimentarse en el prolongado invierno de aquel pais inhospitalario, sino que hace heno exactamente como nuestros agricultores. Después de haber cortado las yerbas mas vigorosas i suculentas de la pradera, las es- tiende para secarlas al so!, i una vez terminada esta operación, las apila teniendo cuidado de colo- carlas al abrigo de la lluvia i de la nieve, i de cavar debajo de cada uno de sus almacenes una galeria subterránea que termina en su habitación i dispuesta de tal manera, que le permite visitar en todo tiempo su depósito de provisiones.» (I) Leed i meditad, jóvenes, i sobre todo, imitad este ejemplo; pensad desde temprano en cosechar i en economizar para la vejez, que es vuestro in- vierno; de este modo habréis contribuido a man- tener la salud de vuestro cuerpo, asegurando de antemano la satisfacción i la tranquilidad de vues- tro espíritu. ¡Ah! señores, cuántos asuntos para la medita- ción no encontramos en la naturaleza! ¡cuántas ideas buenas, útiles i fecundas! 176 ¡Oh qué magnificencia Se descubre i admira en cada cosa De las que tú has creado, Señor i dueño mió! ¡Qué sábia i adorable providencia En la disposición maravillosa Con que todo lo has hecho i ordenado! Tuyo es el señorío (1) Milne-Echvards, Curso de historia natural. 177 Supremo de la tierra: Cuanto su ancha redondez encierra Por su dueño i autor te reconoce. (1) Si en vez de dejarnos arrastrar por los delirios de cerebros calenturientos, nos complaciésemos en reflexionar sobre las maravillosas obras del Crea- dor; si leyésemos con frecuencia ese gran libro simpre abierto delante de nuestros ojos i en el cual todos saben leer, sentiríamos enaltecerse nues- tra intelijencia, ensancharse nuestro corazón, ha- cernos mejores i mas compasivos, i lejos de que- jarnos de nuestra situación sobre la tierra, nos consideraríamos felices i orgullosos al reconocer que para nosotros ha sido creado todo cuanto nos rodea. Mira ese gran Dios que se adelanta Tanto a nuestra mortal sabiduría. ¿Quién sus años eternos contar sabe? Que en vapor sutilísimo levanta De la lluvia las gotas, i en la vega Cual rápido torrente las derrama De la nube que el monte cubre i riega. Que cuando quiere, pabellón sombrío De ellas se forma, i desde allí resuena En espantoso trueno i resplandece En rajo fulminante: reverbera Su luz brillante por el mar inmenso, I alumbra en largo espacio la ribera. Desde alli, justiciero i piadoso, 'ría prepara el sustento a los mortales Con sosegada lluvia, ya castiga El desorden del pueblo corrompido (1) Salmo 103, traducción de González Carvajal. 178 Con avenida i torbellino fiero. El esconde la luz que nos alumbra Debajo de su mano, cuando quiere, I la deja lucir cuando le place. I en el punto que nace i aparece A los ojos del justo que le observa I admirado lo alaba i lo bendice, Complacido le dice: Esta es herencia mia; Tuya será también, i a poseerla Ascenderás conmigo aquí algún día. (1) (1) Job, cap. 36, traducción de González Carvajal. VIII. PELIGROS DEL LIBERTINAJE. En lo mas íntimo del corazón del joven que va a pasar de la adolescencia a la edad adulta, exis- ten sentimientos que él mismo no sabe definir, de- seos vagos que no comprende i que es necesario contener hasta cierta época, pues tienen por objeto echar el fundamento de una jeneracion nueva uniendo con lazos indisolubles dos corazones de sexo diferente. El matrimonio es una necesidad natural, i com- prendiéndolo asi, la relijion i los gobiernos lo han protejido i han hecho de él uno de los actos mas solemnes de la vida del hombre. Mas, arrastrado el joven por los malos ejemplos, no aguarda siem- pre el matrimonio, sino que abandona a los peli- grosos placeres del amor un cuerpo que, no estan- do todavía completamente desarrollado, sufre pro- fundos trastornos i gran menoscabo. Escitado ade- mas por detestables consejos, por frívolas lecturas o por cuadros lascivos i voluptuosos, empieza a abu- sar de sí mismo ántes de llegar a la edad de la pubertad. Su cuerpo que crece i al cual falta mu- chas veces aire puro i alimento suficiente, que se fatiga quizás por un trabajo escesivo para su edad, pierde con tan precoces oscitaciones el vigor i la salud, deja de crecer i de desarrollarse, i final- mente disipa i agota en esta conmoción nerviosa las fuerzas que la naturaleza destinaba a la repro- ducción de un nuevo ser ¡Ah! señores, mui culpa- bles Sun en verdad los hombres que en los talle- res lanzan a los jóvenes en esa via, donde cam- bian la calma i la integridad de sus funciones por 180 las enfermedades, el debilitamiento i muchas ve- ces por la muerte! Flourens, el sabio secretario perpetuo do la Academia de Ciencias, dice en una obra que lia obtenido mui grande i feliz éxito: “con nuestras costumbres, nuestras pasiones i nuestras miserias, el hombre no muere sino que se mata.” (I) Las enfermedades contajiosas contraídas en los placeres impuros, tienen una acción tanto mas fu- nesta cuanto mas jóvenes i delicados son los hom- bres en quienes producen sus efectos, i dejan en el cuerpo huellas profundas cuyas tristes conse- cuencias pueden seguirse hasta en sus hijos. Te- ned por mui cierto que la estreñía debilidad de la mayor parte de los niños que nacen en las gran- des ciudades, es mas bien ocasionada por I03 de- plorables antecedentes de sus padres que por su miseria. “Las enfermedades que mas arruinan la salud i la vida del hombre son enjendradas por la gloto- nería o la embriaguez, o por el abuso de los place- res del amor.” (2) La mejor garantía contra tan vergonzoso vicio es el matrimonio cuando se lo contrae en condi- ciones que pueden asegurar la felicidad doméstica. —El libertinaje hace todos los años mas víctimas entre los jóvenes que las mas crueles epidemias; i cuando estos jóvenes no sucumben a las conse- cuencias de su depravada conducta, llevan una existencia infeliz hasta el fin de sus dias, 'porque la juventud intemperante i licenciosa entrega a la vejes un cuerpo gastado. (3) (1) De la longevidad humana. (2) Virei, Hijiene Filosófica. (3) Cicerón. IX. CONCLUSION. El hombre ama la existencia i teme la muerte; pero no se precave lo bastante de las enfermeda- des, cuando éstas ocasionan la pérdida de la vida o hacen triste i desgraciada la existencia. La conservación de la salud del cuerpo i del espíritu es ciertamente uno de mayores bienes, porque la salud es un capital mas precioso que la riqueza i es necesario vijilar tal tesoro con la mis- ma solicitud con que el avaro guarda el suyo. La hijiene nos enseña que para conservar la sa- lud i para prevenir las enfermedades, es necesa- rio: l.° reducir las necesidades naturales a sus justos medios; 2.“ domar las malas pasiones i preferir el trabajo a los placeres, la sobriedad ala intemperancia Comprendida i aplicada la hijiene de esta manera, da vigor i salud al cuerpo, y con- duce al hombre al bienestar i a la felicidad. Al propio tiempo que la hijiene enseña al hom- bre los medios de conservar la salud, le hace com- prender que tiene deberes para con su persona; penetrado mas tarde de la utilidad de las reglas de esta ciencia, cumple el hombre los deberes para con su familia: se preocupa de la salud de sus padres i de sus amigos, i de este modo llega 182 al cumplimiento de otro deber: el de amar a sus semejantes. ¡Amaos unos a otros! Palabras sublimes que el hombre debería meditar sin término! Cuando pone en práctica estas palabras que natural e instintivamente descienden hasta lo mas íntimo de su corazón, solo entonces llega a comprender, a amar i a tributar gracias al Crea- dor de todas las cosas i, aun por el conocimiento de la hijiene, a llenar sin esfuerzo i con amor los mas sagrados deberes del hombre: Deberes para consigo mismo, Deberes para con sus semejantes, Deberes para con DIOS. FIN. ÍNDICE. rájs. El traductor 3 Advertencia de la edición francesa 7 Introducción ... 9 Consideraciones jenerales.—Objeto y utilidad de la hijiene. —Comparación entre el habitante del campo i el de las ciudades.—De la salud.-—Del poco cuidado que se pres- ta a su conservación.—Los preceptos de la hijiene son sencillos i de fácil observancia 13 I-—Del hombre.—Del hombre en jeneral.—De la armazón huesosa, de los huesos, de los músculos, de los nervios. — De la sangre; circulación de la sangre.—Respiración. —Alimentación.—De la cútis.—De los cinco sentidos: tacto, gusto, olfato, oido, vista 21 II. —Respiración.—Funciones de la respiración.—Del pul- mcn.—Del aire.—Propiedades químicas i físicas del aire.—Pesantez del aire.—Calor del aire.—Del frió i de sus efectos.—Medios de calefacción.—De los cambios de temperatura i de sus dañosos efectos—De ia electrici- dad.—Efectos del polvo i de las emanaciones.—Resú* men práctico de la hijiene de la respiración.—De la3 habitaciones.—Consejos sobre la asfixia.—Primeros so- corros que se deben dar a loa ahogados o asfixiados.... 33 III. — Alimentación. — Función de la alimentación. — Sus- tancias alimenticias.—Alimentación vejetal.—Fécula. —Pan.—Pastelería.—Legumbres frescas i secas.—Ca- llampas.— Frutas.— Alimentación animal.—Productos de los animales.—Huevos, leche.—Café con leche.— Pescados. — Cocimiento. — Codimentacion. — Vasos i utensilios de cocina.—Bebidas.—Agua.—Té —Café.— Vino.— Cerveza.— Cidra.— Aguardiente.—De la em- briaguez.—Borrachera.— Consejos jenerales sobre la alimentación, la sobriedad i la templanza. 67 IV-—Del ejercicio.—Be la marcha.—Del salto.—Del baile. —Del canto.—Nutación.—Lucha.—De la jimcástica i sus cscelentes resultados.—Elección de un oficio.—Des- canso.—De la cama.—Descanso del domingo 110 V. —Del aseo.—De la cutis i (le sus funciones.—Efectos de la vacuna.—Efectos de la luz sobre la cutis.—Efectos del polvo sobre la cutis.—De los baños —Baños calien- tes, fríos, de rios.—Baño3 de mar.—Cuidado del cabello i de la barba.—De los vestidos. —Camisas, medias, ca- misetas de franela, calzoncillos, corbatas, sombrero i calzado.—Resúmen práctico 131 VI. Necesidades imaginarías.—Del tabaco.—Del vino.— Del café 167 VII. —Hijiene moral.—De la instrucción.—De las lecturas. —De los paseos al campo 171 VIII— Peligros del libertinaje 179 IX— Conclusión ísi 184