DR. MIGUEL ARANGO M. Universidad Nacional de Colombia; Colegios Reales de Inglaterra; Escuela de Medicina Tropical de Liverpool Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina y Miembro correspondiente de la Academia de Medicina de Medellin. A PROPOSITO DEL TRATAMIENTO DE LA EPILEPSIA Prólogo del Dr. Manuel F. Obregón Barranquilla, Abril de 1917. Tip. El Derecho.-Barranquilla. DR. MIGUEL ARANGO M. lif Universidad Nacional de Colombia; Colegios Reales de Inglaterra; Escuela de Medicina Tropical de Liverpool Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina y Miembro correspondiente de la Academia de Medicina de Medellin. A PROPOSITO DEL TRATAMIENTO DE LA EPILEPSIA Prólogo del Dr. Manuel F. Obregón Barranquilla, Abril de 1917. Tip. El Derecho.-Barranquilla. A mi hermano Carmelo Al dar a la publicidad las presentes páginas, en las cuales he tratado de condensar el resulta- do de mis estudios y observaciones sobre un in- teresante asunto científico, como es el tratamien- to de la epilepsia, pláceme vincular a ellas el nombre tuvo, evocador para mi de lo más alto a que puede aspirarse en punto a nobleza y a generosidad. Y a ti dedico este fruto de mi consagración a la Medicina y de mi profundo amor por el progreso de las ciencias patrias. Creo cumplir así sencillamente con un de- ber para quien fué siempre un hermano cari- ñoso y ha hecho en ocasiones las veces de un Padre amantísimo. MIGUEL. Sobre un nuevo tratamiento de la Epilepsia, n Es idea muy admitida en Colombia, que nuestra medicina nacional es de progreso muy lento, más que por negligencia de sus cultivadores, quienes por exigencias de vida y de medio siempre vivirán alcanzados de tiempo para el estudio, por falta de hos- pitales y clínicas donde pueda ejercitarse la sagacidad observadora y tener amplio de- sarrollo la experimentación terapéutica. Tal concepto lo vemos realizado en el- por decirlo menos-admirable trabajo del Dr. Miguel Arango M., titulado modesta- mente «A PROPÓSITO DEL TRATAMIENTO DE LA epilepsia.» Con un sorprendente sentido clínico y con una consagración emuladora, el Dr. Arango ha elaborado el trabajo más ori- ginal e independiente que registran en estos últimos años los anales de la medicina co- lombiana; y si observamos que tal obra está fundada en doce observaciones en las que hay que admirar, ante todo, el sello de ver- dad con que están escritas, la admiración por el mencionado trabajo debería empezar por reconocer la consagración que se ha ne- cesitado para llevar a término en condicio- (1)-El presente artículo estaba destinado para publi- carlo en un periódico; pero habiendo llegado a conoci- miento del autor que el Dr. Arango tenía el propósito do hacer una revisión de su trabajo titulado A PROPOSITO DEL TRATAMIENTO DE LA EPILEPSIA, resolvió en- viarlo a dicho doctor para que éste le de el destino que a bien tenga. (Nota del autor). II Res prácticas muy desventajosas tales ob- servaciones. El magistral informe que acerca de este trabajo presenta a la Academia Nacional eu Bogotá, el Dr. Jorge Vargas Suárez, me re- leva de hacer detenido análisis de la obra del doctor Amngo, puesto que a fuer de sincero tendría que decir lo mismo que ha dicho el Dr. Jorge Vargas Suárez, quizás con 1a desventaja de decidocoa menos propiedad y elegancia que este último doctor; pero «e me ocurre que unas pocas anotaciones so- bre el trabajo en cuestión, tendrán la venta- ja de acentuar más, si cabe, la importancia de éh En cuestión de etiología y patogenia, por ejemplo, todo ha sido dicho por A ran- go. Del largo análisis que él hace de todo aquello, así como de la revisión que uno puede hacer de la materia, se saca en conclu- sión que la patología de la epilepsia aún no está definitivamente conocida; que diaha en- fermedad bien puede depender de una per- turbación funcional lo mismo que de accio- nes químicas corticales o de vicios de confor- mación de la masa encefálica, en toda o en parte, y especialmente de la región motora; y que los experimentos hechos en este senti- do déla patogenia prueban casi siempre que la lesión cerebral es indispensable aun en aquellos casos en que, por pequeña y micros- cópica, no es sensiblemente manifiesta. Verdad es que, a este respecto, dice el Dr. Arango: "La epilepsia 'verdadera,' es una III neurosis funcional que no puede 'explicarse por ninguna alteración anatómica^del siste- ma nervioso, suceptibJe de descubrirse por los actuales medios de investigación, a dife- rencia en esto de la forma sintomática77; pero la misma salvedad de que la lesión nerviosa no sea suceptible de ser descubierta por nuestros medios actuales de investigación, demuestra la conformidad del autor con el acuerdo que existe acerca del modo co- mo hoy se interpreta esta modalidad pa. tológica. Para Castaigne, todas las epi- lepsias generalizadas, pestinfecciosas, en- tran en el cuadro de la epilepsia esencial; y otro tanto puede afirmarse de las epilepsias parciales tipo bravais-jacksoniano, las que al decir de Souques, entran en la epilep- sia esencial, y en definitiva, ésta en el cua- dro de las sintomáticas. Tan lejos se ha ido en esta vía, que con Franck, Henoeh, Hasse y Feré, se tiene ten- dencia a admitir que uremia, eclampsia y convulsiones infantiles, no son otra cosa que uiodalidades diversas del «indromo epilépti- co. Podría decirse de ella, la epilepsia, lo Que decía Galeno del histerismo: " Passie hysterica unum nenien est, varia tamen et innúmera accidentia sub se comprenhendit." Para Gower, según dice el Dr. Arango, la herencia solo entra en el 35 % de ios casos. Diferente es la opinión de Anders en su ME- DICAL DIAGNOSIS, quien dice: "No existe °tra enfermedad en la cnal la herencia des- uní peñe papel tan importante. Epilepsia en IV los antecesores y especialmente en los padres predispone a todo niño a la epilepsia". • . Sentadas estas premisas, se comprende- rá la importancia de buscar la razón etioló- gica de cada caso para hacer terapéutica e- ficaz; y de ahí el gran alcance científico que tiene este aforismo del Dr. Arango: ''Toda insinuación en el tratamiento de una enfer- medad debe ser tenida en cuenta, con mayor razón si lo que en ella se propone halla só- lida base en la patogenia de la enfermedad."' Ideas análogas a estas fueron admitidas por el Dr. A. GaJcerán y Granes, en un artí- culo publicado en los "Archivos de Terapéu- tica de las Enfermedades Nerviosas y Menta- les," de Madrid, artículo que fue reproduci- do en la "Gaceta Médica" de Costa Rica, en el año de 1907. En aquel artículo dice el autor mencionado: " en rigor no sabe- mos aún qué clase de enfermedad es la epi- lepsia; digo mal, sabemos que no es una en- fermedad, que no es un proceso morboso siempre análogo a sí mismo y siempre loca- lizado en un mismo órgano o aparato rela- cionado con unas mismas causas y expresa- do con igual mecanismo. Sabemos única- mente que la epilepsia es un síntoma; sínto- ma común a gran número de estados páti- cos, cada uno de los cuales obliga al empleo de una .terapéutica especial." Guiado por estos principios, el mencio- nado autor divide la epilepsia eu Jas siguien- tes agrupaciones clínicas, que, por no hacerlas V difusas, no reproduzco con todas las subdivi- siones: Toxialimenticia Distrófica Heterotó: ica Infectiva 1*-Epilepsia toxihémica 29-Epilepsia protopática Neoformativa Menin^o-encefáLca Traumática -Epilepsia deutopática (Refleja) Visceral 4*?-Epilepsia simpática (Lesión intrínseca del sinpático) N eu r ovascular Neurotrófica Y consecuente con sus principios, el au- tor que dejo nombrado encarece como re- gla general de conducta en el tratamiento de la epilepsia, cuando la indicación causal y patogénica no están bien determinadas, mo- derar los reflejismos, modificar la nutrición general y regularizar y entonar el sistema simpático. En el análisis que él hace de los diversos tratamientos llega hasta mencionar muy de paso la punción lumbar, como posible para las epilepsias que dependen de me- ningo-encefalitis hiperémicas o supurativas; y si fuera el caso de encarecer la importan- cia del trabajo de nuestro compatrióta A- rango, la circunstancia apuntada vendría a reforzar lo dicho por el doctor Vargas Suá- rez, que Arango creó un método donde com- petencias europeas solo vieron meras coinci- dencias apenas dignas de mención. Tan cierto es esto, que en uno de los artículos eu- ropeos más recientes que he leído sobre tra- VI tamiento de la epilepsia, artículo que alean: za hasta Julio del año pasado, pueden verse estas palabras: «Mencionar la lista de los agentes medicamentosos empleados contra la epilepsia, sería cosa larga y aburridora. So- lamente el bromuro merece crédito] y la bro- muración es la que debemos emplear». Y este se decía en Europa en 1915, cuando ya Arango en 1913 echaba las bases de lo que pudiéramos llamar su tratamiento. Más recientemente, en Abril de este año de 1916-trabajo posterior al de Arango-he tenido ocasión de leer el resumen de los tra- bajos de los doctores Obregia y ürechia a- cerca de sus ensayos de terapéutica intra- rraquídea en él tratamiento de la epilepsia. Estos autores, partiendo de la hipótesis de Silvestri, para quien la epih psia se debería a una escasez de calcio en el sistema nervioso, han querido aprovecharse de los efectos se- dantes de dicha sustancia sobre la corteza cerebral, lo cual es ya un hecho perfectamen- te comprobado. En razón de esta idea, han ensayado las inyecciones intrarraquídeas e intravenosas isotonizadas de cloruro y de bromuro de calcio, a la dósis de 10 a 20 cen- tigramos, continuando simultáneamente o suprimiendo el tratamiento bromurado in- trabucal; y han obtenido resultados que, de un modo breve y general, podrían resumirse en lo siguiente: El bromuro de calcio parece más sedan- te que el cloruro: el primero acarrea la cesa- ción de los accesos por 10 ó 20 días; y el se- VII gundo por 10 ó 15. Para obtener efectos a- preciables con cualquiera de esas dos sustan- cias, es necesario no interrumpir el trata: miento bromurado; La inyección intrarraquídea requiere también, para que dé resultados apreciables, la continuación del tratamiento bromurado. Con esta forma de inyecciones se pueden obtener, entre otros resultados, somnolencia de 6 a 10 horas; paresia y disminución de los reflejos tendinosos de los miembros inferio- res; reacciones térmicas de 20 a 30 horas de duración, que varían en 389 y 39?; calma de las perturbaciones psíquicas después de las inyecciones; y efectos satisfactorios en los enfermos que padecen de accesos frecuentes, y menos, en los que padecen de accesos ra- ros. Estos resultados, publicados, como be. dicho, con posterioridad al trabajo de Aran- do, son en parte análogos a los que obtuvo nuestro nacional autor; pero difieren de a- quellos principalmente en dos cosas: en las sustancias empleadas [sales de calcio]; yen los efectos obtenidos porque la sedación y los períodos de calma son menos largos que en los enfermos tratados por Arango. (Véa- se las observaciones de este autor). Afirmó el doctor Arango-y así lo ad- mite su com untador Dr. Vargas Suárez-que la idor I su método le vino de la observa- <• । hecha en una clínica alemana, de los e- fp ros t ¿muntes de la estovaína en la ra- qmesUHaiuización de epilépticos hernia- VIII nos; y posteriormente a esto, Arango ha rec- tificad o aquel dato haciendo constar que fue el Profesor Giacomelli, quien hizo tal obser- vación. Es este un rasgo de sinceridad y de honradez científicas de nuestro autor, quien quiere dejar «así establecida, la prioridad de lo observado». Mas al llegar a este punto se me viene al espíritu una duda. Los efectos de seda- ción observados ¿no se deberán en parte al traumatismo operatorio de la punción lum- bar, la que no puede tomarse como opera- ción insignificante a pesar de la sencillez de su ejecución, por cuanto se ejerce en parte tan noble como el canal raquídeo? ¿Y no se harán sentir mayormente los efectos de este traumatismo cuando la inyección va a- compañada de evacuación de líquido céfalo- raquídeo para el efecto de procurarse una acción antiflogística.? Se me ocurre esta pregunta porque he visto (pie Anders en su Practice oí Medicine, dice: «Es un hecho curioso que casi toda o- peración quirúrgica disminuye o detiene los ataques epilépticos por cierto tiempo y co- nozco ejemplos en que la simple operación de venesección produjo alivio en casos graves por varios meses. Los resultados atribui- dos a varias operaciones pueden explicarle en gran parte por el hecho mencionado». Y aunque la punción lumbar se haya mostrado ineficaz por sí sola para prevenir completamente los paroxismos, no por eso es menos cierto que se registran casos en que IX esta punción ha dado buenos resultados, co- mo lo dice el mismo doctor Arango. Sería de desearse por lo tanto, que en las futuras investigaciones que sin duda se harán acerca del tratamiento Arango, se tenga en cuenta el efecto traumático de la punción lumbar mencionada. En todo caso, hay que reconocer que en el trabajo que ha motivado estas deshilva- nadas líneas hay una concepción muy dife- rente de la cuestión tratamiento como hasta ahora se comprendía; que se ha dejado doc- trina establecida; que se ha llegado a resul- tados más halagüeños que los obtenidos con cualquiera otro tratamiento en cuanto a cu- ración; y que se ha obtenido algo más esta- ble que por lo pronto, y hasta futura recti- ficación, ocupa el alto puesto de la ultima adquisición de la ciencia. Razón es ésta, y muy sobrada, para que el cuerpo médico nacional se enorgullezca de contar entre los suyos un observador de tan- to aliento como el Dr. Miguel Arango M.; y para que a ese observador le tribute el más entusiasta aplauso el más modesto de sus admiradores. Dr. Manuel F. Obregon. Cartagena, Diciembre 1916. CUATRO PALABRAS En "El Repertorio de Medicina y Grujía" números 67, 68 y 69, correspondientes a los me- ses de abril, mayo, y junio de 1915, corre publi- cada la mayor parte de este trabajo. No hemos hecho modificación sustancial a lo expuesto en ese entonces; mas como quiera que el numero de nues- tras observaciones se ha duplicado y nuestra ex- periencia del método que preconizamos se ha acrecentado con esos nuevos enfermos, hemos creí- do justificada esta nueva publicación. Tenemos, en efecto, algo nuevo que decir, y hacer algunas otras indicaciones para reglar mejor este méto- do de tratamiento. Finalmente hemos podido rectificar algunas in- dicaciones bibliográficas, que, al elaborar el tra- bajo publicado el año pasado, solo pudimos con- fiar a la memoria de lo que habíamos leído. Ig' noramos aún, si otros en nuestro país han usadj) ¡a raqui-estovainización u otro método de raqui sedación con las inyecciones séricas previas acón sejadas por nosotros. No cabe duda que el tra tamíento bromurado es más fácil, pues general mente el médico encarga al enfermo o a la fami lia de sus detalles, no viendo a! paciente sino d' vez en cuando, para oir generalmente su opiniói1 adversa a la clásica medicación. La raqui-scdacióí' como medicación adyuvante acompañada de otro1 medicamentos, o de ' régimen apropiado, necesita 2 es cierto de la actuación más asidua del médico, pero en cambio hay menos falta de éxito. Se nos permitirá aquí excitar a nuestros co- legas lectores a que pongan en práctica la raqui- estovainízación con inyecciones séricas previas o sin ellas, adyuvándolas de los medios para llenar las múltiples y variadas indicaciones de cada caso, y que con sereno criterio nos hagan conocer el resultado favorable o adverso. Son ellos jueces competentes, para emitir juicio acertado en un asunto en vía de estudio, al cual no llevarían nin- guna idea preconcebida de que nosotros no nos hayamos podido escapar a causa del deseo de un resultado siempre favorable. Tales son, pues las razones que tenemos para distraer algo del tiempo de nuestros comprofesio- nales. Se encontrará al final de este trabajo el nota- ble informe académico con que nos ha honrado el Dr. Vargas Suárez. Hemos adoptado como prólogo el atildado artículo que el doctor Ma- nuel F. Obregón escribió sobre nuestro anterior estudio sobre epilepsia. Los conceptos emitidos por tan distinguidos médicos llenarán seguramen- te el vacío de que adolezca nuestro estudio. MIGUEL ARANGO M. Barranquilla, Abril de 1917. 4 A PROPOSITO DEL TRATAMIENTO DjE la EPILEPSIA. Las líneas que siguen tratan de las bases gene- rales del tratamiento de la epilepsia, o mejor, se- gún la concepción moderna, de los sind romas epi- leptiformes, sin que pretendamos entrar, por su- puesto, en los detalles consignados en multitud de obras clásicas. Toda insinuación en el tratamiento de una enfermedad debe ser tenida en cuenta, con mayor razón si lo que en ella se propone halla sólida base en la patogenia de la enfermedad. La epilepsia verdadera, ^esencial'', es Una neu- rosis funcional que no puede explicarse por ninguna alteración anatómica del sistema nervioso, susep- tible de descubrirse por los medios actuales de in- vestigación, a diferencia en esto de la forma sinto- mática. Hay casos, sinembargo, en que la esencialidad, por así decir, no está bien definida y se llega al fin a admitir con Gelma que epilepsia esencial no sig- nifica epilepsia siue materia, sino aquella cuya, etiología no se conoce en la actualidad. Las lesiones anatóññcas encontradas en los epilépticos'son variables e inconstantes y poca o ninguna luz dan para conocer la patogenia de la. enfermedad. Se lian encontrado, en efecto, lesiones en todos los elementos anatómicos (meníngeas, células, neuroglia, etc) y algunos observadores han pensado que muchas de ellas son el resultado de las congestiones producidas por la crisis epilép- tica misma. Sin embargo, no queda duda que estas lesiones, cuando existen, deben desempeñar un pa- 5 peí importante en la génesis de la enfermedad, pues producen en los elementos vecinos conservados una gran excitabilidad por razón de suplencia en la fun- ción que. al principio temporal, llega a ser perma- nente, adquiriendo así esos centros un hábito epi- léptico, para producir descargas de energía nervio- sa bajo la influencia de factores de irritación, a v^ces tan pequeñas, que pueden hacer creer en la espontaneidad de la crisis. Un experimento de los señores H. Claude y I'. Lejonne, citados por A. Pi- tres, da bastante luz en este punto de fisiología mórbida. "Pilos provocaron en perros, por inyec- ciones intracraneanas de cloruro de zinc, pequeños focos de meningo-encefalitis. Algunos meses más tarde, cuando las reacciones inflamatorias pasaron y los animales llevaban ya su vida ordinaria con aspecto normal, se les hizo ingerir muy débiles can- tidades de estricnina. Se produjeron entonces las convulsiones mientras que otros animales testigos quedaban indiferentes a dosis idénticas." <;La pe- queña, lesión cerebral, nos dice Pitres, determinada anteriormente por el cloruro de zinc, ha creado, un estado mórbido latente que la intoxicación es- tricninica pone de manifiesto. La lesión del cere- bro sola no produce las convulsiones, ni tampo- co la estricnina sola tomada a tan débil dosis, pe- ro las dos causas asociadas en un mismo animal las producen bien manifiestas." Pero estas experiencias de Claude y Lejonne son bastante instructivas y fijan las ideas sobre muchos puntos vagos de la patogenia de la epi- lepsia para que no insistamos en su enseñanza. El cloruro de zinc produce focos de meningo- encefalitis en la zona motriz y de ordinario se pro- ducen crisis convulsivas exactamente comparables a las convulsiones de los niños y los cuales al igual que éstas, se calman pronto y el animal de la expe- riencia parece recobrar la plenitud de su salud. La inyección de cloruro de zinc deja casi siem- pre esas lesiones análogas a las lesiones de esclero- sis cerebral que se encuentran en el hombre en al- 6 gunos casos de epilepsia. Ahora, bien, en el hom- bre sucede a veces que con los medios actuales de investigación no se encuentra lesión alguna, apre- ciable a la autopsia y en ciertos perros de Glande y Lejonne muertos en estado de mal, el examen más minucioso no permitió descubrir ningún foco de encefalitis. Estas meningo-encefalitis adquiridas en época prenatal o postnatal se manifiestan por lasconvul- siones infantiles que desaparecen sin dejar señales apreciables; el niño crece, habla, anda apenas algo más tarde que los demás, y luego a los ocho, nue- ve, doce años o más tardíamente, pero casi siem- pre con motivo de trastornos digestivos o factores infeciosos agregados, rompe la primera crisis de epilepsia. Y para terminar con la gran enseñanza sumi- nistrada por estas experiencias, diremos que una vez la lesión constituida, la mínima dosis de estric- nina queenlos perros de la experiencia,es el veneno provocante déla crisis.en elhombre. puedesero bien el exceso de úrea o de ácido úrico (Jackson) por alimentación rica en purinas, o los venenos que se producen en las fermentaciones intestinales (Smith y Herther), reveladas por la excesiva indicanuria. Nuestras observaciones V y XII son ilustrativas en este sentido. Bien se comprende el partido que se pueda sa- car en beneficio de los enfermos, teniendo presente estas enseñanzas. Y ya en el campo de la forma refleja y trau- mática debemos consignar aquí otras experien- cias bien importantes. Brown Seqnard logra volver algunos conejos artificialmente epilépticos, irritando mecánicamente la medula alargada, los nervios y especialmente el ciático, observan- do algún tiempo más tarde en los animales en experiencia, ataques convulsivos espontáneos que se renovaban después con frecuencia y los cuales podrían ser provocados a voluntad por excita- ciones de "zonas epileptógenas". El investigador 6 observa, además, el hecho de gran importancia, de que los hijos de los animales de la expe- riencia estaban sujetos a ataques espontáneos de epilepsia. Westphal, a su vez, obtiene conejos epilépti- cos dándole golpes en la cabeza, notando poco después convulsiones generales que pronto des- aparecieron del todo, para producirse más tarde ataques epilépticos. Ligeras y pequeñas equimo- sis fueron las únicas lesiones encontradas en el bulbo y la medula cervical. Estos experimentos pueden servir de base para elucidar la patogenia de la epilepsia, y todo hace pensar que estas lesiones existen en los epilépticos, aunque la génesis de ella se nos escapa en gran nú- mero de casos, porque es probable que sea múltiple su modo de producción y que cada uno de los indica- dos por los observadores actúe en cierto número de enfermos. Desde luego, la herencia neuropática, a la cual 11. Gower atribuye el 35% de los casos, pero (pie los señores Petges & Grenier conceden ape- nas un 2,9% y (pie Lemoine considera como una. rareza, actuaría trasmitiendo una predispo- sición neuropática, término que tendrá- en su sig- nificado todo el alcance que se tenga a bien concederle. En los 35% reconocidos por R. Gower las mujeres estaban en relación a los hombres como 6 a 5 y en esos casos hereditarios hay an- tecedentes epilépticos en los % de ellos, quedando % para la enagenación mental u otra neuropatía. Generalmente se admiten estas "familias neuropá- tica*' en que aliado de personas realmente en- fermas, se encuentran otras que se hacen notar por particularidades del espíritu, por aptitudes extraordinarias o gran talento. La sífilis y el alcoholismo de los antecesores que trasmiten, según Agostini, la tendenciaescleró- gena que les es propia, podrían producir el subtrac- 7 tum anatómico necesario para originar la enfer- medad. (V. obs. ly II.) La influencia de la edad y del sexo ha, sido bien estudiada en las estadísticas, pudiendo re- sumirse así: Antes de los 20 años se encuentran los % de los casos y entre éstos la mitad corresponde a la 2$ década de la vida con máximo a los 14, 15 y 16 años, lo cual corresponde a una época en que la, vida psíquica y sensual despierta. Durante los tres primeros años de la vida se encuentra % de los casos. Después de los 20 años la proporción de la epilepsia baja en razón inversa de la edad, pero se observa aún casos a los 60 años. Teniendo en cuenta la edad y el sexo, se nota lo siguiente: En la primera década de la vida hay un 6% de mujeres más que hombres. En la segunda, un 18% más mujeres que hombres, y en la tercera un 12% más mujeres que hombres. Después de los 30 años los hombres superan más y más a las mujeres, hasta figurar solo aqué- llos a los 60 años. Las diversas infecciones de la infancia explican para P. Marie la mayor parte de los casos de epi- lepsia llamada idiopática. Dichas infecciones pro- ducen lesiones de meningo-encefalítis seguidas de esclerosis que actúan como causas predisponentes, creando el terreno epiléptico, es decir, haciendo la corteza anormalmente excitable. El detenimiento del desarrollo de las células cerebrales sería para Turnei causa en gran número de casos. Malas conformaciones congenitales del cráneo señaladas por Lasegue, estrechez. del agujero ver- tebral observada por Zohrab, traumatismo prena- tal y distocia en que, comprimiéndose el cráneo, se lesiona la corteza cerebral, son factores en todo 8 caso comprensibles en su acción y bien pueden re- clamar cierto número de enfermos. Finalmente, agregaremos que Voisin, Krainski y otros sostienen que la epilepsia es producida di- rectamente por toxinas y es especialmente de ori- gen endógeno. Formado por esas causas el cerebro del epilép- tico, se comprende bien que las célula* que han quedado sanas en su trabajo de suplencia, adquie- ran a la larga, cierto grado de hiperexcitabilidad (pie bajo causas pequeñas a veces descargan su energía nerviosa. Estas causas de irritación de- terminantes del ataque, venidas de la periferia, son reconocidas por los observadores y cada día se mencionan casos nuevos (pie demuestran su acción y diversidad. Sin la pretensión de ser completos y solamente para guía del práctico mencionaremos las causas siguientes: Eras digestivas y biliares.-Dientes cariados y de emergencia difícil, exostosis dentaria, dispepsia (sobre todo la fiatnlenta) e infecciones gastrointes- tinales. . (obs. v.). parásitos (tenias, ascárides,, oxiuros, etc.), constipación, (obs. xn) pólipos rec- tales, cálculos de las vías biliares, etc. Oído.-Cerumen, otitis supuradas, cuerpos ex- traños y pólipos. Ojos.- Defectos de refracción. Laringe.-Ulceraciones, tumores, etc. Fosa* nasales.-Excoriaciones, cuerpos extra- ños, hipertrofias, etc. A/iarato genitourinario.-Cálculos, fltnosis, prurito (observación número 6 (?)) Lesiones úteroanexiales. Inyecciones irritantes en la. pleura, exostósis y callos óseos dolorosos, cicatrices viciosas, neuro- mas, etc. ¿Cuál es el campo de acción de esas causas irri- tantes y en qué proporción entran en la patogenia de los paroxismos? Mientras que para algunos 9 esa acción es nula, Peterson les concede 1Ó2 por 1 000; y otros, apoyados en extensas estadís- ticas. corno ('hades Pork, les atribuyen cerca de 25 por 100, en los cuales los accidentes son maní fiesta mente provocados por esas causas locales de irritación, "pudiéndose obtener la curación si a tiempo se nacen desaparecer dichos factores causa- les." Estos casos son muy numerosos y sólo podemos consignar algunos de los diseminados en la literatura médica. Hadden refiere un caso de epilepsia después de un traumatismo de la pierna, que cura con la elon- gación del nervio ciático. Anglade refiere otros casos en que los dolores de un diente cariado provocaban el ataque y nos dice que el dentista curó esa epilepsia. Trouseau, Tormes y Ramskill nos hablan tam- bién de extracciones dentarias, por caries o exos- tósis. que han curado epilepsias. Trouseau refiere el caso de un hombre de 40 años víctima de frecuentes ataques epilépti- cos y a quien el doctor Monnier, habiendo ob- servado fragmentos de tenia, le dió gran dosis de aceite de castor: la expulsión de la tenia se efectuó, y desde entonces no volvieron los ata- ques. Dunau trae la observación de un niño en que la «xtracción de un cálculo vesical detuvo los ata- ques, ya casi frecuentes. Rannay en veinticinco epilépticos obtuvo la curación al corregir los defectos de refracción de que sufrían, y Apantheng (de New York) nos hace conocer la historia de un enfermo, cuya epilepsia, suspendida por el uso de lentes correctores de la visión, reapareció cuando se le quebraron los len- tes. Kjellman nos habla de quince enfermos cura- dos completamente de su epilepsia con la cauteri- zación de sus cornetes hipertrofiados. Finalmente, muchos son los casos en que la circuncisión ha curado la epilepsia. 10 Mas nada mejor podemos hacer que citar en esta materia a M. de Fleury: "Se sabe que la sustancia gris del cerebro no es otra cosa que el lugar a donde llegan todos nues- tros nervios de sensibilidad, que llevan y depositan allí las sensaciones de toda clase, tanto las que vienen del mundo exterior como aquellas que na- cen en todas las partes de nuestro organismo. Por estar cerca de los elementos motores, los agentes que la irritan directamente son los que determinan, sin duda, de manera inmediata, la producción de los fenómenos convulsivos; pero «i suponemos que semejante irritación se encuentra en un punto de nuestra periferia sensible, o bien sobre el trayecto mismo del nervio centrípeto, las irritaciones, aun- que no tan directas, no llegarán menos a los ner- vios motores. No hay diferencia, pues, entre la epilepsia directa y la epilepsia refleja, sino la longi- tud del nervio sensitivo que separa el punto irrita- do de la superficie del cerebro. Los cuerpos ex- traños del tubo digestivo (tenia, oxiuros, etc.), los tumores de las fosas nasales y de la laringe, las ci- catrices cutáneas, los neuromas, la fimosis, etc., obran después de todo, por el mismo mecanismo que los tubérculos de la pía mater, los espesamien- tos de las meníngeas, las esquirlas óseas que cóm- primen la zona motriz. En el uno, como en el otro caso, el agente de irritación lleva al centro que preside la motilidad, una suma de eneigía conti- nuamente aumentada, hasta el momento en que la acumulación, ya muy fuerte, viene a ser intolera- ble, y se desencadena en avalancha el paroxismo convulsivo.'' No cabe duda que quedan fuera de los casos mencionados de epilepsia sintomática (directa o refleja) un gran número en que no se ve tan evi- dente el mecanismo de producción de los pa- roxismos, calificados en este caso de epilepsia idio- pática. Enfermos hay, en efecto, en quienes, como causas determinantes de acción manifiesta, se 11 han mencionado los trastornos menstruales (epi- lepsia menstrual), el onanismo, las fuertes emo- ciones (sobre todo las afectivas y los terrores), los grandes calores, etc. Los casos de este grupo han sido explicados por la acción de sustancias tóxicas cuya exacta naturaleza no está aún cono- cida, pero cuyo origen principal parece que está en una perversión del metabolismo de las sustan- cias protéicas. Es evidente que muchas causas de irritación producirían a la larga el envenena- miento de las células nerviosas por sustancias convulsivantes, y A. Pitres, en su magistral ar- tículo, nos recuerda a este respecto el siguiente experimento que, por lo fundamental, nos permi- timos citar: "Se lanzan corrientes faradicas de intermitencia lenta sobre la zona motriz de un perro, y éste, después de reobrar durante algunos instantes por sacudidas musculares aisladas, es atacado de convulsiones que evolucionan como un ataque epiléptico y esto a pesar de la suspen- sión del excitante que se aplicó. Es éste el tipo de una epilepsia sintomática, y a primera vista no se ve cómo se puede hacer intervenir una intoxi- cación, pero estudiando más detenidamente el hecho, se verá que al principio había una serie de excitaciones físicas a las cuales corresponden una serie de reacciones paralelas fisiológicas. Des- pués de algunos instantes la descarga convul- siva estalla y evoluciona sin que la excitación física persista. ¿Por qué? ¿No será debido a que la excitación física, repetida de la célula nervio- sa, ha provocado en el protoplasma de esta últi- ma modificaciones químicas que han cambiado su excitabilidad y son la verdadera causa de la explosión de las convulsiones? Todo esto es po- sible y es probable. Y si ello es así, ¿qué . diferen- cia esencial puede encontrarse entre ,1a epilesia que resulta de la excitación eléctrica y la provo- cada por la inyección de ajenjo o sales de pota- sa en la sangre?" Esta doctrina tóxica ha sido defendida por 12 competentes observadores y tiene en su apoyo un sinnúmero de investigaciones de laboratorio y al- gunos hechos clínicos. Es cierto que se ha trata- do de extender demasiado su campo de explicación y se ha incriminado, por ejemplo, a la sola acción de la toxina, secretada por los parásitos intestina- les y que va a excitar la corteza por vía sanguínea, los paroxismos atribuidos a la irritación local por vía refleja ocasionada en el intestino. Se comprende bien que en muchos casos estos diversos factores patogénicos pueden combinarse en su acción morbosa, lo cual es de gran importan- cia tener en cuenta al instituir un tratamiento. Después de hechas las anteriores consideracio- nes puede muy bien decirse que en la etiología de la epilepsia hay que tener presente las causas que, por asi decir, hacen el cerebro epiléptico, entre las cua- les tánta parte toman las intoxicaciones exógenas (alcohol, tabaco, plomo, etc.), o endógenas, (fati- ga, desórdenes gastro intestinales, etc) o bien infec- ciones qne producen una excitación cerebral de origen tóxico, corno es el caso en las enfermedades de la primera infancia. Ahora bien, que estas cau- sas de acción transitoria o constante, actúen sobre centros ya predispuestos por la herencia neuropá- tica, alcohólica o sifilítica o un detenimiento de de- sarrollo. y se tendrá entonces constituida una cor- teza siempre dispuesta a reaccionar, mostrando una excitabilidad exquisita que responde a excita- ciones que, por lo insignificantes, pueden pasar completamente inadvertidas. En resúmen: es la lesión cerebral la que una vez constituida de esa manera forma la opor- tunidad epiléptica, y la corteza, cual placa sensibi- lizada por la acción de esas causas predisponentes, se hace sensible a factores determinantes (emocio- nes, ligeras congestiones, trastornos digestivos- grandes calores, excesos diversos, etc.) que actuan- do solas pasarían sin reacción mayor, pero que fa- vorecidas por ese estado de oportunidad provocan 13 la aparición del paroxismo. "La variabilidad de las lesiones, nos dice Gilbert Ballet, y de las cir- cunstancias que en cada caso acondicionan de una parte la predisposición a la epilepsia y por otra al ataque de epilepsia mismo, nos autoriza para de- cir que no es el nial coinicial una enfermedad au- tónoma y que no existe una neurosis epiléptica sino Mndromas epileptiformes, cuyo tratamiento estará subordinado a la naturaleza de los elemen- tos causales permanentes o accidentales que los determinan.''' Estudiar o fijar esos elementos cau- sales es hacer buena y útil clínica, y ajustar el tra- tamiento a las nociones adquiridas por el estudio de la patogenia del caso, debe ser, ante todo, el pri- mer objetivo del terapeuta. Las indicaciones terapéuticas que deben, pues, guiar el tratamiento de la enfermedad, pueden ser agrupadas de la manera siguiente: 1) Impedir la producción o la penetración en el organismo del epiléptico de tudas las sustancias nocivas, cuya acumulación sea capaz de, provocar los paroxismos, 2) Alejar todos los factores causales, perma- nentes u ocasionales, por ligeios que parezcan, que provocan Ja descarga de energía de los centros hi- perexitados. 3) Disminuir Ja excitabilidad anormal que se ha creado en los centros, ayudando así la vuelta a su estabilidad. La indicación que atiende a la intoxicación del organismo es bastante importante, pues de esa manera se trata de suprimir muchas de las condi- ciones que sostienen la hiperexcitabilidad de las cé- lulas. Un régimen apropiado, como aquel que siempre aconsejamos a nuestros enfermos y que ha- cemos conocer más adelante, desempeñará una parte tan importante como la medicación misma. Los medios evacuantes sobre los cuales insiste el Dr. J. Voisin, ayudarán a eliminar las toxinas ya acumuladas.' Para ello se utilizarán los pur- 14 gantes (de preferencia los salinos), la hidroterapia y los sudoríficos. La segunda indicación de suprimir los factores causales permanentes u ocasionales, será llenada por medios variados y a veces múltiples, pues mientras que un callo óseo doloroso necesita de una neurectacia, una fimosis de una circucisión, un defecto de refracción se trata por unos lentes. El joven enfermo a que se refiere la observación quin- ta ofrece perturbaciones gastrointestinales marca das, de influencia tan manifiesta en la producción de los paroxismos, que obliga por así decir, al tratamiento a ser dirigido hacia ese lado. Supri- mir las causas de irritación, ya sean directas, como una esquirla, tumor cerebral, o indirectas como gusanos intestinales y es seguro que se logrará un gran beneficio. Al tratar de buscar las causas de la irritación periférica, que pueden existir en el en- fermo, se averiguare! si los paroxismos han prece- dido o seguido a la aparición de esas causas, y si ha seguido, atender a la posibilidad de una rela- ción de causalidad entre los dos fenómenos y pro- curando eliminar así por los medios más efectivos el factor inicial. Nuestra tercer indicación es de primordial im- portancia y ha sido siempre la más atendida por los prácticos al tratar los casos ordinarios de epi- lepsia. Disminuir, en efecto, la excitabilidad de los centros, logrando un descanso en la actividad de las células y dando buena oportunidad al resta- blecimiento del protoplasma a tetado en su consti- tución química, es ya bastante para atenuar la impresión mórbida ocasionada en esos elementos por los agentes causales. Los medios apropiados para llenar las dos primeras indicaciones contribu- yen en gran parte a cumplir con la última. La medicación bromurada, tan discutida en sus detalles pero probada y admitida como efi- caz por todos, obra, sin duda, disminuyendo í:la refractibilidad de los centros", según G.See, y de ahí su grande influencia sobre la epilepsia. Álber- 15 toni observa que en perros que han tomado pre- viamente bromuros es más difícil que en los ani- males testigos provocar convulsiones epileptifor- mes por la excitación eléctrica de la zona motriz cortical, llegando naturalmente a la conclusión que el bromuro disminuyela excitabilidad de las células nerviosas. La medicación bromurada se encuentra ya reglada y no tenemos por qué entrar en sus de- talles. Haremos notar, sin embargo, que A. Voisin, llamando el bromuro el "pan cotidia- no" del epiléptico, nos indica ya que debe con- tinuarse sin interrupción casi durante toda la vida. Ahora bien, temiendo a los accidentes del bromismo y teniendo en cuenta que la actividad intelectual así como la energía física, pueden dis- minuirse. Paul Boncour nos dice que el ideal se- ría obtener "un máximo de efecto con un mínimo de inconveniente," lo cual, como se comprende, no se logra sino con tanteos. Respecto a la medicación bromurada dada sin vigilancia y sin cuidado y a la cual- se asocia en ocasiones la supresión del cloruro de sodio, cita- mos estas prudentes líneas de A. Robín: "Se recor- dará que el paroxismo no es todo en el epiléptico y que el bromuro no es sino un paliativo que obra disminuyendo la excitabilidad, que es irritante pa- ra el estómago, y puede determinar a la larga una gastritis medicamentosa, que por los desórde- nes que produce en la asimilación de los alimentos facilitará la autointoxicación y por tanto los ata- ques, y que el cloruro de sodio, moneda corriente del organismo, es necesario a los cambios. Se ne- cesita, pues, dar el bromuro vigilando su acción, no sólo sobre los paroxismos sino sobre el estado ge- neral y local,psíquico y somático del epiléptico." "En cuanto al activo de la medicación bromu- rada-nos dice Yeo-pocos casos han dado una permanente curación, pues 'en la gran mayo- ría sólo inhibe los ataques, los cuales vuelven al suspender el medicamento. Esa medicación ha 16 sido menos útil en los accesos de pequeño mal que en los de gran mal y en la forma nocturna que en la diurna. Los bromuros, después de al- gún tiempo, no previenen ya los ataques y en algu- nos casos no muestran utilidad en ninguna época.'' Entre los casos en que la medicación bromurada se ha mostrado casi ineficaz, están aquellos excita- dosporla mesntruación(observación sexta), los en- fermos en que hay desórdenes mentales y en los que se ha trazado el alcoholismo de los padres. El onanismo provoca la vuelta de los ataques y hace los bromuros completamente inútiles (observación quinta). El método que hemos usado en las 1 2 observa- ciones clínicas, motivo de este estudio, consistente en una punción lumbar con inyección consecutiva de estovaína, contribuye sin duda a llenar la terce- ra indicación. La punción lumbar sola lia dado resultados en enfermos de Pichenot y Castin en estado de mal epiléptico [status epilepticus] y últimamente R. C. Alien ha publicado observaciones muy favorables en enfermos que se encontraban en condiciones análogas. Como generalmente se cree que la sola evacua- ción del líquido céfalo raquídeo no produce efecto beneficioso, salvo en los casos de estado de mal, por la disminución de la presión, creemos de gran importancia el caso siguiente, que nos ha comuni- cado el médico que atendió el accidente. "Sugeto de 25 años; sí-fili» y alcoholismo en el padre y enajenación mental en la madre. Sufría de ataques epilépticos a largos intervalos, y reco- nocidos como táles por varios médicos. Un día cayó de un caballo y se golpeó fuertemente en la cabeza contra una piedra, fracturándoselos hue- sos propios de la nariz y la parte inferior délos frontales, dando lugar a la salida de gran cantidad de líquido céfalo-raquídeo por la nariz. Vino pro- fundo coma por 10 horas, para el cual se usó pee- 17 diluvios calientes, agua fría en la cabeza, deriva- tivos intestinales y un sedal en la nuca. Volvió del coma gradualmente; la herida curó, la salida del líquido se suspendió y los paroxismos no vol- vieron en absoluto en forma alguna." Tal es un caso, cuya historia es por demás co- nocida de muchas personas de la misma localidad en que sucedió. La mejoría tan notable en el caso de envenena- miento por nuez vómica, publicado por el Dr. Fer- nando Troconis, (Boletín de Medicina e Higiene No. 1.) en que el enfermo pasó de un estado de ri- gidez tetánica a un relajamiento completo, es tam- bién atribuible a la descompresión, pues el efecto fue inmediato. La punción lumbar sola se ha mostrado sinem- bargo menos útil para prevenir los paroxismos, en inanos de Tissot, quien la ha empleado en seis en- fermos, sin observar cambio alguno favorable. Em- pero, este ensayo eucontraba.apoyo no sólo en el hecho comprobado experimentalmente de que el lí- quido céfaloraquídeo está dotado de propiedades tóxicas enérgicas (Dide y Carrier) sobre todo mar- cadas después délas crisis, sino también para pro- ducir cierta disminución de presión, a veces muy ele- vada en algunos enfermos. Con la idea, pues, de ha- cer más útil esa punción lumbar nos permitimos a- aconsejar, y así lo hemos practicado por primera vez con nuestro enfermo de la observación quinta, una inyección previa de 200 c. c. de suero fisiológi- co bajo la piel, o intravenosa, como en el enfermo de la observación tercera, antes de hacer la punción. Esta puede hacerse entonces dos o tres horas más tarde y podrá en ese caso retirarse con mayor con- fianza cuatro, cinco o seis c. c. de líquido céfalorra- quídeo. En caso de mal epiléptico puede ponerse el suero por vía intravenosa y proceder en seguida a la punción lumbar. Se ve desde luego el dobleobjeto de esta práctica, pues se efectúa así una renova- ción de, líquido, realizando de esa manera un la- vado de éste. Comprenderásebienla importancia de 18 esto al recordar que Tiburtius, inyectando una tri- turación de corteza cerebral de epilépticos acaba- dos de morir, demostró, con la muerte rápida del animal, que se acumula durante la vida en la cor- teza cerebral de los enfermos gran cantidad de ma- terias tóxicas. En nuestra observación quinta la presión del líquido era grande y este, aun des- pués de salir 3 c. c, empujaba todavía el émbolo de la jeringuilla. Mas es la inyección de estovaina lo que com- pleta el método que aconsejamos y que tenemos deseos de ver practicar por nuestros médicos y co- nocer a su debido tiempo los resultados que ellos alcancen. No cabe duda que la técnica no está aun reglada y es probable que la dosis que hemos usa. do sea muy pequeña si se tiene en cuenta que en raquiestovainización ordinaria se ha llegado hasta seis centigramos y más. Pero debemos decir que han sido estos nuestros primeros pasos eh esta, medicación y quisimos ser guiados por una extre- ma prudencia. Además, no pudimos apartar de nuestro ánimo la idea de que las células nerviosas son talvez en la epilepsia más sensibles a los se- dantes como la estovaina, así como se muestran serlo a los estricneos en el experimento ya citado de H. Claude y P. Lejonne. La práctica del método propuesto y la observación de cada caso particu- lar harán seguramente fijar las dosis terapéuticas. En nuestros enfermos hemos suprimido casi por completo la medicación bromurada pero ello ha sido con el fin de observar más claramente el efecto del método y de ninguna manera por despre- ciar la vieja medicación ya clásica. Todo lo con- trario, creemos que estos dos tratamientos deben combinarse y de esa manera realizar el ideal de la medicación bromurada: máximo de electo y míni- mun de inconveniente. Ignoramos completamente si el tratamiento que hemos adoptado en nuestros enfermos ha sido llevado a la práctica antes que nosotros, pues ca- reciendo de medios para efectuar una seria investí- 19 gación bibliográfica no estamos en capacidad de hacer afirmaciones en este sentido. Es probable, dado lo lógico de la medida terapéutica indicada, que otros médicos la hayan puesto ya en práctica. En cuanto a nosotros debemos decir que laraquies- tovainización en la epilepsia vino a nuestro espíri- tu desde que leimos que en una clínica de Alemania se operaron 2 epilépticos hemiarios con raquianes- tesia cocaínica, y se observó, de manera ocasional, una gran separación de las crisis, observación que no fue utilizada, hasta donde nos hemos podido in- formar, en el tratamiento de los epilépticos. (*)Más lo importante para el método no es su pasado sino el futuro y esperamos que nuestros prácticos, espe- cialmente los que ejercen en centros con mayores recursos de investigación de que carecemos los de provincia, estudien detenidamente este tratamien- to y fijen las reglas de sus indicaciones y de su práctica. Es posible, en efecto, que el estudio quí- mico, citológico del líquido céfaloraquídeo pueda dar grandes indicaciones para el tratamiento pos- terior de un caso. Es también posible que la esto- vaina pueda ser reemplazada por otra sustancia similar, como la nacovaina, o al menos asociada a otra. Igualmente, es de esperarse que se encuen- (*) Lo dicho en ei texto fue lo publicado en nuestro trabajo en el Repertorio de Medicina y Grujía, el cual fue elaborado en lugares donde no era posible rectificar ninguna información. Hoy publicamos ese trabajo con mas datos y observaciones y nos apresuramos a rectifi- car que no fue en Alemania, como aseveramos en ese en- tonces, sino en Italia donde el Profesor Giacomelli, quien usaba de la raquianestesia en sus operaciones, observó accidentalmente en comisiales hemiarios, la suspensión consecutiva de de los paroxismos', y aunque las dosis nos parecen innecsariamente elevadas, los resultados fue- ron satisfactorios, no solo con la estovaína, sino también con la novocaína. Queda así establecida la prioridad de lo observado, limitándose nuestra observación a la adición del lavado- dei iíquido céfalorraquídeo y a tratar de regiar la aplica ción del método de raquisedación en el tratamiento de los eomiciales. * 20 tren indicaciones para este método en otras neuro- patías. Así no podemos dejar de recordar la idea dada por Corning de inyectar cocaína en el canal espinal para ayudar el tratamiento antitóxico del tétanus. Muchas observaciones existen demostrativas de que *'la eucaína por vía intraraquídea calma la hiper-exitabilidad de las células de los cuernos anteriores y parte sensitiva de las raices posterio- res, llegando a evitar los espasmos (Whila.) En el tratamiento de los sindromas epilépticos podemos decir que el método que preconizamos en- contrará útil aplicación en los siguientes casos: 1) En el estado de nial epiléptico, en el cual se desarrolla en ocasiones una tan grave situación que puede terminar con la muerte. En estos casos inyecciones endovenosas de suero fisiológico, segui- das inmediatamente de punción lumbarevacuadora o terminadas por inyección de estovaína deben dar resultados satisfactorios y en ocasiones salvar mu- chos enfermos. Este estado de mal epiléptico es una grave complicación y su terminación fatal de cerca de 50% justifica toda medida terapéutica enérgica. 2) En la epilepsia denominada idiopática, en que no ha sido posible eliminar los factores causa- les de manera completa, el método es de gran utili- dad, como ha sido el caso en nuestras tres prime- ras observaciones, pues se da así un descanso a los centros nerviosos y se obtiene mejor resultado con las medicaciones que se instituyan. 3) Las epilepsias focales en que las convulsio- nes acaban por generalizarse hasta tal grado que casi no se observan las convulsiones parciales que indican la forma de la enfermedad. En casos co- mo estos, el método, disminuyendo o suprimiendo esa generalización de las convulsiones, puede faci- litar la investigación de la topografía de la lesión y dar oportunidad al cirujano para intervenir más eficazmente. Además, casos hay en que, eliminada 21 por la operación la causa de la epilepsia jacksonia- na (tumor, hundimiento, etc.) los ataques de con- vulsiones generales persisten, y en estos casos se comprende que la raquiestovainización encuentre su aplicación apropiada. 4) Finalmente, los ataques de pequeño mal y los equivalentes epilépticos pueden ser tratados con gran beneficio por esta medicación, que en to- do caso ayuda eficazmente a la medicación bromu- rada y al régimen. La técnica de la inyección no es otra que la ya clásica de la raquianestesia, y en nuestro caso par- ticular de la raquiestovainización; y como las mo- dificaciones de la técnica son numerosas, diremos a grandes rasgos la adoptada por nosotros, dejando los detalles a juicio del práctico. Desde luego di- remos que no acogemos la cocaina por los acci- dentes que produce, por lo difícil de conservar sus soluciones y por lo poco práctico para obtener sus preparados asépticos y sin alteración. La esto- vaína que hemos escogido para nuestras aplicacio- nes podría ser sustituida por otro similar como la novocaína, según vaya indicando la experiencia. La aplicación de esta inyección debe ser hecha con asepsia rigurosa, de cuyos detalles no nos ocu- paremos por ser la práctica de la asepsia ya casi automática entre los médicos. El punto que hemos escogido para la punción es el cuarto espacio lumbar, o sea aquel que está, entre la cuarta vértebra lumbar y la quinta, pues allí ya solo existen los nervios d« la cola de caballo. Este punto se encuentra fácilmente en el corte de la línea suprailíaca de Tuffier y la línea media. La punción lumbosacra, aconsejada por Chipault, puede ser preferida, pues allí el espacio es mayor, menor el riesgo de herir los nervios por ser menos numerosos y por estar a ese nivel el gran espacio aracnoideo inferior. Este espacio es fácil de encontrar, pues no es otro que el mayor espa- cio interespinoso que sigue al cuarto espacio lum- 22 bar. pero, caso de vacilación, debe tenerse presente que se encuentra entre la línea suprailíaca Tuffier y la línea biespinosa posterior que une las espinas ilíacas posterosuperiores. La. pequeña operación puede hacerse con enfer- mo sentado o en decúbito lateral en la posición de- nominada en gatillo (Chien de fusil). Por hábito más que por otra razón casi siempre hemos esco- gido la posición sentada, reconociendo sin embar- go, ventajas importantes al decúbito lateral. Cuando se trata en efecto de un enfermo en estado de mal, la prudencia indica, para sujetarlo mejor y llevar a cabo la inyección, caso de presentarse un ataque, el decúbiló lateral. A demás, en esta posi- ción el enfermo queda de una. vez acostado, lo que talvez contribuye a que la cefalalgia ulterior sea menos intensa, y colocando el tronco y la cabeza más baja, es posible, por medio déla gravedad, ha- cer que la sustancia se disemine pronto en el espa- cio aracnoideo e impregne mejor los centros. Fi- nalmente, debemos notar también que en la posi- ción de decúbito lateral la presión del líquido cefa- loraquídeo será mejor estimada, pues en la posi- ción sentada por condición fí ica la presión tiene que mostrarse tanto mayor cuanto más abajo se haga. Por todas estas razones aconsejamos siem- pre la posición en decúbito lateral. La aguja debe ser de bisel corto y suficiente- mente larga, como de cinco a ocho centímetros. Se han recomendado jeringuillas y agujas especiales, pero en esto, como en muchas otras circunstan- cias, el mejor instrumento es el propio, y así una jeringuilla de Lüer puede servir para el objeto. A los tres y medio o cuatro centímetros hemos encontrado casi siempre el espacio aracnoideo. lo cual se reconoce en la disminución de resistencia al pasar el ligamento amarillo y sobre todo por la salida del líquido céfaloraquídeo. El líquido sale más o menos rápidamente, desde el chorro o gotas seguidas.a gotas perfectamente contables. La ob- servación de esta rapidez es importante, pues nos 23 da una medida aproximada de la presión del líqui- do y guiará nuestra conducta respecto a la canti- dad que debe permitirse salir. Así, si la presión es poca, se dejarán salir solo veinte gotas, que se reemplazarán con el c. c. de solución de esto vaina, pero si la consideramos muy disminuida no espera- remos ni aun a que salgan las veinte gotas. Si la presión es fuerte, entonces podremos permitir salir hasta ciento veinte gotas, según el grado que juz- guemos de la presión. Esta salida del líquido de- be ser siempre lenta, pues la cefalalgia etc., son sin duda atribulóles a una brusca descompresión. La ídeaesdejar unapresión lo más cercanaa la normal después de hecha la inyección. Si la presión es casi nula y ha sido posible obtener estovaína pura en polvo y bien estéril, como la suministrada en las ampolletas sinesas, sería tal vez conveniente enton- ces poner la sustancia en la jeringuilla, la cual, a- daptada a la aguja, recibe las primeras gotas-de líquido, y una vez disuelta reinyectarlo para pro- ducir así la sustancia. Mas no debemos olvidar el interés que hay en sacar algo de líquido cefalora- quídeo, que en los epilépticos es bastante tóxico, y vale más entonces en casos de estado de mal, por ejemplo, inyectar previamente suero fisiológico pa- ra drenar en algo el canal medular (observación quinta). Estas últimas modificaciones del método, a saber: estovaína en sustancia o inyección de sue- ro previa a la evacuación del líquido, la considera- mos sobre todo útil en loscasos de estado de nial epiléptico, en que se necesita un máximo de acción. Pero también se encuentra indicada y presta gran utilidad en aquellos enfermos en que el período in- terparoxístico se encuentra lleno de episodios de pequeño mal o que conservan cierto grado de im- becilidad, condición que puede considerarse, des- pués de todo, como un estado de mal epiléptico a- tenuado. Las inyecciones de suero fisiológico que aconsejamos poner previamente a la inyección de estovaína se absorben rápidamente y aumentan la cantidad del líquido cefalo raquídeo. En estos 24 casos la cantidad que de este líquido puede retirar- se es considerable, permitiendo llegar así a realizar un verdadero lavado de los órganos encefalora- quídeos. El doctor 0. Laurent llegó en efecto a retirar de un niño, no hidrocéfalo, cerca de 65 gram. de líquido por punción y al día siguiente cerca de 40 gram. habiendo puesto, se entiende, inyecciones previas de suero fisiológico. í-Es que el líquido cefaloraquídeo, nos dice el citado ciruja- no, tiene casi la misma composición que el suero artificial, y absorbiéndose éste rápidamente se sus- tituye al primero, efectuándose de esa manera el lavado indicado". En nuestras primeras inyecciones poníamos un centímetro cúbico de solución de 0,75% de cloruro de sodio y 1% de esto vaina, obteniendo así una so- lución salina en la misma proporción que en el lí- quido cefalo raquídeo que, como se sabe, varía de 0,65 a 0,75%. Bien sabemos que en la raquiesto- vainización para anestesia quirúrgica se han usa- do tres, cuatro y hasta seis centigramos (dosis de la' cual no se debe pasar, según Kinderjy) de esto- vaína, pero por razones expuestas antes hemos co- menzado por un centigramo solamente y en po- cos casos una dosis de dos centigramos. ültimamante hemos decidido abandonar el cloruro de sodio y disolverla estovaína en agua destilada pues esta solución acuosa produce, se- gún los observadores, una anestesia más profun- da. No vemos la necesidad de usar la estovaína en solución salina al 10%, como figura en las ampo- yetas de esto vaina Billón, ni aun en dosis 2%, co- mo se usan para anestesias raquídeas. Segura- mente éstas son preparaciones útiles para produ- cir la anestesia, pero se comprende que ese no es nuestro fin en casos de epilepsia. No hay duda que las particularidades del caso, el modo como reacciona el individuo a una prime- ra inyección, el grado de generalización de las con- vulsiones, o mejor dicho, si se nos permite expre- 25 sarnos así, el ser mas o menos idiopática la enfer- medad, permitirán no sólo fijar la dosis sino aun la técnica que debe usarse. Terminada la inyección, se retira la aguja y se obstruye todo con colodión y esparadrapo. Eos accidentes inmediatos que siguen a la in- yección son nulos, salvo en ocasiones un ligero hormigueo en un miembro inferior, atribuíble, sin duda, a la picada de un nervio con la aguja, pero el cual desaparece pronto. Los accidentes post-operatorios principales son la cefalalgia y la fiebre. La primera siempre ha sido fuerte en nuestros enfermos, persistiendo de manera tenaz, aunque en aquellos casos en que ha habido ataques poco después de la inyección no hemos podido saber si es realmente post-operato- rio o post-paroxístico. Es posible que tenga como factor causal importante una hiperpresión, y en ese caso el modo de evitarlo sería sacar un poco más de líquido. Además es probable que poniendo la inyección en el decúbito lateral e insistiendo en que el enfermo no se levante tan pronto, se logre atenuar bastante este epifenómeno. La fiebre no es tan frecuente como la cefalalgia y cede fácil- mente a medios hidroterápicos ligeros. Los vómitos son raros si se priva al enfermo de líquidos durante algunas horas. Poco hemos observado las anestesias en los miembros inferiores, pues, como se ha visto, la do- sis usada ha sido siempre muy pequeña. Terminado todo, es, pues, prudente aconsejar al enfermo permanecer acostado por doce a quince horas con la cabeza baja y tranquilo. El estudio detenido de las 12 observaciones que sirven de base a este trabajo, nos ha enseñado que las dosis de estovaína usadas, deben variar se- gún el aspecto clínico; y para tratar de precisar es- ta dosificación hacemos la siguiente agrupación de los casos. 26 (a) Dosis mínimas de Ó,01 a 0,03 serán usadas en aquellos casos de paroxismos subintrantes y so- bre todo cuando hay estado demencial pronuncia- do, que impide que en los intervalos de las series la mentalidad vuelva completamente. El estado (le- gran depresión mental, verdadero estado de mal psíquico, depende, en efecto, más de la frecuencia que de la intensidad de los ps roxismos, y así cuando los paroxismos son atenuados como vértigos, au- sencias, &a. &a. influyen más que los grandes, por ser precisamente más frecuentes. Hay en este grupo de casos una intoxicación permanente y renovada de las células nerviosas, y no es prudente que el líquido céfalo-raquídeo se cargue mucho de una sustancia sedante para ellos. Es precisamente en estos casos cuando más convie- ne poneT la. inyección salina endovenosa para la- var el líquido que baña los centros. Es claro que si má« tarde, en virtud del tratamiento, los ata- ques se alejan y se atenúan en su intensidad, se aumentará la dosis de estovaína ¡similando el ca- so a los dnl grupo que pasamos a tratar. (b) Dosis mayores de 0,03 a 0,06 y aun 0,08 centigramos serán usados para los casos de pa- roxismos aislados, a largos intervalos o que vie- nen en series, pero con grandes treguas. En estos casos habría ventaja en poner la inyección en los días.anteriores a la fecha si, como sucede general- mente, estos paroxismos vienen a intervalos regu- lares, cada 7, 15, 20 o 25 días (obs. 6 y 12) Es- tos casos de largos intervalos tienen generalmente como signos anunciadores de que el día se acerca, ciertos fenómenos o pródromos lejanos, que cada enfermo presenta como constantes e invariables.Ce- falalgia, ruidos de oído, palpitaciones, excitación genital, tartamudeo, insomnio; o bien, sueño p>sa- do, pesadillas, cambio de carácter (irascibilidad, tristeza &a.&a)tales son los principales avisos de la crisis que se aproxima. Dejamos aparte el cuadro del embarazo gástrico que Voisin, entre otros, cita como pródromos, pero que en realidad es sólo una 27 condición que actúa como causa ocasional. Tal vez haya lugar de utilizar las indicaciones esfigmo- manométricas en estos enfermos fie accesos sepa- rados, pues a creer en las observaciones de Mauri- ce de Fleury, habría una hipertensión pre-paroxís- tica. Bastaría, en ese caso, tener el cuidado de inscribir todos los días la presión arterial. También un examen frecuente de las orinas puede indicar por la intensidad de la indicanuría el grado de las fermentaciones intestinales y mas o menos la proximidad délos paroxismos en que tanto influyen aquellas fermentaciones (V. obs. V.) Así, pues, sin dejar de tener presente !o que he- mos dicho respecto a la sensibilidad de las células nerviosas en los epilépticos, los asedantes como la estovaína, poderncts en ciertos casos como aquellos en que los períodos interparoxísticos no se marcan por ofuscación o signos demenciales, usar mayor dosis. De esta manera hemos procedido reciente- mente, como se verá en nuestras últimas observa- ciones, y sólo hemos observado beneficio. Al tratar siquiera a grandes líneas del régimen e higiene general del epiléptico, recordaremos este aforismo de Delasiauve, que dice que el "tratamien- to higiénico es cuando menos igual en importancia al tratamiento médico/' Ponemos a continuación el régimen e higiene general que, con ligeras variaciones, según los ca- sos, damos siempre a nuestros enfermos. Hé aquí ese régimen: Estimulantes, como alcohólicos, te, café, taba- co, condimentos, etc., deben ser estrictamente pro- hibidos. Alimentación. Será en lo posible vegetal (le- gumbres etc.) farinácea y láctea (leche y todos sus preparados). Carnes. Se tomarán en pequeña cantidad y en todo caso bien grasas. Dabe ser fresca, de prepara- ción sencilla y sin sal, evitando siempre las de «acería y las conservadas. 28 Pescado. Será siempre fresco, bien cocido, evi- tando su piel. Conservas alimenticias, quedan prohibidas completamente. Grasas. La mantequilla debe ser fresca, y tan- to ella como sus preparados similares pueden to- marse en abundancia. Pastas alimenticias. Todas las pastas bien cocidas y preparadas con cuidado pueden ser per- mitidas. Farináceos y vegetales. Ñame, batata, papas, maíz y sus preparados, fríjoles si se preparan bien, lentejas, rábanos, remolacha, coles, lechugas, na- bos, etc, preparados con aceite pero sin vinagre, pueden tomarse en cantidades moderadas. Huevos. Respecto a este artículo alimenticio se tanteará algo las particularidades individuales, pues en algunos enfermos son causa de accidentes digestivos que deben evitarse. Bebidas. El agua natural, gaseosa o mineial (Perier y White Rock) azucarados, hidromiel (agua con miel), leche y sus preparados, sobre to- do la leche cortada. Comidas en general. Comer despacio y masti- car bien, haciendo de preferencia tres o cuatro co- midas diarias, poco abundantes, en lugar de dos copiosas, será siempre un sano consejo para los en- fermos. Debe evitarse todo alimento que indivi- dualmente le haga daño al epiléptico, según la en- señanza de su experiencia. La última comida debe encontrarse bien distanciada de la hora de acostar- se, tomando simplemente agua de panela o bien un poco de leche tibia si a esa hora se siente fatiga. intestinos. Debe aten de i se a su buen funcio- namiento. evacuando todos los días a una misma hora; esto se logra por medios ligeros, tales como tomando miel, higos, uvas, caña, papaya, níspero y evitando las frutas astringentes. Una pequeña cantidad de agua tibia en ayunas ha dado resulta- dos satisfactorios en algunos enfermos. Sueño. Debe dormirse es una pieza aereada, 29 ventilada y amplia. Los epilépticos deben evi- tar siempre trasnochar, y respecto al sueño, como para el régimen alimenticio, se debe ser siste- mático, acostándose siempre a una misma hora. Conviene acostumbrar al acostarse darse una fria- ción ligera en todo el cuerpo con alcohol débil. Aseo y baños. Los baños en general deben ser pocos, cortos y tibios (calor del cuerpo) y en luga- res enteramente abrigados. En cambio conviene cada mañana un baño ligero, tibio, de esponja, con agua alcoholizada, después del cual el enfer- mo se secará rápidamente, efectuando en seguida una fricción seca y continuando en la cama bajo la sábana siquiera por veinte minutos. Después de esto tomar un ligero desayuno y llevar a cabo un corto paseo. Ocupación. Nada de trabajo intelectual forza- do, pero sí buscar una ocupación ligera y entrete- nida que no requiera gran esfuerzo mental y evi- tando en todo caso continuidad en el trabajo. La educación de los jóvenes no debe ser suspendida del todo, pues siempre que ella sea bien reglamentada la disciplina y la concentración de la atención son, de gran utilidad. La lectura debe ser amena, lige- ra y nada pasional: el Quijote y Gil Blas serán siempre modelos de esta clase de lectura. La vida debe llevarse al aire libre y distraída, evitando siempre los excesos y los hábitos que traen agotamientos, así como todo ejercicio largo y continuado (viajes, etc.) Las preocupaciones, así como las emociones morales, deben evitarse completamente. Este régimen, como se ve, es casi lácteo vegeta- riano y por tanto hipoclorurado, para reforzar de esa m mera, siguiendo la idea de Richet y Toulose, la medicación bromurada. Como ya se ha dicho, este régimen debe ser modificado según los enfer- mos, pues es claro que un epiléptico en quien in- fluyen tanto los desórdenes digestivos necesita indi- caciones diferentes a una enferma, como la de núes- 30 tra observación sexta, en que la menstruación figu- ra como agente causal de primer orden. Creemos de primordial importancia, respecto a la aplicación del método que preconizamos, el ha- cer un diagnóstico bien definido. Desde luego la histeria debe ser separada, pues su existencia ex- pondría a graves resultados. Nuestra enferma de la observación VI se vió bastante grave después de la raquiestovainización, y más tarde hemos ve- nido a sospechar que los paroxismos eran de histerio-epilepsia, es decir, de histeria epilep- toide. Tal vez no sea por tanto fuera de lugar trazar un cuadro de diagnóstico diferencial entre las dos neurosis, aplicable sobre todo en algunos de sus elementos a los casos en que no hemos podw do ver aún los paroxismos. Epilepsia Histeria causa ostensible Ninguna, la ma- yor parte de las veces. Emociones Invasión Repentina siem- pre Gradual frecuente- mente Grito En la invasión Durante el ataque La Cara Palidez rápida y mas tarde ciano- sis Nada de palidez mar- cada ni cianosis Caída Brusca, en el suelo Caída lenta Mordeduras De la lengua De los labios, manos o de otras personas u objetos Convulsiones 1: Tónicas seguidas de clónicas, rara vez sólo tónicas Convulsiones consis- tentes en movimien- tos extendidos de bra zos forcejeo) y pier- 31 Epilepsia Histeria ñas; de la cabeza y ar- queo del dorso-Con- vulsiones respirato- rias. 2 Nunca, imitan mo- vimientos volun- tarios Siempre se parecen a los movimientos vo- luntarios Conciencia Pérdida total del conocimiento Turbación, pero no pérdida del conoci- miento Gritos &a, &a- Nada de gritos, llantos Gritos, llantos, risas &a. &a, convulsiones persistentes, y pala- bras, movimientos pasionales, delirio durante el acceso Estado de las papilas Pupilas dilatadas e insensibles a la luz Pupilas continúan reaccionando a la luz Micción involun- taria Frecuente Casi nunca Defecación A veces Nunca Reflejo de Ba- binski Existe No existe Duración del acceso Pe pocos minutos Crisis convulsiva de una hora, o más Despertada Después de un sueño profundo Repentina a menudo Maniobras de sugestión e hip- notismo o exci- tantes No tiene influen- cia. Ni tampoco las excitaciones durante el acceso Si tienen influencia. Modificación o sus- pensión con excita- ciones (aspersiones de agua &a. &a.) Después del ac- ceso Fuera de la ofus- cación y ligera cefalalgia nada queda Persiste: hemianeste- sia, parálisis, con- tracturas histéri- cas &a, &a. 32 I^a historia misma del caso separa además las dos neurosis, pues mientras el epiléptico ha tenido convulsiones en la infancia seguidas de un período de latencia, durante el cual se manifiestan cóleras, carácter insoportable, &&., en la histeria los ata ques han acaecido en edad menos precoz. Casos hay en que la histeria y la epilepsia se encuentran en el mismo enfermo, y la observación XII ofrece un notable ejemplo. Én dicho caso los accidentes histéricos,(amaurosis, llantos, risas &&) llenan los intervalos de los paroxismos de verda- dera epilepsia y el tratamiento que estudiamos su- prime estos últimos, pero no tiene influencia sobre los de naturaleza histérica y nasta parece agra- varlos. 33 OBSERVACIONES: Publicarnos hoy 12 observaciones, como toase del presente estudio. Las 6 primeras fueron publi- cadas en el "Repertorio de Medicina y (brujía" y de ellas la V ha sido adicionada con las últimas faces ofrecidas por tan interesante observación. Debe- mos advertir que la mayar parte de las nuevas 6 han sido seguidas suficientemente para adquirir gran valor. 1 M. E. de Magangué, muchacho de 24 años. El padre era alcoholizado y sifilítico. Durante su in- fancia sufrió de fiebres palúdicas, propias de la re- gión en donde vivía; pero nada de convulsiones ni ennresis nocturna. Comenzó a sufrir de los ata- ques hace seis años, es decir, a. la edad de 18 años Estos ataques eran característicos del gran mal, pero sin pródromos ni aura. La medicación bro- ma rada, usada muy irregularmente es cierto, no influyó en los ataques. Le daban tres, cuatro o seis ataques diarios y entre los paroxismos se sos- tenía un estado de imbecilidad algo mareado. Cuando la tratamos con la inyección, a princi- pios de 1913. sufría de una extensa quemadura en segundo grado a causa de haber caído sobre un bracero durante un ataque. Esta circunstancia nos obligó a poner una inyección entre la primera y la segunda lumbar para evitar una infección. Sali- das unas veinte gotas de líquido céfalo-raquídeo límpido, inyectamos de manera lenta un centíme- tro cúbico de solución salina con un centigramo de estovaína. Soportó esta inyección bien, notándo- se apenas algo de fiebre y cefalalgia. Los ataques se suspendieron por más de un año ,para volver en- tonces por algún tiempo. En estos últimos días le han vuelto, pero menos frecuentes que antes. Vimos esta enferma con ocasión de la aplica- ción del tratamiento a su hermano (observación 11) y, aunque todavía de una mentalidad disminuida, ya cuidaba de su persona y mostraba ser de algu- 34 na utilidad a su familia. Como estos ataques vol- vieron, aconsejarnos poner otra inyección, lo cual tuvimos oportunidad de hacer el día 18 de febrero delaño 1915. Después de retirar unas cuarenta gotas de líquido céfalo-raquídeo inyectamos quin- ce miligramos de estovaína en solución acuosa, La enferma soportó bien la inyección, presentán- dose apenas una ligera cefalalgia, que pasó pronto, pero con ausencia de fiebre. Notas:-P Es esta una epilepsia de la adoles- cencia, edad en que la forma esencial evoluciona más frecuentemente, sobre todo, cuando, como en el presente caso, hay que tener en cuenta la heren- cia alcohólica y sifilítica. 2--Esta nuestra primera, observación parecía estar destinada a indicar que el tratamiento era digno de estudio, pues es bastante obtener un año sin ataques, durante el cual los centros cerebrales han tenido tiempo de reaccionar sobre las causas irritativas que han actuado sobre ellos y llegar bien cerca de su estado normal. II D. E., de Magangué, de diez y nueve años, her- mano de la enferma de la observación I y por tanto con el mismo sello hereditario. Su infancia no ofreció nada digno de mención; mas a los diez y seis años, es decir, a los 3 años, le dió el primer ataque fuerte de gran mal, sin pródromos ni aura. Vino después una tregua de casi un año, en el que, según la familia, no hubo ataques, mas no hemos podido saber si esa accalmia no fue llenada con ata- ques de pequeño mal o equivalentes epilépticos. Hace dos años le volvieron a dar y aumentando en frecuencia llegaban a seis, ocho o diez diarios. Estos ataques de gran mal sin pródromos ni aura, hacían que en este desgraciado el cuerpo estuviera lleno de contusiones y heridas por las caídas. Es- te verdadero estado de mal producía una gran de- terioración en su cerebro y apenas podía ser de alguna utilidad a su madre. El 22 de noviembre se puso la inyección, y co- 35 mo la salida del líquido fuese un poc i rápida, pero en gotas contables, dejamos salir algo más de lo (pie inyectamos para así disminuir un poco la pre- sión. Soportó bien esta inyección sin repetición del ataque hasta el 25 de noviembre, día en que le repitió, y el 28 de noviembre le dieron varios ata- núes minorados. El día 4-de enero le dieron cua- tro ataques con poco sopor. Hasta el día 20 de enero había seguido bien; se ha despejado bastan- te, tiene más confianza en sí mismo y presta ya mucho servicio a su familia. En este caso, como en el anterior, ni el trata- miento bromurado ni nn régimen apropiado han podido ser llevados a cabo Volvimos a ver el enfermo el día 18 de febrero y se nos refiere que los ataques habían vuelto aun- que distanciados y dejando apenas un ligero sopor. Le pusimos dicho día otra inyección de estwvaína de 0,015 de solución acuosa, y después de dos ataques acaecidos el siguiente día se sus- pendieron hasta el día 5 de marzo, día en que reci- bimos noticias de este enfermo. Debemos advertir que tanto en este caso como en el de la enferma de la observación primera no se ha podido conseguir, por falta de recursos, la me- dicación arsénico-bromurada de manera regular y sostenida. Los paroxismos de este enfermo así como los de su hermana no habían vuelto aún el diez de abril de 1915. día en que recibimos la última infor- mación, contándose, por lo tanto, cuarenta días de suspensión. La circunstancia de no poder vigi- lar el tratamiento de cerca, como ha sido el caso en nuestras otras observaciones, hace que, a pesar de la gran mejoría obtenida, confiemos poco en la estabilidad de ella. NOTAS.-Se presta a consideraciones análogas a las hechas para la hermana (observación V), agregando solamente que en este enfermo, a pesar de que la suspensión es más corta que en su herma- na, la mentalidad ha ganado más. Es que en él la 36 enfermedad era más reciente y por tanto sus cen- tros quedaron más viciados. Como en el caso an- terior otra invección es aconsejada. III H. Z. de Sincelejo, de 15 años de edad. En los padres no se encuentran neuropatías, alcoholismo ni sífilis. En la infancia sufrió de eneuresis noc- turna que duró poco tiempo, pero nada de convul- siones infantiles. Hace cinco años se cayó de un árbol, golpeán- dose en la cabeza fuertemente y fracturándose el fémur derecho. Refiere la familia que duró más de dos horas ''atolondrado," pero que después se des- pejó. La fractura consolidó y hoy se nota ligero callo óseo que no es doloroso. Unos seis meses después el enfermo hasta allí bien, ofreció ligeros ataques de pequen o mal, consistentes en fijeza de la mirada, palidez de la cara, emisión de algunas palabras en voz baja y como señalando algo en el suelo. Esto duró así por algún tiempo, siendo por lo demás la salud buena. Tuvo este enfermo desórdenes gastro intestina- les que lo debilitaron algo, y se presentaron enton- ces los ataques de gran nial, siempre sin aura y fre- cuenteSj de cuatro, cinco o seis diarios, de los cua- les no conserva recuerdo en absoluto. Aun en los intervalos más largos en que es de esperarse que el enfermo se despeje, la mentalidad permanece bien baja, deteriorada como está por la enfermedad, pe- ro sin llegar a la demencia. En este estado pusimos la inyección de esto- vaína, estando el enfermo bajo impresión nerviosa que nos hacía temer un ataque durante la aplica- ción. Como el líquido céfalo-raquídeo salió casi en chorro, dejamos salir unas sesenta gotas, más o menos, a fin de disminuir algo la presión, e inyec- tamos un centímetro cúbico de solución salina nor- mal (7,50 %) con un centigramo de esto vaina. Se fue a su casa inmediatamente y se le hizo acostar. Esta inyección fue puesta a las 9 a. m. del día 28 de noviembre, habiendo tenido ya en la ma- 37 ñaña de ese día dos ataques de gran mal. Por la noche se presentó una fiebre de 39° precedida de calofrío y fuerte cefalalgia. Nos limitamos a acon- sejar hidroterapia (baños fríos de esponja) que el enfermo recibió bien. El 29 de noviembre (1914) en la mañana hubo un ataque moderado,persistencia de la fiebre y aun cefalalgia. La baja mentalidad deeste enfermo hace difícil que explique bien sus sensaciones. Le dimos un purgante salino ese día. En la noche hubo otro ataque moderado como el de la mañana. El día 30 de noviembre solo hubo ligera pesan- tez de cabeza, pero nada de fiebre. El enfermo de- sea fumar y como se lo hemos prohibido se pone iracundo, teniendo un ataque ligero por la noche. El l9 y el 2 de diciembre los pasa bien, sin ataque. El día 3 de diciembre se levanta y sale, pero se siente cansado y vuelve a la casa. Por la, tarde hubo un ataque muy ligero, pero es la primera vez que el enfermo no sufre de fuerte cefalalgia después de sus ataques. Los días 3. 5 y 6 pasaron sin ataques, pero el día 7 hubo tres ataques moderados y rápidos de gran mal. El día 8 repetimos la inyección poniendo igual dosis de estovaína, pero dejando salir apenas vein- te gotas de líquido, por encontrar una presión me^ jor. En los días 9 y 10 de diciembre hubo un ata- que moderado. Del 11 al 17 nada de ataque, ni siquiera de pe- queño mal, dando así oportunidad a que el senso- rio descansara y se despejara algo, como en efecto se comienza a notar en este enfermo. En los días 18 y 19 hubo ataques fuertes, pero, hecho digno de notarse, sin cefalalgia ni mayor es- tupor post-paroxístico. Del día 20 al 25 no hubo ataques. El 27 hubo otro fuerte, pero como los de los días 18 y 19. Del 18 al 30 n© hubo ataques. El día 31 hubo tres ataques moderados. 38 El día Io de enero de 1915 hubo cuatro ata- ques moderados. No cabe duda que esta vuelta de' los ataques a la frecuencia que casi tenían antes indicaba la ne- cesidad de repetir la inyección, pero tuvimos que ausentarnos y por esto no fue posible hacerla. En los días 4 y 5 no hubo ataques. El día G se presentó un ataque de pequeño mal, digno de ser señalado, pues recuerdan aquellos que sufrió al principio. Refiere la madre que estando con e- enfermo sentado cerca del lugar en que ella se encontraba le dice: "mire, mamá, qué cosa tan bonita, tan bonita, tan bonita," y ella al verlo lo encuentra con la cara pálida, la mirada fi- ja como siguiendo algo que se movía en el aire, pe- ro ello sin convulsiones y sin otra señal de ataque. Aquello fue rápido, de pocos segundos, y al pregun- tarle la madre qué era, él le contestó: "nó, el ata- que." Pusimos en este enfermo la tercera inyección de estovaína el día 7 de enero de manera igual a la segunda, puesta el día 8 del pasado. Esta vez ha habido ligera fiebre y por la noche un ataque bas- tante moderado. Del día 8 al 21 no ha habido ataques, pero des- de este último día le dan dos o tres ataques dia- rios de grao mal y algunos de pequeño mal como le que le dió el G de enero. El día 28 de enero pusimos a este enfermo 250 gramos de suero fisiológico por vía endovenosa y en seguida inyectamos dos centímetros cúbicos de solución acuosa de estovaína (0,02 ' entigra - mos) después de dejar salir cinco centímetros cú- bicos de líquido céfaloraquídeo. Después de fuerte cefalalgia el enfermo se ha le- vantado y aprovechó la oportunidad de pasar unos días en el campo. Los ataques no han vuel- to, y hemos instituido la medicación arsénico-bro- murada tal como la aconsejamos a nuestro enfer- mo IV. La suspensión de los paroxismos se ha sosteni- 39 do durante todo el mes de febrero, pero el día vein- tiocho, con ocasión de una impresión producida por la muerte de un vecino, los paroxismos de gran mili volvieron repitiéndose casi todos los días. El día 8 de marzo pusimos otra inyección en solución acuosa y a la dosis de 0,01 centigramo de esto vaina insistiendo en nuestro consejo de se- guir con la medicación arsénico bromurada. Al día siguiente tuvo lugar un ataque ligero, pero hasta hoy (14 de marzo) día en que suspendemos esta observación, no se han presentado nuevos ataques. La suspensión de los paroxismos, se infor- mó más tarde, continuó hasta el día 6 de abril, completándose de esa manera casi un mes. Los ataques que han vuelto revisten siempre el carácter del descrito el día seis de enero; mas como estos ataques volvieron'el día nueve de abril algo frecuentes, resolvimos poner otra inyec- ción el día diez. La solución acuosa de 0,015 de estovaína en un centímetro cúbico fue puesta des- pués de dejar salir algo de líquido, apenas cinco gotas, pues se encontró una presión bien bajá. La' observación de este caso, como la de otros,nos per- mite hacer notar que la presión del líquido céfalo- raquídeo, manifestada por la mayor o menor rapi- dez del goteo, disminuye a medida que los enfer- mos mejoran. Este hecho es de suma importancia y debe servir de guía en todo caso al tratamiento ulterior de los enfermos. La cefalalgia después de la inyección ha sido poca o casi nula y hasta hoy. diez y ocho de abril, ocho días después de la inyección, no ha habido paroxismos. El diez y ocho de abril por la noche hubo un ataque de pequeño mal y otro el diez y nueve, siempre análogo a los ya mencionadas; pero los días veinte, veintiuno y veintidós han sido de completa acalmia. Pusimos otra inyección el día veintitrés de 0,01 centigramos de estovaína, des- pués de dejar salir diez gotas por encontrar una baja presión. 40 Hasta hoy veintiocho, día en que suspendi- mos definitivamente esta observación, los ataques no han vuelto y confiamos este enfermo a l<i medi- cación a rsen ico-bro mu rad a. NOTAS.-Este caso es bastante interesante y se presta a las siguientes consideraciones: 1) En la etiología de este caso debe tenerse en cuenta el traumatismo sufrido,/ pues desde enton- ces se mostraron ligeros ataques de pequeño mal. Puede talvez decirse que antes su cerebro .ya tenía la oportunidad epiléptica, si se admite la enuresis nocturna corno un equivalente epiléptico, según lo creen algunos autores. Fue más tarde, después de trastornos digestivos, que el enfermo presentó el gran mal. 2), La falta de aura, la pérdida de conoci- miento, la generalización desde el principio, la au- sencia de paresia o parálisis post-paroxística, etc., nos hace tomar este caso como tipo de epilepsia idiopática. 3). La frecuencia de los ataques en este caso muestra bien la influencia de la enfermedad sobre la intelectualidad y no cabe duda que si un trata- miento como el empleado da siquiera tregua de al- gunos días sin ataques y disminuye la intensidad de éstos, el sensorio descansa y sus neurones tie- nen oportunidad de volver a tomar su estabili- dad. En nuestro enfermo no se ha obtenido aún una curación, pero sí una gran mejoría como lo prueba la separación de los ataques, su menor in- tensidad, la mejora de la mentalidad y, sobre todo, la forma larvada de ataques como el presentado el día 6 de enero. Pasar del gran mal a la forma li- gera de pequeño znaAsemejante a aquel con que em- pezó, es, sin duda, mejoría que debemos abonar al tratamiento, tanto más cuanto que apenas hemos hecho uso, por prudencia, de una dosis mínima. IV . S. H. de Sincelejo, de diez y seis años de edad. Sus padres han gozado de salud y están libres de alcoholismo y sífilis. La abuela sufrió de ataques 41 nerviosos, según fueron denominados por la fami- lia, pero se ignora su verdadera naturaleza. No hubo en este enfermo ni convulsiones, ni enuresis nocturna cuando niño. Gozaba de buena salud cuando, hace seis años, es decir, a los 10 años de edad, se cayó de un árbol elevado, golpeándose en la cabeza. A consecuencia de est©, refiere la fami- lia, quedó en una especie de estupor, presentándo- se al día siguiente un delirio calmado que le duró unos tres días. Fue mejorando, y ya se creía bien, cuando se comenzó a observar que ' desde en- tonces, nos dice el padre, no podía castigarlo, ni aun reprenderlo, porque le acometía violento acce- so de furor." Al principio del año pasado (1914) murió la abuela, a quien él quería mucho, y esto lo impre* sionó bastante. Algunos días después, el 2 de fe- brero, comenzaron los ataques, los cuales consis- tían en accesos de verdadera epilepsia propulsíva, descrita por Mairet, en que el enfermo se levanta y corre, salvando los obstáculos, deteniéndose luego y terminando así el ataque, sin convulsiones pero con pérdida total de la conciencia. En ocasiones estos ataques eran seguidos de sopor, pero otras veces el enfermo quedaba despejado. Al examinar la cabeza no se ha notado nada especial que,reve- le una lesión local de las paredes del cráneo. Cuando vimos al enfermo se le instituyó el tra- tamiento bromurado intensivo, pero los ataques no sólo siguieron sino que se hicieron más frecuen- tes y, por manera interesante, cambiaron de as- pecto, pues revistieron el carácter de gran mal, sin aura, con convulsiones siempre generalizadas des- de el principio, pérdida total de la conciencia y y sin paresia o parálisis post-convulsivas. En vista de esta situación y viendo la angustia dc4 padre, hombre de trabajo, que no podía dejar- lo solo, resolvimos ponerle la inyección de estovaí- na a pesar de cierta debilidad cardíaca que nota- mos desde el principio. El día 10 de diciembre se inyectó en el canal raquídeo un centigramo de esto- 42 vaina, en solución salina después de haber sacado algo de líquido céfalo raquídeo equivalente a lo que se inyectaba. Presentóse fuerte cefalalgia, fie- bre y una serie de síncopes que no dejó de preocu- parnos, pero después de revulsivos y pocas dosis de cafeína, todo volvió a normalizarse. Al día si- guiente, 11 de diciembre, le dió fuerte ataque de gran mal. De ahí en adelante le dieron ligeros ataques de pequeño mal, que consistían en u'na, especie / de pandiculación que obligaba al enfer- mo a sujetarse para evitar la caída. El hecho más digno de notarse es que el enfermo en estos ataques conservaba ya algo la conciencia y podía buscar un apoyo para no caer. Estos pequeños ataques [dos o tres] eran algo más alejados que en épocas anteriores, antes de la. inyección, pues se pasaban seis, ocho o diez días sin ellos, salvo a fi- nes de diciembre en que sí se hicieron mucho más frecuentes. E! día Io de Enero de 1915 volvió a tener un ataque de gran mal. presenciado por dos colegas de la localidad. Después de nueve días sin ataques el enfermo fue aconsejado con dulzura por el padre para que no saliera a la calle, sobre todo de noche. lo cual comenzaba a hacer con al- guna frecuencia, pi es era de temerse que le diera el ataque sin ampaio alguno. Esta. sola, reflexión, nos dice el padre, mollificó mucho al enfermo y le produjo un acceso de furor, terminando por desga- rrar sus vestidos. Como después de esto se queja- se de fuerte cefalalgia, el padre lo hizo acostar. Por la tarde de ese día. sin aura de ninguna clase, se presentó un ataque de gran mal, cuyo final tu- vimos ocasión de observar. Resolvimos entonces poner otra, inyección, a pesar de lo mal qu 1 el enfermo soportó la primera. El 10 de enero, en efecto, inyectamos un centigra- mo de estovaína, dejando salir el líquido céfalo-ra- quídeo que tenía, poca presión en el equivalente de lo que se inyectaba. Recordando lo observado por otros, que a igualdad de dosis, la solución acuosa produce una anestesia más profunda, en es- 43 ta ocasión disolvimos la esto vaina en agua desti- lada y no en solución salina, como lo habíamos hecho hasta entonces. Apenas cubierta la picada y dejado por nosotros el enfermo, le dio fuerte ataque de gran mal. Ha habido bastante cefalal- gia aunque poca reacción febril, pero debemos no- tar que en esta ocasión no se han producido los síncopes que siguieron a Iq primera inyección. El día 11 había aun cefalalgia y se presentaron vómitos verdaderamente incoercibles. El día 12 ya todo estaba bien, y hasta el 20 no ha habido ataque alguno; este día, estando el enfermo en la iglesia en el TeDeum del festiva! de la población, lo sobrevino un ataque de pequeño mal con aura,/ consistente en el enfriamiento de los pies y de las manos, seguido de ligeras convulsiones clónicas, y hasta nos dice que veía, sus convulsiones y todo lo (pie pasaba durante el ataque. Del 20 al 27 au- sencia completa de paroxismos, pero en este últi- mo día le han dado dos pequeños ataques iguales a los del 20. El enfermo se muestra contento, repuesto en su salud general, y nos pregunta si podría conti- nuar algunos de sus estudios interrumpidos. A fin de hacer más estable esta mejoría obteni- da decidimos someter nuestro enfermo a la medica- ción bromurada, usada gradualmente y asociada a fin tónico cardíaco como la digital o la esparteí- na. No cabe duda que estos últimos medicamentos se encontraban indicados en nuestro enfermo para sostener el tonns cardíaco que los bromuros ten- dían a deprimir. "En muchos enfermos, nos dice Gowers, en quienes los ataques continúan con los bromuros solos, «e ven cesar enteramente al aso- ciarles la digital." En consecuencia formulamos: Bromuro de potasio Bromuro de sodio aa. 40 gmos- 44 Bromuro de amonio* 20 gmos. Polvos de digital, 2 gramos en infusión en agua 1 litro. M. y R. Polución. Tomar de dos a cinco cucharadas por día, au- mentando una cucharada cada cinco días hasta llegar a dos, y así en seguida de dos a cinco y de cinco a dos. Igualmente hemos permitido a nuestro enfer- mo ocuparse en lecturas ligeras sin ocasionar fati- ga intelectual. Hasta el día 10 de marzo sigue sin ataques y restableciéndose. Habíamos dado por terminada esta observa- ción el día 10 de marzo, fecha en la cual el enfermo, después de algunos excesos en la alimentación, su- frió de fuerte indigestión acompañada de fenóme- nos congestivos que terminaron con una epistaxis y cedieron del todo con revulsivos y una dosis de tintura de jalapa compuesta. Ahora bien, era de esperarse que esta novedad hiciera volver los ata- ques; pero nuestro enfermo se despejó pronto y hasta hoy, 16 de marzo, es decir, seis días después de la indigestión, los ataques no han vuelto. To- do esto parece indicar que la estabilidad de los centros se encuentra bastante cerca de la normali- dad. Cada día que pasa se acentúa en este enfermo la estabilidad de la gran mejoría obtenida, si es que por excepticismo, explicable al tratarse de una enfermedad tan tenaz como la epilepsia, no se quie- re llamar aún curación. Ha transcurrido, en efec- to, ya mes y medio, y los paroxismos no han rea- parecido a pesar de que el enfermo ha suspendido por completo la medicación arsenicobromurada que habíamos instituido. El ataque del día 20 de Enero fue un ataque abortado, apenas bosquejado por así decir, y por tanto podemos considerar como no existente to- mando el paroxismo del día 10 de enero que si- 45 guió a la inyección como el último tenido por este enfermo que cuenta, hoy 28 de abril, más de tres meses de completa acalmia, y ello apesar de la fuerte indigestión acaecida el 10 de enero. Dejamos este enfermo el 28 indicando seguir la medicación arsenicobromurada que él había aban- donado, siquiera dos semanas cada mes. NOTAS.-Este caso clínico da lugar a las siguien- tes observaciones: 1) La medicación bromurada instituida por va- rios médicos no dió ningún resultado favorable, aun- que a decir verdad, nunca fue estrictamente seguida por haber observado la fa milia desde el principio "que el bromuro le hacía mal. "Se habrá notado, en efecto, que el bromuro fue nuestra primera me- dicación y que en esos días los ataques de carácter propulsh o que tenían hasta entonces cambiaron por completo en ataques de gran nial. Puede ser esta una mera coincidencia, pero en todo caso el hecho debe ser notado. 2) Domina en el cuadro clínico de este caso el hecho de la variabilidad en la forma de los ataques que recuerda lo dicho por W. Gowers en su notable estudio sobre la epilepsia: "la enfermedad presen- ta variaciones tan grandes en grado y en carácter que hace imposible toda definición clínica de ella.'' En efecto, en nuestro enfermo, después de accesos de furor con ocasión de reprensiones (verdaderos equivalentes epilépticos) presenta paroxismos pro- pulsivos que cambiaron después a gran nial, pa- sando más tarde, después de la primera inyección, a pequeño mal (ataques de pandiculaciones,)o me- jor dicho, al aura de un ataque abortado, pues co- mo ya se ha notado, la conciencia quedaba conser- vada. Viene luego un ataque de gran mal, segui- do de una acalmia, durante la cual se presentó algo parecido a lo descrito por Charest con el nombre de automatismo ambulatorio, equivalente epiléptico que lleva al enfermo a salidas que pueden durar de minutos a semanas. Bien podríamos suponer, da- da esta variabilidad clínica de los ataques de 46 nuestro enfermo, que los síncopes observados eran más bien equivalente epiléptico visceral, pues debemos recordar que Trousseau y Feré han seña- lado hasta el angor pectoris entre esos equiva- lentes. 3). Factor etíológico de este caso es, sin duda, el traumatismo sufrido a los diez años, pues desde entonces este enfermo, hasta allí de buena salud, comenzó a sufrir de las manif jstaciones del mal c.omicial, marcándose sobre tolo bajo la forma proculsiva cuando a aquel factor etíológico se agregó una gran pena moral. Li influencia de ¡os traumatismos ha sido reconocida por todos los observadores y no toca a nosotros insistir sobre este hecho ya. clásico en neurología. Diremos solamente que el traumatis- mo craneano (caídas, golpes, etc.) puede obrar, o bien produciendo una lesión local de compresión cerebral [hundimientos óseos, esquirla, etc.] y entonces ocasiona una epilepsia focal o jacksonia- na, o bien creando "todas las modalidades de la epilepsia como gran hal, pequeño mal, trastornos intelectuales, manía, delirio, impulsiones irresisti- bles". * Se [Hiede venir a ser epiléptico cualquiera, que sea el sitio del traumatismo craneano (región parietal, occipital o frontal), siendo variable la época de la aparición de la epilepsia, pues a veces estalla de manera precoz poco tiempo después del traumatismo, o tardíamente, no mostrándose sino meses o años después. Sin embargo, durante el período que transcurre entre el traumatismo vía aparición de la epilepsia no es raro que el individuo sufra' trastornos cerebrales como vértigos, cefa- lalgias" (Dieulafoy), o accesos de furor, como en nuestro joven enfermo. Otras veces el traumatis- mo produce, precoz o tardíamente, una epilepsia yacksoniana más o menos parcial, que acaba por generalizarse imitando así completamente el gran mal. El factor agregado de fuerte pena moral ha sido igualmente observado por los clínicos. Respecto al tratamiento puede decirse que en 47 los casos de epilepsia jacksoniana en que se reco- nozca un foco de irritación local, la operación, como era de esperarse, ha dado resultados favora- bles completos. En los casos en que ha comenzado por epilepsia parcial generalizándose después, la operación, aunque sin duda, justificada, no ha dado siempre resultados satisfactorios. "In estos casos, nos dice Whitla, el área, de instabilidad se extiende y finalmente los casos pasan a ser epilep- sia, idiopática, y aunque las convulsiones pueden comenzar corno antes, ellas se generalizan". Este hecho explica, en efecto, por qué quedan en algunos casos ataques y convulsiones generales después de la eliminación de la antigua causa local. Mas en casos como el de nuestro enfermo, en quien el traumatismo ha producido una epilepsia igual o similar a la idiopática. la corteza, cerebral ha ad- quirido el hábito epiléptico de descargas espontá. neas de energía nerviosa. Nuestra medicación va precisamente destinada a devolverá esos centros excitados su tonns normal. 4-). A pesar de lo dicho en la nota anterior, de- bemos llamar la atención sóbrela forma del ata- que después de la primera inyección, pues el enfermo conservaba ,su conciencia como acontece en los ataques de epilepsia jacksoniena a diferencia de ¡o que sucede en los ataques del verdadero mor- hjus sacer. En otros términos, el ataque quedaba limitado, si se quiere, a una aura'durante la cual el enfermo no perdía el dominio de su conciencia. Ahora, bien: se sabe que el aura es más frecuente en la epilepsia parcial y que en la esencial puede con- siderarse como el principio del paroxismo, durante la cual los centros psíquicos no son aún perturbados o inhibidos. Puede, pues, permitírsenos decir que en el enfermo S. H. el tratamiento, conservando la conciencia durante el ataque, ha quitado la carac- terística de la esencialidad de ellos, pues la rápida pérdida de la conciencia es, como ha insistido W. Gowers, el punto esencial en la definición de la epi- lepsia idiopática. 48 El ataque del 20 de enero fue de pequeño mal con aura (enfriamiento de las extremidades) y lige- ras convulsiones vista por el mismo enfermo, indi- cando así que la descarga de energía viene solo de la zona cortical, quedando la zona psíquica y los centros subcorticales casi completamente libres. 5) Respecto a la educación de los epilépticos, diremos, con ocasión de este enfermo, que cuando los ataques son frecuentes y severos, no se puede ni se debe frecuentar la escuela, pero cuando los ata- ques son ligeros y distanciados es de desearse que el tiempo sea ocupado en algo, sin que el trabajo intelectual lleve a la fatiga. Es de esperarse que en nuestros grandes cen- tros se funden clases o escuelas especiales para las víctimas de esta enfermedad, como existen ya en Europa. Por lo demás es evidente que la disciplina, la concentración de la atención en algo, asociadas a las clases cortas, son de gran utilidad para estos enfermos, pues seguramente se acostumbran así de alguna manera los centros excitados a refrenar- se y a retener su exceso de energía. . V N. N.,de X., de diezy siete años de edad. Su pa- dre tuvo hábitos , alcohólicos* y sufrió probable- mente de averiosis. A la edad de un año tuvo fie- bre palúdica perniciosa atendida enérgicamente por uno de nuestros mejores médicos prácticos. Algún tiempo después sufrió de accidentes convul- sivos, atribuidos a vermes intestinales. A la edad de ocho años se le notó ligero estra- vismo, que la familia tomó Como intencional y fue causa de reprensiones. En ese entonces hubo sa- rampión, después del cual comenzaron ligeros ata- ques de ausencia con fijeza de la mirada pero sin pródromos ni aura. Estas ligeras ausencias se re- pitieron y duraron algunos meses. Entregado el enfermo al tratamiento por los bromuros dados de manera irregular y transitando ya por la am- plia vía de las medicinas de patente (Epizonia y 49 otras) vió pronto cambiar el carácter de sus ata- ques, así como aumentar su frecuencia. Estos ataques consistieron entonces en movi- mientos clónicos, rítmicos en extensión (como seis u ocho) de los miembros, sobre todo de los brazos, muy marcados si no se apoyaba, la mano en nada, pero apenas perceptible si se apoyaba. Durante el ataque la cara permanecía inmóvil y pálida, la mirada fija y vaga,y pérdida completa de la conciencia. El enfermo si se encontraba sen- tado durante la crisis, no caía, pero si parado o ca- minando sin apoyo, la caída sí tenía lugar. De or- dinario le daban cinco o seis ataques diarios pero se contaban también a veces intervalos de cuatro a cinco días sin ataques. Es de advertir que dichos ataques han sido siempre más raros de noche, a juzgar, se entiende, en las horas de vigilia en que el enfermo puede ser observado. En los días in- terparoxísticos le daba en ocasiones por caminar sin objeto e inconsciente de lo que hacía, y esto por partes estrechas como bordes de tablones, en que el equilibrio necesita del esfuerzo de la aten- ción. Esos ataques de pequeño mal y los equiva- lentes epilépticos de automatismo que llenaban los períodos de aparente acalmia, eran a veces inte- rrumpidos por días de ataques subintrantes, sin tregua y cuya serie en ocasiones terminaba por ataques de verdadero gr¿w nial seguido de largo sueño. Nuestro enfermo ha gustado mucho de montar a caballo y entregarse ocasionalmente al oficio de vaquería, que requiere a veces cierta velocidad. Ahora bien, él ha observado que los ataques son muy raros cuando está en ese ejercicio, y si los hay nunca lo han hecho caer. Una vez efectuados esos viajes o ejercicios a caballo, a veces largos, se ob- servaba que los ataques venían con más frecuen- cia, a causa sin duda de la acumulación de endo- toxinas producidas por fatiga. A fines del año de 1912 un médico creyó opor- 50 tuna una intervención en el oído, pensando talvez en un vértigo de Meniére, pero los ataques no fue- ron en nada modificados por ella. En septiembre de 1913 tomó para la expulsión de la tenia que se supuso existir, un remedio sumi- nistrado por un helmintólogo ambulante que en- contró en su vía de enfermo desesperado. Se dice que la tenia fue expulsada, y en Panamá, donde es- tuvo en septiembre de 1914, se le administró timol para expulsar los gusanos intestinales que hubiesen podido quedar. Los ataques siguiéronlo mismo aunque el enfermo se restableció algo du- rante el viaje, habiendo mejorado su apetito como nunca, según él mismo lo manifiesta. Este enfermo ha abusado de la medicación bro- murada y presenta el eolor terroso de la cara, la- tido» cardíacos débiles y acelerados propios del bromismo. Uno de los médicos que lo asistieron le suministró nuez vómica, y logró con ello, duran- te algún tiempo, una notable mejoría. El día 9 de diciembre conocimos al enfermo y nos encargamos de dirigir su tratamiento. Exa- minado detenidamente y teniendo en cuenta su his- toria y el sello hereditario que tenía, hicimos en primer lugar, examinar y arreglar la boca par un dentista competente, quien extrajo.dos muelas in- feriores y simétricas con exostósis marcadas en si- tios simétricos. Procedimos así, no en la idea de que aquellas exostosis fuesen la única causa de los ataques, sino en el interés que teníamos de elimi- nar toda causa de irritación que pudiera contri- buir siquiera en algo en la fisiología mórbida de ellos. El día 11 de diciembre le pusimos una inyección de un centigramo de esto vaina en solución salina después de dejar salir el equivalente de líquidocéfa- lo-raquídeo. Se produjo gran cefalalgia, pero todo pasó pronto. El enfermo ha sido sometido al régimen que da- mos a conocer en otra parte de este trabajo. La modificación de los ataques después de esta 51 primera inyección ha sido poco marcada pues ape- nas se han alejado algo conservando siempre el mismo carácter. Reconociendo en este enfermo un $rado marcado de anemia, resolvimos poner unas inyecciones de metilo rsis ato disódico como medicación adyu- vante. Además, como todo nos ha hecho pensar en el vicio del onanismo, lo hemos hecho vigilar de manera especial, no soló para confirmar nuestras sospechas como para separar de la patogenia de estos ataques este factor tan funesto. En estos días hiio un viaje a caballo y poco después tuvo una serie de ataques sin dejar ningu- na tregua para que la conciencia apareciera. Este estado de mal epiléptico causó alarma a la familia en donde se hospedaba, pues se •mostró rebelde a las aplicaciones que se le hicieron. Todo acabó con un ataque fuerte de gran mal, después del cual vino el vómito y el sopor. Ya en esta ocasión se atribuyó a una ligera indigestión este estado de mal, lo cual fue confirmado al observar que se lo- gró una ligera calma después de tomar una dosis de bicarbonato de soda. El día 17 de diciembre resolvimos poner una segunda inyección, pero mientras alistábamos to- do para ello le dieron cuatro o cinco ataques con- secutivos. Hicimos la punción y dejamos salir unas treinta gotas de líquido, y ya íbamos a po- ner la solución de estovaína cuando un ataque nos obligó a interrumpir nuestra aplicación. Así, pués, solo pudimos contar con la descompresión producida, debiendo advertir que la cefalalgia siem- pre se produjo. Desde este día l®s ataque», aunque apenas se han modificado en su frecuencia, sí lo han «ido en su intensidad y en su carácter, pués según el mis- mo enfermo hay algo de aura (enfriamiento de los pies), lo cual, como ya hemos dicho, no existía antes. Permitimos a nuestro enfermo un viaje el día 31 de diciembre a ver su familia, y aunque le acón- 52 sejamos dos o tres jornadas él lo hizo en una sola, llegando a su destino el mismo día (unas doce le- guas). Aunque eran de esperarse frecuentes ata- ques después de esta gran fatiga, como en otras ocasiones análogas, estos no presentaron hasta el día 4 de enero, es decir, cuatro dias después. El día ó fue otro día de estado de mal epiléptico, pero en esta ocasión si se vio claramente que los trastor- nos gástricos actuaron como causa determinante. Ese dia el enfermo habia comido demasiado, oca- sionándose algo de indigestión, y en esta vez, como en otras, se recurrió, con buen éxio. al favo- rito y fiel bicarbonato. El dia 9 volvió muestro enfermo al lugar de nues- tra residencia y el 10 tuvo dos ataques. El dia 11 resolvimos poner otra inyección de estovaina (la segunda inyección propiamente), pero notando una lengua saburral, aliento fétido y subictericia conjuntiva! creimos mejor darle un purgante sali- no, éEeual fue tomado por la tarde, aunque lográn- dose poco efecto. El dia 12 los ataques fueron algo frecuentes. El enfermo tomó por su cuenta una dosis de bicarbo- nato de soda que lo calmó algo, y por la tarde resolvió montar a caballo y dar un paseo, durante el cual no ocurrió ñaua, sintiéndose el enfermo me- jor después. El 13, en asocio de los notables prác- ticos doctores Julio E. Vargas y Francisco h. Po- rras, pusimos doscientos cincuenta gramos de suero fisiológico bajo la piel, y a las tres horas, más o menos, hicimos la punción lumbar. Encon- tramos una gran presión, pues el líquido céfalo-ra- quídeo salía en chorros al principio y después en gotas; inyectamos mi centímetro cúbico de solución acuosa de estovaina (un centigramo). La cefalale gia ha sido muy fuerte pero la fiebre muy poca, iniciándose por la tarde el cuadro de una gran infección intestinal, y a pesar de todo ello los ata- ques fueron poco distanciados. Dosis fracciona- das de calomel y jalapa, irrigaciones intestinales 53 y dieta adecuada mejoraron pronto la condición del enfermo. Las vías digestivas han mejorado notablemen- te y los ataques ligeros de convulsiones volvieron el 23 de enero, pero bastante distanciados, siempre con aura y sin dejar ningún rastro como antes. El factor onanismo está aún en nuestro espí- ritu aunque carecemos de evidente comprobación. La familia está interesada en corregir este estado de cosas que por lo demás se sabe "depende del estado cerebral propio del epiléptico" (Lasegue), creándose así una cadena mórbida de causa y efec- to, entre la epilepsia o el onanismo, cuyos eslabo- nes es necesario destiuír. Teniendo presente estos hechos hemos resuelto hacer volver al enfermo al lado de los suyos para poner allá la tercera inyección y hacer que el ré- gimen sea seguido más estrictamente. El día 4 de febrero pusimos quince miligramos de esto- vaína en solución acuosa [dos centímetros cúbi- cos] después de dejar salir sesenta gotas de líqui- do. Esta inyección fue puesta en el decúbitus lateral y exigimos al enfermo se mantuviera acos- tado por algunas horas. La cefalalgia y la fie- bre siempre vinieron, pero mucho menos intensas y de menor duración que en ocasiones anteriores. Insistimos con la familia en la necesidad que había de atender a lo siguiente: 1). Regularizar las comidas en número de cuatro diarias y poco copiosas, siguiendo el régimen indicado por nosotros a fin de evitar la influencia manifiestamente funesta de los desór- denes gastrointestinales producidos por la gloto- nería de nuestro enfermo. 2). Vigilar de cerca el enfermo respecto del terrible factor del onanismo y, caso de compro- barlo, tratar de eliminarlo. 3). Buscar al enfermo alguna ocupación útil y distraída y lecturas ligeras. 4). Comenzar la medicación arsénicobromu- rada graduada: 54 Bromuro de potasio 100 gramos. A rseniato de soda 0,15 centgr. Agua 1 litro. M. y R. Uso indicado. Tomar dos cucharadas por cinco días aumen- tando una cada cinco días hasta llegar a cinco cucharadas diarias por cinco días. Disminuir des- pués de una cucharada cada cinco días hasta las dos y así en seguida de dos a cinco y de cinco a dos. 5). Finalmente ayudar a la medicación mei - cionada con las inyecciones de suero dieron si- guiendo las indicaciones que a este respecto hace- mos con motivo de la observación VI. Los consejos dados a este enfermo, después de que nos convencimos de la existencia del factor onanismo, y el hecho de haberlo colocado en con- diciones en que la satisfacción moderada de su or- gasmo genital no encontrase obstáculos, han da- do por resultado que, una vez suspendida la fu- nesta influencia de aquel factor, los ataques se ha- yan alejado. Ha habido, en efecto, treguas de diez y doce días sin paroxismos y como el enfermo inferno está ya, convencido de la marcada influen- cia de los factores causales señalados en su histo- ria clínica, él contribuirá sin duda al éxito del tra- tamiento. Hemos vuelto a ver este enfermo al día siguien- te de un viaje de doce leguas y tocónos en suerte ver un ataque igual a lo» que ía familia dice le dan últimamente en estos días en que se ha acentuado la mejoría. Sentado el enfermo en nuestra oficina con el asiento apoyado solamente en los largueros de a tras: sin arrecostarse a nada, y por tanto obli- gado a atender a ese equilibrio algo instable, le vi- mos una ligera tremulación, algo como el escalo- frío que nos produce una brisa helada, o el despe- luznamiento que se ocasiona al tomar una bebida desagradable. Tan poco perceptible es este peque- ño temblor que requiere cierta atención para no- tarlo, pues a pesar de ello ni la posición instable 55 del asiento es modificada. Mas la mejoría no sólo se ha manifestado en la atenuación de los ataques, que quedan por lo dicho reducidos a su mínimun, sino por la acalmia cada vez más y más larga (ocho y doce días), y sobre todo por el notable he- cho de qúe la conciencia no se pierde, indicándose de esa manera que la excitación de los centros mo- tores corticales [sitio del clonismo] no alcanza ya a influenciar la zona psíquica . Tenemos, en resú- men, un ataque de epilepsia sin inconsciencia, cons- tituido, puede decirse sólo por una aura fugaz. En esta situación favorable hemos' aconcejado al enfermo otra inyección, prometiéndonos que dará un resultado bastante satisfactorio por haber ya variado las condiciones mórbidas, solucionan- do este caso tan lleno de luchas terapéuticas hacia un triunfo más de la medicación. NOTAS.-Este caso da lugar a las siguientes observaciones: 1). Entre los antecedentes hereditarios tene- mos las enfermedades del padre y entre los per- sonales el acceso de paludismo pernicioso presen- tado a la edad de un año. De esta manera se creó, sin duda, el terreno epiléptico para que cual- quier causa, aun ligera, provocara la crisis. "La frecuencia de la epilepsia en niños, nos dice Yeo, que han sufrido de fiebre específica parece mostrar un efecto especial de las toxinas desarrolladas sobre el sistema nervioso y establecer así el hábito epiléptico." Los accidentes. convulsivos que tuvo algún tiempo después del paludismo y atribuidos a ver- mes intestinales fueron probablemente ya mani- festaciones déla enfermedad. "Las convulsiones de la infancia, nos dice Whitla, que siguen a las enfermedades febriles agudas y que sen atribuidas a vermes intestinales, dentición ú otra causa re- fleja no deben separarse de la epilepsia idiopática sino en el caso de que esas convulsiones no vuelvan una vez desaparecida la causa; cuando siguen manifestándose deben ser consideradas como per- 56 fenecientes a aquella enfermedad." "Las convul- siones de los niños, escribe M. Lannois, que repi- ten con frecuencia. deben hacer pensar en la epi- lepsia, no siendo raro encontrar en los conmemo- rativos de los epilépticos convulsiones de la pri- mera infancia (pie han acompañado sin duda a la producción en el encéfalo de las lesiones causales." 2) Llega después un sarampión a llevar una nueva provisión de toxinas a las células nerviosas que, buenos acumuladores, la toman y aumentan su excitabilidad. Vinieron, en efecto, entonces los alaques de pequeño mal que se instalaron por completo aumentando después de frecuencia Se agrega finalmente, las varias drogas y de ma- nera especial los detestables brevajes llamados "patentes" a dar el otro retoque a aquel cerebro de epiléptico ya constituido. Los ataques en ese entonces variaron y sobrevinieron los de convul- ciones clónicas. \ 3). Llama la atención el hecho de que durante la equitación los ataques son raros^ Tal vez esto sea debido a una acción inhibitoria producida por el proceso psíquico de la atención que actúa en ese caso como freno' sobre las células excitadas. Strumpel nos habla de un epiléptico con accesos frecuentes en quien los ejercicios fatigantes, (-orno ascenciones en montañas, suprimían esos accesos completamente. Para explicar el hecho nos dice (pie la utilización de la tonicidad muscular duran- te esos ejercicios se opone a la acumulación de esas fuerzas en el estado potencial que finalmente lle- gan a crisis epilépticas. Después de] ejercicio, la fatiga, produciendo naturalmente endotóxinas que le son propias, aumenta (4 número de ataques llegando a producir a veces el status epilépticas. 4). La historia posterior de este caso prueba <pie los desórdenes gastrointestinales figuran co- mo gran factor en la producción de los ataques y y especialmente el estado de mal epiléptico que ha sufrido con alguna frecuencia. Es posible que 57 la nuez vómica tomada en una ocasión produjo buen efecto corrigiendo algo éstos desórdenes di- gestivos. Por lo demás, sabemos que "los estríe- nlos son útiles en los epilépticos anémicos con signos de gran gasto nervioso y sobre todo en los atacados de pequeño muí"1 (Bartholow). Estas influencias de los desórdenes gastrointestinales han sido bien estudiadas por A. Robín, quien los ha visto preceder a los ataque», observando la suspensión de éstos con la. mejoría de aquéllos. "Bajo la influencia casi siempre posible de deter- minar (desórdenes digestivos, onanismo, excesos alcohólicos, fatigas, etc.),se producen las crisis sub- intrantes que constituyen el estado de mal epi- léptico, estado siempre grave que se termina a veces con la muerte (cerca de 50%)'' (Pitres). 5). Dirigiendo principalmente nuestra tera- péutica hacia la corrección de las funciones hepá ticas y gastro-intestinalesy tratando de restablecer está organización gastada, hay esperanzas funda- das de obtener bastante beneficio. Hoy por hoy, po- ca es la mejoría obtenida, pudiendo sólo notar los hechos que indican un ligero cambio favorable, a saber: la aparición del aura (pie comienza a exis- tirán los ataques, el soportar bien la fatiga pro- ducida por viajes largos, y finalmente, la pora in- fluencia que ya tienen los desórdenes gast o in- testinales. 6). A causa, sin duda, de una buena alimen- tación, de una vida llevada, con comodidades rela- tivas y de cierto grado de cultura recibido por el enfermo, no se ha p r o d u c i d o el dete- rioro mental observado en otros de nuestros enfermos. En cuanto a pronóstico debemos re- cordar que su epilepsia se instaló, según su histo- ria clínica, antes de los diez años y que para Whitla "la curación completa es rara cuando la enfermedad comienza en la primera década de la vida." 7] Finalmente diremos que en nuestro joven, enfermo la hiperexcitabilidad ha existido, sobre to- 58 do en la zona sensoria y psíquica al principio [épo- ca de las ausencias], para extenderse más tarde en los centros motrices corticales [época en que a agregaron las convulsiones clónicas], sitio en que según los observadores, se produce el clonismo. Los ataques de gran mal, en que el perío- do del tonus marca el principio del paroxismo, in- dica ya la irritación extendida a los centros sub- corticales. En resumen, quedan hoy solamente en nuestro enfermo ataques bien distanciados y lige- ros de pequeño mal, siempre con aura, clonismo pasajero y sin dejar ningún fenómeno postparoxis- tico. 8]. La existencia del onanismo, que por des- gracia hemos llegado a comprobar, domina este caso y hace que toda terapéutica se anule ante tan funesto factor. Este factor, como se \erá, fue su- primido después. Nos ha sid® dado tratar mas este enfermo y así referimos su historia clínica ulterior.-El bene- ficio obtenido le hizo buscar otra vez nuestros consejos, pues bien comprendía que si el trata- miento había suspendido las grandes crisis de que antes era víctima, su continuación haría proba- blemente desaparecer las pequeñas que le que- daban. Volvió pues a nuestro cuidado después de un año de la primera asistencia, informándonos que durante ese tiempo los ataques siguieron siempre reducidos a la ligera tremulación que le dejamos. Estas pequeñas crisis eran a veces 4 o 5 diarias pero quedaban siempre en aquel grado mínimo, sumamente rápidas y sin pérdida de la conciencia. El enfermo ha confirmado la observación antes hecha de la gran influencia de los trastornos diges- tivos, aun ligeros, en la génesis de sus ataques, pero nos dice que por malo que fuese ese estado no llegaba a gran mal, como sucedía antes, lo cual prueba mayor estabilidad de los centros. Llegado a nuestro lado le pusimos unas in- 59 yecciones de suero Cheron como medicación di- namogénica. Como al examinar las orinas en- contramos gran indicanuria, insistimos en mejo- rar el estado digestivo dando una alimentación vegetal, y prescribiendo el uso de los fermentos lácticos [paralactina de Byla] para corregir las fermentaciones intestinales. Con ese tratamiento se vió sostener y au- mentar la mejoría pues las pequeñas crisis se distanciaban y el estado mental del enfermo se despejaba mas y mas. La época de grandes ca- lores hizo ver la influencia que ejercía la tempera- tura ambiente sobre la frecuencia de los ataques, y esto fué confirmado por la anotación de la hora de los ataques, observándose que, en las horas de mas calor, los ataques se presentaban mientras se ausentaban en las horas frescas. Después de 6 meses mas de tratamiento, en que este enfermo ha seguido las indicaciones señaladas por los factores causantes de sus pa- roxismos y con una medicación tónica sostenida, damos por terminada esta observación que con- tamos como éxito completo. En efecto, las pe- queñas crisis aparecen limitadas a 1 ó 2 al día, con acalmias de 12, 15 o 20 días sin equivalentes epilépticos alguno y hoy, Noviembre de 1916, tiene ya una acalmia completa de 45 días. Las peque- ñas crisis quedan hoy reducidas a una tremula- ción apenas perceptible, pues los movimientos, li- mitados a las manos, son lentos y reducidos a 4 o 6 oscilaciones, sin pérdida de conciencia y en la cual la pérdida de la visión dura lo que dura en un pestañeo, según se expresa el mismo enfermo. Este enfermo que consideramos hoy curado, te- niendo en cuenta lo dicho y habida consideración del abandono de la medicación bromurada, nos permite insistir una vez mas sobre la gran im- portancia de coadyuvar la raqui-sedación con otros medios higiénicos y terapéuticos sacados del estudio atento de los factores causales. Finalmente, podemos decir que este caso ha 60 llegado sobretodo a un feliz término por la gran decisión del enfermo para atender nuestras in- dicaciones. VI Señorita M., de X. de veinticinco años de edad. Sus padres gozaron de buena salud y su'infancia no ofrece nada especial digno de mención. Casi a los dieciseis años se presentó el flujo eatamenial, el cual quedó desde entonces fisiológicamente bien es- tablecido. Hace unos seis años sufrió de lo denomi- nado opresión, acompañado de angustia precordial y hace cuatro sufrió de desordene» gastro intestina- les, instalándose desde entonces accidentes dispépti- cos y terribles jaquecas.. Poco después de estos acci- dentes gastro-intestinales se presentó lo que la fa- milia denominó "mareos," consistentes en quela en- ferma, estando tranquila, fija la mirada y palidece fuertemente, con movimientos en los músculos de los brazos,como convulsiones clónicas ligeras y dé- biles. semejantes al sobresalto de los tendones que que se observa en los ataxo-adinámicos. Durante estos "mareos" la enferma pierde por completo la conciencia, pero después de un corto intervalo to- do vuelve a lo normal y queda bien como antes. Estos ataques, de seis a ocho diarios por tres y cuatro días, se suspendían por semanas o meses, llegando en una ocasión hasta seis meses. Es de advertir que hasta entonces estos accidentes no guardaban ninguna relación con la menstruación, la cual se presentaba siempre con sus caracteres fisiológicos. Hace ocho meses la menstruación cambió en sus caracteres por completo, produciendo durante el primer día dolor en el hipogastrio, durando más tiempo que antes, aunque siempre con regularidad en su vuelta, pero dejando fuerte prurito por mu- chos días después. Goexistente con este cambio en la función menstrual acaeció uno en los ataques que, aunque revestían igual carácter, se hicieron más fuertes y prolongados. Además, la enferma ha notado desde entonces que la frecuencia es ma- 61 yor en las épocas menstruales, especialmente en los días que siguen cuando el prurito se encuentra en su máximum En estas circunstancias la enferma hizo un viaje a caballo, pero antes de llegar al lu- gar de su destino le dio un ataque fuerte que la hizo caer, pero sin sufrir ningún golpe. La enferma ha tomado mucho los., bromuros de manera irregular así como algunas medicinas de patente, atribuyendo un gran éxito entre estas últimas a unas grajeas que el autor dice con- tener bromuro, arsénico y picrotoxina. Vimos a esta enferma, a mediados de diciembre y la aconsejamos el régimen que ya hemos indicado en otra parte, haciéndole algunas indicaciones pa- ra mejor observar su enfermedad. Sus ataques siempre han sido de pequeño nial con las convulsiones clónicas mencionadas, con inconsciencia completa y sin aura, quedando des- pués de algunos de ellos ligera cefalalgia y sopor que la obliga a acostarse. Nuestra enferma es educada, inteligente y de conversación agradable, revelando poco deterioro en su mentalidad. El día 9 de enero pusimos la primera inyección de un centigramo de estovaína después de dejar salir cuarenta gotas de líquido céfalo-raquídeo e inyectando un centímetro cúbico dé la solución acuosa. Una hora después sobrevino un ataque y por la noche otro, quedando una fuerte cefalalgia pero sin ninguna reacción febril. Hasta el día 22 no ha habido ataques, pero habiendo asistido a una función de cinematógrafo en que se exhibía una cinta bastante emocionante y larga volvió a su casa muy fatigada y al ama- necer del día 23 tuvo un ataque, del cual no se apercibió. Hemos comenzado en esta enferma una medicación afsénico-bromuiada sistemática para atenuar la influencia del período menstrual, que ya se aproximaba. Esta medicación arsénico-bromu- rada la hemos dado a conocer con ocasión de nuestro enfermo déla observación V. El día 28 de enero pusimos dos centigramos 62 de estovaína en dos centímetros cúbicos de agua estéril después de retirar ochenta gotas de líquido céfalo-raquídeo Inmediatamente después se pre- sentó ligero adormecimiento en los miembros infe- riores que pasó pronto, y algunas horas más tarde gran cefalalgia y fiebre elévala [40o], Al día si- guiente nuestra enferma se muestra muy dema- crada, con cefalalgia intensa y sensación de ten- sión en los oídos. Debemos advertir que esta vez pusimos la inyección en decúbito lateral [posi- sición en gatillo], pues esperábamos así evitar o disminuir la cefalalgia que, sin embargo, como se ha visto, se mostró muy intensa. La patogenia de esta cefalalgia no está aún bien elucidada y es de esperarse que nuestros prácticos con sus observa- ciones posteriores bien llevadas nos la hagan co- nocer mejor. Hasta el día 20 de febrero no se ha observado ningún ataque a pesar de haber pasado la mens- truación. Teniendo en cuenta lo mal que nuestra enferma soporta las inyecciones de estovaína he- mos resuelto sostener, por algún tiempo al menos, la medicación arsénico-bromurada asociada a las inyecciones de suero Cheron cuya composición es la siguiente: L osfato de soda Sulfato de soda Cloruro de sodio Acido fénico puro aa 1 gram. Agua esterilizada 100 grain. M. y R. Solución. Se pondrán de esta solución dos o tres centí- metros diarios, aumentando para llegar a seis, ocho o diez centímetros cúbicos a medida que el enfermo lo soporte. "Estas inyecciones serían, nos dice M. de Fleu- ry, un ayudante valioso de la medicación bromu- rada, no porque tengan acción específica sobre al- guno de los elementos de la enfermedad sino por- que ejercen una acción dinomogénica que vuelve al enfermo más apto para resistir a las influencias 63 nocivas a que entá sometido por el hecho de la enfermedad y por los bromuros." Además de esta medicación sistemáticamente seguida hemos aconsejado agregar, a fin de aten- der al factor manifiesto de la menstruación lo si- guiente: 1]. Atender al funcionamiento de los intesti- nos de manera especial los días antes de la mens- truación. 2]. Por las noches, dos o tres días antes de la supuesta fecha, usar pediluvios sinapizados o bien sinapismo en las partes supero internas de los muslos. 3]. Tomar dos o tres cucharaditas desde ocho días antes de la menstruación y durante las comidas, de la siguiente poción: Extracto fluido de Hy- drastides canaden- sis Extracto fluido de Vi- burnium plunifo- lium Extracto fluido de Pi- sidia erytrhina aa 10 gram. Elixir de Garúa 100 gram. M. y R. Poción. 4). Observar durante dichos días un gran re- poso. 5). Locionar los órganos genitales externos con la siguiente loción: Hidrato de coral 10 gramos Agua 100 gramos Esta loción atiende al prurito que acompaña y sigue a la mestruación y al cual la misma enfer- ma concede cierta influencia en los paroxismos. A pesar de no haberse cumplido completamen- te este tratamiento, pues se dejó de tomar la po- ción indicada, la enferma ha tenido dos ligeros pa- 64 roxismos en los días que siguieron a la época ca- tamenial. Hoy, día 10 de marzo, cortamos esta observa- ción, esperando seguirla más tarde por ser de suyo interesante darla a conocer a nuestros lectores. NOTAS.-Aunque hace poco comenzamos a tratar esta enferma, puede, sin embargo, llamarse la atención sobre las siguientes particularidades: 1]. Desde luego no cabe duda que la vida menstrual de nuestra enferma fue tardía en esta- blecerse, pues bien sabemos que en nuestros cli- mas ardientes se establece a los trece y a veces a los doce años. Esta observación debe ser he< ha a pesar de que la menstruación haya seguido un cur- so bastante fisiológico en el principio. 2). Entre los conmemora ti vos figuran auto-in- toxicaciones antes de las crisis, pues durante al- gún tiempo se presentaron desórdenes gastrointes- tinales. 3). Pero lo que caracteriza el caso y autoriza calificarlo de forma menstrual de la epilepsia es la correlación de los cambios de los ataques, pues es- tos han sido, sin duda, influenciados por aquellos. ' Generalmente, nos dice Whitla, durante la mens- truación el número de los ataques aumenta o bien s )lo aparecen en esta época para desaparecer en ocasiones con la preñez.'' Procurar volver a lo normal esa función menstrual debe ser el objetivo principal del tra- tamiento, quedando las inyecciones como medio poderoso para dar descanso a los centros exci- tados, 4) La epilepsia en esta enferma ha sido tar- día en su aparición [a los 21 años] y sus células nerviosas fueron sorprendidas ya en estado adul- to y desarrolladas, y esto, agregado a una vida, tranquila, sin privaciones, hizo que se conservara una buena suma de mentalidad y que el deterioro propio de ella se redujera a su minimun. Estas mismas circunstancias hacen el pronóstico algo favorable, pues "cuando la epilepsia comienza 65 entre los 15 y los 20 años [nuestra enferma tenía 21] se tiene una curación en el tercio de los casos." [Whitla]. VII B. O. de N. de 8 años de edad, cuyos pa- dres y hermanos han gozado de buena salud. Su infancia, que al principio había trascurrido sin accidente patológico digno de mención, fué turbada a la edad de 3 añosí; por ataques de opre- siones" (¿asma?) que fueron frecuentes al princi- pio, alejados después y hoy raros y distancia- dos. Los paroxismos nerviosos actuales apa- recieron a la edad de 5 años y nos -dice la madre habm tenido siempre el carácter que con- servan hoy. Los médicos que la vieron supusieron que esos ataques fuesen debidos a vermes intestina- les y le dieron vermífugos, con los, cuales expulsó hasta 14 docenas [I] de ascárides, pero sin que esto modificara en nada los ataques. La frecuencia de los parajismos es mayor por la mañana y a veces nona podido levantarse por ser subintrantes [15 a 20 en ía mañana]. Los ataques son mas raros en el resto del día y en la noche, pero siempre se ha notado, de manera general, al menos, que los ataques to man la forma de gran mal con predominancia de la faz del tonus en la mañana a juzgar por uno que presenciamos, y los que vienen en el resto del día., de paqueño mal consistentes en llanto, contracciones clónicas generalizadas. Tanto cu el gran mal como en el pequeño, las convulsiones clónicas de los músculos de la cara se pronuncie n mas del lado izquierdo en el orbicular [guiñada del ojo] y en los zigomáticos [tirada de la comi- sura de la boca] mientras que en las piernas esos movimientos de temblor son más marcados del lado derecho. Esa predominancia del clonis- ino del lado izquierdo en la cara y derecho en las piernas, es causa de que la paresia post-paro- xística sea más marcada y más persistente en 66 esas mismas partes, sitio del predominio. De ahí cierta ¿simetría facial que dá a la mitad derecha mas animación y fuego de la fisonomía. El aura, aunque rápida para no evitar la caida, existe en nuestra enfermita, y consiste en oscurecimiento de la vista, «una nublada de loa ojos» según ella misma se expresa. Est i auia un poco más marcada seguida de lian lo o sollozos entrecortados y ligero temblor consttuyín 1 pequeño mui en nuestra enferma, quien pierde siempre la conciencia en sus paroxismos. En el gran mal se agrega y predomina el tonismo que viene a dominar y a caracterizar entonces la es- cena mórbida. Ha tomado esta niña mucho bromuro dado como siempre a los enfermos sin método y sin consultar el aspecto clínico del caso, y como siempre, también, sin resultado alguno, salvo el aumento del descrédito de la vieja medicación clásica. No hemos encontrado en nuestra enferma lesión craneana visible ni nada de traumatismos en su historia anterior a la aparición de los ataques, mas examinada detenidamente se obser- va además de la asimetría facial mencionada antes, siempre más marcada después de los pa- roxismos, algunas cicatrices consecutivas a he- ridas habidas por caídas en los ataques de gran mal. Apenas conocimos la enferma ordenámos la administración de un vermífugo, pues la historia patológica del caso hacia pensar que aquel intes- tino toleraba bastante la presencia de vermes. Nada obtuvimos a este lespecto y resolvimos llevar acabo el método de tratamiento por la raquiestovainización. El día 4 de Marzo pusimos con alguna difi- cultad, por los movimientos de la enferma, 0,01 centigramo de estovaína en un C. C. de solusión acuosa, dejando escapar 40 gotas de líquido cé- 67 falo-raquídeo por encontrar una regular presión Ño ha habido fiebre ni cefalalgia y los ata- ques siguieron aunque mucho menos frecuentes [2 o 4 diarios] dejando días sin ellos. La enfer- ma ha observado que la paresia y cefalalgia post- paroxistica es mucho menor y así se prestó mas voluntaria a la segunda inyección que le pusimos el día 12 de Marzo. Como encontrásemos un goteo bastante lento, dejamos apenas salir doce gotas, e inyectamos un 0,01 centigramo de esto- vaína en un C. C. de agua. Casi inmediata- mente la enferma sintió paresia e insensibilidad en las piernas, como se sabe sucede a veces en raquiestovainización. Todo pa^ó a los poco» mi- nutos y nuestra enferma no ha tenido ni cefalalgia ni otra reacción. El día 14 de Marzo tuvo dos ataques de pequeño mal y hasta el 22 había ha- bido ausencia completa de los paroxismos, cuando en la noche de ese día se puso a oir atentamente cuentos fantásticos llenos de episodios terroríficos que una amiguita refería a un círculo infantil. Toda nerviosa, nos dice la madre, se acostó y esa misma noche tuvo un ataque de gran mal, el cual se repitió el día 23 y 24 de Marzo y el cual nos tocó presenciar cuando tomábamos da- tos de la madre. El 25 repetimos la inyección y recordando la poca presión del líquido en la vez anterior, preparó mos por separado una je- ringuilla con la estovaína estéril. Encontramos, en efecto, una presión del líquido, menor que en la segunda inyección y así adaptamos la jerin- guilla con la estovaína y absorbiendo el líquido lentamente disolvimos la sustancia, reinyectando en seguida. La cefalalgia se presentó, aunque de pequeña intensidad y de poca duración. Loe tres días siguientes ha habido paroxismo de pe- queño mal en la mañana, pero ninguno en el res- to del día; mas el día 10 de Abnl, fecha en la cual completaba 12 días sin ataques, tuvo dos, uno de pequeño mal y otro de gran mal. Desde el día 11 no ha habido ataques y ello apesar 68 de haber tenido fuerte acceso de asma en los días 14 y 15. Debemos advertir que hasta hoy no hemos ins- tituido ningún tratamiento bromurado. El día 22 hemos visto otra vez la enferma y notamos que la asimetría casi se ha borrado no pudiéndose trazar ya nada de paresia de los mús- culos faciales ni de los de la pierna derecha. Es- to hecho nos hace pensar que la lesión que causa ese predominio de las convulsiones y paresia post-paroxística correspondiente, no es una le- sión fija, anatómica, sino una lesión probable- mente vascular. Cuando dejamos esta enferma el día Io. de Mayo contaba ya 20 días sin paroxismos y asi la confiarnos al tratamiento a rsénico-b rom arado apropiado a su edad. La carta que nos trajo la última información (Julio 5 ) nos hace ver que ese período d» acalmia había llegado a casi 3 meses. Hemos dado el consejo, si el ac- ceso vuelve, de seguir las raquiestovainizaciones con dosis máximas esta vez, pues se puede asimi- lar el caso a una epilepsia de largas acalmias. NOTAS.-Este caso clínico dá lugar a las si- guientes observaciones: 1). Sin ninguna tara hereditaria que incriminar pues la salud de los progenitores es buena; con una infancia, libre de inacciones pro- pias de la edad, esta epilepsia puede muy bién considerarse como esencial o idiopatica, sin que se vea de manera manifiesta los factores eficientes que hicieron ese cerebro epiléptico, salvo que se quiera a t r i b u í r al asma que sufrió desde Tos 3 años alguna influencia en esa génesis o bien a las toxinas secretadas por los vermes que en tan gmñ cantidad el intestino albergaba, y las cua- les absorbidas por. éste pudieron impresionar las células nerviosas. Mas son ¿atas meras supósi- siones que solo el deseo de aclarar la patogenia de un caso pueden justificar. 2). No menos , explicable es la pred© 69 minancia del clonismo del lado izquierdo de la cara y derecho de la pierna, a no ser (pie por golpes sufridos en las cuidas o por otra causa, se admita cierta lesión vascular o vasomotora, algo como un eretismo congestivo en loa vasos que irrigan la región bulbo-protuberencial a la altura del núcleo del facial, para asi dar lugar durante el ataque a ese elonismo cruzado qué recuerda el sindroma cruzado propios de las le- siones de dicha región. La favorable influencia del tratamiento sobre el fenómeno prueba bien nuestro aserto sobre la naturaleza de él. 3). La existencia del tonus como ele- mento mareado en el ataque del gran mal sola- mente nos prueba que la célula de los centros motores corticales son las mas afectadas y que solo cuando la excitación es fuerte es cuando los centros sub-corticales (centro del tonismo) vie- nen a entrar em juego, 4). En este cuso como en otros se ob- serva que la presión del líquido céfalo-raquídeo disminuye a medida (pie se acentúa la mejoría. También se ve el interés que hay para que la presión que queda después de la inyección sea la más normal posible. 5). l o acaecido el día 22 de Marzo prue- ba una vez mas la funesta influencia, de las fuertes impresiones y la importancia que hay en el trata- miento de la epilepsia de evitar las emociones y eso especialmente en los casos infantiles, pues el cerebro aun en equilibrio estable se encuentra dispuesto a ser influenciado por las sensaciones que le llegan. Van apenas 3 inyecciones y ya se halla este caso en via de curación. Ha habido, en efecto, una suspensión de 12 días y hoy 1 °. de Mayo día que dejamos la enferma otra de 20 días durante los cuales no ha tenido ni la mas ligera mani- festación de pequeño mal. Pero lo mas notable es que--esa suspensión no ha sido interrumpida por el fuerte acceso de asma que sobrevino el día 70 14, el cual, como puede suponerse, siempre fué fuente de endoxinas que debieron impresionar las células nerviosas. La suspensión de ataques de de gran mal ha llegado últimamente casi a 3 meses, lo cual justifica el consejo de insistir con las inyecciones de estovaína. VIH E. P. de 16 de años de edad; su padre es al- coholizado desde hace tiempo y sifilítico: y su ma- dre tuvo a la edad de 13 años una fuerte y grave fiebre perniciosa. A la edad de 2 años sufrió de una tenaz erupción impetiginosa del cuero cabelludo y a la de 3 tuvo alta fiebre acompañada de convul- siones que fueron como siempre, atribuidas a vermes intestinales y para los cueles le adminis- traron los vermífugos del caso, mas sin resultado alguno. La salud siguió bien hasta los 12 años época en que comenzaron los paroxismos y desde en- tonces con modificaciones mas y mas graves y con frecuencia siempre en aumento han llegado en la actualidad a ser subintrantes en ocasiones. El primer paroxismo tuvo lugar en la escuela y consistió lo mismo que los demas que le dieron en ese entonces, en un susto ocasionado por algo que veía y le causaba terror y lo cual para no verlo fa enferma se tapaba la cara. Todo pasaba sin de- jar cefalalgia ni parexia, pero sí algo de sueño que la llevaba a la cama. Retirada de la escuela por esta causa se vie- ron los paroxismos aumentar aunque se conta- ban todavía dos o tres días de acalmia durante la cual la enferma se despejaba algo y podía leer o coser. Hace años que los paroxismos han cam- biado de carácter mostrándose a veces en forma ligera y en otras fuertes como de gran mal. Mien- tras el terror figuraba como una aura durante la cual buscaba amparo, los últimos ataques se pre- sentan sin ella y como fulminada, cae al «uelo e» convulsiones de gran mal, perdiendo siempre la 71 conciencia y quedando en una relajación completa. Le dan de estos paroxismos 4, 5 o 6 diarios y ha habido días en que son completamente subin- trantes, sobre todo en la mañana. La menstrua- ción no se ha establecido aun en esta niña. La inteligencia se encuentra bastante depri- mida quedando apenas restos de memoria que según nos informan los autores, es la primera en debilitarse. Esta insuficiencia o déficit en el desarrollo intelectual corresponde al desarrollo intelectualqueexiste a los 9 ó 10 años. Es eviden- te que en este caso el estado de amencia ha sido adquirido y producido por la epilepsia desarro- llada a la edad de 12 años. Se presenta esta enferma con la mirada fija, una fisonomía sin movilidad en sus rasgos, mostrando una suma indiferencia a todo y correspondiendo de esa ma- nera a la forma demencia!. Se trata por tanto de una demencia en la cual, como dice Esquirol, el individuo ha perdido los dones que poseía, un rico llegado a ser pobre, a diferencia de la idiotez en que siempre ha estado en el infortunio y en la miseria. Esta falta en el desarrollo intelectual se acom- paña como es el caso ordinario de atraso en el desarrollo físico conservando los caracteres pro- pios de la niñez, pues apesar de tener ya 16 años la pubertad no ha impreso aun en este organis- mo el sello que marca esta época de la vida He la mujer. En efecto, la menstruación no ha apa- recido, y examinada detenidamente la enfermo, se observa que los caracteres sexuales primarios (órganos genitales) están bien formados, pero sin mayor desarrollo y que los secundarios se en- cuentran igualmente retrasados. La cara no tiene la proporción que ofrece en el adulto; el cuello no presenta la salida anterior que marca el desa- rrollo en la mujer; los senos no han aumentado mucho de volumen; los pelos de la axila y del pubis son escasos y finalmente el tronco conserva la forma cilindrica, pues las caderas no sufriendo 72 la ampliación que reclama la preparación ele las funciones propias del sexo, hace que la forma- ción de la cintura no tenga lugar. El pudor mis- ino. que puede considerarse como un carácter sexual secundario existente desde temprano pa- ra sal raguardiar el desgaste de funcionas . pri- mordiaks a la especie, no existe en nuestra en- ferma. Presenta esta enferma varias cicatrices en la cara y en el cuerpo ocasionadas por heridas y contusiones sufridas en las caídas. Respecto al tratamiento puede decirse que ha sido nulo, pues como siempre, el bromuro, el primero presente en el ánimo de todo consejero, ge ba dado sin regla- mentación alguna. El día 24 de Marzo de 1915 resolvimos po- ner inyección de estovaran, pero después de mu- cha lucha desistimos de hacerlo, pues la enferma no podía conservar la posición requerida. El 25. decididos ya a darle cloroformo, quisimos insistir como el día anterior y logramos al fin introducir la aguja en el espacio entre la tercera y.cuarta lumbar. Pusimos como casi siempre 0.01 cen- tigramo de estovaína en un C. C. de agua des- pués de un goteo muy lento que nos hizo suponer que fuese debido a que el bisel de la aguja que- daba intersticml en el ligamento amarillo; pero dejamos salir sin embargo 15 gotas. Dada la gravedad del cu so y apoyados en experiencia ante- rior, esperamos en efecto una fuerte presión y por tanto un lápido goteo, teniendo que explicar- nos como- queda dicho 11 lentitud del obtenido. La enferma ha sufrido de fuerte cefalalgia y fiebie alta y tuvo una será* de tres ataques fuer- tes. El 26 tuvo 5 ataques; pero el 27 y 28 nada. Esta enferma se despejó ligeramente, pero con- serva aun la indiferencia en la fisonomía. E! 29, habiendo tenido 5 ataques, resolvimos aplicar la segunda inyección, la cual fue de 0,01 centi- gramo de estovaína en un C. C. de agua des- pués de permitir la salida de 35 gotas, pues a 73 pesar de que el goteo era lento, quisimos dejaj una presión bajá. La fiebre fné ligera y la cefalalgia muy poca. Por la noche se presentó un fuerte ataque, pero siguió una suspensión de 23 días, es decir, hasta el día 21 de Abril, día en que volvió, bien que de manera atenuada. Circunstancias de recursos hi- cieron que esta enferma suspendiera el tratamiento, pero hemos sabido que los ataques fueron poco fre- cuentes por algún tiempo después, volviendo mas tarde como antes, como era de esperarse con el abandono del tratamiento. MOTAS.-He aquí algunas a propósito de es- te caso. 1) Existe una fuerte tara hereditaria en la historia de esta enferma, especialmente por el alcoholismo y sífilis del padre. El alcoholismo es en efecto, el factor que por herencia forma mas el cerebro epiléptico y Legrain llega a consignar la opinión de "padre bebedor, hijo convulsiva- mente." El 75% de los epilépticos estudiados por Martín presentan el heredo-alcoholismo. La influencia del heredo-alcoholismo, es admitida por muchos observadores. 2) La erupción impetiginosa ocasionando por lo menos fuerte derivación venosa endo- craneana, así corno la fiebre con convulsiones a los tres años, son factores que coadyuvaron a formar buen terreno para la epilepsia. 3) Los paroxismos de pequeño mal prece- dieron por algún tiempo a los de gran mal, pero ellos bastan para producir por su continuación gran deterioro en el organismo. El mismo hecho de ser los ataques súbitos, sin que el aura, que al principio existía se encuentre en los ataques actuales, prueba que la zona psíquica se había afectado ya mucho. ■4) La epilepsia, se instaló en esta niña antes de aparecer la menstruación y ha llegado a la edad de 16 años sin que aparezca, lo cual no es lo ordinario entre nosotros en que la edad de 74 11 a 13 años es la época en que se muestra aquella función. Aunque nuestros conocimientos son li- mitados respecto a la relación que existe entre la función catemenial de una parte, y el desarrollo de las neurosis de otra, si podemos observar cier- tos hechos, que muestran una relación íntima. En el caso presente no es aventurado atribuir a la epilepsia el carácter de causa del trastorno y que la distrofia ovarica manifestada por la ame- norrea, efecto al principio, ha pasado a ser causa y ha- desarrollado o al menos ha contribuido a desarrollar el infatilismo, agravando así la neuro- comicial y la demencia que presenta nuestra, en- ferma. Este círculo mórbido conocido, debe guiar al médico tratante en esta clase de enfermos. Es de observación frecuente la influencia de la menstruación, aun normal, sóbrela mentalidad, no- tándose desde el aumento del poder intelectual o exceso de susceptibilidad,hasta la depresión del áni- mo o lentitud en la concepción de ideas. Y en un gra- do mayor se ha visto durante esa época, neuralgias, jaqueca, correa y ataques epilépticos que apare- cen entonces o bien son a,gravados. "En algunas ocasiones se observa perversión del apetito por comidas o bebidas, o bien suspensión mas o me- nos completa de los instintos sociales." (Clous- ton) Asi, para no citar sino un caso, diremos que Croom nos habla de una mujer que durante la época-menstrual se ponía a comer sal, avena, cru- da y pedazos de esponja, causándole después ho- rror el mero recuerdo de esa extravagancia. Los médicos de asilo conocen bien esta in- fluencia en las asiladas observando que las me- lancólicas se deprimen mas, las maniáticas se vuelven más agitadas, las víctimas de alucinacio- nes las tienen mas intensas, las impulsivas mas difíciles de manejar, las atacadas de estupor mas estúpidas y las dementes algo mas exci- tadas. En lo que toca a la epilepsia se sabe bien 75 que se ha descrito la, forma menstrual y a este respecto recordamos nuestra observación VI. Bien se comprende que el trastorno de la función catemenial y sobre todo su suspensión completa como en nuestra observación IX, entre como fac- tor importante no sólo en la gravedad y soste- nimiento de los paroxismos sino aun en el estado demencial, como en el presente caso objeto de estas notas y en el de la obsservación IX, y como prueba de que ello es así debemos recordar que la niña de la observación XII, tiene esa función bastante normal y aunque las crisis eransubintan- tes durante muchos días, el estado de gran depre- sión intelectual no ha sido tan mareado y nuestro tratamiento ha tenido influencia mas beneficiosa que en los otros casos citados. En relación a lo dicho citamos los casos de- enfermedades mentales que resultan de novo por estas suspensiones, las cuales actúan como causa excitante o predisponente y justifican "la forma uterina o amenorreica de las psicopatías" [Clous- ton], en que los síntomas mentales mejoran o desaparecen con la vuelta del flujo. En la edad crítica de algunas mujeres se ha presentado tam- bién trastornos mentales que confirman lo que venimos diciendo. Bien sabido es que algunas autoridades (Clous- t®n, Croom, Sken & &) consideran la suspensión o trastorno menstrual no como causa, sino como efecto de la enfermedad mental, mientras otros creen en la relación contraria. En todo caso se con- viene en la influencia mutua de las dos condiciones. A raíz de esta amplia cuestión de las relaciones recíprocas de una parte de la función menstrual y sus trastornos, y por otra, de las enfermedades mentales y neurosis como la epilepsia y, en espe- cial, los estados demenciales observados en esta última enfermedad, se encuentra la doctrina de 1*8 secreciones internas que, a pesar de tener mu- cha» incógnitas, si tiene ya derecho adquirido ©n patología. La distrofia ovárica, ligada íntima- 76 mente a la distrofia tiroidiana en muchos casos, puede agregarse a la epilepsia y contribuir pode- rosamente en la producciónfdel detenimiento de de- sarrollo intelectual que se observa en ciertos eo- m úñales De lo dicho resultan indicaciones terapéuticas de los casos que se estudian y la necesidad de aten- der a la salud general, de tratar las insuficiencias oválicas y tiroideas, para así eliminar factores influyentes en la neurosis comicial. 5) El efecto del tratamiento es apenas visible y lamentamos suspenderlo, pués esperábamos algo de su continuidad sobre todo de la raquiestovai- nización con dosis mayor precedida de suero endo- venoso. Si nos hemos detenido en este caso clínico, ha sido, no solo para poner de manifiesto la moda- lidad de la enfermedad, sino también la justifica- ción del tratamiento que preconizamos en este trabajo. La acti idad psíquica, herida de muerte en estos casos, puede rehabilitarse, como lo prue- ba la observación IX, dónde a pesar de la tenáx amenorrea, la demencia se ha disipado. Se ve bien que si se logra h&cer volverla función mens- trual, esos casos serían colocados en la vía de curación. IX E. de la C., de 18 años, de Barranquilia, cuyos padres gozaron de buena salud y murieron de fiebres perniciosas, llevaba una vida tranquila con su hermana mayor [obs X], encontrándose solo como antecedentes dignos de mención ver- mes cuando muy niña; sarampión a los 5 años, y viruela algún tiempo después. Hasta los 10 años no mostró nada especial, y su desrrollo físico e intelectual seguía un curso normal.. A esa edad recibió una fuerte emoción por habérsele di- cho que uno de sus hermanos había matado al otro, y tuvo en seguida un fuerte ataque que quedó único, pues siguió bien durante un año. Después de esto, es decir, a la edad de 11 año», época en que comenzó a menstruar, los ataque» 77 se establecieron con intervalos de 1 a 2 meses. Hace 4 años fué recibida en el Asilo de San Antonio, donde se le ha dado broifiuro y hasta morfina, sin resultado alguno. Los ataques se volvieron más fuertes, contándose a veces hasta 12 diarios. Este estado epiléptico, casi permanente, ha impreso su terrible sello en la mentalidad de esta enferma, que se halla en un verdadero estado de- mencial, resultado de las depresiones , psíquicas acumuladas, pués las crisis no dejan tiempo para que el movimiento nutritivo rehabilite las fatiga- das e intoxicadas células. Esta condición se ha desarrollado en los úl- timos 6 meses, creciendo la demencia con la fre- cuencia de las crisis. Se encuentra esta enferma generalmente acos- tada, indiferente a todo lo que la rodea, cuidán- dose poco de su persona. La expresión de la cara es de completo hebeta- mieuto y revela la suspención de la actividad men- tal. La hermana mayor, que la asiste [obs X], es otra epiléptica a "largos intervalos y tiene que llevarle los alimentos a la boca, pues apesar de lo glotona que es, no cuenta con la energía ner- viosa suficiente para hacerlo por si misma. Esta enferma menstruo a los 11 años, mos- trándose la función siempre irregular durante dos años y acabando hace 5 años por suspenderse totalmente. A pesar de esta lamentable situación de' la enferma, que revelaba gran deterioro cerebral, resolvimos ponerle una inyección de estovaína. Costó gran trabajo insertar la aguja por ser difícil poner aquel cuerpo inerte en la posición conveniente. Retiramos el dia 2 de Septiembre de 1915, 30 gotas y pusimos 0,01 centigramos de estovaína en agua destilada. El estado de la enferma nos impidió adquirir informes sobre sus Sensaciones, y solo pudimos observar que la fiebre fué ligera. 78 Pasaron 7 días sin ataques, pero el 9 tuvo- uno fuerte que repitió por la noche. El día 10 tuvo también 2 ataques. Los días 11, 12, 13 nada de ataques, pero el día 14 se presentó un ataque ligero. Los días 15 y 16 nada, y el 17 tres ata- ques ligeros también. Pasaron los días 18, 19, 20 y 21 sin nada, volviendo el día 22 y 23 uno ligero en cada uno de esos días. La enferma ha aprovechado esas treguas mos- trándose algo mas consciente, pues se cuida de cubrir sus miembros tan pronto como nos ve. También trate de comer sola y no con la ayuda de la hermana. El día 24 pusimos la segunda inyección de 0,015 de estovaína. Los ataques que siguieron en los días subsiguientes fueron menos fuertes que antes. He aquí los días de ataques: Septiembre. Día 25 ,, dos ,, 29 ,, uno ,, 30 ,, uno Octubre. Día 2 „ uno ,, 5 ,, uno ,, 6 ,, uno ,, 7 „ uno ,, 10 ,, uno ,, 11 ,, uno „ 14 ,, uno El catorce de Octubre se puso otra inyeeció» de 0,015 de estovaína. Se observaron ataque* así: Los días 15, 17, 18 un ataque; el 19 do* ataques y el 21, 24, 26, 28, 30 de Octubre u® ataque. Durante Noviembre y Diciembre sé presenta- ban series de ataques de 2 o 3 días seguidos se- parados por acalmias de 5 y 6 días. En el me* 79 ele Enero tuvo una acalmia de 10 días; en Fe- brero una de 6 días, y en Marzo una de 9 días. Debemos advertir que estas treguas tuvieron lu- gar a pesar de haber suspendido toda medicación bromurada, y que los ataques eran mas ligeros, sin grito previo y con coma post-paroxístico menos acentuado Y como el rostro de aquella infeliz reaccionaba ya a las impresiones, reanudamos el tratamiento que habíamos suspendido, y asi pusimos el 31 de Marzo de 1916, 250 gramos de suero fisiológico bajo la piel, pues no pudimos hacer marcar las venas en esta enferma para la aplicación intravenosa. Algunos minutos des- pués, mientras hacíamos otra raquiestovainización (obs X), procedimos asacar 100 gotas de líqui- do encéfalo-raquídeo e inyectamos 0,04 centi- gramos de esto vaina. A partir de este día ha habido un cambio favorable en esta enferma, completando acalmias de 15 días, interrumpidas por uno o dos ataques en días seguidos. Estos paroxismos son bastan- te ligeros, sin grito previo ni coma consecutivo y consistiendo en ligeras convulsiones. Nos dice la hermana que la asiste que la, enferma come ya sola y aun trata de caminar sin su ayuda, pero la prolongada inercia de los miembros, sostiene cierto grado de . paresia. Muchos de los medios aconsejados contra la ame- morrea han sido aplicados, sin resultado alguno, Y en el deseo de lograr el restablecimiento de esa función, le hemos aconsejado hasta la preparación americana llamada Corpora Lútea. NOTAS. Da lugar este caso a las siguientes observaciones: 1). El Sarampión y la Viruela forman sufi- cientes factores causales para crear un cerebro epiléptico "produciendo lesiones cerebrales de me- uingo encefalitis seguidas de esclerosis" (Fierre Marie). Obran en todo caso como causas predis- ponentes creando la posibilidad del acceso. Poco Lempo después viene una fuerte emoción que 80 obrando como la mecha que determina la confla- gración, según se expresa Gower, determina el paroxismo Moreau señala la emoción y, sobre todo, el terror en cerca de 24 % de los casos. 2). El deterioro intelectual producido por la gran frecuencia délos ataques, se agravó con la insuficiencia ovárica, prestándose este caso a las consideraciones hechas en la Observación VIII. 2]. El tratamiento por la estovaína ha sido provechoso por suspender los ataques por 7, 9 y hasta 15 días. La opoterapia ha sido empleada pero sin resultado halagador, puesto que continúa suspendida la menstruación. 4]. Se notará que, mientras al principio usa- mos la dosis mínima, .en ht tercera inyección pusi- mos 0,04 centigramos, pues con las treguas ob- tenidas ya podíamos asimilar algo el caso a los de epilepsia a largo intervalo. 5]. En esta enferma no ha sido posible insti- tuir los medios adyuvantes tan necesarios para obtener un éxito. Ya habíamos suspendido esta observación clíni- ca dejando a la enferma en el estado descrito, más como hemos vuelto a verla recientemente. (Diciem- bre de 1916) debemos agregar las informaciones recogidas. Los ataques siguen ligeros, casi sin so- por post-paroxistico y distanciados cada 20 días desde que habíamos dejado de verla. Además la menstruación vino en los últimos días de Noviem- bre marcándose la vuelta de dicha función con gran despejo de la inteligencia. No podemos me- nos que atribuir a las largas acalmias la mejoría en l¿i distrofia ovárica y es seguro que esto a su vez acentuará la mejoría de la neurosis. La enfer- ma habla ya con sus compañeras, atiende algo a su hermana en sus atnqnes y cuida bastante de su persona. 81 X Emilia de la C. es hermana mayorde la enferma de la observación IX y como ea aquella, la herencia poco nos enseña. Tiene 28 años de edad, y su infancia trascu- rrió sin accidente mayor digno al menos de re- cuerdo. La menstruación se estableció a los 11 años y ha seguido bastante ceica de lo fisiológico. A los 20 años, con motivo de una fuerte im- presión, la misma que actuó como causa en su her- mana [Obs IX] se produjo el primer ataque, el cual nunca ha variado en sus caracteres. Como pró- dromos lejanos hay una pesadez déla cabeza, y como aura, ruidos de tambor a distancia, seguido pronto de pérdida de conciencia, convulsiones y sueño no muy largo, y luego despejo intelec- tual notado por las hermanas del Asilo, pues se entrega a sus ocupaciones ordinarias sin tor- peza alguna. Estos ataques vuelven cada 8 o 10 días, siem- pre único en el día, pasando los días interparoxís- ticos de lo mas bien, sin ningún equivalente epi- léptico, ocupándose con asiduidad de su desgra- ciada hermana, cuyo estado demencia!, como he- mos dicho, está bien avanzado. Se trata pues de una forma kinetica de la epilepsia, descar- tada de equivalentes. El día 24- de Septiembre de 1915 le pusimos 0,01 centigramos de estovaína permitiendo salir 40 gotas. Tuvo fuerte cefalalgia y fiebre. Le dió ataques el día 30 de Septiembre y el 7 de Octu- bre- y como esperásemos otro, quisimos antici- parnos poniéndole la segunda inyección el 14 de Octubre de 0,01 centigramos de estovaína. El ataque se alejó un mes, es decir, hasta el día 13 de Noviembre, en que le dió un ataque para volver a los 14 días, o sea el 27 de No- viembre. El 30 de Noviembre pusimos otra inyección de 0,015 miligramos. El 4 de Diciembre le dió uh. ataque y desde entonces al 10 de Enero de 1916 tuvo una suspensión de mas de un mes. 82 Ese día, 10 de Enero, le dio un ataque moderad- y no repitió hasta el 21 de Febrero en que el ataque volvió a. su intensidad anterior. Sigue una suspensión hasta el 28 de Marzo en que le da otro ataque. El día 31 de Marzo le pusirfros, en decubitus lateral 0,04 centigramos de esto vaina, después de retirar 20 gotas por encontrar una baja pre- sión. La reacción, siempre intensa en esta en- ferma, ha sido esta vez en grado máximo marca- cada sobre todo por gran cefalalgia. No ha sido posible instituir ninguna medica- ción ni régimen adyuvante y en vista de esto y convencido de lo necesario de ello para lograr mejoría, hemos insistido poco en la raquisedación. Además las reacciones que produce la inyección son bien intensas según nos dicen los asistentes. Por todos estos motivos hemos suspendida esta observación. NOTAS. Se presta a las siguientes obser- vaciones: 1]. La emoción fuerte recibida a los 20 años fué el punto departida visible de la enfermedad. 2]. Como sucede generalmente en la epilepsia tardía [a los 20 años] y por lo poco frecuentes de los accesos, la influencia sobre la mentalidad ha sido poco marcada. 3). La función menstrual no muestra influen- cia marcada sobre los paroxismos, como se notó en la enferma de la observación VI. Por lo demás el intervalo de los ataques, el despejo completo en- tre los paroxismos y sobre todo la fuerte reacción hace que esos dos casos sean bastante compara- bles. 4) Poco ha sido el beneficio de la raquiseda- ciós en esta enferma y es de sentirse que no se ha- ya podido instituir un régimen apropiado. Sinem- bargo publicamos la observació?) para hacer cono- cer. a la par que los buenos éxitos de la medicación, loa fracasos más o menos relativos. 83 XI La niña N. N. de Honda tiene 11 años de edad. El padre murió de viruela y la madre de fiebre amarilla, pero en ninguno de ellos existieron há- bitos alcohólicos. La hermana mayor que vive con ella, goza de buena salud- La infancia de esta niña trascurrió bien y solo algunos accidentes verminosos aisla- dos, pero sin convulsiones, aparecieron de vez en cuando. A la edad de 10 años sufrió una caída de un ca- ballo y se golpeó en la cabeza fuertemente, que- dando privada de conocimiento por algún tiempo. A los 8 días de este accidente le dió el primer pa- roxismo, el cual comenzó estando de pié, por torci- da de los ojos, rápida caída y convulsiones genera- les y todo seguido de un período comatoso pro- longado y después fuerte cefalalgia. No hay aura ni paresia consecutiva. Los paroxismos se repiten cada 2 o 3 días, aun- que ha tenido treguas de 8 o 12 días. Esta niña ha tomado mucho bromuro pero sin notar influen- cia en la intensidad ni número de los ataques. En una de las caídas se produjo una herida <?n la región parietal izquierda, más examinada la cicatriz no se observa nada de particular. No hemos podido ver los paroxismos y algunos médicos los han visto y calificado de epilepsia, se- gún informa la hermana. El día Io de septiembre de 1915, pusimos 0 01 centigramo de estovaína depués de dejar salir 40 gotas de líquido. Fuera de una cefalalgia ligera no se observó nada. Siguió una acalmia comple- ta de 22 días volviendo el día 23 tan fuerte como antes y sin paresia consecutiva. El día 24 de Septiembre le pusimos la segunda inyección de 0,015 de estovaína y la cual fue se- guida de cefalalgia y fiebre. Vimos esta enfermita el día 18 de Octubre y hasta entonces no habían vuelto los ataques, com- pletando así 24 días de acalmia. Esta niña dejó el Asi o de San Antonio donde 84 había sido recogida y perdióse de vista a pesar de todas las pesquisas hechas por encontrarla. El día 8 de Abril de 1916 fue encontrada y llevada al Asilo donde nos refirió lo que pasó en su ausen- cia de 5 meses y lo cual ha sido confirmado por su hermana mayor. Nos dice que completó como dos meses sin ataque y que después le siguieron dando primero cada 25 días, pero últimamente cada 15 dias. Esta niña aun no ha menstruado y su desarro- llo físico no ha adelantado mucho, pero se nota más despierta su inteligencia. Sin esperar el ataque le pusimos el día 9 de Abril 0,04 centigramos de estovaína y encontran- do una presión menor, sacamos apenas una veinte- na de gotas. Siguió ligera y rápida anestesia en los miembros inferiores con algo de fiebre. El día 17 de Abril le dió un paroxismo y el 19 otro igual. Estos dos paroxismos han sido más atenuados y el sueño post-paroxísticó más corto. Las hermanas del >4 silo que lo vieron, nos dicen que las convulsiones se instalan bruscamente sin aura y de manera generalizada desde el principio. El día 24 ingresó al Asilo la hermana mayor su- friendo de una fiebre perniciosa grave, de la cual murió el día 28 de Abril. Nuestra enfermita la asistió toda llena de angustia, y la pena sentida ha sido intensa, haciéndole su hermana en realidad, mucha falta. Ahora bien, los paroxismos no han vuelto aun hasta el día 10 de Julio completando así una acalmia de 81 días. El paroxismo del 10 de julio se ha presentado con motivo de trastornos digestivos ocasionados por la gran glotonería de esta niña. Hemos, por tanto, insistido en vigilar la alimentación y tenerla sometida f1 régimen, mas no ha sido ello posible a causa de no poder obser- varla más de cerca. Después de este ataque del día 10 no volvió otro hasta e!6 de Septiembre a pesar de no tener propiamente tratamiento. El día 6, en efecto, hu- 85 bo ligero ataque cuyos efectos post-paroxisicos se disiparon pronto. El día 15 de Septiembre se puso una inyección de 0.06 centigramos de esto vaina, que soportó bien y no lia habido paroxismos hasta el día 20 de Diciembre en quezcérramos esta observación. NOTAS:-Da^lugar a las siguientes observa- ciones: 1) El traumatismo craneano sufrido a laedad 10 años, marcó el principio en esta enferma de la actitud convulsivamente, como se expresa Jeffroy, o espasinoñlia, como dice Eeré. La cosnsecuencias de un traumatismo craneano son variables en gra- do y lo que se ha llamado concusión cerebral aun en ligera intensidad basta para dejar un cerebro pre- dispuesto a comenzar las crisis convulsivas provu- cadas por causas las mas leves. En la concusión ligera el cerebro es bruscamente sacudido y la corteza golpea contra Jas paredes craneanas y esto, agregado a la retirada mas o menos durade- ra de la circulación cerebral, explica la patogenia de la condición que se desarrolla. En un grado mayor la concusión se acerca a la contusión y se producen hemorragias puntiformes en la corteza y ligeras laceraciones de la sustancia cerebral tal como sucede a los conejos en la experiencia cono- cida de Westphal. Todo puede quedar limitado a lo dicho sin que se hayan producido lesiones circunscritas [de compresión, destructivas o inflamatorias] que produzcan los sindromas de epilepsia focal Pero el cerebro vuelve a lo normal solo en apa- riencia y queda dispuesto a reaccionar con con- vulsiones bajo la influencia de causas ocasionales aun ligeras, como fatiga, calor, trastornos diges- tivos & y a este respecto debemos tener presente que una vez la actitud convulsante creada, esta tiende a aumentar, pues los centros nerviosos se habitúan a la convulsión y' tanto "mas un cerebro ha tenido descargas convulsivas, mas inclinado se encuentra a tenerlas fuertes y 86 frecuentes" (Maurice de Fleury). Bien se com- prende que én este estado cualquier causa ven- ga a serla gota de agua que hace derramar el vaso. En nuestra enferma no hay síntomas focales y las inyecciones puestas no han hecho mas apa- rente ese carácter, pues la generalización es primi- tiva y no decarrollada después por invasión del resto de la corteza. 2) Las acalmias obtenidas por la raqui-seda- ción son bastante largas para incluir este caso en el activo del método que estudiamos, y esto con tanta mayor razón cuanto que ese cerebro se so- metió a la prueba, de la gran emoción de la muerte de la hermana y ello sin interrumpirse la acalmia obtenida. 3) No se descubre fuera de la glotonería y los trastornos digestivos consiguientes, otras causas ocasionales del ataque. Al terminar esta observa- ción podríamos afirmar, sin riesgo de pecar por optimistas, que si esta niña pudiese ser sometida aí control del médico, se obtendría el mismo re- sultado que con el enfermo de la observación V. XII N. N. es una señorita de 18 años, nacida en Barranquilla. La madre vive, goza de buena salud y ha cultivado algo su inteligencia. El padre mu- rió de tuberculosis. Los abuelos tubieron hábitos alcohólicos pronunciados. A los 7 meses sufrió de grave fiebre, que se denominó "de los dientes" y a la cual acompaña- ron ligeras convulsiones. La convalecencia fue larga, y delicada. A ia edad de 4 años enfermó con fiebre alta y convulsiones generales, acompañada de la expul- sión de algunos vermes. Poco después se presentaron los accidentes llamados "vértigos7' por la familia, consistentes en mirada fija, palidez del rostro, volteada, de la cabeza y calda al suelo en ocasiones, pero siempre sin convulsiones y con ligera soñolencia. Estos 87 ataques de epilepsia akinética eran casi diarios y en número de 2 o 3. Así las cosas, perdió el padre ala edad de 8 años, y bajo esa pena y sometida desde entonces a privaciones, los paroxismos se acentuaron y toma- ron la. forma kinética que hoy presentan. Hay antes del ataque algo de pródromos leja- nos, consistentes en pérdida de la memoria, val- buceo de palabras entrecortadas, siguiéndose todo de una aura caracterizada por sensaciones de ca- beza grande, que va a estallar, según ella misma dice. Sigue pronto la pérdida de conciencia; un grito, caída, convulsiones, sueño y cefalalgia fuerte post-paroxistica. En ocasiones, sobre todo cuando la acalmia ha sido larga, los pródromos lejanos sepresentan unas dos o tres horas antes del ataque y consisten en hipo y locuacidad. En este caso nunca queda frustrada la crisis, siendo ya una indicación para la familia, la que entonces se prepara para aten- derla. Estos ataques de gran mal, vienen a veces de 8 a 15 o mas diarios, alcanzándose entonces un es- tado de mal epiléptico. A veces ha habido 2 o 3 días de acalmia sin nada o con ligeras ausencias, los vértigos de manera aislada, o bien crisis frus- tradas, que se quedan en los pródromos mencio- nados. En los días en que los sincopes son mas frecuentes pero no subintrantes, la enferma se pasa observando sus manos en todas sus partes, mani- festando a la madre que las tiene ulceradas. Al examinar la enferma se observan zonas de anestesia en las manos y antebrazos en forma segmentaria (en línea de amputación) no siguiendo distribución de los nervios. Esta anestesia varia* ble cada día en extensión y en intensidad, apareció y desapareció bruscamente. La mucosa faríngea s? mostró bastante insensible, pudiéndose tocar sin provocar el reflejo nauceoso. Menstró esta enfermitá a los 15 años, mas esa función no ha influido hasta hoy de manera mar- 88 cada ni en la frecuencia ni en el caráeter de los paroxismos. En cambio, la constipación tenaz que ha venido sufriendo, sí parece ser causa adyu- vante, sobre todo de las series subitrantes. Esta niña ofrece una detención de su desarro- llo físico que la hace aparecer como de 13 a 14 años; y aunque se observa un poco de raquitismo, existe proporcionalidad en los segmentos de su cuerpo, el cual no corresponde a 18 años. El desarrollo intelectual va a la par del físico, presentando un estado de hebetamiento, del cual nada ni nadie es capaz de sacarla. La madre ha cuidado de su educación, y nos dice que había lo- grado enseñarla a leer bien, lo que ahora hace con dificultad. Al ponerla a leer,en efecto, notamos que la lectura era entrecortada, como si hubiese retardo entre la percepción de la imagen escrita y su interpretación Hay disminución de memoria/» mto para el pre- sente, como el pasado anterior a los ataques (am nesia retrograda). Las mentirillas que dice a veces dependen sobre todo de esa falta de reproducción de las ideas, y no, como sucede frecuentemente, de causa ético. Existe cierta hiperexcitabilidad para las im- presiones internas: nuestra enferma tan pronto se ríe, como entristece, pero esto solo en los días de acalmia, pues es en los días de status epilepticus hay cierto estado de ofuscación y soñolencia, del cual no es posible sacarla. Cuando la vimos tenía ya como 15 días de ata- ques subintrantes, y por esto y su depresión, la fa- milia se vió obligada a llamar médico. La encon- tramos acostada, con los miembros relajados; el rostro pálido; pulso frecuente y depresible; pupilas bastante insencibles a la luz, Le dimos un purgan- te y resolvimos hacer la raquiestovainización en vista de que toda otra medicación se había mos- trado inútil. El día 5 de Febrero le pusimos acom- pañado del Dr. Eusebio de la Hoz, 0,01 centigra- mo de esto vaina disuelto en 2 cc de agua destila- 89 da, después de dejar salir 40 gotas de líquido. Siguió la enferma en el estado de depresión, en que la dejan estos ataques, con indiferencia a todo lo que 11 rodea. No fue posible inquirir sobre los sin- tos subjetivos y solo pudimos notar que la fiebre llegó a 38,5. A los 3 ó 4 días dejó la cama sin ha- ber tenido ningún ataque. Le prescribimos el ré- gimen que hemos dado a conocer e insistimos con aquel contra la constipación habitual, la cual, como hemos dicho, parece ser factor en la produc- ción de los paroxismos. La suspensión de los ataques fue sostenida y decidimos ponerle inyecciones de suero dieron y para ello hicimos llevar a la enferma a nuestra ofi- cina. Comenzamos a preparar nuestra inyección cuando la enferma muy emocionada cayó como fulminada y presentó un ataque de gran nial. Aprovechando el coma pusimos siempre la inyec- ción, y despejándose pronto la hicimos llevar en eochfj acompañada de su señora madre. Esto su- cedió el 28 de febrero, o sea después de 22 días de suspensión. El suero dieron fue continuado por algunos días, sin que el ataque reaparaciera con ocasión de su aplicación. El día 12 de Marzo se presentó la menstrua- ción con los caracteres acostumbrados. La suspensión de la crisis continuó hasta el 19 de marzo, día en que sin causa aparente se presen- tó un ataque ligero repitiéndose el día 20 ligera- mente también y sin sueño post-paroxístico. El día 21 se presentó uno bien fuerte y el 22 por la noche le dieron dos, así mismo fuertes. La suspensión de 22 y 20 días, respectivamen- te, fueron de grau utilidad para nuestra enferma, pues en su fisonomía, antes indiferente, se dibuja- ba ya la sonrisa y animación al enterarse de lo • '' decía. Pero entonces se marcaron mas que las variaciones de carácter mostrándose a»egre y sonriente, cambiendo bruscamente al llan- to y 'a triste- '.'.quejándose de sus manos negras y gaugrenadas. 90 Aprovechando sus momentos desojados, e i que la inteligencia estaba menos embotada, la en- ferma nos informa que los accidentes que más le impresionan son los «vértigos» y que ojalá «sea lo primero que le quitemos.» Esos accidentes que de- nominan (dos vértigos» consisten, según la enfer- ma-en lo siguiente: bruscamente aparece mucha luz, los objetos giran o se desalojan de su puesto, "el mundo da vueltas" y sin que ella pueda, tener tiempo para darse cuenta de lo que sucede, pierde la conciencia, y cae. .En esta crisis no hay convul- siones ni es seguida de sueño como sucede en la forma kinética de epilepsia que ha predominado mas últimamente. , El día 25 de Marzo.pusimos la segunda inyec- ción de 0,02 centigramos esta vez. Por la tarde se presentó fiebre ligera, fuerte estado nauceoso y gran cefalalgia,,y por la noche 4- ataques de inten- sidad media. El doctor de la Hoz, creyendo con razón en ligera indigestión, hizo tomar un purgan- te que despejó todo. El día 24 comienza otra suspensión (pie dura hasta el día 6 de Abril. En esta, suspensión no ha habido ni siquiera, los "vértigos" pero sin causa apreciable ese día vino un ataque sin sueño conse- cutivo, El día 7 no hubo ataque, y el 8 pusimos otra inyección de 0,035 por asimilar ya. el caso a los de largos intervalos. Poca fué la anestesia producida con esta dosis y poca la cefalalgia post-operato- ria- ; El día 22 de Abril menstró de manera normal, y todo iba bien cuando el 19 tuvo el prodromo usual de hipo, locuacidad pero sin ser seguido de ataque. Fué el día 22, después de un largo paseo en una fiesta, que vino el ataque, para repetirse el 24. Ibamos a poner otra inyección el 25 pero (piísi- mos esperar mas tiempo. En los días 26 y 27 vinieron los mismos pró- dromos mencionados (hipo y locuacidad) pero sin ser seguidos de ataques. 91 El 28 pusimos con el doctor de la Hoz, una inyección, retirando 60 gotas por encontrar regular presión o inyectando esta vez 0,05 de esto vaina. El día 29 de Abril sufrió una indigestión por des- orden de regimen, con síntomas congestivos. Un purgante despejó todo, llegando el 8 de Mayo en que tuvo fuerte hipo pero también- sin paroxismo. . El día 11 de Mayo se presentó un ligero ataqué que no repitió, pero a pesar de eso el 21 pusimos otra inyección de 0,05 centigramos de estovaina. A fin de eliminar factores tan importantes insistimos en el regimen y en el uso de fermentos lácticos (Paralactina Byla), mas. la vida de po- breza no hace posible atender debidamente á esas indicaciones. Esto mismo hace que no pueda remediar los grandes calores que tanto influyen en los paroxismos, sin poder salir ál campo como lo hemos aconsejado. La acaímia obtenida en esta ocasión ha sido de. cerca dé dos meses o sea hasta fines de Julio, época en que se presentaron ligeros ataques, uno al día, por cuatro días seguidos. Se dió entonces un purgante y se inició otra acalmia durante la cual la enferma amaneció ciega y llo- rando. Esta amaurosis bilateral era completa pa- ra ver los objetos, pero al mismo tiempo subsistía la capacidad de orientación, pudiendo caminar en el cuarto sin tropezar con los muebles. Ese día se presentó fuerte cefalalgia en el vertex' qué persistió por algún tiempo. Tranquilizamos a la familia y, como lo esperábamos, todo pasó a los cuatro días. Algún tiempo después vimos la enferma y encon- tramos una estreches concéntrica del campo visual. Durante los meses de agosto y septiembre los fuertes.calores mostraran una terrible influencia, en la producción de los ataques. Estos aunque más .ligeros y sin. sopor postparoxísticos venían cada . 12 o.l 5 días./ Sometida la enferma a la medica-- ímn-m '.émao-bromirada los paroxismos Se han alelad. , ms y más. El día 5 de octubre pusimós otra inyección de 0,05 centigramos de estovaina ■la cual fue bien soportada sin mator'reacción Se. 92 ha establecido una larga acalmia, teniendo lugar apenas un ligero paroxismo el 8 de diciembre y co- incidiendo con una demora de la menstruación. La enferma está hoy (Diciembre de 191 >) bas- tante restablecida y con la suspensión de los vérti- gos y otros accidentes, su inteligencia se ha despe- jado. permitiéndole entregarse a lecturas y labo- res de aguja bajo la di ecióu de la madre. NOTAS.-He ahí las que se ocurren: 1) Las influencias ancestrales pueden tener cierta acción en este caso. 2) La evolución dentaria que. como se sabe, es "la piedra de toque de toda predisposición ner- viosa hereditaria" figura en la historia de esta niña. Gowers da a ese factor el 75 % de los casos que comienzan en la infancia. 3) A los 4 años una fiebre tal vez palúdica acrecentó la excitabilidad de aquel cerebro, tanto más plástico cuanto más al principio de su de- sarrollo. 4) Los vértigos se instalaron desde temprano, pero fue la emoción a la edad de 8 años que esta- bleció los paroxismos de gran mal y aunque se presentaron con gran frecuencia,el estado demencial creado es menos marcado y más influenciado por el trata miento,que en otros casos en que la distrofia ovárica se ha agregado. 5) La influencia de la constipación habitual y los trastornos gastro-intestinales se ha observado en diversas ocasiones en la génesis de los paroxis- mos. 6) El ataque presenciado por nosotros en nuestra oficina nos llevó a la convicción de que el diagnóstico de epilepsia era correcto, mas la obser- vación atenta de ciertos epifenómenos, nos hicieron pensar en la histeria, como enfermedad agregada. En efecto, las zonas de anestesia de las manos, y la anestesia faríngea, la variabilidad del carácter y la amaurosis y mas tarde la estrechez concén- trica del campo visual eran verdaderos estig- matos, que hacían pensar en el histerismo. Por lo 93 demas, la edad de la pubertad, en su mas amplio sentido (de 12 a 20 años) es, a decir de Redlich, la época en que aparecen con mas frecuencia los fenómenos histéricos revistiendo formas frustadas a veces curiosas. Es mas qu** probable que el hipo y la locuacidad, que figuraban en ocasiones como pródromos lejanos pertenecían a la histeria que, actuando como causa determinante conducían el paroxismo comicial. Hay aquí en todo caso relación íntima y recíproca de causa a efecto entre la histeria y la epilepsia. 7) El resultado favorable del tratamiento se ha visto desde el principio. El hecho de haberse conservado la función menstrual ha sido favorable, pues el estado demencia! producido se debía solo a la neurosis sin que existiera el sello orgánico que la distrofia ovárica, obrando como mordente, imprime a las psicopatías. Basta comparar esta observación con las observaciones VIII y IX. 8) Hemos insistido con la madre para que emprenda la reeducación de esta enferma, y utili- zar así la gimnacia intelectual obtenido en las ense- ñanzas. Observaciones del doctor G. Giacomelii. Por su importancia fundamental y por haber servido de base a nuestro estudio publicamos un resumen de las observaciones del doctor G. Giaco- melli, Médico-Cirujano en Jefe del Hospital de Ma- romma, donde puede decirse que la raquianestesia está eregida en sistema, en el servicio quirúrgico. 1) Hombre de 23 años, hijo de alcoholizado y él mismo intemperante. Una gran emoción a los 16 años fue el punto de partida de paroxismos que volvían cada 8 o 10 días. Cura radical de una her- nia con raquianestesia estovainica (0,08 de esto- vainaenlcc. de solución.) Después de esto no ha habido más paroxismos por 2 años. 2) Hombre de 30 años, bebedor, hijo de alco- holizado y nieto de enagenado. A los 14 años su- 94 frió una emoción y cayó eneran mal que siguió con intervalos de 1 o 2 meses. Se opera con raqui anestesia de una hernia inguinal y los ataques tenían ya 9 meses de suspendidos cuando se hacía conocer la observación y ello a pesar de que sus hábitos de intemperante siguieren. 3) Hombre de 21 años, bebedor, hijo" de alco- holizado, presenta carácter epiléptico (apático, taciturno, inteligencia tórpida.) Hace 4- años sufre de ausencias frecuentes (7 u 8 diarias); se hace la raqu anestesia a la novocaína y las ausencias vien- nen a ser más raras [1 cada 2 o 3 días.] Como vol- viesen, Giacomelli hace solo una punción sin inyed- tión y no obtiene beneficio. La mejora en el carác- ter y la inteligencia le ■ ha permitido entregarse a un oficio útil. 4) Hombre de 28 añ^s, bebedor e hijo de alco- holizado. Convulsivo desde la infancia, presentaba entonces paroxismos en número de 3 ó 4 cada 3 ó 4 días. Se practicó la raqui anestesia con la cual los ataques se alejan y se vuelven menos intensos tomando Informa prepulsiva, pero con poca^rodi- ficación intelectual. Tal es un resumen de las observaciones del Dr. Giacomelli referentes a la raqui anestesia en la epi- lepsia y en las cuales el resultado tal vez hubiera sido más favorable si se hubiese insistido y si, co- mo lo proponemos nosotros, se hubiera practicado el lavado del líquido cefalo-raquídeo con inyec- ciones séricas previas. BIBLIOGRAFIA Las siguientes son algunas de las obras con- sultadas: Dr. G. Giacomelll-Epilepsie et rachianesté- eie.-París Medical.-N9 21-1912. ; W. GOWERS.-Epilepsy (Albutt's System of Medicine.) ¿ Whitla.-Prectice oí Medicine. 95 Mauiuce de Fleury.-Epilepsia y su trata- miento. > J. Grasset et C. Rouzier.-Epilepsie (Traite de Medicine par P. Brouardel et A. Girbert.) A. Pitres.-Epilepsie (Traite de Thérapeutique practique par Albert Robín.) O. Crouzon.-Epilepsie (Practique Médico Chi- rurgicale.) Dr. E. Redlich.-Epilepsia (Tratado de Medi- cina de W. Ebstein.) Clouston.-Mental Diseases. Publicamos a continuación el Informe acadé- mico presentado por el Dr. Jorge Vargas Suarez, a la Academia Nacional de Medicina con motivo de la comunicación que enviamos a aquella Corpora- ción. Este informe se refiere a nuestra primera publicación basada sobre las 6 primeras observa- ciones. Los conceptos del Dr. Vargas nos son al- tamente honrosos y quedamos debidamente reco- nocidos. INFORME ACADEMICO En desempeño de la comisión que me fue enco- mendada por la Presidencia para rendir informe sobre la comunicación que bajo el título A propósi- to del tratamiento de la epilepsia, dirige el doctor Miguel A rango M., de Barranquilla, a la Academia Nacional de Medicina, tengo el honor de exponeros lo siguiente: Principia el trabajo del doctor A rango con una clara y sencilla exposición que en pocas palabras condensa las más importantes teorías fisiopatoló- gicas con que los autores han tratado de explicar la patogénesis de la epilepsia. Recuenta primeramente el doctor Arango gran uúmero de casos, al parecer idiopáticos en sus ca- racteres, p >ro en todos los cuales causas residentes 96 en distintos órganos vinieron a explicar no sola- mente el origen de los ataques epilépticos, sino a permitir, una vez descubierta la causa inicial, la completa curación de la enfermedad. Con envidiable criterio científico recuenta y analiza Arango los más fundamentales experimen- tos que tienden a dilucidar el arduo problema de la patogénesis epiléptica. Primeramente nos habla de los clásicos experimentos de Glande y de Lejon- ne, quienes lograron producir la epilepsia experi- mental haciendo obrar cantidades mínimas de venenos con vulsivantes sobre cerebros previamen- te sensibilizados por el traumatismo. Luégo cita los maravillosos estudios de Pitres por medio de las excitaciones faradicas de la corteza cerebral, que producen descargas epilépticas que se conti- núan aun cuando se haga cesar el excitante eléc- trico. En fin, tomando estos dos casos como tipos clásicos de la epilepsia por intoxicación endógena y exógena, respectivamente, se. adhiere nuestro compañero, por una parte, a la docrrina de Pitres, según la cual tóxicos endoexógeno obrando sobre centros he redonen ro páticos, alcohólicos o sifilíti- cos, producen la descarga convulsiva, y admite, por otra parte, que dicha descarga puede ser debi- da a excitaciones físicas que obren sobre cerebros sensibilizados o que se hallan en plena oportuni- dad epiléptica. Concordando con el T)r. de Fleury, según el cual las epilepsias llamadas directas sólo se distin- guen patogénicamente de las reflejas en la longitud del nervio sensitivo que separa el punto irritado de la superficie del cerebro, termina Arango admitien- do que tanto en las unas como en las otras "el agente de irritación lleva al centro que preside la motilidad, una suma de energía continuamente au- mentada hasta el momento en que la acumulación, ya muy fuerte, viene a ser intolerable y se desenca- dena en avalancha el paroxismo convulsivo." Así, pues, y condensando las ideas del autor, 97 tenemos que para producir el ataque son necesa- rios dos factores: Io ün cerebro sensibilizado por una o más causas de naturaleza eminentemente heterogénea, y 2o, una irritación tóxica o mecánica que obre so- bre el centro nervioso ya predispuesto. Según és- tas últimas conclusiones admite Arango bases de tres distintos órdenes de indicaciones terapéuticas:- Io Impedir la producción o entrada en el or- ganismo de sustancias epileptogeneradoras; 29, alejar todo orden de factores causales: 39, dismi- nuir la excitabilidad central y ayudar la vuelta de los centros a la estabilidad fisiológica. Sobre las dos primeras indicaciones de orden higiénico, profiláctico y dietético, menciona Aran- go, de paso, las principales armas de combate que poseemos en la actualidad; y en cuanto a la última, se extiende algo más sombre la medicación por agentes químicos, principal fuente los bromu- ros, cuyos inconvenientes y ventajas menciona bre- vemente. Puesto sobre la meta por la observación de origen alemán de los hemiarios epilépticos que en Alemania fueron operados, previa ra quiestovainización, y en los cuales hubo una manifiesta mejoría de los accidentes epilépticos, principió Arango el estudio experimental sobre la acción de las inyecciones intrarraquídeas de esto- vaína en el tratamiento de la epilepsia, estudio res- pecto del cual tengo el honor de trataros esta no- che. En lugar de aminorar en modo alguno el mé- rito y la originalidad al trabajo de Arango el que éste se funde en observaciones hechas por otros sa- bios alemanes, paréseme que aumenta los mereci- mientos de nuestro compañero el hecho <je haber sabido interpretar con una sagacidad y un criterio científico admirables, hechos en ios cuales compe- tencias europeas solamente vieron resultados ca- suales y apenas digno de mención. La circunstancia de haberme tocado en suerte 98 introducir @n el Hospital general de Eppendorf, Hamburgo, la vulgarización de la punción lumbar y la práctica del citodiagnóstico cerebroespinal, me ponen en capacidad de Juzgar tim alguna com- petencia la base fundamental del-trabajo" de Afau- go, que se refiere a la punción Lumbar y la utiliza- ción del líquido cefalorraquídeo, no ya como agen- te diagnóstico de valor inapreciable, sino como ve- hículo para ciertas sustancias medicamentosas? La técnica operatoria empleada por Arango es la misma aconsejada por Quinte, fundador de la punción lumbar, y sus continuadores franceses y alemanes, en especial por Ravant, Widal, Doptes, Nissi y Erb. La única e inteligente modificación es la inyección previa, ya sea intravenosa o subcutá- nea, de una buena cantidad de silero artificial. Tal procedimiento tiene por objeto el que la inyección intrarraquídea se verifique en un líquido cerebro-es- pinal que ha sido lavado, y por lo tanto desintoxi- cada por la inyección sérica anterior. En lo que respecta al medicamento en sí, em- plea nuestro compañero una solución de estovaína J^Llon, de la cual inyecta primero de uno a dos Centímetros cúbicos. Para inyectar solamente cantidad tan mínima se funda A rango en el hecho de que el fin perseguido debe ser más tenue pero más sostenido que el de una raqüianestesia quirúrgica; además sostiene, con sobrada razón, que la célula epiléptica es más sensible que la sana a la acción de los agentes terapéuticos. Seis sos los casos observados por Arango durante un año, poco más o menos, y sus historias clínicas han si- do seguidas, a mi parecer, no s llámente de manera magistral, sino que presentan los caracteres de la más estricta honradez científica. Puede decirse que en la relación entera de nuestro compañero do- naina cierto escepticismo, muy bien iraído y puesto, en lugar en quien solamente puede presentar casos •«. verdad muy brillantes pero poco numerosos, •m apoyo de «a aserción. La» do» primeras observaciones de Arango ge 99 refieren a dos hermanos, víctimas de una herencia indiscutible, con graves perturbaciones intelectua- les ambos; sufriendo el uno de ataques subintran- tes, cinco a seis diario», y el otro en pleno estado de mal. Estos dos easos-a mi parecer admirables por su carácter netamente esencial y heredoneuropáti- co, la gravedad extrema dei estado general y las perturbaciones intelectuales-no pudieron seguirse con el cuidado que merecían, por ser enfermos am- bulantes y de muy pocos r«cnr s'o s. Sin em- bargo la raquiestovainización, hecha a rarísi- mos ietervalos, tuvo en los dos enfermos resulta- dos extraordinarios felices. En el caso de los ata- ques subintrantes diarios, los accesos se suspen- dieron por más de un año con una sola inyección; en el otro ef status epiléptico mejoró, y los caracte- res de accesos se modificaron profundamente para luego desaparecer. Empero, lo que más merece la atención es la mejoría psíquica de ambos enfermos, que fue notabilísima, y que demuestra la acción ca- si específica del medicamento sobre la célula ner- viosa, en potencia de mal. La historia cuarta se refiere a un muchacho, sin bagaje hereditario, que hace seis años sufrió una caída sobre la cabeza, a consecuencia de la cual estuvo sumido primero en estupor, y luego en subdelirio, de todo lo cual mejoró en algunos días. Tiempo después aparecieron los síntomas de una epilepsia procursiva. El tratamiento bromurado fue ensayado sin éxito; por el contrario, la enfer- medad fue adquiriendo los caracteres del gran mal, con una curiosa tendencia de los accesos hacia el polimorfismo: gran mal,' forma procursiva, auto- matismo ambulatorio, aura solitaria, vértigo, etc., todo subsistió más o menos claro durante algún tiempo; poco a poco y bajo la evidente acción im trarraquídea de la estovaína, fueron cediendo las formas frustradas o incompletas; lo que cedió por último fue el gran mal, y cuando Arango escribió la observación, ya el enfermo hacía dos meses que 100 estaba en perfecta salud. analizando el caso y agregando algunas reflexiones por él sugeridas, a las que apunta el doctor Arai go, encontramos que en la interesante historia hay dos clases de epilep- sia diferencia bles clínicamente, y que la raquiesto- vainización vino a disociar. Evidentemente el pri- mer sindroma fue ja'cksonieno postraumático con la circunstancia de que al exaumatismo físico de- bió asociarse ai traumatismo psíquico paia produ- cir las primeras manifestaciones jacksonianas. Ahora, dicha epilepsia refleja vino a ser el punto de partida de la epilepsia esencia,!. Tal interpreta- ción se hace aún más plausible por el hecho de que cualquier traumatismo craneano, sea donde sea, puede ser núcleo inicial del mal. Enorme es la im- portancia práctica de la disociación que debemos al tratamiento de Arango; así se explica el que, después de operaciones quirúrgicas del cerebro ejecutadas con resultado positivo, quede siempre un cerebro de costumbre epiléptica, la cual es jus- dificable por raquiestovanización. El caso número tres no es un ejemplar brillan- te del tratamiento de Arango. En él hubo tam- bién un traumatismo no craneano, que precedió al estallido de la epilepsia. Fundóse Arango en la generalización desde el primer momento, en la fal- ta de aura: piescuta el ca^o como tipo de epilepsia esencial. En él me parece ver. por el contrario, una. epilepsia de causa anatómica, como lo prueba, más que otra cosa, el enorme aumento de la, ten- sión intrarraquídea. ('reo que aquí, como en mu- chos casos, el exámen citológico del líquido cere- broespinal daría gran luz sobre el origen del mal. La acción de la estovaína me pareció bien te- tenue en comparación con la descrita, en otros ca- sos. En ello se me antoja ver también un signo propio de las epilepsias de origen meníngeo o cor- tical. en las cuales no veo bien la acción benéfica de la raquiestovainización, una vez que la causa de comprensión o irritación subsiste y no deja de obrar. 101 La historia quinta nos relata de un joven por- tador de nn bagaje neúropático importante, quien empezó por sufrir de ataques de pequeño mal y otros equivalentes, que se generalizaron luego, dando lugar en ocasiones al estado de mal. Des- pués de haber sido infamemente tratado con medi- cinas de patente, que empeoraron grandemente su estado, cayó en las hábiles manos del Dr. Arango, quien primeramente alejó las causas que pudieran obrar por acción refleja (exostosis dentaria); trató debidamente el pésimo estado de las vías digesti- vas. y estableció una medicación con bromuro, ar- sénico, y, en fin. la esto vaina intrarraquídea. La mejoría ha venido a ser notable. Empero, no sabe uno a qué atribuirla en realidad, pues fue- ra de la estovaína han entrado a actuar otros fac- tortores terapéuticos a los cuales también puede achacarse la reposición. Es de avertirse que en es- te caso constituye el onanismo un factor desas- troso, que contrarresta y destruye lo que el más hábil práctico logre alcanzar. En el apéndice a su trabajo nos dice Arango, con fecha 28 de abril, que el enfermo ha mejorado inmensamente, por ha- ber abandonado sus manías solitarias. Se prome- te el Dr. Arango, con razón, en este enfermo un éxjto rápido y seguro de su tratamiento. El cuarto caso paréceme el tipo de la epilepsia menstrual. Solamente presenta como dato intere- sante la más marcada intolerancia parala raquies- tovainización. , Antes de dar por terminada la misión queme hie encomendada por la Presidencia, me permito '¡na ligera digresión qfie puede tener su utilidad en $1 asunto que nos ocupa. Como ya lo hice notar anteriormente, cúpome suerte introducir y vulgarizar la punción lum- bar en la gran clínica hamburguesa de Eppendorf, durante el semestre de invierno de 1914 a 1915. La punción lumbar imaginada por Quincke, de 'a Universidad de Kiel, como procedimiento tera- péutico en la meningitis, fue adaptada por la es- 102 cuela francesa, cuyos más altos ex ponentes son Wid&l y Ravant, quienes fundaron la citología ce- falorraquídea y sentaron bases que hoy han veni- do a convertirse en leyes de utilidad incontestable para el diagnóstico preciso de ciertas afecciones ce- rebroespinales. Dado ©1 riquísimo material de que goza el Hos- pital de Eppendorf, me tocó hacer en el curso de pocos meses algo más de doscientos citodiagnósti- co8 cerebroespinales, que verifiqué bajo la inspec- ción de mi ilustre maestro Norme, el gran neurólo- go amburgués. En la gran mayoría de los tiempos por no de- cir en todos, observé la cefalalgia postoperato- ria que extraña a Ara ngo y que yo atribuyo a la depresión súbita del líquido cefalorraquídeo y no a la influencia de la droga. Un caso trae Arango que confirma mi aserción: es el número primero. En una de las punciones que no pudo ser seguida de inyección estovaínica, se produjo sinem- bargo, una fuerte cefalalgia La inyección de una cantidad de líquido igual a la que se extrae no viene, a mi parecer, a equilibrar la presión, pues seguramente el desequilibrio isotónico entre el lí- quido cefalorraquídeo y el introducido mecánica- mente, hace que el segundo sea absorbido con ex- traordinaria rapidez. Con extrañéza he notado que un ©bservador tan inteligente y sagaz co«i» el doctor Arango se limite; en lo que se refiere al líquido cerebroespinal, a determinar su mayor o menor presión y su as- pecto macroscópico. Se me antoja que es la epi- lepsia enfermedad en la cual siempre que sea posi- ble debe verificarse el citodiagnóstico, el cual, en Muchos casos, proporciona datos indispensables y precisos para ©1 diagnóstico patogénico de la enfer- medad. Probablemente ao ha podido Arango ha- ser el citodiagnóstico por causa de las dificultadas técnicas que en un lugar de clima ardiente crea la falta de laboratorios perfectamente acondiciona- dos. 103 Hay otro punto que no ha sido tratado por Arango sino muy someramente en su sexta obser- vación, y es el referente a las contraindicaciones de su tratamiento. Dichas contraindicaciones son imposibles de establecer en todo tratamiento que principia a ensayarse, como que son el fruto de ex- periencia en un gran número de casos; así pues mi aseveración no implica un cargo. Es indiscutible que las contraindicaciones de la punción lumbar deben serlo también del método de Arango. De ellas conozco una importantísima, por propia y dolorosa experiencia, y que se refiere a nuestros primeros tanteos citológicos en el Hospi- tal de Eppendorf. Se trata de dos casos de muerte súbita, ocurridos durante la punción, y cuya au- topsia reveló la existencia de tumores de la base del cerebro. La contraindicación de los tumores cerebrales es tanto más importante cuanto que di- chos tumores producen, bien a menudo, accesos eonvulsivoe cuyo diagnóstico errado puede dar lugar a desagradables sorpresas en el curso de una punción lumbar. Creo haberos dado una idea aproximada del importante trabajo qwe el doctor Miguel Arango M. presenta a la consideración de la Academia, y para cerrar mi modesta disgresión paso a propo- ner lo siguiente: «Nómbrese al doctor Miguel Arango M., de Ba- rranquilla, miembro correspondiente de la Acade- mia Nacional de Medicina.»