A 4» ^XA- < «' Vi i\ 'Mi; ■; ...l ■ .-•¡.■-■rí.i';;, ..,í:).i «q. JE TIENE POR OBJETO DAR A CONOCER A LOS SEÑORES FACULTATIVOS V AL PUBLICO, LOS MEDIOS MAS OPOR- TUNOS DE CUANTOS HA HECHO USO PARA LA CURACIÓN DEL CÓLERA-MORBO EL BDGTOR BON MAHOIAL BfTPIEHRIS, T-IZDICO QUE FUE DEL REAL ARSENAL DS ESTE APOSTADERO, 7 DEL REAL HOSPITAL CREADO PARA LA ASISTSNCLi. DE L03 INDIVIDUOS DE LA KEAL ARMADA EN LA E- ■-".D2M1Í. DE VriÓP; DIRECTOR DE LA CASA DK SALUD DE SAN r.pnPnr.nn^^V__BOf!10 CtL._-—- -y VARIOS INSTITUTOS CÍENTÍFICfS. *C\0 O ¡\ \\£ HABANA. Jf^fJ-CS ' IMPRENTA DE ANTONÍQ MARÍA DAVILA, CALLE (S. LA AMARGURA ESQ.VINA A 1852. VaJC lleZ ¡2S2. /&»/,'P<£-9^-¿ ES PROPIEDAD DEL EDITOR, PREFACIO. Impulsados por el deseo de cooperar al bien de la humanidad, tanto porque nues- tra profesión nos inclinaá ello, cuanto por- que nuestro corazón no cesa de dictarnos esta senda, emprendemos un trabajo, que pudiera ser mas estenso, si nuestras ince- santes ocupaciones nos lo permitiesen. Pe- ro aun tenemos la casi seguridad de que se- rá útilísimo para las personas que buscan los resultados de estudios hechos con sin- ceridad y sin ideas anticipadas. Nuestra po- sición como ex-médico del Real Arsenal de este Apostadero, precisamente durante la época de la grande epidemia del cólera morbo de 1850; la de Director de uno de los mayores establecimientos de sanidad de esta Isla, y por último, la de tener una clientela bastante estensa en esta ciudad; todos estos motivos, y el haber observado la epidemia de cólera de 1833 en la Luism- na, con lo cual nos ha sido fácil hacer com- paraciones, son circunstancias que nos han puesto en el caso de ver por nosotros mis- mos y por la práctica de otros compañe- ros, los resultados que prometían talos ó cuales medios para la curación de este ter- rible mal. Estos corolarios son precisamen- te los que vamos á estender en esta obrita. Con el fin de ayudar igualmente á la esplicacion de varios fenómenos y de indi- car lo que puede el método hidropático en las enfermedades generales de los países intertropicales, después de cuyo estudio se hará fácil la aplicación de ese método ai cólera morbo, encargamos á los que se ha- gan de esta obrita, compren igualmente el tratado de hydrotherapia que publicamos en 1845, bajo las iniciales de M. D. D. M. INTRODUCCIÓN. No se crea que este opúsculo tenga por objeto írafár del cólera morbo en toda su estension: en él, solo se encuentran tres cosas, y son: 1?, los medios mas convenientes para disminuir la propagación: 2?, los pro- filácticos ó sean las precauciones, con las cuales se puede evitar esa enfermedad, ó por lo menos, hacer que la economía esté en disposición favorable para el momento de la medicación: y 3?, el tratamiento de esa enfermedad en sus diversos períodos. Esta será la obra en sustancia; y para ser claros y concisos, la di- vidiremos en tres partes; en las cuales usaremos de un lenguage que esté al alcance de todos, á fin de que pueda servir de guia á aquellas personas que prestan sus ausilios á los enfermos, sea por oficio ó por otras circunstancias. Esperamos que esta obrita de medici- na, casi popular, no tendrá los inconvenientes que han ofrecido los tratados de medicina doméstica, los cua- les han dado lugar á que se cometan errores de con- sideración por parte de aquellas personas que creen que basta saber de memoria la historia de una enfer- medad, para poder distinguirla en el enfermo; y de este errar nace la aplicación de un método, que si bien es el que debiera aplicarse en el caso indicado por el libro, no lo es en el de la enfermedad que se ha confundido con la historia que se ha estudiado de memoria. El calera morbo es una de aquellas enferme- dades que no presenta dificultad en su diagnóstico; es fácil de describirlo, y basta haber visto algunos enfermos, para que se puedan distinguir con facilidad »us diferentes- periodos; y por lo tanto será igualmen- te fácil la aplicación de la medicación indicada para cada época del mal. Diremos sin embargo, en qué sig- nos se reconoce y á qué periodo pertenece el espado actual del enfermo, circunstancias indispensables pa- ra aplicar los métodos como es conveniente: esta será una de las partes de esta introducción. "Las épocas del mal son para nosotros en núme- ro de cuatro, y las designamos con los nombres de: 1? Colerina; 2° Colerina fuerte; 3? Cólera álgido, ó de colapso; y 4" período de reacción. "Primer periodo.—La colerina se roconoce por los signos siguientes; diarreas de materias de colores variados y de consistencias varias; ruido de tripa;; cólicos mas ó menos intensos, y no constantes, que aumentan por la presión, ó causa esta una opresión; con frecuencia se presentan vómitos de los alimentos últimamente ingeridos; luego suelen ser biliosos ó del líquido que se está tomando; desgano, sed ardiente, lengua saburral ó blanca, ancha y de color uniforme m «en sus bordes y centro; la piel de las últimas falanges de los dedos está fria é inerte; el semblante tiene una señal de estupefacción; los ojos espresan tristeza; la respiración algo molesta, como si se apretase el epi- gastrio; alguna inquietud; el pulso es algo frecuente, y se deja deprimir con facilidad; á veces hay algunos calambres en los miembros inferiores; orines escasos y albuminosos; debilidad instantánea, á consecuencia de un pequeño número de evacuaciones. Estos son los signos mas constantes del primer periodo. "SecxUndo periodo.—Colerina fuerte: Las diar- reas que en el primer periodo eran de colores varia- dos, son en este de un carácter peculiar á este mal; es decir, que son de un color blanquecino, que tiene en suspensión una porción de copos parecidos á unos granos de arroz reventados y deshechos por el hervor; el líquido de esta evacuación parece como si tuviera algo de feculento. Las diarreas son muy frecuentes, y á veces no dan tiempo para que el enfermo pueda levantarse de su cama. Los vómitos suelen ser esca- sos; pero cuando se presentan, son frecuentes y pare- cidos á las materias de la evacuación: estas materias tienen un ©lor nauseabundo sui-generis, y que tam- bién se observa en la piel del enfermo. Rugido de tri- pas, sensación de peso y de opresión, ó dolor agudo en la región epigástrica (1), y la parte anterior ó las laterales del pecho; á veces se presenta un dolor (1) Regios epigástrica: se estiende desde un huesesillo que está encima de la boca del estómago, hasta dos dedos mas arriba del ombligo. (8) fijo en la región del bazo parecido á un dolor pleuri- tico; sed insaciable; lengua ancha, espesa y saburral, sin el menor color en sus bordes, y estos guardan el mismo que el centro del órgano; la orina está supri- mida, ó muy escasa; la piel de las últimas falanges de los dedos está descolorida y arrugada, forma plie- gues longitudinales, que á primera vista indican co- mo si los dedos hubieran estado puestos en agua de íegía; la disminución del tamaño de esas partes dice bastante que la serosidad que humedece el tegido ce- lular (1) de las mismas, ha huido de este punto, á c msecuencia de la absorción. Mucha es la frialdad de las estremidades; y cuando se tocan esas partes se diría que roban el calórico de la mano del observador. "El semblante se desfigura bastante; las faccio- nes presentan mucha tiranteza;los ojos muy profundos. y rodeados de un cerco oscuro; el color de la cara es ¿ veces rojizo y otras pálido, según esté mas ó menos adelantada la época del periodo en que se observa; la inquietud es estremada; la respiración suspirosa, y á veces termina cada espiración con una especie de gemido; sudor vizcoso, y dé un olor parecido al de las evacuaciones; pulso pequeño y frecuente, algunas a eces intermitente (pulso abdominal); calambres fuer- tes en todas partes del cuerpo. Estos síntomas, ó ca- si todos ellos, han sido observados en los mas de los. enfermos que hemos asistido." •-Tercer periodo.—Cólera álgido, ó de colapso: (l) Terido celulah: tegido que forma la base de la organi- zación animal y vegetal. (9) Las evacuaciones altas y bajas suelen desaparecer; y cuando no, son menos cuantiosas, pero siempre ca- racterísticas; la orina está suprimida, (ha habido ca- sos en que ha continuado á fluir la orina, pero han si- do muy raros); hay tensión de los músculos abdomi- nales á un grado tal que no se halla en parte alguna del vientre la menor elasticidad; opresión grande al pecho y epigastrio; la respiración es rara; el enfermo suspira mucho, ó mas bien se puede decir que cada aspiración es un suspiro; dolor en la base del pecho, parecido al que causa un punto pleurítico (1); sed insaciable; lengua blanca y bastante fria; muda á veces de color, pero por pocos instantes, y los tintes que presenta son variados entre rojo y morado, pero nunca francos, y duran uno ó dos minutos no mas, volviendo luego á su estado primitivo, ó queda de un color morado desigual en varios puntos; el aire aspi- rado es mas ó menos frío; el rostro se nota alterado é hipocrático (2); los ojos se hunden mucho; los pómulos sobresalen; los carrillos presentan una frialdad esce- siva; todo lo demás del cuerpo, escepto el pecho, está frió, yerto. Esceptuamos la región pectoral, hablando de la frialdad, porque los mas de los enfermos nos han presentado esa región muy caliente; y los que no se hallaban en ese caso, no tenían esa parte tan fria, con mucho, como las demás regiones; las uñas, el bor- de superior de las orejas y otras varias partes del cuer- po, toman un color morado; (cianosis) este color es en las uñas mucho mas oscuro que en ninguna otra par- (1) Pumro pleuritico: dolor de costado. (2) Hipocrático: e spresion que el semblante adquiere gene- ralmente la víspera de una terminación funesta. ( io.) te; el cuerpo enflaquece considerablemente. El pulso desaparece, el corazón auscultado (1) presenta unos sonidos confusos; los calambres son muy violentos, y la inquietud es inmensa; el enfermo no soporta cobija alguna, y dice que se abrasa, mientras que los asisten- tes observan aquella gran frialdad de su cuerpo. Las secreciones cesan; la voz, si no desaparece totalmen- te, parece sepulcral; los ojos se disminuyen aun mas- ía córnea trasparente se arruga y marchita; el enfermo se lamenta de que no vé, y en medio de tanto desor- den, conserva, las mas veces, una gran parte de su in- telecto; otras le acomete un subdelirio; átodo esto si- gue una dificultad mayor de respirar; á veces hipo, y el enfermo fallece como si un peso inmenso aplicado sobre su pecho impidiera la respiración. La hemato- sis (2), esagrande é indispensable función del organis- mo no se verifica ya, y la vida de ese cuerpo desapa- rece. Estos son los síntomas de la marcha que sigue el cólera álgido cuando, de por sí, es decir, sin com- plicación, conduce al sepulcro al infeliz á quien aco- mete. Pero afortunadamente se presentan á veces otros síntomas, y que vamos á describir." Cuarto periodo.—De Reacción: El enfermo que rebaza del tercer periodo, de este estado que presen- ta tantos elementos, capaces cada uno de por sí de causar la muerte, se manifiesta menos frió; el pulso vuelve un poco, pero apenas es perceptible, y va cre- (1) Auscultado: esploracion del pecho por medio del oido solo ó ayudado de un instrumento. (2) Hematosis: formación de la sangre, (11) ciendo á medida que la reacción se pronuncia mas; el enfermo orina un poco; el vómito cesa; la diarrea cam- b ia de color, y es menos frecuente; los calambres y la cianosis desaparecen; la flaquencia disminuye; los ojos se aumentan algo, y se salen un poco de su órbi- ta; la voz se manifiesta; la sangre, al volver á circu- lar, da un poco de color al rostro; trae alguna serosi- dad, y las arrugas de la piel se disipan; los bordes de la lengua toman color, y si no hay entorpecimiento, la convalescencia se presentará muy pronto." "Esta es la forma de una reacción franca; pero desgraciadamente esto no es muy común; á veces es incompleta: se presentan algunos síntomas favorables, y estos cesan muy luego para ser reemplazados por otros que no lo son, y pertenecen á los del tercer pe- riodo. Difícil es que el enfermo que ha sufrido mucho pueda salir con bien de ese laberinto." "La reacción se complica á veces con síntomas que anuncian efectos céfalo-raquidianos (1), ó de afectos tifoideos (2), de congestiones parciales: así es que una fiebre empieza, y toma muy pronto el ca- rácter de uno de losjafectos que acabamos de indicar." "En esta epidemia hemos observado el predomi- nio en los casos que han sido mas desgraciados, de los síntomas que indican la meningitis, cerebro espinal: la fiebre no era muy intensa; habia insomnio; el pulso, pequeño, era contraído; mucha agitación; vista fija; la pupila se contraía, el enfermo, muy quejumbroso, ge- mía como un niño. Este estado demostraba que el pul- (l) Céfalo-raquidianos: del cerebro y de la médula espinal. (2) Tifoideos: se nota un estado de estupor. ('12) so no indicaba ia verdadera intensidad de la fiebre; lo que debe atribuirse á la escasez del fluido vital; los vómitos, cuando se han presentado, han sido biliosos; la lengua natural, blanca, húmeda ó áspera, seca y amoratada; habia delirio, en general, á veces un esta- do comatoso; el enfermo se quejaba de dolores al dor- so, y si conservaba su razón, lo atribuía á la cama: esta escena horrible concluía por un desorden en la respiración, que acarreaba, la muerte con suma rapi- dez; cuando por el contrario, el enfermo rebasaba, la convalescencia era muy dilatada, y se puede decir que era otra enfermedad, que requería toda la aten- ción del médico, pues era común ver que se presen- taban durante ese estado, diarreas, parotiditis (1), hi- po, una gastritis (2), una gastralgia (3), fiebres efíme- ras (4), dificultad de digerir, insomnios, &c; á no ha- ber un gran cuidado, son consiguientes los fatales resultados." "El término medio de la duración del cólera ha sido de sesenta horas; pero algunos han fallecido en cuatro. Hemos tenido un caso que ha durado setenta y dos dias, y que terminó fatalmente con fenómenos tifoideos; otro ha estado sobre catorce dias, presen- tando á veces los síntomas del tercer periodo, y otras los de una meningitis (5); este ha curado después de una convalescencia penosísima. Otro que habia cura- (1) Parotiditis: paperas. (2) Gastritis: inflamación del estómago. (3) Gastralgia: afecto nervioso del estómago. (4) Fiebres efímeras: fiebre que en general dura un día. (5) Meningitis: inflamación de las membranas que envuei- Ten el cerebro. ( 13 ) do del cólera y que estaba en buena convalescencia, falleció en siete horas, de resultas de haber comido, á ocultas, tres bizcochos que le trajo un amigo suyo." "En todos los enfermos se ha notado lo delicado de la convalescencia; pero luego que esta era franca y el alimento suministrado con arreglo á su estado, el enfermo volvía muy pronto á adquirir sus fuerzas; pe- ro quedaba mucho tiempo de baja, porque las llagas ocasionadas por los sinapismos ó los epispásticos (1), requerían mucho tiempo para curarlos, lo que indica- ba la lentitud conque la piel volvería á su estado normal." Estos son los datos con los cuales hemos descrito los diversos signos y demás particulares que pertene- cen á los cuatro periodos del cólera morbo, en un tratado completo de esta enfermedad, y que aun no se ha publicado: quizá se considere que nos hemos es- tendido mucho, relativamente á la corta dimensión de este opúsculo; p?ro la materia, demasiado delica- da, necesita que lo que se diga de ella sea muy claro: sobre eso reposa nuestra estensa relación. (t) EpisrASTicos: vegigatorio». ARTICULO PRIMERO. DE LOS MEDIOS MAS CONVENIENTES PARA DISMINUIR LA PROPAGACIÓN DEL COLERA MORBO. Para establecer las reglas necesarias á fin de atenuar la propagación del cólera epidémico, preciso es decir ante todas cosas como se propaga ese mal, y cómo ataca á un individuo ó á varios. Este tema daría lugar á inmensos comentarios, sobre todo si se tratase de discutir las infinitas opi- niones que se han emitido sobre este punto; limitados como nos lo hemos propuesto, á formar esta obra con solo el resultado de nuestras pesquisas y de nuestra especial observación, copiaremos apuí los corolarios del artículo contagio, de nuestra misma obra inédita, y luego indicaremos nuestras opiniones tocante al tes- to de ese artículo. "1°—La propagación del cólera se produce por medio de un gas que satura la atmósfera en una gran- de estension, la que puede ser calculada por la que abrasa los paises que vienen á ser afectados por la epidemia." "2°—El contacto de ese gas con los individuos, no basta por sí solo para producir el cólera." "3?—Ese gas puede causar, en ciertos estados de la economía, una impresión cuyo resultado podrá no (15; ser el cólera, ó bien su acción podrá, en ciertas cir- cunstancias, ser muy débil, y se desarrollarán enton- ces colerinas, ó simplemente diarreas ú otro afecto.'» "4"—El cólera no es el producto de un solo agen- te, bien sea simple ó compuesto." "5?—Para que el cólera se desarrolle, es necesa- rio que la economía del individuo presente un estado especial, que hemos llamado afinidad electiva." "6?—Este estado puede ser producido por las emanaciones miasmáticas, sea que provengan de las descomposiciones de materias animales, ó vegetales; de la acumulación de mucha gente; de la aglomera- ción de enfermos; de una circulación de aire viciosa ó escasa; de los escesos en los alimentos ó en las be- bidas; de la mala calidad de aquellos; pero solamente resultará en ciertos estados de la economía." "7?—Las causas determinantes obran sobre la eco- nomía predispuesta de un modo idéntico al que pro- duce el reactivo del químico, que se combina con el elemento de su afinidad, y lo pone de manifiesto; es- te elemento es el que para nosotros dimana de un mo- do especial, que es el resultado de los desórdenes del sistema nervioso de la vida orgánica, ese gran resor- te que ya no regenta las funciones de los contribuyen- tes indispensables, sin cuyo concurso las fuerzas vi- tales pierden su acción y la vida se acaba." "8?—El desarrollo del cólera no se verifica por contagio ni por infección; solo sí por una operación, en virtud de la cual, un cuerpo abandona una combi- nación para unirse á otro cuerpo, lo que llamamos DESARROLLO POR AFINIDAD ELECTIVA." La primera proposición establece que la causa ( 16) determinante del cólera ecriste en la atmósfera; des- de luego, nada podemos contra este agente directa- mente. Hallamos en la 2? proposición que este agente no produce el cólera por sí solo; pero sí es susceptible de causar este mal ú otros, según sea la disposición de la economía del individuo que se halle en contacto con él, como lo establece la 3.1 proposición. Si el có- lera no es el producto de un solo agente, (4} proposi- ción) preciso es ver cual sea el otro agente, ya que contra el primero nada podemos directamente. Este segundo agente consiste en la predisposición especial que en la 5.1 proposición llamamos afinidad electiva. Kntendemos por afinidad electiva, un estado espe- cial, particular de la economía, que es producido por infinitas causas: la 6.1 proposición refiere varias de ellas. No sentamos, sin embargo, que la acción de es- tas causas produzca en todos los individuos espuestos á ellas, ese estado especial, pues aun son necesarias otras predisposiciones, que una variedad cualquiera puede hacer que se produzca un estado distinto: esto nos esplica, en parte, el por qué no todos los indivi- duos adquieren ese estado especial, por mas que ha- yan sido espuestos á las mismas causas que en otros han favorecido el desarrollo del cólera. El menor na- tiz que resulte deberá impedir aquel estado de afini- dad especial indispensable para que el reactivo, ó sea la causa determinante, no halle el completo elemento de su afinidad, como lo indica la 7-1 proposición. El desarrollo del cólera por afinidad electiva, ecsige, pues, dos causas: la determinante, contra la cual obra- remo- de un modo indirecto, y la predisponente, que vamos á poner de manifiesto, en cuanto nos sea posi- (17") ble, á fin de indicar los medios capaces de impedir que se efectúe. Infinitas son las causas generales que ecsisten en los alrededores de la Habana, y aun en su interior, que consideramos como capaces de causar en muchos individuos, predispuestos, aquel estado muy á propó- sito para el desarrollo del cólera. No haremos men- ción de ellas de un modo especial; esto nos haría ser difusos, y en las actuales circunstancias á nada nos conduciría; porque para mejorar ese estado antihigié- nico, es necesario mucho tiempo. En la obra que he- mos mencionado, nos hemos ocupado de ello de un modo muy especial. Las causas de que vamos á ha- blar son todas aquellas susceptibles de producir gases de diferentes especies, los que por su combinación entre sí, ó con el aire atmosférico, llegan á ser malé- ficos y á formar focos infecciosos, mas ó menos consi- derables. Muchos facultativos, y los individuos estra- ños al estudio de la medicina, creen generalmente que el medio mas eficaz para librarse de los malos efectos ó del contacto de los gases maléficos esparci- dos en la atmósfera, consiste en el cerrar hermética- mente los aposentos ó dormitorios; y lo verifican prin- cipalmente durante la noche, porque, en efecto, es el tiempo en que por la condensación del aire, esos ga- ses bajan á la superficie de la tierra; pero si se reflec- sionara que el aire contenido en ese aposento está mezclado con una porción de gases maléficos, y que ese aire no tardará en ser viciado completamente por el efecto de la respiración de las diversas personas que habitan la pieza, se abandonaría esa idea, y se di- ría: una renovación continua del aire atmosférico no es susceptible de viciarse por la respiración de las personas reunidas en un punto, y los gases pemicio- ( 18 ) sos que contiene no pueden ser de un volumen muy considerable, relativamente al de la atmósfera; y por otra parte, las plantas de toda especie, es sabido que absorven el ázoe y otros gases dañosos; y esta función se verifica precisamente de noche: de esta absorción y de la operación química que se forma en la planta, resulta que por la madrugada,al aproximarse el sol al horizonte, hay unaexhalacion inmensade gas oxígeno, que es el que puede llamarse aire vital: somos, pues, privados de los beneficios de esta operación de la na- turaleza, y lo son aun mas aquellos que se acuestan y levantan tarde. Pero no se crea que es indiferente el modo de es- tablecer la circulación del aire en un local: quizá de ese proceder depende el bien - ó el mal que deba re- sultar: hé aquí las razones sobre las cuales apoyamos nuestra proposición. Está convenido que á escepcion de uño que otro gas dañino, todos ellos son mas lige- ros que el aire atmosférico: ellos tienden, pues, á ele- varse á lo mas alto del local; pero el volumen que lle- ga á reunirse será tan considerable, que forme una masa tal que puede ponerse en contacto con las per- sonas que estén en él, aun cuando haya ventanas ó puertas abiertas, siempre que estas no comuniquen entre sí, y estén bastante elevadas, para siquiera for- mar una corriente mas alta que la elevación de las personas. Se comprende desde luego que es necesario que las aberturas destinadas á la circulación del aire en las viviendas, sean elevadas por lo menos dos va- ras del suelo por su parte inferior, y que haya siem- pre dos que faciliten la circulación. Construidas de este modo serán favorables á los sanos, y aun mas á los enfermos y á sus asistentes. Entre los gases mas pesados que el aire atmósfé- ( w) rico, se cuenta el gas carbónico: este, en efecto, es de tal pesantez que apenas se elevará algunas pulgadas del suelo en los puntos en que haya un manantial de él. En esos parages, el hombre podrá andar sin cui- dado, mientras que si se acostase en el suelo, podría asfixiarse. Hay en una parte de Italia una gruta que causa la muerte á todo perro que entra en ella, mien- tras que los hombres la visitan sin peligro: este fenó- meno es debido á una fuerte capa de gas carbónico Ptie cubre su piso. No creemos en la utilidad de las aberturas que hemos visto abrir á raiz del suelo, con el fin de establecer una circulación de aire inferior; ras hallamos innecesarias, porque las puertas bastan para lograr ese efecto; y las consideramos perjudicia- les, porque pueden causar alguna refrigeración á las partes inferiores del cuerpo, y resultar de ella un rap- to de sangre hacia el cerebro ó el pulmón; ó quizás un desorden en la inervación, siempre que esté el cuerpo caliente por efecto de la cama y poco prepa- rado á resistir á una impresión estraña, cuando la cir- culación por la posición que ha guardado el cuerpo por algún tiempo requiere algún esfuerzo de parte de la economía, á fin de que en lugar de hacerse en el sen- tido horizontal, venga á ser perpendicular, hornos, pues, opuestos á esas aberturas, y quisiéramos que fue- ra posible establecer algunas á la parte inferior del cielo raso; y en los buques, entre cada baho así como lo están en los camarotes de popa: las mangueras no llenan el objeto de nuestra indicación, porque el aire que traen es siempre de una temperatura baja, relati- vamente á la de la bodega; y solo por esa circunstan- cia es por lo que llega el aire á ella; pero esto se veri- fica en un punto muy limitado, y por tanto no surte su efecto. Los individuos en contacto con la atmósfe- (20) ra caliente de la bodega de un buque se hallan espuee- tos á continuas refrigeraciones, cuando se acercan á las inmediaciones de las mangueras. Esto, nos dirán, es menos perjudicial que la suma del mal que podria resultar del ningún acceso del aire. Nosotros conve- nimos en ello, pero no es lo mejor. Después de lo que acabamos de decir, creemos que no quedará duda sobre que los aires viciados de- berán ser considerados como las causas predisponen- tes que hemos colocado en primera línea; pero debe- mos advertir que no encontramos en ello lo suficiente para causar aquel estado de afinidad electiva; es ne- cesaria una segunda causa, y esta la debemos llamar ocasional. Que ecsiste una atmósfera viciosa mientras dura el cólera, bajo forma epidémica, no quédala me- nor duda: lo prueban la ausencia de las aves de rapi- ña; y aun mas aquel mal estar que casi todos los indi- viduos esperimentan, sobre todo en lo relativo á las funciones de la inervación; y otros notan dificulta- des en la digestión; y se observa que los fenóme- nos que son propios de las gastro-enterligias, se exa- cerban, y son muy comunes las dispepsias (1) y demás afectos del tubo gastro-intestinal. Este estado de pre- disposición hace que un alimento difícil de digerir, sea por sus cualidades especiales, ó porque no haya ad- quirido el grado de madurez debido exije del estóma- go, una acción mayor de la que pueda desarrollarse, con motivo de que el sistema nervioso ganglionar es m uc padece en este estado de predisposición; en- tonces los materiales ingeridos quedan detenidos en el estómago, y el estado de espasmo al contraer, casi completamente, las válvulas cardiaca y pilórica, aun no permiten que puedan salir de su receptáculo. No v; ¡ D; spepsus: digestión dificultosa ó viciada. ——— (21 ) nos detendremos en esplicar la acción subsecuente de la economía que se esfuerza por todos los medios po- sibles en espeler este cuerpo estraño; el sistema ner- vioso de la vida de relación, solicitando incesantemen- te la cooperación de las fuerzas vitales que halla ano- nadadas, acaba por entrar en un estado covulsivo, que imposibilita todas las funciones de la economía. Este estado, que se comprende mas bien que puede espu- tarse, y que es el resultado de causas predisponentes y ocasionales, es el que consideramos apto á admitir la acción de la causa determinante del cólera: este e*> pues, aquel estado, que llámanos afinidad electiva. Los gases que se forman en los lugares en que se encuentran personas afectadas del cólera-morbo, no difieren de aquellos de que hemos hablado en el trans- curso de este artículo. Repetimos aquí que los consi- deramos como susceptibles de producir la predisposi- ción primitiva, y no le concedemos una disposición suficiente para dar lugar al desarrollo del cólera, aun cuando el individuo afectado venga á estaren contac- to con la causa determinante: es indispensable en to- do caso que obre una causa ocasional. El artículo siguiente indicará los medios mas ca- paces de oponerse á este conjunto de fenómenos. ARTICULO SEGUNDO. MEDIOS PROFILÁCTICOS, Ó SEAN LAS PRECAUCIONES, CON LAS CUALES SE PUEDE EVITAR ESA ENFERMEDAD. Ó POR LO MENOS HACER QUE LA ECONOMÍA ESTE EN DISPOSI- CIÓN FAVORABLE PARA EL MOMENTO DE LA MEDICACIÓN. Sentado en el artículo precedente lo que se debe con- siderar como causas generales, susceptibles de produ- ( 22 ) cír la predisposición necesaria para qne las causas oca- sionales lleguen á poner la economía en el estado de afinidad electiva, indispensable es que digamos loque son en este casólas causas ocasionales. Partiendo del punto en que consideramos la eco- nomía en el estado de predisposición, cual lo hemos indicado, diremosí que muchas, ó casi todas las fru- tas, sobre todo, las cosechadas en tiempos de aguas, ó antes de su sazón, deben ser consideradas como muy perniciosas. Señalaremos entre ellas el melonr que siempre es mas ó menos indigesto, aun en épocas diferentes á la presente: la sandía, el aguacate, el mango, el mamón, el mamey deSto. Üomingo, y otras de que no haremos menciony porque de ellas no se ha- ce tanto uso. Hemos visto una negra, hace pocos dias, afectada del cólera en un estado álgido, y no nos que- dó duda de que la causa ocasional fué una sopa de plátanos. También pudiéramos citar varios casos que nos han parecido tener su causa en alimentos toma- dos por la noche, los que quizá usados durante el dia no hubieran producido ese estado (1). Las carnes de- masiado duras; las que tienen un principio de corrup- ción; el pescado de mala calidad, y también los me- jores, cuando están pasados, y en general el uso es- cesivo de cualquier alimento; el abuso de los licores (1) Si un alimento tomado en momentos en que la atmósfera no est-í en aquel estado de condensación que hemos dicho ecsiste de noche, y sí también después de ingerido ese alimento hay la facilidad de hacer algún egercicio, es indudable que será digeri- do; mientras que en las circunstancias contrarias, el mismo ali- mento será indigesto. La frecuencia, por no ch-eir la certidum- bre de la producción del cólera durante la noche, dice bastante que la causa ocasional se desarrolla en aquella época. (23) fermentados yéldelos purgantes ó de los eméticos (1), todo esto puede obrar como causa ocasional. La relación que acabamos de hacer de lo que con- sideramos como causas ocasionales, no encierra cier- tamente todas las que deben considerarse como tales: hay otras muchas, pero estas son las casi continuas; y loque dejamos espuesto, debe ser considerado como suficiente para ponernos en precaución contra los de- mas, que no dejarán de tener algunos puntos de con- tacto, por donde aun los mas profanos, cuando bien quieran, serán capaces de distinguirlo malo de lo buen». Evitar todos los inconvenientes que acabamos de citar en este artículo; vivir en punto bien aseado y ventilado en el orden que hemos dicho en el artículo primero; que la vivienda esté libre de humedad; to- mar alimentos cuando el estómago los pida verdade- ramente, en horas de costumbre, pero de dia sobreto- do; y decimos cuando el estómago los pida, porque él no los solicitará si la digestión de los últimamente in- gei idos no está hecha; usar en las comidas de un ali- mento sano, fácil de digerir, y en cantidad tal que se quede al levantarse de la mesa con algunos deseos de comer. ~~(l) Hemos oido con frecuencia que se debía evitar el uso de los vomitivos \ úe los purgantes durante las epidemias del cóle- ra morbo; esto es, á nuestro entender, un error tanto mas perju- dicial, cuanto que muchas personas rehusan su uso, y cuando ac- ceden de resultas de la confianza que les inspira el facultativo, lo hacen con temor, y toman muy luego con qué detener su efec- to, por pequeño que sea, considerándolo muy desmedido, por las ideas anticipadas Hemos administrado, con suma frecuencia, durante las epidemias del cólera, los vomitivos y los purgantes, en nuestra clientela y en nuestra casa de salud, y nunca hemos %-isto malos efectos. y (24; Hemos dicho que se debe tomar el alimento cuan- do el estómago lo pida; esto se refiere á que la cos- tumbre de tomar alimentos en ciertas horas, hace que en ese momento sienta uno una disposición mas órne- nos grande á comer; pues si se observa bien, se nota- rá muy pronto un mal estar en el estómago, como sí aun quedara algo por digerir. Varios casos observa- dos nos han puesto en el caso de creer que algunos alimentos devueltos, no al principio del afecto, sino después de uno ó dos dias de vómitos, y al empezar la reacción, habían quedado en el estómago por un tiempo mas ó menos remoto y sin digerirse. Esplica- mos este fenómeno por la opinión que hemos emitido de que el estómago, en la época de predisposición al cólera, y aun durante él, es decir, mientras no se muestra la reacción, está contraído espasmódicamen- te; que sus dos aberturas solo permiten el paso de las cosas mas delgadas, reteniéndose en él cualquier cuer- po estraño; y á ese estado de espasmo es al que atri- buimos la ansiedad del enfermo, que respira con difi- cultad, y se mueve, ó mas bien se revuelca, si se nos permite usar de esta espresion, sin cesar en la cama; se descubre por mas cuidado que se tenga en abrigar- lo, y que busca, en fin, sin saber cómo, una posición, un medio cualquiera que lo libre de esa inquietud. Cualquiera que sea la indisposición que se sufra durante una epidemia de cólera, no debe ser echada en olvido; es preciso curarla; pero no se entienda que creemos que una enfermedad cualquiera predispone al cólera; solo queremos decir que en ese estado, las fuerzas vitales debilitadas de resultas del padecimien- to, no pueden ayudar á la naturaleza para resistir á la acción dañosa de una ó mas causas, que consideramos ser propias para producir la predisposición al cólera. ( 25) , Se ha dicho que la diarrea era de todas las enfer- medades, la que mas disponía al cólera. La casuali- dad ha hecho que durante las epidemias de cólera, y aun desdeantes de su aparición, se notasen, si no epi- demias de diarreas, frecuentísimos casos; y á esto se debe atribuir esa opinión; pero en la obra ya ci- tada, hemos negado ese aserto, y hoy hallamos que la actual epidemia, ni ha sido precedida, ni está acom- pañada de semejante mal; y por el contrario, vemos epidemias de viruelas y de fiebre catarral reumática. Pasemos á terminar esta obrita por el tercer ar- tículo, el que mas interesa al público. ARTICULO TERCERO. DEL TRATAMIENTO DEL CÓLERA EN SUS DIVERSOS PERÍODOS. Esta pequeña epidemia de cólera nos ha hallado mas bien preparados, porque la grande epidemia de 1850 nos instruyó de diferentes particulares, como son el que esta enfermedad no es contagiosa; que mucho?: de los enfermos curan cuando se les asiste sin recelo; que las diversas medicaciones usadas en aquel enton- ces, pasaron por el crisol de la esperiencia; se dese- charon las que no eran útiles, y solo se conservó un corto número de métodos, cuyos efectos se considera- ron provechosos; y en fin, la actual epidemia es muy leve, comparada que sea con la de 1850; así es que so- lo parecerá grave á aquellos que no presenciaron la anterior. En efecto, el cólera-morbo, cual lo observa- mos hoy, es casi una enfermedad igual á las demás; yquizá no sea tan peligrosa como otras muchas de que no se habla, porque no es común que se presen- ten bajo forma epidémica. Lo que aquí decimos s.e (26) funda en nuestra diaria observación, en la que vemos curarse los mas délos casos que se presentan, no solo á nosotros, sino á los demás compañeros. Busquemos, pues, el modo de esplicarnos en este capítulo en tér- minos que digan bien cual es el medio que nos da tan felices resultados. Si lo logramos, haremos que el pú- blico pierda el miedo que le inspira ese mal, y enton- ces será incalculable el bien que resultará de la con- fianza en que puede curarse como otras muchas enfer- medades. Primer periodo.—Colerina (1).—"Los primeros síntomas que notamos son: una debilidad y un mal es- tar; estos fenómenos que nos indican un afecto ner- vioso, son prontamente seguidos de un desorden fun- cional del tubo digestivo; este desorden se manifiesta por diarreas y vómitos mas ó menos frecuentes y abun- dantes; estos son acompañados de ruido en las tripas, y á veces de algunos cólicos, &c. Si el afecto que lla- mamos secundarios, continúa algún tiempo, llegará á afectar su causante; y de este influjo recíproco nacerá el acrecentamiento del mal." "El arte debe pues, aprovechar estos primeros ins- tantes; debe oponer á esa mala tendencia los medios mas eficaces, á fin de solicitar una reacción que rom- pa el círculo vicioso, origen de tan espantosos desór- denes. Para lograr este fin, es de necesidad penetrar- se de que las diarreas y los vómitos no son causa de la enfermedad; no se deben considerar sino como uno de tantos síntomas graves que indican el padecimien- to del gran simpático, ó mas bien dicho, de la econo- mía entera: así, creemos que contener las diarreas y (l) F.stractamos de nuestra obra ya citada este párrafo y los siguientes, que serán señalados con virgulillas. (27) los vómitos por medios directos, no es curar el cólera. No se detiene la marcha de la enfermedad por inges- tión de medicamentos astringentes, á no ser que estos sean de la clase de los tónicos, ó unidos á otros agen- tes, cuya acción es diferente á la de los primeros." "WE1 opio administrado en cortas dosis, no nos ha prestado en los casos bien diagnosticados del cólera, cualquiera que fuera su periodo, servicio alguno: lo hemos visto usar, pero sin mayor resultado. Vemos igualmente que sus mayores partidarios nunca se han fiado en él solo; siempre han administrado á la vez los tónicos fijos y los difusibles; el éter, el amoniaco ú otro." "Aquí estamos en el caso de comprender que el es- tido mórbido ha disminuido la escitacion general; ve- mos que el sistema nervioso gangionar ha perdido de su energía; debemos, pues, por medio de los escitan- tes, provocar una acción febril necesaria para el com- plemento de la acción secretoria desordenada." Antes de decir lo que se debe hacer, es necesario que advirtamos que los medios que vamos á aconsejar no son un remedio tan eficaz como para que ninguno délos que lis usen dejen de morirse; pero sí podemos asegurar que ningún método podrá ofrecer tantos ca- si s de curación como el siguiente: Lo primero que se deberá hacer es tener en casa, para las ocasiones, el elíxir americano de Courcelles (1); media onza desubnitrato de bismuto dividido en ocho partes; una dracma de ipecacuana en polvo, di- (1) Este elíxir, cuya fórmula se halla en el formulario de Bou- chardat, necesita varios dias para su confecion; con este motivo podrí no hallarse de momento, escepto en la Botica titulada de S. José, de ü. Luis Le Riverend, donde lo tienen siempre pre- parado. ( 28) vidida en ocho partes;mediaonzade bicarbonato de so- da, dividida en cuatro partes; una poca de yerba buena, manzanilla ó yerba luisa; unas frazadas de lana y una geringa. Este mal camina con una velocidad tal, que es indispensable tener á mano todo lo que antecede, porque cada uno podrá aplicarlo sin cuidado, como se sigan exactamente los preceptos que vamos á trazar. En tiempo de epidemia todos esperimentan desa- zones que deben atenderse mas ó menos; no quere- mos decir que una incomodidad cualquiera deberá ser seguida de un ataque de cólera; pero sí que duran- te ese período, los males reciben un influjo de la cons- titución médica, y que por lo tanto disponen la econo- mía á ser afectada fuertemente, de resultas de cual- quiera desorden higiénico, el cual en otras circunstan- cias no sucedería. Suele uno sentir como un mal es- tar del estómago (fatigas); estas son á veces el re- sultado de una alimentación demasiado escasa, sea porque se tiene miedo de que se indigeste la comi- da, y siga á esta indigestión el cólera, ó bien por- que puede irritarse el estómago, ó porque en lugar de un alimento nutritivo, se' le llena de frutas ó de sus- tancias harinosas, como son los frijoles, el arroz, ice. Fácil es de comprender que en todos estos casos bas- tará hacer cesar la causa, para que los efectos cesei., v dar al estómago una alimentación que le convenga, la cual deberá consistir en carnes de buena calidad; las de ternera, de carnero, de vaca, cuando esté bien cocida; las aves; el pescado de buena calidad; huevos pasados por agua; el pan bien cocido; el vino aguado; el café y el té no muy cargados. Deberá levantarse de la mesa con algún resto de apetito. Los alimentos indicados son los que consideramos como los mas sa- nos. No se quiere decir con esto que no haya otros (29) que se puedan comer sin que causen daño; pero los que designamos son ciertamente los mas saludables y nu- tritivos, á la vez que los mas fáciles de digerir. Cuan- do las fatigas no provengan de una de las causas que hemos señalado, deberán entonces combatirlas con una taza de cocimiento de yerba buena, de manzani- lla ó de yerba luisa, dentro de la cual se pondrá una cucharadita del elíxir americano; y cuando esto no bastase, una ó dos lavativas de agua fresca mejorarían indudablemente ese padecimiento. Cuando á ese estado se sigue una diarrea abun- dante, la cual se repite con mucha frecuencia, con ruido de tripas, y que esta debilita el cuerpo en un grado mayor del que debiera ser, después de un cier- to número de evacuaciones, entonces es preciso no perder tiempo, y tomar una taza de cocimiento de uno ríe los tónicos difusibles arriba indicados, con una cu- charada del elíxir americano. Si después de una hora ó aun antes caando hay necesidad, no hubiere el cuer- po esperimentado una mejoría, y siguiere la diarrea, sería preciso dar una dracma de subnitrato de bismu- to que se repetirá á la media hora, si no se notase una mejoría marcada. Pero si á pesar de esta medica- ción continuasen las diarreas, y siguiese el cuerpo debilitándose, sería de necesidad usar de la ipecacua- da; un papelillo desleído en cuatro ó cinco cucharadas de a-ma fresca, y repetido cada cuarto de hora hasta que produzca vómitos; pues entonces se suspenderá la ipecacuana y se ayudará su efecto por medio de abundantes cantidades de cocimiento de manzanilla ó de tilo, en lugar de agua tibia, como es costumbre. Después de concluido el efecto del vomitivo, si no produce este alguna evacuación, deberá echarse una lavativa emoliente, y se continuará tomando de vez ( 30 ) ?n cuando una poca de manzanilla ó de tilo, como agua común, con el bicarbonato de soda. Luego que han cesado las evacuaciones, es necesario que el en- fermo se alimente con cocimiento blanco ó con atoles de sagú, de pan ó de otra fécula; y deberá añadirse á las dos primeras tomas, un escrúpulo de subnitrato de bismuto, y continuarlo, si hubiese amagos de nuevas diarreas. Estos son los medios que nos han presentado muy buenos resultados; pero ha habido casos en que á pe¡- sar de ellos y de otros especiales, han pasado al Segundo periodo, ó de—Colerina fuerte.—Han sobrevenido los calambres; las evacuaciones y los vó- mitos han sido blancos y coposos; el rostro se ha des- compuesto algo, y la piel se ha puesto un tanto fria. Volvemos al vomitivo, y ayudamos su efecto por in( - dio de la manzanilla ó el tilo y bicarbonato de soda. Damos cada tres horas una lavativa fria con una cucha-, rada grande de sal; Sinapismos volantes á todas las pártesele los miembros superiores é inferiores. Si des- pués del efecto del vomitivo no cambia algo el coloi- de la lengua; si siguen las evacuaciones de la misma especie, repetimos el vomitivo del propio modo; con- tinuamos el uso de los sinapismos y mandamos frota- ciones á todas las partes afectadas de calambres, con el aceite alcanforado. En este periodo, como en el an- terior y en los subsecuentes, queremos siempre una gran ventilación en la pieza que habita el enfermo, pues no estamos poique se le ahogue por falta de ain-, ni que se le eche cobija, aunque tampoco él la desea. Tenemos infinitos ejemplos de muchos que han cura- do estando al aire libre; y los hemos visto frios. sin abrigo de ninguna especie, en contacto con el volu- men de aire que entraba por una ventana, siendo estos (31 ) precisamente los quemas pronto han sanado. También damos á nuestras enfermos toda el agua que apetecen bien sea fria y con nieve, ó caliente, según la quieran; solo sí añadimos, en general, un papelillo de bicarbo- nato de soda en dos botellas de agua ó de cocimien- to, según sea lo que tome. Cuando se logra que el enfermo entre en reacción, nos conducimos con él del mismo modo que en la terminación del periodo anterior; y somos algo mas parcos en eso de los ali- mentos, porque el enfermo en este caso ha padecido mas, y la economía se halla mas cansada, y por lo tan- to menos apta á funcionar con la energía que requie- re una mayor cantidad de alimentos. Si en lugar de presentarse la reacción necesaria para que cesen los fenómenos que hemos observado, se presentan, por el contrario, los síntomas que indi- can la entrada del Tercer periodo.—Cólera álgido ó de colapso.— Cuando se ven aumentar los síntomas generales del segundo periodo, aquel desasosiego, la ansiedad que causa una presión; ó mas bien dicho, una compresión causada por la contracción de los músculos del pe- cho ó de la región epigástrica, ó quizá del diafracma; los repetidos calambres, aquella frialdad que penetra hasta lo mas profundo de la mano que toca al enfer- mo; la lengua blanca, trémula y fria, pero húmeda, la supresión de orines, la desaparición del pulso y de la voz, &c; prescribimos entonces sinapismos volantes muy activos en los brazos, las piernas y los muslos, recorriendo en fin todas las partes del cuerpo, y vol- vemos á administrar el vomitivo como anteriormente indicamos, ayudando su efecto por medio del coci- miento de manzanilla, que tiene en disolución *na (32) dracma de bicarbonato de soda por cada cuartillo del cocimiento. Después continuamos el mismo líquido por pequeñas porciones, administrando en seguida igual cantidad al tomar la manzanilla adicionada de limo- nada hecha con igual porción de ácido tartárico que de bicarbonato de soda en agua pura ó endulzada- Este modo de administrar la manzanilla con bicarbo- nato de soda, y poco después el agua con el ácido tartárico, forma en el estómago una porción de gas ácido carbónico, que lo estimula ligeramente; y por ese medio se modifica algo la función viciosa de esa viscera, lo que contribuye á la cesación de los vómi- tos. Lo administramos así cada dos horas. Prescribi- mos también desde ese momento una lavativa cada tres horas, con agua templada y una cucharada de sal común; y las continuamos cada tres horas", mientras n1) haya cambiado el color de la evacuación, cualquie- ra que sea el método que sigamos desde ese momento. La acción del vomitivo produce, generalmente, un principio de reacción; y como esta nunca es dema- siado fuerte, como no sea después de varios vomiti- vos, es conveniente ayudarla, lo cual verificamos por medio de cocimiento de yerba luisa ó yerba buena, y lina cucharadita del elíxir americano. Pero si la reacción demasiano floja no se tiene, si continúan los vómitos característicos, un dolor muy p-enoso en el pecho ó en el vientre, desasosiego, frial- dad en la lengua, y si la del cuerpo no ha disminui- do, se debe repetir el vomitivo de ipecacuana en el mismo orden indicado; y en lugar de continuar el co- cimiento tónico y las tisanas ya dichas, damos una pildora cada media hora, compuesta de: ( 33 ) Calomelanos................36 granos. Asafétida..................18 granos. Nitrato de potasa............18 granos. Alcanfor...................6 granos. Estracto de yerba buena ó del de agenjo (blan- do) cuanto sea necesario para hacer doce pildoras. Estas p íldoras serán continuadas mientras no se vea que las evacuaciones han cambiado de color. No se continuarán las lavativas durante el uso de las pildoras: el efe cto que se procura así por las pri- meras como por las segundas, es el de cambiar las e- vacuaciones; es decir, que las blancas, que son las ma- las, tomen algún color, sea amarillo ó verdoso, ú otro diferente al característico del mal. La fórmula de las pildoras que prescribimos está adicionada del calomelanos; y si bien hemos usado es- te medicamento en varias ocasiones, no lo hicimos con la continuidad que hoy, porque no teníamos datos bas- tantemente marcados para hablar en su favor; pero después de hallarnos en diferentes juntas con los se. ñores doctores Guarro y Lacazette, y visto los buenos resultados que les proporcionaba, nos hemos decidido i n su favor, con tanta mas razón cuanto que la teoría concuerda perfectamente con los hechos referidos por esos señores, y por algún caso de nuestra práctica. Damos la nieve interiormente á pedacitos, y en- cargamos que sean tragados á modo de pildoras, o mascados é ingeridos antes que se disuelvan en la bo- ca. Nunca reusamos el agua, por muena que sea la fie- men cia con que la pida el enfermo; solo sí la damos por medios vasos cada vez. Cuando el dolor continúa, aplicamos una gran cataplasma de linaza sobre el es- tómago, de modo que cubra á la vez el punto del do- lor; ei-la cataplasma libia, que se renueva cada du>ho- (34) ras, no impide que el enfermo continúe estando al ai- re libre; pero sí hemos observado que entonces convie- ne abrigarlo algo por medio de una frazada. Dicho abrigo tiene por objeto secundar el efecto de la cata- plasma, que aplicamos con el fin de cooperar á la ce- sación del estado de espasmo en que se halla el estó- mago: aplicamos un cuerpo moderadamente caliente y algo húmedo, áfin de producir una fermentación que dé lugar á una pequeña acumulación de calórico. Ha. cemos esta advertencia, porque sabemos que en este pais existe una preocupación, que se opone á que le dé el aire á un enfermo cuando se le aplican cosas ca- lientes: nuestra obrita de hydrotherapia esplica am- pliamente las razones sobre que fundamos la seguri- dad que damos del ningún riesgo de esa práctica. Este es el método que repetimos cuantas veces sea necesario, ya porque la reacción no se produce, ó bien porque continúan los vómitos blancos, ó por- que el dolor de que hemos hablado, y al que co- munmente el público llama punzada, persistan; ó por- que en fin, hay mucha inquietud; repetimos siempre este método, siguiendo el orden indicado y empezan- do, por consiguiente, por el vomitivo. Ese dolor y la ansiedad, la frialdad escesiva, la continuación de la supresión de orina, han cedido con .frecuencia á la aplicación del medio hidropático que vamos á describir. Se tiende una frazada de lana sobre un catre, y sobre esta una sábana mojada en agua fria, después que se haya esprimido ó torcido, para que solo quede húmeda. El enfermo, enteramente desnudo, se acos- tará boca-arriba y con los brazos estendidos á lo lar- go del cuerpo: se toma un lado de la sábana, y se cu- bre con él todo el cuerpo, dejando la cabeza libre; el (35) resto déla sábana se introduce cuanto sea posible de- bajo, y á lo largo del lado opuesto del cuerpo, de mo- do que el de la sábana que está suelto, quede cruzado por encima del otro; luego se hará lo mismo con la frazada, y se aplicará otra y una colcha mas por enci- ma del envoltorio, de modo que el enfermo figure una momia. Se pondrá una compresa de agua fresca sobre lo cabeza, y se encargará al paciente que se esté lo mas quieto posible: se abren puertas y ventanas, y se da á beber al enfermo agua en pequeñas cantidades, pero repetidas, y se le dejará en ese estado durante dos horas. En los casos de espasmo muy rebeldes, he- mos solido envolver al enfermo, pero lo poníamos de lado, y le dábamos el vomitivo durante esta posición. Pasatlas dos horas se cierran las aberturas del cuarto, se quita el enfermo del envoltorio, y se le lava vivamen- te todo el cuerpo con un paño húmedo; luego se le en- jugay viste como lo requiera el caso, volviendo en segui- da á establecer la circulación del aire en el aposento. Priessnitz ignoraba ciertamente que la piel estu- viese provista de tantas fibritas nerviosas, que comu- nican con los centros de sus procedencias, y que aque- llas les transmitiesen las impresiones que reciben; no sospechaba que por la aplicación que acabamos de mencionar, obraba de un modo indirecto sobre los mas de los sistemas de nuestra economía animal, y especialmente sobre aquellos en que los médicos bus- can el foco de las fuerzas vitales: pues á pesar de esa ignorancia en que se hallaba, estableció uno de los grandes medios de curación. La fisiología (1) y la patología (2) demuestran cuan necesaria es la activi- (T) Fisiología: que hace conocer los fenómenos vitales que se manifiestan en los cuerpos orgánicos. (2) Patología: parte de la medicina que trata de las enfer- medades. (30) dad de la piel para la conservación ó el restablecí miento de la salud: la primera, nos ensena que esa gran membrana espele de continuo unos materiales inútiles; y la segunda, nos demuestra que unas rela- ciones estrechas, simpáticas, la hacen participar de todos los actos mórbidos que ocurren en el interior de nuestros cuerpos. Doctrinas son estas que han confir- mado numerosas observaciones hechas á la cabecera de los enfermos. Hemos encargado que la sábana esté bien esprimr da, porque debe saberse hay una inmensa diferencia entre la acción de la sábana bien mojada y la sola- mente húmeda: en el primer caso se obtiene una se- dación, es decir, que es aplicable en los casos de in- flamaciones ó de calor en la piel; mientras que en el segundo se obtiene una reacción pronta, y se escita vivamente la piel. En el colérico, el calor se escapa rápidamente por la piel: es, pues, indudable que el medio que me- jor se puede oponer al enfriamiento, será el que con- tenga el calórico, aunque sea por medios artificiales, que lo concentren allí. El agua que humedece la sá- bana se halla muy pronto calentada por la concentra- ción del calórico que las cobijas retienen, y se forma en toda la superficie del cuerpo una capa de vapor, que es seguida muy luego de una reacción, después de un sudor mas ó menos fuerte. La aplicación del lienzo mojado podrá causar momentáneamente en al- gunos, una sensación de frió desagradable. No hemos de olvidar sin embargo, que todos los coléricos dicen que se abrasan; desde luego casi todos hallarán ese fresco muy de su gusto; y si así no fuera, no tardaran en hallar un bienestar placentero. Se vé en efecto, que la aplicación de este medio hace cesar pronta- (37 ) mente aquel estado de agitación de que hemos habla- do, y un estado de calma y aun una tendencia al sue- ño, prueban sus propiedades calmantes del sistema nervioso. En fin, dudamos que haya un medio mas efi- caz para producir una reacción centrífuga poderosa. Solemos repetir este medio tan activo, según sea el efecto que haya producido; pero dejamos que medie un tiempo suficiente paraconocer bien si la enferme- dad aumenta, ó si tiene una tendencia á disminuir; es decir, si la reacción se sostiene; en el primer caso, se envuelve de nuevo al enfermo, y se le hace, vomitar al mismo tiempo por el método que hemos indicado; pero no así en el segundo, porque podría turbar la reacción. Después del uso de estos medios, mandamos dar frotaciones con aceite alcanforado en todas las partes donde hay calambres, á lo largo de la columna verte- bral y en el bajo vientre. Este es el método que aplicamos al tercer perio- do del cólera: solemos emplear otros medios; pero es imposible hablar de ellos, porque nacen de las indica- ciones que se presentan. Vamos á tratar del Cuarto periodo, ó—Be Reacción.—Lo distingui- mos, como lo hemos hecho en la obra inédita citada anteriormente, en franca, violenta ó demasiado débil. "Cuando de resultas de esa ley de simpatías que |iga todas las partes del ser viviente, llega á conmo- verse el órgano central de la circulación, (el corazón); cuando la reacción del organismo se generaliza, si es que se establece de un modo conveniente, se observa que un sudor caliente y benéfico baña todo el cuerpo; los calambres, los dolores y las angustias desaparecen; el vómito y la evacuación disminuyen, cuando no ce- san del todo; pero siempre cambia su color. Esta es la forma de reacción que llamamos franca. ¿Quién pue- (38) de negar ahora que el afecto principal del cólera está en el sistema nervioso? ¿Qué otro sistema hay en la economía capaz de hacer que en un momento una tempestad sea reemplazada por un tiempo bonancible? ¿Qué otro sistema podrá animar á un cadáver? Mien- tras mas paramos la atención sobre estos particulares, mas convencidos quedamos de que el asiento del có- lera está en el sistema nervioso de la vida orgánica." "Tan pronto como observamos que la reacción se presenta tal cual acabamos de esplicar, suspendemos los medicamentos que usábamos en el tercer periodo, y damos al enfermo bebidas diluentes y frescas, aci- duladas y emolientes, y quedamos observando si se ha- cen necesarios algunos otros medios simples para ayu- dar á¡la naturaleza en el desempeño de ese gran drama." "Pero cuando la reacción es demasiado violenta, es decir, cuando se complica con los síntomas referi- dos en el artículo de la descripción del cólera, al tra- zar el cuarto período, en ese caso se deberá abandonar todo tónico, y la aplicación de los medios que indican las reglas del arte se hará muy precisa. Los mas, por no decir todos los autores, prescriben las sangrías ge- nerales ó locales, para combatir esos fenómenos que consideran flogísticos; pero si así fuera que esos fenó- menos indicasen una flogosis, no hubiera para que esos mismos autores fuesen tan timoratos al prescribir las emisiones sanguíneas. Léase lo que ellos dicen, y se comprenderá muy luego que no están ciertos de laclase á que pertenecen los fenómenos que tratan de destru ir. Para nosotros, los fenómenos ya mencionados, no dimanan de flogosis, sino de un eretismo nervioso, é imbuidos de estas ideas, fué por loque recordárnoslos consejos de Hafeland, relativos á los casos.dudososde flegmasías ó de afectos nerviosos: Encargo queen caso ( 39) de duda sobre el elemento de la enfermedad, cuando las indicaciones demuestren la necesidad de sacar sangre, el facultativo debe buscar en el pulso del enfermo, mien- tras sale la sangre, si este se desarrolla, ó si pierde su fuerza; pues en el primer caso, el elemento serájlogísli- co, mientras que en el segundo será nervioso Esta con- ducta nos demuestra muy luego que serían mas útiles los atractivos, los revulsivos y todos los medios sus- ceptibles de ayudar puramente á lanatu raleza; porque estamos persuadidos de que ella saldrá mas airosa que nosotros de esta nueva lucha." "Si la reacción se presenta demasiado débil, lo qae es siempre una mala señal, porque el enfermo es- tá exhausto de fuerzas, mientras que la causa morbí- fica conserva su vigor, es necesario entonces recurrir á los tónicos ó demás escitantes que se han indicado para combatir el periodo álgido; y estos medios debe- rán ser continuados mientras no se presente una ter- minación favorable ó fatal." "Hemos abreviado cuanto nos lo ha permitido la delicada cuestión de terapéutica (1) del periodo de reacción, sobre todo; pues si nos hubiésemos detenido á tratar de todas las formas de que este periodo pue- de revestirse, nos hubiéramos hallado en el caso de tratar de toda la patología, con motivo de una sola en- fermedad, como lo dice Mr. Rostan. En todo lo que hornos dicho, hemos hechopor demostrar nuestra po- ca fé en el opio, como método, y nuestra repugnancia por las sangrías, á no ser en casos muy precisos. "No hemos considerado la convalescencia como periodo del cólera, porque hemos visto casos en que no ha habido ninguna; y sin embargo, suele ser una (1) TEHArti'TiCA: paite de la medicina que trata de la medi- raciou. ( 40 ; nueva enfermedad. El paciente, en ciertos casos, queda en la mayor depresión de fuerzas, y los lugares en donde fueron aplicados los sinapismos, han sido para muchos unas llagas mas dolorosas que los exhu- torios (1) mas fluyentesque si proviniesen de cáusticos: esta abundante supuración; el estado delicado del sis- tema nervioso y del circulatorio, no permiten que las fuerzas vuelvan con prontitud, ñique se concedan , alimentos que sean demasiado ricos en productos asi- milables (2). La convalescencia de esta enfermedad, al igual de todas las que son graves, mantiene la eco- nomía en un estado de susceptibilidad, que requiere mu- cha vigilancia: es de necesidad precaver todos los obs- táculos que pudieran presentarse,sobretodo en los casos en que la convalescencia es lenta. Se debe tener siem- pre presente que unarecaidaserá lasmasveces fatal." "Las medidas higiénicas son en este caso de una necesidad indispensable. Los síntomas que pudieran presentarse indicarán siempre al facultativo cuál es el órgano que sufre, y cuál será la medicación reque- rida. Habrá ocasiones en que un laxante, un vomiti- vo, algunas ventosas corridas secas; enemas astringen- tes, algunos tónicos, &c, serán útiles. Pero lo mas tlelicado de lo referente á este estado es lo relativo á los alimentos, será siempre prudente empezar á nu- trir con mucha moderación: hemos usado en los pri- meros dias de caldos ligeros, atoles de sagú, huevos espirituales ú otros alimentos de esta especie; y cuán- do el gusto del enfermo y el estado de la economía nos han indicado que podíamos aumentar algo dichos alimentos, lo hemos hecho gradualmente hasta llegar á la dosis de alimentos comunes." (T) ExiiuKTomosí úlcera aitificial. ('.!) Asimilables alimenticios. . ( 41 ) "A pesar de la alimentación que nos parecía su-' ficiente para reparar las pérdidas, aunque por grados, hemos observado aveces que no sucedía así: en estes casos hemos hecho tomar á los enfermos por ma- ñana y noche una pequeña porción de cocimiento de la corteza de quina, ó un poco de infusión vinosa de ruibarbo; y pronto se ha manifestado un resultado faj vorable." "Las ulceraciones de los sinapismos ó de los cáus- ticos, cuando no era ya útil la supuración, fueron curadas por el linimento óleo-calcáreo, ó por el cerato de sa- turno, y las lociones con agua clorurada." Suplicamos una poca de atención sobre Un método de curar el hipo, el cual hemos puesto en práctica des- de hace mucho tiempo, y consiste: en el método ordi- nario de la eterisacion, haciendo algunas inhalaciones de éter para que se disipe; volverá á aparecer, pero re- petimos la operación cuantas veces se presente. El en- fermo repugna mucho estas inhalaciones; por cuyo mo- tivo, es necesario poner mucho cuidado en practicar la operación como es debido; es decir, previniendo la respiración por la nariz y aplicando la máquina á la bo- ca, de modo que la cubra perfectamente. Nunca se de-. berán continuar las inhalaciones hasta producir la a- nestesia,- porque esto sería peligroso é inútil. Los párrafos que tratan de la reacción, son estrai- dos de nuestra citada obra, la cual aun no está impre-' sa; y como la hemos sometido al juicio de la Real A- cademia de medicina de Madrid, no nos es posible in- dicar la época de su publicación; por cuyo motivo he- mos creído útil estractar algunos párrafos de ella par» someterlos de nuevo al crisol de la esperiencia. FIN.