ESTUDIO AHATOMO—PATOLOGICO DEL HIGADO I IOS IBIS MILICOS TESIS mSMMM 1 M MGTJMá BB MBBIGIIá PARA EL EXAMEN PROFESIONAL DE ¡ftiprl $>kmf Alumno de dicha Escuela, antiguo practicante del hospital de San Andrés y socio de la Academia Médica “Pedro Escohedo” y de la Sociedad Filoiátri- ca y de Beneficencia de los alumnos de la Escuela de Medicina. MEXICO. IMPRENTA DE VICENTE GARCIA TORRES, A CARGO DE M. GARCIA. Calle de San Juan de Letrau número 3. 1872, ESTUDIO ANATOMO-PATOLOGICO DEL < TESIS mtsmM a m Bsemi bb mmm& JPA-iRA. EL EXAMEN PROFESIONAL DE fpWgíwI €>km, Alumno de dicha Escuela, antiguo practicante del hospital de San Andrés y socio de la Academia Médica “Pedro Escobedo” y de la Sociedad Filoiátri- ca y de Beneficencia de los alumnos de la Escuela de Medicina, MEXICO. IMPEENTA GE TICENTE GAECIA TOEEES, A CAEGO GE M. GAECIA. Calle de San Juan de Letran número 3. 1873. A mi querido hermano el Sr. E. Pedro Cicero.— Sin la generosa protección que me has dispensado du- rante mis estudios profesionales, mis esfuerzos habrían sido estériles; y no como una recompensa á ella, sino como una muestra débil de mi eterna gratitud, te ofrez- co el primer fruto de mis afanes por corresponder á los tuyos. Al Sr. D. Leopoldo Bio de la Loza, digno sub- director de esta Escuela. Testimonio de mi admiración, respeto y gratitud. Al Sr. Lic. D. Felipe Sánchez Solis. Prueba de estimación y reconocimiento. A los Sres. Eres. E. José I. Torres, E. Miguel F. Jiménez y E. Manuel Robredo, á cuyas sabias leccio- nes debo mis pocos conocimientos. A los Sres. Eres. E. Lauro M. Jiménez, E. José Gr. Lobato, E. Francisco Brassetti, D. Manuel Pasalagua y E. Manuel Eominguez, que han sido mis directores en esta Tésis. Al respetable presbítero doctor Sr. E. Ladislao de la Pascua. A la Sociedad Médica “Pedro Escobedo”. A la Sociedad Filoiátrica y de Beneficencia de los alumnos de la Escuela de Medicina. A mi querido primo el Sr. D. Waldemaro GL Cantón. Testimonio de aprecio. pulsáramos las innumerables dificultades que presen- fta el esclarecimiento de puntos científicos, aun las mas triviales á primera vista, seguramente retrocederiamos ante la empresa de levantar por un extremo el denso velo que cubre nuestras pupilas; pero orgullosos por una parte, atrevidos por otra, aventuramos lanzarnos al través de las ti- nieblas, y muchas veces cada paso que damos, es una luz que brota, y cada impulso que hacemos, una verdad que nace. Así muchas veces vencemos; y ese enemigo llamado dificultad, que contemplamos tan gigante cuando tenemos miedo de me- dir nuestras fuerzas con él, le encontramos pigmeo y vencido cuando le oponemos las armas de la inteligencia. Verdad es que no podemos vanagloriarnos de estar en el apogeo déla per- fección; verdad es que enmedio de la luz que nos proporcionan los conocimientos científicos actuales, vemos proyectarse la sombra de la ignorancia; pero esa sombra que desde hace si- glos nos viene persiguiendo, pierde cada dia de su intensidad y convertida en débil penumbra, llegará á desaparecer, cuan- do al fiat de los sábios nazca el eterno sol de la verdad. Las ciencias médicas son acaso las que mas conservan la oscuridad de los primitivos tiempos. Dígalo si no, la defini- ción de la Medicina que desde Hipócrates hasta nuestros dias, no ha podido darse de una manera satisfactoria, ni aun han llegado á uniformarse las opiniones acerca de si la Me- dicina es una ciencia ó un arte. Fué considerada primero co- mo una ciencia puramente natural, y esta idea ha dominado hasta que en los tiempos modernos la Fisiología ha venido á elevarla al rango de ciencia experimental, ó mejor dicho, de un conjunto de ciencias experimentales, pues la Medicina no puede considerarse como una ciencia unirá. Hipócrates tra- tando la cuestión bajo un sentido puramente práctico, decia que la Medicina es el arte de restablecer el equilibrio en el organismo. Pitcairn, imitando á Hipócrates, decia que la Me- 6 dicina consiste en la solución del problema siguiente: “Dada una enfermedad, encontrar su remedio.” En oposición á es- tos, Herófilo consideraba la Medicina como la ciencia de la salud, que consiste en el conocimiento de los agentes capaces de alterarla: y por último, nuestros médicos modernos, no pu- diendo concebir el arte separado de la ciencia, dicen que la medicina es una ciencia práctica. No es, pues, tan sencillo abordar una cuestión médica; y si hombres eminentemente sábios han vagado en controversias sin fin para legarnos un terreno estéril aún, ¿qué será del que todavía con la venda de la ignorancia se aproxima á depositar en este terreno la primera semilla de sus conocimientos? Yo no pretendo presentar un trabajo digno, ni por un mo- mento de la atención de mi ilustrado jurado, ni mucho menos me anima la fútil vanagloria de hacer algo que pudiera redun- dar en beneficio de la ciencia y de la humanidad. No; lejos de mí semejantes ideas; apuro las pálidas luces que me ofre- cen mis escasos conocimientos para cumplir con un deber, para hacer mi debut en la carrera del profesorado á que hoy aspiro. Por eso, antes de principiar, me atrevo á solicitar del Jurado que ejerza en mi favor toda la benignidad de que es capaz, para que mis esfuerzos no se pierdan contra mi im- potencia ni tenga en pago á ellos una decepción horrible. Quiero también hacer público mi tribute de gratitud á mis maestros los Sres. D. Miguel Jiménez, Dominguez, D. Lauro Jiménez, Lobato, Brassetti y Pasalagua. Con sus.elevados conocimientos prácticos, con sus útiles lecciones, me han proporcionado el material que me servirá para redactar la pre- sente Tésis, y han despertado en mí ideas que procuraré sostener tanto como me sea posible. La Sociedad Médica “Pedro Escobedo”, no es menos dig- na de una manifestación pública de mi reconocimiento. Fue- ra del alto honor que me ha dispensado nombrándome su sócio cuando aun no poseo el título que acaso pudiera hacer- me digno de ello, ha contribuido poderosamente para mi pron- ta recepción, y tantos beneficios no podrían pasar desaperci- bidos para mí sin merecer un título afrentoso. Miguel Cicero. 7 I Las alteraciones anatomo-patológicas que presentan los hígados de los enfermos alcohólicos: Tal ha sido el punto en que me he fijado para redactar la presente Tésis. Sin prác- tica ninguna sobre el particular, y no encontrando en los au- tores de Medicina las luces que necesitaba para el caso, tuve la feliz idea de apelar á los conocimientos de los Sres. D. Lauro Jiménez y D. M. Domínguez que, módicos de la Sala de alcohólicos del hospital de San Andrés, podian darme lec- ciones clínicas ad hoc y sumamente importantes. Al mismo tiempo, el Sr. Pasalagua, tuvo la bondad de prestarse gustoso á acompañarme al estudio micrográfico de las piezas patoló- gicas que recogía de los cadáveres de los enfermos alcohóli- cos; y de este conjunto de conocimientos, he deducido cuanto voy á decir; pero siendo el punto de que trato tan sumamen- te extenso, era nacesario que lo sujetara á cierto órden y á los justos límites que me he propuesto, y por eso haré girar la cuestión sobre tres ejes principales: 1? La alteración ana- tomo-patológica del hígado en los enfermos alcohólicos, no es lo que hasta hoy se ha llamado cirrósis. 2? Esta alteración consiste en degeneración granosa. 3? Las inflamaciones del hígado, consecuencia frecuente de la intoxicación alcohólica aguda, suele presentarse como accidente del alcoholismo cró- nico; pero en este caso, casi nunca se termina dicha inflama- ción por la supuración. Estas proposiciones particulares, son la expresión de una mas general que el Sr. D. Lauro Jimé- nez tuvo la bondad de darme, y que tendré el honor de poner como epígrafe de mi Tésis. 8 La lesión anatómico-patológica principal del hígado, consiguiente al alcoholismo, no es la cirrósis; consiste en una degeneración grasosa; y aunque no son raras en los ebrios consuetudinarios las hepatitis, es muy remo- to que estas flegmasías se terminen por su- puración. Lauro María Jiménez. 1? La creación de la palabra cirrósis data de la mas re- mota antigüedad, y aun no se sabe de positivo quién fué el primero que se ocupó de ella. Se dice que ya desde Morga- gni se habian hecho los primeros ensayos acerca de este pun- to de patología, pues parece que deja ver sus conocimientos sobre él en una de sus cartas; pero hasta aquí no se encuen- tra mas que vaguedad y nada de positivo. Es necesario, ape- lar á los conocimientos científicos de Laénec para tener una nocion exacta de lo que en su tiempo describió con el nombre de cirrósis. Sin embargo, como este es uno de los puntos de la Medicina en que las opiniones han estado muy divergentes, puesto que desde Laénec hasta nuestros dias han reinado en los anales de la historia de esta enfermedad varias teorías mas <5 menos falsas; y como los progresos que se han hecho sobre el particular han nacido de las luces de la anatomía y fisiolo- gía, permítaseme dar una ojeada superficial sobre la anatomía y fisiología del hígado, pues á mi ver, son indispensables pa- ra desechar ideas erróneas y llevar la cuestión al terreno de la verdad. A —El hígado es una glándula de doble función que tie- ne por objeto la generación del azúcar y de la bilis, ambos elementos indispensables para la armonía de las funciones biológicas. Su cubierta exterior es una membrana fibrosa (cápsula de Grlisson) que le envuelve por todas partes, menos en las que dan insersion al peritoneo y al nivel de los surcos inferiores del órgano. Esta cubierta, lisa por su cara externa que está contigua con el peritoneo, está erizada en la interna 9 por prolongaciones extratifi cadas, sucesivamente mas tónues, que penetran en el parenquima del hígado y acompañan las divisiones de la vena porta, desde el surco transverso hasta una distancia variable que no se puede limitar, porque dichas prolongaciones se confunden con el tejido conjuntivo interglo- bulillar, el cual, como las mismas prolongaciones, desempeña un papel importante en las teorías modernas sobre el alcoho- lismo del hígado. La cápsula de Glisson es la única parte que, perteneciendo en propiedad al hígado, no entra en la constitución de su parenquima. Este está formado por las cel- dillas y los canalículos hepáticos, y por el aparato vascular, (vena porta, arteria y venas hepáticas, red capilar linfáticos) y por los trabóculos ó hacecillos de tejido conjuntivo inters- ticial. La celdilla hepática es la parte elemental indispensable para la organización anatómica del hígado y para sus funcio- nes glicógena y biliar. En el estado normal es un cuerpecito microscópico de 0mm 016 de diámetro, de forma redonda ó poligonal según su menor ó mayor compresión por las celdi- llas vecinas; tiene una pared propia que, cerrada por todas partes, forma una cavidad llena de una sustancia feculenta, (almidón de Schiíf) de granulaciones grasosas, y del elemen- to sine qua non de toda celdilla, es decir, de un núcleo que es el que probablemente desempeña por su división ó proli- feración, el principal papel en las morbogenesis del hígado. Un conjunto de estos cuerpecitos hepáticos, contenidos dos ó tres de ellos en una laguna circunscrita por la red capilar, constituye un globulilo hepático, y en los intervalos que se- paran las celdillas entre sí, y en los cuales se hace notar cla- ramente al microscopio un líquido inyectado por las vías bi- liares, existe bajo forma de red inextricable la terminación de los canalículos hepáticos según Andejewicz Budge y Mac- Gillarry, ó unos espacios vacíos que quedan entre la conti- güidad de las celdillas, y que solo artificialmente se hacen visibles según Reichert. En la periferia de cada lobulillo hepático se hace notar un canalículo biliar, una ramificación de la arteria hepática y otra de la vena porta. Los canalículos biliares circunscriben así superficialmente los lobulillos, enviando á los intervalos celulares, prolongaciones que á corta distancia se ven termi- nar en fondos de saco, pero que no son impermeables á las inyecciones finas según acabamos de ver, de suerte que con- 10 forme á la opinión de varios autores, estos canalículos capila- res contribuyen en sus trayectos ulteriores al mismo tiempo que los capilares vasculares, á formar esa red en cuyos inters- ticios están situados los corpúsculos secretores del hígado. Esta cuestión permanece aún como un punto de interroga- ción á la Histología del hígado, pues á pesar de las opinio- nes mas ó menos fundadas que se han emitido, no se sabe todavía ni á dónde, ni cómo terminan en el parenquima del órgano sus conductitos secretores mas finos. Los canalículos hepáticos tienen una pared propia, y en su cavidad un epite- lio de celdillas poligonales. Los mas finos que se ven nacer á poca distancia de la periferia del lóbulo, se abocan á otros de mayor calibre; y estas reuniones mútuas y repetidas, dan como última expresión el conducto hepático que, unido al cístico proveniente de la vesícula biliar, forma el conducto colédoco que desemboca en la segunda porción del duodeno. El aparato vascular sanguíneo del hígado está dividido ar- tificialmente en dos partes que en rigor no vienen á consti- tuir mas que una. La parte periférica formada por la arteria hepática y por la vena porta, y que, en unión de los canalí- culos biliares, circunscriben un lobulillo hepático. Estos va- sos envían prolongaciones sucesivamente mas delgadas hasta formar la red capilar, en cuyas lagunas hemos encontrado las celdillas hepáticas, y de la cual toma nacimiento la vena supra- liepática que forma el aparato vascular central ó intralobuli- llar; bien que, según inyecciones practicadas por Chrzonsc- zewsky, también la arteria hepática envía ramitos intralobu- lillares ó centrales. Los vasos linfáticos nada presentan de particular en el hígado. El tegido conectivo intersticial, al cual las teorías alema- nas dan tanta importancia en la historia de la morbologia al- cohólica del hígado, es sumamente raro: se confunde con las prolongaciones de la cápsula de Glisson, y está formado como todo tegido conjuntivo, de fibras conectivas, escasas fibras elásticas y celdillas plasmáticas de forma bastante conocida. Tal es en pocas palabras la estructura anatómica del híga- do. Veamos cómo funciona para suministrar el azúcar y la bilis. B—Claudio Bernard es el primero que ha llamado la aten- ción y puesto en un terreno práctico la acción glicogénica del hígado, tan conocida actualmente de todos, que en el dia no hay quien ponga en duda su existencia ni la atribuya á otra 11 causa que á la presencia de esa sustancia amiloide que hemos visto existir en el interior de la celdilla hepática con el nom- bre de almidón de Schiff, y que se trasforma en glycosa por los fenómenos de combustión que se verifican en el hígado. No seguiré á Claudio Bernard en sus investigaciones sobre este j unto, pues para el objeto que me propongo, me basta haber establecido la idea general anterior que es el corolario de cuanto se sabe acerca de la glycogenia. En cuanto á la secresion biliar, está también ligada á los fenómenos de com- bustión intersticial de la glándula hepática, y tiene por sitio histológico la celdilla y no el epitelio canalicular escretor, co- mo creían Moul y otros micrógrafos. Analizada la sangre que llega al hígado por sus vasos aferentes y la que sale por los eferentes, se nota tal cambio en los elementos de una y otra, y tal analogía entre los materiales que faltan á la sangre y los que son necesarios para la formación de la bilis, que natural- mente es uno inducido á admitir que los elementos que faltan al primero de estos líquidos, han sido elaborados en el paren- quima glandular para la formación de la bilis. No hay quien actualmente sostenga la teoría antigua de Y. Swieten Grlis- son y otros que admitían que la bilis estaba preforinada en la sangre y que el hígado desempeñaba el papel mecánico del filtro de nuestros laboratorios. Jaccoud dice, que no hay en Fisiología proposición mas cierta que esta: “La bilis no está preformada en la sangre; no es separada por el hígado, es fabricada por él por medio de los materiales que le llegan en la sangre de la vena porta.” El análisis de la sangre nos da la prueba de esta proposición. Lehmann, Frerischy varios au- tores alemanes, como Wirchow, han practicado análisis de la sangre porta y de la sangre supra-hepática. Hé aquí, en re- súmen, sus observaciones y los principios teórico-práctieos que de ellas emanan. La sangre supra-hepática es menos rica en agua, en sales minerales, en grasa, en fibrina y en albú- mina que la sangre porta; los glóbulos y la materia estractiva están relativamente aumentados. La grasa que falta, ha sido infaliblemente retenida en el hígado; pero no se encuentra ni en él ni en la bilis, y al mismo tiempo se observa en ésta un ácido graso, el ácido cólico; luego es racional suponer que la grasa de la sangre se ha trasformado en ácido cólico; pero este último no está tan independiente en la bilis; se encuen- tra unida á los principios copuladores glycina y taurina al es- tado de ácidos tauro-cólico y glyco-cólico. Ahora bien; estos 12 principios taurina y glycina ¿de dónde han venido? De las materias albuminosas que la sangre ha dejado en el hígado; y este hecho está experimentalmente probado, pues tratando las sustancias proteicas por los álcalis, se ha obtenido la gly- cina, y si se trataran las mismas sustancias, sulfuradas de antemano, se obtendría el elemento copulador sulfurado, la taurina. La fibrina ¿contribuye también á esta formación? Se ignora; pues de fijo no se sabe si este elemento falta en realidad en las venas suprahepáticas ó si solamente al atrave- sar el hígado ha perdido la propiedad de coagularse, y por eso se oculta al análisis. En cuanto al agua y las sales minerales, pasan sin alterarse á la constitución de la bilis. La sangre aun nos dá la explicación del color de la bilis. Está actualmente admitido que no existe mas que un pigmento en la bilis, el pigmento amarillo, la bilfeina (Jaccoud) y que las diversas coloraciones de verde, rojo y azul, no son mas que grados di- ferentes de oxidación ó de trasformacion del pigmento primi- tivo. Pues bien; este es proporcionado por ía misma hema- toidina de la sangre. Wirchow ha encontrado en la bilis es- tancada, un pigmento, entre el cual y la hematoidina le pare- ció haber una gran analogía. Junke y Zenker han visto que este pigmento se trasforma en hematoidina, ya espontánea- mente, ya por el éter; luego el pigmento biliar, la bilifeina ó cholepirrina, proviene del pigmento de la sangre; luego todos los elementos de la bilis provienen de los elementos de la sangre, sin estar preformados en ella; luego el hígado, por una acción propia, acción cholegénica, elabora en su parenquima el líquido biliar. Estas ideas, tomadas en su mayor parte de Jaccoud y de Frerisch, me han parecido indispensables, pues creo que con dificultad llegaríamos al conocimiento patológico de un órga- no, sobre todo, en una afección aun no suficientemente estu- diada como la de que me ocupo, sin dar antes á conocer su estructura anatómica y su modo de funcionar en el estado sano. Por eso me parece excusable la larga digresión en que acabo de entrar, y que me conduce al punto principal de las tres cuestiones que me he propuesto resolver; pero volvamos al primero, á la cirrósis. La palabra cirrósis que por su etimología griega significa rojo, ha sido creada por Laenec para expresar una alteración del hígado, que el célebre médico hacia consistir en la géne- sis de un producto extraño formado en la glándula y que 13 determinada todos los trastornos anatómicos y funcionales. No es esta la única explicación que se ha dado de la altera- ción cinética; pero desde Láénec hasta nuestros dias, pulu- lan en la ciencia mil interpretaciones arbitrarias creadas so- lamente por el espíritu de teorizar. Actualmente, cuando la ciencia ha querido ser mas exigente en sus principios, no podemos admitir la opinión de Laenec, porque la anatomía patológica la desmiente, porque la inspección microscópica destruye su principal base. En efecto, morbológica sin aná- logo en la economía, que fuera á sustituirse molécula por molécula á cualquier órgano, no es ya admisible, porque el microscopio no permite ver nada de semejante; y aun la teo- ría de la celdilla cancerosa que parecia recibir apoyo de este instrumento, ha sido derrotada. Un pedazo de hígado lla- mado eirrótico colocado en el objetivo de un microscopio, nos enseña elementos de que hablaré después, pero que no son de ninguna manera productos de nueva formación y es- traños al organismo: no son mas que el resultado de trastor- nos nutritivos, resultado que no tiene nada de especial; pue - to que en igualdad de circunstancias se observa invariable- mente en cualquier parte del cuerpo. Andral daba á los hechos una interpretación diferente á la de Laenec. Puesto que cortando un hígado eirrótico ó desgarrándolo, se nota á la simple vista un predominio del color amarillo y una diminución del rojo; es racional admitir que existe una hipertrofia de las granulaciones amarillas y una atrofia de las rojas. Tal era el modo de raciocinar de Andral, y en efecto, su teoría era seductora antes de que los adelantos de la anatomía vinieran á echar por tierra la es- tructura que entonces se le daba al hígado; pero hoy está demostrado que no existen esas pretendidas granulaciones; que el elemento histológico principal del hígado es único, la celdilla hepática; que las diversas coloraciones, roja, amarilla ó pálida, dependen de fenómenos hiperémicos ó anémicos del aparato vascular, y por consiguiente, la teoría de Andral, basada en un principio erróneo, es igualmente errónea é in- aceptable en el estado actual de la ciencia. No me detendré mas en refutar las opiniones que ha sus- citado este punto de la ciencia; pero como un nudo que une la época antigua de la cirrósis á la moderna, citaré la teoría de Grubler, que se aproxima mucho á las teorías alemanas. Grubler cree que la alteración alcohólica del hígado depende 14 de un trabajo congestivo seguido de una exudación plástica que se organizaría en tejido retráctil, poniendo obstáculo al curso de los líquidos y ocasionando consecutivamente una hipertrofia del elemento secretante. En esta consecuencia está para mí el principal error del autor francés: no es una hipertrofia la que sobreviene por la retracción del neoplasma; es muy al contrario, una perturbación biológica que viene á preparar el terreno para un trabajo atrófico ó de reabsorción intersticial. Ademas, no es admisible actualmente que una simple congestión determine una exudación neoplástica, sino que es preciso que sobrevenga un trabajo inflamatorio, ó por lo menos subinflamatorio. Tal ha sido la marcha que han seguido los conocimientos médicos, respecto de la patogenia alcohólica del hígado. Los autores modernos, y entre ellos Jaccoud y Niemeyer, miran la cuestión bajo un punto de vista muy diferente; pero me sorprende ver en sus obras jugar algunas veces la palabra cirrósis, cuando en mi humilde concepto debe ser desterra- da del lenguaje científico, pues en sí misma, en su sentido etimológico mas extricto («opAór) (rojo), no indica mas que un cambio de coloración que ni siquiera es exacto, pues al abrir un hígado alcohólico vemos predominar en él el color amarillo; pero suponiendo que lo fuera, ¿significa algo cien- tífico la palabra cirrósis? ¿Hace sospechar siquiera de qué enfermedad se trata! ¿No es mas propia para prevenir el ánimo sobre un carácter anatómico que no existe, el color rojo del hígado! Seguramente sí; por eso no vacilaría yo en proponer su expulsión del lenguaje médico y su sustitución por la expresión mil veces mas propia de hígado alcohólico, que por lo menos hace entender la parte cliológica de la en- fermedad. En efecto, el abuso de los licores alcohólicos reac- ciona siempre la alteración hepática que vamos estudiando; pues aunque Bueld admite en su etiología una alimentación frecuente y rica en especies; aunque Freriscli refiera seis casos de sífilis constitucional causando esta alteración, y aun- que algunos otros, como Jaccoud, se inclinen á creer que la caquexia palustre tiene la misma influencia; estos hechos ni son bastante numerosos ni suficientemente probados para destruir la regla general; cuando mucho, llegarán á constituir rarísimas excepciones. Solamente en un sentido me parece que puede admitirse todavía la palabra cirrósis: en el sentido convencional, y tal 15 es, en efecto, el en que la emplean los médicos mexicanos; pues si no todos, al menos la mayoría admite que son falsas las ideas que Laénec, Andral y otros autores, lian emitido so- bre la evolución de la cirrósis; y sin que el cariño á mi pa- tria me ciegue, puedo asegurar que en este punto, como en otros muchos, es mil veces mas respetable la opinión de nuestros médicos, pues han estudiado esta cuestión en una escala mas extensa y con mas provecho que los médicos eu- ropeos. En resúmen, la existencia de la pretendida cirrósis, ya co- mo esencialmente constituida por un tejido de nueva forma- ción (Laénec), ya como una hipertrofia de unos elementos con atrofia de otros (Andral), ó como el resultado de una congestión hepática (G-ubler), es quimérica, y fundada sola- mente en hipótesis insostenibles en el estado actual de la ciencia. Dicha palabra cirrósis, que médicamente no signifi- ca nada, debe desecharse de nuestro lenguaje, ó cuando mas, ser admitida convencionalmente, sin darle la acepción que los antiguos. Tal es mi modo de pensar sobre el particular; pero como mis ideas pudieran envolver un error, acaso mas grosero que el que trato de combatir, estoy dispuesto á aban- donarlas cuando tenga otra convicción que no ataque la bue- na fé que me guia. En el párrafo siguiente procuraré expla- narlas mejor, pues el órden que quiero guardar me ha impe- dido hacerlo hasta este momento, 2? La alteración anatómico-patológica del hígado en los enfermos alcohólicos, consiste en una degeneración grasosa. De dos clases son los trastornos que la ingestión repetida de los licores espirituosos producen crónicamente en el or- ganismo: trastornos de los centros nerviosos ó alcoholismo cerebral, y trastornos digestivos ó alcoholismo abdominal. Dejo á un lado la primera de estas manifestaciones, tanto por no ser del objeto que me he propuesto, como porque es- tán perfectamente consignadas y muy bien estudiadas en una lección clínica que el Sr. Dr. D. Miguel F. Jiménez dió á sus discípulos el año de 66, y en un trabajo muy interesante que el Sr. Lobato está publicando actualmente en la Gaceta Médica. Queda circunscrito mi objeto al alcoholismo abdo- minal. Podemos distinguir á los ébrios consuetudinarios en tres secciones: á la primera pertenecen los que hacen un uso ex- clusivo del aguardiente; la segunda, comprende á los bebe- 16 dores de pulque sin mezcla de otro licor, y por último, en la tercera sección, comprendemos á los ebrios mixtos, que em- plean alternativamente el pulque y el aguardiente. La im- portancia de esta división en el estudio del alcoholismo, se comprende desde luego, pues es fácil presentir que el grado de concentración alcohólica de un licor debe tener influencia en la forma y en la intensidad de sus efectos. Así el aguar- diente determina indistintamente el alcoholismo cerebral ó abdominal, y su grado alcoholimétrico mide también el gra- do de sus efectos. Al contrario, el pulque produce únicamen- te los trastornos que se manifiestan en las vias abdominales, y nunca el alcoholismo cerebral, como lo prueban las obser- vaciones hechas en los consumidores exclusivos de este li- cor. Los alcohólicos mixtos son los mas numerosos en la clase pobre de nuestra sociedad, y desgraciadamente adquie- ren la funesta costumbre de tomar aguardiente en ayunas, circunstancia que les es mil veces mas perjudicial, y pulque á todas horas del dia. Por esta razón vemos que es tan difí- cil aislar en el estudio clínico el alcoholismo cerebral del ab- dominal, pues los hechos prácticos de que nos servimos, nos son proporcionados por bebedores mixtos. Sin embargo, puesto que trato de hacer el análisis anatómico-patológico del hígado exclusivamente, haré á un lado en mi descripción lo que no tenga relación con esta viscera. Hay veces en que la fuerza de la experiencia nos hace aceptar hechos cuya explicación no podemos alcanzar, y nos obliga á ocultar nuestra ignorancia inventando una teoría mas ó menos ingeniosa, que aceptada hoy como la expresión de la verdad, vendría mañana á ser destruida por otra. Tal es lo que ha pasado y pasa actualmente en el estudio del híga- do alcohólico. Que consiste en una degeneración grasosa re- velada por la existencia de gotas ó de granulaciones de gra- sa, es indudable; el simple aspecto exterior del hígado, pero sobre todo, su observación microscópica, lo prueban sufi- cientemente: hé aquí el hecho: ¿Cómo se forma esta grasa en el parenquina hepático? Hó aquí nuestra ignorancia; hé aquí las teorías. Paso en seguida á exponer los hechos clí- nicos que he podido recoger durante el presente año en las salas de alcohólicos del hospital de San Andrés. Después expondré las teorías que se han invocado para explicar el hecho; pero para no dejar ningún vacío sobre el particular, y puesto que la mayor parte de mis observaciones las he he- 17 cho al microscopio, haré un análisis rápido de lo que la ne- croscopia del hígado de los alcohólicos me ha enseñado. Al entrar los enfermos al hospital, van generalmente con sus hígados muy aumentados de volúmen, porque casi siem- pre la víspera han estado en alguna orgía, en la cual los ex- cesos del pulque y del aguardiente determinan una conges- tión hepática. Entonces á la percusión encontramos que el sonido mate del hipocondrio derecho, en vez de tener su máximun en el sétimo espacio intercostal y de extenderse nada mas á 2\ centímetros, ocupa una extensión mucho mas considerable. De las 25 observaciones que he recogido, 8 me han dado de 12 á 12¿ centímetros, 4, diez centímetros, 3, nueve centímetros; 1, ocho centímetros. En 6 no he po- dido determinar la extensión, ya porque un vegigatorio ó al- guna otra causa me lo impedia; ya porque la matitez se confundia con la de la ascitis. En otra observación el híga- do se mostraba muy pequeño, y por último, en las dos res- tantes, parecía no existir, pues la percusión daba sonido cla- ro en todo el hipocondrio derecho. Este estado congestivo ó de aumento de volúmen, es muy pasajero: cede fácilmente á un purgante, como tan repetidas veces lo hemos visto el Sr. D. Lauro Jiménez y yo. Por esa razón en las autopsias se nos presentan rara vez los hígados aumentados de volúmen, y por el contrario, como los enfermos sucumben casi siem- pre en un período avanzado de su enfermedad, cuando el hí- gado ha sufrido un grado de retracción mas ó menos consi- derable, encontramos mas comunmente esta viscera con su volúmen normal, ó mas pequeña: aunque esto último es raro. Respecto del aspecto exterior, el hígado, en la generali- dad de los casos, se presenta con un color amarillo opaco semejante al cuero de Rusia, ya lizo, ya erizada su superfi- cie de pequeñas granulaciones redondas y número conside- rable, lo que hace dar al conjunto el aspecto del pan de ale- gría, según la muy justa comparación de mi sabio maestro el Sr. D. M. Jiménez. Así he encontrado varios hígados en las autopsias que he practicado; pero recuerdo uno sobre los demas, en que este carácter llamó bastante la atención del Sr. D. Lauro Jiménez que me guiaba en la inspección, y es- ta particularidad coincidió con una infinita cantidad de gra- sa, que nos reveló el exámen microscópico. La consistencia del hígado alcohólico es muy variable: unas veces duro, de consistencia coriácea, resiste mucho á 18 las tracciones que se hacen sobre él: otras, es sumamente blando, pulposo, al grado de que no es posible aislarlo com- pletamente, porque se desgarra con la mayor facilidad; pero sucede á veces que aun en estas circunstancias, cuando se corta con el escalpelo se oye un crujido que indica la resis- tancia á la división de algún tejido endurecido que existe allí. La superficie de esta división es amarillenta, pálida, liza, y no se percibe en ella la existencia de las boquitas vasculares que tan abundantes son en el hígado normal. El Sr. Brasseti me ha llamado la atención sobre este pun- to, durante una autopsia que practicábamos el dia 7 de No- viembre, y creo que esta observación es de suma importan- cia para explicar una de las faces porque pasa el hígado an- tes de ser convertido en grasa. Respecto del peso, es como el volumen, variable, y ligado quizá al período en que sobreviene la muerte. Diez hígados he sujetado á la pesada, y partiendo de la cifra 1,500 gm. que representa el peso del hígado normal, he encontrado que seis eran menos y cuatro mas pesados. Hé aquí los resulta- dos: Dos hígados del peso de 800 gm., dos de 1,000 gm., uuo de 1,120 gm., uno de 1,240 gm. dos de 2,000 gm., uno de 3,000 gm. y uno del peso enorme de 3,120 gm. Después de estos datos que hemos podido apreciar en los hígados de los enfermos alcohólicos, pasemos á ver lo que enseña el microscopio; y para ello nada me parece mejor ni mas práctico, que referir las observaciones que he recogido, para pasar después á la exposición de las teorías que se han emitido para explicar los hechos. Seguiré el órden cronoló- gico en que se me han ido presentando los enfermos. 1* Observación (14 de Junio de 72).—Manuel Ramírez, de 40 años de edad, de constitución deteriorada y tempera- mento linfático, entró al hospital de San Andrés el 27 de Abril, después de quince dias de enfermedad, y ocupó la ca- ma número 71 de la sala de alcohólicos. Examinado por el Sr. D. Lauro Jiménez, dijo que acostumbraba tomar aguardiente en ayunas para tener fuerzas, y pulque á todas horas del dia. Tenia como síntomas predominantes, tres de- posiciones diarias, abundantes y mucosas, edema notable en las piernas que lia ido subiendo hasta alcanzar el abdómen, calambres en los miembros inferiores, mancha alcohólica sin 19 alucinaciones, postración extrema, ligero temblor en los miembros inferiores, etc. (L. Jiménez.) Diagnóstico.—Alcoholismo de forma hepática y diarréica. Dimensiones del hígado: diámetro vertical, 10¿ centímetros; trasverso, no presenta variación. El enfermo murió el 18. Autopsia hecha 24 horas después por D. Lauro Jiménez y por mí. Estaba el cadáver después de abierto muy infesto, notándose en los intestinos un principio de putrefacción. El hígado muy aumentado de volúmen; su peso, de 1,240 gm.; parece muy delgado, amarillo moreno en lo general; pero verdoso en la cara inferior y beteado de rojo en la superior; amarillo ocre en cualquier desgarradura hecha en su paren- quima, que es granugiento y da bastante sangre. Vesícula repleta de bilis de un color amarillo dorado. Exámen mi- croscópico por los Sres. Pasalagua, Jiménez y por mí: pre- sentó multitud de gotas de grasa de diverso tamaño; algunas muy grandes; la mayor parte fuera de las celdillas y otras dentro de ellas y en mayor número que en el estado normal; las celdillas parecían mas pequeñas. Tratada la preparación por la glicerina, se hizo mas trasparente y aparecieron multi- tud de granulaciones dentro y fuera de las celdillas. No obs- tante haber permanecido la preparación en el agua durante 24 horas, daba todavía mucha sangre. 2* Observación (15 de Junio 72).—Severiano Olvera de 40 años de edad, de constitución deteriorada y temperamen- to sanguíneo; hace 6 meses que está enfermo, hasta que úl- timamente ha venido á ocupar la cama número 59 de la sala de Alcohólicos. Durante su infancia padeció viruelas, y muy afecto después á las bebidas alcohólicas (aguardiente en ayu- nas y pulque), le encontramos hoy con una diarrea que le obliga á defecar cinco á seis veces en el dia, siendo las de- posiciones mucosas, algunas ocasiones estriadas de sangre, acompañadas de pujo y retortijones. Tiene ademas, su man- cha alcohólica en cada ojo; edemas en las piernas, anorexia y sed. La auscultación de la respiración hace oir estertores mucosos en la fosa supra espinosa izquierda, y rozamiento debajo de la clavícula. Diagnóstico.—Alcoholismo de forma hepática, diarreica y probablemente anémica (L. Jiménez). La percusión del hi- pocondrio derecho no me di ó matitez, y por consiguiente, no puedo indicar las dimensiones del hígado. El dia 1? de 20 Julio murió álas cuatro de la mañana, y 28 horas después el Sr. Jiménez (L.) y yo procedimos á la inspección. El hígado del peso de 2,000 gm., estaba sumamente reblandecido; su longitud era de 28¿ centímetros y su latitud de 15; su lóbu- lo izquierdo era la tercera parte del derecho; se desgarraba al tomarlo, y principalmente al desprender la cápsula de Glisson; crepitaba bajo el escalpelo; su color amarillo de ocre. La vesícula biliar llena de bilis amarilla. Exámen microscó- pico hecho por el Sr. Pasalagua y yo. Se ven unas estrías muy finas de granulaciones grasosas extendidas en líneas rectas y en diferentes direcciones; raras gotas de grasa de diferente tamaño, pero en general pequeñas; grasa en el in- terior de las celdillas hepáticas, que son muy oscuras y difí- ciles de ver, menos una que está aislada del cúmulo y que por una rasgadura deja salir granulaciones grasosas, cuyo origen del interior de la celdilla, se reconoce por la vía no interrumpida que se ve entre las que están fuera y las que aun permanecen interiores. Observación (19 de Junio 72).—José Magdaleno Al- cántara, de 50 años de edad, de constitución débil y tempe- ramento linfático, hace dos meses que está enfermo á con- secuencia del abuso de las bebidas alcohólicas. Entró al hospital á ocupar la cama número 62 de la sala de alcohóli- cos, y acusa á la observación padecer, ágrios, sed, poca falta de apetito, náuceas sin vómitos, deposiciones, ascitis y mati- (ez en el hipocondrio derecho desde la tetilla correspondien- te hasta confundirse con la que da la ascitis, mancha alcohó- lica y pterigion en los dos ojos. Presenta también otros sin tomas por parte del corazón y de los vasos cervicales; pero los omito por no ser de mi objeto. Diagnóstico.— Hipertrofia del corazón. Alcoholismo de forma hepática y cardiaca (L. Jiménez.) El dia 6 de Julio fué puncionado el peritoneo dando salida á 4 kilógramos de líquido. Murió el enfermo el dia 28 de Julio. Inspección el dia 29 á las diez de la mañana por el Sr. Jiménez D. L. y por mí. Hígado amarillo verdoso con infinidad de granula- ciones de diversos tamaños y de color azuloso, que se vé al través de la cápsula de Glisson, la cual, quitada, deja á des- cubierto dichas granulaciones, que tienen un aspecto graso- so. El escalpelo deja oir un crujido al cortar este hígado. En la mayor parte del paren quima se conserva el color azul en 21 la extensión de 2 milímetros, quedando todo lo demas ama- rillento. El peso del hígado era de 3,090 gm., su diámetro transverso de 25 centímetros, y el vertical de 21. Inspección microscópica (Jiménez D. Lauro, Pasalagua y yo). Las cel- dillas hepáticas están mas pequeñas que al estado normal, algo deformadas, y en sus intevalos se notan gotitas de gra- sa de diferentes dimensiones: en algunos puntos se ven infil- traciones de bilis. La misma observación se hace en las gra- nulaciones directas que ocupan la superficie del órgano. Por último, en medio de la preparación, se dejaban ver unos cristales de colesterina. 4‘? Observación (9 de Julio 72).—Omito los antecedentes de este entermo y la relación de su autopsia, porque no fijé mi atención sobre su hígado, sino cuando nos fue presentado en una lección de clínica que nos dió el Sr. D. Miguel Ji- ménez. El dia 19 de Julio del presente año, después deque en la lección de clínica interna, se ocupó el profesor de ella del enfermo á que me refiero, nos presentó el hígado que se extrajo durante la autopsia, y habiéndole oido decir á mi maestro que era un tipo de hígado alcohólico, lo pesé y te- nia un peso de 2,000 gm.; tomé de él un pedazo pertene- ciente al lóbulo derecho, y examinándolo al microscopio en unión de los Sres. Jiménez y Pasalagua, encontramos: 1? en una primera faz de la prepara ion una acumulación de celdi- llas hepáticas normales endurecidas por el cromatro de po- tasa en que estuvo macerada la pieza; en los intervalos de ellas y en el interior de algunas, habia gotitas de grasa ca- racterísticas, de bordes opacos y centro trasparente; otras mas voluminosas estaban aisladas y diseminadas, sin tener relación con las celdillas glandulares. Se notaban también algunas granulaciones grasosas que parecian resultar de la ruptura de alguna celdilla, á juzgar por su analogía con las granulaciones colocadas dentro de las otras celdillas. La 2? parte de la preparación presentaba lo mismo que la anterior; pero era notable, sobre todo, una celdilla mucho mas volu- minosa, que se desprendida de la parte superior é izquierda de un cúmulo celular, con el cual parecia continuarse por el intermedio de un hilo de granulaciones que salian de un án- gulo, al parecer roto de la celdilla. Esta era irregular en su superficie, cuadrilátera, de bordes arqueados, y parecia agí- 22 t tada de tiempo en tiempo por un movimiento browniano, de- bido quizá á un principio de descomposición. 5? Observación.—El dia 10 de Julio encontré en el anfi- teatro el cadáver de un enfermo, que por los notables teri- giones que tenia en los ojos, supuse que fuera alcohólico; y teniendo abierta la cavidad abdominal, extraje su hígado que tenia un color amarillo granujiento, duro y crepitante bajo el escalpelo. Su diámetro vertical era de 30 centímetros, y el transverso de 18; su peso de 3,120 gm. LosSres. Pasalagua y Jiménez me guiaron en el exámen al microscopio, y lié aquí lo que vimos: 1? cristales característicos de oxalato de cal, piramidales, cuadrangulares en su base y de varios pisos que formaban especies de gradas: 2? masas de celdillas he- páticas; unas endurecidas por el ácido crómico, y otras de aspecto normal: 3? numerosos hilos formados por gotitas grasosas redondas ó alargadas y con distintas direcciones: 4? gotitas grasosas aisladas é independientes. 6‘? Observación (Agosto 2 72).—Antonio Martínez, de edad de 62 años, de constitución deteriorada y temperamen- to sanguíneo, hace tres meses que, por abusar de las bebi- das alcohólicas empezó á ver desmejorarse su salud, y se determinó á entrar al hospital de San Andrés, en el cual fué destinado á ocupar la cama número 64 de la sala de alcohó- licos. Sus antecedentes patológicos son los siguientes: En su infancia fu ó vacunado y tuvo sarampión y viruelas locas. El año de 44 dice que tuvo una fiebre, y el de 55 pulmonía. Tuvo también una época de padecer intermitentes que con- trajo en México y que le atacaban cada año por el tiempo de aguas. Ha tenido diarreas en tres ocasiones distintas. Por último, actualmente acusa síntomas de tuberculización pul- monar y de cavernas, unidos á otros síntomas alcohólicos, como el terigion, dolor en la nuca, vacilación al andar, tem- blor en los miembros, indigestiones, diarrea y algún adema. El hígado en su diámetro vertical tiene 12 centímetros, y el transverso se extiende hasta el apéndice jifoides, según enseña la percusión. Diagnóstico.—Tuberculización pulmonar á diversos grados. Alcoholismo (L. Jiménez.) Murió el dia 24 de Agosto, y á la inspección encontramos el hígado pequeño, duro, retraído, amarillento y algo granuloso, del peso de 800 gm., crujía 23 bajo el escalpelo, y la superficie de sección parecía muy ané- mica. La vesícula llena de una bilis muy fluida y verdosa. En los pulmones, cavernas de diferentes tamaños, tubérculos duros y algunos reblandecidos. El microscopio nos reveló tal cantidad de grasa, que no se veia otra cosa, pues puedo decir que no existia ya el tejido hepático, como lo compro- bó el Sr. Pasalagua. 7? Observación (Setiembre 3 de 72).—Tomás González, de 60 años, de temperamento linfático y constitución dete- riorada; es un bebedor consuetudinario, que entró á ocupar la cama número 68 de la sala de alcohólicos, presentando diarrea, edemas en las piernas, sensación de peso en la nu- ca, vacilación al andar y al hablar, insomnio con alucinacio- nes é hígado menos voluminoso que al estado normal. Murió pocos dias después de su entrada, y encontramos el hígado pequeño, duro y amarillo verdoso; pesaba próximamente 1,120 gm., y al exámen microscópico encontró grasa infil- trada en los intervalos celulares; pero no en el interior de las celdillas, y era en muy poca cantidad. 8? Observación (Octubre de 72).—No sé si deberia omitir la relación de este hecho porque carezco del análisis micros- cópico que ha sido mi principal punto de mira en las obser- vaciones anteriores; pero me parece importante, pues es una prueba de que en muchos casos basta la simple vista para diagnosticar el hígado graso de los bebedores consuetudina- rios. Agustín Mejía, de edad de 50 años, cochero, de tem- peramento sanguíneo y constitución deteriorada, entró al hospital el dia 12 de Octubre del presente año, y fuó colo- cado en la cama número 9 de la sala de Medicina. Dice que ha acostumbrado desde hace mucho tiempo beber aguardien- te en ayunas y pulque á cualquier hora del dia. Tiene como síntomas predominantes, un pulso que da 70 latidos por mi- nuto, boca seca y amarga, estreñimiento, hipo, ictericia muy visible en las conjuntivas, pterigion y mancha alcohólica, edema en las piernas, ascitis, abultamiento muy marcado de las venas del vientre, insomnio con alucinaciones, etc.; pero sobre todo una retención casi absoluta de las materias feca- les. El hipocondrio derecho da un sonido mate desde el oc- tavo espacio intercostal hasta confundirse inferiormente con la matitez de la ascitis. 24 Diagnóstico.—Obstrucción intestinal. Alcoholismo (Jimé- nez D. M.) Murió el 24 de Octubre, y á la autopsia se con- firmó plenamente el diagnóstico, pues habia en el intestino grueso un bolo fecal que lo obstruia. El hígado era un tipo de degeneración grasosa, como me dijo el profesor déla Clí- nica Interna, quien me recomendó que examinara un pedazo al microscopio; pero no me fuó posible hacer este estudio tan importante, porque la pieza patológica no se conservó. Otras dos observaciones incompletas como la anterior po- seo en mis apuntes que recogí durante el presente año, pero omitiré referirlas, tanto por no hacerme mas difuso, como porque no las juzgo de una gran importancia. Por último, concluiré esta relación práctica citando el caso de Prisciliano Reyes, que el Sr. D. Miguel Jiménez eligió para una de sus lecciones clínicas del año de 66, y en cuya autopsia encon- tró el eminente clínico la grasa infiltrada en el parenquima del hígado. Otra vez, en una de mis memorias escolares, he tenido el gusto de citar también este hecho: Tal es la relación de los casos prácticos que poseo acerca de las modificaciones que el abuso de los licores alcohólicos imprime al hígado. Muy lejos estoy de creer que sean sufi- cientes para sostener una doctrina; pero cuando los encuen- tro en perfecta armonía con las ideas de mis mas esclareci- dos maestros, cuando mis estudios han sido apoyados por los Sres. D. Lauro Jiménez y D. Manuel Pasalagua, entonces creo que pueden ser dignos de tomarse en consideración. En todos ellos resalta un hecho constante: es que siempre he en- contrado grasa en el parenquima hepático, ya infiltrada en- tre las celdillas, ya en el interior mismo de ellas; y para no dejar ninguna laguna en mi estudio, habría deseado ver el estado de los vasos; pero he tropesado con tales dificultades, que á pesar mió he tenido que retroceder. Acaso este vacío ♦sea muy pronto llenado por los Sres. Lobato y Brassetti que trabajan con el mismo fin y que obtendrán, á no dudarlo, el mas brillante éxito en sus investigaciones. ¿Cómo obra el alcohol en la economía para determinar la alteración grasosa del hígado? Aquí es el terreno de las teo- rías; y aunque para mi objeto me habría bastado exponer lo que enseña la clínica sin exponerme á vagar en conjeturas, me parece que mi trabajo quedaría trunco si no expusiera lo que la ciencia posee acerca de él. 25 Antes de todo, demos por sentada esta verdad fisiológica: El alcohol ingerido en el estómago, es absorbido in natura. Muchos hechos militan en favor de esta opinión. En primer lugar, el análisis químico que no ha podido probar en la eco- nomía la existencia de los productos á que daría lugar el al- cohol en caso de que se descompusiera antes de su absorción. Nadie ha encontrado en efecto ni la aldeida, ni el ácido oxá- lico, ni el acético, y solo se puede admitir como resultado del alcohol, el agua y el ácido carbónico, que son el último término de las combustiones intersticiales orgánicas. En se- gundo lugar, la experiencia nos prueba cada dia que al abrir los cadáveres de individuos muertos durante las crápulas, to- das sus visceras huelen á alcohol y no á otra cosa. Tan no- table es este fenómeno que el Sr. Brassetti me ha referido, que siendo practicante de la Diputación, tuvo una vez opor- tunidad de inspeccionar un cadáver de alcohólico, y al abrir el cráneo, era tal el olor de alcohol que exhalaba el cerebro, que no pudo prescindir de aproximar á él un cerillo encen- dido, pues tenia la persuacion de que se inflamaría, y aunque no lo consiguió, no es menos propio este caso para venir en apoyo de la verdad que he sentado. Á tres pueden reasumirse las teorías que he podido colec- tar sobre este punto. Una es la de la flebitis; otra la de la endoarteritis; y por último, la tercera es la de la hepatitis intersticial. A—F rerisch es el que ha inventado la opinión de que el trabajo de degeneración grasosa que sobreviene en el hígado es consecutivo á una inflamación interior de las venas hepá- ticas, y sobre todo de la vena porta. Dice que el alcohol ab- sorbido por estos vasos, obra como un cuerpo irritante que determina en ellos un trabajo flogístico y que de aquí sobre- vienen trastornos circulatorios, cuyo último resultado es la acumulación de grasa en el hígado. Frerisch apoya su teo- ría de la endofletis en el hecho anatómico de que al prácti- car un corte en un hígado grasoso, le encontramos exangüe y sin que sean aparentes las boquitas vasculares que tantas y tan visibles son en el estado normal. El hecho es cierto; yo he tenido ocasión de comprobarlo mas de una vez; pero la interpretación me parece falsa. La endoflebitis en cual- quiera parte del cuerpo, se termina, ó por supuración, ó por la formación de un coágulo sanguíneo que se estiende hasta 26 la primera colateral; ahora bien, el exámen necroscópico no permite comprobar nada de semejante. No, la existencia del pus, porque al microscopio no se distingue su elemento esen- cial, los glóbulos; tampoco la presencia de un coágulo inte- rior, porque dicho coágulo tendría separadas las paredes ve- nosas, cuya cavidad, aunque obstruida, no dejaría de existir; y sucede precisamente lo contrario, pues según me ha dicho el Sr. Brassetti, dichas paredes permanecen pegadas como las dos hojas de un pliego de papel, y es por esta razón que no ostentan su cavidad en los cortes que se practican. De manera que la teoría de Frerisch puede ser muy cierta; pero no es tal la interpretación que da á los hechos invocados por ól para apoyarla. B—Acerca de la teoría de la endoarteritis deformante, el Sr. Lobato lia tenido la bondad de darme los principales da- tos. Está fundada en la parálisis que sufren los glóbulos de la sangre por su falta de oxigenación en el alcoholismo cró- nico, en la degeneración grasosa de los mismos glóbulos y en la tendencia que tienen, en este estado, á detenerse du- rante su carrera y á obstruir los capilares de todos los órga- nos. Ya Tardieu en sus experimentos sobre la intoxicación por el fósforo, liabia demostrado que la degeneración graso- sa que es el principal fenómeno anatomo-patológico, depen- día de una trasformacion grasosa de los glóbulos sanguíneos que obstruían los vasos destinados á los órganos degenera- dos. Bernard liabia observado el mismo hecho de parálisis globular en el envenenamiento por el óxido de carbono. Pues de estos hechos han partido los defensores de la endoarteri- tis deformante para formular su teoría. El alcohol, dicen, alimento termógeno por excelencia, es llevado hasta la su- perficie pulmonar donde absorbe todo ó gran parte del oxí- geno atmosférico destinado á la hematósis. Los glóbulos pri- vados de este elemento arterializador, corren inertes arras- trados mecánicamente, y no poseyendo ya propiedades vita- les, degeneran en grasa y se estancan en los capilares de los órganos mas vasculares, por cuya razón no solamente el hí- gado sufre estos trastornos, sino todos los órganos, aunque en una escala diferente. Obstruidos ya los conductos circula- torios del hígado, esta glándula sufre un grave ataque en su nutrición, y entra en la vía regresiva de degeneración graso 27 sa para ser absorvida lentamente por los vasos que han que- dado permeables, G—Por último, la teoría de la hepatitis intersticial es la que mas está en yoga y que liga á la mayor parte de los au- tores modernos de Alemania, de Francia y á algunos de Mé- xico (Jaecond, Niemeyer, etc.) Bien sabido es, y las expe- riencias que sobre el particular ha hecho C. Bernard en los perros, tienden á probarlo, que la ingestión de una gran do- sis de aguardiente refino produce una gastro-hepatitis agu- da y que sobreviene rápidamente. Las ingestiones en peque- ña dósis pero repetidas, producen también una inflamación sub -aguda del tegido intersticial, sea cual fuese el grado al- cohólico del licor, sub-inflamacion mantenida por las libacio- nes cuotidianas y que es el punto de partida de todas las al- teraciones que se presentan y que terminan por la atrofia grasosa del parenquima hepático. Citaré testualmente las pa- labras de Jaccoud, que es uno de los defensores de la hepa- titis intersticial y que reasume así todos los fenómenos que pasan y que son confirmados por la experiencia: “La denominación de hepatitis intersticial es superior, sin comparación, á todas esas calificaciones empíricas (cirrosis, atrofia?), puesto que en lugar de espresar uno de los efectos del procesus anatómico, encierra la nocion completa de su naturaleza y de su evolución. “Esencialmente constituida por la hipertrofia y la hiper- plasia de los elementos conjuntivos, la hepatitis intersticial es el tipo de las inflamaciones de formaciones conjuntivas, (véa- se Jaccoud. Patología Interna, tom. 1?, pags. 65 y 66); es, pues, un procesus siempre lento que, después de haber de- terminado el aumento de volúmen del hígado, puede deter- minar su eliminación por retracción del tegido conectivo, pero que frecuentemente mata también antes de esta faz se- cundaria. En ciertos casos aún, la atrofia es imposible, cual- quiera que sea por lo demas la prolongación de la vida del enfermo: este hecho se presenta cuando la producción con- juntiva es de tal manera colosal, que su retracción no puede compensar la hipermegalia que ha resultado de ella, ó bien aún, cuando la hepatitis esclerosa está combinada con la de- generación amiloide. “Las celdillas hepáticas comprimidas en el stroma conjun- tivo, acaban por atrofiarse, y sin embargo, los accidentes te- 28 mibles de la acolia son estraños á la sintomatologia ordina- ria de la enfermedad, etc. (Jaccoud. Patología Interna, tom. 2?, pág, 421).” Como se acaba de ver, la inflamación intersticial desempe- ña el principal papel en esta teoría. Esta inflamación deter- mina al derredor de sí un trabajo congestivo pasajero de que antes he hablado, y una exudación neoplástica que se con- vierte en tegido fibroso análogo á las seudo-membranas in- flamatorias: este tegido formado en el stroma interglobulillar del hígado, tiene un período de crecimiento ó de prolifera- ción endógena que hace aumentar el volumen de la viscera y que, según la opinión de algunos, determina por dicho cre- cimiento un principio de atrofia y de degeneración grasosa de las celdillas hepáticas. (Esta relación de causalidad no es ad- misible, porque haciendo inyecciones en los vasos del hígado y de cualquier órgano, nos sorprende la dilatabilidad de que son capaces nuestros tegidos, y por consiguiente no es creí- ble que una ligera comprensión obre de esta manera). Des- pués de llegado este neotegido á su mas alto grado de des- arrollo, entra en una vía regresiva, durante la cual domina en él como en el tegido de cicatriz, la retractilidad, y ejercién- dose ésta en los vasos, en los canalículos hepáticos y en las mismas celdillas, la nutrición no puede hacerse ya, y la glán- dula hepática sufre el destino de todas las partes de la eco- nomía que no se nutren; se trasforma en grasa para ser ulte- rior y paulatinamente reabsorbido. Estas ideas le parecen racionales al Sr. Brassetti, quien las acepta, añadiendo ademas en un estilo interrogativo, que si el alcohol, en su calidad de alimento hidrocarbonado, no iría á quemarse en el parenquima hepático, á impedir la com- bustión de la grasa que normalmente se hace en él, é indi- rectamente á acumular allí dicha grasa y á contribuir á los efectos ulteriores. Muy racional me parece esta observación; y puesto que de aceptarla no resultaría ningún perjuicio en caso de ser falsa, no vacilo en declararla aceptable. Después de la exposición de las ideas teóricas que acabo de referir, creo un deber el mencionar la opinión no menos respetable del Sr. D. Lauro Jiménez, y á la cual me adhiero en todas sus partes por parecerme el partido mas prudente. Yo, me ha dicho mi respetable maestro, acepto el hecho de la degeneración grasosa, porque está comprobado por la ex- periencia; pero no me lo esplieo ni admito ninguna de las 29 teorías que se lian emitido, porque me parecen insuficientes y basadas en algunos principios que no han recibido la san- ción de la experiencia. De manera que dejo la cuestión en estado de problema, y si he referido las opiniones de los au- tores, es, lo repito, por no dejar este vacío y para que cada uno acepte la que mejor le parezca, pues por mi parte, si es cierto que tengo simpatías por la de la hepatitis intersticial, acaso envolverá objeciones que no podré resolver. 3?- Aunque no son raras en los ébrios consuetudinarios las hepatitis agudas, es muy remoto que estas flegmasias se ter- minen por supuración. Invoco el testimonio de los hechos clínicos para fundar la proposición que acabo de sentar. Las dos salas que existen en el hospital de San Andrés destinadas al servicio de enfer- mos alcohólicos, y que están bajo la dirección de los Sres. Dres. D. Lauro M. Jiménez y D. Manuel Dominguez, dan cabida á mas de 80 camas constantemente ocupadas por las alternativas délos enfermos que las solicitan y de los que son dados de alta. Aquella es por consiguiente una fuente fecun- dísima de la cual se pueden sacar los datos mas preciosos para el estudio teórico-práctico del alcoholismo en nuestra capital, pues la infinidad de enfermos que se succeden en las camas, nos enseñan todas las fases de las lesiones que el abu- so de los licores produce con tanta frecuencia en la gente de nuestro pueblo. Pues bien; atenido á lo que la experiencia me ha enseña- do durante este año en que he cursado la clínica de alcohó- licos, creo poder ser mas absoluto en mi proposición y decir que la hepatitis, es decir, la parenquimatosa y no la intersti- cial, es un acontecimiento sumamente raro, prescindiendo de su terminación por la supuración. Las vastas y exactas esta- dísticas que con tanto cuidado ha llevado el Sr. Velasco, practicante de las salas de alcohólicos bajo la dirección del Sr. D. L auro Jiménez, no registran en centenares de enfer- mos ni un solo hecho de hepatitis parenquimatosa como re- sultado del alcoholismo crónico. Los cuadros no menos in- teresantes del Sr. Dr. Dominguez, nos enseñan la existen- cia de un caso que se le presentó en Agosto último, y cuya narración necroscópica que debo á la bondad de dicho señor, paso á referir con la historia que yo recogí del enfermo. El dia 18 de Agosto del presente año, encontré en la ca- ma núm. 57 de la sala de alcohólicos del hospital de San An- 30 drés al enfermo José M. Martínez, de edad de 40 años, de temperamento linfático y constitución deteriorada, de oficio arriero; es un bebedor consumado, y acusa como causa de su enfermedad el haber tomado pulque un dia que estaba su- dando, aunque ya desde antes padecía crónicamente del hí- gado. No tuvo exceso alcohólico como causa determinante, pues tomó la dósis acostumbrada de pulque. Tiene como síntomas predominantes, calentura que eleva el pulso á 80 pulsaciones por minuto y la temperatura axilar á 39 ° 6, icteria muy marcada, sobre todo, al nivel de las conjuntivas; deposiciones abundantes y en número variable, hígado des- bordando las costillas y llegando hasta el ombligo; no hay ascitis ni edemas, dolor agudo como punzada en el hipocon- drio derecho é irradiándose al hombro del mismo lado; pte- rigion muy prominente avanzando hasta como á un milíme- tro encima de la córnea y que existe en los dos lados de ambos ojos, temblor en los miembros y en los lábios, vacila- ción al andar y peso en la nuca. El sueño del enfermo es tranquilo, no le asaltan alucinaciones. Diagnóstico.—Hepatitis alcohólica (M. Domínguez.) Co- mo tratamiento se le mandó poner un vegigatorio al hígado y un purgante. Después se le sostuvo el caíomel á dósis al- terante y se le aplicó un cedal en el hipocondrio derecho. Durante su marcha, la enfermedad estuvo algo latente, pues ni al principio de ella ni durante el período de supuración de la hepatitis, hubo ningún calosfrío ni sudores. El enfermo murió á principios de Setiembre. El Sr. Domínguez practi- có su autopsia, y encontró un voluminoso abceso hepático, en cuya cavidad admitía los dos puños, y perfectamente en- quistado; era profundo y se dirigía arriba liácia la cara dia- fragmática del hígado. Fuera de este hecho, no poseo ninguno otro; y esta rareza es la que precisamente da apoyo á mi proposición. No sucede lo mismo con la ingestión repentina de una gran cantidad de licores alcohólicos, sobre todo, en personas que no están acostumbradas á ellos. Entonces las hepatitis son frecuentes y dan márgen á los abcesos de hígado que tan bien han sido estudiados por el profesor de Clínica In- terna de nuestra Escuela. Fuera de las experiencias que en los animales ha hecho Cl. Bernard, tenemos la prueba de esto en tantos enfermos que vemos diariamente entrar al hospital con sus hepatitis, dando por etiología el haberse 31 erapulcado la víspera, como ellos mismos dicen, es decir, el haber abusado del pulque en alguna orgía. Pero he pasado ya del límite que me he propuesto, por cuya razón concluyo aquí este desaliñado trabajo, recordando á todas las personas que se dignen leerlo, que el autor de di no es, ni tiene la pretensión de ser, un médico ilustrado, sino un simple estu- diante que apenas abandona las aulas escolares, con el gér- men de las ideas que en su cerebro han colocado sus sábios maestros, y con __ la esperanza de que el tiempo y el estudio las desarrollen. ¡Dios quiera que esa esperanza llegue á realizarse y no se convierta en una triste decepción! Miguel Cicero, Diciembre 2 de 1872.