CONSIDERACIONES \ SOCHE LOS ABUSOS DE LA MEDICACION ALCALINA TESIS Q.Uli PRESENTA AL JURADO CALIFICADOR .1. TI2IAH>AI> I.EIHIJS EX SU EXAMEN PROFESIONAL DE MEDICINA MEXICO. Imprenta y Litografía de Ireneo Paz. 1* calle de San Francisco núm. 13. 1877. CONSIDERACIONES SOBRE LOS ABUSOS DELA MEDICACION ALCALINA TESIS QUE PRESENTA AL JURADO GALI PICADOR J. TI2IAII>\1> LEMUS EN SU EXAMEN PEOEESIONAL DE MEDICINA MEXICO. Imprenta y Litografía de Ireneo Paz. 1* calle de San Francisco núm. 13, 1877. A LA MEMORIA DE MI PADRE A MI TIERNA MADRE. AL Sr. D. PEDRO GUTIERREZ Y AL SEÑOR DOCTOR ¿ufai c?i\£Iiítre las sustancias del dominio de la Terapéutica, . . fe algunas que, administradas conveniente- mente, producen efectos admirables, bien definidos, que pueden detener los progresos y aun destruir la enfer- medad contra que se aplican. Pero, cuando el uso de es- tas sustancias se prolonga, cuando no están bien indica- das, cuando se abusa de ellas de cualquier modo, pue- den minar la economía y trastórnala, aun de una manera permanente. De este género son los medicamentos moderadores de la nutrición, y muy particularmente los alcalinos, he- roicos antagonistas de las enfermedades inflamatorias, sustancias de que el Médico hace frecuente uso, deposi- tando en ellas toda su confianza como bien definidas, como fieles y prontas para llenar su objeto. Pero, así como son magníficos los resultados de su buena aplicación, así como son violentas para destruir las enfermedades inflamatorias, así son también nocivas cuando su indicación no es recta, citando se administran, 6 por decirlo así, al acaso; y así concluyen con el indivi- duo, principalmente cuando su uso es prolongado. Desgraciadamente nos sobran ejemplos de ello; pues, vemos citados en Rabuteau, el caso de un Químico ata- cado de diátesis úrica, el de muchos diabéticos, que en- viados á Vichy para su curación, el primero llegó á Pa- rís en un estado de anhemia y debilidad tan extremadas, que con mucha dificultad se logró mejorarle, pero los segundos murieron á los quince dias, poco mas ó menos, de seguir aquel tratamiento. Se observan también mu- chas dispepcias, digestiones irregulares, gastralgias, etc., dimanadas únicamente de la viciosa costumbre que in- numerables personas adquieren de tomar bicarbonato de sosa después de las comidas, vicio que hace acrecentar insensiblemente las dosis, hasta ser necesario y aun pla- centero tomarse fuertes cantidades en el dia. Finalmen- te, citaré dos casos, en los que creo se deben referir al abuso del bicarbonato tocios los trastornos que sobrevi- nieron. Pero estos ejemplos, son debidos tan solo á la falta de conocimiento de las propbdades de estos cuerpos, á la falta del conocimiento de su indicación, y particular- mente á su abuso. Así, los grandes perjuicios que cau- saron las aguas de Vichy, fueron debidos á que, en aque- lla época, reinaban las teorías de Chevreul y Mialhe, que daban á los alcalinos la propiedad de reanimar las 7 fuerzas, aumentar las combustiones, etc.; época en la que Rabuteau, Lofíler, Ritter y Constant, memorables y em- peñosos experimentadores, no habian desplegado la luz que con tanto brillo ilumina lioy la tenebrosa Terapéu- tica; pues, con sus experiencias nos han expuesto cla- ramente las propiedades exactas de multitud de cuerpos, y particularmente de los alcalinos. Estos ejemplos, y los que repito, citaré, nos liarán palpar cuán .graves son los perjuicios debidos á la admi- nistración inconsciente, á la administración prolongada ó, en fin, á los abusos de los alcalinos. Expondré antes, con la menos imperfección que me sea dado, las propiedades de los medicamentos alcalinos, tomando para ello por tipo el bicarbonato de sosa, por ser el usado después de las comidas y por ser el que sir- vió en uno de los casos que observé, aunque por el or- den de su actividad, está primero el carbonato de po- tasa. Una vez ingerido, se le puede estudiar de dos mane-, ras: l.° localmente, por su contacto con los jugos diges- tivos, con la alimentación y con la mucosa gastro-intes-. tinal: 2.° por su acción general, después de su absor- ción, en el torrente circulatorio. 8 § i. Sabemos que todo cuerpo, alimento, sustancia medi- cinal, que irrite ó no la mucosa estomacal, una vez en contacto con ella, produce la secreción de las glándulas del estómago. Según las observaciones de C. Bernard y Blondlot, el bicarbonato de sosa (así como los otros al- calinos) tiene la propiedad de aumentar la secreción del jugo gástrico y la del moco, fluidificando este último, siempre que la dosis sea pequeña y bastante diluida la solución; de lo contrario, á la de cinco ó seis gramos por ejemplo, y en solución concentrada en el momento de las comidas, suspende la secreción, quita el apetito y solo hace mas fluido el moco. Estando formado el alcalino de que me ocupo, de un ácido fácilmente desalojable, aun por los ácidos mas dé- biles del tubo gastrointestinal, y de una base, cuya afi- nidad por los ácidos mas fijos es grande; en parte se trasforma en otros compuestos, como lactato, acetato, butirato de sosa, según el ácido de que se apodera la ba- se, ó se forma cloruro de sodio, en general, desprendién- dose ácido carbónico, que desaparece por eructaciones. De estas sustituciones resulta la neutralización y aun filcalinizacion del jugo gástrico secretado (íjue por este 9 lieclio deja de serlo) y del contenido del estómago si nue- vas secreciones no se verifican; pero, según llevo dicho, la secreción de ese jugo es suspendida cuando se ingie- ren fuertes dosis de alcalinos, de manera que la acidez del contenido del estómago no se adquirirá por nuevas secreciones, y el jugo ácido encargado de las materias aíbuminoideas se ha trasformado en alcalino: en tal ca- so, la pepsina, cuya acción está ligada con la del ácido, no puede producir su efecto. Por último, se confirman las palabras de Béclard: “cuando se satura el ácido del jugo gástrico, éste ha perdido sus propiedades.” Al pasar del estómago al intestino delgado, después de la alcalinizacion, el contenido de aquel estará com- puesto de lo siguiente: dextrina y azúcar provenientes de la reacción de la saliva sobre el almidón, así como la cantidad de este último que aun no sufra modificación: materias aíbuminoideas, cuya disolución en su mayor parte, debió efectuarse en el estómago, pero que fue es- torbada por el bicarbonato: y las grasas, que serán tras- formadas en el resto del tubo intestinal. Al encontrarse los alimentos en el intestino delgado, tienen que ponerse bajo la influencia del jugo pancreá- tico y de la bilis. La reacción que nos ofrece el primero es alcalina, y es debida á la pancreatina y á algunas sales, entre las que se encuentran los carbonates alcalinos. A este ju- 10 go le está encargado, principalmente, emulcionar las grasas y ponerlas en condiciones propias para su ab- sorción: continua también la tra«formación que opera el gástrico, de las materias albuminoideas en este lugar, así como la de la saliva en la fécula. La primera de estas propiedades no es tan simple, en concepto de al- gunos autores; pues, dicen que no solo emulciona las grasas, sino que obra químicamente sobre ellas; que, estando constitudas por los ácidos oleico, margárico y es- teárico, unidos á la glicerina, quedaba esta en libertad apoderándose aquellos de la cosa, de donde resulta la trasfarmacion de la grasa en principios todos solubles. En concepto de Béclard, semejante metamorfosis no puede tener lugar; porque, para ello, es indispensable la alcalinidad que no existe en estado normal, debido á que la acidez del estomago ha sido arrastrada con el contenido de este, acidez que no solo neutraliza al jugo pancreático, sino que aun predomina. Pero, acabamos de ver que el bicarbonato de sosa ha alcalinizado los ju- gos estomacales y que, según la opinión de Blondlot y Bernard, se ha suspendido la secreción del jugo gástri- co. En consecuencia, no teniendo el jugo pancreático de donde le venga acidez y sí alcalinidad, su reacción, no solo se conservará, sino aun se exagerará por la adi- ción de aquella sustancia, que también entra en su com- posición. De manera que en este caso, la trasformacion 11 de las grasas en jabones y glicerina solubles será un hecho, como lo creían algunos autores. La bilis, también alcalina, goza según algunos, aun- que en menor grado, del poder de emulcionar los cuer- pos grasos. Entre sus componentes también encontra- mos los carbonatos alcalinos, como en el jugo pancreá- tico. Igualmente predomina sobre ella el acidez del ju- go grático. Es probable que, en la administración del bicarbonato de sosa á dosis alta, suceda con esta lo que con el jugo pancreático, que se redoble su acción so- bre las grasas. El último de los líquidos secretados por la mucosa digestiva, es el jugo intestinal, elaborado en las glándu- las de Lieberkuhn y en las de Brunner, de reacción tam- bién alcalina. Contribuye en la producción de las me- tamorfosis operadas, por el jugo grástrico sobre los al- buminoideos, por la salida y pancreático sobre la fécu- la, pero parece no ejercer acción sobre las grasas. Pro- bablemente adquirirá esta última, tan luego como le lle- gue la adición del bicarbonato. En resúmen. Tomado el alcalino á la dosis de cua- tro á cinco gramos modifica bastante los jugos digesti- vos, es decir: el gástrico, ácido, cuya acidez es necesa- ria para que obre sobre los albuminoideos, se neutrali- za y aun se vuelve alcalino, no verificándose nuevas se- creciones: al pancreático, de reacción alcalina, se la 12 exagera; obra entonces aun químicamente sobre las gra- sas y aumenta la absorción de ellas: la bilis, alcalina, tal vez aumentará también sus efectos sobre las mis- mas grasas: por último, el jugo intestinal, igualmente alcalino, de creerse es que adquiera acción sobre esos mismos cuerpos. Si en este estado las cosas, se toma una alimentación compuesta de albúmina, feculentos y y grasas, creo pasará lo siguiente: la primera sustancia no sufrirá modificación, sino cuando la secreción del ju- go gástrico se restablezca, 6 que la descomposición de la féculas y grasas suministren algún ácido que venga á poner en acción la pepsina existente; pero de todas ma- neras, la disolución de la albúmina ba sido detenida: las grasas serán pronta y totalmente trasformadas y absorbi- das, supuesta la mayor energía de los jugos que sobre ella obran. A esto debemos aumentar, como dije antes, la mayor fluidez del moco que tapisa el interior del canal digestivo. 5 Ir- Véamos ahora el bicarbonato de sosa bajo otro punto de vista, consideremos su acción general después de su absorción. Los estudios esperimentales de Rabutean y Constant, 13 hechos aun en sí mismos, han establecido como lo he dicho, las teorías generalmente admitidas hoy, respecto de los efectos ejercidos sóbrela nutrición por los medi- camentos alcalinos; de manera que el calificativo de mo. radores de ella, lo merecen, tanto por sus efectos sobre la digestión, como por las metamorfosis que operan en la sangre, metamorfosis de la mayor importancia y que eXpOndré brevemente. Como se sabe, el bicarbonato de sosa á dosis elevada, no se trasforma por los ácidos sino parcialmente, la ma- yor parte es absorbida en natura, penetra en la masa to- tal de la sangre, y exagera su alcalinidad normal. La eliminación se hace por los riñones, cuyo trabajo activa, dando por resultado el augumento y neutraliza - cion y aun alcalización de la orina, que en su estado normal es acida. Pero, para llegar á él, es necesario una dosis suficiente, por ejemplo, bastan cuatro ó cinco gramos para modificar la sangre, mientras que con seis apenas se ha obtenido un ligero aumento de orina. La manera de verificarse los efectos sobre la sangre, se nos oculta, lo mismo que la acción íntima de los me- dicamentos; pero los resultados son perfectamente difi- nidos; pues se sabe que, de los componentes de la san- gre, los glóbulos rojos y aun la fibrina, sufren altera- ciones interesantes. La consistencia de los cuágulos sanguíneos va siendo 14 menor, á proporción que se continua la aplicación del medicamento, debido esto á la desaparición de la fi- brina. La disminución de los glóbulos rojos es un becbo también, observado de liá mucho tiempo, bien demos- trando boy y de que es fácil convencerse; pues, basta ver resaltar la palidez y anhemia que se apodera de los que abusan de esta sustancia, basta leer en Eabuteau los casos que le sirvieron de experiencia, y los que cita de individuos enviados á Vicby. Las materias gracas disminuyen igualmente en la al- calinizacion de la sangre. De manera que, los alcalinos modifican á tal punto la sangre, y de una manera tan di- recta, que este líquido viene á presentarnos el aspecto del jugo de ceresa. No son estos los únicos efectos del bicarbonato de sosa, se manifiestan otros que podemos llamar indirec- tos por provenir ile los primeros. Así, las oxidaciones son menores, por ser menor el número de glóbulos ro- jos, y por ser estos los que conducen el oxígeno á toda lia economía. El número de leucositos proporcional- mente es mayor, y se cree que también su volu- men. La palidez se marca, el apetito se pierde, el cuerpo cae en una postración extremada, hay paresia intelectual: finalmente, decrese en conjunto la vida de todos los ór- 15 ganos, á proporción que crecen los fenómenos ejercidos en la sangre por la continuación del alcalino. Tales son los efectos de los alcalinos que, funtados en los hechos, se admiten hoy. Entre ellos encontramos algunos cuya importancia tal vez sea mayor de la que se les dá. Quién sabe si la fluidificacion del moco facili- tando el contacto de las paredes con el contenido alcali- no 6 ácido del tubo, la neutralización del jugo gástico haciendo mas larga la permanencia de los albuminoi- deos en el estómago, y por esto mismo, la cogestion de ese órgano mas largo tiempo prolongada, impriman mo- dificaciones que deban tenerse en consideración en la etiología de la gastralgia, de la anorexía y de otras afecciones tan comunes, cuyas causas son tan oscu- ras. Para hacer mas manifiesta? las graves consecuencias de que pueden ser causa los abusos de los alcalinos, re- feriré brevente los dos casos que, según dije antes, he podido observar muy de cerca, 16 I. Antonio Perez, de Morelia, fue atacado el dia 22 de Noviembre de 1875, de un dolor abajo y un poco afue- ra de la tetilla derecha: permaneció con él hasta la tar- de del siguiente dia, en que le era muy dificultosa la respiración: había reacción, y sus esputos presentaban algunas estrías rojas. Llamado un Médico, y habiendo procedido éste al examen del enfermo, obtuvo ios si- guientes datos. Era un soltero de treita y seis años, albañil, de cons- titución linfática, de padres que, habiendo muerto del cólera el año de 50, no aparentaban sufrir enfermedad alguna: en su concepto, el origen de su mal había sido el enfriamento producido por un vaso de nieve que to- mó estando demasiado ajitado. Hecho el examen físico, resultó que se trataba de una inflamación del pulmón derecho, en sus dos tercios superiores aproximadamen- te, en su primer período, en un individuo débil y de constitución linfática. Resolvió el Médico tratar aquella pulmonía por los al- calinos, por los que tenia una gran preferencia, y le man- dó aplicar á la vez un vejigatorio, en la parte posterior, 17 superior y derecha del tórax, teniendo doce centímetros de longitud por nueve de latitud, poco mas ó menos, y dieta moderada: la prescripción al interior era: Infusión de flor de tilia 120.00 Bicarbonato de sosa 8.00 Jarabe de morfina 15.00 Cucharadas. Esta fórmula se repitió durante diez dias, cambiando únicamente el jarabe de morfina por un jarabe aromá- tico. La inflamación pareció permanecer estacionaria, des- de el tercer dia de tratamiento; durante nueve ó diez dias, los síntomas eran los mismos, con diferencia délas pul- saciones, que disminuyeron de intensidad y número; pero los esputos tenían su misma coloración, la respiración era tan difícil como al principio, los estertores, el soplo, todo en el estado en que había quedado después de tres dias de tratamiento. Al cabo de estos dias, el pulso era tan pequeño, que se dificultaba percibirlo á veces: la coloración de la piel y mucosas era muy baja: la moral y las fuerzas estaban casi perdidas: grande era el cansancio que experimenta 18 ba el enfermo, aun para tomar sus alimentos: la ulcera- ción del vejigatorio no tenia la fuerza necesaria para su cicatrización, estaba cubierta de costras, que fue preciso reblandecer para quitarlas: por último, el decimocuarto dia se presentó un hipo tan tenaz y molesto, que, cuan- do mas, lo dejaba descansar media hora ó tres cuartos en todo el dia, y le quitaba dos ó tres horas de roposo en la noche. Este fenómeno no era explicable por nin- guna lesión concomitante; pues faltaban completamen- te todos los signos que pudieran revelarnos la pleuresía diafracmática, la inflamación ú otra lesión del diafrag- ma, del hígado, del estómago; en fin, repito, ningún sín- toma se encontraba de los que forzosamente debían exis- tir, si se tratase de cualquiera de estas enfermedades. Esta molestia le duró diez y ocho dias: ella y la postra- ción completa, que el enfermo mismo notaba, Jo tenían tan preocupado, que no quería tomar ya medicinas ni alimentos, únicamente anhelaba descansar. No había ya sustancia ni medio que poner en práctica contra aquel hipo, todo fallaba. A los veinticinco dias de enfermedad, la medicación era únicamente tónica, y el único deseo del Medico era levantar las fuerzas. La pulmonía, después de su período estacionario, si- guió una marcha lentamente decreciente. El paciente se reanimaba física, pero no moralmente; tenia la firme 19 creencia de que aquel hipo lo mataba. Al decimonove- no dia de este sufrimiento, la inflamación había desapa- recido, las fuerzas eran mayores: como último recurso, se le aplicó al derredor de la cintura una venda larga, medianamente sujeta, asegurándole que aquella faja de- bía traer forzosamente la desaparición del hipo: después de una hora cesó éste, y no volvió á presentarse duran- te cinco dias, en los cuales cambió notablemente la mo- ral y se concluyó la cicatrización del vijagatorio. II. En este caso se trata de una gastralgia, que padece una mujer, llamada Jesús Sánchez, soltera, doméstica, de treinta y nueve años de edad, de padres cuya salud fue buena. Los datos que ella suministra, son los siguientes: Ab- solutamente nada padecía antes del mes de Mayo de se- tenta y cinco, en cuya fecha entró á servir á una casa francesa, donde toma los mismos alimentos que la fami- lia á quien sirve, y á los cuales no estaba acostumbrada por ser demasiado condimentados. En la primera sema- na de este cambio de alimentos, tuvo pirosis, al comen-. 20 zar sus digestiones, que sentía ser difíciles. Su ama le hacia tomar bicarbonato de sosa, el cual quitaba por completo dichas pirosis, y continuó haciendo uso de él. Varias veces intentó dejar de tomarlo, pues ya ese uso se convertía en necesidad, y le volvían las mismas mo- lestias. A los tres meses comenzó á sentir un ligero dolor, que llama pellizco: el asiento del dolor es la región epigás- trica, y se irradia al hipogastro: aparece una ó dos ho- ras después de las comidas, ó cuando toma cualquier li- cor u otra cosa que le estimule: por rareza lo exaspera y por lo común lo mitiga ciñendo su cintura mas de lo acos- tumbrado: á veces le sobrevienen también náuseas, por rareza vómitos. Las pirosis, que de cuando en cuando aparecían, le han hecho aumentar la dosis del bicarbo- nato. Las eructaciones modeian luego el dolor. Esta mujer tiene una apariencia de salud perfecta, y no padece mas que su dolor después de las comidas. Hoy es para ella una necesidad ei uso del carbonato, y la do- sis de este es una cucharada cafetera. Con frecuencia se tiene ocasión de observar la coin- cidencia de las gastralgias y el uso del alcalino, datando este de mucho tiempo. Por las perfectas descripciones de los efectos de los alcalinos, que vemos trazados en los autores, y por to- 21 do lo que antecede, se comprenden perfectamente los trastornos ocasionados sóbrela nutrición por el abuso de esos mismos cuerpos. Pero como, antes de ser ab- sorbidos, modifican la regularidad de una función muy importante, como es la digestión, y sobre ello muy po- co nos hablan los autores, creo que se debe fijar la aten- ción é investigar: si el uso del bicarbonato no será el origen de muchas gastralgias; pues, hemos visto que fluidifica el moco, que neutraliza y aun vuelve alcalino el jugo grástrico, pudiendo lo primero hacer mas fácil el contacto de todo líquido irritante con las paredes, y pudiendo lo segundo prolongar mas las congestiones estomacales y fatigar mas el estomago; pues, según la opinión de Lallemand, mientras salen del estómago las materias que no necesitan preparación ó que serán ata-, cadas y absorbidas mas lejos, esta vícera lucha cons- tantemente por desempeñar su cargo, pero como, en las autuales circunstancias, no hay ácido, y este es indis- pensable según Béclard para la acción de la pepsina, la permanencia indicada será mas larga, y aun la diso- lución de las materias albuminoideas será incompleta. Acabamos de ver que la absorción de las grasas se aumenta con el bicarbonato á dosis elevada, que la circu- lación, larespiracion, el organismo entero, se entorpecen; de manera que, si se pudiese prolongar la administra- ción del alcalino, mas tiempo del que lo permite su efec- 22 to sobre la sangre, habiendo mayor absorción de gra- sas, y quemándose menor cantidad, se depositarian ellas en diversos órganos, se observaría tal vez la polisarcia, el ateroma de las arterias, el hígado graso, etc. Estoy muy lejos de pensar que lo que acabo de hacer sea uua exposición perfecta de lo que concierne á los abusos de los alcalinos; para ello me faltan, la capaci- dad, los experimentos propios, y demas circunstancias necesarias para la formación de un buen escrito: por tanto, espero de la benignidad del respetable Jurado que me califica, disimulará las inexactitudes en que hubiere incurrido en la presente tesis. México, Diciembre de 1877,