TÉSIS INAUGURAL. BREVE ESTUDIO SOBRE EL IODURO DE POTASIO Considerado como hemostático, -l’OR- José :Y\ Yélez, ALUMNO DE LA ESCUELA DE MEDICINA DE Gl'ANAJüATO, GUANAJUATO. Tipografía do Justo Palencia.—Ia ele Alonso letra F. 1889. TESIS INA.UGUEAL. BREVE ESTUDIO SOBRE EL Ioduro de Potasio Considerado como hemostático. qP71 JCié cf. tyilC'Z, Alumno de la Escuela de Medicina de Guanajuato. GUANAJUATO. Tipografía de Justo Palencia.—Ia de Alonso letra F. 1889. a la saqzada mcmozia de mi Sitadle. //// €/>//£//^/^ la memoria de los inteligentes (Eres. Oda miel eyes y Vicente Cfomez Conto. mis respetables maestros X)res. (fosé íBribiesca Saavedra, (fosé (Bri bresca Cabrera y JBbraham £. Santibañez. rrvíó rrvae&tíO'ó Mveó. d/y'veó. Jeud cS/u oo , qdvarvev&co ddaíy ado; <7///vedo d"rjéó; d/Zanueí (/jorvya/ey; /daaído ¿A= rrvervdadé y SMcirviveí Mr vaya. S4 rrv/ó a/v;veoia/leé amíyoú Mheó. Mbarvctóco ¿Maima/eyo; d/ r ey o &¿ey~ 'MOÓ'O e y//y /¿aero ffl. 7Ma/ayv¿yyvey. S-/ nbi,) cornfiane'to4 y amíyoó. Señores Jurados: presente trabajo, aborto desgraciado de mis f pocos conocimientos y exigua práctica, ha sido dictado, no por la pretensión ni el orgu$b, sino por un precepto legal que me exige como conditio sirte qua non para obtener el título de médico cirujano, á (pie aspiro, la presentación de una tesis. El legítimo deseo de formarme, no un porvenir ri- sueño, que es cosa más que difícil, sino un título que pueda favorecerme en el porvenir, me ha impulsado á cometer atentados contra la literatura médica y el sen- tido común, en este desaliñado estudio, hijo de la nece- sidad; y aunque la necesidad carece de ley, es el caso que la ley me ha puesto en la dura necesidad de es- cribir. Dura lex, sed lex. El ioduro de potasio, considerado como hemostático, es el punto que me propongo estudiar, sin abrigar la esperanza de llenar ni áun en parte mi cometido; pues prescindiendo de mis escasos conocimientos, el temor y la incertidumbre de que me hallo poseído, son los peores enemigos que tengo en estos momentos en que se va á decidir mi suerte; y solo vuestra nunca desmen- tida indulgencia, de que tantas veces he participado, me anima á dar este paso. 2 (Tiianajuato, Noviembre de 1889. %é 2T. Wé/, .. ¿S s/ BREVE ESTUDIO SOBRE EL IODURO DE POTASIO CONSIDERADO COMO HEMOSTÁTICO, V UN el año de 1886, siendo practicante interno del Hospital Gral. de Belen, me impresionó vivamente (‘1 procedimiento empleado por el Dr .Abraham E. Santi- bañez, encargado de la sala de maternidad de dicho Establecimiento, para coibir las hemorragias post par- tam y en general las metrorragias rebeldes; es decir, aquellas que escapaban á la acción de los principales hemostáticos (ergotina, percloruro de fierro etc.) Es- te procedimiento consistia en la aplicación interna del ioduro de potasio á fuerte dosis. Consulté respetables autores de Terapéutica, tales como Eonssagrives, Dujardin Beaumetz, Rabuteau etc. con el fin de darme cuenta de la acción del ioduro de potasio en semejantes casos, sin encontrar la explica- ción apetecida; y lo que más me llamó la atención fué que los citados autores ni remotamente señalan esta propiedad del ioduro de potasio. Hablé sobre el particular con el Ür. Santibañez y me contestó que él también ignoraba esta ‘manera de obrar del ioduro; pero admitía su acción hemostática como un hecho comprobado por su práctica profesio- nal. En vista de lo expuesto, resistiéndome á admitir á prior i una cosa que creí interesante y de la cual no te- nia más dato que ¡nagiste r diocit, me resolví á sacar de la experiencia las luces suficientes para formarme un juicio cierto sobre este punto y en consecuencia plan- tié el problema de la manera siguiente: ¿Tiene propiedades hemostáticas el ioduro de po- tasio? La respuesta debía ser la consecuencia forzosa y ne- cesaria del mayor número de casos experimentales que pudiera reunir, y á este efecto, animado por la podero- sa ayuda del I)r. Santibañez, recogí las observaciones que á continuación expongo: 4 Observación núm. 1. Josefa L. soltera, de 20 años de edad, primípara, en- tró al Hospital, el dia 10 de Mayo de 1888, quejándo- se de fuertes dolores en el vientre, causados por un parto que había tenido dos dias antes. Hecho el exa- men físico, se le encontró el útero de tal manera abul- tado que el fondo pasaba el nivel de la cicatriz umbi- lical y además, la placenta no había sido expulsada y permanecía detenida por fuertes adherencias. Se procedió á la extracción por maniobras internas, después de intentar inútilmente la expresión uterina. La expulsión de la placenta fue seguida de abundan- te hemorragia la cual disminuyó notablemente con la administración de cuatro gramos de ioduro de potasio, tomados en cuatro partes, una cada media hora. Al siguiente dia, la hemorragia se reprodujo á con- secuencia de movimientos imprudentes verificados por la paciente, se repitió la aplicación del ioduro de la misma manera que el dia anterior, obteniéndose idén- ticos resultados. El dia doce, se suspendió la administración del io- duro por quejarse la enferma de molestia en las vias respiratorias. La hemorragia se contuvo casi comple- tamente; pues el escurrimiento loquial solo presentaba ligeras huellas de sangre. Pasó el puerperio con felicidad y el dia 2 de Junio se la dió de alta. Observación núm. 2. Juana M. soltera, de 39 años de edad, constitución fuerte y temperamento sanguíneo, llegó al Hospital el dia 14 de Marzo de 1888 víctima de una fuerte me- trorragia cuyo origen ignoraba. El examen reveló solamente el cscurrimiento san- guíneo, sin complicación de ningún género. El pulso y la temperatura permanecían normales. Se le recetó ioduro de potasio, á la dósis de dos gra- mos, dividido en tres partes, para tomar una cada ho- ra; pero sin resultado favorable. Dia 15.—La cantidad de sangre expulsada, tan abun- dante como el dia anterior. Pulso y temperatura nor- males. Se le administró el ioduro, á la dósis de tres gramos, tomado en tres partes; la cantidad de sangre disminuyó ligeramente. Dia 16.—1.a hemorragia menor que la de la víspera. La dosis de ioduro se aumentó á cuatro gramos. Dia 17.—El escurrimiento sanguíneo desapareció casi completamente. El mismo tratamiento del dia an- terior. Dia 18. -Alta por curación. 6 Observación núm. 3. pan la A. casada, de 30 años de edad, constitución tuerte y temperamento sanguíneo, entró ai Hospital el dia 0 de Abril de 1888 á curarse de una metrorrogia abundante, causada por una caída que había sufrido tres dias antes, y de un fuerte dolor en la región lom- bar. Convencido, después de un examen minucioso, de (pie se trataba únicamente de una metrorragia de ori- gen traumático sin complicación alguna, me decidí á ministrar el ioduro de potasio, á la dosis de dos grá- teos, dividida en dos partes. Dia 7.—La cantidad de sangre expulsada fué menor, el dolor en la región lombar desapareció. Se aumentó la dosis de ioduro á tres gramos, dividido en tres pai- tes. Dia 8.—La hemorragia terminó. Igual tratamien- O o to al del dia anterior. Dia 9.—Alta por curación. Observación núm. 4. Manuela A. de 24 años de edad, soltera, de consti- tucióii débil y temperamento linfático, entró al Hospi- tal, el dia 14 de Mayo de 1888, quejándose de dolores en el vientre y de un escurrimiento sanguíneo que sin causa aparente se le había manifestado en la vulva, tres dias después de terminada su menstruación, que fue abundante. Se le administró el ioduro de potasio á la dósis de dos gramos. Dia 15.—La hemorragia continúa igual. Se aumen- tó la dósis de ioduro á tres gramos, sin obtener resul- tado favorable. Dia 16.—Se elevó la dósis de ioduro á cuatro gra- mos. El escurrimiento sanguíneo disminuyó muy poco. Dia 17.-—Habiendo desaparecido los dolores del vientre, se le dió alta voluntaria sin que la metrorragia hubiera terminado, aunque bastante disminuida. Observación núm. 5. Gabriela I). casada, de 33 años de edad, constitu- ción media y temperamento linfático, llegó al Hospital el dia 5 de Junio de 1888 á curarse de una ligera me- trorragia, motivada por un golpe 'que sufrió en el vien- tre. Tomó un gramo bis de ioduro de potasio y el escu- rrimiento sanguíneo se agotó enteramente. Al dia siguiente se le repitió el mismo tratamiento y se le di ó alta por curación Observación núm. 6. Asunción L. casada, de 30 años de edad, multípara, comenzó á menstrual’ á los 13 años. Su menstruación ha sido fácil, durando por término medio ocho dias. 8 En el mes de Julio de 1888 notó (pie su período se prolongaba ya tres dias más de los de costumbre y en vista de esto consultó al Dr. Santibañez, quien le re- cetó la fórmula siguiente: Agua destilada 100,a Ioduro de potasio 5,00 Cucharada ter. Este tratamiento repetido dos veces, fuá suficiente para cohibir la hemorragia. Observación núm. 7. Valentina R. casada, de 40 años de edad, nulípara, de constitución media y temperamento linfático, se que- jó el dia 31 de Agosto de 1888 de fuertes dolores en la rabadilla y muslos, y de eseurrimiento sanguíneo abundante por los órganos sexuales. Se le prescribió la siguiente fórmula: Agua de azahar 1*20,00 Percloruro de fierro (Fravaz). 4,00 Jarabe de morfina 30,00 ('acharadas. No se obtuvo mejoría ninguna y el dia Io de Sep- tiembre se cambió el tratamiento por éste: Agua de canela 120,00 Ergotina de Bonjean 4,00 Jarabe simple 30,00 Cucharadas. Dia 2.—Siguió el mismo tratamiento sin alcanzar el efecto buscado. Dia 3.—El mismo tratamiento y además, inyecciones de percloruro de fierro. La hemorragia disminuyó un poco. 9 En los dias 4, 5 y (5 se sostuvo igual tratamiento, permaneciendo la enferma casi en el mismo estado. Dia 7.—Habiendo aumentado la cantidad de sangre expulsada, se le administró un gramo bis de ioduro de potasio, sin resultado favorable. Dia 8.—Tratamiento: 2 gramos bis de ioduro. La hemorragia disminuyó algo. Dia 9. —El mismo tratamiento de la víspera. La can- tidad de sangre arrojada escaseó notablemente. Dia 10.—Igual tratamiento. No hubo hemorragia. Dia 11.—Reapareció la hemorragia y se prescribió el ioduro, á la dosis de cuatro gramos, tomado en dos partes. Dia 12.—Nada de hemorragia. Observación núm. 8. Matilde C. soltera, de 18 años de edad, doméstica, comenzó á menstrual’ á los 13 años. Su período, que en término medio duraba ocho dias, se habia prolon- gado varios dias más de los de costumbre, por haber levantado un cuerpo pesado. Habiendo consultado al Dr. Eduardo Armendaris, le prescribió dicho Dr. la fórmula siguiente: Agua destilada 100,00 Ioduro de potasio 2,00 Cucharadas. Este tratamiento, sostenido durante dos dias, bastó para agotar completamente la metrorragia. Observación núm. 9. E. G. soltera, de 34 años de edad, constitución me- dia y temperamento linfático, vio aparecer á los quince 10 años sus primeros flujos catameniales, los cuales se pre- sentaron bastante regulares en época y duración hasta la edad de 28 años. Desde entonces, su período mens- trual cambió notablemente á consecuencia de haber sufrido una desfloración incompleta acompañada de violencia. La aparición de las reglas se hizo quincenal; y estas pérdidas de sangre tan frecuentes, con el trascurso del tiempo, hubieran arrastrado á la enferma á un grado extremo de agotamiento. A los dos meses de experimentar estos trastornos, comenzó á bañarse diariamente con agua fría; y con es- te tratamiento logró detener 1a. marcha del mal. Pasado algún tiempo, y cuando ya estaba casi regu- larizado su flujo menstrual, se repitieron las mismas tentativas de violación, provocando esto una fuerte metrorragia, que contaba ocho dias de existencia, cuan- do fué consultado el Dr. Santibañez. Prescribió un gramo bis de ioduro de potasio, por espacio de dos dias, manifestando este medicamento su acción hemostática, desde la tarde del primer dia en que fué tomado. Observación núm. 10. D. Cf. primípara, de 29 años de edad, constitución media y temperamento linfático, comenzó á menstrual’ á los 15 años. Ha padecido reumatismo, después corea, por espacio de cinco años, terminando ésta después de un tifo. El dia 28 de Marzo de 1887 tuvo un parto normal, presentándose al dia siguiente una fuerte metrorragia 11 (pie se suspendió por la aplicación de dos gramos de cuernecillo de centeno, en dos tomas. El dia 2 de Abril reapareció la hemorragia y se ad- ministró de nuevo el cuernecillo de centeno, á la dosis de un gramo en una toma, disminuyendo, con esto, el eseurrimiento sanguíneo; pero sin agotarse. El dia 4 la metrorragia continuaba casi como al prin- cipio. Se prescribió el ioduro de potasio á la dosis de un gramo bis, y la hemorragia se contuvo completa- mente. El dia 5 se prescribió otra vez la misma cantidad de ioduro, por temor de que reapareciera la metrorragia. Observación núm. 11. J. M. casada, de 29 años de edad, constitución débil y temperamento linfático, entró al Hospital el dia 27 de Julio de 1887, á curarse de una metrorragia venida después de un parto que había tenido hacia un mes. Al principio, la cantidad de sangre arrojada era in- significante, y por eso no liabia procurado curarse; pero de algunos dias á entonces había aumentado tanto, que obligó á la paciente á entrar al Hospital. Se le prescribió un gramo bis de ioduro, sin conse- guir ningún alivio. El dia 28 se repitió el mismo tratamiento, y única- mente se le calmó un dolor, que desde el principio de su enfermedad, sufría en la región lombar. El dia 29 se aumentó la cantidad de ioduro á tres gramos, divididos en dos partes. La hemorragia cesó, y solo quedó un eseurrimiento ligeramente sanguino- lento. El dia 30 se repitió el tratamiento del dia anterior, y fué dada de alta libre de todo escurrimiento san- guíneo. Observación núm. 12. Petronila L. casada, de 36 años de edad, constitu- ción media y temperamento linfático, después de dar á luz un feto de término, permaneció en la cama cua- renta dias víctima de una metrorragia. Dos meses y medio después del parto, fué llamado el Dr. Santibañez, y encontró todavía el escurrimiento sanguíneo, y sumamente escasa la secreción láctea. Por espacio de tres dias, tomó un gramo diario de ioduro de potasio, y se aplicó dos inyecciones de coci- miento de cornelina. La hemorragia cesó desde el segundo dia de tratamiento, y en los dias siguientes se restableció la secreción láctea en ambos pechos, cuando ántes solo había algo en la mamila izquierda. Observación núm. 1§* María Salomé U. casada, de 35 años de edad, multí- para, constitución débil y temperamento linfático-ner- vioso, sintió el dia 26 de Marzo de 1887 un escurrí - miento sanguíneo en la vulva, del cual no hizo caso al principio, porque creyó que era su menstruación; pero habiéndole aparecido al dia siguiente manchas equimó- ticas en varias partes del cuerpo y también hemorra- gias nasales, ocurrió al Dr. Santibañez, quien le rece- tó un gramo bis de ioduro de potasio y una limonada sulfúrica el dia 2 de Abril. El mismo tratamiento se continuó hasta el dia ocho, (pie volvió el Dr. á visitarla, y supo que las hemorragias no habían vuelto á aparecer, y vió que las manchas equimóticas se habían borrado por completo. 13 Observación núm. 14. E. R. viuda, de 28 años de edad, doméstica, comen- zó á menstruar á los 13 años. Sus reglas siempre fue- ron fáciles y de tres dias'de duración, en término medio. Tuvo su primer parto ántes dé los 15 años. En el año de 1886 se suspendió su menstruación por espacio de cuatro meses, al fin de los cuales le vino un escurrimiento sanguíneo por la vulva. Por de pronto, creyó que era su período; pero duran- do más tiempo que el acostumbrado, á la vez que au- mentaba la cantidad, consultó á varios médicos, que lograron contener la hemorragia unos cuantos dias, sin poder evitar que ésta reapareciera. El mayor tiem- po que trascurrió entre la cesación y la reaparición de la inetrorragia, fué menor que un mes. El escurrimien- to venia casi siempre mezclado con grandes coágulos de sangre. Dolor en la región lombar, vértigos y dipsnea eran los preludios constantes de la hemorragia. El dia 8 de Febrero de 1887 se le administró el in- duro de potasio á la dósis de un gramo, y además, una inyección de cocimiento de cornelina y bórax y unos sinapismos en las escápulas. En la tarde de este dia disminuyó un poco la sangre expulsada. Desde el dia 9 hasta el dia 15 la enferma estuvo li- bre de la hemorragia; pero hubo que suspender el io- duro por quejarse la enferma de catarro nasal. El dia 16 volvió la inetrorragia, y se suspendió el dia 18 para reaparecer el dia 23. Se aplicó el ioduro á la dósis de un gramo bis. El dia 24 no apareció nada de escurrimiento sanguí- neo; pero hubo necesidad de suspender el tratamiento iodurado, por haberse declarado un catarro gástrico. Desde el dia primero hasta el dia 28 de Marzo, no volvió á presentarse la hemorragia. 14 Observación núm. 15. Hermenegikla F. casada, multípara, de 27 años de edad, constitución débil y temperamento linfático, en- tró al Hospital el dia 7 de Junio de 1888 sufriendo una fuerte metrorragia que, á consecuencia de un aborto, le liabia venido. Seis dias contaba de duración la hemorragia, y la enferma se encontraba en alto grado de agotamiento. Se le recetó ioduro de potasio, dos gramos, tomado en dos partes. La enferma sintió poco alivio. El dia 8 se aumentó la dósis de ioduro á tres gra- mos, divididos en tres partes. La metrorragia dismi- nuyó notablemente. El dia 9 se aplicó el mismo tratamiento del dia an- terior y la hemorragia terminó por completo. Dia 10 alta por curación. Observación núm. 16. Ana C., de 29 años de edad, casada, multípara, de constitución débil y temperamento linfático, tuvo el dia 10 de Junio de 1889 una ligera metrorragia, origi- nada por un esfuerzo muscular exagerado. Fui consultado sobre el particular, y al interrogar á la paciente, supe que desde el mes de Marzo se le ha- bían suspendido sus reglas. Hice el exámen físico, y encontré el útero un poco aumentado de volúmen, pe- sado y el cuello entreabierto y reblandecido. Me sospeché que se trataba de un aborto y, con el fin de estorbarlo, receté unos supositorios compuestos de manteca de cacao y clorhydrato de morfina, sin re- sultado favorable. El escurrimiento continuó. El dia 11 la hemorragia había aumentado; hice un reconocimiento, y encontré el útero casi en el mismo estado que el dia anterior. Receté unas lavativas lau- danizadas y limonada sulfúrica. Dia 12.—Cuando llegué á ver á la enferma, supe que había arrojado grandes coágulos de sangre; los exa- miné y encontré un embrión como de cuatro meses, poco más ó ménos. Volví á reconocer á la paciente y en el momento de hacer el tacto vaginal, expulsó la placenta. La expulsión fué seguida de abundante hemorra- gia. Prescribí inyecciones de percloruro de fierro y la fórmula siguiente: Infusión de canela 90,0 Vino de quina 60,0 Ergotina de Bonjean 4,0 Jarabe simple.. 30,0 Cucharadas. El escurrimiento sanguíneo disminuyó un poco. Dia 13.—La hemorragia continuó. El mismo tra- tamiento de la víspera. Dia 14.— La metrorragia siguió, aunque ménos abun- dante. Prescribí cuatro gramos de ioduro de potasio dividido en cuatro partes, para tomar una cada dos ho- 16 ras. Antes de tomar la última parte de i oduro, la hemorragia había cesado por completo. Nueve dias después reapareció la metrorragia, y fué cohibida fácilmente con el empleo de cuatro gramos de ioduro. Pudiera citar otros muchos casos en que el ioduro de potasio ha sido usado con buen éxito, para comba- tir hemorragias de distinto género, por los Dres. Ar- mendaris, Santibañez, Hernández y Maclas; pero he querido limitarme únicamente á los casos de metro- rragia, por ser los que he observado con más atención y en los cuales se manifiestan más especialmente las propiedades que venimos estudiando en el ioduro. Como se vé por lo que antecede, no podia ser más categórica la respuesta que esperaba. Si bien en al- gunos de los casos citados, las propiedades hemostáti- cas del ioduro de potasio so han presentado oscuras y aún dudosas, en cambio en la mayor parte de ellos, dichas propiedades, han sido patentes y claras como la luz meridiana. ¿Porqué obra el ioduro de potasio como hemostá- tico? Para darnos cuenta de las propiedades hemostáti- cas del ioduro de potasio, nos es indispensable estu- diar, ya sea someramente, el mecanismo por medio del cual puede contenerse una hemorragia en general. Una hemorragia puede cohibirse de tres maneras: Primera,—Obrando directa ó indirectamente sobre la sangre. Segunda;—Obrando directa ó indirectamente sobre los vasos. Tercera.—Obrando á la vez sobre los vasos y sobre la sangre. Fonssagrives clasifica los hemostáticos de la manera siguiente: O Io Hemostáticos que obran por acción local. 2o „ „ „ „ „ general. :3o „ „ „ „ „ mecánica. 4o „ „ „ „ „ tetánica. 5o „ ,, ,, ,, derivación. Los hemostáticos que obran por acción local pueden detener una hemorragia: Io Por contracción de los vasos (frió.) 2o ,, „ ,, „ tejidos que rodean á los vasos (electricidad, cuernecillo de centeno.) 3o Por coagulación de la sangre (percloruro de fierro.) Los demás hemostáticos, que llamaremos indirectos, son aquellos que no obrando tópicamente sobre los va- sos abiertos, agotan sin embargo los escurrimientos san- guíneos por una acción que algunas veces es inexplica- ble. Muchos ejercen su acción hemostática modifican- do la contractilidad de ciertos órganos, y otros estable- ciendo una derivación sanguínea liácia puntos lejanos. Según Fonssagrives, el número de sustancias que introducidas en el organismo son capaces de agotar una hemorragia es considerable; pero no suficiente. ¿En cuál de estos grupos podemos colocar el ioduro de potasio? Para clasificarlo convenientemente, debemos estu- diarlo bajo tres puntos de vista: 1° como iódico, 2° co- mo sal de potasio y 3o como un compuesto de iodo y 18 de potasio; es decir: participando de las propiedades del metaloide y de la base. lódicos. Con el nombre general de iódicos, designamos un grupo de medicamentos formado por el iodo puro y sus compuestos que más se le parecen por sus propie- dades; tales como los ioduros de potasio y de sodio. En estos compuestos, aunque son verdaderas sales, predomina el elemento iodo, mientras (pie la acción de la base es apenas perceptible cuando se adminis- tran á fuerte dosis. La acción local de los iódicos varía según que se empleé el iodo metálico ó un ioduro. El iodo puro aplicado á la piel produce una colora- ción amarillenta, más ó menos subida según la canti- dad de iodo aplicado. Si el contacto del iodo con la epidermis se prolonga por algún tiempo, se forma una escara. Por esta ra- zón, el iodo ha sido clasificado entre los venenos irri- tantes ó corrosivos. Los ioduros aplicados sobre la piel no producen en general acción notable, salvo en el caso de que el io- duro empleado sea fácilmente descomponible, como su- cede con el ioduro de amonio, y el contacto con la piel muy prolongado; en este caso el ioduro es descompues- to por los ácidos del sudor y el iodo puesto en liber- tad ejerce su acción irritante. La acción irritante de los iódicos sobre las mucosas es notable sobre todo en la de las vías respiratorias y se observa con mucha frecuencia después de la inges- tión de un ioduro áun á pequeña dosis. Los iódicos son absorbióles por la piel. Si se apli- ca á las axilas una pomada de ioduro de potasio, ó me- jor una de ioduro de amonio que se descompone con más facilidad, se puede demostrar, poco tiempo des- pués, la existencia de un ioduro en la orina. El principio según el cual se absorben por la piel los iódicos y en general las sustancias sólidas dotadas de propiedades químicas análogas á las de los iódicos, lia sido formulado por mi respetable maestro el Dr. Jesús Chico, de la manera siguiente: “Si la sustancia sóli- da que se pone en contacto con la piel es descomponi- ble por las secreciones cutáneas ó por los constituyen- tes atmosféricos y dá al descomponerse una sustancia volatilizable, ésta será absorbida.” Los iódicos son perfectamente tolerados por el estó- mago, áun á dosis elevadas, siempre que sean puros. Cuando están mezclados con un iodato hay desprendi- miento de iodo libre en presencia del ácido clorhídrico del jugo gástrico y producen un catarro gástrico debi- do á la acción irritante del iodo. Lo mismo sucede, según Rabuteau, si en lugar de iodato se encuentra un clorato. El iodo metálico puede también ser tolerado pol- las vías digestivas, siempre que se siga el método de Laségue. Los iódicos se eliminan por todas las secreciones y excreciones, principalmente por la orina, al estado de ioduro, probablemente, de sodio (Chico Rabuteau.) Según mi maestro el Dr. Chico, una de las propie- dades más notables del iodo, es la de combinarse con las sustancias albuminosas, formando con ellas un com- puesto bastante estable para estorbar la reacción carac- 19 20 terística del iodo con las materias feculentas. Esto se puede demostrar prácticamente, poniendo en un tu- bo de reacción una pequeña cantidad de albúmina de huevo y mezclándola con una solución de iodo. Si, después de un corto reposo, se introduce en la mezcla una banda de papel almidonado, la magnífica colora- ción azul que el iodo forma con el almidón no se pro- duce. Hay que notar que si se hace atravesar dicha mez- cla por una corriente de ácido carbónico ó se pone en contacto con otro ácido diluido, de los que descompo- nen los ioduros de sodio y de potasio, la coloración azul tampoco aparece. De aquí podemos deducir: que la combinación del iodo con la albúmina es más está- lúe que la que forma este metaloide con el potasio y el sodio; pues ésta última es descompuesta áun por los constituyentes atmosféricos. La combinación del iodo con la albúmina es insolu- ble y formada en su mayor parte de albúmina coagu- lada. La misma reacción tiene lugar si, en vez de tomar una solución de iodo metálico, se pone una de ioduro do potasio ó de sodio y se hace pasar una corriente de ácido carbónico, teniendo presente que el ácido carbó- nico solo no coagula la albúmina, solo que en este ca- so el precipitado es ménos notable y necesita más tiem- po para formarse. Considerando el ioduro de potasio como iódico; es decir, no teniendo en cuenta más que las propiedades del metaloide, que como acabamos de ver es un buen coagulante de las sustancias albuminosas, podemos co- 21 locarlo entre los hemostáticos de la tercera clase: que son aquellos que obran directamente sobre la sangre. Estudiemos ahora el ioduro de potasio considera- do simplemente como sal de potasio. SALES DE POTASIO. Las sales de potasio, en general, han sido clasifica- das, por los terapéuticos más notables, entre los agen- tes paralizadores de la acción muscular. Los efectos de las sales de potasio se manifiestan especialmente en el músculo cardiaco, no porque ten- gan predilección por este órgano, sino porque es el músculo más directamente atacado; pues cualquiera que sea la vía de penetración de estas sales en el or- ganismo, son arrastradas por el torrente circulatorio y llevadas directamente al corazón. Algunos autores de Terapéutica (Dujardin Beaumetz, Fonssagrives) con- ceden á las sales de potasio predominio sobre los mús- culos estriados. Las sales de potasio, aplicadas sea á la piel, sea á las mucosas, producen una irritación, cuya intensidad está en razón inversa de la fuerza del ácido. Por ejem- plo: La irritación causada por el carbonato de pota- sa será mayor que la originada por el sulfato, (pie casi es nula. Ingeridas á pequeña dosis, activan la secreción del jugo gástrico y favorecen la digestión. Las sales de potasio moderan la energía de las con- tracciones cardiacas, disminuyen el número de éstas y por consiguiente debilitan la tensión sanguínea en los vasos. Estudiando el ioduro de potasio simplemente como sal de potasio, haciendo completa abstracción de las propiedades del metaloide y no considerando más que las de la base, vemos que no puede formar en las ñlas de los hemostáticos sino á título de adyutorio. La acción del potasio sobre el músculo cardiaco dá por resultado el abatimiento de la tensión sanguínea en los vasos; y este abatimiento de la tensión favorece notablemente la formación de coágulos en las solucio- nes de continuidad de vasos de pequeño diámetro. Me parece que la influencia que el potasio ejerce so- bre las hemorragias, y particularmente sobre las me- trorragias, debe ser muy semejante á la que en tales casos ejerce la digital; sin buscar en ésta, con Dicken- son, propiedades análogas á las del cuernecillo de cen- teno. '22 IODURO DE POTASIO. Estudiemos el ioduro de potasio como compuesto de iodo y de potasio; esto es, considerado como un todo que participa de las propiedades de las partes. Antes dije que: en el ioduro de potasio dominaba la acción del elemento iodo y que los efectos de la ba- se apenas se dejaban sentir administrando la sal á fuer- te dosis. Supongamos que se ha ingerido el ioduro de pota- sio á la dosis de dos á cuatro gramos en una sola toma. Es absorbido con rapidez y pasa al torrente circula- torio donde se descompone inmediatamente. El meta- loide queda en la parte líquida de la sangre, al estado de ioduro de sodio, en tanto que la base va á tomar parte en la composición de los glóbulos, al estado de carbo- nato. 23 Los ioduros son fácilmente descompuestos por el oxí- geno ozonificado. Si ponemos en dos pequeñas cáp- sulas de porcelana una solusión de ioduro de sodio ó de potasio y agregamos un poco de almidón, no sufri- rá desde luego ningún cambio de coloración la mezcla; pero si colocamos una de las cápsulas debajo de una campana de cristal llena de aire, en el cual hemos des- cargado previamente una máquina de Ramsden, nota- mos que al cabo de pocos minutos la mezcla comienza á colorarse en azul; mientras que en la otra cápsula, que abandonamos al aire libre, no aparece la reacción del al- midón con el iodo sino después de mucho tiempo. El ioduro de potasio al trasformarse en ioduro de so- dio en el seno del líquido sanguíneo, cede una peque- ña cantidad de iodo á la albúmina con la cual se com- bina formando un compuesto disoluble y más estable (pie el que forma con el sodio. El ioduro de sodio, que ha quedado disuelto, es á su vez atacado por el oxígeno ozonificado y deja en li- bertad otra pequeña cantidad de iodo que se combina con la albúmina. Experimentalmente se prueba lo que acabo de asen- tar, poniendo en un tubo de ensaye una solución de bi- carbonato de sosa, hecha en un líquido albuminado con albúmina de huevo, añadiendo después una solución de ioduro de potasio, se forma un precipitado compuesto de pequeños filamentos de albúmina coagulada. El pre- cipitado se hace más aparente calentando el tubo á 37c del termómetro de Celsius. Si hacemos pasar por di- cha mezcla una corriente de oxígeno ozonificado obser- varemos que el precipitado aumenta notablemente, lo (pie prueba que la cantidad de iodo puesta en libertad 24 lia sido más grande, y por tanto la cantidad de albúmi- na coagulada lia sido mayor. Las experiencias citadas fueron hechas con albúmina de huevo, veamos qué analogía existe entre ésta y las sustancias albuminosas de la sangre. La sangre contiene, en término medio, en 1000 par- tes, 77 de materias albuminosas de naturaleza distinta pero que pueden reducirse á dos especies á saber: la serina y la plasmina. La serina es una sustancia albuminosa cuyas pro- piedades son muy semejantes á las de la albúmina de huevo, distinguiéndose solamente, según Kuss, en que esta última se coagula á los 60° centígrados, miéntras que la serina necesita 70° para coagularse. En 1000 partes de sangre, se encuentran 52 de serina (Schmidt.) La plasmina es un albuminoide coagulable por el clo- ruro de sodio y puede redisolverse en 10 á 20 veces su peso de agua destilada. 1000 partes de sangre contie- nen 25 de plasmina. La plasmina se descompone en dos partes: una, que se separa y coagula espontáneamente, es lafribina con- creta de Denis. Se encuentran 3 ó 4 partes de esta sus- tancia en 1000 de sangre. La otra permanece líquida pero puede coagularse bajo la influencia de una solución de sulfato de magnesia, es la fibrina disuelta 1000 par- tes de sangre, contienen 21 á 22 partes de fibrina di- suelta. La cantidad de fibrina concreta varía en razón inver- sa de la cantidad de fibrina disuelta. Según Vulpian, toda la parte albuminosa de la san- gre forma un compuesto; la serina y la plasmina son productos de descomposición; lo mismo que el ácido 25 carbónico y el alcohol son productos del desdobla- miento de la azúcar. La coagulación dependerá de la descomposición de la sustancia albuminosa; de consiguiente, toda sustan- cia que favorezca esta descomposición, determinará naturalmente la coagulación. Hemos visto que el ioduro de potasio en presencia del carbonato de sosa coagula la albúmina de huevo, que casi nada difiere de la serina, podemos deducir que igualmente se combinará con esta última sustancia, provocando de esta manera el desdoblamiento de la materia albuminosa de la sangre; y por tanto la coagu- lación. Mayor influencia debe tener el ioduro de potasio so- bre la plasmina, considerando la tendencia de esta sus- tancia á la coagulación espontánea. Teniendo en cuenta, ahora, la acción sedativa que ejerce el potasio sobre el aparato circulatorio, veremos que la diminución de la tensión sanguínea en los vasos es un auxiliar poderoso para la coagulación de la san- gre. En vista de lo expuesto, no he tenido inconveniente en admitir las teorías de los Dres. Chuckerbutty y W. Roberts clasificando el ioduro de potasio entre los coa- guladores de la sangre, á cuyo título ha sido empleado por dichos Dres. en el tratamiento de los aneurismas de la aorta. ¿Qué inconvenientes resultan de la aplicación inter- na del ioduro de potasio'? En 1858 Rilliet de Génova presentó á la Acade- mia de Medicina de París, con el título de Modis- mo constitucional,” un estudio sobre los efectos tóxi- eos del induro de potasio, administrado durante lar- go tiempo. El envenenamiento se manifestaba por medio de sín- tomas que podían confundirse con los de la tuberculosis pulmonar. El *28 de Febrero de 1860, Trousseau sucitó una dis- cusión académica, sobre el trabajo de liilliet, de la cual resultó únicamente que, si la caquexia indica existia, se presentaba con una rareza extrema y podía evitarse con facilidad. Lugol y Condet, atribuyen al ioduro de potasio pro- piedades terribles; entre otras, la atrofia de las glándu- las espermáticas y lácteas y aun la locura. Para varios terapéuticos, los fatales accidentes que se observan en el último período de la síñlis, son la consecuencia de un tratamiento iodurado largo tiempo sostenido. liabuteau dice que el ioduro de potasio disminuye la secreción láctea y áun puede agotarla por completo, siempre que se tenga cuidado de no dar el pecho al niño. El iodismo constitucional me parece que no puede presentarse mientras el ioduro de potasio sea prescri- to por un médico; porque el iodismo es una afección (pie se desarrolla paulatinamente y el facultativo tie- ne tiempo de suspender el tratamiento iodurado en el momento en que aparezcan los primeros síntomas de intoxicación. En el Hospital General de Belen, observé á varios individuos sometidos á un tratamiento iodurado, largo tiempo sostenido, que jamás presentaron síntomas de envenenamiento. La acción del ioduro de potasio sobre la secreción 27 láctea, es en mi concepto muy dudosa. Rabotean y otros autores de Terapéutica admiten que bajo la in- fluencia del ioduro de potasio la secreción láctea se ago- ta; pero con la precisa condición de que no se dé el pecho al niño, pues en este caso la secreción continúa siempre. Esto hace creer que el agotamiento de la leche, depen- de de la falta de secreciones: esto es de la falta de exci- taciones en la glándula y no de la acción atrofiante que Lugol atribuye al ioduro de potasio. Varias mujeres sometidas á mi observación en el Hospital, han tomado grandes dosis de ioduro de po- tasio ántes del parto, en el momento del parto y des- pués del parto y á pesar de esto la secreción láctea se ha restablecido perfectamente. Labourdette y Dumesnil han aprovechado, con buen éxito, la propiedad que tienen los ioduros de eliminarse en parte por la leche, para administrarlos á los recien nacidos. Vistas las propiedades hemostáticas del ioduro de po- tasio, la ventaja mayor que ofrece es la de poderse em- plear en todos los casos, siendo puro, sin contraindica- ción alguna. Presta señalados servicios en el tratamiento de las hemorragias que se presentan, algunas veces, en el cur- so de la preñez; notando que en estos casos el número de hemostáticos de que podemos disponer es muy re- ducido. F^ESÚMEN. Io.—El ioduro de potasio es hemostático. 2o.—Obra directamente sobre la sangre, coagulán- dola. 28 :3o.—No impido la secreción láctea. 4°.—No hay contraindicación para sn empleo, siem- pre (pie sea puro. 5o.—Es útil sobre todo en el tratamiento de las he- morragias provenidas en el curso del embarazo. (luanajuato, Noviembre de 1889. jz,é 'sr.