FACULTAD DE MEDICINA DE LIMA. T E 818 SOBRE LA IWTE APARENTE ESCRITA Para obtener el grado de Bachiller en la Facultad do Medicina de la Universidad Mayor de Lima, POR FRANCISCO DE A. ALMENARA LIMA. IMPRENTA DE J. F. SOLIS PLAZUELA.DE SANTO TOMAS NUMERO 255. 1872. ^cñor ^edor, ^tñorts: La conciencia que tengo de mis pequeñas fuerzas y la se- guridad que me asiste de que por mas que haga jamás podré satisfaceros, hacen que me presente ante vosotros Heno de desconfianza y suplicándoos seáis induljentes en el juicio que vais á formar de estas déb les pruebas de trabajo, que aun- que no son la manifestación d • nuevas ideas, s gnifican algo en el dese > que me anima por ei bi n ^star de la humanidad. Quiero hablaros de ese estado del hombre en que dismi- nuido el ejercicio de sus funciones hasta el punt» de confun- dirse coa ia ausencia de ellas, es reput ólo de muerte por es- pectadores poco avisados y espertos, y sepultado el paciente en una tumba en donde tendría que morir rea mente a causa de encontrarse en un medio inadecuad) parala vida, siendo víctima antes de una amarga desesperación que lo conduci- ría á dudar de la ciencia y á renegar de la impiedad de los hombres. Ya veis, señores, que voy ú hablaros de la muerte aparen- te que tanta inquietud debe causarnos por el espanto que in- troduce en las sociedades, llevando, cuando se realiza equivo- 4 «adámente, el luto y el desconsuelo á las familias y quizá qui- tando génios á las ciencias y á las artes, ó tal vez grandeza y gloria á naciones entente. Comienzo, pues, por plantear mi proposición: ¿Existen signos ciertos de la muerte aparente? Para mejor órden y claridad en el desenvolvimiento de es- ta proposición, voy á dividirla en capítulos, y como nada po- dría hablar de la muerte aparente sin antes dar algunas no ciones de la muerte real, me es indispensable ocuparme de está en el siguiente ♦ (APITILO I. MUERTE REAL, SU DEFINICION, CLASES Y SIGNOS. muerte real es la detención definitiva de todos los actos cuyo conjunto constituye la vida de los seres organizados. La muerte que tiene lugar de improviso y sin fenómenos precursores, se llama muerte súbita-, está determinada lo mas á menudo, por un ataque de ap^plegia fulminante, por la rup- tura del corazón ó de un aneurisma. Cuando tiene lugar á consecuencia de una enfermedad qué se ha desarrollado es- pontáneamente, se llama muerte natural: y muerte violenta, cuando la mueite es el efecto de una violencia cualquiera. La muerte es ordinariamente antecedida de algunos sín- tomas graves que dependen del desorden de la respiración, de la circulación y de las funciones cerebrales, y que consti- tuyen la agonia. Los signos de la muerte real son inmediatos ó lejanos. En- tre los primeros, los principales son los siguientes: 1 ° Disminución de la temperatura superficial del cuerpo: 2 ? anonadamiento del movimiento y de la sensibilidad de 5 los órganos de los sentidos; 3 ? la falta de movimientos res- piratorios: 4 ? la desaparición del pulso y la detención pro- longada de los latidos del corazón, demostrada por la aucul- tacion: 5 P la dilatación de la pupila, consecutiva á una con- tracción de las fibras radiadas del iris: 6 P el relajamiento simultáneo de todos los esfínteres: 7 P la falta de sensibili- dad del iris á la acciou de la atropina, que es un reactivo de la vida. Los signos lejanos de la muerte real son: 1 P la rij;dez ca- davérica y 2 ? la putrefacción, visible al principio por la mancha morena de la esclerótica y la coloración verduzca de las paredes abdominales. CAPITULO 11. MUERTE APARENTE. La muerte aparente es el estado del organismo en el que las funciones se han suspendido, ó ' mejor dicho debilitado hasta tal punto, que la muerte parece real; pero las propie- dades vitales ó de orden orgánico de los tejidos no han des- aparecido. En la muerte aparente, la vida se escapa á los sentidos de los individuos estraños á la medicina y poco atentos; pues es su aspeoto de tal naturaleza/que la suspen-ion de Jos fenó- menos respiratorios y circulatorios es completa, los latidos y ruidos del corazón en el que residen las consideraciones ma- teriales de la vida so hallan tan debilitados, tan raro- y leja- nos, que apenas pueden ser percibidos por oidos intelijentes y auxiliados del estetoscopio. En la muerte aparente el pulso, termómetro de la vida, se halla del todo inapreciable y su suspen-ion puede prolongarse hasta muchos dias, como lo han citado los señores Morgagni, Celius, Lancisi y otros mu- chos; la temperatura del cuerpo se halla disminuida notable- mente; toda la superficie del cuerpo y los sentidos permane- cen insensibles á la exitacion; hay analgesia y anestesia de la sensibilidad, y los movimientos y la intelijencia de todo punto inapreciables. 6 La duración de la muerte aparente puede ser de muchas horas y aun de dias, pues por mínima que sea la exitabili- dad vital que exista en esas circunstancias en el organismo, basta á preservar á este de su destrucción; demostrándonos esto el estado de 1 'S árboles en invierno, el estado de las erizabas de los insectos y sobre todo el sueño invernal de al- gunos animales. Presentando la muerte aparente un cuadro tan semejante á la muerte real, y pudiéndose prolongar por bastante tiem- po, muy ju'to es concebir la posibilidad de una confusión y la realización de una inhumación prematura. Mas ade'ante haré notar que estos equívocos son posibles y que ademas han tenido lugar. CAPITILO III. CASOS EN QUE PUEDE MANIFESTARSE LA MUERTE APARENTE. Los casos en que se manifiesta la muerte aparente varían según las causas que la producen, y estas son de tres clases: Muerte aparente dependiente de una enfermedad inter- na] como el desvanecimiento profundo consecutivo á la fati- ga de una larga marcha, á un parto laborioso, muchas veces A una abstinencia demasiado prolongada (náufragos, maniá- tico-); accesos violentos de histeria, de epilepsia, eclampsia, catalepsia; forma asficticadel coica asiático; formas diversas de fiebre amarilla, de tifus, tétanos y convulsiones de los ni- ños; acceso- prolongados de asma nerviosa y de angina de pe- cho; ciertos enveaenamienros narcóticos, como los cau-ados por el opio, ácido prúsico, cloroformo, vap >re- de carbono etc 2^ Muerte aparente dependiente de lesiones externas como son, por ejemplo, contusiones violentas y estensas flagelacio- nes; conmociones cerebrales de grados elevados como las producidas por la explosión de la pólvora; heridas graves acompañadas de conmoción y de hemorragias abundantes en 7 general y particularmente las consecutivas al parto y las d« lo» niños de pequeña edad. 3? Muerte aparente dependiente de una causa especifica. tales como la asfixia producida por gases irrespirables, la de los recien nacidos y las de 1 s ahogados; la asfixia por estran- gulación, por congelación, por el rayo, el calor ó la rarefacción del aire; la asfixia por sofocación sob e la tierra ó debajo de ella, por la introducción de cuerpos estrafíos en la boca ó eu la garganta, ó por muchas de estas causas reunidas, CAPITULO IV. POSIBILIDAD DE UN ENTIERRO PREMATURO. Desde luego, señores, existen multitud de hechos que ha- cen que muchos teman el ser enterrados vivos, (como suce- de cuando ciertos enfeimos, considerados muertos, han vuelto á la vida momentos antes de su inhumación; 6 en que los sentenciados á la horca, después de haber sido ejecutados, han vuelto á la vida.) Multitud de individuos que se creía muer- tos, han dado signos de vida en el momento en que se les iba á hacer la autopsia ó la operación cesárea; observaciones verí- dicas han manifestado cambios de posición en el ataúd de los cuerpos de los reputados muertos, y ruidos en el momento de la inhumación; así mismo exi-ten observaciones ♦respetables, en las que individuos vueltos á la vida han contado todos los preparativos que á su alrededor hacian para su entierro, y esto es tanto mas creíble cuanto que el respetable señor Sko- da habla de ello en sus comunicaciones de los años 54 y 55. Aparte de estos hechos que una incredulidad dañosa repu- ta como fábulas, existen razones poderosí-inias de la pósbiii- dad de un entierro prematuro-Mas ant' S de manifestar es- tas razones quiero hablar de casos de inhumaciones prema- turas que han acaecido en nue?tro país y de Ls motivos de estas. Había en el sur de esta capital, en el pueblo llamado To- rata, una jóven apellidada Becerra, que padecía de una en- fermedad que la aquejaba hacia mucho tiempo; sus pa- 8 dres apesadumbrados en estremo y queriendo salvarla, deci- dieron llevarla á Arequipa, en donde, decían, ; habla buenos médicos. Una vez en ese lug<r la niña se sintió notablemen- te aliviada y creia estar ya libre de sus dolencias; cuando un dia sufrió un tan terrible ata |ue, que con esto concluyó su vi- da, al menos á juic o de todos sus espectadores: como es cos- tumbre la amortajaron inmediatamente y la llevaron en la noche á las iglesia, donde fué colocada en el féretro y en seguida encerrada. Al siguiente dia al abrir el sacristán la iglesia, notó con gran asombro en uno de los altares próximos á la puerta, envuelta en una alfombra, á la misma nina que en la víspera había sido considerada muerta, conducida y en- cerrada en la ig esia para los oficios religiosos. El sacristán asustado dió voces y atrajo hácia él varias personas y con ellas trató de socorrer á la desdichada niña; pero era ya tar- de, la niña estaba ya verdaderamente muerta, y muerta de ter- ror; así lo manifestaban su actitud y su semblante, revelan- do la angustia y la desesperación y sus uñas ensangrentadas que traducían claramente los inauditos esfuerzos que la víc- tima hizo para abrir la puerta de la iglesia. Otro suceso no menos asombroso me ha sido narrado por una respetable señora de esta capital, y es como sigue: un in- dividuo, ebrio consuetudinario, á quien ella conoció, lla- mado Francisco Pedraza, .fué conducido veinte y seis años hace, del Hospital de San Andrés al Panteón para ser enter- rado, por considerársele muerto; con tal motivo fué arrojado á la escavacion hecha con ese objeto; pero ¡oh sorpresa! un segundo cadáver arrrojado sobre él le ocasionó tal conmo- ción que le hizo salir del estado comatoso en que había sido llevado: al siguiente dia se apareció Cumo un espectro en su casa, donde causó profunda admiración. También un chino fué conducido del Lazareto al Panteón, creyéndosele muerto; pero felizmente, merced á algunos movimientos que se le sor- prendieron, fué vuelto á la vida. Igual incidente ocurrió con otro chino en la sala de San- ta Ana del Hospital de San Andrés de esta capital. Cre- yósele muerto y se le condujo de su cama al mortuorio y de allí otra vez á su cama por habérsele notado casualmente al gunos movimientos. Yo he visto el año 68, cuando la fiebre amarilla, un indi- 9 viduo qué, atacado de esta enfermedad, fué considerado muerto doce horas antes de que realmente lo estuviera. La enfermedad de este individuo duró nueve dias y desde el 6. ° dia comenzó á -ufrir una hemorragia pequeña y conti- nuada pioveniente de unas homorroides que tenía, hemor- ragia que le duró hasta el último momento de su vida. Seria no c ncluir el continuar enumerando hechos de apresuramiento en la inhumación, verificado? en nuestio pais, donde, como en ninguno, pueden continuar realizándose dia- riamente, merced á la mala costumbre eu el final de los mo- ribundos observada por los dolientes y asistentes, y al no ha- ber entre nosotros ninguna disposición que obligue la decla- ración de la muerte hecha por un médico; no contribuyendo menos esa precipitación en amortajar y encajonar á las per- sonas tenidas por muertas. Supongamos un enfermo bastante grave asistido por un médico, y que llega un dia en que á juicio de éste, el caso está completamente perdido, y tanto, que creyen- do innecesaria su asistencia dice á los dolientes que no con- tinúa con sus visitas, como en efecto lo hace y no va mas. Desde este momento los signos de la muerte que van cubrien- do al enfermo y el juicio que de este ha dado el médico, dan á los dolientes la triste convicción de una desgracia próxima que la ven realizarse si en estas circunstancias muere real- mente el enfermo, y que la ven realizarse también si esto úl- timo no ha sucedí lo. Pues si en el estado grave en que se encuentra el individuo ya desahuciado, sobreviniera un síncope que es una fotografía de la muerte, ó se desarrollase umestado comatoso profundo que produjera en el enfermo la imp sibilidad de revelar sus movimientos respiratorios, la insensibilida i del pulso y de los latidos del corazón, la pali- dez y enfriamiento de la piel, la salida involuntaria de la orina y de las materias fecales, y en fin todos los signos mar- cables de la muerte real, los dolientes que' esperaban ya de un momento á otro la muerte de su enfermo ven aquella rea- lizarse con la venida del síncope ó del estado comatoso, y no quedándoles otra cosa que hacer para cumplir con su últi- mo deber, amortajan al reputado muerto y lo encierran en su caja mortuoria; sin quedar después en ellos nada que los ha- ga sospechar una imprudencia. 10 Mientras tanto el enfermo considerado muerto y ya enca- jonado, con la boca y narices cubiertas, sin atmósfera y en la imposibilidad mas absoluta de ejercer un movimiento, vuelve, es muy probable, paulatinamente al goce de sus sentidos, verdad que para pocos instantes pues que muere inmediata- mente por encontrarse en un medio inaparente para Ja vida y dominado de gran terror. Así mismo una muerte aparente puede pasar á ser real cuando, como he citado un caso, inmediatamente que creen á un individuo muerto, lo conducen amortajado á la iglesia y lo hacen permanecer allí una noche ó mas tiempo; el muerto aparente, libre ya de la causa que lo mantenía en tal estado vuelve á su razón, y al verse en semejante morada no puede menos que ser víctima de sensaciones terribles como son las que producen el aspecto lúgubre de todo lo que lo rodea y lo que significan para él. Todo esto por lo que respecta á hechos observados entre nosotros, que no tenemos el mas pequeño precepto pa- ra las inhumaciones; pero aparte de un gran número de en- tierros prematuros acaecidos antes del descubrimiento de la auscultación del corazón, de los que hace mención en gran parte el señor Bouchut en su obra "De los signos de la muer- te", de los ciento ochenta y un casos citados por Jacques Jean Bruhier en su Tésis sobre la muerte aparente, y de los que se hubiesen realizado á no ser por la oportunidad de una autopsia ó de una operación cesárea en las que et dolor des- pertaba la sensibilidad de los supuestos muertos, existen ra- zones científicas de la posibilidad de un entierro prematuro. El célebre anatomista Jacques Benigno Winslow en su cé- lebre tésis sobre la muerte aparente dice: "La muerte es cier- ta y no lo es; es cierta pues que es inevitable, y no lo es poi- que muchas veces no es cierto que uno esté muerto''. Wms- low cree pues que el hombre es suceptible de entrar en un estado que tiene todas las apariencias de la muerte y pasar de este estado á la muerte real sin que ningún signo venga á afirmar que la vida no había sido extinguida en el momento en que se le creía ya concluida. Y-efectivamente: Si nos ligamos en la agonía natural que precede á la muer- te real y que de nadie es observada, veremos que nada hay mas irregular al fin de la vida que los movimientos de la 11 respiración, cuya cesación es el único signo de que se vale el vulgo para afirmar la muerte real; así, cuando todos los sig- nos de la muerte real han aparecido, cuando ya se cree que en el moribundo todo ha concluido, no es raro ver sobrevenir todavía una inspiración sonora y suspirosa y tras esta otra después de una pausa de 3 á 4 minutos. Después de esta última inspiración que de nadie es percibida, hay vida todavía en el moribundo, pues se notan aún contracciones en el co- razón, verdad que no percibidas al esterior por ser estrema damente débiles, pero ciertamente reales como lo ha demos- trado una comisión inglesa. En efecto, ésta, en esperiencias hechas sobre animales recien muertos, ha encontrado en es- tos después de tres minutos quince segundos de su última inspiración, latidos del corazón bien marcados y distintos del movimiento fibrilar que sigue á la inacción completa y pro- longada del corazón. Hay pues entre el último suspiro y la extinción de la exi- tabilidad un intérnalo durante el cual los fenómenos de la vida no son bastante manifiestos para permitir afirmar que el individuo está vivo ó muerto. A este intérvalo, á este pasaje de la vida á la muerte absoluta, un médico aleman llamado Josat en su obra "La muerte y sus caracteres" dá el nom- bre de muerte intermediaria y dice haber visto casos en que este estado se ha prolongado hasta doce horas, en el espacio de las que, según otro médico aleman Van-Hasolt, se pueden cometer multitud de imprudencias. El pu'so como todos sabemos falta completamente en la agonía, mucho antes que se haya detenido la circulación. Con relación á la auscultación del corazón tendríamos que un entierro prematuro seria imposible si siempre los ruidos y latidos de aquel órgano fuesen apreciados en su mínimun de acción; pero esto no sucede, pues en muchos casos de as- fixia, síncopes, asfixia de los recien nacidos &. se han visto á los individuos que se han encontrado en esos estados volver á la vida no obstante haber sido examinados detenida- mente y haberse siempre encontrado signos negativos en la auscultación de sus corazones. Siendo pues las funciones respiratorias, y circulatorias las tínicas do las que aún las personas ilustradas echan mano para declarar la muerte rea!, y siendo ellas tan difícil»» 12 de apreciarse en su último resultado, las defunciones prema^ turas son posibles; y tanto mas. cuanto que es inmenso el nú- mero de enfermedades ó accidentes que pueden simular per- fectamente la muerte real; que hay de estos estados que pue- den durar muchas horas y aún algunos dias; y por ultimo que entre nosotros no tenemos ninguna disposición reglamen- taria que haga declarar la muerte por personas competentes. Ademas, por nuestro apuro en.amortajar y encajonar á los muertos, contribuimos al mismo resultado. CAPITULO V. UNICOS MEDIOS DE DISTINGUIR SI LA MUERTE ES REAL Ó APARENTE. De muchas observaciones hechas en diferentes circunstan- cias ha resultado que la mayor parte de los signos de la muer- te real pueden presentarse en el hombre aun vivo, y que otros son palpablemente falsos. Asi tenemos que el semblan- te cadavérico no es un fenómeno constante de la muerte real, pues se le observa muchas veces durante la vida en indivi- viduos debilitados por enfermedades crónicas ó por una pro- longad* abstinencia: no existe en las personas que sucumben á consecuencia de un accidente súbito ó de una enfermedad muy aguda; siendo á 1* vez lo mas variable las alteraciones que la muerte imprime á las facciones de un cádaver, con- servando éste multitud de veces su semblante coloreado. El hundimiento y opacidad del globo del ojo y el velo glu- tinoso de la cornea se han observado antes que la vida se hu- biese estinguido, como sucedió á menudo en los coléricos de Europa en el año de 1832. La trasparencia del ojo se obser- va también en los muertos de aplopejia fulminante, en los estrangulados, en los envenenados por el oxido de carbono, por el alcohol, el cloroformo y el ácido prúsico. La abolición de la contractilidad muscular no seria un sig- no importante si no fuera demostrada por el galvanismo. 13 La ausencia del calor y la lividez de la piel son signos falsos: se nota el enfriamiento muy pronto á consecuencia de enfermedades crónicas y de grandes hemorragias; de una manera lenta en cierta clases de asfixias, como en la produci- da por la combustión del carbono, en la que la piel al mismo tiempo que se pres< nta fria, se manifiesta lívida. Ademas en el primer periodo de muchas enfermedades como la histeria, la fiebre perniciosa álgida está tan baja la temperatura del cuerpo y acompañada de tantos signos aparentes de la muerte real, que podía inducir á un error. Por otra parte, cuando la muerte es precedida de fiebre, la temperatura del cuerpo se eleva; y si se le examinan en la axi- la, se le encuentran á menudo mayor en los agonizantes y mo- ribundos que en los febrizitantes. Se ha notado aun, que des- pués del último suspiro, la temperatura del cuerpo continúa elevándose durante varios minutos y aun de algunos horas, al mismo tiempo que la cara y mas particularmente la nariz y las orejas se enfrian, lo mismo que los pies y las manos; que si la enfermedad que precedió á la muerte era apirética, la temperatura del cuerpo del cadáver baja notablemente, pero nunca hasta el punto en qué se encuentra la temperatu- ra en ciertas enfermedades, como en el Cólera por ejemplo. La inmovilidad del cuerpo, la'relajación de los esfínteres, el descenso de la mandíbula inferior, y la pérdida de traspa- rencia de las manos, no merecen menos que' los anteriores el calificativo de ineficaces para el reconocimiento de la muerte real. A'si el primero de estos signos, esto es, la inmovilidad del cuerpo, se presenta en un gran número de enfermedades nerviosas, en el final de la epilepsia, por ejemplo. La relajación de los esfínteres no es siempre simultánea pues que muchas veces es sucesiva; y como la relajación del ano, cuello, vejiga y demas esfínteres se nota en muchos ca- sos de síncopes asi como tambiem en muchas parálisis, no es ® concluyente tal signo. La caída de la mandíbula inferior .puede no ser constante, pues teniendo por causa la falta de contracción del músculo masetero que la sostiene, es la pesadez que la hace descender, resultando de aquí que en ciertas posiciones de la cabeza no existirá tal signo; asi como tampoco existirá en la muerte á consecuencia de enfermedades que se terminan en medio del 14 delirio, de espumes nerviosos, en que suceden contracciones tetaniformes en los músculos de las mandíbulas, que hacen que estas se junten permaneciendo así hasta después de la muerte. La falta de la trasparencia de las manos es muy común en el acceso de frió de las fiebres intermitentes perniciosas. La ausencia de aureola y de flictenas en la muerte real por la aplicación del fuego es también un signo inconstante, pues según lo observa el señor Bouchut, hay circunstancias extraordinarias en las que aun durante la vida se nota la au- sencia de tales fenómenos, como sucede en la agonía de los viejos ó de los adultos consumidos por una afección crónica. Y la inconstancia de este signo es todavía mas visible, aten- diendo que hay cadáveres en los que la quemadura ocasiona flictenas del todo semejantes á las que s? producen durante Ja vida, según refiere también el señor Bouchut. Pasando ahora de estos signos que casi pueden conside- rarse como a cesorios, á los mas importantes de la muerte real, veré si sigue la incertidumbre en ellos para declarar la muerte, y concluiré por manifestar los únicos signos verda- deros. Racional parece que, no pudiendo la vida persistir sin he- matósis, Ja ausencia de los fenómenos respiratorios no podia ménos que ser un sitrno importante de la muerte real, pero ocurre la dificultad de que hay muchas circunstanciasen que dichos fenómenos son imposibles de percibirse, por mas que se acuda á los diferentes medios que vulgarmente se emplean, tales como aproximar una bujía encendida á las narices del moribundo, aplicar un espejo á la boca del m smo, ó colocar un vaso lleno de agua sobre el apéndice xifoides: medios to- dos á cual mas imperfectos y groseros. Así, la bujía aproxi- mada á las narices puede vacilar por multitud de motivos, el espejo puede ser empañado por los vapores que natural- mente salen de la boca y narices de un cad i ver todavía ca líente, y el vaso lleno de agua colocado en el apéndice xifoi- des puede no cambiar de nivel, no obstante de verificarse la respiración que en estos casos pu^de hacerse tan solo con el diafragma. En los recien nacidos muchas veces, y casi siempre en los asfixiados, es tan completamente imposible percibir lo» fenó- 15 menos de la respiración, que á no concebir que eso puede suceder en tales circunstancias, no se vacilarla, atendien- do á una* ausencia tan completa, en afirmar la muerte sin embargo de no existir ni lejanamente: la marmota nos dá un ejemplo comparativo de lo anterior, cuando nada en ella traduce el mas pequeño movimiento respiratorio; si se la co- loca en una atmósfera deletérea, perece sin dar síntomas pré- vios de vitalidad. Ultimamente en la muerte intermediaria de que he hecho mención y que es considerada como efectiva por un gran número de médicos, la respiración es completamente nula, esto es inapreciable al exterior. De ninguna manera, pues, los fenómenos de la respiración sirven para afirmar la muerte real. La suspensión definitiva de los ruidos del corazón es el signo de mayor importancia para la generalidad, en la decla- ración de la muerte real; pues que no habiendo ningún esta- do morboso que en el hombre, ni en otros animales superio- res de la escala zoológica produzca la suspen-ion momentá- nea de los movimientos del corazón, la interrupción de estos es imposible; y siempre que tenga lugar por mas de uno ó dos minutos, el corazón no vuelve mas a funcionar y la muer- te es evidente. Dicen algunos médicos, como Plouviez que por mas míni- mos, lentos y débiles que sean los movimientos del corazón son todavía percibidos haciendo uso de la acupuntura; para lo que según él f-e introducen agujas de acupuntura en la re- region precordial, agujas que traducirán por su oscilación los movimientos del corazón. Ciertamente que la existencia ó ausencia de los movimien- tos del corazón seria el signo mas importante de la muerte real, si siempie pudieran ser percibidas. ¿No se han visto acaso multitud de ahogados, recien nacidos, asfixiados, ahor- cados y atacados del cólera, volver á la vida no obstante ha- ber dado siempre signos negativos la auscultación del cora- zón hecha de la manera mas prolija é inteligente? ¿No sa- bemos que es muy posible la interposición entre el corazón y la pared t"raxica, de una sustancia intermediaria que apague el sonido de los ruidos del corazón?-¿Vemos acaso recurrir •n estas circunstanuias dudosas, á la acupuntura y mas aun 16 «raer en la necesidad de semejante operación? ¿Y la misma acupuntura en las desviaciones del corazón y otros estados no seria ineficaz? Si tomamos el síncope, que es uno de los estados que mas perfectamente simula la muerte real, y que puede proion zur- ee hasta muchas horas confundiéndose con la iipotmia que le sucede, y averiguamos todas las observaciones y juicios que ae han hecho sobre la persistencia ó falta de las funciones del corazón, veremos la insuficiencia del stguo á que me ie- fiero. El señor Bouchut niega esplícitamente que sea imposible en el sincope afirmar la muerte real ó aparente del individuo; y dice que auscultando el corazón se podrá descubrir la vi- da aun en su manifestación mas lánguida. Me he ocupado ya de lo inexacto que era esto; y esta inexacitud está compro- bada por las observaciones repetidas del señor Parrot que establece que la vida es compatible con la ausencia completa de los ruidos del corazón durante un tiempo algunas veces demasiado largo, y que uno no podría estar autorizado á creer que la vida se ha estinguido, tan solo porque no se oyesen los ruidos cardiacos á la auscultación. En la muerte intermediaria como he dicho, después del último suspiro, inmediatamente se notan durante 3 minu- tos 15 segundos contracciones del corazón apenas precepti- bles y que cesan desde que la sangre de las arterias es lan- zada al corazón y á las venas. Todo esto ha sido comprobado por las observaciones de la comisión inglesa, de que he he- cho ya mención, sobre cadáveres de animales abiertos inme- diatamente después de muertos. Desechando pues los signos anteriores para la declaración de la muerte real por ser ineficaces ó equívocos, admito co- mo únicos y verdaderos los signos lejanos de la muerte real; esto es, la rigidez cadavérica y la putrefacción, comprobado el uno por el otro. La rigidez cadavérica es la contracción y endurecimiento de los músculos, determinando la dureza de las artculacio- nes; se manifiesta en una época mas ó menos aproximada de la muerte, y comienza en los músculos de la mandíbula infe- rior, del cuello y del dorso, estendiéndose de aquí á ¡as estre- midades y desapareciendo en el mismo órden. La rigidez ca- 17 davérica aparece mas ó menos rápidamente según la causa de la muerte; así se manifiesta muy pronto cuando la con- tractilidad muscular antes del fin de la vida está, completa- mente debilitada, como sucede después de violentas convul- siones, en el tétanos. En general, se manifiesta después de 4 ó 12 horas despúes de la muerte y muchas veces á las 24 ho- ras y minutos después de aquella; se disipa despúes de 2L á 48 horas de duración, rara vez mis iarde, pudiendo sin embargo, prolongarse durante 5 ó 6 dias. La rijidez cadavérica sigue pronta ó inmediatamente á la muerte de los viejos, de las personas musculosas, de las que mueren de enfermedades agudas ó de envenenamientos por el ácido prúsico, la estricnina etc. Ella existe siempre, sea cualquiera la enfermedad que haya precedido á la muerte, sin^exceptuar la anasarca que el señor Bouchut escluye;se ve- rifica en el aire y en el agua, en el feto dentro del seno ma- terno como lo ha visto el señor Ehrmim de Estrasburgo, y no se verifica por la influencia del cerebro, ni de la médula, sinotan solo á expensas de la contractilidad de la fibra mus- cular. Con motivo de este fenómeno'y á consecuencia de ser los músculos flexores mas poderosos que los estensores, los miembros en la rijidez están en una ligera flexión y la man- díbula inferior aplicada á la superior. Puede muy bien suceder que habiendo aun vida en el or- ganismo, exista un estad) morboso que determine en aquel una contracción muscular que simile la rijidez cadavérica. En este caso basta tratar de poner en estension la parte del cuerpo que esté en flexión, y si esta par'e reco ra suposición volviendo á ponerse en flexión es indudable que se trata de una contracción morbosa; si sucede lo contrario, es la rijidez cadavérica de la que se trata. . Es de todos los signos de Ja muerte la rijidez cadavérica uno de los signos mas ciertos en el reconocimiento de la muerte real: nunca falta, si bien puede manifestarse mas ó menos tarde, después del fin de la vida; y si algunos han d'- cho qu i hay casos en que no se presenta, es porque se han contentado con un examen superficial ó porque la rijidez ha durado muy poco ó se ha manifestado tardíamente. La putrefacción que se traduce por el color verduzco de la piel, mal olor y desarrollo de gases, es el otro signo lejano 18 de la muerte real que merece la confianza absoluta en la de- claración de aquella. Los primeros fenómenos se manifiestan al fin de un tiempo mas ó menos aproximado de la muerte, de algunas horas y aun de una semana y mas; dependiendo esta variabilidad de la temperatura y grado de humedad del aire ambiente, de la constitución del cuerpo, de la naturale- za de la enfermedad última y del grado de irritabilidad mus- cular existente antes de la muerte. Generalmente es en las personas sanguíneas y corpulentas, en las recien paridas y des- pués de enfermedades muy agudas que se presenta inmedia- tamente; y lo mas lentamente al contrario en los viejos, en los flacos y después de enfermedades crónicas, hécticas. Siendo la putrefacción un signo cierto é inequívoco de la muerte, trataré de hacbr conocer algunas de Lsus particula- ridades. El olor del cadáver es característico; la coloración verdus- ca se presenta al principio en el vientre y particularmente en la región ileo-cecal, después en los espacios intercostales, de donde se estiende á todas partes. La putrefacción se pre- senta inmediata ó tardíamente, según que el cadáver se en- cuentre en un lugar fresco y seco ó que esté expuesto al aire húmedo y 4 una temperatura de 4-20 á-|-26°; variando por lo demas según las épocas del afio. El desarrollo de gases co- mienza por el tubo intestinal distendiendo la pared abdomi- nal y afectando en seguida la piel, cuya epidermis se levanta bajo la forma de flictenas verduzcas. A primera vista se creeria que nunca habrá necesidad de recurrir á la comprobación de la existencia de la putrefac- ción para confirmar una muerte real; pero no es así, y nris de una vez se ha acudido á ella, teniendo muchas veces que rodear artificialmente al cadáver de una atmósfera de -}-25e de temperatura, para ver si la putrefaccion.se manifiesta mas pronto ó se marca mas en casos dudosos. CAPITULO VI. DISPOSICIONES QUE EL REGLAMENTO DE POLICIA DEBE CONTENER RARA EVITAR UN ENTIERRO PREMATURO. Existiendo la muerte aparente y no pudiéndose afirmar la muerte real sino en una época lejana, como lo he demostra- 19 ¿o, claro es que la única manera de evitar un entierro pre- maturo es la demora en la inhumación, y la declaración de muerte hecha por un médico. Causa extrañeza ver que entre nosotros, en que el buen sentido impera y la civilización progresa, no se haya llamado la atención de las autoridades sobre un punto tan importan- te como es el que me ocupa ahora, y que permanezcan tan diminutas disposiciones en el reglamento de policía de Lima, relativas á las inhumaciones, sin aumentarse ni mejorarse en nada. He aquí lo que dicen esas disposiciones: "Art. 28. Ningún cadáver estará insepulto por mas de 48 horas, ni se sepultará antes de las 24 horas, si no es cuando el facultativo manifiesta necesidad de pronta sepultura ó cuando el cadáver es de ajusticiado. Los contraventores su- frirán multas de 6 á 10 pesos regun fuese la neglijencia, é iguales dias de arresto si los culpables fuesen seculares." Apenas se concibe ciertamente, que exista tan poco y ma- lo sobre el particular. ¿No habrá acaso necesidad, muchas veces, de vigilar un cadáver por mas de 70 horas? ¿Es cas- tigo la multa indicada para aquel que con mala fé entierrre inmediatamente un cadáver? Voy, pues á indicar lo que es menester en nuestro regla- mento de policía relativo á las inhumaciones. 1 ° Ningún cadáver se sepultará antes de 48 horas, excep- tuando aquellos cuya inhumación inmediata mande el médico. 2 ? La muerte de un individuo debe ser declarada forzo- samente por un facultativo, que al hacerlo, indique á la vez la enfermedad causal, la edad, raza, estado y sexo, las como- didades y dirección de la casa del difunto, así como también el nombre del médico que curaba al enfermo, la condición de los dolientes y la naturaleza del resto de los medicamen- tos empleados. Por medio de esta disposición tan racional se tendría, aparte del objeto que se propone, una excelente es- tadística, tanto de las enfermedades mas mortíferas del pais, como de los barrios y cuarteles de la población; por medio de ella se conocería también la cla-e de enfermedad mas peculiar átal ó cual raza, sabríamos la influencia de la edad y las co- modidades en ciertas enfermedades, etc. Todo lo cual es do la mayor utilidad y que no de ha hecho en nuestro pais ni si- quiera por curiosidad, ya que no por necesidad. Por medio 20 de este artículo, todavía se puede evitar muchos crímenes y descubrir otros. 3 .° Ninguna autopsia se hará antes de las 48 horas en los casos normales; ni antes de las 24 horas cuando no se conox- ca el principio de la muerte de un individuo. 4 ? Todo cadáver debe permanecer en su casa y en su ca- ma, antes de ser amortajado, encajonado y llevado á la igle- sia, todo el tiempo que indique el médico que ha hecho el reconocimiento. 5 ? Todo cadáver traído, ya de !as orillas de uo rio ó del mar, ó de cualquiera otra parce, y del que no se sepa ningún antecedente sobre la hora y circunstancias de su muerte, de- be ser reconocido por el médico de policía, y si no presenta los signos de la putrefacción, debe ser mantenido sin sepul- tura 48 horas, á contar desde la hora en que fué recojido. Estas disposiciones que son de la lej'slacion francesa, son por lo menos las que debe.contener el reglamento de poli- cía de Lima, respecto á Jas inhumaciones. CAPITULO VIL PROTECCION DE LA AUTORIDAD COMPETENTE. Es indudable que con las medidas que acabo de indicar; seevitariala posibi I ida 1 de los entierros prematuros y se haria desaparecer esa desconfianza general que hay de ser enter- rado vivo. Toca pues á la autoridad competente hacer bor- rar lo único que muchas veces hace que la resignación de un moribundo no sea completa; y esparcir la tranquilidad en todos los espíritus, pues que todos sabemos que tenemos que morir. ¿Y dicha atoridad cómo haria esto? En primer lugar po- niendo en vigor las disposiciones que he dicho debe conte- ner el reglamento de policia y las demas que sobre el particu- lar podría establecerse. En 2 ® lugar siendo severa en el cum- plimiento de tales preceptos En tercer lugar estableciendo en todas las poblaciones servicios médicos domiciliarios que de- 21 claren la muerte de todo individuo; nombrando para cada cuar- tel de la población un médico que dependiendo de la goberna- ción correspondiente, se constituyese en la habitación del di- funto que le señale lo policía, á donde tendria que hacer el reconocimiento debido, dando despue^, para declarar la muerte, una carta ó papel en que estuviesen consignados to- dos los requisitos que he dicho debe tener la disposición ó artículo 2? de los preceptos que propongo para impedir un entierro prematuro. Igualmente seria de desear que la autoridad competente se esforzara cada vez que pudiese para inculcar en las masas, por medio de edictos ó de cualquiera otra manera, la certi- dumbre de que tenemos con los muertos otros deberes distin- tos de los que con ellos llenamos: pues no debemos esforzarnos en afirmar la muerte de un individuo, sino en tratar de reani- mar su vida, la tenga ó no: si lo primero, excelente, y si lo se- gundo nada hayperdido. Una muerte se declarará por la im- posibidad de dar la vida al difunto. En lugar de perder el tiempo, en un recien muerto, en escuchar y examinarlo, se debe obrar con actividad, tratar de volverlo á la vida; pues que muy bien puede suceder que mientras se examina si un hombre está mué. to, no estándolo aun, puede este morir real- mente. ¿Qué costaría, ahora, implantar la innovación de que hablo en la práctica de las inhumaciones observada hasta aquí? ¿Qué inconvenientes, qué grandes gastos podria hacer per- manecer á nuestras autoridades en la inacción? Ciertamente que nada es tan fácil; y ya que es asi, ruego á dichas auto- ridades no desatiendan estas indicaciones, practicando todo aquello que es en bien de la humanidad, prometiéndoles, desde luego, el beneplácito del mundo civilizado. Hé aquí, señores, concluido mi pequeño trabajo; y como él está plagado de errores, por ser la primera vez que de e¡-ta cla- se de obras me ocupo, suplicóos me dispenséis no teniendo eu cuenta sino el noble fin á que he propendido. Lima, Diciembre 20 de 1872. francisco de ¿tais Almenara. V." B.«- JeoM.