ALGUNA» REFLEXIONES SOBRE LÁ FRm MIM CONTEMPORANEA Por el Doctor MARTÍNEZ DEL RIO. MÉXICO IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE Bajos de san Agustín, num. 1, 1881 n i OS ha tocado vivir en un siglo que se puede llamar por excelen- cia el siglo del progreso, y son tan rápidos los adelantos de la ciencia, que se van atropellando unos á otros, de manera que lo que era nuevo ayer, ya hoy parece viejo. El arte de curar no se ha quedado atrás en este movimiento del intelecto humano, y no cabe duda que nuestra época se hará memorable en los anales de la ciencia médica. El admirable descubrimiento de la anestesia se presenta en primera linea como uno de los grandes beneficios que esta época lega á la posteridad. La electricidad, que diariamente nos ofrece nuevas aplicaciones á las artes y á la industria; ese elemento imponderable que nos permite hoy dia conversar á través del mun- do sin que para esto sea un obstáculo el inmenso Océano; también para nues- tro arte ha venido á ser la electricidad un rico manantial de progreso cuyos re- sultados apénas podemos traslucir todavía. Permítaseme de paso pagar un tri- buto de honra á la memoria del hombre que planteó el primer escalón en esa materia, -al célebre Franklin, quede simple y humilde jornalero impresor, se elevó por su talento y aplicación al grado de figurar entre los sabios de sus tiem- pos, y á ocupar el rango elevado de Ministro plenipotenciario. Por haber de- mostrado prácticamente la identidad del relámpago con la electricidad desarro- llada artificialmente por los aparatos de la física, Franklin mereció el glorioso epitafio que es digno de ser recordado: «Eripuit coelo fulmen sceptumque tyrannis.» «Arrancó el rayo al cielo y el cetro á los tiranos.» Seria fuera de lugar extenderme sobre la marcha progresiva de la ciencia eléctrica, en la cual hizo un papel tan importante el verdadero inventor del te- légrafo eléctrico, Wheatstone, que también se elevó de una condición muy mo- desta de simple dependiente en un almacén de música al distinguido puesto de catedrático de física en el «Colegio del Rey,» en Londres: sus trabajos en mate- ria de acústica, de óptica y de electricidad, lo colocaron entre los sabios más distinguidos de la Gran Bretaña: su genio fecundísimo hacia adelantar todo es- tudio que él tocaba. Por fin haré mención de las maravillas que se anuncian ya, aunque vaga- 4 mente, con referencia al Congreso llamado eléctrico que acaba decelebrarse en Paris.-Pero limitándome al campo que me compete, y muy particularmente á los adelantos de la ciencia médica en México, es un grato deber para mí el de recordar á esta Ilustre Academia los verdaderos triunfos ginecológicos obte- nidos por su digno socio el Sr. Dr. Semeleder, por medio de la electrólisis: he sido testigo ocular de esos resultados tan notables é interesantes, y no dudo que algún dia formarán la materia de una Memoria muy importante para el perió- dico de la Academia. El fervor con que se cultiva la terapéutica en el dia forma un singular con- traste con la especie de letargo que sufrió esa clase de estudio en la primera parte de este siglo, cuando dominaban con verdadera tiranía las doctrinas de Broussais.-Y como es tan propenso el género humano á pasar de un extremo al extremo opuesto, se pudiera decir que la terapéutica del dia es ya casi poli- farmaca. Al anterior escepticismo han sucedido muchas creencias poco fun- dadas, que sin duda caerán en olvido á medida que las ilusiones se disipen como el humo ante el resplandor de la verdad. Esa grande afición por remedios nue- vos ha venido á presentar un campo fecundísimo para los traficantes de espe- cialidades que hacen grandes y rápidas fortunas explotando el espíritu novelero y la credulidad del vulgo y de muchos médicos. No pretendo negar que entre la multitud deesas especialidades que se disputan la aceptación de los médicos y del público, no haya algunas muy útiles é interesantes; pero se necesitaría un curso especial de estudios para conocerlas todas, y para poderlas juzgar con acierto: lo cual es tanto más difícil, cuanto que no siempre hay buena fé por par- te de los que propagan esos remedios: así es que ya hemos visto los tribunales de Paris imponer tula fuerte multa al que vendía un jarabe de pepsina que hacia prodigios, siendo así que no contenía ni un átomo de tal pepsina! También hemos visto disfrutar una reputación inmensa, con gran provecho de su fabricante, al jarabe de puntas de espárragos, siendo asi que nada conte- nía de esa delicada legumbre, sino que debía sus virtudes á la digital. Es ciertamente muy notable el contraste que presenta en general la práctica médica del dia con la que reinaba hace algunos años, cuando todo se reducía á un método antiflogístico exagerado. En la actualidad se observa precisamente lo contrario, y también con una exageración, que yo no titubeo en llamar errónea. Para justificar esa universal y exagerada aplicación de los tónicos alegan mu- chos médicos que no presentan las enfermedades en el dia el mismo carácter que en los tiempos de Broussasis, sino que domina la anemia que pide ese tra- bamiento tónico. Y como mis observaciones no se limitan á la ciudad de Méxi- co, en donde ciertamente reina la anemia de una manera desesperante, sino que he tenido ocasión de observar la actual práctica médica en otros países, es- toy convencido que en todo esto hay mucha parle de preocupación, es decir, de ilusión. Hé aquí un hecho que prueba, á mi entender, la verdad de este concep- to.-Miéntras que en Paris no se oye hablaren el dia entre médicos más que de tónicos, de vino y alimentos suculentos, etc., en el Norte de Italia se usan toda- 5 vía ¡as sangrías y sanguijuelas, la dieta rigurosa, etc., como en los tiempos del pleno broussaismo! ¿Se podrá creer que á unas cuantas leguas de distancia pre- sentan las enfermedades un carácter opuesto? El sentido común sugiere que alguno de estos dos extremos debe ser erróneo, y por mi parte, yo creo que ambos lo son.-Asimismo, también creo que entre nosotros la práctica que ge- neralmente se observa se resiente de la exageración en el uso de los tónicos, haciendo abstracción absoluta de los auliílogísticos, como si ya no hubiera fleg- masías, ni tampoco constituciones pictóricas. Cuántas veces ha venido á mis manos alguna enferma declarada clorótica, sin que ella presentara los signos característicos de semejante enfermedad!-Se diría en ciertos casos que el fa- cultativo asienta ese diagnóstico como el más fácil y el más cómodo, y el que está á la moda.-Como médico muy antiguo de esta capital, yo conozco que su clima y las constituciones débiles que aquí dominan piden cierta parsimonia en el uso de las emisiones sanguíneas; pero también me consta que muchas veces se han omitido con perjuicio del paciente, porque ellas no están á la orden del dia. No cabe duda que la cirugía moderna ostenta grandes adelantos que en todo tiempo harán honra á nuestra época: algunos de sus triunfos son verdadera- mente sorprendentes: las operaciones tan atrevidas que se han practicado sobre el estómago: la esplenotomía: la extirpación del riñon: la feliz y repetida extir- pación de todo el aparato uterino: por fin, la resección de 2 metros y S centí- metros del intestino que recientemente practicó con buen éxito el célebre Doc- tor Koeberle en una joven, por motivo de varias estrecheces de los intestinos que ella tenia; -estos hechos y tantos otros que seria largo enumerar, me au- torizan para declarar que es de veras gloriosa la cirugía de nuestra época. Ni puedo pasar en silencio las grandes ventajas del Listerismo;-la ovariotomía que ha llegado á presentar resultados tan felices en manos de ciertos cirujanos, etc. Pero al lado de esas hazañas hay que lamentar grandes reveses, y también grandes temeridades. La ginecología muy especialmente nos presenta al lado de grandes adelantos grandes catástrofes debidas á la audacia de ciertas opera- ciones insensatas.-Los anales déla ciencia en estos últimos tiempos recuerdan multitud de hechos lamentables, que no pueden justificar ni la conciencia mé- dica ni la más vulgar prudencia. Alguno de los autores más distinguidos y más recientes considera que es lícito emprender las más terribles y peligrosas ope- raciones áun en casos de cáncer uterino, sin más fundamento que la esperanza, casi siempre desmentida, de prolongar la vida por espacio de algunos meses!- Otro autor de los más eminentes en este ramo, refiere candorosamente una se- rie de desastres como resultado de operaciones muy atrevidas y temerarias de ese género, y se consuela diciendo que por lo ménos esas desgracias habían si- do muy instructivas! Entre los americanos del Norte la extirpación délos ova- rios sanos ha venido á ser una operación vulgar que se practica para com- batir la epilepsia.-Con notoria ligereza se abre en el diala cavidad peritoneal, como si ya no existieran los grandes peligros de semejante procedimiento, y 6 hay especialista muy distinguido, Lawson Tait, que califica la ovariotomía como una de las operaciones más sencillas é inocentes!-En general la laparo- tomía se prodiga en la actualidad de una manera que no pueden justificar, co- mo he dicho ya, ni la recta conciencia médica, ni ménos los resultados que á cada paso son verdaderamente desastrosos. Como testigo ocular de muchos de esos desastres, he creído, pues, de mi deber levantar la voz en contra de seme- jantes excesos que se pudieran calificar como verdaderos abusos de nuestro arte. Desde que el distinguido cirujano escocés, Lizars, principió á practicar la ova- riotomía en Edimburgo, hasta la fecha actual, grandes han sido los adelantos de la ciencia en esa materia, y es preciso confesar que los actuales procedimientos operatorios son mucho más perfectos; pero no por eso deja de ser gravísimo el pronóstico, sobre todo, cuando el operador no posée toda la destreza y la ex- periencia que requiere tan grave y peligrosa operación. Los triunfos sorpren- dentes del eminente Dr. Kheilh no fueron resultado de sus primeras operacio- nes, sino de la grande pericia que pudo adquirir después de muchos desastres: así es que la estadística que pudiera presentar ese mismo operador, seria muy diversa en su primera época de la que ha obtenido en estos últimos tiempos. Y me detengo sobre este punto, porque la juventud médica tiene mucha tenden- cia á emprender con verdadera temeridad estas arduas operaciones sin la habi- lidad que ellas demandan, y con gran perjuicio de las infelices pacientes que vienen á ser sus víctimas. Seria muy triste y muy larga tarea el recordar la mul- titud de errores que yo mismo lie presenciado; y si hablo de ellos en términos generales, solo es con el objeto de poner en guardia á los profesores que quie- ran cultivar este interesantísimo pero trágico ramo de la cirugía. Nadie podrá negar los grandes progresos que ha hecho y diariamente sigue haciendo en el dia la ginecología; ni tampoco podrá nadie pensar que yo me opongo á esos progresos, cuando he llegado á ser considerado por algunos médi- cos, con notoria injusticia, corno un operador excesivo. Así es que el mismo amor de la ciencia y el deseo de acreditar sus adelantos en México, me obligan á levan- tar e1 guante que han tirado ciertos médicos que, siendo hombres muy distingui- dos en la carrera, han mostrado un.espíritu verdaderamente retrógrado en ma- teria de ginecología, oponiéndose abiertamente á ciertos adelantos que están ya sancionados por la autoridad de los hombres más eminentes en otros países, y también por multitud de hechos prácticos entre nosotros. En plena cátedra ha dicho algún catedrático de nuestra Escuela que la raspa de la-cavidad uterina no se debía admitir «en ningún caso;» lo cual parece in- dicar que él no tiene mucho conocimiento práctico de esa operación; y como hablaba dicho profesor á un numeroso auditorio de estudiantes, es su error do- blemente de sentirse, porque al salir de la Escuela la juventud médica, natural- mente adopta y sigue en su propia práctica los preceptos de sus maestros, como si fueran otros tantos oráculos: el anatema pronunciado contra la raspa seria, pues, un gran perjuicio para la multitud de enfermas que imperiosamente la necesitan, si no hubiera quien defendiera esa útilísima operación. Como intro- 7 ductor y propagador de ella en México, me considero obligado á combatir tan funesto error. Debería bastar el nombre de su inventor, el ¡lustre Dr. Recamier, para re- comendar la raspa de la cavidad uterina; y sobre todo, debería bastar la mul- titud de hechos prácticos ya conocidos en México, para dar crédito á un proce- dimiento tan benéfico, y que ha sido ya adoptado por los ginecologistas más eminentes, como el mismo Sims que lo perfeccionó, Barnes, Schroeder, etc. Por otra parte, la aplicación de la raspa á los casos de aborto con retención del huevo y hemorragia en los primeros tiempos de la preñez, es un arbitrio de una eficacia tan evidente, que no se comprende cómo los que cultivan la Obstetricia se puedan desentender de un auxilio tan precioso. De paso haré presente á la Academia que miéntras que esta aplicación se hacia en México con un éxito bri- llante por sugestión del Dr. Egea, también se hacia en Nneva-York y en Ber- lín sin que acá lo supiéramos; porque dice bien el proverbio francés: «les beaux esprits se recontrent.»-Hablando de estos casos, dice elDr. Schroeder que para ellos «el rey de los arbitrios es la cucharilla.» Es verdad que la raspa de la cavidad uterina es una operación delicada que exige un tacto fino y ejercitado; en una palabra, la pericia que pide toda ope- ración quirúrgica de alguna importancia; y por eso mismo sucede que muchas veces ella es mal practicada; pero de esto no tiene la culpa el mismo procedi- miento operatorio, sino el operador que no lo sepa aplicar debidamente. Algunos de los detractores de la raspa la pintan como una de las operaciones más peligrosas, lo cual no es nada exacto. Sobre 172 operaciones de esta clase que llevo hechas, solo hubo tres defunciones, dos de éstas en casos muy compli- cados por fibromas, etc. ¿Y cuál es la operación de alguna importancia que pre- sente una estadística más favorable? En todos esos casos pude presentar á los compañeros que me ayudaban, las fungosidades muy caracterizadas de la mu- cosa uterina como cuerpo del delito, y llamo la atención de la Academia sobre este punto para vindicar mi conducta, que algunos han censurado atribuyéndo- me una monomanía de la cual soy inocente. Como son tan frecuentes en Méxi- co los casos de menorragia debida á las fungosidades; como por otra parte mu- chos médicos me han ocupado para operar á sus pacientes, y por fin, como es- toy encargado de un servicio especial de ginecología, no es extraño que en el espacio de once años haya tenido yo que practicar esa operación -172 veces, sin hablar de su aplicación á algunos casos de aborto. Yo creo que siempre será mal pleito el que se emprende contra la verdad: creo que el resultado brillante que se obtiene con la raspa, cuando ella es bien practicada, será siempre más elocuente que la infundada oposición de sus de- tractores. México, Junio 8 de 1881. Dr. Martínez del Rio.